Luis Melara: simplemente Luis

Luis Melara: simplemente Luis

Dagoberto Gutiérrez

La tranquilidad de la colonia fue rota, como un vidrio chocando con la roca, los perros callejeros fruncen sus hocicos para oler el olor a pólvora rancia, la explosión sacudió ventanas y puertas y anunció, como víspera de fuego, una resistencia inevitable.

En la pequeña habitación, un muchacho veinteañero, fornido, de cara grande, rostro definido, de brazos y piernas fuertes, manos grandes y frente despejada, se retorció de dolor y de susto, la explosión le arrancó dos dedos de una de sus manos y temía que la alarma llegara hasta la policía.

La mesa del experimento estaba derrumbada, la habitación a oscuras, los escasos muebles tumbados y aunque el artefacto había funcionado no lo había hecho en el lugar y el tiempo indicado porque Luis Melara y sus compañeros se preparaban para la guerra que estallaría unos 15 años después.

El estudiante de ingeniería era miembro del FURIA (Frente Universitario Revolucionario de Ingeniería y Arquitectura), gran amigo de Toni Handal dirigente estudiantil de la facultad de Ingeniería y Arquitectura. Miembro de las organizaciones que construían la fuerza política que años después desafiarían al poder político dominante. Luis, gran discutidor, decía lo que pensaba sin pensar en la forma, creía tenazmente y por fuera siempre fue duro e impenetrable; pero por dentro era firmemente tierno y tiernamente firme.

Luis Melara, ya como ingeniero, ganaría experiencia como profesional y también como militante del partido comunista, de su matrimonio con Diana Minero nacen tres hijos: Tamara, Pavel y Michell, todos pequeños cuando su casa en el pasaje Brasilia de la Colonia Libertad era un lugar de reuniones clandestinas del PCS.

La familia sale del país y Luis se incorpora al trabajo que sustentaba a las fuerzas que combatían en El Salvador y él mismo se incorporará a las fuerzas guerrilleras en el cerro de Guazapa, es Arnaldo el ingeniero guerrillero. Su trabajo logístico aseguraba equipo y recursos, comida y medicinas, energía y aliento a los combatientes, mientras sus hijos avanzaban, lentamente, hacia las estrellas.

Tamara, la mayor, se incorpora a las Fuerza Guerrillas del Cerro de Guazapa y posteriormente se traslada hacia el Volcán de San Salvador, el teatro de guerra más sangriento.

Una mañana cuando se cambiaba de campamento y al llegar al nuevo lugar, el enemigo emboscado ataca a la unidad guerrillera que recién llegaba y que aun tenía sus mochilas al hombro, Tamara es alcanzada por una letal ráfaga y muere en el acto, los disparos quiebran la luz del sol. Su pérdida sacude la fuerzas guerrilleras y cimbra a su familia.

Posteriormente, Pavel también se incorpora a la guerrilla y se convierte en especialista en el uso del lanza cohetes, pelea durante los furiosos combates y en noviembre en Ciudad Delgado, en la ofensiva de 1989 cae combatiendo. Luis sufre, llora y sueña por sus hijos. En silencio el padre y la madre los buscan sin mostrar dolor, pero sabiendo Luis que una aguja de fuego le calcina la vida en los callados corredores de la existencia, como caballo salvaje sin bridas, de ojos locos y sin rumbo, que parece tragarse sus entrañas y devorar sus horas y sus tiempos.

Negociada la guerra, Luis conserva su independencia y su espíritu critico, mantiene su posición revolucionaria, escribe y explicita sus opiniones sin redondeces y sin tocar puertas, su hija Michell se casa y lo hace abuelo, la vida parece transcurrir por los cauces normales o anormales de la existencia pero Luis sufre y llora en silencio, Diana lo sabe bien, y sin embargo y de repente y sin aviso y sin señales, Luis es atacado por un cáncer imbatible, furioso y sin remedio, en un mes termina con la vida de éste luchador invencible.

La tarde de su entierro, el sol era radiante y el verde amarillo, su hija y su sobrino hablaron de su persona y su personalidad sin abarcarlo porque Luis fue sencillamente Luis. Toda una vida dedicada a la lucha por la vida digna y la humanidad parece terminar en la muerte; pero bien sabemos que los luchadores como Luis que hacen de su vida una entrega de todos los días, no mueren nunca y estarán allí siempre.

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