SAN SALVADOR, 11 de mayo de 2010 (SIEP) “Soy de Ahuachapán, naci en 1930 en el municipio de Guaymango, y de un año me llevaron para la ciudad de Ahuachapán, ahí estuvo hasta como los cinco años…” nos relata Raúl F., revolucionario salvadoreño y destacado dirigente del Sindicato de Sastres.
Agrega que “después nos fuimos a vivir a Atiquizaya, en búsqueda de la vida, en búsqueda de trabajo. Ahí estuve con mi familia hasta los catorce años, todavía tengo gente conocida, amigos. Éramos muy pobres. Estudie hasta tercer grado y luego tuve que trabajar para ayudar en la casa: trabajaba vendiendo diarios. Valía 5 centavos tanto la Prensa como La Tribuna. Me ganaba un centavo por periódico vendido, también pintaba casas, lustraba zapatos y hacia mandados. Trabajo desde los nueve años…”
“Luego me puse a aprender un oficio, estuve tres meses como aprendiz de sastre en el taller de Don Rafael (Lito) López. Aprendí mi poco. Luego Don Ángel Rivera me ofreció 25 centavos por pantalón, y acepte. Luego llegaron a buscar operarios y decidí trasladarme a Juayúa, que era donde tenían el taller. Había mucho movimiento, se requería de sastres…andaba ya por los catorce años…y la hechura del pantalón me lo pagaban ya a un colón, hacia un pantalón por día…”
“Ahí en Juayúa fue donde por vez primera vi faroles iluminando las calles, no había luz eléctrica, era un pueblo cafetalero…Un día decidí regresar a Atiquizaya, pro pronto me encontré con la realidad que ahí no había empleo y tuve que volver a salir, esta vez me fui para Ataco, ahí estuve trabajando una temporada…y luego en Sonsonate, otra temporada en Acajutla, y de regreso a Atiquizaya, donde vivía mi mamá, era el menor de cuatro hermanos, así vivía uno de un lado para otro, buscando empleo…”
Un día un amigo me contó que se iba para San Salvador a trabajar de motorista y me dijo: ¿si queres nos vamos? Decidí irme, me vine para San Salvador con él. El tenia donde llegar. Llegamos al barrio San Miguelito, a la panadería Quiñonez que quedaba sobre la calle 5 de Noviembre, ahí vivía, dormía en el camión. Tenía 17 años, me aceptaron como pantalonero en la Sastrería La Tijera de Oro, el dueño conocía a un tío mío de santa Ana y eso me valió. De entrada me dijo: ¿ sos familiar de Don Manuel Farfán Castro? Y al aceptar eso le dio confianza. Ahí aprendí a hacer chumpas, me hice chumpero. También ayudaba en ventas ya que era taller y a la vez almacén. Don Manuel Corces, el dueño, me tenía confianza.
“Estando ahí se me planteo un dilema de lealtad complicado: había compañeros que robaban mercadería y no quería denunciarlos. Decidí mejor irme con un amigo para Honduras, pasamos por Tegucigalpa hasta llegar a San Pedro Sula. Íbamos en un conocido transporte de esa época llamado “El Buen Amigo.” Fueron tres días de viaje. En el año 51 regrese de Honduras…me fui para Atiquizaya, a la casa de mi mamá. Luego me regrese para San Salvador. Trabaje en la Sastrería Monterrey. Quedaba en la 2da. Avenida Norte y 9na. Calle. Ya entonces cobraba tres colones por pantalón. Era un taller grande, éramos 20 los operarios. Se hacían sacos y me pegue con los saqueros. Una vez me pregunto el dueño: ¿podes hacer sacos? Respondí afirmativamente. Me dijo: vas a trabajar conmigo. Nos turnábamos, a veces el hacia el trabajo a mano y yo en la maquina y luego cambiábamos. Ahí aprendí también a hacer gorras y birretes.”
“Fue aquí donde oí por vez primera hablar de sindicatos. Nos pasaban visitando sindicalistas para invitarnos a reuniones y nos hablaban de la necesidad de organizarse. Yo escuchaba con atención. Corría el año 52 y me empecé a pegar a los sindicalistas. Después supe que eran a la vez militantes del clandestino Partido Comunista de El Salvador, PCS, dirigido en ese entonces y por muchos años, por un sastre, el camarada Daniel Castaneda, el famoso Pío.”
“Pasaba tiempo en el local de los Sindicatos, que todos estaban en un mismo local, que quedaba en la 5ta. Calle Oriente y antes había estado frente al Cine Apolo. De esa época me acuerdo de los dirigentes sindicales Ramón Argueta, Fernando Marenco, Daniel Rubio, entre otros. Eran los tiempos en que Cayetano Carpio dirigía el sindicato de Panificadores, el siempre andaba metido en todo, el ya era dirigente sindical, yo era todavía un aprendiz de sastrería y luego fui un aprendiz de la revolución…”
“Ramón Argueta se tomaba tiempo conmigo para explicarme como es que funcionaba un sindicato y también poco a poco me iba explicando acerca del Partido, a uno lo iban midiendo antes de aceptarlo, lo tenia que conocer bien primero para evitar infiltraciones, así me fue llevando, en reunioncitas, me hablaba de la historia del 32, de Farabundo Martí, hasta que me recluto…”
“Me acuerdo que en septiembre de 1952, cuando Osorio reprimió al movimiento sindical, el local quedaba frente a la Iglesia de Concepción, y la Policía Nacional atacó el local, nos cercaron, me quede encerrado junto con otros compañeros, me acuerdo de Leticia Payés, que también estaba…luego pudimos escapar por una ventana. En esa ocasión se me quedo grabado en la mente que un cura con sotana nos llevo comida en una bolsita. En esa época fue un gesto audaz…
“En el 53 me fui a trabajar un año a Guaymango. Y les preguntaba a la gente por el 32 y me contaban que fue una gran matazón, que la gente no salía d sus casas por temor a ser asesinado, pero que los comunistas “andaban metidos en la gente” y muchos se salvaron de ser fusilados.
En el 54 hubo otra represión…y se llevaron presos a muchos sindicalistas. Y a mi me toco que asumir entonces diversas responsabilidades. Había ya acumulado experiencia…y como estaba cerrado el local formamos el Comité de Acción Sindical, CAS y trabajábamos sin local, los contactos los hacíamos en al calle, en cafeterías, en parques…ese año ingreso al Partido.
Mi primera célula en el PCS era una célula de sastres. Estaba Daniel Castaneda, el la dirigía. Estaba Salvador Carrillo, militante histórico que venia también desde el 32, y que tenía un taller donde nos reuníamos que quedaba por la Plazuela Ayala, y que antes lo tuvo por Santa Anita. El taller le daba cobertura a Pío. Estaba también en la celula Ramón Argueta y Miguel Ángel Iraheta. Me acuerdo por esa época de una reunión ampliada ala que me invitaron que fue en una finca en Cojutepeque, que era propiedad de la familia de José Napoleón Rodríguez Ruiz., de Pepe.
A mi el Sindicato (de Sastres) me educo, me enseño a caminar por la vida. Era un lugar donde uno aprendía mucho. Por ejemplo, aprendí a hacer actas de las reuniones y de las asambleas, y fui electo en la directiva como Secretario de Actas. El siguiente año asumí la responsabilidad como tesorero, luego fui de conflictos, y en cada área iba aprendiendo, hasta llegar a secretario general en el año 58.
Con Carpio trabajamos en muchas actividades y también tuvimos diferencias. Como cuando en el 67 llego al local de la FUSS y me encuentro con una reunión de dirigentes sindicales para apoyar la huelga de hambre que estaba desarrollando Carpio junto con otros panificadores. No me habían invitado. Me sorprendo ya que no me habían convocado. Me dicen: pase adelante compañero, siéntese. Me piden mi opinión y les expreso que considero que el movimiento sindical esta debilitado luego del esfuerzo con la Huelga de Acero, que recién concluíamos. Se inicia un tenso debate. Carpio estaba ya en huelga en el Predio Universitario y me voy a apoyarlo.
Al llegar, Carpio me ve y me manda a llamar, ya le habían contado de mi posición. Me pregunta sobre mi posición. Le planteo que: a mi me parecía que el secretario general del PCS no podía declararse en huelga de hambre como sindicalista y abandonar sus responsabilidades políticas. Y peor si se hacia sin haber explicado previamente a los militantes que era lo que se perseguía con esta acción, como sucedió. A mi me tomo por sorpresa esta acción no obstante mis responsabilidades partidarias y sindicales. Me pregunta Carpio: y esto que me expresa ¿Quién se lo ha dicho? Me enoja. Le respondo secamente: nadie me lo ha dicho, yo tengo criterio propio. Me responde: ah bueno, esta bien, para eso es que lo llamaba.
Después que terminó la huelga de hambre llevamos a Carpio y a los otros huelguistas al local de la CGTS, que estaba entre la 7ma. y 8 va. Avenida norte, para darle tratamiento. ..Estaba Chepe Martínez, también panadero, que acaba de morir, el marido de la Chila.
El último secretario general del Sindicato de Sastres fue Leopoldo Quintanilla.