Marx y lo derechos humanos

MARX Y LOS DERECHOS HUMANOS
MANUEL ATIENZA
Prof. de Filosofia del Derecho

S U M A R I O: 1 Introducción. 2. Derechos humanos y alienación del hombre. 3. Los derechos humanos, entre la ética y la política. 4. Los derechos humanos en ia sociedad capitalista. 5. Conclusión

1. INTRODUCCIÓN

Si se entiende por ideología un conjunto de ideas con capacidad
para influir en las conductas de los hombres, entonces los derechos
humanos y el marxismo son dos de las más importantes ideologías de
nuestro tiempo. Pero las relaciones entre ambas son considerablemente
problemáticas, lo que se debe, en parte, a la obscuridad de ambos
conceptos, en especial el de marxismo.

En efecto, existen interpretaciones muy diversas de los derechos
humanos y hoy incluso podría hablarse de una cierta pérdida de
sentido del concepto desde el momento en que todas las ideologías
parecen estar de acuerdo en que los derechos humanos constituyen el
contenido fundamental de la idea de justicia. Pero, por lo demás, se
puede dar una idea razonablemente clara de lo que son los derechos
humanos. Bastaría con remitir (a la manera de una definición
ostensiva) a la Declaración de Derechos del buen pueblo de Virginia
de 1776, a las Declaraciones de Derechos del hombre y del ciudadano
de la Revolución francesa de 1789 y 1793 o a la Declaración de la
ONU de 1948.

Incluso cabe decir que esta última Declaración, con sus
desarrollos posteriores, ha configurado un conjunto normativo (aunque
sea difícil de considerar como normatividad jurídica) que concita un
consenso (la sinceridad no importa a estos efectos) prácticamente
universal.

Respecto al marxismo, sin embargo, la situación es bastante menos
clara. Si intentáramos dar una definición ostensiva del mismo, nos
encontraríamos, sin duda, con dificultades mucho mayores. Por
ejemplo, podría quizás lograrse acuerdo en que la ideología marxista
(en un sentido más bien no-marxista de ideología) es la contenida en
los textos de Marx, ¿pero también en los de Engels, Lenin,
Luxemburg, Kautsky, Gramsci, Mao, etc.? E incluso cabría preguntarse
si el marxismo queda definido por toda la obra de Marx o más bien
habría que ir a buscarlo al “joven Marx”, al “Marx maduro”, etc.

Concretamente, y por lo que se refiere a la cuestión de los derechos
humanos, es posible distinguir, al menos, dos lineas de pensamiento
“marxista” que podrían ejemplificarse con la famosa polémica
entre Kautsky y Lenin al final de la segunda Internacional (1)

Kautsky, siguiendo una línea interpretativa que puede remontarse a
los últimos escritos de Engels y que luego caracterizará a lo que suele
denominarse humanismo socialista o socialismo democrático, defendió
el carácter irrenunciable, aunque susceptible de profundización, de los
derechos humanos del liberalismo y en especial el valor de la
democracia y del derecho de sufragio.

Lenin, y tras él el pensamiento jurídico soviético, enfatizó, por el contrario, los aspectos críticos de Marx respecto a los derechos humanos (y, en general, respecto al Derecho y el Estado). Para Lenin, en la fase de transición al
socialismo, en la dictadura del proletariado, no cabría hablar de
derechos humanos, al menos en cuanto “derechos de todos los
hombres”: los explotadores burgueses no podían tener los mismos
derechos que la clase proletaria que partía de una situación de
inferioridad económica, cultural, técnica, etc.

(1) Sobre la polémica Kautsky-Lenin, véase el libro publicado por Grijalbo (México, 1975) con introdución de F. Claudin y que recoge La dictadura del proletariado de Kautsky. y La revolución proletaria y el renegado Kautsky de Lenin, escritos ambos en 1918.

Y en la segunda fase, en la sociedad plenamente socialista, los derechos humanos dejarían también de tener sentido, pues la consecución de la libertad y de la igualdad reales significaba también la desaparición del Derecho y del Estado.

Dicho de otra forma, mientras que en la primera interpretación se
trata de mostrar los elementos de continuidad entre el liberalismo y el
socialismo, en la segunda se pone el énfasis en los elementos de
ruptura y en la imposibilidad de una transición pacífica (a través del
derecho de sufragio y de la democracia) del capitalismo al socialismo.

Si este mismo problema lo trasladamos a la propia obra de Marx
(objetivo de este trabajo) no parece haber tampoco una respuesta
precisa. Marx, en mi opinión, mantuvo siempre una cierta ambigüedad
a la hora de enfrentarse con la cuestión de los derechos humanos.

Así, por un lado, se refirió a ellos siempre en términos críticos e
incluso sarcásticos (un ejemplo, entre otros muchos: en El 18
Brumario de Luis Bonaparte, Marx compara el lema Liberté, égalité,
fraternité, con las palabras “inequívocas”: ¡Infantería, caballería,
artillería!) (2).

Mientras que, por otro lado, otorgó a los derechos humanos (en especial a algunos de ellos) una gran importancia práctica. Las causas de dicha ambigüedad son, en parte, externas a la obra de Marx: la sociedad capitalista que él conoce difiere en aspectos esenciales de las sociedades industriales o postindustriales del presente; pero también internas a la misma: en Marx hay una serie de conceptos, (que, desde luego, no son ajenos a los condicionamientos externos en que se forjaron) como la tesis de la separación sociedad-Estado, el extincionismo, el economicismo en algunas fases, etc. que
son otros tantos obstáculos para una consideración abiertamente
positiva de los derechos humanos. Por otro lado, es preciso reconocer
que la postura de Marx respecto a esta cuestión no fue siempre
exactamente la misma, aunque exista una importante continuidad a lo
largo de toda su obra.

(2) En Marx-Engels, Obras escogidas,Progreso, Moscú, 1971, t. I. p. 264

2, DERECHOS HUMANOS Y ALIENACIÓN DEL HOMBRE

En diversos artículos publicados en la Gaceta del Rin en los años
1842 y 1843, Marx asume una ideología liberal radical que se basa en
la defensa de los derechos humanos, es decir, de la libertad y de la
igualdad que caracterizan el Derecho y el Estado “racionales”. Así,
por ejemplo, critica la censura y defiende la libertad de prensa, la
legitimidad del divorcio, la libertad religiosa o el principio de la
separación entre la Iglesia y el Estado.

No obstante, en el famoso artículo que publica en 1842 a propósito de la ley contra los hurtos de leña, inicia su crítica a la propiedad privada, aunque sin formular todavía una noción clara de la propiedad privada capitalista y de sus efectos (3).

La Crítica de la filosofía del Derecho público de Hegel (1843)
significa un cambio importante en los planteamientos de Marx. En
esta obra (que permaneció inédita hasta 1927) caracteriza, como había
hecho Hegel, al Estado moderno por la oposición que en él se
establece entre la sociedad civil y el Estado político. A diferencia, sin
embargo, de Hegel, Marx entiende: En primer lugar, que dicha
oposición es real, y no meramente lógica, ideal, y por tanto susceptible
de mediación. En segundo lugar, que la sociedad civil es lo que
determina al Estado, y no el Estado a la sociedad civil. Finalmente,
Marx relaciona esta caracterización del Estado moderno con la
religión: al igual que “los cristianos son iguales en el cielo y desiguales
en la tierra”, los diferentes miembros del pueblo “son iguales en el
cielo de su mundo político y desiguales en la existencia terrestre de la
sociedad” (4).

Los planteamientos de Marx en esta última obra son, a su vez, los
presupuestos de la crítica que efectúa a los derechos humanos en La
cuestión judía, artículo que se publicó en los Anales franco-alemanes,
editados en Francia, en 1844. Y esta crítica se continúa, prácticamente
en los mismos términos, en La Sagrada Familia (1845), obra con la que
se inicia su colaboración con Engels.

En La cuestión judía, Marx parte de la distinción que establecía la Declaración de derechos de la Revolución francesa entre derechos del hombre y derechos del ciudadano, y los relaciona, respectivamente, con las esferas de la sociedad civil y del Estado: “Los derechos del hombre —escribe—
son los derechos del miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoista, del hombre separado del hombre y de la comunidad”.

(3) Cfr. K. Marx, Debates sobre la ley contra los hurtos de leña, en K. Marx. Scritti politici giovanili, eci. preparada por L. Firpo, Einaudi, Torino, 1950 (reeditado en 1975)
(4) K. Marx. Critica de la filosofía del Estado de Hegel, Grijalbo, Barcelona, 1974, p,100

Mientras que los derechos del ciudadano son “derechos que sólo pueden ejercerse en comunidad con el resto de los hombres. Su contenido es la participación en la comunidad, y concretamente en la comunidad política, en el Estado” (5).

Además, los derechos del ciudadano estarían, en la Declaración, supeditados a los derechos del hombre (la sociedad civil es lo que produce el Estado, y no a la inversa). La crítica de Marx se centra, por eso, en los derechos humanos (naturales e imprescriptibles) de igualdad, libertad, seguridad y propiedad.

La libertad a la que se refiere la Declaración, según Marx, es “el derecho de hacer o ejercitar todo lo que no perjudica a los demás”,
pero tales límites “están establecidos por la Ley, del mismo modo que
la empalizada marca el límite o la división entre las tierras”. Se trata,
por tanto, de “la libertad del hombre en cuanto mónada aislada y
replegada en sí misma”, es el “derecho del individuo delimitado,
limitado a sí mismo” (6). El derecho del hombre a la propiedad
privada es, por su lado, “el derecho a disfrutar de su patrimonio y a
disponer de él abiertamente (á son gré) sin atender al resto de los
hombres, independientemente de la sociedad” (7). La igualdad no es
otra cosa que la igualdad de la libertad en el sentido antes indicado,
es decir “que todo hombre se considere por igual mónada y a sí
mismo se atenga” (8). Y, finalmente, la seguridad sería la clausula de
cierre de todos los demás derechos, esto es, “la garantía de ese
egoísmo” (9).

La conclusión a la que llega Marx es que ninguno de los derechos
humanos trasciende “el hombre egoísta, el hombre como miembro de
la sociedad burguesa, es decir, el individuo replegado en sí mismo”
(10). La emancipación del hombre, la realización del hombre como ser
genérico (un concepto que toma de Feuerbach) no consiste pues en
el logro de los derechos humanos, de la emancipación política. Por
el contrario, la emancipación humana se caracteriza precisamente por
la supresión del Derecho y del Estado:

(5) K. Marx. La cuestión judía, en K. Man-A. Ruge, Los Anales franco-alemanes, Martínez Roca, Barcelona, 1970, p. 241.
(6) Ibid.. p. 243
(7) Ibid.. p. 244
(8) Ibid.
(9) Ibid.
(10) Ibid., p. 244-45

“La emancipación política es la reducción del hombre, de una parte, a miembro de la sociedad burguesa, al individuo egoísta
independiente y, de otra parte, al ciudadano del Estado, a la persona
moral.
Solo cuando el hombre individual real reincorpora a sí al ciudadano
abstracto y se convierte como hombre individual en ser genérico, en
su trabajo individual y en sus relaciones individuales; solo cuando el
hombre ha reconocido y organizado sus “forces propres” como fuerzas
sociales y cuando, por lo tanto, no desglosa ya de sí la fuerza social
bajo la forma de fuerza política, solo entonces se lleva a cabo la
emancipación humana” (11).

Desde luego, es posible efectuar diversas objeciones a la postura de
Marx en estos escritos de juventud:
Por ejemplo, Marx no hace ninguna referencia a lo que podría
considerarse como el aspecto más revolucionario de las Declaraciones
de derechos populares (incluyendo, naturalmente, la francesa): el
derecho de resistencia frente a la opresión.

Es discutible la subordinación que establece de los derechos del ciudadano a los derechos del hombre, pues, por ejemplo, en la Declaración francesa, el límite que se señala a los derechos humanos es la ley que se entiende, a su vez, como expresión de la voluntad general; es decir, como el resultado de
un derecho del ciudadano a participar en la formación de la voluntad política.

La interpretación que hace de la libertad como libertad negativa
y de la igualdad como igualdad ante la ley, aunque esencialmente
exacta referida a las declaraciones burguesas de derechos
es, sin embargo, excesivamente restringida, pues no tiene en
cuenta otras acepciones de libertad e igualdad (en sentido político o en
sentido material) que ya estaban en la Declaración, al menos en
germen. La separación entre la sociedad civil y el Estado no podría
aceptarse, por lo menos para describir las sociedades actuales donde el
Estado cumple una función cada vez más intervencionista en la
sociedad civil y concretamente en la esfera de la economía. La crítica
de Marx estaría, en todo caso, limitada, en cuanto a su alcance, a un
determinado momento en el desarrollo histórico de los derechos
humanos, pero no podría extenderse a lo que hoy son los derechos
humanos (por ejemplo, si se toma como marco de referencia la
Declaración de la ONU).

11 Ibide., p. 249

Finalmente, Marx parece trasladar al plano jurídico-político su crítica a la religión (cuyo origen es, de nuevo, Feuerbach), y según la cual, la religión es una forma de conciencia que necesariamente aliena al individuo; la religión es, incluso, la esencia de la alienación y está, por lo tanto, destinada a desaparecer en una sociedad verdaderamente libre.

Del mismo modo, el Derecho, el Estado (y por lo tanto los derechos humanos) constituyen otros tantos momentos de la alienación humana incompatibles con una sociedad realmente emancipada. Hay que decir, sin embargo, que Marx mostró durante toda su vida una actitud de crítica radical frente a la religión, pero parece haber modificado sensiblemente su postura frente al Derecho y al Estado hasta llegar, en sus últimas obras, a abandonar la tesis de la extinción. Con ello se abría también la posibilidad de una perspectiva más positiva desde la que afrontar el problema de los derechos humanos.

3. LOS DERECHOS HUMANOS, ENTRE LA ETICA Y LA
POLÍTICA

A comienzos de 1845, Marx escribe en Bruselas un brevísimo
trabajo, las Tesis sobre Feuerbach, en el que muestra su oposición a
este autor en un doble sentido: En primer lugar, la filosofía de
Feuerbach no sería una filosofía de la praxis; para Marx, el
materialismo de Feuerbach es un materialismo teórico o contemplativo,
pero no práctico, revolucionario.

En segundo lugar, para Marx, el punto de vista asumido por Feuerbach es ahistórico y abstracto; Feuerbach contempla al hombre como ente aislado, no como ser social. Resumiendo: por un lado, la noción feuerbachiana del hombre como ser genérico de la que había partido en su anterior crítica a
los derechos humanos, aparece ahora sustituida (el cambio empieza
ya a advertirse en los Manuscritos del 44) por el concepto de hombre
como ser social; por otro lado, la primera de las críticas a Feuerbach
apunta también a la consideración de los derechos humanos como un
producto característico del pensamiento especulativo, abstracto, es
decir, como una ideología.

Y precisamente desde esta última perspectiva es desde la que Marx
aborda el problema de los derechos humanos en La ideología alemana
obra que escribe (en colaboración con Engels) en 1845-46 y que no
llegó a publicarse hasta 1932. Frente a la filosofía neohegeliana de
Feuerbach. Bauer, Stirner, etc., Marx afirma que “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”(12). La libertad en el régimen burgués es, para Marx, una libertad puramente ficticia; no es propiamente libertad, sino alienación.

12) K. Marx-F, Engels, La ideología alemana, Coedicion Pueblos Unidos, Montevideo- Ed. Grijalbo, Barcelona, 1974, p. 26

La verdadera libertad solo puede darse en el contexto de la sociedad
comunista {que describe en términos libertarios) y presupone: negativamente,
la abolición de la división social del trabajo y de la propiedad privada y, en general, de las condiciones de existencia de la antigua sociedad (burguesa) incluyendo el Estado y el Derecho; y, positivamente, el desarrollo del hombre social, del hombre multilateral, polifacético.

El carácter ideológico de los derechos humanos se explica, en La
ideología alemana, en cuanto que las ideas de libertad, igualdad, etc.,
aparecen como independientes de la práctica material y, en este
sentido, tienen un carácter ilusorio, ya que plantean falsamente la
liberación del hombre en el terreno de las ideas y no en el de la
praxis: “Todas las luchas que se libran dentro del Estado —escribe
Marx—, la lucha entre la democracia, la aristocracia y la monarquía,
la lucha por el derecho de sufragio, etc., no son sino las formas
ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas
clases” (13).
(13) Ibid.. p. 35

Sin embargo, tanto en esta última obra como en Miseria de la
filosofía (1847), Marx atribuye una gran importancia a la conquista de
los derechos de asociación y de huelga como medios de transformación
de la propia sociedad capitalista que, inevitablemente, los hace surgir.
Y en diversos artículos que publica en la Gaceta alemana de
Bruselas, también en 1847, los derechos y libertades burguesas (o, al
menos, algunos de ellos) se presentan ya muy claramente como medios
para la consecución del objetivo final: la revolución proletaria. Dicho
de otra forma, la defensa que Marx hace de los derechos humanos
tiene un sentido político, no ético.

En el Manifiesto del partido comunista (1848), la ambigüedad (no
contradicción) de Marx al afrontar el problema de los derechos humanos, aparece muy acusada. Por un lado, parece defender un determinismo económico que le lleva a valorar muy negativamente el papel del Derecho y del Estado (instrumentos de dominación de la burguesía destinados a extinguirse en la futura sociedad comunista) y por tanto de los derechos humanos. La libertad y la justicia son tachadas despectivamente en el Manifiesto de “verdades eternas” que cabe reducir a fenómenos económicos: “por libertad, en las condiciones actuales de la producción burguesa, se entiende la libertad de comprar y vender” (14).

Por otro lado, sin embargo, insiste en la necesidad de que el proletariado lleve a cabo una acción política y otorga una gran importancia práctica a la consecución de los derechos humanos, excluido el derecho de propiedad en sentido capitalista.

Ahora bien, Marx insiste en la necesidad de abolir la propiedad
privada burguesa, precisamente porque resulta incompatible con el
“igual derecho” de todos los hombres a la propiedad. La limitación de
la jornada de trabajo y el derecho de asociación le parecen conquistas
fundamentales de la clase obrera, que sin embargo contempla en una
perpectiva economicista y determinista.

Marx no considera en absoluto que el comunismo sea incompatible con la libertad, sino que, al contrario, en su opinión es la verdadera libertad lo que resulta incompatible con la existencia del Estado y de la sociedad burguesa.
Es cierto que ve como inevitable la vía de la violencia para llevar a cabo la revolución proletaria, pero el derecho de resistencia frente a la opresión es uno de los derechos humanos reconocido en todas las declaraciones populares de derechos (incluyendo, como se ha dicho, la de la Revolución francesa).

Finalmente, las medidas que se proponen en el Manifiesto para llevar a cabo la transformación radical del modo de producción burgués no suponen la negación de los derechos humanos (excluido, naturalmente, el derecho de propiedad capitalista) sino su profundización; tal es el caso, por ejemplo, de la obligatoriedad del trabajo para todos, la instrucción pública, la abolición del trabajo infantil, etc.

Marx participa activamente en la revolución europea de 1848,
fundamentalmente a través del periódico Nueva Gaceta renana que se
publica en Colonia de junio de 1848 a mayo del año siguiente, bajo la
dirección de Marx. Inicialmente, Marx defiende, para Alemania, un
programa democrático avanzado (el subtítulo del periódico era
“Órgano de la democracia”) que deberían apoyar todos los partidos
democráticos, obreros y burgueses, y en el que se concedía una gran
importancia al sufragio universal, se defendía la necesidad de
participación en las elecciones y se reclamaba un sistema de libertades
burguesas en su más amplia extensión.

Sin embargo, a medida que va comprobando la tibieza de la burguesía en defender tales principios y el giro conservador que va tomando la revolución, va radicalizando su postura y adoptando una actitud cada vez más crítica hacia los derechos humanos (15).
(14) K. Marx-F. Engels, Manifiesto del partido comunista, en Marx-Engels, Obras escogidas. Ed. Progreso, Moscú, 1971, t. 1, p. 33.
(15) Cfr., para este periodo de Marx, F. Claudin, Marx. Engels y la revolución de 1848, Siglo XXI, Madrid, 1975.

Es decir: inicialmente, consideraba a los derechos humanos como medios, no como fines en sí mismos, pero acaba por no ver en ellos ni siquiera el único medio para llegar al socialismo.

Sobre la situación francesa, Marx adopta una actitud todavía más radical que con respecto a Alemania, tanto en La lucha de clases en Francia (1850) como en El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852).

En esta última obra, parece introducir, sin embargo, (con la teoría
del “bonapartismo”) un elemento de flexibilidad en relación con
su concepción del Estado: el Estado es, primariamente, un producto
clasista, una determinación de la sociedad civil, pero parece poseer
también una relativa autonomía.

Por otro lado, en Las luchas de clases en Francia, aparece por primera vez la noción de dictadura del proletariado para referirse a la estructura política revolucionaria del paso del capitalismo al socialismo. La dictadura del proletariado significa, para Marx, el dominio absoluto de una clase, la clase más numerosa de la sociedad, pero no de un partido o de una persona.

Para Marx, todo poder político, desde el punto de vista de las clases sociales (incluyendo el Estado representativo democrático), es dictatorial, es siempre el poder de una clase sobre otra. La dictadura del
proletariado tiene carácter transitorio y debe desembocar en la
abolición de las clases y del poder político como tal, es decir, del
Estado.

Pero, finalmente, Marx, que siempre prestó más atención a la cuestión de quien gobierna que a la de cómo se gobierna, no aclaró cual habría de ser la forma política concreta que debería asumir la dictadura del proletariado.

Esta última cuestión está ligada a la admisión o no de una vía no
violenta (la vía del sufragio) para la consecución del socialismo. Marx
parece excluir esta posibilidad —especialmente con el triunfo de la
contrarrevolución— para Alemania y Francia, pero la admite en el
caso de Inglaterra: “para la clase obrera inglesa —escribe en
1852—, sufragio universal y poder político son sinónimos (…) el
sufragio universal sería en Inglaterra una conquista con mas espíritu
socialista que cualquier otra medida que haya sido honrada con ese
nombre en el continente. Esta conquista tendría como consecuencia
inevitable la supremacía política de la clase obrera” (16).

(16) K. Marx, artículo aparecido en el New-York Daily Tribune de 15-VIII-1852; tomado de M. Rabel, Páginas escogidas de Marx para una etica socialista, Amorrottu, Buenos Aires, 1974, t, II, p. 97.

En los dos escritos ya citados en los que analiza la situación política francesa desde el estallido de la revolución, en 1848, al golpe de Estado de finales de 1851, los derechos humanos se presentan, por un lado, como un fenómeno característicamente burgués, al igual que la república constitucional; pero, por otro lado, de la misma manera que la república constitucional vendría a ser la forma superior y más completa de dominación de la burguesía (que, por tanto, aproxima el momento del logro del socialismo), los derechos humanos serían el terreno de lucha, la situación más favorable en la que puede encontrarse el proletariado para llevar a cabo su revolución.
Además, la república liberal y parlamentaria tiene para Marx un
carácter contradictorio. Las armas que la burguesía había forjado para
asegurar su dominación, los derechos humanos, pueden volverse contra
ella misma: tal es el caso, sobre todo, del derecho de asociación y del
derecho de sufragio universal.

Por esto, la clase dominante se ve en la necesidad de tener que suprimirlos para seguir ejerciendo su poder, tal como pone de manifiesto —en opinión de Marx— el caso francés.

Resumiendo: Si en su etapa juvenil, Marx realizaba una critica
radical de los derechos humanos por su carácter burgués y por ser
instrumentos de la alienación humana, ahora, en esta nueva etapa,
sigue considerándolos como fenómenos burgueses (como formando
parte de la ideología burguesa), pero le parecen medios importantes en la lucha por el logro de la sociedad comunista. Tienen un valor político, estratégico, pero no ético. Y lo que hace posible su utilización es el carácter contradictorio de la sociedad burguesa y el sentido dialéctico de la historia, en la que se da una cierta continuidad entre el capitalismo y el socialismo.

Se podrían, desde luego, formular también aquí una serie de consideraciones
críticas que sirvan como explicación al hecho de que Marx no haya ido, en esta época, mas allá en su valoración de los derechos humanos y de la democracia:

En primer lugar, el riesgo de considerar a los derechos humanos (o
a la democracia formal) como el medio para el logro del fin último: la
revolución proletaria o el comunismo, estriba en que se puede caer
fácilmente en la tentación (en la que cae Marx) de pensar que dichos
medios pueden ser sustituidos (al menos en ciertos casos, etc.) por
otros. Por otro lado, lo que —aparte de las otras posibles razones— le
lleva a postular la naturaleza de los derechos humanos como medios
es la proximidad e inevitabilidad con que contempla el fin
ultimo, la llegada del socialismo. SÍ, por el contrario, el fin se viera
como algo distante en el tiempo y meramente posible (no-necesario),
los medios se convertirían casi naturalmente en fines.

En segundo lugar, el economicismo que aflora, al menos, en algunos
pasajes de las obras de Marx de esta época, tiende a reducir los
fenómenos jurídicos, políticos o éticos a efectos casi automáticos con
respecto a determinadas estructuras económicas. En consecuencia, los
derechos humanos se interpretan en clave casi exclusivamente (y, desde
luego, unilateral mente) económica.

En tercer lugar, y vinculado a lo anterior, la tesis de la extinción
del Derecho y del Estado que sigue apareciendo en los escritos de
Marx de esta época lleva, inequívocamente, a la infravaloracíón de los
derechos humanos. Si la sociedad comunista es una sociedad sin
Derecho ni Estado, también será una sociedad en la que no tenga ya
sentido hablar de “derechos” humanos. La sociedad comunista se
configura como una asociación de hombres libres e igualmente
propietarios de los medios de producción, pero la libertad y la
igualdad, al ser reales, no necesitarán adoptar ya ninguna forma
jurídica o política.

Ahora bien, aparte de que la desaparición del Derecho y del Estado
no parece ser —y menos hoy— un acontecimiento que vaya a
producirse en un futuro próximo, esta tesis está ligada a una idea que
resulta bastante discutible: la idea de que las únicas fuentes de
conflicto (por lo menos, de conflicto agudo que hagan necesario la
utilización de recursos coactivos) son la propiedad privada de los
medios de producción y la división social del trabajo.

En cuarto lugar, la lenta progresión del Estado de Derecho en el
siglo XIX, con algunos pasos atrás temporales (como, por ejemplo, con
ocasión del triunfo de la contrarrevolución en Europa en 1849), le
llevaron demasiado rápidamente a considerar que la república constitucional
(otra denominación para lo que hoy conocemos como Estado de Derecho) era una organización periclitada. Consecuentemente, los derechos humanos que surgen en su seno (en particular, el derecho de asociación y el de sufragio) habían llegado ya a su cénit y a partir de ahí, en cuanto que significaban una amenaza real para el poder de la burguesía, no podían hacer otra cosa que declinar.

Pero la historia ha mostrado que las cosas iban por otro camino, que el
sistema burgués era bastante más resistentes y flexible de lo que Marx
imaginaba (especialmente en esta época) y capaz de subsistir, no solo
sin suprimir estos derechos humanos, sino incluso ampliándolos, al
menos para una parte de los países capitalistas. La evolución del
derecho de sufragio es una importante prueba de ello.
4. LOS DERECHOS HUMANOS EN LA SOCIEDAD CAPITALISTA

En 1849, con el triunfo de la contrarrevolución en el continente
europeo, Marx tiene que trasladarse a Inglaterra, en donde vivirá ya el
resto de su vida, en medio de grandes dificultades económicas. En la
década de los 50, colabora en diversos periódicos, en especial en el
New-York Daily Tribune, y prosigue sus trabajos de economía, aunque con frecuentes interrupciones. Fruto del trabajo de Marx de estos años en su Contribución a la crítica de la economía política de 1859, en cuyo conocidísimo prefacio efectúa un breve repaso de su biografía intelectual y presenta una síntesis de la concepción materialista de la historia en la que se destaca la importancia de la sociedad civil cuya anatomía “hay que buscarla en la economía política” (17), y en donde el Derecho y el Estado aparecen en una posición singularmente subordinada con respecto a la estructura económica:

“en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas
relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones
de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo
de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones
de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base
real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la
que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo
de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida
social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre
la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que
determina su conciencia” (18).

Además, Marx había escrito en 1857 una Introducción general a la
crítica de la economía política que quedó inédita, así como unos
borradores redactados en 1857-58 en los que prepara tanto la
Contribución a la crítica de la economía política como El Capital, los
famosos Grundrisse (19), y que sólo se publicaron por primera vez en
1939-41.
(17) K. Marx, Prefacio de la Contribución de la crítica de la economía política, en Marx-Engeis, Obras escogidas, Ed. Progreso, Moscú, 1971. t. 1., p. 342.
(18) Ibid., p. 343
(19) K. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Borrador}. Siglo XXI, Madrid, 5a . ed. 1976.
(20) Ibid.. p. 183.

La importancia que hoy se da a los Grundisse entriba en que esta obra de Marx muestra la continuidad esencial de todo su pensamiento, así como la importancia que en él tiene la problemática filosófica y, más concretamente, hegeliana.

En los Grundrisse, la libertad en el sistema burgués vuelve a aparecer como una manifestación de la alienación del hombre. De libertad en el sistema capitalista solo puede hablarse en cuanto que al individuo se le abstrae de las condiciones de su existencia que constituyen, precisamente, la verdadera base de la alienación. Se trata, por lo tanto, de una libertad abstracta, ilusoria, ideológica.

Pero, al mismo tiempo, la postulación de las ideas de libertad e igualdad es
una necesidad de la sociedad capitalista, en cuanto sociedad de
intercambiantes de mercancías: “No solo se trata, pues, de que la
libertad y la igualdad son respetadas, en el intercambio basado en
valores de cambio, sino que el intercambio de valores de cambio es la
base productiva, real, de toda igualdad y libertad. Estas, como ideas
puras, son meras expresiones idealizadas de aquel al desarrollarse en
relaciones jurídicas, políticas y sociales, estas son solamente aquella
base elevada a otra potencia” (20).

Y esto, según Marx, se puede confirmar históricamente por el hecho de que la igualdad y la libertad en el sentido burgués, moderno, son lo contrario, de lo que eran la igualdad y la libertad en la Antigüedad. La libertad e igualdad modernas, los derechos humanos, presuponen relaciones de producción (el trabajo como productor de valores de cambio en general, es decir, el trabajo genérico, libre) que no se habían realizado ni en el mundo
antiguo (trabajo forzado) ni en el de la Edad Media (trabajo corporativo).

Para Marx, la verdadera libertad, incompatible con el sistema capitalista, solo puede darse en el contexto de la sociedad comunista y
gracias al desarrollo técnico y científico que permite la disminución del
tiempo de trabajo, la aparición del ocio creativo y el desarrollo del
hombre multilateral. En definitiva, una sociedad que significa el fin de
la alienación humana.

Durante los primeros años de la Internacional, fundada en septiembre de 1864, Marx redacta diversos escritos en los que, aparte de insistir en la idea de que “la emancipación económica de las clases obreras es la gran finalidad a la que todo movimiento político debe estar subordinado como un medio” (21), valora altamente la lucha por la consecución de los derechos humanos.

Especialmente, el derecho a la limitación de la jornada de trabajo, a la asociación y a la educación.

(21) Alocución inaugural de la Asociación Internacional de los trabajadores (1864); tomado de M. Rubel. cit.. t. I I , p. 59.

Pero, al mismo tiempo, insiste también en las limitaciones inherentes
al sistema capitalista: “el clamor por la igualdad de salarios
—escribe en 1865— descansa en un error, es un deseo absurdo, que
jamás llegará a realizarse (…) Pedir una retribución igual, o incluso
una retribución equitativa, sobre la base del sistema del trabajo
asalariado, es lo mismo que pedir libertad sobre la base de un sistema
fundado en la esclavitud. Lo que pudiéramos reputar justo o
equitativo, no hace el caso. El problema está en saber qué es lo
necesario e inevitable dentro de un sistema dado de producción” (22).

En 1867 se publica por fin el libro primero de El Capital, sin duda
la obra maestra de Marx. En la sección segunda, se explica cómo,
en el modo de producción capitalista, la compra y la venta de la
fuerza de trabajo —que se desarrolla en la órbita de la circulación o
del cambio de mercancías— es el “verdadero paraíso de los derechos
humanos”.

Lo que aquí impera —dice Marx— es la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham: “¡Liberta!, porque el comprador y el vendedor de una mercancía, por ejemplo de la fuerza de trabajo, sólo están determinados por su libre voluntad. Celebran su contrato como personas libres, jurídicamente iguales. El contrato es el resultado final en el que sus voluntades confluyen en una expresión jurídica común. ¡Igualdad!, porqué solo se relacionan entre sí en cuanto poseedores de mercancías, e intercambian equivalente por equivalente.
¡Propiedad!, porque cada uno dispone solo de lo suyo. (Bentham),
porque cada uno de los dos se ocupa solo de sí mismo. El único poder
que los reúne y los pone en relación es el de su egoísmo, el de su
ventaja personal, el de sus intereses privados” (23).
(22) K. Marx, Salario, precio y ganancia,en Marx-Engels, Obras escogidas. Ed.
Progreso,Moscú, 1976, t. II, p. 56.
(23) K. Marx, El Capital, libro primero, t. I.. Siglo XXI 6a . ed., Madrid. 1978. p. 214.

Ahora bien, los derechos humanos cumplen, en el sistema capitalista,una función ideológica, la función de enmascarar la explotación capitalista dando a la misma una apariencia de relaciones presididas por la libertad e igualdad. Y la cumplen de una manera doble:
Por un lado, en cuanto que la libertad y la igualdad solo aparecen
cuando se contempla el plano de la circulación, pero no cuando se
baja al “taller oculto de la producción” que es donde realmente se
genera la plusvalía y la explotación: el capitalista solo paga una parte
del trabajo del obrero, mientras que el resto se lo apropia. Y como este
hecho aparece enmascarado en el ámbito del mercado, es preciso
introducirse en el plano de la producción en el que las escenas y los
personajes aparecen cambiados: “El otrora poseedor del dinero abre la
marcha como capitalista; el poseedor de fuerza de trabajo le sigue
como su obrero; el uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza
impetuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, como el que ha
llevado al mercado su propio pellejo y no puede esperar sino una cosa:
que se lo curtan** (24).

Por otro lado, en cuanto que tal libertad e igualdad aparecen como
ideas eternas, separadas de la historia. Aunque al “poseedor de dinero
(al capitalista) —argumenta Marx— que ya encuentra el mercado de
trabajo como sección especial del mercado de mercancías, no le
interesa preguntar por qué ese obrero libre se le enfrenta en la esfera
de la circulación”, sin embargo hay un hecho indiscutible, y es que la
“naturaleza no produce por una parte poseedores de dinero o de
mercancías y por otra persona que simplemente poseen sus propias
fuerzas de trabajo.

Esta relación en modo alguno pertenece al ámbito de la historia natural, ni tampoco es una relación social común a todos los periodos históricos. Es en sí misma, ostensiblemente, el resultado de un desarrollo histórico precedente, el producto de numerosos trastocamientos económicos, de la decadencia experimentada por toda una serie de formaciones más antiguas de la producción social” (25).
(24) Ibid.. p. 2 í 4 .
(25) Ibtd.. p. 205-6.

Aunque la ambigüedad en el tratamiento de los derechos humanos
sigue sin resolverse en El Capital, es importante destacar que aquí
desaparece toda referencia a la extinción del Derecho y del Estado, el
economicismo resulta sustituido por el reconocimiento de una cierta
autonomía al Derecho y al Estado, y los derechos humanos (especialmente
algunos de ellos, como la limitación de la jornada de trabajo y
el derecho a la asociación o a la educación) tienden a configurarse no
como necesidades económicas del sistema capitalista, sino como conquistas
hechas posibles (pero no necesarias) por la economía.

La conclusión que podría extraerse de El Capital —y en general de
toda la obra de Marx— podría ser ésta: como los derechos humanos,
la libertad y la igualdad no son más que realidades ilusorias o, en todo
caso, limitadas, el objetivo debe ser el de hacerlas reales. Sólo que
Marx pone especial énfasis en mostrar que esto, dentro del sistema
capitalista, es puramente utópico. Bajo el sistema capitalista no cabe
pensar en acabar con la explotación del trabajador, sino que sólo es
posible poner ciertos límites a dicha explotación, por ejemplo,
limitando la jornada de trabajo:
“Es preciso reconocer que nuestro obrero sale del proceso de
producción distinto de como entró. En el mercado se enfrentaba a
otros poseedores de mercancías como poseedor de la mercancía
“fuerza de trabajo”: poseedor de mercancías contra poseedor de
mercancías. El contrato por el cual vendía al capitalista su fuerza de
trabajo demostraba, negro sobre blanco, por así decirlo, que había
dispuesto libremente de su persona. Cerrado el trato se descubre que
el obrero no es “ningún agente libre”, y que el tiempo de que disponía
libremente para vender su fuerza de trabajo es el tiempo por el cual
está obligado a venderla; que en realidad su vampiro no se desprende
de él “mientras quede por explotar un músculo, un tendón, una gota
de sangre”. Para “protegerse” contra la serpiente de sus tormentos,
los obreros tienen que confederar sus cabezas e imponer como clase
una ley estatal, una barrera social infranqueable que les impida a ellos
mismos verderse junto a su descendencia, por medio de un contrato
libre con el capital, para la muerte y la esclavitud. En lugar del
pomposo catálogo de los “derechos humanos inalienables” hace ahora
su aparición la modesta Magna Charta de una jornada laboral
restringida por la ley, una carta magna que “pone en claro finalmente
cuando termina el tiempo que el obrero vende, y cuando comienza el
tiempo que le pertenece a sí mismo. ¡Qué gran transformación!”
(26).

En su más famoso escrito polémico, sobre la Comuna de Paris: La
guerra civil de Francia (1871), Marx seguía considerando a la emancipación económica del trabajo como el objetivo final, mientras que las conquistas democráticas de la Comuna aparecen en un segundo plano:
“La Comuna —escribía— dotó a la república de una base de instituciones
realmente democráticas. Pero ni el gobierno barato, ni la “verdadera república” constituían su meta final; no eran más que fenómenos concomitantes”.

Y proseguía: “He aquí su verdadero secreto: la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo” (27).
(26) Ibid., pp. 364-5.
(27) K. Marx,La guerra civil en Francia, en Marx-Engels, Obras escogidas. Progreso
Moscú, 1976, t. II, pp. 235-6.

Pero lo cierto es que en el modelo (libertario) que Marx trazaba de
la Comuna,el desarrollo y profundización de los derechos humanos es
lo que caracterizaría a esta fórmula organizativa que venía a suponer
el fin del antagonismo entre la sociedad civil y el Estado: “El régimen
de la Comuna había devuelto al organismo social todas las fuerzas que
hasta entonces venía observiendo el Estado parásito, que se nutre a
expensas de la sociedad y entorpece su libre movimiento” (28).

Ante todo, Marx concede una enorme importancia al derecho de sufragio
universal que en la Comuna había de cumplir una función muy
distinta de la que cumplía en la república burguesa: “En vez de
decidir una vez cada tres o seis años qué miembros de la clase
dominante han de representar y aplastar al pueblo, en el parlamento,
el sufragio universal habría de servir al pueblo organizado en
comunas, como el sufragio individual sirve a los patronos que buscan
obreros y administradores para sus negocios (…) Por otra parte, nada
podía ser más ajeno al espíritu de la Comuna que sustituir el sufragio
universal por una investidura jerárquica” (29).

Más aún, podría decirse que lo que caracterizaría, según Marx, el modelo de la Comuna (el empleo del condicional tiene sentido, pues la experiencia de la Comuna fue tan breve que su organización nunca pasó de ser un
proyecto) sería la profundización del sufragio universal: en sentido
extensivo, ya que el sufragio universal habría de ser el procedimiento
para elegir a todos cuantos desempeñasen funciones públicas, incluidos
los jueces; y en sentido intensivo, pues la elección iría acompañada
de un control en todo momento sobre los elegidos.

Y otro tanto cabría decir respecto a las medidas tomadas por la
Comuna en el sentido de abrir todas las instituciones de enseñanza
gratuitamente al pueblo, al tiempo que se emancipaban “de toda
intromisión de la Iglesia y el Estado” (30).

O respecto a la justificación, por parte de Marx, de las limitaciones al derecho de libertad de expresión decretadas por la Comuna, pues esta no podía
“sin traicionar ignominiosamente su causa, guardar todas las formas y
las apariencias de liberalismo, como si gobernase en tiempos de serena
paz” (31).

Finalmente, es interesante analizar cuál era la postura de Marx respecto al problema de la violencia. Marx justifica los actos de violencia a que se ve obligada a recurrir la Comuna apelando, aunque no sea explícitamente, al derecho de resistencia frente a la opresión:
“la guerra de los esclavizados contra los esclavizadores” es, argumenta,
“la única guerra justa de la historia” (32).
(28) Ibid., p. 235
(29) Ibid.
(30) Ibid., p. 234.
(31) Ibid., p. 242.
(32); Ibid., p. 252.

No obstante, es preciso resaltar el carácter ambivalente con el que
Marx se plantea el problema de la guerra y, en general, el de la
violencia. Así, en un discurso que pronuncia en Amsterdam, en 1872,
afirmaba: “Conocemos la importancia que se debe atribuir a las
instituciones, costumbres y tradiciones de los diferentes lugares; y no
negamos que existen países como Estados Unidos, Inglaterra, y sí
conociera mejor vuestras instituciones agregaría Holanda, en que los
trabajadores pueden lograr sus fines por medios pacíficos. Si esto es
así, debemos reconocer también que, en la mayoría de los países del
continente, nuestras revoluciones deberán apoyarse en la fuerza, a la
cual será necesario recurrir por un tiempo para establecer el reino del
trabajo” (33).

Y, mas adelante, en 1878, condenará los dos atentados contra la vida de Guillermo I que habían servido de excusa para la promulgación por Bismarck de la ley antisocialista, mientras que, en 1881, expresaba su admiración por el ala terrorista del movimiento populista ruso.

Con el final de la Internacional (1873), Marx se retira “a su cuarto
de trabajo”, pero dificultades de diverso tipo, especialmente su deteriorada
salud, le impiden acabar la redacción de los libros segundo y
tercero de El Capital.

En los últimos años de su vida escribe, sin embargo, una obra teórica importante, especialmente desde la perspectiva jurídico-política, la Crítica del Programa de Gotha (1875) en la que muestra su desacuerdo con el programa que significaba la reunificación de las dos fracciones del movimiento obrero en Alemania.

Marx sigue atribuyendo aquí un carácter subordinado al Derecho:
“El Derecho —escribe— no puede ser nunca superior a la estructura
económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado”
(34). Y en ello radica el fundamento de su crítica a las proclamas
del Programa en el sentido de declarar que “todos los miembros de la
sociedad tienen igual derecho a percibir el fruto íntegro del trabajo” o
a un “reparto equitativo del fruto del trabajo”.

Sin embargo, Marx parece abandonar aquí (aunque su postura no
sea del todo clara) la tesis de la extinción del Derecho y del Estado.
Refiriéndose a la etapa de transición al socialismo, (a la dictadura del
proletariado), una vez por tanto que han desaparecido las clases
sociales, sigue hablando de que el Derecho aquí, “como todo Derecho”,
es “el Derecho de la desigualdad” (35).
(33) Tomado de M. Rubel, cit., t. II, pp. 85 86
(34) K. Marx,Crítica del Programa de Gotha, en Marx-Engels, Obras escogidas, Progreso, Moscú, 1976, t. III, p. 15
(35) Ibid.

Y sólo en la fase superior de la sociedad comunista “podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del Derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades! (36).

Pero Marx parece reconocer la subsistencia, en la sociedad comunista, del Estado e, implícitamente, del Derecho:
“Cabe, entonces, preguntarse —escribe poco después—: ¿qué transformación
sufrirá el Estado en la sociedad comunista? O, en otros términos: ¿qué funciones sociales, análogas a las actuales funciones del Estado subsistirán entonces? Esta pregunta solo puede contestarse científicamente” (37).

El desprecio que muestra por los puntos del Programa que denomina
“letanía democrática” no implica en absoluto que fuera partidario de la eliminación de la democracia, sino, por el contrario, de la necesidad de su profundización. Concretamente, la crítica de Marx se basa, por una parte, en que las reivindicaciones del Programa las considera insuficientes, ya que “cuando no están exageradas hasta verse convertidas en ideas fantásticas, están ya realizadas” (38) (por ejemplo, en Suiza o en Estados Unidos) y, por otra parte, en que resultan incongruentes, pues presuponen la república democrática y la soberanía popular, lo que no existía en el Estado prusiano de la época, ni exigían tampoco los redactores del Programa.

Por eso, cuando examina los derechos humanos contenidos en el
Programa, está claro que lo que propugna es su profundización. Por
ejemplo, en relación con la instrucción gratuita, se opone a la gratuidad de la enseñanza media que sólo podría favorecer a las clases burguesas. En relación con la libertad de enseñanza, critica el derecho a la “educación popular a cargo del Estado”, pues en opinión de Marx “lo que hay que hacer es substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno o de la Iglesia” (39).

Y, a propósito de la libertad de conciencia, estima que “el Partido obrero, aprovechando la ocasión, tenía que haber expresado aquí su convicción de que “la libertad de conciencia” burguesa se limita a tolerar cualquier género de libertad de conciencia religiosa, mientras que él aspira a liberar la conciencia de todo fantasma religioso” (40).
(36) ibid.
(37) Ibid., p. 23
(28) Ibid., p. 23
(39) Ibid.. p. 25
(40) Ibid.

5. CONCLUSIÓN

Resumiendo: Después de una corta etapa (hasta 1843) de defensa
de los derechos humanos del liberalismo, el joven Marx mantiene una
actitud inequívocamente hostil hacia los derechos humanos que
interpreta como un aspecto más de la alienación humana. Posteriormente,
en una fase que podríamos centrar en el Manifiesto y que iría
hasta 1852, su postura es esencialmente ambigua: por un lado, otorga
una gran importancia práctica a la conquista de los derechos humanos por el proletariado pero, por otro lado, los reduce a la
categoría de medios, no de fines; es decir, les concede un valor mas
bien político que ético. Finalmente, en su etapa de madurez (a partir
de 1853) y aunque no desaparezca del todo la ambigüedad a la que me
he referido, su postura se va decantando para dar un valor cada vez
mayor a los derechos humanos. Esta nueva actitud va acompañada de
cambios teóricos importantes; fundamentalmente, del abandono de la
tesis de la extinción del Derecho y del Estado (pero no de la religión)
que parece sustituirse por la del carácter simplemente subordinado de
la superestrutura juridico-política.

La aportación de Marx a los derechos humanos es esencialmente
crítica (negativa, por así decirlo) pero de un valor fundamental. Marx
ha mostrado, en forma difícilmente objetable, el carácter ideológico,
abstracto, etc. de los derechos humanos del capitalismo y su naturaleza
histórica, ligada a la aparición de dicha sociedad capitalista.

Lamentablemente, no puso siempre el mismo énfasis en defender la idea de que los derechos humanos, al mismo tiempo que lo anterior, son también —excluida la propiedad privada en sentido capitalista— conquistas irrenunciables, fines en sí mismos, aunque puedan servir, al mismo tiempo, como medios para otros fines. Precisamente por su carácter final, ético, son también sumamente débiles, por lo que creo que no es exagerado afirmar que nunca están asegurados en ninguna sociedad, y por lo tanto precisan siempre de una defensa enérgica y nada ambigua.

Hay que superar la ideología de la derrota

Hay que superar la ideología de la derrota
Carlos Pérez Soto
Versión para impresión

10/01/2017
Opinión
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“Los ‘marxistas’ no han salido de la lógica de la derrota”.

El capitalismo actual –“senil”, “tardío” y en proceso de auto-destrucción– es la negación de la democracia, la libertad y el desarrollo humano. La igualdad y la justicia social dentro de la lógica de acumulación capitalista son solo una ilusión. Incluso la “equidad” y la “inclusión social”, eufemismos inventados por los teóricos pagados por el capital, son simples fantasías para engañar incautos. Algunos teóricos sociales lo previeron desde el siglo XIX cuando la centralización del capital mostró esa forzosa e inevitable tendencia. Esa verdad irrefutable es hoy reconocida por la ciencia, la academia y los políticos más concienzudos del mundo.

Lo grave de la situación es que ni los dueños de las corporaciones transnacionales capitalistas pueden hacer algo. Dentro de la lógica de acumulación inercial del capital, ni ellos ni sus administradores, incluyendo a los gobernantes de los Estados –independiente de que sean neoliberales, “comunistas” o “progresistas”–, pueden detener ese rumbo. La maquinaria de destrucción masiva que es la economía crematística del siglo XXI, no tiene control. Devasta sistemáticamente la naturaleza, descompone y degrada a la humanidad y destruye riqueza para garantizar el movimiento del capital. Nadie puede controlar las fuerzas destructivas que se han desatado en el planeta. Es un demonio sistémico imparable.

Esta realidad ya ha sido reconocida por famosos multimillonarios (Bill Gates, entre otros) y muchos teóricos y economistas que hacen parte del establecimiento oficial que domina el mundo financiero1. Ellos han planteado de diversas maneras la necesidad de una intervención urgente del Estado en la economía. Sin embargo, no saben cómo hacerlo. Por el contrario, fuerzas sociales, económicas, políticas y culturales empujan por soluciones inmediatistas de tipo “ultra-nacionalista” que van –sin quererlo– a desatar fenómenos que acelerarán el proceso destructivo. El Brexit en Reino Unido y la elección de Trump son solo su inicio. Políticos de derechas protofascistas estimulan sentimientos de odio nacional, religioso, étnico y homofobias fundamentalistas entre los sectores sociales más golpeados por la crisis.

El escenario del futuro –si no surge la contraparte social y revolucionaria que lo impida– es la aparición de ciudades y regiones con nuevos tipos de “guetos”, amuralladas y controladas militarmente, en donde se impida el acceso de los inmigrantes, pobres y vagabundos. En realidad, ya existen ese tipo de espacios vedados y exclusivos dentro de muchas ciudades del mundo. El fraccionamiento de la sociedad y la desintegración de las naciones actuales, es un proceso que ya está en marcha. Frente al caos y a la crisis, ricas provincias, estados y regiones, promueven la separación y la independencia. En California (EE.UU.) y en Cataluña (España) son temas públicos en las campañas políticas. Las propuestas xenófobas y discriminatorias del presidente electo de los EE.UU., van en esa dirección. No exageramos.

Los más avanzados teóricos marxistas y de otras corrientes de pensamiento crítico del capitalismo2 lo han anunciado desde hace varias décadas. Sin embargo, los partidos de izquierda y los movimientos sociales –con contadas excepciones– parecieran no reaccionar. Solo muy pocos políticos, especialmente aquellos veteranos que nada tienen que perder, como el uruguayo “Pepe” Mujica, lo plantean abiertamente. Ese era el gran mérito de los fallecidos Fidel Castro y Hugo Chávez, que hoy tienen en el Papa Francisco una especie de sustituto y émulo en cuanto a denunciar ante el mundo algunos de estos problemas, pero con la gran diferencia que el prelado católico no trasciende más allá de la retórica cristiana.

Mientras los políticos fascistas no tienen ningún escrúpulo en estimular los nacionalismos étnicos y religiosos, los socialdemócratas y socialistas no han logrado superar el “síndrome de la derrota”. No se atreven a plantear un cuestionamiento radical al sistema capitalista porque tienen miedo de ser identificados como “estalinistas”, “estatistas”, “autoritarios” u otros calificativos que los propagandistas del gran capital usan para aislarlos y derrotarlos. Y como nuestros políticos de izquierda piensan básicamente en la siguiente elección, quedan paralizados frente a una realidad creciente que es aprovechada por la derecha extrema.

El problema de fondo es que no hemos construido la idea, el “orden imaginado”, la “fórmula de la esperanza” y la “narrativa apasionada” que respalde y soporte la alternativa viable al sistema dominante y destructor que nos arrasa. Hay esbozos iniciales, ideas diversas, prácticas sectoriales, propuestas en borrador, pero –en verdad– no tenemos la teoría y el programa acabado, consistente y coherente, que nos permita unificar a los demócratas, progresistas, humanistas, ambientalistas, socialistas y comunistas, que están dispersos en múltiples y variados movimientos, partidos y grupos, sin un “común hacer”.

El otro problema a resolver es la actitud frente a los cambios estructurales. Los ideólogos del capitalismo han logrado vender la idea de que “toda revolución conduce a la dictadura”. Mientras ellos imponen en todas partes la “Dictadura del Capital” con fachada democrática o con forma de gobiernos “comunistas” (capitalismo asiático), y además, imponen su orden acudiendo a los poderosos aparatos policiaco-militares y a su maquinaria de inteligencia y control masivo de la población, los políticos “progresistas” tienen miedo de ser tachados de “anti-democráticos” porque medianamente aprietan con normas y leyes a los grandes medios de comunicación o intentan detener los omnipotentes poderes de los conglomerados transnacionales capitalistas que hoy dominan todos los campos de la vida en el planeta.

Y además, hasta la idea de la necesidad del “partido” ha sido demolida por la propaganda contra-revolucionaria. Mientras el gran capital actúa con la más absoluta centralización, entre los “progresistas” y los “revolucionarios” se ha sembrado la idea de que la simple organización atenta contra la democracia. Hasta esos niveles ha penetrado la “ideología de la derrota”.

Es indudable que se requiere un sacudón, un remozamiento, un replanteamiento general, para poder responder a los retos del inmediato futuro. El “acontecimiento” que muchos esperaban ha tocado nuestras puertas. ¿Sabremos responder?

Popayán, 9 de enero de 2017

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com.co/2017/01/hay-que-superar-la-ideologia-de-la.html#.WHQCDlN97IU

1 Joseph E. Stiglitz, Paul A. Samuelson, Edmund S. Phelps, Robert E. Lucas, Paul Krugman y Reinhard Selten.

2 Las principales corrientes de pensamiento crítico y anticapitalista que hoy se mueven en el mundo están representadas por los siguientes teóricos y pensadores: a) Slavoj Zizek, marxista libertario y psicoanalista-lacaniano que aplica sus ideas a la política y a la crítica de la ideología capitalista; b) Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, teóricos de la “democracia radical”; c) Immanuel Wallerstein (“sistema-mundo”), John Holloway (“hacer la revolución sin tomar el poder”) , Raúl Zibechi y los neo-zapatistas, teóricos de un tipo de autonomismo anti-capitalista; d) Noam Chomsky, demócrata liberal-radical, revolucionario, lingüista y analista crítico; e) David Harvey, Giovanni Arrighi, Jorge Beinstein, Yanis Varoufakis, István Mészáros, Álvaro García Linera, Boaventura de Souza Santos, Heinz Dieterich y otros marxistas, con excelentes aportes; f) Toni Negri y Michael Hardt, teóricos del Imperio y la “multitud”; g) Los pensadores críticos “de-coloniales” latinoamericanos como Aníbal Quijano, Enrique Dussel, Walter Mignolo, teóricos de cierto “indigenismo andino”, el “anti-extractivismo” y la economía del decrecimiento; h) Jeremy Rifkin y Elinor Ostrom, no-marxistas, teóricos del “pro-común colaborativo” y el “gobierno de los bienes comunes”; i) Las numerosas corrientes ecologistas y ambientalistas; j) Las corrientes tradicionales de las izquierdas (marxistas, leninistas, maoístas, trotskistas) y anarquistas. Hay muchos más pensadores en Asia, África, América Latina, EE.UU. y en Europa, pero estos son los más conocidos. Todos tienen ideas muy elaboradas que hay que valorar y recoger.
http://www.alainet.org/es/articulo/182748

Todas las víctimas

Todas las víctimas
Benjamín Schwab
Jueves, 5 de Enero de 2017

1835

Un tiro. Un charco de sangre. Minutos después llegan los periodistas. Un par de familiares lloran frente a las cámaras. Claman justicia. No hay respuestas, solo preguntas. Corte comercial. A los que lloran no los volvemos a ver, al menos no hasta que eventualmente alguno de ellos mismos se vuelva protagonista de este macabro “reality” de cada día.

3,942 en el 2014, 6,657 en el 2015 y 5,278 en el 2016. Una tasa de casi 81 asesinatos por cada 100,000 habitantes en el año recién pasado.

En este país somos campeones en contabilizar muertos. Y, no me entiendan mal, hay que seguir haciéndolo. Hay que registrar, reconocer y llorar cada vida perdida. Estas son las víctimas que no volverán. Sin embargo, hay víctimas que se quedan. Son las madres y padres, hermanos, compañeras de vida y amigos de quienes mueren a diario.

El eje 4 del tan celebrado “Plan El Salvador Seguro” , lanzado por el Gobierno y el Consejo Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana a mediados del año 2015, contempla el desarrollo de una ley y una política “para la articulación de la oferta institucional orientada a garantizar la atención integral y la protección de las personas, familias y comunidades víctimas de la violencia.”

Hasta la fecha, poco de lo propuesto ha pasado del papel a la práctica. Y si pasaría es dudable que la gran cantidad de víctimas se acerque a reclamar estos servicios. La confianza en las autoridades responsables de la justicia y la protección de las víctimas es mínima, por el hecho de que muchas de estas autoridades son administradas o infiltradas por los mismos perpetradores.

Creeríamos que de quiénes son estos perpetradores tenemos conocimiento de sobra. El circo mediático se encarga a diario a condenarlos como terroristas o celebrarlos como héroes, respectivamente.

Más bien deberíamos preguntarnos ¿quiénes son las víctimas de las múltiples violencias que hoy se viven en este país?

La Asamblea General de la ONU en su Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder comprende como víctimas a “personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales.”

En El Salvador esto aplica sin ninguna duda antes que nada a las salvadoreñas y los salvadoreños de a pie. Mujeres y hombres, jóvenes y ancianos quienes cada día salen a trabajar con la preocupación de llevar algo de comer a la casa para sus familias. Personas que se esfuerzan para dar un futuro mejor a sus hijos, poder pagarles sus estudios, enseñarles a ser honrados. Son justamente ellos quienes son victimizados de manera múltiple en nuestra sociedad.

A parte de sufrir la violencia de la escasez diaria y del estigma del pobre son los arrinconados en una guerra sin sentido. Por temor pagan la extorsión a las pandillas hasta ya no poder y sobreviven únicamente por seguir un mapa interiorizado sabiendo qué calle no cruzar y qué bus no tomar. Ellos pasan las noches sin dormir en medio del fuego cruzado, rezando porque ninguna bala perdida los encuentre en su casa. Ellos aguantan las amenazas de las pandillas y las redadas con golpes e insultos de las autoridades. Cada vez en cuando lloran a algún familiar, vecino o amigo de la colonia, quien en el momento equivocado había estado en el lugar equivocado.

Luego, sin pretender establecer ninguna jerarquía, son víctimas los miembros de la PNC y de la FAES junto a sus familias. Son víctimas en cuanto a que muchos de ellos son ajenos a este conflicto, subsisten con salarios de hambre arriesgando sus vidas cada día y son asesinados mientras descansan con sus hijos.

Son víctimas también los muchos cuyos hijos o hermanos han decidido unirse a una pandilla en busca de reconocimiento y respeto. O las niñas y jóvenes quienes por ingenuidad o a la fuerza se han hecho novia de un pandillero renunciando para siempre a la soberanía sobre su cuerpo. ¿Cuánto pesará el dolor de estos padres quienes cada noche cierran los ojos con la conciencia de haberse equivocado, de no haber dado lo mejor a sus hijos y los abren en las mañanas pidiéndole a Dios que sus hijos no cometan ninguna locura? Son casi medio millón los salvadoreños quienes son relacionados directamente a algún pandillero y no cuesta imaginar el miedo y la preocupación constante en la que viven.

Y por último, aunque no con menos insistencia, tenemos que reconocer que también son víctimas los y las jóvenes miembros de las pandillas. Esto definitivamente resulta difícil de aceptar, pero si obviamos este hecho, no hemos comprendido la compleja realidad social en la que vivimos y mucho menos seremos capaces de erradicar la violencia de nuestra sociedad. ¡Ojo! Los pandilleros son victimarios, sí. Muchos lo son de manera directa porque han asesinado, violado o extorsionado. Otros muchos lo son de manera indirecta por el solo hecho de pertenecer a un colectivo que en su conjunto controla y aterroriza a las comunidades en las que tiene presencia. Sin embargo, antes de convertirse en victimarios son víctimas.

El PNUD, en su último informe de desarrollo humano sobre El Salvador , afirma que las pandillas son “un resultado extremo de la incapacidad de la sociedad salvadoreña de proveer oportunidades reales para su gente, en este caso particular, para los jóvenes.” Estos jóvenes en muchos de los casos no han tenido el amor de una familia, un padre, una madre que los tomara en serio y les enseñara con su ejemplo a controlar los impulsos, a ser honrados y a respetar a los demás. No han crecido en colonias donde existía confianza y solidaridad entre los vecinos, sino más bien donde regía el miedo y el desprecio.

De ser nadie en su casa pasaron a ser nadie en el sistema educativo y luego nadie en el mercado laboral hasta tal punto que llegaron a la convicción fatal de que solo en la pandilla son –y serán- alguien. Obviamente hay muchísimos jóvenes que crecen bajo condiciones semejantes y no se hacen pandilleros, pues no existe aquí ninguna causalidad lineal y es por eso que el informe habla de “un resultado extremo”. El que los pandilleros sean víctimas no quita nada de su ser victimarios, de la condena de todas las atrocidades que se cometen en nombre de su pandilla y de la necesidad de que por cada hecho violento se haga justicia. La impunidad ya ha causado suficiente daño en el país.

Pero aun así, reconocer la condición de víctimas de los pandilleros no suena bien en los oídos de la sociedad. Es más, duele y se resiste a encajar en los imaginarios de costumbre. ¿Por qué? Pues, porque si ellos en primera instancia son víctimas, nosotros somos sus verdugos. Lo somos porque formamos parte de una sociedad que excluye, que señala, que condena, que calla y que, en último término, mata. Reconocer esto es la clave para cambiar nuestra realidad de terror y muerte. No lo es, por cierto, la lógica del contragolpe y de exterminio que actualmente dominan el discurso político y mediático. Esto solo contribuye a que más niñas y niños crezcan con odio y violencia como patrones de conducta.

Demasiado fácil es quedarnos con que ellos son los malos y nosotros los buenos. Si tomamos en serio la definición de la ONU, prácticamente todos en este país somos víctimas. Todos tenemos heridas que necesitan sanar y culpas que quieren ser absueltas. Atender las necesidades de las víctimas puede significar en unos casos sanar heridas físicas y psíquicas, mientras que en otros casos requiere transformar las estructuras sociales que excluyen y estigmatizan. Solo si reconocemos y atendemos a todas las víctimas que viene arrastrando la historia seremos capaces de humanizar a nuestra sociedad.

*Benjamin Schwab es investigador en el proyecto de investigación teológica “Violencia y Salvación” de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas

Trump y el infierno centroamericano

Trump y el infierno centroamericano

1 enero, 2017

Joaquín Villalobos

La tarde del 14 de julio de 1969 cruzaron el cielo de San Salvador un poco más de una docena de viejos aviones de combate en formación seguidos por un grupo más numeroso de pequeñas avionetas de uso civil. Horas más tarde el gobierno militar comunicaba que tropas salvadoreñas habían cruzado la frontera e iniciado combates contra tropas hondureñas, mientras simultáneamente los aviones salvadoreños bombardeaban en tierra a los igualmente viejos aviones de la Fuerza Aérea de Honduras. A esta guerra se le conoció como “la guerra del futbol” porque los gobiernos militares utilizaron las eliminatorias del Mundial para activar un nacionalismo absurdo entre países idénticos.

Las historias de esta guerra son casi tragicómicas. La tropas de El Salvador se quedaron sin combustible y municiones a los cuatro días, las avionetas civiles fueron usadas con soldados amarrados al fuselaje y éstos lanzaban bombas con la mano para luego ametrallar con su fusil; un general se dedicó a saquear el primer pueblo que ocupó; otro general avanzó montado en un burro y se perdió con sus tropas en Honduras. Cuentan que el dictador Anastasio Somoza, de Nicaragua, llamó violentos a los militares salvadoreños por resistirse a usar la diplomacia. El Partido Comunista de El Salvador apoyó la guerra y llamó a filas pero el gobierno rechazó su “patriótico respaldo”. El gobierno hondureño organizó un cuerpo paramilitar llamado la “Mancha Brava” para perseguir a los salvadoreños y difundió la consigna “hondureño agarra un leño y mata un salvadoreño”. Los militares salvadoreños fueron jubilosos a aquella ridícula guerra para luchar contra Honduras y defender a sus hermanos campesinos, sin embargo, una década más tarde aquellos mismos militares estaban ejecutando horribles matanzas en su propio país.

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Ilustración: Víctor Solís

Durante décadas Honduras fue la válvula de escape demográfico que protegía la estabilidad del poder oligárquico de El Salvador. Cuando por distintas razones Honduras decidió cerrar esa válvula y repatrió a más de 300 mil salvadoreños, la reacción del gobierno militar fue declararle la guerra a Honduras. Haber perdido a este país como ruta de descargo demográfico contribuyó al estallido de una guerra civil en El Salvador. Honduras cerró su frontera por 11 años a los productos salvadoreños y acabó con el Mercado Común Centroamericano, el primer proyecto de integración regional del continente.

El efecto de tapar el flujo migratorio y devolver a miles de migrantes funcionó como una bomba social y política para El Salvador. La llamada “guerra del futbol” fue un conflicto demográfico movido por los intereses económicos de las elites nacionales en ambos países. Después de esto vino un cuarto de siglo de convulsión política y violencia que incluyó una guerra civil en El Salvador, una revolución en Nicaragua, un genocidio en Guatemala, el establecimiento de bases militares norteamericanas en Honduras y la invasión a Panamá por tropas estadunidenses. Presiones demográficas, intereses de las elites locales, militarismo y cambios en las políticas de Estados Unidos se combinaron en la construcción del conflicto centroamericano; el más cruento de Latinoamérica desde la “Revolución mexicana”.

Cuando se habla de los factores que generaron el conflicto centroamericano se debate sobre tres responsables fundamentales: la “Teología de la Liberación”, la injerencia comunista cubano-soviética y las dictaduras militares que servían para sostener a regímenes de carácter oligárquico. Muy poco se habla de cómo los giros contradictorios de las políticas de Estados Unidos en el continente fueron mucho más determinantes que las ideologías o que la Unión Soviética y Cuba en la activación de las crisis internas que acabaron convertidas en guerras.

Luego de la revolución cubana, el gobierno de John Kennedy impulsó la “Alianza para el Progreso” con la idea de que debía hacerse una revolución pacífica para evitar una revolución violenta. Esta política movió a las elites gobernantes a realizar reformas en el campo social, se construyeron miles de escuelas y se propuso la realización de reformas agrarias. Con la llegada de Richard Nixon vino la “política de seguridad nacional” que echó para atrás el reformismo y se concentró en contener el comunismo, multiplicando la represión, respaldando fraudes electorales y golpes de Estado. Años más tarde el presidente James Carter impulsó la política de respeto a los “Derechos Humanos”, con lo cual la democracia como paradigma empezó a tener vigencia; en ese contexto fue derrocado el dictador Anastasio Somoza por la “Revolución Sandinista” y el tratado Torrijos-Carter acordó entregar el canal a Panamá. Entonces vino la administración de Ronald Reagan que retornó a la política de contener la expansión comunista que, conforme a sus ideas, se estaba acercando a Estados Unidos. Tropas estadunidenses invadieron la isla de Granada y nació lo que se conoció como “guerra de baja intensidad” que tuvo a Centroamérica como escenario principal.

Al analizar estos giros desde una perspectiva histórica podemos apreciar que se trató de un juego de avances y retrocesos que movió a las elites y a las sociedades de los pequeños países centroamericanos en direcciones opuestas en un período de sólo 30 años. El efecto de esto fue devastador en la activación de contradicciones tanto dentro de los gobernantes como de los gobernados. Las causas estaban presentes en las realidades de ausencia de democracia y pobreza, pero ni los teólogos, ni los comunistas, ni los cubanos tenían tanta potencia como para ser detonadores de guerras.

Imaginemos lo que puede pasar si a las primitivas elites de una pequeña nación una gran potencia le dicta un día una política reformista, al segundo día le dice que debe reprimir, al tercer día le dice de nuevo que debe hacer reformas y al cuarto día le vuelve a decir que reprima. El resultado será que esa pequeña nación se dividirá profundamente y acabará en una guerra. Los conflictos no habrían alcanzado tanta intensidad sin la profunda división entre reformismo y autoritarismo que activaron las políticas estadunidenses al interior de estos países. Las administraciones de Kennedy y Carter tuvieron razón al impulsar reformas, pero los avances que éstas provocaban hicieron que las políticas de Nixon y Reagan se convirtieran en escaladas de represión que le permitieron a las oligarquías locales acusar de comunista y eliminar a cualquier opositor, incluso a quienes venían de sus propias filas. Esto radicalizó procesos de cambio que pudieron y debieron haber sido pacíficos. Fue así como quedó instalada en la región una polarización extrema que ha derivado en ingobernabilidad.

En la actualidad la bomba demográfica ya no abarca sólo a El Salvador, sino que ha crecido y cobrado carácter regional. Guatemala tiene hoy 16 millones de habitantes, Honduras nueve y El Salvador 6.5 millones. El problema es que ninguno de estos tres Estados del llamado Triángulo Norte es capaz de generar empleos, educar, brindar servicios y proveer seguridad para sus más de 30 millones de habitantes. Los grandes vacíos en las responsabilidades de los Estados tienen relación directa con los bajos niveles de recaudación fiscal y ésta es la causa principal de la inviabilidad de estos tres países. Esto no es un asunto ideológico, la debilidad institucional le permite a los ricos del Triángulo Norte vivir como reyes en un basurero. Las llamadas “maras” son una catástrofe social sin precedentes en el continente, no es crimen organizado como el que padecen otros países. En ningún otro lugar de Latinoamérica un problema social acabó convertido en una violencia criminal masiva tan feroz, porque en ningún otro lugar tienen las elites niveles tan altos de irresponsabilidad e insensibilidad.

Las guerras de los ochenta en la región centroamericana orientaron los flujos migratorios hacia Estados Unidos y en los últimos 20 años este país ha funcionado como la principal válvula de escape a la presión demográfica centroamericana. Algo similar al papel que jugaba Honduras con El Salvador, pero con la diferencia de que aquella migración campesina dejaba un beneficio indirecto para las elites que se limitaba a reducir la conflictividad por la tierra. La migración hacia Estados Unidos les deja un beneficio directo y de alta rentabilidad. Las remesas de los migrantes están modificando el carácter de las economías de la región y convirtiendo a los propios habitantes en producto de exportación. La migración no sólo reduce las responsabilidades de las elites en la atención a la pobreza, sino que la exportación de pobres los está volviendo más ricos. Conforme a los datos, desde 1998 para El Salvador y desde 2007 para Honduras y Guatemala, los tres países han recibido más de 130 mil millones de dólares en remesas y éstas crecen más cada año. La distorsión es tal que El Salvador es considerado un país de renta media a pesar de la violencia, del desempleo y de una economía que tiene muchos años de no crecer.

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Teniendo en cuenta estos 130 mil millones de dólares en remesas recibidas en menos de 20 años, la pregunta que surge es: ¿por qué estos tres países se encuentran entonces en una situación tan grave? Las remesas comenzaron como una bendición, pero se han convertido en una maldición similar al efecto de la renta del petróleo en algunos países. La diferencia es que la renta de las remesas tiene unos costos humanos dramáticos. En El Salvador es casi imposible recuperar una economía productiva y Honduras y Guatemala van por el mismo rumbo, las remesas le están quitando estímulos a la inversión productiva y generando una falsa economía de servicios y consumo que depende totalmente de la exportación de personas.

Pero lo más grave es la relación que guardan las remesas con la violencia. Si en el terreno económico generan un falso progreso, en el terreno social provocan muerte. Una vez que éstas se vuelven dominantes para la economía, abren un fatal círculo vicioso en el que conectan migración, remesas, decrecimiento económico, destrucción de familias y comunidades, violencia y desempleo. Es decir, que estos países entre peor están, mejor les va económicamente a las elites, porque reciben más remesas resultado de que más gente emigra. No hay ninguna señal de que las elites económicas y políticas de estos países quieran sacar o sepan cómo sacar a sus países de este círculo vicioso. Esto es así porque se trata de grupos primitivos, poco ilustrados, socialmente insensibles, políticamente irresponsables, con propósitos fundamentalmente extractivos y sin visión estratégica.

La tragicomedia de la “guerra del futbol” fue una muestra de la escasa calidad intelectual de estas elites, pero se pueden encontrar muchas otras tragicomedias o tragedias insólitas en cualquiera de los tres países. El último golpe de Estado al estilo de los años cincuenta ocurrió en el año 2009 en Honduras cuando los militares sacaron al presidente en pijama del país. En enero de 1981 efectivos militares guatemaltecos asaltaron la embajada de España y quemaron con lanzallamas a 34 personas. En El Salvador Roberto d’Aubuisson, fundador del partido de la derecha ARENA, decidió matar al arzobispo Romero de un balazo en el corazón en plena misa durante el sacramento de la Eucaristía. Amigos de izquierda y derecha de otros países suelen decirme: “esas oligarquías son salvajes”, en ese sentido el calificativo de “repúblicas bananeras” no es peyorativo, sino descriptivo.

Durante la administración del presidente Obama hubo muchas deportaciones, pero al mismo tiempo luchó por una ambiciosa reforma migratoria que permitiera regularizar la situación de millones de migrantes. Su política fue compasiva frente a la tragedia de quienes huyen del Triángulo Norte y simultáneamente su gobierno impulsó planes para apoyar el fortalecimiento institucional y el combate a la corrupción. Los efectos de esta política se han hecho sentir con fuerza. En Guatemala un ex presidente fue extraditado, otro se encuentra preso junto a su vicepresidente y recientemente un ex ministro murió a tiros cuando enfrentó a policías que intentaban capturarlo. En El Salvador hay un ex presidente muerto mientras era procesado, otro se encuentra asilado, uno más guarda prisión y es bastante probable que dos ex presidentes más sean investigados. En Honduras hay un presidente procesado y miembros de una de las familias más ricas del país enfrenta cargos por narcotráfico en Estados Unidos. En Guatemala hay procesos abiertos por evasión fiscal contra grupos económicos poderosos y en El Salvador se conoce que hay investigaciones de ese tipo en marcha.

Tanto en Guatemala como en Honduras se han creado organismos externos para combatir la impunidad, mientras en El Salvador la Fiscalía General y la Corte Suprema de Justicia están recibiendo un fuerte apoyo norteamericano para que puedan actuar con independencia. Juzgar cada caso es irrelevante, lo central es que estas acciones sobre toda la región permiten ver claramente la intención de combatir la corrupción para forzar a un cambio en la calidad de las elites que no tiene orientación ideológica preferente, pues en los tres países hay golpes hacia la derecha y hacia la izquierda. Puede cuestionarse la eficacia del método, pero no el propósito. Para los efectos de este artículo, lo que interesa señalar es que bajo el gobierno de Donald Trump es bastante probable que venga un cambio similar a los giros contradictorios en la política estadunidense que generaron violencia y guerras en toda la región en los años ochenta.

El presidente Trump ha planteado construir un muro que cerraría la válvula de escape a la presión demográfica de la región, al mismo tiempo ha anunciado deportaciones masivas, impuestos a las remesas y erradicación de las “maras” en Estados Unidos expulsando a sus miembros a Centroamérica. En los últimos 12 años ha habido 187 mil 951 homicidios en Guatemala, Honduras y El Salvador, una cifra que en términos comparativos supera los 220 mil muertos que Colombia ha tenido en 50 años y coloca a la región como la más violenta del planeta. Los muertos continúan aumentando junto a la población que huye de la violencia. El número de homicidios deja claro que ya no estamos frente a un fenómeno migratorio motivado por razones económicas, sino frente a refugiados y población desplazada por la violencia y esto requiere atención humanitaria.

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La deportación sistemática de delincuentes fue lo que llevó a las pandillas de Los Ángeles a Centroamérica, una vez allí éstas se multiplicaron por la pobreza y se volvieron más violentas por la incapacidad de los gobiernos para detener su avance. Ahora son un poder fáctico que controla territorios y somete población. Honduras provocó una guerra civil en El Salvador cuando hizo exactamente lo que pretende hacer Trump con Centroamérica, cerrar el paso y deportar masivamente. Esta política sería dar un bandazo de consecuencias fatales para toda la región. En los años ochenta México asumió el liderazgo para hacer contrapeso a la política de Ronald Reagan hacia Centroamérica, ahora además de ocuparse de sus propios problemas con la administración Trump, tendrá que lidiar también con la tragedia humanitaria del Triángulo Norte.

Por otro lado, se perfila una política ideológica en vez de una política pragmática en la relación con los gobiernos, si esto es así la polarización en Guatemala, Honduras y El Salvador crecerá y con ello la ingobernabilidad en países que apenas están aprendiendo a tolerar el pluralismo. Las políticas de fortalecimiento institucional y de lucha contra la corrupción podrían ser abandonadas o tomar un camino ideológico apoyando a las derechas contra las izquierdas. El resultado de esto será que los procesos actuales, en vez de ayudar a la madurez de las elites, contribuirán a que se abra un ciclo de venganzas y lucha por el control político ideológico del Poder Judicial. Exactamente lo mismo que ocurrió cuando se impulsaban reformas que luego se convertían en justificación para reprimir.

Las pequeñas naciones centroamericanas sufren con sólo que Estados Unidos no las voltee a ver. La administración Trump planea darles cuatro golpes simultáneos: reducir las remesas poniéndoles impuestos, cerrar la puerta a sus desesperados migrantes, deportar a centenares de miles de trabajadores y enviar a miles de pandilleros a países que ya están derrotados por la criminalidad. Es una tormenta perfecta, obviamente estos países no van a declararle la guerra a Estados Unidos como hizo El Salvador con Honduras en 1969, tendrán que tragarse sus problemas. Lo que viene es una implosión que le dará continuidad a la tragicomedia bananera, pero ahora se mezclarán en ésta el primitivismo, el egoísmo extremo y la ignorancia de las elites locales con la impiedad, el racismo y la irresponsabilidad del liderazgo de la gran potencia del norte.

Joaquín Villalobos
Ex jefe guerrillero salvadoreño, consultor en seguridad y resolución de conflictos. Asesor del gobierno de Colombia para el proceso de paz.

Estrella Roja No. 3. Elementos de la Estrategia Revolucionaria Político-Militar de las FPL (enero de 1976)

ESTRELLA ROJA 3
Órgano ideológico de las Fuerzas Populares de Liberación –FPL-“Farabundo Martí.”
¡Revolución o muerte! ¡El pueblo armado vencerá!
ELEMENTOS DE LA ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA POLITICO-MILITAR DE LAS FPL
ESTRELLA. ROJA” publica el presente material sobre elementos estratégicos de la FPL. Para su divulgación entre el pueblo fue sintetizado por la compañera EVA, querida dirigente de las FPL que cayó combatiendo a la par de los compañeros FRANCISCO Y ANTONIO que libraron heroica batalla contra fuerzas de la tiranía militar el 10 y 11 de octubre del presente año, dando su vida por la causa del pueblo. En la elaboración de este documento participó en forma amplía el compañero FRANCISCO y otros compañeros.
INDICE
Introducción
La estrategia revolucionaria en las condiciones concretas de El Salvador
Algunos rasgos básicos de nuestra formación social
¿Cuál es el carácter y el contenido de la revolución en El Salvador?
¿Cuál es el nuevo Estado que surge con el triunfo de la revolución?
Rasgos fundamentales que deberá asumir el Estado en nuestro país después de la toma del poder por parte del pueblo
¿Cuáles son las tareas específicas del gobierno popular revolucionario?
La estrategia revolucionaria
La estrategia contra revolucionaria
La estrategia de guerra revolucionaria prolongada del pueblo
Los instrumentos organizativos (políticos y militares) necesarios para impulsar la guerra revolucionaria del pueblo
A manera de resumen
¿Qué tareas debemos impulsar en esta etapa para hacer avanzar la revolución?
Los héroes del pueblo: Eva, Chico y Toño
Material de consulta: La revolución popular y el Gobierno Popular Revolucionario. Contenido y carácter de la revolución (Publicado en la edicion No 39 (año IV) de El Rebelde, correspondiente al mes de enero de 1976)

INTRODUCCIÓN
Para poder comprender el surgimiento y el actual desarrollo alcanzado por la estrategia revolucionaria en El Salvador, se hace necesario partir aunque sea brevemente de algunos antecedentes históricos en la lucha de clases desarrollada en las últimas dos décadas, tanto para ver los cambios operados en la política del Imperialismo, como en el movimiento revolucionario latinoamericano y en particular en El Salvador.
I. A manera de marco general
Uno de los rasgos básicos que caracterizan la situación presente en América Latina, es la profunda agudización de la lucha de clases, generada por las contradicciones antagónicas existentes en el actual sistema capitalista dependiente, que se han visto agravadas en los últimos años; todo esto, en el marco de la crisis general del capitalismo decadente a nivel mundial.
Esta lucha de clases, en los países dependientes latinoamericanos, ha conducido en las últimas dos décadas, a la confrontación directa entre el imperialismo aliado a las burguesías criollas de cada país contra la clase obrera, el campesinado y el resto de sectores populares; lucha que se concretiza en el desarrollo de la contra revolución y de la revolución
Un hecho histórico que marca el paso a una nueva etapa en el desarrollo de la lucha de clases en el continente, es el triunfo victorioso de la Revolución Cubana a fines de la década de 1950. El ejemplo del pueblo de Cuba va a ejercer profunda influencia en el desarrollo posterior del movimiento revolucionario, así como también en la política del imperialismo yanqui y las oligarquías criollas, que se ven en la necesidad de replantearse, los primeros (los revolucionarios), nuevas formas de lucha contra los opresores, fundamentalmente en cuanto a la utilización de la lucha armada. Y los explotadores, la necesidad de adecuar la forma global de dominación a las nuevas condiciones históricas de la lucha de clases.
Concretamente, ¿qué transformaciones se han operado en América Latina después de la Revolución Cubana? (A nivel de la lucha de clases).

1. En la política del Imperialismo.
Para los EE.UU. y las dictaduras títeres latinoamericanas, la toma del poder por parte de las fuerzas revolucionarias cubanas, fue un golpe inesperado, nunca pensaron que el régimen de Fidel Castro llegara más allá de ser un gobierno burgués de corte populista, y menos aún que realizara una política de profundos cambios en la estructura económica. Sin embargo, el Imperialismo asimiló rápidamente la lección.
Ya desde la década de 1940, después de la Segunda Guerra en que salió fortalecido el bloque socialista, los EE.UU., se hablan lanzado a una gran ofensiva a nivel mundial, dirigida fundamentalmente en el plano militar, desarrollando una compleja industria bélica y ampliando la carrera armamentista a todas partes del hemisferio. Pero, en ese entonces, los principios en que se basaba esta ofensiva era impedir la consolidación del bloque socialista y la defensa ante el “peligro” de invasión de éste a otros países, que no era otra cosa que la defensa de los monopolios y de las empresas transnacionales yanquis que defienden intereses en todo el mundo capitalista.
Pero, para 1960, el imperialismo tiene que enfrentarse en América Latina, a un nuevo enemigo, a un peligro más inmediato y concreto, anunciado con la Revolución Cubana y que presagiaba con prender en todo el continente los brotes de insurrección popular que se estaban gestando en lo interno de cada país. Esto obliga al Imperialismo yanqui (durante la administración Kennedy) a revisar y adecuar su estrategia y su táctica a las nuevas condiciones de auge del movimiento popular en el continente. A partir de los años 60, los EE.UU. apoyado en las oligarquías criollas latinoamericanas comienza a implementar una nueva estrategia: la estrategia de guerra contra el pueblo, que va dirigida a tratar de detener o impedir el desarrollo y generalización del movimiento revolucionario, dirigida a aplastar cualquier intento insurreccional de los pueblos. Es ilustrativo recordar una frase de Robert Kennedy en aquellos años, referente al futuro de América Latina: “La revolución latinoamericana, es inevitable, lo que podemos hacer nosotros es cambiarle su curso.” Esta nueva política es anunciada en la reunión de presidentes latinoamericanos, realizada en Punta del Este (Uruguay) en 1961.
La estrategia de guerra de contra insurgencia, que encierra un contenido económico, político y militar, contemplaba desde su creación 3 aspectos básicos:
(a) El Desarrollismo, en el plano económico-social, con el objetivo de promover una política económica de “ayuda externa” a los países dependientes; por una parte crear a través de diversas formas, una imagen favorable a los regímenes títeres, con el fin de atraer el apoyo de las masas y neutralizar la influencia de las organizaciones revolucionarias, y por otra parte, buscarle una nueva vía de penetración a los capitales imperialistas.*

  • Al mismo tiempo en que se iniciaba un proceso de pseudo industrialización con el fin de utilizar la mano de obra barata de los obreros latinoamericanos

b) En el plano MILITAR: el impulso de la acción anti-guerrillera y de acción represiva hacia la población, dirigida fundamentalmente a impedir el surgimiento y consolidación de las organizaciones revolucionarías para contener el desarrollo de la lucha armada popular y los intentos de insurrección de las masas.
c) en el plano IDEOLOGICO, se complementa adecuando la educación a las nuevas necesidades económicas y políticas, ejerciendo un control más estricto sobre la prensa y los medios de difusión a nivel Latinoamericano , dando los primeros pasos en la guerra psicológica, con el fin de sembrar el desconcierto, la confusión y el terror en el ánimo del pueblo.
Esta política plantea al imperialismo y a las oligarquías locales, la necesidad de efectuar algunos cambios en las viejas estructuras estatales, a modernizar los ejércitos títeres y a las fuerzas represivas, a adiestrarlos en nuevas técnicas antiguerrilleras y represivas contra el pueblo, a modernizar sus aparatos de inteligencia y de control, a transformar las viejas instituciones públicas y crear nuevas, todos estos cambios enfilados hacia el mismo fin: desarrollar la contra revolución.

2. En el Movimiento Popular Latinoamericano
La revolución cubana vino a incidir como un factor externo favorable sobre las condiciones objetivas y subjetivas propias de cada país, despertando la disposición, y combatividad de las masas y la sensibilidad de los revolucionarios latinoamericanos.
La revolución cubana rompió con una serie de esquemas dogmáticos sostenidos durante muchas décadas por las dirigencias tradicionales, enconchadas en el seno de la gran mayoría de los partidos comunistas latinoamericanos, que habían dejado muy atrás las posiciones marxistas leninistas acerca de la revolución socialista del pueblo, habiendo caído en una política conciliadora y colaboracionista con las burguesías locales.
La mayoría de estos partidos, consideraban que la alternativa socialista del pueblo, era una posibilidad demasiado lejana, que no correspondía de acuerdo a las condiciones existentes orientar su estrategia y su táctica hacia la toma del Poder por parte del pueblo.
Planteando como primer paso necesario, desarrollar ciertas “etapas previas” de organización, e incorporación de todos los sectores del pueblo a la lucha revolucionaria a través de formas exclusivamente pacíficas y que era posible en esta etapa establecer alianzas con sectores de la burguesía “nacional” y “progresista”, que tuviera contradicciones con el imperialismo y con las oligarquías terratenientes locales.
Todo esto, sustentado en la tesis errónea de que nuestros países eran semifeudales y que existía una burguesa nacional que “todavía” podía jugar un papel revolucionario en la implantación de regímenes democrático burgueses que permitieran desarrollar aceleradamente el capitalismo sobre la base de una burguesía nacional y con él, a la clase obrera, como etapa previa para iniciar la lucha revolucionaria hacia el socialismo.
La realidad se encargó de desenmascarar estas posiciones conciliadoras y reformistas.
El cuestionamiento de las viejas tesis tradicionales no se hizo esperar y no se quedó en el plano de la discusión ideológica. Durante los años posteriores al triunfo cubano se van creando las condiciones que permiten el surgimiento de la lucha armada popular en casi todos los países, aparecen nuevas organizaciones revolucionarias con el anhelo de alcanzar la liberación de sus pueblos y que intentan llevar a la práctica sus planteamientos estratégicos.

Sin embargo, muchos de estos primeros intentos fracasan, al no corresponder los planteamientos estratégicos y tácticos a las nuevas condiciones existentes en América Latina. Muchos de estos fracasos fueron determinados por los siguientes factores:
1. La falta de un verdadero análisis marxista de las sociedades latinoamericanas, y en consecuencia la no existencia de un sistema estratégico táctico coherente e integral acorde con la realidad.
2. La no superación de las concepciones elitistas e inmediatistas de origen pequeño burgués condujo a menospreciar las diferentes formas de lucha del pueblo, fundamentalmente a la lucha política de masas, en especial, a despreciar el papel de la clase obrera como fuerza dirigente de la revolución. A considerar la lucha armada como una lucha de la vanguardia y no como una lucha del pueblo, considerando la participación de éste como de simple apoyo a la guerrilla y no como su principal componente.
3. La visión subjetiva y unilateral de la guerra revolucionaria llevó a muchas organizaciones a desviaciones de tipo militarista.
4. El intentar aplicar mecánica y dogmáticamente la experiencia cubana.
5. La inmadurez política de las organizaciones revolucionarias, que se reflejaba en la no superación de influencias populistas y golpistas, que condujo en algunos casos a subestimar las fuerzas del imperialismo y a creer erróneamente en la posibilidad de una lucha rápida que precipitara la insurrección general sin estar maduras las condiciones.
6. La intensificación de la acción contra revolucionaria del enemigo en todos los planos, que logró en muchos casos cercar política y militarmente a la guerrilla, aislándola del pueblo.
A pesar de ello, estas derrotas transitorias en el movimiento revolucionario latinoamericano, han aportado una rica experiencia para la elaboración de una nueva estrategia revolucionaria marxista acorde a las nuevas circunstancias históricas.
Es precisó ver esos diez primeros años (1960-70) de la lucha popular, como parte del concepto de maduración política y desarrollo gradual que ha ido alcanzando el movimiento revolucionario latinoamericano en su conjunto, y no como un fenómeno aislado, inconexo con ( o bien desconectado de) la situación presente. Algunas organizaciones de vanguardia activas en la actualidad han aprendido la lección arrojada por esos primeros años, que han sido el precio de inmediatismo, de la visión subjetiva y unilateral de proceso revolucionario, y no pocas veces de la concepción elitista y vanguardista de la guerra, así como de la subestimación del imperialismo yanqui, que aun considerando la crisis profunda en que se encuentra, tiene fuerzas todavía muy poderosas y en la actualidad ha vuelto sus ojos con más ferocidad hacia la América-Latina, profundizando la contra revolución en todos los planos.
3. En El Salvador
En nuestro país, después de la masacre de 1932, ( en la que perdieron la vida más de 30.000 obreros y campesinos, así como valiosos dirigentes revolucionarios, entre ellos Farabundo Martí, Luna y Zapata),dejó de considerarse en los lineamientos estratégicos de las organizaciones de izquierda, concretamente en el Partido Comunista de El Salvador, el objetivo estratégico de la TOMA DEL PODER POR PARTE DEL PUEBLO, por considerar que las fuerzas de los enemigos de clase eran demasiado poderosas y no estiman adecuadamente el potencial revolucionario del pueblo. Evaluaban que el pueblo era demasiado débil, que aún no estaba organizado, sin conciencia ni disposición, y como tal el objetivo de la toma del poder era aún muy remoto.
Durante las décadas posteriores al 32, el PCS cayó en posiciones conservadoras y claudicantes con respecto a la burguesía. Aun cuando consideraban la necesidad de un proceso de fortalecimiento y de desarrollo que fuera permitiendo el cambio gradual de la correlación de fuerzas, lo consideraban mecánicamente, sir proyección hacía la toma del poder, dividiendo el proceso en etapas desligadas unas de otras, planteando el período de acumulación pacífica de fuerzas y luego la utilización de la violencia en el último momento. Convirtiendo en esa forma, a la lucha reivindicativa de las masas en una práctica política estrecha, inmediatista y sin proyección estratégica revolucionaria, presa de la influencia burguesa.

Todo esto obedecía a la concepción tradicional y metafísica de entender el proceso revolucionario como una serie sucesiva de etapas, sin conexión unas con otras, vistas en forma lineal, según la cual hasta haber llenado completamente las tareas de cada etapa había que pensar en desarrollar nuevas tareas
“Las dirigencias tradicionales entienden la acumulación de fuerzas como un proceso ligado exclusivamente a la acción pacifica de la lucha de masas: desarrollar las luchas reivindicativas de las masas y su participación en las elecciones (cuando era permitido por el régimen) por objetivos inmediatos exclusivamente.”
“No teniendo una clara perspectiva de la toma del poder político, la lucha de masas por medios exclusivamente pacíficos no está ligada a claros objetivos revolucionarios y se pone al servicio de los intereses concretos de otras clases, concretamente, de la burguesía llamada progresista”.
“Se consideraba que la burguesía “progresista” podría llegar al poder con ayuda de las fuerzas conscientes del pueblo; estableciendo, luego, un régimen democrático que reemplazara a la tiranía militar “pro oligárquica y pro imperialista”, y que realizara las reformas democrático burguesas necesarias para debilitar el poder económico y político de la oligarquía terrateniente. De tal manera, la lucha de masas no estaba ligada conscientemente a un objetivo realmente revolucionario; sino que buscaba el cambio del régimen de tiranía militar por un gobierno burgués que estableciera un mayor margen democrático, que permitiera condiciones legales favorables al desarrollo orgánico y a la lucha abierta de las fuerzas democráticas, incluyendo a los sectores de izquierda. Este esfuerzo se concretó muy claramente en las luchas políticas de 1944 y continuó presidiendo la estrategia política de las izquierdas en la época siguiente.” (Tomado de “Materiales Básicos de las FPL.”)
Sin embargo, después de la revolución cubana, muchas tesis erróneas establecidas como dogmas en el PCS, fueron negadas por la realidad, lo cual condujo al desarrollo de la lucha ideológica en el seno de la izquierda para abrirle paso y desarrollo a una nueva estrategia adecuada a la realidad de nuestro país en la presente época histórica.
Se comprendió la necesidad de incluir en su planteamiento estratégico, un elemento fundamental: la orientación hacia LA TOMA DEL PODER POR PARTE DEL PUEBLO; de adoptarlo como objetivo estratégico de las fuerzas revolucionarias. Y en segundo lugar, se planteó la necesidad de resolver el problema de las FORMAS de lucha, de los MEDIOS BASICOS que harían posible alcanzar el objetivo de la toma del poder.
Sobre la base del estudio de la situación del país, sometido durante muchos años a una criminal tiranía militar, que cada día profundiza métodos de represión y dominación política, se llegó a concluir que dadas las condiciones existentes en el país en los últimos años, y la tendencia futura a que conducían los acontecimientos, EL PODER POLITICO SOLO PODIA SER CONQUISTADO POR EL PUEBLO A TRAVES DE LA LUCHA ARMADA.
“Estos dos elementos representaban un avance significativo en los planteamientos estratégicos revolucionarlos. Sin embargo,fueron únicamente de palabra, porque en la práctica se mantuvo invariable la concepción sobre los medios básicos a través de los cuales se debe acumular fuerzas.”(M.B de las F.)
Si bien es cierto que se reconoció la lucha armada como el medio decisivo para la toma del poder, al mismo tiempo se adoptó la concepción errónea de que éste no es un medio que favorezca el desarrollo de las fuerzas para la revolución, todo lo contrario, era considerado como dañina, porque según los oportunistas la lucha armada impedía la incorporación de las grandes masas a la lucha reivindicativa, ponía en peligro las libertades democráticas del pueblo, provocaba la represión política del régimen y en fin, conducía a la destrucción del movimiento popular. En consecuencia, durante este largo período había que emplear exclusivamente medios pacíficos y evitar las acciones armadas dado que se argumentaba que no existían las condiciones necesarias para ésta. De tal manera, la lucha armada quedaba relegada como forma de lucha necesaria solamente durante el período de los combates decisivos para la toma del poder por medio de la insurrección armada popular.
En resumen, la lucha armada se consideraba válida durante un período estratégico posterior al llamado período de la acumulación de fuerzas, y para realizar dicho proceso se consideraba necesario cumplir una serie de tareas básicas, consideradas como “pasos previos” sin los cuales era imposible e inadecuado dar inicio a la lucha armada (a desarrollarse en el transcurso de una situación revolucionaria) en el país.
Según esta concepción, como premisas para el inicio y desarrollo de la lucha armada eran necesarios:
1. Organizar a la clase obrera de la ciudad y el campo.
2. Crear el campo sindical
3. Organizar al campesinado
4. Crear la alianza obrero-campesina, base de la alianza de las fuerzas progresistas.
5. Organizar a los diferentes sectores populares.
Y durante este largo proceso de organización y de movilización y de toma de conciencia del pueblo se consideraba completamente perjudicial la lucha armada.
La revolución cubana vino a demostrar que muchas de las tesis fundamentales de la estrategia tradicional no corresponden a la situación histórica presente, que eran dogmáticas y que lejos de contribuir al desarrollo del proceso revolucionario latinoamericano y centroamericano, se habían ido convirtiendo en una retranca para el mismo.
Concretamente quedó demostrado:
1. “Que para iniciar: la lucha armada, no es preciso que todas las condiciones objetivas y subjetivas revolucionarias (propias de una situación revolucionaria) estén terminadas. Que es necesario que existan algunas condiciones objetivas suficientes y un grado necesario de condiciones subjetivas (especialmente la existencia de una seria organización revolucionaria, un grado aceptable de conciencia y disposición a la lucha”).
2. “Que la lucha armada, ligada a la diversidad de formas de lucha, especialmente a la lucha política de masas acelera la creación y desarrollo de la organización, conciencia revolucionaría de grandes sectores del pueblo, y es mucho más eficaz que la sola lucha política de las masas, realizada por medios exclusivamente pacíficos.
3. “Que la lucha armada es un elemento básico para el desarrollo de las fuerzas, que permite más aceleradamente cambiar la correlación de fuerzas militares y políticas necesarias para el triunfo de la revolución”. (Materiales Básicos de las F.P.L”.)
Sin embargo, pese a que la realidad estaba contrastando con los planteamientos estratégicos dogmáticos de las organizaciones tradicionales, estas permanecieron invariables, encerrándose en sus viejos esquemas que en la actualidad los ha conducido a convertirse en un apéndice de la burguesía y en un profundo oportunismo de derecha que entorpece el desarrollo de la lucha revolucionaria del pueblo.
La lucha ideológica y política librada en el seno del PCS y del Movimiento sindical durante más de diez años, condujo inevitablemente al rompimiento por parte de los elementos más avanzados y consecuentes con los intereses del proletariado y de la revolución. Esta ruptura se produjo meses después de la guerra con Honduras y de las elecciones (1969-70) en que el PCS apoyo descaradamente la política de agresión de la burguesía salvadoreña capitaneada por Sánchez Hernández, haciendo llamados al pueblo a que se alistara para dar su contribución a la guerra fratricida.
Este rompimiento significa un acontecimiento histórico que va a incidir profundamente en el nuevo rumbo que adopta el movimiento revolucionario en El Salvador.
En 1970 comienzan a gestarse en nuestro país las organizaciones clandestinas político-militares (FPL y ERP) y con ellas el surgimiento de la lucha armada popular (la guerrilla rev.) en el territorio nacional, lo cual marca un salto de calidad en el desarrollo del proceso revolucionario en El Salvador y Centro América.
En el transcurso de los últimos 6 años se ha ido mostrando en la práctica la validez e invalidez de los planteamientos estratégicos y tácticos de cada una de estas dos organizaciones y han significado un paso adelante en cuanto al desarrollo teórico y práctico de los planteamientos estratégicos en El Salvador y en cuanto a la maduración política y capacidad de conducción alcanzada por las organizaciones revolucionarias y concretamente por las F.P.L.
Es en este marco que se tratará de hacer una exposición general sobre la estrategia revolucionaria en El Salvador (la cual ha adquirido el carácter de estrategia de guerra prolongada del pueblo) tal como se encuentra desarrollada hasta el momento actual.

ESTRATEGIA REVOLUCIONARIA EN LAS CONDICIONES CONCRETAS DE EL SALVADOR
I. Aspectos que debe contener la estrategia revolucionaria.
La estrategia revolucionaria consiste en definir y proyectar, sobre la base de un análisis marxista de la sociedad (formación social) en su conjunto y del marco mundial, lo siguiente:
1. El contenido de la revolución; que viene dado fundamentalmente, por las relaciones de producción dominantes en la sociedad y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas.
2. El carácter de clase de la revolución, esto es, cual es la clase que dirige y hegemoniza el proceso revolucionario, y en consecuencia, a que intereses fundamentales de clase responde, en última instancia, la revolución.
3. A partir de los dos elementos anteriores, determinar los objetivos estratégicos últimos de la lucha revolucionaria; es decir, a nivel económico cual será la nueva organización de la producción, y a nivel político que tipo de estado surgirá con el triunfo de la revolución y que forma adoptara en su primera etapa.
4. Las fuerzas sociales en pugna y las condiciones en que se encuentran. Es decir, partiendo del análisis de las clases sociales y de sus intereses respectivos, definir:
a) Las fuerzas contrarrevolucionarias en su conjunto; distinguir entre ellas al enemigo fundamental de la revolución (aquel que hegemoniza y dirige a las fuerzas contrarrevolucionarias en su conjunto), al enemigo principal (aquella clase, sector de clase o alianza de sectores de clases, que constituye en un período concreto el obstáculo mayor para el avance de la revolución), al enemigo inmediato en cada momento, y las distintas fuerzas sociales que les brinda o pueden brindar, en determinadas circunstancias, su apoyo.
b) La alianza fundamental y las secundarias en el seno de las fuerzas contrarrevolucionarias, las contradicciones que se dan entre ellas y la estrategia global con que se enfrentan a la revolución (estrategia global contrarrevolucionaria).
c) Las fuerzas revolucionarias o fuerzas matrices de la revolución. Distinguir entre ellas la clase más revolucionaria, quien dirige y hegemoniza el proceso; señalar la alianza fundamental y las secundarias; y los aliados probables que, bajo determinadas circunstancias pueden brindar su apoyo a las fuerzas revolucionarias.
d) Los grados de conciencia de clase, de organización y disposición a la lucha de los dos polos contendientes.
e) Las contradicciones que se dan en el seno de las fuerzas revolucionarias y los caminos adecuados para resolverlas.
5. La correlación de fuerzas interna y a nivel, regional, entre las fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias.
6. La correlación de fuerzas a nivel mundial. Las fuerzas mundiales que favorecen el desarrollo y triunfo de la lucha revolucionaria de los pueblos en general, y las fuerzas mundiales que se oponen. Las relaciones que existen en el interior de cada uno de estos bloques. La correlación existente entre estos dos bloques mundiales y su incidencia directa o indirecta en la situación concreta de nuestro país.
7. Las formas y métodos de lucha, fundamental y secundarios, su interdependencia, su combinación y coordinación, a través de todo el proceso revolucionario.
8. La manera en que las condiciones concretas (geográficas, históricas, demográficas, culturales, topográficas, etc.) en que se desarrolla el proceso revolucionario, condicionan la forma de aplicación de los distintos métodos de lucha.
9. Los instrumentos organizativos adecuados y necesarios para impulsar las distintas formas y medios de lucha, y para hacer efectiva la conducción, coordinación y combinación entre ellos a lo largo del proceso revolucionario. La Vanguardia Revolucionaria, expresión de la clase más avanzada y su papel en la conducción del proceso revolucionario.
Estos aspectos son, en líneas generales, los elementos estratégicos revolucionarios.

1. ALGUNOS RASGOS BASICOS DE NUESTRA FORMACION SOCIAL
El Salvador es un país capitalista dependiente. La mayor parte de su producción se realiza para el intercambio y bajo métodos capitalistas de producción. Los principales medios de produccion se encuentran en manos de un pequeño grupo de capitalistas que explota a la gran mayoría de la población que solo posee su fuerza de trabajo (o que tiene en propiedad medios tan escasos que no le alcanzan para subsistir: el semi-proletario agrícola) que la vende a cambio de un salario. Nos encontramos aquí pues, ante las dos clases fundamentales que conforman nuestra sociedad: la clase obrera y la burguesía.
El resto de la producción, aquella que no se realiza con métodos capitalistas es una parte menor. Esta pequeña parte se produce con otras formas de producción entre las que nos encontramos por ejemplo (básicamente), con la pequeña producción campesina. Estas formas de producción no capitalistas en nuestra sociedad se encuentran dominadas por las formas capitalistas de producción, que en la práctica las van eliminando gradualmente o las convierten en sus apéndices.
La producción capitalista presupone que la mayoría de la población se encuentra desposeída de medios de producción, de manera que tengan que vivir trabajando para los capitalistas a cambio de un salario. El primer medio de producción del que se despojó al pueblo fue la tierra; la gran mayoría de estas y las mejores le fueron arrebatadas al pueblo, surgiendo así los terratenientes. Esta es la otra clase que, junto a la burguesía conforman el sector dominante de nuestra sociedad, qua se enfrenta al resto del pueblo, fundamentalmente a LA CLASE OBRERA, INDUSTRIAL Y AGRICOLA Y AL CAMPESINADO POBRE.
Además de las mencionadas, existen en nuestra sociedad otras clases y capas sociales, que representan una parte menor de la población. Entre los más importantes de estas, se encuentran los otros sectores del campesinado; entre los que debemos distinguir a los ricos y medios, así como también a las capas medias que se encuentran formadas principalmente por aquellos sectores como estudiantes, maestros, empleados y profesionales, que no participan directamente en la producción.
Al analizar la propiedad capitalista en nuestro país, encontramos que los medios de producción no se encuentran exclusivamente en manos de burgueses salvadoreños, es mas ni siquiera podemos encontrar una buena parte de ellos que se encuentra únicamente en manos de salvadoreños pues a través de un largo proceso, unas veces directamente por medio de las inversiones, y otras indirectamente por medio de préstamos, asesoría técnica, dominación de los mercados mundiales e internos, concesión de marcas para la fabricación de mercancías, etc., la burguesa imperialista, fundamentalmente del imperialismo yanqui, se ha apropiado de la gran mayoría de los medios de producción y aquellos que no son de su propiedad, se encuentran bajo su control. Se ha establecido así, una alianza entre el capital imperialista y la burguesía criolla, en la cual el dominio lo ejercen los imperialistas, que son quienes realmente controlan la economía del país en su conjunto.
Por consiguiente, El Salvador es un país capitalista que se encuentra bajo el dominio económico y político del imperialismo, por lo que decimos que se trata de una sociedad capitalista dependiente.
Nuestra burguesía criolla se encuentra a su vez dividida en un sector oligarca y otro no oligarca. El sector oligarca es dominante dentro de la burguesía, que se caracteriza por ser a su vez burgués y terrateniente, y como burgueses, miembros de este sector, participan en todas las ramas de la economía (agricultura, industria, comercio, banca y finanzas); y el sector no oligarca es aquel que no participa en todas las ramas de la economía. Ambos sectores son aliados incondicionales de la burguesía imperialista y dependen de esta para su sobrevivencia.
Nos encontramos pues, en una sociedad donde existen dos grandes bloques de clases que poseen intereses totalmente opuestos y que se enfrentan entre sí en una lucha incesante para la defensa de los mismos. Estos bloques son:
i) los explotadores, formados por la alianza de la burguesía imperialista con la burguesía criolla y los terratenientes y
ii) los explotados, formado por la clase obrera (de la ciudad y el campo), los campesinos (especialmente los pobres) y todo el resto del pueblo explotado y oprimido.
Ahora bien, como hacen los explotadores para mantener sometido y oprimido el pueblo? Esto lo consiguen valiéndose del Estado.
El Estado no es más que la organización de las clases dominantes para ejercer su dictadura sobre el pueblo. Las clases dominantes en una sociedad son aquellas que tienen en sus manos los medios de producción; en nuestro caso, las clases dominantes son la burguesía imperialista aliada a la burguesía criolla y los terratenientes.
Por lo tanto en El Salvador, el estado es de tipo burgués, porque representa los intereses de esta clase en su lucha contra el pueblo. Este Estado se sostiene fundamentalmente por medio del aparato militar, formado por sus organismos armados: cuerpos represivos, ejercito, etc.; así también, sirve a su sostenimiento el aparato administrativo, constituido por todas las instituciones civiles (ministerios, asamblea legislativa, alcaldías, etc.) líneas de burócratas que se encargan de administrar los asuntos públicos en beneficio y defensa de los intereses de los explotadores.
En nuestro país, los organismos armados del Estado burgués, han jugado durante los últimos 45 años un papel especial en el mantenimiento de la dominación de los explotadores. Durante todo este tiempo el ejército títere se ha encargado de administrar el poder estatal de los ricos, a través de una sucesión de tiranías militares; papel que ha desempeñado servilmente, reprimiendo abierta y descaradamente las luchas populares en contra de los explotados.
En la actualidad, esta forma de dominación ha sufrido algunos cambios, sobre todo en lo que se refiere a la injerencia del Estado en el área económica y en cuanto a los mecanismos de represión contra el pueblo, para lo que la denominamos tiranía militar fascistoide.
Este cambio en la forma de dominación, tiene a su vez origen en la necesidad que tienen el imperialismo y la burguesía criolla de impulsar la estrategia contrarrevolucionaria de guerra contra insurgencia. En toda América Latina, el Imperialismo y. sus aliados criollos, impulsan esa estrategia como medio para intentar detener el movimiento revolucionario de los pueblos, para lo cual necesitan amoldar la forma del estado a las necesidades de la guerra contra el pueblo en cada país
Como conclusión, pues, definimos nuestra formación social como una sociedad capitalista dependiente, cuyo estado burgués toma la forma de Tiranía militar fascistoide. Los dos grandes bloques de clases que se enfrentan en ella son: la alianza de la burguesía imperialista con la burguesía criolla y con los terratenientes y par otro lado, la clase obrera, el campesinado (en especial el pobre) y todo el resto del pueblo explotado y oprimido.
II. Cuál es el carácter y el contenido de la Revolución en El Salvador?
La lucha de clases que se desarrolla entre los dos bloques mencionados, en el seno de la sociedad, solamente puede resolverse con el triunfo de los explotados sobre los explotadores. Y este triunfo solo es posible destruyendo el instrumento que protege a las clases dominantes y que a su vez, les sirve para ejercer su presión sobre el pueblo, es decir, sólo es posible destruyendo el Estado de los explotadores, destruyendo el Estado burgués. En esto consiste, la revolución que se está gestando en nuestro país.
La contradicción que opone al pueblo contra sus enemigos de Clase, es irreconciliable y única. La clase obrera y el resto del pueblo oprimido no pueden derrotar a la burguesía criolla (oligarca no), si no derrotan al imperialismo, ni al imperialismo si no derrotan a la burguesía criolla que le sirve de vehículo para su dominación. Por ello es necesario que el pueblo se enfrente y destruya al instrumento de que se valen para ejercer su dominio: El Estado burgués.
Esta es la primera premisa básica para poder realizar los cambios profundos que la sociedad necesita. “La liberación de la clase oprimida no solo es imposible sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del poder estatal, creado por la clase dominante.” (Lenin).
Y en nuestras condiciones, es preciso destruir el aparato estatal burgués, liquidar el poder del Imperialismo aliado a la burguesía criolla, para abrirle paso al desarrollo de las fuerzas productivas y de toda la sociedad en su conjunto. Por esta razón en nuestras condiciones concretas, la revolución del pueblo, en su conjunto. Por esta razón, en nuestras condiciones concretas, la revolución del pueblo, CONTIENE en todo su proceso TAREAS ANTICAPITALISTAS Y ANTIMPERIALISTAS.
Entonces, pues, el contenido de la revolución está determinado por la tareas que esta realiza, lo cual a su vez viene dado por el periodo histórico en que se encuentra la sociedad (modo de producción) y por el grado de desarrollo alcanzado; por consiguiente, este contenido es en nuestro país, ANTICAPITALISTA Y ANTIIMPERIALISTA, es decir, SOCIALISTA y, en su proceso: en marcha HACIA EL SOCIALISMO.
Por otra parte esta revolución que tiene por objetivo establecer una nueva organización social del trabajo, cuya base sea la propiedad social de los medios de producción y de establecer una estructura política que permita desarrollar lo anterior, solamente puede ser conducida por la CLASE OBRERA, tanto por su papel fundamental en su producción y el grado de organización, educación y disciplina que su función le impone, como por el hecho de ser la única clase totalmente desposeída de propiedad privada sobre los medios de producción; solo la clase obrera, reúne las condiciones necesarias para establecer un nuevo orden social cuyo basamento sean las relaciones socialistas de producción.
Por tanto, en nuestro país, la revolución tiene un carácter de clase PROLETARIA y en consecuencia, POPULAR; porque los objetivos que persigue expresan los intereses fundamentales de la clase obrera y del pueblo; y es esta clase la llamada a ser la fuerza dirigente de la revolución ante y después de la toma del poder.
Consecuente con lo anterior, los objetivos fundamentales de la revolución en El Salvador, en su fase, inicial, son los siguientes:
1. Derrocar el poder de la burguesía (en todos los campos).
2. la toma del poder por la clase obrera y sus aliados
3. la expulsión del imperialismo yanqui
4. medidas iniciales para la construcción del socialismo.
III. Cuál es el nuevo estado que surge con el triunfo de la revolución.
Hemos visto que la revolución en El Salvador tiene un contenido y carácter anticapitalista y antiimperialista es decir, que tiene un carácter de clase proletario y popular. Hemos visto también que esta revolución consiste en la destrucción del Estado burgués y no solamente en un cambio de gobierno, porque únicamente eso resolvera la contradicción fundamental que oponen a los explotados contra los explotadores.
Ahora es necesario que nos detengamos un poco a ver cuál es el nuevo estado que con el triunfo de la revolución (aplastamiento del estado burgués) surgirá en nuestra sociedad.
Decimos que se trata de una revolución Proletaria y popular, es decir, dirigida por la clase obrera, aliada estrechamente con el campesinado pobre en especial, y con todo el resto del pueblo. Es el proletariado la única clase que puede conducir al triunfo de la revolución en nuestro país. Esta clase, “la sepulturera del capitalismo”, como la llamara Marx, instaura un nuevo estado, apoyándose en una férrea alianza con el campesinado y con el resto del pueblo oprimido, al que le imprime el sello de sus propios intereses de clase.
Al definir la dictadura del proletariado, Lenin dice: `La dictadura del proletariado es una forma especial de alianza de clase entre el proletariado, vanguardia de los trabajadores, y las numerosas capas trabajadoras no proletarias (pequeña burguesía, pequeños patronos, campesinos, intelectuales, etc.) o la mayoría de ellas, alianza dirigida contra el capital, alianza cuyo objetivo es el derrocamiento completo del capital, el aplastamiento completo de la resistencia de la burguesía y de sus tentativas de restauración y la consolidación definitiva del socialismo. Es una alianza de tipo especial, que se forma en condiciones especiales, precisamente en las condiciones de una furiosa guerra civil; es una alianza de los partidarios resueltos del socialismo con sus aliados vacilantes, y a veces con los “neutrales” (en cuyo caso, de pacto de lucha, la alianza se convierte en pacto de neutralidad); es una alianza entre clases diferentes desde el punto de vista económico, político, social y espiritual.
Por consiguiente, el nuevo estado que surgira con el triunfo de la revolución es de TIPO PROLETARIO, es decir representante e instrumento de esta clase para la defensa de sus intereses y los del resto del pueblo, en contra de todo tipo de explotadores.
Este tipo de estado no puede considerarse “puro” o en sentido estricto, desde sus inicios, sino que este adopta distintas formas, dependiendo de las condiciones concretas en las que se da el triunfo de la revolución, pero todas estas formas de Estado, tienen en común el hecho de quien ejerce la hegemonía es la clase obrera.
Concretamente, que cambios profundos experimentará el Estado en nuestro país, después de la toma del Poder por la clase obrera y sus aliados?: “… el carácter de clase del Estado pasa a ser cualitativamente diferente: …se transforma en la Dictadura de la clase obrera, del campesinado pobre y de los sectores populares revolucionarios aliados a los mismos”.
“En su forma más estricta podemos decir apropiadamente que es una de las modalidades de la dictadura del proletariado.”
“En su forma más general podemos caracterizarla apropiadamente como la Dictadura Popular Revolucionaria bajo la hegemonía de la clase obrera”. (E1 Rebelde, No. 39).
En resumen, el estado proletariado solo puede surgir si se destruye el aparato armado y administrativo burgués. El estado proletario adquiere diversas modalidades que corresponden al grado de desarrollo alcanzado en las tareas de construcción, instauración y consolidación del socialismo. El Estado proletario es el armamento popular y el control obrero campesino sobre la producción y las demás ramas de la economía, es la legislación del pueblo. La dictadura del proletariado significa la alianza de la clase obrera con los campesinos en primer lugar, y con el resto de trabajadores en segundo lugar, esta alianza, se caracteriza porque es el proletariado quien tiene la hegemonía. La dictadura del proletariado es el instrumento del cual se valen los trabajadores para transformar la economía del país, imprimir el terror a la burguesía y aplastar todos los intentos contrarrevolucionarios.
RASGOS FUNDAMENTALES QUE DEBERA ASUMIR EL ESTADO EN NUESTRO PAIS DESPUES DE LA TOMA DEL PODER POR PARTE DEL PUEBLO.
El problema de la forma o modalidad concreta que adopta el Estado proletario, tiene que plantearse siempre partiendo de las características propias del país en que se da la revolución, que determinan cuales son los aspectos políticos fundamentales que deberá poseer para asegurar efectivamente, el triunfo.
No obstante, dos son las características fundamentales que diferencian cualquier forma de estado proletario de todas las formas de estado burgués:
1- Quien ejerce la hegemonía es el proletariado
2- Los aparatos militares y administrativos el estado burgués son destruidos en su conjunto y sustituidos por otros nuevos.
Si no cumple estas dos características, no puede siquiera hablarse del triunfo de la revolución. Sin estas dos cualidades, no puede asegurarse, el triunfo efectivo del pueblo. La primera de estas características significa que la revolución ha de ser dirigida por el proletariado (en alianza, con el campesinado y el resto del pueblo) es decir que los objetivos perseguidos son la construcción del socialismo y el aplastamiento de la contrarrevolución.
La segunda, es condición previa y necesaria para poder lograr los objetivos mencionados.
Ahora bien ya hemos visto que en nuestro país las revolución es imposible sin la participación del campesinado (en especial el campesino pobre) en primer lugar, y del resto del pueblo en segundo lugar, por tanto la Dictadura del proletariado deber asumir en principio la modalidad de DICTADURA POPULAR REVOLUCIONARIA BAJO LA HEGEMONIA DE LA CLASE OBRERA, que tendrá que ejercerse a través de un GOBIERNO POPULAR REVOLUCIONARIO DE OBREROS Y CAMPESINOS.
Decíamos que la destrucción de los aparatos militares y administrativos del Estado burgués, es condición previa para el verdadero triunfo revolucionario. Que significa concretamente esto en nuestro país? Como se destruirán estos aparatos?
A) En primer lugar, sustituyendo todos los organismos armados burgueses (guardia, policía, patrullas cantonales, ejercito etc.) por otros nuevos cuya conciencia se haya forjado en la lucha por el triunfo de la revolución y que esté al servicio de los intereses del pueblo. Se trata del pueblo en armas que se defiende en sí mismo organizado en su propio ejército. Solamente así puede garantizarse la total desarticulación de los organismos armados burgueses que han sido organizados y educados para la defensa de los explotadores.
B) En segundo lugar llevando adelante todas las medidas necesarias que garanticen que el pueblo dirigido por la clase obrera, tome en sus manos todos los aspectos administrativos de la sociedad. Alguna de estas medidas son por ejemplo:
1. Derogación de toda la legislación burguesa y creación de nuevas leyes que representen los intereses de los explotados en contra de sus enemigos.
2. Sustitución de todos los instrumentos legislativos, ejecutivos y judiciales del Estado burgués (asamblea legislativa, Corte Suprema de Justicia, Ministerios, etc.), por órganos populares.
3. Sustitución de todos los órganos locales y regionales del poder burgués (gobernación, alcaldías, etc.) por los órganos del poder popular constituidos por el pueblo en cada localidad o región.
4. Creación en todos los centros de trabajo (fábricas, haciendas, comercios, etc.) de los organismos adecuados a través de los cuales puedan los obreros y los campesinos realizar el control efectivo y directo de la producción y demás ramas de la economía.
Estos son los rasgos fundamentales que deberá tener la dictadura POPULAR REVOLUCIONARIA en nuestro país para garantizar efectivamente el triunfo definitivo de la revolución y permitir que el pueblo bajo la dirección de la clase obrera se encamine hacia la construcción del socialismo.
CUALES SON LAS TAREAS ESPECIFICAS DEL GOBIERNO POPULAR REVOLU CIONARIO?
Hemos visto ya cuales son las condiciones previas para que el pueblo pueda realmente dedicarse a dar los pasos necesarios que le encaminen hacia la construcción del socialismo.
“Ahora bien, es necesario tener clara la naturaleza del GOBIERNO POPULAR REVOLUCIONARIO, que en función de sus grandes tareas históricas tienen que llevar a la práctica una serie de medidas popular revolucionarias que le permitan llevar a cabo lo más pronto y eficazmente posible sus grandes finalidades históricas”.
“Por las transformaciones revolucionarias que le corresponde realizar, la PEVOLUCION POPULAR NO ES TODAVIA LA REVOLUCION SOCIALISTA, (en su contenido más integral) pero es su etapa previa y necesaria. Podemos decir, que aunque la Revolución Popular no es la plena Revolución Socialista es su ETAPA INTRODUCTORIA Y FUNDAMENTAL. Es la etapa revolucionaria que tiene que construir las bases políticas, económicas, ideológicas, culturales para, sobre esa base, pasar al Socialismo. Mientras más eficaz, profunda y prontamente se realice estas tareas previas, más eficaz y rápidamente será la transición al Socialismo.”
“Las confusiones en este terreno vital son gravemente perjudiciales para la realización de las tareas revolucionarias en esta etapa importante del tránsito al socialismo. Pues, no se debe confundir la etapa de la construcción de las bases para pasar al Socialismo con la etapa de la plena construcción socialista”.
“Por eso, al mismo tiempo que se debe tener clara la ligazón dialéctica y continuidad histórica entre la revolución Popular y la Revolución Socialista; debe tenerse completa claridad sobre las características específicas de cada una de estas dos fases revolucionarias para poder cumplir con toda eficiencia y prontitud sus tareas específicas”. (Rebelde 39, año 4)
Acerca de las medidas que deberá tomar el pueblo a través de su gobierno Popular Revolucionarlo. Sabido es que en el capitalismo no se produce para llenar las necesidades del pueblo sino para satisfacer las necesidades del mercado, o sea para las personas que puedan pagar los artículos, por ello es que las fábricas y todos los demás centros productivos se construyen pensando no en las verdaderas necesidades del pueblo, sino solamente en la cantidad de productos que es posible vender.
El pueblo hereda estas fábricas y centros productivos del capitalismo, por lo que no puede de la noche a la mañana producir todo lo necesario para satisfacer sus necesidades, para ello tiene que desarrollar la producción, incrementar la productividad, etc., en una palabra tiene que desarrollar las fuerzas productivas.
Con este objetivo, debe tomar una serie de medidas que creen las bases económicas, técnicas y culturales que al mismo tiempo que impulsen la construcción socialista, contribuyen a la consolidación del triunfo revolucionario.
Las medidas económicas que se tomen, serán la base fundamental para lograr aquel objetivo. Estas medidas deberán buscar por una parte destruir la base económica en que se apoyan el imperialismo aliado a la burguesa criolla (la propiedad privada sobre los medios de producción) y elevar al máximo las fuerzas productivas de la sociedad, con el objeto de crear las condiciones para poder llenar todas las necesidades del pueblo. (PARA PODER VER LAS TAREAS FUNDAMENTALES, consultar Rebelde No. 39, año 4)

La estrategia revolucionaria
Hemos visto que la victoria de la clase obrera y sus aliados solamente es posible mediante el triunfo de la revolución, es decir, mediante la destrucción del estado burgués y sus instrumentos (el aparato militar y el aparato administrativo) y su sustitución por otro Estado de nuevo tipo: la DICTADURA POPULAR REVOLUCIONARIA (que es una de las modalidades de la Dictadura del Proletariado).
Para lograr este objetivo, el proletariado y todo el pueblo oprimido llevan a cabo una larga lucha a través, de la cual se preparan y desarrollan sus fuerzas al mismo tiempo que debilitan constantemente las del enemigo. La forma y el contenido que adquiere esta lucha (estrategia) depente fundamentalmente de las condiciones concretas en la que se realiza y de las necesidades que de ella se derivan.
Esto es, en primer lugar, de las condiciones propias de cada país, es decir: de la estructura económica y del grado de desarrollo de esta, de la estructura de clases y de la forma como ejercen su dominación las clases dominantes.
En segundo lugar, de las condiciones externas, esto es, básicamente, de la correlación existente a nivel mundial. Tomando como base estas condiciones, decíamos que, la estrategia revolucionaria debe comprender básicamente el análisis de:
a) Las fuerzas propias (las fuerzas motrices de la revolución)
b) La fuerzas del enemigo
c) La estrategia del enemigo, las formas de lucha que implementa en cada etapa y su grado de desarrollo.
d) Las condiciones mundiales que favorecen o retrasan el avance revolucionario.
Del análisis de estos cuatro elementos se deduce la estrategia global del pueblo, LA FORMA FUNDAMENTAL DE LUCHA, las formas secundarias y la forma principal en cada momento.
Toda estrategia tiene pues, un contenido de clase. La Estrategia Revolucionaria es aquella que permite a las clases explotadas, desarrollar todas las formas de lucha posible y el método fundamental que verdaderamente conduzcan hacia su objetivo de tomar el poder,
1. Las fuerzas motrices de la revolución
En primer lugar es necesario identificar cuáles son las fuerzas matrices de la revolución y cuáles son las características de esas fuerzas: En nuestro país, como hemos visto, las fuerzas motrices de la revolución está formada por la clase obrera (industrial y agrícola), el campesinado (en especial el pobre) y el resto del pueblo oprimido: las llamadas capas medias y la pequeña burguesía. Las características de estas fuerzas son:
La clase obrera:
Es este fuerza dirigente de la revolución; por el hecho de ser la clase que carece de toda propiedad, que solamente posee su fuerza de trabajo, es la única que puede dirigir el proceso de expropiar los explotadores, para poner todos los medios de producción al servicio del pueblo; por ello es la clase que representa los intereses comunes generales y fundamentales de todos los explotados. El proletariado (consciente y activo) es la fuerza más firme de la revolución, aquella que aun en los momentos más difíciles se caracteriza por ser la más consecuente, la menos vacilante.
La clase obrera en nuestro para estar compuesta por alrededor de 800.000 asalariados, de los cuales aproximadamente 250.000.son obreros industriales y el resto jornaleros (obreros agrícolas). De ellos solamente alrededor de un 30% se encuentra organizado en el sector industrial y en el sector agrícola ni siquiera el 10%. Por otra parte, estos sectores organizados se hallan en su mayoría bajo el .dominio ideológico del imperialismo y una pequeña parte en menos del revisionismo de derecha. Los sectores totalmente desorganizados se encuentran todavía a un nivel ideológico y una disposición revolucionaria, más bajos.
El campesinado
Es este el aliado más importante de la revolución; es el aliado fundamental del proletariado, sin el cual no es posible el triunfo. En esta clase distinguimos a los campesinos ricos, que son también, en la gran mayoría explotadores; los campesinos medios que vacilan constantemente entre los intereses de los explotados y de los explotadores, y el campesino pobre, que por el hecho mismo de ser semiproletario, es decir, que vende su fuerza de trabajo a los capitalistas durante determinadas épocas del año, es el aliado más firme, más valioso, el más consecuente que tienen la clase obrera. Los intereses del campesinado, sobre todo aquellos los del campesinado pobre, solamente pueden llenarse en sus aspectos más esenciales, con el triunfo de la revolución.
El campesinado actualmente se encuentra en nuestro país todavía desorganizado en su mayoría, sobre todo el pobre. No obstante, día a día avanza hacia una toma de posición consecuente revolucionaria, puesto que ya existe un núcleo inicial de trabajadores organizados en el campo que se han incorporado a la estrategia de guerra revolucionaria prolongada del pueblo.
El resto del pueblo oprimido
a) Las capas medias: constituidas por todos aquellos sectores que no participan directamente de la producción, como son los estudiantes, los maestros, los empleados de bajo nivel, etc. Por sus características de clase, Lenin las clasifica entre las capas pequeño burguesas.
Estas capas medias, sobre todo los maestros, estudiantes, han jugado en nuestro país un papel valioso en el desarrollo del proceso revolucionario y constituyen aliados importantes del proletariado.
Las capas medias se encuentran en nuestro país bastantes desorganizados, a excepción de los maestros y los estudiantes. Sin embargo, comparadas con el resto del pueblo, puede decirse que tienen un relativo alto grado de organización
b) La pequeña burguesía. Sector de clase constituida por todos los pequeños propietarios que trabajan directamente en la producción, o en la circulación (Pequeños comerciantes), y los empinados de alto nivel y los profesionales (los ingenieros de las fábricas por ejemplo).
Estos dos últimos, aun cuando no sean propietarios, participan de los beneficios de la explotación través de los altos sueldos que devengan por servir fielmente a los capitalistas, sin embargo; en casos excepcionales, pueden colocarse al lado de las luchas populares. La pequeña burguesía es el aliado más vacilante que posee el proletariado, su situación de pequeño propietario o de participantes en los beneficios de la explotación entorpece en ella la capacidad de definirse consecuentemente a favor de la revolución mientras que por otra parte, la presión que sobre ella ejercen los capitalistas, la empujan a colocarse constantemente en el curso de los procesos revolucionarios entre los intereses de los explotados y los intereses de los enemigos el pueblo, y solamente los sectores más avanzados llegan a colocarse efectivamente al lado de los obreros y los campesinos pobres.
Este sector es el más desorganizado, los sectores organizados (asociaciones de pequeños comerciantes, asociaciones de profesionales) se encuentran agrupados alrededor de objetivos totalmente reaccionarios, por lo que su conciencia revolucionaria y su disposición son prácticamente nulas.
Estas son las características propias de las fuerzas revolucionarias en nuestro país. Como vemos se encuentran en un alto grado de desorganización y de dispersión tanto a nivel orgánico coma ideológico, lo que hace que su conciencia y disposición revolucionaria sea todavía baja.
2. Las fuerzas de la contrarrevolución.
En segundo lugar, vemos las fuerzas que se oponen a la revolución y sus características;
a) la burguesía imperialista (yanqui): el enemigo fundamental de nuestro pueblo, con clara conciencia de clase y medios económicos y militares a su disposición para combatir a nuestro pueblo y a todos los pueblos del mundo.
b) la burguesía criolla: aliado incondicional de burguesía imperialista, y consecuentemente, enemigo irreconciliable de nuestro pueblo. Sus intereses fundamentales coinciden plenamente con los de los imperialistas, puesto que la derrota de estos implicaría su desaparición. En esta clase, el sector dominante es la oligarquía burgués-terrateniente.
c) Los terratenientes:
Aliados a la burguesía criolla a través de la oligarquía burgués terrateniente, aliada al imperialismo. En sus diferencias con la burguesía criolla agrícola, predominan no obstante el interés común fundamental que posee con todos los explotadores de mantener la propiedad privada sobre los medios de producción.
d) El ejército títere: Fuerza militar sirviente de los explotadores, armada, entrenada y dirigida por los imperialistas. Su historia demuestra que siempre ha sabido cumplir su papel de instrumento servil de los enemigos del pueblo. Distinguimos de aquí la tropa, que está formada por los hijos más humildes del pueblo (en su mayoría campesinos y jornaleros) que son obligados por la fuerza a prestar sus servicios en el ejercito de los ricos.
¿En qué condiciones se encuentran actualmente estas fuerzas? Con un alto grado de organización, con una clara conciencia de clase, con todo el aparato militar y administrativo del Estado a su servicio; con todo el poderío económico y militar del imperialismo a sus espaldas y con un alto nivel interno de consolidación mantenido a pesar de las diferencias que los oponen, aun cuando no cuentan con el respaldo del pueblo sino todo lo contrario se ha acrecentado el descontento y el repudio popular hacia el régimen.
Esta situación demuestra por consiguiente que en nuestro país, en el momento actual, el estado de la correlación de fuerzas, favorece al enemigo en casi todos los aspectos por lo que un objetivo estratégico de las fuerzas revolucionarias es invertir esa correlación para colocarla a su favor.
3. La estrategia contra revolucionaria: En tercer lugar, es necesario identificar cual es la estrategia global del enemigo, como se desarrolla en cada etapa, cuáles son sus características, y que formas de lucha desarrolla en cada momento.
En nuestro país, el imperialismo aliado a la burguesía criolla, vienen desarrollando la estrategia global de guerra contra el pueblo desde hace varios años. Esta estrategia global comprende varias estrategias parciales que el enemigo va poniendo en práctica a medida que se desarrolla la guerra.
En El Salvador, las clases dominantes han desarrollado y superado ya una primera etapa de esa estrategia global contrarrevolucionaria, la llamada guerra preventiva. En el momento actual se encuentran desarrollando una segunda etapa que consiste en la guerra especial. Este incluye medidas de guerra psicológica (sembrar el terror entre el pueblo, causar confusión por medio de volantes anónimos etc.) medidas militares (represión abierta contra todo intento de lucha del pueblo, la acción antiguerrillera, rastrillo, detenciones, masacres, etc.) medidas políticas (cambios en la forma de dominación que sirven para dejarles libres las manos a los explotadores y sus títeres en contra del pueblo, etc.) creación de organizaciones reaccionarias en el seno del pueblo, etc. Medidas económicas (que sirven de pantalla para encubrir el carácter antipopular del estado y sus aparatos) todo ello con el fin de contener el avance de las fuerzas revolucionarias.
Partiendo de esto, podemos esperar que en la medida en que se desarrolle la guerra del pueblo, el Imperialismo ira buscando nuevas formas para tratar de detenerla, hasta llegar a la intervención armada directa en su afán de contener al pueblo.
Los enemigos del pueblo van desarrollando toda esta estrategia global de guerra contra revolucionaria, pasando de una etapa a otra, como respuesta a los avances revolucionarios de las fuerzas populares, por eso es que Marx dice: “la revolución avanza por el hecho de que crea una contrarrevolución fuerte y unida, es decir, obliga al enemigo a recurrir a medios de defensa cada vez más extremos y elabora, por lo mismo, medios de ataque cada vez más potentes.” (Marx: La lucha de clases en Francia)
Así pues, el desarrollo de la estrategia enemiga, interactúa dialécticamente en el desarrollo de la estrategia revolucionaria y a la inversa: la revolución obliga al enemigo a tomar medidas cada vez más extrenas, lo que a su vez obliga a la revoluci6n a elaborar “medios de ataque cada vez más potentes” con lo que avanza constantemente hacia la victoria.
4. La situación mundial
En cuarto lugar, es preciso sopesar cual es el marco internacional en el que se da la lucha.
La situación mundial, de manera general, es favorable al desarrollo de la lucha revolucionaria de los pueblos.
En el campo socialista mundial se desarrolla de manera creciente en lo económico, técnico, militar, científico, etc. prestando una valiosa ayuda a los pueblos del mundo que luchan en contra la explotación y opresión de las clases dominantes locales e imperialista, no obstante, las contradicciones que se presentan actualmente.
Las victorias de los pueblos de Indochina (Viet-nam, Laos y Camboya) sobre el imperialismo y de los países africanos como Mozambique, Guineo Bissau y Angola, marcan el paso de batalla de la revolución mundial.
El internacionalismo proletario entre los países que construyen el socialismo y aquellos que todavía lucían contra la dominación del capital, cobra cada vez más impulso; pueblos como el de Cuba socialista no vacilan en dar su apoyo e incluso su vida en la lucha junto con los pueblos oprimidos.
América Latina vive actualmente un poderoso resurgir del movimiento revolucionario, el cual a pesar de algunas derrotas transitorias va dando pasos hacia un mayor desarrollo y consolidación; cada vez son mayores los contingentes de hombres y mujeres del pueblo que emprenden el camino de la lucha armada, que es el elemento eje de la guerra del pueblo.
Vivimos en una época de revolución a nivel mundial, la guerra revolucionaria es el camino que están emprendiendo los pueblos del mundo y no existe poder capaz de detener esta marcha hacia el triunfo del socialismo. El proceso revolucionario de los pueblos ya es irreversible.
VII. La estrategia de guerra revolucionaria prolongada del pueblo
El análisis de los elementos mencionados constituye la base esencial y necesaria para elaborar la estrategia revolucionaria global del pueblo.
Para derrotar a los enemigos del pueblo, es necesario hacerlo no solamente en el plano ideológico y político, sino fundamentalmente, en el plano militar. Para eso es necesario que las fuerzas populares forjen su propio aparato militar capaz de infringirle derrotas al ejército de los ricos que es el instrumento básico con el cual mantienen su dominio y opresión sobre el pueblo.
Es condición del triunfo de toda revolución, derrotar militarmente al enemigo, aplastar el aparato militar de su Estado.
Ahora bien, en nuestro país, la situación en que se encuentran las fuerzas populares, nos señala que la fuerza popular armada no puede nacer de la noche a la mañana. Es necesario formarla, construirla: incorporar al pueblo a todos las formas de lucha, elevarle sus niveles de conciencia, organización y disposición revolucionarias, prepararle para que cada vez mayores contingentes pasen a engrosar las filas de esta fuerza popular armada, adiestrarlo en el arte militar, etc.
Por ello, las fuerzas revolucionarias requieren de cierto tiempo a través del cual va incorporándose gradualmente el pueblo a la lucha en todos sus aspectos sobre la base de su conciencia y disposición revolucionarias.
Por consiguiente, la forma de lucha fundamental determinada por las condiciones de nuestro país es la lucha armada, y todas las demás formas de lucha deben orientarse hacia ella.
Por esa razón la lucha armada en nuestro país es método de lucha que se mantiene a través de todo el proceso hasta la victoria. La fuerza popular armada se conforma por el pueblo armado y organizado en sus propias fuerzas armadas regulares o irregulares, en su propio ejército, que será capaz de derrotar al ejército de los enemigos, y no puede aparecer instantáneamente, sino que las condiciones concretas le imponen que se vaya formando gradualmente, a través de la incorporación del pueblo en la lucha en todo sus aspectos y especialmente a la lucha militar.
Por consiguiente, la estrategia revolucionaria que corresponde a las condiciones concretas de nuestro país es la ESTRATEGIA DE GUERRA POPULAR PROLONGADA, como estrategia global que oponen los explotados a la estrategia global de la guerra contra el pueblo que desarrollan los explotadores.
Y el método de lucha fundamental de la estrategia revolucionaria de Guerra Popular Prolongada, solamente lo puede desempeñar la lucha armada; éste elemento es el que fundamentalmente le da el carácter de GUERRA a la lucha revolucionaria.
Ahora bien, desarrollar la lucha armada, plantea la necesidad de aplicar y combinar adecuadamente todas las formas de lucha posibles y válidas en cada momento y situación concreta, de manera que permita debilitar al enemigo en todos los campos, así como ir creando y desarrollando las condiciones subjetivas de conciencia, organización y disposición revolucionaria del pueblo.
Esta estrategia de GUERRA REVOLUCIONARIA PROLONGADA DEL PUEBLO, consiste pues, en la correcta combinación de la lucha violenta con la pacífica, legal e ilegal, de masas y de guerrillas, económica y política, armada y no armada, en que va incorporándose el pueblo a la lucha, fortaleciendo sus fuerzas, ganando terreno, desgastando las fuerzas del enemigo, modificando gradualmente la correlación de fuerzas, creando sus instrumentos políticos y organizativos necesarios para derrotar finalmente al enemigo, tiendo como elemento fundamental la lucha armada de masas. Esta es la única estrategia capaz a la formación, gradual pero firme, de un aparato militar del pueblo (el pueblo armado) bajo la dirección de su vanguardia proletaria, capaz de derrocar el imperialismo aliado a la burguesía criolla, para permitir que el pueblo encabezado por la clase obrera tome el poder y de inicio a las tareas de transformación de la sociedad hacía la construcción del socialismo como primera fase de la sociedad comunista.
Esta guerra de carácter prolongado sólo puede ser posible con la incorporación de las inmensas mayorías del pueblo a la lucha. Organizar, foguear, y dirigir al pueblo en las tareas de la guerra es el principio fundamental de nuestra estrategia; debemos tener presente que la revolución sólo puede ser obra de las masas dirigidas por su vanguardia.
La victoria del pueblo sobre sus enemigos será el fruto de la correcta aplicación de la estrategia de GUERRA PROLONGADA DEL PUEBLO.
Al contemplar el marco general latinoamericano, vemos la necesidad de aplicar una estrategia de carácter continental, que permita enfrentar al enemigo común, dispersarlo, confundirlo y destruir sus fuerzas. Los pueblos centroamericanos tienen la posibilidad de enlazar dialécticamente su accionar debido a las condiciones geográficas, históricas, económicas, políticas, culturales y militares que les unen, en donde la lucha armada debe desarrollarse a partir de la forma guerrillera rural, urbana y sub-urbana. Unos países tendrán la posibilidad de liberarse del dominio burgués antes que otros, esto será de acuerdo a la correlación de fuerzas existentes en cada momento en cada país centroamericano; para ello, los pueblos de Centroamérica deberán unir estrechamente su lucha revolucionaria a nivel centroamericano.

VIII Los Instrumentos organizativos (políticos y militares) necesarios para impulsar la Guerra Revolucionaria del Pueblo.
La aplicación y desarrollo de la guerra revolucionaria del pueblo en las condiciones de El Salvador, requiere de determinadas formas organizativas, en donde las fundamentales son:
A. El Partido REVOLUCIONARIO (la Vanguardia), esto es, la organización que representa fielmente los intereses del proletariado, formado por los mejores representantes de ésta clase y de los demás sectores del pueblo, ligado indisolublemente al proletariado y a las masas en general, con alto grado de conciencia y disciplina; que por su trabajo paciente y perseverante y la correcta aplicación de su línea político militar se haya ganado el respeto del pueblo y su reconocimiento como vanguardia, convirtiéndose en alumno y maestro, “en instrumento y jefe del pueblo”.
“Seguramente dice Lenin hoy casi todo el mundo ve ya que los bolcheviques no se hubieran mantenido en el poder, no digo dos años y medio, sino ni siquiera dos meses y medio sin la disciplina rigurosísima, verdaderamente férrea, de nuestro partido, sin el apoyo total e incondicional prestado a él por toda la masa de la clase obrera, es decir, por todo lo que ella tiene de consciente, honrado, abnegado, influyente y capaz de conducir tras de sí o de arrastrar a las capas atrasadas.” (Lenin)
En esta cita, Lenin se refiere a la importancia que tiene la disciplina férrea en el seno de un partido revolucionario, así como su necesidad de ligarse estrechamente con las masas, fundamentalmente con las masas obreras, como condición indispensable para que se convierta en real vanguardia del pueblo.
La función histórica, fundamental, de todo partido revolucionario, es la de dirigir firmemente, sin vacilación, la lucha de las masas proletarias y no proletarias hacia la toma del poder, la destrucción del viejo régimen, y la construcción del nuevo andamiaje político y económico que permita el paso al socialismo y al comunismo.
La clase obrera necesita de una cabeza, de un instrumento político revolucionario, capaz de dirigir a su clase y sus aliados, de coordinar y unificar sus luchas en torno a sus intereses fundamentales. A través de su vanguardia revolucionaria, la clase obrera irradia y ejerce su hegemonía sobre todos los sectores del pueblo.
B. La Fuerzas Armadas Populares, que constituye el con-junto de la organización armada del pueblo. Distinguimos entre el aparato militar profesional: el ejército guerrillero; y los organismos armados de las masas: los grupos de choque y auto defensa popular. (Las milicias populares). Ambos elementos combinados dialécticamente, los grupos armados populares interrelacionando su accionar con el del ejército guerrillero popular, y el conjunto bajo la dirección de la vanguardia
C. El Frente de Masas, integrado por la unidad de las organizaciones populares de masas revolucionarias, que combativamente luchan por las reivindicaciones políticas, económicas, culturales, sociales, etc., en el marco de la estrategia revolucionaria político-militar. O sea, que a través de la lucha por reivindicaciones inmediatas, elevan el grado de organización, conciencia y disposición revolucionaria de las masas, para incorporarlas a planos superiores de la lucha revolucionaria.
D. El Frente Revolucionario; o sea, la Alianza Popular Revolucionaria que es la expresión orgánica concreta de la alianza de los diferentes sectores del pueblo, bajo la firme conducción del partido revolucionario de vanguardia de la clase obrera, que tiene como su base la alianza obrero campesina y que responde en su conjunto a la hegemonía proletaria. La Alianza Popular Revolucionaria estará integrada por: el Partido revolucionario de vanguardia del proletariado, las Fuerzas Armadas Populares de Liberación (guerrilla urbana y suburbana, Ejército Popular de Liberación y las Milicias Populares), y el frente de masas; es decir, que es la expresión de la amplia unidad revolucionaria del pueblo, bajo la dirección del partido de vanguardia y bajo la hegemonía de la clase obrera. La alianza Popular Revolucionaria será el basamento de las victorias decisivas del pueblo para el triunfo de la Revolución Popular hacia el Socialismo, para la construcción de sus bases, que permitan al pueblo pasar a la construcción desplegada de la sociedad socialista, condición necesaria para llegar al Comunismo, meta superior de la humanidad.

IX. A manera de resumen:
En la actualidad, el vasto territorio latinoamericano, la última reserva estratégica del imperialismo yanqui, se transforma en un enorme campo de batalla entre las fuerzas del pueblo y las del imperialismo junto a la burguesía criolla. Los pueblos de Latinoamérica se aprestan a la batalla final contra sus explotadores y el camino es el de la guerra revolucionaria. Brindándoles su apoyo se encuentra la clase obrera y los pueblos de los países socialistas. La correlación mundial de fuerzas favorece la lucha de los pueblos latinoamericanos.
En El Salvador el proceso revolucionario actualmente se caracteriza por desarrollarse dentro de un cerco estratégico: económico, político y militar, trazado por el imperialismo yanqui y las burguesías criollas. A pesar de esta situación de desventaja para la lucha revolucionaria, estratégicamente el enemigo se ha colocado en una situación defensiva y en consecuencia nuestra tarea consiste en desarrollar una estrategia ofensiva, que avanzando de lo simple a lo complejo, permita incorporar al pueblo a nuevos escalones superiores de la guerra revolucionaria combinando acertadamente la ofensiva táctica con la defensa activa, tomando la iniciativa y generalizando la guerra en todos sus aspectos y en todo el territorio. El método fundamental de lucha es el armado combinado con los demás medios de lucha de las masas que impulsen la estrategia revolucionaria.
X. Que tareas debemos impulsar en esta etapa para hacer avanzar la revolución?
A. En trabajo Político de las masas: – Debemos iniciar la incorporación de la clase obrera al proceso Revolucionario. – Consolidar, y ampliar las organizaciones de masas con línea revolucionaria.
– Forjar y consolidar la alianza obrero-campesina.
– Estructurar y consolidar la unidad revolucionaria de las organizaciones populares combativas.
– Desarrollar nuevos escalones en la ofensiva del movimiento de masas, intensificando la lucha reivindicativa política y económica e implementando diferentes formas de lucha. – Generalizar el movimiento de masas a nivel nacional – Profundizar la lucha político ideológico contra las corrientes reaccionarias, revisionistas y aventureras. – Impulsar la lucha del pueblo contra los planes concretos de la tiranía fascistoide a nivel económico, social, ideológico y político. – Restarle base social al enemigo.
B. En el aspecto militar:
– Desarrollar la guerrilla urbana y sub-urbana y su creciente operatividad militar. – Desarrollar los métodos y medios necesarios para organizar el armamento de las masas (milicia populares).
C. – Fortalecer la vanguardia proletaria – Debilitar, confundir y dispersar las fuerzas para-militares del enemigo. – Desenmascarar ante las masas a las organizaciones Contrarrevolucionarias. – Desarrollar la guerra psicológica.
La estrategia político militar revolucionaria de Guerra Prolongada del Pueblo, cuyos lineamientos generales hemos esbozado en este material, representa el poderoso instrumento revolucionario integral que guía en cada momento las acciones tácticas de las Fuerzas Populares de Liberación FPL Farabundo Martí, y que le permiten, no sólo prever acertadamente el desarrollo del proceso, sino orientar al pueblo en su diaria y esforzada lucha hacía la Liberación Popular y el Socialismo.
¡REVOLUCION O MUERTE – EL PUEBLO ARMADO VENCERA
Junio de 1976.
En la noche del 10 de octubre de 1976 entraron en desigual combate contra muy superiores fuerzas de la tiranía militar, hasta las 7 de la mañana del día 11, cuando su valiosa sangre de héroes revolucionarios se sumó a la de los otros heroicos combatientes de las FPL caídos en la cruenta Guerra Prolongada del pueblo por la liberación y el Socialismo. La heroína EVA era miembro del Consejo Revolucionario y del Comando Central de las FPL. Los héroes del pueblo ANTONIO y FRANCISCO desempeñaban importantes cargos de dirección revolucionaria. Ellos estarán siempre presentes en nuestra organización y en nuestro pueblo. Sus ideas siguen y seguirán ayudando en las luchas del pueblo hasta la victoria final. Con su ejemplo y con sus ideas inmortales nos muestran que los verdaderos comunistas, aún después de dar su sangre y su vida por la causa del proletariado, continúan SIRVIENDO A SU PUEBLO.

MATERIAL DE CONSULTA
ESTRELLA ROJA” REPRODUCE A CONTINUACION EL DOCUMENTO TITULADO “ LA REVOLUCION POPULAR Y EL GOBIERNO POPULAR REVOLUCIONARIO CONTENIDO Y CARACTER DE LA REVOLUCION “, PUBLICADO EN LA EDICION NUMERO 39 AÑO IV DE “EL REBELDE”, CORRESPONDIENTE AL MES DE ENERO DE 1976.
ESTE DOCUMENTO ES INDISPENSABLE, YA QUE CONTIENE LA FUNDAMENTACION MARXISTA APROPIADA A LAS CONDICIONES HISTORICAS Y CONCRETAS DE NUESTRO PAIS EN EL MARCO CENTROAMERICANO DE LA PROYECCION ESTRATEGICA REVOLUCIONARIA DE LAS F.P.L.
POR ELLO, EN EL ANTERIOR MATERIAL SOBRE ELEMENTOS ESTRATEGICOS, INSERTO EN ESTA MISMA EDICION, SE HACE REPETIDAS REMISIONES AL MISMO.

LA REVOLUCION POPULAR Y EL GOBIERNO POPULAR REVOLUCIONARIO CONTENIDO Y CARACTER DE LA REVOLUCION.
El contenido y el carácter de toda revolución lo determinan las tareas históricas revolucionarias que está llamada a realizar y las fuerzas sociales revolucionarias que la llevarán consecuentemente hasta su total realización.
CUALES SON LAS TAREAS HISTORICAS FUNDAMENTALES QUE LA REVOLUCION Y EL PUEBLO TIENE FRENTE ASI
Esto no es un problema que está sujeto a la simple voluntad de los hombres, sino que está determinado por el carácter de las fuerzas productivas, por las contradicciones entre éstas y las relaciones de producción y por el grado de agudización de las contradicciones irreconciliables de clase que tal situación ha generado. Tal contradicción antagónica sólo puede resolverse por un salto revolucionario que pone en correspondencia a las nuevas relaciones de producción revolucionarias con el carácter de las fuerzas productivas. Para ello es preciso que las fuerzas sociales que impulsan las transformaciones revolucionarias destruyan el poderío militar de las fuerzas reaccionarias, arrebaten el, poder político y económico de manos de éstas, le den un nuevo carácter de clase al Estado, y lleven a cabo consecuentemente los cambios revolucionarios radicales necesarios en la base económica y en la superestructura política (ejecutiva, legislativa, judicial, administrativa, fiscal, jurídica, educacional, etc.,etc.)
Esta es una ley general de las revoluciones sociales. Sin embargo, tales enunciados básicos deben ser interpretados en correspondencia con la situación concreta de la lucha de clases en un país determinado y en un momento determinado.

CUALES SON LOS RASGOS CONCRETOS BASICOS DEL PAIS EN ESTE PERIODO.
En diversos documentos las FPL los han expuesto y analizado detenidamente, por lo cual en esta ocasión los enunciaremos brevemente.
El Salvador es un país: a) de desarrollo capitalista; b) dependiente del imperialismo yanqui, que emplea las modalidades apropiadas a sus nuevos tipos de coloniaje; e) con gran atraso en todas las ramas fundamentales económico sociales; c) Con relativo desarrollo de la población proletaria urbana y rural que, junto con el campesinado pobre forman la abrumadora mayoría de la población; d) Con extremada polarización de clases que determina que la tierra y las riquezas se encuentran concentradas en manos de unas pocas familias que forman la oligarquía burgués terrateniente aliada del imperialismo yanqui, mientras la enorme mayoría que forma la población trabajadora se debate en la más espantosa miseria, el hambre, la desocupación y la desnutrición; e) Para mantenerse en el Poder las clases dominantes aliadas al imperialismo han instaurado desde hace varios decenios la tiranía militar que se encamina aceleradamente hacia la situación de tiranía militar fascistoide en el marco de la guerra contrarrevolucionaria(de contra insurgencia) dirigida por el imperialismo yanqui; f) los sectores más avanzados han iniciado la Guerra Prolongada del pueblo a la que se incorporan crecientes sectores del mismo.
Las agudas contradicciones de clase en nuestro país, así como la contradicción entre el carácter de las fuerzas productivas y las relaciones de producción han llegado a tal grado de antagonismo, que no pueden resolverse en el marco del modo de producción capitalista y de dependencia del imperialismo, y sólo puede ponerse fin a la aguda crisis en la estructura y superestructura social a través de una verdadera y profunda revolución.
QUE TAREAS HISTORICAS FUNDAMENTALES TIENE FRENTE ASI ESTA REVOLUCION
. 1) Poner fin definitivamente a la dependencia (política-militar-económica-social) del país respecto del imperialismo yanqui.
2) Liquidar definitivamente el Poder político, económico, social de la oligarquía burgués terrateniente, aliada al imperialismo.
3) Sentar las bases económicas, políticas, culturales, técnicas y sociales para pasar a la construcción del Socialismo.
Es obvio que tales tareas históricas revolucionarias sólo pueden ser impulsadas y llevadas hasta su consecuente y decidida realización por las clases sociales revolucionarias y sus sectores aliados.
CUALES SON ESTAS CLASES Y SECTORES?
1) La clase obrera industrial y agrícola, que por ser la clase más avanzada históricamente, la que está ligada vitalmente al paso al Socialismo, es la única clase capaz de dirigir este proceso revolucionario.
2) El campesinado pobre y medio, y fundamentalmente el campesinado pobre.
3) Los sectores avanzados de la pequeña burguesía:
a) Capas medias: estudiantes avanzados, maestros, intelectuales y profesionales avanzados, empleados públicos y privados, etc. b) los pequeños y medianos productores y comerciantes.
Tal revolución, por su profundidad y amplitud no podría llevarla a cabo la clase obrera sola, ni sólo en alianza con el campesinado pobre, sino que necesitan aglutinar en torno a ellas, a las extensas masas de las capas medias y de los pequeños productores y comerciantes: es decir, necesita crear una amplia y sólida Alianza Popular Revolucionaria que esté bajo la firme hegemonía de la clase obrera, y cuya base y núcleo fundamental lo constituye una firme alianza obrero campesina.
Sólo a través de la Alianza Popular Revolucionaria, bajo la hegemonía del proletariado y teniendo como la base la alianza obrero campesina podrá garantizarse que la Revolución Popular sea lo suficientemente profunda y consecuente para que sus medidas conduzcan efectivamente a la formación de la base material, política, ideológica, cultural necesarias para realizar el paso al Socialismo.
CUALQUIERA OTRA CLASE O SECTOR QUE NO SEA LA CLASE OBRERA, ESTA INCAPACITADA PARA DIRIGIR EL PROCESO REVOLUCIONARIO HASTA LA CONSTRUCCION DEL SOCIALISMO.
La burguesía, a través de todos los medios a su alcance, tratará de influir y tomar la hegemonía, para detener el proceso hacia el Socialismo y para prolongar y profundizar la explosión capitalista sobre las grandes mayorías trabajadoras.
Los sectores de la pequeña burguesía radicalizada, dadas sus características e intereses de clase, tratarán de influir e incluso hegemonizar el curso revolucionario para entrar en entendimiento con sectores de la burguesía y frenar el proceso revolucionario hacia el Socialismo en aras de los intereses burgueses.
Por eso, el proletariado necesita construir firme y amplia alianza con el campesinado pobre (como base de la alianza Popular Revolucionaria) única fuerza social capaz de garantizar la hegemonía proletaria y de hacer avanzar todo el curso de la Revolución Popular en sus tres aspectos: terminar con la dependencia respecto del imperialismo; liquidar el Poder de la oligarquía burgués terrateniente aliada al imperialismo; y tomar firmemente el curso hacia el Socialismo.
Por consiguiente: las tareas históricas de la Revolución Popular sólo puede llevarlas consecuentemente a su realización un GOBIERNO POPULAR REVOLUCIONARIO BAJO LA HEGEMONIA DE LA CLASE OBRERA EN FIRME ALIANZA CON EL CAMPESINADO POBRE, DENTRO DE UNA SOLIDA ALIANZA POPULAR REVOLUCIONARIA.

CON TAL COMPOSICION CLASISTA Y BAJO LA HEGEMONIA PROLETARIA, ¿QUE CAMBIO RADICAL EXPERIMENTA EL ESTADO?
Sencillamente, que el carácter de clase del Estado pasa a ser cualitativamente diferente en vez de seguir siendo la dictadura de la burguesía en alianza con el imperialismo sobre las amplias masas trabajadoras y explotadas, se transforma en la Dictadura de la clase obrera, del campesinado pobre y de los sectores populares revolucionarios aliados de los mismos.
En su forma más estricta podemos decir apropiadamente que es una de las modalidades de la dictadura del proletariado.
En su forma más general podemos caracterizarla apropiadamente como la Dictadura Popular Revolucionaria bajo la hegemonía de la clase obrera.
Ahora bien, es necesario tener clara la naturaleza del GOBIERNO POPULAR REVOLUCIONARIO, que en función de sus grandes tareas históricas tiene que llevar a la práctica una serie de medidas populares revolucionarias que le permitan llevar a cabo lo más pronto y eficazmente posible sus grandes finalidades históricas.
Por las transformaciones revolucionarias que le corresponde realizar, la REVOLUCION POPULAR. NO ES TODAVIA LA REVOLUCION SOCIALISTA, pero es su etapa previa y necesaria. Podemos decir, que aunque la Revolución Popular no es la plena Revolución Socialista es su ETAPA INTRODUCTORIA Y FUNDAMENTADORA. Es la etapa revolucionada que tiene que construir las bases políticas, económicas, ideológicas, técnicas, culturales para, sobre esa base, pasar al Socialismo. Mientras más eficaz y prontamente se realicen estas tareas previas, más eficaz y rápidamente será la transición al Socialismo.
Las confusiones en este terreno vital son gravemente perjudiciales para la realización de las tareas revolucionarias de esta etapa importante del tránsito al socialismo. Pues así como no se debe confundir el SOCIALISMO con el COMUNISMO; aunque el Socialismo es la primera etapa del Comunismo, tampoco se debe confundir la etapa de la construcción de las bases para pasar al Socialismo con la etapa de la plena construcción socialista.
Confundir la etapa socialista con la etapa del Comunismo es confundir las grandes y difíciles tareas que el Socialismo tiene que realizar para que se pueda pasar a la construcción y disfrute desplegado de la Sociedad Comunista, etapa superior de convivencia social.
Asimismo, querer saltar sobre las tareas históricas complejas y grandiosas que corresponde realizar a la revolución Popular y al Gobierno Popular Revolucionario, confundiéndolas con la construcción desplegada del Socialismo, perjudica la realización de las tareas necesarias para construir las bases de éste.
Por eso, al mismo tiempo que se debe tener clara la ligazón dialéctica y continuidad histórica entre la Revolución Popular y la Revolución Socialista, así como entre el Gobierno Popular Revolucionario y el Gobierno Socialista; debe tenerse completa claridad sobre las características específicas de cada una de estas dos fases revolucionarias para poder cumplir con toda eficiencia y prontitud sus tareas específicas.
¿CUALES SON LAS TAREAS ESPECIFICAS DE LA REVOLUCION POPULAR Y DEL GOBIERNO POPULAR REVOLUCIONARIO?
1. Para realizar plenamente la tarea histórica de terminar definitivamente con la dependencia respecto del imperialismo yanqui, será necesario:
a) La expropiación y nacionalización de todas las empresas imperialistas o de capital mixto, instaladas en el país y de todos los capitales yanquis que funcionan en el mismo (esto se refiere a la industria, el comercio, la banca, la agricultura, etc.)
b) La cesación de todas las obligaciones financieras o de cualquier naturaleza que el país tenga con instituciones estatales o particulares imperialistas.
c) la inmediata expulsión de todas las misiones e instituciones que obedecen a la política de penetración y dominación del imperialismo (políticas, militares, económicas, culturales, etc,etc.)
c) La aplicación de una política exterior independiente y la ruptura con todos los compromisos internacionales contraídos por los gobiernos títeres en función de los intereses del imperialismo.
d) La movilización combativa antiimperialista de todo el pueblo para frustrar todas las, tentativas y maniobras del imperialismo (sus agresiones políticas, económicas, militares, etc.) por detener el proceso revolucionario hacia el Socialismo.
2) Para realizar la tarea de terminar definitivamente con el poder político, económico y social de las clases dominantes internas aliadas del imperialismo, será necesario:
a) Liquidar el monopolio burgués terrateniente sobre la tierra, y poner está en manos del Estado Popular y del campesinado pobre y medio.
b) La expropiación y nacionalización de todos los bienes de la oligarquía burgués terrateniente aliada del imperialismo, en la industria (manufacturera, transportes, construcción, puertos, etc.), en la agricultura y ganadería (café, caña de azúcar, cereales, pesquería, ganadería, etc.); en el comercio interior y exterior, en la banca y finanzas, en los medios de difusión, etc.
c) Liquidar todas las organizaciones e instituciones (políticas, militares, paramilitares, económicas y sociales) creadas por la oligarquía burguesa terrateniente aliada al imperialismo para sostener su dominación sobre el pueblo.
3) Con estas medidas, el Estado Popular Revolucionarlo:
a) Concentrará en manos del pueblo los medios fundamentales de producción necesarios para sentar las bases que permitan pasar a la construcción del Socialismo, de una manera más pronta y eficaz. Mientras más profundas y radicales sean las medidas revolucionarias indicadas (las que naturalmente deberán estar sujetas a un programa concreto en cada uno de los renglones básicos, de planificación ampliación, profundización, detalle y concreción práctica).
b) Elevar el nivel de vida general de la población trabajadora, mediante el desarrollo de la agricultura y de la industria, la atención técnica y financiera a los pequeños productores, la creación de fuentes de trabajo para todos los trabajadores, el fortalecimiento de las finanzas populares, de las exportaciones y relaciones comerciales con todos los países sobre la base del respeto a la soberanía y a la independencia; el prodigioso impulso a la educación popular, al arte, a la ciencia, la técnica y la cultura; a la vivienda y al bienestar y progreso en todos los terrenos.
c) La organización masiva del pueblo en todos los niveles y escalones de la actividad social para incorporarlo rápidamente al desarrollo y defensa del proceso revolucionario y para el fortalecimiento en amplitud y profundidad de los órganos del Poder Popular. El disfrute de la amplia democracia revolucionaria para las masas populares y de estrictas medidas de control, coerción revolucionaria, reeducación y liquidación de la contra revolución.
ch) La intensa educación ideológica y elevación del nivel de conciencia política de las masas, de su iniciativa revolucionaria creadora; la intensa labor de persuasión revolucionaria para la reeducación hacia el Socialismo de amplias masas de pequeños y medianos productores de la ciudad y del campo, del pequeño y mediano comercio y demás sectores pequeño ligados a la propiedad privada así como de los sectores menos avanzados de las capas medias para comprender la necesidad de pasar a la etapa de construcción del Socialismo y colaborar con el proletariado y campesinado pobre en ese paso histórico.
Para que la Revolución Popular pueda triunfar y abrirle paso a estas transformaciones revolucionarias es preciso que la Alianza Popular Revolucionaria bajo la hegemonía de la clase obrera y teniendo como base la alianza obrero campesina, destruya a las fuerzas militares reaccionarias que están al servicio del imperialismo yanqui y de sus aliados burgués-terratenientes y tome el Poder Político en sus manos. En tales condiciones debe proceder a la disolución de los órganos de gobierno reaccionario (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), de la maquinaria estatal reaccionaria (jurídica, administrativa, educativa, local, etc.) y de todos los órganos de poder y represión de los explotadores y que los sustituya revolucionariamente por el GOBIERNO POPULAR REVOLUCIONARIO bajo la hegemonía proletaria, por el Ejército Popular de Liberación, las masas armadas revolucionarias y demás órganos de Poder Popular; que cree todas las leyes revolucionarias e instituciones estatales revolucionarias (políticas, económicas y sociales) que impulsen la Revolución Popular hacia el Socialismo.
Lo que en el lenguaje de los clásicos del marxismo se conoce por la DESTRUCCION DEL VIEJO APARATO ESTATAL BURGUES Y LA CONSTRUCCION DEL APARATO ESTATAL REVOLUCIONARIO, y que en este caso significa, ni más ni menos, que la construcción de las bases materiales, políticas, culturales, técnicas y científicas para el paso a la construcción del Socialismo.
De tal manera, correspondiendo a una nueva base revolucionaria, se crea la superestructura revolucionaria, los que corresponden a los intereses fundamentales de la clase obrera, el campesinado y los sectores avanzados de la pequeña burguesía, aplastando la resistencia tenaz de las fuerzas contra revolucionarias internas y externas.
Tales son las tareas históricas y las medidas concretas globales (que no incluye su programa en detalle), que la Revolución Popular hacia el Socialismo tiene que realizar a través del Gobierno Popular Revolucionario hegemonizado por la clase obrera en estrecha alianza con el campesinado pobre, apoyados en una amplia Alianza Popular Revolucionaria.
Este proceso sólo puede realizarlo el proletariado y sus aliados encabezados, organizados y dirigidos por la organización revolucionaria político militar del proletariado, marxista- leninista que en la práctica se constituya en la vanguardia revolucionaria de la clase obrera.
Y es obvio que el imperialismo y sus aliados no van a entregar el poder político, económico y social más que por la fuerza de las armas del pueblo. El imperialismo y sus aliados se aferrarán al Poder con todas sus fuerzas y poderío y no están dispuestos a entregarlo ni por la “vía del voto”, ni por reformas parlamentarias, ni por la vía “legal” o constitucional. Sólo a través de una dura y prolongada lucha político militar, a través de la estrategia de GUERRA PROLONGADA DEL PUEBLO podrán el proletariado y sus aliados derrumbar definitivamente el poderío de las clase burguesas terratenientes aliadas al imperialismo yanqui y construir los cimientos de una nueva sociedad: hacer triunfar LA REVOLÚCION POPULAR HACIA EL SOCIALISMO.
Tal es el contenido y el carácter de la Revolución Popular hacia el Socialismo y del Gobierno Popular Revolucionario con hegemonía del proletariado en alianza con el campesinado y apoyado firmemente en la Alianza Popular Revolucionaria.
Ahora bien, decir que en esta etapa el Gobierno Revolucionario estará limitado en su base social a los obreros y campesinos pobres (y no basados en una amplia Alianza Popular Revolucionaria bajo la hegemonía del proletariado) es reducir las fuerzas motrices de esta etapa de la Revolución y propiciar que grandes masas pequeño burguesas (de pequeños y medianos productores y capas medias) pasen a ser reservas de la oligarquía burgués terrateniente aliadas al imperialismo en vez de constituirse en parte de la Alianza Popular Revolucionaria; que se conviertan en enemigos de la Revolución Popular, en vez de ser una fuerza impulsora de la misma.
Y hay razones estratégicas de clase para no permitir este desplazamiento de estas extensas capas sociales al campo de la reacción (cuyo peso conjunto obstaculizaría gravemente el desarrollo del proceso hacia el triunfo de la revolución) pues si bien es cierto que algunas de estas capas están ligadas a la propiedad privada sobre los medios de producción (no fundamentales), son capas explotadas por el gran capital y el imperialismo y la historia de las revoluciones hacia el Socialismo en este siglo ha mostrado que por sus propios intereses económico sociales son capaces a través de la persuasión revolucionaria aliada a la clase obrera de elevar su conciencia política hasta la comprensión de la necesidad histórica del tránsito a la colectivización socialista.
Por ello, la Alianza Popular Revolucionaria, bajo la hegemonía del Proletariado en firme Alianza con el campesinado pobre es la base del Gobierno Popular Revolucionario con Hegemonía proletaria.
Tal es la estrategia de las FPL sobre el carácter y contenido de la presente etapa de la Revolución; la etapa de la Revolución Popular hacia el Socialismo, y las tareas y composición clasista del Gobierno Popular Revolucionario con hegemonía proletaria, basado en una amplia alianza Popular Revolucionaría que tiene como base la alianza obrero campesina, Revolución que sólo podrá llevarse a su triunfo definitivo a través de la estrategia político militar de la Guerra Prolongada del Pueblo.
III.- Ahora bien, frente a este consecuente enfoque estratégico, han surgido en sectores populares diversas variantes que en esta ocasión debido a la extensión del tema sólo hemos de señalar en sus perfiles más acusados.
1) La aspiración de un sector de la burguesía industrial-financiera hegemonizante en el PDC y en la UNO, de atajar el proceso revolucionario con un reemplazo burgués (“progresista”) de los actuales equipos de la tiranía militar por otro equipo militar que prolongue la dictadura burguesa bajo un cariz “democrático” o “populista”, que permita confundir al pueblo, mientras las fuerzas militares reaccionarias descargan sus golpes sobre las fuerzas político-militares avanzadas (guardando las distancias es posible ver ciertas similitudes entre esta aspiración de esos sectores burgueses mencionados y la actuación del gobierno burgués peronista de Argentina o de Méndez Montenegro en Guatemala; aunque a estas alturas los ejemplos de esta corriente burguesa abundan no solo en Latinoamérica sino en otros continentes, durante su duro y difícil proceso de liberación).
Este sería un gobierno eminentemente anti-socialista, que trataría de prolongar la dominación capitalista y muy pronto se convertiría en un gobierno activamente contrarrevolucionario, antipopular y fascistoide.
Esta corriente burguesa se aferra a abrirse paso hacia el Poder por medio de las elecciones, el parlamentarismo, la “constitucionalidad” y, en última instancia, el golpe de estado militar sólo o acompañado de insurrección popular dirigida por la burguesía. Trata de atraerse el beneplácito del imperialismo yanqui, especialmente del Partido Demócrata norteamericano, lo que motiva los repetidos viajes de Duarte y de otros personeros del PDC a la metrópoli yanqui.
2) La corriente del oportunismo-revisionista de derecha que encabeza el PCS y que se ha convertido en puente de los intereses de esos sectores de la burguesía en el seno de algunas masas populares.
Esta corriente, al hablar del carácter anti oligárquico y anti imperialista de la revolución, le da el contenido de clase democrático burgués, es decir, que este proceso debe ser hegemonizado y encabezado por sectores de la burguesía. Concibe una alianza popular dirigida por la burguesía y en la cual la clase obrera, el campesinado y la pequeña burguesía tienen que ayudar a esos sectores burgueses a tomar mayores posiciones de poder político y económico para prolongar la dominación capitalista bajo el barniz “democrático”- burgués, o sea, bajo la promesa de permitir un margen más amplio para la existencia y funcionamiento de las organizaciones de masas que apoyen la política burguesa.
Bajo esa concepción está concebida la alianza electorera UNO y los esfuerzos por crear un “amplio frente antifascista y popular” que una a la UNO con los sindicatos y con otras organizaciones de masas bajo la batuta de los sectores burgueses que respiran a través del PDC.
Es la concepción burguesa el reformismo burgués adornado con una fraseología marxista.
Esta pérfida corriente, embota la conciencia revolucionaria de las masas populares, retrasa su incorporación a la lucha revolucionaria y pone a sectores de masas al servicio de la estrategia fundamental de sectores de la burguesía.
3) Similares características y contenido, no obstante sus aparentes diferencias de forma y presentación, tiene la concepción sobre un Gobierno Popular Democrático, enunciado por la corriente socialista de derecha de la recién formada organización Liga para la Liberación. Cada vez los planteamientos estratégicos y la actividad práctica se hermanan más con los planteamientos de los oportunistas y revisionistas de derecha.
4) Especial mención (y de hecho nos veremos obligados a presentar más detalladamente nuestro análisis sobre esta posición) merece la concepción de turno del “Ejército Revolucionario del Pueblo” (ERP) sobre el llamado “Gobierno Provisional Revolucionario”.
Aunque es puesto en un estilo intencionadamente radical, representa una vergonzosa concesión a la oligarquía burgués terrateniente y al imperialismo yanqui.
El programa de realizaciones “revolucionarias” de este Gobierno Provisional se queda aún más pálido y corto que el programa democrático burgués de la oportunistas de derecha, e incluso atrás de los lineamientos que el PCS trazaba a finales de la década del 40 respecto a un posible gobierno democrático burgués (denominado también Gobierno Provisional Revolucionario”)
Con un programa de tal naturaleza no sólo no se sienta el curso del desarrollo hacia el Socialismo, sino que en algunos de sus aspectos básicos, se retrocede al tipo de reformas burguesas desarrollistas del agrado del imperialismo yanqui.
El hecho de que una organización armada lo proclame no le quita el carácter de una evidente capitulación a los intereses de sectores “democráticos” reformistas de la burguesía y del ejército reaccionario. No representa un paso hacia el Socialismo, sino un paso hacia la consolidación de la dictadura capitalista.
Es el precio del inmediatismo, del aventurerismo y del abandono del carácter prolongado de la Guerra del Pueblo.
5) Por último, está el confuso planteamiento que en este terreno formulan los compañeros de la Resistencia Nacional. En determinados momentos se refieren a un gobierno Popular Democrático basado en una amplia alianza popular democrática con muchas similitudes al planteamiento del PCS.
Y en otras formulaciones, le denominan como el Gobierno Revolucionario de Obreros y Campesinos. Sin embargo, es de desear que se clarifiquen los lineamientos estratégicos y que terminen las vacilaciones ideológicas en esa organización.
Al exponer sus lineamientos revolucionarios para la presente etapa ante la clase obrera, campesinado y demás sectores revolucionarios, las “FUERZAS POPULARES DE LIBERACION FPL FARABUNDO MARTI” hace un llamamiento revolucionario a las mismas, para impulsar con toda energía las tareas político militar de la GUERRA PROLONGADA DEL PUEBLO en el momento presente:
Impulsar más enérgicamente la guerrilla popular; construir los organismos armados revolucionarios en el seno de las masas.
Impulsar la organización y la lucha combativa de las masas populares por sus reivindicaciones inmediatas políticos económicos-sociales como medio para su incorporación múltiple a la lucha revolucionaria.
Crear la firme alianza obrero campesina y sobre esa base, los primeros escalones de la Alianza Popular Revolucionaria.
Impulsar firmemente la lucha ideológica contra todas las desviaciones que entorpezcan la marcha del pueblo hacia su incorporación revolucionaria.
Y fortalecer la vanguardia revolucionaría del proletariado, la organización político militar, marxista leninista, para convertirla en la fuerza capaz de dirigir a la clase obrera y sus aliados hacia el triunfo de la Revolución Popular hacia el Socialismo.
En ese sentido las FPL intensificarán su propio fortalecimiento interno, su capacidad combativa múltiple, y su más estrecha ligazón con los amplios sectores del pueblo.
¡REVOLUCION O MUERTE! ¡EL PUEBLO ARMADO VENCERA!
Enero de 1976.

Romper con el fetichismo del capital

Romper con el fetichismo del capital
enero 06, 2017 Voces Comentar

Julia Evelyn Martínez

Una de las causas de la restauración neoliberal que está ocurriendo a nivel mundial es la incapacidad de muchos gobiernos progresistas de superar el fetichismo del Capital.

Detrás de toda victoria electoral de un partido de izquierda en las últimas dos décadas, se encuentra indudablemente la capacidad de estos partidos de haber transformado la indignación popular frente a los resultados del neoliberalismo (desigualdad, empobrecimiento, despojo de bienes comunes, deterioro de recursos naturales) en esperanzas de cambio hacia una sociedad radicalmente opuesta. Sin embargo, asistimos a la gradual derrota ideológica y política de muchos de estos gobiernos y al regreso de versiones “empeoradas” de gobiernos conservadores.

¿Por qué está ocurriendo esto? Un aspecto común de los partidos que encabezan a los gobiernos progresistas ha sido la ruptura entre el discurso y la práctica. Mientras sus discursos oficiales expresan sendas críticas contra el Capital y sus efectos negativos sobre la vida; sus políticas continúan orientándose al mantenimiento del “clima de inversión” que necesita el Capital nacional y transnacional para ampliar sus procesos de explotación de la clase trabajadora y/o a profundizar del despojo social de bienes comunes y recursos naturales (agua, tierra, biodiversidad).

En determinado momento, esta separación entre el decir y el hacer, les pasa factura: los sectores populares se distancian de los gobiernos y dejan de votar a partidos progresistas, en tanto que los sectores empresariales les amenazan con dejar de invertir y/o con eliminar fuentes de empleo, sí se atreven a llevar adelante cambios en favor de la clase trabajadora que disminuyan la rentabilidad de sus capitales. Al final, estos gobiernos quedan como moscas atrapadas en telarañas, y terminan perdiendo las elecciones frente a partidos conservadores que ponen en marcha reformas económicas que aumentan la explotación, la desigualdad y el despojo.

¿Cómo salir de la telaraña en donde el Capital mantiene atrapados a los gobiernos progresistas? Cualquier salida a esta trampa supone romper con el fetichismo del Capital y buscar un mínimo de autonomía frente a éste. La recuperación de empresas capitalistas y su transformación en empresas autogestionadas puede ser una posible vía para iniciar este proceso.

Las empresas recuperadas son empresas que fueron cerradas por sus propietarios y luego tomadas por las trabajadoras y trabajadores de la misma, quienes continúan operándolas bajo la modalidad de cooperativas de trabajo. En estas empresas se rompe con la separación entre propiedad y trabajo, ya que son los trabajadores y trabajadoras quienes tienen la propiedad de los medios de producción, quienes producen y toman las decisiones sobre qué, cómo, cuánto y para quién producir, y sobre todo, quienes se benefician directa e igualitariamente de los esfuerzos de su trabajo.

En Argentina, 315 empresas han sido desde 2001 hasta la fecha, y hace menos de un año la Cámara de Diputados votó por la expropiación del icónico Hotel Bahuen de la avenida Callao de Buenos Aires. Desde 2008 trabajadores han recuperado decenas de empresas en los EEUU, Francia, Italia, Grecia, Turquía, Túnez y Egipto emulando el modelo argentino. En muchos de estos casos el gobierno y/o los parlamentos han facilitado el proceso de recuperación de empresas ya sea decretando la expropiación de estas propiedades debido al interés social de conservar los empleos o canalizando recursos públicos para el pago de indemnizaciones a los antiguos propietarios y/o al financiamiento de capital de trabajo para las cooperativas de trabajadores y trabajadoras.

Con estas recuperaciones de empresas se contribuye a conservar las fuentes de empleo y se está desmitificando la creencia que la economía no puede funcionar sin capitalistas. Pero sobre todo, se están sentando las bases de otra forma de pensar y de hacer economía: desde el trabajo, y no desde el Capital. Adicionalmente, se está contribuyendo a revitalizar la práctica y los principios del verdadero cooperativismo autogestionado.

El año 2017 inicia para nuestro país con una serie de extorsiones económicas de las gremiales empresariales contra el gobierno y los sindicatos (cierre de empresas, salida de capitales, despidos, aumento de precios) a fin de dar marcha atrás a la decisión de aumentar el salario mínimo aprobado a finales del año pasado. La recuperación de empresas y su trasformación en empresas auto gestionadas podría ser un no solo un interesante ensayo de cómo mantener empleos en medio de las crisis, sino de cómo una economía puede funcionar sin el fetichismo del Capital.

Revisiting the Lessons of the Battle of Seattle and Its Aftermath

Revisiting the Lessons of the Battle of Seattle and Its Aftermath

Speech delivered at the opening plenary session of the 111th Meeting of the American Sociological Association, Washington State Convention Center, August 19, 2016

By Walden Bello

I had many lessons from the Battle of Seattle, and one of them is that policewomen can deal it out as good as any policeman. I got beaten up, badly but obviously not fatally by one of Seattle’s Best. Yesterday, I decided go down memory lane and visit the scene of the crime. I remember seeing Medea Benjamin of Code Pink being treated fairly roughly and I rushed forward to try to get the police to stop it. At that point, a policewoman rushed me and started beating me with her baton while dragging me and dumping me on the street, with the coup de grace being a well planted kick to my derriere. But that was not the biggest blow of all. The biggest was to my ego: I was beaten and kicked but was seen as not fit to be arrested.

Like Caesar, I will divide my talk into three parts. First, some reflections on the meaning of Seattle for change in knowledge systems. Second, a discussion of how despite the deep crisis of neoliberalism, finance capital has managed to retain tremendous power. Third, an appeal for a new comprehensive vision of the desirable society.

Seattle and the Crisis of Neoliberalism

We are all familiar with Thomas Kuhn’s theory of how change takes place in the physical sciences. Dissonant data can no longer be accommodated in the old paradigm until someone comes out with a new one where they can be explained. Social scientists have appropriated Kuhn in their efforts to explain the displacement and replacement of hegemonic thinking in politics, economics, and sociology. I think that while, as in the case of the displacement of Keynesianism in the late seventies and of the rational choice and efficient market hypothesis during the recent financial crisis, the role of dissonant data has been exhaustively studied, explanations of change in knowledge systems have failed to adequately take into account the role of collective action.

The Battle of Seattle underlines in my view the very critical, if not decisive role of collective mass action in displacing knowledge systems. Let me explain.

It is now generally accepted that globalization has been a failure in terms of delivering on its triple promise of lifting countries from stagnation, eliminating poverty, and reducing inequality. The ongoing global economic crisis, which is rooted in corporate-driven globalization and financial liberalization, has driven the last nail into the ideology of neoliberalism.

But things were very different over two decades ago. I still remember the note of triumphalism surrounding the first ministerial meeting of the World Trade Organization in Singapore in November 1996. There, we were told by representatives of the U.S. and other developed countries that corporate-driven globalization was inevitable, that it was the wave of the future, and that the sole remaining task was to make the policies of the World Bank, International Monetary Fund, and the WTO more “coherent” in order to more swiftly get to the neoliberal utopia of an integrated global economy.

Indeed, the momentum of globalization seemed to sweep everything in front of it, including the truth. In the decade prior to Seattle, there were a lot of studies, including United Nations reports, that questioned the claim that globalization and free market policies were leading to sustained growth and prosperity. Indeed, the data showed that globalization and pro-market policies were promoting more inequality and more poverty and consolidating economic stagnation, especially in the global South. However, these figures remained “factoids” rather than facts in the eyes of academics, the press, and policymakers, who dutifully repeated the neoliberal mantra that economic liberalization promoted growth and prosperity. The orthodox view, repeated ad nauseam in the classroom, the media, and policy circles was that the critics of globalization were modern-day incarnations of Luddites or, as Thomas Friedman disdainfully branded us, believers in a flat earth.

Then came Seattle in 1999. After those tumultuous days in this city, the press began to talk about the “dark side of globalization,” about the inequalities and poverty being created by globalization. After that, we had the spectacular defections from the camp of neoliberal globalization, such as those of the financier George Soros, the Nobel laureate Joseph Stiglitz, and the star economist Jeffery Sachs. The intellectual retreat from globalization probably reached its high point of sorts in 2007 in a comprehensive report by a panel of neoclassical economists headed by Princeton’s Angus Deaton and former IMF chief economist Ken Rogoff, which sternly asserted that the World Bank Research Department—the source of most assertions that globalization and trade liberalization were leading to lower rates of poverty, sustained economic growth, and less inequality—had been deliberately distorting the data and/or making unwarranted claims.

True, neoliberalism continues to be the default discourse among many economists and technocrats. But even before the recent global financial collapse, it had already lost much of its credibility and legitimacy. What made the difference? Not so much research or debate but action. It took the anti-globalization actions of masses of people in the streets of Seattle, which interacted in synergistic fashion with the resistance of developing country representatives here in the Sheraton Convention Center and a police riot, to bring about the spectacular collapse of a WTO ministerial meeting and translate those factoids into facts, into truth. And the intellectual debacle inflicted on globalization by Seattle had very real consequences. Today, the Economist, the prime avatar of neoliberal globalization, admits that the “integration of the world economy is in retreat on almost every front,” and a process of “deglobalization” that it once considered unthinkable is actually unfolding.

Seattle was what Hegel called a “world-historic event.” Its enduring lesson is that truth is not just out there, existing objectively and eternally. Truth is completed, made real, and ratified by action. In Seattle, ordinary women and men made truth real with collective action that discredited an intellectual paradigm that had served as the ideological warden of corporate control.

I would not say that neoliberalism was defeated in Seattle. But, to use a war metaphor, Seattle was certainly the Stalingrad of neoliberalism. It would take another decade before it would be definitively rolled back, and it took the global financial crisis to do this, with its sweeping away of the Rational Choice Theory and the Efficient Markets hypothesis that had been the cutting edge of the globalization of finance.

Finance Capital’s Persistent Structural Power

But the rollback of the neoliberal paradigm is only half the story. Even with its ideational crisis, the forces of global capital have waged a fierce rearguard battle. As an example of this let me just take the case of finance capital’s successful effort to resist any change in the face of the naked necessity and social consensus for comprehensive reform.

When the ground from under Wall Street opened up in autumn 2008, there was much talk of letting the banks get their just desserts, jailing the “banksters”, and imposing draconian regulation. The newly elected Barack Obama came to power promising banking reform, warning Wall Street, “My administration is the only thing that stands between you and the pitchforks”.

Yet nearly eight years after the outbreak of the global financial crisis, it is evident that those who were responsible for bringing it about have managed to go completely scot-free. Not only that, they have been able to get governments to stick the costs of the crisis and the burden of the recovery on their victims.

How did they succeed? The first line of defense for the banks was to get the government to rescue the banks from the financial mess they had created. The banks flatly refused Washington’s pressure on them to mount a collective defense with their own resources. Using the massive collapse of stock prices triggered by Lehman Brothers going under, finance capital’s representatives were able to blackmail both liberals and the far-right in Congress to approve the US$700 billion Troubled Asset Relief Program (TARP). Nationalization of the banks was dismissed as being inconsistent with “American” values.

Then by engaging in the defensive anti-regulatory war that they had mastered in Congress over decades, the banks were able, in 2009 and 2010, to gut the Dodd–Frank Wall Street Reform and Consumer Protection Act of three key items that were seen as necessary for genuine reform: downsizing the banks; institutionally separating commercial from investment banking; and banning most derivatives and effectively regulating the so-called “shadow banking system” that had brought on the crisis.

They did this by using what Cornelia Woll termed finance capital’s “structural power”. One dimension of this power was the US$344 million the industry spent lobbying the U.S. Congress in the first nine months of 2009, when legislators were taking up financial reform. Senator Chris Dodd, the chairman of the Senate Banking Committee, alone received US$2.8 million in contributions from Wall Street in 2007–2008. But perhaps equally powerful as Wall Street’s entrenched congressional lobby were powerful voices in the new Obama Administration who were sympathetic to the bankers, notably Treasury Secretary Tim Geithner and Council of Economic Advisors’ head Larry Summers, both of whom had served as close associates of Robert Rubin, who had successive incarnations as co-chairman of Goldman Sachs, Bill Clinton’s Treasury chief, and chairman and senior counsellor of Citigroup.

Finally, the financial sector succeeded by hitching the defense of its interests to one of the few remaining resonant assumptions of an otherwise crumbling neoliberal ideology: that the state is the source of all things bad that happens in the economy. While benefiting from the government bailout, Wall Street was able to change the narrative about the causes of the financial crisis, throwing the blame entirely on the state.

This is best illustrated in the case of Europe. As in the U.S., the financial crisis in Europe was a supply-driven crisis, as the big European banks sought high-profit, quick-return substitutes for the low returns on investment in industry and agriculture, such as real-estate lending and speculation in financial derivatives, or placed their surplus funds in high-yield bonds sold by governments. Indeed, in their drive to raise more and more profits from lending to governments, local banks, and property developers, Europe’s banks poured US$2.5 trillion into Ireland, Greece, Portugal and Spain.

The result was that Greece’s debt-to-GDP ratio rose to 148 percent in 2010, bringing the country to the brink of a sovereign debt crisis. Focused on protecting the banks, the European authorities’ approach to stabilizing Greece’s finances was not to penalize the creditors for irresponsible lending but to get citizens to shoulder all the costs of adjustment.

The changed narrative, focusing on the “profligate state” rather than unregulated private finance as the cause of the financial crisis, quickly made its way to the USA, where it was used not only to derail real banking reform but also to prevent the enactment of an effective stimulus programme in 2010. Christina Romer, the former head of Barack Obama’s Council of Economic Advisers, estimated that it would take a US$1.8 trillion to reverse the recession. Obama approved only less than half, or US$787 billion, placating the Republican opposition but preventing an early recovery. Thus the cost of the follies of Wall Street fell not on banks but on ordinary Americans, with the unemployed reaching nearly 10 percent of the workforce in 2011 and youth unemployment reaching over 20 percent.

The triumph of Wall Street in reversing the popular surge against it following the outbreak of the financial crisis is evident in the run-up to the 2016 presidential elections. The U.S. statistics are clear: 95 percent of income gains from 2009 to 2012 went to the top 1 percent; median income was US$4,000 lower in 2014 than in 2000; concentration of financial assets increased after 2009, with the four largest banks owning assets that came to nearly 50 percent of GDP. Yet regulating Wall Street has not been an issue in the Republican primary debates while in the Democratic debates, it has been a side issue, despite the valiant efforts of candidate Bernie Sanders to make it the centerpiece.

The political institutions of one of the world’s most advanced liberal democracies were no match for the entrenched structural power of the financial establishment. As Cornelia Woll writes, “For the administration and Congress, the main lesson from the financial crisis in 2008 and 2009 was that they had only very limited means to pressure the financial industry into behavior that appeared urgently necessary for the survival of the entire sector and the economy as a whole”.

In Greece, the austerity policies provoked a popular revolt – expressed in the June 2015 referendum on the bailout in which over 60 percent of the Greek people rejected the deal – but in the end their will was trampled on as the German government forced Tsipras into a humiliating surrender. It is clear that the key motives were to save the European financial elite from the consequences of their irresponsible policies, enforcing the iron principle of full debt repayment, and crucifying Greece to dissuade others, such as the Spaniards, Irish, and Portuguese, from revolting against debt slavery. As Karl Otto Pöhl, a former head of Germany’s Bundesbank, admitted some time back, the draconian exercise in Greece was about “protecting German banks, but especially the French banks, from debt write-offs”.

Yet, the victory of the banks is likely in the end to be pyrrhic. The combination of deep austerity-induced recession or stagnation that grips much of Europe and the U.S. and the absence of financial reform is deadly. The resulting prolonged stagnation and the prospect of deflation have discouraged investment in the real economy to expand goods and services.

With the move to re-regulate finance halted, the financial institutions have all the more reason to do what they did prior to 2008 that triggered the current crisis: engage in intense speculative operations designed to make super-profits from the difference between the inflated price of assets and derivatives based on assets and the real value of these assets before the law of gravity causes the inevitable crash.

The non-transparent derivatives market is now estimated to total US$707 trillion, or significantly higher than the US$548 billion in 2008. According to one analyst, “The market has grown so unfathomably vast, the global economy is at risk of massive damage should even a small percentage of contracts go sour. Its size and potential influence are difficult just to comprehend, let alone assess.” Former U.S. Securities and Exchange Commission Chairman Arthur Levitt, the former chairman of the SEC, agreed, telling one writer that none of the post-2008 reforms has “significantly diminished the likelihood of financial crises”.

The question then is not if another bubble will burst but when. And for us here, the key lesson is that in spite of the ideological discrediting of neoliberalism and popular anger at the depredations of the banks, the structural power of capital remains immense and has prevented any significant financial figure from being jailed, much less allowed significant reform.

The Need for A New Comprehensive Vision

My sense is that the persistence of Capital’s structural power is related to the fact that while the combination of objective developments, intellectual critique, and collective action eroded the legitimacy of neoliberalism, we have had a signal failure to articulate the bold alternative that can match the depth of the crisis of capitalism that we are in.

There is great, seething discontent out there, at the multiple crises triggered by capitalism. I wish, however, one could say, as one great revolutionary did at another time and place, “There is great tumult under heaven, the situation is excellent.” Unfortunately, the situation is not excellent, since many of those who have been run over by corporate-driven globalization are turning to demagogues and ideologues of the right such as Donald Trump, Marin Le Pen, and, in my own country, President Rodrigo Duterte, who has managed to convince a large section of the citizenry that crime and drugs are the root of the country’s problems and that the main cure for the ills of the country is to kill ‘em all, pushers and users alike. In this regard, let me say that the US and Europe have no monopoly on dangerous right wing demagogues with a heated, angry mass base, a great many of them resentful people from the suffering middle classes, who want simple solutions and are willing to countenance violence to bring about the leader’s version of heaven on earth. The key difference at this point is that your demagogues are still on the sidelines chopping at the bit to grab power while ours has already come to power by electoral means.

Undoubtedly, part of the problem is the failure of the traditional forces of the left to educate their core bases of support, such as the white working class. Another part has been the inability to integrate minority populations into the ranks of the left, which has traditionally been the home of the disenfranchised and marginalized, forcing some to turn to radical fundamentalist groups such as ISIS. Thus the very real hurts imposed on so many sectors by corporate-driven globalization have been successfully joined to myths about displacement and crime by immigrants, on the one hand, and to the very real failures of immigrant integration, on the other. Donald Trump, Marine Le Pen, and ISIS have been very astute in taking advantage of the openings that were made by the left, by those who brought about the Seattle debacle of neoliberalism, by those who had been in the forefront of the anti-globalization and the Occupy Movement. These people have been eating our lunch.

I will not go further into the sociological reasons for their success and our failure, since many others have done that, but I do want to raise one question, and that is whether it is not overdue for us to take on the super-ambitious task of creating that overarching vision, language, and program to spell out the alternative and flesh it out. Bernie Sanders started this brave task by calling for “democratic socialism,” something that has resonated in the Philippines and the global South. I think it is urgent that we flesh it out since the other side is already fleshing out their alternative in the form of Trumpism or National Frontism or Brexitism, a task which marries some of our intellectual critique of capitalism with the highly charged emotional appeal to return to an idealized past of white homogeneity, cultural purity, or religious uniformity. I think it is urgent that we overcome our fears of articulating Grand Narratives and lay out a vision that lays out the overcoming of the present world blighted by Capital through common struggle, with the end being the construction of societies that harness men and women’s deepest instinct—to use a loaded word—and that is, cooperation. Needless to say, such an endeavor must also be one that acknowledges the limitations, failures, and distortions of past efforts at building post-capitalist societies, especially when it came to dealing with issues of democracy, gender, and the environment.

I am not usually a bible quoting speaker, but there is definitely something profound in that passage in Proverbs 29:18: “Where there is no vision, the people perish.” It would be tragic if people were left to the phlegmatic alternatives posed by the historically bypassed Social Democrats in Europe, the tiresome Clintons in the United States, and uninspiring elite-run reform movements in the global South. Such political alternatives are no much for the counterrevolutionary movements that are on the march.

I thank you.

Walden Bello is a Professor at the State University of New York at Binghamton, senior research fellow at the Center for Southeast Asian Studies of Kyoto University, and a former member of the House of Representatives of the Republic of the Philippines.

Resisting Neoliberalism

Our Executive Director, Shalmali Guttal, was in Australia earlier this month and gave a talk at the Addison Road Community Centre in Sydney about neoliberalism, how it manifests in Asia, and how people are mobilising to challenge it. You can read her talk below, or listen to parts of it on 3CR Community Radio. Shalmali also gave a TV interview to ABC News on the impacts of rapid economic growth in Asia, which you can view here.

Public talk at the Addison Road Community Centre, Shalmali Guttal, 2 November 2016

To begin, I want to thank the Addison Road Community Centre team for organizing this event. A very special thank you to my dear friends Rosanna and Peter for looking after me so well, and a big thank you to all of you for coming this evening.

As most of you know, neoliberalism refers to the global revival of economic liberalism policies in the 1980s, that aggressively promoted the rule of free markets and free enterprise; downsizing of the public sector; reduction of government spending on public goods and controls over the economy (including deregulation of the financial sector); expansion of the private sector, and privatization of public goods, services (including banks), infrastructure and state enterprises; and of course, free trade.

Over the past 3 decades, neoliberalism has spread across our economies so effectively that despite recurring financial and economic crises, widespread environmental destruction and a deepening climate crisis, most policy makers advocate more neoliberalism to address the problems created by neoliberalism. Possibly the most visible manifestations of neoliberalism are the increased power of private corporations (national and transnational), and the dominance of finance and financialization in our economies. Governments are re-writing regulations to boost the interests of corporations and elites, but there is little ability and political will to discipline or even regulate financial crimes—for example; tax havens, speculation by hedge fund managers, climate offset boondoggles, bank frauds, etc.

But rather than speak about neoliberalism in general, I would like to talk to you about how neoliberalism is manifested in parts of Asia, where I live and work, and how people are mobilising to resist it.

Economic trends in Asia

Most Asian countries are still “developing countries” and the development model that our governments have adopted is based on achieving rapid, high economic growth (well, except for Bhutan). This is operationalized through privatization, trade and investment liberalization, and market and corporate friendly regulation – which are neoliberal policies and strategies.

Human rights, the rights of women, indigenous peoples, workers, fisher folk, peasants, the environment, and justice are easily sacrificed to keep private investments and capital flowing, and markets functioning. Asia is expected to be the engine that pulls the world out of global recession, and the strategy for this is to integrate local and national economies with regional and global economies through global value chains by corporations.

Public interest is being redefined and expressed in market terms. Public-Private-Partnerships serve as covers for privatization of critical sectors such as water, healthcare, education, energy, transportation and even security.

Privatisation is not new in Asia: it has been promoted in various ways over the last 30 years. Today it has become so widespread that we take it for granted, almost as normal. Policy makers in most governments support private companies and contractors taking over governmental responsibilities.

Reflecting global trends, wealth and assets continue to concentrate in the hands of wealthy elites and corporations, workers’ wages remain low, precarious employment and unemployment persist, and the climate crisis and environmental pollution and destruction are deepening. Thousands of peoples are being dislocated and displaced from traditional lands, environments and territories because of destructive investment, land and water grabbing, natural disasters, and conflicts related to access and control over natural wealth, land, territories and associated identities.

There are certainly huge increases in wealth, wealthy people and upper middle classes, but these are accompanied by an equivalent increase in inequality, poverty and distress migration. Asian corporations from developing countries are on the rise (for example, India, Thailand, Indonesia, Cambodia, Philippines and China) and proudly supported by the upper classes. But when they invest domestically or abroad, they follow the same extractivist and exploitative operational models as corporations from wealthy countries.

I especially want to draw your attention to three issues, which I think are important to understand in order to build resistance to neoliberalism.

I. New Generation Trade and Economic Agreements

An important weapon in the neoliberal policy arsenal is trade liberalization, also called free trade, which is pushed through bilateral regional and global trade, and economic partnership agreements. ASEAN countries have a free trade agreement called AFTA; Countries in South Asia have a similar agreement called SAFTA; Myanmar, Thailand, Laos, Vietnam and Cambodia had the ACMECs economic agreement; India has trade/economic agreements with Finland and China; the Philippines with Japan; China has a trade agreement with ASEAN, and so on. The best-known global trade framework is, of course, the World Trade Organization (WTO).

More recently though, we are seeing the rise of a new genre of economic arrangements called “new-generation Free Trade Agreements (FTAs),” which can be bilateral or plurilateral. These include the Trans-Pacific Partnership (TPP) among Pacific rim countries; Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP) between India, the ASEAN countries, China, Japan, S Korea, New Zealand and Australia; Trans-Atlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) between the US and Europe; ASEAN-European Union (EU), EU-India and EU-South Korea agreements; there is also movement towards an even larger agreement on Free Trade Area of the Asia-Pacific (FTAAP).

Australia is part of RCEP and TPP, and has negotiated/is negotiating agreements with China, South Korea and Japan.

New generation FTAs are much more ambitious from the outset: they go well beyond WTO provisions and well beyond removing tariffs and non-tariff barriers (NTBs) to the liberalization of goods and services.

1. They include investment: our economies are opened up for corporations to set up shop, with rules that enable them to operate and maximize their profits at the cost of the rights of workers, small-scale food providers (peasants, fisher folk, pastoralists, local entrepreneurs), indigenous peoples, and ordinary citizens; and at the cost of local food systems and economies, and the environment and climate.

2. They severely restrict the abilities and responsibilities of governments to protect public interest through appropriate laws and regulations:

By public interest I mean all those things; services and activities that we value beyond money that make our communities and societies respectful, harmonious, and strong. For example: health; education; public services and infrastructure; wages and entitlements; local/domestic food production, food safety-quality standards and access to food; environmental quality; access to and governance of land; access to water for agriculture, drinking and household use, water quality, and water as a crucial aspect of nature; public finance through taxation, distribution of revenues, etc.

3. Governments are expected to enact regulations and laws that enable/facilitate corporate profits: These would allow corporations to not be subjected to financial, social, environmental, health, human rights regulations, it seems to not matter if corporations seize the lands of indigenous peoples or long settled communities; or that women workers have no workplace protection, and are fired for being pregnant; or that energy extraction destroys land for agricultural production and water sources; or that education and housing prices rise so much that young people face futures of indebtedness.

4. These agreements deepen the privatisation of key services and infrastructure: In investment liberalization, governments are supposed to provide “level playing fields” to all private sector companies – domestic or transnational; key sectors such as government procurement of national food stocks, energy or housing projects and healthcare have to be open to bidding by all private companies, which in today’s language does not mean local businesses that are accountable to communities and consumers, but corporations whose priorities are profits.

5. They include much stronger provisions for Intellectual Property Rights (IPRs) protection: These have particular relevance in the case of medicines, public health, seeds and technology:

One of the provisions in the case of medicines is data exclusivity, which would allow pharmaceutical companies to own/control data on the safety and efficacy of medicines and de-facto extend their patent periods, creating drug monopolies; data exclusivity serves patent holders and will not contribute to drug safety and effectiveness, which should rightfully be controlled and governed by domestic public health and drug administration systems, not by pharmaceutical corporations;
New IPR provisions also seek to either completely stop or delay significantly the production and entry of generic, cheaper drugs into the market—this is especially significant in cases of essential and life saving drugs; for example for diabetes, HIV-AIDS treatment, cancer, etc.
With regard to seeds, member countries would be expected to join and follow UPOV (International Union for the Protection of New Varieties of Plants) rules, which favor corporate agribusiness and biotechnology companies; the TPP demands patent protection for inventions derived from plants, which of course include seeds; TPP also encourages governments to codify traditional knowledge about plants and animals into databases, so that they can be used to review patent applications and determine whether an invention is “novel” or not, which makes traditional knowledge vulnerable to capture by corporations
Genetically modified (GM) crops will gain prevalence through measures that enhance trade and R&D in biotechnology, etc.
There is increasing pressure from biotech and agribusiness corporations to change national legislation to facilitate the approval of GM crops.

6. They demand “regulatory coherence”: domestic rules, laws and regulatory regimes regarding procurement, retail, environment, workers’ wages and compensation, taxation, financial transparency, contracting, health-safety, IPRs, etc., are mutually supportive and complementary, and enhance the abilities of corporations to operate freely and create future opportunities for expansion and profits (create “market potential”).

7. They protect investors and undermine the rights of ordinary people, especially poor and vulnerable populations.

One of the most distinctive and dangerous characteristics of the new generation FTAs is investor rights protection through Investment-State Dispute Settlement (ISDS) mechanisms, which would take place through arbitration mechanisms in the International Centre for the Settlement of Investment Disputes (ICSID) or the UN Commission on International Trade Law. Under ISDS:

Investors can sue governments over public policies, laws and regulations that inhibit their revenues and operations—which could include, for example; laws over taxation, user fees for toll roads, environmental protection, workers wages and entitlements, governance of land and water, procurement and distribution of food from local producers, etc.
Such arbitrations have huge costs to the taxpayers in legal fees, court appearances, payments for damage; just the fear of these costs can create a chilling effect on the appetites of governments to regulate.
But workers who are exploited by investors, people who are displaced by investment projects, or negatively affected in other ways do not have a provision similar to ISDS.

An important question here is: WHY do our governments believe that it is okay to protect the interests of corporate investors as “investor rights” through hard law, over the interests of citizens and people, who build and nurture communities, societies and the environment in different ways? What about respecting the rights of peoples? Respecting human rights?

The UN Food and Agriculture Organization, and the Committee for World Food Security – an inter-governmental body committed to the progressive realization of the right to food – have repeatedly acknowledged that: a) the majority of the world’s food is produced by small scale food producers —especially women, b) the food needs of the majority of the world’s population are met through small scale food provision, which includes production, processing and distribution, where again, women play larger, more key roles than men; and c) that the most important investments in food and agriculture come from these small scale providers. Now, why are the investments of these people and communities not respected and protected as “investor rights?” Why can a corporation steal land, water or seeds, set up mega-supermarkets and destroy local markets, and be protected by law, when those who have actually made the investments in that area and local economy are not protected?

8. They circumvent and undermine democracy: It bad enough that governments enter into such partnerships and project them as public interest; what is more shocking is the secrecy with which negotiations about these agreements are carried out:

Why are negotiations kept secret from the public? Why is it that corporate lobbies can advise government officials and policy makers, draft text for them, but we—the public—have to rely on Wikileaks and other whistleblowers for information? Why do our elected representatives in parliament permit investors’ interests over peoples’ rights through ISDS?

These FTAs are indeed partnerships: between wealthy people and elites across the world; between corporations that may compete with each other but have few qualms about joining forces to ensure market control, such as the Bayer-Monsanto merger. We see this complex web of agreements and laws are creating architecture for corporate impunity.

II. Captures of Land, Forests, Water and Nature

Across Asia, large-scale (mostly private) investment is increasing, at the heart of which are the control and exploitation of land, water, nature, minerals, agricultural potential and labor. Private investment is sought in just about every sector of our economies, from energy, mining, agriculture and retail to education, health, tourism, manufacturing, transportation and urban development. Developing countries in the Asia-Pacific region continue to be the leading investment destinations for TNCs.

Land, forests, water and nature are being captured for various purposes: industrial agriculture, hydropower, extractive industries, tourism, physical infrastructure projects, real estate/property development, Special Economic Zones (SEZs), Special Investment Regions (SIRs) and, quite simply, for financial profit through the construction of new markets.

Within months, bio-diverse landscapes and eco-systems are transformed into rubber, palm oil or cassava plantations, gated townships, dam reservoirs, economic corridors or mining wastelands amidst which, stretches of forest or wetlands may be earmarked as “protected areas” and used to generate “green” revenue streams. Local populations rarely benefit from these changing landscapes and new markets. Instead, they lose their livelihoods, homes, cultures, identities and access to natural food cupboards; are forcibly evicted or relocated, and/or pushed into precarious, low paid waged labor.

Such investments can be national, from within the region, or global; state or privately led, boosted through development aid and trade-investment agreements, and often backed by investment capital that is global in nature and more difficult to trace.

Governments enable the capture of land, water, forests and natural wealth by claiming eminent domain and public purpose, enacting policies, laws and regulations that allow private investors to capture land and water sources for long periods of time, and by using legal and security apparatuses to suppress and punish those who oppose them.

International Financial Institutions (IFIs) such as the World Bank and Asian Development Bank (ADB), bilateral donors, and multilateral institutions support policies, incentives and laws that privilege foreign investments, market transactions, and conversions of land, water, and nature into things/commodities that can be traded on regional and international markets.

States, corporations, IFIs and UN agencies are also colluding in the financialization of land, water, carbon and food, allowing financial markets to penetrate deeper into the real economy. REDD, REDD+ and Blue Carbon are examples of this. UNEP’s Green Economy proposes ways to achieve economic growth by allowing finance capital to create revenue streams from nature, especially water, forests, biodiversity and eco-system functions.

The increasing power of markets and finance capital is shaping the governance of land and natural resources in dangerous ways. Following the food price, climate and financial crises over the past decade, “land has become the object of speculative investment and a hedge against food and fuel supply shortfalls.”[i]

In the logic of continuing crises, control over the productive attributes of nature acquires even greater importance than in past eras. The governance structures advocated by IFIs, large-scale investors, financiers and states facilitate what eminent scholar David Harvey has called Accumulation by Dispossession, whereby those with economic and/or political power concentrate land and nature-based wealth through the systematic dispossession of others through:

The commodification and privatization of land, water and commons
Evictions of local populations
Conversion of diverse forms of governance of nature to exclusive, private property rights; and suppression of the commons
Suppression and destruction of alternative forms of production and consumption

For thousands of people, land, water and/or forests are the only sources of livelihood. Equally, land and territory are emblems of rootedness, identity, belonging and stability, and the very basis of social organization. They are the foundations of life, culture, knowledge and collective memory in agrarian societies, especially for indigenous peoples. Their commodification and privatization result in catastrophic dispossession and displacement.

Negotiations for compensation between investors and affected peoples are characterized by huge asymmetries of power that compel affected peoples to accept whatever the investors deem fit to offer. Investors do not pay reparations for injury, loss of life, and destroyed homes and environments. When communities are able to win back their lands or secure adequate compensation, it is because of political support from the public and rarely, public officials.

Multi-stakeholder approaches that seek to make land deals and investment projects “transparent” and yield “win-win” outcomes for investors, governments and affected communities are becoming popular. But without proactive measures to address the power asymmetries between politically well connected investors, affected communities and government officials, existing unequal power structures and relations continue to be reproduced, whether the issue is compensation for dam-induced displacement, the division of land for industrial agriculture, or wage negotiations for workers. Here, women are especially vulnerable because of the multiple layers of power that they have to negotiate.

III. Violence, Criminalization, Impunity

Over the past 2 decades or so, we have seen an alarming rise in violence, intimidation and threats against workers, peasants, indigenous peoples, and urban poor by state forces (police, military), private security companies and militias hired by private investors and other claimants to land, water, forests, and minerals. People are disappeared, violently attacked, and threatened with legal and extra-legal violence. Women especially are vulnerable to sexual violence by armed security personnel.

Laws are being passed that make it illegal to resist or even protest against destructive investment projects that are promoted in the name of economic development, such as dams, mines, oil-gas pipelines, housing estates, mega-infrastructure, etc. These laws criminalize those who resist or speak out against land grabbing, deforestation, mining, dams, human rights violations and social-economic injustice, but offer protection to corporations and wealthy investors through legal agreements and anti-defamation laws.

Threats, intimidation, violence, and abuses of power and impunity are not new to the majority of people in Asia. But in recent years we are seeing an escalation in these trends with powerful nexuses of political and business interests, and a shocking disregard for ordinary people, their rights and their lives.

Narratives of economic growth, progress, nation-building, national security, social stability, peace and even happiness are used as justifications by governments to silence dissent and opposition. Those who challenge them are labeled anti-development, anti-social, anti-state, agitators, etc. No one is safe: rural or urban poor leaders, students, lawyers, writers, or journalists.

Where judicial and administrative mechanisms are ineffective, direct threats and violence through the military, paramilitary, police, mobs and private contractors, do the job. Most times, perpetrators go free by virtue of their association with those with power. Even when those who shoot the gun or hold the knife are caught, those that masterminded and ordered the attacks remain virtually untouchable, and free to plan and perpetuate more threats and violence.

In Cambodia, rural and urban people face arbitrary arrests and detention, brutal forced evictions and threats of violence when they stand up against land grabbing, forest destruction, dams, mining or abuse in factories. High-ranking military officials have partnered with politically connected business people (domestic and foreign) to run lucrative, largely illegal, logging operations.

In India, the government assures land acquisition for large investors without consultation with local populations, and investment projects are frequently provided armed protection by the state. Those who mobilize resistance to such projects can be arrested and jailed as political dissidents and threats to national security; they can be tortured, beaten, raped and killed.

The Philippines is considered to be the most dangerous country for environmental activists, labour organisers, indigenous peoples and peoples defending their lands, territories, livelihoods and rights. Extra-judicial killings and other violence often remain un-investigated, and receive veiled or even overt support from state powers.

In Thailand, the state has privileged large companies and corporations in a rush to promote economic growth, despite social and ecological costs, and costs to the lives of those whom the state should be protecting. Rural communities in a southern province have been sued by the government for causing global warming for refusing to give up forestland to investors. Regardless of the government in power, persecution, murder and enforced disappearance have been rampant for decades, and perpetrators enjoy near total impunity. The military regime has banned public gatherings and those who criticize the extraction of natural wealth by state and private capital are deemed “persons of influence,” taken in for questioning and “attitude adjustment,” or arrested and incarcerated without due process.

In the Lao PDR, national development is anchored to rapid economic growth, and driven overwhelmingly by the extraction of natural resources. The state grants land concessions to investment companies for plantations, mining and property development without proper independent environmental and social impact assessments, or adequate compensation for affected peoples. Those who dare question or protest, risk facing arrest, incarceration, “re-education,” or worse.

Resistance and Alternatives

The dysfunction and dangers of failed development formulas—which are failures of neoliberalism—are evident to the so-called “subjects” of development. They realize that they cannot trust their governments, corporations, markets or other actors to adequately address their problems and crises, nor can they wait for global institutions to change. They themselves must become directly involved in identifying and implementing solutions, and in the political work to ensure that solutions are systemic, multi-level, democratic, sustainable and just.

Peasants, fisher folk, workers, indigenous peoples, rural and urban poor, and women and youth, are organizing and joining forces to protect their food systems, jobs, environments, communities, rights and political processes. They are educating themselves and others, and building strategic multi-level, cross-sectoral and intergenerational resistance to capitalism, neoliberalism, corporate hegemony and abuse of state power.

In India, Bangladesh, Philippines, Bangladesh and even Cambodia, people are still using the legal/judicial system to seek justice to the maximum extent possible, including taking corporations and governments to court. Wherever possible, workers, peasants, indigenous peoples hold strikes, demonstrations and marches, with clear demands to governments and elected officials. They also use these as opportunities to educate the general public about issues in order to win their support and build broader resistance to neoliberalism.

We – like many others – use mainstream and alternative press and media channels to get our stories and evidence out to the public. We also use social media to connect anonymously and safely with audiences in different locations and build solidarity. In many Asian countries, internet freedom is becoming legally restricted, and social media is monitored by the state. But activists try to find ways around such censorship.

In the case of trade-investment agreements, we build alliances with social movements, civil society organisations, unions, doctors, legislators and activists like you to pressure governments in our respective countries to bring negotiations under public scrutiny, undertake assessments of past agreements and investments, and stop negotiations on current/future liberalization agreements. We cultivate potential whistleblowers, analyse critical provisions in these agreements, and get information and analyses out to people as quickly as we can. We are trying to reverse laws that allow corporations to get away with power abuses and put in place laws that protect the public interest.

In India, we have made alliances with technical officials in water utilities to slow down and block the privatisation of water utilities. We also link local activists and anti-privatisation movements with international movements such as Reclaiming Public Water, Water Warriors, etc.

People also use human rights mechanisms as much as possible, including working with the UN special rapporteurs, filing complaints with relevant UN human rights bodies, and participating in particular spaces and processes aimed at upholding peoples’ rights over corporate rights. For example, many social movements, unions and civil society activists see the CFS as a space to push back against neoliberalism using the progressive realization of the right to food.

In 2014, a resolution was voted in at the UN Human Rights Council “to establish an open-ended intergovernmental working group with the mandate to elaborate an international legally binding instrument on Transnational Corporations and Other Business Enterprises with respect to human rights.” Many CSOs and social movements have engaged in this process.

Accompanying this, the Global Campaign to Dismantle Corporate Power and Stop Impunity campaign, are developing an international treaty to affirm an alternative vision from the people on law and justice. The International Peoples Treaty is envisaged as a political document to fight against the regime of extraordinary privileges and impunity of transnational corporations; it is international law “from below.”

An important sphere of resistance to neoliberalism is the climate crisis. Instead of stepping back from the kinds of extractivism that have led us to this crisis, governments and IFIs have proposed a whole slew of false solutions that basically allow corporations to continue to make profits and economic growth to continue as before. In the coalitions we participate in, we analyse and expose the false solutions for what they are, and actively facilitate, organize, push discussions among the public about accurate, just and lasting strategies to address climate change.

Nurturing and building alternatives to neoliberal financial and economic systems are crucial elements of popular resistance to neoliberalism. From such organizing have emerged meta-narratives of well-being, rights, peace and justice such as food sovereignty, agro-ecology, the commons and commoning, defense of lands and territories, deglobalisation, workers’ cooperatives, indigenous peoples’ approaches to living in harmony with nature, climate justice, and local governance systems that challenge both neoliberalism and outdated bureaucratic state socialism.

These meta-narratives inspire a re-imagining of well-being rooted in non-negotiable rights to self-determination of affected peoples. They also openly confront dominant power structures – political, social, gender, and money power.

[i] Philip McMichael, “Interpreting the Land Grab,” 2011, TNI and LDPI, page 1,

http://www.tni.org/sites/www.tni.org/files/landgrab%20and%20food%20-%20McMichael%20paper.pdf

Gestión de la política económica: ¿Inconsistencia o disociación?

Gestión de la política económica: ¿Inconsistencia o disociación?
diciembre 29, 2016 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, De furias y ternuras – Julia Evelyn Martínez, Economía, Foro de opiniones, Nacionales, Política, Voces Ciudadanas

Julia Evelyn Martínez

La gestión de la política económica nacional parece estar a cargo de un gabinete con un serio trastorno de identidad disociada, conocido más comúnmente por trastorno de personalidad múltiple. Esta condición parece agravarse a medida que carteras y secretarías de Estado pujan por lograr protagonismo en la recuperación económica y se profundiza la separación entre partido FMLN y clases populares.

Tómese como ejemplo el caso del salario mínimo. En una acción histórica, la Ministra de Trabajo recuperó el carácter triparto del Consejo del Salario Mínimo y rompió el perverso contubernio entre cúpulas empresariales y falsos representantes sindicales que mantenía a los salarios estancados y supeditados a las ganancias del Capital. Sin embargo, el titular del Ministerio de Economía ha calificado este hecho como “un duro golpe” para la economía que afectará a las empresas y a la recuperación económica (TCS, 23.12.2016)

Otro ejemplo es el de la austeridad fiscal. El Presidente del Banco Central de Reserva advirtió en septiembre de 2016 que la recomendación del Fondo Monetario Internacional de reducir el gasto público en 3% del PIB, sería recesivo y reduciría en 1% el crecimiento del PIB. Un mes después, la Secretaría Técnica de la Presidencia claudicó ante FMI, y aceptó el recorte del gasto público en remuneraciones, subsidios y compras de bienes y servicios en el orden del 3% del PIB en el período 2017-2019. Sorprendentemente, esta Secretaría continua insistiendo en proyectar un crecimiento del PIB superior al 2.5% en los próximos tres años sin tomar en cuenta las advertencias del BCR.

Por supuesto que en este breve recuento de la gestión económica disociada no puede faltar la contradicción existente entre el llamado de los dirigentes del partido FMLN durante su XXXIII Convención a defender las conquistas del pueblo, porque “lo conquistado no se entrega” con las negociaciones de la mesa de diálogo por la reactivación económica entablada entre el Gobierno, el partido ARENA y las gremiales empresariales. En esta mesa y con el beneplácito del Vicepresidente de la República, se ha acordado aprobar la flexibilidad de la jornada de trabajo para las empresas maquiladoras de tal suerte que puedan laborar las 44 horas reglamentarias en jornadas de 12 horas continuas durante 3 días y medio. Este acuerdo se realizará despojando a trabajadoras del derecho constitucional de recibir el pago de horas extras después de 8 horas de trabajo ordinarias.

Este trastorno de la política económica no solo complica la caracterización y/o evaluación de la gestión económica del Ejecutivo sino que plantea un problema de coherencia de políticas, que se refleja inevitablemente en la baja eficacia de las mismas, ya que los objetivos de unas políticas terminan por ser contrarrestadas por los objetivos de otras.

Como sucede con cualquier trastorno físico o mental, mientras más rápidamente salga el Ejecutivo de la fase de negación, más rápido podrá comenzar el tratamiento apropiado para hacer los cambios necesarios que le ayuden a establecer la coherencia entre principios, objetivos y políticas.

Venezuela: ¿Guerra económica o errores del Gobierno?

Venezuela: ¿Guerra económica o errores del Gobierno? Desafíos que debe enfrentar el proceso revolucionario bolivariano

por Marta Harnecker

Recordando el contexto en que nace
1. Cuando Chávez triunfa en las elecciones presidenciales de 1998 ya el modelo capitalista neoliberal estaba haciendo aguas por todas partes. El dilema no era otro que refundar el modelo capitalista neoliberal, evidentemente con cambios, entre ellos una mayor preocupación por lo social, pero movido por la misma lógica de la búsqueda del lucro; o avanzar en la construcción de otro modelo. [i]

2. Chávez optó por esta última alternativa. Para denominarla decidió
rescatar la palabra socialismo a pesar de la carga negativa de la que
había sido históricamente cargada, pero especificando que se trataba
del socialismo del siglo XXI para diferenciarlo del socialismo
soviético implementado durante el siglo XX, advirtiendo que no se
debía “caer en los errores del pasado”, en la “desviación estalinista”
que burocratizó al partido y terminó por eliminar el protagonismo
popular; en el capitalismo de Estado que puso el acento en la
propiedad estatal y no en la participación de los trabajadores en la
conducción de las empresas.

3. Chávez concebía el socialismo como un sistema económico centrado en
el ser humano y no en la ganancia, con una cultura pluralista y
anticonsumista en que el ser tuviese primacía sobre el tener. Un
socialismo provisto de una democracia verdadera y profunda donde el
pueblo asumiese el rol protagónico. Este es un elemento que lo
distancia de otras propuestas de socialismo democrático. Para él, la
participación de la gente en todos los espacios era lo que podía
permitir que las personas ganasen confianza en sí mismas y se
desarrollasen humanamente.

4. Pero esto hubiese quedado en meras palabras si él no hubiera
promovido la creación de espacios adecuados para que los procesos
participativos pudiesen darse plenamente. Por eso fue tan importante
su iniciativa de crear los consejos comunales (pequeños territorios
autogestionados), los consejos de trabajadores, los consejos
estudiantiles, los consejos campesinos. De lo que se trataba era de ir
conformando una genuina construcción colectiva que debía plasmarse en
una nueva forma de Estado descentralizado cuyas células fundamentales
deberían ser las comunas.

5. Construir con la gente significaba para él conquistar su mente y su
corazón para el nuevo proyecto de sociedad. Tenía claro que esta meta
no se alcanzaría mediante de prédicas sino a través de la práctica:
creando oportunidades para que la gente fuese entendiendo el proyecto
en la medida en que iba participando en la construcción del mismo. Por
eso advertía: “cuidado con el sectarismo, si hay gente […] que no
participa en política, que no pertenece a partido alguno, bueno, no
importa, bienvenidos. Digo más, si vive por ahí alguien de la
oposición, llámenlo. Que venga a trabajar y a ser útil. La patria es
de todos, hay que abrirles espacios y ustedes verán que con la praxis
mucha gente se va transformando…” [ii]

6. Uno de los logros históricos del proceso revolucionario bolivariano
fue haber podido convocar a una Asamblea Constituyente y aprobar luego
una nueva Constitución que cambiaba las reglas del juego político y
ponía trabas al neoliberalismo, planteándose contra el latifundio y la
privatización de la empresa venezolana del petróleo; a favor de los
pequeños pescadores en desmedro de las empresas transnacionales de la
pesca; por la propagación de las empresas cooperativas y del
microcrédito; contra la privatización de la educación y a favor de una
enseñanza gratuita; contra la privatización de la seguridad social.
Esta Constitución aboga también por los derechos de los pueblos
indígenas, de los niños y niñas, por el derecho a la libre información
y reivindica un modelo participativo, en el que los ciudadanos jueguen
un papel protagónico.

Pero todos estos planteamientos hubiesen quedado como letra muerta si
el gobierno no hubiera dictado las leyes que permitirían poner en
práctica los principios constitucionales. Fue entonces cuando la
oligarquía venezolana comenzó a sentirse amenazada en sus intereses
económicos y su respuesta no se dejó esperar. Golpe militar, sabotaje
petrolero, referéndum revocatorio. Aunque uno tras otro los intentos
de poner fin al proceso liderado por Chávez fueron derrotados, él no
era un iluso como algunos podrían pensar. Sabía que las fuerzas que se
oponían a la materialización de este proyecto eran enormemente
poderosas.

7. Pero ser realista no significa caer en la visión conservadora de la
política concebida como el arte de lo posible. Para Chávez el arte de
la política era hacer posible lo imposible, no por simple voluntarismo
sino porque, partiendo de la realidad existente, buscaba crear las
condiciones concretas para que ésta cambiase mediante la construcción
de una correlación de fuerzas favorable a los cambios. Él entendía que
para hacer posible en el futuro lo que en ese momento parecía
imposible era necesario alterar la correlación de fuerzas tanto en el
plano interno como internacional y durante todos los años de su
gobierno trabajó de forma magistral para lograrlo, entendiendo que
para construir fuerza política no bastaban los acuerdos de cúpula sino
que lo principal era construir fuerza social.

Sus esfuerzos por crear una nueva correlación de fuerzas internacional
8. No se puede entender el proceso venezolano sin sopesar el contexto
mundial en el que éste tuvo que insertarse. Existía una correlación
mundial de fuerzas muy negativa para las fuerzas progresistas: tras la
derrota del socialismo en los países del Este y, especialmente en la
URSS, había desaparecido el campo socialista con todo su peso
simbólico y práctico, y Estados Unidos se había transformado en la
primera potencia militar mundial sin contrapeso alguno. La situación
era muy diferente cuando triunfó la revolución cubana o durante el
gobierno de la Unidad Popular en Chile.

9. Consciente Chávez de que con esa correlación mundial de fuerzas no
podía llevar adelante una revolución social en forma aislada, se
dedicó a construir una fuerza internacional de apoyo al proceso
bolivariano. Impulsó procesos de integración suramericanos y caribeños
orientados bajo el signo de la solidaridad. Privilegió la relación con
la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y se acercó
a otros polos de poder mundial como India, Rusia y China, estrechando,
al mismo tiempo, los vínculos con los foros de naciones emergentes,
como el Grupo de los 15 de cooperación Sur-Sur y el Grupo de los 77 y
el Movimiento de Países No Alineados. En el Cono Sur, Chávez buscó una
alianza con Brasil para oponerse al ALCA e ingresar como miembro pleno
en el Mercosur.

10. Junto a otros presidentes latinoamericanos logró derrotar el
proyecto estadounidense del ALCA, levantando una propuesta de
integración alternativa: el ALBA [Alianza Bolivariana para las
Américas que hoy se denomina: Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América]. Estrechó sus relaciones con Cuba, suministrando a la
isla hasta petróleo en condiciones especiales de pago, a cambio de sus
servicios: médicos, venta de medicinas genéricas y asistencia técnica
en los sectores agrícola, turístico y deportes. Financió la “Misión
milagro” que devolvió la vista a millares de personas de bajos
recursos en América Latina. Estableció también un compromiso de
suministrar a 11 países centroamericanos y caribeños un trato
preferencial en la venta de petróleo, como un gesto de cooperación.

11. Chávez también entendió que la política debía ir antes que la
economía y por ello jugó un papel fundamental en la creación de
espacios de encuentro de los presidentes de la región aunque éstos
tuviesen diferentes enfoques económicos como la Unión de Naciones
Suramericanas [Unasur] y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños [Celac]. Lo importante era lograr reunirse sin la presencia
de los Estados Unidos. En este mismo sentido se orientan la creación
del Banco del Sur y del Banco del Alba.

12. Y como entendía bien que no se podía construir fuerza política sin
construir fuerza social, junto a estas iniciativas de encuentro de
gobernantes, apoyó iniciativas de encuentro de los movimientos
sociales de la región.

13. Bajo su inspiración fue también creada Telesur, una iniciativa
fundamental para hacer frente a la guerra mediática que necesariamente
tendrían que enfrentar los gobiernos progresistas de América Latina.
Chávez solía repetir una sentencia de Simón Bolívar: “Nos dominan
menos por la fuerza que por la ignorancia y la superstición.” Gracias
a esta señal televisiva estamos correctamente informados de lo que
realmente ocurre en la región.

14. Coincido con Atilio Borón [iii] en que TeleSUR es peligrosa porque
muestra la verdad de lo que ocurre no solo en esta parte del mundo
sino en todo el planeta y, al mostrar los estragos que perpetra el
imperialismo, despierta a los pueblos y alienta su rebeldía en contra
de un orden imperial que a diario acaba con la vida de decenas de
miles de personas en todo el mundo. Por eso se ha vuelto una grave
amenaza y las fuerzas políticas más retrógradas harán todo por
silenciarla.

15. Y aunque hoy haya algunos retrocesos en la región, nadie puede
dudar que existe un abismo entre la América Latina que Hugo Chávez
recibió y la América Latina que nos dejó.

Guerra económica que repite estrategia seguida en Chile
16. Aprovechándose del gran vacío de liderazgo que deja su
desaparición física, han recrudecido los ataques contra el proceso
revolucionario bolivariano, tanto desde dentro como desde fuera del
país. Y como resulta muy difícil intentar otro golpe de estado contra
el presidente Nicolás Maduro —quien ha tratado de ser consecuente con
el legado de Chávez— se ha agudizado la “guerra económica” iniciada ya
durante el período anterior: el gobernante venezolano ha recibido “en
poco más de tres años el equivalente de los ataques que recibió Chávez
en catorce años” y uno de sus objetivos ha sido afectar el sistema de
acceso a alimentos básicos a precios subsidiados que se impulsa desde
2003 a través de la Misión Mercal, con resultados sustantivos en la
garantía del derecho a la alimentación.

17. El tema de la guerra económica ha sido abordado recientemente por
el destacado intelectual venezolano y ex ministro del gobierno de
Maduro, Reinaldo Iturriza [iv] , de quien he tomado muchas de las
ideas que expondré a continuación al referirme a esta estrategia de la
derecha venezolana. Pero quiero empezar por decir que algo muy similar
ocurrió en Chile para desestabilizar el gobierno de Salvador Allende.
[v]

18. Recordemos que en este país las medidas empiezan a ser aplicadas
inmediatamente después del triunfo electoral: corrida bancaria,
contrabando de dólares, paralización de algunas industrias, cese de
importación de materias primas y repuestos necesarios para el
funcionamiento de las industrias, etcétera. Bloqueo de los intentos
del gobierno por modificar la injusta estructura tributaria usando
para ello su mayoría parlamentaria, negativa a aprobar recursos
presupuestarios para llevar adelante sus planes de carácter social,
instigación planificada para crear temor en los inversionistas
extranjeros y empresarios locales, provocando a mediano plazo un
estancamiento productivo.

19. Dicho plan fue plenamente compartido por el gobierno de Nixon y
los consorcios multinacionales, que consumaron una operación de cerco
económico que se tradujo en: reducción de créditos, obstaculización de
la renegociación de la deuda externa, embargo de bienes por parte de
las compañías expropiadas, divulgación internacional de la imagen de
un país en bancarrota para cercarlo más desde el punto de vista
financiero. El gobierno de Allende, que no quería afectar la capacidad
de negociación de los trabajadores, no tuvo otra alternativa que
ampliar la cantidad de dinero circulante, sabiendo que esto acarrearía
fuertes presiones inflacionarias. Al mismo tiempo, la ofensiva del
gobierno norteamericano le impidió mantener un volumen de
importaciones alimenticias acorde con la mayor capacidad adquisitiva
alcanzada por los sectores populares. Los problemas de abastecimiento
se agudizaron día tras día. Sobre esta base objetiva, los esfuerzos de
la reacción se encaminaron a agravar la situación económica mediante
la especulación, el acaparamiento y el fomento del mercado negro;
mientras la prensa por ella controlada desataba una campaña
sistemática destinada a magnificar el desabastecimiento y a
constituirlo en el centro de sus ataques. A este macabro plan sumaron:
cacerolazos, manifestaciones callejeras, paros de transportistas,
huelgas en el cobre, manifestaciones contra los militares que apoyaban
al régimen.

20. En Venezuela se han aplicado principalmente dos estrategias para
afectar el desarrollo económico y crear, con ello, descontento en la
población: la inflación inducida y el desabastecimiento programado.
[vi] Según la economista venezolana, Pasqualina Curcio, esto se logra,
por una parte, mediante la manipulación del tipo de cambio en el
mercado paralelo e ilegal, que sintomáticamente se incrementa
exponencialmente durante en los meses previos a los procesos
electorales [vii] , y, por otra, a través de la manipulación de los
mecanismos de distribución de bienes esenciales para la vida para
crear artificialmente desabastecimiento.

Inflación inducida
21. Según Curcio estas estrategias son viables en razón de
características y determinaciones históricas de la economía
venezolana. Pues, de hecho, existe una “concentración de la
producción, de las importaciones y de la distribución de los bienes y
servicios en pocas manos”: 3% de las unidades económicas registradas
en el país controla las divisas para importaciones, y, por otra,
existe una “alta dependencia de las importaciones”.

22. Estos monopolios importadores y banqueros, que no producen bienes
sino que obtienen ganancias extraordinarias de la diferencia de
precios entre lo que compran afuera y lo que venden dentro del país,
fijan oligopólicamente los precios de los bienes que importan (bienes
de primera necesidad, entre ellos los alimentos, y los requeridos para
la producción y el transporte) asumiendo el tipo de cambio paralelo
que es mucho mayor (14,5 veces) al valor real de los productos
estimado en moneda nacional. Con ello han acumulado un gran poder
económico que se traduce en influencia política y se refleja en el
plano institucional.

23. No sólo se perjudica al pueblo venezolano al elevar los precios de
los productos de primera necesidad, sino que también desfavorece a los
sectores burgueses productores de los restantes bienes de uso en la
vida cotidiana (agricultores capitalistas e industriales
manufactureros). Como éstos se ven obligados a comprar las materias
primas y otros bienes que se incorporan al proceso de producción a los
precios fijados por esos monopolios importadores, para que sus
empresas sean rentables deben vender sus productos a cada vez más
altos precios. Y como el poder adquisitivo de la población se ha visto
severamente mermado por la alta tasa de inflación existente, la gente
se ha visto obligada a priorizar la compra de los artículos de primera
necesidad (alimentos, medicamentos, transporte), restringiendo la
compra de artículos de consumo menos vitales. Y esto sólo ha
favorecido al gran capital importador, reduciendo las ventas de las
empresas que producen esos bienes afectando con ello su rentabilidad.

Desabastecimiento programado
24. Y en cuanto al desabastecimiento programado, Curcio precisa que
esta práctica —que es iniciada en el 2003, afectando a unos contados
productos—se generaliza en el 2013. Se habla de desabastecimiento
programado, ya que la ausencia de determinados productos en el mercado
nacional no guarda relación con los niveles de producción o de
importación de dichos rubros. Los enemigos del proceso crean un
desabastecimiento artificial no colocando de manera regular, oportuna
y en cantidades suficientes esos productos en los estantes de los
establecimientos comerciales.

25. ¿Cómo no denominar guerra económica a estas estrategias de la
derecha para producir en Venezuela un caos económico que conduzca a un
desprestigio del gobierno y siente las bases para su derrocamiento por
la vía electoral?

26. Por desgracia, el gobierno venezolano no ha logrado hacer frente a
la nefasta campaña mediática nacional e internacional con argumentos
contundentes. Tal circunstancia ha generado que importantes sectores
de la población venezolana y una inmensa mayoría de quienes siguen el
proceso bolivariano desde el exterior a través de las cadenas
mediáticas, tiendan a atribuir al gobierno y no a los verdaderos
actores la responsabilidad del desabastecimiento y la inflación.

27. Por supuesto que estos ataques se producen sobre un terreno fértil
producto de las debilidades de la política económica llevada adelante
por el gobierno que fue incapaz de prevenir la baja del precio del
petróleo. A ello se sumó una política de control de cambio y una
política masiva de importaciones que desestimuló la producción
nacional colocando al país en una situación de creciente dependencia
de las importaciones. Pero nadie puede negar que un sector de la
burguesía venezolana y de la burocracia estatal corrupta están
aprovechándose de esta situación objetiva para ahondar la crisis y
sepultar el proyecto emancipador bolivariano, tratando de restaurar la
Cuarta República, paraíso de unos pocos y sufrimiento y marginación de
la mayoría del pueblo.

28. Concuerdo plenamente con Reinaldo Iturriza en que la burguesía ve
al chavismo como algo “maldito”, “no tanto por su capacidad para
aglutinar el descontento, sino por su decidida actuación contra el
statu quo” y el hecho de que haya impuesto límites a los poderes
económicos.

29. Según el investigador venezolano, ese chavismo está vivo pero
“está ausente de muchos de los análisis que se hacen sobre Venezuela.
Omisión que obedece, con frecuencia, a la intención deliberada de
continuar ignorando a los invisibles históricos, hoy sujetos políticos
de un proceso de cambios revolucionarios, y otras veces a la ceguera
de cierta izquierda que, impedida de ver realizada la revolución que
siempre soñó, despacha como pesadilla la revolución que hacen los
hombres y mujeres de carne y hueso.”

Los desafíos que hoy debe enfrentar el proceso revolucionario
bolivariano
30. Coincido con Pasqualina Curcio en que uno de los primeros desafíos
que tiene por delante el gobierno venezolano es lograr una eficiente
intervención del Estado en la regulación de los monopolios. Es difícil
entender —como dice Reinaldo Iturriza— que una parte de la burocracia
siga favoreciendo a los monopolios u oligopolios importadores, o a los
intereses de la banca.

31. Por otra parte, de lo expuesto anteriormente queda claro que
objetivamente existen intereses contrapuestos entre los diferentes
sectores de la burguesía venezolana y que esto se refleja en el
escenario político. La oposición no es una unidad homogénea. Hay
contradicciones enormes en su seno. Hay un sector de la oposición que
en lugar de preocuparse de resolver los problemas del país, juega a
derrocar al gobierno usando todos los medios a su alcance,
especialmente el estrangulamiento económico. Y a ello contribuyen los
sectores corruptos de la burocracia estatal importadora. Con ese
sector es imposible llegar a acuerdos. Pero hay otros sectores con los
se podría llegar a acuerdos si se siguiese una táctica correcta,
aquellos que están dispuestos a poner por encima los intereses del país.

Abandonar ataques verbales y mantener un diálogo constructivo
32. Deberíamos ser suficientemente hábiles como para explotar estas
contradicciones y llevar adelante un proceso de diálogo coherente
llamando a la oposición a buscar soluciones para el país y evitando de
lado y lado los ataques verbales que impiden crear un ambiente de
mínima confianza, que es una de las condiciones fundamentales para
poder mantener un dialogo constructivo. Recientemente se ha anunciado
que ha habido un acuerdo entre el gobierno venezolano y la oposición
para invitar al Sumo Pontífice a ser uno de los mediadores en ese
diálogo. Eso abre un horizonte de esperanza.

33. Y en relación con este tema no puedo dejar de citar extensamente
al Papa Francisco. Veamos algunas de las cosas que dijo en su visita a
Paraguay:

[El diálogo no puede ser un] diálogo-teatro en el que juguemos al
diálogo [y sólo nos escuchemos entre nosotros].

[…] el diálogo presupone y nos exige buscar una cultura del
encuentro [ …] que sabe reconocer que la diversidad no sólo es
buena, es necesaria. […] Por lo que el punto de partida no puede
ser: Voy a dialogar pero aquel está equivocado. No, no, no podemos
presumir que el otro esté equivocado. Yo voy con lo mío y voy a
escuchar qué dice el otro, en qué me enriquece el otro, en qué el otro
me hace caer en la cuenta que yo estoy equivocado, y en qué cosas le
puedo dar yo al otro. Es una ida y vuelta, ida y vuelta pero con el
corazón abierto. Con presunciones de que el otro está equivocado,
mejor irse a casa y no intentar un diálogo, […]”

[…]. Dialogar no es negociar. Negociar es procurar sacar la propia
tajada. […] Si vas con esa intención no pierdas tiempo. Es buscar el
bien común para todos. Discutir juntos, pensar una mejor solución para
todos.

[…] Al tratar de entender las razones del otro, al tratar de
escuchar su experiencia, sus anhelos, podemos ver que en gran parte
son aspiraciones comunes. [viii]

Elaboración de una amplia plataforma de lucha para enfrentar la crisis
34. Otro de los desafíos que debemos enfrentar es la elaboración de
una amplia plataforma de lucha para enfrentar la crisis que se está
viviendo. Consideramos que esta no puede ser muy radical, porque el
proceso bolivariano hoy no es lo suficientemente fuerte como para
proponerse cambios radicales. La correlación de fuerzas después de las
elecciones ha dado una señal, se perdió una batalla, había que
recomponer las fuerzas para prepararse para futuras batallas
consolidando posiciones. No se puede pretender lanzar una ofensiva
exitosa que revierta la situación en esas condiciones..

Explicar al pueblo las dificultades
35. Otro de los desafíos que tenemos es el de ser capaces de explicar
al pueblo las dificultades que el país está enfrentando: “Hay quienes
piensan que no hay que decirle al pueblo los problemas porque se puede
deprimir. Yo creo todo lo contrario, nuestros pueblos son lo
suficientemente inteligentes como para entender y apretarse el
cinturón cuando es necesario hacerlo si somos capaces de explicarle
con toda claridad el origen de la situación de crisis que existe,
reconociendo con honestidad que la derecha se está aprovechando de las
debilidades y errores que se han cometido. Claro que eso debe ir
acompañado con el ejemplo de la alta dirección del gobierno y del
partido: si se pide austeridad al pueblo hay que partir con el ejemplo
de sus líderes.

Qué no hicimos bien y qué fuimos aprendiendo en el camino
36. Por último, así como nadie le echaría la culpa a la receta de
cocina por el flan que se quemó al poner muy fuerte el horno, de la
misma manera, las dificultades actuales por las que atraviesa
Venezuela no pueden servir de argumento para sostener que la historia
ha demostrado que el proyecto de socialismo del siglo XXI propuesto
por Hugo Chávez es inviable. Lo que tenemos que analizar seriamente es
qué no hicimos bien y qué fuimos aprendiendo en el camino que no
debemos repetir. Muchos de esos errores son comprensibles dado que no
existían modelos pre-hechos que indicaran el camino a seguir y se
hacía necesario “inventar para no errar” —como decía Simón Rodríguez,
tutor de Simón Bolívar. Podríamos hablar de que han sido errores
necesarios.

Formemos un cordón de defensa del proceso revolucionario bolivariano.
37. Venezuela fue el inicio de un ciclo de cambios en América Latina.
Fue el renacimiento de la esperanza, fue gobernar para resolver los
problemas de los más desfavorecidos, entendiendo que no se podía
resolver el problema de la pobreza si no se daba poder a los pobres.
Fue la encarnación de la solidaridad con los pueblos hermanos de la
región que estaban en dificultades económicas. Hoy, que esta nación
está sufriendo más que otros países, los embates de la crisis mundial
del capitalismo y de la guerra económica desplegada contra ella,
concentrando las mayores agresiones de las fuerzas reaccionarias del
mundo, merece toda nuestra solidaridad. Sepamos corresponder a su
noble e increíblemente extendida generosidad con las naciones y
pueblos más pobres de la región y del mundo formando un cordón de
defensa del proceso revolucionario bolivariano.

38. Para terminar, que creo que podemos ser optimistas. Sin duda
alguna la siembra de Chávez ha marcado a su pueblo y lo ha hecho
madurar, como pude constatar en persona durante los años que viví en
ese país. Pienso que toda esa gente, a la que se le otorgó la
oportunidad de estudiar, de pensar, de participar, de construir, de
decidir —y que creció enormemente en autoestima y maduró humanamente—
defenderá el proceso.

40. Yo siempre he dicho que hay que medir al proceso revolucionario
venezolano no tanto por las medidas transformadoras adoptadas —que son
muchas—, sino por el crecimiento del sujeto revolucionario, y esa obra
es obra de Chávez. El proceso podrá haber cometido errores y tener
muchas debilidades —y con mucho dolor yo en su momento las fui
señalando— pero lo que él logró con su pueblo, eso ¡nadie lo podrá
borrar jamás!

[i] . Las ideas que desarrollo en esta parte del artículo proviene de:
Marta Harnecker, El principal legado de Chávez: Construir con la gente
una sociedad alternativa al capitalismo, La Segunda, Stgo. de Chile, 6
marzo 2013. En: http://rebelion.org/docs/164878.pdf

[ii] . Primer Aló Presidente teórico, 11 de junio de 2009.

[iii] . Atilio Borón, Sobre la excepcional importancia de Telesur, 12
septiembre 2016. Ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216595

[iv] . Reinaldo Iturriza, Chavismo y revolución ¿qué pasa en
Venezuela?, 29 agosto 2016. Ver:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216115 .

[v] . Ver: Marta Harnecker, Reflexiones sobre el gobierno de Allende.
Estudiar el pasado para construir el futuro, en:
http://www.rebelion.org/noticias/2016/9/216627.pdf.

[vi] . Pasqualina Curcio, Mi país, Venezuela, es víctima de una grave
agresión, 11 sep.2016. Ver link:
http://www.15yultimo.com/2016/09/11/mi-pais-venezuela-es-victima-de-un
a-grave-agresion/

[vii] . Las variaciones más altas se han registrado en los meses de
octubre 2012 (elecciones presidenciales en las que vence Hugo Chávez),
diciembre del mismo año (elección de gobernadores), abril 2013
(elecciones presidenciales por fallecimiento de Hugo Chávez),
diciembre 2013 (elecciones municipales). Desde ese momento en adelante
el incremento del dólar paralelo ha sido sostenido y desproporcionado
explicando el resultado desfavorable al gobierno de las elecciones
parlamentarias. Op.cit.

[viii] . Palabras en encuentro con representantes de la sociedad civil
en Paraguay, Estadio León Condou del colegio San José, Asunción,
sábado 11 de julio de 2015. Extraje sólo lo esencial, el Papa aborda
el tema con mayor amplitud.