Planeta Tierra. Movimientos antisistémicos

Planeta Tierra. Movimientos antisistémicos

Gilberto Valdés Gutiérrez *

La civilización con que soñamos, será “un mundo en el cual caben muchos mundos”
(según la bella fórmula de los zapatistas), una civilización mundial de la solidaridad y de
la diversidad. De cara a la homogeneización mercantil y cuantitativa del mundo, de cara
al falso universalismo capitalista, es más que nunca importante reafirmar la riqueza que
representa la diversidad cultural, y la contribución única e insustituible de cada pueblo,
de cada cultura, de cada individuo.
Michael Löwy y Frei Betto

No hay otros mundos. Todos los otros mundos están en éste.
Paul Eluard

El Sistema de Dominación Múltiple del capital

Si se piensa en alternativas reales, de trascendencia desenajenadora, a la civilización rectoreada por el capital, es imprescindible determinar las formas históricas de opresión que se entrelazan en la crisis civilizatoria de fines de siglo XX y principios del XXI. Nos parece oportuno, en esta dirección, asumir la categoría de Sistema de Dominación Múltiple (SDM) . Su análisis debe realizarse teniendo en cuenta sus dimensiones económica, política, social, educativa, cultural y simbólica. El campo económico y social del capital completa su fortaleza con su conversión en capital simbólico. Mientras enfrentábamos su poder visible con las armas de la crítica reflexivo-racional, sus tentáculos estetizados contactaban con los subvalorados rincones del inconsciente social e individual de sus víctimas, logrando incorporarlas, en no pocas ocasiones, al consenso de sus victimarios.

1.- Véase Raúl Leis, “El sujeto popular y las nuevas formas de hacer política”, Multiversidad,
n. 2, Montevideo, marzo de 1992, y Gilberto Valdés Gutiérrez, El sistema de dominación
múltiple. Hacia un nuevo paradigma emancipatorio, Tesis de doctorado, Fondo del Instituto
de Filosofía, La Habana, 2002. La categoría operacional de Sistema de Dominación Múltiple
ha sido enriquecida a lo largo de los Talleres Internacionales sobre Paradigmas
Emancipatorios, convocados desde 1995 cada dos años por el Grupo GALFISA del Instituto
de Filosofía en coauspicio con otras organizaciones e instituciones cubanas e
internacionales, como el Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr.

  • Grupo GALFISA Centro Memorial Dr. Martin Luther King, Jr

Con esta categoría podremos integrar diversas demandas y
prácticas emancipatorias que hoy aparecen contrapuestas o no
articuladas, y evitar de esta forma viejos y nuevos reduccionismos
ligados a la predeterminación abstracta de actores sociales a los que
se les asignan a priori mesiánicas tareas liberadoras.
El contenido del SDM abarca las siguientes prácticas de:
•Explotación económica y exclusión social (Aparecen
nuevas formas de explotación de las empresas transnacionales de
producción mundial, a la vez que se acentúan las prácticas
tradicionales de explotación económica y a esto se agrega la
exclusión social que refuerza las primeras)

•Opresión política en el marco de la democracia formal
(Política-espectáculo neoliberal: contaminación visual y
“pornografía” política, irrelevancia decisoria del voto ciudadano,
vaciamiento de la democracia representativa, corrupción
generalizada y clientelismo político, secuestro del estado por las
élites de poder ).
•Discriminación sociocultural (étnica, racial, de género, de
edades, de opciones sexuales, por diferencias regionales, entre
otras).
•Enajenación mediático-cultural (Alta concentración de los
medios como forma de dominio del capital sobre la sociedad, su
conversión en espacios de toma de decisiones políticas y de
contrainsurgencia frente a las alternativas y las resistencias
populares que pongan en peligro su hegemonía, su papel como
puerta “estetizada” del mercado capitalista, antesala visual de la
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Gilberto Valdés Gutiérrez
2.- “La “clase política” actúa en la práctica como una elite unificada, en la que la división en
diferentes partidos obra sólo como una formalidad necesaria para la distribución de cargos
vía elecciones y la consiguiente legitimación que ello produce, pero no encarna proyectos
diferentes ni pretensiones serias de transformación del orden social existente. Se aprecia una
situación de “partido único virtual”, en la que el lugar de gobierno y oposición puede
intercambiarse sin mayores consecuencias, y sin frenar ni atenuar la tendencia persistente al
empeoramiento de la calidad de vida de las mayorías, y al deterioro de las instituciones
políticas. El gran compromiso realmente eficaz de la dirigencia política es con el gran capital
y sus instituciones, compromiso que se toma a veces con entusiasmo y otras con resignación
frente a lo que se considera una valla infranqueable para la realización de políticas más
“progresistas”, pero se asume y ejecuta invariablemente por parte de quienes tienen a su
cargo la conducción del aparato estatal”. (Daniel Campione, “Los problemas de la
representación política y el movimiento social. Algunas reflexiones críticas”, Periferias, a. 5,
n. 8, Buenos Aires, segundo semestre de 2000.)
2
plusvalía, paralización del pensamiento crítico a través de la
velocidad de la imagen fragmentada y del simulacro virtual,
hiperrealista de las televisoras, lo que el Subcomandante Marcos
llama, con razón, “el Canal Único del neoliberalismo”).
•Depredación ecológica (en el sentido de que la especie
humana, colocada como “responsable” y no como “dueña” de la
tierra, ha contraído una deuda ecológica, al no haber podido impedir
la proliferación de modelos utilitarios de intervención en la
naturaleza, que han destruido los ecosistemas ).
El despliegue de esta categoría nos facilita el análisis integral
de las prácticas de dominación, y por ende, permite debatir los
problemas de la emancipación en clave más compleja. De ahí la
necesidad de abordar la crítica a las prácticas de dominio y sujeción
acendradas en la sociedad contemporánea vinculadas al examen de
los problemas actuales de la articulación de las demandas libertarias
y emancipatorias en el movimiento social y popular de América
Latina y el Caribe. Resulta necesario contextualizar, a la luz del
imperialismo transnacional y de los aportes de la teoría social
contemporánea, aquellos conceptos teórico-críticos surgidos de
Marx: explotación económica, exclusión social, opresión política,
alienación individual y colectiva, con el propósito de sistematizar
las múltiples perspectivas de lucha y demandas emancipatorias que
se dan a diario y simultáneamente en los lugares más diversos del
planeta, y determinar las bases de una voluntad proyectiva mundial
que otorgue condiciones de posibilidad a la superación de la
dominación capitalista.
La esencia de la categoría de sistema de dominación múltiple

3.- “La utilización de los recursos naturales, tal como se está llevando adelante en esta forma
de capitalismo, tenemos que modificarla, hay que empezar a encontrar otra lógica. La lógica
del capitalismo es utilizar los recursos, sean naturales o humanos, para maximizar sus
ganancias; nosotros pretendemos encontrar una lógica que utilice los recursos naturales y
humanos para maximizar la felicidad de la gente. (…)Necesitamos construir una forma nueva
de relación con los recursos que respete, por ejemplo, lo que pregonan los pueblos originarios
desde hace más de 500 años en América, de que somos parte de un todo y si nos comemos las
montañas y los ríos y el aire nosotros tampoco vamos a estar, o no van a estar nuestros hijos o
nuestros nietos. El tema es que cada vez está más cerca -y no de los que van a ser nuestros
nietos sino de nuestros hijos y de nosotros mismos- que el agua se acaba, el aire se acaba, la
tierra se acaba. La pelea por construir un nuevo modelo no es sólo por una visión romántica de
la naturaleza y el mundo, ni es sólo por querer plantear una alternativa al capitalismo tal cual
lo conocemos, sino que hoy por hoy es una urgencia de vida.” (Entrevista a Juan Vita, de la
Central de Trabajadores Argentinos, www.rebelion.org, 06-09-2007)
3
coincide con la formulación que realiza István Mészáros para
caracterizar la civilización del capital: “El capital – apunta con razón
4.- István Mészáros, “La teoría económica y la política: más allá del capital”

“ellas no lograron conformar un sistema hegemónico que globalice
las reglas de vida de toda la humanidad, como lo ha hecho el sistema
capitalista porque no son su esencia sino la diversidad ”. La
dirección antisistema (antihegemónica) está ligada en su
razonamiento al avance de las emancipaciones, mas no de la noche a
la mañana, ya que “no se puede vivir una mutación genética
sociopolítica de manera inmediata, espontánea y radicalmente
distinta al sistema hegemónico capitalista, sino como parte de un
desprendimiento de la vieja piel para cubrirse de otra alternativa.
Esta transición implica por tanto incoherencias, contradicciones,
pero con una direccionalidad por medio del desprendimiento para
dar origen y parir otros mundos ”.
Al analizar la presunta crisis de los paradigmas, Franz
Hinkelammert se pregunta si existe realmente una pérdida de los
criterios universalistas de actuar con capacidad crítica beligerante
frente al triunfo del universalismo abstracto propio del capitalismo
de cuartel, actualmente transformado en sistema globalizante y
homogeneizante. Este sistema, arguye, está lejos de ser afectado por
la fragmentación. Todo lo contrario: aparece como un bloque
unitario ante la dispersión de sus posibles opositores. Su conclusión
es que no podemos enfrentar dicho universalismo abstracto
mediante otro sistema de universalismo abstracto, sino mediante lo
que define como una “respuesta universal”, que haga de la
fragmentación un proyecto universal alternativo:

Fragmentarizar el mercado mundial mediante una lógica de lo
plural es una condición imprescindible de un proyecto de liberación
hoy. No obstante, la fragmentación/pluralización como proyecto
implica, ella misma, una respuesta universal. La fragmentación no
debe ser fragmentaria. Si lo es, es pura desbandada, es caos y nada
más. Además, caería en la misma paradoja del relativismo. Sólo se
transformará en criterio universal cuando para la propia
fragmentación exista un criterio universal. La fragmentación no
13.- Frei Betto aboga por no minimizar las diferencias de modelo. Si pretendemos pulsar los
intereses inmediatos de los sectores populares (y su representación en la conciencia cotidiana
de las masas), que el capitalismo salvaje deja de satisfacer, es preciso distinguir, sin ninguna
idealización, las diferencias entre las vías “incluyente” y “excluyente” adoptadas por el
sistema de acuerdo con sus cálculos de beneficio: “Todos sabemos que el neoliberalismo es
una nueva fase del capitalismo. Nosotros sentimos en nuestras vidas, en la piel, en el bolsillo,
debe ser fragmentaria. Por eso esta “fragmentación” es
pluralización.

En similar perspectiva epistemológica, Jorge Luis Cerletti
aporta su propia visión crítica sobre la reproducción del
universalismo abstracto en el proyecto alternativo: “La totalidad es
una eminente cuestión política que, además de lo que abarca, exige
decidir en nombre de qué y de quiénes se plantean las luchas. Si se
exalta la universalidad de los mismos, se puede enunciar un sujeto
ideal y privilegiado, sea la clase obrera, la nación, la humanidad o
también la muchedumbre. Caso contrario, marchamos hacia la
valorización de las partes que en sentido amplio connota la
pluralidad. Y ésta exige un cambio sustantivo de mirada que
contradice la cultura política que tenemos introyectada ”.
Ese cambio de cultura política lo ubica el autor argentino en
una visión diferente del poder y la organización. A partir
precisamente de esa apuesta por las partes surgen interrogantes que
Cerletti se formula: ¿cómo se expresa el todo en cada parte?; ¿cuál
sería el hilo conductor que haría lazo entre las múltiples
“inmanencias” de cada situación?; Y si no hay tal lazo, ¿en qué
consistiría el “todo”?, ¿en la pura diversidad? La tensión entre los
lazos de poder y el tipo de organización que sea capaz de evitar la
estructura piramidal es resuelta acá mediante la propuesta de
construcción política en red:

La red no sólo se liga a través del hilo sino que éste conforma
los nudos que se vinculan entre sí. O sea, el vínculo es de la
misma naturaleza de lo que relaciona. Luego, se podría decir
que los principios y la orientación política constituyen las
múltiples hebras del hilo, y de sus cualidades dependerá la
fortaleza de la red. Pero ésta es obra del tejido que transforma
el hilo en red. Esto exige ir construyendo los nudos al tiempo
que se los va ligando (metodología de construcción).
Traducido en términos políticos, la red es producto de las
cuál es la diferencia entre el capitalismo liberal y el capitalismo neoliberal: Pequeñas pero
significativas diferencias. Porque antes el capitalismo hablaba de desarrollo. Y había una
esperanza de que mucha gente iba a ser beneficiada por ese desarrollo. Por ejemplo, en los
años 60 la Alianza para el Progreso era un esfuerzo de preocupación por el bienestar de toda la

acciones constitutivas de los nudos (las partes) pero que si no
se vinculan pierden su razón de ser (potenciación de los
cambios colectivos). Y al hacer centro en la organización
necesariamente debemos precisar a qué tipo de hilo nos
referimos, pues se pueden construir redes afines al orden
establecido (conexiones interempresarias), como redes de
autoayuda, de políticos tradicionales, de mafias, etc. etc. Pero
en este caso hablamos de una red emancipatoria.

Entonces, el problema se revierte sobre la condición constitutiva de la red. Y para que la misma no se convierta en la que emplea el pescador que es quien la maneja, el pode debe circular entre los distintos nodos que componen la red y al interior de los mismos. Queda establecida así la condición fundante a que debe responder semejante construcción para que no se constituya, bajo una apariencia distinta, en otra
variante de una estructura piramidal a imagen del Estado.

Este esbozo metafórico, plantea simultáneamente la
necesidad de crear organizaciones políticas junto a la
modalidad asumida para establecer sus relaciones internas.
De lo dicho se desprende tanto la autonomía de las partes en
aptitud de decidir las situaciones que la involucran así como
sus vínculos que deben corresponder a la orientación política
que define tal metodología de construcción.
Si nos colocamos desde la mirada antisistémica, observamos
que la categoría de exclusión social deja en ocasiones en la
opacidad, fuera de la crítica radical a la categoría central de
explotación, independientemente de la necesidad de develar las
prácticas presentes de explotación en el capitalismo transnacional.
Pero si miramos el tema desde el ángulo de las posibles alternativas
intrasistémicas, la crítica a la exclusión asume competencia
beligerante en el enfrentamiento a la forma prevaleciente de
capitalismo salvaje. Lo mismo ocurre con la opresión política. El
Estado neoliberal se ha convertido en un mercado de intereses
población de América Latina. Hoy el neoliberalismo no habla de desarrollo. Habla de
modernización. Y modernización no incluye a la mayoría de la gente. Modernización es este
proceso creciente en que las inversiones no se hacen teniendo en vista las necesidades del
pueblo, sino teniendo en vista la tecnología de punta. (…) En el liberalismo se hablaba de

particulares al desaparecer las conquistas democráticas que hicieron
de la cosa pública un espacio en disputa entre las clases. Por ello, la
batalla por la ciudadanización tiene un contenido político
convergente con la izquierda en la medida en que se enfrenta a la
desarticulación o “secuestro” de la cosa pública por las élites de
poder. En el ámbito global, la existencia de un Gobierno mundial de
facto, no regulado por la sociedad civil internacional, es también
otro argumento en favor de este tipo de ciudadanización activa.

Hoy es impensable lograr la emancipación del trabajo vivo
únicamente con los asalariados formales. Existen dos fenómenos
contradictorios que se desarrollan simultáneamente en el
capitalismo: por un lado la evolución socioeconómica y cultural de
los trabajadores vinculados al proceso económico, en particular a
los sectores tecnológicos más evolucionados, y por otro lado la
super explotación, la marginalización y exclusión de los
trabajadores desvinculados del proceso económico principal o
directamente expulsados a la desocupación. Ambos son explotados
económicamente y excluidos socialmente a través del trabajo
asalariado y semiasalariado, y a través del desempleo, subempleo
invisible y visible. El trabajo y el “no trabajo” (la fuerza de trabajo
que ha dejado de ser necesaria a la producción capitalista) encarnan
la verdadera universalidad que el capital usurpa.

Los núcleos de trabajadores vinculados a los sectores
económicos más avanzados pueden constituirse en células
autogestionarias de un futuro en el que el capital perderá su cetro
como dueño de las condiciones de trabajo. Las experiencias de
cooperación, de economía solidaria y trueque, así como otras
prácticas altermercantilistas de los sujetos excluidos y precarizados
complementan esa fisonomía del modo de producción alternativo al
hoy hegemónico. Una versión formalista de la categoría de
marginalización. Una persona que está marginalizada en una iglesia, en una escuela, tiene la
esperanza de volver al centro. Ahora no, ahora se habla de exclusión. Y uno que está excluido
no tiene más cómo volver al centro. El neoliberalismo es la canonización de la exclusión”.
(Frei Betto, “Luchadores de un mundo nuevo”, América Libre,No. 10, enero 1997, pp. 7-8.).
14.- A propósito del sentido del juego “democrático” dentro de la sociedad neoliberal,
podrán citarse muchos estudios críticos. Pero, como ya sabemos, con Martí, que el arte es la
forma más rápida de llegar a la verdad, el autor de este texto, en una reciente estancia en un

trabajador (ocupado) sería políticamente inoperante para entender,
por ejemplo, la naturaleza del nuevo sindicalismo argentino
presente en la Central de Trabajadores Argentinos y la de
movimientos sociales, como pueden ser los piqueteros, en el caso de
Argentina, y otros donde el peso de los trabajadores “no ocupados” o
excluidos marca la radicalidad política de sus acciones, tal como
reconocemos en el Movimiento de los Sin Tierra, de Brasil. Dónde
colocar desde una perspectiva reduccionista a los pueblos indígenas
de nuestro continente y de otras regiones del planeta, cuya
resistencia, cosmovisión y modos de entender el relacionamiento
con la naturaleza y el “tiempo político” desafían no sólo a la
civilización productivista, consumista y disipatoria, al servicio de
las superganacias de las transnacionales y de los bloques
imperialistas, sino a las nociones de cierta “izquierda”, cuyas
prácticas no van más allá del “juego democrático” y de la ilusión
de humanizar el orden del capital.

La significación histórica y epistemológica de la noción de
Sistema de Dominación Múltiple radica en la superación del
reduccionismo y la consecuente comprensión de que las luchas
contra el poder político del capital están íntimamente vinculadas a la
creación no sólo de un nuevo orden político-institucional
alternativo al capitalista, sino a la superación histórica de su
civilización y su cultura hegemónicas.

Si concordamos en que este orden económico y político
hegemónico está ligado íntimamente a una civilización excluyente,
patriarcal, discriminatoria y depredadora, que impulsa la cultura de
entrañable país latinoamericano afectado profundamente por ese “sentido”, no pudo dejar
de meditar cada noche, en la soledad de su habitación, escuchando la impresionante
canción de Luis Eduardo Auté, “La belleza”. Vale la pena recordar algunas frases: Y ahora
que ya no hay trincheras / el combate es la escalera / y el que trepe la más alta / pondrá a salvo
su cabeza / aunque se hunda en el asfalto / la belleza…”, y también, por supuesto, “Míralos
como reptiles al acecho de la presa / negociando en cada mesa ideologías de ocasión”.
15.- Cf. José Luis Rebellato, Antología mínima, Editorial Caminos, La Habana, 2000.
16.- Cf. Jorge Luis Cerletti, El poder bajo sospecha, De la Campana, Buenos Aires, 1997.
17.- Raúl Zibechi: “La emancipación como producción de vínculos”, en Los desafíos de las
emancipaciones en un contexto militarizado, Op. cit., p.125.
18.- Sobre el papel de la utopía en estos procesos véase Yohanka León del Río: Sobre el papel

la violencia e impide el propio sentido de la vida humana, habrá que
reconocer que la absolutización de un tipo de paradigma de acceso al
poder y al saber, centrado en el arquetipo “viril” y “exitoso” de un
modelo de hombre racional, adulto, blanco, occidental,
desarrollado, heterosexual y burgués (toda una simbología del
dominador), ha dado lugar al ocultamiento de prácticas de dominio
que, tanto en la vida cotidiana como en otras dimensiones de la
sociedad, perviven al margen de la crítica y la acción liberadoras.
Nos referimos, entre otros temas, a los millones de hombres y
mujeres que son expulsados de la producción, el mercado y la
política, que sobran por no ser redituables, a la discriminación
histórica efectuada sobre los pueblos y las culturas indígenas, los
negros, las mujeres, los niños y niñas y otras categorías socio—
demográficas que padecen prácticas específicas de dominación.
Son expresiones de una civilización excluyente, patriarcal y
depredadora que el capital encierra en su Pensamiento Único. José
Luis Rebellato sintetiza lo que queremos expresar con certeras
palabras: “Patriarcado, imperialismo, capitalismo, racismo.
Estructuras de dominación y violencia que son destructivas para los
ecosistemas vivientes ”.

Dichas prácticas de dominio, potenciadas en la civilización (y
la barbarie) capitalista, han penetrado en la psiquis y la cultura
humana . No de otra manera se explica la permanencia de patrones
de prácticas autoritarias racistas, sexistas y patriarcales que irradian
el tejido social, incluso bajo el manto de discursos pretendidamente
democráticos o en las propias filas del movimiento anticapitalista.
Podría objetarse que existen discriminaciones y violencias
mucho antes de la hegemonía del capital sobre la sociedad, lo cual es
de la utopía en el pensamiento social crítico contemporáneo, Fondo instituto de Filosofía, La
Habana, 2006.
19.- Helio Gallardo: “Intervención en el VII taller Internacional sobre Paradigmas
Emancipatorios, La Habana, abril 2007, Sitio web: Pensar América Latina:
http://www.heliogallardo-americalatina.info
20.- Cf. Fernando de la Riva: En la encrucijada, inédito.
21.- Isabel Rauber, Construcción de poder desde abajo. Claves para una nueva estrategia,

absolutamente cierto. Sin embargo, el régimen del capital las
potencia y generaliza como nunca antes. Un ejemplo de ello
podemos verlo con los feminicidios en la actualidad. Se sabe que
cada cultura patriarcal mantiene nichos de violencia y criminalidad,
es el caso de la quema de mujeres como resultado del
incumplimiento del tributo de la dote en la casta de los Brahmā de la
India. Esas prácticas de violencia sobre las mujeres fueron incluso
esgrimidas por los ingleses para justificar como “civilizadora” la
invasión colonialista. Las mujeres que luchan hoy contra esa
herencia patriarcal en la India aducen que, con el neoliberalismo y la
mercantilización de la vida, lo que era privativo de la casta
“superior” devino una práctica generalizada en la sociedad
globalizada.

Según un cable de EFE fechado en Nueva Delhi el 23-05-
2007, casarse en la India sigue siendo una losa para miles de mujeres
que, al no poder pagar las altas cantidades que exige la dote, una
tradición ilegal pero aún vigente, se suicidan o mueren a manos de
sus maridos. Los últimos casos de jóvenes muertas por esta causa
han puesto en evidencia que la costumbre de la dote, lejos de
extinguirse, sigue a la orden del día más allá de barreras de clase o
casta. De acuerdo con la Comisión de Mujeres de Delhi (DCW), son
aún muchas las muertes por este motivo que pasan desapercibidas:
sólo el año pasado se denunciaron más de 9.800 casos relacionados
con violencia por la dote, según datos de la Policía de Nueva Delhi
difundidos recientemente por The Times of India. La tradición no se
limita al mero desembolso económico en el momento de la boda, ya
que, en los meses y años siguientes, es posible que el marido y su
familia sigan pidiendo dinero o bienes a la esposa por concepto de
gastos vinculados al matrimonio, o como confirmación de un cierto
status social.

Así cualquier hombre de esa sociedad puede ejercer la
violencia sobre la mujer si considera que no ha recibido lo que de
suyo le pertenece a cuenta de esa figura ancestral, hoy
“democratizada” en la sociedad mercantil. “No nos dejan
enfrentarnos críticamente a los nichos de violencia de nuestra
Pasado y Presente XXI, Santo Domingo, p. 123.
22.- Ibídem.
23.- La vinculación entre los actores políticos y sociales no puede ser casual ni coyuntural

cultura tradicional, una vez que la sociedad neoliberal los
generaliza”expresaba Madhu, activista del CIEDS de Bangalore al autor de este texto, en el marco del VI Foro Social Mundial en Mumbai.

Mas no es necesario ir tan lejos para comprobar cómo la lógica totalizadora del capital subsume y recicla este tipo de violencia: el caso de las jóvenes asesinadas en Ciudad Juárez en México es otro ejemplo de feminicidio multicausal en el que se
entrelaza la cultura de la violencia del patriarcado con el narco, el
tráfico de órganos por la frontera norte y la injusticia como norma
del orden neoliberal.

El alto grado de explotación/exclusión, de prácticas de
saqueo, de opresión política y de discriminación sociocultural, así
como de densidad de enajenación (económica, social, política,
cultural, mediática) común a los modelos de capitalismo neoliberal
dependiente en América Latina, hace que se condensen todas las
dimensiones y las consecuencias de lo que hemos llamado Sistema
de Dominación Múltiple del capital; a saber: la muerte de los sujetos
subalternos como “destino” (ya sean pobladores urbanos o rurales,
trabajadores ocupados, no ocupados, jubilados o excluidos,
indígenas, mujeres, jóvenes, personas LGTB) (lesbianas, gays,
personas transgénero y bisexuales) y la destrucción del entorno
ambiental, como efectos sociales, humanos y ecológicos en el Sur
periférico de la implementación de las nociones de “crecimiento”,
“desarrollo” y “competitividad” de la globalización imperialista.

Vertientes de resistencia y lucha: Hacia un modo “no tramposo” de articulación

La existencia de múltiples redes de movimientos sociales y prácticas contestatarias en el seno del movimiento social-popular en América Latina, las que se constituyen en torno de demandas puntuales (en muchos casos ancestrales e históricas) por la equidad y/o por el reconocimiento, obliga, en principio, a describir los ámbitos arquetípicos de dichas prácticas y movimientos de la manera siguiente:

1. Movimientos reivindicativos/redistributivos (equidad social)
•Barriales y sindicales (por demandas reivindicativas locales
y sectoriales)
•El nuevo sindicalismo radical que trasciende el
economicismo y comprende una noción más amplia de trabajador
(trabajadores ocupados, no ocupados, jubilados, excluidos/as). De
las luchas por trabajo y los derechos básicos de subsistencia estos
movimientos avanzan hacia la subversión de las relaciones sociales
del capital, la promoción de experiencias autogestionarias y de
economía solidaria (popular). Alternativas y propuestas de nueva
socialidad

2. Movimientos por el Reconocimiento (identitarios)
•Movimiento indígena (autonomía cultural, derechos como
pueblos, reconocimiento de saberes y cosmovisiones)
•De género (movimientos feministas y de mujeres)
•Personas LGTB
•Movimientos contraculturales y juveniles en contra de la
moral tradicional y la mercantilización de la vida en el capitalismo.
Al luchar contra las prácticas racistas, discriminatorias
(patriarcales y homofóbicas) desde una dimensión utópico-
liberadora, muchos de estos movimientos llegan a enfrentarse a los
poderes hegemónicos, causantes supremos de la opresión
sociocultural y política de los grupos humanos que representan, a la
vez que irradian y co-construyen con otras fuerzas alternativas
nuevos patrones civilizatorios de interacción social.

3. Movimientos ambientalistas, conservacionistas y en defensa
de la biodiversidad.
“No es lo habitual – argumenta Raúl Zibechi en su ensayo “La emancipación como producción de vínculos”-, ciertamente, que un
movimiento haya desarrollado de forma pareja todos los aspectos
que hacen a la emancipación y a la creación de un mundo nuevo. (…)
Existen, por lo tanto, grados diversos de ruptura con lo viejo, siendo
a mi modo de ver el zapatismo la ruptura más completa y explícita
tanto en el hacer como en el pensar con las viejas formas de cambiar
el mundo (…) Las diferencias anotadas entre los movimientos, y
otras tantas que pudiéramos sumar, no deberían ocultarnos las
cuestiones en común de estos sujetos territorializados que, mientras
resisten, se empeñan en convertir sus emprendimientos para la
sobrevivencia en alternativas al sistema ”.

La mayoría de estos movimientos tributan a la dimensión
utópico-liberadora del pensamiento social crítico latinoamericano,
frente a las consecuencias genocidas (humanas, ecológicas,
socioculturales) del paradigma depredador de la modernidad
capitalista potenciado por la globalización neoliberal: indígenas,
campesinos, feministas, comunidades eclesiales de base (teología
de la liberación), juveniles, de excluidos/as urbanos y rurales, etc.
De sus vertientes de lucha se desprenden, entre otras, las visiones
analíticas de la crítica al Desarrollo y la Economía (del capital), la
ecología social, el ecosocialismo, la soberanía alimentaria, los
proyectos autogestionarios de fundamento ecológico, así como
otras dimensiones utópicas positivas de nueva socialidad, nueva
economía y nueva relación con el entorno . Esto ya implica un salto
de lógica, una racionalidad diferente, no absolutamente
identificable con la que ha prevalecido dentro de la modernidad.
En consecuencia, si existe un sistema múltiple de prácticas de
dominio y sujeción entrelazadas, podemos representarnos al
movimiento social-popular como la integración compleja y
dinámica de todas las demandas emancipatorias y perspectivas de
resistencia, lucha y creación alternativa a ese Sistema de
Dominación Múltiple del capital. Sin embargo, este es un tema que
sigue estando pendiente en la agenda práctica de los movimientos y
redes, por más que se han logrado avances en determinadas
campañas articuladoras de defensa de los intereses fundamentales
de nuestros países, como ha sido la exitosa Campaña hemisférica
contra el ALCA.
Para Helio Gallardo el sistema de dominaciones provee a los
sectores populares de identificaciones inerciales: “Tú ocuparás el
lugar de mujer o hembra, tú el de niño, tú el de anciano, tú el de
obrero, tú el de indígena, tú el de LGTB, el de desplazado o migrante
no deseado…” y estas identidades “forzadas” los ha tornado
vulnerables, discriminados y rebajados en su autoestima por la
dominación patriarcal machista y adultocéntrica.
17.- Raúl Zibechi, “La emancipación como producción de vínculos” en Los desafíos de las
emancipaciones en un contexto militarizado, op. cit., p.125.

La identidad autoproducida de los sujetos subalternos que
enfrentan, resisten y combaten las identidades inerciales que
le confiere el sistema para aislarlo y destruirlo material y
simbólicamente, comprende su autonomía y autoestima: esta
última consiste en aprender a quererse a sí mismo para
ofrecerse a otros. La autoestima no se liga con narcisismo ni
con egoísmo. Pasa por cuidar de sí, integrarse, quererse a uno
mismo, aprender a asumirse como parte de un
emprendimiento colectivo (de la familia, de la especie, del
sistema de vida)… y se sabe que uno la posee porque se la
testimonia en la existencia cotidiana, o sea en la vida de todos
los días, en cada acto, todo el tiempo. Es factor decisivo de la
identidad autoproducida. Y puede ser muy complicado y
riesgoso testimoniar esta autoestima, irradiarla, porque, ya
hemos visto, puede darse en un sistema de poder que no la
admite, que la invisibiliza, la persigue y acosa para destruirla.
Es así que – en la reflexión de Gallardo – para los movimientos
sociales populares los puntos de referencia decisivos son su
autonomía, la autoproducción de identidad efectiva, la conversión
de sus espacios de encuentro y discusión, de sus movilizaciones en
situaciones de aprendizaje, el testimonio, la irradiación de
autoestima. Sin autoestima – arguye -, ninguna aproximación social
o humana resulta positiva.

Esto vale tanto para las relaciones de pareja como para el
movimiento campesino o para un movimiento ciudadano por
instituciones democráticas Con autoestima, cualquier propuesta o
acción, venga de amigos, de adversarios o de enemigos, será juzgada
como conveniente o inconveniente por la competencia y eficacia
que el actor social popular ha ido ganando, es decir
autotrasfiriéndose, mediante su lucha.

Mucho se ha discutido acerca de las dificultades para
construir un modelo de articulación que no esté preestablecido por
una u otra fuerza política, o por las expectativas corporativistas o
gremiales de uno u otro actor social. Este tipo de modelo
18.- Sobre el papel de la utopía en estos procesos véase Yohanka León del Río, Sobre el papel
de la utopía en el pensamiento social crítico contemporáneo, Fondo instituto de Filosofía, La
Habana, 2006.

“colonizador”, pretendiendo un universalismo poscapitalista, ha
dado lugar, en ocasiones, a consensos “fáciles” o pseudoconsensos
que ocultan las contradicciones, liquidan las visiones distintas y
desplazan los puntos conflictivos entre los sujetos involucrados en
la construcción de un proyecto compartido. Aquí aparece un
problema central que resolver:

¿En qué medida la nueva articulación sociopolítica por la que
abogan los movimientos devendrá garantía para asumir, respetar y
desplegar la emergencia de la diversidad sociocultural, étnico-
racial, de género, etánea, de opciones sexuales, diferencias
regionales, entre otras que son objeto de manipulación y diversas
formas discriminatorias por el actual orden enajenante del
imperialismo global, no como signo de dispersión y atomización,
sino de fortaleza y como la propia expresión de la complejidad del
sujeto social-popular en las dimensiones micro y macrosocial?

La preocupación anterior se formula con mucha frecuencia
ante cada propuesta de articulación sugerida desde cualquiera de las
fuerzas políticas del campo popular.

Mientras un componente del sujeto social y popular se erija en
designador omnipotente del lugar del otro, habrá normatividad de
roles, e identidades adscriptivas. Esta especie de desvergüenza
epistemológica legitima el juego del “elogio y el vituperio” en el
plano político. Si el actor que sufre tal designación trata de vivir
como si pudiera hacer abstracción de las designaciones de que es
objeto por el otro, y pretende autodefinirse desde su propia
experiencia subalterna, no hace sino seleccionar de nuevo, por
cuenta propia, los aspectos del mundo que ya han seleccionado para
él, y resignificar el lenguaje mismo que lo destina a una forma de
vida y de comportamiento que debe acatar, dentro de un espacio
ausente de actividad crítico-reflexiva.

Una totalidad “tramposa”, en consecuencia, sería aquella que
conciba al proyecto como sinónimo de rasero nivelador para un
denominador común. Desde la perspectiva popular, es primordial
19.- Helio Gallardo, “Intervención en el VII taller Internacional sobre Paradigmas
Emancipatorios”, La Habana, abril 2007, Sitio web: Pensar América Latina:
http://www.heliogallardo-americalatina.info

que los sujetos demanden y constituyan al proyecto, y no a la
inversa. Nadie pone en duda la necesidad de un proyecto y la
viabilidad de éste, que dé credibilidad a las masas populares, que
supere, en sentido positivo, la crisis de valores existente. Pero no
debe ser concebido como la idealización y la autoconciencia, en sí
mismas. La experiencia política propia, labrada sobre las prácticas
socioclasistas y de otros géneros, ha sido y es la que constituye al
sujeto, y en ella éste, a su vez, valida al proyecto. Cualquiera de estas
dos partes que falte hace que el sujeto real se transforme en virtual, y
que un proyecto virtual se presente como real y verdadero, propio
para ese sujeto; pero nunca, por ese carácter, puede hacerlo
completamente suyo.

La práctica más severa confirma que el carácter de un proceso
sólo está determinado por las contradicciones sociales que resuelve
y no por un supuesto protagonista que puede ser virtual (como lo ha
sido en la mayor parte de la historia), y que ha defendido un proyecto
como suyo, pero que en realidad lo han convertido, por exclusión
participativa, en algo que nada o muy poco tiene que ver con él,
anteponiendo una utopía “alcanzable”, como velo de un proyecto
del y para el poder de otros.

Lamentablemente, muchas experiencias frentistas en Latinoamérica reprodujeron estos viejos esquemas, y al final llegaron al fracaso. Por eso se produjo una crítica al estrategismo, es decir, a la visión que tenían algunas fuerzas de izquierda de que una
vez que se tomara el poder, se iban a resolver, de la noche a la mañana, el problema del medio ambiente, el de la mujer, el de las poblaciones indígenas, de los barrios, etc., y no incorporaron temas de estas demandas en la construcción de la propia lucha, desde el
mismo comienzo del camino hacia una sociedad humanizada. La sociedad deseada, por supuesto, tiene mucho que ver con el camino que recorramos para llegar a ella, y de la capacidad para no desvincular fines y medios, para no reproducir viejas o generar
nuevas formas de dominación.

El conocimiento mutuo, la superación de prejuicios, el
desarrollo de la confianza mutua entre personas y entre
organizaciones es clave en este proceso. Compartir el análisis que
hacemos de la realidad dentro de la diversidad. Fijar objetivos
comunes, claros, concretos, posibles; que sea un espacio (con
procedimientos claros) para la participación de las organizaciones y
personas. Evitar desequilibrios (unos, siempre mucho; otros,
siempre poco). Si hay desequilibrios, que sean razonados,
“conscientes”, asumidos y solidarios. Así como evaluar, revisar
conjuntamente, responsablemente la acción común y el
funcionamiento de la coordinación. Vamos a tener que apostar por el
mestizaje, dice Fernando de la Riva, por las mezclas que nacen
desde la identidad de cada uno, pero se convierten en algo más
cuando incorporan la fuerza y las capacidades de los otros.

Debemos estar preparados para una nueva estrategia liberadora, que implica ensanchar el continente y el contenido de lo político, percibir la política implícita en lo social, y no sólo en las estructuras concebidas habitualmente como tales, incorporar con ello más actores sociales que asuman posiciones contestatarias frente a las discriminaciones de todo tipo, tal vez dispersas y no sistemáticas, pero igualmente válidas. “El proceso de lucha es,
escribe Isabel Rauber, a la vez que construcción (reconstrucción),
articulación y puente, un proceso educativo-formativo de
construcción de sujetos, de conciencias, de contrahegemonías y de
poder ”.

La posibilidad de elaborar un nuevo proyecto que represente
y sintetice las actuales aspiraciones y necesidades de los pueblos
latinoamericanos y caribeños, apunta dicha autora, está
directamente relacionada (y condicionada) por la capacidad de la
teoría, del pensamiento de y para la transformación. Capacidad que
presupone la actualización de la propia teoría, asunto que en nuestro
caso pasa, en primer lugar, por asumir el mestizaje étnico y cultural
de los pueblos y, por tanto, de la teoría de la transformación.

Desde el ángulo de esta convocatoria, esto supone “mestizar” el marxismo, asumir sus aportes junto a los de otras corrientes del pensamiento latinoamericano y nacional: con el pensamiento de los independentistas, con las propuestas de los pueblos originarios, con los aportes de la educación popular y de la Teología de la Liberación, con las reflexiones de las experiencias de resistencia y construcción de los movimientos urbanos y rurales desarrollados en las últimas décadas, etcétera.

En este sentido, parece hoy más importante encontrar una matriz política, ética y simbólica, que permita integrar, sin exclusiones, todas las demandas emancipatorias, libertarias y de
20
20.- Cf. Fernando de la Riva, En la encrucijada, inédito.
reconocimiento que dan sentido a las luchas de los actores sociales
que están hoy frente a un sistema de dominación concreta, y que
arrastran como sucede particularmente con las mujeres, ancestrales
opresiones y discriminaciones de difícil y/o incómodo
reconocimiento para la cultura patriarcal. Para ello es clave
reconocer estos cuatro nódulos de referencia: el género, la raza, la
etnia y la clase. Estas cuatro categorías han padecido diversos usos
reduccionistas.

Es tan perjudicial preterir el enfoque de género en aras de una
visión estructural o económica de la sociedad, como asumir la lucha
contra la cultura patriarcal haciendo abstracción de la denuncia y el
enfrentamiento a los poderes económicos y políticos de clase,
responsables de la explotación, la exclusión y la llamada
feminización de la pobreza. Lo mismo puede suceder con la raza o la
etnia, o con la clase. Los que vienen de una tradición marxista en
América Latina conocen el itinerario del reduccionismo de clase a la
hora de elaborar las tácticas, las estrategias, los modos de
acumulación. Claro está que la crítica al reduccionismo de clase ha
llevado también a una postura nihilista: desconocer la clase como
categoría fundamental de análisis.

La apuesta por la articulación social-política de estos sujetos
y actores subalternos no constituye un fin en sí mismo, sino una
condición de la emergencia de lo que István Mészáros llama
movimiento radical de masas, germen a su vez de alternativas
emancipatorias antiimperialistas y anticapitalistas. Sin embargo, la
articulación de las resistencias y luchas no debe ser identificada con
la noción idílica de “unidad aglutinante”, supeditada a intereses
virtuales de pretendidas “vanguardias” ajenos a la experiencia
política propia de los actores sociales involucrados.

No es ocioso recordar que el nuevo sentido político de las
articulaciones será resultado de la experiencia política propia de los
actores. Cada cual (organización, movimiento y redes sociales)
deberá y podrá traer todo lo suyo: sus prácticas y tradiciones de
21.- Isabel Rauber, Construcción de poder desde abajo. Claves para una nueva estrategia,
Pasado y Presente XXI, Santo Domingo, p. 123.
22.- Ibídem.

resistencia y lucha, las visiones civilizatorias y perspectivas
libertarias y la diversidad de “epistemes” y saberes construidos
96
Gilberto Valdés Gutiérrez
23
23.- La vinculación entre los actores políticos y sociales no puede ser casual ni coyuntural
afirma Alberto Pérez Lara, sino que tiene que darse de manera necesaria y continuada sobre la

político-cultural contrahegemónico, distinto del reduccionismo
estrategista o “vanguardista”.
Lo anterior requiere, en consecuencia, la búsqueda de un eje
articulador que pasa, inevitablemente, por la creación de un nuevo
modelo de acumulación política. Esto presupone, al menos:

•El reconocimiento de la especificidad cultural y la
competencia simbólica y comunicativa de cada sujeto o actor
social, la realización de acciones comunicativas de rango
horizontal, que permitan develar las demandas específicas,
integrando solidariamente las de otros sectores, sobre la base
de la confrontación teórica y práctica con las formas de
dominio de clase, género, etnia y raza. Aquí es importante
concebir no sólo las problemáticas fundamentales de los
trabajadores formales y no formales (ocupados y no
ocupados), de los excluidos del sistema, sino la aparición, o
nuevos desarrollos, de problemáticas antes no consideradas
por las fuerzas contestatarias: las de género, las étnicas, el
cuestionamiento de la moral tradicional, la politización de
ciertos movimientos juveniles, etc. Sigue vacante la
construcción de una articulación política para todas esas
líneas de iniciativas populares que se forman en torno a
diferentes cuestiones particulares y evolucionan, en muchos
casos, hacia un cuestionamiento global del sistema
económico, social y cultural. Ese papel lo puede cumplir
solamente una organización horizontalista, plural y
democrática en su interior. Horizontalista en cuanto no acepte
liderazgos permanentes e indiscutibles, y plural en cuanto a
base de un conjunto de principios: una relación de respeto mutuo a la identidad de ambos y a la
autonomía, un impulso y respeto a la democracia; tolerancia y flexibilidad; fijar áreas de acción
común que garantice el paso de las reinvidicaciones inmediatas a la construcción de poder
político; la construcción en común de un pensamiento crítico impugnador del neocapitalismo.
El paradigma de emancipación, en consecuencia, debe ser construido por todos/as con
expresión del contenido plural y el protagonismo debe basarse en la participación efectiva y
real y no en la pretendida superioridad de una organización respecto a la otra. (Alberto Pérez
Lara, Nuevo sujeto histórico y emancipación social en América Latina, Fondo Instituto de
Filosofía, La Habana, p. 14.)

no convertirse en una organización centralizada que aspire a
la homogeneidad ideológica y tenga, además, capacidad de
incorporar organizaciones preexistentes que no renuncien a
su identidad propia.

•La aceptación de la pluralidad de maneras de acumular y
confrontar, propias de cada tradición política dentro del
movimiento popular.
•La necesidad de un modo horizontal de articulación de los
movimientos sociales, de los partidos y otras fuerzas sociales
y políticas de la sociedad civil. Lo cual no quiere decir
renunciar a la organización, sino a la concepción elitista,
verticalista de ella. De lo que se trata es de imaginar el
movimiento político como una organización que debe
asumirla doble tarea de promover el protagonismo popular y
contribuir efectivamente a crear las condiciones para que sea
posible, como una fuerza nueva capaz de integrar las más
diversas tradiciones y las formas organizativas más variadas,
y articular horizontalmente, no unificar verticalmente.

El sujeto del cambio es plural demandante de expectativas emancipadoras de distinto carácter, y no una entidad preconstituida.

Su autoconstitución implica, en consecuencia, una intencionalidad múltiple, construida desde diversidades (no siempre articuladas) y dirigida a transformar los regímenes de prácticas características de explotación y dominio del capitalismo contemporáneo. Ello será posible en la medida en que se constituyan como agentes alternativos por vía de la plasmación de otros patrones de interacción social opuestos a los hoy institucionalizados. Esta
situación no debe interpretarse como un simple “basismo” o como
propuesta a favor de la “gradualidad” de las transformaciones
requeridas para que se impongan dichos patrones alternativos.

Una articulación “no tramposa”, tal y como hemos
examinado anteriormente, entraña alternativas acompañadas de
visiones diferentes sobre la significación de la vida humana a
aquellas que prevalecen en la modernidad capitalista. Se trata de ir
más allá, de trascender la lógica antihumanista de la
mercantilización de la vida, del trabajo, de la naturaleza, del amor,
del arte, del compañerismo, del sexo, que impulsa la
transnacionalización irrefrenable del capital. Descartemos la
ilusión de poder promulgar un salto ahistórico hacia una nueva
civilización, puesto que existen alternativas viables que están
encapsuladas por las formas y los poderes económicos e
institucionales hegemónicos. La creación y generalización de
nuevos patrones de interacción social, desde la vida cotidiana, el
despliegue de las nuevas estructuras y subjetividades y sus praxis
contrahegemónicas, harán variar la relativa poca capacidad de
interpelación o interlocución de dichas alternativas con la situación
social general.

Se impone hacer un registro lo más abarcador posible de las
prácticas de resistencia y lucha a diversas escalas (local, nacional,
regional, global), no para decirnos sólo “lo que le falta a cada una”,
sino “lo que tiene de interesante, lo que aporta ya, lo que promete
potencialmente”. En otras palabras, sistematizar mejor las
experiencias alternativas emprendidas por los sujetos sociales que
se enfrentan a los patrones de interacción social hegemónicos, y
cuyo accionar multifacético se orienta hacia la creación de
regímenes de prácticas colectivas, características y recurrentes
(comunitaria, familiar, clasista, educacional, laboral, de género,
etnia, raza, etc.), alternativas al patrón capitalista neoliberal,
depredador y patriarcal, que usurpa la universalidad humana de
nuestra época.

Ello nos permitirá, en principio, ensanchar la noción de sujeto
social-popular alternativo con la diversidad de movimientos
sociales (barriales, feministas y de mujeres, étnicos y campesinos,
de trabajadores excluidos, sindicales, ambientalistas, juveniles,
contraculturales), de identidades y culturas subalternas amenazadas
por la homogeneización mercantil y la “macdonalización” del
entorno y el tiempo libre; cosmologías preteridas, perspectivas
liberadoras que se enfrentan, cada cual desde su propia visión y
experiencia de confrontación, al pensamiento único del
neoliberalismo global.
La desesperación ante la falta de reales, efectivas, viables y
24.- Cf. Daniel Campione, “Los problemas de la representación política y el movimiento
social. Algunas reflexiones críticas”, Periferias, a. 5, n. 8, Buenos Aires, segundo semestre de
2000.

radicales propuestas y acciones políticas alternativas que engloben
a todos los actores sociales comprometidos en construir ese otro
mundo posible, mientras los dueños del mundo que se quiere
cambiar siguen actuando impunemente contra los pueblos y las
personas, destruyendo su entorno identitario y natural, es y será
legítima, siempre que, desde esa insatisfacción, se avance creativa y
audazmente en la búsqueda del verdadero centro de gravedad
político en cada país, región y a escala planetaria. Ese centro no se
diseña “desde arriba” ni se declara a partir de una sola de las fuerzas
beligerantes, por muy buenas intenciones y capacidad
“representativa” y teórica que tenga. No se puede prever en sus
detalles, pero sí captar a tiempo su posibilidad y apostar por ella sin
temor a dejar en el camino cualquier signo o seña particular que nos
haya acompañado en la lucha, por muy amada que sea, en aras de la
emancipación y la dignificación social que nos involucra a todos y
todas.

La tarea estratégica implica construir un enfoque ético-político que reconozca la multiplicidad y diversidad del sujeto social alternativo (y la legitimidad de sus respectivos epistemes), que dé lugar a un nuevo modelo de articulación política en el
movimiento popular, en el que esté representado el conjunto de
demandas emancipatorias y libertarias, independientemente de las
tendencias cosmovisivas confrontadas, para llegar a un consenso
que admita puntos de conflictos. No se trata de negar los
desencuentros, incomprensiones y visiones diferentes sobre
diversos asuntos, entre las distintas vertientes del movimiento
social-popular, entre las tradiciones marxistas, socialistas,
comunistas, religiosas, indígenas, feministas, sindicales,
ambientalistas, comunitaristas, etc., y sus modos actuales de
25.- Ibídem.
26.- Concuerdo con Pedro Luis Sotolongo en que debemos, en primer lugar, asumir nuevas
pautas teóricas, epistemológicas y prácticas que permitan captar los modos del registro
subjetivo sus componentes inconsciente o arreflexivo, tácito o prerreflexivo y consciente del
sistema de sujetos-actores sociales alternativos. En otros términos, para calar ulteriormente,
en toda la complejidad de esa mediación aportada por la praxis interpersonal, social e
histórica, la relación entre los seres humanos y el mundo por conocer y transformar por ellos,
hace falta articular nuestros tratamientos tradicionales de la dimensión social clasista,
consciente e ideológica (con su sentimiento de pertenencia a ella) con, por lo menos, la
dimensión del inconsciente, vinculada a ámbitos prerreflexivos tales como el deseo, el saber
cotidiano tácito, los plastos prerreflexivos del poder microsocial (micropoderes) y el ámbito

afrontar los poderes hegemónicos desde sus organizaciones, redes y
movimientos sociales. Lo importante es no encapsularnos en
corazas corporativas y abrirnos hacia la identidad social-humana en
el compromiso emancipatorio, en la defensa de la vida, en la
solidaridad.

La actitud de los movimientos sociales ante la nueva etapa
posneoliberal en América Latina resulta hoy un tema de primer
orden. “La dificultad con los movimientos sociales es que – refiere
Emir Sader-, no logran construir opciones políticas (…) la
autonomía es fundamental para defender los intereses del pueblo, de
la masa, pero no es absoluta. La política tiene un momento
institucional y si se le rehúye, si se insiste en preservar su autonomía
como una categoría absoluta, si se oponen autonomía y hegemonía,
los movimientos se relegan y pueden adquirir rasgos corporativos ”.
El tránsito de lo social a lo político conlleva numerosos retos y
peligros que deben ser afrontados, a riesgo de hacer retroceder la
actual ola antiimperialista en la región. Pero, como ya hemos
apuntado, el paso a lo institucional que hace dejación de la lógica
emancipatoria, antisistémica, hace el juego a la política que se
pretende superar.

En consecuencia, ¿reconocemos la necesidad de
(auto)constitución de movimientos políticos alternativos? Si
admitimos esta necesidad, ¿nacerá éste de la articulación de y desde
los movimientos sociales y otras fuerzas? ¿Cuáles son los sentidos
éticos y políticos que se deberían encarnar en estos procesos de
articulación? ¿Cómo tomar en cuenta la reclamada autonomía de lo
social y los movimientos que lo expresan? Y en el caso en el que
estas problemáticas puedan ser respondidas positivamente, en el
que un movimiento social rico y diverso se dé a sí mismo una
expresión política, y llegue hipotéticamente al gobierno, ¿cómo
vivir entonces la autonomía en esas nuevas condiciones, hasta qué
punto convertirla en un coto cerrado? ¿Cómo construir esa nueva
política realmente emancipatoria, en la que los fines no son
indiferentes a los medios, en la que la postura ética personal y el
enunciativo o del discurso, que han sido puestos en evidencia por diversos pensadores y
corrientes de conceptualización social contemporánea. (Ver: Pedro Luis Sotolongo Codina,
Hacia un nuevo paradigma epistemológico, Fondo del Instituto de Filosofía, La Habana.)

compromiso con las mayorías son intransferibles? ¿Se enajenan el movimiento político y el movimiento social?

O en el caso de quienes tienen una reconocida trayectoria y liderazgo en organizaciones y movimientos sociales y a la vez poseen una militancia partidaria, ¿cómo viven como individuos (sujetos) esa aparente contradicción?

Tendremos que enfrentar – apunta con razón Joel Suárez – estas y otras interrogantes e intentar hallar pistas y caminos que nos
orienten en la constitución de un (nuevo) bloque histórico y una
(nueva) hegemonía emancipatoria.

Sabemos que este tema es complejo y está sujeto a
interpretaciones disímiles, no se ajusta a una fórmula preconcebida
para todas las coyunturas políticas nacionales y regionales.
El horizonte de nuestras luchas no se reduce a un mero cambio
de gobierno. La aspiración es por la justicia, la equidad, pero desde
un verdadero y significativo tránsito civilizatorio-cultural, de un
nuevo modo de relacionamiento social y con la naturaleza.

Convenimos en que si desde hoy no impregnamos al camino de
resistencia, lucha y construcción alternativas con esos valores, si no
lo aplicamos en nuestro accionar cotidiano, en las articulaciones
políticas y sociales que hacemos, no aparecerán por simple
generación espontánea.

En América Latina existe una tensión entre la lógica de la
lucha política (antineoliberal, antiimperialista, antisistema: la
nueva emancipación política) y la emergencia civilizatoria derivada
de las prácticas y visiones utópico-liberadoras de los movimientos
sociales (sus desafíos y propuestas frente a la civilización del
capital: la contextualización contemporánea de lo que Marx llama
emancipación humana). Esta tensión se ha hecho tradicionalmente
explícita desde una visión instrumentalista de la política y de la
lucha por el poder como demiurgo de lo social. Mas desde una visión
más amplia de lo político, ella reaparece como algo imposible de
obviar. La actitud más productiva para intentar superar dicha tensión
no radica, salvo que nos contentemos con un consenso “fácil” e
igualmente estéril, en desplazar los puntos conflictivos que suponen
ambas lógicas.

Al caracterizar las líneas de discusión entre las estrategias
liberadoras contenidas en las prácticas y conceptos de las llamadas
“contrahegemonías” (dirigidas a la construcción de un poder
alternativo) y las “emancipaciones”, entendidas esquemáticamente
como procesos tendientes a la liquidación de las propias relaciones
de sujeción y poder, Raúl Ornelas reseña las antinomias de las que
pueden ser presa ambas lógicas. “Desde la perspectiva de la
emancipación – nos dice el autor mexicano – el sujeto que se
construye es también múltiple pero caracterizado por la diversidad y
anclado más en la sociedad civil (o si se prefiere, en las luchas
populares) que en la esfera política. La diferencia esencial con el
proyecto contrahegemónico es que la emancipación privilegia y
pone el énfasis en la recuperación del control de la reproducción del
sujeto transformador. Por encima de cualquier otro objetivo, el
proyecto emancipador parte de enfrentar las dependencias y
opresiones que viven cotidianamente los individuos y sus
comunidades ”.

El proyecto emancipador, a diferencia de la estrategia política
del proyecto contrahegemónico de las fuerzas de izquierda, asume
la política como proceso de autoafirmación, lo que Helio Gallardo
caracteriza como identidad autoproducida e irradiación de
autoestima popular.

La demonización del Estado, como representación de la
dominación, por parte de la visión “emancipadora”, deviene un
punto de no entendimiento y de conflicto entre ambas concepciones.
De igual manera el pragmatismo y el peligro de reproducir o
continuar la cadena de dominaciones en los proyectos
contrahegemónicos que queden truncos y no se propongan
trascender el sistema y superar la civilización y el orden cultural del
capital, constituye el principal cuestionamiento que puede hacerse a
la perspectiva lineal contrahegemónica. Con razón Ornelas plantea
que “los esfuerzos que se realizan actualmente en ambas direcciones
están encerrados en callejones sin salida aparente en lo inmediato ”.
27.- Emir Sader, “El posneoliberalismo será anticapitalista, no socialista”, La Jornada,
viernes 12 de octubre de 2007, p. 7.

Ni las emancipaciones han logrado quebrar desde la cotidianidad y
territorialidad de sus emprendimientos la hegemonía capitalista, ni
las contrahegemonías son tales si no incluyen en sus estrategias de
orden el perfil emancipatorio, libertario y autogestivo de los
movimientos sociales.

La predisposición de muchos movimientos sociales hacia la
impronta de las formalizaciones políticas (el temor al verticalismo y
a la nivelación de lo heterogéneo, a la visión tradicional de cierta
izquierda, que concibe la diversidad como un lastre qué superar y no
como riqueza y potencialidad qué articular sobre la base del respeto
a la autonomía de los distintos movimientos) y la advertencia de los
partidos de izquierda sobre la posibilidad de agotamiento (o
cooptación) del movimiento social que no avance hacia la
construcción colectiva de alternativas políticas contrahegemónicas
de verdadera direccionalidad antineoliberal y anticapitalista
poseen, a su turno, razones atendibles, base de los debates
necesarios en la actualidad.

Ninguna de estas lógicas debe ser supeditada una a la otra,
sino armonizadas y complementadas, lo que implica asumir sus
puntos de tensión como desafíos creativos de aprendizaje de los
sujetos involucrados. En otras palabras: si en aras de la presunta
toma del poder se abandonan las demandas libertarias y de
reconocimiento por las que han luchado muchos movimientos, el
nuevo poder contrahegemónico pudiera derivar en una entidad
ficticia o desnaturalizada. De igual forma, negarse a participar en el
movimiento radical de masas que se constituya en una nación
determinada ante la crisis del modelo hegemónico, colocando las
demandas específicas (por muy legítimas que sean) por encima de
las de la inmensa mayoría de la población, implica signar la noción
de “diferencia” con un alto rango de universalidad excluyente.

Habría que reconocer, en principio, que la confluencia de los
movimientos sociales y populares para generar alternativas social-
políticas en una dirección anticapitalista, no implica hacer dejación
28.- Estas interrogantes surgen en el debate acerca de la propuesta de investigación
participativa “Diversidad, Identidad y Articulación en las organizaciones, redes y
movimientos sociales en América Latina y el Caribe” realizada por GALFISA y el Centro
Memorial Dr. Martin Luther King, Jr.

de sus demandas específicas (libertarias y de reconocimientos) ni
posponerlas para etapas posteriores, aunque se modifiquen sus
objetivos y métodos en cada coyuntura. La lógica geopolítica
antiimperialista que avanza hoy en América Latina no es
incompatible con la lógica de los movimientos sociales. Las razones
de los movimientos son tantas como los atributos del mundo que es
posible conquistar: dignidad para personas y pueblos, equidad,
igualdad de género, medio ambiente, diversidad sexual,
multiculturalismo, soberanía alimentaria, biodiversidad. El
“programa máximo” emancipatorio y libertario de la revolución
política anticapitalista (pospuesto en las experiencias
protosocialistas del siglo XX) se convierte en “programa mínimo”
de las luchas de los movimientos sociales y populares.
Hoy, como nunca antes, la izquierda requiere tensar sus
instrumentos de análisis y de creación, puesto que “es necesario
pensar en una empresa muchísimo más difícil: la labor histórica de
superar la lógica objetiva del capital en sí, mediante un intento
sostenido de ir más allá del capital mismo ”. Pero esas alternativas
sociopolíticas no serán obra de gabinetes, ni fruto de ninguna
arrogancia teórica o política. Serán construidas como proyectos
colectivos y compartidos, desde y para el movimiento social-
popular.

No tenemos, en esto, dudas: necesitamos construir una ética
de la articulación , no declarativamente, sino como aprendizaje y
desarrollo de la capacidad dialógica, profundo respeto por lo(a)s
otro(a)s, disposición a construir juntos desde saberes, cosmologías
y experiencias de acumulación y confrontación distintas, potenciar
identidades y subjetividades. Tal ética ha de moverse dentro de las
coordenadas de un paradigma de racionalidad crítica, organizada
mediante el diálogo de los sujetos implicados y orientada a descubrir
29.- Raúl Ornelas, “Contrahegemonías y emancipaciones. Apuntes para un inicio de debate”
en Los desafíos de las emancipaciones en un contexto militarizado, Ana Estehr Ceceña
Coordinadora, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Colección Grupos de
Trabajo, Buenos Aires, 2006, p. 102.
30.- Cf. Helio Gallardo, “Intervención en el VII Taller Internacional sobre Paradigmas
Emancipatorios, La Habana, marzo 2007, www.heliogallardo-americalatina.info
31.- Raúl Ornelas, “Contrahegemonías y emancipaciones. Apuntes para un inicio de debate”,
op. cit,p.113.

el significado auténtico de la realidad humana.

El horizonte no es un muro que podamos saltar de una vez

Las luchas y resistencias del movimiento social popular en
América Latina han producido el quiebre de la otrora hegemonía del
neoliberalismo y del dominio absoluto de nuestras soberanías por el
imperialismo norteamericano. Todo lo que parecía aplastado,
acallado, luego de épocas de profundo malestar, de saqueo y
humillación, se levanta desde el Sur. La presencia de una amplia y
diversa corriente alterglobalizadora (portadora de tres momentos
distintos pero complementarios: la negatividad de la resistencia, las
propuestas concretas y la utopía de otro mundo ), devino nuevo
fenómeno político mundial, visible en las resistencias y luchas
multivariadas que convergen a partir de este siglo en la experiencia
del Foro Social Mundial en Porto Alegre y sus sucesivas ediciones
regionales y mundiales. Nuevos gobiernos populares emergen en
nuestro continente modificando el escenario geopolítico a favor de
los pueblos.

El Sub Comandante Marcos ha expresado: “el capitalismo agonizante ha puesto los ojos en nuestras selvas, desiertos, bosques, montañas, ríos, aguas, vientos, mares, playas, maíces, saberes que durante miles de años hemos aprendido, defendido, alimentado,
cuidado ”. El ecocidio, etnocidio, feminicidio y genocidio son enfrentados hoy por trabajadores ocupados y no ocupados del campo y la ciudad, excluidos de las redes de reproducción del capital, mujeres, jóvenes e indígenas de nuestro continente que
protagonizan las luchas más variadas y creativas contra la recolonización imperial.

Estos nuevos escenarios no deben dar lugar a la creación de falsas expectativas de ruptura del sistema, como resultado inminente de sus contradicciones internas, del acercamiento de una “hora cero” en la que se producirá el estallido esperado. Tal punto de vista sigue siendo un sustituto mesiánico o escatológico de la necesidad de estudiar el movimiento real del capitalismo. No para satisfacer un prurito académico, sino para captar en todos los aspectos posibles las estrategias y los reacomodos del capital y estar
así en mejores condiciones para oponer las alternativas concretas que aconseje cada vuelta de tuerca de la época, en función de los intereses de las mayorías populares. La postura escatológica, al contrario, fija una línea inmóvil de salto en el horizonte que, al
desplazarse, hace que la perspectiva revolucionaria pierda credibilidad y eficacia.

Las posibilidades reconstructivas, sin embargo, no son
eternas, ni mucho menos endógenas al sistema. Los elementos que
previsiblemente pondrán tope a la reproducción actual del
capitalismo, hoy se anuncian en la crisis de civilización y de vida
que se agudiza ya entrado el nuevo milenio. Pero resulta imposible
aún prever el modo de desenlace, ni las formas institucionales y
civilizatorias sustitutivas que sobrevendrán. La globocolonización
del capital obliga a pensar las alternativas emancipatorias en
términos de globoliberación . Frente a los poderosos que acumulan
depredando al género humano y a su entorno, una pluralidad de
sujetos intenta, a partir del entrelazamiento de sus prácticas y sus
rutas específicas entrelazadas, conformar colectivamente un
“nuevo mapa cognitivo” para acceder al puerto donde los hombres y
las mujeres comenzarán a fabricar su verdadera historia. Lo que
hagamos en la travesía no será indiferente al Fin-Comienzo
anhelado: el puerto es, en mucho, la travesía. De ella depende que
lleguemos y que no tengamos que volver otra vez a preguntarnos
extrañados: ¿qué nos pasó?

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