Espantar a la mosca azul, consejo de Frei Betto. Mónica Rivero

La mosca azul es, en el libro de Frei Betto, el poder corruptor. Acaso la asociación venga porque esta especie tiende a poner sus huevos en la materia en descomposición; algo no del todo lejano a lo que ocurre cuando alguien «enferma de poder». Pero encontrar la analogía que propone el título de la obra, es apenas uno de los motivos para hacer su lectura.

Ricardo Alarcón, presentado por última vez como Presidente del Parlamento, Gilberto Valdés, director del Instituto de Filosofía, y Ricardo Barnet, uno de los editores (Ciencias Sociales), acompañaron al autor; quien presentó su obra como una reflexión autocrítica acerca de su generación.

«Una generación que superó cárcel, tortura, asesinato, y una vez que llegó al poder, se acomodó». Betto confesó haber creído durante mucho tiempo que el poder cambiaba a la gente; pero que había descubierto luego que lo que hace, en verdad, es revelar su esencia. «Por allá -dijo- tenemos un dicho que versa más o menos así: Si quieres conocer a Juanito, dale un carguito”. Aquellos en tales circunstancias manifiestan lo que realmente son, toda la bondad, o la maldad, o la miseria o la magnificencia que hasta entonces habían tenido en potencia o en más o menos desarrollo.

«Mosca azul trata del poder, la mayor de las tentaciones humanas. Recorro los clásicos: Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Montaigne, Hanna Arendt, Robert Michels. Intento diagnosticar el proceso histórico que llevó al Partido de los Trabajadores (PT) al gobierno de Brasil y las causas de su involucramiento en procesos antiéticos. Analizo la crisis de la izquierda brasileña, su tendencia a cambiar un proyecto de nación por un proyecto electoral, y enfatizo en la importancia de gobernar en sintonía con los movimientos populares, condición de una democracia real«; explicó en una entrevista.

Así, pues, debe evitarse «la picada de la mosca azul. La política es consagración: servicio, donación, riesgo». Él, Betto,  bien lo sabe: así lo hace desde los 13 años. Para tener una introducción a la obra, nada mejor que las palabras de presentación leídas en la Sala José Antonio Portuondo, en una de las últimas jornadas de la Feria, por Gilberto Valdés:

PALABRAS DE PRESENTACIÓN DE GILBERTO VALDÉS

Las palabras me salvan, tornan terriblemente lúcida mi demencia y me disipan las sombras del alma. Tengo con ellas una relación pasional, promiscua, lexicofágica. Las como, las bebo, las respiro, son ellas las que pueblan mis sueños”. Habría que añadir algo a esta confesión, una máxima que Mario Benedetti dijera de otro grande de las letras: “La moral de los hechos aclara su palabra”.

Y esos hechos de una vida como la de Frei Betto son los que clarifican esta sui generis reflexión ética y estética sobre el poder que fluye en su libro La mosca azul. El ingenioso poema de Machado de Asís que da título al libro narra la fascinación de un paria ante una mosca azul que brota entre las hojas de una rosa encarnada, que lo encandila con la magnificencia del poder que cree ver a través de su fulgor, la atrapa con sus manos, curioso por esos mundos, y termina disecando su ilusión, sucumbe la mosca azul y se desvanece aquella visión fantástica y sutil. El paria pierde la mosca azul que creyó poseer, enloquece.

Vale advertir al lector. No hay en el texto un rechazo romántico al ejercicio del poder y al liderazgo y mucho menos a la política. Todo lo contario. En reciente entrevista, el autor aclara: “La persona revestida de poder ―cualquiera que sea: síndico o gerente, policial o político― debería prestar atención a lo que de ella dicen sus subalternos. Vox populi. Pero no es lo que acontece en general. Prestamos más atención al juicio de los pares y superiores, en búsqueda de reconocimiento de quien tiene poder de ampliar nuestro poder”.

Esa relación de poder corrupto y corruptor se hace más dramática en las sociedades neoliberales, signadas por la absolutización del principio mercantil, en las que prima la política-espectáculo, la contaminación visual y la “pornografía” política, en medio de la  irrelevancia decisoria del voto ciudadano, el vaciamiento de la democracia representativa, el clientelismo político y el secuestro del estado por las élites de poder.

“La política siempre fue un factor de educación ciudadana –escribe. Vaciada de contenido ideológico y firmeza de ideas, se transforma en el mero negocio de acceder al poder”.

Betto apuesta por otra Política, por otro Poder (sin dejar de contemplar la posible pertinencia del escepticismo freudiano sobre las ambigüedades del deseo, refractadas en la instancia política). Una política emancipatoria, que tenga a la ética como referente para evaluar los medios que construyamos en el camino para llegar, sin arrepentirnos, al fin anhelado, que siempre propicie espacio a la autocrítica propositiva, como antídoto al elitismo y la desvinculación  con los principios que enarbolamos.

Sin embargo, mientras no se logre superar los procedimientos heredados de la democracia liberal reconoce que “a la izquierda no le queda más alternativa, si quiere ganar elecciones, que someterse a los parámetros del marketing”, el que cada vez más –nos recuerda–, fabrica candidaturas desideologizadas en aras de satisfacer a los “consumidores-electores”.

Entre las sugerencias sustantivas que aporta en aras de impregnar un uso contragehemónico a esos mecanismos, está el llamado al financiamiento público de las campañas electorales. Esa centralidad de la ética a la hora de concebir el ejercicio de la política es la que lo lleva a afirmar: “El mundo y la crisis que le afecta sí tienen solución. Siempre que los países fueran gobernados por políticos centrados en otros paradigmas que huyan del casino global de la acumulación privada y de la incontenible espiral del lucro. Paradigmas altruistas, centrados en la distribución de la riqueza, en la preservación ambiental y en el compartimiento de los bienes de la Tierra y de los frutos del trabajo humano”.

El texto no aspira a ser un tratado profesoral de filosofía política –algo ajeno a la epistemología y la sensibilidad freireana,  sentipensante del autor, para quien “pensar duele” y el saber resulta más eficaz y solidario si se construye y se comparte desde el disfrute y la belleza–. No obstante, desde estas páginas podemos identificar diálogos, afinidades y discusiones con los clásicos del pensamiento político: Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Montesquieu, Rousseau, Max Weber, Marx, Lenin, Che Guevara.

Asoman referentes fundamentales de nuestro escenario latinoamericano como la teología de la liberación, el “mandar obedeciendo” de los zapatistas, el poder obedencial de Evo Morales, la Revolución Cubana como permanencia en lucha y cambio, la ejecutoria del MST y las Comunidades Eclesiales de Base, el feminismo emancipador, las organizaciones indígenas, el ecosocialismo. Todas vertientes de pensamiento y acción alternativa para enrumbar las luchas estratégicas contra lo que define, con rigor imposible de superar por ninguna academia, con el término de globocolonización.

El autor es consciente que en América Latina existe una tensión entre la lógica de la lucha política (antineoliberal, antioligárquica, antiimperialista) y la emergencia civilizatoria antisistémica derivada de las prácticas y visiones utópico-liberadoras, ambientalistas y antipatriarcales de los movimientos sociales. La actitud más productiva para intentar superar dicha tensión no radica, salvo que nos contentemos con un consenso “fácil” e igualmente estéril, en desplazar los puntos conflictivos que suponen ambas lógicas.

La Mosca azul es un ejemplo de esa postura de radical honestidad  intelectual y política. Desde el fondo de esta reflexión emerge el clamor por facilitar agendas de discusiones honestas entre los gobiernos de izquierda y las vertientes del  movimiento social popular sobre la construcción del nuevo poder y la nueva hegemonía antineoliberal, con horizonte no capitalista. A sabiendas de que nos enfrentamos siempre a “la paradoja entre el discurso y la práctica, la falta de sintonía entre la fina armonía de los sueños y la conflictiva aspereza de la realidad”.

Betto sabe por su visión y su práctica que sobreviene el tiempo político de los movimientos sociales, tiempo que no implica el regreso a los modos estrategistas de otras épocas, ni mucho menos acomodar las exigencias liberadoras de los pueblos a los juegos de la gobernabilidad liberal, sino la necesidad de poner en común los sentidos de una construcción de lo político como proceso de la propia lucha contrahegemónica y los objetivos emancipatorios del movimiento social-popular, superando la lógica fragmentaria y sectorializada de lo social.

Debemos estar preparados para las nuevas estrategias liberadoras, que implica ensanchar el continente y el contenido de lo político, percibir la política implícita en lo social, y no solo en las estructuras concebidas habitualmente como tales, incorporar con ello más actores sociales que asuman posiciones contestatarias frente a las discriminaciones de todo tipo, tal vez dispersas y no sistemáticas; pero igualmente válidas.

La lección que parece darnos, pese a que él se aparta del didactismo y de las preceptivas, es que la construcción integral de lo político se hace desde la cotidianidad de las demandas emancipatorias, libertarias y de reconocimiento. Lo político no es un momento que sucede a otras instancias de resistencia, lucha y creación alternativa, sino una dimensión de articulación de la lucha política, económica, social, cultural, simbólica y comunicativa, desde la diversidad del movimiento social popular.

No hay escepticismo en estas reflexiones, “la esperanza es un pájaro en vuelo permanente”-nos dice en un momento del libro. Aunque el pensador comprometido deja entrever en medio de su portentosa búsqueda, de su empuje beligerante contra la cultura de la desesperanza, aquella fragilidad de los humanos que en ocasiones abre la brecha al deseo de “quedarme en el portal, contemplando en silencio la ciudad, con sus miríadas de ventana que relucen impersonales, anónimas, indiferentes a mi estupor”.

Cuando inicia su obra organizativa en las comunidades eclesiales de base, luego de la experiencia de la cárcel, nos narra sus peripecias “en una casucha de madera, en plena favela” en un pueblo de Espíritu Santo. Con esa misma línea de profundo humanismo, de franqueza irreductible y humor inteligente, escribe sobre los sujetos históricos de la emancipación latinoamericana:

“Por primera vez entré en contacto directo con el pueblo. Ese pueblo que existía en los libros que nutrían mi idealismo y presente también en mi discurso, en mis teorías, en la razón de ser de mi participación en la lucha armada, en las infinitas discusiones políticas de la cárcel: allí estaba el pueblo pegado a mi covacha, en aquella callejuela fétida por los desechos a cielo abierto, el moco corriendo por la nariz de los niños, el radio alto el día entero, el marido borracho pegándole a la mujer, mientras yo intentaba concentrarme, rezar, estudiar y me preguntaba si el viejo Marx habría producido su obra monumental de haber estado cercado así por ese proletariado que tanto analiza y exalta, la vecina preguntando si le podía prestar una taza de azúcar, un poco de fariña, una lata de puré de tomate, la niña pidiendo un lápiz para usar en la escuela, el vecino matando el tiempo por la noche en nuestra casa, conversando, sin la menor idea de que interrumpía nuestra reunión…”

Es un privilegio presentar este libro de Frei Betto, uno de los seres humanos que más ha contribuido desde su vida raigalmente comprometida con los humildes, marginados y excluidos, a la construcción plural de los sentidos éticos y políticos de la lucha liberadora y emancipatoria de nuestra América.

Un hombre que nos conmina a mantener viva la indignación y comprometernos con los cambios que terminen con la marginalización y la exclusión, que nos alerta para que nunca aceptemos la desigualdad social como algo natural; un hombre que, como decía de su padre, “se vuelve más joven a medida que envejece”. Más allá de la controversia de opiniones que puedan suscitar sus juicios, o mejor, gracias a esa controversia, es que podremos seguir nuestro camino de aprendizaje al lado de este hermano que la mosca azul no lo picó y que prefiere seguir siendo un “paria” al servicio de los oprimidos y oprimidas de este mundo.

Muchas gracias.

Gilberto Valdés Gutiérrez

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