Diseño urbano y violencia
4 de Agosto de 2015 a la(s) 6:0 / María José Cornejo
Muchas veces se adjudica la criminalidad a la desorganización de los barrios más pobres, que a diferencia de las uniformes colonias, son comunidades que aparentemente carecen de “estructura”.
Sin embargo, toda comunidad cuenta con un orden, a veces más complejo y jerarquizado que el de las colonias de grama bien cortada y cerradas por plumas. Las comunidades pobres tienen sistemas de control, muchas veces más organizados que los de las uniformadas colonias. El equivalente a darle su DUI a un policía de seguridad privada en una colonia encuentra su homólogo cuando en la comunidad el pandillero le impone apagar las luces de su carro para entrar, controlado por todo un sistema de informantes. Altos niveles de orden.
Es entonces importante entender que la criminalidad y violencia no surge de una aparente anarquía en los barrios más pobres. Lo que vuelve violento a los barrios, desde la óptica del desarrollo urbano, es que estos se encuentran desanclados del resto de la ciudad. El desarrollo urbano le ha apostado a la separación de las comunidades para así crear espacios exclusivos. El desarrollo responde también a los que “tienen” y olvida a los que no. Como ejemplo la construcción de carreteras que vinculan a las élites (desde sus hogares hasta sus trabajos y sus centros de entretenimiento), dejando a un lado (literalmente a veces) a los habitantes pobres. Se construyen carreteras sin semáforos, para evitar la inseguridad de tener que parar en un lugar peligroso, donde pasan zumbando carros y se deja a un lado a quienes a pie deben poner en riesgo su vida para cruzar la calle.
¿Alguna vez ha reparado en la marginación de la comunidad La Cuchilla, a la orilla de la carretera Panamericana, frente a ostentosos centros comerciales? El modelo de desarrollo urbano está basado en la separación con esa manía de generar exclusividad.
El diseño de nuestra ciudad es equivalente a un “urbicidio”, se mata deliberadamente a partes de la ciudad. Al asfixiar partes de la ciudad, desconectándolas, se contribuye a la extinción de los pobres quienes –desde una perspectiva darwiniana– buscarán su supervivencia atacándose entre sí por las migajas que quedan.
No podemos estigmatizar a todos los habitantes de estas comunidades, pero la competencia despiadada por recursos surge de la inhabilidad de ciertos grupos de hacerle frente, dentro de los canales legales, al torniquete que le impone la desconexión urbana.
Son escasas las iniciativas de integración entre gente de las comunidades y las colonias, y cuando las hay, los jóvenes reciben agresión de parte de la policía quien con esto evidencia actuar para mantenerlos en “su” lugar. Hemos llegado a tales niveles que a un joven de Las Palmas que participe en eventos fuera de su comunidad solicita que para su protección se le otorgue identificación de los organizadores de los eventos para permitirle transitar sin el acoso de las autoridades. Además, los modelos de seguridad que se implementan en estas comunidades tienen un carácter más despiadado que el que se vive en las colonias “ricas”. Los patrullajes violentos y arbitrarios generan condiciones de terror para todos los habitantes de los barrios. Estas condiciones tienen como consecuencia formas de supervivencia violentas.
Es importante analizar el diseño de “desarrollo” que hemos adoptado y poner en evidencia que fomentamos la creación de guetos, desconectamos. Partes de la ciudad están diseñadas para el uso de pocos. Habitantes de Las Palmas o La Cuchilla se deberán conformar con ver el desarrollo de lejos, y todos, a hacerle frente a la violencia de grupos que se asfixian. – See more at: http://www.laprensagrafica.com/2015/08/04/diseo-urbano-y-violencia#sthash.ZHfEmdsd.dpuf