Traducido por Juan Pablo Arango P.
La siguiente entrevista fue concedida exclusivamente por Walden Bello para Deslinde. El doctor Bello es un prestigioso teórico y analista económico-político filipino, conocido a nivel mundial. Analiza los problemas enfrentados por la globalización, el intervensionismo militar y económico estadounidense, el papel de China en la economía mundial, la competencia económica entre las potencias mundiales, la confrontación Norte-Sur, los tratados de libre comercio, las repercusiones orbitales de las próximas elecciones en Estados Unidos, y el creciente movimiento de resistencia tercermundista y universal contra el hegemonismo norteamericano. Deslinde
————————————————————————————————————————
DESLINDE: ¿Qué puede contarle a nuestros lectores sobre sus actividades y las de Foco sobre el Sur Global (Focus on the Global South)?
Walden Bello: He estado trabajando sobre todo a partir de Filipinas y la Universidad de Filipinas, a la cual he estado vinculado durante aproximadamente diez años. En 1995 creamos el instituto Foco sobre el Sur Global, ubicado en Bangkok, Tailandia. Desde el mismo principio nos involucramos con el fenómeno de la globalización en su integridad. A través de los años nos hemos enfocado en campañas relacionados con la Organización Mundial del Comercio, OMC, y adelantado mucho trabajo sobre temas relacionados con el comercio. Durante la crisis financiera asiática nos concentramos en el impacto de los flujos especulativos de capital especialmente en el sudeste asiático, el cual realmente no se recobrado de su crisis financiera.
Otro aspecto de nuestro trabajo es observar el ascenso financiero en el contexto de la dinámica del capitalismo global, algo que se ha tornado cada vez más pronunciado en los últimos 25 a 30 años. Otra dimensión de nuestro trabajo examina los asuntos de la militarización y el imperio. Inicialmente habíamos realizado estudios sobre la presencia militar estadounidense en nuestra región del sudeste asiático. Sin embargo, después de septiembre 11 de 2001 y de la extensión de las misiones policíaco-militares norteamericanas en la región, nos enfocamos más intensivamente en ella. Desde que la guerra de Irak comenzó, hemos emprendido mucho trabajo alrededor de Irak, especialmente en términos de tratar de materializar actividades globales coordinadas para forzar el retiro de Estados Unidos.
También hemos adelantado mucho trabajo sobre acuerdos económicos alternativos, en los niveles nacional, regional y global. Personalmente, estoy terminando un libro sobre la articulación de la estrategia militar de Bush con la crisis del proyecto globalizador. En Filipinas, hasta hace un año solía encabezar el Partido Acción Ciudadana (Citizens Action). Acabamos de participar en el proceso electoral filipino, logrando el máximo número de curules que podíamos obtener en el sistema de representación proporcional. Diría que el sistema filipino de democracia electoral se encuentra muy deteriorado, existiendo en el país una seria crisis política.
D.: Usted ha mencionado una crisis de la globalización. ¿Cuáles son algunos de los elementos de esa crisis desde su punto de vista?
W. B.: El proyecto globalizador en su conjunto llegó a su clímax en la década de 1990, impulsado por personas como Clinton, Summers (Banco Mundial) y Rubin (Departamento del Tesoro estadounidense). Simultáneamente, promocionaban ideológicamente la globalización, los mercados libres y la movilidad de capitales, que supuestamente despejarían el camino hacia la prosperidad, presumiblemente acompañada por la reestructuración de las economías. Pero lo que hemos visto desde finales de los 90 ha sido una serie de crisis. La crisis financiera asiática probablemente constituyó la primera crisis de gran envergadura de la globalización. Con ella llegó una grave crisis de legitimidad para el FMI, de la cual realmente nunca se ha recuperado. Se hicieron esfuerzos para reformar lo que ellos llamaban la estructura financiera internacional, pero nada resultó de ello. En efecto, en su último libro Rubin dice que debemos prepararnos en el futuro para una serie todavía más grave de crisis financieras. Toda esta época de finanzas, de flujos de capital muy desestabilizadores, de carencia de controles de cualquier tipo sobre los capitales, especialmente a la luz de las experiencias más recientes en Brasil y Argentina, constituyen los asuntos básicos donde veremos crisis más numerosas y serias.
También existió todo el proceso de ajuste estructural al que en los 80 y 90 se sometió aproximadamente a noventa países del mundo en desarrollo. A finales de los 90 ya se aceptaba casi omnímodamente que todo el asunto había sido un fracaso. Muy pocos países experimentaron el ideal de un crecimiento alto, reducción de la pobreza, morigeramiento de la inequidad, e incluso aquellas naciones mostradas como ejemplos de éxito, como Chile, realmente planteaban dudas sobre si constituían ejemplos positivos. El descrédito del ajuste estructural era tal que hasta el Banco Mundial se vio compelido, por lo menos retóricamente, a abandonar esa terminología y usar términos nuevos como Documentos Estratégicos sobre Reducción de la Pobreza (Poverty Reduction Strategy Papers). Tales Documentos compendian un gran giro retórico sobre las mismas políticas macroeconómicas implementadas anteriormente. El Foco sobre el Sur Global ha demostrado que dichos Documentos básicamente han estado “reacondicionado” las mismas estrategias creadoras de pobreza.
Asimismo presenciamos dos crisis mayores de la OMC, los colapsos de Seattle y Cancún, que debilitaron severamente a la OMC, la cual se suponía debía ser la más importante institución globalizadora. Estas crisis inyectaron una dosis muy severa de credibilidad al proceso, en razón de que los países en desarrollo se han opuesto en todos los campos al engañoso y contradictorio propósito de la OMC de manejar lo inmanejable; esto es, la combinación del libre comercio y del control de los monopolios. Aunque algunas políticas de la OMC aparentan ser librecambistas, cuando nos encontramos con los Derechos Comerciales relacionados con la Propiedad Intelectual (Trade Related Intellectual Property Rights, TRIPS) y con la agricultura, todo el esfuerzo realmente muestra que se trata consolidar los monopolios. Y para colmos, la estructura de toma de decisiones de la OMC es bastante feudal. Por lo tanto, creo que va a ser bastante difícil que la OMC realice un encuentro ministerial exitoso en Hong Kong.
En resumen, mi sentimiento es que el proyecto de globalización ha sufrido una crisis tanto estructural como de legitimidad. Las instituciones multilaterales que han sido las agentes claves del proceso se encuentran colmadas por crisis de credibilidad y legitimidad. La administración Bush representa, de hecho, un retroceso de la globalización. Con Bush Estados Unidos disfruta de la “protección para nosotros y del libre comercio para los demás”. Washington ha sido muy descarado sobre este doble patrón. Sumando todas estas cosas, a lo que usted llega es a una crisis del proyecto globalizador.
D.: Si la legitimidad ha disminuido, ¿la militarización emprendida por Bush constituye una forma de contrarrestar la crisis enfrentada por Estado Unidos?
W. B.: Primero, creo que bajo el mandato de Bush hemos observado que el unilateralismo se ha tornado mucho más pronunciado, tanto en términos de política económica como de política militar. Una de las formas de lidiar con los problemas económicos en Estados Unidos ha sido la militarización. Mientras que el llamado complejo militar-industrial sólo representa alrededor de 3-4% del PIB estadounidense, durante el último año ha representado 15-16% del crecimiento económico. En términos de administrar la supuesta recuperación, el papel del gasto militar realmente ha sido clave en, por lo menos, crear la ilusión que Estados Unidos está saliendo de la crisis.
Existe una tendencia hacia el estancamiento de la economía estadounidense, que trataron de superar en los 90 con un “keynesianismo del mercado accionario”, lo que ocasionó toda una nueva serie de contradicciones. El actual gasto militar constituye otra forma de tratar, por medio de un gasto deficitario, de contrarrestar el estancamiento, pero no estoy seguro exactamente qué tan lejos puede llegar. Podemos incluir lo anterior dentro de la crisis de la globalización, debido a la importancia de la economía estadounidense. El militarismo norteamericano es parte de un esfuerzo por encontrar una solución a la crisis.
D.: ¿Qué opina del papel del crecimiento económico en China, dentro del contexto de la situación económica mundial?
W. B.: El fenómeno chino tiene dos facetas. Por ejemplo, si usted mira la economía japonesa en este momento, la llamada recuperación nipona realmente es impulsada externamente por la demanda china, más que por la demanda interna. La economía doméstica japonesa todavía se encuentra en recesión; y hasta cierto punto las economías del sudeste asiático son dependientes del crecimiento chino. Entonces el crecimiento chino ha constituido una vigorosa contrafuerza al estancamiento. Pero también observamos un fenómeno muy preocupante de sobre-inversión y sobre-capacidad en China, porque hay mucha capacidad manufacturera industrial que realmente ha sido añadida sin que la haya estimulado la capacidad de consumo china. Cuando las empresas multinacionales se establecieron en China desde la década de los 80, existía la esperanza de que realmente se pondrían al servicio del emergente mercado chino, pero lo que ha sucedido es que la mayoría de su producción, que abarca todo el espectro de baja y alta tecnología, se orienta hacia el mercado internacional, agravando entonces el problema de sobre-capacidad a nivel global. Creo que el problema radica en el carácter de la economía política china, la cual realmente no está orientada a crear un consumo masivo próspero. En buena medida, China todavía es una economía dependiente, de trabajadores baratos, donde la mitad de la población devenga anualmente en promedio 285 dólares. Este aspecto es algo que preocupa al mundo empresarial. Me parece que los líderes chinos todavía creen que China constituye una plataforma exportadora más que tener una visión de un mercado doméstico en crecimiento, porque de lo contrario tendrían que comprometerse con alguna forma redistribución del ingreso y menor crecimiento, pero no están siguiendo tal camino.
D.: ¿La crisis es impulsada por las diferentes potencias, por la competencia entre ellas, por la competencia interimperialista?
W. B.: No hay duda que la competencia “intercapitalista” se ha intensificado. Existe –y con fuerza– desde comienzos de los 80, pero recientemente tanto la competencia como la interdependencia han aumentado todavía más. Durante el periodo de Bush se han producido nuevos desarrollos. La formación de la Unión Europea como unidad económica, está muy ligada a un esfuerzo por equipararse económicamente con Estados Unidos. Adicionalmente, bajo Bush ha aparecido una dimensión política de la competencia. En este momento la vieja alianza trasatlántica se encuentra realmente muerta. La competencia entre Estados Unidos y Europa, junto al más viejo aspecto económico, ahora también ha adquirido una dimensión política, incluso una dimensión político-cultural.
Es interesante constatar que muchos escritores de derecha estadounidenses están realmente preocupados por los desacuerdos entre Estados Unidos y Europa, especialmente en relación con toda la crisis iraquí. Por ejemplo, en una edición reciente de Foreign Affairs Robert Kagan escribió –en esencia– que Estados Unidos realmente cuenta con muy poca capacidad de legitimidad a nivel global, donde lo visualizan como un gran matón, que el único grupo de países que podría legitimar a Washington es el europeo, y que Europa no lo está haciendo en este momento. La amplia competencia intercapitalista es una de las características de los últimos cuarenta años, y claramente se ha intensificado, pero creo que no deberíamos perder de vista una serie de otras contradicciones que afectan al sistema, tales como la sobre-producción, la sobre-acumulación y el conflicto Norte–Sur, el cual creo es muy crucial actualmente. También la muy volátil base de la economía global, dirigida sobre todo por los sectores financiaros. Pero lo que realmente resulta interesante es que todos estos conflictos se están integrando y articulando entre sí.
D.: ¿Cuál es su opinión sobre el futuro de las negociaciones comerciales agrícolas y el surgimiento de grupos como el Grupo de los Veinte?
W. B.: El Grupo de los 20 que surgió en Cancún estaba centrado en cambiar las reglas comerciales en la agricultura. Lo que ellos querían básicamente era acabar los subsidios o de lo contrario no habrían ningunas negociaciones viables.
El Grupo de los 20 se ha convertido en un actor que Estados Unidos y la Unión Europea han tenido que tomar en consideración. Después de Cancún, Washington inició una vendetta y trató de aplastar al G-20, en la forma más evidente de declararle una guerra económica, tratando por todos los medios de presionar a los países que lo integraban. Tuvieron éxito en lograr que unos pocos países se separaran del grupo. La Unión Europea utilizó un enfoque mucho más inteligente. En vez de tratar de aplastar al G-20, dijeron que se esforzarían por lograr que los países africanos se unieran al Grupo. No obstante, el Grupo ha sobrevivido en los últimos pocos meses, y ahora la posición de la Unión Europea es tratar de negociar con él como representante del mundo en desarrollo. Estados Unidos también ha estado inclinándose hacia esta posición. Entonces su plan ahora consiste en desarrollar un acuerdo agrícola para discutirlo principalmente entre el G-20, la Unión Europea y Estados Unidos. Esta es la estrategia vigente y ellos esperan que las concesiones estadounidenses y europeas se hagan realidad en las negociaciones de julio.
Pero existe una gran preocupación por parte de otros países en desarrollo, porque el G-20 está integrado por los países más grandes. Dado que muchas de estas naciones –como Brasil– son exportadores agrícolas mayores, los países más pequeños están preocupados de que las concesiones en términos de acceso a los mercados puedan “suavizar” a los países más grandes como Brasil. Entonces la actual estrategia de Estados Unidos y la Unión Europea es tratar de ablandar al G-20. Mi sensación es que –en razón de la situación política enfrentada por Lula, quien está liderando el G-20, tanto en términos de la política interna brasileña como de las negociaciones con el FMI– el G-20 se mantendrá firme y no cederá en las intensivas conversaciones de julio sobre lo que aparentan ser concesiones cosméticas. En conclusión, no espero mayores cambios en esta área del comercio agrícola, pero mucho depende de Brasil y Lula.
Estados Unidos sostiene que realizará muchos acuerdos bilaterales, algunos de los cuales ya se han firmado. Pero creo que lo que los puede sorprender es que, constatando lo malos que son los actuales acuerdos bilaterales en términos de lo que conceden a los intereses de los países en desarrollo, habrá más y más países del Sur que no concordarán con firmar acuerdos bilaterales con Estados Unidos. Pienso que Washington puede emprender negociaciones con muchos países pero puede fracasar en concluir muchos. Estados Unidos puede encontrar costoso e incómodo negociar acuerdos país por país. En ello radica la ventaja de los acuerdos multilaterales. Los países con los cuales Estados Unidos realmente desea los acuerdos son los países grandes.
En América Latina, Estados Unidos realmente está tras el Mercosur, y éste está liderando la oposición a Estados Unidos. Los países más pequeños que están desesperados por conseguir algún tipo de asistencia por parte de Estados Unidos podrían firmar los acuerdos, pero ello resultará mucho más difícil con los países más grandes. Por tanto, opino que la presión de Washington por firmar acuerdos bilaterales generalizados no constituye más que una amenaza vacía. Más bien espero que Estados Unidos continúe trabajando con la OMC, tratando de inclinarla más definidamente en pro de sus intereses.
D.: ¿Cuáles son algunos de los desarrollos políticos y económicos que espera ver en el futuro próximo, en términos de la conducta estadounidense y de la situación global? ¿Cuál es su apreciación sobre las próximas elecciones en Estados Unidos?
W. B.: Actualmente existe una muy seria crisis de sobre-extensión por parte de Estados Unidos. América Latina se está levantando contra el neoliberalismo. Estados Unidos incluso planeó un golpe de Estado en Venezuela. Entonces el “patio trasero” está estallando en llamas y no pueden lidiar con él debido a su obsesión con el Medio Oriente. También están totalmente enredados no solamente en Irak sino por atarse tan apretadamente a Israel. Hablando en términos estratégicos, se presenta una sobre-extensión en los niveles político y militar, además de la crisis económica.
Si existe algún país que haya salido beneficiado en los últimos cuatro años, probablemente es China. No soy un admirador de los líderes chinos y de su modelo de desarrollo, pero China ha logrado hacer todo correctamente sin inmiscuirse en ningún conflicto externo. Administraron bien su relación con Estados Unidos, lograron que Bush dejara de respaldar a Taiwán diciendo “ustedes no van a tener ese referendo”. Entonces pienso que China ha sido un gran ganador, a varios niveles.
En contraste, Estados Unidos está sobre-extendido y atrapado en varios líos simultáneos. En consecuencia, pienso que en el futuro se reducirá significativamente la habilidad estadounidense para desplazar su poderío militar en intervenciones tercermundistas. Si la resistencia en Irak no hubiera jugado el papel que ha jugado, Washington podría haber buscado una política más agresiva en Siria e Irán. Y la confianza antiestadounidense mostrada por muchos países en Cancún podría haber sido imposible, por lo menos psicológicamente, si no fuera por el ejemplo inspirador del movimiento de resistencia iraquí. Creo que en Irak la resistencia se acrecentará. La oposición global se traslapa parcialmente con la lucha contra el proyecto globalizador, a medida que muchos activistas antiglobalización se dan cuenta que enfrentan un enemigo común en ambas luchas.
Entretanto, el Grupo de los 20 no es un contrincante despreciable; va a emerger, lentamente, como un posible mecanismo de interacción y cooperación Sur-Sur. Las formaciones del tipo G-20 no son meros acuerdos comerciales, sino reales asociaciones económicas regionales, por lo cual constituyen fuerzas significativas.
En síntesis, el alcance militar y político estadounidense se sumerge cada vez más en problemas, y las contradicciones entre Estados Unidos y la economía global le harán crecientemente difícil a Washington mantener su nivel de hegemonía. China, a pesar de estar contribuyendo a acrecentar la sobre-capacidad global, probablemente se convertirá en un actor significativo en la economía global. Europa se convertirá todavía más en una fortaleza económica. La competencia política y militar entre el Viejo Continente y Estados Unidos, se acrecentará porque Europa tratará de conseguir una capacidad militar independiente.
El bando de Bush no está prestando mucha atención a tratar de relegitimar las instituciones multinacionales. Continuará usando a las organizaciones multilaterales, pero para amoldarlas incluso más de lo que ya están a los intereses norteamericanos. En tal sentido, el FMI y el Banco Mundial han sido traídos a Irak y Afganistán para supervisar los programas de privatización, en forma que beneficia principalmente a los intereses de los monopolios estadounidenses.
Mi punto de vista es que las políticas derechistas de Bush se encuentran descuadernadas actualmente. Lo mejor para el capitalismo global en el presente, probablemente sea tener a un demócrata en la Casa Blanca, porque los demócratas tienden a ser más “sensitivos” a las dimensiones sociales de manejar el imperio. Opino que si Bush es reelecto la crisis se acelerará. También veo mucho más “suaves” a personas como Soros y Kerry. Por su parte, Clinton era muy bueno para administrar el imperio. Estados Unidos está sufriendo la enfermedad de todos los imperios: la sobre-extensión imperial. Si los demócratas ganan, Washington dispondrá de un grupo más astuto y diestro para administrar su imperio.