Quienes impulsamos La Tizza hemos procurado siempre que las palabras, los conceptos, las ideas y las posiciones enunciadas no carezcan de práctica — extrateórica —, de acciones encaminadas a sacar los debates, por válidos y necesarios que sean, de «grupos portadores» o gremios y lanzarlos al ruedo en la esfera pública, confrontarlos con una diversidad más grande que la nuestra y hacerlos participar en la liza del disenso y la construcción colectiva, popular. Así sucedió, por mencionar apenas algunos ejemplos, con el taller «Manos fuera de Cuba» (marzo, 2016) ante la visita de Obama; el espacio de discusión «A estas alturas del (P)partido» (abril, 2016) en la antesala del VII Congreso del PCC; la movilización autoconvocada ante el fallecimiento de Fidel (noviembre-diciembre, 2016); el acompañamiento a las ediciones de la Escuela Política «Hugo Chávez» (2014–2020); el taller sobre «Fundamentalismo religioso» (diciembre, 2019) y no pocas acciones de calle en barrios, plazas y parques.
En pro de la coherencia, este Editorial se inscribe en — y ha de comprenderse en relación con — el más reciente de tales empeños sociales organizativos: el Ciclo-Taller mensual «Problemas y desafíos de la democracia socialista en Cuba hoy», sin fecha prevista de cierre y cuya primera sesión tuvo lugar el pasado 9 de diciembre.
Esta serie de espacios, que sumarán su aporte a la construcción de agendas ciudadanas en curso, constituyen, a nuestro juicio, el tipo de trabajo paciente, de largo aliento, sistemático y articulador que demandan los desafíos de una profundización democrática y socialista en Cuba, que corte la posibilidad de secuestro definitivo de la revolución por parte de la burocracia, de oportunistas y corruptos erigidos en grupos de poder, al tiempo que impida la cooptación de los diagnósticos y problemas de nuestro campo por parte de agendas liberales, instaladas más o menos cerca del Estado.
El texto que ahora publicamos adelanta guías para el trabajo político. Se trata de una herramienta en constante enriquecimiento, alimentada de los consensos que alcancemos en cada encuentro; una plataforma que se añade a los esfuerzos por desarrollar diálogos francos, propositivos, vinculantes y sin cortapisas entre los múltiples actores comprometidos con la justicia social y la belleza.
Pensar que los últimos acontecimientos han provocado la creciente conflictividad de la sociedad cubana, es, cuanto menos, sobrestimar la importancia de los síntomas. Los sucesos recientes facilitan que dicha conflictividad se exprese y rebase los tintes de individualidad con que solía — de modo engañoso — manifestarse.
Ahora irrumpen en la escena grupos con programas y demandas que guardan una relación orgánica con intelectuales, ideólogos y productores de sentido — más o menos capaces — que no hace mucho se presentaban como adalides solitarios de La Libertad. Una «libertad» que nos llama «a todxs» porque nos necesita, pero que no nos contiene.
Entre los factores que han propiciado una mayor articulación y disputa de la representación de «intereses nacionales» por parte de estos grupos, anotamos los siguientes:
1. El desgaste y desprestigio de prácticas institucionales burocratizadas, discrecionales, poco transparentes, reactivas y lentas para dar respuesta a problemas acumulados dentro de su misión social, y pérdida de parte de su capacidad de convocatoria y movilización para enfrentar esos problemas, oponerles salidas audaces e integrales y renovar sus programas a un ritmo superior a lo que lo hacen los desafíos de la realidad.
2. El avance y calado de relaciones sociales injustas, excluyentes, discriminatorias, autoritarias, individualistas — en suma, no socialistas — en el contexto cubano. Instalación del sentido común burgués y su cultura en los imaginarios, las aspiraciones, las formas de concebir «lo posible», los conceptos para explicarse lo que sucede, y las visiones de futuro de amplios sectores de cubanos y cubanas humildes.
3. La existencia de similitudes entre los diagnósticos que manejan grupos contrarios al socialismo cubano y los diagnósticos del pueblo sobre problemas a resolver impide dilucidar la naturaleza política de las estrategias y programas que esos grupos defienden. Ello dificulta comprender las contradicciones entre los diferentes proyectos en pugna.
4. La mayor confianza que la situación descrita en los tres puntos anteriores confiere a actores desentendidos del horizonte socialista y comprometidos con la consecución de mayores espacios legales para el desarrollo de un orden posrevolucionario capitalista en Cuba.
Pero no son esos los únicos actores que intervienen en el espacio público cubano y en momentos en que ellos reorganizan sus fuerzas, se vuelve urgente reorganizar las nuestras.
Debemos conjurar definitivamente la incomunicación política de todas las personas favorables al relanzamiento del proyecto emancipatorio cubano, cortarles el paso a los idiomas que se han vuelto ininteligibles e impiden su articulación en un frente común.
Deseamos alimentar un programa crítico, propositivo y descolonizado, que recupere la totalidad como premisa para pensar, conducir y profundizar la transición socialista en Cuba, un programa para la creación de nuevos consensos, el deslinde de campos, el pase a la ofensiva de las ideas y las prácticas anticapitalistas. Un programa que no eluda señalar con claridad los retrocesos pero que no se les someta, no los acepte como virtud o características de modelo, ni renuncie al desarrollo de iniciativas para superarlos. Un programa que no tema reconocer la incertidumbre, pero que no responda a ella con la indeterminación.
Compartimos algunas claves de partida de ese programa, que desarrollaremos en cada nueva edición del Ciclo-Taller mensual:
1. Contra el imperialismo y el bloqueo
Condena al bloqueo y a todas las variantes que conforman el arco de tácticas del acoso imperialista para derrotar a la revolución cubana, que van desde la agresión más abierta y directa, en el estilo trumpista, hasta la «ofensiva de paz» que tipificó las relaciones de la administración Obama con Cuba.
El bloqueo constituye un obstáculo no sólo para el desarrollo económico sino para el despliegue de todas las potencialidades libertarias y democráticas del socialismo.
Reiteramos la disposición de luchar al precio de nuestras vidas contra cualquier formato de agresión militar directa del imperialismo yanqui, coadyuvada por agentes internos.
2. Diálogo desde el pueblo, por el pueblo y para el pueblo
El diálogo en Cuba debe ser un medio para profundizar la justicia social, para continuar empeñados en la vertebración de una alternativa al capitalismo, para encontrar las mejores vías, iniciativas e ideas que tributen a ese propósito, para desarrollar nuestra contribución a la liberación de otros pueblos, para vencer las lógicas de rendición y las agendas de normalización global, que nos sugieren abandonar la utopía, comenzar a medir los avances del país a partir de escalas evolutivas y adaptarnos al mugroso concierto de «lo que ha sido siempre». Es decir, el diálogo, para nosotrxs, es un recurso político, tiene fines políticos. Y entendemos la política como el arte de sumar, de conocernos a tientas y crecer juntos. Por tanto, incluimos en el diálogo a lxs revolucionarixs que comparten el horizonte socialista — con la diversidad de ideas y prácticas que registra este grupo — y a quienes, sin tener una actitud revolucionaria ante la vida, incluso sin compartir el horizonte socialista, no trabajan por el quiebre del proyecto y su anulación.
3. Por la nueva economía y la democracia económica
Al socialismo le importa el color del gato y no solo que cace ratón. Es decir, para la actividad económica de la transición resulta tan vital lo que se produce como el modo en que se produce. La economía no es solo un inventario de mercancías ni la disponibilidad de «cosas». Se trata de un espacio donde se (re)crean también relaciones sociales, ideas, símbolos, culturas, valores, nociones, imaginarios y sentimientos. Reducir la economía a un conjunto de objetos a consumir equivale a la homologación del socialismo con un sistema redistributivo eficiente de esos objetos. Pero ya sabemos por Rosa (Luxemburgo) que el socialismo «no es un problema de cuchillo y tenedor sino una grande y poderosa concepción del mundo».
¿Quiere esto decir que no importa el bienestar material, o que este ocupa un segundo plano respecto a las demás dimensiones? ¡En lo absoluto!
Significa que el modelo económico del socialismo está condicionado por nuevas definiciones de «bienestar», «rentabilidad», «ganancia», por mecanismos de cooperación, no de competencia, por estrategias que no subordinen el acceso a un bien a la capacidad de compra de las personas.
Significa asumir principios ecosocialistas que no se constriñan a instrumentar la responsabilidad ambiental en cada empresa y colectivo laboral, sino que limiten la introducción en el país de actividades económicas altamente depredadoras de la naturaleza y favorezcan aquellas que permitan transformar no solo cómo se produce, sino también qué se produce, qué se consume, y cómo se consume.
Significa que debe superarse en cantidad y calidad la actual oferta de bienes y servicios al pueblo, pero priorizando, para hacerlo, formas de producción que no comprometan las relaciones de solidaridad ni los valores de complementariedad y cooperación del conjunto de la actividad social. Desde esta visión, las tan mentadas «fuerzas productivas», lo son, sobre todo, del cambio social revolucionario, de la emancipación cultural de los sujetos históricos de ese cambio y de sus posibilidades de ampliación continua.
4. Propiedad social: fiscalización y control popular de base
Impulsar la socialización de la propiedad estatal, esto es: trabajamos y recibimos los beneficios sociales de nuestro trabajo, pero también definimos cómo se gestionan las riquezas que nos pertenecen. Dos instancias fundamentales para ello: las asambleas de trabajadores en cada centro, en conciliación con las instancias de poder popular a cada nivel, donde los amplios sectores de la sociedad deben influir en las decisiones económicas. La única forma en que el predominio de la propiedad estatal puede garantizar el carácter socialista, es trabajando para que esta se convierta en propiedad social.
Se debe revisar la legislación laboral, en particular el nuevo Código de Trabajo, que en su artículo 12 sindicaliza tanto a los dueños de negocios como a sus empleados «con independencia de la naturaleza o características de su relación de trabajo», lo cual redunda en una desprotección del trabajador en ambientes donde sus derechos se ven amenazados.
Relanzar el trabajo sindical en el sector estatal, en las pequeñas y medianas empresas capitalistas — ya existentes — y en las empresas extranjeras.
Combatir la corrupción mediante la fiscalización obrera y popular, la transparencia informativa, el paulatino incremento del poder adquisitivo y la educación política. Proceder de manera que se haga evidente que cada centavo recuperado es revertido en beneficio del pueblo.
5. Educarnos en la emancipación
El socialismo cubano será insostenible si no produce las riquezas que necesitamos, pero también, si no genera un sujeto que lo lleve adelante.
Potenciar la formación de valores y prácticas socialistas en escuelas, medios de comunicación, organizaciones políticas, organizaciones de masas, espacios comunitarios, entre otros, con métodos más problematizadores, creativos y participativos.
Relanzar la movilización y organización del pueblo en función de sus intereses como vía fundamental de educación política.
Revisar los planes de estudio y la enseñanza a todos los niveles en aras de visibilizar el carácter contradictorio y de masas del proceso histórico nacional, reorientar las narrativas personológicas para explicarlo y potenciar su contenido popular dándole peso al papel activo de lxs humildes y las clases trabajadoras.
Transformar los medios de comunicación para que den cabida a más programas de discusión abierta y análisis sobre la realidad: sus opciones, correlaciones de fuerza, conflictos y proyectos en disputa.
Modificar las agendas mediáticas para que reflejen, sin edulcorarlo, el arco de situaciones del sujeto social en Cuba y — desde una comprensión más fiel de sus complejidades y necesidades reales — liderar la actividad de creación de conciencia popular socialista.
6. Prácticas políticas para más democracia, mejor socialismo
Estimular la iniciativa política de las organizaciones de masas y de las bases del Partido: elaboración, difusión y debate de propuestas de cambio nacidas de ellos, con antelación a procesos orientados de consulta.
Profundizar la relación entre todas las instancias de poder popular, y simultáneamente, ampliar el vínculo elector-delegado-diputado hacia la discusión y toma de decisiones sobre los problemas del municipio, la provincia y la nación, instancias que condicionan las soluciones locales.
La emergencia de colectivos, redes y organizaciones alternativas de izquierda en Cuba es un resultado de la politización de la sociedad favorable a la profundización democrática y socialista. Lejos de pretender obstaculizar sus espacios e iniciativas, el Estado se debe comprender como «Estado extendido»; es decir, como Estado que se completa, complementa sus funciones, enriquece su tejido y suma bases sociales a partir del trabajo de esas nuevas organizaciones.
En su mayoría, las personas que militan en los ámbitos tradicionales no son otras que las mismas que militan en los nuevos ámbitos y han sentido la necesidad de hacerlo para completar necesidades insatisfechas de participación política.
7. Reavivar el internacionalismo socialista
Para las revoluciones, el internacionalismo no es solo un imperativo moral, sino también una necesidad de sobrevivencia. Para no quedar aisladas y cercadas por las fuerzas de la reacción, las revoluciones necesitan expandir su campo mediante el apoyo resuelto a todas las fuerzas revolucionarias del mundo.
Al contrario de lo que indican el sentido común y ciertas normas sofisticadas del derecho internacional burgués, debemos intervenir sistemáticamente en los llamados «asuntos internos» de otros pueblos, sobre todo porque esos son también nuestros asuntos. Si asumimos que «Patria es Humanidad» entonces reconoceremos que no existen tantos asuntos como Estados en la Asamblea General de la ONU, sino solo dos grandes asuntos: el de la opresión, la esclavitud moderna y el vasallaje versus el de la rebeldía de los pueblos, sus ansias de libertad, de justicia y aniquilación del actual orden mundial depredador de la vida y de la esperanza.
Es a partir del carácter irreconciliable de ambos asuntos que debe comprenderse la bipolaridad del mundo, la cual no ha hecho sino entronizarse.
Para que el internacionalismo recupere su prestigio, su calado popular, su diversidad de roles y su efectividad, debemos saber distinguir entre las necesidades protocolares y oficiales del Estado y la expresión de autonomía relativa de la sociedad civil socialista para mostrar las contradicciones de los gobiernos capitalistas y procesos progresistas que no fracturan las estructuras de dominación y al pretender «administrarlas mejor» terminan sirviendo al cabo para recomponerlas de sus crisis de legitimidad.
El internacionalismo no se agota en la relación y los canales diplomáticos entre gobiernos. Su encarnación como costumbre en la gente requiere de la expansión de las relaciones pueblo a pueblo, del intercambio entre sus sujetos sociales, el reconocimiento mutuo de sus angustias, ansiedades, heroísmos cotidianos, descalabros, certezas, concepciones de lucha y triunfos.
Donde quiera que la unidad de análisis y la unidad de acción se reduzca al ámbito geográfico de la nación cubana, el capitalismo puede «convencernos» con más facilidad de que es capaz de ofrecer «bienestar» para «todxs».
8. Conquistar toda la justicia
Concebimos el socialismo como el fin de todas las dominaciones, no de una o de dos, sino de todas.
Si múltiple es el sistema de dominación capitalista, múltiple debe ser el sistema emancipatorio que le opongamos para superarlo. Ello implica desatar batallas simultáneas en todos los órdenes: económico, jurídico, político, cultural, social… para hacer avanzar al unísono — no por etapas — las liberaciones de las personas y las sociedades, hacerlas fecundarse de forma recíproca y complementarse.
Y es desde los propios sujetos que han internalizado la opresión, sentimientos de inferioridad, la división de la vida en «lugares» a los que pertenecen unos y no otros, las jerarquías que naturalizan la explotación y las desigualdades, que dichas batallas deben desencadenarse.
La diversidad del sujeto social cubano, lo es también de sus necesidades de conquistar nuevas libertades.
Nuestra realidad ha de medirse de cara a la promesa de emancipación que le hicimos al futuro y no a la vera de la constatación de cuánto hemos avanzado. «¿Cuánto falta?»; es siempre la pregunta de un(a) rebelde y revolucionario(a): de un(a) inconforme.
La articulación entre las luchas por todos los derechos para todas las personas: luchas antipatriarcales, antirracistas, por el reconocimiento de las nuevas familias, del amor diverso, del matrimonio igualitario, contra la marginación, la pobreza, la desigualdad, el subdesarrollo — que incluye el de las formas políticas de conducir nuestro proyecto — contra la vulnerabilidad, por ejercicios de fe no excluyentes, etc., nos compete a cuantxs sentimos en las conquistas pendientes de estas y otras causas, la irrealización plena de nuestra propia libertad.
No es posible preterir o postergar luchas en aras de la unidad porque esta última se fragua, precisamente, en la lucha; es la unidad de quienes luchan, no un «a priori» ni un fin en sí mismo, proclive a ser instrumentalizado por agendas conservadoras, no es unidad en cuanto obsecuencia, a la espera de derechos «concedidos».
Como quienes suscribimos nos sabemos parte del problema y de su solución, no hemos venido a pedirle nada a nadie que no sea a nosotrxs mismxs. Los derechos se conquistan, no se agradecen. Invitamos a enriquecer estas premisas y convertirlas en propuestas concretas a:
1. Quienes llaman Cuba al proyecto político que nos la conquistó y no a la mezquina medición de un país por kilómetros cuadrados.
2. Lxs que forman el mosaico de ese país, con sus bordes desvencijados, pero sin un solo vidrio apuntando al corazón.
3. Lxs sujetos de la diversidad franqueada por la revolución. Fronda que no se enajena de su tronco y de la cual bajan a tierra nuevas raíces.
4. Quienes defienden la plenitud y no la planicie en el ejercicio del arte como patrimonio colectivo, en la experimentación de nuevas estéticas y formas expresivas, en la búsqueda constante y el error. Quienes no divorcian el acceso a la belleza de la ética.
5. Lxs que persisten en la rearticulación entre las vanguardias artísticas y políticas. Porque el arte es político y revolucionario no en cuanto hace propaganda de su compromiso partidista, sino en cuanto enriquece y complejiza el espíritu, en cuanto eleva la capacidad crítica y de discernimiento del ser humano, en cuanto lo salva de la simplificación de los lenguajes, la mutilación del pensamiento, los consumos estandarizados y los hedonismos mercantiles que anulan al pasado y al futuro y privilegian en las personas su condición de consumidores en detrimento de la de sujetos. Porque la política es un arte, no la sucesión de medidas o decretos, sino un ejercicio creativo, dialógico, fundante, previsor, adelantado, que va granjeándole cada vez más realidades a la utopía.
6. Lxs antirracistas, lxs antihomófobxs, lxs feministas, lxs que plantan árboles y sanean playas, lxs ambientalistas, lxs enemigxs del acoso y violencia contra las niñas y las mujeres, lxs promotores de nuevas masculinidades, lxs enfrentadxs al maltrato animal, lxs bicicleterxs, lxs ecuménicxs, lxs cristianxs de vocación revolucionaria como Jesús, lxs antipatriarcales, lxs anticapitalistas, educadores populares, antimperialistas, comunistas — de partido o no — , lxs cooperativistas, lxs que crean la riqueza y no los que se la apropian… Lxs militantes honestos de todas las causas justas, sin desideologizarlas, porque entendemos el socialismo como el lugar al cual referir su futuro, como el ecosistema que las abraza y las reúne para que se fecunden unas a otras; como el fin de todas las dominaciones.
7. Quienes ante la necesidad de distinguirse de los secuestradores de reclamos legítimos del pueblo pusieron su cuerpo allí, frente al Ministerio de Cultura, para comenzar a saldar el acallamiento ya insoportable de nuestras deudas con la salud de la Patria.
8. Los herejes del Trillo y su tángana, que demostraron que la revolución desborda sus instituciones.
9. Los que entienden la soberanía, no como rienda que ponemos al capitalismo para conducirlo, sino como el cerco que le hacemos hasta asfixiarlo.
10. Quienes tejen una nueva medida del socialismo, parterxs de su reencantamiento y renovación, frente a lxs que hacen de la falta de socialismo o de sus deformidades las patentes de su «inviabilidad». Lxs que saben que allí de donde se ha ido, la única alternativa digna y verdadera es recuperarlo.
11. Quienes comprenden que las expectativas de futuro son más altas que las posibilidades de satisfacerlas. Pero, también, lxs que se sobreponen a las circunstancias adversas y no rebajan por ellas las expectativas de futuro ni dejan de luchar por convertir lo necesario en posible y lo posible en real, en ese orden.
12. Lxs plebeyxs que arrancan de los patricios disfrazados el derecho a escribir nuestro programa y consagrarnos a él.
13. Lxs encallecidxs de la utopía socialista, y hasta sus arrugas y reumas, pero, jamás, sus huérfanxs.
14. Y a muchxs más de lxs que se vean reflejadxs aquí, con quienes buscamos expandir estas claves.
El Estado y sus problemas les sirven hoy como bastidor a quienes, aunque no lo confiesen, toman como principal enemigo al proyecto de la revolución cubana.
Ahora queda claro que se ha iniciado de forma abierta la pugna por el siglo XXI en Cuba. ¿Será la campanada de esta época una profundización y renovación del socialismo cubano, o el establecimiento paulatino de un orden posrevolucionario que administre conquistas del pasado, pero abandone el horizonte comunista y la lucha por la revolución mundial?
Estas claves comunican un propósito y una vocación hace tiempo estrenada: trabajar con honradez y sin descanso por las premisas aquí resumidas.
Sabemos que es largo el camino y escarpado, que su bruma solo cede cuando lo transitamos, que las revoluciones nunca están completas del todo, y que mientras más palmos ganan sus hechos de liberación en el alma de las personas y las sociedades, más anchos se vuelven sus terrenos vírgenes, sus metas irrealizadas, las que le exige el ansia de más justicia y bienestar del ser humano que redimió.
Pero no hay arredros, porque vamos juntos, somos más que ayer y hemos aprendido algo. Y porque prevalecerá al cabo este impulso nuevo coreado frente a la casa que ya no es de Julio Lobo y al centro del parque que no dejará de ser de Quintín Banderas.