Lunes, 07 de Enero de 2013. El año 2012 transcurrió veloz con sus doce meses, sus días, sus horas y sus minutos y segundos, con sus inviernos y sus veranos, y así, también evolucionó la crisis histórica que azota al país.
Nos encontramos en uno de los momentos más oscuros de nuestra historia, cuando a nivel planetario se quiebra la lógica capitalista neoliberal, cuando el imperio estadounidense pierde su hegemonía y aparecen en el planeta nuevos centros de poder que disputan el control económico, político y militar al otrora invencible imperio yanqui. Cuando todo esto ocurre en el planeta, en nuestro país también se derrumba la antigua clase dominante cafetalera y la fulgurante burguesía financiera, que asumió brevemente el control del país, vende todos los bancos a poderosas transnacionales.
Todo este proceso lleva a un momento histórico sui generis en donde se difumina la clase dominante real y se abre un vacío histórico en el cual desaparece el rumbo y la dirección del país, y se acentúa, como pocas veces ha ocurrido, lo que llamamos: crisis histórica.
El año transcurrido fue prodigo en mostrar y demostrar esta crisis y en presentar el control omnímodo que el mercado ha establecido sobre el Estado, y de manera trascendental, nos presenta el surgimiento de una nueva clase social burguesa situada por encima de antiguas oligarquías que aparecen así desplazadas del control de la economía y del aparato del Estado.
Las clases sociales poseen una fibra íntima determinada por los factores económicos, no es casual que puedan definirse como “grupos humanos antagónicos en que uno se apropia del trabajo del otro, debido al lugar que ocupa en la estructura económica de un modo de producción determinado”.
Como se puede ver, el surgimiento de una clase expresa transformaciones en la estructura económica de una sociedad, y cuando hablamos del nacimiento de una burguesía, lo hacemos a partir del aparecimiento en la economía del país, de un capital que, basándose en el mercado petrolero y de los combustibles, pasa a controlar sucesivamente cada vez mayores áreas de la actividad económica.
Así ocurrió, sin duda, cuando los cafetaleros desplazaron a los añileros, y cuando los banqueros, a su vez, desplazaron a los cafetaleros.
Todo este diseño desplaza antiguas cúpulas empresariales que en la actual coyuntura aparecen incapaces de proporcionar ideas y capital, como corresponde a toda clase hegemónica.
Aparece, en cambio, un nuevo sector empresarial con cabeza burguesa, con alianzas internacionales, y con condiciones para implantar un nuevo modus operandi en el negociado del transporte público.
En todo este proceso histórico se configura una salida a la crisis de manera desfavorable a los intereses del pueblo, en tanto que las organizaciones populares no aparecen capaces de dar luz y conducción a las necesarias luchas del pueblo. Y en tanto no se avance en la construcción de un proyecto político que aborde la crisis de una manera no capitalista y no tradicional, y fuera de los marcos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Hasta ahora, el pueblo permanece ausente en el proceso de toma de decisiones y parece especializarse en el papel de actor político y no en el papel histórico de sujeto político. El tema resulta ser cardinal porque ninguna crisis se prolonga indefinidamente y tarde o temprano es resuelta, de una u otra manera, y cuando el pueblo no actúa independientemente del poder político tradicional o de clases dominantes antiguas o nuevas, lo más seguro es que un nuevo poder, mas explotador, mas oprobioso, y más antipopular, se construya sobre las espaldas de este pueblo.
El año político que empieza a desenvolverse huele a conflicto y huele a crisis por todos lados, y esto resulta ser una buena noticia, siempre y cuando en este conflicto el movimiento popular avance en la solución de sus debilidades y el pueblo no se convierta, una vez más, en el cliente electoral de los partidos políticos.
Es notorio que el ambiente electoral se está construyendo aceleradamente y los candidatos pasan a un primer plano por encima de cualquier proyecto político y cualquier discusión sobre la crisis. Se trata de cosificar al pueblo y personificar al mercado electoral, en tanto que una salida burguesa a la crisis se estaría construyendo ante nuestras narices.
El año 2013 resulta, por eso, decisivo para la construcción de una alternativa popular que organice, movilice y forme a todo el pueblo, y lo prepare para enfrentarse con la salida burguesa a la coyuntura. Esta resulta ser la tarea política más determinante del presente año. El escenario está construido, las partes también están establecidas y no hay tiempo que perder, todo está transcurriendo y la confrontación está caminando: o un proyecto burgués o un proyecto popular. No hay ningún punto intermedio.