PCS: sobre la transición y formas de lucha (marzo de 1993)

PCS: sobre la transición y formas de lucha (marzo de 1993) Roberto Pineda 18 de septiembre de 2015

Una de las discusiones más intensas de la izquierda salvadoreña luego del conflicto armado, fue la realizada en marzo de 1993 en el marco del VIII Congreso del Partido Comunista de El Salvador sobre los siguientes temas: transición y formas de lucha. A continuación presentamos un resumen del documento base de discusión de estas candentes temáticas.

I. El capitalismo no es la estación terminal del desarrollo de la humanidad

Inicia el documento planteando que “el reforzamiento de la interdependencia internacional y la globalización de la economía es una poderosa e irreversible tendencia actual del desarrollo de la sociedad humana. En el marco de esa tendencia, se han producido en los últimos años profundas transformaciones de impacto mundial que, al mismo tiempo que la acentúan, han debilitado las precarias posibilidades de desarrollo para los países del llamado Tercer Mundo, cuyos pueblos se empobrecen más; mientras los países capitalistas industrializados del Norte continúan desarrollándose, enriqueciéndose y reforzando su hegemonía financiera, mercantil y militar.”

Señala que “en este marco se produjo el colapso del Socialismo de Estado en Europa del este y la Unión Soviética, a consecuencia de su falta de democracia, de su incapacidad estructural para asimilar los vertiginosos progresos científicos técnicos de la segunda mitad del siglo; y particularmente a causa de la desmesurada y agobiante carrera armamentista. El derrumbe del socialismo real precipitó en esa parte del planeta una profunda crisis que está lejos de tocar fondo y genera trastornos desestabilizadores para los países capitalistas desarrollados que han venido a sumarse a procesos críticos que estos países padecen a su interior.”

Apunta que “ante el derrumbe del modelo estatista de socialismo, los ideólogos, estrategas y propagandistas del capitalismo han lanzado una descomunal ofensiva para hacer creer al mundo al idea de que está es la última estación para el desarrollo de la sociedad humana. Pro es demasiado pronto para proclamas de victoria. Los revolucionarios deben analizar prudente y profundamente lo que está ocurriendo en el mundo para no equivocar el rumbo.”

Considera que “en medio de este intrincado proceso, hay que saberse orientar y encontrar el rumbo. El planeta no puede ser dividido ni seccionado para que una de sus partes se substraiga de los procesos mundiales que transcurren de modo inevitable por encima de las ideologías y, sin diferenciar el Norte rico del Sur empobrecido, al Occidente del Oriente. Algunos de esos proceros, como las corrientes migratorias del Sur al Norte, del Este al Oeste, la destrucción de los recursos naturales y del sistema ecológico del planeta , el narcotráfico, el resurgimiento de conflictos étnicos y del racismo que se creían superados; las recesiones económicas y otros son consecuencia directa de la irracionalidad y voracidad capitalista…”

Analiza el documento que “el capitalismo no es la solución para el Tercer Mundo y tampoco lo es para amplios sectores de la población de los mismos países capitalistas desarrollados. Junto con los acrecentados padecimientos y adversidades en el mundo actual, existen también extraordinarias posibilidades para salir del subdesarrollo. Son potencialidades que radican en el enorme progreso científico técnico alcanzado en este siglo, en la cada vez más profunda interdependencia y la globalización de la economía mundial.”

Enfatiza que “desde hace mucho tiempo el escenario de la revolución mundial se trasladó al Tercer Mundo y es en esta parte del planeta, particularmente en América Latina, más que en los países desarrollados, donde existe para los revolucionarios la apremiante necesitad y también la más cercana posibilidad de diseñar un nuevo proyecto histórico de sociedad.”

Sostiene que “el desarrollo humano autodeterminado y sostenido basado en un alto grado de legitimidad nacional es una necesidad objetiva de diferentes clases sociales constitutivas de nuestras naciones. Es indispensable entender que este es un vital interés de la nación salvadoreña, en el que corresponde un papel de indiscutible peso a los empresarios privados. En el curso de los doce años de guerra popular revolucionaria se han producido importantes cambios de mentalidad en todos los sectores y entre los empresarios privados hay muchos que ahora comprenden este interés común y abren su voluntad a la concertación.”

Mantiene que “la guerra la negociación y la firma de los acuerdos de paz, dieron comienzo a la revolución democrática en nuestro país y la concertación ha surgido como una peculiaridad del proceso político de la revolución y como un método posible y necesario para impulsar el progreso en toda esta larga etapa de nuestra historia. Una nueva sociedad, la sociedad socialista, no puede implantarse voluntariosa y artificialmente. Ha de ser el resultado del desarrollo. Hacer posible el despague de un proceso de desarrollo así, es la misión de la revolución democrática.”

Agrega que “lograr que las realizaciones de la revolución democrática dinamicen el desarrollo subsiguiente hacia el socialismo y no perennicen el capitalismo, es la responsabilidad de los revolucionarios. Los revolucionarios por eso tienen planteado el desafío de elaborar el diseño de los programas económicos, sociales y políticos, que impulsen el desarrollo y aseguren esta transición. Esta es la tarea estratégica más inmediata en el plano teórico y la lucha por su realización práctica es la misión política más trascendental del momento. Estas tareas requieren constante y profundo estudio de las realidades mundiales, regionales y nacionales de hoy y una apasionada dedicación al trabajo por concertar y poner en pie las inmensas y plurales fuerzas que se requieren para esta obra.”

Establece que “la filosofía neoliberal, según la cual la prosperidad y el enriquecimiento de unos pocos derramará un beneficio para toda la sociedad, es absurda y no se ha comprobado en ninguna parte…Continuar amarrados a ese esquema es cerrar los ojos y preparar un rotundo fracaso. América Latina necesita un modelo de desarrollo con democracia y justicia social. En El Salvador, después de doce años de guerra y de la solución negociada del conflicto, no hay espacio para otro modelo que no sea éste; quienes intenten persistir en el neoliberalismo disfrazado con un insuficiente o falos contenido social, no quieren reconciliación, ni concertación, ni democracia; buscan perpetuar la dictadura, la confrontación y el militarismo.”

II. Se ha abierto el periodo de transición y consumación de la Revolución Democrática

Plantea que “la guerra fue causada por la persistencia de la dictadura militar, a costa del ahogamiento sangriento de las libertades democráticas y los derechos humanos y por su resistencia a los profundos cambios estructurales indispensables para el despegue del desarrollo económico y social. El desenlace negociado de la guerra, la firma y cumplimiento de los acuerdos de paz, dieron inicio al desmontaje de esa dictadura; crearon condiciones para la edificación de la democracia; para modernizar el estado y generar una nueva institucionalidad; así como también para avanzar en la transformación de las estructuras económicas en función del desarrollo con justicia social.”

Subraya que “el país ha iniciado así el proceso de transición hacia la culminación de la revolución democrática que puede tener una orientación al socialismo. Este proceso constituye la sustancia del periodo histórico de transición en el cual nos encontramos. La culminación de la revolución democrática inaugurará otro período histórico de transición, el de la transición al socialismo. Es una transición de la guerra a la paz estable, de la dictadura militar a la democracia fundamentada en la hegemonía de la sociedad civil y del poder civil y, la más difícil y compleja de todas, es la transición del subdesarrollo dependiente con pobreza y marginación, al desarrollo humano autodeterminado y sostenido con justicia social.”

Indica que “la consumación de la revolución democrática requiere que sus fuerzas motoras tomen en sus manos el poder político del Estado y, valiéndose de él, completen la ejecución del programa revolucionario democrático contenido en el Acuerdo de Chapultepec y lo profundicen, especialmente en el terreno económico-social, en el cual ese acuerdo resultó insuficiente. Este ha de ser el objetivo de la participación de los revolucionarios y demócratas en las elecciones generales de marzo de 1994. Esas elecciones serán un hito de gran trascendencia, puesto que podrían ofrecer la primera oportunidad para resolver el problema del poder en los términos de una nueva situación.”

Agrega que “la irreversibilidad de los cambios derivados de la aplicación de los Acuerdos de Paz no ha sido todavía asegurada; ello se lograra: 1. Desmontando hasta su raíces la dictadura militar: la mentalidad intimidatoria y represiva, los hábitos de gobernar que ella engendró, sus estructuras orgánicas y funcionales, sus huellas expresas, tácitas o por omisión en las leyes, sus secuelas corruptoras en la administración de justicia y en el ejercicio electoral. 2. Realizando los profundos cambios estructurales que hagan posible colocar al país sobre los nuevos rieles de un desarrollo económico sostenido con justicia social. Ello requiere que se implanten y hundan raíces en el pensamiento, en las leyes y las instituciones una democracia participativa con estilo salvadoreño.”

Añade el documento que “estos son los objetivos y tareas revolucionarias centrales de este periodo de transición, por consiguiente, abarcará un trecho más o menos largo de nuestra historia. Hay quienes sitúan la finalización de este periodo en 1994, otros en 1999, al concluir el quinquenio presidencial que se elegirá en 1994. Es preferible concebir su duración vinculada a la realización de los dos objetivos mencionados, lo cual presupone que las fuerzas revolucionarias y democráticas accedan al poder y lo retengan por lo menos durante dos períodos presidenciales (10 años) para alcanzar estas metas.”

Explica que “las fuerzas motoras de la revolución democrática proceden de diversos sectores, son portadoras de una diversidad ideológica. Es esencia del período de transición la convergencia de todas estas fuerzas y ella debe ser cuidada, fortalecida, y dinamizada. El gobierno de la transición debe ser indispensablemente pluralista. De ahí que las alianzas, la búsqueda de consensos y concertaciones sea el método principal de las relaciones entre estas fuerzas. La concertación tiene posibilidades incluso más allá de las fuerzas motoras de la revolución democrática.”

Argumenta que “la concertación se nos aparece en dos dimensiones diferenciadas pero no excluyentes: concertación popular, es decir entre las fuerzas organizadas del pueblo trabajador, partidos de izquierda y centro, religiosos, progresistas, etc. (con su variedad sectorial, ideológica, de fe, etc.)y concertación nacional, es decir ampliándola con otros sectores , incluidos algunos tradicionalmente dominantes (agrupamientos de la empresa privada, de dentro de los partidos de derecha, y del gobierno, etc.) La concertación nacional es imprescindible para el desarrollo de la transformación democrática, pero solo puede realizarse con una significación revolucionaria si se fundamente en una sólida y exitosa concertación popular.”

Añade que “la experiencia nos ha enseñado reiteradamente que en la gran mayoría de casos la concertación en el nivel nacional ha sido el desenlace de una previa confrontación. La negociación y concertación de los acuerdos de paz no pueden explicarse sin la guerra de doce años. El cumplimiento de esos acuerdos ha sido y continúa siendo un proceso de confrontaciones y concertaciones. La concertación sin confrontación previa es todavía una excepción, que se puede hacer frecuente al ir madurando la convicción de que este es un método eficaz y confiable.”

Concluye este apartado expresando que “los revolucionarios tienen planteado el desafío de comprender a profundidad la coincidencia y la discrepancia esenciales de la presente etapa de la historia de El Salvador y asumirlas, a plenitud, aprendiendo a analizar la realidad, sus tiempos y ritmos, con conocimiento y madurez, de manera de combinar con acierto uno y otro método (concertación y confrontación). Esta será la prueba de la revolución democrática para continuar siendo la esperanza de los pobres y del pueblo trabajador. La disyuntiva se plantea entre asimilarse al sistema capitalista y fortalecerlo o asegurar y acelerar el paso hacia el socialismo.”

III. la transformación requiere combinar las formas de lucha

Explica que “en la aplicación y combinación de distintas formas de lucha, hay que atenerse a la verdad general de que, en dependencia de las condiciones históricas concretas, en este caso la transición siempre se destacan por la dinámica misma del proceso político y social, determinadas formas de lucha que pasan a ocupar el primer plano y se convierten en las principales. Lo que se necesita es saber situar con acierto en cada momento el peso de cada una de las formas de lucha. El arte en la lucha por la revolución consiste en saber combinar con acierto todas las formas de lucha.”

Puntualiza que en “la experiencia del FMLN de 1980 a 1991, se dio una combinación de lucha armada, lucha política, lucha social, económica y diplomática internacional. La negociación combinó la lucha en la mesa con la acción militar, política, socio-económica y diplomática, lo nacional y, lo internacional. En esta compleja integración de formas de lucha, a lo largo de doce años, la lucha armada ocupó el lugar principal, el papel motor y determinante. Con la firma de los acuerdos de paz se produjo un viraje de las formas de lucha.”

Asegura que “en el periodo de transición la lucha política y social son las formas fundamentales en las cuales se irán destacando modalidades concretas, surgidas de la inventiva popular. La batalla política es decisiva para el destino de la revolución, pues será en ese terreno donde se dirimirá el problema del poder y se tiene que saber integrar con ella la lucha socio-económica y político-diplomática, en la diversidad de sus modalidades concretas. La lucha política es pues la principal durante la transición.”

Recomienda que “el trabajo directo con la población, aprovechando la creatividad de los militantes y activistas, es el terreno preferencial en que se debe imponer el desarrollo de la lucha política. En este terreno los revolucionarios tienen ventaja. Se deben desarrollar las diferentes modalidades del contacto directo con la población (casa a casa, reuniones de intercambio, convivios con vecinos, pequeños mítines dialogantes, etc.) procurando se constituyan en expresiones y canales de participación de la sociedad en el quehacer político, recogiendo las ideas y sugerencias útiles de la gente, apoyando sus iniciativas.”

El acierto en la lucha política electoral, asegurara la transición

Indica que “a medida que la campaña electoral de 1994 se transforme en el escenario principal de la lucha por el poder, será mayor al necesidad de combinar en cada momento las distintas formas de lucha necesarias, viables y compatibles con la transición. La lucha política electoral pasa así a tener un peso decisivo y debe transformarse en un poderoso factor movilizador, capaz de ofrecer una posibilidad real de victoria para la revolución democrática.”

Añade que “el amplio campo de la concertación y del consenso de fuerzas logrado por el programa de la revolución democrática, en la lucha electoral debe traducirse en la configuración de un amplio sujeto político y social, de esa lucha, que trascienda el marco de los partidos políticos, que abarque al movimiento social (sindicatos, organizaciones campesinas, de mujeres, juveniles, comunales, profesionales de pequeños y micro empresarios, etc.), a los movimientos religiosos de todas las iglesias y movimientos ecológicos, culturales, indígenas, a personalidades. Este movimiento puede incluir grupos de empresarios o individualmente algunos de ellos, que se muestren a favor de la democratización y el avance de la justicia social.”

Considera que en las elecciones de 1994 “asegurar que el FMLN como tal surja de las elecciones con el peso político y social es una tarea fundamental para demostrar a los que se oponen a las transformaciones democráticas, que constituye una fuerza política indispensable de ser consultad para tomar decisiones importantes en función de la estabilidad, la democracia y el desarrollo del país. Las próximas elecciones constituyen un espacio para la concertación y cohesión, pero sin duda también para la confrontación.”

Reitera que “trabajar para alcanzar la victoria en la batalla electoral de 1994, implica resolver varios aspectos concretos, comenzando por la estructuración del FMLN a nivel nacional; asegurar que el sistema electoral sea garantía de elecciones verdaderamente limpias; capacitar a miles de activistas, a los vigilantes y miembros de las juntas receptoras de votos que funcionaran en todos los municipios del país, desarrollar un intenso trabajo de relaciones con la gente para conocer sus problemas, pero sobre todo su pensamiento…”

Concluye este apartado resaltando que “el PCS trabajará para que el FMLN no reduzca su acción a la pura lucha parlamentaria y electoral. Por eso promoverá la lucha política permanente, en función de potenciar o resaltar más la idea de la participación social desde la base y elevar el protagonismo de la sociedad civil.”

La transición requiere transformar la Fuerza Armada

Considera que “la orientación dominante ahora en la Fuerza armada como institución es la de preservar su hegemonía sobre la sociedad civil, modificando su forma, haciéndola más sofisticada, cambiando sus instrumentos y métodos, pero manteniéndola y hasta reforzándola. Esta es la respuesta conservadora de sus actúales mandos superiores frente a la amplia e integral reforma militar dispuesta por los Acuerdos de Paz, la cual no está siendo realizada a cabalidad. Algunos sectores dominantes y del partido AENA respaldan esta pretensión, pactan con la cúpula militar para involucrar a la Fuerza Armada en presiones sobre la ciudadanía…”

Agrega que “el actual despliegue del ejército como parte de un plan del gobierno para combatir a la delincuencia es u ejemplo de lo anterior. Su verdadero propósito es atemorizar a la población, llevarle el mensaje de que nada ha cambiado, que la autoridad sobre la sociedad sigue en manos de los militares. Si a esto se agrega la forma renuente con que se cumplen los retiros de los jefes militares que la Comisión Ad Hoc ordenó depurar. Esto es una violación a profundidad de los Acuerdos y de la reforma constitucional y constituye un desafío y una lucha obligada que la sociedad debe asumir.”

Plantea que “la reforma militar, incluida la depuración del cuerpo de oficiales y jefes, es el corazón y el alma de la democratización. No habrá desmontaje de la dictadura militar total y definitivamente sin realizar a fondo la reforma militar pactada en Chapultepec, sin ellos no habrá democracia, sino una caricatura. ¡Así de simple! La reforma miliar es parte medular de la revolución democrática y esencia del periodo de transición. Dentro del FMLN el PCS luchara por el total cumplimiento de los acuerdo sobre la Fuerza armada, por hacer prevalecer la supeditación y obediencia incondicional de esta al poder civil generado democráticamente…”

Lo nuevo: un Modelo Económico Alternativo

Plantea que “ el despegue hacia el modelo alternativo de desarrollo económico con justicia social requiere como premisa decisiva la realización de profundas transformaciones estructurales, en particular la profundización de la reforma agraria, la cual debe de llevarse a cabo por fases, comenzando por la reducción del límite máximo de tenencia de tierra a una dimensión que se corresponda con las condiciones y pequeñez de nuestro país cuya densa población continúa vinculada en gran parte a una economía agraria.”

Considera que “debe procurarse que el estado y la comunidad internacional faciliten la inversión y el desarrollo productivo y tecnológico de las empresas individuales o asociativas de los trabajadores, pero la relación paternalista debe terminar. Estas empresas de los trabajadores deberán justificarse por su productividad y capacidad para crecer y desarrollarse. Para asegurar su desarrollo sostenido deben contar con un marco jurídico y normas financieras que las apoyen, que las coloquen ante reales e iguales oportunidades…”

Subraya que “de lo que se trata es de la lucha contra el modelo económico neoliberal que ciertos sectores del gran capital y del partido ARENA impulsan y está hundiendo raíces y extendiendo la pobreza en el país. Hay otros sectores del capital que se inclinan a favor de lo que llaman “economía social de mercado” o “el desarrollo humano” “desarrollo sostenible con justicia social”. Al menos en teoría, este modelo guarda ciertas coincidencias con un modelo alternativo y estas posibilitan concertaciones importantes en aras del desarrollo nacional.”

La revolución democrática requiere de un Movimiento Social fuerte

Opina que “en América Latina los partidos políticos como instrumentos de la lucha política se encuentran en franco proceso de desprestigio y desgaste y en algunos países están en crisis, lo cual se traduce en un vacío que tiende a ser llenado con otras formas de hacer política. Es difícil imaginar que dentro de 10 o 15 años, sin cambios sustanciales en su carácter, estilos y métodos, los partidos continúen siendo el único instrumento para hacer política. Este fenómeno tiene que ver con el problema de cómo se concatenan los partidos con el resto de la sociedad, y en particular, con el movimiento social…”

Subraya que “en nuestro país este fenómeno empieza a hacerse sentir. El impacto de la guerra y de los acuerdos de paz ha sido lo dominante y en cierto modo lo ha retardado, pero en unos años más se estará expresando con toda fuerza. El FMLN, ahora legal, deberá ser diferente a los partidos electorales tradicionales, tener una respuesta revolucionaria a ese fenómeno. Y crear las condiciones para adelantarse al mismo. Ello implica resolver con acierto, la relación entre partido político y movimiento social, la convergencia y correspondencia entre la lucha política propiamente dicha y la lucha social reivindicativa del movimiento alrededor del programa de la revolución, preservando la naturaleza de las organizaciones sociales, sus espacios, su protagonismo, y en general, su autonomía.”

Concluye que “el punto de partida para los revolucionarios, está en liberarse de la concepción verticalista según la cual las organizaciones sociales son “correas de trasmisión del Partido hacia las grandes masas” y pasar a considerarlas como partes del sujeto con personalidad propia, constitutivas y representativas de la sociedad civil, con las cuales debe el partido entenderse permanentemente, concertar propuestas, soluciones y acción., todo en aras de configurar la fuerza social que la revolución democrática requiere, paso a paso, para su consumación.”

La concertación tiene carácter revolucionario en la transición

Plantea que “la línea de la concertación, en este periodo, tiene un contenido revolucionario. La fuerte resistencia de la parte más conservadora de la derecha militar empresarial, y política a la aplicación de los acuerdos de paz, ha confirmado el carácter revolucionario que la concertación tiene en este período de transición. La concertación no supone la eliminación de la confrontación, porque en la realidad no se la puede suprimir y además ello es inconveniente para la lucha por la revolución, puesto que llevaría a la conciliación sin principios, mediante el sucesivo abandono de los intereses populares.”

Afirma que “la relación entre confrontación y concertación existe y seguirá existiendo y el arte consiste en saber combinarlas en cada situación y momento concreto, de manera que la confrontación sea factor que fortalezca la concertación. La concertación de acuerdos políticos supone, por lo general, la confrontación, de manera que aun siendo contradictorias no son excluyentes y pueden complementarse. Colocados desde esta visión, surgen claramente dos niveles de concertación: el nivel del movimiento social multisectorial y de partidos políticos comprometidos con el programa de democratización, desmilitarización y justicia social…y el de relaciones con sectores empresariales capitalistas y sectores diferenciados dentro del mismo gobierno y del mismo partido ARENA, en particular con aquellos que han estado comprometidos con los acuerdos…”

Por otra parte, apunta que “la política exterior del gobierno de los estados Unidos hacia nuestro país está sufriendo un viraje. De ese giro han surgido coincidencias y debe ser nuestro interés aprender a desarrollar las relaciones con los gobernantes norteamericanos a fin de que esas coincidencias contribuyan activamente a la transformación democrática del país. Esas relaciones además deben de tener en cuenta que la economía salvadoreña está y lo seguirá estando por mucho tiempo vinculada a la economía de Estados Unidos y que por ello se hace necesario desarrollar un marco de genuina cooperación, basada en el respeto mutuo y la dignidad nacional.”

Agrega que “en Estados Unidos viven en condiciones difíciles millares de compatriotas que con su aporte económico ayudan a mantener la economía familiar y son fuente de importantes recursos que son necesarios para el desarrollo nacional. Ante la amenaza de ser expulsados de aquel país ha de mantenerse una lucha constante por evitar su deportación, pues ello vendría a debilitar un importante rubro de la economía nacional y ser factor de inestabilidad de millares de familias salvadoreñas.”

Concluye que “apoyamos la afiliación del FMLN a la COPPAL, por su naturaleza pluralista y latinoamericana… El PCS opina que el FMLN debe prestar especial atención al proceso del Foro de Sao Paulo, que dinamiza el esfuerzo de las izquierdas latinoamericanas por renovar y construir su pensamiento, “pensando con cabeza propia”. Asimismo el FMLN debe apoyar todo esfuerzo renovador de las izquierdas de nuestro continente y de otras regiones del mundo.”

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