El proceso nacional, cargado de energías históricas, llevó a la alternancia en el ejercicio del poder presidencial en marzo de 2009. Este hecho, que ya era impostergable para evitar que se siguiera acrecentando el detén que significa la permanencia de un mismo partido más allá de los tiempos normales dentro de la dinámica democrática, llevó al FMLN a ganar las elecciones aludidas. Un triunfo legítimo, que sin embargo hay que dimensionar para no caer en las autocomplacencias deterministas, a las cuales la izquierda es tan dada, así como lo es la derecha con los apegos exclusivistas. Aquéllos dicen: llego y me quedo porque la Historia (con mayúscula desde luego, para más dramatizar) me lleva y me mantiene; éstos dicen: estoy y debo quedarme porque soy la única defensora de los principios y valores de la civilización (es decir, los principios y valores que me interesan y me convienen). Como es fácil colegir, ambos argumentos, que tienen en el fondo una almendra infantiloide, son ajenos a la lógica adulta de la realidad.
En verdad, lo que estamos viendo en la secuencia del día a día político es un abanico de evidencias sobre los desafíos que este momento ha traído para todos, y no sólo para las organizaciones partidarias, que son las más visiblemente comprometidas, pero no las únicas, ni mucho menos. Para la izquierda esta es una coyuntura que pone a prueba, en primer lugar, las actitudes y los tonos de su desempeño. En esa línea, y vistas las expresiones y reacciones de días recientes, pareciera tener sentido esperar que el Presidente de la República ejerza la paciencia activa que toda fase transicional aguda necesita, y que el FMLN se proponga institucionalizar la prudencia, porque eso, en la democracia, es mucho más productivo que la devoción por la radicalidad. Esto último, no sólo como recurso de aguante hasta las próximas elecciones de 2012 y de 2014, sino como ejercicio posibilitador de una redefinición de línea ideológica, que es lo que está necesitando la izquierda desde hace tiempos. Al oír que lo que se le dice a la audiencia dura del FMLN es que se busca un “Presidente rojo” para 2014, la impresión que da es que la izquierda competitiva sigue presa de las imágenes de otro tiempo, ya rancias en sus estuches acartonados, cuando este podría ser momento más que propicio para elaborar propuestas diferentes, aunque algunos fieles tuerzan el gesto.
El FMLN ya vivió experiencias desafortunadas por no responder al talante del electorado sino a una interpretación ingenua de las aspiraciones del mismo. Sobre todo en 2004, quiso creer que, luego del buen resultado obtenido en los comicios de 2003, podía ganar las siguientes elecciones con independencia de quién fuera el candidato, lo cual era una conclusión interesadamente fácil para volver a lo mismo: impulsar figuras históricas, en ese caso la más visible de todas las suyas, Schafik. En contraste curioso, ARENA sobredimensionó su declinación en 2003, y el FMLN sobrevaloró su avance en dichas elecciones. ¡Cómo les cuesta a ambos apreciar los hechos reales tal como son! Pero hoy estamos en un momento de características muy peculiares: el FMLN formalmente es partido de gobierno, pero ya se ve que en la realidad de los hechos políticos no llega a serlo. ¿Cómo encajará dicho partido tal situación? Lo ha hecho hasta hoy con bastante cautela, sorprendente en muchos sentidos; pero empiezan a aparecer señales que podrían ser reveladoras de una “contraofensiva popular”, que de seguro a nadie le convendría al final del día.
Esa forma de confrontación larvada entre el Gobierno y su partido debería mantenerse bajo control, para no desatar en ninguna de las dos partes la tentación de demostrar más poder. En el caso del FMLN hay cosas que tendrían que ser ajustadas a tiempo, porque hoy ya no es fuerza de oposición, sino —pese a todos los matices y limitaciones— fuerza copartícipe de la tarea de ser Gobierno. Por ejemplo, ya no tiene sentido estar hablando de “tomar el poder”, pues en la democracia nadie toma el poder, todos llegan y se van con miras a volver para volver a irse, en ese péndulo que llamamos alternancia. Hay que insistir en un hecho que no es ideológico, sino de la vida: pasó el tiempo en que se podía hablar de “sustitución de sistemas”, y pasó cuando fue evidente que la “revolución” al estilo marxista-leninista ya no era posible. ¿Qué revolución ha emergido en los 20 años recientes, como no sean algunas caricaturas en el entorno latinoamericano? El FMLN tiene suficiente energía acumulada para ser capaz de despojarse de la hojarasca y asegurar su futuro con un proyecto propio verdaderamente viable; ése es su reto más sensible.