Posmodernismo y contrarrevolución
Creado en 15 Mayo 2012
Oscar A. Fernández O. (*)
La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. Karl Marx
SAN SALVADOR – Karl Marx (1818-1867) amplió el campo de aplicaciones en el debate sobre que define la llamada “modernidad” y con ello también el horizonte de su transcendencia; así, en un primer estadio de su análisis crítico que incide ante todo sobre el ámbito socioeconómico, lo “moderno” equivale a una categoría más bien negativa que viene a identificarse con la abstracción, la metafísica y el dualismo que alienan al hombre y que deben superarse para alcanzar la realización del hombre; posteriormente, al hacer extensivo su análisis al ámbito político y tocado él mismo por la visión optimista de la época ante el progreso, atribuye a la modernidad una noción más positiva: la transición de una sociedad menos desarrollada a otra más desarrollada en la que se hacen presentes los nuevos elementos progresivos –si bien, el progreso no ha de entenderse aquí necesariamente en su vertiente moral de mejoramiento, sino en el sentido histórico de incremento y acumulación, con el que se da paso a la liberación del hombre en el nuevo tipo de sociedad (socialista) que surge- (Ruíz Esparza: 1992)
Lo que se ha dado en llamar “posmodernidad” no es un fenómeno puramente ideológico, es decir, que no se trata de un juego conceptual elaborado por intelectuales deprimidos y nihilistas del “primer mundo”, sino, ante todo, de un discurso civilizatorio, un cambio de sensibilidad sobre el ser humano. Hoy la posmodernidad, es vista como antítesis de la modernidad, se entiende como “negación” de la modernidad; crisis y acabamiento –muerte- de la razón; pesimismo, desconfianza en la razón; tiempo de pragmatismo y prejuicio, deconstrucción de la historia. (Castro Gómez:1997)
La posmodernidad es pues, la agudización de la modernidad y por tanto, la expresión de un capitalismo jadeante pero voraz. Por lo tanto podemos concluir que las características que suelen atribuirse al postmodernismo no son más que las que constituyen a la Modernidad (Giddens 1994)
Adolfo Sánchez Vázquez opina que la posmodernidad es una ideología propia de la “tercera fase de expansión del capitalismo” que se inicia después de terminada la segunda guerra mundial. A diferencia de las dos anteriores, esta tercera fase ya no conoce fronteras de ninguna clase, llegando a penetrar incluso en ámbitos como la naturaleza, el arte y el inconsciente colectivo. Para lograr sus objetivos, el “capitalismo tardío” engendra una ideología capaz de inmovilizar por completo cualquier intento de cambiar la sociedad.
En opinión de Sánchez Vázquez, el pensamiento posmoderno arroja por la borda la idea misma de “ razón” y “derecho”, con lo cual se arruina todo intento de legitimar un proyecto de transformación social. Al negar el potencial emancipador de la modernidad, la postmodernidad descalifica la acción política y desplaza la atención hacia el ámbito contemplativo de lo estético. Así mismo, la reivindicación de lo fragmentario y lo justo elimina cualquier tipo de resistencia y sume al hombre en una espera resignada del fin. (Castro Gómez: 2001)
El economista y filósofo Franz Hinkelammert ve en la posmodernidad un peligroso regreso a las fuentes del nazismo. La influencia de Nietzsche en los filósofos posmodernos no es gratuita, pues de lo que se trata es de corroer los cimientos mismos de la racionalidad. Vivimos en una Sociedad postmoderna, es decir, en un “no lugar”, en donde se deja que el capitalismo limite y reglamente el poder de la sociedad de disponer de éste. No existe base social ni constitución política, el contrato social se ha rescindido y solo se enuncia el derecho del capital globalizado.
En esta visión de las cosas el discurso emancipador queda abolido, la emancipación también; la filosofía que se forma como conjunción de teoría y praxis y como pensamiento que proviene de la historia y va hacia ella, pierde todo sentido porque la historia también la ha perdido. El pueblo como sujeto no representa ninguna legitimidad porque los sujetos como tales están deslegitimados; la idea del futuro pende de un horizonte sin historia, como pieza de arqueología en los museos de la modernidad. Todo lo moderno es ya arcaico, fósil.
La estética que engloba la vida cotidiana es un proceso del modelaje de la llamada modernidad tardía, caracterizada por la creciente individualidad, expresión personal y autoconciencia estilística de los sujetos. Autores como Bourdieu y Featherstone proponen pensar al sujeto del capitalismo tardío como un ser preocupado por el estilo y la estética de su vida, y que en función de ello mantiene un profundo deseo por aprender y enriquecerse continuamente, por buscar nuevos valores y vocabularios. Se trata de un sujeto que autoconstruye su propia cotidianeidad a partir del consumo de bienes y servicios simbólicos, y que cree además que la vida estética es la vida éticamente buena.
La postmodernidad no es solamente la deslegitimación y desconstrucción de los modelos, arquetipos y relatos que dejarían a la ideología, entre otras cosas, archivada en los museos del tiempo irremediablemente pasado, sino que es la construcción de nuevos modelos a partir de una realidad globalizante.
Aparentemente hay una gran diferencia entre posmodernismo que se autodefine como un pensamiento débil y escéptico y el neoliberalismo presentado como una doctrina fuerte y dogmática del mundo. Sin embargo, ambos están ligados por un carácter robustamente doctrinario en su rechazo tajante a la modernidad. Para los posmodernos el socialismo no es más que un mito, una leyenda fantasiosa y por ello el fin de la modernidad sería asimismo el fin del socialismo y sus argumentos.
El neoliberalismo, como corriente de pensamiento, comienza a configurarse en los años 40 con la obra de Friedrich Hayek, “El Camino de la Servidumbre”. Después de tres décadas de deambular por los ámbitos académicos, los sectores dominantes del poder político lo comienzan a asumir y lo pondrán en práctica en las principales naciones del capitalismo industrializado. Estos sectores vieron en esta nueva doctrina la posibilidad de poner en práctica los programas de ajuste y reestructuración necesarios para salir de la crisis de acumulación del régimen fordista y por ende del salvataje del sistema en su conjunto.
Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania fueron los países que asumieron con mayor dinamismo el proceso de reestructuración política y económica que llevó progresivamente a la derechización de gran parte del mundo en la década de los 80 y 90. Nos descubrimos ante un verdadero proyecto hegemónico de escala planetaria. (Javier García: 1997)
“La respuesta neoliberal es simplista y engañosa: promete más mercado cuando, en realidad, es en el propio mercado donde se encuentran las raíces de la exclusión y la desigualdad. Es en el mercado donde la exclusión y la desigualdad se reproducen y se amplían. El neoliberalismo nada nos dice acerca de cómo actuar contra las causas estructurales de la pobreza; por el contrario, él actúa intensificándolas (R. Aruj, 2000)
La revolución conservadora de Reagan y Tatcher se alimentó de estas ideas reaccionarias y pesimistas para desarrollar una salvaje política de hostilidad contra el Estado del bienestar. Contradictoriamente, bajo la apariencia de una política estrictamente neoliberal, se reforzaron políticas keynesianas para la producción de armamentos que contribuyeron decisivamente al auge en los ’80. (J. Garcia: 1997)
Tras la quiebra del llamado socialismo real dirigido por la ex Unión Soviética, el postmodernismo se transformó en pensamiento único, afianzándose como la nueva filosofía política contemporánea, encumbrando las delicias del mercado y convirtiéndose así en el principal soporte ideológico del neoliberalismo.
El discurso de la globalización construye un imaginario que introyecta la ilusión de un mundo mejor en el cual hay una dudosa libertad, consumismo, hedonismo y búsqueda constante y posible de una mejor calidad de vida por un camino individual, sin importar la ética: ¡sálvense quién pueda! El proyecto neoliberal de la globalización, tiene como premisa lograr el desarrollo de la humanidad sin tener en cuenta los costos que ello implique, apuntando a que un sector (aquellos que detentan el poder y algunos de sus seguidores) subsista hasta el final del camino. Para ello ha desplegado una serie de instrumentos que junto con el desarrollo de la tecnología, le han permitido un mayor poder para lograr y mantener ese control.
El pensamiento único puede y debe presentarse como sucesor umbilical del postmodernismo político. La diferencia sustancial es que el pensamiento único es una ideología cerrada y totalizadora, que se autoafirma presentándose con la autoridad de lo indiscutible. Caído el muro, no hay otra alternativa que el capitalismo realmente existente.
Pero, la realidad es bien distinta. El nuevo orden prometido no tardó en convertirse en un colosal desorden. La globalización económica, es decir, la internacionalización de los mercados financieros y la producción manufacturera combinada con la incesante revolución tecnológica del fin de siglo, devora todo lo social, empequeñece el papel del estado, robando paulatinamente la soberanía nacional de cada burguesía e instaurando la gran dictadura mundial de los mercados. La democracia burguesa, es decir, la dictadura con rostro humano del gran capital de cada estado nacional, se ha convertido en la plutocracia “prestigiosa” de mercados que fluctúan sin control arrasando a su paso, cual plaga de langostas, las bolsas, monedas y reservas de divisas de los más débiles, obligándolos a hipotecarse hasta el cuello, convirtiendo así las deudas en impagables, lo que los vuelve dueños de naciones enteras.
Este nuevo darwinismo macroeconómico impone la selección natural de las economías más fuertes y estables excluyendo grandes áreas geopolíticas como África, que no han sido ni siquiera invitadas al gran juego de la globalización.
La desvergüenza y la palabra vacía con la que se manejan los representantes de los intereses del neoliberalismo, pretende paralizar cualquier tipo de acción alternativa, es una condición movilizadora y a la vez paralizante, es un mensaje que indica el hacer, el quehacer y el pensar. La masa debe obedecer las palabras y sus consignas, y luego las repite. “Quien domine la jerga no necesita decir lo que piensa, ni siquiera pensarlo honestamente; de esto le exonera la jerga, que al mismo tiempo desvaloriza el pensamiento”. (Aruj: cit.)
La dictadura de los mercados concentra el capital cada vez en menos manos, como pronosticó Marx con gran acierto hace ahora siglo y medio. Pero el fenómeno de la concentración oligárquica de la riqueza conlleva necesariamente la depauperación económica de amplias capas de la sociedad. Esto ha provocado como relación causa-efecto, situaciones insostenibles de inestabilidad política que más temprano que tarde, traerán consigo grandes conmociones sociales que ponen encima de la mesa la cuestión del poder.
Como en todo proceso de revolución y contrarrevolución, la humanidad se enfrentará a una crisis de civilización a escala planetaria que, con diferentes ritmos dependiendo de cada país, planteará dos únicas alternativas globales: o la clase trabajadora rompe el dominio del capital en un país clave abriendo de nuevo la posibilidad de la construcción revolucionaria del socialismo a nivel mundial, o la burguesía desesperada pondrá su futuro en manos de nuevas dictaduras fascistas, incluso en los civilizados países de Europa y Estados Unidos, desatando una voracidad imperialista sin precedentes.
El marxismo leninismo no tiene nada que ver con la melancolía. Reivindicamos nuestro derecho al optimismo revolucionario. Pero, si no somos capaces de aprovechar los próximos años en educar cuadros revolucionarios y extender las ideas del marxismo, nos enfrentaremos a esos procesos con una debilidad innecesaria que puede facilitar la derrota del proletariado e incluso la vuelta al fascismo. Si bien en la izquierda no hemos logrado aún sacudirnos del todo la polvareda levantada por la caída del muro de Berlín, nuestro propio desarrollo nos impone repensar la teoría y ponerla a tono con el mundo de hoy.
Este ejercicio teórico y de rediseño de la práctica, requiere también de la investigación seria y concienzuda del ayer; precisa del reencuentro con el marxismo clásico, la lucha de clases y del estudio de todo el pensamiento social, sobre todo de aquel que desde una postura revolucionaria se mostró original y creativo, a fin de que el análisis contribuya a la necesaria recomposición de la teoría en este extravagante tiempo de globalización, desprecio de la razón y culto a la apariencia.