El colapso negociado del imperialismo
Imperialismo y colonialismo
por Iraida Vargas-Arenas*, Mario Sanoja*
El imperialismo se podría definir como las relaciones de dominación que existen entre sociedades que tienen una estructura material y una superestructura sofisticadas y complejas y otras que, por el contrario, tienen una estructura material y una superestructura que no tienen capacidad efectiva para oponerse al pragmatismo y la fuerza bruta que anima generalmente a los estados predadores, naturalmente expansiva.
El vehículo de expansión de los estados predadores imperialistas, es el colonialismo. Mediante esta accion se apoderan de las riquezas materiales que pertenecen a otros pueblos más débiles, imponiendo sus valores y normas sociales y culturales, desarraigando sus culturas, propiciando formas de identificación social para transformarlos en simples apéndices de la sociedad imperial metropolitana.
Visto desde la lógica formal, el modelo de relaciones de dominación imperialismo-colonialismo, si bien ha conducido en todos los casos a la consolidación del poder imperial del estado o la sociedad predadora, ha sido también en última instancia la causa de su colapso. Visto desde la óptica del materialismo dialéctico, la expansión de la sociedad predadora imperialista hacia su periferia menos desarrollada no es un proceso lineal. En la mayoría de los casos engendra contradicciones sociales, políticas y económicas nuevas que condicionan incluso el desarrollo de la sociedad predadora, imperialista, en el tiempo y en el espacio.
La dialéctica es dicen Woods y Grant [1] un método de pensamiento y de interpretación del mundo, para analizar el universo. Parte del axioma de que todo se encuentra en un estado de permanente flujo y cambio. El cambio y el movimiento no tienen una relación lineal sino contradictoria, actúan a través de contradicciones, por lo cual lo que podríamos denominar progreso no se expresa como una proyección continua, sino de acumulación progresiva de tensiones que hacen que los cambios cuantitativos se aceleren y se transformen en cambios de la cualidad, en la creación de nuevas situaciones. Las sociedades, tanto las predadoras o imperialistas como las dominadas por éstas pasan décadas o siglos de aparente calma o indiferencia frente a las situaciones históricas en las cuales viven.
Pero esa calma es engañosa. Bajo la superficie, aparentemente tranquila, se producen multitud de incidentes, de cambios que generalmente no son posibles de identificar, ya que cada uno de ellos, tomado individualmente, no tiene un sentido aparente. Solo cuando la acumulación y agregación de dichos cambios se expresa en una coyuntura histórica determinada y se produce una explosión social, podemos apreciar en toda su extensión el tejido de cambios cuantitativos que sirvió de soporte a la aparición de la nueva cualidad social. En estas situaciones, la aparición del elemento catalizador ayuda a orientar y darle dirección al movimiento que se inicia, preparando el espacio, la condición del movimiento, para que éste pueda llegar a concretarse en una nueva situación dialéctica.
El colapso de los imperios
Un tema que se ha puesto de actualidad es el relativo al colapso de los imperios y, particularmente, su expresión actual más conspicua, el que representa el gobierno de Estados Unidos. El imperio como tal se puede relacionar con el todo más desarrollado del sistema capitalista que comienza a gestarse a partir del siglo XII de la era cristiana. Sus representaciones, las soiedades predadoras, han sido variadas: España, Holanda, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. De manera característica, cada una de esas representaciones del imperio agotó sus posibilidades de crecer y expandirse de manera lineal y continua.
El Imperio Romano
El ejemplo clásico de un colapso imperial, Roma, nos ilustra sobre la manera como se comportó una sociedad predadora de la antigüedad, para poder consolidar su dominación sobre las colonias de su periferia. Desde el punto de vista diplomático y militar, Roma trató de blindar sus fronteras con un sistema defensivo integrado por los jefes tribales que eran sus aliados y satélites o clientes. Éstos conservaban su independencia para actuar fuera de las fronteras romanas a cambio de subvenciones financieras, apoyo político y militar. Un porcentaje relativamente alto de los generales, oficiales y soldados de élite de las legiones romanas eran bárbaros, particularmente germanos.
La influencia romana cambió las características de la estructura social de los llamados pueblos bárbaros que habitaban la periferia de ese imperio, alterando los procesos de estratificación social y diferenciación social existentes entre los clanes de las diferentes tribus. El medio para inducir esos cambios fue la consolidación de la autocracia política, los rangos o clases sociales, el interés por enriquecerse y la disciplina militar entre los jefes tribales. De esa manera, Roma consolidó en los pueblos bárbaros el surgimiento de clases nobiliarias que sustentaban su poder en la propiedad de la tierra, suplantando el igualitarismo social que caracterizaba la estructura clánica originaria. De la contradicción y la simbiosis de ambas sociedades, la romana y la bárbara, se gestó el colapso del imperio romano y la transformación de la sociedad tribal, surgiendo como síntesis de ambas el Feudalismo [2].
La aventura colonial de España en América fue de naturaleza diferente a la expansión imperial romana en el mundo antiguo. La narrativa de los Cronistas de Indias ha tendido a resaltar la facilidad con que las huestes castellanas afirmaron su supremacía sobre civilizaciones indígenas, técnicamente diferentes. Sin embargo, fuera de los casos particulares de México y Perú, la conquista de los pueblos y sus tierras fue penosa y lenta. En muchas regiones de Mesoamérica y en las tierras bajas de Sur América, los castellanos sufrieron muchas derrotas a manos de nuestros pueblos originarios como fue el caso de los araucanos en Chile, de los semínola en la península de Florida, los pueblos indígenas del norte de la Nueva España o México y los de la pampa argentina, entre otros. En muchas otras partes, como ocurrió en el Orinoco, los pueblos caribes sólo pudieron ser reducidos bien entrado el siglo XVIII, mediante los métodos de “coerción pacífica” utilizados por los misioneros católicos [3].
El estado incaico resistió en la región selvática de Vilcabamba hasta 1572. Dicho estado continuó existiendo clandestinamente hasta que en 1780 se produjo la rebelión encabezada por José Gabriel Condorcanki Tupac Amarú, quien combinaba su apariencia de un caballero español con la sangre real de un emperador inka, se proclamó como José I, por la Gracia de Dios, Rey Inka del Perú.
Donde existieron complejas sociedades estatales prístinas como sucedió en México, Perú, Bolivia, la región del Río de la Plata y la región andina de Colombia, los castellanos conservaron las antiguas estructuras imperiales de dominación política colocando, en lugar de la antigua nobleza indígena, una sociedad cortesana virreinal donde coexistían los nobles castellanos con la nobleza mestiza aborigen. En los territorios que se hallaban en la periferia de los virreinatos y existían pueblos aborígenes cuya estructura social era generalmente igualitaria, se crearon estructuras administrativas más sencillas como las Capitanías Generales. Pero en ninguno de los casos pudo el Imperio Español reproducir estados a su entera imagen y semejanza. Por esa razón las élites criollas decidieron, llegado el momento oportuno, conformar estados nacionales independientes siguiendo la ideología política “exportada” desde Francia por la República de la Ilustración.Consumada. Con la pérdida de sus colonias de ultramar, el imperio español colapsó, quedando España reducida a un país de segundo orden dentro de la Europa Occidental.
Ciertamente, los otros imperios europeos, económica e industrialmente más desarrollados que España se confabularon para quebrar la hegemonía comercial que mantenía dicho país en sus posesiones americanas. Buena parte de la riqueza arrancada de las mismas fue a engrosar las arcas de los países industrializados, cuota inicial que pagamos los iberoamericanos para consolidar el régimen capitalista europeo. Las oligarquías que gobernaron las nuevas repúblicas no crearon nuevas monarquías, tampoco democracias sino regímenes despóticos diseñados para defender sus propios intereses.
El Imperio Británico
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el naciente Imperio Británico ya había comenzado a expandirse hacia aquellas regiones del mundo que estaban fuera del control español. A través de su compañía comercial, East India Company, logró penetrar en la India, gobernada entonces por el Imperio Mughal, desmantelando su naciente producción industrial, de manera tal que el 1 de noviembre de 1858, la Reina Victoria fue proclamada por el gobierno inglés como Emperadora de la India Dondequiera que se asentaron los colonizadores, tanto ingleses como franceses, impusieron su sistema político, su lengua y sus costumbres, pero trataron en lo posible que la población nativa quedase confinada a desempeñar oficios auxiliares para la administración colonial. Sólo en la India, país cuya organización política, económica y cultural ya había alcanzado un alto desarrollo en el siglo XVIII, pudo seguirse formando una élite ilustrada que hizo posible la reconquista de su independencia en 1947, para luego dividirse en dos naciones mortalmente enfrentadas por asuntos religiosos, culturales y económicos: India y Pakistán. La independencia de la India, la Joya de la Corona, marcó la declinación del Imperio Británico en todo el mundo.
El imperio estadounidense y su Joya de la Corona
A partir de 1824, una vez sellada la independencia de Iberoamérixca de España, Inglaterra se hizo cargo de los “asuntos de Venezuela, designando” para ello una especie de Procónsul o Lord Protector, Sir Henry Ker Porter. Su intervención no fue muy exitosa debido, quizás, a la profunda destrucción que sufrió la infraestructura productiva y humana de Venezuela durante nuestra mortífera Guerra de Independencia, o a la discreta influencia norteamericana que no veía con buenos ojos la presencia de competidores europeos en su “patio trasero”.
Fue sólo a partir de 1898, cuando llegaba a su clímax la guerra de independencia de Cuba, que Estados Unidos comenzó a intervenir militarmente en América Latina, logrando apoderarse de Cuba, Puerto Rico y la Zona del Canal de Panamá. Para finales del siglo XIX, la civilización industrial de occidente había comenzado a moverse utilizando petróleo, desechando el carbón mineral. Todas las regiones del mundo donde existían yacimientos petrolíferos comenzaron a ser anexadas o controladas por los imperios occidentales. Venezuela era un pequeño país, pobre y atrasado, gobernado por élites corruptas e ignorantes, que albergaba una fabulosa riqueza petrolera. El naciente imperio estadounidense se hizo con la tajada más jugosa del negocio, al sumar a sus propias reservas petroleras las de Venezuela.
Julio César Briceño, Huevo andante,1981Las experiencias coloniales anteriores, incluyendo la española y la británica, deben haber enseñado a los grupos oligárquicos de Estados Unidos la necesidad de utilizar nuevas técnicas para controlar a las poblaciones neocolonizadas a los fines de preservar el orden y la seguridad en sus enclaves coloniales. Una de las premisas esenciales era conservar, como había sido tradicional en el caso de Venezuela, una casta militar que defendiese, en nombre de la civilización occidental, los intereses económicos de las compañías petroleras extranjeras.
Simultáneamente, la casta militar debía servir como elemento de contención de cualquiera indisciplina política contra el poder de las transnacionales petroleras que iniciasen los políticos civiles. De esa manera, el régimen político ideal para gobernar a Venezuela era la dictadura militar encabezada por el Gendarme Necesario, tal como expuso Vallenilla Lanz en su obra “El Cesarismo Democrático”.
Como complemento del tutelaje militar, Estados Unidos fue imponiendo progresivamente los valores éticos, sociales e ideológicos de su american way of life, la llamada Cultura del Petróleo. Esta inducción ideológica tuvo como destino estratégico la naciente clase media venezolana, la cual habría de integrar las élites empresariales, profesionales y técnicas, religiosas y sobre todo las militares. El ejército de Estados Unidos brindó una especial atención a la formación ideológica y técnica de los oficiales de un ejército venezolano que le servía como auxiliar y aliado en la región. Tan apreciado era su apoyo, que llegó incluso a proporcionarle los famosos cazabombarderos F16, cuya concesión está reservada a los aliados militares más confiables.
La política de captación o de cooptación ideológica de las élites venezolanas dispensó extraordinarios beneficios al dominio colonial de Estados Unidos. La casi totalidad de los técnicos y gerentes petroleros, formados en universidades norteamericanas, mostraban una lealtad inquebrantable al sistema neocolonial. Los meritócratas de PDVSA se sentían ciudadanos estadounidenses, responsables por mantener el petróleo venezolano a la disposición inmediata y sin condiciones de su patria adoptiva. La dirigencia de los partidos políticos de la IV República: Acción Democrática y la Confederación de Trabajadores de Venezuela, COPEI, MAS, y posteriormente Proyecto Venezuela, el Movimiento Miquilenista, Primero Justicia, Causa R, Bandera Roja, Súmate y su pléyade de supuestas ONG’es (Organizaciones No Gubernamentales), se sumó con armas y bagajes al proyecto colonial estadounidense, estimulada por los jugosos salarios en dólares que recibían y siguen recibiendo regularmente del Departamento de Estado y la CIA a través de la Nacional Edowment Foundation [4].
La ceguera y la soberbia típica de los burócratas que planifican la política colonial del gobierno estadounidense hacia Venezuela, los llevaron a pasar por alto la existencia de sectores numerosos de venezolanos, civiles y militares que deseábamos tener una patria libre de toda dominación extranjera, dueña de su propio destino. Esa mayoría de venezolanos patriotas, inspirados en las ideas libertarias de Simón Bolívar, finalmente logró ganar entre 2002 y 2003 la primera batalla frontal contra el imperialismo estadounidense y sus secuaces locales.
El Talón de Aquiles del Imperio Estadounidense
Una lección histórica que la oligarquía estadounidense parece no querer recordar cuando se trata de Venezuela, es que el colapso de los imperios comienza por el de sus relaciones de poder con la periferia. Ningún imperio conocido hasta el presente ha logrado sobrevivir en esas condiciones, ya que el derrumbe de la dominación de la periferia indica que el centro del imperio ya ha comenzado a desagregarse.
Uno de los objetivos de la cultura del petróleo es el de convencernos sobre las maldades del petróleo: “el excremento del diablo”- dicen los representantes del imperialismo- “es el culpable de nuestro atraso histórico. A los venezolanos no nos gusta trabajar porque tenemos una cultura de recolectores cazadores modernos, vagos acostumbrados a medrar de la renta petrolera. Para que aprendamos a trabajar” –dicen- “debemos regalarle el petróleo a Estados Unidos, quienes sí saben utilizarlo bien. La chusma que conforma el 80% de la población venezolana debe ser obligada a pasar necesidades para que aprenda con sangre las virtudes calvinistas del trabajo y del ahorro, de manera que el restante 20% pueda vivir tranquilamente como si estuviera en New York y Miami pasando vacaciones en Caracas”.
Tal falacia ha servido para ocultar la debilidad manifiesta del imperio estadounidense en el área energética, de la cual depende su vida. Las reservas petroleras más cercanas que le permitirían conservar su hegemonía política y comercial sobre todo el mundo, ya no se encuentran en Texas, ni en el golfo de México ni en Alaska ni en Oklahoma. Se encuentran en el golfo de Paria, en el golfo de Venezuela, en el lago de Maracaibo, en la Faja Petrolífera del Orinoco, sin mencionar la extensa reserva que existe en el piedemonte andino que va desde Lara hasta el estado Apure y la que probablemente existe también en Amazonas y Guayana. La única contrariedad es que ese pequeño país, Venezuela, ahora pertenece a un pueblo que se siente dueño finalmente de su riqueza petrolera y a un gobierno bolivariano que invierte sus ganancias en el desarrollo social, económico y cultural de los venezolanos y coopera con los pueblos caribeños y suramericanos para aliviar su crisis energética.
No es coincidencia, como apuntamos en una anterior nota de Questión [5], que el sabotaje y el golpe petrolero de los ex- meritócratas de la vieja PDVSA coincidiese con la invasión de Irak por parte de Estados Unidos e Inglaterra, con el apoyo de la España de Aznar. El objetivo era, como dicen los jugadores de dado corrido, buscar un topo a todo donde el ganador se queda con todas las apuestas que están en la mesa. Pero quizás, felizmente, el Presidente Chávez habría dicho como el poeta llanero Luís Ernesto Rodríguez, cual si fuera La Patria: “… voy jugando a Rosalinda, y el dado en la noche linda me devolvió mis corotos…”
Perder a Venezuela y al mismo tiempo no ganar la guerra de Irak al apenas comenzar la invasión del país, ha marcado el inicio del declive del Imperio. En los actuales momentos, invadir a Irán, el otro coloso petrolero mundial y triunfar en breve plazo, ya no es militarmente posible. Vencer en Irak, donde Irán ya controla parte del gobierno títere, es muy incierto. Por otra parte, la salida de los tanqueros que llevan el petróleo extraído de Arabia Saudita y los otros emiratos del golfo Pérsico, está a merced de las baterías de misiles tierra-mar de fabricación china, Gusano de Seda, instalados por el ejercito iraní a lo largo de su costa sobre el golfo. Los yacimientos de petróleo del mar del norte y del norte de África también están en decadencia luego de años de sobreexplotación por parte de las empresas privadas. China y la India surgen como las superpotencias económicas y tecnológicas del siglo XXI, con el poder para controlar y absorber la mayor parte de la producción petrolera mundial por lo que resta del siglo.
En estas condiciones geopolíticas ha ocurrido lo que el imperio siempre quiso ocultar: Venezuela, que siempre había sido La Joya de la Corona de ese nuevo imperio, se ha convertido en el punto neurálgico del sistema capitalista y el salvavidas del american way of life. La dantesca tragedia ocasionada por el huracán Katrina en el golfo de Mexico, y en los estados de Luisiana y Alabama, ha puesto de relieve la absoluta incapacidad de la mafia de los Bush, padre e hijos, para gobernar con acierto a Estados Unidos.
La receta neoliberal aplicada a países menos desarrollados como Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia y Bolivia, entre otros, ha producido un increíble empobrecimiento de la población y la perdida de todos los activos que hubiesen servido como garantía para un desarrollo endógeno independiente del imperialismo estadounidense. Pero en Estados Unidos, el desmantelamiento de los servicios de salud y seguridad social y el nivel de pobreza generalizada producido por la vuelta de tuerca neoliberal que aplicó la mafia de los Bush al pueblo de dicho país, nunca se habría revelado de no haber ocurrido la tragedia de Katrina.
Como dijo en una ocasión el Presidente Fidel Castro: “cuando estalle la burbuja del neoliberalismo, Estados Unidos y el resto de los ocho países desarrollados se verán en un gran aprieto”. La privatización en Estados Unidos de los servicios sociales, incluyendo el servicio militar, demuestra que la mano del mercado si bien sirve para enriquecer a una minoría, no tiene ninguna capacidad de respuesta frente a las grandes emergencias. El estado, o lo queda de él, se ve obligado a negociar contratos con las compañías privadas que deben hacer las intervenciones humanitarias, lo cual, como vemos, conduce a un caos generalizado que afecta la vida de las mayorías empobrecidas, negras o blancas, que sobreviven –como en Nueva Orleans- con salarios de miseria, sin salud, sin seguridad social y sin posibilidad ninguna de escapar del ciclo inexorable de la pobreza.
Estados Unidos está prisionero de una serie de situaciones dilemáticas: se hallan empantanados en Irak, si se quedan no podrán salir jamás, si se van no retornarán nunca. En el golfo de México, por el daño producido a las instalaciones petroleras han perdido hasta ahora una producción equivalente a 1.5 millones de barriles diarios, que debe ser repuesta utilizando la reservas estratégicas.
En el corto plazo, la lógica indica que debería negociar con Venezuela una salida política. Pero la soberbia de la mafia de los Bush y la ceguera proverbial de la clase política estadounidense, impedirán que se negocie con un ser que ellos consideran inferior, negro y por añadidura comunista. La lógica del fascismo, desde los tiempos inefables de Herr Adolfo Hitler, aconsejaba asesinar a los seres que ellos consideraban para la época como sub-humanos, untermenschen: judios, eslavos, gitanos, negros, discapacitados, enfermos mentales, etc. La matriz de opinión creada por la llamada oposición venezolana, de considerar al Presidente Chávez como un dictador psicópata, le hace el juego a los llamados a asesinarlo por parte de fascistas como el Reverendo Robinson y de payasos como Orlando Urdaneta, entre otros.
La tesis de los imperialistas estadounidenses, cubano americanos y venezolano americanos incluidos, susentada en la lógica formal, es que asesinando a Chávez se acaba todo el proceso bolivariano, abriendo el camino para que las mascotas de Bush que habitan en Súmate, el MAS, Acción Democrática, Proyecto Venezuela, Primero Justicia, Causa R y –por supuesto- los meritócratas de la vieja PDVSA, le entreguen nuestro petróleo, recibiendo a cambio la posibilidad de lamer la mano del amo y obtener jugosas comisiones en dólares por su fidelidad, descontándoles por supuesto los millones que ya recibieron de la NED y los correspondiente impuestos federales.
Esta tesis simplista obvia un hecho fundamental para el análisis dialéctico de la situación: el Presidente Chávez representa para los pueblos oprimidos de América Latina, la esperanza de que es posible lograr los cambios sociales para salir de la pobreza, desarrollando la democracia participativa. Asesinarlo prueba que el imperialismo nunca permitirá que por las buenas o por la vía democrática se logre erradicar la pobreza. El asesinato de Salvador Allende es una demostración palpable.¿Cuál sería la única esperanza de los pueblos excluidos?: la revolución violenta. La guerra de Vietnam y luego la de Irak han mostrado que Estados Unidos, con todo su enorme arsenal militar, no es capaz de ganar guerras asimétricas. Asesinar al Presidente Chávez no resolvería el dilema del imperialismo. Los secuaces de la mafia Bush nunca podrán tomar el poder en Venezuela a menos que Estados Unidos lance una invasión militar. Pero no podría hacerlo mientras el ejército colombiano, su principal aliado para invadir a Venezuela, siga empantanado en la guerra interna contra las FARC. Negociar la paz con el ELN y luego con las FARC para que Álvaro Uribe sea reelecto como Presidente de Colombia, requisito estratégico para la invasión, es un proceso que puede tomar meses sino años [6].
Embarcarse en una acción suicida contra Venezuela en las presentes condiciones, no garantiza a Estados Unidos que el petróleo barato comience a fluir libremente hacia su territorio 72 horas luego de haber atacado. Es muy posible que la guerra convencional dure no más de una semana, pero la guerra asimétrica, la guerra de resistencia puede tomar largo tiempo, cerrando definitivamente la posibilidad de apoderarse del petróleo barato y sobre todo de la gasolina barata. Las refinerías y los campos petroleros venezolanos serán las primeras víctimas de un conflicto cuyo fin ni los más osados meritócratas de la vieja PDVSA podrían prever. En tanto, ¿cuál petróleo y a qué precio refinara la CITGO una vez que sea expropiada por el gobierno federal estadounidense en caso de un conflicto? Quá pasará con Cuba, Colombia, Brasil y Argentina? ¿Se acomodarían China, la India y Rusia a una renovada hegemonía mundial de Estados Unidos? ¿Cuál sería la reacción de Irán? Estados Unidos está tratando de transformar las Naciones Unidas en una especie de Santa Alianza actualizada, a los fines de poder perseguir, con el apoyo legal y material de sus aliados occidentales, a los estados petroleros que ellos denominan delincuentes porque no siguen sus mandatos con docilidad y –sobre todo- porque no les quieren entregar combustible barato. Pero esta vía es difícil, ya que potencias emergentes como China y la India que casi tienen en sus manos el control de la economía mundial, es posible que veten cualquier resolución que perjudique sus proyectos políticos.
El proyecto de asesinar a Chávez, de invadir a Venezuela, no es imposible de llevar a cabo, pero es muy difícil realizarlo con éxito. El riesgo de producir una conflagración mundial que se llevaría por delante al sistema capitalista, es muy evidente. La razón aconsejaría a la banda de espíritus supremáticos que gobiernan actualmente a Estados Unidos, reconocer que por esta vez no llevan consigo todas las de ganar. Para evitar un colapso similar al de la Unión Soviética, que podría degenerar en un Gottdamerung, en un Ocaso de los Dioses más terrible que el cantado por Wagner, sería conveniente negociar, como gente sensata, con los que tienen en sus manos la posibilidad real de resolver la encrucijada histórica en la que nos hallamos embarcados todos los pueblos del mundo.
Iraida Vargas-Arenas
Doctora en historia y geografía, Universidad Complutense de Madrid, profesora titular UCV, investigadora nacional nivel IV Conacit.
Los artículos de esta autora o autor
Mario Sanoja
Doctor en Antropología. Profesor Titular Jubilado, UCV. Individuo de Número y Segundo Vicepresidente de la Academia Nacional de la Historia. Investigador Nacional Nivel IV Fonacit-Fvpi. Premio Nacional de Humanidades