Introducción
Nunca como ahora lo internacional ha sido tan determinante en la definición del rumbo nacional. A partir del 24 de febrero sabemos que el mundo ha cambiado y de manera radical, y sus consecuencias serán evidentes muy pronto a través de un nuevo orden del sistema global capitalista, que definirá –de nuevo- quien manda en el mundo y como manda.
El desenlace del conflicto en Ucrania nos dará las claves de este nuevo orden. Lo cierto es que claramente vivimos un periodo de viraje, de ruptura, de transición global.
Y para comprenderlo necesitamos sacudirnos de los amarres mediáticos impuestos por los discursos imperiales predominantes del capitalismo actual, mediante sus medios de comunicación, del estadounidense (CNN) como hegemónico, pero también del chino, del ruso y del europeo, y lograr desde la fuerza de nuestra capacidad y subjetividad, una autonomía frente a los discursos dominantes.
El presidente ruso Putin pretendió el 24 de febrero dar un golpe de mano y por medio de su poderío militar, más no económico, tanto disputarle a los Estados Unidos su papel hegemónico en Europa, afectar una parte clave de la Ruta de la Seda china, y apoderarse de Ucrania (uno de los graneros del mundo) para así aumentar su peso en la gobernanza mundial del planeta, pero todo parece indicar que la jugada la salió mal.
Parece ser que el presidente Putin -debido quizás a información defectuosa- cometió un grave error de apreciación militar tanto de orden táctico como estratégico, al lanzar la invasión hacia Ucrania. En lo táctico el alargamiento del conflicto lo conduce a la derrota militar. En lo estratégico el desafío fallido a la globalización neoliberal le pasara una factura costosa y prolongada, que puede incluso reducirlo a una delicada situación de dependencia con respecto a China.
La resistencia heroica del pueblo ucraniano
Es importante rescatar en esta situación, la resistencia heroica del pueblo ucraniano, de sus mujeres y hombres, de sus jóvenes, -la cual es sistemáticamente relegada y trasmitida principalmente en su vertiente de sufrimiento y dolor- actor protagónico que entrega su vida en la defensa de su patria, de su derecho a vivir en paz.
Por su parte, el presidente Biden[1] mediante la OTAN continua atizando el fuego de la guerra, que se libra fuera de sus costas, y de la cual espera obtener valiosas ventajas, como el debilitamiento de Rusia, una mayor influencia en sus aliados europeos, y la recompensas financieras que se derivaran de la reconstrucción futura de Ucrania. Se destruye para luego construir y así mover la rueda de la acumulación capitalista.
Por otro lado, en el caso lejano de obtener una victoria militar, Rusia habrá propinado un serio golpe a la globalización conducida por Estados Unidos, al llamado Consenso de Washington de 1989, y se establecerá como legitimo contendiente de un mundo tripolar, incluso la veremos participar en los jugosos contratos para la reconstrucción de Ucrania, que vendrán a aumentar las ganancias de los vencedores. En caso contrario, pagará un alto precio por su derrota.
A este escenario global, en nuestro caso, hay que añadir las repercusiones de los procesos políticos que se desarrollan en el Sur del continente, calificados como progresismo, que jalonados por la reciente victoria en Chile de Boric, y las posibles victorias de Petro en Colombia y de Lula en Brasil, vendrán a reposicionar a una izquierda renovada, y permitirán un viraje en el panorama político latinoamericano, que vendrá fortalecer la integración y la independencia.
3 años del gobierno Bukele
Es urgente registrar que ha sucedido durante estos casi tres año del gobierno Bukele, cuáles son sus principales procesos, tendencias y escenarios de futuro, para poder así empezar a diseñar – en el marco de esta compleja derrota- las líneas estratégicas que nos permitan marchar hacia la recuperación del movimiento popular y del renacimiento del pensamiento y la práctica de izquierda, así como intuir, descubrir e identificar las principales grietas del proyecto Bukele, que fundamentalmente pretende el control del estado para lograr una mayor tajada para su grupo emergente.
Al evaporarse la crisis de la pandemia del coronavirus, la guerra contra las pandillas es el escenario elegido por el equipo Bukele para enfrentar las múltiples crisis que se le avecinan así como para fortalecer su proyecto político y garantizar así en el 2024 un segundo mandato presidencial, sea con él como presidente o con alguien que juegue ese papel.
En este complejo y apasionante contexto global y latinoamericano, en el marco de la conmemoración este 1 de mayo de los mártires de Chicago, y bajo un estado de excepción, exploramos a continuación, en qué situación se encuentran los diversos componentes del proyecto político de Bukele, -a tres años de su entronización en la presidencia-, la situación de la oposición política y social a su mandato y el estado del movimiento popular. Y lo hacemos desde cuatro vertientes de la lucha de clases: lo geopolítico, lo económico, lo político-social y lo ideológico.
Lo geopolítico
A nivel geopolítico, la derrota de Trump y la llegada de Biden a la presidencia estadounidense en enero de 2021, le hacen perder un poderoso aliado estratégico y obliga al presidente Bukele a realizar un giro en su política exterior y acercarse a China como aliado principal, tímidamente a Rusia y alejarse de EEUU y la Unión Europea. Y esto en el marco tanto de la pandemia del Covid como en la actualidad, de la guerra en Ucrania.
En nuestro país como en el resto del mundo, cuatro grandes potencias mundiales se disputan la incidencia estratégica (Estados Unidos, China, Rusia y Europa) sea mediante la “cooperación”, los préstamos, los tratados de libre comercio, rutas comerciales, tecnología, pero en el fondo es disputa por conquistar zonas de influencia, disputa por el poder, en una región considerada como el “patio trasero” de los Estados Unidos.
China entiende que comercialmente con El Salvador los logros serán irrisorios, pero estarán ampliamente recompensados por la ganancia geopolítica. Por otra parte, el presidente Bukele confía que su “amigo” Trump recupere la presidencia en 2024 y que por lo tanto solo es cuestión de pacientemente “pasar la tormenta.”
Lo económico
La apuesta estratégica del presidente Bukele es el impulso del turismo como eje fundamental para el desarrollo del país, y alrededor de este eje se encuentran diversos elementos como el bitcoin, el aeropuerto y tren del Pacifico, Surf City, la diáspora, etc.
Para el éxito de este diseño es fundamental garantizar la seguridad de los territorios que visitaran los turistas, en el que realizaran proyectos –hoteles, centros de diversión- los inversionistas, y donde se integraran diversos sectores productivos nacionales. Todo esto pasa por la destrucción efectiva de la amenaza representada por pandillas
Para el logro de este proyecto vinculado al turismo, se requiere asimismo –en una situación afectada por la pandemia del covid, y hoy por las repercusiones de la guerra en Ucrania- mantener niveles aceptables de crecimiento económico, así como manejar adecuadamente la gravísima situación de endeudamiento.
Lo político-social
La declaración del estado de excepción el pasado 27 de marzo ha precipitado una situación sui generis cuyo desenlace va definir el futuro político del proyecto Bukele hacia el 2024 y de las demás fuerzas políticas y sociales del país. Antes de esto fue la pandemia del covid. Y antes de esto las relaciones con USA, como las vigas maestras del escenario político-social.
La declaración del estado de excepción forma parte en los hechos de la campaña política electoral para el 2024, así como lo es la campaña masiva de vacunación, con una cuarta dosis ya, frente al Covid-19, y como lo es la limpieza del centro de San Salvador. Y como lo será la anunciada reforma de las pensiones. Vivimos ya tiempos electorales.
Dentro del imaginario popular la victoria sobre la amenaza representada por las pandillas constituye la prioridad principal como país. Y en la medida que el presidente Bukele sintonice con y encabece esta cruzada, tiene garantizado un amplio respaldo ciudadano, independientemente de los abusos que puedan cometerse.
El presidente Bukele gobierna –ya por casi tres años – a partir de un amplio respaldo popular, y sin una crítica efectiva de los partidos políticos opositores (ARENA, FMLN, NT y Vamos) y lamentablemente, sin una oposición beligerante –programática y en las calles- desde el movimiento popular y social.
Lo ideológico
Los años setenta fueron años de grandes avances de organización, conciencia y movilización que garantizaron la fuerza y la voluntad de lucha para la Guerra Popular Revolucionaria de los años 80, y para las batallas electorales de los 90 y las primeras décadas del siglo XXI.
El viraje que rompe este exitoso y largo periodo de acumulación de fuerzas de cincuenta años (1969-2019) sucede en 2019 con una grave derrota de la izquierda representada en el FMLN, más ética que política, más política que electoral, y por lo tanto más peligrosa y duradera, más difícil de superar, una derrota mayor que la de enero de 1932, porque involucra lo ideológico de la lucha de clases.
Esta derrota estuvo jalonada por nuestra participación durante diez años en la conducción del país y por la poderosa influencia acomodaticia al sistema de treinta años de lucha electoral. Los temores de Schafik se volvieron realidad: nos volvimos como izquierda parte del sistema político y de su defensa y consolidación.
La superación de esta situación va requerir de un esfuerzo sostenido en el tiempo que permita la reconstrucción de varias condiciones, entre estas la reconstrucción del movimiento popular y social, ahora debilitado y atomizado; la reanudación de la protesta social y la formación política desde teorías emancipadoras (incluyendo el marxismo y el feminismo) a nuevas generaciones de salvadoreños y salvadoreñas que seguramente retomaran –desde diversos escenarios- las nuevas jornadas de lucha popular y ciudadana.
Conclusiones
En la medida que el presidente Bukele continúe respondiendo a los temores y los sueños de los sectores populares salvadoreños tiene asegurado su respaldo, y hacia futuro su reelección, o de alguien cercano a él en 2024.
En la medida que los partidos políticos de oposición, abandonen una posición de oposición irracional a todo acto de gobierno y presenten propuestas atractivas y viables, tendrán una posibilidad de seguir siendo políticamente relevantes, hoy y en el 2024.
En la medida que el movimiento popular y social diseñe y unifique criterios alrededor de una plataforma de reivindicaciones sociales y políticas, que le genere respaldo popular, lograra avanzar. Ahí estamos…
[1] Por cierto, hay algunos en la izquierda salvadoreña, que creen que será el presidente Biden, por sus “principios democráticos” y la fuerza de Estados Unidos, el que logrará derrotar a Bukele; asimismo existen aquellos que piensan que la Federación Rusa es la antigua URSS; y ven a Putin como un Lenin reencarnado que se enfrenta “a la OTAN”, sin tomar en consideración que se trata de un personaje nacionalista, derechista y represivo; otros consideran a China como una potencia socialista, sin tomar en consideración que se trata de una nueva potencia capitalista, y están los que se inclinan por la “civilización democrática” de la vieja Europa, olvidando su pasado colonial y su presente imperial.