Vector de testimonios de las luchas sociales y políticas y de las batallas cotidianas en los barrios populares, el hip-hop es una herramienta de denuncia, de reivindicación y de promoción de los movimientos sociales. Al igual que el rap, la danza o el grafiti, el hip-hop permite canalizar los mensajes y visibilizar la solidaridad internacional y las luchas por la igualdad y contra todas las formas de dominio y discriminación. La aparición de este movimiento musical, cultural y social refleja una cierta democratización de la música gracias a nuevas formas de expresión de las clases populares.
Originario de los barrios pobres, el hip-hop ve la luz del día a inicios de la década de 1970, inicialmente en Nueva York para, más adelante, expandirse a lo largo y ancho de Estados Unidos. A través de influencias musicales diversas (jazz, funk, soul…), los habitantes de los guetos transmiten un mensaje social y político. No hace falta ser músico o cantante, ni disponer de instrumentos. Se trata esencialmente de reutilizar estándares musicales para hablar de la realidad cotidiana de los barrios, de la pobreza, del racismo y de la violencia policial; una forma de emanciparse de la violencia estatal.
Desde sus inicios, las reivindicaciones afroamericanas que se encuentran en las letras hablan de temas similares a los abordados en su momento por el Partido Pantera Negra. La influencia del movimiento revolucionario de los Panteras Negras sobre el hip-hop también se puede encontrar en relaciones de filiación como es la del rapero 2Pac y su madre Afeni Shakur, miembro del partido.
Puesto que la esencia misma del hip-hop es social y política, el sistema actual ha logrado recuperar una parte de la cultura hip-hop. Si bien esta recuperación y el desarrollo de la industria discográfica han permitido crear un mercado para el rap de concienciación o de protesta, estos fenómenos también han hecho posible la emergencia de un rap edulcorado respecto de su faceta reivindicadora. Y la llegada de estas «majors» despolitizadas a la industria musical va a provocar conflictos importantes, como la rivalidad bien conocida entre los raperos de la costa Este y los de la costa Oeste. Lejos de estar silenciado, el mensaje adoptado se hace oír gracias a grupos como Public Enemy.
A continuación, el movimiento se exporta por todo el mundo a partir de la década de 1980, lo que favorece la solidaridad internacionalista y el desarrollo de escenarios locales en todo el mundo, al tiempo que se establecen puentes con otras influencias (como con el hard rock y el reggae).
Aunque desde la llegada del hip-hop en Francia algunos grupos comprometidos, como NTM y Assassin, se inscriben en esta línea, el movimiento también va a conocer el mismo fenómeno de recuperación comercial. Por otra parte, se desarrollan discográficas y productoras independientes. Esta esencial social y política podrá encontrarse en los mensajes adoptados, cualquiera que sea su forma, contra el racismo, la violencia policial, los asesinatos en los barrios…, pero también con la solidaridad hacia los presos políticos, encerrados, por ejemplo, en Estados Unidos, como Mumia Abu-Jamal y Leonard Peltier. Si bien Assassin ha desaparecido hoy de la escena, otros grupos y colectivos hacen perdurar esta contracultura del hip-hop independiente, que aúna la contestación del sistema, la solidaridad, la convergencia y la memoria de las luchas.
El alcance del hip-hop, un fenómeno internacional e internacionalista, no para de crecer como música popular. Para algunos, como reacción al sistema capitalista, esta cultura hip-hop es un instrumento vinculado a las luchas sociales y políticas, a la solidaridad o a la reivindicación de un derecho a la autodeterminación de los pueblos oprimidos.
Es el caso, entre otros, de lo que ocurre en las Américas, por ejemplo, con los pueblos autóctonos, que luchan por reafirmarse como actores de la sociedad con una identidad cultural propia, ligada en este caso a la defensa del medioambiente y la Madre Tierra. En Palestina, el hip-hop es una herramienta para denunciar la ocupación ilegal por parte de Israel, pero también una herramienta de emancipación y reivindicación de libertad por parte del pueblo. En África, el hip-hop conoce un auténtico auge y, en él, se mezclan diferentes culturas. En Senegal, por ejemplo, el hip-hop puede ser considerado como un contrapoder cuya influencia permite alterar la situación política. En América Latina, los colectivos que pertenecen a la corriente del hip-hop militante se reconocen como uno de los componentes de los numerosos movimientos sociales que sacuden el territorio con la puesta en práctica de la organización autónoma de los barrios populares y con la manifestación de las preocupaciones sociales relativas a las temáticas feministas, antiautoritarias y libertarias.
El hip-hop es el medio para que las clases populares y la juventud de los barrios puedan expresar su rabia y su desobediencia. Es importante analizar el hip-hop y su cultura a través de un prisma social, pues aquél acompaña desde su nacimiento a numerosas luchas populares de todo el mundo. Descubramos juntos el sonido de la revolución…