Según lo reportó ayer el diario digital La Página, Norman Quijano, en una reciente entrevista con Nacho Castillo, se quejó de la pasividad de la dirigencia de su partido. “(Necesitamos) un COENA más hiperactivo, pendiente de la candidatura. Cuando (el FMLN) nombra su fórmula en el estadio Cuscatlán, el señor Cerén dice que debemos parecernos a Nicaragua y la dirigencia de mi partido ni tan siquiera dio una conferencia de prensa. Yo creo que ahí les ha faltado y lo he hecho ver, que debemos estar más atentos”, habría dicho Quijano.
En condiciones normales, esa crítica del candidato a la jefatura de su partido no pasaría de ser la irrelevante expresión de un malestar puntual ante una deficiencia específica.
Pero hay algunos factores que indican algún grado de excepcionalidad en la coyuntura por la que atraviesan ARENA y su aspirante a la presidencia.
No parece normal que, según las encuestas más recientes, ARENA haya pasado del primero al segundo lugar en las preferencias populares; que su candidato haya caído en 30 puntos porcentuales en un solo trimestre; que algunos observadores políticos afines hayan comenzado a señalar públicamente que el partido se equivocó de candidato y de estrategia, y de modo más dramático, que la opción de ARENA es cambiar al candidato, cambiar a su actual dirigencia y cambiar al partido.
En ese contexto uno puede preguntarse si efectivamente Norman Quijano perdió esos 30 puntos por la falta de apoyo de la dirigencia de su partido, que según la entrevista con Nacho Castillo es lo que él cree, o si es que esa dirigencia ha perdido entusiasmo porque el candidato no está haciendo bien su tarea
A estas alturas, cualquiera que sea la respuesta implica una situación muy delicada en la perspectiva de la contienda electoral.
La otra pregunta que uno puede hacerse es si, a estas alturas, un cambio de candidato o un cambio de dirigencia resolverían los problemas de ARENA, o si por el contrario agudizarían esos mismos problemas. Así planteada, la situación aparece como un callejón sin salida, sobre todo si se toma en cuenta el factor tiempo. A mi juicio, lo que estamos viendo en ARENA es el paso de un escenario de crisis a un escenario de pánico.
¿Cómo se llegó a este punto? Sin duda las causas son múltiples, pero creo que una de ellas puede destacarse con bastante facilidad: mientras que el factor de éxito más evidente del presidente Mauricio Funes, y también del FMLN, reside en haber puesto el énfasis en los programas sociales, ARENA y su candidato se han dedicado a atacarlos precisamente por ese punto tan caro a la población, apareciendo en consecuencia como enemigos de la labor subsidiaria del Estado.
Este no es un problema menor, y no tiene mucho que ver con el recambio de personas. Tampoco, como parecen creer algunos, es un asunto de mera táctica electoral. La función subsidiaria del Estado, sobre todo en una sociedad donde la brecha entre los muy ricos y los muy pobres es tan inmensa, es parte fundamental de la visión estratégica. El problema es que las cuestiones de carácter estratégico no se resuelven cambiando al vapor candidatos o dirigencias.
Hace poco tuve la oportunidad de leer un estudio sociológico realizado por un equipo de expertos extranjeros, y su conclusión es contundente y, a mi juicio, justa: el problema principal de ARENA es que no logra dejar de ser percibido como el partido de los ricos que nada o muy poco hace por beneficiar a los más pobres. Al atacar los programas sociales de la actual administración, ARENA no hace más que reforzar esa percepción.