El Salvador de 1977: elecciones, represión y agotamiento de vía electoral
Por Roberto Pineda 14 de agosto de 2014
En opinión del Partido Comunista de El Salvador, el año 1977 marca el viraje de las amplias masas populares a la lucha armada, ya que la experiencia de dos elecciones presidenciales en el 72 y 77, que fueron arrebatadas a la oposición por la dictadura militar mediante el fraude y la represión les permitieron este aprendizaje. A partir de la masacre del 28 de febrero de 1977, la puerta queda abierta para incorporar a los sectores populares a la lucha abierta contra el sistema castrense de dominación política. A continuación rastreamos este proceso, desde enero hasta abril de 1977.
El proceso político actual y las luchas del pueblo
En el número 92 de Voz Popular de la segunda semana de enero de 1977 se hace un balance de la situación política preelectoral, que incluye valoraciones sobre cambios en la Fuerza Armada, la inscripción de los candidatos de la UNO y la conducta del gobierno, y de cómo la candidatura del Coronel Claramount esta convirtiéndose en un extenso y poderoso movimiento popular.
Se considera que “el nuevo año inició en el terreno político con algunas importantes decisiones del gobierno, que perfilan bastante claramente sus planes definitivos para la presente campaña electoral y las elecciones presidenciales del 20 de febrero próximo.”
Sobre los cambios en la Fuerza Armada se estima que son para “crear en la Fuerza Armada una sensación de respeto a las normas institucionales, un sentimiento de complacencia en todos los niveles de la oficialidad y viabilizar la solución de una parte de las contradicciones y el descontento suscitados por la candidatura de General Romero entre los uniformados.”
Evalúan los analistas de VP que “la imposición inconsulta de la candidatura de Romero planteó al gobierno serios problemas dentro de la Fuerza Armada, agravados por la claudicación de Molina ante ANEP-FARO en el asunto de l “transformación agraria” después de que había recibido el apoyo mayoritario de los militares y alimentado su mística reformista.”
Además que “la candidatura militar de la UNO tomó hasta cierto punto por sorpresa al gobierno. Este hecho y la claudicación en su política de “transformación agraria” dejaron al gobierno sin una línea definida y clara para la campaña electoral de su candidato, la cual había diseñado con un estilo demagógico y a al vez agresivo contra la oposición.”
Así como que “a partir de la proclamación de la candidatura de Claramount, la campaña de Romero tuvo que abandonar el tono amenazante, gritón y agresivo con que se inició, porque ello podía no solo restarle posibilidades de obtener votos, sino también ayudar a que en el ejército se acreciente el descontento y se perfile un fuerte atropamiento en favor de Claramount.”
De la misma manera se señala que “por todos lados surgieron para la campaña a favor de Romero dificultades, inconvenientes y limitaciones. ¿Qué hacer entonces para sacarlo adelante? Crear la apariencia de un proceso electoral libre y al mismo tiempo prepararse a realizar un gran fraude sigiloso.”
Considera que este plan “resulta de la debilidad política del gobierno, de al crisis profunda que sufre su partido, es la expresión d su perdida de todo crédito y prestigio en la opinión pública; es un plan que intenta resolverlo todo mediante maniobras más o menos astutas, a falta de respaldo efectivo y seguro.”
Subraya que “los grupos ultraizquierdistas han desatendido nuestros llamamientos a la unidad y dan muestras de no entender lo que esta ocurriendo y lo que se está jugando en el actual proceso electoral. De manera ciega y dogmática, se esfuerzan por alimentar el abstencionismo, procuran desprestigiar a la UNO, quebrantar las esperanzas que las masas ponen en su triunfo y distraerlas con acciones aventureras.”
Agrega que “en realidad, los ultraizquierdistas están consiguiendo muy poco con esta tortuosa línea, e incluso, en sus propias bases hay duda creciente acerca de su justeza y preocupación por lo que con ella pueden ayudar a l gobierno y a Romero.”
Y exhorta “una vez más, nosotros llamamos a estos amigos a reflexionar y a buscar los claros e históricamente probados caminos de la unidad popular. Revolucionario no es el que se proclama tal continuamente, ni es revolucionario por el mero hecho de actuar invocando la revolución; revolucionario es el que en cada momento sabe orientarse en medio de la situación y actuar de manera de unir las fuerzas del pueblo y guiarlas a adelantar efectivamente la victoria sobre sus enemigos.”
Analiza que “la campaña electoral de la UNO ha puesto en marcha un gran movimiento de masas en torno a al candidatura de Claramount. La fuerza de este movimiento s el resultado de la conjugación de varios factores: el extenso e irreversible descontento popular respecto al régimen pecenista, su repudio de este gobierno; la clara tesis política que esta candidatura representa, en cuyo núcleo se encuentra el esfuerzo consciente por alcanzar el reeencuentro entre el pueblo y los militares demócratas para gobernar juntos y realizar el programa de “Democracia, Independencia, Honestidad, Cambios , Desarrollo, Justicia Social” que la UNO ha propuesto.”
Valora que “la ofensiva la tiene hoy sin duda la UNO y el plan del gobierno únicamente tiene posibilidades si esta se deja poner a la defensiva y descuida su deber de arreciar la movilización popular y prepararse a derrotar el fraude y la imposición con ayuda de la acción de las masas.”
Concluye que “mucha más movilización, muchísima más organización, y una disposición a combatir con la mayor energía y resueltamente, sin vacilaciones; para llevar a las urnas más de medio millón de votos a favor de la UNO, para controlar y derrotar el fraude que preparan las huestes romeristas y, finalmente, para defender con firmeza y valentía la voluntad popular, tal es lo que se necesita para asegurar la victoria.”
BPR: miope y reaccionario en el actual proceso electoral
En el número 93 de Voz Popular de la cuarta semana de enero de 1977 aparece un artículo que relaja la virulencia de la polémica existente en aquella época entre el PCS y las FPL. En este artículo se informa que el Bloque Popular Revolucionario, BPR definió su posición con respecto a las próximas elecciones presidenciales considerando que “no es más que una rueda de caballitos donde 2 sectores representantes de las clases dominantes (PCN y UNO) juegan con los intereses y se valen de la miseria que padece nuestro pueblo.”
Considera la VP que “en realidad esta posición del BPR no ha sorprendido a nadie, ni por su miopía ni por la superficialidad en que se queda su “análisis” de la actual situación política. Lo que ha llamado la atención es el gran retraso del BPR en cumplir su obligación de definir públicamente su línea frente a un proceso que esta en el centro de toda la actividad política actual de nuestro país. Este retraso tiene su origen en que dentro del BPR surgió el debate; por un lado, cierta parte d e la dirigencia y ciertos elemento s del dirección intermedia y activistas absolutamente enfermos de ultra-izquierdismo, mentalmente prisioneros del estrecho dogmatismo miope, propia d su concepción seudo-revolucionaria, se empecinaron en imponer su concepción a toda costa…”
Frente a la opinión que es más conveniente la llegada de Romero, el PCS estima que “la instauración de un régimen fascista podría acarrear fuerte destrucción al movimiento popular y podría postergar por muchos años su victoria, tal como lo ilustran suficientemente las experiencias de Brasil, Uruguay y Chile. La instauración de gobiernos fascistas es al respuesta contrarrevolucionaria actual de los sectores más rabiosos del imperialismo yanqui y de las oligarquías, frente al proceso de avance de la revolución en América Latina, es la línea de la CIA y el Pentágono, es al respuesta de los consorcios transnacionales…”
Establece que “los revolucionarios tenemos la obligación de no confundir los deseos con las realidades y debemos siempre hacer un análisis concreto, realista e históricamente válido de la situación APRA trazar las orientaciones que hemos de aplicar. La línea que ha sido asignada la Bloque Popular Revolucionario por el sector más sectario y menos estudioso de su dirigencia es el típico ejemplo de una orientación destinada a jugar un papel objetivamente favorable a la peor reacción, contra el movimiento popular, aunque busque justificarse en una simplista declamación de propósitos revolucionarios.”
Reitera que “amigos del BPR, aún están a tiempo de corregir su línea reaccionaria frente al actual proceso electoral y deben hacerlo pronto, porque si no lo hacen se verán atrapados en medio de los acontecimientos futuros en una posición incómoda, favoreciendo a los enemigos del pueblo salvadoreño, o se verán simplemente marginados del curso de los hechos, tal como han comenzado a verse marginados durante estos meses últimos…”
Expresa que “nosotros insistimos en plantearles a ustedes, amigos del BPR, nuestro llamamiento a la unidad de toda la izquierda salvadoreña. Debemos dialogar y buscar un acuerdo y podemos lograrlo; ello sólo puede traer beneficios para el movimiento popular. Tal es nuestra invariable posición. La negativa a buscar la unidad de la izquierda, el rechazo obstinado a realizar siquiera un diálogo exploratorio entre las organizaciones de izquierda, constituye una falsa postura revolucionaria que de hecho ayuda ala reacción y facilita su golpes contra el movimiento popular y sus organizaciones.”
Aclara que “es necesario que se sepa que los dirigentes del BPR han rechazado todo entendimiento con las demás organizaciones populares. La semana pasada rechazaron la propuesta de realizar conjuntamente la movilización del 29 de enero en favor de la libertad para los preso políticos y el retorno de los exiliados.”
Concluye que “nosotros les proponemos, amigos, tomar realmente en serio la lucha por los presos políticos, contra los “desaparecimientos”, contra la tortura, contra los destierros y por el retorno de los exiliados y públicamente les ofrecemos unir nuestras fuerzas a esta justa lucha. ¡Concertemos la unidad de acción aunque solo sea en este punto!”
Nuestra línea política en la presente coyuntura. Comisión Política del PCS. 19 de abril de 1977
En un extenso análisis de la experiencia del proceso electoral y su desenlace, la dirección del PCS reconoce que “muchas interrogantes esenciales se han abierto y exigen respuestas claras. Para alcanzar esas respuestas es necesario analizar el proceso y la situación, contrastando la línea de nuestro Partido con la experiencia concreta de la lucha de clases.”
Precisa que “lo primero que surge ante nuestra vista, es que la presente coyuntura constituye un eslabón de tránsito a virajes profundos y duraderos: enlazara con el viraje abierto hacia la dictadura fascista o con el viraje hacia la apertura democrática y, puede ser, hacia la revolución democrática, anti-imperialista. Esta es la característica principal de la presente coyuntura por lo que se refiere a su cara o nexo con el futuro.”
Agrega que “En su “espalda” o límite con el pasado inmediato, hay un formidable auge de la lucha política de masas, tras el objetivo claro y central de establecer un gobierno de las fuerzas democráticas, civiles y militares, reunidas en frente único popular en cuyo seno tiene destacada participación nuestro Partido.” (Se refiere a la UNO).
Señala como características de este auge político de masas la combinación de “diferentes formas de lucha, tanto en las ciudades como en el campo: la huelga política progresiva obrera, estudiantil y de otros sectores (como las señoras de los mercados y los maestros), con las grandes manifestaciones y concentraciones de masas, las acciones no violentas con las violentas e incluso armadas, la lucha legal e ilegal, etc. Todo ellos ha sido determinante para impedir que cundiera el sentimiento de frustración y desmoralización en que desembocó la lucha electoral de 1972.”
Considera que “lo ocurrido puede limitarse a constituir una breve pausa o paréntesis en el proceso de ascenso del Partido y la clase obrera cabía la cabecera del movimiento popular, a condición de que elaboremos y llevemos pronto a la práctica, una nueva orientación para la lucha por el poder en la nueva situación, capaz de incorporar a ella a las grandes masas, desatar su iniciativa revolucionaria ilimitada y conducirlas acertadamente hasta la victoria.”
Pero advierte el documento “de lo contrario, la pausa podría devenir en ineptitud del Partido para desempeñar el papel de vanguardia, y ello, dejaría al movimiento popular expuesto a los errores de izquierdismo o de oportunismo de derecha, en provecho de la consolidación de los fascistas en el pode para un largo tiempo, que podría significar un nuevo aplazamiento de reopción hasta fines del presente siglo.”
Estima que “tanto las fuerzas populares de masas, como las fuerzas reaccionarias, tuvieron una dirección única e indiscutible durante la confrontación electoral. Esta es otra diferencia notable con la coyuntura electoral de 1971-72. La polarización total en la contienda electoral fue uno de los factores que más promovieron el extraordinario apoyo masivo a la UNO.”
El cual “permitió minimizar la influencia y acción discordante o divisionista de los varios grupos de la ultra-izquierda, a pesar de su crecida fuerza orgánica y capacidad movilizadota actuales, las que eran apenas embrionarias en 1971-72.”
Subraya que “el desalojo de la Plaza Libertad, la matanza en el centro de la capital, la expulsión del país de Claramount y el Estado de Sitio, dieron al gobierno la iniciativa e hicieron pasar al movimiento de masas casi al receso. Pero la posición de ofensiva lograda por el gobierno duró poco: el asesinato del sacerdote Rutilio Grande fue le motivo que promovió un rápido reagrupamiento de las masas y su retorno a la calle, esta vez bajo al forma de concentraciones religiosas.”
Califica al “clero, tomado en conjunto, y las masas católica son sin duda una importante fuerza antifascista, y este es el rasgo principal que debe tenerse en cuenta hoy, para trazar nuestra política hacia la Iglesia Católica. La definición del Arzobispo Romero aún está pendiente y, a pesar de sus bandazos, no es posible descartar que pueda asumir en el futuro una actitud más comprometida con la lucha anti-fascista.” Tres años después el Obispo Romero sería asesinado por su compromiso con la liberación del pueblo salvadoreño.
Plantea que “durante la campaña electoral y después de las elecciones, hasta el 27 de febrero la jefatura del movimiento popular la tuvo en sus manos la UNO. Desde entonces se ha producido un vacío de jefatura. ¿Podrá y querrá la UNO asumir de nuevo la jefatura?; y, si ello no fuera así, ¿qué organización y como ha de llenar este vacío? ¿cual será en el futuro el papel de la UNO? Tal es uno de los principales problemas a resolver, que tiene que ver con el carácter, la amplitud y las formas de organización y acción del frente único en la situación actual y en el periodo que se avecina.”
Evalúa que “la orientación hacia la Fuerza Armada fue uno de los dos elementos componentes fundamentales de la línea de la UNO que le permitieron conseguir tan grande apoyo a pesar de las experiencias reiteradas de fraude electoral. Esa línea sugería que las masas no estarían solas ni desarmadas frente al gobierno asesino y fraudulento; la victoria de las fuerzas democráticas surgía, en consecuencia, como una posibilidad real.”
El papel de los militares progresistas
“Al lanzarse a realizar tan grande movilización y al emprender acciones colindantes con la insurrección, las masas tenían en cuenta, sin duda, que sectores militares democráticos, de seguro actuarían al lado suyo; por eso, el que la acción de los militares no haya ocurrido todavía, ha suscitado, entre las masas, contradictorios sentimientos de espera y desilusión, de expectación impaciente ante la conducta de los militares y vuelta a los viejos anatemas contra ellos.”
Sostiene que “existen dificultades no despreciables para la acción de los militares opuestos al régimen; ellas de por si no anulan sus posibilidades, pero pueden imponerle postergaciones que, en definitiva, ayuden a los fascistas a consolidarse y a “limpiar” la Fuerza Armada de elementos opositores, como señala la experiencia suramericana.”
Plantea que “quizá no hay en este continente otro país donde se haya utilizado, de modo tan multiforme y agotante, las posibilidades de la lucha electoral. Hemos utilizado la participación en las elecciones como medio de concientización y organización de las masas trabajadoras, como instrumento de protesta y condena política contra el régimen; para construir el frente único de las fuerzas democráticas y para unificar el pensamiento político de las masas alrededor del programa y transformaciones democráticas. Todo esto lo hemos hecho en el corto periodo de once años.”
Considera que “nos parece muy claro, hoy en día, que las elecciones han agotado sus posibilidades como componente central de la vía de acceso al poder para las fuerzas democráticas, no solo ante las capas avanzadas y organizadas, sino también, ante las grandes masas del país, que lo han aprendido de su propia experiencia. Ha quedado así planteada la necesidad de reemplazar esa vía hacia el poder por otra. Las elecciones podrán en el futuro asumir algún valor táctico ocasional comprensible para las masas, pero, a menos que este gobierno sea sustituido por un régimen de apertura, las elecciones no recuperaran su valor estratégico en relación con la vía hacia el poder para las fuerzas democráticas.”
“¿Cuál y cómo será en adelante la vía hacia el poder? Esta es a interrogante clave sin cuya respuesta acertada no puede elaborarse hoy una línea política aceptable para las masas, de esto depende, la suerte misma de todo el proceso hacia la revolución democrática antiimperialista frente al fascismo que avanza. La coyuntura conduce necesariamente a un viraje estratégico y abre el paso a nuevas formas de lucha”
Por otra parte, aclara que “nuestra línea ante la ultra-izquierda ha sido, en general, de lucha ideológica contra su línea y concepción equivocada, pero al mismo tiempo, llamándolos a concertar la unidad.”
Considera que en esta coyuntura “las masas rebasaron y hasta marginaron a los dirigentes ultra-izquierdistas, que no lograron, en ningún momento, elaborar una táctica aplicable durante meses, y se vieron aún sorprendidos por la multifacética lucha de masas durante los días posteriores a la elección y al desalojo de la Plaza Libertad, lucha que ellos prefirieron calificar de “acciones espontáneas y desorganizadas” antes que admitir el papel organizador y dirigente del Partido y de la J.C.”
Analiza que “el error fundamental de todos los ultra-izquierdistas, madre de estos otros errores o falsos enfoques, durante la jornada electoral post-electoral, reside en su equivocada determinación del carácter de la revolución que está madurando en nuestro país. Comenzaron hace cinco años, por decidir que esta revolución tiene un carácter socialista, después se vinieron deslizando, poco a poco y a hurtadillas, a formulas fases previas, como:”el gobierno provisional,”la “revolución popular y el gobierno revolucionario popular”,etc.”
Define que “tenemos que estar alertas contra la penetración en nuestras filas de erróneas concepciones, propias de la ultra-izquierda, ahora que debemos organizar el paso a una fase superior de la lucha de nuestro Partido al frente de las masas, porque ello nos conduciría a graves errores y al aislamiento.”
Subraya que “debemos ahora estudiar con seriedad, problemas relativo a la vía de la revolución, a la insurrección y la preparación de la misma; los problemas que nos oponen resistencia para elevar a la clase obrera al papel revolucionario de vanguardia y a nuestro Partido a la dirección de movimiento popular revolucionario, en particular las manifestaciones concretas, “salvadoreñas” del economismo, debemos estudiar más a fondo el problema campesino y el problema agrario de nuestro país y descubrir el camino para penetrar hondamente en el campo y ganar a las masas rurales para la revolución; debemos profundizar nuestro estudio sobre el carácter de la revolución que está en marcha en nuestro país.”
Aprecia que “a escala mundial continúa avanzando el profundo viraje histórico universal de nuestro tiempo, el proceso de tránsito del capitalismo al socialismo: los consistentes logros de la Unión Soviética en su política de disensión; la derrota del imperialismo yanqui en Viet Nam, Laos y Camboya, la consiguiente reunificación de Vietnam y su proclamación como República socialista; el desarrollo de la crisis económica del mundo capitalista; los grandes logros económicos , científico-técnicos y culturales de los países socialistas, en particular, respecto de América Latina, la consolidación y progreso económico, los grandes logros en todos los órdenes, el poderío militar y la elevación aún mayor de su prestigio internacional alcanzados por Cuba. ”
Considera que en El Salvador “el gran auge de la lucha política de masas, el amplio frente unido de las fuerzas democráticas y las expectativas de una victoria popular constituían y, podría decirse que aún constituyen, uno de los posibles puntos de arranque para el logro d el sucesión de derrotas que es necesario inflingir a los fascistas, hasta ahora invictos y ensoberbecidos, para hacer posible la formación de una nueva ola revolucionaria en nuestro continente.”
A partir de esto “nuestra lucha no solo se encuentra bajo al influencia de la situación latinoamericana, sino que también puede ejercer una positiva influencia sobre ella si logra alcanzar un desenlace victorioso. En esto consiste hoy la significación concreta internacional de nuestros deberes revolucionarios nacionales.”
En término de proyecciones estima que si el General Romero asume el gobierno el próximo 1ro. de julio y “si ello no fuera impedido, nuestro país entraría de lleno bajo el dominio de un régimen fascista, calcado en lo fundamental del modelo brasileño-uruguayo-chileno.”
Pero a la vez “si la inauguración y consolidación del gobierno de Romero fuera impedida, se abriría una situación histórica nueva, favorable a las fuerzas populares y democráticas, cuya profundidad y alcances estaría determinados por el grado de participación combativa de las masas populares y trabajadoras en general, en las batallas decisivas por el derrumbe del actual régimen y la instalación de un gobierno democrático y en la lucha por su consolidación y avance.”
La táctica a seguir luego del 28 de febrero de 1977
Informa que “la Comisión Política, en su reunión del 7 de marzo determinó como el objetivo principal hasta el 1ro. de julio, el de impedir a instalación del gobierno de Romero y realizar con ese fin todas aquellas actividades y tareas que favorezcan la acción coordinada de las diversas fuerzas democráticas encaminadas hacia esa meta. Las acciones decisivas para le derrocamiento del gobierno, al menos en sus inicios, únicamente pueden provenir hoy por hoy, de los sectores militares democráticos o simplemente desafectos a él, y que, por tanto, se ha puesto a la orden del día al necesidad de estimularlos y prepararse para realizar oportuna y eficaz coordinación e la acción popular de masas con la acción militar directa.”
La táctica del momento se define de la siguiente manera: “la camarilla de jefes militares fascistas, el sector fascista de la gran burguesía local y sus sirvientes, el sector fascista de los imperialista yanquis, sus aliados y sirvientes en los gobiernos latinoamericanos, constituyen el enemigo principal más peligroso de la clase obrera y el pueblo salvadoreño en la actualidad.”
“Contra este enemigo debemos concentrar la punta de la lucha en neustro país y la solidaridad internacional, para aislarlo, dificultar lo más posible la aplicación de sus planes de destrucción de las organizaciones populares, debilitarlo y derrocarlo antes de que se consolide en el poder y, en todo caso, antes de que hunda sus raíces profundas en la organización del estado y en la economía.”
Evalúa que “si se produjera a corto plazo una apertura democrática, la realización de muchas de estas tareas sufriría modificación o posposición, pro no cancelación. Tal es el caso de la combinación de la lucha política y armada y de la insurrección. La determinación del enemigo principal más peligroso, el carácter del frente único, etc., sufrirían también modificaciones.”
Informa que “la pauta acordada punta a al organización de grupos de acción popular (GAP) alrededor de las células del Partido y la J.C., dirigidas en las instancias inmediatas por ellas y al trabajo por su consolidación y desarrollo como organismos revolucionarios. En los GAP deben incorporarse los mejores elementos provenientes de las masas sin partido, que se destacaron junto a nosotros durante la jornada electoral, durante la huelga política y demás combates posteriores a las elecciones. La organización de los GAP nos permitirá recoger la gran cosecha de elementos conscientes y combativos espigados y seleccionados por la lucha. Debemos recoger con esmero esta cosecha.”
Concluye el extenso documento resaltando “la importancia que hoy tiene la lucha en defensa de los derechos humanos, de las libertades y derechos sindicales y sociales en general, de todas las libertades y garantías democráticas. Esta orientación debe emprenderse partiendo de la lucha por la libertad de los presos políticos, el cese de las masacres, de los “desaparecimientos”, de la tortura, el cese de los despidos masivos y de las maniobras anti-sindicales de los patronos y gobierno, la reconquista de la autonomía universitaria, etc.”