El colapso del modelo bipartidista que funcionó en El Salvador entre 1950 y 2015 entró en una irreversible crisis durante el segundo gobierno del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN (2014-2019), que constituyó el último clavo a su ataúd, pues los cuatro gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista, ARENA (1989-2009) habían agotado su capacidad para gobernar, debido, fundamentalmente, a un sistema económico elitista que negaba una mayor igualdad a las amplias mayorías. La llegada al poder del FMLN en 2009 abrió muchas esperanzas de un reparto un poco más equitativo de la riqueza, sin embargo los “revolucionarios” efemelenistas en lugar de propugnar transformaciones estructurales en la sociedad terminaron adaptándose a los designios del “Consenso de Washington”, haciendo pequeñas reformas sociales para dar golpes de pecho a su corazoncito y entregando los principios de la izquierda revolucionaria a un festín de hienas neoliberales (Banco Interamericano de Desarrollo, BID, Banco Mundial, BM, Fondo Monetario Internacional, FMI, entre otros), que condujo al país a una espantosa crisis económica de la que aún no se repone.
Si corruptos fueron los politicastros de ARENA, traidores mercenarios fueron los dirigentes del FMLN que se enquistaron en el poder, partidos que gobernaron el país por tres décadas (1989- 2019), manchadas de sangre, corrupción y robo. Desde la mafiosa nacionalización de la banca, las telecomunicaciones y otros rubros cometida por el presidente Alfredo Cristiani, pasando por los robos descarados de Francisco Flores y amigos hasta los $341 millones y los $189 millones robados por Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén, por los que ambos son prófugos de la justicia asilados en Nicaragua, que les brindó ciudadanía y protección.
A ello se suman las descaradas políticas de seguridad que ambos partidos practicaron, la mano dura, la super mano dura, la entrega de cuotas monetarias a las pandillas o la tristemente célebre “tregua” propiciada por el gobierno de Funes y que tan nefastas consecuencias tuvo sobre el crecimiento exponencial de las pandillas en El Salvador. Fue un pacto de partidos en estado de descomposición para turnarse el poder, evidenciado cuando la candidatura presidencial del actual presidente en 2018 fue boicoteada por todos los medios posibles por ARENA y el FMLN a través del entonces cooptado Tribunal Supremo Electoral (TSE).
La apabullante victoria de Nayib Bukele en 2019, así como el subsiguiente triunfo parlamentario de Nuevas Ideas en 2021, fue la expresión del rechazo de la población a los partidos tradicionales y la bienvenida a la nueva forma de hacer política que representa Bukele, en el entendido universal de un consenso social, donde la ley es la expresión de la voluntad soberana del pueblo; prácticamente, de la mayoría electoral.
La irrupción de Bukele en la escena política nacional puede compararse con el asteroide que hace 65 millones de años chocó contra la Tierra originando el fin de los dinosaurios, en este caso de la jurásica clase política salvadoreña bipartidista. El acceso a una mayoría parlamentaria le permitió al actual gobierno ejecutar la premisa fundamental para el desarrollo del país: cortar de raíz la dictadura de las maras que ejercían control territorial sobre la población y que constituía el tercer eje satánico, junto con FMLN y ARENA, que sostuvieron esas tres décadas de terror, miseria y muerte.
2. Resolver la crisis económica, el gran reto del segundo período presidencial
La seguridad ciudadana ha sido solventada favorablemente por el Gobierno al enrejar a 70,000 pandilleros y liberar a los pequeños y medianos empresarios de la “renta” con la cual eran extorsionados, constituyendo un gran aporte al desarrollo económico del país.
Con el contundente triunfo del pasado 3 de febrero y del 4 de marzo, se reafirma el apoyo unánime al presidente Bukele y al cuerpo legislativo y municipal. El gran reto que tiene ahora es la crisis económica nacional, inmersa en una crisis mundial. Con el escollo de ser el país que menos inversión extranjera directa del exterior tiene, que desde 2021 con $313 millones sigue siendo la más baja de Centroamérica, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). La deuda pública total del país alcanzó los $28,615 millones en junio de 2023, equivalente al 83.7 % del producto interno bruto (PIB), según el Banco Central de Reserva (BCR). La inflación finalizó en 1.23 en 2023, que sitúa al país entre los menos afectados de la región por este fenómeno, según la CEPAL, que para 2024 prevé un crecimiento económico de 1.8 % en términos reales.
Para subsanar la crisis económica el gobierno debe debatirse entre la espada y la pared con los intereses leoninos del FMI y otros buitres, léase, organismos multilaterales. Tiene la ventaja de socios fiables como la República Popular China (RPC), que podría comprar la deuda externa, y de cooperantes no tradicionales como la Federación de Rusia, el mundo islámico con países como Turquía, Marruecos, Qatar, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudita.
El quid pro quo de esta coyuntura es proveer una política económica a favor de las mayorías sin recurrir a medidas antipopulares como el aumento del Impuesto al Valor Añadido (IVA).
La gran oligarquía parece haber comprendido lo delicado de la situación, y ha incrementado sus inversiones confiando en el clima de seguridad reinante en el país, pero la gran perdedora sigue siendo la clase media, víctima de los recortes presupuestarios y la escasa inversión económica. El flujo de remesas que en 2023 alcanzó los $8,000 millones, un 26.1 % del PIB, es una inyección vital para la economía, así como el turismo nostálgico de los emigrantes que retornan de vacaciones por breves temporadas al país.
El BCR informó que la actividad económica de El Salvador se mantiene en expansión, así lo refleja el Índice de Volumen de la Actividad Económica (IVAE) -que mide la evolución del desempeño de las diferentes industrias incluidas en el cálculo del Producto Interno Bruto (PIB)- el cual creció 4.6 % anual en noviembre de 2023. Las actividades económicas que mostraron un mayor dinamismo en noviembre de 2023 fueron: construcción, servicios financieros, comercio, transporte, hoteles, restaurantes, servicios profesionales, técnicos, comunicaciones. Hay que señalar el impacto positivo del Bitcoin sobre la economía salvadoreña, así como el aumento de la recaudación fiscal en los últimos años producto de la dinamización de la economía nacional.
Este cambio de paradigmas y los nuevos retos económicos están transformando el rostro y el alma nacional que en materia de seguridad está mejor de lo que nunca antes había estado, y que, a pesar de los pesares, enfrenta el gran reto de una nueva transformación económica.