Fue el programa martiano, organizador de este evento el que me propuso el tema de mi intervención: El papel de la ética en las políticas de desarrollo. Se trata de un tema de suma importancia, en especial para Cuba en un momento en el que el país establece sus relaciones con los Estados Unidos, se abre a la inversión extranjera además de promover cambios sustanciales en su economía.
En las primeras páginas de la Biblia, La Génesis, se encuentra el tema de la ética, el cual estaba en el centro del bien y del mal. Esto es un símbolo obvio de que toda la organización de la vida humana debe planearse en torno a principios éticos.
Nacemos para la libertad, y si somos libres tenemos siempre ante los ojos una diversidad de opciones; podemos objetar por la opresión o por la liberación, por la mentira o por la verdad, por la competitividad o por la solidaridad. Cada una de esas opciones tanto personales como sociales, se fundamentan en una raíz ética o antiética, porque como subraya Santo Tomás de Aquino, todos sin excepción buscamos un bien mayor e incluso cuando practicamos el mal: y el bien mayor es la felicidad.
Pero la ética nos exige una respuesta: ¿busco en mi felicidad algo que sea a costa de la felicidad ajena? O busco la felicidad de todos aunque mi felicidad se vea coronada por el sacrificio de mi propia vida.
Sabemos que en este mundo capitalista globo-colonizado, el desarrollo, como bien analizó Marx, siempre ha significado mayor acumulación de riquezas en manos privadas, nunca se ha emprendido en función de las necesidades reales de la mayoría de la población. Se abren calles asfaltadas e iluminadas en lotes de terrenos vacíos destinados a condominios de lujo, mientras que las calles populosas de las periferias de las ciudades no merecen ningún tipo de pavimentación y pasan por ellas canales de desechos humanos.
Tal vez el ejemplo más significativo de la lógica perversa que rige el desarrollo capitalista sea el hecho extraordinario de que el ser humano haya puesto los pies en la superficie lunar a un costo de 6 mil millones de dólares, mientras que aún no se ha logrado poner los nutrientes esenciales en los estómagos de millones de niños de América Latina, de Asia y de África, clamor que el Papa Francisco tanto repite.
La razón instrumental de la modernidad fracasó, porque cedió al pragmatismo del mercado y se distanció de los valores de la ética. En el capitalismo todo sistema axiológico constituye un estorbo; la ética solo existe como discurso para engañar a los ingenuos, como los sellos verdes que marcan la propaganda de las grandes empresas que devastan el medio ambiente como algunas compañías en Brasil que en noviembre del año pasado debido a la ruptura de una presa ocurrió el mayor desastre ecológico de la historia de Brasil al envenenar un río que beneficiaba 3.5 millones de personas, una de nuestras más importantes vías fluviales y ha causado daños evaluables como mínimo en 4 mil millones de dólares.
En el mundo capitalista el desarrollo es un negocio y no un programa para el mejoramiento de la calidad de vida de la población; una prueba es la especulación inmobiliaria. Mientras que la tercera parte de la población de Río de Janeiro vive en Favelas, en la franja marítima miles de apartamentos permanecen cerrados durante todo el año y solo se abren en las vacaciones de sus propietarios, que coinciden con el período veraniego.
En el devenir del desarrollo capitalista hay un virus que parece imbatible que es la corrupción. Desgraciadamente Brasil sobresale hoy por ser un país donde la corrupción contaminó al gobierno y a nuestras mayores empresas como Petrobras. Hay que recordar que lo mismo ocurre en numerosos países, la diferencia para mérito de Brasil es que los gobiernos de Lula y Dilma no han movido un solo dedo para impedir que la policía federal y el ministerio público denuncien e investiguen a corruptos en los poderes públicos y la iniciativa privada, incluido presidentes de grandes empresas, ministros de gobiernos y dirigentes del Partido de los Trabajadores.
Toda la historia del desarrollo brasileño está marcada por el matrimonio de corrupción e impunidad, por suerte el gobierno del Partido de los Trabajadores ha promovido su divorcio, establecido la transparencia y ha favorecido prisiones y castigos en un proceso que desgraciadamente está lejos de llegar a su fin.
Cuba vive actualmente un momento histórico de grandes transformaciones. Su lógica revolucionaria del desarrollo centrada en los derechos de la mayoría de la población se abre a las asociaciones público-privadas.
La construcción del puerto del Mariel, el más importante de todo el Caribe y quizás de todo el Océano Atlántico, inaugura nuevas posibilidades para el desarrollo económico. El desarrollo turístico, incrementado por la excelencia de los servicios sobre todo en el área médica y alto nivel educacional de la mano de obra y también la protección se encamina como prometedora estrategia de captación de divisa.
Todos sabemos que el gobierno de Cuba se empeña en resolver el problema de la doble moneda; en resumen estudia y pone a prueba una serie de nuevas medidas para impulsar el desarrollo de este país.
Lo que tiene de original la lógica de desarrollo de esta nación es justamente su capital simbólico, que tiene como bases valores espirituales como el sentimiento de libertad e independencia, de cooperación y solidaridad que marca la historia de este país desde la lucha de los esclavos hasta la implantación del Estado socialista.
Muchos en el exterior apuestan a que Cuba será una mini China políticamente socialista y económicamente capitalista. Este peligro existiría si Cuba abandonara lo más preciado que posee, su capital simbólico.
Este país no posee grandes recursos naturales y los pocos que tiene han sido repartidos para garantizar a cada habitante su derecho a la dignidad como ser humano. Pero pocas naciones del mundo son ricas como Cuba en capital simbólico encarnados en figuras como el padre Félix Varela, José Martí, Ernesto Che Guevara, Raúl y Fidel Castro.
Este capital simbólico no es solo resultado de la Revolución victoriosa de 1959, la revolución lo potenció pero es consecuencia de siglos de resistencia del pueblo cubano de los dominadores españoles y estadounidenses.
Pero no seamos ingenuos, la corrupción no tiene ideología, se inmiscuye en la derecha y en la izquierda. Es un virus que penetra cuando el revolucionario pierde su inmunidad ideológica. Y esto ocurre cuando se despersonaliza fascinado por las funciones que ocupa en la estructura de poder.
Entonces la corrupción se torna más importante que la persona y esta hace cualquier cosa para no perderla, como náufrago que se aferra al tronco en medio de la borrasca marina.
Corrupto no es solo el que facilite el logro de intereses que no son de la colectividad; corrupto es también quien se encierra en su burbuja de cristal y no admite críticas y mucho menos que lo depongan de su supuesta posición de general para asumir el puesto de simple soldado en las trincheras de la Revolución.
El corrupto nace de una ambición desmedida, de la vanidad exagerada, del auto convencimiento de que es intocable e insustituible que se ampara en la certeza de la impunidad.
Si la revolución cubana tiene el propósito de perdurar como un sol del mundo moral, como la expresión de Luz y Caballero, perfeccionar el socialismo es un desafío, y la cuestión ética se torna central en los procesos de educación de este país.
Cada cubano debe preguntarse por qué Martí que vivió casi 15 años en los Estados Unidos no vendió su alma al imperialismo ascendente. Por qué Fidel y Raúl, hijos de latifundistas y educados en los mejores colegios de la alta burguesía cubana, no vendieron su alma al enemigo. Por qué Che Guevara, médico formado en Argentina, revolucionario consagrado en Cuba, decidió abandonar todas las obras políticas y las comodidades inherentes al ejercicio de las funciones de poder para internarse anónimamente en las selvas del Congo y de Bolivia, donde la muerte lo encontró. He aquí la respuesta: la vida de cada uno de nosotros se define por el sentido que le imprima. Este sentido solo se transforma en capital simbólico cuando hay sentido de la ética.
El capitalismo con su poderosa máquina de publicidad quiere que la humanidad solo tenga sentido a través del tener y no del ser. Quiere formar consumistas y no ciudadanos.