Reformulación de lo social y lo clasista en los sujetos de la emancipación
Alberto Pérez Lara
Grupo de investigación: GALFISA.
Instituto de Filosofía
Email: galfisa@ceniai.inf.cu
Intervención: IV Conferencia Internacional “La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI”. Palacio de Convenciones, Sala 11, 8 de mayo de 2008
Limitaré mi intervención a exponer unas breves ideas en dos direcciones fundamentales:
1.- Las relaciones de clase y los movimientos sociales.
2.- La articulación entre los partidos y los movimientos sociales.
En mi opinión estos son dos ejes muy importantes para valorar la formación o recomposición del sujeto histórico de la revolución latinoamericana hoy; por supuesto que no son los únicos.
El mundo que vivimos a finales del presente milenio está presentando aceleradas transformaciones, que son el resultado de las acumulaciones de la humanidad durante todos los siglos de su existencia. El gobierno de la propiedad privada y el imperio del mercado, al estilo capitalista, si bien ha puesto de manifiesto las potencialidades del ser humano para construir una sociedad mejor, sobre la racionalidad de una calidad de vida posible, por otro lado, expresa el paulatino deterioro de un modelo que no solo enfrenta agudas
contradicciones sistémicas, sociales y de clases, sino también con la envoltura natural que hace posible la vida humana, la naturaleza. La búsqueda de alternativas a tal situación atraviesa el amplio espectro de todos los sectores sociales, especialmente del campo popular, proyectadas en su generalidad, dentro de un imaginario de cambio social socialista.
Esto manifiesta la necesidad de una recomposición del sujeto histórico, con capacidad real para producir ese cambio social. La historia no puede transcurrir sin sujetos que la realicen. A cada época le es consustancial el conjunto de los sujetos necesarios para producir y reproducir la vida social; por otra parte cada circunstancia histórico concreta genera los sujetos del cambio, portadores potenciales de una superación de la sociedad, en
dependencia no solo de su materialidad, sino también de su espiritualidad social, dentro del horizonte paradigmático posible de alcanzar.
El sujeto histórico puede ser entendido como quien, desde sí mismo produce y determina el curso de la historia; es más, no existe esta última fuera del sujeto o al margen de este, como tampoco se da un sujeto sin historia. Este sujeto, visto como hacedor de historia es una abstracción indeterminada que se historiza propiamente en el despliegue de un sentido totalmente determinado por su intencionalidad. Cuando hablamos de sujeto histórico en el sentido de la realización de la revolución, estamos considerándolo como una articulación de sujetos específicos interesados (inconsciente y/o concientemente) en producir un cambio en la sociedad.
El sujeto histórico no es cualquier agrupación de sujetos sociales que guardan una relación entre sí, es una determinación concreta con una misión por cumplir (la revolución) en función de preservar y elevar la calidad de la vida humana. Constituirse en sujeto histórico implica de alguna manera potencial o realmente controlar y tener bajo su dominio la dinámica y la tendencia del desarrollo de una sociedad histórica concreta, por lo que la construcción de un sujeto histórico es deconstituyente o reconstituyente de otro sujeto previamente existente, el que, como “viejo sujeto histórico”, se verá desplazado o superado por quien en esa relación será un “nuevo sujeto histórico”.
De lo anteriormente expuesto me gustaría, al menos, destacar tres ideas para el debate:
1 IV Conferencia Internacional “La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI”
1. La aparición del sujeto histórico para la revolución es el resultado de un proceso donde intervienen factores de carácter objetivo y subjetivo y responde a la necesidad histórica (misión histórica).
2. El nuevo sujeto histórico de la revolución no puede ser solo ruptura con el anterior, sino continuidad; por lo que se impone una auto-reconstrucción desde las nuevas realidades.
3. Hoy no existe en América Latina un nuevo sujeto histórico, como realidad dada, se encuentra en construcción entre una amplia diversidad de sujetos-actores que se articulan; redefiniendo en sus identidades diversas al enemigo común, las contradicciones esenciales por resolver y por lo tanto la misión histórica por cumplir.
Más allá de realizar una enumeración de la composición de sujetos-actores que se están integrando en el despliegue de sus luchas y acciones en la formación de un nuevo sujeto histórico de la revolución en América Latina, preferiría señalar dos cuestiones de principio, que considero muy importante desde punto de vista de nuestra teoría marxista para hablar de la revolución hoy, al menos en América Latina:
A) La primera tiene que ver con el contenido clasista presente en la diversidad de relaciones de estos sujetos actores y
B) la segunda con la formación de un pensamiento crítico en cuyas raíces está el marxismo y todo el pensamiento.
A) Contenido clasista en la diversidad de relaciones de los sujetos-actores.
Como todos reconocemos, uno de los componentes principales de este nuevo sujeto histórico está en lo que se ha dado en llamar nuevos movimientos sociales, los cuales han elevado a un primer plano sus intereses y demandas de género, raza, cultura, sexo, naturaleza, vivienda, etc. Esto ha significado en la apariencia, para el mejor de los casos invisibilizar el contenido clasista de sus luchas y en el peor de los casos renegar de ello.
¿Es que hoy puede darse un cambio social revolucionario sin contenido de clase? ¿Contra quién se libra, en última instancia, las diversas luchas que tienen lugar en nuestro continente y que en algunos casos se transforman en “revolución”? ¿Cuál es la meta u objetivo de estas revoluciones?
El sistema de dominación actual sigue siendo clasista y por lo tanto el sistema de explotación-exclusión que lo sustenta también. La forma de relación predominante entre la sociedad y la naturaleza está marcada por el
patrón de dominación burguesa de ahí su carácter depredador en función de la ganancia, al igual que las más disímiles formas de discriminación, marginación y exclusión. Las relaciones interculturales, étnicas, grupales y asociativas tampoco escapan a la hegemonía burguesa.
Por lo tanto cualquier propuesta de cambio de la sociedad y de los paradigmas emancipatorios, aunque vengan de la autenticidad de los movimientos sociales tienen que pasar por el enfrentamiento al sistema de dominación múltiple del capitalismo. El sometimiento de toda la vida humana y la naturaleza a la totalidad del mercado neoliberal global nos anuncia el hecho de quienes, qué clase está ejerciendo el verdadero poder.
En este sentido, solo para reafirmar la presencia de lo clasista en las sociedades latinoamericanas de hoy más allá de su diversificación podría señalar que la división de la sociedad en clases tiene sus fundamentos
esenciales en la base económica que está centrada en el conjunto de las relaciones materiales de vida, entre las que se destacan las relaciones de producción y con ellas las relaciones de propiedad, todas las cuales, con
escasas excepciones producen relaciones de explotación-exclusión-discriminación que se reflejan en todo el conjunto de las relaciones sociales.
Por otra parte, la participación en la forma y distribución de la riqueza social de que disponen los diferentes grupos sociales en el continente está generando cada vez más un crecimiento de la pobreza que sitúa a amplios sectores de la sociedad latinoamericana en un “bloque social de pobres” que se opone al bloque social dominante que genera esta situación. Las raíces o causas de esa pobreza hay que encontrarla en la injusticia que genera el sistema capitalista, que más allá de la explotación está produciendo una exclusión casi total de estos sectores (clases) populares.
2 IV Conferencia Internacional “La obra de Carlos Marx y los desafíos del siglo XXI”
En conclusión, la clase de los capitalistas está reproduciendo con su sistema de dominación múltiple una lucha de clases que adopta modalidades y formas nuevas.
Los elementos que dan identidad a estos sujetos y los temas en torno a los cuales se organizan (género, etnicidad, medio ambiente, etc.) se articulan de manera compleja y diversificada con los criterios de clase.
Son actores y sujetos que tienen un referente de clase en el sentido de que están presentes en ellos los ingredientes de empobrecimiento, opresión, explotación y exclusión, pero sólo forzando las cosas pueden ser
reducidos a una determinación clasista. Ellos son el producto de una “desestructuración de las clases populares que no tiene equivalente en las clases dominantes”1, con una pérdida y mutación de identidades
clasistas en los actores populares.
Esto expresa la formación de dos composiciones sociales que se enfrentan en sus luchas y no implican una determinación clasista en el sentido estricto de la palabra; pero sí una posición de clase, un enfoque de clase no solo en el acto de las luchas, sino también en el proyecto de emancipación que le deja pocas opciones en el sentido de enmendar el capitalismo o emprender el camino de la construcción de una sociedad nueva, el socialismo.
Otra dimensión del enfoque de clase y lucha de clases es la que se da desde un ángulo cultural, Hoy la lucha de clases se ejerce desde la hegemonía cultural, particularmente del capitalismo actual, y por lo tanto es una
agrupación que abarca todos los aspectos de la vida. Las iniciativas de intercambio, de debate ideológico, político y teórico en función de poner a tono los enfoques ideológicos respecto a las clases y movimientos sociales en la lucha por una sociedad nueva, son de especial interés para afrontar los retos del continente de cara al nuevo milenio.
Se entiende y parece completamente razonable que la necesaria ofensiva de los proyectos políticos que expresan los ideales de la liberación, del antiimperialismo, las opciones anticapitalistas y prosocialistas en esta etapa requieren recomposición en las concepciones teóricas.
Parafraseando a Marx en el Manifiesto Comunista podemos decir que el capitalismo histórico luego de “haber simplificado las contradicciones de clases (…) en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases…” ha heterogeneizado su estructura interna de los dos grandes componentes clasistas.
En la nueva realidad global creada la sola estratificación clasista no satisface plenamente el espectro de los intereses sociales. Así, los cambios operados en el capitalismo transnacional no sólo se manifiestan en la estructura y resultados productivos del capital, sino que también han conformado nuevos actores de su emancipación, han enriquecido “las armas que han de darle muerte” y “los hombres que empuñarán esas armas”. 2
Mientras que los conceptos de obrero o campesino tienen una relación más sustantiva con la clase, que implica la existencia de intereses compartidos y de una direccionalidad relativamente clara de la acción colectiva. Las fronteras de clase y las agrupaciones sociales “no clasistas” o parcialmente clasistas del tipo de los nuevos actores sociales, van perdiendo paulatinamente sentido en la dirección divisoria o excluyente ya en estos casos entendidos como sujetos clase-movimientistas, incorporando otras realidades que van conformando el nuevo sujeto histórico.
Hoy se han logrado ciertos niveles de articulación entre la composición clasista y movimientista de los nuevos actores sociales; lo cual se manifiesta en las luchas movimiento-clasistas que están teniendo lugar en la sociedad global que han pasado en un relativo corto período de tiempo de las demandas meramente reivindicativas y asistencialistas a las de carácter social-político.
Este nuevo contenido incorporado al movimiento popular pone de manifiesto la presencia de lo clasista. De movimientos “espontáneos”, puntuales y particularistas se han convertido en fuertes movimientos cargados de contenido político en sus luchas, con capacidad para deponer presidentes y obligar gobiernos a negociar políticas sociales, muchas de las cuales afectan los intereses clasistas de las oligarquías burgués-terrateniente nacional y transnacional.
En su horizonte, al menos en los movimientos sociales más avanzados (algunos le llaman antisistémicos) está presente la necesidad de un cambio y la posibilidad de construir un mundo mejor; eso significa luchar contra el modelo capitalista burgués depredador. Las luchas llevadas a cabo en nuestro continente contra el modelo neoliberal, enfrenta la forma en que se presenta la dominación capitalista hoy; afecta el contenido de este que reproduce en cualquiera de sus variantes, las relaciones de explotación-exclusión del bloque capitalista-burgués-latifundista a costa del resto de la población.
A manera de resumir algunas ideas de la presencia de lo clasista en las luchas actuales de los movimientos sociales pudiera señalarse:
1. La concepción básica y esencial del marxismo sobre las clases y la lucha de clases tiene total presencia en los nuevos movimientos sociales; el enfoque clasista de los fenómenos sociales sigue siendo de sustantiva importancia para el movimiento popular. No se puede renunciar al enfoque clasista para caer en las trampas de la dominación burguesa; como tampoco puede reducirse el
nuevo conocimiento que dimana de las prácticas de la diversidad de actores sociales a su pertenencia de clase o posición de clase.
2. La capacidad y necesidad de los nuevos actores sociales de ir definiendo sus intereses generales y particulares plasmados en el proyecto de sociedad que desean vivir o construir está comenzando a producir un acercamiento a la posición de clase, porque necesariamente cualquier cambio tiene que
pasar por las relaciones políticas e ideológicas.
3. Los intereses de género, urbano-barriales, medioambientales, raciales, etno-indígena, por la tierra, el pan y otros muchos, imposible de relacionar, que hoy mueven a millones de personas en el mundo, es difícil reducirlos a un interés de clase, por mucho que este pueda representar los intereses emancipatorios generales de todos los oprimidos, explotados y excluidos por el sistema de dominación burgués-capitalista; como tampoco pueden verse separados o totalmente independientes de las relaciones y luchas de clase vigente.
4. El papel que desempeña la cultura del poder burgués-capitalista cosificada durante siglos en formas de dominación y modos de vida es algo que tiene mucho que ver con una redefinición de las clases y la lucha de clases hoy. Esta cultura se está comportando como contituyente y parte natural del ser humano que nace y se reproduce bajo las reglas impuestas por esas condiciones culturales.
5. La diversidad de intereses levantados por los diferentes actores sociales con un nivel de prioridad, no pueden ser secundarios o terciarios en su relación con los intereses clasistas. Sin una articulación horizontal efectiva entre todas esas demandas libertarias sociales y políticas es imposible definir un proyecto de sociedad socialista, alternativo al modelo capitalista, con verdadera capacidad para triunfar.
La existencia de una gran diversidad de subjetividades-agentes cuando de lucha se trata, no basta para su constitución en sujeto histórico; se hace imprescindible, entre otros factores, el pensamiento crítico que los
acompañe y la dirección de la revolución.
B) Pensamiento crítico para hacer la revolución. Organizaciones políticas y sociales.
Hoy en día el factor subjetivo es el gran terreno de lucha: las condiciones económicas y sociales para el derrocamiento del capitalismo neoliberal se recrean todos los días en cada país, en cada centro de trabajo, en cada barrio. Lo que se necesita es la creación sólida de una nueva conciencia social, una nueva cultura y una nueva ética. Los componentes de reflexión para la alternativa emancipatoria se han enriquecido. Nunca antes, como está sucediendo ahora, en la sociedad se había alcanzado tal grado de maduración de las condiciones necesarias y urgentes para la emancipación social. Los nuevos movimientos sociales han levantado nuevas problemáticas, sin las cuales, cualquier alternativa emancipatoria de hoy sería un fracaso, por tanto a ellos se deben también aportes importantes a la teoría y la práctica anticapitalista.
La alternativa tiene que basarse, ante todo, en un proyecto de acumulación de fuerzas que permita construir el nuevo sujeto histórico que implica convertir al movimiento social en un tipo nuevo de sujeto político, articulando a todos los actores portadores del cambio, que puedan conformar un bloque de poder real desde lo social a lo político y viceversa. La alternativa tiene que situarse en el movimiento real hacia el socialismo, sea por el desarrollo de las fuerzas productivas, por el de la lucha clases y sociales, o por otras vías. Lo decisivo es la existencia de fuerzas sociales susceptibles de movilizarse para una transformación revolucionaria.
Las prácticas alternativas del movimiento social, con sus identidades y sus propios rostros, fueron, imponiendo nuevos retos para el movimiento político que abogaba por la emancipación. La política, en el sentido instrumental o funcional empezó a perder importancia para los nuevos movimientos sociales, produciéndose un nuevo desfase entre el movimiento social y político.
Algunos han dado en llamar esta etapa como la de la crisis de los partidos políticos, que fundamentalmente se refleja en los llamados partidos de izquierda; pero que abarca también a los de derecha. Entonces la frágil articulación entre el movimiento social y el movimiento político se fracturó, interrumpiéndose por un tiempo.
Utilizaré en el transcurso de esta exposición la denominación de movimiento social emancipador, para distinguir dentro de la amplia gama de los movimientos sociales viejos y nuevos, así como de otras organizaciones similares (institucionalizadas y no institucionalizadas) aquellos que profesan y manifiestan una vocación (incluso una intención) emancipatoria frente al sistema de dominación capitalista y que contribuyen con sus prácticas transformadoras, así como con su producción de conciencia crítica a la
formación de una sociedad nueva, no capitalista.
Con el término de movimiento político emancipatorio, me estaré refiriendo, fundamentalmente, a los diferentes partidos, organizaciones políticas y otras agrupaciones políticas no partidarias que le disputan el poder al sistema de dominación capitalista, con proyectos antisistémicos de lucha, por una sociedad alternativa al capitalismo.
Estos términos empleados son relativos, no constituyen una definición. La idea central es destacar la existencia de dos amplios campos de agrupamientos que están enfrentando el sistema de dominación capitalista y que necesitan articularse en todas las direcciones para conformar un sujeto histórico y junto con ello la dirección de la revolución.
Otro aspecto que debe ser aclarado es que la división de lo social y lo político es formal, solo tiene la intención de marcar las prioridades diferenciadas de ambas agrupaciones sociales, pues en los regímenes de sus prácticas lo social y lo político están estrechamente relacionados. Lo social contiene a lo político y lo político contiene a lo social; de ello se deriva la necesidad y la posibilidad real de la articulación.
El movimiento social hace política de otra manera, no se trata de que se encuentre vacío de ella, como se exponen en algunos estudios sobre el tema. El movimiento social emancipatorio, es mucho más dinámico, porque su actividad está marcada por las exigencias de la sobrevivencia como seres humanos en la cotidianidad; mientras que la forma, el contenido, los medios y los fines de hacer política del movimiento político emancipatorio está más centrado en las estrategias para llegar al poder. Estas son razones que han
marcado las características de la interacción entre el movimiento social y político a través de la historia.
La maduración de la revolución, requiere del movimiento emancipatorio, como síntesis de lo social y lo político, proyectado hacia la formación de un nuevo sujeto histórico. Esto presupone no solo la existencia material de los seres humanos, sino de la conciencia crítica para sí que les permita ser constructores triunfantes de la nueva sociedad.
La formación y creación de conciencia tiene que ser un punto de encuentro entre el movimiento político emancipador y el movimiento social emancipador. Esta puede aprehenderse de la experiencia, de las lecturas en la tradición revolucionaria, de las victorias y derrotas. La conciencia tiene que ver con la actitud que asumen los individuos en la comunidad, en el barrio, en el grupo social al que pertenecen, a la clase, etc., frente a los retos de la vida, la política y la sociedad. Esa conciencia, transformada en autoconciencia, tiene que sistematizarse e ir preparando a los individuos, grupos y clases no solo para derrotar la opresión capitalista sino para vivir en la sociedad socialista.
De alguna manera el movimiento social emancipatorio ha terminado siempre desempeñando un papel subordinado, de segundo o tercer orden, respecto al movimiento político emancipatorio, por lo tanto, no ha existido como tal una verdadera articulación.
Pienso que aquí está uno de los retos fundamentales del movimiento revolucionario de la sociedad actual. Cuando los clásicos del pensamiento marxista se referían a la transformación del movimiento social en movimiento político, o más bien, del movimiento espontáneo al movimiento consciente, en nada estaban defendiendo la concepción antes plantada, ni minimizando el
papel del movimiento social emancipatorio; todo lo contrario, estaban destacando la necesidad de asimilar también lo político, lo consciente por el movimiento social, para el crecimiento del movimiento revolucionario al propiciar su articulación con movimiento político emancipatorio.
El sentido de sus propuestas se expresa en la dimensión lógica histórica del advenimiento y maduración de la revolución socialista, en tanto la política no puede ser patrimonio exclusivo del movimiento político emancipatorio, de la misma manera en que “lo social” tiene que estar en un orden prioritario al cual tiene que servir la política y no al contrario.
Cualquiera que sean los objetivos que se propongan estos nuevos actores sociales, sus conquistas (cuando las alcancen) serán parciales y temporales si no tienen una articulación con la perspectiva política, con el resto de las organizaciones de la sociedad y muy concretamente con el movimiento político emancipatorio.
Las tareas y reivindicaciones que están en el imaginario de lucha del movimiento social van a converger y a enriquecer el correspondiente al movimiento político (que por su esencia tiene una vocación popular). Se trata de un proceso que requiere una nueva visión de la política y de la construcción de las alternativas para el movimiento revolucionario.
Existen condiciones y elementos que están construyendo un espacio articulador más concreto, en el momento actual, para que la relación entre el movimiento social y el movimiento político emancipador tomen una dimensión más constructiva e integrativa, para que desemboquen en una articulación efectiva.
Su unidad de acción está abonada, en definitiva, por los objetivos y tareas que se plantean solucionar y que exigen asumir y resolver el problema del poder por cualquier vía que se adopte. Para que el proceso de articulación y futura integración entre el movimiento político y el movimiento social
emancipatorio en el contexto latinoamericano fluya se hace indispensable que determinadas barreras, expresadas en insuficiencias de ambos lados de la relación, sean superadas.
La mayor autocrítica debe venir del movimiento político emancipatorio, este deberá abandonar determinados criterios organizativos que aún mantienen, así como las copias capitalistas-burguesas de hacer política y del ejercicio del poder, conseguir ser un polo atractivo para la formación de un bloque popular contra el sistema capitalista, poner el centro de su actividad política al servicio de solución efectiva de todos los problemas sociales sin exclusión.
En los procesos de articulación deberá prevalecer la tolerancia y la flexibilidad como una de las condiciones importantes para mantener la cohesión, coherencia y comunicación necesaria. Esto no debe significar ni “colaboracionismo de clase”, ni “plegarse al enemigo”; todo lo contrario. Ello evidencia en las diversas prácticas cotidianas de los actores, la formación de los patrones de interacción social y política que generan la necesidad de la construcción de una nueva ética de la articulación y los relacionamientos. Esa
nueva ética tiene que convertirse en normas de conductas del quehacer cotidiano y en componente fundamental de la concepción sociopolítica del movimiento revolucionario.
Las luchas por las reivindicaciones inmediatas no tienen significado si ellas no derivan en crecimiento organizativo y posicionamiento para los pasos posteriores que implican su conversión e introducción en la política. La construcción de un nuevo pensamiento crítico impugnador del capitalismo neoliberal no puede ser patrimonio exclusivo de unas u otras organizaciones, es decir, ni del movimiento político emancipador, ni del movimiento social; tiene que ser de ambos. El paradigma emancipador de la sociedad debe ser
construido por todos y debe ser expresión de un contenido plural, donde se sienta representada la diversidad de forma directa y no mediatizada. El liderazgo y el protagonismo no pueden basarse en la pretendida superioridad de un tipo de organización respecto a la otra, sino en una participación efectiva y real en todo el proceso de la transformación social.
Para hacer la revolución al movimiento político le es esencial el desarrollo del movimiento social, la profunda ligazón con el pueblo y las luchas generales y específicas de cada sector tras la solución de los problemas reales y concretos, grandes y pequeños que afectan a las mayorías. No es posible quedarse en la “estrechez” del partido o la organización política; ello lo haría incapaz de provocar la transformación social revolucionaria, que es el sentido mismo de su existencia, ni tampoco podría mantener y desarrollar el poder alcanzado.
A la vez el movimiento social necesita del movimiento político emancipador para el logro de sus reivindicaciones, para desbloquear la exclusión absoluta.
Esto explica el por qué deben producirse cambios necesarios, más allá de los estructurales y organizativos, tanto en el movimiento político emancipatorio como en el movimiento social emancipatorio, que no están determinados en última instancia por el deseo y la voluntad de unos u otros seres humanos, de tal o cual organización, de esta o aquella ideología, sino por la propia realidad que implica una racionalidad nueva y una forma distinta de ver el mundo y sus cambios necesarios y posibles. En la capacidad del movimiento articulado de producir cambios en las prácticas de los diferentes actores sociales y políticos se determinará la posibilidad de formación del nuevo sujeto histórico y con ello la realización de la revolución.
Los partidos del movimiento político emancipatorio tienen una vocación popular, como su razón de ser, sólo que habían quedado atrapados en una estrategia que envejeció y no fue corregida en tiempo, a tono con la dinámica de los cambios que se iban operando en la totalidad social; por lo tanto, la mayoría de las tácticas derivadas de esa estrategia fracasaron total o parcialmente en el escenario real histórico de los acontecimientos, se convirtieron en inoperantes, (ahistóricas a corto plazo) y no lograron materializarse como impacto de cambio continuado en la sociedad.
Pero la contribución de estos partidos está presente en los propios nuevos movimientos sociales, en la esencia de estos como un resultado de tantos años de lucha, de formación de conciencia revolucionaria. Por eso no es de extrañar que muchos de los activistas principales de los nuevos movimientos sociales procedan de las filas de los partidos del movimiento político,
o han tenido relaciones o simpatías por ellos, y que algunos de sus líderes naturales también sientan identificación o atracción por el movimiento político.
La relación entre movimientos sociales y partidos constituye uno de los ingredientes más complejos, y también conflictivos, de la problemática del movimiento político emancipatorio latinoamericano.
Fortalecer los espacios articuladores entre estos dos componentes es una tarea que sigue siendo muy urgente si realmente se quiere ganar terreno en la lucha anticapitalista. Los problemas fundamentales que hoy presenta la humanidad y las perspectivas de una alternativa de emancipación socialista como viraje de toda una nueva época histórica, dependerá mucho de lo que en materia de articulación se logre entre el movimiento social y el movimiento político que tributará en definitiva a la formación de un nuevo sujeto histórico que conducirá triunfal la revolución anticapitalista.
1 Carlos Vilas, La izquierda en América Latina: Presente y futuro. (Notas para la discusión), en Alternativas de izquierda al neoliberalismo, FIM, Madrid, 1996, p.41
2 Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto de Partido Comunista, Obras Escogidas, en un tomo, Editorial Progreso, Moscú, pp.33 y 38.