Con frecuencia encuentro que compañeros de la izquierda hacen una suerte de fetichismo de los programas en torno a los cuales se forman coaliciones y frentes electorales.
Sin negar que tienen su importancia, hay que decir que los programas no son todo, ya que también debe tenerse en cuenta la política, la estrategia y las acciones concretas que despliegan las fuerzas que los suscriben.
Como alguna vez escribió Engels, “en general, importan menos los programas oficiales de los partidos que sus actos” (carta 18 de marzo de 1875). Es que un partido, o una coalición, pueden tener un programa más o menos ortodoxamente socialista, y sin embargo desarrollar una práctica (propaganda cotidiana, política, consignas de movilización) inficionada de pies a cabeza por la ideología burguesa, el estatismo burgués o el nacionalismo.
Además, ha ocurrido que corrientes burguesas o pequeñoburguesas, y direcciones sindicales burocráticas, suscriban programas “muy revolucionarios” por razones meramente oportunistas. A modo de ilustración, en anexo presento los programas de La Falda y Huerta Grande, aprobados por las direcciones sindicales peronistas en 1957 y 1962, respectivamente. Votaron esos programas y no movieron un pelo para plasmarlos en la vida real. Peor todavía, eran acérrimos enemigos del socialismo y de todo lo que oliera a internacionalismo.
Pero no debe llamar la atención que los oportunistas actúen así según sus conveniencias del momento. Máxime si en el programa que suscriben se elude la cuestión central: qué clase social es capaz de aplicarlo, y en qué condiciones políticas e institucionales se plantea hacerlo.
Este punto, decisivo, es pasado por alto la mayor parte de las veces, sobre todo cuando se trata de coaliciones electorales de ocasión. A lo sumo, se habla del “gobierno obrero”, fórmula que hace difusa la diferencia entre un poder obrero revolucionario y gobiernos obrero-burgueses del tipo Laborismo (Australia, Gran Bretaña), Partido de los Trabajadores (Brasil), Solidaridad (Polonia). Aunque es una forma de hacer digerible el programa para la opinión pública burguesa y pequeñoburguesa. Y si se condimenta el guiso con una dosis de nacionalismo “de izquierda”, tenemos el cuadro completo.
Por otra parte, algunas personas consideran que con esos compromisos programáticos los revolucionarios pueden “atrapar” a los oportunistas y desnudarlos como tales ante el movimiento de masas. Mi recomendación a esta gente es que tengan en cuenta la observación de Parvus, que recogía Lenin en su famoso folleto “¿Qué hacer?”: “es difícil cazar a un oportunista con una simple fórmula, porque le cuesta tan poco firmar cualquier fórmula como renegar de ella, ya que el oportunismo consiste precisamente en la falta de principios más o menos definidos y firmes”.
Por eso mismo, tampoco tiene mucho sentido la táctica de “exijamos a quienes lo votaron que apliquen el programa”. Recuerdo que durante años un grupo trotskista argentino insistía en “exigir que la CGT convoque a la huelga general para imponer los programas de Huerta Grande y La Falda”. Pero ningún sector significativo del movimiento obrero rompió con el peronismo por esa agitación. Y la táctica es absurda: exigirle a un oportunista que deje de ser oportunista es pedirle peras al olmo, como dice el dicho. Solo alienta ilusiones que pavimentan el camino hacia la frustración y el desánimo de las masas trabajadoras.
En definitiva, los programas tienen su importancia –resumen lo que se propone a la sociedad- pero su carácter último está determinado por la relación que mantienen con la actividad, considerada en su conjunto, de las fuerzas políticas que los proponen.
Anexo:
Programa de La Falda, 1957
Para la independencia económica:
Comercio exterior:
– Control estatal del comercio exterior sobre las bases de la forma de un monopolio estatal. Liquidación de los monopolios extranjeros de importación y exportación.
Control de los productores en las operaciones comerciales con un sentido de defensa de la renta nacional. Planificación del proceso en vista a las necesidades del país, en función de su desarrollo histórico, teniendo presente el interés de la clase laboriosa.
Ampliación y diversificación de los mercados internacionales.
Denuncia de todos los pactos lesivos de nuestra independencia económica.
Planificación de la comercialización teniendo presente nuestro desarrollo interno.
Integración económica con los pueblos hermanos de Latinoamérica, sobre las bases de las experiencias realizadas.
En el orden interno:
Política de alto consumo interno; altos salarios, mayor producción para el país con sentido nacional.
Desarrollo de la industria liviana adecuada a las necesidades del país.
Incremento de una política económica tendiente a lograr la consolidación de la industria pesada, base de cualquier desarrollo futuro.
Política energética nacional; para ello se hace indispensable la nacionalización de las fuentes naturales de energía y su explotación en función de las necesidades del desarrollo del país.
Nacionalización de los frigoríficos extranjeros, a fin de posibilitar la eficacia del control del comercio exterior, sustrayendo de manos de los monopolios extranjeros dichos resortes básicos de nuestra economía.
Soluciones de fondo, con sentido nacional a los problemas económicos regionales sobre la base de integrar dichas economías a las reales necesidades del país, superando la actual división entre “provincias ricas y provincias pobres’
Control centralizado del crédito por parte del Estado, adecuándolo a un plan de desarrollo integral de la economía con vistas a los intereses de los trabajadores.
Programa agrario, sintetizado en: mecanización del agro, “tendencia de la industria nacional”, expropiación del latifundio y extensión del cooperativismo agrario, en procura de que la tierra sea de quien la trabaja.
Para la justicia social:
Control obrero de la producción y distribución de la riqueza nacional, mediante la participación efectiva de los trabajadores: 1) en la elaboración y ejecución del plan económico general, a través de las organizaciones sindicales; 2) participación en la dirección de las empresas privadas y públicas, asegurando, en cada caso, el sentido social de la riqueza; 3) control popular de precios.
Salario mínimo, vital y móvil.
Previsión social integral: 1) unificación de los beneficios y extensión de los mismos a todos los sectores del trabajo. 2) Reformas de la legislación laboral tendientes a adecuarla al momento histórico y de acuerdo al plan general de transformación popular de la realidad argentina.
Creación del organismo estatal que con el control obrero posibilite la vigencia real de las conquistas y legislaciones sociales.
Estabilidad absoluta de los trabajadores. Fuero sindical.
Para la soberanía política:
Elaboración del gran plan político-económico-social de la realidad argentina, que reconozca la presencia del movimiento obrero como fuerza fundamental nacional, a través de su participación hegemónica en la confección y dirección del mismo.
Fortalecimiento del estado nacional popular, tendiente a lograr la destrucción de los sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados extranjeros, y teniendo presente que la clase trabajadora es la única fuerza argentina que representa en sus intereses los anhelos del país mismo, a lo que agrega su unidad de planteamientos de lucha y fortaleza.
Dirección de la acción hacia un entendimiento integral (político-económico) con las naciones hermanas latinoamericanas.
Acción política que reemplace las divisiones artificiales internas, basadas en el federalismo liberal y falso.
Libertad de elegir y ser elegido, sin inhabilitaciones, y el fortalecimiento definitivo de la voluntad popular. Solidaridad de la clase trabajadora con las luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos.
Política internacional independiente.
Programa de Huerta Grande, 1962:
1. Nacionalizar todos los bancos y establecer un sistema bancario estatal y centralizado;
2. Implantar el control estatal sobre el comercio exterior;
3. Nacionalizar los sectores claves de la economía: siderurgia, electricidad, petróleo y frigoríficas;
4. Prohibir toda exportación directa o indirecta de capitales;
5. Desconocer los compromisos financieros del país, firmados a espaldas del pueblo;
6. Prohibir toda importación competitiva con nuestra producción;
7. Expropiar a la oligarquía terrateniente sin ningún tipo de compensación;
8. Implantar el control obrero sobre la producción;
9. Abolir el secreto comercial y fiscalizar rigurosamente las sociedades comerciales;
10. Planificar el esfuerzo productivo en función de los intereses de la Nación y el Pueblo Argentino, fijando líneas de prioridades y estableciendo topes mínimos y máximos de producción.