Estados Unidos, donde el racismo es más crudo y cruel, uno de los primeros países en importar esclavos africanos (1619), de los últimos en abolir la esclavitud (1865) y el penúltimo en poner fin a la política de apartheid (1964), desde 1983 se dedica un día feriado nacional a homenajear a Martin Luther King, el más destacado de los líderes negros que arrancó al sistema concesiones sustantivas a escala social.
Ninguno de los siete “padres fundadores” de los Estados Unidos, prohombres de la revolución: George Washington, Thomas Jefferson, John Adams, John Jay, Benjamín Franklin, Alexander Hamilton y James Madison, ha mereció tal distinción. Tampoco lo hicieron ninguno de los
45 presidentes, ni los héroes de las numerosas guerras. No han sido siquiera nominados alguno de sus científicos, intelectuales y artistas ni deportistas destacados. ¿Por qué un negro?
A mi juicio, la exaltación de Luther King al “Salón de la fama” del cual es el único integrante, expresó una tendencia predominante en un momento en el cual la clase política y las elites sociales estadounidense intentaron resolver el más grave problema social de los Estados Unidos y, el único con potencial suficiente para provocar estallidos sociales cercanos a una guerra civil o de razas. Aunque el pragmatismo político y la buena fe de entonces no pueden considerarse fracasados, tampoco aportaron los resultados deseados.
Varias veces he confesado mi incapacidad para comprender por qué la profundidad de las raíces del racismo en los Estados Unidos, un país que es capaz de elegir a un presidente negro, descendiente en primera generación de un emigrante africano, pero no aceptar a los afroamericanos como parte de los suyos.
Tampoco comparto el punto de vista de que las clases políticas y las élites blancas, han hecho poco por beneficiar a la población negra y ponerla a salvo del racismo, prueba de ello es que cuatro ocasiones se han emitido pronunciamientos constitucionales al respecto.
El primero fue la disposición constitucional que estableció 1808 como la fecha a partir de la cual se prohibía la importación de personas, acción por la cual, con el paso del tiempo, la esclavitud se extinguiría. Las otras fueron las enmiendas 13º, 14º y 15º todas ligadas a las cuestiones de la esclavitud y los derechos de los negros a ser ciudadanos y a votar.
En 1957 para hacer cumplir la orden de la Corte Suprema relativa a la integración escolar, Eisenhower envió tropas del ejército a Arkansas y en 1962 Kennedy despachó efectivos militares y alguaciles federales para escoltar a James Meredith, primer estudiante negro matriculado en la universidad de Mississippi.
La enérgica oleada de protestas por la muerte de George Floyd, como antes ocurrió con Rodney King en California y otras, se caracterizan, además de por la violencia y la contaminación con acciones vandálicas, por su falta de articulación debida a la ausencia de liderazgo y de fundamentaciones definidas que formen una plataforma de metas que puedan ser compartidas por el pueblo americano o por una parte del mismo.
En 1968 Martin Luther King, paradigma de la no violencia, fue asesinado en Menfis, Tennessee y 15 años después, luego de intensas demandas, gestiones legislativas y acciones de masas, en 1983 el Congreso aprobó el establecimiento como festivo el Día Martin Luther King, adoptando para ello la fecha de su cumpleaños. El presidente Ronald Reagan promulgó la ley.
Tal vez, como ha sugerido el expresidente Barack Obama, una tarea común del momento es inscribirse y votar, para sumar los sufragios afroamericanos al de las fuerzas sociales que quisieran cambiar la actual orientación del país que, actualmente favorece el extremismo, el racismo y la exclusión. La oleada reaccionaria se frena mejor con votos que con rebeliones inconexas. Allá nos vemos.
La Habana, 9 de junio de 2020