SAN SALVADOR, 19 de mayo de 2013 (SIEP) “El campamento de las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL, en Chalatenango estaba al lado de un talud, era una serie de casas. Y quedaba en alto, lo que permitía a la posta observar los movimiento tanto de Las Vueltas como de Las Minas…” comparte Mauricio El Sólido, militante revolucionario salvadoreño.
“Esto nos permitía observar cuando salían los guardias de la Comandancia en Las Vueltas, así como la calle hacia Los Ayalas y Los Alas. Y contiguo al campamento quedaba el Caserío El Caraguito, donde pasaba un río en el que nos bañábamos. Ahí vivía El Prautico o sea Rutilio, el jefe de nuestros Milicianos.
Cerca estaba la Iglesia Católica del Jícaro, que era una iglesia sin cura de planta, que estaba en medio de un territorio en disputa. Y muy cerca , a unos cinco minutos de distancia, estaba el campamento de las FPL, pero no tenía la visibilidad del nuestro.
Este campamento de las FAL se creo en 1980-81 para la “Ofensiva General” como un movimiento de repliegue. Su primer responsable fue Byron, guatemalteco, que luego cayó en esta primera Ofensiva en Chalatenango en enero de 1981. Luego llegó Moisés como Jefe, que había sido dirigente sindical en San Salvador y se había entrenado militarmente en Cuba, como la mayoría de mandos superiores de las FAL. Hablaba como militar, caminaba como militar, actuaba como militar.
Moisés había sido capturado por la Policía de Hacienda, y logró saltarse por la ventana de un tercer piso del edificio donde lo tenían incomunicado, y cayó en un arenal, se fracturó la pierna pero cojeando logró huir y se vino a refugiar a Chalatenango.
El campamento inicia también con Omar, el hermano del Prautico, con unas pocas carabinas, y dos M-16. Algunos dicen que se establecieron desde 1979. Y las FPL ya estaban ahí. Toma en cuenta que mucha de esta gente había ya sido trabajada políticamente por los compañeros de ATACES desde mucho antes. Pero luego llegaron catequistas de FECCAS y se jalaron a algunas gentes.
Pero el Prautico se mantuvo fiel al Partido Comunista y este le envió gente y armas. Y se armó una estructura interna de campamento. Moisés quedo de jefe de campamento. Héctor de segundo, aunque cayó poco después. De Logística, Toño, el hermano de Gerardo. Como Operativo el Chino Ramón, o sea el encargado de organizar exploraciones, definir misiones para cada unidad, colocar hombres en el terreno, y necesitas para este cargo tener un alto sentido de improvisación.
Teníamos una posta fija, de día y de noche, además de contar con un “impresionante” refugio anti-aéreo, que consistía en dos líneas de tablas de barillo, una consumada obra de ingeniería con su claraboya cubierta, que estaba ubicado enfrente de Las Vueltas.
Contábamos con un certero puesto de observación, desde el cual era cuidadosamente chequeado el movimiento de los Guardias Nacionales, que iniciaban sus actividades a las 5 de la mañana, ya que había entre 15 a 20 agentes. Los teníamos cuadriculados.
Y esta posta especial nos permitía conocer y reconocer a los “orejas”, y las rutinas: cuando habían combates recios salían a patrullar; y que solo entraban a nuestros campamentos si había invasión; así como que tenían un ancianito para a la vez observar nuestros movimientos. Los vigilábamos y nos vigilaban, sin atacarnos, así era esta guerra de curiosa.
Al ancianito que nos enviaron de espía logramos reclutarlo, y le pusimos de pseudónimo por su edad y sin animo de ofender, La Reliquia. Lo pusimos a trabajar en la cocina, y feliz con nosotros porque nos explicaba que aquí si le daban de comer…y lamentablemente murió con nosotros, cayó en un bombardeo…
Como Jefe de Disciplina del campamento en Chalate
Cuando me envían para Chalatenango, Luís Hernández me dice: “vos vas para algo especial.”Y entonces al llegar a Chalate y presentarme con Moisés, me pregunta: y ¿para que venís? Le respondo: me dijeron que vengo para algo especial. Y me dice: ¿Y que es? Y no logro responderle y terminó la guerra y no logre averiguarlo. Son los misterios de la lucha guerrillera.
Entonces Moisés –lo sentí sarcástico- decide nombrarme como Jefe de Disciplina. Y le pregunto sorprendido ya que es un cargo que no existe en la jerarquía militar: ¿y cual va ser mi función? Y me responde categórico: tu función va ser la de sancionar.
Para esos días llegó Jonathan y asumió el cargo de Jefe Segundo, sustituyendo a Héctor. Me advirtió: te van a odiar. Jonathan, que se llamaba Francisco, era todo un personaje: anteojos tipo Ray-Ban, flaquito, con una mentalidad de calidad humana profunda, y tomador de decisiones, alta preparación militar, eficiente, con muy buen trato con la gente, con visión estratégica y táctica, complementaba a Moisés, y cuando este sale herido del frente, Jonathan toma el mando. Fue el tercer jefe del campamento: Byron, Moisés y Jonathan.
Y efectivamente todo jefe de escuadra y de pelotón cuando tenía algún problema con algún combatiente, me lo enviaba. Pensé que iba convertirme en el hombre más odiado, pero no fue así. El primer caso que atendí fue el de gente dormida en la posta, se trataba de una muchachita, de nombre Silvia, indisciplinada. La sanción fue que hiciera pechadas.
Otras sanciones que eran comunes eran la de enviarlos a ayudar a moler el maíz en la cocina, como sanción leve. Por suerte no tuvimos casos de sanciones drásticas. Para esta época también llega al campamento Pedro, que había sido estudiante en Leningrado.
Contábamos con tres escuadras de 7 combatientes cada una. Luego tuvimos cuatro escuadras. El Chino Ramón era el jefe de la primera escuadra. Rolando, de la segunda. Roberto el hermano de Laura, de la tercera. Me meten a la de Rolando, y al salir este asumo la jefatura. Esta integrada por Laura, Gonzalo, Fredi, y Robertón, que después fue jefe de escuadra.
Y nuestra fuerza miliciana que oscilaba entre 25 y 30 hombres. Los milicianos eran muy activos, nos garantizaban la comida. Y cuando la Guardia nacional venía y se llevaba nuestro ganado, ellos iban al pueblo a recuperarlo. La táctica empleada nos contaban riéndose era apoderarse del toro y traérselo y luego las vacas se venían solas de regreso, a buscarlo…
Así pasó el año 81. Había poca relación con las FPL, aunque estábamos cerca. No estaba muy definido donde estaba el territorio de ellos y el nuestro. Ellos tenían bastante población. Nos coordinábamos cuando había invasión enemiga. Ante el primer choque ya se sabía por donde venía el operativo. Cuando entraba por el lado de ellos la invasión se profundizaba.
Y en esto no dejábamos de repetir que la posta es la seguridad del campamento, es la clave de la sobrevivencia. Por eso hay siempre posta de medio día y posta de una hora por la noche. Y como Jefe de Disciplina era el responsable de las postas. En el campamento teníamos tres postas. Y estábamos arriba de un cerro de donde controlábamos nuestro territorio. Desde una posta veíamos el río que va por toda la calle hasta la orilla de Chalate…
Una vez la posta nos informó que la GN estaba penetrando, y pasó un grupo de refuerzo. Me acuerdo que estábamos comiendo, habíamos matado a una vaca, era un festín…y lo interrumpimos para organizar una emboscada, para golpearlos cuando estuvieran en movimiento, cada quien se ubicó en su puesto. Había un puente de hamaca que atravesaba el río y como un farallón. Y la GN pasó la calle arriba del farallón…Venían con defensas civiles, incluyendo a mujeres en caballo, y la “famosa” mujer que combatía, eran paramilitares que les daban seguridad a la GN. Pero cayeron en la emboscada, aunque unos trataron de resistir.
Eran 15 Guardias y solo uno quedo herido…la mujer cayó combatiendo con su fusil, guerreadora, se enfrentó con uñas y dientes…Me acuerdo que como estábamos comiendo, salí del campamento todavía con una tortilla en la mano que deje colgada en un cerco para después al regreso buscarla, pero ya no la encontré, Moisés me contó que se la había hallado y se la había comido.
Durante el combate, Santiagón, moreno, alto, indión nonualco, muy listo en el combate, agarró el cuerpo de un Guardia y se lo puso de parapeto y así avanzó hasta lanzarles unas granadas y así cayeron. Y logramos capturar a un teniente, era nuestro trofeo de guerra, nuestro primer prisionero de guerra capturado en combate, un gran orgullo, tanto que lo anduvimos paseando y en varias ocasiones trató de escapársenos.
Otra vez logramos en un combate recuperar varios fusiles, y esto nos permitió que toda nuestra gente anduviera armada con sendos G-3 y M-16, y hasta con uniformes de Guardias, nuevitos. Estábamos felices. Lo que nos sorprendió fue que días después llegaron unos mensajeros del jefe del campamento El Jícaro de las FPL, o sea de Felipòn, exhortándonos para que les entregáramos las armas decomisadas. Les preguntamos: ¿Cuáles armas? Las que recogieron después del combate. Y ¿Por qué? Porque las recogieron en territorio nuestro, nos explicaron. Nos pusimos a reír: díganle a Felipón que si las quiere…que él venga a traerlas, que aquí lo esperamos.
La guinda de septiembre
En septiembre de ese año tuvimos una invasión militar. Y la gente tuvo que abandonar sus caseríos y salir en guinda con nosotros. Nos fuimos hacia El Pepeto, caminando cinco días, llegamos a La Montañona, me acuerdo de un rotulo que decía: prohibido cazar a los monos. Pero nunca vimos a ningún mono. Luego nos movimos a Los Naranjos, cruzamos la calle y salimos a Las Vueltas, hacia el lado de La Laguna.
Estábamos sitiados y había que romper el cerco. Y había mucha gente, calculo unas mil personas, con sus respectivos sacos de maíz, frijoles, colchas, un tunquito o perro, el gato, el perico, la tortuga, el espejo, con los canastos llenos de sus pertenencias… Cada quien cargando su cacaxtle. Y todo esto pesaba, lo que hacía la marcha lenta como dice la canción. Les exhortábamos a votar lo que pudieran para aligerar el paso, pero eran sus pertenencias y las cuidaban. Pero cuando ya no podían las abandonaban e iban quedando en el camino. Yo iba en la retaguardia y contemplaba lo dejado.
Había gente que se quedaba en el camino vencida por el cansancio y el hambre. Decían: hasta aquí llegamos, ya no podemos más. Y teníamos que convencerlas: sigan, sigan, hágalo por sus hijos, se los van a matar…Otras se imaginaban obstáculos: ahí hay un hoyo y no se puede pasar. Y había que comprobarles que ahí no había tal barranco y que podían pasar.
Era una marcha masiva nocturna, en plena oscuridad, y cuando salía el sol corríamos a encharralarnos para que el enemigo no nos ubicara. Y los aviones y los helicópteros rondándonos, tratando de ubicarnos para disparar. Se escuchaba a veces: aquí no hay nada, pasen y al momento plosh, la persona caía dentro del hoyo, si hay hoyo, sáquenme por favor…
Al sexto día se decide que vamos hacia El Conacaste. Y el hambre nos obligaba a buscar para comer cogollos de papillos y hojas de tomate crudas así como a cocinar el tallo del papayo, cocerlo y comerlo como yuca, y sopa de hojas de tomate con ucula, una flor blanca como campanilla, que era una delicia de la cocina guerrillera, al agregarle el sabrosador Maggi.
Fíjate que cuando te quitabas las botas para descansar todo era normal, lo trágico y doloroso era cuando te quitabas los calcetines porque la piel se te despegaba…y había que poner los pies al sol para que se orearan…y untarlos con sebo de vaca para que las moscas no te molestaran.
En una de esas identificamos la presencia cercana de las tropas enemigas. Era ya de tarde y el cielo estaba claro. Si nos descubrían nos aniquilaban porque éramos mucha gente y ellos contaban con una poderosa capacidad de fuego. Cuando estábamos esperando ya el golpe final, empiezan a soplar fuertes vientos y se viene una gran tormenta con truenos y rayos. Y la oscuridad se apodera de todo… ¡Y el enemigo abandona el terreno!
El Mando nos informa: que el enemigo ya no avanza, que ya podemos salir y también que ya la gente se fue. La gente en medio de la tormenta se fue caminando por el río y regresó a sus casas… ya no encontramos ni sus huellas. Decidimos avanzar acompañados de los últimos relámpagos. Y del arcoiris que surgía imponente en los cerros aledaños. En el camino de regreso nos encontramos con un palo de jocote cargado, la tormenta los había botado en el suelo, de donde los recogimos directo para nuestras bocas, hasta atragantarnos.
Al ir camino al campamento, me pidieron que le prestara mis botas a un combatiente para ir a cumplir una misión de exploración. Se las di. Pero pasaron las horas y las botas no regresaban. Y entonces mande al Checo, que era un cipote aventado, para que fuera a decirles que me enviaran mis botas. Y las botas me regresaron. El Checo después cayó como parte de las Fuerzas Especiales. Al llegar al campamento la comida ya estaba hecha solo para servir, porque aunque las cocineras llegaran de último, la unidad que ingresaba primero aseguraba la comida de los demás. Esas fueron las primeras guindas.
La caída de Héctor
Otra vez detectamos desde el Cerro de las Cebadillas, que permite ver hacia Las Vueltas, que venía un camión lleno de soldados dispuestos a invadir. Me mandan con Héctor a darles la bienvenida. Llevábamos el RPG-2 y yo iba a disparar. Pasábamos por un cerco de piedra y luego bajábamos para ubicarnos en posición de tiro. Tire pero falle y los soldados lograron esconderse.
Decidimos regresar y al ir subiendo para llegar al cerco de piedra, cuando solo faltaban unos quince metros, escuche atrás de nosotros un boooom, el proyectil picó atrás de Héctor y sus esquirlas me lograron herir. Estaban tirando con obuses desde 11 kilómetros de distancia. Pasamos el cerco de piedra. Y Héctor entonces se detiene y me dice: les voy ir a tirar y se regresa. Le digo: no, vamos, venite. Regresemos. No me escucha.
En eso cae otro papayazo y golpea el cerco de piedra y las esquirlas le caen en su cuerpo y veo que siembra el fusil en el lodo…estaba muerto. Fui y me le acerque y lo coloque para traerlo al campamento, en ese momento llegaron otros compas y les explico: acaba de caer. Me dicen: oímos el vergazo. Lo sacamos ya muerto, a velarlo y lo enterramos en el cementerio de El Jícaro. Hay que ir a ver, a visitar, porque le hicimos una cruz. Fue un fuerte golpe, fue muy llorado por las muchachas de las FAL porque las enamoraba. Era novio. Y también muy sentido por todos los combatientes. Me acuerdo que le hicimos posta en el cementerio.
En La Escopeta, el campamento de Leocadio
Después de Navidad de ese año 81 recibimos la orden de irnos para Guazapa. El Mando nos llamaba para concentrar fuerzas, se clausura el campamento provisionalmente mientras cumplimos esta tarea, luego sería reabierto. Yo me quedo en un nuevo campamento localizado al atravesar el lago Suchitlán. Era el campamento de Leocadio, que tenía como centro su propia casa y quedaba a tres kilómetros del lago. Me quedo para ayudarlo. Había aterrizado en La Escopeta. Ya estaba ahí Mafalda (Ángel o Benito Lara), pero días después lo trasladan.
Leocadio era un campesino de la localidad, muy hábil, responsable, inspiraba confianza, y rápidamente simpatizamos, hicimos amistad. Tenía dos hermanos, Miltón y El Cabo. Y dos primos, Ciriaco y otro que se me olvida el nombre. Leocadio se levantaba temprano para ir a sembrar y chapodar su milpa y luego se iba a combatir. Era jefe militar, campesino y combatiente. Se había adiestrado militarmente en Cuba. Era un militar nato. Me dijo una vez: yo doy órdenes, vos hablás.
Leocadio tenía don de mando: tómense ese cerro, suban allá, bajen aquí…observen esa posición…el iba personalmente a buscar al enemigo, a buscar combate, era tan loco, atrevido…audaz. Decía: que vaya fulano y zutano a esta misión, y preparaba emboscadas para el enemigo y los buscaba y los golpeaba y luego regresaba victorioso. Y había que ir a buscar combate porque el sitio estaba un tanto aislado. Todos los días se salía explorar, y explicaba que de esa manera se controla el territorio, por medio del movimiento de nuestra tropa. A veces me decía: yo me voy a quedar, vos llévate la tropa. Llevalos despegados, a cinco metros de distancia.
Cerca de ahí había también un campamento de las FPL. Y más allá, en Copapayo, un campamento de las RN, ya cercano a Suchitoto. Me acuerdo que una vez venía invadiendo el enemigo y les montemos una emboscada, con poca gente, pero nos resultó exitosa. Salieron huyendo y logramos requisar una ametralladora y quince fusiles. Schafik que estaba en Guazapa supo de esta acción y mandó a llamar a Leocadio para conocerlo. Llegó Leocadio y platicaron.¿Cómo esta la situación? ¿Hay movimiento de tropas enemigas? Le responde Leocadio: normal. Todos los días hay movilización, todos los días. Schafik sugirió después al Mando: ¡manden gente donde Leocadio a prepararse!
Leocadio tenía varias lanchas para atravesar el lago y esto lo convertía en el jefe indiscutido –bromeábamos- de la Marina de Guerra de las FAL. Y había momentos en que se usaban mucho estas lanchas.
En La Escopeta habían cuatro escuadras donde estaban los combatientes Juancho, un excelente tirador con su carabina; Chicas, que era un cipote colaborador, Gerber, Jefe de Escuadra, de nombre José y hermano de Avalos, Omar, Milton, El Obispo, El Sacristán, Giovanni, que era muy amigo de Gerber y que hoy vive en Suchitoto y trabaja de guía de turistas. Y también había organización de Partido, una célula, y lo mismo hubo allá en Chalatenango.
Nos pasábamos pendientes de movimientos del enemigo para salir a su encuentro y enfrentarlos. Era importante identificar su procedencia, si eran de Cinquera o de Jutiapa, o era una invasión desde el otro lado del Cerro, e iban a entrar por Palo Grande y se iban a mover hacia Cabañas. O iban a entrar por El Franco sin tocar Palo Grande. O por el cerro de Azacualpa, donde estaba otro campamento de las FPL. Dime por donde vienen y te diré por donde pasan.
En Palo Grande, en el campamento de Joel
Pase todo el 82 junto con Leocadio. A finales de año me mandan a llamar. Y me ubican en el campamento de Joel Sánchez en Palo Grande. Ahí estaba también Chepón como segundo al mando, y al salir este, quedó Jonathan. Mi función era de político de la unidad militar. Claro, si el militar caía el político asumía y la tropa tenía que estar preparada para aceptarlo como jefe. Y estar al mando de un político, que era el que daba la línea del Partido.
Por esos días de principios de 1983 las FAL en Guazapa tenía dos expresiones territoriales: el campamento de Palo Grande al mando de Joel y el campamento de La Fuente al mando de Chepón, con Adolfo (La Garroba) como su segundo al mando. Se trataba de Medardo París, hermano de Job. Aunque Joel en ese entonces era el jefe en el Cerro de toda la FAL, de lo militar, de lo logístico, del hospital, de todo. Me voy donde Joel y Jonathan es ahí el jefe de operaciones. Estaba también Mario, El Tigre, aguerrido jefe militar.
Como político era mi responsabilidad garantizar todas las mañanas la charla ideológica. Y no de conceptos abstractos sino hablar de asuntos terrenales tales como que a fulano de tal le sacaron tal cosa de la mochila, por favor entréguenlo, eso no debemos de hacerlo, no podemos dejarnos condicionar por el sistema, somos compañeros en una lucha por una nueva sociedad donde no caben estas actitudes y por ahí me iba…O que hay que respetar las relaciones de pareja establecidas. Hasta teníamos local del Partido, una sede con murales y posters. Ahí pasaba el Chele Douglas de responsable.
Fíjate que desde Chalate veníamos con problemas de indisciplina. Habían dos muchachas muy bonitas, que habían desertado de la RN y se habían cobijado en las FAL, eran de San Salvador. Y eran muy indisciplinadas, tanto que una vez me sacaron algo de mi mochila y lo negaron. Y les puse una sanción y no la hicieron. Las amenace con denunciarlas públicamente y la cumplieron. Eran muy hábiles para garantizar su comodidad en medio de la dureza de la vida guerrillera. Evitaban la fatiga. En el Campamento de Palo Grande lograron que las ubicaran en la sede del partido y ahí pasaban tomando cafecito con quesadilla junto con Douglas. Mira las chulas decían los combatientes.
Ese año 83 fue creciendo la unidad militar, llegaba gente desde San Salvador a integrarse y también incorporábamos a jóvenes lugareños. Fíjate que era frecuente la llegada al campamento de combatientes de las FPL o de la RN, que venían huyendo de sus respectivos mandos y pedían: denme protección. Y al rato llegaban a traerlos y se entablaba una fuerte discusión.
Cuando esto sucedía en los territorios liberados de Leocadio, me acuerdo que les decía a los que llegaban a reclamar para tranquilizarlos: no se preocupen, al rato les llega uno de los nuestros y quedamos a mano. Lo que nunca sucedía.
Hablando de Leocadio una vez le ordenaron del Mando que se moviera a ocupar una nueva posición en El Paso. Pero Leocadio no obedecía, se hacía el suizo. El peleaba y peleaba bien y casi todos los días pero en su terreno y desde su casa. Tenía una gran capacidad para combatir tanto que fue de los primeros que requisaron. Pero era localista. Me recordaba a Chepayev, un personaje que se les salió del huacal a los ruso en su guerra civil. Al final se terminó optando por convencerlo que cediera una escuadra y el encargado de esta tarea era Marco Tulio, que se lo habían enviado como político. Estaba difícil y no pudo lograrlo. Leocadio era toda una personalidad.
Contaban que una vez Leocadio subió al Cerro, y el Mando de las FAL le preguntó que como se hacía para requisar y él tranquilamente les respondió: con huevos ¡hay que hincharlos! En ese momento Guazapa estaba en pañales, era fuerza nueva, no tenían experiencia.
En El Campamento El Paso
Me mandan para convencer a Leocadio que cediera una escuadra. Y me toma como dos meses convencerlo. Por cierto antes que yo llegara como enviado diplomático Marco Tulio cae. Una vez ya por costumbre, le digo: hemos sido amigos, dame la escuadra, no te compliques la vida. Se me queda viendo a los ojos y me dice: está bien. Y me pregunta: ¿Y a quienes te llevas? Ingenuamente le digo: dame vos unos que respondan. Y el muy hábil selecciona cuidadosamente a la gente que antes le habían enviado de Guazapa, y que venían de las FPL y de la RN, me entrega seis, entre estos al Sargento Carlos y me dice que pida otros seis al Cerro. Te llevas estos y estos otros, me dice. El se deshizo de ellos. Y yo logre una escuadra de doce.
Y con estos doce nos retiramos hacia una nueva posición, cerca de Cinquera y Tenancingo. Era un lugar cerca de un río. Estábamos además cerca de un campamento de las F y teníamos buenas relaciones con su jefe de nombre Jesús. A veces bajábamos al río para recoger jutes y prepararnos una deliciosa sopa. Enfrente de nuestro campamento estaba también una casa paradisiaca con muchos árboles frutales que nos dejaban cortar: mangos, papayas, nances, nísperos, jocotes, etc.
El campamento El Paso era para que pasaran combatientes sea hacia Cerros de San Pedro o hacia Chalatenango. Era un punto de paso de tropa, alimentos y logística. Ahí pasaba la gente, descansaba, dormía, comía. Como un hotel de cinco estrellas en plena guerra, con servicio de restaurante aunque no de alojamiento. Nuestra misión era garantizar el paso.
Cada cierto tiempo teníamos que ir a abastecernos con dos mulas y traerlas cargadas de maíz y otros víveres. Y teníamos a las compañeras cocineras, que eran las que echaban las tortillas y preparaban las comidas. Eran tres: Aminta, Marlene, que era la mujer de Raimundo y la mamá de Lito. La molida del maíz la realizábamos nosotros. Las cocineras no combatían aunque algunas podían hacerlo y cuando había necesidad tenían que asumir.
Una vez estoy en mi campamento esperando que la Guardia Nacional venga a atacar ya que Cinquera quedaba al otro lado, y llega Lucano, el paramédico y me dice: yo no se que tiene Usted en la cabeza, como lo utilizan…le han dejado doce heridos, y cuatro de ellos de hamaca. Y yo no sabía. Me los habían dejado sin avisarme. Voy a verlos. Les explico a los de hamaca que en subida los vamos a cargar pero que en plan deben de caminar.
Horas antes había estado Joel Sánchez luego de fracasar en la toma de Cinquera. El me había dejado estos heridos…luego que le dije que me enviaban donde el enemigo no iba a llegar, donde no cae nada ni la siguanaba…sin decirme me los dejó. Le digo a Abraham el radista: llama a Joel. Sánchez y decile que la mercancía que me dejaron no la puedo asegurar. Me responde: ¿de que mercancía habla? Le digo: aquí no hay lugar seguro. Me dice: ahí téngala. Le digo: si, yo los voy a llevar de la mano y les tiro el radio. Me llama. Quiero hablar con él. No le respondo.
Al día siguiente íbamos en guinda con Lucano y los heridos. Y logramos llegar a orillas del Lago, y conseguimos las embarcaciones y los pasamos al otro lado, a Chalate. En el camino tuvimos un encuentro con el Diablo, pero con El Diablito( Carlos Ruiz). Le preguntamos: ¿Nos pueden ayudar? –Vamos a ver, lo más duro es subir en Chalate…nos dice. Que alivio, ellos se los llevaran, pensamos.
Y regresamos, y al llegar al campamento nos preguntan. ¿Y los heridos? Llama al Diablo. Resulta que solo los apartó del camino y había que irlos a traer. Me dan a Ulises y a Ochoa para irlos a traer. Y nos vamos, en el camino – que parecía ser muy transitado por diversas fuerzas- me encuentro al chapin Cesar Montes de la RN, era amigo de Jonathan. Al final encontramos a los heridos y resolvimos, pero me encolerice. Casi siempre me peleaba con los jefes por lo que fui creándome la fama de gruñón. Pero con la tropa era diferente, les levantaba la moral.
En una ocasión tuvimos la sorpresiva llegada de Chepón, acompañado por unos sesenta hombres a los que había que garantizarles servicio de comida. Y solo tenía en mis “bodegas” para doce raciones. Envié a mis ayudantes a rebuscarse: mejor no regresen si no traen nada. Marlene llega y me dice: solo tenemos 15 tomates. Le digo: ponelos a coser, y luego échalos en un tazón, y les agregás sal, cebolla, ajo, y harina para que queda como una masa para espesar. Y que chuponeen con tortilla…
Hablando estábamos cuando ella me dice: mire ahí esta el Comandante Chepón comiéndose los tomates. Voy y le reclamo: se tiene que asegurar el abastecimiento.-Mire yo soy jefe. Le respondí: usted es jefe de su unidad, pero en mi campamento mando yo. Se va enojado. Al día siguiente la tropa llega por la comida. Les decimos que no hay comida porque el Comandante Chepón se la comió anoche. Y se fueron y al rato escuchamos los fusiles disparando Le pregunto a Jacinto qué pasaba. Y me responde: cuando la mara se encachimba, los jefes no cuentan…
Como a las 10 de la mañana aparece Hilario, el Viejo Hilacha, que era el político de la unidad de Chepón, y me dice: vengo a hablar con vos. Le respondo: que vergón, te acordaste al fin. Me dice: vos te pasaste. Le respondo: Él (Chepón) tampoco trato de resolverlo. Me dice: vos no pensás en la guerra pensás en las batallas…Le respondo: sin los tomates la guerra no se gana. Al paso, ustedes van de paso. ¿Estamos perdiendo o ganando la guerra? Se retira el Viejo Hilacha enojado. En el fondo pasaba que Chepón estaba molesto porque siendo él comandante y yo teniente, me le había plantado.
La toma de Cinquera
Pero también de El Paso salíamos a cumplir misiones, como “darle riata” a Tenancingo o intentar tomarnos Cinquera. Tomarnos Cinquera nos costó mucha sangre, sudor, sacrificios. Hicimos dos intentos y tuvimos heridos, muertos. La moral de la Defensa Civil y de la Guardia Nacional ahí era elevada. Y estaba el Coronel Ochoa Pérez respaldándolos con sus soldados desde Sensuntepeque.
Hasta que finalmente logramos derrotar la estrategia enemiga: mortero contra mortero, les hicimos un tiro parabólico que hasta las esquirlas nos rebotaron, estábamos combatiendo muy cerca el uno del otro, a 150 metros de distancia. Metimos todo lo que teníamos: cañones, bazucas, fusiles, ametralladoras. Y logramos vencer pero con un costo elevadísimo.
Ahí perdimos a valiosos combatientes, a Gonzalo, Macarela, Santiagón, que habían venido de Chalatenango. Fogueados en decenas de batallas. Ahí cayó El Chamo, Fabricio, el papá creo de dos gemelas, de apellido Ochoa, ahí cayó, era internacionalista, comunista venezolano.
La batalla de Tenancingo había sido antes…y fue ahí que murió Gonzalo y no en Cinquera. Y no lo mató el enemigo sino un compa por accidente. Gonzalo se atravesó y él no alcanzó a distinguirlo y le disparó. Logramos tomar Tenancingo. Los paramilitares lograron salvarse, huyeron. Dejaron abandonadas sus economías, sus negocios. Y compramos entonces mucha comida, hasta para regalar, incluso les compramos a algunos orejas.
Después de Tenancingo y Cinquera me desmovilizan de El Paso, me sacan del campamento. Y me pasan a las afueras de Tenancingo, con la misión de garantizar la comida para nuestra gente. En esto Rolando aparece con dos tunquitos, y René Armando que requisa una vaca.
Y al estar disfrutando de comida que nos habían enviado me dicen: agarra tu fusil, tu mochila y las medicinas y te venís…me llevan de médico, junto con una muchachita, Carmencita, que iba de brigadista. Nos preguntábamos en el camino ¿adonde vamos? Formamos y nos despidieron. Nos dicen: van hacia una gran misión. Presumo que ha terminado mi etapa de El Paso. Esto fue después de la toma de Tenancingo. Íbamos para Cerros de San Pedro en San Vicente. O quizás incluso más allá, como que se estaba preparando algo grande y efectivamente así fue, estaba por nacer la BRAC.
Hacia Cerros de San Pedro en San Vicente
Por cierto en el camino íbamos todos con el estomago rugiendo debido a la gran comilona que nos habíamos pegado. Permiso para ir a hacer mis necesidades, ya no puedo… y salían de la columna y corrían hacia el monte bajándose los pantalones. Andá pues. Era generalizado.
Cuando íbamos caminando, nos sorprendió el grito orden de Federico: ¡que nadie se salga de la columna en la calle asfaltada¡ De una casa al lado de la calle comienzan a dispararnos y nos matan a un compañero. Nos hicimos al lado de un talud y en actitud defensiva. Estábamos en el Paso de los Conejos, un lugar entre San Rafael Cedros y Santo Domingo.
Nos indica Federico ( Schafik hijo) que el último pase primero la calle y que el primero pase de último. Me sonó un tanto bíblico pero obedecimos. Fuimos pasando la calle ante la segura mirada de francotiradores enemigos. Al pasar, veo tirado en el suelo al compañero caído y veo que no esta muerto, tiene solo un rozón en el pie. Lo reconozco. Lo levantamos y lo pasamos. Era Luís Gálvez Trejo, un esquimal. Y en memoria de este momento una vez le dijo a su hija señalándome: por vos es que esta tiene tata. Luís había llegado al frente como periodista y fotógrafo, pero sus peticiones de cámara y acceso a lugares donde se combatía no siempre se cumplían, lo que lo incomodaba.
Camilo (El Puma) era jefe ya para esa época, y ya usaba su eterno sombrero. Era un improvisador nato, nunca planificaba pero su ingenio militar, su creatividad ilimitada le permitía casi siempre sortear las dificultades del combate y salir invicto…
Una vez nos avisan que se acercaba el Batallón Atlacatl e íbamos a hacer contacto. Entonces Federico mueve una unidad y la coloca al frente para que choque con el enemigo, mientras que Pelsón, José (el Dominicano) y Reynaldo cuidaban la vaguada. La unidad adoptó la forma de una ele. Federico dispuso retirar a la gente.
Nosotros nos quedamos, junto con Wilfrido, hermano de Sigfrido Reyes, al que luego el enemigo le dispara y lo capturan. Por cierto tenía dos días de haber ingresado al frente. Antes del combate hay nerviosismo. Se oyen voces allá por la vaguada. Alguien grita: ¡hay vienen! Federico grita: ¡cálmense! Pero José dispara y comienza el combate…nunca había estado en un combate y entonces sentía miedo, no sabes que los otros se han ido, estas frente al enemigo, sentís miedo y disparás también, se te sube la adrenalina, sentís cólera, rabia, y se te pasa el miedo…
Les oímos que dicen los soldados: aquí esta uno. Pero ahí no hay nadie de los nuestros. Pero luego supimos que se referían a Wilfrido. Y escuchas el sonido fuerte y cadencioso de las ráfagas. Propongo: zafémonos. Y salimos en zigzag, corriendo por el campo pelado, que es plano, sin milpa, sin oportunidad de parapetarse, cuando veo a un grupo detrás de un cerco de alambres y paso ligero al otro lado por suerte sin quedar trabado. Y entonces nos dicen: ustedes dejaron a un compa nuestro allá atrás. Nos sorprende la información. Les respondemos: no sabíamos que estaba ahí…
Seguimos nuestro camino, íbamos en realidad hacia Jucuaran. Dejamos el campo vacío, no combatimos. Pasamos por La Carbonera, que es un lugar tan pero tan caliente que la hierba agarra fuego sola; Arcadio me comentaba alegre: ya va ver compa que ya vamos a llegar…El era el jefe del segundo pelotón de la segunda compañía de la BRAC. Era hermano de la Capitana Ileana, de Mirna y de Alejandra. Era un gran familión y todos de la FAL. Y la mayoría cayó, el mismo Arcadio murió después que le amputaron una pierna, porque le explotó una mina.
Íbamos a la fundación del Batallón Rafael Aguiñada Carranza, BRAC. Todo un acontecimiento. Era la época de las grandes concentraciones de tropa de las fuerzas que integraban el FMLN. EL ERP tenía la BRAZ. Y lo mismo las FPL, la RN y el PRTC.
Le dimos la vuelta al volcán…pasando por La Cajeta, por el Infiernillo y a caer al Chinchontepec. Esperando, descansando, buscando hacia el Chaparrastique…El Jiboa, San Carlos Lempa, San Marcos Lempa, y luego hacia arriba buscando el Chaparrastique, se pasa Las Placitas…
En el campamento de Jucuaran
Pasan los días y seguimos caminando, la mayoría va en estos momentos desarmada y después regresara con fusiles… y caminás hacia Usulutan, a un lugar como silla turca. Después pasamos El Taburete. Y después de atravesar una cordillera llegamos cerca de Jucuaran. Y aquí el jefe ya no era Federico sino el mando pasó a Ramón Suárez (Rafael Benavides o Barba Roja).
Ya cerca de Jucuaran nos envía Suárez a la primera misión: cuidado, van ir en grupos a sacar quesos que hemos encargado. Es gente simpatizante. Es un queso fresco sabroso en capas. Al llegar el queso era tanto que hubo que partirlo y cada quien guardo en sus mochilas una parte. Pero al llegar ya no lo querían ceder porque alegaban que ellos lo habían traído. Reacios, pero hubo que ceder.
Me gustaba el estilo de conducción de Suárez, había acumulado mucha experiencia y sabía trasmitirla. No era prepotente como otros. Lo admirábamos porque trataba de enseñarte, que aprendieras el rudo oficio de guerrillero. Una vez vimos unas milpas sembradas y entonces nos dijo:
Bueno, hoy van a aprender a hacer trabajo de expansión. Si quieren comer hay que hablar con la gente. Cada escuadra va recibir un colón y van ir a comprar. Dependiendo de como hablen así van a comer. Los que hablen mejor comerán mejor. Hicimos la experiencia, comimos elote cocido, atol, y hasta le pusimos un fresquitop al atol y ¡con el colón en la bolsa casi todos! Después me afligí cuando al orinar note que me salía un líquido rojo ¿y esto? Y me acorde aliviado que era el fresquitop.
Al fin llegamos al campamento que estaba entre manglares y una brisa marina, nos recibieron con los respectivos honores: tortillas tostadas y pescado frito con arroz. Una delicia, un banquete para nuestros estómagos guerrilleros. Ahí pasamos varios días descansando. Había bastante gente, de ahí y la que había llevado Chepón de Guazapa, de Cerros de San Pedro y nosotros. Calculo bien unos 350 combatientes. O sea un batallón.
En determinado momento la sorpresa fue revelada: fueron a abrir los tatus y trajeron las armas, algunas enlodadas. Se trataba del armamento entregado por los vietnamitas que ellos le habían arrebatado a los invasores yanquis, y que entregaron en solidaridad con nuestra lucha, con la lucha del pueblo salvadoreño. Y llega toda la fuerza a quitarles el lodo y a recibir las que iban a ocupar. Cada quien recibió un fusil y otro más para llevar, y municiones de servicio, 5,000 a 6,000 cartuchos, además una ametralladora punto cincuenta con su respectiva mula para llevarla.
Y ya armados y bien armados, comidos y bien comidos, alegres e invencibles, emprendimos el regreso hacia el volcán Chaparrastique… pasamos por el Infiernillo, donde antes estuvo un campamento de las FAL, dimos un golpe en San Cayetano Ixtepeque; pasamos por Guadalupe, y llegamos a La Quesera en Cabañas. En este lugar la Comandancia local tenía acaparados todos los quesos y los atacamos. Íbamos con suficiente munición y con una moral altísima. Ahí salió herido El Chele, pero le hizo huevo, caminó…se atacó también Ciudad Dolores.
Y llegamos al Chinchontepec. Al ir subiendo por el volcán, te perdías. Y los paramilitares nos agarraban para prácticas de puntería, con checos nos disparaban desde abajo. Hacia el lado de Guadalupe y Verapaz había ya pedazos de montaña que se habían desprendido, eran lugares donde te hundías en el lodo. La bajada era difícil, se bajaba por La Cayetana. Al fin llegamos a Cerros de San Pedro y ahí descansamos. Veníamos armados y cuidando la mula que traía nuestra Tostona, la punto cincuenta.
Al acercarnos al paso de Los Conejos decidimos cobrarles la factura por el ataque, por la emboscada que nos habían hecho anteriormente, cuando pasamos a la ida. Antes nos atacaron, hoy les vamos a caer, dijimos. Diseñamos una estratagema: nos íbamos a vestir de verde olivo y les íbamos a llegar fingiendo ser guardias. Rene Armando, que se había preparado militarmente en Cuba, iba como el jefe. Había estado al mando de la tropa en Guazapa, pero el jefe superior era Joel Sánchez.
En atrevido desfile militar atravesamos de día entre Santo Domingo y San Rafael Cedros. Todos los campesinos nos observaban, en especial los defensas civiles. René Armando les habló con voz de mando: llamamos a todos nuestros apoyos que se presenten a la Comandancia con sus respectivas armas. Y fueron llegando. Odir se encargó de ir revisando y requisando cada fusil que le entregaban. Y hasta se permitía hacerles observaciones: Mirá, en el lodo lo has tenido…mirá lo tenes arruinado…mirá no te da pena el estado del arma…No lo has cuidado.
Al final los paramilitares estaban todos desarmados y preocupados. Pongan todas las armas aquí y nadie se mueve le dijo René Armando. Y entonces una mujer le alcanzo a decir a su marido: Isidro, sos un tonto, estos no son soldados , que no ves que no tienen las jinetas en los hombros… Pero ya estaban desarmados… sin un solo disparo. Se decidió dejarlos libres para que explicaran al ejército la forma en que perdieron sus armas. Y finalmente llegamos a Guazapa, el lugar de donde habíamos salido unas semanas antes.
La creación del Batallón Rafael Aguiñada Carranza
Ya en Guazapa y en el marco de la constitución del Batallón Rafael Aguiñada Carranza, el BRAC, se formaron tres compañías: la primera integrada por personal de Guazapa, la segunda por personal de Cerros de San Pedro y la tercera revuelta: por un pelotón de Guazapa, un pelotón de Cerros de San Pedro y otro de Jucuaran. Esta última estaba dirigida por el Sargento Felipe, El Yuca, un indio nonualco entrenado en Cuba, malencarado, pero que formaba buenos combatientes y se interesaba por el bienestar de la tropa, era justo y por eso lo respetábamos.
Posteriormente, solo quedaron dos compañías: la primera y la segunda. Y en la segunda se integró el pelotón de Jucuaran. La primera compañía estaba bajo el mando de Oscar y era gente más fogueada en el combate, estaba en el puesto de mando y la integraban gente de la capital, de la zona central, de Chalate, y algunos antiguos de Cerros de San Pedro; la segunda bajo el mando de Manuelón, de gente de Cerros de San Pedro. Yo estuve en esta segunda.
Interesantemente ambos jefes de las compañías venían de la RN. El jefe máximo de la BRAC era Barba Roja. Al llegar a Guazapa se formaron los pelotones. Eran seis pelotones. La desintegración de la tercera compañía estuvo vinculada a que una escuadra de gente de Leocadio, desertaban y se regresaban a su lugar de origen, se iban para sus casas. Predominaba en ellos el localismo.
En el cerro de Guazapa, de La Fuente al Franco hay tres kilómetros en línea recta. Se hace en media hora con una columna y cargados, una sola vereda nos unía. Arriba y abajo del cerro estaba la Fuerza Armada. La primera compañía estaba en La Fuente y la segunda en El Franco. Eran movimientos de grandes concentraciones, que posteriormente se modificó.
Y empezamos a desconcentrarnos. Era un proceso que había que asimilar porque estábamos ya habituados a las grandes concentraciones de tropa. Entonces Manuel el responsable de la segunda compañía, sale con permiso. Yo estaba de segundo de Manuel, además de ser el responsable de salud. Y tenía la responsabilidad de formar brigadistas de primeros auxilios. Al salir Manuel quedo de responsable de la segunda compañía. Ítalo estaba de segundo de la primera compañía.
Tenía la responsabilidad de mantener a la gente activa en calidad de combatiente, de mantener la moral combativa. El Comisario Político era Ochoa (Santacruz). Y él me apoyaba para evitar el aburrimiento y que no nos faltaran acciones de emboscadas, golpes de mano, sabotaje a la energía. Me acuerdo que realizamos emboscadas en Calle Nueva, y en la Troncal. Y activábamos en Pinar, Nejapa, Santa Inez (Guayabal). Luego Darío (Orestes Ortez) fue asumiendo esta responsabilidad y yo la de Personal.
Al otro lado estaba la Columna Jacobo Campos Valle (Columna de La Fuente), que había venido de Chalate. Los otros trabajaban en expansión. Una vez realizamos una acción con Horacio (Jefe de escuadra) en el Pinar. La primera compañía en esos momentos se había trasladado hacia el Volcán, para realizar trabajo de expansión.
Activábamos bastante en la Troncal, dando golpes de mano, emboscadas, requisando. Una vez en un combate oíamos por radio que un oficial pedía ayuda para que lo sacaran. Y su jefe le decía: espérate. Y él explicaba: estoy herido pero tengo un cañón y la radio y no quiero que se pierdan. Y nuestros compas buscándolo afanosamente. Y tuvo suerte, se salvo el militar, porque no pudimos encontrarlo, no buscamos donde debíamos, en una cuneta al otro lado de la calle.
Y por otra parte, en este mismo combate, existía la presión de Orlando (Pajita) para actuar no obstante que el era contención. Orlando era un viejo amigo y camarada, originario de San Juan Chiquito, hijo de Porfirio. Orlando me presionaba para que lo dejara atacar. Le repetía que él era contención. Pero insistió tanto – ahí están agazapados y los tengo en la mira, tené confianza no te voy a defraudar-que no obstante la oposición de varios, le dije: dale, pero no me vayás a salir con un muerto.
Y efectivamente Orlando logró requisar cuatro fusiles, ante los reclamos de los demás compañeros que él era contención. Si requisabas cuatro fusiles podías quedarte con uno y entregar el tuyo. En el fondo estaba celoso que otros iban a requisar y no su grupo. Requisar –el botín de guerra- era uno de los deleites del combatiente, ancestral, insustituible, anhelado. Mira mis botas, mira este uniforme, mira este fusil.
La emboscada de la Panamericana
A veces la búsqueda de requisar provocaba tragedias. Como una vez que fuimos a Santa Elena, en Cerros de San Pedro, a poner una emboscada en la Panamericana. Yo era el responsable entonces de la medicina de la segunda compañía, que dirigía Manuelón. Y participaba Joaquín, que era jefe de medicina de la primera compañía.
Íbamos a golpear a un convoy de camiones con tropa de la III Brigada de Infantería que pasaba por el lugar. Era una actividad realizada en conjunto con el PRTC. El RPG-7 lo llevaba alguien del PRTC. La emboscada consistía en que al pasar, se le pegaba a un camión y luego se atacaba. Y el PRTC haría la contención. Dicho y hecho.
Pero al momento que nuestros compañeros se preparaban para atacar y requisar –me acuerdo de la Chele Mayra saliendo a requisar- los del PRTC comienzan a dispararnos y nos matan a Lico, a Edwin, y hieren a tres más incluyendo a Herbert, que le atravesaron el hígado y perdió la pierna.
Bajamos e íbamos caminando por la calle quemada y a los lados la hierba quemada también por la explosión, cuando llegan unos helicópteros y aviones que comienzan a dar vueltas sobre nosotros y a dispararnos. Se da la orden que nadie corra, que todo el mundo parado para que los aviones no nos detectaran. Pasamos así como una hora pero un miliciano corrió y se armó el despelote, empiezan a tirar y ametrallar. Dan la orden de guarecernos y seguir hacia los campamentos.
Una brigadista iba conmigo, de unos doce años, nunca había estado en un combate y bombardeo y temblaba descontrolada. Le dije: cálmese, mire no vamos a correr, vamos a aguantarlo. Me dice: mejor vamonos. Y comienza a llorar. Las bombas caen a 50 metros. El otro tiro iba para nosotros. Aquí quédese. Quiere salir corriendo. Al suelo, tírese al suelo, No lo hace y la agarro del pelo y nos lanzamos al suelo. Yo encima de ella y ella llorando.
Y pum atrás de nosotros a 30 metros. Y la explosión nos baña de tierra y piedras. Ya pasó, le digo para tranquilizarla. El otro será más lejos. Nos sentamos. Y veo que tiene la cara toda llena de tile. Y le digo: esta como un payaso. No comprende y más se llenaba de tile al tratar de limpiarse. Le digo: mirese en el espejo. Lo saca y al verse me grita: ¡por Usted! Se calma y podemos irnos.
Vemos que va herido otro compañero. En el camino de regreso al campamento, antes de pasar el puente Amatitan Abajo, viene un avión que pasa tirando y la bomba cae a 75 metros. De nuevo nos tiramos al suelo. Y me veo con sangre, una esquirla me había herido. Me venda y me dice: al llegar al hospital lo voy a curar. La esquirla e arrancó un pedacito de piel, un cholloncito, era la primera vez.
Sobre nuestros compañeros caídos y heridos en la emboscada, sucedió que un tal Cande, jefe de pelotón del PRTC, se creyó el mito que él siempre requisaba, y llegado el momento tenía que regresar con algo, fuera un fusil e incluso una cinta de zapato, cualquier cosa, pero algo del enemigo. Con su mente enfermiza dio la orden de disparar contra nuestros compañeros para evitar que requisaran. Y al final, dada su descomposición ideológica, terminó yéndose con el enemigo y anduvo poniendo dedos, ya totalmente vendido…
Las famosas minas
Una vez salí herido y decidieron enviarme a la capital para la curación. Y me metieron al Hospital de Diagnóstico y justifique que había caído en una mina de la guerrilla. Salí herido en el 84 y en el 85. Los médicos que me atendieron se portaron a la altura y pude recuperarme para regresar a Guazapa. Nunca se imagino la inteligencia enemiga que a veces nos curábamos en sus narices en los hospitales de San Salvador.
Fíjate que el Comandante Hugo hizo un estudio que un 72 por ciento de nuestras bajas eran causadas por minas nuestras, no por el enemigo. Una vez le pregunte a Gabino: ¿dónde pusiste las minas? Y me responde: por ahí. Creo que ni él sabía…Todas las noches se ponía una mina por seguridad cerca de donde dormíamos.
Y una vez se me olvida en la mañana quitar la mina. Se trataba nada más de quitar el separador, que hace contacto con un chuchito de ropa y si te pasas llevando el hilo eso hace explotar la mina. Me llegó por atrás sino me hubiera volado la pata, como les pasó a muchos.
Otra vez fue durante el Operativo Fénix, iba con Joaquín el medico, íbamos de retirada, cargando las cosas del hospital y pasamos por el campamento de la FES, que era totalmente compartimentado y ahí habían dejado una mina. Y pum. Joaquín se cae. La mina a mi me daña. Se ha roto la columna. Me recogen y me llevan en hamaca. No se salgan del camino ¡Cuidado!
Me llevan de El Franco, pasando por La Fuente, el campamento de las FES, la Aldea (donde el ERP tuvo su campamento) y fue de ahí de donde me enviaron para el Hospital de Diagnóstico para que me operaran. Antes había recibido la visita de Marcelo quien me había propuesta ante mi mirada de sorpresa, operarme en el campamento y realizarme una ¡laparostomía exploratoria! Fíjate que hasta los soldados en El Roblar oyeron la explosión y se comunican por radio. Entre a los cuatro meses de nuevo, ya recuperado.
Había sido el político de la segunda compañía además de responsable de la medicina, y trabaje también como sacamuelas, con los dientes. Llegaban a buscarme de la primera, y de la segunda compañía y también de las columnas. Hice rellenos, raspados, endodoncias. El año 86 la pase de dentista. Tenía mi maquinita, sentado en un tronco de árbol. Y hasta tenía ayudantes.
En el 87 salgo del frente. Salgo cuando se empezaba ya a preparar lo que fue la Ofensiva de Noviembre de 1989. Ya se estaba fabricando una variada fauna que incluía los famosos tepescuintles. Y se miraban caras nuevas, que entraban y salían del campamento. Salgo de nuevo herido, y se necesitaba operarme. En tres días me sacaron, con sonda en la nariz. Me llevaron esta vez al Hospital Bautista.
Me pregunta el medico: ¿Cómo estás? Le respondo: jodido. Me hacen cuatro operaciones en menos de un mes. Luego comencé a recuperarme, estuve por dos meses en casa de Any Castañeda. Mi agradecimiento dondequiera que se encuentre. A mediados del 87 salgo a cumplir una misión al exterior. Salgo del frente junto con Armelio, que todavía vive en la Ciudadela Ungo con la legendaria Abuela de las FAL, la gloriosa jefa de cocineras…una verdadera heroína.-