El petróleo ha llegado a los 45 dólares el barril y no hay atisbos de que revierta la tendencia en el corto plazo. El peligroso juego político de Arabia Saudita tiene a los productores petroleros en ascuas. Rusia, Irán, Venezuela, Noruega, Nigeria y Canadá dependen de sus exportaciones de petróleo para estabilizar su presupuesto. Por eso el derrumbe del precio de su motor comercial los tiene al borde de la bancarrota. Para Venezuela el petróleo constituye el 96 por ciento de sus ingresos de exportación y con cada dólar de descenso el país pierde 800 millones de dólares.
Venezuela se tambalea con una inflación que supera el 60 por ciento y con escaséz de alimentos básicos. Para Rusia los ingresos del petróleo y el gas representan las tres cuartas partes de su factura de exportación; mientras que para Nigeria el petróleo representa el 90 por ciento de sus exportaciones. Irán lucha por hacer que su dependencia del petróleo llegue en el corto plazo al 30 por ciento en lugar del 50 por ciento actual.
El descenso del petróleo tiene múltiples aristas y ramificaciones pero lo que ya nadie descarta es la mano de Washington y Arabia Saudita en el desplome del precio oro negro. El príncipe saudí Alwaleed bin Talal aseguró el pasado fin de semana que “Nunca más volverá el petróleo a los 100 dólares”, manifestando su clara intención de hacer que el petróleo baje aún más, a los 30 e incluso a los 20 dólares como apuestan los mercados de futuros. Arabia Saudita está segura de ser un ganador, al menos en el corto y mediano plazo, dado que tiene las mayores reservas y los menores costos de producción mundial. Además, desde 1945 el gobierno de Riad es el brazo armado de Estados Unidos en la política mundial del petróleo, recurso energético que durante todo el siglo 20 fue un arma geopolítica.
Arabia Saudí representa el 10 por ciento de la producción mundial de petróleo y ha sido el gran regulador del precio desde el estallido de la crisis del petróleo en 1973. Su sola decisión de subir o bajar la producción influye en el precio y por eso la decisión de mantener la producción no ha podido tomarse sin el consentimiento de Estados Unidos, dado que Estados Unidos es un claro perdedor con el precio del petróleo a 45 dólares. Sin embargo Estados Unidos busca estrangular económicamente a Rusia, Venezuela e Irán, en una repetición de lo que hizo con Arabia Saudita en 1985 cuando arrastró al colapso a la Unión Soviética al hundir el precio del petróleo a 10 dólares. Lo que vivimos ahora, 30 años más tarde, es una repetición de ese escenario con la salvedad de que Rusia esta vez está más fortalecida que Estados Unidos: su deuda pública es del 12 por ciento del PIB mientras la de Estados Unidos supera el 100 por ciento del PIB.
El discurso de Arabia Saudita es que quiere recuperar el mercado del petróleo que perdió por el ingreso de otros competidores y que no reducirá su producción aunque el precio siga descendiendo. Si consideramos que Arabia Saudi produce el petróleo a un costo de 20 dólares el barril y que es el petróleo más barato del mundo, podemos entender lo que espera al resto de los productores que, como Rusia, producen a 30 o 35 dólares el barril… Este es el punto en el cual también pierde Estados Unidos: la producción de petróleo via Shale-Oil y responsable de gran parte de la generación de empleo y del crecimiento en ese país tiene un costo de 50 dólares el barril. ¿Puede Washington echar por tierra el camino que ha sido su principal fuente de recuperación? Aquí entra la manipulación financiera.
Desregulación y manipulación financiera
En julio de 2013 y cuando el petróleo Brent y WTI se disputaban los 115 dólares el barril, aseguramos que ese precio estaba fuertemente manipulado y anticipamos un pronto descenso a 80 e incluso a 60 dólares el barril. Año y medio tardó en cumplirse nuestro pronóstico y hay que apuntar ahora que el descenso en el precio va para largo porque estamos asistiendo a la explosión de una burbuja financiera que infló los precios gracias a las bajas tasas de interés de los bancos centrales y el siempre delirante optimismo de quienes invocan la esperada “recuperación”. Esto es porque las finanzas y la macroeconomía están estrechamente interconectadas, aunque la teoría económica indique que el dinero es completamente neutral. Si la desregulación financiera provocada en el mundo desde fines de los años 80 ha permitido el más obsceno y corrosivo nivel de manipulación de los mercados, ¿qué podemos esperar de la salud de la macroeconomía cuando ésta depende justamente del juego limpio de los participantes del mercado?
Lo que estamos presenciando es el estallido de la burbuja especulativa con el petróleo (y también de otras materias primas como el cobre y el acero), resultado de la prolongación de la crisis. La burbuja del petróleo viene desde fines del siglo pasado dado que se convirtió en uno de los deportes favoritos del mundo financiero. Hacia el año 2005 el intercambio financiero en el mercado del petróleo representaba 3 veces el mercado físico y la crisis financiera que estalló en 2008 lejos de revertir esta tendencia la acentuó: el año 2013 los intercambios financieros por el petróleo eran más de 8 veces los intercambios reales.
Existen miles de instrumentos financieros (o “derivados”) que apoyaron estratégicamente la especulación con el petróleo. Paquetes por cientos de miles de millones de dólares que, bajo la garantía del petróleo, generaron una montaña de compromisos financieros que hoy, bajo la inclemencia de la crisis, se derrumba como un castillo de naipes.
El aumento en el precio del petróleo hasta los 147 dólares el barril en julio de 2008 fue visto como una gran oportunidad para muchos inversionistas que apostaron por duplicar las perforaciones en busca del oro negro. Este nuevo El Dorado, permitió a Estados Unidos más que duplicar su producción de petróleo y pasar de los 4,3 millones de barriles diarios de 2008 a los 9,4 millones de barriles diarios en diciembre pasado, cifra que no se producía desde 1982. Rusia, Irán, Nigeria y Noruega también aumentaron la producción para satisfacer la demanda creciente de China.
Sin embargo, el crecimiento de China se detuvo y Europa entró de nuevo en un camino a ninguna parte por lo que la demanda de petróleo se desplomó. Se calcula que cada día se producen un exceso de oferta de 3 a 4 millones de barriles. La recuperación no ha llegado y la especulación con el petróleo tiene una arista aún más compleja. Muchas empresas se están declarando en insolvencia y cerrarán la producción. La consultora petrolera noruega Rystad Energy advierte de proyectos de perforación por valor de más de 150 mil millones de dólares serán detenidos en los próximos meses y que 800 proyectos de producción de petróleo por más de 500 mil millones de dólares podrían aplazarse.
Si el petróleo permanece en los niveles actuales o desciende aún más se puede desatar el efecto boomerang: como muchos proyectos están siendo aplazados o abandonados, la falta real de nuevas inversiones puede hacer que hacia fines de la década se produzca una seria escasez de petróleo que lleve a un aumento extremo de los precios y lo disparen sobre los 150 dólares el barril. Ese será el momento para recordarle la palabra al príncipe saudí “Nunca más volverá el petróleo a los 100 dólares”. Habrá que ver qué dice, y si Washington lo autoriza.