La Revolución también es una calle

LA REVOLUCION TAMBIEN ES UNA CALLE
De frentes, fronteras y cruces culturales*
Ricardo Morales Lira
Alfonso Garcia Cortez
Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
Epoca 11. Vol. I. Num. 2, Colima. Diciembre 1995, pp. 9-31

“En treinta años, se Vive demasiado y aquí pues mas, mas, (tu
Vida es mas a prisa en la Avenida Revolución)… “
Alberto Ramos, Curiosero de la Avenida Revolución
‘‘En la calle se goza, se sufre, en la calle se mira, se contempla y se es mirado y contemplado”
Jesils Galindo

Ante-cedentes

Desde hace aproximadamente dos décadas, el estudio sobre las problemáticas relacionadas con la cultura ha recobrado bríos y a la vez, ha renovado las maneras de mirar e investigar las distintas modalidades de la organización social de los sentidos. La emergencia de inéditas y, hasta hace poco inexistentes, identidades colectivas; la presencia de diversificadas prácticas culturales y sus correspondientes sujetos sociales inmersos en la trama de la urbanidad, la reactualización de lo popular, lo indígena, lo obrero, al borde del milenio modernizador, la reivindicación de movimientos ecologistas, juveniles, sexuales y. por supuesto, insurgentes, todos ellos paralelos a las más caducas y ¡oh paradoja!, sofisticadas formas de ejercicio del poder, han hecho posible que los mas disímbolos y enmarañados procesos culturales, sean centro y eje de preocupaciones, reflexiones y acciones que comienzan a desplazarse fuera de los ámbitos estrictamente económicos y políticos, pero que a su vez, ya han trazado estrategias multidisciplinarias que conjuntamente con esfuerzos institucionalizados y civiles por comprender estas realidades, empiezan a ser colectivos, descentrados y regionalizados.

Al interior de este paisaje revitalizador, iniciamos en septiembre de
1993 en la Universidad de Colima (y como Programa Cultura), la puesta
en marcha de un proyecto de investigación de alcance nacional, con miras
a generar información básica sobre cultura: “La Transformación de las Ofertas Culturales y sus públicos en México: (genealogías. Cartografías y prácticas culturales en el siglo XX)”, proyecto en el cual Tijuana participo como una de las nueve ciudades, siendo punto de apoyo y centro de trabajo la Universidad Iberoamericana del Noroeste.

En términos generales, nuestro objetivo de investigación se centraba en conocer qué tipo de ofertas, prácticas y públicos culturales se han venido
conformando en lo que va del siglo en México. Asimismo queríamos saber cuál ha sido la génesis, desarrollo y composición actual de determinados campos culturales en este país. Se consideraron ocho campos, los cuales creímos importantes, que no únicos, en la vida de la gente: Religiosa, Educación, Salud, Cultura Legítima o Bellas Artes, Medios de Difusión Colectiva, Alimentación, Abasto y Diversión.

En el transcurso de la investigación en Tijuana, estos tres últimos, pero marcadamente el campo de la Diversión, se nos aparecían con una fuerza efervescente, con un tipo de energía social que invitaba a zambullirse, nuevamente, en el estanque de la cultura (véase el mapa 1).

Como uno de los espacios clave, no solo de las prácticas culturales sino de la estructura social de Tijuana, el campo de la Diversión, contradictoriamente, se presentaba con escasa información documental, casi nula en las instancias políticas y, en el mejor de los casos, existente pero a partir de la década de los 70. En un principio. Pensamos que todo lo anterior era razón histórica y preocupación científica suficientes como para regresar a trabajar este campo riquísimo.

Sin embargo, poco tiempo después nos dimos cuenta de que si existía en Tijuana un espacio social urbano donde se concentraban las ofertas
especializadas en las múltiples formas de “lo bueno para divertirse”,
“lo bueno para comer”, “lo bueno para comprar” y lo bueno para turistear”,
ese era una calle: La Avenida Revolución.

Así que posteriormente, con la investigación nacional en una etapa de cierre y con los ímpetus provocados por esta, el equipo de Tijuana solicito al Seminario de Estudios de la Cultura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en abril de 1994, el apoyo a un nuevo proyecto., del cual este trabajo es tan solo uno de sus productos: “La Revolución también es una calle.
Ofertas, públicos y prácticas culturales en Tijuana a través de una calle:
La Avenida Revolución” (véase el mapa 2).

La calle como objeto o los sujetos de la calle

En nuestro planteamiento original nos hacíamos una serie de interrogantes
-primeramente quizá muy afines con el proyecto nacional -en relación a los campos de alimentación, abasto, ahora turismo y diversión, espacializados y concentrados en la Avenida Revolución; ¿Cómo se habían conformado estas ofertas culturales? ¿Cómo ha sido y es la composición, en lo que va del siglo, de estas instituciones, ofertas y públicos culturales en la Av. Revolución?

Pero sobre todo, queríamos saber cómo distintos agentes especializados en esas ofertas, habían construido e incorporado en sus esquemas de percepción y valoración una serie de referentes empíricos, los cuales les permitían vivir, gozar, representar, interpretar, trabajar en ese espacio social multidimensional de una manera específica que pone en juego elementos simbólicos transclasistas, con significantes comunes pero con distintos, y a menudo diametralmente opuestos, significados.

La etnografía, el estudio de la cultura desde la cultura misma, nos vino a proporcionar herramientas preciosas para interpretar y radiografiar estos procesos de larga duración en los diferentes agentes sociales de la calle. El método de la historia oral nos hizo posible registrar estas interpretaciones de primer orden, ese orden de la micro composición de la vida cotidiana, y con las cartografías culturales pudimos representar las trayectorias de los campos mencionados en tres periodos de crecimiento de la calle, en intima relación con cinco etapas históricas importantísimas para Tijuana. Baja California y California.

En este sentido, decidimos entrevistar a tres generaciones distintas de
informantes que tuvieran un mismo oficio, que hubieran trabajado allí
por lo menos cinco años, que gran parte de su vida hubieran trabajado en el oficio, o que hasta la fecha continuaran laborando en ese espacio:
hombres o mujeres de más de 25 años de edad, nacidos en Tijuana, o residentes con más de treinta años radicando en la ciudad.

Nuestros informantes: prostitutas, taxistas. burreros (fotógrafos del “recuerdo” que en determinadas esquinas de la avenida. y con burros pintados, surrealistas simulacros de cebras, en una especie de calesa-escenario, fotografían a turistas, principalmente gringos), curioseros (vendedores no solo de las llamadas curiosidades o souvenirs, sino de toda una oferta especializada en el campo del abasto: piel, calzado, artesanías, metales), cantineros y músicos (tríos, grupos norteños y rockeros), así, con un sentido de estrategia de aventura hacia los encuentros inesperados, nos lanzamos a conquistar la Revolución.

La construcción de un frente frontera para una calle historica

La calle es algo más que un simple lugar de paso, es también un espacio de encuentros y rupturas, de reconocimientos y representaciones de lo real e imaginario, de altas decisiones vitales y políticas; allí se cocinan los sujetos, se juega con el poder, también se viven y reaniman constantemente las estructuras de la organización social: si, allí en la cotidianidad, la calle forma y es formada por los protagonistas de la historia no oficial, aquellos que —supuestamente— no tienen algo importante que decir, pero que, sin embargo, inscriben poderosas improntas en lo social.

La calle es, además, aquello que significa y pesa en cada uno de nosotros: las rutas cotidianas, las anécdotas propias y compartidas, lo histórico y esencialmente nuestro, expreso en las nomenclaturas próceres y heroicas, los anuncios comerciales, la propaganda y los graffittis, son, en suma, los recuerdos individuales y la memoria colectiva.

Una primera imagen de la tijuanense avenida Revolución se nos presenta como un espacio social pluridimensional, con sus múltiples sujetos- actores sociales (curioseros. prostitutas. burreros o fotógrafos del recuerdo, músicos, taxistas. camioneros. etcétera) y sus igualmente diversificadas, contradictorias, conflictivas luchas y acciones en busca de objetivos vitales en distintos tiempos y escenarios.

Para entender esta composición múltiple y diversificada en practicas
culturales, es necesario trazar mapas situacionales, cartografías relacionales que nos hagan ir de lo obvio hacia el sentido profundo que adquiere para los sujetos, el espacio social. Por ello, es necesario situarnos en el plano de la vida cotidiana, y no hay mejor herramienta para comprender como se organiza lo social que la cultura misma, entendida esta como los sentidos sociales estructurados.

La Revolución es uno de los lugares clave de gestación de identidades
y culturas hibridas , allí migran y se transforman linajes culturales;
vía pública, mediación fundamental entre las composiciones micro y
macro sociales, vértice donde lo público y lo privado se trastocan; este
es “el lugar donde se gestiona la vida o muerte de las ciudades, ahí se define el perfil de lo ciudadano, ahí se resuelve la complejidad de lo múltiple.”

Testigo de batallas magonistas, abrevadero de los temperantes obligados,
colección exhaustiva de perversidades y antros, zona libre, emporio del curios shop y los marriages & divorces; durante la mayor parte del presente siglo, la avenida Revolución ha jugado un papel esencial en la historia y en la economía de Tijuana. Ha sido eje, a la vez, de dramáticos
cambios en la estructura social de una población que de breve comunidad fronteriza, en poco tiempo salto a la urbanidad y al cosmopolitismo, se vio transformada en una ciudad abierta, pública, receptora de grandes oleadas migratorias desde diversos puntos del país.

Así, centro de trabajo, punto de referencia transfronteriza, escaparate de la “ventana de Mexico”, con una longitud mayor en lo simbólico que en lo físico, la avenida Revolución se troco en la vía más publica de “la ciudad más visitada del mundo”: en ese abigarrado espacio social donde se gestan, publican, mudan y trastocan las más diversas practicas e identidades culturales; un espacio donde lo propio y lo ajeno se encuentran, reconocen y diferencian día con día.

A partir de 1848, los sucesivos descubrimientos de oro en California
produjeron una intensa migración hacia ese estado, facilitada luego por el Ferrocarril Transcontinental, que en 1885 tocaba el puerto de San
Diego. La gran afluencia de personas resulto en el llamado boom de bienes
raíces californiano, de amplias repercusiones al sur de la frontera.

En un tardío intento por beneficiarse de aquel auge en la venta de inmuebles, los herederos de don Santiago Arguello suscribieron un contrato que finiquitaba el largo pleito sostenido por los terrenos del Rancho Tía Juana, ubicado al sur de San Diego, junto a la Línea Fronteriza.

Anexo a tal convenio, sancionado por la autoridad judicial el 11 de Julio de 1889 (a partir de 1976, fecha de fundación oficial de Tijuana), se incluyo un plano que sirviera de traza urbana para una población que, situada en esos terrenos, habría de llamarse Pueblo Zaragoza.
El súbito declive del boom de bienes raíces en 1889, frenó totalmente
el desarrollo proyectado para la ranchería; sin embargo, a la par que su vecina del mismo nombre al otro lado de la frontera, Tía Juana continuo su existencia hasta 1891, cuando una crecida del rio barrió con ambos poblados: Tía Juana (USA) desapareció para dar origen a San Ysidro, y la reconstruida población mexicana adopto el topónimo de “Tijuana”.

En 1895, las lluvias torrenciales nuevamente inundaron los terrenos, por lo que se hizo necesaria la reubicación del poblado en un lugar más protegido: el actual primer cuadro de la ciudad. Tres años después, los colonos solicitaron a las autoridades el trazado correcto de las calles; en este momento ya existían registrados algunos negocios, entre los que destacan el de Alejandro Savin y el almacén de Jorge lbs, ambos con venta de curiosidades y establecidos en la incipiente avenida Olvera, después avenida “A”, hoy Revolución (véase el mapa 3).

Según el censo de 1900, Tijuana contaba con 245 habitantes: durante esos primeros años del siglo, los turistas norteamericanos “que venían en diligencias, a caballo o en carros a cazar conejos, codornices o comprar
langosta, abulón o pescado que los pobladores de la costa los vendían”,
constituían una breve, pero efectiva población flotante que probablemente ascendería tras la apertura del puerto de San Diego a la marina mercante en 1905; luego, la firma de un convenio internacional en 1908, permitió la incursión en territorio mexicano del ferrocarril San Diego-Yuma (que para 1910 tocaba Tijuana), con lo que el poblado se hizo más asequible.

El magno terremoto en San Francisco (1906) disparó un movimiento
moralista que para 1911 logro la prohibición, en California, de las cantinas y las apuestas a caballos. Al entrar en vigor las prohibiciones, las
ventajas de la ubicación geográfica de Tijuana saltaron a la vista: el gran aislamiento respecto del resto del país, la condición de frontera -lo que la ponía fuera de la jurisdicción norteamericana, la cercanía y comunicación con el puerto de San Diego, la dependencia económica y las grandes facilidades que para la inversión extranjera existían en el territorio. En consecuencia, el lado poniente de la avenida Olvera (o Revolución) fue poblándose de negocios dedicados a las diversiones impedidas en California.

En otro aspecto, el año de 1911 está particularmente señalado por el
episodio floresmagonista, que localmente aun es motivo de profundas
disensiones; en resumen:
“Al estallar en México el movimiento revolucionario de 1910, algunos grupos políticos y financieros norteamericanos pretendieron apoderarse de la Península. Coincidiendo con estos propósitos, el dirigente anarquista Ricardo Flores Magon pidió a sus partidarios, desde Los Angeles, que se sublevaran al margen de la revolución maderista. Las acciones de unos y otros, independientes al principio, y unidas después, suscitaron grandes confusiones, pues llegaron a identificar los designios anexionistas con el objeto de crear una utópica república de trabajadores.

Tijuana fue teatro parcial de estos acontecimientos cuando el 9 de mayo de 1911 Carl Rhys Priee, al frente de 180 hombres, se apodero de la villa e izó la bandera de los Estados Unidos, ciertamente al lado de otra roja. Su segundo, Louis James, proclamo el 2 de junio la República de Baja California y a Dick Ferris como su presidente. Este hecho provocó el rompimiento entre los filibusteros y los anarquistas. El día 3 el jefe magonista José L. Valenzuela fusiló a tres de los mercenarios: y el
dia 22, tras varios incidentes, las fuerzas federales del coronel Celso
Vega “recuperaron la plaza.”

Con el propósito de celebrar la inauguración del Canal de Panamá,
efectuada un año antes, en 1915 se organizó en el puerto californiano la
San Diego-Panama Pacific Exposition; el mismo año, a la lista de prohibiciones fue añadido el box. En Tijuana, para aprovechar el flujo de visitantes a la Exposición, y quizá como una versión de aquella, se fundó
el Tijuana Fair Casino, y en las inmediaciones de la Línea Internacional
inició la construcción del primer hipódromo de Tijuana, el Sunset Race
Track, a cuya inauguración en 1916 asistieron más de diez mil personas.

La ciudad, que abarcaba unas cuantas manzanas y alrededor de quinientos
Habitantes, comenzó a forjar una reputación de ciudad abierta: en su principal vía, la avenida “A”, de las calles Primera a Tercera, podían encontrarse licorerías, cantinas, casas de juego y centros nocturnos, como también fumaderos de opio, pues en 1916 el gobernador Esteban Cantu autorizó el comercio publico de drogas heroicas, con altos cobros por derechos de importación, fabricación o venta de las mismas.

El ingreso norteamericano en la Primera Guerra Mundial repercutió
negativamente en el poblado fronterizo: aunque San Diego creció en importancia como base naval, la neutralidad mexicana ante el conflicto
dio pie al cierre de la frontera y de la vía del ferrocarril, afectando el
abastecimiento de la ciudad; además, la exigencia de pasaporte para el
regreso a los ciudadanos norteamericanos que cruzaran la frontera hacia
Tijuana, decretada por el gobierno estadounidense y la conclusión de la
San Diego-Panama Pacific Exposition hicieron decaer notablemente el
movimiento turístico.

“En 1920, la promulgación de la Ley Volstead o Ley Seca, punto culminante del movimiento moralista norteamericano, puso fin a la crisis
turística que había sufrido Tijuana: El 4 de Julio de ese año entraron a esta población 65 mil personas y 12,654 automóviles. Se acabo la gasolina y mucha gente tuvo que quedarse en los hoteles. La fama de Tijuana sobrepaso las ciudades de California y llego a Nueva York y demás ciudades del Este de los Estados Unidos… Los artistas de Hollywood frecuentaban el hipódromo, el “Sunset Inn” y el “Casino Monte Carlo”, donde podían bailar al compas de magnificas orquestas en una atmosfera elegante…

Nuevamente, a lo largo de la avenida “A” proliferaron los negocios
dedicados al juego, el alcohol y la prostitución; durante este lapso: época
dorada del turismo, primera etapa en el desarrollo de la ciudad, extendida hasta 1925. Tijuana creció en población, infraestructura, superficie y reputación. El uso del suelo se identificó con lo comercial turístico, y la ciudad con su avenida principal, en escenario de las trasformaciones que iban sucediéndose.

Así, en 1924 se establecieron el Foreign Club, la primera imprenta, y nacieron los primeros sindicatos obreros, el Alba Roja entre los trabajadores del hipódromo. el de Cantineros, afiliado a la naciente CROM y el Gremio de Choferes Mexicanos, seguidos luego por otras organizaciones sindicales; incluso hubo un intento por agrupar a las horizontales en un Sindicato de Platicadoras y (Entretenedoras…que no prosperó) en una plaza dominada por trabajadores extranjeros, puesto que muchos negocios la mayoría eran propiedad de norteamericanos se rehusaban a emplear mano de obra mexicana.

En 1925 aparecieron la Compañía Telefónica Fronteriza y el primer periódico
local; en 1926 se creó la Cámara de Comercio, y en 1927 se instaló una fábrica de aviones.

El centro turistico Agua Caliente, uno de los primeros y más importantes
en el país, abrió sus puertas en 1928. Sus instalaciones, de una arquitectura
extraordinaria y exótica, reminiscencia del Old Mexico que los turistas norteamericanos ansiaban descubrir, incluían hotel, restaurante,
galgodromo, y un casino de lujo exquisito frecuentado por artistas de Hollywood y celebridades del momento. En el Agua Caliente se filmaron
algunas películas. y allí nació la carrera de Rita Hayworth.

El complejo de inmediato adquirió renombre y su presencia ratifico a Tijuana
como lugar obligado en los recorridos turísticos por el sur de California.
Para facilitar el acceso al centro turístico, la administración mandó pavimentar un camino que, cruzando a lo largo de la avenida “A”, llegaba hasta sus instalaciones desde la Línea Internacional. Los comerciantes de dicha avenida lo apodaron La esponja, por el numeroso público que convocaba.

En el interior del Agua Caliente también se hallaban tiendas de curiosidades. Ropa, joyería y perfumería, con artículos nacionales y de importación. En 1929, mientras la economía norteamericana tocaba fondo, el complejo ampliaba sus servicios: un aeródromo propio, campo de golf, balneario y un hipódromo nuevo. Pero si bien había un público que podía y quería olvidar el desastre económico en los Estados Unidos, esta crisis, por otro lado, provocó la repatriación masiva de mexicanos residentes en aquel país; entre ellos, una buena cantidad de ex villistas que vivían en Los Ángeles y que al mudarse a Tijuana, fundaron en 1930 la Colonia Libertad.

La derogación de la Ley Seca, en 1933, represento un severo golpe para la economía tijuanense “afectada en aquel nervio motor, un perímetro de tres manzanas: de la calle Primera a la Cuarta., donde estaba el “Foreign Club”. Muchos negocios cerraron, el turismo disminuyó y el desempleo se volvió general; con todo, la creación de los perímetros libres experimentales en la frontera norte ayudo a paliar la situación.

Sin embargo, el panorama se ensombreció de nuevo al decretar Lazaro Cardenas el cierre de todas las casas de juego en el país (1935). En Tijuana, los negocios dedicados a esta actividad incluido el Agua Caliente. Cesaron sus actividades, con lo que aumento la carencia de empleos. La ciudad hubo de modificar su modo de vida: se desarrollo el negocio de venta de curiosidades y favorecido por la creación de la zona libre
(1937) el de importaciones.

El ingreso norteamericano en la Segunda Guerra Mundial, provocado por el ataque japonés a Pearl Harbor (1941) hizo que se orientaran grandes recursos hacia California, donde el puerto de San Diego adquirió suma importancia como base naval. Igual que antes, Tijuana abrió sus puertas al turismo extranjero, ahora conformado esencialmente por militares en licencia.
Esto propicio el resurgimiento de los establecimientos dedicados a la explotación de los vicios, particularmente sobre la avenida Revolución, transformada en zona internacional de tolerancia.

Aprovechando las circunstancias del momento, durante el periodo más vivo de este nuevo auge turístico el que, extendido de 1942 a 1948, representa una segunda etapa en el desarrollo de la ciudad brotaron negocios y actividades (algunas ilicitas) como lo eran los bufetes de marriages & dtvorces o de tramites migratorios, y la especulación con sueldos y pensiones por viudez del ejército norteamericano. Paralelamente, tanto las autoridades como la iniciativa privada hacían esfuerzos por mantener en orden y cimentar, de una manera más segura, la economía de Tijuana, tan sujeta a los altibajos del movimiento turístico.

En otro aspecto, con cerca de quince millones de efectivos en el frente, la escasez en mano de obra empujo al gobierno de los Estados Unidos a firmar en 1942, un convenio con el gobierno de México, permitiendo la entrada temporal de braceros mexicanos a ese país. Tijuana se convirtió, entonces, en la ciudad fronteriza con mayor número de trabajadores migrantes, con lo que la población creció explosivamente: de 16,400 habitantes en 1940, a 65.364 diez años después.

Asi. en 1946 el presidente Manuel Avila Camacho dispuso que los terrenos comprendidos dentro del fundo legal de la ciudad que no estuvieran lotificados. fueran distribuidos en lotes urbanos; en consecuencia, las calles de la zona central se prolongaron desde la Calle Primera hasta la Línea Internacional, incluida la avenida Revolución que para entonces adquirió una longitud y estructura similares a las que tiene hoy en día.

La circulación de tropas que ocasiono en San Diego la guerra de Corea
(1950-1953), se reflejo en un repunte del movimiento turístico hacia Tijuana, donde, además de la oferta turística centrada en la avenida Revolución, podían obtenerse también certificados falsos de nacionalidad mexicana (para evitar el servicio militar norteamericano) y algunos otros servicios ciertamente ilegales. Sin embargo, durante la década de los cincuenta Baja California se convirtió en el estado 29 (1952) y Tijuana logró su categoría de municipio (1953), regularizándose así la economía de la ciudad, a través de la organización y reglamentación de la industria y el comercio.

Al llegar l960, la población había crecido a 165,690 habitantes. La década comenzada en esta forma, señala un tercer e importante periodo en el desarrollo de la ciudad, a partir del Programa de la Industria Maquiladora
para la Frontera Norte iniciada en 1965:
A la conclusión del programa bracero, el gobierno federal se propuso
ofrecer una opción laboral e industrializadora para la Frontera norte. La
repatriación de compatriotas, aunado al paso obligado de migrantes rumbo
a Estados Unidos, parecían determinantes para establecer en la región un tipo de industria como la maquiladora, cuya apuesta original fue la de factoría de ensamblaje intensiva en mano de obra, basada en una política de…

El mismo año inicio también la guerra de Vietnam (1965-1975). En este periodo, la avenida Revolución se reafirmo como eje del movimiento
turístico y de diversión, no así ya del económico, que se fue desplazando
hacia otras áreas. Los atractivos que ofrecía Tijuana elevaron la población a 340.583 habitantes en 1970, año en el que se amplió el programa maquiladora y se iniciaron algunos estudios para la instalación de parques industriales y conjuntos habitacionales de apoyo; se inauguraron la carretera transpeninsular, el aeropuerto internacional y la garita fronteriza de Otay. Dos años más tarde iniciaron las obras de canalización del Rio Tijuana y la urbanización de 400 hectáreas vecinas, que se convertirían en la moderna y comercial Zona Rio.

A partir de los años cincuenta, el esplendor original de la avenida Revolución decreció paulatinamente, más no su protagonismo, su carácter simbólico y su capacidad de adaptación a los gustos de un público por lo general, norteamericano.

Durante los años sesenta y setenta se produjeron una serie de cambios fundamentales en la estructura social y cultural norteamericana: la revolución negra, el brote del movimiento chicano y los grupos ambientalistas, el arribo del hombre a la luna, la generación beat y los hippies, el movimiento de liberación femenina y el rock, entre otros.

Inevitablemente, aquellos cambios repercutieron de distintas formas
e intensidades en Tijuana: la revolución sexual propició el surgimiento
de clínicas que practicaban clandestinamente el aborto -incluso algunas
realizaban cirugia para cambio de sexo- y la sicodelia, la aparición
de laboratorios secretos que fabricaban drogas ilícitas, Por otro lado, en
los Night Clubs a lo largo de la avenida Revolucion, se genero una intensa
actividad musical que se expreso en la emergencia de solistas y grupos musicales con producción original, pioneros del rock en Mexico: en esto resulto factor determinante la cercanía con California, la familiaridad con los movimientos Juveniles norteamericanos., el uso de la oferta cultural tanto en la producción y consumo musical, como el de los medios especialmente la radio, lo cual propicio las condiciones para que Tijuana, y hasta la fecha, se convirtiera escenario obligado de estos hechos.

Desafortunadamente, este movimiento musical declinaría con la migración
hacia el Distrito Federal o los Estados Unidos, en busca de oportunidades de sus principales exponentes y por la introducción de la música grabada (más económica) en aquellos establecimientos. Como nos comenta uno de nuestros informantes:
…entonces se acabo la Revolución y fuera de la Revolución también se acabo, nadie tocaba, ya no había bandas y luego ya después del disco y después de la onda de las baladas, entro el tea, entonces ya ahora no habría que aprender a tocar, ya habría que aprender a manejar las maquinas,
y a los músicos se les olvido tocar, a los morros se les olvido tocar y no hubo después de nosotros, ya no hubo generación de músicos hasta últimamente
ahora, hasta hace como dos, tres años que empezó, primero con la onda heavy metal y luego, me entiendes ¿no? pero por mucho tiempo no había nada en Tijuana, y esa, no sé, eso que dejamos el grupo de músicos que vivimos aquí este, pues ya no existía, entonces pues no se…’’

Paradójicamente, las sucesivas devaluaciones del peso que a partir de
1976 afectaron a Tijuana, también produjeron un aumento en la población.
En 1980 esta alcanzaba la cifra de 461.257 habitantes por lo que se hizo necesaria la elaboración y aplicación de un Plan Municipal de Desarrollo que intentara planificar el crecimiento urbano. Impulsado nuevamente luego del terremoto (y la obligada migración hacia Tijuana) de la ciudad de México en 1985.

En 1989, Tijuana celebro su primer centenario y al año siguiente miraba, con asombro, que su población se había elevado a 747.381 habitantes; y aunque con el fin del régimen de zona libre y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) desaparecieron los negocios de importaciones que antes menudearan en la avenida Revolución, esta no ha perdido su vigencia:
… el papel histórico de la Avenida Revolución en la conciencia del angelino
y, en su sentido más amplio, del estadounidense, ha sido jugar la parte del
‘otro’, de cualquier ciudad ajena y exótica, aunque lo haga de una manera profundamente familiar.

Tijuana nos presenta la Avenida según su percepción del gusto de los gringos, tal y como se observa en los viajes a Disneylandia, y como se expresa a través de las ventas por concepto de turismo. Y por su parte, los estadounidenses ven en la Avenida Revolución una declaración de sensibilidad y cultura mexicana. Al mismo tiempo, este ejercicio produce siete cuadras de energía y teatralidad difícilmente equiparables con cualquier otro lugar del universo.

Tijuana, más allá del límite de ambas sociedades, se eleva en su propia estética en este punto de encuentro, convirtiéndose en imagen lente para percibir al “otro” y perpetuarlo en una estética reciproca y una especie de disolución moral, así como una fascinación por la capacidad de exceso del “otro”. La historia de Tijuana como lugar para entretener a otras personas y, con frecuencia, como telón de fondo para sus fantasías sexuales, hace que la ciudad tenga afinidades próximas con Hollywood…

El menosprecio cultural que a través de la historia, ha sufrido Tijuana en el contexto de su propio país, también produce profundos sentimientos de afinidad con el angelino, porque la imagen histórica de su ciudad en relación con los centros culturales y políticos de la nación, ha sido la de un lugar sin raíces firmes en la historia nacional, y sin la redención de valores sociales, alta cultura, población estable, o gente con credenciales de clase a nivel nacional.

Dentro de México, lo que se percibe como la puteria fronteriza de Tijuana se ha combinado con la ausencia de símbolos legitimadores de la cultura oficial, para dar a la ciudad una imagen perdurable de ser la chingada del norte, testimonio viviente de un proceso en el cual 1848 no es más que un punto de referencia…

Con todo y las actitudes de menosprecio, con todo y las nociones románticas,
escépticas y nacionalistas de la cultura, conjuntamente con las visiones catastróficas e izquierdizantes de la degradación cultural, todo ello aparejado con las leyendas negras y aureas de Tijuana, la vigencia de la Avenida Revolución tiene que ver con todas esas formas revitalizadas de socialidad que las prácticas culturales inscriben en un espacio donde lo cotidiano hace posible los Frentes Culturales. Pues entre lo público y lo domestico de la vida social se erigen las fronteras culturales, zonas de entrecruzamiento cultural, de prácticas creativas, identificadas más por lo regional, lo local, por la sexualidad y sus preferencias, por lo étnico, lo generacional, el parentesco, la familia; la pertenencia al barrio, la colonia: pero igualmente por la adhesión a lo religioso, a la moda, a la comida, al gusto, al ser curiosero. cantinero, taxista, fan de Luis Miguel o Los Tigres del Norte, asiduo concurrente de tal o cual cantina, de este o ese burdel. Identificación, también, porque somos públicos de ciertas ofertas culturales, tanto de las especializadas en los campos legítimos y legitimadores, como de aquellos no legitimados y que podríamos considerar como Frentes Culturales Urbanos.

En estos frentes-frontera existente, desigual, contradictoria y conflictiva
competencia simbólica (abierta o simulada) mediante la cual se intentan legitimar visiones del mundo, esto es, una lucha por establecer social y culturalmente, determinadas definiciones de la realidad como las verdaderas, únicas, reales y validas interpretaciones de la vida: lo culto e inculto, lo feo y lo bello, lo sano y lo infecto, lo tolerable y lo sancionado y, en el caso de la Revolución, lo bueno o lo malo para trabajar, comer, turistear, comprar y, por supuesto, divertirse. Pero también es alii donde distintas clases sociales se dan cita, se reconocen e identifican en significantes comunes, compartidos transclasistamente. Precisamos:
en los frentes culturales, los distintos agentes (quienes han incorporado
desnivelados capitales culturales, dependiendo del lugar -siempre
estructural— que ocupan en el espacio social), elaboran, usan, se apropian de distintos significados de un mismo significante (la calle en este caso). Este elemento que une e identifica es lo que Cirese ha nombrado lo elementalmente humano.

En Tijuana, específicamente en la Av. Revolución, estos frentes se localizan a medio camino, como líneas de cruce horadadas por las distintas prácticas culturales. Es por ello que nuestro trabajo pretende conocer como esos intersticios, esas encrucijadas, se interceptan e interpelan en divergentes dinámicas de producción simbólica no especializada, pero en constante lucha y contraposición (no necesariamente violenta y a menudo velada) con las instituciones: entre la casa y el trabajo, la escuela y los lugares festivos, el centro cultural y la lucha libre, el dancing club y la iglesia, media y se hace frente-frontera en el meritito corazón de la ciudad: la calle.
Esta categoría de Frentes Culturales Urbanos, nos sirve para comprender la complejidad, lo denso de los espacios sociales y de las prácticas que los sujetos realizan al interior de estos, nos hace teóricamente visible la condensación, en la cotidianidad de prácticas culturales plurales.

Es por ello que nuestro trabajo de investigación describe la génesis, transformación y situación actual de ciertos campos y frentes culturales focalizados en la Av. Revolución. Los primeros entendidos como espacios especializados (mediante instituciones, agentes y prácticas culturales) en la construcción, preservación y difusión de discursos y bienes culturales: y los segundos, considerados como “espacios sociales, entrecruces y haces de relaciones que involucran distintas instituciones y agentes, en los cuales se modelan y modulan los valores y elementos de la comunidad citadina en referencia a la identidad o identidades urbanas.

Entendida, pues, como Frente Cultural Urbano, en la Revolución se
cocinan, se cuecen, se hacen, elaboran y metamorfosean las identidades colectivas. Allí también podemos afirmar, se dan los Ritos de paso, de una identidad a otra, de un gusto a otro, de un oficio a otro: pues estos ritos también son cotidianamente callejeros.

Allí se encuentran, se realizan, se animan y revivifican, en lúdicas, en gozosas prácticas culturales, los agentes sociales, mismos que “pagan sus derechos de paso”, pues quien ritualiza y lucha culturalmente por sus “derechos” es aquel sujeto que ha podido incorporar en distintos ritmos, formas y modalidades los habitus, esto es todo un sistema de esquemas adquiridos que funcionan en estado práctico como categorías de percepción y de apreciación o como principios de clasificación al mismo tiempo que como principios organizadores de la acción, y que aparecen como disposiciones que permiten moverse en el espacio social.

Lo anterior, lo hemos venido trabajando y desarrollando con las Genealogias
Sociales y Culturale, herramientas utilísimas para radiografiar los procesos de movilidad social, de gestación de agentes y sus prácticas, de conformación de identidades y linajes culturales vía la sucesión de profesiones, oficios, de patrimonios culturales y en los procesos de transmisibilidad de objetos valor; todo esto inscrito y marcado por los periodos de larga duración. Estamos trabajando en la descripción de aquello que permite ser agente y publico cultural, pero también en las disposiciones culturales hechas cuerpo, lenguaje. Discurso, y que se han interiorizado, desniveladamente, para poder ser y parecer curiosero, burrero, cantinero. Prostituta, músico, taxista, hotelero.

En este sentido, las rutas migratorias ya no se pueden pensar solamente por el pasaje geográfico, como bien lo sabemos, sino que necesitamos de explicaciones que integren las formas como se mudan y se consagran a la vez las identidades, la manera como se migran los linajes culturales, que pueden ir de la ruralidad a lo urbano, de ciudad a ciudad, pero también de una calle a otra, de un barrio a otro, de un bar a una taquería y sobre todo, de un oficio a otro, de una ocupación a otra.

Fortalecemos lo anterior con un fragmento de un hermoso trabajo
Empírico, una Genealogía Cultural y su correspondiente narración-análisis
de Historia de Familia, resultado de nuestro trabajo de investigación.
Remitimos directamente:
Sabemos que después José María se dedica a la tenería, cuando el auge
turístico de Tijuana empezaba a declinar; es entonces que el capital cultural
forjado en su infancia, se hace presente, pues de alguna manera, está involucrado con la ganadería, al curtir la piel de las reses y, con el comercio,
al venderla. Sus dos hijos heredan los saberes y habilidades que el manejo de la piel del ganado requiere, tanto en el espacio de trabajo, como en la
incorporación simbólica de esta práctica cultural, que tiene que ver con la
transmision de oficios. Los dos hijos empiezan como ayudantes del padre,
uno de ellos se encarga de la administración del negocio; pero después los
dos establecen sus propios talleres, en donde ya no se curte la piel sino que
se trabaja con ella y se vende como un producto terminado (bolsas, carteras,
chamanas, todo de cuero).

El linaje de comerciantes relacionado con la ganaderia ya no es el mismo.
En cada nueva generación de la familia Camacho, esta actividad .se ha ido
filtrando y modificando en otras prácticas relacionadas ahora con el negocio
de los productos derivados de la piel del ganado. Uno de los elementos que
posibilitó esto fue la migración del campo a la ciudad/urbanidad, pasando
por pueblos y rancherías.

Así, a la creencia de que los continuos cambios y elecciones ocupacionales
tienen que ver unas con decisiones provocadas (sobre todo por parte de los migrantes recién llegados a Tijuana) por los resultados inequívocos de un tipo de economía informal, subterránea, con mercados fluctuantes, determinados básicamente por el rebote de indocumentados que no encontraron trabajo o que fueron deportados de los Estados Unidos, también hallamos una explicación menos economicista y más centrada en las condiciones sociales estructurales que hacen posible la creación-incorporación de disposiciones culturales en los sujetos para poder actuar en distintos escenarios y temporalidades, en distintos oficios, mismos que en los periodos de larga duración se van convirtiendo en linajes artísticos, en oficios que de migratorios pasan a ser constantemente reproducidos, heredados, pero también creativamente recodificados, reutilizados con diferentes matices y peculiaridades (familias enteras de taxistas, curioseros y burreros en la avenida Revolución lo constatan); y que esos habitus, esa sociabilidad hecha cuerpo, vuelta sujeto y que hace coherentes sus prácticas, es generada por estructuras objetivas subjetivas que son construidas, apropiadas, perdurables y transmisibles a lo largo de sus rutas de vida, pero asimismo en sus historias familiares y sociales.

Víctor Manuel Guzmán, taxista, lo confirma:
.. llegue a ser taxista por mi papa. Mi padre… el fue taxista también,
entonces cuando el falto, yo me puse al frente; como estos son permisos familiares, entonces empecé a trabajar, primero por curiosidad porque yo
en realidad era contador privado y estaba desempeñando mi oficio de
contador, pero por curiosidad me metí al taxi a trabajar y parece que me
gusto.Ya llevo 24 años aquí en este negocio, y así es como ha transcurrido
mi vida.

Por ello podemos afirmar que en Tijuana, la construcción, emergencia
y mutación de identidades, también tienen que ver fundamentalmente con lo que hemos llamado los oficios migratorios, pues estos, en la representación social y cotidiana del trabajo, producen distinciones.

Como lo confirma uno de nuestros informantes:
Naturalmente (esto) se ha traducido en un orgullo, puedo decirlo, un
prestigio que ya casi vamos para 50 años de estar en esto, después de
conocer tantos comerciantes que pasaron por esto vimos se han ido, otros
que todavía están y en esta avenida Revolución he abrevado ya casi por 50
años más…

Jakeline una de las informantes clave de la calle lo corrobora:
Las personas que trabajamos en la Revolución somos las de más categoría,
no sé en que quede la categoría, pero aquí no hay marcas ni sabores, todo
es lo mismo: prostitución es prostitución donde quiera que la desempeñes:
no hay precios, no hay caras, no hay cuerpos.. .

Creemos que de esta manera también se elaboran las identidades colectivas: en las rutas de vida y de familias inscritas en diversificados espacios sociales, ya sean estos campos o frentes culturales, y que procuran la formación de trayectorias sociales, en donde sujetos, grupos, clases, ponen en circulación un tipo especifico de energía social, de recursos económicos y culturales que posibilitan el acceso a nuevas identidades; públicos nuevos, nuevos agentes, nuevos linajes artesanales, comerciales, profesionales, todos ellos posibles de analizar mediante estrategias de acecho múltiple, a través de la etnografía, las genealogías, cartografías, historias orales, de vida y de familia, a través de esas enormes ganas de seguir echándose clavados, cuantas veces sea necesario, en los siempre seductores mares de la cultura.

Notas y referenclas bibliograficas
• Este trabajo, fue realizado originalmente para participar en el Foro de Análisis “Ritos de Pasaje. Derechos de Paso”, en el marco del XI Festival Internacional de la Raza, llevado a cabo en el Centro Cultural Tijuana el 5 de
mayo 1995 Tijuana, B.C.

1. C/K González S., Jorge A., “La transformación de las ofertas culturales y sus públicos en México, Una apuesta y una propuesta a la par in-decorosas”,
en Estudios sobre las Culturas Contemporaneas Vol. VI. Num. 18, Universidad de Colima, Colima., 1994.
2. HI Seminario de Estudios de la Cultura a través del Programa de Apoyos a
Proyectos de Investigación sobre Cultura 1994, en gran medida hizo posible la realización de este proyecto con su ayuda.
3. En el proyecto original “La Revolución también es una calle. Ofertas, practicas y públicos culturales en Tijuana a través de una calle: la Avenida Revolución”, se encuentran detallados y precisados los distintos recortes
metodológicos que tuvimos que hacer. Universidad Iberoamericana Noroeste,
Tijuana, B.C
4. C/r, García Canclini, Néstor. Culturas Hibridas, Grijalbo-CNCA, México,
1990.
5 Galindo Cáceres, Jesús, “Vía pública, vida pública. De los caminos de vida y
la calle en la organización urbana “, en Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, Vol. V. Núm. 13-14, Universidad de Colima, Colima, p.14,
6. BaiTon Escamilla, Martin, Guía Histórica de Baja California, Editorial Sol de Baja, Ensenada, B.C. 1992,p.l97.
7. Diccionario Enciclopédico de la Baja California, Instituto de Cultura de Baja California, Mexicali, 1989, pp. 457-458,
8. Piñera Ramirez, David, (coord.) Historia de Tijuana. Semblanza general,
UABC-XI Ayimtamiento de Tijuana, 1985, p.99,
9. Mumeta, Mayo y Hernandez, Alberto, Puente México (La vecindad de Tijuana con California), El Colegio de la Frontera Norte, Tijuana, 1991, p.3l.
10. Espinoza Valle, Victor Alejandro. “Tijuana: las viscisitudes del crecimiento acelerado” en Semillero, año 3, #9, enero-marzo 1995. UABC, Mexicali.
11. Entrevi.sta con Martin Mayo (rockero), realizada por Omar Foglio Almada
para la tnvestigacion “La Revolucion tambien es una calle../\ del archivo
original de Historia Oral, Tijuana, B.C. 1994.
12. Howard, Leslie, “Una perspectiva angelina en Tijuana” en Esquina Baja
Nums. 10-11, abril-septiembre de 1991,Tijuana, B.C
13. Cfr. Cirese, Alberto M., “Cultura popular, cultura obrera y lo elementalmente humano’”, en Comunicación y Cultura U 10, UAM-X, Mexico, 1983. Para una versión mas aproximada a nuestro objeto de estudio, ver 30 ^ Estudios sobre las Culturas Contemporaneas
La Revolucion lambien es una calle
Gonzalez Sanchez, Jorge A.,.Waif+^ Cullum(s). Ensayos sobre realidades plurales. CNCA. Mexico, 1994.
14. Gonzalez S. Jorge, Op. cil., p.94.
15. Bourdieu, Pierre, Cosas Dichas. Gedisa, Buenos Aires, 1988, p.26,
16. La utilización, reflexión e interpretación a partir de esta propuesta metodológica han sido posibles gracias a la experiencia compartida por Daniel
Bertaux. Cfr. Bertaux, Daniel “Genealogias sociales comentadas y comparadas. Una propuesta metodologica”, en Estudios sobre las Culturas
Contemporáneas, Vol. IV. Num. 16-17, Programa Cultura, Universidad
de Colima, Colima, 1994, Y en Bertaux, Daniel y Bertaux-Wiame, Isabel,
“El Patrimonio y su Linaje: transmisiones y movilidad social en cinco
generaciones”, en Estudios sobre las Culturas Contemporaneas, Vol.
VI. Num. 18, Programa Cultura, Universidad de Colima, Colima, 1994.
17. Nishikawa Aceves, A. Kiyoko, “De linajes y oficios migratorios, (historia
de familia Camacho Leon)”. Genealogía e Historia de Familia original.
Producto de la investigación ‘La transformación de la ofertas culturales
y sus públicos en México”, Tijuana, B.C 1994.
18- Cfr. Bertaux, Daniely Bertaux-Wiame, Isabel,OpCit.
19. Entrevista con Víctor Manuel Guzmán (taxista), realizada por David Gonzalez para el proyecto “La Revolucion tambien es una calle ..”, del archivo
original de Historia Oral, Tijuana, B.C., 1995
20. Entrevista con Don Amulfo Espinoza (curiosero), realizada por Karla Torres para la investigacion “ La Revoluci6n también es una calle…”, archivo
original de Histona Oral, Tijuana, B.C 1995.
21. Entrevista con Jakeline (prostituta), realizada por Cynthia Ramírez para la
investigación “La Revolución también es una calle…”, archivo original de Historia Oral, Tijuana, B.C. 1995.
22. Cfr. Bertaux, Daniel y Bertaux-Wieme, Isabel, Op.Cit Época II. Vol. I. Núm. 2, Colima, diciembre 1995, pp. 9-31 31

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