El problema del rumbo en la estrategia de la izquierda salvadoreña. Roberto Pineda. 13 de abril de 2021

La determinación del rumbo, de la ruta, del sendero de lucha  es clave en toda estrategia que se proponga la transformación de la sociedad, y es de particular importancia en una situación de derrota, como la existente a partir de los  resultados electorales del 28 de febrero de este año.

Debe formar parte por lo tanto del ineludible debate que lamentablemente brilla por su ausencia en la izquierda salvadoreña, lo cual es significativo y demuestra las dificultades para asumir el presente momento de derrota, y es que para algunos en la izquierda la situación no ha cambiado.

A continuación abordamos de nuevo este tema del rumbo estratégico, así como otras cuestiones relacionadas, como las dificultades del debate, la situación y tendencias en la izquierda, sobre las relaciones con las fuerzas y personalidades democráticas, y finalmente nuestra actitud frente al régimen Bukele.

Sobre el rumbo estratégico

En nuestro caso, el rumbo estratégico está definido por una visión de lucha por conquistar un nuevo poder, que históricamente se identifica como lucha por la democracia y el socialismo, y que se ha desarrollado mediante diversas formas de lucha, incluyendo la armada y la electoral.

Y no obstante que la izquierda en términos globales e históricos se caracteriza por la dispersión orgánica e ideológica, en el caso salvadoreño, por lo general ha predominado la unidad.

De los noventa años como referente político,  los primeros cuarenta años –quizás por el aislamiento- (1930-1970) fueron bajo un único techo común, luego hubieron diez largos años de separación y aguda lucha ideológica (1970-1980), posteriormente se regresa a un techo común por veinticinco años (1980-1996) y otra vez a la dispersión orgánica e ideológica hasta la actualidad (1996-2021).

Sobre el debate necesario pero temido

Es sintomático que  no obstante la severa derrota sufrida el 28 de febrero de este año, todavía no logra vertebrarse un intenso debate sobre los problemas fundamentales que enfrenta la izquierda salvadoreña, y este debate, necesario y urgente se diluya con acusaciones personales, en una irracional búsqueda de apertrecharse y reivindicar éxitos pasados ya irrelevantes.

En el fondo, esta ausencia refleja un problema más serio dentro de la militancia revolucionaria en general: la existencia de una cultura electorera y reformista que desestimó por décadas el debate. No se puede practicar lo que no se conoce ni valora. El peso de largos años de una cultura de la obediencia que construyó una militancia emocional, pero le temió a una militancia ideológica, pasa hoy su alta factura bloqueando la posibilidad de cuestionar y discutir.    

Y el reto crucial hoy radica en crear de manera acelerada las condiciones e instrumentos para deconstruir esa cultura viciada y autoritaria, para poder abrir las puertas a una cultura democrática de debate y respeto de las diferencias, que permita a mediano plazo,  ojala la posibilidad de un nuevo ciclo revolucionario.

Un debate significa el enfrentamiento de posiciones, de visiones, de puntos de visto sobre  diversos temas y tradicionalmente en la izquierda comprende la exposición de documentos, discursos, tesis, argumentos tanto de manera formal como informal, para rechazar las visiones del adversario. En este caso se trataría que las diversas visiones que cohabitan  dentro del FMLN realicen este ejercicio.

No obstante esto, da la impresión que lo que se está realizando por medio de asambleas territoriales y sectoriales es más una consulta, un intercambio de opiniones sobre las razones del fracaso electoral y las medidas a adoptar para lograr superar esta situación de derrota. 

Mientras no se reconozca que existen diversas visiones ideológicas, y que estas expongan clara y directamente sus tesis y estrategias, difícilmente se podrá avanzar, y únicamente surgirán soluciones endebles, que postergaran la necesidad sea de construir un partido de tendencias o de concluir en la necesidad de separarse para poder así avanzar.

Esas son las soluciones planteadas, aunque existe una tercera, que puede prevalecer al final, la de continuar languideciendo hasta lograr la más completa irrelevancia política, con  una marca gastada, quizás ya  inservible, política y electoralmente.

Independientemente del desenlace de este proceso, existe para toda la izquierda la necesidad de impulsar la politización de la base del FMLN  sobre la base de una visión ideológica emancipadora, que rechace la visión electoralista y que permita la creación de nuevos cuadros políticos, que prioricen la organización, concientización y movilización de los sectores populares.

Y que esto al final, a mediano plazo permita impulsar nuevos procesos de re-acumulación política  que nos permitan acortar este periodo de reflujo y abrir la posibilidad de un nuevo ciclo de avance popular.

Sobre la coordinación y unidad de la izquierda

La izquierda salvadoreña es variada y múltiple. Su principal expresión política electoral es el FMLN, pero existen otras fuerzas significativas que van desde los socialdemócratas PSD y CD, está el refundado PCS, así como el MNP  y su dirigente Dagoberto Gutiérrez, están los trotskistas, con sus tres principales expresiones: PSOCA, PCT y BPJ.

Así como algunos grupos anarquistas. Y además están surgiendo otras propuestas interesantes,  como la representada por la Escuela Política para un Nuevo Proyecto. Pero además de la izquierda política hay una izquierda académica, sindical, ambientalista, feminista, religiosa, artística, etc. 

Uno de los principales retos de la izquierda salvadoreña es la urgente necesidad de realizar un estudio de país y sus tendencias principales  en lo económico, político, social, cultural e internacional. Necesitamos conocer mejor el país que soñamos con transformar.

Otro reto es el de crear los instrumentos que garanticen la continuidad de la lucha y conducción política del movimiento popular y social, con tres grandes objetivos: reactivarlo, fortalecerlo y superar su actual fraccionamiento.

Otro de los principales desafíos planteados como izquierda es el de construir los espacios que permitan pasar del aislamiento y la soledad, a un intercambio intenso y fructífero que permita el cruce de publicaciones, el debate de visiones, y la posibilidad incluso de pactar acciones comunes, a partir de consensos mínimos, con la orientación de ir profundizando en un dialogo urgente y necesario, que en algún momento llegue a un espacio de  coordinación,   

Ojala podamos evitar el síndrome característico de la izquierda, de contemplarse  el ombligo como el centro del mundo. Y en esto, el método es clave, como se realiza el proceso determinara su desarrollo futuro.

Y existen fuerzas democráticas con trayectoria histórica -como es la UES- que pueden jugar el papel de promotores de este urgente horizonte de encuentro de la izquierda y las fuerzas populares.

Sobre las fuerzas y personalidades democráticas

Durante las diferentes etapas del proceso revolucionario salvadoreño, las instituciones y personalidades democrática san jugado un papel destacado. En los años veinte del siglo pasado, las predicas reformistas de Alberto Masferrer contribuyeron indudablemente al despertar de la  conciencia de los sectores populares. Lamentablemente para el 32 el sectarismo predominante en el PCS bloqueo la posibilidad de una alianza entre sectores laboristas y comunistas.

El derrocamiento de la tiranía de Martínez fue posible debido a esa alianza entre fuerzas democráticas y revolucionarias, que se manifestó como victoriosa Huelga General de Brazos Caídos en mayo de 1944. La ruptura de esta alianza permitió el nefasto golpe militar del 21 de octubre de ese año.

En los años setenta la alianza entre un sector de la izquierda y sectores democráticos permitió la creación de la Unión Nacional Opositora, UNO, y la doble derrota electoral de la dictadura militar en 1972 y 1977, pero la división de la izquierda bloqueó la posibilidad de transformar estos momentos de auge popular en una revolución triunfante.

El desarrollo de una Guerra Popular Revolucionaria durante doce años fue posible, entre otros elementos, por la existencia de una estrecha alianza entre el FMLN y las fuerzas y personalidades democráticas representadas en el Frente Democrático Revolucionario, FDR, entre estos Manuel Ungo y Rubén Zamora.  Y de nuevo, las victorias electorales del FMLN en 2009 y 2014 estuvieron marcadas por amplias alianzas sociales y políticas.

Hoy en el 2021, en situación de derrota, se vuelve impostergable la búsqueda de esas coincidencias y alianzas entre sectores revolucionarios y democráticos, para enfrentar este nuevo momento. 

La caracterización del régimen y actitud frente al régimen Bukele

No obstante que la caracterización del régimen Bukele es un asunto de táctica política más que de estrategia, influye fuertemente en la definición actual del rumbo a seguir. En nuestra opinión, el régimen de Bukele es un gobierno populista y autoritario.

Su naturaleza populista explica su amplio arraigo en los sectores populares,  los cuales le continuaron apoyando en la medida que mantenga su estilo confrontativo anti-oligárquico y a la vez clientelar. Su naturaleza autoritaria deriva de la necesidad de instaurar un nuevo sistema político como su proyecto medular.

Un enfrentamiento abierto con el proyecto Bukele únicamente lo fortalece, como ha quedado demostrado palmariamente durante estos últimos tres años. El tratamiento debe de ser modulado, respaldar lo positivo,  y rechazar lo negativo, su autoritarismo. 

Conclusiones

Se acercan las celebraciones del 1 de mayo y esta conmemoración de los mártires de Chicago, que en los últimos años ha testimoniado las profundas gritas existentes en el movimiento popular y social, puede convertirse en una oportunidad para ir limando asperezas  e ir confluyendo en un solo torrente de lucha social y política por la democracia y el socialismo.

San Salvador, 13 de abril de 2021

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