¿Primera persona o tercera persona? ¿Cuál elegir?

¿Primera persona o tercera persona? ¿Cuál elegir?

Posted by Álex | Recursos para Escritores | 20 |
¿Primera persona o tercera persona? ¿Cuál elegir?

Para contar una historia, el narrador es imprescindible. Ya sea oral o escrita, toda narración implica una voz que hace de unión entre la historia y el receptor de la misma. Este narrador dispone el enfoque y el tono de la historia, por lo que es de suma importancia tenerlo muy presente antes de iniciar cualquier tipo de narración. Existen dos formas de narrar una historia: en primera persona y en tercera persona. Está además la segunda persona, pero es tan inusual que no representa una auténtica competencia ante las otras dos. Aquí vamos a hablar exclusivamente de las dos primeras.

Basicamente, la primera persona es aquella que sitúa al narrador como personaje y es contada desde el “yo”, recallendo la acción directamente sobre el propio narrador. Por otro lado, la tercera persona, constituye una voz omnisciente que cuenta algo que le ha ocurrido a un tercero y que, en la mayoría de ocasiones, no tiene nada que ver con la historia.
¿Cuál elegir?

Ante la pregunta: ¿Qué es mejor, escribir en primera persona o en tercera persona? La respuesta es simple y compleja a la vez: Depende de lo que vayas a contar. Si esperabas una respuesta que se decantase por una de las dos formas, vas muy desencaminado en lo que a narrativa se refiere. No importa el género o el estilo de la novela, sino lo que quieres contar. Es decir, la historia en sí.

Una novela donde el personaje es un detective que investiga un asesinato paseandose por los barrios bajos de una ciudad, muy probablemente funcione mejor en primera persona. Las reflexiones del protagonista serán más profundas y sus deducciones podrán ser cotejadas por el propio lector.

Una novela con diversos personajes que se desarrolla en lugares muy distintos o en momentos de tiempo paralelos, invita más a un narrador en tercera persona. Especialmente en aquellas historias que necesitan mostrar muchas vivencias de distintos personajes para poder comprender la totalidad de la obra.

Pero vamos paso a paso.
Escribir en primera persona

La primera persona es una narración subjetiva donde el narrador no es omnisciente. El narrador se equivoca y se arrepiente; sus pasos son inciertos y es incapaz de predecir lo que va a ocurrir a continuación. Con el uso de la primera persona gramatical, lo que se está indicando es que el narrador es testigo en esa primera forma gramatical.

Pongamos un ejemplo de narración en primera persona:

“Por espacio de casi media hora deambulé entre los entresijos de aquel laberinto que olía a papel viejo, a polvo y a magia. Dejé que mi mano rozase las avenidas de lomos expuestos, tentando mi elección. Atisbé, entre los títulos desdibujados por el tiempo, palabras en lenguas que reconocía y decenas de otras que era incapaz de catalogar. Recorrí pasillos y galerías en espiral pobladas por cientos, miles de tomos que parecían saber más acerca de mí que yo de ellos. Al poco, me asaltó la idea de que tras la cubierta de cada uno de aquellos libros se abría un universo infinito por explorar y de que, más allá de aquellos muros, el mundo dejaba pasar la vida en tardes de fútbol y seriales de radio, satisfecho con ver hasta allí donde alcanza su ombligo y poco más. Quizá fue aquel pensamiento, quizá el azar o su pariente de gala, el destino, pero en aquel mismo instante supe que ya había elegido el libro que iba a adoptar. O quizá debiera decir el libro que me iba a adoptar a mí. Se asomaba tímidamente en el extremo de una estantería, encuadernado en piel de color vino y susurrando su título en letras doradas que ardían a la luz que destilaba la cúpula desde lo alto. Me acerqué hasta él y acaricié las palabras con la yema de los dedos, leyendo en silencio.”

La Sombra del Viento – Carlos Ruiz Zafón

Pros de escribir en primera persona
Mayor credibilidad

La primera persona aporta una mayor credibilidad a la historia. Esto puede resultar difícil de entender, ¿por qué iba a resultar más veraz algo contado en primera o en tercera persona? Por el mismo motivo por el que resulta más veraz una historia que nos cuenta alguien que lo ha vivido directamente, a contar una versión de un tercero. La mera forma de decirlo podría hacernos pensar que hay ligeros cambios o que estamos escuchando una versión distorsionada.
Mayor profundización del personaje

Si el protagonista es un personaje interesante, complejo, con múltiples aristas y bien construido, merece la pena que sea él quien narre la historia. Al lector le resultará más interesante lo que éste está contando si puede sentir cómo el protagonista se va transformando en cada escena, mientras revela qué piensa u opina de todo cuando hace y todo cuanto ocurre a su alrededor.
Mayor intimidad

Es más fácil conseguir que el lector se sienta identificado y empatice más con alguien que no guarda ningún secreto ante él. Todo lo que piensa, el personaje lo narra sin tapujos. En cierto modo, estamos invadiendo la intimidad más absoluta del personaje protagonista. Es como si leyesemos su diario y esto nos convierte en complices de todo lo que hace. En cierto modo, el lector es el confidente del narrador.
Mayor suspense

Es más fácil sorprender al lector haciendo pasar por verdadera información falsa. Un narrador no puede mentir, pero sí puede equivocarse. Es decir, no tendría sentido que un narrador omnisciente mintiese sobre algo que está contando, pues su punto de vista es totalmente objetivo. Pero en primera persona, al ser un nivel subjetivo, el autor puede engañar a su protagonista y hacerle narrar algo falso, para engañar al lector y sorprenderle aprovechando sus prejucios. Recuerda que incluso los errores que comete el protagonista tienen sentido para el narrador, no dejes nada al azar.
Contras de escribir en primera persona
La narración es muy limitada

Narrando en primera persona, expresar ideas profundas de personajes secundarios resulta extremadamente difícil sin que quede forzado. Por mucha confianza que tenga en sus amigos, el protagonista no puede leer las mentes de quienes le rodean para garantizar qué es lo que sienten y piensan en cada momento.
El protagonista monopoliza la acción

Por muy interesante que sea aquello que no está contando el protagonista, puede llegar a un punto en el que resulte exasperante pasar tanto rato en su compañía. Este punto es especialmente fuerte si el prota tiene la mala costumbre de saltarse todas las escenas de acción. Supongamos que, en un momento determinado de la historia, se está llevando a cabo una batalla épica. Mientras, nuestro protagonista se prepara unas salchichas. A nosotros, por desgracia, nos tocará leer la parte de las salchichas y enterarnos luego de qué ha pasado en la batalla.
El protagonista puede arruinar la historia

Puede que la historia que se cuenta sea genial, pero si el protagonista que cuenta la historia no es agradable para el lector, todo se irá por la borda. Imagínate que alguien que te cae mal te cuenta una historia de 400 páginas, ¿acaso disfrutarías del relato?
Escribir en tercera persona

La tercera persona cuenta desde fuera la acción, mediante un narrador oculto y omnisciente (lo sabe todo de todos). Aquí, el autor impone su autoridad. Él conoce tanto la acción como las sensaciones y pensamientos de cada personaje. Es el modelo más cómodo, aunque también tiene grandes desventajas.

Una narración en tercera persona:

“Despertó con las primeras luces del alba. Últimamente dormía mal; el suyo era un sueño inquieto, desapacible. Se aseó en regla y extendió después sobre una mesita, junto al espejo y la jofaina con agua caliente, el estuche con sus navajas de afeitar. Enjabonó cuidadosamente las mejillas, rasurándolas con esmero, según era su costumbre. Con las viejas tijeritas de plata recortó algunos pelos del bigote, y pasó después un peine de concha por los húmedos cabellos blancos. Satisfecho de su apariencia se vistió con parsimonia, anudándose al cuello una corbata de seda negra. De sus tres trajes de verano escogió uno de diario, de ligera alpaca color castaño, cuya larga levita pasada de moda le prestaba el distinguido porte de un viejo dandy de principios de siglo. Cierto era que el fondillo de los pantalones estaba algo ajado por el uso, pero los faldones de la levita lo disimulaban de forma satisfactoria. De entre los pañuelos limpios escogió el que le pareció en mejor estado, y vertió en él una gota de agua de colonia antes de colocárselo en el bolsillo. Al salir, se puso una chistera y tomó bajo el brazo el estuche de sus floretes.”

El maestro de esgrima – Arturo Pérez-Reverte

Pros de escribir en tercera persona
El narrador es ajeno a la historia

Ofrecer al lector una visión objetiva de la historia es, sin lugar a duda, la mayor ventaja de escribir en tercera persona. No importa lo que hagan los personajes, el narrador no juzgará sus actos y esto permitirá al lector crear su propio juicio y tener su propia opinión sobre el elenco sin la menor contaminación.
El narrador lo sabe todo

Escribir desde los zapatos de una entidad omnisciente es la mayor comodidad a la hora de narrar. No hay que marearse para expresar ideas o acontecimientos sin que queden forzados, simplemente basta con ubicar al lector en un sitio y en un momento determinado y decir lo que tengamos que decir. Pueden estar ocurriendo dos eventos de gran relevancia para la historia al mismo tiempo, que el narrador omnisciente sabrá lo que ha acontecido en ambos lugares y podrá narrarlo con todo lujo de detalles. Para conseguir esto último con un texto en primera persona, habrá que romperse la cabeza para hallar la forma menos retorcida de aportar esa información al lector.
Puedes expresar pensamientos de todos los personajes

Narrando con una voz en tercera persona, también es posible expresar, no solo acciones, sino sentimientos o pensamientos que los personajes se guardan para sí mismos. Aquí no es el protagonista el único que revela al lector lo que siente, sino que cualquier miembro del elenco puede manifestar sus emociones y pensamientos a través del narrador. Esta ventaja facilita muchísimo la tarea de hacer que hasta el personaje más secundario tenga una profundidad reseñable.
Puede aportarse mucha información, incluso detalles insignificantes

No importa la intensidad de la escena, el narrador lo ve todo y en todo momento. Esto es inadmisible en una escena de acción narrada en primera persona, pues si al protagonista lo persigue un coche lleno de gánsteres armados hasta los dientes, no tiene sentido que éste se fije en el color del vestido de la vecina que está asomada a la ventana. Por otro lado, un narrador omnisciente podría describir la textura del vestido y el olor del perfume de la señora.
Contras de escribir en tercera persona
La narración puede perder fuerza si nos perdemos en los detalles

El último pro mencionado es un arma de doble filo, pues detallar demasiado una escena puede ser contraproducente. El ritmo narrativo sufre muchísimo con las largas descripciones y un narrador con demasiado tiempo libre como para perderse en aspectos insignificantes e irrelevantes puede ser un auténtico somnífero.
Requiere una mayor complejidad argumental

Un inconveniente de la tercera persona es la necesidad de pluriemplerar al narrador. Es decir, que se deben sostener uniformemente todas las tramas. No basta con contar aquello que nos interesa, también deben de respetarse esas subtramas y darles una continuidad y seguimiento activo. Para un escritor inexperto, incluir demasiados personajes en su historia, y con una voz en tercera persona, puede convertirse en un auténtico calvario.
Es difícil profundizar objetivamente en los personajes

La voz en tercera persona no puede pecar de subjetividad, al menos no demasiado. Si el narrador se implica activamente en las vivencias de los personajes, deja de ser un narrador fiable. Por otro lado, al no hacerlo, es francamente difícil mostrar la vida interior de cada uno de ellos sin caer en clichés. en personajes bidimensaionales.

Si ninguna de estas dos opciones te convence, existe una alternativa híbrida que está muy de moda últimamente: La novela río. Es una forma muy creativa de contar, tanto en primera como en tercera persona, las vivencias de distintos personajes y en lugares y momentos completamente diferentes.

¿Y tú, con qué voz te quedas para tu novela? Déjamelo en los comentarios.

“Genealogía del marxismo mexicano”

“Genealogía del marxismo mexicano”: Gerardo Antonio Martínez
26/06/2018 Deja un comentario Go to comments

En la historia del marxismo el único lugar común es el disenso. Pero no se trata de un disenso movido por el capricho o por la subversión en sí misma, sino de una exploración permanente de los conceptos que Karl Marx expuso en su obra. Sobre ésta, generaciones de marxistas mexicanos han mantenido un diálogo permanente con lecturas surgidas en otras latitudes y con otras tradiciones políticas y filosóficas como el liberalismo, el historicismo, el empirismo y el cristianismo, entre otras.

El marxismo en México. Una historia intelectual (Taurus, 2018), de Carlos Illades, es una genealogía de esta corriente intelectual, una de las más influyentes en el mundo y que en México encontró terreno fértil entre los filósofos, dirigentes políticos y científicos sociales más destacados del siglo XX. Sus nueve capítulos abarcan desde Vicente Lombardo Toledano —quien se sirvió del marxismo para su interpretación de la Revolución mexicana—, el marxismo humanista de José Revueltas y Adolfo Sánchez Vázquez —quienes rompieron con el paradigma soviético—, hasta las discusiones que a inicios de los años 80 se dieron en el Partido Comunista Mexicano. Éstas, asegura, son los antecedentes más próximos del abanico que hoy entendemos como izquierda: marxismo crítico, postmarxismo, eurocomunismo y neozapatismo.

El estudio de Carlos Illades (Ciudad de México, 1952), en la colonia Chapultepec Morales de la capital, es también vestíbulo y sala de recepción para las visitas. Ahí se exhibe parte de los proyectos a los que ha dedicado su trabajo como historiador durante los últimos 30 años. Entre las obras que anteceden su libro más reciente están Rhodakanaty y la formación del pensamiento socialista en México (Anthropos-UAM, 2002), La inteligencia rebelde. La izquierda en el debate público en México (Océano, 2012) y De La Social a Morena. Breve historia de la izquierda en México (Jus, 2014), entre otros. En uno de los libreros, entre grabados y figurillas de parachicos, asoman lo mismo retratos de León Trotsky, Bertolt Brecht y Víctor Hugo, que las obras completas de Marx, Lenin e Isaiah Berlin, este último un liberal de referencia.

Los dos últimos capítulos de El marxismo en México los dedica a las polémicas posteriores a la caída del muro de Berlín, en especial el encuentro El Siglo XX: la Experiencia de la Libertad (1990) y el Coloquio de invierno (1992), donde las discusiones sobre la vigencia del socialismo, enfrentaron las posturas de Mario Vargas Llosa, Enrique Krauze y Octavio Paz con las de marxistas como Adolfo Sánchez Vázquez, Cornelius Castoriadis y el británico Eric Hobsbawm, en un segundo momento.

Casi tres décadas después de estos debates, quizá los últimos en los que el marxismo tuvo amplia cobertura en la prensa mexicana, persiste la duda de si hoy existen representantes de la tradición —la crítica más fuerte a la civilización capitalista— en posibilidades de mantener debates de este tipo con posicionamientos liberales y neoliberales. Illades menciona a dos jóvenes académicos: Rafael Mondragón y Jaime Ortega, pues “el marxismo todavía tiene algo que decir con respecto a la sociedad contemporánea”.

¿Cuáles son las genealogías del marxismo en México?

El marxismo se divulgó en México sobre todo después de la Revolución rusa. La figura más destacada fue Vicente Lombardo Toledano junto con Wenceslao Roces, quien tradujo más de cien libros y buena parte de la obra de Marx. Lombardo intentó explicar la Revolución mexicana desde las categorías marxistas y Roces dio los insumos para las generaciones siguientes. Ahora, el marxismo que proponen es deudor del soviético. En cambio, la generación que le sigue —15 ó 20 años más joven— es la que llamaremos “marxismo humanista”. A ésta pertenecen Adolfo Sánchez Vázquez, José Revueltas y Eli de Gortari. Ésta generación fue la que leyó al joven Marx, fue prosoviética en parte de su vida y después se volvió crítica después del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). De Gortari es un caso un poco más difícil de explicar porque él no rompió con el planteamiento soviético, aunque hizo aportes importantes en la historia de la ciencia.

Después vino una tercera generación. Ahí están Enrique Semo, Pablo González Casanova, Alonso Aguilar Monteverde, Ángel Bassols Batalla, entre otros. Si antes el marxismo estaba en la filosofía y la historia, con ellos llegó a la geografía, la economía, la antropología. Algunos textos clásicos de esta generación fueron La historia del capitalismo en México, de Enrique Semo. Luego vino una cuarta generación, la del 68, a la que llamo del “marxismo crítico”. Varios de ellos ya eran jóvenes profesores y estudiantes avanzados. Participaron en el movimiento estudiantil, pero no a un nivel central del movimiento. No fueron dirigentes. Destacan autores como Arnaldo Córdova, Carlos Pereyra, Roger Bartra, Alfredo López Austin y Bolívar Echeverría. Coincide su presencia con la emergencia de la llamada Nueva Izquierda, que se plantea agendas complementarias de la vieja tradición socialista, como los movimientos juveniles, los derechos de las minorías, los derechos de las mujeres. Ya no tienen el lastre del marxismo prosoviético, pues lo han asimilado por el lado de las ciencias sociales y convergen con los movimientos sociales.

Hay una quinta generación. Sus representantes fueron jóvenes marxistas que en su madurez rompieron con el marxismo. O se volvieron liberales en la línea de Norberto Bobbio o neoliberales. Un ejemplo es Jorge Castañeda, que en los años 90 se desplazó a una postura con muchos ingredientes neoliberales. En otras partes del mundo los que continuaron dentro del marxismo se volvieron postmarxistas, sobre todo en Sudamérica. Por eso en México no hay postmarxismo y si existe no viene de esa genealogía. Aquí no hay un Ernesto Laclau, un Jacques Rancière. Hoy quienes están leyendo marxismo son jóvenes profesores que se saltaron una generación.

¿En dónde vemos los aportes del marxismo en instituciones, en programas académicos o en políticas públicas?

Pablo González Casanova cuando fue rector de la UNAM creó los Colegios de Ciencias y Humanidades. Con las proporciones guardadas es algo similar a lo que hizo Gabino Barreda cien años antes. Introdujo la sociología moderna y los estudios sobre la dependencia a las universidades mexicanas. Él y Villoro eran los intelectuales del zapatismo. Enrique Semo creó un posgrado en Economía en la UNAM cuando regresó de su doctorado en Historia Económica en Alemania, y animó durante 20 años el debate comunista. Ha sido el intelectual más importante del Partido Comunista Mexicano (PCM) desde hace 40 años y se vinculó con López Obrador cuando fue su secretario de Cultura en el Gobierno del Distrito Federal. Le dio cierto sustento a la izquierda nacionalista sin abandonar la izquierda comunista. Adolfo Gilly ha animado la causa zapatista. Castañeda ha estado en todos los debates públicos, desde los que se dieron al interior del PCM hasta la transición del foxismo. Ahora es jefe de la campaña presidencial de Ricardo Anaya y antes quiso ser candidato independiente. Las mutaciones que a algunos les llevaron décadas a Castañeda le llevó meses.

¿De dónde viene el viraje teórico de algunos de estos marxistas?

Es distinta la evolución de ambos, aunque se han ido acercando con el tiempo. En 1981 ambos estaban en el PCM, que en esas fechas tuvo un debate muy fuerte sobre si se adoptaría la línea eurocomunista o no. Se dividieron en dos grupos: los renovadores y los dinosaurios. Los renovadores era el grupo que dirigía Enrique Semo, donde estaba Jorge Castañeda. Ellos planteaban conservar los principios básicos del leninismo. La otra línea fue la que dirigía Arnoldo Martínez Verdugo, presidente del PCM, en la que estaba Bartra. Ellos planteaban que en lugar de hacer un partido de cuadros, era necesario un partido de masas, abandonar los postulados leninistas y entrar a la vía electoral, daban un mayor valor a la democracia. En 1994, Castañeda publicó el que me parece su mejor libro, La utopía desarmada. Ahí planteó que acabado el socialismo real, la izquierda tenía una oportunidad muy grande, no sólo en México, sino en América Latina, porque ya no tenía el lastre soviético. Planteó que se podía entrar a una contienda mucho más franca con la derecha, incluso ganarla. Después del fracaso cardenista en 1988, Castañeda inició un desplazamiento hacia la derecha que se ha profundizado. Por su parte, Roger Bartra nunca fue cardenista ni coincidió con los zapatistas. En su libro La condición postmexicana, de 1999, expone el planteamiento que mantiene actualmente. No está con la postura indígena, pues sostiene que el propio concepto de “indígena” es colonial y, por otro lado, le parece que el enemigo a vencer es el nacionalismo revolucionario. Toma mucho de José Revueltas, el crítico más fuerte de la Revolución mexicana dentro de la izquierda, quien a finales de los 50 decía que la ideología de la Revolución mexicana era la loza que servía al régimen e impedía la emancipación de la clase obrera. Eso lo retomó Bartra y lo refuncionalizó. Entonces, para él, zafarse del nacionalismo revolucionario significaba salir de la jaula de la melancolía, deshacerse del PRI. Además equiparaba en ese libro, como si fuera un problema de época, la liberación del “priato” con la caída del socialismo real. Esa idea, en realidad, es de Paz. Es una mezcla de José Revueltas con Octavio Paz. Bartra, hasta el año 2000, consideraba que la derecha mexicana era antidemocrática. Después consideró que había llegado una derecha democrática, moderna, que reivindica los valores liberales, mientras que la izquierda había involucionado y se había adaptado al programa del PRI: autoritario, estatista, que se quedó con el nacionalismo revolucionario.

¿En dónde podemos encontrar las coincidencias y divergencias en las posturas de Paz y Revueltas?

Ambos desarrollaron posturas críticas, pero desde planteamientos distintos. Revueltas fue un disidente. Tuvo todas las mutaciones dentro del comunismo. Octavio Paz, con una postura más liberal, tuvo también una postura crítica. En eso se parecen. También se parecen en que ambos, en un periodo más o menos simultáneo, reivindicaron la democracia. Revueltas desde que estaba en la cárcel luego de 1968 y en sus textos sobre el movimiento estudiantil. Sostenía que en México debe haber una revolución democrática, no armada ni violenta, sino democrática. La diferencia es que Revueltas creía en una democracia sustantiva, no una democracia que se limitara a las elecciones, sino en la que se construyera ciudadanía, en la que los sindicatos no fueran corporativos, donde hubiera libertad extendida en medios para opinar, una acción más sustantiva con respecto a la democracia. Ambos encuentran una perspectiva democrática. ¿Qué diferencias tuvieron? Sobre todo en el último Octavio Paz, que tampoco coincide con Revueltas, quien muere relativamente joven. El último Octavio Paz, de 1973 en adelante, se volvió un intelectual de Estado. En cambio, Revueltas siempre fue un intelectual disidente. Paz fue acercándose a posturas gubernamentales. Ahí hay un acercamiento de Paz con el Estado mexicano que sería impensable en Revueltas.

¿Cómo fue la participación de los marxistas en el encuentro La Experiencia de la Libertad, que organizó Octavio Paz en 1990?

Fue una presencia bastante marginal. Invitaron a unos cuantos, pero para pegarles. Trajo figuras muy importantes, quizá ya no identificadas con el marxismo, pero sí con un pensamiento crítico, como Cornelius Castoriadis. Cuando ocurre ese encuentro hacía poco que Francis Fukuyama había publicado El fin de la historia, donde sostenía que el futuro sería una versión mejorada del presente caracterizada por una economía del mercado y una democracia representativa. Animada por esa perspectiva, La Experiencia de la Libertad, organizado por la revista Vuelta era en el sentido de que se estaba inaugurando un horizonte nuevo en el que América Latina, y por supuesto México se estaba sumando a esto. Quedaban atrás las dictaduras y el atraso. Era una idea triunfalista muy presente en el discurso de Octavio Paz.

En cambio, el Coloquio de Invierno, organizado en la UNAM en 1992, tuvo figuras destacadas, aunque me parece más valioso el de Vuelta. Una de las más interesantes de este coloquio fue Eric Hobsbawm, quien planteó un adelanto de su libro Historia del siglo XX. Dijo que no debían cantar victoria porque en realidad lo que estaba en crisis era la sociedad capitalista y que unas de sus características eran la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética. Ahí surgió la idea de recuperar un planteamiento de la izquierda pero fuera del marxismo, salvo algunas presentaciones como las de Adolfo Gilly y Pablo González Casanova. La idea era recuperar una izquierda, pero ya no marxista.

¿Quiénes podrían tomar la estafeta del marxismo en debates de estas características?

En la que podríamos considerar una sexta generación están Rafael Mondragón y Jaime Ortega, dos jóvenes académicos.

La economía política de los gobiernos del FMLN

La economía política de los gobiernos del FMLN. Un balance nueve años después (I)
Por Alberto Arene, Economista/analista
7 de Junio de 2018

El “modelo” económico implementado antes y después de los Acuerdos de Paz por la administración Cristiani (1989-1994) continuó en los gobiernos de Calderón Sol (1994-1999) y Flores (1999-2004) donde acabó mostrando claros signos de agotamiento: baja inversión y crecimiento, limitada creación de empleos decentes, déficit fiscal y deuda pública en crecimiento, altísimo déficit comercial financiado por flujo creciente de remesas. Una inserción invertida a la globalización con exportación de mucha gente y capital humano, y muy pocos bienes y servicios de limitado valor agregado.

Estos signos se exacerbaron en la administración Saca (2004-2009) y con los efectos de la crisis financiera internacional que golpeó severamente a El Salvador en 2009. El último semestre del gobierno saliente y el primero del gobierno entrante enfrentaron la crisis conteniendo sus peores efectos, retrasando la elaboración del Plan Quinquenal 2009-2014. Con más de una década de retraso, la administración Funes estaba llamada a diseñar y sentar las bases de la transformación económica y social de la posguerra.

Más allá de los errores del primer gobierno del FMLN, desde la Secretaría Técnica de la Presidencia con el Asocio para la Prosperidad con el gobierno de Obama, el FOMILENIO II y el Consejo para el Crecimiento conformado por representantes del Gobierno y del sector privado, se diseñó y comenzó a ejecutarse la más importante estrategia de transformación económica de la posguerra. Después de identificar los dos principales obstáculos al crecimiento (inseguridad y baja rentabilidad de los bienes transables) se identificó cómo aprovechar las potencialidades geoeconómicas de El Salvador.
Se partió de potenciar los grandes activos de la franja marino-costera con un énfasis en el desarrollo de la zona oriental –un tercio del territorio nacional improductivo abandonado a su suerte– priorizando la transformación productiva y educativa: sistema educativo, escuelas e institutos técnico-vocacionales, carreteras, tierras, playas, puertos, aeropuertos, zonas extraportuarias, e infraestructura logística.
Superar la trampa del bajo crecimiento y del alto endeudamiento a partir de la geoeconomía conllevaba, entre otros, fortalecer la competitividad y las cadenas de valor, aumentando la productividad y calidad (educación/formación) y reduciendo altos costos artificiales (burocracia y lentitud en instituciones, aduanas y logística, corrupción, contrataciones innecesarias), desarrollar aceleradamente la estrategia logística integral (carreteras, pasos fronterizos y aduanas, modernización y ampliación del Aeropuerto Internacional, concesión del Puerto de La Unión, desarrollo de las zonas extraportuarias, corredor logístico Puerto de La Unión-Puerto Cortés, dentro de una estrategia holística industrial-exportadora).
Todo ello dentro de un nuevo modelo de crecimiento hacia afuera liderado por las exportaciones que desatara la inversión privada, la creación de empleo decente, salarios dignos e ingresos fiscales, aumentando el crecimiento del PIB y reduciendo el déficit comercial, el déficit fiscal y la deuda pública.
En este contexto, los asocios público-privados eran –y siguen siendo– el gran instrumento para fomentar la inversión público-privada y el crecimiento sin endeudar al Estado y a sus instituciones autónomas, hacer las grandes y medianas obras para crear una gran plataforma productiva y exportadora competitiva, sacando al país de la postración y del estancamiento, recuperando tanto tiempo perdido y acelerando la construcción del futuro.
El gobierno del presidente Funes enfrentó la oposición del FMLN a las leyes de APP y su reforma, de facilitación y agilización del comercio y de aduanas, de extinción de dominio, y de procedimientos administrativos. Todo fue siempre contracorriente. Ante los riesgos de perderse la cooperación y el FOMILENIO II, con el apoyo de algunos dirigentes del partido y de la oposición, se logró superar lentamente dichos obstáculos, avanzando la asistencia técnica preparatoria y quedando listo el texto definitivo para la firma del FOMILENIO II. Por desavenencias crecientes con el presidente Funes, el Gobierno de Estados Unidos decidió firmarlo con el presidente entrante.
Las dimensiones del saqueo público del primer gobierno del FMLN que salió a la luz pública cuatro años después con el juicio de la Fiscalía General de la República pueden esconder la visión original, la estrategia de desarrollo económico-social, los programas y proyectos concretos en ejecución o muy cercanos de estarlo, que dicho gobierno dejó al país y a su sucesor. Y esconder también el que este último no los haya aprovechado debidamente.
El primer legado del presidente Funes al país fue contener el proyecto castro-chavista cuando los tres principales dirigentes del FMLN le propusieron conformar un Consejo de Estado coordinado por él donde se tomarían las grandes decisiones. Su diferente visión política, el medio millón de votos que aportó al triunfo del primer gobierno de izquierda electo de la historia y su considerable soberbia lo llevaron a rechazar semejante propuesta en el momento en que la billetera de Chávez era muy grande y disponían avanzar en el control del poder.
Inmediatamente después declaró que Lula y Obama eran sus referentes –ni Castro ni Chávez– aunque visitó a este último como presidente electo (19.5.2009) y restableció relaciones diplomáticas con Cuba el primer día de su mandato (1.6.2009). En mayo de 2012 Funes rechazó el ingreso de El Salvador al ALBA o Petrocaribe afirmando: “No creo que por ingresar a Petrocaribe vamos a encontrar gasolina más barata, eso es un mito”.
Esta identificación en el espacio internacional y su equidistancia del Castro-chavismo explicaría por qué Estados Unidos fue a su encuentro firmándose la Alianza para el Crecimiento y preparándose con la Secretaría Técnica de la Presidencia el impulso de Fomilenio II y la asistencia técnica para el impulso de los dos grandes asocios público-privados, apoyando además la concesión del Puerto de La Unión con el Banco Mundial y su Corporación Financiera Internacional como asesora del proyecto de concesión.
El Fomilenio II impulsaría proyectos de capital humano, clima de inversiones e infraestructura logística, contribuyendo a atraer inversión privada nacional y extranjera, incentivando el crecimiento económico y el desarrollo social, y creando un ciclo productivo que contribuya a la generación de empleo y reducción de la pobreza. Este fue el segundo legado del gobierno de Funes aunque su confrontación creciente y permanente con ARENA, con el sector privado, y con la misma embajadora de Estados Unidos, lo desgastaron y desdibujaron, y aún más el saqueo público en referencia.
Funes mandaba en su gobierno aunque negociara con el FMLN. En el segundo gobierno manda el partido, su visión y proyecto estratégico es el socialismo por etapas, sus grandes aliados estratégicos son Cuba y Venezuela que ofreció recursos multimillonarios con grandes expectativas de contribuciones entre $500 y 600 millones anuales. La cooperación de Estados Unidos la complementaría priorizando aquellas iniciativas que consideraran útiles y funcionales a su proyecto.
Y con esta dualidad comenzó precisamente el gobierno de Sánchez Cerén cuyo primer día firmó un Convenio de Cooperación con Petrocaribe y 4 meses más tarde con la Corporación del Reto del Milenio, el Fomilenio II, con una donación de $277 millones y una contrapartida del gobierno salvadoreño de $88.2 millones.
Pero a seis meses de iniciado el gobierno, el precio de petróleo internacional se redujo a la mitad, y comenzó el calvario económico-financiero y social de Venezuela, quedándose el gobierno salvadoreño sin sus recursos. Pero la cooperación de 3 millones de galones mensuales a la empresa ALBA Petróleos se mantuvo desde 2008 hasta nuestros días, con 50 % de la factura pagada a 90 días y el otro 50 % a 25 años con 1 % de interés anual. En sus primeros tres años, el segundo gobierno del FMLN fue bastante exitoso en conciliar y mantener su alianza con la Venezuela chavista y la cooperación de Estados Unidos.
El segundo gobierno del FMLN abandonó buena parte de la visión, estrategia e instrumentos de desarrollo dejados por el primer gobierno. La del Asocio para el Crecimiento y el Fomilenio II impulsaría un nuevo modelo productivo y exportador competitivo que priorizaría la inversión público-privada en proyectos estratégicos, superando progresivamente la trampa del bajo crecimiento y alto endeudamiento. Esta estrategia fue abandonada, priorizándose en su lugar el gasto público y el financiamiento del déficit fiscal con el aumento de tasas e impuestos, y con mayor deuda pública sin estrategia de sostenibilidad alguna. Terminaron llevando al país al impago y a un ajuste desordenado que recortó el gasto social y la inversión pública, relegando la estrategia de transformación productiva y retrocediendo la competitividad.
El gobierno de Sánchez Cerén llevó al fracaso la concesión del Puerto de La Unión (PLU) al incumplir con las dos condiciones para la concesión exitosa acordadas por el gabinete económico del gobierno Funes y la junta directiva de CEPA: 1. Que el gobierno incluyera en su proyecto de presupuesto 2015 –y en años venideros– $15 millones para el dragado del canal de acceso desde -7 m en algunos puntos a -10 m primero y -12 m después según demanda, evitando que los barcos quedaran atrapados en el lodo del azolvamiento.
Adjudicada la concesión, iniciaría el proceso licitatorio para los servicios de dragado, comprometiéndose el Estado a mantener transitable y seguro el canal de acceso. 2. Que el gobierno y CEPA alentarían y darían incentivos para la migración de los contenedores del Puerto de Acajutla al PLU para que la empresa ganadora de la concesión perdiera menos dinero en los primeros años de operación hasta alcanzar su punto de equilibrio 4 años después.
Y para que El Salvador no quedara sin puerto de contenedores después que puerto Quetzal concesionado –ahora bajo APM-Mearsk– dragando a -15 m para recibir barcos post-panamax que bajarían el valor del flete, pudiendo competir solo desde el PLU concesionado a una gran operadora internacional. Al incumplir con los requisitos 1 y 2, ninguno de los operadores interesados ofertó, eliminando el “apetito del mercado” y logrando el fracaso de la concesión.
Respecto a la ampliación del Aeropuerto Internacional (AI), el Plan Maestro elaborado por la empresa Kimley Horn and Associates. Inc. –ganadora de la licitación conducida por CEPA y financiada por el USTDA– fue presentado públicamente en casa presidencial en diciembre de 2013. El estudio del valor por dinero –financiada por el MCC– para evaluar la factibilidad y conveniencia de un APP para el financiamiento de la ampliación del AI concluyó en abril de 2014.
Adicionalmente, el BID preparó otro estudio-propuesta de financiamiento concluido en abril-mayo de 2014. Desde el 1er. día de la gestión del nuevo gobierno estaban listas las condiciones para estructurar la licitación que conduciría a iniciar las dos primeras etapas de la ampliación de la terminal, entonces y ahora con una capacidad de 1.6 millones de pasajeros anuales ya superada en 2013 en 732 mil pasajeros.
Dado las proyecciones de crecimiento de 5 % anual de tráfico por el hub de AVIANCA, urgía iniciar la primera fase de la ampliación (2014-2017) que llevaría la terminal a una capacidad de 3 millones con una inversión de $114.9 millones, continuando con la segunda fase (2018-2022) con 3.6 millones de pasajeros con una inversión de $100.9 millones, seguida de la tercera fase (2023-2027) con 4.1 millones de pasajeros con una inversión de $78.3 millones y la 4ª fase (2028-2032) con capacidad de 6 millones de pasajeros con una inversión de $198 millones para una inversión total de $492.2 millones.
La ampliación de la terminal tiene ahora más de 3 años de atraso, con una sobresaturación de 1.6 millones para un tráfico estimado de 3.2 millones al finalizar 2018, doblando su capacidad instalada. Para finales de 2020 el país requiere concluidas las dos primeras fases de la ampliación, igualando el tráfico proyectado e iniciando en 2021 la tercera fase de la ampliación.

La política, la guerra… y el fútbol

La política, la guerra… y el fútbol

3 de febrero de 2012 01:49h CET

“La guerra es la continuación de la política por otros medios”, escribió Von Clausewitz. “El fútbol es la continuación de la guerra por otros medios”, me dijo un día Ramón Mendoza, y no sé si la frase es suya, pero fue la primera vez que me topé con ella. Me gustó. Me pareció apropiada, justa y hasta elogiosa para el fútbol. Muchos lo percibimos así. El fútbol como simulacro del conflicto, como escenario incruento donde dirimir las disensiones. Vázquez Montalbán definió impecablemente al Barça como ‘ejército simbólico desarmado de Cataluña’. El fútbol es una guerra desarmada.

Pero en Egipto ha sobrevenido una tragedia que nos deja atónitos. Los hinchas del equipo local de Port Said saltaron al campo tras el partido que los suyos ganaron por 3-1 a los de El Cairo, fueron a por los jugadores rivales, luego a por los hinchas, y allí fue Troya. Gran parte de los muertos lo fueron por fracturas craneales. La barbarie tuvo la complicidad pasiva de las fuerzas del orden, escasas y complacientes con lo que ocurría. Los jugadores del Al Ahli se salvaron por ese fondo de respeto atávico al futbolista que mora en el alma de cualquier hincha, pero los aficionados rivales fueron machacados.

A veces la política falla, ya lo advirtió Von Clausewitz, y sobreviene la guerra. A veces las tensiones son tan fuertes que ese simulacro inofensivo de guerra que es el fútbol no las contiene. Lo de Port Said me recordó mucho a aquel partido de Zagreb en 1990 entre el Dinamo y el Estrella Roja, a cuyos jugadores evacuaron en helicóptero entre una reyerta que duró setenta minutos. La vieja Yugoslavia entraba en autocombustión y pronto quedaría atomizada. No fue culpa del fútbol. Como no lo es lo de ahora. Pasó en el fútbol, pero no por su culpa. No confundamos las consecuencias con las causas.

El fútbol o la guerra por otros medios (Brasil 2014)

El fútbol o la guerra por otros medios.
Mundial Brasil 2014

M. A. Bastenier
29 JUN 2014

Si alguien dudaba de que el deporte, especialmente el fútbol de selecciones nacionales, es la continuación de la guerra por otros medios, ahí está el Mundial para probarlo.

De los 16 equipos clasificados para octavos de final, quedan 14: cinco latinoamericanos, cuatro de lengua española y religión todavía básicamente católica, Colombia, México, Costa Rica y Argentina; y uno lusófono, el organizador Brasil, en el que ha dibujado grandes jirones el protestantismo evangélico; seis europeos: un único representante de la latinidad mediterránea, Francia, de familiaridades lingüísticas con Bélgica y Suiza; dos centroeuropeos, Alemania y Holanda, con los que siempre hay que contar; y Grecia, el único país de Europa en el que la religión, ortodoxa constantinopolitana, es aun fuertemente oficial. Por último, tres pistoleros por libre. EEUU, solo representante de la lengua inglesa; y dos africanos, cuya única vinculación es el Islam, pero uno árabe, la afortunada Argelia, y el otro, el gigante nigeriano.

Pese a la existencia de un artefacto llamado Unión Europea –de la que solo está ausente la confederación helvética- los europeos no creo que vean razón alguna para preferir la victoria de Bélgica sobre Nigeria o viceversa. A Rajoy le habría venido bien meter a España en la disputa del título, pero Hollande no va a salir de la catástrofe en la que apacienta aunque Francia llegue lejos. Es en América Latina, donde unidad y división juegan un papel político de primer plano.

Es lugar común que Brasil necesita ganar ‘su’ Mundial. La calle acecha, solo temporalmente apaciguada, pero Dilma Rousseff, que tiene elecciones presidenciales en lontananza, ya se salvó por los pelos pasando de penalti por encima del esforzado Chile. Nadie dice que una derrota del combinado nacional deba costarle la elección a la presidenta, pero sí quitarle el sueño con la probable reanudación de la algarada callejera. Más de un 40% de brasileños siguen diciendo que la plata del Mundial habría estado mejor empleada en pan que en circo. Y un Brasil que fallara en su asalto al campeonato sufriría un golpe simbólico en sus sueños –posiblemente, en cualquier caso, irrealizables- de liderar América Latina. De inicio se le habían puesto bien las cosas porque ningún bolivariano (Ecuador, Bolivia y Venezuela) se clasificó para el torneo, con lo que tenía camino despejado de rivales políticos. Pero entre los que sí están figuran dos eximios representantes de la mayor amenaza económico-exterior para Brasil y su inoperante Mercosur, la Alianza del Pacífico, a la que pertenecen México y Colombia, y un tercero, Costa Rica está próximo a sumarse a ese bloque que mira al prometedor Pacífico de Asia. México, que ha anunciado su ‘regreso’ a América Latina, no entiende que deba subordinarse a más hegemonía que la propia; y Colombia es un caso de libro de cómo política y deporte juegan en la misma cancha.

El Gobierno del presidente Santos negocia en La Habana el fin de una guerra de 50 años, y un éxito en el Mundial, ¿por qué no, el triunfo absoluto?, impresionarían tanto a la ciudadanía como a los insurrectos de las FARC. La antigua guerrilla marxista y hoy narco-empresaria está siguiendo el torneo con la misma devoción que Juan Manuel Santos y su gabinete en pleno. La paz en la guerra y la victoria deportiva serían el broche de oro para que un presidente entrara en la historia con un pedigrí inigualable.

Y, finalmente, está la reiterada necesidad mundialista de Argentina, donde acaban de procesar por cohecho al vicepresidente Amado Boudou. Los males que aquejan a la presidenta Fernández son probablemente irresolubles por mucho fútbol que se les aplique, pero ya un régimen anti-democrático argentino lo que no es hoy el caso pudo respirar aliviado cuando rebañó un Mundial.

El deporte es la versión incruenta, pero dolorosa, de la política en su acepción más bélica. Ganar este torneo es un entorchado, una vitola de modernidad, de desarrollo, de aspiraciones más que emergentes; un marchamo de honor por el que compiten sobre todo Europa y América Latina, antiguos colonizadores y colonizados. Es toda una mayoría de edad política en el mundo.

La Rusia de Putin le impone 5 a 0 a Arabia Saudita

La Rusia de Putin le impone 5 a 0 a Arabia Saudita
Roberto Pineda San Salvador, 15 de junio de 2018

En el primer partido de 64 de la Copa Mundial de Futbol 2018, realizado este 14 de junio en el antiguo estadio Lenin de Moscú, la habilidad del equipo ruso anfitrión logró imponerse sobre el entusiasmo del equipo de Arabia Saudita, con un abultado marcador de 5 a 0. El heredero al trono Mohamed bin Salman ha de estar llorando.

Arabia Saudita, con 27. 7 millones de habitantes, en su mayoría sunnita, además de ser el principal productor de petróleo a nivel mundial, es junto con Israel en el Medio Oriente uno de los más importantes aliados de Estados Unidos. Y antes de la revolución iraní de 1979, era uno de los principales aliados del Irán chiita. Hoy son adversarios a muerte. Asimismo la casa real saudí fue aliada del también sunnita Sadam Hussein, derrocado por Estados Unidos en 2003.

La monarquía saudí es la guardiana de los sitios sagrados de La Meca y Medina, a la vez que participa activamente en los actuales conflictos de Yemen, en el que desde 2015 lidera una coalición de estados árabes, con respaldo estadounidense en defensa del gobierno yemení desafiado por rebeldes hutíes; y Siria, en el que se enfrenta al presidente chiita Bashar al-Assad, que gobierna un país con un 80% de sunnitas y es apoyado por Rusia.
En 2011 los saudís intervinieron Bahrein para aplastar un levantamiento de la mayoría chiita. En el vecindario, Irán es de mayoría chiita. Palestina, Turquía, Pakistán y Egipto son de mayoría sunnita, lo mismo que Arabia Saudita.
Por su parte, Rusia es en la actualidad uno de los principales rivales de los Estados Unidos por la hegemonía mundial. Y el régimen de Vladimir Putin impulsa una agresiva política exterior basada en la alianza con la India y China, el llamado hoy RIC y que antes era el BRIC, cuando Brasil jugaba un papel independiente de los Estados Unidos.

Julio López Campos: “Daniel Ortega está en su charco”

Julio López Campos: “Daniel Ortega está en su charco”

Julio López Campos, histórico dirigente del FSLN reclutado por Carlos Fonseca y amigo de Ortega por 30 años, analiza la crisis humanitaria de Nicaragua
La Prensa, Managua, 10 de junio de 2018

Julio López Campos fue reclutado para el Frente Sandinista por Carlos Fonseca Amador en 1966. Desde muy joven fue amigo de Daniel Ortega Saavedra e incluso lo apoyó en los noventa cuando el caudillo “gobernaba desde abajo”. Sus caminos políticos se separaron con el cambio de milenio, pero López Campos asegura que incluso hasta antes del 18 de abril de 2018, si lo miraba en un evento, lo saludaba tranquilamente.

La masacre gubernamental que ha sumergido a Nicaragua en una crisis desde abril pasado ha sido un parteaguas para muchos, y los cientos de miles de manifestantes pretenden que lo sea para la historia y el futuro del país. Julio López afirma antes de comenzar la entrevista que la suya es una opinión desde el sandinismo, y que no le gusta darla con frecuencia a medios de comunicación, pero dice a la vez que la coyuntura actual “lo amerita”.

El analista político, comunicador y graduado en Europa en Ciencias Políticas, analiza la actualidad de Nicaragua y alerta sobre un recrudecimiento de violencia por parte de Daniel Ortega. “Él está en su charco”, advierte, y exhorta al sector empresarial a “involucrarse con convicción en esta lucha”, llamando a un paro nacional.

Hace cuatro años usted dijo en LA PRENSA que la alianza Gobierno-empresa privada era el “nacatamal mejor amarrado de la historia”, pero con la actual crisis esos dos sectores están públicamente divididos. ¿Qué pasó con ese nacatamal?
Carlos Pellas dijo públicamente que el modelo se había agotado. Ese modelo que ellos, Arturito Cruz, el Incae, ficharon con el nombre del “populismo responsable”. Así lo llamaron a este modelo de alianza. Y que lograron venderlo a mucha gente afuera, incluso a los Estados Unidos. Obviamente ese modelo colapsó. No solo se agotó sino que ha colapsado en la sangre santa de los nicaragüenses caídos. Y con ello ha pringado de esa sangre al sector empresarial que durante 11 años vivió en concubinato con Daniel. Y esto es importantísimo señalarlo por la razón siguiente: el empresariado nicaragüense tiene que reconocer que tiene una deuda política y moral con el pueblo de Nicaragua en lucha. Y es más: tienen la oportunidad histórica ahora, hoy, de reivindicarse junto al pueblo.

¿No lo están haciendo, a su juicio?
No, no. No han querido. A eso voy. En una crisis de esta magnitud es absolutamente crucial tener una lectura correcta de la correlación de fuerzas. Y de los principales sujetos de conflicto. Y yo creo que la empresa privada se está equivocando de manera grave en la interpretación del rol y el papel de Daniel (Ortega) en esta crisis. Ellos creen que pueden conducir a Daniel a una negociación efectiva. Ellos seguramente conocen mejor que yo al Daniel de la conciliación y del consenso de los intereses compartidos con el sector privado que produjo tanta riqueza y tantas cosas buenas, se dice, durante los últimos 11 años. Pero hay algo que ellos no interpretan ni leen correctamente. Es un Daniel Ortega en tiempos de crisis.

El Daniel Ortega al borde del precipicio. Y en eso ellos están totalmente equivocados. En esta situación de caos que tenemos en el país, caos creciente, Daniel Ortega no está sofocado. Daniel Ortega está en su charco. Enfrentarse a este tipo de circunstancias, que dicho sea de paso se parecen en algo a aquellas circunstancias cuando él decía “gobernar desde abajo”, es en estas donde Daniel cree que puede imponer a los demás sujetos de la vida política nacional su propósito. Está minando la capacidad de resistencia de la gente, de los sectores medios y del empresariado.

¿Cómo lo hace?
Imponiendo el pánico, el miedo, el terror. Una de las características de esta extraordinaria sublevación del pueblo nicaragüense, es cómo los sectores medios han marchado y están junto al pueblo. Pero en la apreciación de Daniel estos sectores medios son temerosos. Y entre más les aprieta con el pánico, con el terror, piensa disminuir la capacidad de resistencia de esta gente.
Y al sector privado, a los empresarios grandes, les comienza a tomar las tierras, a crear inestabilidad sobre la propiedad, les comienza a introducir inestabilidad sobre su seguridad. Ya la mayoría de los ricos mandaron a sus familias fuera de Nicaragua, de vacaciones temporales. Daniel con el caos le está diciendo al sector privado: “¿Ya ven cómo perdieron todo lo que tenían conmigo? Y esto es solo el comienzo. Las cosas van a ser peor desde que me dejaron”.

¿Daniel Ortega maneja mejor esta crisis que nadie más?
Si el sector privado cree que va a agotar a Daniel por el curso actual de su conducta, lo que va a ocurrir es una tragedia más grande para Nicaragua.

¿Qué cree que tiene que hacer el sector privado?
Te decía que es importante ver bien la correlación. O para usar el lenguaje del sector empresarial, los costos-beneficios de la acción que vos vas a tomar. El Cosep calcula muy bien los costos económicos que tiene la permanencia de la situación y lo que puede ocurrir más adelante en términos de su bolsillo. Pero en esos costos-beneficios hay dos cosas que no están tomando en cuenta y que son decisivas.

La primera es que ya entramos en un proceso de disolución del Estado nicaragüense. Las instituciones del Estado comienzan a colapsar y a diluirse en la crisis. El ejemplo más notorio es la Policía Nacional. La Policía Nacional colapsó. Está en ruinas. Reconstruir la Policía va a ser una tarea extremadamente compleja y que va a necesitar tiempo y de mucho talento. Pero a su vez están colapsando las demás instituciones del Estado. Las alcaldías ya no son funcionales. Los entes de la administración pública que tienen que atender las necesidades de la gente están entrando en un proceso de debilitamiento creciente. ¿Qué va a pasar cuando ya el Estado esté colapsado y las instituciones totalmente fallidas?

Ese costo no lo están midiendo bien desde el sector privado. En la Nicaragua en que vivimos hemos dependido del consenso que hemos decidido nosotros los nicaragüenses. Decidimos en un momento dado poner fin a la guerra. Y cada quien tuvo que poner su parte. Una contribución. Si aquí el Estado sigue colapsando, no solo vamos a tener un caos económico del que será difícil levantarse, sino que habrá perdido la sociedad el consenso. ¿Qué justicia hay en Nicaragua en este momento? ¡Absolutamente ninguna! Es la ley de la selva.

¿Pero qué puede hacer el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) entonces?
Lo que tiene que hacer el Cosep es entender que efectivamente una huelga no bota gobiernos. Pero una huelga con paro nacional consistente en conjunción con la multitudinaria participación del pueblo nicaragüense que grita: “¡Que se vaya!”, no hay manera de poder contenerla. En el cuerpo a cuerpo Daniel piensa que puede resistir por muchísimo tiempo.
¿Matando gente?
¡Matando gente! Y usando un abanico de medidas de presión, de chantajes y de muerte. Él lo puede hacer con un contingente pequeño de gente leal. Pero él sabe muy bien que si las masas se mueven, estas son indetenibles.
La última vez que una masa de nicaragüenses marchó pacíficamente Ortega mandó a matar. ¿Cómo analiza la masacre del Día de las Madres?

Hay dos cosas increíbles en esa marcha. No existe en Nicaragua otra marcha igual a esa en cantidad de gente. En ese trayecto, que ni fue trayecto porque había tanta gente, no se quebró un plato. No hubo ni un robo. Absolutamente nada ocurrió. Hasta que ellos creyeron que un grupo iba en dirección al estadio, donde ya ellos tienen situado su perímetro de seguridad. Y comenzaron a disparar. Hay que recordar que la explosión en Nicaragua se da, el verdadero detonante de la explosión fue la represión. Y toda la acumulación de resentimientos de un régimen autoritario.

¿Es comparable este estallido social con la insurrección sandinista?
Yo lo que puedo decir es que el pueblo de Nicaragua es el artífice de dos eventos absolutamente extraordinarios. La revolución popular sandinista fue realmente la primera revolución armada en el continente latinoamericano. Y esta revolución pacífica es el otro gran acontecimiento de la historia política en América Latina. Todo va a depender de cuál va ser el desenlace.
Usted fue amigo de Daniel Ortega y vivió la revolución armada desde el Frente Sandinista. ¿Cómo puede esta revolución pacífica tener un desenlace positivo para el país?

Tenemos que asumir y tenemos que explicarle a la gente que todos unidos podemos lograrlo. Y especialmente explicarle a la gente que es necesario plantearse una negociación real con Daniel Ortega. La fiera herida acorralada, necesitás abrirle un espacio para que pueda salirse. De otro modo la fiera herida y acorralada puede ser muchísimo más peligrosa. Hay que hacerle ver a Daniel Ortega que no le queda camino más que irse. Y que el pueblo de Nicaragua está dispuesto a negociar una salida con garantías para él y su gente. Pero que esa salida con garantías tiene que darse ahora. No dentro de dos años.
¿Hay que resignarse a que Ortega y su familia salgan y que no haya justicia para ellos, entonces?
Voy a tratar rápidamente de dar una idea del esquema: Señor, usted se va. Tiene, para decir algo, tres meses para irse. En esos tres meses vamos a determinar las condiciones de su salida. ¿Por qué? Porque necesitamos en Nicaragua hacer un montón de cosas. Decidir ya las elecciones adelantadas. Necesitamos reformar la Ley Electoral. Necesitamos cambiar todo el Consejo Supremo Electoral desde arriba hasta el nivel municipal. Necesitamos restablecer las condiciones de normalidad en la aplicación de justicia en Nicaragua, que está totalmente colapsada. Necesitamos tomar medidas que nos garanticen una rehabilitación temporal por lo menos de instrumentos como la Policía Nacional. Todo eso requiere un proceso de negociación. Necesitamos que Ortega ordene a sus subordinados en la Asamblea Nacional la aprobación de un conjunto de medidas inmediatas. Por eso es que necesitamos negociar en serio con él estas condiciones. Las otras variantes resultan mucho más peligrosas.
¿La otra variante es la guerra?
Exacto. La otra variante es que continuemos socavando las capacidades de resistencia del país y de la gente, y que caigamos en una anarquía y caos total. Y la gente, yo creo, constatamos en los barrios lo que significa el potencial de violencia que se puede desencadenar en Nicaragua. Y Daniel juega también con ese temor. Pero yo creo que las puertas aquí están cerradas. Lo que necesitamos es abrir el espacio para una negociación realmente seria y verdaderamente responsable.
En la masacre del Día de las Madres y en otros eventos desde el 18 de abril se habló de francotiradores, de rifles Dragunov, de la participación del Ejército Nacional al menos abriéndole el Hospital Militar a turbas parapoliciales. ¿Qué tan implicado está el Ejército Nacional?
Aquí es importante que estemos clarísimos todos de que el Ejército representa el punto límite después del cual lo que vendría, si se mete, es el caos total en el país. Si el Ejército interviene, será para matar. Y eso desencadenaría una situación caótica de la que difícilmente podríamos salir. Esa es la razón por la cual tenemos que darle un voto de confianza al Ejército. Y al igual que los jefes anteriores del Ejército, han dicho a esta Comandancia que no se metan. Que su papel es preservar la institución. Si las cosas se ponen más de color de hormiga y el Ejército es conminado a actuar contra el pueblo, entre la disyuntiva de estar al lado del pueblo o al lado del presidente Ortega, el Ejército tiene necesariamente que coger el camino de estar al lado del pueblo.
¿Usted ve eso posible?
Tenemos que confiar en su alto mando y en el Consejo Militar. Estar totalmente persuadidos que ellos no pueden ni deben disparar contra el pueblo. Eso sería el fin de la institución armada Ejército Nacional.
En Masaya dijeron que capturaron a una sargento del Ejército y enseñaron su cédula. Tenemos los videos del Hospital Militar del Día de las Madres… ¿Usted asegura que el Ejército no ha intervenido en esta crisis humanitaria?

Es tal la multiplicidad de circunstancias y de hechos que cualquier cosa podría introducirnos un ruido. Yo estoy totalmente persuadido que hasta el día de hoy el Ejército cumple con la decisión de no disparar contra el pueblo. Y confío en que el Consejo Militar y en la Comandancia General estén acatando el consejo de todos los anteriores jefes del Ejército. No deben involucrarse en estas circunstancias.
Ya son más de 130 muertos. Superamos en víctimas mortales a la revolución de Ucrania de 2014 y a la masacre de Venezuela en 2017. ¿Por qué el Ejército no ha intervenido ya para apoyar al pueblo?
Yo creo que el principal apoyo que nos pueden dar ahora es no meterse. Si llega el momento crítico en donde les den las órdenes de disparar contra el pueblo, ellos saben que esa orden no pueden cumplirla. Están en la obligación de rebelarse. Y este es un asunto que tenemos que decirlo con mucha claridad. Y el pueblo de Nicaragua debe respaldar la actitud actual del Ejército. Y persuadirlo de que solo tienen una alternativa: respaldar al pueblo.
¿Cómo toma Daniel Ortega todas estas muertes?
(Silencio)… Honestamente hay cosas que escapan a mi comprensión. Mandar a asesinar a esos muchachos, estudiantes, jóvenes, niños. Es un nivel de perversidad que yo no lo logro entender desde la perspectiva del sano juicio. Ni siquiera desde la obsesión de permanecer en el poder. Aquí estamos frente a un peligro aún mayor del que los nicaragüenses creemos. Por eso es necesario que todos nos unamos contra la dictadura. Es de primera importancia que el sector privado resuelva involucrarse con convicción en esta lucha. Se equivocan grandemente si creen que van a volver a un régimen de estabilidad como el que tenían antes con Daniel Ortega. Esa situación se rompió. Pero lo clave, la esencia, lo vital de este asunto, es que nos vayamos todos contra la dictadura. Si vamos todos contra la dictadura, nadie desde El Carmen podrá parar al pueblo. Esa es la encrucijada en la que estamos.
¿Qué es eso, ir a El Carmen?
A Daniel estas cosas no le dan miedo. Lo que sí tiene duda es que una multitud desencadenada marche sobre El Carmen. Y te digo, algunos querían en el Día de las Madres. Estaban con esa idea. El Carmen no podría detener una oleada masiva del pueblo que vaya multitudinariamente en busca de justicia y democracia. No podría ser detenido por ninguna medida de El Carmen.
Pero eso generaría un lago de sangre…
Sí. Él solo puede gobernar por la violencia. Y al final terminaría siendo víctima de esa violencia. Cuando ya perdiste vos la legitimidad, que fue lo que él perdió con estos crímenes, solo hay una manera en que vos podés seguir gobernando. Es con la fuerza. Él puede aguantar mucho. Él lo sabe. Él tiene poco respeto por las contrapartes en el terreno concreto de la lucha. Él no cree que los Pellas, los Sacasa, los estos, los otros, son interlocutores de él a la hora del conflicto. Él sabe que los sectores populares sí se le pueden parar. Si Managua despierta yo no sé si van a poder distribuir el periódico ustedes.
Daniel Ortega se reunió con los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua el jueves pasado y ante el clamor democrático pidió 48 horas de reflexión, según monseñor Báez.
Es innegable que Daniel Ortega procura deshacerse de la Conferencia Episcopal. El óptimo ideal para él como mediador en este proceso de negociación es el secretario general de la OEA (Organización de Estados Americanos) Luis Almagro. Pienso que nosotros tenemos que sostener el esfuerzo de la Conferencia Episcopal y aspirar a una combinación de apoyo internacional que esté conformada por Naciones Unidas, la Unión Europea y la OEA. Ya no hay prórroga para Daniel.
Usted conoció a Carlos Fonseca Amador. ¿Qué pensaría Carlos Fonseca de saber que en 2018 Daniel Ortega está causando una masacre contra el pueblo?
(Guarda silencio) Fijate que no me he hecho esa pregunta… No quiero imaginar lo que diría… Esa te la debo.
Plano personal
Julio López Campos, 72 años, es originario de Managua. Está casado con la comandante Mónica Baltodano y es padre de la activista Mónica López Baltodano.
Fue reclutado para el Frente Sandinista de Revolución Sandinista (FLSN) en 1966.
Estuvo un tiempo preso y fue enviado a Suiza a finales de los sesenta, donde se graduó de Ciencias Políticas con especialidad en Relaciones Internacionales.
Durante la insurrección popular sandinista fue dirigente del Movimiento Pueblo Unido, donde “preparaba a las masas para la insurrección final”, según cuenta. También fue parte del Comité Político del Frente Interno.
En el primer año de la Revolución Sandinista fue secretario nacional de Propaganda y Educación Política del FSLN.
Y del segundo año hasta que entregaron el poder en 1990, fue jefe de Relaciones Internacionales.

2018: el Mundial de futbol en la patria de Lenin

2018: el Mundial de futbol en la patria de Lenin
Roberto Pineda, San Salvador, 11 de junio de 2018

Cien años después del triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre en Rusia en 1917, el enfrentamiento entre imperios y resistencias, en el ámbito del deporte universalizado del futbol, se traslada a la patria de Lenin, a un país que realizó a fines del siglo pasado, la hasta entonces impensable experiencia de regresar al capitalismo.

Y la huella de Lenin en lo profundo del corazón del pueblo ruso será un elemento que no podrá ser silenciado, en este evento mundial que inicia el próximo jueves 14 de junio en Moscú y que convoca cada cuatro años a los principales equipos de futbol y se convierte en un enfrentamiento global en la cancha entre imperios y resistencias.

El mundial anterior fue en Brasil en 2014, y fue ganado por Alemania, que le ganó al equipo de Argentina. El anterior en 2010 fue en Sudáfrica y ganado por España que derrotó a Holanda. El próximo mundial será en Qatar en 2022. España, Alemania: los imperios mantienen su hegemonía futbolística.
En este XXI mundial de futbol 2018 participan 32 países: 11 potencias imperiales y 21 resistencias. Rusia ha pasado a ser de potencia del socialismo a potencia imperial capitalista. El gobierno de Putin es un gobierno nacionalista de derecha. Pero a la vez adversario global del actual país hegemónico imperial, los Estados Unidos, primera potencia militar y todavía primera potencia también económica, pero en cerrada disputa con la República Popular China en este ámbito.
El gobierno de Xi Jinping es un gobierno nacionalista de izquierda, candidato a convertirse en la primera potencia económica del planeta. Pero tanto los Estados Unidos como China no participan en este enfrentamiento deportivo. Por su parte, Rusia es sede y a la vez participante y forma parte de una alianza comercial global alternativa, conocida como BRICS, junto con Brasil, China, India y África del Sur. Además mantiene muy buenas relaciones con Irán.
Otros eximperios coloniales y sus equipos participantes son Bélgica, Alemania, Inglaterra, España, Suecia, Dinamarca, Francia, Portugal, Australia y Japón.
Y también están presentes los equipos latinoamericanos. Desde el Sur participan Brasil, Argentina, Uruguay, Perú y Colombia. De nuestra área participan México, Costa Rica y Panamá. Por el Asia Irán, Corea del Sur y Arabia Saudita. Por África, Egipto, Marruecos, Túnez, Senegal y Nigeria. Y otros equipos europeos son los de Polonia, Islandia, Suiza, Croacia y Serbia.
El primer enfrentamiento será entre los equipos de Rusia (puesto 13 en el ranking de la FIFA) y de Arabia Saudita (puesto 59). Arabia Saudita es una monarquía conservadora, y uno de los principales aliados árabes de los Estados Unidos en el Medio Oriente. El 5 de junio del 2017, Arabia Saudita junto con Egipto y los Emiratos Árabes Unidos anunciaron un boicot económico y diplomático contra Qatar, país sede del próximo mundial de futbol en 2022. Ambas monarquías son aliadas de los Estados Unidos. El nudo del conflicto son las relaciones con Irán.
Qatar e Irán comparten la propiedad del yacimiento de gas natural South Pars-North Dome, el campo de gas natural más grande del mundo, brinda apoyo al grupo palestino Hamas, patrocina la cadena de televisión por satélite Al Jazeera, pero a la vez Qatar alberga la base militar estadounidense más grande en el Medio Oriente, la Base Aérea Al Udeid.
A partir de este 14 inicia este enfrentamiento global entre imperios y resistencias.

Postmodernidad y experiencia temporal: Fredric Jameson

Postmodernidad y experiencia temporal: Fredric Jameson
David Sánchez Usanos
Universidad Autónoma de Madrid

A lo largo de las siguientes páginas nos ocuparemos de examinar lo que consideramos una de las propuestas teóricas contemporáneas más sólidas en lo que respecta a la experiencia temporal. Se trata de la realizada por Fredric Jameson (de forma ubicua a lo largo de su obra y siempre en relación a un término a cuya acuñación contribuyó de manera decidida: el postmodernismo).
Fredric Jameson y el postmodernismo

Fredric Jameson es sin duda uno de las principales figuras intelectuales de la segunda mitad del siglo XX. Su carrera se ha desarrollado siempre dentro del ámbito de la teoría y crítica literaria, pero debe su mayor fama a su labor como crítico de la cultura (aspecto en realidad inseparable del anterior, como veremos).

Podemos considerarle con justicia un pionero en la introducción en Norteamérica de las principales corrientes de pensamiento crítico contemporáneo procedentes de Europa (algo de lo que dice sentirse muy orgulloso), labor que llevó a cabo mediante sus libros: Marxism and form; twentieth-century dialectical theories of literature y The prison-house of language; a critical account of structuralism and Russian formalism.

Es también autor de originales y reputados estudios en el ámbito de la teoría literaria como: The Political Unconscious: narrative as a social symbolic act (en el que se dan cita desde la semiótica de Greimas a la hermenéutica medieval pasando por las sutiles distinciones causales de Lukács). Pero, como decíamos, resulta mucho más conocido por su faceta de crítico de la cultura.
Con el artículo «Postmodernism, or The Cultural Logic of Late Capitalism», posteriormente ampliado hasta conformar un libro del mismo nombre, alcanzó reconocimiento internacional fuera del campo de los estudios literarios. Entre sus últimas obras traducidas al castellano cabe destacar: El giro cultural. Escritos seleccionados sobre el posmodernismo 1983-1998 (1999, Buenos Aires, Manantial), Una modernidad singular. Ensayo sobre la ontología del presente (2004, Barcelona, Gedisa) y Arqueologías del futuro: el deseo llamado utopía y otras aproximaciones de ciencia ficción (2009, Madrid, Akal); y su, por el momento, último libro publicado es Valences of the Dialectic (2010, Londres y Nueva York, Verso). Actualmente es profesor 1 en la universidad de Duke (Carolina del Norte, Estados Unidos).

A pesar de ser norteamericano se tiene a sí mismo por un «eurocéntrico», tanto su formación como sus principales referencias intelectuales así lo atestiguan. Realizó su tesis doctoral sobre Sartre, y quizá Adorno pueda considerarse su principal referente estilístico, su obra Filosofía de la nueva música (Tubinga, 1949) ejerció una tremenda influencia sobre él, especialmente el modo en que allí se ponen en relación estructura socioeconómica y manifestación cultural (la sociedad industrial y de masas y las composiciones de Arnold Schoenberg e Igor Stravinski).

Desde el comienzo de su carrera parece empeñado en una vindicación del pensamiento dialéctico, del examen de los fenómenos en toda su complejidad (y ambigüedad), huyendo de simplificaciones y combatiendo la, en su opinión, tendencia hacia la especialización y fragmentación dominante en el pensamiento angloamericano (y desde luego no ajena a los procesos análogos que se llevan a cabo en la producción industrial).

El marxismo supone para él, ante todo, un marco teórico, un instrumento de trabajo desde el cual proyectar su labor crítica. Lejos de cualquier ortodoxia, si por algo se caracteriza nuestro autor es por incorporar de manera fecunda elementos de la más diversa procedencia. Su lectura de Marx se encamina a subrayar lo que de Hegel hay en él (es decir, lo dialéctico); también emplea conceptos del psicoanálisis (Freud y Jacques Lacan) o de la semiótica (el cuadrado de Greimas) dándoles una nueva dimensión e integrándolos armónicamente en su propuesta teórica.

Algunos de los puntos en los que ésta se substancia son los siguientes:
˗ Vivimos en un momento del modo de producción capitalista en el que éste ha ocupado por completo la totalidad del globo y, lo que es más, el espectro completo de la actividad humana. Lo que antes podían constituir espacios autónomos desde los que ejercer la crítica, como el arte y la cultura, se rigen en estos momentos por los mismos parámetros comerciales que cualquier otro segmento de mercado.
˗ Hay, por tanto, una estrecha conexión entre la estructura socioeconómica que se da en un momento determinado y las manifestaciones culturales y artísticas que le son contemporáneas.
˗ La producción artística y cultural puede ser empleada como «material de diagnóstico» a partir del cual el intelectual y el teórico pueden examinar la tendencia de una determinada época, los anhelos e insatisfacciones colectivas que se manifiestan (con mayor o menor grado de inmanencia) en el texto artístico y literario.
˗ El modo de rastrear esa presencia de deseos insatisfechos en, por ejemplo, la literatura de una época no ha de ceñirse, al decir de Jameson, en la atención exclusiva a determinados contenidos a los que tradicionalmente se les atribuye una significación político-social desde la crítica literaria marxista. Es la propia relación entre forma y contenido la que ha de ser repensada a partir del modo en que los materiales disponibles en un momento histórico particular (que vienen determinados, claro está, por las condiciones sociales imperantes en ese momento) parecen exigir un determinado tratamiento formal.
Lo característico de los análisis de Jameson será, por tanto, un extraordinario rigor a la hora de examinar la estructura y materialidad del texto pero que, lejos de quedarse en un mero formalismo, relaciona esos dispositivos formales con la circunstancia socioeconómica que los envuelve. Y es que concibe la suya como una tarea esencialmente política, encaminada a reinscribir la historia en el seno mismo del texto y, en general, a tratar de recuperar cierto «sentido histórico» (en relación, por ejemplo, a la idea del carácter construido ―y por tanto transformable― de nuestro orden social) que parece ciertamente adormecido en nuestra época.
Por lo que respecta a la dimensión política (y económica) de su trabajo, creemos esencial mencionar la influencia del economista alemán Ernst Mandel de quien Jameson adopta su secuencia de las fases del capitalismo presentada en Der Spätkapitalismus.
Ofrecemos a continuación el modo en que Jameson recoge y adapta la mencionada evolución histórica del modo de producción capitalista vinculando cada una de sus fases (o «largas olas» del capitalismo) con la pauta cultural dominante que le corresponde en el tiempo :
1. Una primera fase, o «capitalismo nacional», puede ser descrita en términos de un capitalismo de tipo clásico donde el intercambio y la producción tienen lugar en el interior de cada país (que esté lo suficientemente avanzado en términos de industrialización, claro está). La pauta cultural dominante en esta fase es el «realismo».
2. En una segunda fase, «monopolista» o «imperialista», se crean grandes compañías que ejercen su influencia sobre terceros países de forma colonial. En el ámbito cultural es el momento del «modernismo».
3. En una tercera fase, las compañías pasan a ser multinacionales que extienden su área de influencia a todo el orbe y cuyas relaciones ya no cabe interpretar en los términos de las fases previas. La producción industrial se ve transformada completamente debido al exponencial avance tecnológico, la irrupción de la televisión, los medios de comunicación de masas y la informática. Esta transformación afecta al arte, la cultura, la política y a la práctica totalidad de la actividad humana. A este periodo del capitalismo «avanzado» o «tardío» le corresponde, en lo que respecta a la producción cultural, el postmodernismo.
El final de la segunda fase ―a la que corresponde el modernismo― tuvo lugar cuando acabó la tarea de reconstrucción tras el fin de la II Guerra Mundial. Y a pesar de que el estilo arquitectónico al que originalmente se refería el término postmodernismo hace tiempo que fue abandonado, en modo alguno eso significa que hayamos ingresado en un nuevo ―y distinto― orden socioeconómico. Estructuralmente nada ha cambiado ―tampoco tras el once de septiembre―, luego, siempre según Jameson, seguimos inmersos en la misma situación.
Fredric Jameson no inventó el término postmodernismo que, como decimos, fue usado con profusión en los debates de teoría arquitectónica de finales de los 70 y que, más o menos por la misma época, fue empleado por el crítico y teórico de la literatura norteamericano Ihab Hassan . Aunque su mayor difusión quizá se deba a un oscuro librito de Jean-François Lyotard: La condition postmoderne: rapport sur le savoir escrito en 1979 que poca justicia hace a la brillantez de que hace gala su autor (siempre en otras obras, como decimos); a pesar de esa circunstancia, dos son, en nuestra opinión, las figuras que de quienes podemos hablar como «los pensadores de la postmodernidad»: Jean Baudrillard y quien nos ocupa, Fredric Jameson.
La definición más precisa de qué entiende Jameson por «postmodernismo» nos la da el subtítulo de su obra más conocida, a saber el posmodernismo es precisamente «la lógica cultural del capitalismo avanzado».
Aunque por momentos puedan usarse como términos equivalentes, en un sentido estricto podríamos decir que mientras que «postmodernidad» hace referencia al momento histórico, o «situación», que atravesamos, «postmodernismo» es el nombre que recibe la pauta o estilo que gobierna las manifestaciones artísticas y culturales que se producen bajo esa situación determinada (que es y sigue siendo la nuestra: a saber la de un capitalismo refinado frente al que no se atisban alternativas, que se extiende por la totalidad del globo y cuya «lógica» controla facetas que antes escapaban a su dominio: la naturaleza, el arte o la propia psique).
El prefijo «post» proporciona una carga de paradoja a ambos términos ―postmodernidad, postmodernismo― que quizá haya contribuido en no poca medida a su difusión. Si por «moderno» entendemos tanto lo opuesto a lo clásico o a lo antiguo, como lo que, siendo contemporáneo, parece más avanzado de acuerdo a algún criterio, su referencia siempre parece estar situada en el presente.
Más aún, podríamos decir que lo moderno es lo que, aún dentro del presente, se encuentra más próximo al futuro. Y dado que «post» significa invariablemente aquello que viene después o detrás de algo (que es posterior, en suma), «postmodernidad» o «postmodernismo» significarían respectivamente, aquello que viene después de la modernidad o, por lo que respecta al estilo artístico, lo que sucede al modernismo; es decir algo que, por la contemporaneidad implícita en ambos sustantivos, no puede darse.
«Postmodernidad» y «postmodernismo» implicarían, por tanto, sendos juicios acerca de la modernidad y el modernismo: las características propias de la modernidad y el modernismo se siguen dando pero de un modo distinto, degradado, debido a que el contexto de referencia de ambos términos ha cambiado (para Jameson esa diferencia consiste, lo estamos viendo, precisamente en el ingreso en una nueva fase del modo de producción capitalista que, tras los cambios tecnológicos y sociales acaecidos tras la segunda guerra mundial, ha adoptado una forma que podría considerarse más pura y adecuada a la descripción que hiciese Karl Marx en El Capital que la que el propio Marx conoció en vida).
Evidentemente el significado de postmodernidad y postmodernismo vendrá determinado por qué se entienda por modernidad y modernismo, algo que varía enormemente en función del área de conocimiento que elijamos (y también del ámbito geográfico-intelectual). Por lo que respecta al modernismo sí consideramos necesario compartir con el lector un apunte de Octavio Paz que consideramos sumamente clarificador:
Hacia 1880 surge en Hispanoamérica el movimiento literario que llamamos modernismo. Aquí conviene hacer una pequeña aclaración: el modernismo hispanoamericano es, hasta cierto punto, un equivalente del Parnaso y del simbolismo francés, de modo que no tiene nada que ver con lo que en lengua inglesa se llama modernism. Este último designa a los movimientos literarios y artísticos que se inician en la segunda década del siglo XX; el modernism de los críticos norteamericanos e ingleses no es sino lo que en Francia y en los países hispánicos se llama vanguardia. (Paz, 2008, p. 98)
Tenemos entonces que tanto «postmodernidad» como «postmodernismo» señalan un cierto fracaso de sus referentes originales; en el caso de la postmodernidad la modernización, la modernidad o incluso la Ilustración, y respecto al postmodernismo, el proyecto estético de oposición a la cultura de masas y de renovación de la percepción que supuso el modernismo (usamos el término en el sentido del angloamericano más arriba mencionado).
Fracaso, decimos, porque de algún modo se entiende que ambos movimientos se han agotado sin lograr sus propósitos originales (sin cumplir las expectativas, o promesas, que habían suscitado), pero la situación es tal que no contamos con un andamiaje teórico propio que nos permita definir de una manera autónoma» ni lo que sucede en el ámbito socioeconómico (postmodernidad) ni en el artístico-cultural (postmodernismo) y nos vemos obligados a emplear una terminología un tanto parasitaria (que, de paso, conserva en la memoria la conciencia de aquel fracaso). Parece, en definitiva, como si el tiempo se hubiese detenido para nosotros. Yen el examen de este fenómeno consiste precisamente nuestra propuesta.
Experiencia temporal
A nuestro juicio uno de los aspectos más sugerentes del retrato de la postmodernidad que realiza Jameson es su insistencia en la superioridad del espacio sobre el tiempo como categoría rectora fundamental de la experiencia contemporánea.
Este predominio del espacio ―como tema y motivo, pero también como «tono espiritual»― resulta patente en las manifestaciones artísticas y culturales (así como en las preocupaciones teóricas) de nuestra época. La crónica de la historia intelectual de occidente se parece a menudo a la enumeración de los sucesivos bandazos de las preocupaciones y motivos de cada generación respecto a aquella que la ha precedido en el tiempo.
En opinión de Jameson el modernismo se distinguió fundamentalmente por su interés por la cuestión del tiempo, a este respecto la mención a À la recherche du temps perdu (1913-1927) de Marcel Proust resulta ya un lugar común, pero ahí están también, por ejemplo, Sein und Zeit (1927) de Martin Heidegger o el comienzo de Four Quartets (1944) de T. S. Eliot:
El tiempo presente y el tiempo pasado quizá estén ambos presentes en el tiempo futuro, Y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado. Si todo tiempo está eternamente presente todo tiempo es irredimible.
Pero, más allá de estas referencias, podría decirse que para el modernismo intelectual y literario, la cuestión del tiempo era sencillamente la cuestión. Los cambios experimentados después de la II Guerra Mundial en la configuración económica y social del globo (expansión del capitalismo, consolidación de la sociedad de masas…) determinan a su vez una modificación en la estructura psíquica del individuo.
Ello se ve reflejado tanto en el arte y la cultura de la postmodernidad como en el tipo de patologías a las que somos más propensos. En ambos casos lo que se observa es una sustitución del tiempo por el espacio como elemento central y determinante. Las siguientes palabras de Fredric Jameson en su célebre artículo sobre el postmodernismo resultan muy claras al respecto:
Sin embargo el decaimiento de la afectividad puede resultar también caracterizado, en el contexto más limitado de la crítica literaria, como el decaimiento de los grandes temas del alto modernismo acerca de las temporalidad, los misterios elegíacos de la durée y la memoria (algo que debe ser entendido completamente como una categoría de la crítica literaria asociada tanto al alto modernismo como a las propias obras).
En cambio se nos ha dicho a menudo que ahora habitamos lo sincrónico en lugar de lo diacrónico, y creo que resulta al menos empíricamente discutible que nuestra vida cotidiana, nuestra experiencia psíquica, nuestros lenguajes culturales, están hoy en día dominados por categorías espaciales antes que temporales (como sucedía en el período precedente del alto modernismo). (Jameson, 1991, p. 16)
Ese cambio en la disposición afectiva del individuo está en entrecha conexión con el «destino» de la experiencia temporal en la postmodernidad. Así, «Alienación» o «angustia» resultaban términos precisos para referirse a trastornos o estados de ánimo característicos de la modernidad. Pero para que se den tales sentimientos resulta imprescindible que el individuo disponga de la experiencia de una situación distinta (vivida o evocada) con la que comparar su quehacer cotidiano y concluir, en su caso, el carácter inauténtico, empobrecedor y enajenante de éste.
Pero ese cotejo resulta inviable en la postmodernidad, el modo de producción capitalista ocupa la totalidad de la realidad (y la imaginación), el individuo se encuentra desorientado ante una circunstancia (la del capitalismo tardío multinacional) que le envuelve pero que es incapaz de representarse, la imposibilidad de organizar su experiencia de un modo lineal y coherente es uno de los síntomas de esa situación.
Es por ello por lo que, siempre según Jameson, a la hora de hablar de la disposición mental que distingue a la postmodernidad términos como «fragmentación» y «esquizofrenia» resultan más apropiados.
El propio pasado se ha convertido en una suerte de depósito, de almacén disponible de motivos e imágenes de los que surtirse a la hora de confeccionar cualquier producto en el presente. El pasado ya no constituye un referente real que precedió a nuestro presente, su naturaleza, en nuestra postmodernidad, es casi ficcional, toda vez que muchos de sus elementos están presentes (recreación constante de estilos y tendencias que se mostraron exitosos; exposición continuada ―y a veces agotadora― a determinados productos y acontecimientos, tanto ficticios (películas o canciones de otras épocas) como reales (el asesinato de Kennedy, el atentado contra las torres gemelas).
Si bien nuestra época parece vivir en un «presente perpetuo» ―fruto de la incapacidad que tenemos tanto de representarnos la totalidad del sistema capitalista, como de imaginar un futuro realmente distinto (más allá de la escatología catastrófica)―, se encuentra, por otro lado, aquejada de una especie de «fiebre historicista» o compulsión por consumir otras épocas, otros momentos históricos (el fenómeno editorial de la novela histórica o la presencia constante de eventos como la II Guerra Mundial en videojuegos y películas son sólo algunas de sus muestras), que son interpretados más como motivos de evasión o elementos asociados a nuestra identidad (construida en torno a nuestros pasatiempos y aficiones) que como hechos realmente acontecidos.
Para Jameson, entonces, las cuestiones del tiempo y la temporalidad, son algo anacrónico, asuntos del pasado. En el año 2003 nuestro autor publicó un artículo con el provocador título de «El fin de la temporalidad» en el que comenzaba afirmando:
¿Después del fin de la historia, qué? No se divisan nuevos comienzos, sólo puede ser el final de algo más. Pero el modernismo ya terminó hace tempo y con él, presumiblemente, el tiempo mismo, del mismo modo que se ha rumoreado mucho con que el espacio ha sustituido al tiempo en el esquema ontológico general de las cosas.
Como mínimo el tiempo se ha convertido en un ser inexistente y la gente ha dejado de escribir acerca de él. Los novelistas y poetas lo han abandonado asumiendo, de modo enteramente plausible, que había sido ampliamente tratado por Proust, Mann, Virginia Woolf y T.S. Eliot y dejó pocas oportunidades de innovación literaria para el futuro.
Los filósofos también lo dejaron dado que, aunque Bergson seguía siendo letra muerta, Heidegger todavía seguía publicando un libro póstumo al año sobre el asunto. (Jameson, 2003, p. 695)
Naturalmente nuestro autor no está diciendo que el tiempo no exista, sino que ha dejado de ser la preocupación literaria y filosófica central, tal y como sucedía en la época inmediatamente anterior a la nuestra. El hecho de que el espacio le haya arrebatado ese puesto es, de hecho, un síntoma que nos permite distinguir históricamente nuestro período. Basta atender al espectacular incremento de libros publicados en torno esa cuestión o al auge académico experimentado.
Así que el dictum de que el tiempo era la nota dominante de lo moderno (o del modenismo) y que el espacio lo es de lo postmoderno tiene un significado a la vez temático y empírico: que lo que hacemos, de acuerdo con los periódicos y las estadísticas de Amazon, es lo mismo que lo que decimos que estamos haciendo. No veo cómo podemos evitar identificar en esto un cambio epocal, y ello afecta tanto a las inversiones (galerías de arte, comisiones de construcción) como a las cosas más etéreas también denominadas valores. (Jameson, 2003, p. 696)
Una de las claves de las innovaciones formales del modernismo reside, al decir de Jameson, en que el modernismo es ante todo la respuesta estética a una modernización incompleta. El capitalismo aún no se había implantado por completo, amplias zonas del occidente europeo aún se regían por sistemas más parecidos a lo que se daba en la Edad Media, todavía existían contrastes entre campo y ciudad, metrópolis y colonia, campesinado e industria.
La apreciación crítica de la nueva forma de vida que significaba el capitalismo únicamente resulta posible a partir del elemento comparativo que suponen esos otros órdenes y formas de producción que, como sabemos, terminarán por ser abolidos. La experiencia del tiempo que propiciaban la vida urbana y el trabajo en el taller fabril era completamente diferente de aquella que había regido hasta ese momento (más apegada a los ciclos naturales de las cosechas, a las estaciones o a la alternancia del sol y la luna). Con la progresiva extensión del modo de producción capitalista desaparece, entre otras cosas, toda experiencia alternativa del tiempo, esa homogeneidad de la experiencia parece entonces quedar mejor definida por un patrón espacial.
Espacio, además, cuyo dibujo proviene del progresivo aumento, tanto en intensidad como en extensión, de la planificación, la racionalización y control que se da en cada una de las mencionadas fases que atraviesa el modo de producción capitalista con respecto a la anterior. Ello conduce, como hemos señalado con anterioridad, a que en la postmodernidad no existan zonas ajenas a la lógica de la mercancía.
La intervención de Mandel en el debate postindustrial implica la proposición de que el capitalismo tardío, multinacional o de consumo, lejos de ser inconsistente con el gran análisis de Marx llevado a cabo en el siglo diecinueve, constituye, al contrario, la forma más pura de capital que hasta el momento ha emergido, una prodigiosa expansión del capital en áreas hasta el momento no mercantilizadas. Este capitalismo más puro de nuestro propio tiempo elimina, por lo tanto, los enclaves de organización precapitalista que habían sido tolerados hasta el momento y los explota de un modo tributario.
En conexión con esto, uno se siente tentado a hablar de una nueva e históricamente original penetración y colonización de la naturaleza y el inconsciente: esto es, la destrucción de la agricultura precapitalista del tercer mundo por medio de la Revolución Verde, y el auge de los medios de comunicación de masas y la industria publicitaria. En cualquier caso, habrá quedado suficientemente claro que mi propia periodización cultural de las fases de realismo, modernismo y postmodernismo está tanto inspirada como confirmada por el esquema tripartito de Mandel. (Jameson, 1991, p. 36)
El nuevo espacio en que consiste la experiencia contemporánea de la postmodernidad posee dos características que llaman la atención sobre las demás.
1. La desaparición del cambio
Dado que la forma mercancía ocupa todo el espacio de lo posible y que el modo de producción capitalista en su fase avanzada constituye la única experiencia del mundo que posee el individuo contemporáneo, la estructura socioeconómica ha dejado de vivirse como histórica y es contemplada, en cambio, como natural.
Fruto de esta situación acontece en nuestra psique un fenómeno ciertamente inquietante: la incapacidad para percibir los cambios (debido a que, quizá tomado el sistema en sus conjunto, efectivamente no acontezca cambio alguno) que a su vez está relacionada con esa falta de sentido histórico (o falta de aptitud para percibir la historicidad de determinados estamentos e instituciones ―el hecho de que tengan un origen en el tiempo y que puedan tener un final o verse alterados―) que Jameson se empeña en denunciar y conjurar una y otra vez (no se equivoca quien crea ver en este punto la influencia de Bertol Brecht y su táctica de «extrañamiento» u ostranenie ).
El apego al presente ―o «presente perpetuo» que anunciábamos líneas más arriba― adquiere numerosas formas, una de ellas es la moderna preocupación contemporánea por el cuerpo: Pues la reducción al presente, desde esta perspectiva, es también una reducción a algo más, algo bastante más material que la eternidad como tal. En realidad parece suficientemente claro que cuando no se tiene nada salvo el presente temporal, se sigue que no se tiene nada salvo el propio cuerpo. Por tanto la reducción al presente puede también ser formulada en términos de una reducción al cuerpo como el presente del tiempo.
Este movimiento explica la proliferación de teorías que se dan hoy en torno al
cuerpo y su valoración (así como la de su experiencia) como la única forma auténtica de materialismo. Pero un materialismo basado en el cuerpo individual (que de nuevo se encuentra en la investigación contemporánea en relación al cerebro y la filosofía de la mente y también en torno a las drogas y la psicosis) se identifica con el materialismo mecánico que proviene más de la Ilustración del siglo XVIII que del materialismo histórico y social como el que surgió de Marx y de una visión del mundo propiamente histórica (del siglo XIX). (Jameson, 2003, pp. 712-713)
Evidentemente ello no quiere decir que Jameson se sitúe políticamente en contra de aquellos que protagonizan esas vindicaciones (antes al contrario) , pero lo que critica nuestro autor es la función efectiva que cumplen dichas teorías en el capitalismo tardío, o lo que es lo mismo, las analiza en tanto que síntomas del propio sistema que dicen combatir / denunciar (algo parecido a lo que nuestro autor realizaba a propósito del estructuralismo y el postestructuralismo en The prison-house of language).
Hemos de afirmar, no obstante, que Jameson huye siempre de cualquier tipo de posición «moralizante» y, como respecto al postmodernismo o al propio capitalismo, evita hablar de bueno / malo también en este caso: «No es tanto lo correctas o incorrectas que tales teorías sean lo que aquí nos ocupa; en realidad, ya he sugerido que éstas no son las categorías adecuadas con las que juzgar cualquier posición intelectual de hoy en día, que más bien deben ser evaluadas en términos de la experiencia del mundo que organizan y reflejan así como de las funciones ideológicas a que sirven. En el caso de la reducción al presente y al cuerpo, es más importante subrayar los modos en que todas estas teorías reproducen la tendencia más profunda del propio orden socioeconómico.» (Jameson, 2003, p. 713) .
2. Desorientación
La desorientación es propia de la condición urbana del tardocapitalismo. Si por algo se caracteriza nuestro presente es por la cantidad de antiguas barreras que han desaparecido («todo lo sólido se desvanece en el aire» decían Marx y Engels en el Manifiesto comunista). La mencionada expansión e implantación del modo de producción capitalista ha acabado, lo veíamos desde el principio, con la antigua autonomía que ostentaban el arte y la cultura.
Ello no ha redundado en la desaparición del arte y la cultura. No al menos de un modo convencional. Lo que ha sucedido, más bien, es el aumento desmedido de aquello que es susceptible de ser considerado arte o cultura, asistimos a lo que podríamos denominar una «pan-estetización». Si en esta atmósfera cabe hablar de muerte del arte, dicho deceso hemos de atribuirlo sin ningún género de dudas, a su éxito. Si cabe decir que en nuestra época el arte ha muerto ―lema ya acuñado por Hegel― desde luego ha muerto de éxito.
Lo que sí resulta muy diferente en la postmodernidad respecto a la época del modernismo inmediatamente precedente es el desmantelamiento de la antigua frontera entre alta y baja cultura, o entre arte y cultura de masas. El artista del modernismo tenía conciencia de ser un desclasado, ante el nuevo orden que se estaba fraguando le acompañaba siempre un reconfortante sentimiento de marginalidad (asunto bien distinto es el posterior ingreso de las principales obras y artistas de ese período en el canon académico). Gustaba de percibirse a sí mismo y a su producción enfrentada a las mercancías destinadas al consumo masivo.
La progresiva incorporación de elementos procedentes de esa cultura de masas en la obra artística (primero, cierto es, bajo una voluntad ciertamente irónica) terminó por conducir (Andy Warhol es el ejemplo más citado) a un mimetismo casi absoluto. El predominio del collage y el kitsch en la postmodernidad (algo que no debe desvincularse de la compulsión historicista que mencionábamos más arriba) ha de entenderse dentro de esta tendencia.
Otra de las fronteras que se han desvanecido es la antigua distinción entre campo y ciudad. Con el sometimiento de la naturaleza (otrora fuente de lo sublime e indómito) a la disciplina industrial no existe hoy en día nada distinto a la ciudad. Nuestro mundo es un mundo urbano que desconoce, por ejemplo, los antiguos ritmos de la cosecha y las estaciones que servían, durante el período modernista, de contrapeso a la experiencia del tiempo impuesta por la producción fabril.
La ciudad postmoderna, como el sistema económico al que pertenece, ya no se encuentra, además, planificada de acuerdo a dimensiones y necesidades humanas. Cada vez resulta más difícil orientarse en ellas (a este respecto quizá la ciudad norteamericana de Los Ángeles sea uno de los ejemplos supremos). En general podemos decir que la sensación del individuo en el espacio postmoderno (es decir, del habitante de la gran ciudad) es la de un extravío permanente.
Se trata de un fenómeno físico pero, sobre todo, mental ya que enlaza con lo comentado acerca de la imposibilidad de generar una representación total del sistema, de la red del capitalismo mundial (de la que tenemos experiencia pero respecto a la cual carecemos de una imagen que nos permita orientarnos y actuar) y que, entre otras cosas, tiene un efecto paralizante pues las representaciones (incompletas) a las que tenemos acceso nos transmiten esa inmensa complejidad del sistema: «un desplazamiento convulso en nuestra cartografía cognitiva de la realidad que tiende a privar a la gente del sentido de hacer o producir esa realidad, de situarlos frente a la realidad de circuitos pre-existentes que carecen de agente, y condenarles a un mundo de recepción puramente pasiva.» (Jameson, 2003, p. 702) .
Pero Fredric Jameson, insistimos, no es que abogue por la desaparición del tiempo, de hecho apuesta fuerte por la historia. Lo que distingue, de hecho, al período histórico en el que estamos respecto a otros es precisamente el modo en que experimentamos el tiempo. Esa «espacialidad», imposibilidad de pensar el cambio y desorientación que nos caracteriza tiene como resultado una parálisis del juicio crítico y, por tanto, de la acción política.
Encaminado a corregir esa situación nuestro autor se esfuerza por hacer patentes esos rasgos mediante el análisis de productos artísticos y culturales contemporáneos (el primer paso para el cambio de una situación es percibirla; en este sentido Jameson siempre ha interpretado la labor del crítico literario como una tarea eminentemente política) y aboga también por una transformación de nuestra percepción (lo cual revela, por cierto, su educación bajo el canon modernista, pues ésa era ―la renovación de las facultades perceptivas― una de las máximas aspiraciones de los artistas de la época) de modo que volvamos a pensar la historia.
En una época, la postmodernidad, caracterizada por el dominio de lo espacial, y en un autor que reniega de todo humor nostálgico, la «solución» no puede provenir nunca de una estética, un arte y unas condiciones socioeconómicas pasadas pues ya no son las nuestras. Hemos de ser responsables y asumir nuestro propio tiempo, en este sentido Jameson confía en una propuesta artística y cultural ―a la que se refiere de un modo un tanto vago con el nombre de «cartografía cognitiva» ― que tenga siempre un horizonte pedagógico – político, que nos permita orientarnos a través de mapas cognitivos que nos procuren una experiencia más satisfactoria y nos permitan hacernos cargo de nuestro propio tiempo (y su eventual transformación).
Una estética de cartografía cognitiva ―una cultura pedagógica y política que busque dotar al sujeto individual con un nuevo sentido intensificado de su lugar en el sistema global― necesariamente tendrá que respetar la ahora enormemente compleja dialéctica representacional e inventar formas radicalmente nuevas de cara a hacerle justicia.
Claramente esto no es entonces una llamada a un retorno a algún tipo de sistema más antiguo, un espacio nacional más antiguo y transparente, o algún enclave más tradicional y tranquilizador desde el punto de vista de la mímesis o la representación: el nuevo arte político (si es que resulta posible) tendrá que mantener la verdad del postmodernismo, es decir, de su objeto fundamental ―al mismo tiempo que logra tremendo avance en una manera, aún inimaginable, de representarlo― en el cual debamos de nuevo comenzar a captar nuestra posición como sujetos individuales y colectivos y recuperemos la capacidad de actuar y luchar que ahora mismo se encuentra neutralizada por nuestra confusión tanto social como espacial.
La forma política del postmodernismo, si hay alguna, tendrá como su vocación la invención y proyección de una cartografía cognitiva global, a escala tanto social como espacial. (Jameson, 1984, p. 92 y final)
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He luchado por la justicia social desde 1960…Entrevista con Raúl Vargas

HE LUCHADO POR LA JUSTICIA SOCIAL EN EL SALVADOR DESDE 1960…
Entrevista con Raúl Vargas.

SAN SALVADOR, 23 de febrero de 2018 (SIEP) “He luchado por la justicia social en El Salvador desde 1960…” nos comparte Raúl Vargas, destacado militante revolucionario salvadoreño, conocido popularmente como el “Bachiller Campesino”.

“Me incorpore a las luchas populares por influencia de un tío, de nombre Salvador Vargas, que era tipógrafo y además militante del Partido Comunista; el me platicaba y me llevaba literatura revolucionaria; aprendí mucho de él sobre el compromiso revolucionario, el amor a nuestro pueblo y la defensa de sus intereses
Él vivía allá por la Isla, en la colonia San Judas en la zona conocida por La Isla en la capital San Salvador. Cuando él consideró que ya era el tiempo adecuado me contactó con otro camarada, con Bonifacio Ramirios, conocido como Chito, que era hermano de Julia, de Eva y de Juanita. Julia era la mujer del Oso Castro Belloso y Juanita, que llegó a ser posteriormente la señora de Miguel Mármol.
Con Chito nos reuníamos periódicamente, respondía a mis preguntas y dudas sobre el Partido, me llevaba materiales para estudiar. Y en 1960, a los 21 años cumplidos y recién salido de estudiar la secundaria, me dio ingreso y fui juramentado por él mismo como miembro del PCS en un lugar en las afuera de la ciudad, allá en Soyapango.
Miguel Mármol el legendario sobreviviente de la insurrección de 1932 frecuentaba la casa del compañero Chito y ahí lo conocí y nos poníamos a platicar sobre temas de la realidad del país. Él hablaba del 32 como si hubiera sido ayer y ya habían pasado casi treinta años. Era una riqueza de conocimientos los que adquiría, aprendí mucho con Miguelito. Forjamos una relación entrañable, de muchos años, de persecuciones y sacrificios, de alegrías y de trabajo conjunto, hasta que él murió ya después de los Acuerdos de Paz.
Luego de ingresar formalmente al Partido me asignaron a una célula, de nombre Rafael Bondanza, la integrábamos uno de los hijos de Modesto Ramírez, uno de los fundadores del Partido Comunista, dos compañeros más y mi persona. Una de las actividades que realizábamos era ir a repartir por las madrugadas propaganda del Partido, la metíamos por debajo de las puertas de las casas, para que los trabajadores la encontraran al despertarse. Esto se realizaba en los cantones del municipio como eran: El Limón, Buena Vista, Venecia, el Plan del Pino y otras comunidades. Otra actividad que era permanente era la capacitación política que era impartida por Miguelito Mármol, él fue mi maestro, nos hablaba acerca del socialismo y del viaje que realizó en 1930 a la Unión Soviética, nos hablaba de las ideas del marxismo, de los éxitos de Cuba, de las tesis de Lenin; de un viaje a una reunión sindical en Montevideo, Uruguay; de la historia de lucha y sacrificio del PCS, de su fundación en la playa de Asino en Ilopango…
Como no estaba trabajando y habiendo terminado mis estudios de secundaria, me dediqué a tiempo completo al trabajo partidario, incluso sin cobrar salario. Me dedicaba a recorrer los cantones rurales, a establecer nuevos contactos entre jóvenes y trabajadores, y ampliar nuestra área de influencia partidaria…y así fueron surgiendo nuevos grupos de simpatizantes, en otros lugares como en el cantón Asino del lago de Ilopango; y en un cantón perteneciente al municipio de Comasagua.
Como resultado de este trabajo Miguel Mármol en 1964 me incorpora a la Comisión Rural del Partido, y ahí conozco a Modesto Ramírez y Segundo Ramírez ambos sobrevivientes del 32; a Alfonso Martínez y a Fidel, hijo de Segundo Ramírez. Los cinco integrábamos la Comisión Rural bajo la dirección de Miguelito Mármol. La formación de este organismo era resultado de los acuerdos adoptados por el V Congreso: trabajar con fuerza políticamente el campo.
Todo este esfuerzo organizativo culmina con la creación en 1970 de la organización campesina ATACES, Asociación de Trabajadores Agrícolas y Campesinos ya con la participación de Víctor Rivera destacado militante del Partido en el Departamento de Sonsonate. Y nos distribuimos el trabajo para visitar a las bases rurales en todo el país. Teníamos trabajo campesino en la zona de los Nonualcos, en particular en Santiago Nonualco, donde vivía una familia de apellido Crespín, muy aguerrida, todos eran comunistas, sólidos, entusiastas . A un joven de esta familia me acuerdo que lo mataron los escuadrones de la muerte de ese tiempo, cuando se dedicaba a realizar propaganda de la Unión Nacional Opositora, UNO. Se llamaba el joven mártir del Partido, Lorgio Crespín. La organización también cobró auge en municipios del departamento de Santa Ana; en Sonsonate, había ahí un camarada sobreviviente de 1932, de nombre Bartolo.
El trabajo de organización campesina era mi responsabilidad partidaria principal por lo que con respecto al FUAR solo me acuerdo que asistí a principios de los años 60 a una asamblea general allá en la terraza del Edificio Chahín. Los asistentes en su gran mayoría eran militantes o por lo menos simpatizantes del Partido, ahí vi a tantos rostros de gente del PC, que posteriormente fui conociendo personalmente. Acordémonos que para esa época predominaba la clandestinidad, éramos un partido ilegal, prohibido. La asamblea la dirigía Schafik. Ahí conocí a Armando Herrera, con quien fuimos cheros, un gran camarada. También ahí me entere de la disputa existente entre Schafik y Cayetano.
Con Carpio tuve muy buena relación y me acostumbre a escucharle sus críticas a los que él llamaba los “pequeños burgueses” del Partido. Ya para ese tiempo iba tomando protagonismo al interior del Partido. En 1964 la dirección del Partido me ofrece la oportunidad de ir a estudiar una carrera técnica en la Unión Soviética y acepto la responsabilidad. Hice todos los trámites. Y ya para irme Cayetano me mandó a llamar para platicar. Me dijo con su típico estilo: “compañero, Usted tiene cualidades para ser un buen comunista, para ser un destacado revolucionario y le digo francamente que no quisiera que se fuera, porque vamos a perder a un cuadro, quiero que se quede y quiero pedirle que lo piense, que nuestro pueblo necesita luchadores como Usted…” La verdad, su discurso era muy sincero y me persuadió, me convenció, elogió mi persona y el trabajo que realizaba. Tuve que deshacer la maleta y no me arrepiento de haberlo hecho…
No obstante, todos nuestros planes y entusiasmo por desplegar el trabajo de organización campesina, y el siguiente año, el 65, nos vimos lanzados a una actividad nueva, la actividad electoral, realizada haciendo uso de un partido legal, el PAR Nueva Línea. Y abandonamos temporalmente el trabajo campesino. Nos involucramos en el trabajo electoral que nos permitió crecer partidariamente, acumular experiencia política, y lo más importante: establecer un fuerte contacto con la gente y sus necesidades y particularmente, llevar nuestra propaganda a las áreas rurales de nuestro país.
En el Oriente del país como resultado de esta nueva cancha de trabajo político que se abría en lo electoral, el Partido decide enviarme a San Miguel para abrir trabajo partidario. Llego y me encuentro al “Diablo”, es decir a Ernesto Alemán, un camarada del Partido que por su trabajo de motorista de una fábrica de dulces, viajaba seguido a San Miguel y ahí se quedaba por varios días y así decidimos buscar un cuarto de habitación y pagarlo entre los dos. A él lo conocí en el cantón Venecia siendo cipotes, los dos éramos colonos de la hacienda. Yo me encargue de politizarlo aunque por su modo de ser juguetón esto fue un poco difícil. En San Miguel nos encontramos con directivos del PAR que nos abrieron las puertas al trabajo político. Contábamos incluso con local que quedaba una cuadra al norte de la Alcaldía. Y entonces logramos desarrollar una campaña política “cachimbona”, con muchos mítines y pega de propaganda.
La vez que llegó nuestro candidato presidencial el Dr. Fabio Castillo, quedo asombrado del trabajo realizado y nos felicitó. Quedamos en segundo lugar a nivel de alcaldía. Nuestro candidato a Alcalde se llamaba Arístides Pineda, y era un verdadero líder. Arístides tenía mucho arraigo popular, era locutor de la YSKL, y siempre estaba rodeado de gente, su presencia fortaleció mucho al PAR. Después de la campaña lo echaron de la radio y logró irse para Estados Unidos, allá en Washington consiguió empleo en la Voz de las Américas.
Bueno ahí estuvimos con el PAR en San Miguel hasta que nos ilegalizaron después de la campaña de 1967. Incluso dimos la batalla en contra de la ilegalización, con jornadas de protesta ya que el grupo se mantuvo unido, fueron grandes jornadas de lucha popular. Logramos organizar una célula partidaria en la que militábamos. Estaba Alfonso Martínez, Armando Chacón, que era panadero y otro compañero que se me escapa el nombre…Todo el año 67 lo pase en San Miguel haciendo trabajo político.
1968 y 1969 fueron años dedicados a mi formación política en la Unión Soviética, allá me encontré con Mario Aguiñada, Berta Deras, la esposa de Rafael Aguiñada, Domingo Santacruz y también Guadalupe Carpio, maestra, hija de Cayetano Carpio. Cuando regrese al país a principios de 1970, la dirección del Partido me volvió a enviar a San Miguel. No obstante esto, Mario Aguiñada, a quien siempre le tuve mucho afecto, me contó sobre la disputa que existía al interior del Partido. Por su parte, Cayetano me invitó a una conferencia en la Universidad, y después supe de su renuncia a finales de marzo.
Asimismo asistí al VI Congreso, que se realizó en una casa en Los Planes de Renderos. Ahí fui elegido para integrar el Comité Central. En ese tiempo logramos ampliar el trabajo partidario en el oriente del país. Logramos contar con una célula en el puerto de La Unión, en la que estaba Don Lito, zapatero. Otra célula en Usulután en la que estaba Manuel Quintanillla, conocido por Cantarito, un abogado que olvido el nombre, Raúl Granillo, y Farid Handal. Otra en San Miguel con Armando Chacón, Alfonso Martínez, y un sastre de apellido Ortega. Y teníamos grupos de simpatizantes en Alegría y en Santa Elena.
En 1971 la dirección del Partido decide regresarme a San Salvador. Me asignan la tarea de apoyar el trabajo electoral alrededor de la candidatura presidencial de José Napoleón Duarte por las Unión Nacional Opositora, UNO, en la que participábamos como UDN junto con los democristianos, los pescados del PDC y los socialdemócratas del MNR. Pero además me nombran responsable de la Comisión Rural para impulsar el trabajo de organización campesina.