El proyecto nacional de los marxistas del ’47
María Eugenia Romero Sotelo y Juan Pablo Arroyo Ortiz1
Los primeros días de enero de 1947 se llevó a cabo la Mesa Redonda convocada por Vicente Lombardo Toledano con la intención de reunir a los marxistas mexicanos para “discutir, cambiar impresiones…y contribuir a la fijación de los objetivos inmediatos, a la fijación de la táctica y la formulación de la estrategia que el proletariado y el sector revolucionario de México deben tener en la actual etapa histórica de la vida del país“2. El tema general con el cual fue convocada la Mesa Redonda era “Objetivos y tácticas de lucha del proletariado y del sector revolucionario de México en la actual etapa de la evolución histórica del país“3. Participaron el Partido Comunista Mexicano, Acción Socialista Unificada, el grupo El Insurgente y el Grupo Marxista de la Universidad Obrera. Se invitó, además, a un grupo de personajes con participación en la política revolucionaria del país.
En el presente ensayo tratamos de exponer los aspectos más importantes de la Mesa Redonda, tratando de articularlos con el contexto económico del desarrollo de México en ese momento.
Es importante mencionar los aspectos fundamentales de la ponencia de Vicente Lombardo Toledano, debido a que establece los lineamientos básicos que conducirán la discusión. Los temas y su concepción fueron acogidos en lo fundamental por los participantes, con la excepción de los representantes del PCM y de Acción Socialista Unificada, quienes marcaron matices a la discusión o tajantes diferencias en algunos temas centrales.
Según Vicente Lombardo Toledano la Mesa Redonda era necesaria por el abandono de la teoría como guía de los movimientos de masas, aspecto que planteaba problemas de conducción tanto en el movimiento obrero como en el “conjunto de los amplios sectores que constituyen lo que. . . llama la revolucion mexicana”, por lo que manifiesta que la acción política debe basarse en el conocimiento científico. Todo esto con el fin de llegar a “una línea única, de una estrategia y de una táctica”.
Aceptado el riesgo que implican las síntesis esquemáticas, partiremos de los temas fundamentales que se abordan en la discusión.
Lombardo enmarca la discusión en lo que llama la “vieja controversia” acerca “de definir con exactitud cuáles son las metas inmediatas que deben alcanzarse, cuál es la forma de organizar las fuerzas para alcanzar los objetivos propuestos y de qué manera hay que emplear estas fuerzas, y en qué momento, para alcanzar el objetivo señalado”.4 Aquí ubica fundamentalmente dos desviaciones, una de izquierda y otra de derecha. La primera, según Lombardo, consiste en que el proletariado tome la vanguardia en lo que se refiere al cumplimiento de los objetivos de la revolución mexicana y que el gobierno se convierta en instrumento de las fuerzas del proletaria-do. La de derecha consiste en un fatalismo histórico y geográfico que concluye que sólo “una política económica de interdependencia entre nuestro país y los Estados Unidos podrá ayudarnos a resolver los problemas domésticos de nuestra nación”. Una tarea fundamental del momento es combatir la desviación de izquierda, ya que la de derecha ha ido desapareciendo dentro del sector marxista. Aspectos de esta vieja controversia aparecen en un nuevo contexto de la realidad de la sociedad mexicana.
Lombardo considera que es fundamental combatir esta desviación de izquierda por quienes sustentan una teoría científica como base de la actividad política, de ahí que él desarrolle en su exposición los aspectos básicos del materialismo dialéctico y del materialismo histórico como fundamentos para el análisis de la sociedad.
Caracteriza el mundo en 1947 a partir de la consideración de que se vive una etapa de transición al socialismo, de que el mundo se encuentra dividido entre dos sistemas, el capitalista y el socialista. El capitalismo se halla en su última etapa, el imperialismo, cuyo centro fundamental se encuentra en los Estados Unidos, enmarcado en la crisis general del capitalismo, además de la inestabilidad de la paz mundial, que se debate en las posibilidades de una guerra inmediata. La característica fundamental del imperialismo norteamericano es el crecimiento de los monopolios durante la segunda guerra mundial, que han generado cambios de carácter político al interior de la sociedad norteamericana.
Parte de la idea de que la segunda guerra mundial tiene como resultado una marcada debilidad del capitalismo, por la derrota de Alemania, Japón e Italia, importantes naciones industriales, lo que fortalece a los Estados Unidos como principal centro del imperialismo. Además se nota en su exposición un esquema simplista de la conceptualización de las relaciones capitalistas a nivel mundial, al presentar éstas entre naciones coloniales y semicoloniales con el imperialismo. Pierde de vista el carácter del imperialismo en la definición del reparto del mundo, la expansión de mercados y de la penetración en los países capitalistas subordinados, en los que se transforman las fuerzas productivas estableciendo nuevas relaciones internacionales políticas y económicas.
Concluye, para el caso de América Latina, que la salida a la contradicción entre desarrollo de fuerzas productivas y relaciones sociales de producción tiene solamente dos posibilidades, “la solución progresista, positiva, para el porvenir inmediato. . . rompiendo, destruyendo las formas artesanales y feudales de la producción, o bien el salto atrás, el retroceso de los pueblos… aprovechando la situación presente las fuerzas reaccionarias y con ayuda del imperialismo extranjero” .5 Este aspecto es el que permite explicar, según Lombardo, cuáles han sido la táctica y la estrategia y cuáles son los objetivos del movimiento obrero como vanguardia de los pueblos latinoamericanos. Así, ubica el papel de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL) como impulsora del desarrollo de una vía progresista del capitalismo en América Latina. Es importante hacer notar que Lombardo considera que en esta etapa histórica el capitalismo mercantil es el dominante en las relaciones de producción en América Latina, y que las fuerzas progresistas deben promover la transformación hacia un capitalismo industrial.
Una preocupación fundamental era la obstrucción del desarrollo capitalista nacional, en su concepción de revolución democrático-burguesa, por parte de la expansión de los monopolios, instrumento imperialista. Este será el fundamento ideológico, por parte de la izquierda, para apoyar la política proteccionista, aspecto básico de la política de industrialización.
Lo que explica la coincidencia, en el caso de México, de la izquierda con el nuevo grupo industrial es la fuerte oposición al plan Clayton, presentado por los Estados Unidos con la intención de abrir las barreras al comercio de Latinoamerica.
Las coincidencias con el nuevo grupo industrial, que está organizado en la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, no sólo se dan en torno a la oposición al plan Clayton, sino que cubren todo un proyecto de desarrollo nacional que se integra en lo fundamental con los siguientes aspectos: una política de industrialización para cubrir un mercado interno que requiere abastecimiento en las condiciones de crisis que se dan después de la guerra, en las que había prevalecido un desarrollo de la manufactura para la exportación. Esta política requería un apoyo del Estado para crear las condiciones del proceso de acumulación, dotando de la infraestructura, la protección arancelaria y la política indispensables para favorecer a este grupo industrial. De aquí la concepción de un Estado políticamente fuerte, instrumento básico de la mediación entre las clases sociales. Un Estado que corrigiera las desviaciones nacionalizadoras que prefiguraba el Estado cardenista. Sin embargo, aceptaban explícitamente la presencia del Estado en la economía. El Estado constituyó su fuerza política desde el pacto social antifascista, que se dio durante la segunda guerra mundial y que sirvió fundamentalmente para someter a las fuerzas de izquierda y al movimiento obrero en torno a la política de unidad nacional para la industrialización.
Otro aspecto del proyecto es la política hacia los sectores populares y principalmente hacia el sindicalismo. Era una preocupación el que los beneficios de la industrialización y modernización del país llegaran también a los sectores populares, por ello existía una clara actitud conciliadora con los sindicatos, expresada en el pacto obrero-patronal de abril de 1945, y en el plan de mediación establecido entre la CTM y la CNIT para resolver los conflictos obrero-patronales.
Con la intención de lograr un consenso alrededor de su proyecto nacional, este nuevo grupo empresarial levanta una parte de su programa, referente a los problemas agrícolas, buscando medidas para elevar la productividad en el campo y sostener el poder adquisitivo del campesinado, con base en la idea de que el sector agrícola recibiría los beneficios de la industrialización .6
Este grupo industrial sostiene también una actitud de intenso nacionalismo con criterios antiextranjeros, particularmente antinorteamericanos. Así se configure el plan nacionalista que será parte fundamental en la Unidad Nacional que convoca a los diferentes sectores progresistas en torno a un solo proyecto de industrialización.
Estos planteamientos se contradicen con los que hacen los antiguos industriales integrados en la Confederación Patronal de la República Mexicana, en la Confederación de Cámaras Industriales y en la Asociación de Banqueros. Éstos plantean fundamentalmente una política hacia los sindicatos de no aceptación de pactos ni alianzas con el movimiento obrero organizado; la concepción de un Estado sin intervención alguna en la economía y una actitud de acuerdo con los Estados Unidos en torno a la política de liberalización de la economía.
En este contexto, los marxistas participantes en la Mesa Redonda integran su proyecto a partir de una concepción de la revolución mexicana que se encuentra en una etapa que requiere la unidad nacional para llegar a las últimas consecuencias de la revolución democrático-burguesa, en una situación donde la contradicción principal está en la lucha antiimperialista; para ello se requiere un Estado con apoyo popular y con participación en la economía, en el cual el proletariado juegue un papel específico en la dirección del proceso. En torno a estos dos puntos, el Estado y la dirección del proceso revolucionario, encontraremos las divergencias básicas entre los participantes de la Mesa. A continuación exponemos más ampliamente los aspectos relevantes del proyecto de la izquierda, que concluye en la propuesta de la integración del Partido Popular, cuestión que también genera confrontación entre los marxistas.
La caracterización de la Revolución está clara en la exposición de Lombardo cuando dice:
Es evidente que la revolución mexicana tiene como objetivo inmediato no el advenimiento del socialismo sino la destrucción del pasado semifeudal y esclavista, y la emancipación de la nación respecto a la influencia extranjera, en otros términos, los objetivos inmediatos de la revolución mexicana son el establecimiento de un régimen democrático-popular, pero al fin y al cabo un régimen burgués-capitalista.7
Encontramos en las exposiciones de los demás participantes un acuerdo generalizado respecto a la concepción democrático-burguesa de la Revolución y una convergencia en cuanto a la estrategia en el sentido de la profundización de las relaciones capitalistas de producción, como una vía para alcanzar las condiciones necesarias para la posterior consecución de la socialización de la Revolución. Se apoya esto en la idea del desarrollo lineal y esquemático, que, aunque explícitamente se critica en varias intervenciones, implícitamente se adopta. El objetivo era la transformación del capitalismo mercantil en capitalismo industrial, que se cumpliría con el logro de una meta planteada casi hasta la obsesión: la destrucción de las relaciones feudales y esclavistas, cuestión nunca fundamentada a lo largo de la Mesa Redonda. Estas afirmaciones se hacen en un contexto en el que el capitalismo industrial tiene un papel relevante en la sociedad mexicana, buscando en ese momento una redefinición de las condiciones de reproducción, debido a la situación planteada por la posguerra en términos de las relaciones internacionales de producción e intercambio.
Lombardo analiza la situación económica del país a partir de las contradicciones del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en México. La contradicción la ubica en el desequilibrio entre el desarrollo agrícola y el desarrollo industrial, el cual genera obstáculos para el desarrollo industrial debido a la escasa producción agrícola, sumada a la subsistencia importante del artesanado. El desarrollo industrial se ve amenazado por la baja capacidad adquisitiva de la población, que no le permite integrarse al mercado y con esto al consumo de los productos de la industria nacional. Además de estos factores que ponen en peligro el desarrollo industrial señala el acuerdo comercial de México con los Estados Unidos, firmado en la segunda guerra mundial, como un peligro más para la industria nacional, por la competencia con los productos norteamericanos. Agrega que existe una política hacendaria inadecuada, ya que no orienta el crédito público y privado para fines reproductivos. Concluye de esto que las fuerzas productivas se contradicen con las relaciones de producción. A partir de este análisis se pregunta si es el proletariado el que debe conducir a la revolución democrático-burguesa en nuestro país, a lo que responde de manera afirmativa con el siguiente argumento:
. . . porque el capitalismo, la democracia burguesa, es un paso progresista con relación al pasado feudal y esclavista del país. Le conviene, además, porque desde el punto de vista del tránsito histórico. . . el capitalismo es un paso hacia el socialismo respecto del feudalismo y la esclavitud; le conviene también al proletariado encabezar la revolución democrático-burguesa porque en este desarrollo el proletariado mismo crece, se fortalece como clase social. . . porque sólo él… es la fuerza que puede impedir que las cargas que implica el desarrollo capitalista, en un país que está viviendo en una etapa posterior al desarrollo burgués, caigan fundamentalmente sobre las clases populares8.
En la búsqueda del cumplimiento de los objetivos en este marco socioeconómico, se pregunta quiénes deben ser los aliados del movimiento obrero en la conducción del proyecto democrático-burgués, a lo cual responde que los aliados son los campesinos, la clase media, la burguesía industrial progresista, parte de los banqueros, parte de los comerciantes.
La alianza entre estos sectores debe ser la táctica a seguir para lograr la consecución de los objetivos de la revolución democrático-burguesa hasta sus últimas consecuencias, concebida ésta como una unidad global de los sectores progresistas de la sociedad en lo que llama la Unidad Nacional. Todo esto está basado en una condición indispensable: la unidad de la izquierda.
Hasta este punto del debate encontramos aparentemente una confluencia de los participantes; sin embargo, es el punto de partida de las diferencias en tres aspectos fundamentales: el carácter del Estado en el proceso, la caracterización del gobierno de Miguel Alemán y el papel del proletariado en la conducción de la revolución.
Respecto a la caracterización del gobierno de Miguel Alemán, que en ese momento tenía apenas un mes y medio de haber tomado posesión, la diferencia radica en que Lombardo y los seguidores de sus tesis conciben que es el gobierno de la unidad nacional, que, a pesar de que uno de sus primeros actos fue la reforma al artículo 27 constitucional, que frena el proceso de la reforma agraria, es susceptible de conducirse por el camino que marque la alianza de los sectores progresistas. Los miembros de Acción Socialista Unificada y del Partido Comunista pensaban que Alemán unificaba a la burguesía y que sólo con un cambio en la correlación de fuerzas se podría corregir el rumbo de ese gobierno, para lo cual era indispensable dirigir la unidad nacional como una presión social y política que lo obligara a adoptar dicho programa.
De aquí deriva la siguiente diferencia, que consiste en la concepción del Estado y del desarrollo capitalista. Por una parte se plantea la necesidad de un Estado integrado fundamentalmente por la burguesía progresista con el proletariado como aliado y con una presencia fuerte en la economía. Por la otra, expresada por ASU y el PCM y argumentada claramente por Hernán Laborde, vemos su posición en cuanto a las posibilidades del desarrollo capitalista y del Estado. Laborde dice:
Hay dos posibles vías al desarrollo del capitalismo: la que fortalece al capital financiero, particularmente al capital financiero imperialista, pero también al capital financiero nativo, que afianza la dominación del capital extranjero, apoyándose en el capital financiero nativo y en el capital comercial, en una parte del capital industrial y en los terratenientes, en los nuevos terratenientes hacendados capitalistas, que no serán menos voraces en la explotación del peonaje.
La otra vía de desarrollo capitalista posible es la que suprime progresivamente la dominación del capital extranjero nacionalizando las posiciones claves de la economía, la que debilita la influencia del capital financiero nativo también, mediante la intervención del Estado en la economía y mediante la introducción progresiva, aunque parcial, del capitalismo de Estado, no de golpe, pero en forma progresiva, de acuerdo con las circunstancias del país y con la situación internacional. Es también la que nacionaliza los bancos y reforma las finanzas y el sistema de crédito en un sentido democrático, es decir, para mejorar la situación de los trabajadores y de todo el pueblo, a la vez que se desarrolla la economía del país, no en beneficio de un puñado de financieros y especuladores, sino en beneficio de toda la nación. Y en la política económica es la que conduce a la reducción de los precios, al aumento de los salarios reales y al bienestar general de la población trabajadora9
En torno al papel del proletariado en la conducción de la revolución democrático-burguesa, Lombardo y sus seguidores proclamaban que el proletariado no estaba aún maduro para la participación en la gestión del proceso, y así su papel era el de definir el rumbo desde las alianzas; en tanto que el PCM y ASU reclamaban la conducción fundamental del proletariado como vanguardia de la revolución, aunque ésta fuera democrático-burguesa, de ahí la necesidad de conducir la unidad nacional, la política económica e incluso ocupar posiciones claves en el gobierno.
Finalmente, en torno a la concepción del partido, los comunistas nunca cedieron en su consideración de que el PCM era la vanguardia de la revolución, de manera que externaban sus dudas sobre la integración y el papel del Partido Popular en el proceso revolucionario, cuestión que sintetiza las diferencias fundamentales de la polémica.
Contexto económico de la Mesa Redonda de los Marxistas de 1947
El objetivo básico de este ensayo es ubicar el contexto económico en el que se desarrolla la discusión de los marxistas en 1947. El punto es relevante en virtud de la importancia que tiene el problema de la producción, la distribución y el consumo en una visión global de la sociedad, lo cual permite entender mejor las concepciones políticas de los participantes en la polémica. Aunque no encontramos en sus exposiciones un estudio sistemático de la economía, en conjunto se puede percibir una constante preocupación por los problemas estructurales, ya sea en las ideas sobre la expansión del imperialismo o en los problemas de la industrialización, del comercio internacional, de la política financiera, de la expansión monopólica y otros. Para poder ubicar sus concepciones desde una perspectiva crítica, y aprovechando la ventaja de la observación a distancia, desde la perspectiva histórica, trataremos de desarrollar un análisis extendiéndonos a la evaluación de la situación econó-mica en la década de los cuarenta. Expondremos en primer lugar algunos aspectos de la situación internacional —en un análisis de los problemas de la producción y la distribución, las relaciones económicas internacionales, para poder entender algunas preocupaciones que se manifestaron en la Mesa Redonda sobre la hegemonía de los Estados Unidos, los monopolios, la inflación mundial, el comercio y, de manera sobresaliente, el problema del Estado— con la intención de articular un análisis con la situación económica a nivel interno sin perder de vista la inserción de nuestra economía en el conjunto del sistema capitalista.
Tal como lo señalan varios ponentes, una de las cuestiones relevantes es la nueva condición de la situación mundial con la aparición de dos sistemas económicos encontrados, el capitalismo y el socialismo. Efectivamente, como resultante de los efectos de la segunda guerra mundial, tenemos como característica inicial una desarticulación de la producción que se tiene que reconstituir en las nuevas condiciones políticas. La existencia de dos fuerzas fundamentales inauguran un panorama geopolítico diferente al.que existía hacia apenas algunos años. La guerra destruye el sistema multilateral que tenía como centro básico a Europa occidental y da lugar a la condición bilateral que enfrenta al socialismo con el capitalismo. Una de las expresiones iniciales de la desarticulación del aparato productivo y de la nueva división geopolítica es la ruptura de las relaciones de intercambio anteriores, fundamentalmente por la separación del campo económico entre el bloque socialista y el bloque de occidente.
En el ámbito diplomático, se dan intentos por mantener el equilibrio mundial a pesar de la segura ruptura que prefiguraban las condiciones objetivas: en octubre de 1945, en la Conferencia de San Francisco surge la Carta de las Naciones Unidas, cuyo órgano esencial, el Consejo de Seguridad, pretendía la solución pacífica de las divergencias. Sin embargo, tal cual fue diseñado el sistema de la ONU y debido a la nueva correlación de fuerzas, Estados Unidos domina rápidamente el Consejo de Seguridad y a las Naciones Unidas, y el conflicto permanece.
La obvia disgregación de alianzas ocurrida en esta nueva situación desató un enfrentamiento político que se conoce como guerra fría, por darse exclusivamente a nivel diplomático, entre las tres potencias básicas del momento, los Estados Unidos e Inglaterra, por un lado, y la Unión de Repúblicas Sovieticas Socialistas, por el otro. “Es la guerra fría, acompañada de una espectacular inversión de alianzas, rasgo propio de la segunda posguerra; el año de 1947 marca su principio y en 1953 aparecen tan sólo los primeros síntomas de suavización.10
Una de las manifestaciones concretas que presenta el inicio de la guerra fría fue la doctrina expresada en el discurso del presidente Truman del 12 de marzo de 1947.
No alcanzaremos nuestros objetivos. . . sus libres instituciones y su integridad nacional contra los actos de agresión que pretenden imponerles regímenes totalitarios. Se ha comprobado que los regímenes totalitarios impuestos a los pueblos libres por agresiones directas o indirectas socavan la paz internacional y en consecuencia la de los Estados Unidos…Estoy convencido que la política de los Estados Unidos debe consistir en ayudar a los pueblos que resisten los intentos de dominación efectuados por minorías armadas o presiones exteriores.11
El trasfondo de estas expresiones eran las condiciones económicas que predominaban en los Estados Unidos. Su planta productiva estaba intacta después de la guerra. Aún más, estaban en plena revolución tecnológica con la automatización de la producción, lo cual los ponía a la vanguardia en el mundo occidental.
Por otro lado, el campo socialista vivía condiciones muy diferentes. Europa oriental se encontraba en el proceso de incorporarse a la socialización de la producción, realidad impuesta por el reparto geopolítico resultante de la victoria de los aliados. De esta manera, la URSS tenía una compleja tarea: reconstruir su economía y sostener un aparato político interno y externo que fuera la pauta para la integración de su área de influencia, cuestión indispensable en la nueva correlación de fuerzas.
En particular, la URSS se encuentra en desventaja respecto al eje del mundo capitalista, pues su aparato productivo está destruido y cuenta con un retraso estratégico en armamentos (realiza su primera prueba nuclear en 1949). De aquí que en 1945 se diseñe el cuarto plan quinquenal, que tiene como metas:
Reconstruir la parte destruida durante la guerra, centros urbanos, campos agricolas, plantas productivas, etcétera.
Desarrollar nuevas áreas de producción estratégicas en términos económicos y militares. Eso explica la orientación del mayor crecimiento de las plantas industriales del este de la URSS.
Desarrollo de la producción armamentista que hiciera desaparecer la inferioridad bélica respecto al bloque capitalista.
En este plan se da prioridad a la producción de hierro y acero, armas, bienes de producción e insumos estratégicos sobre la de bienes de consumo directo. Las condiciones políticas de una nación con una revolución joven obligan al Estado a desarrollar una política de estricta disciplina en la producción y de desarrollo ideológico en la educación en general en una situación adversa. La debilidad estrateégica de la URSS era evidente.
Ésta era la situación que suponemos preocupaba a los participantes de la Mesa Redonda cuando se referían al peligro inminente de la guerra. En sus planteamientos por la paz mundial, aspecto central de la argumentación en pro de la unidad nacional y de la izquierda, se denotaba una influencia determinante de las condiciones de debilidad coyuntural del bloque socialista, cuestión que fundamentara uno de los aspectos de la lucha antiimperialista.
Los marxistas de 1947 tenían mucha razón al prever un fortalecimiento estratégico de los Estados Unidos en el mundo de la posguerra; el Plan Marshall y el Tratado del Atlántico pasan a ser dos aspectos de una misma asistencia, el económico y el militar, a los países europeos, así como a Turquía, Grecia, Irán, Corea y Filipinas. Es muy importante no separar el aspecto político del económico en esta estrategia de expansión del imperialismo. La doctrina Truman que mencionamos antes cristaliza en el Plan Marshall, clara intención de control político en la expansión norteamericana del momento.
Las medidas de ayuda y reconstrucción [de los países arruinados por la guerra] han sido dictadas por el humanismo sólo en parte. Nuestro Congreso ha autorizado y nuestro gobierno realiza hoy una política de ayuda y reconstrucción, como un asunto de interés nacional…ya que la demanda mundial excede nuestras posibilidades de satisfacerla, concentraremos nuestra ayuda en aquellos países en que será más eficaz para construir un mundo estable política y económicamente, favoreciendo la libertad humana y las instituciones democráticas, estimulando la política liberal y consolidando la autoridad de las Naciones Unidas. Es una simple medida de sentido común… los pueblos libres que quieran preservar su independencia, sus instituciones democráticas y las libertades humanas contra las presiones totalitarias del interior o exterior recibirán preferentemente la ayuda americana.12
En el proceso del armamentismo y de la asistencia económica en la pos-guerra, se liga la extensión de las funciones económicas del Estado. “Su forma no consistió tanto en un control directo sobre la producción industrial como en una extensión considerable de los gastos del Estado y. . . de su influencia sobre el mercado, en especial con respecto a los medios de producción.”13 A este nuevo papel del Estado en la economia capitalista se le empieza a denominar, en los ambitos academicos y politicos, como capitalismo de Estado.
Esto es un aspecto relevante, pues en la Mesa Redonda una preocupaci6n presente es el papel que el Estado mexicano debe tener en la economia. La discusi6n se da en terminos del capitalismo de Estado, y se marca una diferencia profunda entre dos posiciones. Laborde y Campa, por un lado, expresan su intenci6n de fortalecer un Estado con fuerte intervenci6n econ6-mica y con participacion obrera en la gestion, mientras que Lombardo, Ramirez, Revueltas y otros expresan su idea en torno a un Estado mas re servado y con direcci6n exclusiva de empresarios progresistas. Estas posiciones llevaban implfcitamente la idea de que el capitalismo de Estado era una via hacia la socializaci6n del capitalismo, aspecto discutible si se pierde de vista la importancia que en esta epoca tiene el Estado en la regulaci6n del capitalismo.
Dado el alto grado de concentración económica característica de esta era monopolista, resulta inconcebible que estas tendencias al capitalismo de Estado introduzcan, per se, un cambio radical, ya sea en el carácter del Estado o en el sistema prevaleciente de relaciones sociales. Propiciar tal posibilidad significa adoptar un punto de vista puramente superficial acerca del capitalismo como sistema económico e ignorar aquellas características básicas, históricamente determinadas, de ese sistema.14
Una característica importante de la segunda posguerra es que la producción de armamento no se interrumpe, sino que conserva una considerable producción y una constante en la investigación de armas nuevas. Este es el caso de los Estados Unidos, la URSS y la Gran Bretaña. Tal parece que este aspecto se convierte en un punto de apoyo para acelerar el proceso de reconversión de la economía de guerra en economía de paz.
En los Estados Unidos este cambio se hizo rápidamente, sin grandes dificultades; en el caso de las industrias de construcción naval, aeronáutica, aluminio, etcétera, sufren reducciones estimables que se compensan con el incremento en la actividad de otras ramas industriales, como la de bienes de consumo, que se desarrolla para beneficiar las necesidades del mercado interior y exterior, rama que cumplirá un papel predominante en el desarrollo industrial posteriormente. La recuperación industrial se da en forma acelerada en este país, donde el índice de producción industrial pasa de 170, en 1946, a 187, en 1947; a 192, en 1948; y a 175, en 1949 —pequeña inflexión en la economía, tanto para los Estados Unidos como para la economía mundial. El impulso del desarrollo técnico en el área industrial es un apoyo más para esta recuperación acelerada; es el caso de los productos químicos, fibras sintéticas, plásticos, combustibles, televisión, etcétera, contando también con el desarrollo de los servicios públicos, el gas, la electricidad y el teléfono.15
Esta reconstrucción del aparato industrial a nivel mundial se desarrolla en una situación de desequilibrio de la economía internacional, que se agrava con el incremento acelerado de la producción; así, los países industrializados protegen más que nunca los mercados interiores. La competencia internacional y la lucha por los mercados se presenta con mayor fuerza, ya que los países empobrecidos necesitan exportar más para pagar sus importaciones, desequilibrio agudizado por el liderazgo de los Estados Unidos y el liberalismo esbozado de 1914.
Ante este desequilibrio, la reconstrucción se mueve en el ámbito de la cooperación internacional de 1945 a 1950, lo cual se muestra no solamente en la rehabilitación del aparato productivo, sino también en el restablecimiento de los canales del comercio y el sistema multilateral de pago.
Ya desde 1941 el gobierno americano se plantea el problema de la reconstrucción de la economía desde un punto de vista liberal y multilateral, muestra de ello es el acuerdo de ayuda mutua firmado entre los Estados Unidos y la Gran Bretaña el 23 de febrero de 1942, en el que se comprometen los países firmantes a eliminar en el momento adecuado toda forma de pacto discriminatoria en el comercio internacional. En pos de tal objetivo se crea la UNRRA en 1944,16 que ve su fin en el mes de agosto de 1946.
En el marco de esta cooperación internacional surgen dos instituciones en la Conferencia de Bretton Woods, en 1944: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo; asimismo, el Plan Marshall. en 1947, y el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT). A este esfuerzo de cooperación internacional se suman los de las economías nacionales. La crisis de 1929 y las necesidades de la economía de guerra obligaron a los gobiernos a intervenir más en la actividad económica, acción que modifica paulatinamente los aspectos del llamado capitalismo liberal; lo anterior se expresa en la importancia que va adquiriendo el sector público y la diversidad de los medios de intervención estatal en la economía. En el momento una de las preocupaciones fundamentales de los gobiernos es la de mantener el crecimiento de la economía con pleno empleo, aun con el riesgo de crear tensiones inflacionarias, forma de crecimiento causante del alza de los precios y de los pagos al exterior, que muestra a su vez la incompatibilidad entre el crecimiento interior y el exterior. Sin embargo, los gobiernos optan por la expansión inflacionaria, que significa la plena utilización de los recursos, aspecto característico de esta fase de reconstrucción.
La propia reconstrucción permite la inversión y la aceleración del crecimiento; ello no significa rehacer simplemente lo destruido, sino crear nuevas estructuras. Así, el campo de la inversión no se encuentra vinculado solamente a las necesidades de reponer los medios de producción destruidos o amortizados durante la guerra, sino al desarrollo de la tecnología, característica de la posguerra, que muestra nuevas areas al gasto de inversión: es el caso de la industria química en los Estados Unidos, así como el propio desarrollo de la energía atómica para fines pacíficos o militares, terreno en el cual la innovación tecnológica y pública apoyan un proceso para la innovación privada.
En la recuperación, un problema que enfrenta la mayoría de los países son las fuertes tensiones en sus balanzas de pagos. El único país que no sufre estas tensiones son los Estados Unidos, dadas las condiciones propicias con que emergió de la conflagración mundial, por lo que sólo este país se encuentra en una situación tal que le permite realizar grandes exportaciones de capital, que se da en términos de la expansión privada directa y hacia los países industriales, los cuales se manifiestan menos riesgosos. Una característica de esta expansión privada directa posterior a 1945 ha sido el rápido crecimiento de la empresa multinacional, forma de organización empresarial en gran escala.
Siguiendo los acontecimientos se puede decir que el periodo de 1945 a 1950 se caracteriza por los esfuerzos de reconstrucción de las economías. En occidente, es un periodo de preparación para una de las fases de expansión más extensas que ha tenido el capitalismo, fase cuya característica esencial es su acelerado crecimiento y la reducción de la amplitud de sus fluctuaciones. Esta tendencia muestra una expansión extensa y rápida, con algunas recesiones cortas que se manifiestan en los años de 1949, 1951, 1952 y 1958 en Europa y los Estados Unidos —la de 1954 sólo en la economia americana—; cabe mencionar que estas recesiones se muestran sólo como una inflexión de la tendencia, mas no como una inversión de la misma.17
Para analizar la parte correspondiente a la economía nacional, como aspecto final de nuestro análisis sobre el contexto en el que se da la Mesa Redonda de los Marxistas de 1947, trataremos de relacionar lo referente a la modificación en los grandes aspectos de la economía y algunos aspectos cualitativos, como el movimiento obrero y sus principales manifestaciones, las políticas del Estado dirigidas al fomento de la industria, al comercio y a los sindicatos.
Pretendemos ir mas allá de la mera interpretación cuantitativa que nos pueden mostrar los cuadros estadísticos de las variables económicas, sin llegar a un estudio global de la historia social por las limitaciones que impone este ensayo. Hay que destacar que el periodo que tomamos como referencia para este estudio se inicia en 1939, momento que concentra características que fueron madurando desde años atrás a partir de dos cimentaciones básicas, la primera es el proceso revolucionario de 1910, que genera un torrente de sucesos políticos, sociales y económicos que aportan los aspectos básicos que se consolidan en el segundo elemento: el proceso de reformas económicas y políticas del periodo cardenista y que dan cuerpo a las condiciones en las que se abre la decada de los cuarenta. Así, en esta década domina la idea de la industrialización, particularmente el desarrollo de la manufactura, que tiene sus antecedentes en el proceso de acumulación que surge del proceso de revolución social, de tal manera que uno de los aspectos centrales de este periodo es la preocupacibn por el desarrollo industrial, alrededor de lo cual giran la política y la sociedad en general.
A partir de 1940 encontramos un crecimiento notable del PNB, a tal grado que alcanza entre 1940 y 1950 un promedio de 7,3 por ciento anual. Sin embargo, al ver el crecimiento año por año tenemos una reducción del incremento a la mitad de la década, que llega a 1 por ciento en 1947, cuestión que marca una clara inflexión del ciclo que posteriormente se recupera con un ritmo de crecimiento de 5 por ciento de 1947 a 1950.
Al analizar la participación de los sectores productivos más importantes, encontramos que las áreas más dinámicas son la agricultura, la manufactura, los energéticos y los transportes, bajo el criterio de que duplican su producción en la década y son el factor fundamental del ritmo de crecimiento anotado. En términos particulares, la agricultura cuenta con un crecimiento errático; sin embargo, alcanza un promedio de crecimiento de 7 por ciento anual. La manufactura, el petróleo y los transportes reportan un comportamiento similar, de continuo crecimiento, salvo en la inflexión de 1946-1947. Destaca la media anual del crecimiento de la manufactura con un 8,6 por ciento.18
Este notable crecimiento del Producto Nacional Bruto se ve acompañado de fuertes presiones inflacionarias, a tal grado que poniendo como base 100 en 1954 tenemos un incremento del costo de la vida del trabajador de 21,3 en 1940 a 75,3 en 1950, y tomando el índice de precios al consumidor con la misma base tenemos que pasa de 23,9 en 1940 a 72,5 en 1950.19
En tanto, las modificaciones en la población económicamente activa se manifestaron de la siguiente forma: de 1940 a 1950 el sector agropecuario reduce su participación en el total de la PEA de 65 por ciento a 58 por ciento, en tanto que el sector servicios incrementa su participación de 19 por ciento a 26 por ciento. Los demás sectores se incrementan más o menos al mismo ritmo que el crecimiento de la PEA; sin embargo, notamos que la minería, el petróleo y la electricidad reducen su participación sobre el total. Es significativo que la participación de la PEA de la manufactura conserve más o menos la misma participación, pues pasa solamente de 11 a 12 por ciento. Tal vez esto tenga que ver con la proporción del sector en el PNB, que también se mantiene con mínimos crecimientos, al pasar de 16 por ciento a 18 por ciento; en cuanto a la agricultura, aunque reduce su participación tanto en el PNB como en la PEA, su reducción en el PNB, de 21 por ciento en 1940 a 19 por ciento en 1950, no es tan grande como la reducción en la PEA.20 De aquí podemos deducir por qué la productividad es tan alta en el sector primario. Cuando el total de la productividad (PIB/PEA) en una media de la década es 2,6 por ciento, para el sector primario es de 4,1 por ciento; para la industria, 2,8 por ciento; y para los servicios, 0,8 por ciento. Las causas de este comportamiento del sector primario pueden ser la reforma agraria cardenista y el impulso que recibió la modemizacion del campo durante la década, por la necesidad de desarrollar una profundización de las relaciones capitalistas en el agro.21 Es de notarse que la productividad en el sector industrial se mantiene en la década por arriba de la media, factor que nos reporta un sostenimiento de la inversión y un aumento de la utilización de la capacidad instalada.
La modernización de la economía que emprenden el Estado y la burguesía es integral; esto se expresa en el papel que juega la industria en la década con las políticas de fomento que conforma el Estado, junto con las reformas a la Ley Agraria, que muestran un proyecto para el campo adecuado a las necesidades de la acumulación industrial. El Estado aparece como sujeto fundamental del proceso, como se nota en la inversión pública en la década, que muestra un sostenido incremento en el sector primario, en el sector industrial y en transportes y comunicaciones.
El Estado asume un papel trascendental en el impulso al desarrollo del capitalismo, teniendo como meta hacer funcionar la estructura para la acumulación. Para tener posibilidades de éxito en las condiciones de una sociedad subordinada en el marco del desarrollo del capitalismo mundial, debería restringir las condiciones de vida de los sectores populares, a la vez que integrarlos como base de apoyo político, así como impulsar su participación vigorosa en las áreas de la economía donde el sector privado no deseaba entrar o era incapaz de hacerlo.
Aquí resalta la importancia de los planteamientos que en la Mesa Redonda se hacían sobre el capitalismo de Estado, preocupación que predominaba en todas las corrientes políticas.
En este punto observamos un desfase entre el movimiento real de la economía y la interpretación que se hacía de éste. Así, mientras que las necesidades del desarrollo del capitalismo a nivel mundial, en expansión, plantean para avanzar la intervención del Estado y la derrota del liberalismo, los participantes de esta Mesa Redonda centraban la discusión en el combate al feudalismo, cuando era evidente el triunfo de la ideología keynesiana, que acompanaba al viraje del papel del Estado en la economía.
La teoria de Keynes mostró la manera en que la economía puede ser conducida para asegurar la utilización completa de recursos, en particular, el pleno empleo de la fuerza de trabajo, principalmente a través de la acción del gobierno en el campo fiscal y monetario, sin necesidad de ningún cambio radical en el marco de las instituciones de una economía de mercado.22
Este nuevo papel del Estado lo muestra la política económica y los instrumentos que utiliza para el proyecto industrializador como la vía eficaz de un crecimiento acelerado y sostenido de la economía. Una palanca fundamental de apoyo en este proceso industrializador fue la política comercial alrededor de la cual se establece la vieja polémica, una política comercial librecambista o proteccionista, problema que ocupa a los participantes en la Mesa Redonda, inclinándose por la segunda. A su vez, esta polémica se da al interior de la burguesía, entre los antiguos industriales y el nuevo grupo, presionados por la política norteamericana de establecer el libre comercio claramente manifiesta en la Conferencia Interamericana sobre problemas de la Guerra y la Paz, celebrada en la ciudad de México en 1945, donde los Estados Unidos proponen un enfoque general sobre los problemas del comercio internacional que facilite el libre comercio. A esta política se oponen no solamente México sino todos los países latinoamericanos, que se orientan, la mayoría de ellos, por el proteccionismo como la vía más rápida para lograr el desarrollo industrial. “Siendo el sistema proteccionista un medio artificial para fabricar fabricantes, no sólo puede parecerle útil y conveniente a una clase capitalista semidesarrollada, en lucha todavía contra el feudalismo ascensional.”23
En el caso de México, respecto a la política comercial, el gobierno utiliza durante la guerra sólo tarifas específicas y en menor grado controles de importación; el uso de estos instrumentos estuvo limitado durante estos años por el acuerdo comercial entre México y los Estados Unidos, establecido en 1943 y que desaparecería hasta diciembre de 1950.24 Aun así, por la reducción de la oferta de bienes a nivel mundial, se garantiza de hecho una protección a la industria nacional.
Al terminar la segunda guerra se crean diferentes condiciones en el mercado internacional, debido a la recuperación de la oferta de bienes, aspecto fundamental para que el Estado inicie el desarrollo de una política explícitamente proteccionista; así, en 1947, se crea el Comité Nacional para el Control de Importaciones, que establece el sistema de licencias como instrumento proteccionista significativo, sumándose en este mismo ano las tarifas ad valorem y el concepto de precio oficial. El periodo 1946-1950 se distingue por la formulación de una política general de importaciones, con lo que los patrones de comercio exterior empezaron a sufrir grandes cambios, aunque estas medidas no logran contrarrestar el crecimiento deficitario en la balanza de cuenta corriente para 1947, que fue de 167 millones de dólares, con una disminución de las reservas de divisas a 50 millones de dólares. En la búsqueda de la corrección de este déficit el gobierno mexicano opta por una devaluación el 22 de junio de 1948, abandonándose con esto el tipo de cambio de 4,83 pesos por dólar. Varios meses estuvo flotante el tipo de cambio y el 17 de junio de 1949 se estableció un nuevo tipo de 8,65 por dólar. Esta política devaluatoria causa problemas a la importación de materias primas y productos intermedios, por lo cual el gobiemo decide disminuir los impuestos a la importación en estos renglones. Ese mismo año se reorganiza la Comisión General de Aranceles: se excluye al sector privado en la elaboración de la política arancelaria y queda esta en manos del Estado.
Con esta política comercial (tasa de cambio, arancel y control cuantitativo) otros instrumentos de fomento a la inversión vienen a promover el desarrollo industrial, vía sustitución de importaciones: la Ley de Industrias Nuevas y Necesarias, que se establece en 1945, y la regla 14 de la Tarifa General de Importaciones. Bajo la primera ley las empresas pueden disfrutar de amplias exenciones fiscales por cinco, siete o diez años. Con estos instrumentos “la industria, por un lado, puede importar bienes intermedios y de capital (para la producción doméstica de bienes de consumo), libre de gravámenes y, por el otro, elevar la rentabilidad del sector industrial.25
Durante el conflicto bélico las exportaciones agrícolas e industriales mantienen un constante incremento; sin embargo, las segundas destacan con incrementos significativos de más de 100 por ciento al año hasta 1945, mientras que los productos del campo mantienen un crecimiento que podemos considerar normal en razón de las necesidades del mercado mundial en esos momentos. Esto denota cómo la industria cuenta con un fuerte impulso que proviene del exterior; así podemos ver que la industrialización en esta etapa cuenta con dos núcleos básicos de promoción, la demanda externa y el desarrollo del mercado interno, que se estimula también por las limitaciones de la oferta de manufacturas del exterior. Aquí está presente el proceso de sustitución de importaciones de manera importante, con una clara orientación en términos del destino de la producción y del origen de los bienes de capital. El capital norteamericano abría una fase de expansión vía inversiones directas y venta de bienes de capital y tecnología.
Al concluir la guerra cambian las características de la industria, al cerrarse los mercados que antes habían impulsado la producción de bienes manufacturados e iniciarse la búsqueda de la reorientación del capital internacional. Estos aspectos se conjugan, dando paso a una situación de crisis que se manifiesta en la inflexión del ciclo en los años 1946-1947. Este momento es decisivo porque en él se confrontan diversas contradicciones que definirán el rumbo político y económico del país. Aparece claramente la razón del enfrentamiento entre los grupos de la burguesía; el nuevo grupo industrial que había impulsado la industria química, metalmecánica y de consumo no duradero requería mantener las condiciones de alta productividad en el campo para poder disponer de bienes de consumo básico e intermedio baratos a la vez de un flujo de divisas para continuar con la sustitución de importaciones; requería además mantener áreas de inversión amenazadas por el capital extranjero, de ahí su actitud antinorteamericana. Los antiguos industriales no tenían estas preocupaciones, por tener un mercado asegurado de bienes de consumo no duradero (textiles, cerveza, tabaco, etcétera) y les interesaba una coexistencia con el capital extranjero ya instalado en el país, que no les significaba peligro alguno en términos de competencia.
Esta confrontación sera un elemento determinante que se encuentra tras la polémica de los marxistas en la Mesa Redonda. Las posiciones no sólo estaban influidas por la situación del conflicto internacional y la conformación del bloque socialista, sino que, dadas las condiciones nacionales, les preocupaba encontrar aliados en el enfrentamiento antiimperialista. Así, dentro de la línea del nacionalismo, la confluencia natural era con el nuevo grupo industrial, porque además encajaba en la interpretación y estrategia que tenían para desarrollar el capitalismo dentro del modelo de la revolución democrático-burguesa. En condiciones de clara debilidad dentro del movimiento obrero, para ellos básico en la dirección del proceso revolucionario, la estructura de la población, vista en una perspectiva estática, les era desfavorable; el predominio del sector rural sobre el urbano y las difíciles condiciones de crisis, que se manifestaban en la pérdida del poder adquisitivo, los orillaban a buscar alianzas con base en los planteamientos del nacionalismo revolucionario.
La expansión del capitalismo después de la segunda guerra mundial se da sobre la base del desarrollo del monopolio en su versión de empresa multinacional, apoyada ésta en la innovación tecnológica; en México, el flujo de la inversión extranjera lo muestra claramente: salvo en los puntos de inflexión del ciclo, las inversiones directas se mantienen constantes, con un incremento notable de utilidades remitidas, intereses y regalías, lo que nos da una muestra de lo atractiva que era para el capital extranjero la economía nacional, llegando al extremo en 1948, cuando, con una inversión de 33 millones de Mares, se obtuvo un beneficio de 116 millones de dólares.26 Es evidente que estas inversiones eran beneficiarias de la política industrial y comercial que impulsaba el gobierno mexicano, creándoles condiciones cada vez mejores para su reproducción. Asimismo, el desarrollo económico en México también se presenta con fuertes presiones inflacionarias, aspecto consustancial de la forma de acumulación monopólica del momento, que en condiciones económicas difíciles cumple la función de contrarrestar la caída de la rentabilidad. La inflación se presenta como resultado de la lógica de ese proceso de acumulación con base en el fortalecimiento y desarrollo del monopolio.
Los participantes en la Mesa Redonda percibían esta situación cuando expresaban su oposición a la expansión monopólica del capitalismo; sin embargo, no tenían claro los resultados de la política económica: el fortalecimiento, al interior de la economía mexicana, del capital extranjero. La política proteccionista y de fomento industrial abriría condiciones inmejorables para la concentración y centralización del capital nacional y extranjero.
La nación vive en la década de los cuarenta un intenso proceso de redefinición de la forma de acumulación; toda la sociedad se ve inmiscuida en la modernization del capitalismo, que abrirá nuevas condiciones en el desarrollo del país. Se están redefiniendo las relaciones internas de producción, nuevos mercados, incorporación de fuerzas hacia la industria, desarrollo urbano, etcétera; al mismo tiempo se encuentra un cambio permanente en las relaciones hacia el exterior, la adecuación de la economía en situación de guerra y después el cambio hacia una economía de paz en el nuevo marco de relaciones internacionales, que a su vez se están adecuando a la existencia de los bloques occidental y socialista.
Hay una constante redefinición de alianzas de clase y sectores de clase ante el proyecto nacional, que se concreta alrededor de la industrialización; estas redefiniciones de las alianzas están marcando una forma de negociación con el imperialismo que da al final de cuentas las características de la inserción de Mexico en el mercado internacional. Dentro de estas alianzas el movimiento obrero juega un papel central, ya que es el punto vital para el proyecto nacional en marcha. Durante la guerra la unidad frente al fascismo mediatiza al movimiento obrero, así como a sus líderes, que representan la izquierda dentro de la familia de la revolucion mexicana Todo esto favorece el crecimiento industrial, gracias a la fuerte pérdida del poder adquisitivo del salario y a la existencia del traslado de población del sector primario al sector servicios, que significa una disposición de fuerza de trabajo casi ilimitada. A principios de la década, los movimientos de huelga expresan una manifestación permanente contra esta situación, lo cual conduce a la necesidad de medidas políticas contra este movimiento en ascenso. En 1942 se da el Pacto de Unidad Sindical entre las principales centrales y sindicatos para detener los movimientos de huelga; sin embargo, el número de huelgas y huelguistas es creciente: llega en 1944 el punto más alto con 877 huelgas y 165,747 huelguistas. Lo anterior se conjuga con las características que el Estado mexicano ha delineado en los años que van desde el gobierno de Cárdenas hasta el afinamiento que Alemán prefigura con el charrismo y la fuerte injerencia del Estado en el movimiento obrero: la conformación del Estado corporativo, que será instrumento fundamental en la fase de desarrollo que se abre en estos años.
En 1945 se firma el Pacto de Unidad Nacional entre la CTM y la Cámara de la Industria de la Transformación. La guerra ha terminado y se buscan condiciones para enfrentar la nueva situación del país. El nacionalismo a ultranza sustituye al antifascismo; la guerra fría será el trasfondo de una política anticomunista a la que se responde desde la izquierda con una posición antiimperialista y buscando alianzas con los sectores progresistas de la burguesía. Este será el ambiente en el que Miguel Alemán llegue a la presidencia de la república: con el apoyo del movimiento obrero y de algunos sectores de izquierda, y a la vez comprometido con la burguesía y el capital norteamericano en la modernización del país.
Después del Pacto de 1945, el movimiento obrero se encuentra en un evidente reflujo, mientras que la inflación sigue en ascenso. Los movimientos de huelga descienden a 207 en 1946 y a 130 en 1947. Éstas son las condiciones en las que Alemán define la política que será característica del gobierno en los siguientes años; apenas unos días después de haber tomado posesión, frente a una huelga de petroleros que reclamaban reivindicaciones económicas, plantea la división del sindicato, el enfrentamiento abierto del gobierno contra los obreros al entablar un juicio para desconocer el contrato colectivo y denunciar la corrupción en la dirigencia sindical, entablando juicio legal contra el secretario general del sindicato. Lo mismo hace con los ferrocarrileros unos meses después, estableciendo el charrismo sindical cuando sostiene a Díaz de León con métodos gangsteriles y de presión política y legal contra la organización. Se prefigura así la política de fuerza corporativa del Estado frente al movimiento.
La concepción del proyecto de unidad nacional, que tenía sus raíces en la actitud frente al fascismo y su fundamento en los planteamientos de la III Internacional de la unidad a toda costa, quedaba lejos de la realidad del momento, que expresaba una confrontación de clases evidente. La nación es la bandera ideológica que unifica a las clases y a los sectores de clases, y alrededor de ella se justifica la política económica del Estado y la actitud ante el movimiento obrero. Tal parece que la disyuntiva era la nación o el movimiento obrero.
1 Ponencia presentada el 27 de octubre de 1983 en el seminario “La Mesa Redonda de 1947 y la situación de la izquierda mexicana hacia la mitad de los años cuarenta”, organizado por el CEMOS.
2 Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, CEPPS “Vicente Lombardo Toledano”, México, 1982, p. 19
3 Ibid., p. 11
4 Ibid., p. 20
5 Ibid., p. 37
6 Consúltese: Santford Mosk, “La revolución industrial en México”, en Problemas Agrícolas e Industriales de México, núm. 1.
7 Mesa Redonda de los Marxistas Mexicanos, p. 53
8 Ibid., p. 57
9 Ibid., p. 400
10 Maurice Cruzet, Historia general de las civilizaciones, La época contemporánea, Editorial Destino, Barcelona, 1973, tomo VII, p. 412
11 Ibid., pp. 413-414
12 Ibid., p. 414
13 Maurice Dobb, Estudio sobre el desarrollo del capitalismo, siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1974, pp. 455-456.
14 Ibid., p. 456
15 Maurice Cruzet, op. cit., p. 421
16 UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration). Concedía una ayuda gratuita a Grecia, Yugoslavia, Polonia, Checoslovaquia, Italia y Ucrania, con el objetivo de poner en marcha el aparato productivo. Maurice Niveau, Historia de los hechos económicos contemporáneos, Editorial Ariel, Barcelona, 1977, p. 388.
17 Maurice Niveau, op. cit.,p. 354
18 El cálculo se hace apartir del Producto Nacional Bruto (PNB), por mostrar esta variable –la producción- a partir de los recuersos nacionales descontando remesas al exterior. Fuente: 50 años de revolución mexicana, Fondo de Cultura Económica.
19 Timothy King, Mexico industrialation and trade policies since 1940, Oxford University Press, 1970, p. 23, cuadro 2.9
20 Datos de la PEA, en La Economía mexicana en cifras, NAFINSA, México, 1978. Datos del PNB, en 50 años de revolución mexicana, citado.
21 Fuente: PIB y Gasto 1960-1977, Baqnco de México, Serie información económica del Banco de México. S. A.
22 Nicolás Kaldor, Conflictos en los objetivos económicos nacionales, Lecturas de Política Económica, Facultad de Economía, UNAM, México, 1982, p. 133
23 Federico Engels, Proteccionismo y libre cambio Lecturas de Política Económica, Facultad de Economía, UNAM, México, 1982, p. 213
24 “El acuerdo obliga a mantener congelados los niveles existentes de impuestos, para los principales bienes. Al mismo tiempo, México daba concesiones en 203 fracciones de la tarifa, en 76 de las cuales hubo reducci{on de las tasas de la tarifa. En 1939, estas fracciones representaban 29 por ciento de las importaciones mexicanas a los Estados Unidos”. René Villareal, El desequilibrio externo en la industrialización de México /1939-1975/Un enfoque estructuralista. Fondo de Cultura Económica, México, 1976, p. 64.
25 René Villareal, op. cit., p. 66
26 50 Años de revolución mexicana en cifras, cuadro de inversiones extranjeras directas, NAFINSA, México, 1963.