Los pipiles fueron grupos de habla nahuat que, en sucesivas etapas u “oleadas” de migración que duraron desde aproximadamente 800 d.C. hasta alrededor de 1250 o 1300 d.C. , se trasladaron al altiplano central de México y las tierras bajas de la región sur del golfo de México y llegaron a asentarse en varias regiones de las actuales republicas de Guatemala, El Salvador y Honduras en Centroamérica.
Un grupo nahuat se desprendió de los pipiles alrededor de 1200 o 1250 d.C. y fue a asentarse en Nicaragua donde se conocieron con el nombre de los nicaraos. [1] Se ha calculado que al momento de la conquista la población nahuat de Centroamérica era de por lo menos 700,000 personas.[2] Los nicaraos fueron aniquilados o llevados de Nicaragua en esclavitud poco después de la conquista.[3]
Aproximadamente unos 2,000 descendientes de los pipiles sobreviven actualmente, la mayoría en los pueblos de Cuisnahuat y Santo Domingo de Guzmán (departamento de Sonsonate), en el occidente de El Salvador.[4]
*William Fowler, de nacionalidad estadounidense, recibió un doctorado en arqueología de la University of Calgary; ahora es profesor asistente de antropología y arqueología, University of North Dakota-Grand Forks
Los pipiles tuvieron un profundo impacto en los acontecimientos pre-hispánicos de la periferia sur de Mesoamérica y, aunque son pocos los que quedan ahora, la herencia cultural, genética y lingüística de la antigua población nahuat de Centroamérica se conserva y es indiscutiblemente fuerte. Uno de los problemas respecto a esta antigua población es precisar con exactitud la extensión y las fronteras del territorio que ocupaban y controlaban los pipiles en tiempos anteriores a la conquista. Este problema puede ser enfocado por medio de la correlación de los datos históricos, arqueológicos, y lingüísticos.
En este artículo, como primer paso, se traza la distribución geográfica de los pipiles según se conoce por medio de los documentos históricos; se recurre luego a la evidencia arqueológica y lingüística, a fin de proyectar su distribución en la época prehispánica.
Evidencia y fuentes históricas
Varias fuentes históricas que se han publicado presentan contribuciones a nuestro conocimiento de la distribución geográfica de los grupos de habla náhuat en el área. Es de primera importancia la lista que hizo el oidor lic. Diego García de Palacio de los idiomas indígenas hablados en el territorio de la Audiencia de Guatemala, desde Chiapas hasta Costa Rica, en 1573 y 1574[5]. En su confusa relación de las migraciones de los grupos de habla nahuat de México a Centroamérica, fray Juan de Torquemada mencionó específicamente algunos pueblos y varias regiones donde se asentaron los inmigrantes.[6] De los datos en La historia descrita por don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán entre 1680 y 1695, es posible recoger importante información acerca de las antiguas ubicaciones de los pipiles.[7]
De menos importancia, pero aun digna de notar, es l a relación geográfica de las provincias de Escuintla y Guazacapán escritaen 1740 por don Alonso Crespo, quien incluyó en este breve documento comentarios sobre las lenguas maternas de ambas provincias coloniales.[8]
Mientras que estas y o t r a s fuentes ofrecen cierta cantidad de información útil, hay dos fuentes que son de excepcional importancia por los datos que proporcionan sobre la distribución geográfica de los grupos de dialecto nahuat en Centroamérica y los linderos lingüísticos entre ellos y los otros grupos indígenas del área. Dichas fuentes son el secretario de fray Alonso Ponce, Antonio de Ciudad Real, y el arzobispo Pedro Cortés y Larraz. Ponce y Ciudad Real viajaron por Centroamérica en 1586; Cortés y Larraz recorrió su diócesis (Guatemala y E l Salvador) en tres viajes de 1768 a 1770.[9]
Ambos hicieron apuntes escrupulosos sobre la distribución de los idiomas indígenas en las regiones por donde pasaron. Aunque muchos asentamientos indígenas habían sido reubicados y algunos se habían despoblado antes que se recogieran estos datos, los informes de Ciudad Real y Cortés y Larraz son de máximo valor en cualquier estudio que se haga de la distribución geográfica de los idiomas indígenas de Centroamérica.
Los datos históricos pueden o no ser comprobados por la evidencia lingüística y arqueológica. Hay dos clases de evidencia lingüística que se relacionan con le problema de “reconstruir” el antiguo territorio de los pipiles.
La primera consiste de vocabularios nahuat recolectados por Bromowicz en 1878 en San Agustín Acasaguastlán (Guatemala), publicada por Brinton, y la lista que Stoll obtuvo en Salamá (Guatemala) en 1883.[10]
Otro importante vocabulario es el que Squier consiguió en la costa del Bálsamo en El Salvador.[11] Ciertos problemas se plantean en el uso de estas listas: el primero consiste en determinar su autenticidad; autenticidad; también hay que averiguar si los vocabularios representan fósiles de una presencia prehistórica nahuat en las regiones donde fueron obtenidos, o si indican un movimiento postconquista de hablantes del nahuat a estas regiones.
La otra clase de evidencia lingüística proviene de los estudios toponímicos , como por ejemplo los de Vivó Escoto, Geoffroy Rivas y Arriola.[12]
Como Wainwright ha señalado:
“La toponimia proporciona en medida completa información de una clase que está ausente en la arqueología y generalmente pasada por alto u oscurecida en la historia. También permite conclusiones bastante precisas sobre la intensidad de los asentamientos, las fronteras lingüísticas, los orígenes y las relaciones, con comentarios de vez en cuando sobre las condiciones sociales y económicas. Esta información es principalmente lingüística, desde luego, pero sus implicaciones políticas y sociales son muchas veces menos ambiguas y más convincentes que las implicaciones equivalentes inherentes en el material arqueológico.”[13]
Los topónimos mexicanos en Centroamérica se hallan muchas veces asociados con las regiones del asentamiento nahuat que se conocen por la evidencia histórica. En algunas regiones, empero, los topónimos nahuas ocurren donde no hay indicación histórica de una previa ocupación nahuat.
En algunos lugares estos nombres fueron impuestos por las tropas mexicanas de Alvarado, pero éste no fue siempre el caso. Podemos utilizar la distribución de estos topónimos para arrojar luz adicional sobre la distribución geográfica de los grupos de habla nahuat en Centroamérica.
Como los estudios lingüísticos, la arqueología nos da indicaciones de la distribución prehistórica de los pipiles. Frecuentemente la identificación de los restos arqueológicos con cierto grupo lingüístico resulta en controversia, pero los pipiles dejaron vestigios netamente mexicanos de casi toda clase en sus restos culturales.
Trajeron a las regiones de que se apoderaron, cambios en la arquitectura, los patrones de asentamiento, la economía y la tecnología, entre otras cosas. Son especialmente reveladoras las representaciones en cerámica de tamaño natural de dioses mexicanos como Tlaloc ( o Quiahuitl), Xipe Totec, y Mictlantecuhtli, los que dejaron en sus centros ceremoniales.
La siguiente serie de interpretaciones, ordenada geográficamente de
oeste a este y de norte a sur, pretende determinar, por medio de toda la evidencia disponible, la distribución histórica y prehistórica de los pipiles.
Se enfoca en las regiones donde los grupos de habla nahuat están seguramente documentados en la historia, o donde su presencia puede inferirse por medio de la evidencia lingüística o arqueológica. También se pone énfasis en las regiones problemáticas donde la presencia nahuat es dudosa o insegura.
La Figura 1 muestra la distribución conocida de los grupos de lengua nahua ( el idioma que incluye el dialecto de nahuat) en Centroamérica. Además de la distribución pipil en Guatemala, El Salvador y Honduras, el mapa señala la distribución de los grupos de lengua nahua en Centroamérica no tratados en este artículo:los nicaraos de Nicaragua y probablemente Costa Rica, así como unos posibles enclaves en Panamá.
Guatemala
Hay segura evidencia de que al momento de la conquista y durante el período postclásico (900-1524 d.c.) los pipiles se hallaban en la planicie costera y bocacosta de Escuintla y en parte de la zona montañosa oriental.
Varios estudios sugieren que también se hallaban, durante el período anterior a la conquista, en la parte central del valle del río Motagua, cerca de San Agustín Acasaguastlán, en Salamá (Baja Verapaz) y en Nito, bahía de Amitique.
La planicie costera y la bocacosta. Fuentes y Guzmán subrayó que Escuintla (Escuinta o Itzcuintepec), que fue atacado y arrasado en 1524 por Alvarado, era pueblo pipil de mucha importancia al tiempo de la conquista y durante la época colonial.[14] Otro importante asentamiento pipil de esta zona era el pueblo (hoy desaparecido) de Panatacat o Atacat, mencionado en los Anales de los Cakchiqueles, el cual estaba ubicado, según el Título de Alotenango, a una legua al norte de Escuintla, y que también fue destruido por Alvarado.[15]
Fuentes y Guzmán también mencionó el “gran pueblo” de Teguantepeque, probablemente San Miguel Tehuantepeque, cerca de Santa Lucía Cotzumalhuapa, como un asentamiento pipil. [16] La atribución especulativa del famoso estilo artístico de Cotzumalhuapa de los períodos clásico medio (400-700 d. C. ) y clásico tardío (700-900 d.C. ) a una población de habla nahuat es muy conocida, pero también llena de problemas.[17]
Otros pueblos pipiles importantes de esta región enumerados por Fuentes y Guzmán incluyen Chipilapa, San Juan Mixtán, Santa Ana Mixtán, Texcuaco y Masagua, todos los cuales fueron identificados por Cortés y Larraz como de habla nahuat.[18]
Con base a esta evidencia uno puede fijar con seguridad los límites de la comarca pipil en la zona del Pacífico de Guatemala durante la época posterior a la conquista entre los ríos Coyolate y Michatoya ( y su continuación el María Linda), siendo Escuintla y Panatacat los pueblos pipiles más al norte de esta zona.
Sus vecinos indígenas eran los cakchiqueles al norte y al oeste y los xincas al este. Es posible que el territorio pipil en esta región haya sido mucho más extenso en tiempos anteriores a la conquista. Como señaló Thompson, Fuentes y Guzmán informó de pérdidas cuantiosas de territorio pipil en favor de los cakchiqueles y los quichés en las guerras que caracterizaron el período postclásico.[19]
Consta que un gran número de los topónimos de la vertiente del Pacífico de Guatemala al oeste del río Michatoya, e incluso al oeste del río Coyolate, provienen del nahuat, y estos son un posible reflejo de la extensión del antiguo territorio0 pipil de esta región.[20]
La zona de oriente. Aunque Asunción Mita parece haber sido ocupado por los chortíes durante el período clásico, en el siglo XVI era evidentemente un importante centro pipil.[21] Cortés y Larraz anotó que el “idioma materno” de Asunción Mita era el “mexicano” (nahuat), mientras que en Santa Catarina Mita,14 kilómetros al norte, se hablaba el pokomam. En su relación de la conquista de la región de Jumay, Fuentes y Guzmán afirmó que ese pueblo y otros de la zona, notablemente Izguatlán (probablemente Santa María Ixhuatán) , Comapa, Jalapatagua y Los Esclavos, estaban ocupados por los pipiles en el siglo XVI.[22]
Los pipiles de esta región que sobrevivieron a las batallas descritas por Fuentes y Guzmán fueron hechos prisioneros y trasladados a Los Esclavos.[23]
Una pequeña población pipil quedó en Comapa donde Sapper obtuvo un breve vocabulario nahuat a fines del siglo XIX.[24]
Aparte de enclaves de pipiles, pokomames y chortíes, la zona del oriente de Guatemala estaba ocupada principalmente por xincas durante e l postclásico y en tiempos de la conquista.[25]
El valle del río Motagua. García de Palacio informó que los idiomas hablados a fines del siglo XVI en el valle de “Hacacevastlan” (Acasaguastlán) eran el “hacacevastleca” y el “apay” (chortí).[26]
Según parece, el llamado idioma hacacevastleca o tlacacebatlecano no vuelve a mencionarse en las fuentes históricas. Cortés y Larraz manifestó que a fines del siglo XVIII la lengua de la cabecera del curato de san Cristóbal Acasaquastlán era el chortí, mientras en los anexos de Chimalapa y Usumatlán se hablaba el alagüilac. El arzobispo afirmo que en San Agustín Acasaguastlán la lengua materna era el mexicano.[27]
A principios del siglo XIX, el historiador Juarros apuntó que la lengua indígena de san Cristóbal Acasaguastlán era el mexicano. [28]
La identidad del alagüilac nunca ha sido establecida con seguridad.
En so obra maestra, publicada por primera vez en 1884, Stoll declaró que el hacacevastleca de García de Palacio era sin duda la misma lengua que más tarde llegara a ser llamada alagüilac.
Stoll consideró al alagüilac como un idioma de afiliación desconocida, y l o colocó en su mapa etnográfico una pequeña zona alrededor de San Cristobal Acasaquastlán, rodeada por la comarca chol al norte y una supuesta “colonia septentrional” de pipiles al sur.
Esta última, según Stoll, ocupaba la región comprendida entre Salamá ( Baja Verapaz) y algunas poblaciones de la parte central del valle del río Motagua, principalmente San Agustín Acasaguastlán y Chimalapa.[29]
Volveremos a tocar el tema de los pipiles de Salamá más adelante. Brinton dio origen a una confusión histórica cuando quiso demostrar que el llamado idioma alagüilac “era una forma bastante pura” del nahuat, y que estaba estrechamente relacionado con el pipil (nahuat) de Escuintla.
La evidencia que Brinton citó en apoyo de esta hipótesis consistió de cuatrozos de textos de documentos del archivo parroquia de San Agustín Acasaguastlán, con fechas de 1610 a 1637 que, según Brinton, fueron escritos en nahuat; el ya mencionado vocabulario que Bromowicz obtuvo en San Agustín en 1878; y también evidencia toponímica sobre el problema.[30]
Según parece, el argumento de Brinton de que el alagüilac equivale al nahuat logró la aceptación de muchas autoridades.[31] Esto no convenció a Lehmann, quien consideró la identidad del alagüilac como un problema no resuelto. Lehmann señaló, empero, que el vocabulario recolectado por Bromowicz es sin duda en nahuat, mientras que los trozos de texto del archivo parroquial de San Agustín son en una lengua franca que es esencialmente una forma corrompida del nahuatl con algunos elementos del español.
Lehmann indicó tres ejemplos de voces en nahuatl en vez de nahuat que aparecen e n los trozos de textos y , más recientemente, Campbell ha señalado varios ejemplos semejantes.[32] Lehmann también publicó una lista de voces que Sapper había recolectado en San Agustín Acasaguastlán alrededor de 1890. Con base a esta lista y a la de Bromowicz, y a pesar de las fallas evcidentes en el material del archivo parroquial, Lehmann pensó que anteriormente se hablaba el nahuat en San Agustín Acasaguastlán, y que era un dialecto estrechamente relacionado con el nahuat de los pipiles de El Salvador.[33]
Lehmann no abordó la posibilidad que los hablantes del nahuat de San Agustín hayan llegado allí después de la conquista.
Esta posibilidad sí fue considerada por Miles, rechazándola en favor de la hipótesis de que los habitantes prehispánicos de la región de Acasaguastlán fueran gente mezclada y bilingüe que hablaba el nahuat y el pokomam.[34] De hecho, no hay indicación alguna en los datos arqueológicos relativos a la zona de Acasaguastlán de que haya habido ocupación nahua ahí antes de la conquista.[35]
Además, Miles citó evidencia histórica indicando que la reducción de grupos de habla nahua de otras regiones a la comarca de Acasaguastlán fue un fenómeno bastante común durante el período colonial. Sin embargo, Miles optó por la hipótesis en la que los “pipiles” del valle de1 río Motagua eran en realidad pokomam-pipiles bilingües, tal vez aumentados por mexicanos de las tropas auxiliares en la conquista. La evidencia que Miles adujo en apoyo de su conclusión es poco convincente, y la “hipótesis bilingüe” para la región de Acasaguastlán ha sido efectivamente desmantelada por Campbell quien estima que la solución que Miles sugirió a la “cuestión alagüilac” no es más sustancial que la de Brinton.[36]
Como indica Campbell, parece más factible atribuir los vocabularios y los trozos de texto de San Agustín Acasaguastlán publicados por Brinton y Lehmann a los hablantes del nahuat y el nahuatl que fueron trasladados a la región de Acasaguastlán después de la conquista. Si es así, la hipótesis de Brinton que e1 alagüilac era equivalente al nahuat queda sin base.
Campbell ha concluido tentativamente que la mejor posible identificación del alagüilac, dado que no era completamente distinto a los idiomas conocidos en Guatemala, es con el xinca.[37]
Baja Verapaz. A diferencia de la situación en el valle del Motagua, los especialistas están de acuerdo que los pipiles de Salamá (Baja Verapaz), donde Stoll recolectó un vocabulario nahuat en 1883, fueron reubicados ahí después de la conquista. Este consenso se basa en una declaración del juez contador Juan de Pineda, quien en 1594 manifestó que los pipiles de Salamá habían sido liberados de la esclavitud y asentados ahí por orden del lic. Alonso López Cerrato, presidente de la Real Audiencia de Guatemala de 1549 a 1555.[38]
Bahía de Amatique. El importante centro comercial de Nito, ubicado en l a desembocadura del río Dulce, fue visitado en 1525 por Hernán Cortés quien informó que un barrio del pueblo estaba ocupado por mercaderes de Acalán, el famoso puerto de la región de la laguna de Términos, México, y que este barrio era gobernado por un hermano del gobernador de Acalán.[39]
Los comerciantes de Acalán eran mayas chontales; sus anfitriones en Nito eran de otra afiliación lingüística y étnica. Roys conjeturó que ” si bien Nito era frecuentado por mercaderes chontales, choles, y yucatecos mayas, parece posible que eran en realidad una factoría nahua.[40]
La existencia de varios topónimos nahuas en la región de Nito presta apoyo a l a sugerencia de Roys.[41]
Si Nito e r a verdaderamente un centro nahua, los pipiles resultarían ser, quizás, sus principales habitantes. Sin embargo, parece igualmente probable que Nito fuera una población chol o chortí. [42]
En realidad, no hay evidencia sobre la afiliación lingüística de Nito. No se le conoce arqueológicamente y ni siquiera se sabe su ubicación exacta. De manera que, por ahora, la arqueología no puede contribuir a la solución de este problema. La hipótesis de Roys de una ocupación nahua en Nito es sugerente pero está por demostrarse.
Honduras
La evidencia indica pequeños enclaves de pipiles en Honduras, pero es difícil saber su localización exacta. Posiblemente hubo un grupo de habla nahuat en la antigua población de Naco o cerca de allí , en la región noroeste del país. Se sabe con seguridad que existía un grupo de habla nahuat al momento de la conquista en el Valle de Aguán, al sur de Trujillo, en el noreste; probablemente había pequeños grupos de pipiles en los valles de Comayagua y Olancho antes de la conquista; y hay buena evidencia de pequeños grupos de habla nahuat durante el período colonial en la región de Choluteca, al sur.
Región noroeste. Esta región abarca los grandes valles de Ulúa, Chamelecón y Sula. Hay poca duda de que aquí habían enclaves de pipiles antes de la conquista, pero su localización exacta está por determinarse.
Como señalaron Lehmann y Stone, los topónimos nahuas son prominentes en esta región.[43] En un estudio rápido de un documento importante del siglo XVI perteneciente a la región, el “Repartimiento de la Villa de San Pedro de Puerto de Caballos y su Fundación por Pedro de Alvarado”, que fue firmado en 1536 por el escribano real Gerónimo de San Martín (1871), se han identificado noventa nombres de poblaciones, cerros, y ríos, de un total de 153, que sin duda son del nahuat.[44]
Si bien es posible que algunos de estos topónimos nahuas hayan sido impuestos por los auxiliares mexicanos de los españoles, muchos, o quizá la mayoría, probablemente ya existían antes de la conquista.[45]
Los préstamos de palabras del nahuat al lenca hondureño también pueden ser un indicio de una presencia pipil en la región antes de la conquista.[46]
Estos préstamos pueden haberse originado, empero, en otra región de Honduras más bien que en la de los valles de Ulúa, Chamelecón y Sula. Mientras que los topónimos y préstamos nahuas son sugestivos, esta evidencia no basta para construir un caso concluyente sobre poblaciones pipiles en la región antes de la conquista.
Veamos, pues, la evidencia arqueológica e histórica.
Un sitio arqueológico que a menudo ha sido considerado como fuerte candidato de l a ocupación preconquista por un grupo de habla nahua es Naco, el más conocido sitio postclásico de la región. Situado en el Valle de Naco, cerca de la parte central del río Chamelecón, Naco era un centro próspero de intercambio durante el postclásico tardío (1200-1524 d.C. ).
El rompimiento de los nexos de intercambio que ocurrió durante los años de la conquista había producido el abandono de la población antes de que Cortés llegara allí en 1525. El hecho de que Naco fuera usado como base de operaciones por los primeros españoles para entrar en la región, atestigua su anterior importancia económica y política.[47]
Aunque tanto Cortés como Bern1 Díaz dieron indicaciones de que Naco era un centro poderoso, ninguno de los dos comentó sobre el idioma hablado por los habitantes de la población. [48]
Cortés mencionó que algunos de sus aliados mexicanos hablaron con un grupo de los antiguos residentes de Naco, aparentemente sin la ayuda de un intérprete. Después Cortés habló, por medio de un intérprete ( su amante, Marina), a los mismos indígenas.
Esta información indica que la gente de Naco hablaba ya sea un dialecto del nahua (nahuat o nahuatl), o el maya chontal, o los dos. Los mayas chontales ( o putunes) eran un grupo expansionista, muchos de los cuales, sobre todo los mercaderes, eran bilingües en chontal y náhuat. [49]
Marina dominaba el náhuatl y el chontal. [50] Esto limita las posibilidades de la afiliación lingüística de Naco.
Evidencia interesante es la declaración de 1525 del escribano Diego Cavallero de que los habitantes de Naco habían venido de la “mar del Sur”, es decir, la región del Pacífico de Centroamérica.[51]
Si se acepta esta declaración en su significado literal, quiere decir, por supuesto, que parte o toda la población del postclásico tardío de Naco se componía de pipiles de Guatemala o El Salvador.
Por medio de las investigaciones de Strong, Kidder y Paul y las de Henderson y sus colegas, Naco está bastante bien conocido arqueológicamente.[52] Aunque los especialistas al principio detectaron semejanzas aparentes entre los restos culturales de Naco y los de México central, especialmente en la cerámica policroma, el análisis más detallado ha mostrado claramente que los vínculos culturales de Naco están con las tradiciones postclásicas de la zona central del Peten, el altiplano de Guatemala, la cuenca central de El Salvador y el suroeste de Nicaragua.
Por ejemplo, hay bastantes semejanzas estrechas entre la cerámica y los planos arquitectónicos de Naco con los de la antigua población pipil de Cihuatán, en e l centro de El Salvador. Los paralelos más estrechos entre estos dos sitios pueden fecharse en la parte final de la ocupación de Naco ( 1450-1536 d. C . ) . La distribución intrasitio de cerámica y la variación arquitectónica en Naco durante este período sugieren que hubo dos grupos sociales distintos, residiendo el grupo dominante en el centro principal de la población.[53]
Basándose en todo o p a r t e de estos datos, varios especialistas han propuesto una hipótesis sobre la afiliación lingüística de Naco. Como ya se ha notado, las probabilidades están limitadas al nahua, al chontal, o a los dos. Algunos estudiosos consideran que Naco en el postclásico tardío era una colonia mercantil de habla nahuat o nahuatl.[54]
Como Henderson ha señalado, l a posibilidad de que los habitantes de Naco fueran de habla nahuatl ( del México central ) es sumamente inverosímil. [55]
La evidencia arqueológica y etnohistórica indica que si de verdad había un grupo de habla nahua en Naco, sus relaciones históricas hubieran sido con el sur, y su dialecto hubiera sido el nahuat. La posibilidad de un grupo chontal en Naco es muy alta.[56]
La teoría de que Naco estaba ocupado a finales del postclásico tardío tanto por pipiles como chontales es atractiva, sobre todo en vista del patrón arqueológico descrito arriba.
Considerando esta evidencia, Henderson ha sugerido que es posible que Naco haya tenido una élite bajo influencia mexicana, como los quichés, si no más directos enlaces con los pipiles. En realidad, la evidencia no es suficientemente concluyente para resolver el problema de las afiliaciones lingüísticas de Naco. Sin embargo, es claro que si no había un grupo de habla nahuat en Naco, la población del postclásico tardío de Naco ciertamente absorbió influencias mexicanas, quizás de otra población en la misma región de los valles de Ulúa, Chamelecón y Sula, o posiblemente de otra región.
Valle de Aguán. Hay firme evidencia histórica que en esta región del norte de Honduras, inmediatamente al sur del actual pueblo de Trujillo, había dos poblaciones de habla nahua al momento de la conquista. Cortés se impresionó mucho por el tamaño de estos dos centros, que tenían los nombres de Papayeca y Chapagua. También observó Cortés que tenían mucho poder político, con 18 pueblos o aldeas de tributarios el primero y 10 el segundo.
El conquistador recibió a unos mensajeros de las dos poblaciones principales, comunicándose con ellos por medio de intérprete, y declaró que la lengua “de Culua (Méxicol) y esta son casi la misma, excepto que difieren algo en pronunciación y en algunos vocablos”.[57] 57
Parece muy probable que las pocas diferencias fonológicas y léxicas entre el nahuatl de México central y la lengua de los mensajeros de Papayeca y Chapaqua, sean indicación de que hablaban el nahuat.
Healy ha llevado a cabo investigaciones arqueológicas en un sitio de esta región que se cree puede ser el antiguo pueblo de Papayeca. Designado H-CN-12: Río Claro, este sitio está firmemente fechado por medio de siete determinaciones de radiocarbono en el período Cocal (1000-1530 d.C. )[58]
Las características de los restos arquitectónicos y el plano del sitio contrastan con los de otros sitios contemporáneos del valle y son, por lo general, características propias de una población mexicana o de una población bajo influencias mexicanas; aunque al parecer el sitio carece de ciertos importantes rasgos arquitectónicos mexicanos, tal como la construcción talud-tablero.
Curiosamente, el complejo cerámico del sitio de Río Claro parece tener poco en común con las tradiciones de alfarería postclásica mesoamericana, y se relaciona más con la cerámica del norte de Sudamérica. Evidentemente, algunos restos culturales del sitio son incongruentes con su identificación hipotética como la población histórica de habla nahuat, Papayeca.[59]
Los datos actuales sobre este problema son poco precisos, y el sitio requiere más investigación antes que se pueda comprobar o descartar esta hipótesis. Sea Río Claro el Papayeca antiguo o no, lo que sí es claro, según la evidencia proporcionada por Cortés, es que Papayeca y Chapagua estaban habitados por un grupo de habla nahua, probablemente un grupo pipil.
Valle de Comayagua. Generalmente se piensa que esta región de Honduras central estaba ocupada antes de la conquista principalmente por los lencas. Ciudad Real informó en 1586 que los idiomas indígenas hablados en la región eran el colo y e l mexicano o pipil.[60] No hay evidencia directa sobre la identidad del colo, pero Stone ha sugerido que era el mimo lenca.[61]
Se desconoce la localización exacta de los grupos de pipiles mencionados por Ciudad Real. Según parece, ninguno de los sitios arqueológicos conocidos en la región muestra evidencia convincente de ocupación pipil, aunque algunas influencias mexicanas imprecisas se han detectado en varios sitios, especialmente en Yarumela, Tenampúa y Agalteca[62] como en casi todas las regiones que estamos considerando, los topónimos nahuas son prominentes en el valle de Comayagua.[63]
Valle de Olancho. Al este del valle de Comayagua está situado el valle de Olancho que también parece haber sido una región secundaria de la ocupación pipil durante la época de la conquista y posiblemente antes. A principios del siglo XIX, le historiador Juarros escribió que en tiempos de la conquista esta región estaba ocupada por lencas y mexicanos.[64]
La fuente de esta información fue el cronista franciscano Fray Francisco Vázquez quién, entre 1683 y 1713 o 1714 escribió una extensa historia de Guatemala basada en parte en manuscritos franciscanos del siglo XVI. Stone ha citado dos declaraciones de Vásquez semejantes a la de Juarros.[65]
Las localizaciones precisas de los santuarios o asentamientos nahuas en el valle de Olancho no han podido concretarse , pero Reyes Mazzoni ha sugerido como posibilidades Agalta, Juticalpa y Jutiquile. Esta región tiene evidencia toponímica que sugiere una ocupación nahuat prehistórica.[66]
La Choluteca. Vázquez manifestó que en la jurisdicción del convento de Nacaome y en el pequeño pueblo de Goascorán se hablaba el lenca y el mexicano. Según García de Palacio las lenguas indígenas de la Choluteca eran el mangue y el chontal (lenca). Ciudad Real informo en 1586 que en la región se hablaban el mangue, el ulúa y el potón (lenca) ; también mencionó un sitio definible de antigua ocupación nahuat en la Choluteca, en la llamada isla ( en realidad una punta) de Ciualtepetl. Antes que él y fray Ponce visitaran este lugar, sus habitantes antiguos habían sido trasladados a la población de habla nahuat de El Viejo (Tecoatega), Nicaragua.[67]
Las islas del golfo de Fonseca. Ciudad Real mencionó varias islas del golfo de Fonseca que en 1586 o antes estaban ocupadas por lencas, pero dio nombres para estas islas en nahua, o en nahua y lenca. Estas son: Meanguera (antes Meangola o Quetzaltepetl), Conchaquita ( antes Conxagua o Taca ) , Matzatepetl, Tecuantepetl y Tzinacantepetl.[68]
Las primeras dos pertenecen actualmente a la República de El Salvador. Como Stone ha notado, los nombres en nahua de las islas probablemente se originaron del grupo de habla nahuat que vivía en Punta Cosigüina, Nicaragua.[69]
El hecho de que Ciudad Real diera nombres para las islas en náhuatl en vez de náhuat ( – tepetl en vez de – tepet ) no afecta esta explicación pues tenía la tendencia a hacer lo mimo cuando daba nombres a los fenómenos naturales.[70]
El Salvador
Casi todo El Salvador al oeste del río Lempa estaba ocupado por los pipiles al momento de la conquista y probablemente durante el período postclásico. Es posible que grupos de lengua nahuat penetraran en el oriente de El Salvador antes de la conquista.
Las regiones occidental y central. La evidencia arqueológica, lingüística y etnohistórica indica, fuera de toda duda razonable, que al momento de la conquista, y por lo menos cinco siglos antes, casi toda la parte de El Salvador al oeste y al sur del río Lempa estaba ocupada por los pipiles.[71]
De hecho, e1 antiguo territorio en El Salvador occidental y central a veces probablemente se extendió al norte y al este de la tradicional frontera cultural del Lempa. Al menos en la cuenca central, el sitio de Santa María constituye evidencia de la ocupación pipil un poco al norte del Lempa.[72] Examinaremos l a posibilidad de la expansión pipil al este del Lempa al tratar el oriente de El Salvador, más adelante.
Hay solamente tres, posiblemente cuatro, excepciones específicas a la dominación total de El Salvador occidental y central por los pipiles al momento del contacto europeo. Estas son los enclaves de pokomames en Chalchuapa, Ahuachapán y posiblemente Atiquizaya en el occidente, y evidentemente una penetración lenca en Istepeque, un poco al norte del volcán San Vicente y al oeste del río Lempa.[73]
Aunque Ciudad Real manifestó que Chalchuapa era una población de habla nahuat en 1586, esto parece ser un error; o quizás Ciudad Real se topó con algunos individuos que hablaban el nahuat en Chalchuapa. En 1637, fray Tomás Gage, quien dominaba el pokomam, habló a los indígenas de Chalchuapa en ese idioma. Francisco Ximénez escribió a principios del siglo XVIII que en tiempos de la conquista, Chalchuapa estaba habitada por los pokomames. A fines del siglo XVIII, Cortés y Larraz informó que el idioma materno de la parroquia de Chalchuapa, que incluía el pueblo de Atiquizaya, era el pokomam.[74]
Los indicios arqueológicos muestran que los pokomames arrebataron Chalchuapa de los pipiles a fines del postclásico tardío. Esta impresión está confirmada por la evidencia de la lingüística histórica.[75]
Así, Lothrop se equivocó gravemente cuando aseveró que los
pokomames antes dominaban toda el área de El Salvador occidental y central, y que más tarde llegó a ser territorio pipil.[76]
Ciudad Real y Cortés y Larraz informaron que Ahuachapán era de idioma mexicano, pero Lardé citó un informe de 1549 de un oidor de la Audiencia de Guatemala, Tomás López Medel, el cual dice que las mujeres de Ahuachapán hablaban el pokomam, mientras que los hombres hablaban el nahuat (probablemente ellos eran bilingües).[77]
Según parece, la única evidencia para la ocupación pokomam de Atiquizaya es la declaración de Cortes y Larraz, mencionada arriba. Ciudad Real manifestó que Atiquizaya era pueblo pipil.
En cuanto a la intrusión lenca en el territorio pipil del este, García de Palacio declaró que en Istepeque, aunque se localizaba en la misma provincia de San Salvador, poseída por los pipiles, los habitantes hablaban un idioma que los pipiles llamaban “el chontal”.[78]
La voz nahuat chontal (nahuatl chontalli) ) quiere decir “forastero”. Los pipiles daban este nombre a cualquier otro grupo indígena que no hablaba el nahua. Por ejemplo, a los pokomames de Santa Catarina Mita, Guatemala, los pipiles también les llamaban “chontales”. [79]
Lothrop estaba convencido de que los chontales de Istepeque eran pokomames; pero Thompson demostró convincentemente que el idioma en cuestión era en realidad el lenca, al que también se referiría muchas veces en el siglo XVI como potón o potona.[80]
Es sensato suponer, por lo menos como una hipótesis de trabajo, que, tal como las intrusiones tardías de pokomames en la región del oeste, la entrada de los lencas en Istepeque era relativamente reciente.
Puesto que algunos mapas lingüísticos indican grupos mayences conocidos históricamente en la vecindad de San Salvador, es necesario un comentario breve sobre su presencia. Ciudad Real declaró que la mayoría de los indígenas de San Salvador eran pipiles, pero algunos eran achíes.[81]
Estos mayas del altiplano de Guatemala no tenían nada que ver con los acontecimientos previos a la conquista de El Salvador, al menos no directamente.
Por cierto, fueron llamados al servicio de la hueste española y reubicados en San Salvador después de concluirse la conquista de Cuscatlán.[82]
Aparte de los dos o tres pequeños enclaves de pokomames en el oeste y la penetración lenca en Istepeque, en tiempos de la conquista e l resto de El Salvador occidental y central estaba densamente poblado por los pipiles. Alvarado se refirió frecuentemente a las grandes e importantes poblaciones pipiles y los grandes ejércitos pipiles que encontró en el valle de Sonsonate, la región de Acajutla ( la planicie costera del suroeste) y Cuscatlán ( cerca de San Salvador).[83]
Algunos de los pueblos pipiles por los que Alvarado pasó en 1524 pueden tentativamente identificarse con sitios arqueológicos: Mopicalco con El Güisnay; Miaguaclam con Los Lagartos, también conocido como Miahuacán; y Atehuan con Ateos.
Desafortunadamente, tenemos solamente un conocimiento superficial de estos sitios. No ha sido establecido con seguridad el sitio de la antigua capital, aunque muchas autoridades, notablemente Barón Castro, han considerado que es el actual pueblo de Antiguo Cuscatlán, en el suroeste de las afueras de San Salvador.[84]
No hay datos arqueológicos que apoyen esta identificación, pero la evidencia etnohistórica indica que Cuscatlán sí estaba ubicado a poca distancia al suroeste de San Salvador.[85]
En cuanto al valle de Sonsonate y la planicie costera del suroeste de El Salvador, fue allí donde Alvarado libró las dos mayores batallas de su campaña contra los pipiles. Izalco, cerca de Sonsonate, fue un conocido centro de producción de cacao durante la colonia y probablemente también durante el período postclásico.[86]
Fuentes y Guzmán describió y usó dos documentos pipiles que eran listas del tributo que se pagaba antes de la conquista a uno de los pueblos pipiles cerca de Sonsonate, probablemente Izalco.[87]
Los pocos sobrevivientes de la cultura pipil viven hoy en esta región, y se ha recolectado una considerable cantidad de datos lingüísticos y etnográficos sobre los pipiles actuales de Izalco y las poblaciones circunvecinas. [88]
El valle de Sonsonate y la planicie costera del suroeste de El Salvador eran sin duda regiones importantes de la ocupación pipil durante el período de la conquista y antes de la conquista, por lo menos durante el período postclásico (900-1540 dC). La arqueología de estas regiones, especialmente la de esta época, es muy mal conocida y necesita investigación.
Además de estas regiones y la de San Salvador (Cuscatlán), los datos lingüísticos, arqueológicos y etnohistóricos indican que otras zonas de El Salvador occidental y central eran importantes regiones del asentamiento pipil durante los períodos postclásico y de la conquista.
Estas incluyen, entre otras : la región del lago de Güija; la Cuenca Central y su región circundante ; la costa del Bálsamo; la región de Cojutepeque e Ilopango; y la ladera sur del volcán San Vicente, incluyendo la región de los Nonualcos.
En general, con excepción de la Cuenca Central, hay pocos datos arqueológicos sobre estas regiones. Tal vez el mejor conocido pueblo pipil prehistórico es el sitio de Cihuatan, en la Cuenca Central, que era centro activo en el período postclásico temprano (1900-1200 d.c.).
Además, hay una plétora de topónimos nahuat en El Salvador occidental y central que no debe pasarse por alto.[89] Aunque muchos de estos nombres han sido “nahuatlizados” (por ejemplo, Cuscatlán en vez de Cuscatán), la mayoría retienen su carácter nahuat original, a pesar de que muchos hayan sido corregidos a formas hispanizadas ( como , por ejemplo, Cuisnahuat en vez de Huitsnahuac o Tamagashte en vez de Tamagaztepec, y otros ejemplos semejantes). Algunos topónimos nahuas de El Salvador fueron probablemente impuestos por los indígenas auxiliares de Alvarado, o incluso por los españoles. Un ejemplo del últmo tipo sería Tacuba (nahuatl Tlacopán), un nombre que Geoffroy Rivas piensa que fue traido por los españoles en forma ya corrompida.[90]
Sin embargo, la inmensa mayoría de los topónimos nahuas en El Salvador seguramente se originaron de los pipiles, y no de los españoles o de sus aliados mexicanos. Como demuestra el estudio de Vivó Escoto, muchos de los topónimos nahuat de El Salvador forman grupos que pueden correlacionarse con las migraciones históricas de los pipiles a esta y otras regiones de Centroamérica.
La región de oriente. Los especialistas están generalmente de acuerdo que al momento de la conquista casi todo El Salvador al este del río Lempa estaba ocupado por los lencas, con pequeños enclaves de cacaoperas en el noreste, ulúas en el sureste, y mangues en el extremo oriente.[91]
La extendida distribución de los topónimos lencas de esta región es notoria, y esta distribución debe ser una indicación bastante buena del antiguo territorio lenca.[92]
Sin embargo, los topónimos nahuas son numerosos en las tierras bajas costeras del departamento de Usulután; algunos ejemplos son Jiquilisco, Aguacayo, Ozatlán, Gualacho y el propio Usulután.[93]
Los topónimos lencas también ocurren en la región, por ejemplo, Oxucar, Chaquantique y Ereguayquín.[94] Estos topónimos plantean la posibilidad de que simultáneamente los pipiles y los lencas compartieran la zona entre la parte baja del río Lempa y el río Grande de San Miguel. De hecho, algunos mapas lingüísticos extienden la distribución de los pipiles al este de la parte baja del Lempa hasta la región de la bahía de Jiquilisco.[95]
Es muy posible que los pipiles nonoalcas, que arribaron a la periferia sur de Mesoamérica alrededor de 1250 o 1300 d.C., lograron el control total o parcial de esta región costera en el período postclásico tardío. La “nahuatización” de los lencas de esta región está bien documentada para el período colonial, y este proceso pudo haber comenzado antes de la conquista.[96]
Sin embargo, esta posibilidad se halla debilitada por la declaración inequívoca de Ciudad Real que en 1586 el territorio pipil tenía al río Lempa como lindero al este. También es digno de notar que había una colonia postconquista de habla nahuatl de los indígenas auxiliares en la conquista, en Mejicapa, a corta distancia al este de Usulután.[97]
Hasta cierto punto, es posible que este grupo haya sido la fuente de la mexicanización de los lencas que tuvo lugar en el período colonial. Ante estos hechos y con los datos actuales no es posible establecer con seguridad si hubo o no ocupación pipil durante el período postclásico en las tierras bajas costeras de Usulután.
Cambiando el enfoque a una época temprana y una zona más al este, Andrews ha recobrado evidencia arqueológica de que un grupo de Veracruz o bajo influencias veracruzanas se trasladó al oriente de El Salvador posiblemente alrededor de 600 d.c.[98] Los restos culturales del sitio de Quelepa, cerca de San Miguel, durante la fase Lepa (625-1000 d. C. ) son muy distintos en contenido y carácter a los de las fases anteriores.
Desde fines del período preclásico medio hasta el clásico tardío el sitio puede ser atribuido con confianza a los lencas. En el clásico tardío aparecen cambios completos en cerámica, lítica, arquitectura y costumbres funerarias. Además, se introducen al sitio durante la fase Lepa varios rasgos culturales que indican vínculos estrechos con Veracruz.[99]
Esta evidencia indica una sustitución total o parcial de la población de Quelepa durante el clásico tardío, y Andrews propone la hipótesis de que una élite veracruzana tomó el sitio con apoyo militar, quizás acompañada por un grupo de la clase baja. Andrews no identifica específicamente como pipiles a estos invasores hipotéticos, pero sugiere que su traslado al oriente de El Salvador esté relacionado con las migraciones pipiles de México a Centroamérica.
En vista de la estrecha relación entre el nahuat de Veracruz y el nahuat de El Salvador, es muy posible que la población de Quelepa durante la fase Lepa fuera de los primeros grupos de habla nahuat que entró a la periferia sur de Mesoamérica.[100]
Resumen y conclusión
Este ensayo ha tenido efectivamente tres metas. Primero, hemos tratado de exponer una metodología para estudiar la distribución geográfica, histórica y prehistórica de un grupo indígena de Centroamérica que, como la mayoría de los grupos del área, ocupaba varias zonas no contiguas, las fronteras de las cuales casi siempre estaban en flujo. La base de la metodología es el uso integrado de datos históricos, lingüísticos y arqueológicos.
El segundo objetivo fue identificar las fuentes históricas que ofrecen datos sobre el problema y evaluar su importancia relativa, así como las contribuciones que puedan hacer en un estudio de esta índole. La meta principal fue reunir y examinar los datos pertenecientes al problema de la distribución geográfica de los pipiles en Centroamérica, tal como se conoce históricamente, y tal como se puede proyectar a la época prehistórica (ver mapa).
En resumen, hemos visto que las mayores regiones en posesión de los pipiles al tiempo de la conquista eran la planicie costera y bocacosta del sureste de Guatemala entre los ríos Coyolate y Michatoya, parte de la zona de oriente de Guatemala, y casi todo El Salvador occidental y central.
Algunas de sus poblaciones principales en tiempos de la conquista eran Escuintla, Panatacat, Asunción Mita, Izalco, Acajutla, y Cuscatlán. Estas zonas y poblaciones por cierto pertenecieron a los pipiles durante el período postclásico, a partir más o menos de 900 d.c., y por algún tiempo antes de la conquista es casi seguro que el territorio pipil se extendía más allá de las fronteras que se conocen por medio de los datos históricos. Por ejemplo, su territorio en la vertiente del Pacífico de Guatemala probablemente se extendió al oeste del río Coyolate durante el postclásico temprano, y en E1 Salvador es posible que los pipiles ocuparan parte de las tierras bajas costeras de Usulután, al este del río Lempa, durante el postclásico tardío.
Una zona de suma importancia para la ocupación pipil prehistórica fue la Cuenca Central de El Salvador, con su población principal de Cihuatán, próspero centro del postclásico temprano que, según parece, ya estaba abandonado en tiempos de la conquista.
Los pipiles de la zona de Acasaguastlán, Guatemala, probablemente fueron reasentados ahí después de la conquista, y este fue definitivamente el caso de los pipiles de Salamá, Guatemala. Hay indicios imprecisos acerca de enclaves pipiles previos a la conquista en Honduras, posiblemente en Naco en la región noroeste y en el valle de Comayagua, y probablemente en el valle de Olancho. La evidencia histórica indica que hubo pequeños grupos de habla nahuat en el valle de Aguán y en parte de la región de Choluteca, Honduras, y que su entrada puede fecharse por lo menos en el período postclásico.
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[2] Fowler, “The Pipil-Nicarao of Central America”, pp. 819-24.
[3] David Richard Radell, “The Indian Slave Trade and Population of Nicaragua during the Sixteenth Century”, en The Native Population of the Americas in 1492, William M. Denevan, ed. (Madison: University of Wisconsin Press, 1976); William L. Sherman, Forced Native Labor in Sixteenth-Century Central America (Lincoln: University of Nebraska Press, 1979).-
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[5] “San Salvador y Honduras el año 1576”, informe o f i c i a l d e l l i c , Diego García d e l Palacio a l rey de España sobre l a s provincias centroamer i c a n a s de San Salvador y Honduras e l año de 1576, en Colección de documentos p a r a l a h i s t o r i a de Costa Rica (León Fernández, 1881-7907) 1:t-52.
[6] Monarquía Indiana (México: Editorial Porrúa, 1969)’ pp. 331-33.
[7] Recordación f l o r i d a : discurso h i s t o r i a l demostración natural, m a t e r i a l , m i l i t a r , y p o l í t i c a del reyno de G u a t e a , 3 t o m s (Guatemala: Biblioteca “Goathemala”, 1932-1933)
[8] AGCA, Al. 17.2 10.5003, versión paleografiada, “Relación geográfica
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[9] Antonio de Ciudad Real, Relación breve y verdadera de algunas cosas de las muchas que sucedieron al Padre Fray Alonso Ponce en las provincias de la Nueva España, siendo comisario general de aquellas partes…, 2 tomos (Madrid: Imprenta de la Viuda de Calero, 1873); Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral de la diócesis de Goathemala (1768-1770), 2 tomos (Guatemala: Biblioteca “Goathemala”, 1958); Fowler, “The Pipil Nicarao of Central America”, pp. 659-62 y 668-69.
[10] D a n i e l B r i n t o n , “On the So-Called Alagüilac Ianquage of Guatemala ” , Proceedings of t h e American Philosophical Society 24 ( 1 8 8 7 ) : 366-77; O t t o S t o l l , Etnografía de Guatemala (Guatemala: Seminario de Integración Social Guatemalteca, 1958), PP. 20-29.
[11] E. G. S q u i e r , Notes on Central America; Particularly the states of Honduras and San Salvador (New York: Harper and B r o t h e r s , 1 8 5 5 ) , pp. 351-52.
[12] Jorge Vivó Escoto , ” El poblamiento náhuat de El Salvador y otros países de Centroamerica”. (San Salvador: Ministerio de Educación, 1972): Pedro Geoffroy Rivas , Toponimia nahuat de Cuscatlán (San Salvador: Ministerio de Educación, 1973): Jorge Luis Arriola, El libro de las geonimias de Guatemala (Guatemala: Ministerio de Educación , 1973).
[13] Frederick. Wainwright, Archaeology and Place-Names and History (Landon: Routledge and Kegan Paul, 1962)’ pág. 4.
[14] Recordación florida, parte 2, pp. 72-73.
[15] Adrián Recinos, Memorial de Sololá: Anales de los Cakchiqueles: título de los señores de Totonicapán (México: Fondo de Cultura Económica, 1950), pp. 126-27; Francis Polo Sifontes, Título de Alotenango (Guatemala: Ministerio de Educación, 1979) y “Título de Alotenango: clave para ubicar geográficamente la antigua Itzcuintepec pipil”, Antropología e Historia de Guatemala, época 11, 3 ( 1981): 109-29.
[16] Recordación florida, 2: 74; J. Eric S. Thompson, An Archaeoloqical Reconnaissance in the Cotzumalhuapa Region, Escuintla, Guatemala (Washington, D. C.: Carnegie Institution of Washington, 1948), pag. 8.
[17] Thompson, Archaeological Reconnaissance in the Cotzumaihuapa Region, pág. 49; Gordon R. Willey, “An Archaeological Frame of Referente for Maya Culture History”, en Desarrollo cultural de los Mayas, E. Z. Vogt y A. Ruz, eds. (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1964), 166, 182 183; Michael D. Coe, The Maya (London: Thames and Hudson, 3%66), pp. 87-90; Lee Allen Parsons, Bilbao, Guatemala: An Archaeological Study of the Pacific Coast. Cotzumalhuapa Region (Milwaukee: Milwaukee. Public Museum, 1969), pag. 150; Terrence Kaufman, “Archaeological and Linguistic Correlations in Mayaland and Associated Areas of Mesoamerica”, World Archaeology 8 ( 1976) : 1 14-15.
[18] Fuentes y Guzmán, Recordación florida, 2: 74-81; Cortés y Larr.32, Descripción geográfico-moral, 11: 241-45; véase también Crespo, Relación geográfica del partido de Escuintla, pág. 11.
[19] Recordación florida, 2: 56-58.
[20] Arriola, Las geonimias de Guatemala.
[21] Gustavo Stromsvik, “Las ruinas de Asunción Mita: informe de su reconocimiento”, Antropología e Historia de Guatemala 2 (1950): 23-57; J. Eric S. Thompson, Maya History and Religion (Norman: University of
Oklahoma Press, 19701, pág. 94; García de P a l a c i o , “San Salvador y Honduras”, pp. 34-44.
[22] Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 1: 254.; Fuentes y Guzmán, Recordación florida, 2: 140-44.
[23] Fuentes y Guzmán, ~Recordación florida, 2 : 144; Ciudad Real, Relación breve y verdadera de algunas cosas, 1: 318
[24] Walter Lehmann, Zentral-Amerika ( Berlin : Dietrich Reimer, 1920), T I : 1062-67.
[25] García de Palacio, “San Salvador y Honduras”, pág. 5; Crespo, Relación geográfica del partido de
Escuintla, p p 12-l?; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral , 1: 48, 54 y 59; Samuel Kirkland Lothrop , ” T h e Southeastern Frontier for the Maya”, American Anthropologist 45 ( 1939 ) : 42-43: Thompson, Archeological Reconnaissance in t h e Cotzumalhuapa Region, pág. 7 ; Lyle R ichard Campbell, “A Note on the So-Called Alaguilac Language” , Iinternational Journal of American Linguistics 38 (1972):206; Agustín estrada Monroy, “Lenguas de doce provincias de Guatemala en e l s i g l o X V I I I ” , Guartemala Indígena 12 (1972): 4: 60-61 y 68-69.
[26] “San Salvador y Honduras”, pág. 6.
[27] Descripción geográfico-moral, 1: 283 y 289.
[28] Domingo Juarros, Compendio de la historia de Guatemala. 2 tomos, 1 ( Guatemala: Imprenta de Luna, 1857), 1: 103.
[29] Etnografía de Guatemala, pp. 2 y 249.
[30] Brinton, “Alagüilac language”, pp. 376 y 370.
[31] Véanse: Cyrus Thomas y John R. Swanton, “Indian Languages of Mexico and Central America and Their Geographical Distribution” , Bureau o£ American Ethnology Bulletin 44 ( 1 9 % ) : 72; J. Alden Flason, The Native Languages of Middle America”, enThe Maya and their Neighbors, C. L. Hay et a l . , eds. (New York: D. Appleton-Century, 1940), .pag. 82; Frederics Johnson, “The Linguistic Map of Mexico and Central Amerlca”, en The Maya and their Neighbors, pp. 88-1 14; Norman A. McQuown, The Indigenous Languages of Latin America”, American Anthropalogist 57 ( 1955): 301-47.
[32] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 1061 ; Campbell, “A Note on Alagüilac”, pág. 205.
[33] Zentral-Amerika, 11: 1061-67.
[34] S. W. Miles, “The Sixteenth-century Pokom-Maya: A Documentary Analysis of Social Structure and Archaeological Setting”, Transactions of the American Philosophical Society 47 ( 1957): 4: 740.
[35] A. L. Smith y A. Ti, Kidder, Explorations in the Motagua Valley, Guatemala (Washington, D. C. : Carnegie Institution of Washington, 1943); Gary Rex Walters, “Proyecto arqueológico de San Aqustín Acasaguastlán”,
Antropología e Historia de Guatemala 2 (1981): 3: 325-69.
[36] Miles, The Sixteenth-century Pokom-Maya, pp. 740-42; Campbell, “A Note on Alagüilac” . Vease también Fowler, “The Pipil-Nicarao of Central America”, pp. 484-85, “El idioma alagüilac y la población pipil de Acasaguastlan: la historia de una confusión”. Guatemala Indígena (en prensa).
[37] “A Note on Alaguilac”, pp. 205-07.
[38] “Descripción de la provincia de Guatemala”, ASGHG 1 ( 1925): 347.
[39] Hernán C o r t é s , C a r t a s y documentos (México: Editorial Porrúa, 1963, pág. 274.
[40] Ralph L. Roys. The Indian Background of Colonial Yucatan (Norman: University of Oklahoma, 1972), pag. 114.
[41] Bernal Diaz del Castillo , Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 2 tomos (México: Editorial Porrúa, 1968), 11: 220-22.
[42] John S. Henderson, “Tne Valle de Naco: Ethnohistory and Archaeology in Northwestern Honduras”, Ethnohistory 24 (1977: 369.
[43] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 1019-21; Doris Stone, “Nahuat Traits in the Sula Plain , Northwestern Honduras”, Verhandlungen d e s X X X V I I I I n t e r n a t i o n a l Amerikanisten kongresses (1969), 1: 531.
[44] Fowler, “The Pipil-Nicarao of Central America”, pp. 487-88.
[45] Roys, Indian Background of colonial Yucatán, pág. 118.
[46] Campbell, “The Linguistic Prehistory o£ the Southern Mesoamerican Periphery” , pag. 177.
[47] Henderson, ‘The Valle de Naco”, pág. 366.
[48] Cartas y documentos, . 291-92; Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 11: 20.
[49] Thompson, Maya History and Religion, pp. 4-5, 43 y 78.
[50] Mariano G. Somote, Doña Marina, “La Malinche” (México: Comote, 1969), pag. 16.
[51] Relación e información que hizo a los Higueras el Bachiller Pedro Moreno (año de 1525)”, en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones Españolas de América y Oceanía sacados de los archivos del reino, y muy especialmente del de Indias (Madrid: José María Pérez, 1870). XiV: 20-24.
[52] William Duncan Strong, Alfred Kidder 11 y A. J. Drexel Paul, Jr., Preliminary Report on the Smithsonian Institution-Harvard University Archaeoloqical Expedition to Northwestern Honduras, 1936 (Washington, D. C. : Smithsonian Institution , 1938); Kenderson, The Valle de Naco”; John S. Henderson, Ilene Sterns, Anthony Wonderlen y Patricia A. Urban. “Archaeological Investigations in the Valle de Naco ,Northwestern Honduras : A Preliminary Report”, Journal of Field Archaeology 6 (7979): 169-92; Anthony Wonderley, “Postclassic Naco, Honduras” ponencia presentada a la 45a. reunión anual de la Society For American Archaeology, 1980); Anthony Wonderley, “Late Postclassic Excavations at Naco, Honduras” (disertación doctoral-Cornell University, 1981).
[53] ffenderson, “The Valle de Naco”, pp. 372-73; Henderson, Stems, Wonderley Urban, “Archaeological Investigations i n t h e Valle de Naco”, pag. 198; Wonderley, “Postclassic Naco”, pp. 23 y 30-34.
[54] Strong, Xidder y Paul, “Preliminary R e p r t ” , pp. 10, 118 y 123; b r i s Stone, “Archaeology o€ the North Coast of Honduras”, Memoirs of t h e Peabody Museum of Archaeology and Ethnology 9 (1941) : 1: 96; Roys, Indian Background of c o l o n i a l Yucatán, pág. 117; John B. Glass, “Archaeological Survey of Western Honduras”, en Handbook of Middle American Indians, Robert Wauchope, ed. qzn. (Austin: University of Texas, 1966), I V : 161 ; Claude F. Baudez, Arqueología de l a frontera sur de Mesoamérica”, en Las
fronteras de Mesoamérica, 1: 143
[55] “The Valle de Naco”, pág. 370.
[56] Thompson, Maya History and Religion, pp. 78-79 y 91; Henderson, The Valle de Naco”, pag. 369
[57] Cartas y documentos, pág. 299.
[58] Paul F. Healy, “Informe preliminar sobre la arqueología del período Cocal en colón, noreste de Honduras”, Yaxkin 1 (1976): 2 : 4-9; y Paul F. Healy, “Excavations at Río Claro, Northeast Honduras: Preliminary Report” , Journal of Field Anthropology 5 ( 1978): 21-22.
[59] Healy, “Excavations at Río Claro”, pp, 22-23.
[60] Relación breve y verdadera, 1: 347..
[61] “Archeology of t h e North Coast in Yonduras”, pág. 12: Doris Stone, “The Archaeology of Central and Southern Honduras”, Papers of the Peabody Museum of Archaeology and Ethnology 49 (1957): 3: 9.
[62] Stone, “Archaeology of Central and SrJuthem Honduras”, pp. 44, 56 y 73.
[63] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 1019-21: Vivó Escoto, El poblamiento nahuat; Roberto Reyes Mazzoni, “El nombre de Olancho y los qrupos de habla nahuat Honduras”, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Notas Antropológicas 1 ( 1974): 5: 31-33.
[64] Compendio de la Historia de Guatemala, 11: 209.
[65] “Archaeology of the North Coast”, pág. 15.
[66] Reyes Mazzoni, ” El nombre de Olancho”; Vivó Escoto, El poblamiento nahuat.
[67] Vázquez es citado por Stone. The Archaeology of Central and Southern Honduras, pp. 83 y 1%; García de Palacio, San Salvador y Honduras.” 6; Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 337-343, 379 y 386.
[68] Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 381 y 383.
[69] The archaeology of C e n t r a l and Southern Honduras, pág. 101
[70] Véase, por ejemplo, Relación breve y verdadera, 1: 346. 364 William R. Fowler, Jr.
[71] Véanse por ejemplo Squier. Notes on Central America, PP. 340-41; Walter Lehmann, “Ergebnise einer Forschungraise in Mittelamerika und Mexico 1907-19909”. Zeitschrifts für Ethnologie 42 (1910): 734; Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 1021-24; Herbert J. Spinden, “Notes on the Archaeology of Salvador”, American Anthropoloqist 17 (1915): 446; Jorge Lardé , “Los chorotegas en El Salvador”. Revista de Etnología , Arqueoloqia y Linguística ( 1926): 286; Samuel Kirkland Lothrop, “Pottery Types and Their Secuence in El Salvador”, Indian Notes and Monographs 1 ( 1927) 216; John M . Longyear. 111. “Archaeological Investigations in El Salvador”, Memoirs of the Peabody Múseum of Archaeology and Éthnology 9 (1944): 2: 6 ; Thompson, “Archaeological Reconnaissance”, pág. 13; Doris Stone, “Los grupos mexicanos en la América Central y su importancia”, Antropología e Historia de Guatemala 1 (1949): 44; y Francisco de Solano, “Población y áreas lingüísticas en El Salvador, 1772”, Revista Española de Antropología Americana 5 (1970): 280-89.
[72] Fowler, “The Pipil-Nicarao of Central America”.
[73] Thompson, Maya History and Religion, pp. 95-96.
[74] Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 323; Thomas Gage, Thomas Gages Travels in the New World (Norman: University of Oklahoma,1958), pag. 304; Francisco Ximénez, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, 3 tomos (Guatemala: Biblioteca “Goathemala”,1929- 1931 ) , 1: 69; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 1: 233.
[75] Robert J. Sharer , Pottery and Conclusions: The prehistory of Chalchuapa, El Salvador (Philadelphia: University of Pennsylvania, 1978 1 , 111: 211 y 213-15; Campbell, ” Linguistic Prehistory of the Southern mesoamerican Periphery” , pág. 168.
[76] “The Southeastern Frontier of the Maya”. Véase Thompson, Maya History and Religion, pp. 95-96.
[77] Ciudad Real, elación breve y verdadera, 1: 321; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 1: 66; Lardé, “Los chorotegas en El Salvador”, pág. 283
[78] “San Salvador y Honduras”, pág. 33.
[79] García de Palacio, “San Salvador y Honduras”, pág. 35.
[80] Lothrop, “The S o u t h e a s t e r n F r o n t i e r of t h e Maya”, pág. 46; Thompson, Maya H i s t o r y and Religion, p . 95-96; García de Palacio, “San Salvador y Honduras”, pág. 6; Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 384.
[81] Quichés, cakchiqueles, o tzutujiles; véase Relación breve y verdadera, 1: 383 y 400.
[82] Thompson, Maya History and Religion, pag, 97-98
[83] Account of the Conquest of Guatemala in 1524 [New York:The Cortes Society, 1924), pp. 79, 8q) 83 y 88
[84] Rodolfo Barón Castro, La población de El Salvador (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1942) pp. 92-93.
[85] Ciudad Real, Relación breve y verdadera, I: 400.
[86] Veanse, entre otros: AGI, Guatemala 128, 82 y 82% f 1549): René Francis Millon, When Money Grew on Trees: A Study of Cacao in Ancient Mesoamerica (disertación doctoral, Columbia University, 1955) , pag 71-73; y John F. Bergmann, ‘The Distribution of Cacao Cultivation in Precolumbian America”, Annals of the Association of American Geographers 59 (1963): 92-93.
[87] Recordación florida, 2: 108-10.
[88] Lehmann, Zentral-Amerika 11: 1027-28 y 1032-59; Próspero Aráuz, El Pipil de la región de los Itzalcos (San Salvador: Ministerio de Cultura 1960) ; Leonard Schultze-Jena, Indiana 11: Mythen in der Muttersprache der Pipi1 von Izalco in E1 Salvador (Jena: Gustav Fischer 1935); Karl T. Saper, “Pipiles und Mayavolker”, en Ibero-Amerikanisches Archiv, 10 ( 1936 ) : $8-86; y Campbell, “La dialectología pipil.” pp. 833-44.
[89] Johann Carl Eduard Buschmann, Über die aztekischen ürtsnamen, ( B e r l i n : Ferd. Dümmler, 1853), pp. 137-39 y 187-200; Lehmann, Zentral-Amerika 11: 1025; Vivó Escoto, El poblamiento nahuat de E l Salvador; Geoffroy RSvas, Toponimia nahuat de Cuscatlán.
[90] Los ejemplos se tomaron de Geoffroy Rivas, Toponimia nahuat de Cuscatlán, p. 52, 136 y 141
[91] Véanse, por ejemplo: Lehmann, Zentral-Amerika; Spinden, “Notes on thee Archaeology of Salvador” pág. 447; Solano, “Población y áreas linguisticas en El Salvador, 1772 , pp. 292-97; E. Wyllys Andrews V, “The southeastern Periphery of Mesoamerica: A View from Eastern El Salvador”, en Social Process in Maya Prehistory, N. Hammond, ed. (New York: Academic Press, 1977), pág. 120 : y Campbell, “The Linguistic Prehistory of the Southern Mesoamerican Periphery”, pag. 166.
[92] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 719-22; Campbell, “The Linguistic Prehistory of the Southern Mesoamerican Periphery”, pág. 166; Andrews, “The Southeastern Periphery of Mesoamerica”, pag. 720.
[93] Geoffroy Rivas, Toponimia nahuat de Cuscatlán, pp. 18, 82, 101, 119, 159 y 1 G O .
[94] Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 719-20.
[95] Véanse: Lardé, “Los chorotegas en 0i Salvador”, pág. 286; Lothrop, “The Southeastern Frontier of the Maya”, Figura 1; Johnson, “Linquistic Map of Mexico and Central America”; y Longacre, “Systematic Comparison and Reconstruction”, Figura 15.
[96] Ciudad Real, Relación breve y verdadera 1: 393; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-mral, 1: 149; Solano, “población y áreas lingüísticas,pp. 293-94.
[97] Ciudad Real, Relación breve y verdadera 1: 329-30.
[98] E. Willys Andrews V, The Archaeology of Quelepa, El Salvador (New Orleans: The American Research Institute, 1976), p . 783-86; Andrews, ‘The Southeastern Periphery of Mesoamerica”, pp. 725-f9.
[99] Andrews, The Archaeology of Quelepa, pp. 41 y 146-48 y ss
[100] Morris Swadesh, “Algunas fechas glotocronológicas importantes para la prehistoria nahua”, Revista Mexicana de Estudios Antropoloqicos 14 71954-19 5% ): 173-92; Alvin Luckenbach y Richard S. Levy, “The implications of Nahua (Aztecan) Lexical Diversity for Mesoamerican Culture-history”, American Antiquity 45 ( 1980): 455-61 ; Fowler, “%e Pipil-Nicarao of Central-America”, pp. 532-47.