Soy de San Juan Nonualco, del pueblo de Anastasio Aquino…Entrevista a Alfonso Martínez

SAN SALVADOR, 23 de marzo de 2021 (SIEP) “Soy de un pueblo del departamento de La Paz, de San Juan Nonualco, uno de los pueblos que se levantaron junto con Anastasio Aquino para cambiar sus condiciones de vida…” nos comenta Alfonso Martínez, de 84 años, destacado militante comunista y líder sindical salvadoreño.

Añade que “mi papá fue un agricultor y me mamá de dedicaba a los oficios domésticos de la casa. Mi papá se llamaba José y mi mamá Josefa. Se acostumbraba en ese entonces los nombres iguales, el José debía buscar una Josefa.

Mis papas eran muy religiosos y siempre me llevaba los domingos  a misa, para decirte que hasta la primera comunión hice.  Cuando estaba en misa escuchando al cura me desesperaba de estar encerrado, quería que terminara para ir a jugar pelota con mis amigos.

Fuimos tres hermanos,  dos mujeres, Leonor y Maura,  y yo de varón. En realidad fíjate que fuimos siete hermanos, pero se murieron cuatro. Me acuerdo que tenía como unos seis años cuando se murió el último, de nombre Aníbal, él murió de una infección estomacal, pero en aquel tiempo mis papas pensaron que era porque le habían hecho “ojo”,  así era que se entendía…”este fregado hace ojo”.

Fíjate que por esa época, yo también me enfermé, pero por suerte me llevaron a Zacatecoluca a pasar consulta, aunque creían que lo que tenía también  era “ojo”, al verme el doctor le dijo a mis papas que había que quitarme las claras de huevo que me habían puesto en las articulaciones,  y ya con las medicinas que me  recetó me cure y hasta recupere la voz, que creo que por debilidad había perdido.

Yo era un niño alegre, hasta jodión con mis amigos. Me acuerdo que con mis amigos íbamos a bañarnos al salir de la escuela al río Amayo. Habían varias pozas, una era la poza del Mango, otra la poza del Amate, y la poza del Vagón, que era muy respetable por lo profunda. Este río quedaba en las faldas del volcán Chinchontepec. Nos subíamos a una gran roca y desde ahí nos tirábamos al río.

El siguiente año, cuando cumplí los siete,  estudie primaria en una escuela de varones de mi pueblo, la Irineo de León, pero ya para esa época le ayudaba  a mi papá en las labores del campo. Porque éramos una familia muy pobre.

Fíjate que íbamos a trabajar a una milpa en la Hacienda Escuintla de la familia Dueñas, de Miguel Dueñas, al sur de Zacatecoluca. Ellos contaban con cerca de  21 haciendas en los alrededores. Mi papá era semicolono, trabajaba como aserrador.

Mi primer encuentro con la Policía de Hacienda

En la hacienda Escuintla íbamos a entresacar el elote más grande, ya con los granos de maíz más fuertes. Una vez que íbamos para la milpa, en medio del camino, nos salieron una patrulla de policías de hacienda y nos hicieron parada a nosotros y a otras familias que nos acompañaban. Nos obligaron a ir a hacer hoyos para detener a una plaga de un chapulín que le llamaban “saltón.”

Mi papá les pidió permiso para irnos a enseñar a mi mamá ya  mi donde quedaba la milpa nuestra. Pero un policía le respondió: vos crees que somos majes, que te vamos a dejar ir para que no regreses  y seguidamente le metió una gran pechada que lo aventó al suelo. Entonces tuvimos que irnos solo y mi papá se quedó trabajando, humillado por la violencia del policía.

En el camino el cuerpo me ardía de indignación, de rabia,  y te puedo decir que ese hecho me marcó para toda la vida, de una persona que odia los abusos de la autoridad, me hizo sentir odio contra ellos, contra los cuerpos de seguridad, y lo que significaban como expresión de la dictadura militar, que  me comprometí a combatir.

Me fugue de la escuela

La escuela me gustaba mucho, el aprender cosas nuevas y el compartir con mis amigos. Pero un día y todo por cuestiones de rivalidades amorosas, por una novia, me pelee con un compañero, nos dimos de golpes y nos castigaron a los dos. El director nos puso como castigo el cargar un pupitre. Pasado un tiempo sentía los brazos adormecidos y decidí bajar el pupitre, y abandonar la escuela, me fugue.

Me fui para la casa y habla y le explique la situación a mi mamá y que ya no quería asistir a la escuela. Cuando mi papá llegó a  la casa, porque él mañaneaba a trabajar,  mi mamá habló con él. Entonces él me dijo enojado: Usted no se preocupe, ya le voy a comprar una Cuma y unos caites para que me acompañe a trabajar al campo.

La decisión de ser sastre

Pero mi mamá se opuso y habló claramente con él: mi Alfonsito no puede quedarse a trabajador del campo, tiene mejor que aprender un oficio. Mi papá entonces dijo: que sea albañil y mi mamá rápidamente le respondió: cómo vas a creer que mi hijo va andar todo lodoso de los pies…Y ahí intervino mi hermana mayor, que estaba aprendiendo para ser costurera: mejor que aprenda para sastre. Y decisión tomada: Alfonsito sería sastre. Es por eso que ya a los 13,14 años ya era sastre.

Mi familia logró colocarme como aprendiz en el taller de Efraín Mejía, era el taller más grande del pueblo, tanto que  hasta se hacían trajes, sacos. Éramos entre 4 y5 aprendices. Al llegar hacíamos el aseo del taller,  y después nos íbamos con un cántaro e el lomo a traer agua a un manantial. A veces, como éramos fregados, erramos jodidos, fijarte que en vez de ir  traer agua recién nacida al manantial, la llevábamos del río Ashinca, pero con el cuidado que ese día nosotros no tomábamos agua.

Para esa época en los talleres de sastrería se trabajaba por temporadas. Se ponía bueno el trabajo para los estrenos de diciembre, para los uniformes del inicio de clases en febrero,  y para las fiestas patronales de mi pueblo en honor de San Juan Bautista que van del 28 de abril al 3 de mayo.

Me acuerdo que cuando se estaba creando el Seguro Social (ISSS) anduvieron visitando para que uno como trabajador se afiliara y entonces el patrón nos advirtió que si llegaban a visitarnos al taller, dijéramos que nosotros no devengábamos, que solo éramos aprendices, porque él no podía asumir el gasto de seguro social para nosotros.

Pero para ese momento yo ya ganaba un colón por pantalón, o sea un colón por día, que era lo que me llevaba la hechura del pantalón, con el corte (la tela) que me había traído el cliente, que era así como se acostumbraba. Éramos trabajadores artesanos. Claro, el patrón cobraba tres colones por la hechura del pantalón, él se quedaba con dos y me daba uno, la famosa plusvalía.

Me traslado a la capital

Como te explicaba había temporadas largas en las que no había trabajo y por esta razón, como otros jóvenes,  empecé a buscar nuevos horizontes…hubo un compañero nuestro, Francisco Marin López, que se vino para San Salvador, venía recomendado. El punto de llegada era el taller de Francisco Antonio Cativo, un sastre originario de Zacatecoluca, que llevaba ya su tiempo en San Salvador. 

Este era hermano del Chele Cativo, de Luis Felipe,  dirigente sindical del Partido y de la CGTS. Y hermano también de Magdalena y de Marta Cativo, la mamá de Marcos Cativo, mecánico de obra de banco, comunista también que fue capturado y desaparecido por los escuadrones de la muerte a principios de los años ochenta.

Como al año de haberse ido se comunicó para invitarnos a tres de nosotros para seguir sus pasos. Mi madre sintió mucho mi venida, se quedo llorando esa vez que fue a despedirme al bus que salía a las 4 de la mañana. Te estoy hablando del año 1957.

Ya antes, una vez, con mi papá había salido del pueblo, habíamos venido a Santa Tecla, al Hospital San Rafael de Santa Tecla, que aunque era público estaba bajo una fuerte influencia de la familia Dueñas, ya que como venía recomendada por ellos, está la pusieron en una sección especial, ella estaba padeciendo de hipertensión, de lo mismo que padezco yo. Fíjate que soy bastante sensible, desde joven, quizás por la hipertensión, si veo llorar lloró…

En San Salvador los tres, uno de estos cheros se llamaba Rolando Carranza,  nos instalamos en una pieza de mesón al final de la segunda Calle Oriente, ahí por la plaza  Zurita, dos cuadras al oriente y cerca de la famosa Avenida, ya te imaginas como era de alegre por ahí, Las cinqueras tocando a todo volumen y las muchachas ofreciéndose por un rato de placer. Para nosotros, pueblerinos fue toda una revelación. 

Con el Sindicato Nacional de Sastres, SNS

Cativo desde la primera semana que llegamos a trabajar a su taller nos llevaba a las reuniones del Sindicato Nacional de Sastres, del cual era directivo.  Fue así como ese año de 1957 tuve el honor de participar en la asamblea de constitución de la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños, CGTS, acto que se realizó allá en el local de la Unión de trabajadores Ferrocarrileros, la UTF, que quedaba por el Parque Centenario.

El secretario general del SNS era uno de apellido Villacorta, y Raúl Farfán, militante comunista por cierto originario también de san Juan Nonualco, era de la directiva. Yo me hice miembro, me afilié al sindicato, y al poco tiempo ingrese a la directiva, como secretario de organización.  Me acuerdo que Pío, o sea Daniel Castaneda, también llegaba a las reuniones del sindicato como un miembro mas, y después me entere que se trataba del mero secretario general del Partido Comunista.

En la directiva del sindicato estaba también otro dirigente comunista, Carlos Marin, y fue precisamente él quien primero me hablo del PCS, me paso una copia de los estatutos para que los estudiara, y después los estudiamos juntos y me preguntaba: y vos que decís de esto? Que opinás? Fíjate que –no lo vas a creer- pero Marín también era originario de San Juan Nonualco, pero vivió mucho tiempo en la costa.  Tuvo un solo hijo, y vivía allá por la terminal de oriente. Era callado, reflexivo, de hablar pausado, delgado, de piel cobriza, pero de mucha firmeza y disciplina.

Me acuerdo una vez que hablamos sobre la mención en los estatutos de esa época que luchábamos por la dictadura del proletariado, y Marín me decía: y vos que opinas de esto?  Marín trabajaba en el taller de cativo y también por su cuenta, tenía una máquina de coser en su casa, allá por Santa Anita. 

Otro compañero de esa época era Salvador Carrillo, también sastre, era muy cercano a Miguelito Mármol. Tenía una gran confianza con él, tanto que lo visitaba donde la hermana de Migue, que tenía una tiendita allá por el calvario. Carrillo era una persona de mucha confianza del partido, muchas veces servía como correo de documentos delicados.

De esta época viene mi graduación como tirapiedras en las marchas que realizábamos contra la Embajada americana que entonces quedaba en el centro, ahí por donde está hoy la Universidad Tecnológica,, en una esquina de la calle Arce.  Una vez en la lucha contra Lemus, habíamos realizado un minimitin frente al edificio del Telegrafo,  y ya nos íbamos cuando llegó Adalberto Vaquerano, -hermano de Arnoldo-que después fue dirigente de ANDES 21 de Junio y que –no te vayas a reír- también es de San Juan Nonualco

Nos dice Adalberto que vienen los cuilios y que nos metamos  a la Universidad que quedaba en esa cuadra.  Por suerte no le hicimos caso, y nos fuimos por otra dirección, porque después nos enteramos que los militares  se metieron a la U y reprimieron, hasta al mismo rector y otras autoridades universitarias golpearon. ..

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