Hace 20 Años, el Capitan Odir
Dagoberto Gutiérrez
En realidad era pequeño, con un cuerpo compacto y fuerte sin llegar a ser un nudo de músculos, su rostro mostraba una cierta inocencia y una abundante tranquilidad, no llegaba a parecer ni aparecer demasiado serio sino que más bien, se mostraba sereno.
Todo su equipo estaba siempre en su puesto, en buenas condiciones y dispuesto ordenadamente, el uniforme, su camisa y su pantalón siempre estaba correctamente abotonado y sus botas parecían dispuestas para caminar eternamente. Así era el Capitán Odir, jefe de las fuerzas especiales de las FAL en el cerro de Guazapa.
El cerro de Guazapa era conocido por él como las venas de su mano, y fuera en la mañana, en la tarde o en la noche, bajo el sol o bajo las estrellas o adentro de la noche oscura, Odir podía recorrer el cerro hacia abajo o hacia arriba y siempre invicto.
Tenia unos 22 años, y una madures emocional que lo convertían en el líder de su unidad y, mas allá de ser el jefe era en realidad el conductor. Él conocía y abordaba los problemas de sus combatientes y hablaba de los suyos con largueza y sin socavones. Sus subalternos confiaban en su planificación y en sus ordenes de modo que para Odir la guerra era una manera de ser, una manera de estar, era una especie de puerta entornada hacia la justicia, pero, la clave estaba en saber abrir esa puerta que siendo tan pesada podía aplastarte y triturarte, era, en pocas palabras, un guerrero que soñaba con la paz y que de algún modo sabía que ésta, la paz, nacía de la guerra así como la luz nace de la oscuridad.
Odir era el hermano menor de una familia de campesinos, que había sido desalojado de sus tierras por operativos militares del ejército gubernamental, reprimidos, expulsados de sus heredades y convertidos en guerrilleros. Siempre parecía concentrado en lo que decía, pensaba o decía, parecía no distraerse nunca aunque, como todo ser humano, era movido y conmovido por los amores que en la guerra hacen de una mirada un gran fuego que quema.
Durante 1989 Odir participó en los planes y medidas que nos preparaban para la ofensiva de noviembre y las fuerzas guerrilleras que controlábamos el cerro de Guazapa, tanto en su lado Norte como en el Sur, teníamos asegurados lo corredores de acceso hacia la ciudad capital.
Con seguridad y tensión las fuerzas entraron el 11 de noviembre de 1989 a la periferia de San Salvador y luego de mas de once días de combate diarios se movieron hacia el volcán de San Salvador y la guerra se tornó mas intensa, porque a diferencia de Guazapa ahí no teníamos obras ingenieras, ni podíamos usar campos minados y al estar en los bordes de la capital se compartían las ventajas y las desventajas de esa cercanía.
A principios de Diciembre se decide atacar San Salvador bajando por la calle Sisimiles de la Colonia Miramonte, buscando metrocentro las fuerzas especiales y Odir eran vertebrales en el operativo.
Rápidamente las unida-des de vanguardia contro-lan la calle Sisimiles e inician el descenso mientras Odir permanecía a la altura del caballo de hierro, un conocido negocio de la época situado alrededor de lo que hoy es la Plaza de la Constitución. Una pequeña unidad de soldados había sido desalojada de esa posición y huían acosados por la guerrilla, varios de ellos se deshacían de su equipo para aligerar su retirada y uno de ellos tiró apresuradamente una granada hacia atrás.
Como amenaza mortal la granada se elevó, luego descendió y como si mirara y buscara encontró la mochila del capitán Odir que estaba repleta de cargas explosivas.
La explosión fue instantánea y el estruendo anunció una muerte segura, Odir el sereno, el seguro y tranquilo se hizo granada de luz y antorcha para alumbrar en la oscuridad los caminos sin retorno.
Su muerte fue conocida por toda la fuerza que se encontraba ya al final y casi a la altura del Hotel Camino Real, una nube de dolor, indignación y duelo estremeció a toda la fuerza guerrillera porque la muerte del jefe cercenó alma y músculo. Se decidió suspender la operación y las unidades iniciaron la retirada no sin antes capturar, circunstancialmente, a un asesor de la fuerza aérea que confundió a la guerrilla con el ejercito gubernamental, esto lo veremos después hoy se trata de recordar, invicto siempre, al capitán Odir. Para que nadie olvide a los inmortales.