Una vanguardia política no puede incurrir en una contradicción más flagrante que temerle al éxito. Así ocurrió en los países ex socialistas con el sector privado.
Ante el caos que, sumado a la ruina dejada por la Primera Guerra Mundial, acompañó al auge de la contrarrevolución y al “comunismo de guerra”, un remedio peor que la enfermedad, Lenin percibió la necesidad de una corrección estratégica y, con la mitad del Buró Político en contra, auspició la Nueva Política Económica (NEP).
El plan no era restablecer el capitalismo sino utilizar sus recursos, entre otros, la necesidad de crecer constantemente, el mercado, el dinero, la competencia y la capacidad innovadora para, con criterio socialista, empleando las palancas del poder, entronizar el sector privado haciéndolo operar bajo nuevas reglas. La innovación consistía en servirse de las herramientas del capitalismo en función del socialismo, tal como hacen ahora China y Vietnam.
Aquellas políticas nunca se desplegaron completamente, entre otras cosas, porque Lenin sufrió un atentado, enfermó y luego falleció y sus sucesores y exegetas, no aprendieron a conciliar las dos mitades para formar una “masa crítica”. En 1928, al impulsar el Primer Plan Quinquenal, Stalin renunció definitivamente a la NEP, sin intentar armonizar lo uno con lo otro como quería Lenin.
A lo largo de setenta años de construcción socialista en la Unión Soviética, salvo en las etapas iniciales cuando, con los primeros planes quinquenales y el período de la II Guerra Mundial hubo un despliegue espectacular, la economía estatal del socialismo real nunca, en ninguna parte, respondió a las expectativas. El fracaso no fue de Stalin, Kruzchov o Brezhnev, sino del sistema, más exactamente del modelo económico.
Algo está probado, el socialismo real no colapsó por introducir la gestión privada sino probablemente por abstenerse de hacerlo. China y Vietnam lo comprendieron a tiempo, compartieron el espacio económico con sus emprendedores y ciudadanos de ultramar y con los capitalistas extranjeros, mostrando el inverso del dogmatismo soviético. Los resultados de unos y otros están a la vista. Entre tanto, Cuba deshoja margaritas.
El fondo del asunto puede radicar en la vulgarización del determinismo económico que constituye un error teórico capital del socialismo y que tan temprano como 1890 Engels intentó corregir: “…Según la concepción materialista de la historia, escribió, el factor que en última instancia determina es la producción… Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda…”
Las aprensiones de Engels se confirmaron y las tesis marxistas acerca del papel determinante de la economía en la evolución histórica y el desarrollo social en su conjunto, sostén del materialismo histórico, dieron lugar a un determinismo económico a todo trance que condicionó el pensamiento y los programas políticos de los partidos marxistas.
El determinismo económico, un hallazgo científico de Marx, válido para la comprensión de la historia en su conjunto y para accionar sobre grandes períodos de tiempo, no opera solo ni es aplicable a escalas menores que el todo.
Los algoritmos* descubiertos y creados por Marx, sobre la dialéctica entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, la base y la superestructura así con el ser y la conciencia social, funcionales para comprender y modelar a escala de laboratorio el pasado y el futuro de la humanidad, fueron convertidos en recursos de la artesanía política.
El poder es un fenómeno político que permite accionar sobre la economía, en un entramado en el cual ambos fenómenos forman la cúpula de la arquitectura social. Pretender incidir sobre la economía y por medio de ella en el desarrollo social en su conjunto, soslayando la evolución política, cuya tendencia natural es a la democracia, constituye un error que varias veces se ha pagado caro. Obviamente, a la inversa ocurre lo mismo. Es de Perogrullo: el hombre es bípedo porque necesita ambos pies. Allá nos vemos.
La Habana, 06 de junio de 2021
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*Algoritmo, conjunto de regularidades u operaciones cuya repetición constituye un patrón que permite comprender un asunto o encontrar la solución de problemas específicos. Los algoritmos tienen principio y fin, funcionan en secuencias, son abstracciones, modelos o guías para ordenar procesos y sus pasos son siempre finitos.