Iron Maiden y la disputa política en El Salvador de 2016 Por Roberto Pineda
San Salvador, 9 de marzo de 2016
La visita de los integrantes del conjunto británico de rock pesado, Iron Maiden a la tumba de Monseñor Romero expresa en imágenes, en lenguaje simbólico, la profundidad del enfrentamiento ideológico en El Salvador y la existencia de un imaginario popular, progresista, reflejado en las figuras del mártir católico así como del líder de izquierda Schafik Handal. Monseñor Romero es una poderosa luz que ilumina las conciencias incluso de Iron Maiden y de los miles de personas, que vestidas de negro asistieron a su concierto en el estadio Mágico González.
Porque a Iron Maiden nunca…nunca se le hubiera ocurrido ir a visitar la tumba de Roberto DAubuisson. Y por otra parte, los también británicos Rolling Stones van a estar en La Habana el próximo 25 de marzo. Hay que ir…si se puede!
Un concierto que transcurre un año y nueve meses desde el inicio de este segundo gobierno de izquierda y en medio de la inevitable, y a veces hasta confusa confrontación diaria, sangrienta, cotidiana, entre revolución y contrarrevolución, es preciso a la vez orientar nuestra atención con una mirada de largo alcance, a la necesidad de reconstruir las fuerzas que permitirán afincar un proceso de transformación a mediano plazo en un sentido anticapitalista.
La disputa estratégica por el rumbo
La disputa por el rumbo del país fue modificada a partir de 2009 con el triunfo electoral del periodista Mauricio Funes y asume desde entonces condiciones ventajosas y novedosas a la vez que adversas y complejas. La derecha aspira a la paralización del gobierno mientras que el gobierno necesita comprobar su viabilidad, y para eso necesita estabilidad. La construcción del factor subjetivo forma parte de este enfrentamiento social y político, en el que la elusiva legitimidad electoral descansa sea en la ampliación del clientelismo o en la organización popular.
A esta altura de siete años muchos se preguntan ¿es posible evitar la catástrofe de un futuro triunfo de ARENA? ¿Es el gobierno una trinchera que no puede perderse? Y la respuesta no es unívoca. Pasa en principio por evadir la tentación autoritaria frente a la ofensiva de la derecha y entender que la lucha político-electoral define por su misma naturaleza la posibilidad de la alternancia, como los prueban las recientes experiencias de Argentina, Venezuela y hasta la Bolivia de Evo.
¿Podrá ARENA en el 2018 frenar el proceso de cambios iniciado en 2009 o incluso revertirlo en el 2019? No es seguro. Dependerá de la correlación de fuerzas que logremos construir en la relación entre táctica y estrategia, entre partido y movimiento popular, entre gobierno y aliados, entre gobierno y población. La gente ya en pleno clima electoral evalúa opciones y opta por el más fuerte, el que tiene más posibilidad de cumplir sus sueños y eso explica los golpes electorales del 2009 con Mauricio Funes y del 2014 con Salvador Sánchez Ceren.
La población recibe el bombardeo ideológico cotidiano desde los medios en general, pero en particular desde la televisión y desde las redes sociales, que golpea, destruye, erosiona…deja huellas. Y que resiente nuestra marginalidad, nuestra incapacidad como izquierda de construir medios alternativos que le disputen a la derecha en este terreno. Y son precisamente estos sectores populares, con los cuales debe construirse un poderoso movimiento, sujeto, polo popular que empuje hacia adelante el proceso político iniciado en 2009.
El FMLN en el gobierno, en el ejecutivo desde el 2009 es el resultado del poder construido desde las luchas sociales libradas desde abajo, de la acumulación de fuerzas durante décadas de esfuerzos contra la dictadura militar, que desembocó en una guerra de doce años que originó una gran reforma política, plasmada en los Acuerdos de Paz de 1992.
Es de señalar que si bien es cierto que esta victoria electoral del 2009 obedeció a una amplia movilización popular, sus raíces se encuentran en el repudio a la catástrofe social de veinte años de corrupción del proyecto neoliberal de ARENA y no en una sólida contextura orgánica e ideológica popular, son mayorías fluctuantes, temporales, siempre en disputa. Este es un dato relevante y plantea el desafío de llevar a esas mayorías a comprender la necesidad de asumir más que de acompañar la profundización del proceso. Y esta es una tarea política de la izquierda, no del gobierno. Es una tarea que refleja la relación entre política e ideología, entre espontaneidad y organización.
A partir de la llegada de la izquierda al gobierno en El Salvador se abre una nueva situación caracterizada, entre otros aspectos, por un alto nivel de polarización política y social, pero en el marco de bajos niveles de movilización social así como de la profundización de procesos masivos de delincuencia popular.
La combinación de estos tres elementos explica en parte la actual coyuntura política que vive el país y su posible desenlace. A continuación exploramos estas tres temáticas a la vez que sugerimos diversos escenarios futuros del enfrentamiento histórico entre proyecto popular y proyecto oligárquico.
La desmovilización social
Al concluir el conflicto armado en enero de 1992 y en el marco de las medidas para garantizar la compleja transición de convertir una fuerza político militar de cinco partidos de izquierda, diversos ideológicamente, en un partido político electoral, que trasladara la disputa que se había librado con balas en las montañas hacia la disputa con votos en las urnas. Y frente a una derecha que esperaba que el poderoso FMLN guerrillero se convirtiera ya en la legalidad burguesa abierta en 1992, en un raquítico partido político, sin recursos y sin el brillo de la lucha guerrillera, este toma la decisión de “liberar” al movimiento popular y social, el cual durante casi veinte años había respondido como una aceitada y efectiva maquinaria a las decisiones de la conducción insurgente.
Y el variado y masivo movimiento popular y social surgido al calor del conflicto político, social y militar de veinte años, acogió la decisión primero con sorpresa y confusión, pero luego vino el repliegue. Y la UNTS, último instrumento amplio y combativo de lucha popular, se fue extinguiendo. Y los mejores cuadros guerrilleros o del movimiento popular fueron convirtiéndose en alcaldes, concejales y diputados. Esto fue un grave error político pero quizás inevitable. El FMLN se fortaleció y el movimiento popular se debilitó.
Y a esto también contribuyó decisivamente en esa época, la crisis ideológica derivada de la desaparición del campo socialista. Hoy ha pasado más de un cuarto de siglo de esos acontecimientos y los procesos de despolitización han avanzado significativamente. No han logrado quebrar la voluntad de lucha, pero la han mediatizado. La derecha salvadoreña ha logrado reconstruir su andamiaje ideológico, su hegemonía cultural que fue puesta en crisis en los años setenta y ochenta del siglo pasado, y observamos en la actualidad sus avances a profundidad en el sentido común de los sectores populares.
La derecha ha penetrado fuertemente a nivel religioso, de educación en general y particularmente la superior, la universitaria; en la cultura del espectáculo (futbol y música principalmente) y como izquierda estamos en el gobierno pero muchas veces no estamos en la sociedad, hemos perdido la batalla cultural que es también madre y quizás hasta la abuela de las batallas. E incluso nuestra presencia en el gobierno –municipal, legislativo, ejecutivo, judicial- y por tanto en la administración del aparato de estado, en el poder por más de veinte años, también deja huellas. Al poder lo transformamos pero a la vez nos transforma, es inevitable.
Si la política es la madre, la cultura es la abuela y la derecha ha logrado impactar no solo en la política y la economía sino y fundamentalmente en el sentido común de los sectores populares. Eso es hegemonía, la creación de consensos sociales ¿verdad? Gramsci. Y la desmovilización social se explica también por la pérdida de estas batallas y su recuperación, ganar de nuevo la calle, pasa por recobrar presencia en estos sectores en disputa.
Y pasa a la vez por comprender la necesidad como izquierda de ajustar cuentas con el autoritarismo, que como ingrediente ideológico nos unifica a derecha e izquierda y bloquea la construcción de una nueva cultura política, profundamente democrática como expresión genuina del poder popular.
En estas luchas futuras, la figura y el pensamiento de Monseñor Romero constituye un importante elemento ideológico emancipador, que ha logrado enfrentar aunque no detener la ofensiva reaccionaria de la derecha religiosa y que hoy desde la santidad otorgada por Roma, continúa librando las urgentes batallas por el corazón y las mentes de los sectores populares salvadoreños.
La polarización política
El enfrentamiento con la derecha asume dos modalidades: el enfrentamiento social que caracterizó a los dos últimos periodos de gobiernos de ARENA (1999-2004 y 2004-2009), en particular las olas del movimiento popular de 2002, o sea la lucha contra la privatización del sistema de salud. En este periodo incluso la izquierda legislativamente aislada, se vio en la necesidad de reconstruir instrumentos de lucha social y surge el MPR-12 y el BPS y el enfrentamiento legislativo que caracteriza a la actual disputa y en la cual el FMLN ha privilegiado la alianza con la derecha no oligárquica, representada en GANA, sobre la lucha social. La movilización social es percibida como peligrosa porque debilita al gobierno.
Esta decisión de carácter estratégico, explica la actual debilidad del gobierno de Salvador Sánchez Ceren, ya que es un gobierno que se sostiene como resultado fundamentalmente de la alianza social y política alrededor de GANA y esto lo obliga a la moderación y a no tomar medidas que pudiesen poner en peligro esta delicada alianza.
El enfrentamiento se da desde los territorios legislativos y ejecutivos, desde las alturas del poder gubernamental e incluso municipal, en una guerra aérea y entonces la infantería popular se desmoviliza y se le obliga a observar el enfrentamiento por televisión, olvidando que hay que gobernar desde abajo y desde arriba, como dice la canción de Aniceto Molina.
Como gobierno de izquierda existe la obligación de garantizar servicios sociales de calidad, entre estos la seguridad pública, la salud, la educación, las pensiones, pero como izquierda existe la necesidad de organizar, concientizar y movilizar a los sectores populares hacia la realización de cambios estructurales anticapitalistas. Las tareas de la izquierda rebasan a las tareas del gobierno. La izquierda aspira a transformaciones en el modelo productivo y en el modelo de consumo.
Si confundimos ambas tareas o abandonamos la segunda para realizar la primera, nos quedaremos varados en el terreno de las reformas. Si solo nos dedicamos a realizar la segunda nos aislaremos y seremos fácilmente derrotados por la derecha. El quid del asunto reside en combinar ambas, reforma y revolución y no es sencillo, pesan fuertemente nuestras propias debilidades, ausencia de cuadros, visiones estrechas, tradiciones autoritarias, etc.
En este marco, la tentación del partido en el gobierno como protagonista del cambio social es muy fuerte y condiciona el enfrentamiento social ya que mediante la fuerza del estado logra inicialmente avances significativos, inéditos, pero estos terminan agotándose sino son asumidos por las siempre fluctuantes olas del movimiento popular, que revitalizan y elevan las demandas de cambio. Y es sabido que los gobiernos, incluidos los de izquierda necesitan de estabilidad y la lucha social es por su misma naturaleza subversiva, hace demandas, alza banderas, rompe con la tranquilidad y la rutina. La alianza con sectores de la burguesía no oligárquica y su presencia en el gobierno obliga a la izquierda a la moderación.
No existe en la actualidad un planteamiento desde la izquierda de construcción de movimiento social y popular como el núcleo catalizador de los cambios y el gobierno asume desde las alturas la pelea contra la oligarquía (ANEP) a la vez que asume la alianza con el gobierno de Obama (Fomilenio, etc.) sin renunciar a la amistad con el gobierno de Venezuela y de Cuba. Por su parte, la derecha política se esfuerza en arrebatar banderas como la de la lucha contra la corrupción y por la transparencia, e incluso se presenta hipócritamente como defensora de los intereses populares, como en el caso de las pensiones.
La seguridad pública
Y es precisamente este debilitamiento del proceso de organización y concientización popular el que explica el actual desbordamiento realizado por las pandillas juveniles o maras. En un principio, en los años ochenta, ya a mediados de la guerra se les miraba como fenómeno curioso, pero nadie se preocupaba; luego vino un periodo instrumental, tanto de la derecha como de la izquierda, hoy son una indiscutible fuerza social independiente.
Y la conducta como izquierda e incluso como gobierno de izquierda frente a este sector popular no puede ser la destrucción. Esta es una salida reaccionaria, martinista, militarista, además de inviable. Un gobierno de izquierda puede pero no debe utilizar la misma estrategia militarista que diseñó la derecha. No puede convertirse en enemigo de un sector de las comunidades. Y hay que saber que como en una guerra, cualquier decisión de escalar el conflicto lleva a la otra parte a tomar las medidas pertinentes para enfrentar el nuevo reto. Esto puede pasar con la declaración de emergencia. Pasaríamos a un nuevo nivel del conflicto.
La salida debe ser el diálogo y la integración. ¿Puede haber dialogo e integración entre víctimas y victimarios? ¿Puede haber dialogo cuando hay tanto dolor y sangre derramada? Sí, y es urgente realizarlo. Su viabilidad está garantizada por nuestra reciente experiencia histórica. Hay que identificar a las fuerzas que se oponen a esta salida y aislarlas. Y el movimiento popular debe jugar un papel protagónico en este esfuerzo estratégico. Hay que dialogar desde una óptica de organización popular y no desde una óptica de estado represivo.
Es un gran desafío teórico inaplazable para la izquierda salvadoreña el de desentrañar las relaciones entre pandillas juveniles y sociedad, entre pandillas juveniles e izquierda, y entre pandillas juveniles y estado, así como el de elaborar una estrategia que permita recuperar ideológicamente a ese gran sector juvenil que hoy se vuelve en un gran opresor y hasta explotador y hasta verdugo de su propia comunidad y provoca múltiples víctimas, dolor, sufrimiento.
La complejidad de este sujeto “maras” rebasa muchas veces nuestras visiones y nos bloquea… es un sujeto que ha estado oculto al análisis, debemos reconocerlo como sujeto plural y contradictorio: juvenil, comunitario urbano, comunitario rural, delincuente, opresor, organizador (reclutador por la fuerza de jóvenes y de niños), trasplantado (con raíces en USA), extorsionista, dedicado al narco-menudeo, marginal, con identidad propia (lenguaje, vestimenta, simbología, rituales). Son todas estas articulaciones las que lo identifican pero una es predominante según el momento, y esta es necesario ubicar y a partir de ahí trabajar.
Reversión, equilibrio o avance del proceso de cambios
Al evaluar el nivel de acumulación social y política logrado como gobierno observamos que este obedece en gran parte a la capacidad existente de promover programas sociales. Y esto es positivo pero limitado, porque puede variar. Y los que hoy nos aplauden mañana pueden denunciarnos. No es una acumulación que obedezca a la conciencia política y esto la hace depender de estímulos materiales que tienden a reducirse, la vuelve frágil, hoy esta y mañana puede no estar.
Y aunque actualmente la correlación de fuerzas entre derecha e izquierda continua favoreciéndonos, esto puede revertirse. ¿Cómo romper el actual equilibrio estratégico a favor del proyecto popular? Únicamente mediante la movilización social y popular. La construcción de una nueva cultura política no debe cimentarse exclusivamente en la entrega permanente de uniformes, zapatos y vasos de leche. Debe trascender a una educación política en la que los sectores populares comprendan que estas son conquistas y esto solo se logra mediante la lucha. Por ejemplo la lucha por el agua en las comunidades es un taller de lucha generalizado, la gente sale en cualquier parte del país y cierra las calles para conquistar el agua y al hacerlo se educa políticamente.
En esta compleja situación, planteamos tres escenarios a futuro.
El equilibrio.
No obstante las dificultades que atraviesa el gobierno, estas no logran ser aprovechadas por la derecha oligárquica como resultado de su crisis interna. Esta crisis tiene como base la pérdida del gobierno en 2009. Pero es una crisis que pueden superar. Para la derecha oligárquica unificarse como partido y mucho más si es como bloque, jalándose al PCN y al PDC, puede significar frenar o revertir el actual proceso de cambios.
Y cuando hablamos de proceso de cambios nos referimos básicamente al mantenimiento de los programas sociales. Para la izquierda en el gobierno superar el ahogamiento financiero, disminuir la delincuencia y mejorar la economía puede significar el reconocimiento electoral en el 2018 y el 2019. Lo más probable es que este equilibrio reflejado en una intensa disputa y polarización política se mantenga incluso después del 2018 y del 2019.
La reversión
La derecha oligárquica confía principalmente en –incluso dividida- tener la capacidad de romper la alianza entre FMLN y GANA y lograr la paralización del gobierno mediante el ahogamiento económico. El ahogamiento económico al profundizarse va generar el descontento social y este rápidamente se traducirá en protesta. Y en protesta contra el gobierno. Y esto hace crucial que el gobierno deslinde la protesta legítima de la protesta inducida políticamente. En su mayor parte, la protesta popular es legítima y por lo tanto no puede ni debe ser sometida a la represión. Hacerlo sería un grave error, en particular ante las demandas legítimas de los policías, o de las comunidades exigiendo agua a ANDA. ARENA confía en sembrar confusión y caos, para cosechar en el 2018 y el 2019.
El avance
La coordinación política entre izquierda, gobierno y movimiento popular y social alrededor de una plataforma de defensa de las conquistas sociales es un imperativo estratégico. Esto pasa por la necesidad de dedicarle pensamiento y recursos a esta tarea. El avance popular seguramente adoptara la figura de una tortuga más que de una liebre. Pero las tortugas cuando están organizadas y conscientes les ganan las carreras a las liebres.