a izquierda ecuatoriana fue profundamente dividida a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Sus tres candidatos (antineoliberales los tres) obtuvieron 66% en la suma de los votos: Arauz 32%, Yaku 19%, Xavier Hervas 15%. En la segunda vuelta, Arauz subió solamente 17 puntos, llegando al 47%. Los otros dos candidatos no dieron apoyo formal a ninguno, pero concentraron sus críticas en Arauz, a quien consideraban el enemigo principal.
Mientras que Lasso tuvo 19% en primera vuelta, pero subió 33% puntos en la segunda vuelta – casi la misma cantidad de votos de Yaku y Xavier Hervas sumados (34%). Lo cierto es que esta trasferencia de votos hizo con que la izquierda, teniendo mayoría en primera vuelta, perdiera en la segunda. El análisis de las regiones de concentración de votos de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) apunta hacia donde Lasso terminó conquistando más votos en la segunda vuelta.
Así, la izquierda, mayoritaria en el país, terminó perdiendo las elecciones. Y la derecha, claramente minoritaria en primera vuelta (19%), por la división de la izquierda, terminó eligiendo su candidato.
¿Por qué pasó esto? En primer lugar, está claro, por la falta de sentido de unidad por parte de dos candidatos de la izquierda – Yaku y Xavier Hervas. Porque estos han privilegiado contradicciones secundarias con el gobierno de Rafael Correa – conflictos con el movimiento indígena, cuestiones de preservación del medio ambiente – frente a la contradicción fundamental de nuestro período histórico, aquella entre neoliberalismo y posneoliberalismo. La CONAIE propuso un esdrújulo “voto nulo ideológico”. Ese caudal de votos – 1.600.00, mientras que en la segunda vuelta del 2017 hubo 980 mil – tuvo un peso determinante en el resultado final, porque Lasso terminó ganando por la diferencia de cerca de 400 mil votos.
La izquierda mayoritaria no fue capaz de restablecer la unidad de su campo en la segunda vuelta y fue derrotada. Tiene que ver también con la forma cómo el gobierno de Rafael Correa – el más importante de la historia de Ecuador – trató los temas de divergencias dentro del campo popular.
La oposición , tanto la de derecha, como la de izquierda, explotó, de forma central el anticorreismo. De forma consciente, por la derecha. De forma irresponsable por sectores de la izquierda, que terminaron haciendo de este tema el central en la campaña, justificando finalmente el juego que terminaron haciendo y decidiendo la elección en favor de la derecha.
A veces confesaban que preferían a Lasso – el más grande banquero del país, ortodoxamente neoliberal -, a veces, de mala fe, lo favorecían, erigiendo el retorno del correísmo en su enemigo fundamental.
El problema de la falta de unidad de la izquierda y del ascenso de Lasso viene ya de la elección presidencial anterior, en 2017. Lenin Moreno, escogido por elecciones internas de Alianza País como el candidato de continuidad de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa, ganó por solamente poco más de dos puntos a Guillermo Lasso, después de 10 años del gobierno que más trasformaciones produjo en la historia ecuatoriana. Algo andaba mal. Pero no se han hecho los análisis debidos. En general la izquierda aprende más de las derrotas que de las victorias.
Decisivo para la división del campo correista fue la traición de Lenin Moreno, que terminó liquidando prácticamente con el mismo partido de la revolución Ciudadana – Alianza País – y debilitando ese campo, por el desconcierto que produjo, pero también por la misma represión directa hacia dirigentes del correísmo y al propio Rafael Correa, que se encuentra residiendo en Bélgica desde el 2017, mediante un proceso de judicialización típico de la derecha latinoamericana contemporánea.
Mientras tanto, sectores del movimiento indígena se consolidaban como campo político propio – la CONAIE y Pachakutik -, con fuerte oposición al correísmo. Otros sectores de la izquierda – como la candidatura de Xavier Hervas, también asumieron esa postura.
Al contrario de Bolivia, donde, a pesar de algunos conflictos con el movimiento indígena, el gobierno de Evo siguió contando con el apoyo masivo de ese movimiento, que terminó siendo decisivo en la gran victoria del MAS en primera vuelta en las últimas elecciones, Alianza Pais y el gobierno de Rafael Correa tuvieron mucho más conflictos con el movimiento indígena, que se autonomizó y pasó a oponerse, en su gran mayoría, al gobierno. El MAS reunificó el conjunto del campo popular y se reafirmó como la fuerza hegemónica, manteniendo en su interior las diferencias y conflictos dentro del campo de la izquierda.
El conjunto de esos fenómenos, que desembocó en la incapacidad del correísmo de restablecer la unidad de la izquierda y afirmarse como fuerza hegemónica en el campo popular, llevó a que una izquierda mayoritaria en Ecuador fuera derrotada por una derecha minoritaria, que pasará a gobernar el país por los próximos cuatro años, restableciendo su modelo neoliberal, que empieza con la privatización del Banco Central ecuatoriano.
La izquierda ecuatoriano y toda la izquierda latinoamericana tiene que aprender de esa dolorosa derrota, valorizando todavía más su unidad interna y la centralidad del enfrentamiento al neoliberalismo.
– Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).