Entrevista con Raewyn Connell:Masculinidades, colonialidad y neoliberalismo

Entrevista con Raewyn Connell:Masculinidades, colonialidad y neoliberalismo

Mélanie Gourarier, Gianfranco Rebucini, Florian Voros

Viernes 20 de septiembre de 2013
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Raewyn Connell, profesora de sociología en la Universidad de Sydney, estuvo en París el pasado junio en el marco de las jornadas de estudios “Les masculinités au prisme de l´hégémonie” en la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Ocasión para hablarde su trayectoria de investigadora así como sobre la historia y la actualidad de los planteamientos críticos de las masculinidades.

Tras haber consagrado sus investigaciones a las dinámicas de clase (Ruling Class, Ruling Culture 1977) y a las relaciones entre relaciones de clase y de género en el medio escolar (Making the Difference, 1982), Raewyn Connell desarrolla una teoría del género como estructura social (Gender and Power, 1987). Publica en 1995 la obra Masculinities, rápidamente traducida a varias lenguas europeas, así como al japonés, chino y hebreo entre otras. Esta obra constituye una referencia mayor para las ciencias sociales y para el desarrollo de los estudios sobre las masculinidades [masculinity studies].

Los masculinity studies se han constituido en particular alrededor del concepto de “masculinidad hegemónica”, que aparece en Australia en trabajos de sociología de la educación al comienzo de los años 1980, antes de conocer su primera formalización teórica en un artículo de 1985 (Carrigan, Connell, Lee “Towards a new sociology of masculinity”). Raewyn Connell plantea luego una conceptualización renovada de este concepto (Masculinities, 1995/2005; “Hegemonic Masculinity : Rethinking the concept”, 2005) que despliega sobre nuevos terrenos: la salud, la sexualidad, la colonialidad (Southern Theory, 2007) y la globalización (Gender: in world perspective, 2009). Este concepto intenta analizar los procesos de jerarquización, de normalización y de marginación de las masculinidades, mediante las cuales ciertas categorías de hombres imponen, a través de un trabajo sobre ellos mismos y los demás, su dominación a las mujeres, pero también a otras categorías de hombres.

Para empezar, nos gustaría que nos hablaras sobre el contexto de emergencia del concepto de masculinidad hegemónica. ¿Como explicas que el proyecto de los masculinity studies haya sido formulado por primera vez en la Australia de los años 1980?

¡Lo primero que tenéis que saber es que en Australia no solo hay cocodrilos y canguros! Más en serio, es importante recordar que Australia es un país mayoritariamente urbano, dependiente económicamente de la exportación de minerales y productos agrícolas. En la primera mitad de los años 1980, el país conocía una profunda transformación cultural y se disponía a atravesar una importante transición económica. Un rodeo histórico se impone para comprender ese singular contexto.

La Australia moderna es el resultado de la invasión europea de un territorio ocupado desde hace al menos cuarenta mil años por pueblos indígenas que habían construido en él una cultura y una relación con la tierra complejas. Los colonos aplastaron a las sociedades aborígenes en la casi totalidad del continente (solo un tercio de la población aborigen ha sobrevivido), para establecer en él un puesto de vanguardia masculinizado del capitalismo europeo, especializado en el comercio de materias primas (lana, minerales, trigo, carne) con la metrópoli.

Las olas migratorias europeas, asociadas a políticas estatales de desarrollo, han generado ciudades e infraestructuras orientadas hacia la industria de la exportación. La población colonial blanca ha desarrollado una ideología racista (cuya prolongación contemporánea es la política de “Australia blanca”), una identidad nacional masculinizada y una cultura dependiente, bastante leal hacia el Imperio británico. El siglo XX ha visto la emergencia de una economía industrial y de un estado providencia asociados a un sindicalismo poderoso, aunque una vez más dominado por los hombres, así como la aparición de una burguesía industrial. Estas transformaciones han tenido por efecto acelerar el desarrollo y la modernización del sistema educativo.

Los años 1960 y 1970 vieron la emergencia de protestas contra este orden social. Primero con el renacimiento político y cultural aborigen, que desembocó en el movimiento por el derecho a la tierra [Lands Rights movement]. Un movimiento estudiantil iconoclasta fue luego el laboratorio de una contracultura, de la que surgió en particular un movimiento ecologista. Un movimiento por la paz se oponía entonces a la implicación de Australia en las guerras imperialistas. Lo que nos interesa más directamente en esta historia, es la emergencia de una impugnación feminista del patriarcado australiano que se formuló en ese momento, rápidamente seguida por los combates gay y lesbiano contra la represión y la discriminación sexual.

El movimiento de liberación de las mujeres fue particularmente influyente durante los años 1970. Algunas feministas se acercaron a los grupos modernizadores en el interior del Partido Laborista, desplegando así su influencia en el corazón del estado. Otros crearon programas de women´s studies en la universidad, trasformando las formas de estudiar la historia, la literatura y la sociología. Más en general, el impacto cultural del feminismo permitió la emergencia de cuestionamientos sobre el sexismo y la subordinación de las mujeres en los terrenos de la educación, los medios, la sexualidad, la vida familiar, el trabajo y el sindicalismo.

Varios factores han convergido así en el alba de los años 1980 y permitido una puesta en cuestión de los hombres y de la masculinidad. El militarismo y el heroísmo guerrero habían sido vivamente criticados por el movimiento por la paz. La masculinidad heterosexual era cuestionada por el movimiento de liberación gay; y, a medida que se desarrollaba la epidemia de VIH/sida, era también la masculinidad gay la que se veía cuestionada. Las ciencias sociales feministas ponían en cuestión al “naturalidad” de las formas dominantes de masculinidad. Habiendo sido obtenidos un cierto número de avances feministas a través de las alianzas con hombres en el seno del Partido Laborista y de las burocracias del estado, la cuestión de la participación de los hombres en cambios positivos en las relaciones de género ganaba también en visibilidad.

Por otra parte, los dos mayores novelistas australianos de la era moderna son una mujer, Christina Sead, y un hombre homosexual, Patrick White; no se puede por tanto hablar de un establishment cultural patriarcal poderoso en Australia. La New Left y la contra cultura han dado a los y las jóvenes intelectuales de mi generación el sentimiento de que toda institución podía y debía ser puesta en cuestión. La expansión del sistema universitario (en el marco de la política modernizadora del estado australiano de los años 1940 a 1970) dio a muchos y muchas de nosotras una base institucional y recursos para la investigación.

Esos años constituyen por tanto un momento histórico en el que los muros que protegían la masculinidad convencional se agrietaban repentinamente, mientras nuevas coaliciones emergían y desarrollaban nuevas perspectivas.

¿Porqué has utilizado el concepto de hegemonía, en lugar de otra conceptualización de la dominación, para estudiar las masculinidades?

El concepto de hegemonía circulaba ya en el seno de la izquierda australiana en los años 1970 para pensar las relaciones de clase. Utilizábamos este concepto para analizar el poder de los hombres de negocios y de los hombres políticos conservadores en un país que tenía un movimiento sindical muy poderoso y un Partido Laborista capaz de ganar elecciones. Este concepto es por otra parte un elemento central del marco teórico de Ruling Class, Ruling Culture /1.

El término venía de Antonio Gramsci. Una parte de su trabajo estaba entonces disponible, en traducción inglesa o bajo al forma de comentarios. Su nombre era conocido. Había una emigración italiana hacia Australia, y la izquierda australiana seguía de cerca la actualidad del Partido Comunista italiano (que tenía culto por Gramsci), de la “vía italiana” y del eurocomunismo. Había estudiado también ese concepto en un contexto muy diferente, en el marco de enseñanzas de licenciatura en la Universidad de Melbourne. Estudiaba entonces la política griega de los siglos cuarto y quinto antes de JC, de donde viene la idea del eghemon en una alianza de fuerzas políticas /2.

El empleo del término de hegemonía se ha aceptado luego como evidente cuando se trata de analizar una configuración particular de las relaciones de género, una situación en la que la centralidad, el leadership y el poder de una minoría se habían estabilizado; y donde esta predominancia era menos impuesta por la fuerza que orgánicamente integrada en la cultura y las rutinas de la vida cotidiana.

Siempre he sido muy reticente respecto a las teorías funcionalistas y las teorías de la reproducción social, tanto si emanan de la derecha como si lo hacen de la izquierda, refiriéndose a la clase o el género. Cuando esas teorías son producto de intelectuales conservadores (como Parsons o Easton), se convierten en parte del orden hegemónico. E incluso cuando emanan de pensadores más progresistas (como Althusser, Bourdieu o Poulantzas), esas teorías tienden a inhibir, más que a aumentar, la capacidad del actuar militante. Mi reticencia hacia esas teorías se desarrolló en particular cuando realicé mi trabajo sobre enseñantes en la escuela pública, a quienes no es de ninguna ayuda explicar que están destinados y destinadas a la reproducción de las jerarquías sociales. De lo que tienen necesidad, es de teorías que trabajen prácticas pedagógicas de transformación social.

En el artículo “Rethinking the concept” /3, vuelves sobre los usos, las críticas y las traducciones culturales de que ha sido objeto el concepto de masculinidad hegemónica. ¿Cuál ha sido, como consecuencia, el efecto de esta circulación globalizada del concepto sobre tu propio trabajo?

Es paradójico. La proliferación globalizada de las investigaciones sobre las masculinidades es tal que no soy capaz de seguirlas todas. Me esfuerzo por leer lo más posible y muchas personas tienen el detalle de hacerme llegar sus trabajos –a veces en lenguas que no puedo leer, ¡pero me siguen interesando!

Este giro global de los estudios sobre la masculinidad debe alertarnos sobre la dimensión colectiva de la producción de conocimientos, así como sobre el carácter internacional de la fuerza de trabajo implicada en este proceso. Las ciencias sociales anglofonas mainstream son muy autorreferenciales y no se confrontan suficientemente con los demás contextos geográficos y culturales. Por contraste con algunos de mis colegas anglófonos, creo que mi visión más sombría y más compleja de los temas ligados a la masculinidad, proviene de mi localización en las orillas del Pacífico Sur y de mi colaboración con investigadores e investigadoras más allá de la metrópoli.

Esta circulación globalizada de las ideas me ha obligado también, con el tiempo, a cuestionar algunos de los presupuestos constitutivos de la primera versión de mi modelo de la hegemonía en las relaciones de género. La ironía está en que me doy cuenta ahora de que ¡ese modelo inicial en realidad tiene mucho en común con los sistemas teóricos cerrados que, por otra parte, me esforzaba por superar! Un mejor conocimiento de la historia del colonialismo, de las sociedades postcoloniales, así como de sus dinámicas de género, me ha obligado a reconocer que no se puede tomar como presupuesto de partida la existencia de un orden de género estable. Primero porque los órdenes de género precoloniales no son ellos mismos estáticos. Pero sobre todo porque la colonización destruye las estructuras sociales locales y las dinámicas que les son propias. Luego, el colonialismo reconstruye –o se esfuerza por reconstruir– un orden del género que se basa en nuevas bases; pero lo que resulta de ello es una sociedad de tensiones exacerbadas y violencia endémica. Las relaciones de poder postcoloniales globalizadas repiten estas dinámicas y esos conflictos en nuevos términos. En relación al modelo inicial, hoy concibo la hegemonía como una tentativa de realización del poder [achievement of power] más repleta de contradicciones, históricamente transitoria y más directamente ligada a la violencia.

¿Como pueden los estudios sobre las masculinidades contribuir a la lucha contra el masculinismo y a la resistencia frente al backlash antifeminista?

Hay dos aspectos en esta cuestión. Los masculinity studies son ante todo un proyecto de producción de conocimientos: investigar, teorizar, publicar, difundir. Creo (¡pero se trata de una creencia ciega por la herencia de la Ilustración y por las tradiciones protestante y socialista de las que he salido!) que la producción del saber y la enseñanza pública son capaces de hacer retroceder los prejuicios y el obscurantismo. Un corpus de conocimientos sólidos y accesibles sobre los temas relativos a las masculinidades es en sí un recurso social.

La otra vertiente de esta cuestión, más política, se refiere a las formas en que las ideas producto de este corpus de conocimientos pueden ser desplegadas en combates por la igualdad de género. Una contribución importante de los masculinity studies puede aquí sencillamente consistir en el aporte de la prueba –ya muy bien documentada– de que las masculinidades son diversas e históricamente cambiantes. El dogma de la fijeza de los caracteres masculinos (o femeninos) es en efecto una pieza esencial de la caja de herramientas de los reaccionarios de género, ya sea su lenguaje pseudo científico o pseudo religioso. Podemos demostrar ya, con pruebas, lo absurdo de ese dogma.

Puede también ser importante mostrar que los hombres no se benefician en bloque /4 de los dividendos masculinos generados por un orden de género patriarcal. Hay niveles de beneficio muy diferentes y ciertos grupos de hombres pagan en realidad un precio muy caro (en pobreza, en violencia, en depresión) por el mantenimiento del orden de género en vigor. Lo que quiere decir que ciertos hombres (y su número no hace más que aumentar) sacarán beneficios de la transformación progresista del orden de género y que pueden por tanto constituir aliados en el combate por el cambio. Tales coaliciones han emergido en el seno de la generación precedente /5 y continuarán emergiendo. Actualmente en marcha –un ejemplo entre otros es la implicación de hombres en investigaciones y programas de acción contra la violencia de género con los que colaboro en Asia del Sudeste.

En Francia eres conocida esencialmente como una socióloga especialista de las masculinidades. Sin embargo, tus primeros trabajos versan sobre las relaciones de clase y tus trabajos más recientes sobre la globalización y la colonialidad del poder. ¿Cómo se articulan estas tres dimensiones?

Mis publicaciones iniciales trataban de hecho sobre la concienciación social y política de los niños (retomaba algunas ideas de Piaget) y sobre las políticas electorales de derechas en Australia. Desde hace más de cuarenta años estoy en el mundo de la investigación y he trabajado en un amplio abanico de cuestiones que van desde la educación escolar a la teoría social crítica, pasando por el análisis de género, la sexualidad y la prevención del VIH, el trabajo de los y las intelectuales, o la reforma estatal –y muchas otras cosas, disponibles en mi página web www.raewynconnell.net.

Estos diferentes proyectos no están necesariamente unidos por una coherencia. Me he dedicado a responder a los problemas públicos, a las crisis y a los nuevos marcos de pensamiento según se planteaban. He trabajado en el seno de una decena de equipos de investigación, que utilizaban cada uno estilos y métodos de investigación diferentes. Sería falso decir que cada uno de esos proyectos formaba parte de un gran proyecto crítico coherente.

Pero pienso que existen conexiones entre esos proyectos. Es en cualquier caso la tesis convincente de Demetris Z. Demetriou, que ha estudiado atentamente las relaciones entre mis investigaciones sobre las relaciones de clase y las realizadas sobre las relaciones de género /6… ¡y debo confesar que es un poco aterrador ver tu propio trabajo sometido a una lectura tan rigurosa!

Creo que mis investigaciones sobre las masculinidades, las relaciones de clase y la colonialidad del saber comparten un mismo compromiso crítico hacia el poder, las desigualdades sociales, la institucionalización de los privilegios y la justicia social en su sentido más amplio.

Comparten también una conciencia histórica (una de mis obras más conocidas en Australia se titula por otra parte Class Structure in Australian History /7) y, así, una atención a los cambios estructurales y a las luchas sociales. Es un método que me parece esencial para toda investigación –incluso muy localizada– movida por una preocupación por la justicia social.

Esas agendas de investigación tienen además en común el dedicarse a dar cuenta de la textura de lo real, de la materia rugosa de los procesos sociales y de la irreductibilidad de las gentes, de la experiencia y de las instituciones. Durante estos años, la entrevista biográfica y el análisis por estudio de casos son las herramientas que he utilizado más. Se trata de un método lento, laborioso, reacio a la automatización. No tiene igual para dar cuenta de la complejidad de las situaciones locales a la vez que toma el pulso de las dinámicas globales. Este método fuerza igualmente a los y las investigadoras a interactuar con personas de carne y hueso, que las rutinas científicas tienden a abstraer a través de su léxico: “sujeto”, “actor”, “agente”. Ellos y ellas están entonces obligados a tratarles con respeto, incluso cuando sus prácticas sociales les resultan detestables. Me he encontrado por ejemplo en esa situación durante mis entrevistas con hombres de negocios.

En Southern Theory, propones un relato alternativo de la producción del saber en ciencias sociales. ¿Cuáles son las implicaciones de este planteamiento crítico para los estudios de género y, más en particular, para el estudio de las masculinidades?

La tesis de Southern Theory tiene numerosas implicaciones para los estudios de género. Consagro justamente una parte importante de mi trabajo más reciente al estudio de estas implicaciones.

En una palabra, lo que entendemos por gender theory es de hecho una teorización de las relaciones de género salida de la metrópoli global, es decir de Europa y de América del Norte. Entonces no es sorprendente que esta teorización tenga sentido en relación a las experiencias sociales propias de esas regiones. Por evidente como pueda parecer desde el punto de vista de la sociología del conocimiento, esto es raramente tomado en cuenta en los estudios de género tal como son practicados.

Sin embargo esos países no se han desarrollado de forma aislada: hablamos de metrópolis coloniales de antaño y de los centros del capitalismo globalizado de hoy. Esos países han construido una economía global del saber en la que la metrópoli es el lugar de la teoría y la periferia (donde vive la gran mayoría de la población mundial) es el lugar de la recogida de datos. La producción del saber en la periferia está entonces fuertemente subordinada a los conceptos, teorías, metodologías y paradigmas de la metrópoli. Se trata de un modelo general, que se aplica a los estudios de género.

Sin embargo, las sociedades colonizadas se han dedicado a pensar la colonización independientemente de los colonos. Las sociedades de la periferia continúan produciendo un trabajo intelectual a contracorriente de esta economía dominante del saber. Es lo que llamo “la teoría del Sur” [southern theory], que no es un “saber indígena” estático, sino una respuesta intelectual a la experiencia social de la colonización y a las sociedades postcoloniales de hoy. Southern Theory cuenta la historia de un amplio conjunto de proyectos intelectuales llevados a cabo en diferentes continentes. La obra se inscribe en un movimiento teórico más amplio y en pleno auge que muestra la riqueza del pensamiento social salido de las diferentes regiones del sur, entre ellos Alternative Discourses in Asian Social Science /8 de Farid Alatas, Provincializing Europe /9 de Dipesh Chakrabarty, o también Theory from the South /10 de Jean and John Comaroff.

Re-Orienting Western Feminisms /11 de Chilla Bulbeck es un libro que muestra la proliferación del pensamiento feminista por las diferentes regiones del Sur. Hay igualmente excelentes revistas feministas como Cadernos PAGU y Estudos Feministas en Brasil, Feminist Africa en Africa del Sur, l’Indian Journal of Gender Studies en India, Debate Feminista en México, al-Raida en Líbano o también Australian Feminist Studies en Australia, de las que los y las investigadoras de la metrópoli pueden aprender mucho. Investigadoras feministas importantes como Bina Agarwal, Fatima Mernissi, Amina Mama, Heleith Saffioti o Teresa Valdés, deberían formar parte de todas las listas de lectura propuestas a los y las estudiantes de las universidades del Norte.

Los universitarios del norte que trabajan en el terreno de los estudios sobre las masculinidades tienen a veces conocimiento de las investigaciones empíricas sobre los países del Sur. Pocos se confrontan en cambio con los saberes sobre los hombres y las masculinidades producidos en los mundos postcoloniales. Esto se debe en parte a que estos últimos no son siempre etiquetados como “investigaciones sobre las masculinidades”. Hay sin embargo mucho que aprender de los escritos de Ashis Nandy /12 sobre las dinámicas interactivas en marcha en la formación de las masculinidades; de los de Octavio Paz /13 sobre los movimientos políticos y culturales conservadores en términos de género; así como de las novelas de Chinua Achebe /14 sobre el impacto del poder exterior sobre el mantenimiento de la autoridad masculina. Y no me refiero aquí más que a antiguas generaciones de intelectuales. Este trabajo de descentramiento es, creo, el desafío más importante a asumir por los estudios sobre las masculinidades de mañana.

Has insistido recientemente sobre la importancia de contemplar a los trabajadores/trabajadoras intelectuales como trabajadores/trabajadoras /15. ¿Cuáles son las implicaciones prácticas de ello?

Las enseñanzas que saco de las investigaciones que he consagrado al trabajo intelectual –ya se trate de historias de vida, de estudios cuantitativos o de teorizaciones, o que esos trabajos traten sobre Australia u otras regiones /16– nos conducen a lo que decía antes sobre la economía global del conocimiento. La producción del saber es un proceso social –un proceso social globalizado. Esta producción moviliza una fuerza de trabajo diferenciada que, contemplada a escala global, representa una formación social importante. Esta producción requiere recursos sociales, tiene consecuencias complejas y es históricamente cambiante.

Esto tiene implicaciones prácticas importantes. Es fundamental primero reconocer las posiciones diferenciadas de los diversos grupos implicados en lo que es aparentemente un campo académico unificado, en este caso los masculinity studies. ¿Qué tipo de trabajo obtiene los recursos? ¿Qué tipo de trabajo carece de recursos?

Contemplar a los y las investigadoras como trabajadores y trabajadoras equivale a colocar el foco sobre las relaciones concretas que ellos y ellas mantienen los unos con los otros, por ejemplo sobre las formas de trabajo cooperativo y prácticas comunicacionales que están implicadas en un campo científico dado. Esto coloca igualmente el foco sobre las formas de gubernamentalidad y de control que acaban rigiendo este campo científico –siguiendo el giro gerencial en la gestión de las universidades, de la parte creciente de los fondos privados en la financiación de la investigación, o de la predominancia de las ONGs y de los programas de ayuda en la financiación de la investigación social en los países pobres.

¿Cuál puede ser la contribución de los estudios sobre las masculinidades a la crítica del neoliberalismo globalizado?

La cultura neoliberal está –y es un punto importante– masculinizada desde el comienzo. El modelo del “actor racional”, alrededor del cual la teoría económica neoliberal se ha construido, es una figura masculina. Las políticas neoliberales, en su rechazo a toda forma de democracia participativa, no dejan de recurrir a la figura política del “hombre fuerte” y dedican un culto a la toma de decisión autoritaria, racional, eficaz y sin piedad. La mercantilización de los deportes de competición masculinos, de la Fórmula 1 a la Copa del Mundo de fútbol, constituye un laboratorio fascinante para el estudio del neoliberalismo y de las dinámicas de masculinidad.

Pero existen conexiones más concretas entre masculinidad y neoliberalismo, en particular vía el sistema de gestión empresarial. La globalización neoliberal produce nuevas instituciones y nuevos espacios sociales que se extienden a escala global –en particular a través de la World Wide Web, el estado de seguridad transnacional, los mercados mundiales y las firmas multinacionales. Cada una de esas instituciones está organizada por un régimen de género complejo y geográficamente extenso.

Son terrenos de formación de la masculinidad –y están hoy entre los terrenos más importantes a estudiar. Tenemos necesidad de más investigaciones en este dominio. Sería preciso que los estudios localizados sobre las masculinidades estén más atentos a las conexiones entre los contextos locales y esos terrenos globales.

En el corazón de las firmas multinacionales –así como más allá de esas firmas, en otros terrenos globales– se despliega la masculinidad de las nuevas élites de directivos y patronales. Siendo esas élites de difícil acceso, incluso para los investigadores del Norte, han sido puestas en pie diferentes estrategias de acercamiento : el estudio de las representaciones mediáticas de los directivos de las empresas, el estudio de sus huellas documentales, o también la entrada por la joven generación (este ha sido mi planteamiento). Algunos investigadores han logrado tener un acceso más directo y estoy segura de que se aprenderá pronto mucho de los resultados de estas investigaciones.

La investigación sobre las masculinidades no es por supuesto la única llave de comprensión del orden neoliberal mundial. Pero ésta ayudará a la comprensión del funcionamiento de las instituciones neoliberales, así como de los contextos en los que las decisiones son tomadas y las estrategias decididas.¿Cómo, por ejemplo, son pensados y puestos en marcha los proyectos de las firmas multinacionales que saquean las tierras, desplazan poblaciones, destruyen ecosistemas, generan violencia social o vierten polución para los próximos miles de años? El análisis de la dimensión de género de la cultura de los directivos empresariales, así como de los proyectos de vida de los hombres que dirigen esas firmas nos permitirá comprender mejor y así luchar mejor contra esos modos de gestión y de explotación.

10/09/2013

http://www.contretemps.eu/print/interviews/masculinit%C3%A9s-colonialit%C3%A9-n%C3%A9olib%C3%A9ralisme-entretien-raewyn-connell

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Notas

1/ R.W. Connell, Ruling Class, Ruling Culture. Studies in conflict, power and hegemony in Australian Life, Cambridge University Press, Cambridge, 1977.

2/ NdT : Sobre este tema, George Hoare et Nathan Sperber escriben : “En griego antiguo, el término [hegemonía] deriva de eghestai que significa “dirigir”, “conducir”. Esta palabra dará más tarde lugar a la palabra eghemon que durante la guerra del Peloponeso, designaba la ciudad más poderosa, en posición dirigente en la alianza de las diferentes ciudades griegas entre si”. Introduction à Antonio Gramsci, La Découverte, Paris, 2013, p. 94.

3/ R.W. Connell, James Messerschmidt, “Hegemonic Masculinity : Rethninking the Concept”, in Gender & Society, vol. 19, n°6, 2005, p. 829-859.

4/ NdT : En francés en el texto.

5/ NdT : Sobre este punto, ver : Pauline Debenest, Vincent Gay et Gabriel Girard, “Les masculinités et les hommes dans les mouvements féministes, entretien avec Raewyn Connell” in Féminisme au pluriel, Syllepse, Paris, 2010, p.59-76.

6/ Demetris Z. Demetriou, “Towards a genealogy of R.W. Connell’s notion of ‘‘structure’’, 1971-1977”, in Nathan Hollier (dir.) , Ruling Australia, Australian Scholarly Publishing, Melbourne, 2004, p. 24-44.

7/ R.W. Connell, Terry Irving, Class Structure in Australian History : Documents, Narrative and Arguments, Longman, Melbourne, 1980.

8/ Syed Farid Alatas, Alternative Discourses in Asian Social Science : Responses to Eurocentrism, Sage Publishers, New Dehli, Thousand Oaks et Londres, 2006.

9/ Dipesh Chakrabarty, Provincialiser l’Europe. La pensée postcoloniale et la difference historique, trad. Nicolas Vieillescazes et Olivier Ruchet, Editions Amsterdam, Paris, 2009 [edición original: 2007].

10/ Jean Comaroff, John L. Comaroff, Theory from the South : Or How Euro-America Is Evolving Towards Africa, Paradigm Publishers, Boulder, Colorado, 2011.

11/ Chilla Bulbeck, Re-Orienting Western Feminisms : Women’s Diversity in a Postcolonial World, Cambridge University, Press, Cambridge, 1998.

12/ Ashis Nandy, The intimate ennemy. Loss and recovery of self under colonialism, Oxford University Press, New Dehli, 1983. NdT: Marc Saint-Upéry ha realizado un retrato intelectual y político Ashis Nandy, “L’expérience impériale et l’esprit indien”, in La Revue des Livres, n°5, mai-juin 2012.

13/ Octavio Paz, Le labyrinthe de la solitude, nouvelle édition augmentée, trad. Jean-Clarence Lambert, Gallimard, Paris, 1990 [edición original: El laberinto de la soledad, 1950]

14/ Chinua Achebe, Le monde s’effondre, trad. Michel Ligny, Editions Présence Africaine, Paris, 1966 [edición original: Things Fall Apart, 1958]

15/ Raewyn Connell, « La vocation de la sociologie : un travail collectif à l’échelle mondiale » in Dialogue global, vol. 3, n°3, mai 2013, p. 4-6.

16/ Una lista de los trabajos de Raewyn Connel sobre el trabajo intelectual es consultable en su página web .

Una vida de Michel Foucault, el filósofo que se atrevió a todo

Una vida de Michel Foucault, el filósofo que se atrevió a todo

25 noviembre 2013 § 21 comentarios

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Cuando murió, el 25 de junio de 1984, Michel Foucault era el pensador más famoso del mundo. Aunque quizá fuese algo menos popular de lo que había logrado serlo Jean-Paul Sartre después de la Segunda Guerra Mundial, desde fines de los 60 su obra ocupó el lugar central.

Michel Foucault murió a los 57 años: tenía sida en una época en la que la enfermedad era rápidamente mortal. El virus que la causa había sido descubierto, apenas un par de años antes de que el filósofo muriese, por Luc Montagnier, un investigador que fue discípulo del doctor Paul Foucault, padre de Michel.

Hijo, nieto y bisnieto de médicos, a Michel no le resultó fácil decirle a su padre que no iba a continuar la tradición familiar. A los once años sorprendió a sus mayores que daban por descontado que sería cirujano cuando les anunció que deseaba ser profesor de Historia. A pesar de tal atrevimiento infantil, Foucault mantuvo toda su vida una relación privilegiada con la medicina, aunque fue una relación signada por una desconfianza esencial.

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Desde muy niño el filósofo conoció el sufrimiento. Se sabía diferente y su entorno le demostraba de mil maneras que eso no estaba bien. Criado en un hogar en el que la fuerte tradición católica de la rama paterna regía hasta los mínimos detalles de la vida cotidiana, miembro de la puritana clase media provincial de las décadas del 30 y del 40, el muchachito había descubierto que, a diferencia de lo que decían la mayoría de sus compañeros, él se sentía atraído por los varones. Ese descubrimiento se volvió una tortura: no sabía qué hacer, a quién recurrir, cómo vivir.

En su hogar las presiones para que el niño se “encauzara” debían de ser intolerables. El filósofo contó, poco antes de morir, que siendo pequeño su padre lo llevó a una de las salas de operaciones del Hospital de Poitiers para que fuese testigo de la amputación de la pierna que se le estaba realizando a un enfermo. El objetivo era inducir al niño a que “se hiciese hombre”. La vida para él se convirtió en una tortura: hasta mediados de sus 20 años, Foucault intentó varias veces suicidarse, su afición al alcohol nació en esa época.

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Sin embargo, el haber sobrevivido al escándalo de ser un adolescente homosexual en un mundo que consideraba que esa orientación sexual era una enfermedad o una forma de degeneración moral, el haber sido capaz de superar semejante condena lo acostumbró al riesgo, lo fortaleció y lo capacitó para intervenir en los combates intelectuales que lo esperaban, no menos feroces que las crueles burlas y los brutales sarcasmos que tuvo que soportar en sus años de estudiante.

En principio, Foucault aprendió desde muy joven a enfrentar las cuestiones desde un lugar absolutamente original. En las disputas que la izquierda y la derecha mantenían durante los calientes años de la Guerra Fría, aunque se había alineado con la izquierda (incluso, ingresó al Partido Comunista, siguiendo a su amigo Louis Althusser), su posición estaba tan lejos de ser ortodoxa que no le resultó extraño a nadie que dejara el comunismo tan rápidamente como había ingresado. Nunca fue un izquierdista típico; sus posiciones políticas escandalizaban tanto a los conservadores como a los progresistas.

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Brillante en una generación de hombres brillantes (entre sus muchos compañeros de estudios se destacaban Pierre Bourdieu y Paul Veyne, entre sus amigos figuran Pierre Boulez, Roland Barthes y Gilles Deleuze), Foucault sobresalió desde el comienzo de su carrera universitaria. Sus maestros (Maurice Merleau-Ponty, Georges Dumézil, Louis Althusser, Jean Hyppolite, Georges Canguilhem) creyeron, desde que lo conocieron, que era “la promesa de su generación”.

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Aún siendo niño estaba obsesionado por ocupar los primeros puestos en el estudio. En Poitiers sólo era superado por un compañero cuyo nombre parece una broma del destino: Pierre Riviere (el mismo que el del asesino que escribió las famosas memorias que Foucault analizó en Yo, Pierre Riviere maté a mi padre…). Uno de los recuerdos más amargos de su adolescencia está relacionado con la lucha por la primacía en la escuela. El jovencito Michel vio llegar de golpe, en plena invasión alemana, a muchachos judíos que escapaban de París, ocupada por los nazis. Los jóvenes parisinos tenían, obviamente, mejor formación que los de Poitiers y enseguida superaron a Michel. El detestó tanto esta situación que se encerró en una fantasía que no lo abandonó: en ella los de París “desaparecían”, eran secuestrados y deportados de Poitiers. Esa fantasía se hizo realidad muy pronto: los chicos judíos fueron enviados a los campos de concentración. El adulto e iconoclasta Michel Foucault aún sentía culpa por la forma en la que la historia realizó su deseo.

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La Beatriz de Foucault fue Nietzsche. Como Beatriz guía a Dante en la Divina Comedia, la obra de Friedrich Nietzsche (especialmente los textos que escribió casi al borde de la locura) fueron para Foucault una iluminación. Casi como ningún otro de los expertos en Nietzsche (ni siquiera pensadores tan sutiles como Giorgio Colli), Foucault supo ver en el autor del Origen de la tragedia al poeta tanto como al filósofo, al artista tanto como al pensador. Para Foucault (como para Nietzsche) la forma, el tono poético que recorre su escritura y la apelación al aforismo nunca fueron cuestiones secundarias.

Nietzsche también le permitió sentirse más seguro para elaborar su punto de vista singular. Como suele suceder con muchos jóvenes que se sienten incómodos a causa de su posición de extraño a las normas y a los estilos que definen al grupo de “pertenencia”, también a Foucault la obra de Nietzsche le reveló el poder y el goce de ser diferente. Esta obra fue su guía y su sostén; le ayudó a comprender que tener un punto de vista original no era un pecado por el que debía pagar caro. Hay un par de aforismos nietzscheanos que lo acompañaron toda la vida, casi como mantras para una meditación personal. Uno de esos aforismos (el que, según el filósofo francés, marcó cada momento de su vida), él lo parafraseaba así: “Se trata de llegar a ser lo que uno verdaderamente es”. El otro reza: “El amor a la verdad es terrible y poderoso”.

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Entre las influencias que el propio Foucault consideró esenciales para su formación se destacan Martin Heidegger y Jean-Paul Sartre (con quien se enfrentó más de una vez y de manera tan dura que le llevó mucho tiempo reconocer la deuda que tenía con su obra). No es casual que Sartre sea dramaturgo y novelista, además de filósofo. Como Roland Barthes, Foucault apreciaba sin discusión la obra literaria de Sartre. Tampoco es casual que Heidegger sea uno de los pocos filósofos que fundó gran parte de su reflexión sobre la poesía, a la que consideraba una potencia reveladora.

El punto de vista original que caracteriza la indagación foucaultiana, su mirada poco habitual en el mundo del pensamiento es, sin embargo, frecuente en el universo de la literatura. Se podría decir que Foucault es el más literario de los filósofos o el más filosófico de los escritores. Muchas de sus referencias “teóricas” son literarias. No es accidental, por ejemplo, que, al comienzo de Las palabras y las cosas, diga que la investigación de ese libro que lo catapultó a la fama (incluso, a la popularidad) nació de un fragmento de uno de los ensayos de Jorge Luis Borges que se encuentra en Otras inquisiciones: “El idioma analítico de John Wilkins”. Borges (al igual que su admirado Oscar Wilde) era un maestro en el difícil arte de expresar ideas extremadamente complejas y peligrosas mediante paradojas brillantes y sutilezas estilísticas.

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El estilo de Foucault (pero el estilo no es secundario, “el estilo es el hombre”) es literario: desde la inclusión de micronarraciones que son esenciales para el desarrollo del argumento hasta el trabajo con la escritura (una escritura que abunda en metáforas, una escritura que apela a transformar muchas de sus frases en epigramas, casi en versos, y a sus párrafos en aforismos) hacen de Foucault un escritor, antes que un pensador. El niño que decidió ser profesor de Historia se convirtió en uno de los escritores que más profundamente han reflexionado sobre la Historia, en un poeta del pensamiento y en un narrador teórico.

Su tesis principal (presentó dos; la segunda, titulada Kant, Anthropologie introducción, traducción y notas no se editó) fue presentada, en 1961, por G. Canguilhem y D. Lagache: era Historia de la locura en la época clásica. Apenas aparecido, el libro fue saludado como una contribución esencial a la historia de las mentalidades por historiadores de la talla de Fernand Braudel. A raíz de este texto comienza una serie de programas de radio dedicados a “historia de la locura y literatura” que se mantienen en el aire casi un año.

La Historia de la locura lo convierte en el pensador de moda en el medio intelectual francés. El diario Le Monde lo califica como un “intelectual absoluto, fuera del tiempo”. En ese libro fundacional, Foucault insiste en pensar la locura en su especificidad, no como una esencia inmutable que se mantendría a través del tiempo y las culturas (sólo cambiarían las formas de designarla), sino que es propia de cada momento histórico, de cada contexto cultural, social, económico. Mientras más precisamente es definida desde el punto de vista de la ciencia, la locura se convierte en cada vez más inaprensible. Sin embargo, su costado políticamente explosivo recién se pondrá de manifiesto tras el Mayo Francés, cuando Foucault se relacione con los antipsiquiatras, Ronald Laing y David Cooper, y con los que critican el encierro en el manicomio, como Basaglia.

A fines de ese año, Foucault termina de escribir El nacimiento de la clínica (libro al que presenta como “las sobras de la Historia de la locura“), que aparecerá dos años más tarde. La medicina vista desde la crítica más virulenta contra el saber médico sigue ocupando un lugar central en su pensamiento. A diferencia de los que critican la medicina moderna por sus errores (por los efectos secundarios que tienen los medicamentos o por los diagnósticos errados), Foucault critica la medicina en su “esencia”: el saber médico es negativo por sí mismo, sobre todo cuando “acierta”, porque por su mecánica destructiva ver a la enfermedad como algo a combatir crea las condiciones de nuevas enfermedades, que serán más difíciles de controlar.

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En 1966 aparece su libro más difundido, Las palabras y las cosas. La conclusión del ensayo contribuyó a que la prensa lanzara una polémica (para Foucault como para muchos otros intelectuales es una discusión fundamentalmente “mediática”) que ocupó durante meses las páginas de los principales periódicos franceses: la muy mal entendida cuestión de lo que se llamó “la muerte del hombre”. Foucault, que estaba interesado en desmontar el mecanismo de naturalización del pensamiento (un mecanismo que hace que se crea que los conceptos, así como también los problemas y las soluciones científicas, son eternos o casi porque el pensamiento es visto como si estuviera fuera de la historia), escribió, como conclusión de su investigación: “En todo caso, una cosa es cierta: el hombre no es el problema más antiguo ni el más constante que se haya planeado el saber humano (…) El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento. Y quizá también su próximo fin. Si esas disposiciones desaparecieran tal como aparecieron, si, por cualquier acontecimiento cuya posibilidad podemos cuando mucho presentir, pero cuya forma y promesa no conocemos por ahora, oscilaran, como lo hizo, a fines del siglo XVIII, el suelo del pensamiento clásico, entonces podría apostarse a que el hombre se borraría, como en los límites del mar un rostro de arena”.

En los apasionados días del Mayo Francés, el pensador se encontraba entre dos continentes (Europa y Africa) y, además, nadando entre dos aguas: pocas horas antes de la sublevación estudiantil Foucault es un académico de prestigio, un profesor querido, pero “elitista”, un hombre que está discutiendo con el gobierno el futuro de la educación secundaria y universitaria de Francia. Es un hombre que ha “renegado” de Marx. La mayoría de la izquierda lo califica de “violentamente anticomunista”.

Dicta cursos en Túnez a la vez que es nombrado profesor de la Universidad de Nanterre, que será una de las trincheras más ardientes durante la revuelta estudiantil. Casi todo mayo, Foucault permanece bloqueado en Túnez; recién puede abordar un vuelo a París el 27. Llega justo para sumarse al mitin de los líderes de la izquierda que se realizó en el estadio Charléty. Con idas y vueltas a Túnez, Foucault participa de las últimas manifestaciones francesas, antes de que el partido de De Gaulle gane ampliamente las elecciones convocadas por Pompidou. Foucault declara que las revueltas hiperideologizadas de los estudiantes franceses no le interesan demasiado. Agrega que, por el contrario, “la militancia violenta, corporal y necesaria” de los tunecinos le hizo redescubrir el amor a la militancia.

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Pocos días después de acabada la revuelta, Hélene Cixous lo invita a participar en la creación de la universidad de Vincennes. Aunque se lo convocó con el fin de dirigir el proyecto, Foucault sólo acepta ayudar a conformar los departamentos de psicoanálisis (en conjunto con el lacaniano Serge Leclaire) y de filosofía (junto a Alain Badiou). Mientras los intelectuales soviéticos en la revista Literatournaa Gazeta atacan duramente el “antimarxismo y antihumanismo” de Foucault, el nuevo ministro de Educación de Francia, Olivier Guichard, no le concedió validez nacional a la licenciatura en filosofía otorgada por Vincennes (donde el pensador enseñaba) porque “tiene demasiados cursos dedicados a la política y al marxismo”.

A comienzos de 1970 realiza su primer viaje a Estados Unidos. Desde allí conquistará al mundo intelectual. Al mismo tiempo que llega a Berkeley, a las experiencias con las drogas de manera muy tímida y a las prácticas sexuales sadomasoquistas no tan tímidamente, Foucault empieza a enfocar su trabajo sobre el problema del poder y de la relación entre saber y poder. En respuesta a un largo artículo que Althusser había publicado en La Pensée, en el cual los aparatos de Estado se diferencian según funcionen por la violencia o por la ideología, Foucault escribe un artículo que critica esa distinción. Es el origen de otro de sus libros más difundidos: Vigilar y castigar, que verá la luz un lustro más tarde. A la vez, funda el Grupo de Información sobre las Prisiones (GIP), como una forma de intervención específica sobre la realidad.

Es en esa época que Foucault escribe sobre las cárceles. Se interroga por qué las prisiones, a pesar de contener una población minoritaria, ejercen tal fascinación social. El cree que las prisiones fascinan porque permiten a los “buenos, a los ciudadanos irreprochables”, a los que se consideran socialmente “inocentes” ejercer el mal sin límites: “Todas las violencias y arbitrariedades son posibles en la prisión, aunque la ley diga lo contrario, porque la sociedad no sólo tolera, sino que exige, que al delincuente se lo haga sufrir”.

En su lección inaugural del Collge de France, el 2 de diciembre de 1970, Foucault expone sobre la cuestión del poder. Durante 13 años, cada miércoles a las 17.45 expondrá sus investigaciones. El tema del primer curso, titulado “La voluntad de saber”, es la contraposición de los modelos teóricos de Aristóteles y Nietzsche. La concurrencia fue tan masiva que no sabían dónde ubicar tanta gente.

Foucault comienza un período de apertura a todos los temas, a todas las formas de abordaje: los 70 serán años de intenso aprendizaje y de elaboración apasionada. Al regresar de su viaje a Irán (aún gobernado por el sha) en 1977, dirá una de sus frases más difundidas y, quizá, menos entendidas: “Hay más ideas en el mundo que las que se imaginan los intelectuales”.

La experiencia californiana que vivió durante sus últimos diez años fue esencial. En Berkeley enseñó (e investigó). En los saunas gay de Los Angeles accedió a prácticas sadomasoquistas que, además de subyugarlo, le permitieron desarrollar una reflexión original sobre el goce a través del dolor (es el Foucault más intenso y el menos difundido en las universidades).

A pesar de que su interés por la sexualidad pueda parecer obvio (interés reflejado en su última obra, los tres tomos de la Historia de la sexualidad), el enfoque que Foucault le da a la cuestión no lo es. Para el propio filósofo fue un problema acceder a pensar lo sexual. Cuando en sus años universitarios le dieron como tema de investigación filosófica “la sexualidad”, Foucault se enojó con Canguilhem por proponer “algo así como objeto de la filosofía”. Por el contrario, después de recorrer un largo camino, en sus investigaciones de los 70, él pregunta, en primer lugar, por qué la sexualidad es objeto de una preocupación moral (y ya la pregunta desarma la “naturalidad” de la cuestión, ya deja de ser obvio que el sexo es un problema moral: está claro que alguien, alguna institución, un poder necesita que el sexo sea supervisado por la moral).

Su obra se fue acercando a su ideal de vida: llegar a ser lo que verdaderamente se es. A la vez que el circunspecto Foucault el que había negado la importancia de la vida para la obra fue capaz de ir dejando de lado sus propios temores y se atrevió a manifestarse, comenzó a importarle no sólo quién habla, sino cómo se vive una experiencia. Esto iluminó su obra. Su filosofía se transformó en aquello que Sartre deseó producir pero no logró articular: una ética. La ética de Foucault nació cuando, en su reflexión, se encontró con sus maestros: los antiguos griegos. Esa intensidad final, nacida del riesgo, otorga a su obra una consistencia clásica. Quizá por eso sus ideas no parecieran correr el riesgo de desvanecerse como un rostro de arena en el borde del mar.

A paso lento en la dirección de siempre

A paso lento en la dirección de siempre
Editorial UCA
06/05/2016

Han pasado ya tres meses desde la captura de cuatro de los 17 exmilitares acusados de la autoría de la masacre en la UCA. Desde entonces, el asunto entró en una etapa de aparente aletargamiento. Otros temas llenaron los espacios de los medios y el acontecer diario ha pasado de largo ante algo tan importante para combatir la impunidad. Sin embargo, el proceso nunca ha dejado de moverse. El grupo de defensores de los acusados (tanto de los ya capturados como de los que están prófugos) no deja de tramar estrategias y presentar recursos para la no extradición de los exmilitares. En los más de 26 años transcurridos desde los asesinatos, el caso ha estado plagado de arbitrariedades y de flagrantes ilegalidades, ha padecido el desinterés de los Gobiernos de turno y ha provocado, cada vez que se pide justicia, el resurgir de amenazas de nuevos derramamientos de sangre.

Lo que ha sucedido en estos primeros meses del año no se distancia de la historia del caso a lo largo de cinco lustros. Primero, inexplicablemente, la Policía tardó un mes en proceder a las capturas. Y cuando las realizó, solo capturó a cuatro de los exmilitares, justo a los que ya fueron procesados en el simulacro de juicio de 1991. Los otros trece, los de más alto rango, los que nunca se han sentado en el banquillo de los acusados, siguen libres. O la Policía adolece de un grado alarmante de incapacidad, o este proceder evidencia, una vez más, la vergonzosa complicidad de los gobernantes de turno. Además, aunque del diente al labio se dice respetar la independencia de poderes, todo el que puede vierte su opinión para intentar influenciar la decisión del pleno de la Corte Suprema de Justicia, que debe decidir si la extradición aplica.

Por su parte, poco después de las capturas, el Presidente de la República convocó a los líderes de los partidos políticos para conversar con ellos sobre el cumplimiento de la notificación roja. Nunca trascendió el contenido de la reunión, solo se constató la complacencia de los dirigentes con la conducta gubernamental. El Vicepresidente de la República fue aún más lejos y se manifestó en los mismos términos que los defensores de los exmilitares. La asombrosa coincidencia de posiciones con los líderes de la derecha más conservadora del país también tiene su correlato en actuaciones que riñen con la ética, la honestidad y la transparencia.

Del lado de la Corte, hay magistrados que se han excusado de participar en el caso y otros que habiendo tomado postura pública antes en contra de la extradición, defienden con terquedad su derecho a conocerlo. También ha trascendido la noticia de la renuncia de algunos magistrados suplentes que, aunque no lo admitan, parece motivada por el deseo de no participar en esta deliberación. Los grandes medios de comunicación siguen jugando el mismo papel desde que se cometió la masacre, aunque ya no mienten con descaro como antes; hoy buscan disimular su parcialidad. La interposición del recurso del amicus curie por parte de cuatro instancias, entre ellas la UCA, no ha merecido ningún titular en los grandes medios, mientras que la opinión de abogados “notables” a favor de los exmilitares se publica con asombrosa extensión.

En realidad, aunque se viertan y repitan argumentos jurídicos, lo que hay en la mayoría de declaraciones son posiciones políticas. Se siguen lanzando razonamientos que han sido triturados por la racionalidad de un Estado democrático de derecho. Los abogados defensores, los juristas que dicen solo dar su opinión legal y, en general, los que defienden a los exmilitares vierten argumentos para oponerse a la extradición, pero ninguno se atreve a decir que los encausados son inocentes. Tácitamente, todos asumen la culpabilidad, porque si afirmaran que sus defendidos no han sido vencidos en juicio, estarían admitiendo que nunca han sido juzgados, como realmente sucedió. Ahora los que dan seguimiento al proceso temen que lo que se decida en torno a los cuatro capturados se extienda a los prófugos, para que puedan salir del escondite donde están protegidos institucionalmente. Ello representaría un ladrillo más en el edificio de la impunidad en el que se ha buscado confinar al caso.

Todo parece indicar que el asunto se está moviendo a paso lento, sin aspavientos, pero en la dirección de siempre: dejar en la impunidad las atrocidades cometidas durante el conflicto armado. Ojalá nos equivoquemos.

La segunda Constitución salvadoreña (1841)

La segunda Constitución salvadoreña (1841)

Uno de los primeros gobernantes que auspició a su favor reelecciones inconstitucionales fue don Doroteo Vasconcelos, sentando, a pesar de su buen gobierno, ese funesto precedente que más tarde habría de repetirse.

Viernes 30, octubre 2015 |

Luego de la desintegración de la Federación centroamericana según decreto del 30 de mayo de 1838 y supuestamente liquidado lo que podría llamarse el estilo unionista de Morazán, se instaló una nueva Asamblea Constituyente en El Salvador, que promulgó la segunda Constitución nacional el 18 de febrero de 1841, teniendo como antecedente el Decreto Ley del 24 de julio de 1840 que fijó las bases de la nueva Constitución. Su mayor importancia radica en ser la primera Constitución unitaria de El Salvador independiente y soberano. Gobernaba don Juan Nepomuceno Lindo, de nacionalidad hondureña, después de aceptarse las renuncias de las jefaturas del Estado de don Antonio José Cañas y don Norberto Ramírez.

En la Constitución de 1841 el gobierno es republicano, popular y representativo (artículo 2º.); la religión católica, apostólica y romana se adopta como única y verdadera a la que el gobierno protegerá con leyes sabias, justas y benéficas (artículo 3º.). El sistema legislativo es bicameral; el Poder Ejecutivo es ejercido por un presidente nombrado directamente por el pueblo salvadoreño (artículo 42) y su duración es de dos años (artículo 44) sin que pueda fungir un día más. El título décimo-sexto establece una pormenorizada “declaración de derechos, deberes y garantías del pueblo y de los salvadoreños en particular”.

Presidió la Asamblea Constituyente que promulgó la segunda Constitución don Juan J. Guzmán; actuó como vicepresidente don Victoriano Nuila, diputado por Suchitoto, siendo ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación don Tomás Muñoz.

El 17 de marzo de 1843 se decretaron enmiendas constitucionales relativas especialmente a la materia de empréstitos. En esos años el general Francisco Malespín proyectaba su fuerte personalidad en la política no sólo del país sino de toda Centroamérica, y el erario necesitaba hacerle frente a las aventuras guerreras que se sucedían. Claramente se perfilaba una autoridad bifronte entre la jefatura del ejército y la presidencia de la República, significativo anticipo de la pugna entre el poder efectivo de la fuerza y el de la investidura institucional, frágil ésta, cuando no dócil, según puede apreciarse de los vivos ejemplos en que es pródiga la crónica política de hechos posteriores.

Uno de los primeros gobernantes que auspició a su favor reelecciones inconstitucionales fue don Doroteo Vasconcelos, sentando, a pesar de su buen gobierno, ese funesto precedente que más tarde habría de repetirse. Pero no deben verse tales actos como una consecuencia directa del ordenamiento constitucional. Recordemos que fue también bajo la vigencia de la Constitución de 1841 que se realizó la administración preclara de don Rafael Campo, impregnada de grandes realizaciones que con toda justicia se valoran en la historia.

Fue también bajo la vigencia de la Constitución de 1841 que irrumpió en el panorama nacional la preclara figura del general Gerardo Barrios, progresista en todos los órdenes y, como ferviente partidario de Morazán, abanderado de las ideas unionistas y liberales, que en el nuevo Estado tuvieron también su época de “iluminismo”. No faltaron en su articulado los resortes protectores de la institucionalidad. Así, dice el artículo 69: “Sólo por los medios constitucionales se asciende al supremo poder: si alguno lo usurpare por medio de la fuerza o de la sedición popular, es reo del crimen de usurpación: todo lo que obrare será nulo, y las cosas volverán al estado que antes tenían, luego que se restablezca el orden constitucional”.

Poco valían, sin embargo, esas disposiciones contra la fuerza que para esos días cobraba el conservadurismo. Apoyado internacionalmente desde Guatemala, éste encontró su mejor representante en don Francisco Dueñas, quien había de servir fielmente sus propósitos. Dígalo si no el fusilamiento del general Barrios un 29 de agosto de 1865, del que fue muda testigo la legendaria Ceiba del Cementerio de los Ilustres en San Salvador.

Las Bases Constitucionales y la Constitución Federal de 1824

Las Bases Constitucionales y la Constitución Federal de 1824

La Constitución Federal rigió 15 años la Patria Grande, desde noviembre de 1824 hasta enero de 1839, al concluir la presidencia de Morazán.

Viernes 9, octubre 2015

Superado el problema de la anexión a México, el nuevo Estado, las “Provincias Unidas del Centro de América”, debió organizar su vida constitucional. Los actos legislativos y de otra índole, ocurridos durante la agregación centroamericana al Imperio mexicano, fueron declarados nulos por decreto federal de la Asamblea Nacional Constituyente el 21 de agosto de 1823, presidida por el prócer José Matías Delgado.

Posteriormente, el 17 de diciembre de 1823, dicha Asamblea decretó las “Bases de la Constitución Federal”, que “debía guiar a los pueblos hacia el sistema de gobierno a regularse conforme a los principios constitucionales que habían precedido la creación del nuevo orden social”. En las Bases se estableció que el gobierno sería republicano, representativo y federal, se acordó el nombre de “Estados Federados de Centroamérica” y se declaró a la religión católica, apostólica y romana, con exclusión del ejercicio público de cualquier otra.

Siguiendo esas “Bases Constitucionales”, la Asamblea federal decretó el 22 de noviembre de 1824 la Constitución de la nueva República, denominándola “Federación de Centro-América”, integrada por los Estados de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala. La provincia de Chiapas se tendría por Estado federado cuando libremente se uniera. Según el artículo 7º de esa Constitución “la demarcación de territorio de los estados se hará por una ley constitucional con presencia de los datos necesarios”. El gobierno centroamericano sería popular, representativo y federal; se pactó que cada uno de los cinco Estados sería libre e independiente en su gobierno y administración interior; y que “les corresponderá todo poder que por la constitución no estuviere conferido a las autoridades federales”.

En la Constitución federal de 1824, se incorporó el contenido de decretos anteriores de la misma Asamblea, primicias en el campo constitucional: el derecho de asilo, del 30 de diciembre de 1823; la igualdad civil entre nacionales y extranjeros, del 31 de diciembre de 1823; y otros decretos con normas muy adelantadas para su tiempo, en campos tan diversos como la cultura, la economía y los derechos ciudadanos.

El 17 de abril de 1824, se decretó la liberación de los esclavos, por moción del diputado José Simeón Cañas, formulada antes que el presidente de la Unión Americana, Abraham Lincoln, iniciara su lucha por la misma causa, que desembocó en el país del norte en la Guerra de Secesión (1861-1865). Ocurrió así: “Cuéntase que el 31 de diciembre de 1823, Cañas, el virtuoso anciano, que se hallaba postrado en cama, se hizo conducir al salón de sesiones y, tomando la palabra, dijo con solemne entonación: vengo arrastrándome, y si estuviera agonizando, agonizando viniera, para hacer una proposición benéfica a la humanidad desvalida”… “Con toda la energía con que debe un diputado promover en los asuntos interesantes a la Patria, pido que ante todo y en la sesión del día, se declaren ciudadanos libres nuestros hermanos esclavos, dejando a salvo el derecho de propiedad que legalmente prueben los poseedores que los hayan comprado, y quedando para la inmediata discusión la creación del fondo de la indemnización de los propietarios”… “todos saben que nuestros hermanos han sido violentamente despojados del inestimable don de su libertad, que gimen en la servidumbre suspirando por una mano benéfica que rompa la argolla de su esclavitud”… “La nación toda se ha declarado libre y lo deben ser también los individuos que la componen”.

Por defectos ostensibles, requirióse reformas constitucionales, aprobadas en 1835, para el sistema electoral, pero no se evitó el colapso de la federación, destrozada por guerras civiles. En 1838, el Congreso federal reconoció la libertad de los Estados de separarse y se retiraron Nicaragua, Costa Rica y Honduras. En 1839, los siguió Guatemala y con ello se extinguió la Unión. La Constitución Federal rigió 15 años la Patria Grande, desde noviembre de 1824 hasta enero de 1839, al concluir la presidencia de Morazán. Fue hasta 1841 que se promulgó la primera Constitución salvadoreña como Estado soberano e independiente. La Constitución interna salvadoreña del 12 de junio de 1824, se elaboró de acuerdo a las Bases Constitucionales y se extinguió con la disolución del Estado federal. El ideal unionista sigue en pie.

Liberalismo político de El Salvador, de la República Federal de Centro América y España

Liberalismo político de El Salvador, de la República Federal de Centro América y España
Plinio Ramírez, 8 de marzo de 2013

Las llamadas “reformas liberales” del siglo XIX impulsadas por los gobiernos de Santiago González (1871-1876), Rafael Zaldívar (1876-1885) y Francisco Menéndez (1885-1890) se proponían políticamente la construcción de un Estado laico en El Salvador, es decir, buscaban la separación del poder civil del eclesiástico; o en términos aún más específicos, buscaban la sustitución de principios fundamentales del liberalismo católico español (Estado confesional, tierras ejidales y comunales, cementerios católicos, total prohibición a la libertad de cultos, educación católica, matrimonio religioso, imposibilidad de divorcio, no libre testamentifacción, etc.) con los que fueron moldeadas originalmente las Provincias del antiguo Reino de Guatemala, luego de independizarse de España.

Ahora se proponía reconfigurar el Estado salvadoreño con los principios de un liberalismo radical (“rojo”, “jacobino”) de influencia francesa que demandaba una total separación entre Iglesia y Estado, pero también la adopción de otras políticas estatales que transformaran profundamente las instituciones arriba mencionadas.

En ese sentido, constituye un grave error reducir la transformación del Estado salvadoreño durante el último cuarto del siglo XIX a la privatización de las tierras comunales y ejidales, o que las llamadas “reformas liberales” buscaban transformar únicamente la estructura de la tenencia de la tierra. En realidad, debe entenderse que tanto liberales radicales como masones buscaban una sola cosa: un cambio estructural del país, de inventar, modelar o crear –si se quiere– un nuevo país de acuerdo con los importantes cambios ideológicos y políticos que se estaban realizando en Europa y en América, y parte de esa transformación o secularización pasaba indiscutiblemente por la privatización de las tierras comunales y ejidales, a las que se les consideraba una reliquia viviente del modo colonial, retrógrado y reaccionario, de concebir el mundo.

Es claro que un proceso de transformación política tan radical en la institucionalidad del país demandaba para su implementación y salvaguarda la aprobación de leyes y de Constituciones políticas en las que quedaran férreamente establecidas las bases del Estado laico. Por ello, desde la llegada del presidente Santiago González en abril de 1871, se inició un proceso de elaboración de leyes y de Constituciones políticas que progresivamente fueron introduciendo cambios esenciales en la estructura del Estado.

Si este proceso de transformación formal tomó 14 años (1871-1886) y necesitó de la elaboración de 6 Constituciones (1871, 1872, 1880, 1883, 1885, 1886), nos indica que se trataban de cambios difíciles de implementar; es decir, que liberales radicales y masones encontraron importantes resistencias, tanto de parte del clero como de los sectores conservadores y de buena parte del pueblo que miraba con desconfianza las políticas estatales promovidas por los nuevos liberales.

En efecto, las resistencias populares a la secularización del Estado podían ser producto tanto de una ideologización deliberada e interesada por parte del clero –como alegaban los liberales anticlericales–, pero también de la clara conciencia que los sectores populares fueron adquiriendo de que tales cambios implicaban la pérdida de importantes privilegios que disfrutaban desde tiempos de la Colonia, como eran precisamente las tierras ejidales y comunales, o los comerciantes seguir vendiendo sus productos en las calles y no en “modernos” mercados como los construidos en San Miguel en 1875; y, por supuesto, también estaba en juego la pérdida de una visión de mundo que le daba sentido y seguridad a la existencia humana (el tradicional rol social de la mujer, religión única, cementerios, matrimonio y educación católica).

Es innegable, pues, que algunas de las políticas estatales implementadas por liberales secularizantes y masones afectaban la vida diaria de los habitantes del país; y es claro que esos cambios afectaron y dañaban a uno de los sectores más poderosos del país: la Iglesia católica.

Se suele sostener que la Iglesia católica salvadoreña tenía muy poco que perder con las reformas políticas del último cuarto del siglo XIX, porque siempre fue una Iglesia pobre, sin grandes posesiones territoriales o riquezas económicas; pero ¿acaso no era suficiente poder el monopolio de la verdad y la falsedad, de lo que se debe leer o no, de lo que se debe enseñar o no, o si una persona merece ser enterrada en un cementerio o no, etc.?
En ese sentido, implicaba un gran cambio el que a las nuevas generaciones de ciudadanos ya no se les iba a enseñar que la religión católica era la única verdadera, que de ahora en adelante se tolerarían en el país la práctica pública de todos los cultos religiosos. Y por supuesto, la Iglesia católica luchó denodadamente por no perder el control de los nacimientos y las defunciones, o de los matrimonios. En fin, como parte de este movimiento de oposición a los procesos de secularización debe entenderse los graves disturbios de San Miguel en Junio de 1875.

Por otro lado, también se suele sostener que la llegada de Santiago González al poder no implicó grandes cambios en la estructura económica, o que su Presidencia no representó ningún cambio fundamental para la historia política e institucional del país. De nuevo, se trata de una afirmación demasiado tajante para ser verdadera. Porque, ¿acaso lo económico es lo único fundamental o necesario para entender el devenir histórico de los pueblos?

Más bien, es obligatorio preguntarnos a estas alturas cómo es posible que la mayoría de los investigadores de los procesos históricos que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX en Centroamericana le hayan dado tan poca importancia al proceso de secularización que arrancó tan tempranamente –aunque sin éxito- durante los mandatos en Guatemala de Mariano Gálvez (1831-1838) y de Francisco Morazán, para terminar absolutizando los procesos económicos como los únicos decisivos a la hora de escribir la historia de los pueblos centroamericanos. Y resulta mucho más sorprendente constatar el esfuerzo que han hecho algunos de estos historiadores por nulificar o desvirtuar la trascendencia y lo traumático que resultaron estos tempranos procesos de secularización.

Frente a esta interpretación, historiadores como Ralph Woodward han logrado probar que fueron precisamente los “curas fanáticos” de Guatemala los que iniciaron el incontenible movimiento popular- católico de protestas que llevó al poder al conservador Rafael Carrera y a ejercer la Presidencia durante 30 años. Especialmente cacofónicos resultan aquellos historiadores que solo ven en el ascenso del café y las oligarquías cafetaleras las únicas causas para explicar lo acontecido en Centroamérica a partir de 1871; luego terminan concluyendo que tanto conservadores como liberales impulsaron el café, por lo que al final se quedan sin el necesario y estricto contrincante dialéctico que ayuda a entender los movimientos históricos.

Y sin embargo, al igual que ocurrió en tiempos de Mariano Gálvez en Guatemala, durante los años de las llamadas “reformas liberales” las fuentes católicas refieren categóricamente a que entre 1871 y 1886 en El Salvador se libró una intensa batalla entre “liberales ateos” y “buenos católicos”; y por su parte, las fuentes liberales confirman también la percepción de que con la llegada de la Administración de Santiago González había iniciado un significativo cambio en las políticas de Estado que fueron arrinconando progresivamente a los “fanáticos católicos”, quienes eran concebidos como los verdaderos enemigos del progreso, de la Libertad, de la Igualdad y la Fraternidad.

Además, ambas fuentes confirman que estas medidas “diabólicas” o “progresistas” fueron continuadas y profundizadas durante la larga presidencia de Rafael Zaldívar, con el claro apoyo de liberales radicales y masones, a pesar de que Zaldívar había sido un cercano colaborador del conservador Francisco Dueñas (1863-1871).

Tanto era la convicción de que había habido una ruptura entre la manera de entender y hacer política desde los tiempos de Dueñas, que las ambigüedades mostradas por el General Francisco Menéndez al inicio de su mandato no dejaron de alarmar a los radicalizados defensores del liberalismo secularizante que contemplaban con horror cómo Menéndez había reservado a Manuel Gallardo el decisivo cargo de Ministro de Hacienda, “á pesar del general desagrado que provocaba su presencia en el Gabinete” dadas sus posturas políticas conservadoras.

Seguramente no menos vergüenzas generaba para los liberales radicales comprobar cómo Menéndez era elogiado por conservadores y católicos, y cómo, en fin, Menéndez había abierto las puertas para que el clero “fanático y reaccionario” participara en la Constituyente de 1885, o cómo había permitido la reintroducción de la cátedra de derecho canónico en la Universidad.

Aunque siempre es difícil tener certeza sobre las convicciones religiosas de las personas, podríamos conceder que muy probablemente los planteamientos ideológicos de Dueñas eran muy similares a los de González, que quizás ambos eran fervientes creyentes en un liberalismo moderado, sinceros y temerosos católicos; pero, ¿qué decir de los Ministros de Estado de Dueñas y de los de González? O, ¿qué decir de los Representantes que redactaron la Constitución de 1864 y los que redactaron las Constituciones de 1871-72 en adelante? Un análisis detallado mostraría que la clase política y los burócratas en el poder a partir de 1871 fueron modelando e introduciendo poco a poco políticas que efectivamente fueron secularizando el Estado salvadoreño, medidas que fueron generando importantes resistencias de parte de estos sectores católicos y conservadores.

Es en este sentido que debe entenderse la expulsión de jesuitas, capuchinos y hasta de obispos a partir de 1872, la ruptura del Concordato con el Vaticano, la supresión de periódicos católicos en los que se atacaba a la nueva generación de liberales radicales centroamericanos. En este sentido, la férrea insistencia de parte de los sectores católicos y conservadores de que con la llegada de Santiago González al poder y la fundación de la Logia masónica “Progreso Nº 5” había iniciado una era de terribles y lamentables cambios en la conducción política del Estado.

A la luz de todas estas consideraciones, sería un error, a mi juicio, considerar que las únicas motivaciones que tenían los Presidentes salvadoreños para convocar a una nueva Constituyente durante los años 1871-1886 era que se aprobara su reelección o se ampliara el período presidencial. Aunque los deseos de eternizarse en el poder tanto ayer como ahora han sido una poderosa motivación para convocar a una Constituyente, para la clase política de liberales secularizantes y masones, cada Constituyente era una nueva oportunidad para ir profundizando en el proceso de transformación del Estado desde los ya vetustos, anacrónicos y ahora reaccionarios principios del liberalismo católico hispánico a los principios más avanzados del moderno liberalismo laicizante; pero también cada Constituyente era una oportunidad más para que conservadores y católicos hicieran importantes críticas a este proceso de transformación y pedir su reversión al estado de cosas en que había dejado al país la conservadora Constitución de 1864, cuyo Congreso Constituyente había hecho un esfuerzo por no romper con el paradigma del liberalismo católico español.

Y las mismas resistencias se producían cada vez que liberales radicales y masones intentaban introducir leyes que transformaran el carácter católico de la educación o promovieran la educación intelectual de la mujer, etc.

A mi parecer, pues, hubo significativas rupturas ideológicas y de políticas de Estado entre las Constituciones de 1864 y la de 1871, y estas diferencias se fueron haciendo cada vez más amplias a lo largo de las restantes que fueron siendo aprobadas hasta llegar a la de 1886; es decir, cada nueva Constituyente iba reafirmando las conquistas del liberalismo laicizante ya logradas, e introduciendo nuevas –quizás las que se atrevían a introducir o las que tuvieron éxito en imponer del amplio catálogo de reformas que incluía el proyecto Liberal de secularización del Estado. Y sobre todo no puede obviarse que muchas de estas políticas secularizantes se estaban tratando de implementar en países tan distantes como Francia o Bélgica o
Alemania.

Recuérdese, por ejemplo, que Bismark expulsó a los Jesuitas de Alemania en 1872, es decir el mismo año que lo hizo Guatemala y El Salvador.
Por ello sostengo que las reformas políticas liberales salvadoreñas deben ser definidas más precisamente como “secularizantes”.

Es claro que liberales radicales y masones estaban convencidos de que los tiempos habían cambiado, que ahora sí les había llegado su turno para implementar las políticas que las generaciones anteriores de liberales radicales soñaron con hacer realidad, pero con resultados catastróficos. Me refiero a las generaciones de Mariano Gálvez, de Francisco Morazán, pero también a la de Gerardo Barrios, Manuel Suárez y Manuel Irungaray. Ciertamente la tarea seguía siendo harto difícil, las resistencias del clero y de los católicos seguían siendo poderosas.

Pero la historia demostró al final –al menos en el caso de El Salvador- que liberales secularizantes y masones estaban en lo correcto: el tiempo les favorecía. La permanencia desde entonces del espíritu laico de las Constituciones de 1885 y 1886 es una buena prueba de esta afirmación.

La lucha por los derechos humanos y el socialismo en El Salvador

La lucha por los derechos humanos y el socialismo en El Salvador Roberto Pineda 9 de junio de 2016

La dominación de los poderosos ha acompañado el largo camino recorrido por la historia escrita y no escrita de la humanidad. La primera expresión de esta dominación fue la de la mujer por el hombre en la familia. Luego aparece la dominación de pueblos poderosos sobre pueblos débiles así como la dominación al interior de la sociedad. La dominación, la opresión, la explotación, la marginación, la discriminación, el estigma, han sellado la historia de todas las sociedades.

Pero también la resistencia, la rebelión, la insurgencia, la lucha de los oprimidos. Donde existe opresión hay resistencia nos enseñaba Mao. Para los oprimidos la historia de la humanidad es la historia de la lucha por la dignidad frente al poder opresor. En las civilizaciones de la antigüedad más remota, en Mesopotamia, Egipto, Asiria, resonaron los chasquidos de los latigazos y los gemidos de los oprimidos pero a la vez se alzaron las voces y los gritos de la rebeldía popular.

Nosotros somos herederos y herederas de esa milenaria marcha popular, de esa historia de lucha de incontables rebeldes alrededor del mundo. El mensaje subversivo de Buda y de Jesús de Nazaret, el primero con su planteamiento de una religión sin dioses ni castas, y el segundo con su idea del banquete para todos y todas, reflejaron un pensamiento emancipador orientado hacia el Nirvana y el Reino de Dios, hacia luchas por la dignidad de los humildes frente a los poderosos.

Los oprimidos alzaron su frente y levantaron su puño de protesta frente a los amos y al realizar esta acción de indignación y de resistencia, de toma de conciencia y de lucha, transformaron sus vidas de la condición de objetos al servicio de los poderosos, en sujetos, ya que el sujeto de la dignidad se construye en y desde la lucha.

Es en la lucha que la mujer, el joven, el anciano, el enfermo, la víctima, el indígena, el negro, el judío, el gitano, el musulman, el budista, el esclavo, el descastado, el siervo, el proletario, el desempleado, el migrante, realiza que se reconoce y es reconocido en su dignidad como sujeto. Es en la lucha individual, familiar, colectiva o popular que supera su domesticidad, su temor y se construye y constituye como sujeto que ejerce, que practica, que arrebata, que le disputa el poder al opresor.
Los oprimidos en sus múltiples luchas de resistencia fueron construyendo las ideas, elaborando los sueños de una nueva vida, la utopía de una nueva sociedad. En cada familia, sociedad, fábrica, plantación y territorio en que se luchaba, estas ideas adquirieron la calidad de subversivas, de prohibidas, fueron censuradas y amenazadas.
Pero aunque fueron muchas las derrotas sufridas en sus luchas, las ideas emancipadoras de los oprimidos nunca pudieron ser eliminadas porque sus semillas de rebeldía siempre eran de nuevo sembradas en las montañas, en las selvas y los desiertos de la misma opresión. El pensamiento emancipador acompañaba y a la vez era fruto de estas luchas. Volvían a surgir desde la piel de los oprimidos los profetas, los mártires y los héroes, ya que obediencia y rebeldía son los terrenos del enfrentamiento histórico, político e ideológico global de la humanidad.
1. Iluminación y Colonialismo
Una de las expresiones más relevantes de estas experiencias de lucha y de creación de pensamiento emancipador sucedió en las batallas contra los reyes de la llamada Europa, y fue conocida como la época de la Razón, de la Iluminación, el Siglo de las Luces, pero también hay que agregar de la Conquista de América, de las Cruzadas contra los pueblos árabes, del Colonialismo.
El pueblo francés en julio de 1789 con la toma de la prisión de La Bastilla iniciaba una de las revoluciones más significativas de la historia de la humanidad, dirigida por una nueva clase social, la burguesía, la cual había acumulado en los siglos previos un conjunto de ideas emancipadoras que le permitieron enfrentarse y derrotar a la monarquía, la nobleza y a la poderosa Iglesia Católica. Estas ideas emancipadoras tuvieron como momentos fundamentales lo que se llamo el Renacimiento, la Ilustración, y la Reforma.
Pero a la vez y a la par de estas ideas progresistas fue elaborado un conjunto de tesis que justificaban la opresión de otros pueblos mediante la conquista, el colonialismo y el racismo. Y las ideas de libertad igualdad, fraternidad y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y las ideas de democracia fueron trasladadas en los mismos barcos en que iban los negros recién capturados en las selvas de África para ser esclavizados y explotados en las plantaciones de la llamada América.
Experiencias similares de agresión colonial fueron vividas en la India, China, Egipto, etc. Y los grandes teóricos europeos de la emancipación humana, entre estos el estadounidense Jefferson, el francés Voltaire, el inglés Locke y el alemán Hegel, consideraban a los pueblos no europeos como pueblos menores que necesitaban de la bondadosa protección paternal de Europa.
Por otra parte, como idea emancipadora de la Ilustración y en particular de la Revolución Francesa surge el liberalismo republicano, en oposición a los sistemas monárquicos europeos, y un conjunto de ideas progresistas, entre estas la de la soberanía popular en oposición a la soberanía del monarca, y la de la división de poderes.
Y nacen las ideas de los derechos individuales, de la libertad de expresión, de religión, de imprenta, de organización y fundamentalmente del derecho a la propiedad privada, expresión jurídica suprema del sistema burgués capitalista. Nacen así los derechos humanos, que nos dicen los europeos que son universales.
Y las constituciones de las repúblicas creadas a partir de las luchas latinoamericanas y caribeñas de independencia, de principios del siglo XIX, asumen como propios estos principios, estas ideas emancipadoras liberales derivadas de la Revolución Francesa. Y la lucha por su cumplimiento se convierte durante ese siglo en las banderas de los liberales contra los conservadores.
Posteriormente, a principios del siglo XX llegan a nuestras costas latinoamericanas y caribeñas otro barco de ideas emancipadoras, siempre de la Europa, pero esta vez originadas en las luchas de una nueva clase social, el proletariado europeo organizado en sindicatos, y sistematizadas por dos luchadores sociales alemanes, Carlos Marx y Federico Engels. Asimismo llegan los ecos de una revolución en la lejana Rusia dirigida por los bolcheviques al mando de Vladimir Lenin. Se trataba del marxismo que nos habla de la lucha de clases, de la toma del poder, de la vanguardia política, del socialismo y del comunismo.
Y los sectores populares latinoamericanos y caribeños asumen estas nuevas ideas emancipadoras y emprenden la lucha por realizarlas en contra de los defensores del poder establecido, de las oligarquías y los imperialismos europeos. Y en 1959 en Cuba triunfa una revolución democrática que rápidamente se transforma en socialista. Y cuarenta años después, en 1999 en Venezuela inicia un proceso denominado “socialismo del siglo XXI.” Y durante todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI el marxismo continúa disputando el papel principal como idea emancipadora para la construcción de una nueva sociedad.
2. Etapas de la lucha por los derechos humanos y el socialismo en El Salvador
Tanto el pensamiento liberal de los derechos humanos como el pensamiento marxista de la lucha de clases han marcado fuertemente el desarrollo político y social de El Salvador. A continuación realizaremos un breve recorrido histórico del impacto de estas dos corrientes emancipadoras en el desarrollo de las luchas populares en nuestro país.
2.1 La lucha anticolonial 1524-1824
Fueron tres ejércitos (español, azteca y maya-caqchiquel) bajo el mando del Conquistador extremeño Pedro de Alvarado los que derrotaron en dos batallas estratégicas (Acaxual el 8 de junio de 1524 y Tacuzcalco el 13 de junio del mismo año) a las fuerzas armadas de los Pipiles, que habían defendido exitosamente su territorio durante tres siglos (Tilley 2007). Existen dos versiones de esta derrota que fue posteriormente una gran masacre, la del propio Pedro de Alvarado así como la del sacerdote dominico Bartolomé de las Casas.
Ambas reconocen las tradiciones de lucha simbolizadas por la huida en rebeldía hacia los montes del actual Cerro de San Jacinto. Por otra parte, no existe la versión de los Pipiles vencidos. Según el lienzo de Tlaxcala, desde donde también se acompañó a Alvarado, también se libraron las batallas de Cenzonapan (Sonsonate), Itzalco, Yopicalco (Opico) y Xilopango.
Durante tres siglos la resistencia indígena asumió modalidades principalmente culturales centradas inicialmente en el rechazo a los símbolos de poder político y religioso, se refugiaban en las montañas y rechazaban ser evangelizados y posteriormente en su inmersión en el sistema colonial, para agregarle a las construcciones simbólicas europeas sus propias visiones y sueños, y mantener viva la esperanza de la liberación.
Un segundo momento de esta travesía histórica, inicia con un nuevo sector social surgido desde la colonia, los criollos, españoles nacidos en América que asumen las doctrinas subversivas de la Ilustración y que organizan y conducen a los sectores populares a las luchas por la independencia tanto del Imperio Español ( 1810-1821) como del efímero Imperio mexicano de Iturbide (1823-1824).

Los precursores de estas ideas emancipadoras fueron los hermanos Aguilar, sacerdotes añileros,lectores de Diderot y de Voltaire, en particular el menor, Manuel, el cual el 15 de emayo de 1813 hace una defensa pública del derecho a la insurrección contra el Imperio Colonial español (Gallegos Valdes 1989). La bandera independentista y liberal es luego asumida por el también sacerdote José Matías Delgado,destacado anttimperialista. Es en este marco de lucha popular y parlamentaria, que aparecen los primeros derechos políticos y civiles tanto en la primera constitución de la República Federal de Centroamérica como en la primera Constitución del Salvador, ambas de 1824.

Derechos orientados en definitiva a consolidar la dominación de los criollos y en contra de los indígenas, mulatos, negros esclavos y ladinos pobres de la época. No contempla todavía la libertad de religión, aunque se proclama la libertad de pensamiento, palabra, escritura e imprenta. Se proscribe la esclavitud, se consagra el derecho de asilo, se prohíbe la pena de muerte, se establece el jurado y se suprimen los fueros. Y entre sus “principios inalterables” están los de “libertad, igualdad, seguridad y propiedad.”

2.2 La lucha liberal anti oligárquica, la lucha indígena anti liberal y la lucha obrera por el socialismo 1824-1931

Un momento muy especial lo constituye el levantamiento en febrero de 1833 contra la república federal, protagonizado por las comunidades indígenas Nonualcas bajo el mando de Anastasio Aquino, las cuales se levantan en armas contra los injustos tributos y el reclutamiento forzoso para las guerras. Aquino desafía con las armas en la mano el orden liberal de los criollos y a la vez el orden de la Iglesia, ya que en un simbólico gesto le quita la corona a la imagen de San José, y se la coloca proclamándose Rey de los Nonualcos, además de Comandante General de las Armas Libertadoras.

Aquino es finalmente capturado y ahorcado y su cabeza exhibida en una jaula como ejemplo del castigo que les esperaba a los rebeldes. Su memoria y sus ideas emancipadoras nos siguen convocando a la lucha por la dignidad y la justicia social. En esa época hubo también otros levantamientos contra los tributos, en San Miguel, Izalco, Sonsonate y Chalatenango.

Constituida la República Federal Centroamericana independiente, el principal desafío para los liberales criollos añileros y masones, fue el de enfrentar la oposición de la Iglesia y los terratenientes. En 1841 se declara el Estado del Salvador y en la segunda constitución, se pasa de 18 años a 21 el ejercicio de la ciudadanía, para los que sean padres de familia, sepan leer y escribir así como “tengan la propiedad que designa la ley.” Asimismo se reconoce el habeas corpus (recurso de exhibición personal).

Los momentos más destacados de la gesta liberal fueron los encabezados por el General Francisco Morazán, paladín de la causa unionista centroamericana y los del Capitán General Gerardo Barrios, firme combatiente anti oligárquico y anticlerical. Al final ambos fueron vencidos por las oligarquías conservadoras centroamericanas en alianza con la Iglesia católica romana. El último esfuerzo de los liberales estuvo dirigido por los hermanos Ezeta, que fueron derrocados en 1894 por un golpe de estado conservador, el de “los 44.”

Los liberales y masones salvadoreños debieron enfrentarse a la fuerza incluso dentro de amplios sectores populares de las concepciones predominantes del “moderado” liberalismo católico español que tenía como pilares la defensa del Estado confesional, tierras ejidales y comunales, cementerios católicos, total prohibición a la libertad de cultos, educación católica, matrimonio religioso, imposibilidad de divorcio, no libre testamentifacción, etc. (Ver Ramírez 2013).

En 1872 se da una importante victoria de este sector cuando logran bajo la conducción de Mariscal Santiago Gonzalez, la expulsión de jesuitas, capuchinos y hasta de obispos, la ruptura del Concordato con el Vaticano, la supresión de periódicos católicos en los que se atacaba a la nueva generación de liberales radicales centroamericanos y como la cereza del pastel, la apertura de la Logia Masónica “Progreso no.5.” (Ramírez 2013).

El liberalismo dio origen a la constitución de 1886 que puede considerarse como el modelo constitucional más acabado de esta tendencia. Reitera los principales derechos políticos y civiles y además establece la enseñanza primaria como obligatoria. Y contiene el famoso “derecho de insurrección” que fue utilizado en diversas ocasiones, para legitimar los golpes de estado civiles y militares.

En un tercer momento de esta etapa, los artesanos de las ciudades asumen la conducción del movimiento gremial y sindical; y se constituyen en partidarios de las ideas emancipadoras del marxismo, dando lugar en marzo de 1930 a la lucha abierta por el socialismo con la creación del Partido Comunista de El Salvador, PCS. Con la irrupción del marxismo, el liberalismo pasa a ser fundamentalmente expresión de sectores de derecha y conservadores del país.
Con este acontecimiento histórico de fundación del PCS, entraron en disputa y se mantienen en disputa, dos visiones del mundo en la sociedad salvadoreña, la liberal que luego legitima a la dictadura militar y a los gobiernos civiles de ARENA, y la marxista, que hoy desde el FMLN y desde el 2009 conduce el segundo gobierno de izquierda.

2.3 La lucha anti dictatorial 1931-1992

Los partidarios del marxismo organizados en el PCS participaron en enero de 1932 tanto en elecciones municipales y legislativas, como en una grandiosa insurrección indígena en el occidente del país, conducida hasta su captura días antes, por el comunista Agustín Farabundo Martí. El levantamiento fue rápidamente derrotado por las fuerzas del orden, las cuales realizaron posteriormente una cruel y masiva matanza de indígenas, acusándolos de comunistas.
Desde entonces, enero de 1932, las ideas emancipadoras del marxismo fueron prohibidas así como las organizaciones que promovieran esta ideología revolucionaria. Por décadas el marxismo se redujo a pequeños y clandestinos círculos intelectuales de docentes y estudiantes universitarios, junto con militantes de sindicatos de obreros artesanales. Fue hasta enero de 1992, luego de una guerra de doce años, que el marxismo y los marxistas representados en el movimiento guerrillero y luego partido político FMLN pudieron legalizar su presencia en el país.
La dictadura militar derechista del General Maximiliano Hernández Martínez (1931-1944) basada en un liberalismo autoritario, clausuró todo tipo de organización y movilización popular. Persiguió fieramente a los comunistas y demócratas en general, y fue un régimen profundamente reaccionario.
No obstante esto, la lucha de diversos sectores populares no fue interrumpida, sino que asumió otras modalidades. Esto explica como la Asamblea Legislativa el 5 de diciembre de 1938 aprobó el derecho al voto de las mujeres “casadas y mayores de 25 años”. Luego esto quedo plasmado en la Constitución Política de 1939, en la Constitución de 1950 y ya en las elecciones legislativas y municipales de 1952, fueron electas por el partido PRUD, las tres primeras legisladoras en la historia de El Salvador.
Esto fue el resultado del movimiento de mujeres sufragistas, continuadoras de Prudencia Ayala (1885-1936), candidata rechazada por la estructura política patriarcal a la presidencia en 1930. En 1945 Rosa Amelia Guzmán y Ana Rosa Ochoa forman la Asociación de Mujeres Democráticas, para luchar por el derecho al voto de las mujeres.
En 1941 al calor de la lucha contra el fascismo y lo que se llamo las 4 libertades de Roosevelt, fueron abiertos canales de organización (Asociación de Escritores y Artistas Antifascistas) y de protesta popular que desembocaron en un levantamiento cívico-militar el 2 de abril de 1944 y posteriormente en mayo de ese año, en una masiva huelga general de “brazos caídos” que obligo al tirano Martínez a dimitir.
La apertura política conquistada en mayo de 1944 duró poco, pero permitió reconstruir el movimiento popular y darle vida legal a un partido de izquierda, la Unión Nacional de Trabajadores, UNT. En octubre de ese año vino la contraofensiva de la dictadura militar, la cual fue restablecida. A su vez, en diciembre de 1948 esta dictadura fue modificada, con un nuevo bloque de poder, que incluyo a sectores de la burguesía comercial e industrial.
Este nuevo bloque de poder, en el marco de una dictadura militar pero a la vez de un movimiento popular reactivado, promulgo una nueva Constitución en 1950 que amplió el marco de los derechos humanos, al incluir por vez primera derechos económicos, sociales y culturales, entre estos el derecho a huelga.
Fue la lucha precisamente por estos derechos sociales la que caracterizo el momento que va de 1950 a 1980. Los sectores populares, conducidos hasta 1970 por el PCS y a partir de ahí también por diversas organizaciones político-militares, entre estas las FPL, ERP, RN y PRTC, realizaron incontables movilizaciones populares por el derecho al trabajo, la salud, la vivienda, la educación así como realizaron alianzas y coaliciones (la UNO, el Foro Popular) para disputarle el poder político a la dictadura militar. Desde 1970 la lucha armada pasa a ser incorporada en la variedad de formas de lucha que implementan los sectores populares para derrotar a la dictadura militar.
Desde mediados de los años 70 surgen poderosas organizaciones de masas que desafían al gobierno, y que logran unificarse a principios de 1980. En marzo de este año es asesinado el Obispo Oscar Arnulfo Romero, hoy Beato, que se había convertido en la voz de los sin voz, en el representante de una iglesia que se identificaba con los anhelos de justicia de los sectores populares. Su asesinato es el prólogo para el comienzo de una guerra civil que se prolonga por doce años.
A partir de 1977 surgen diversos organismos en defensa de los derechos humanos que proclamando la Declaración Universal de Derechos Humanos de diciembre de 1948, denuncian valientemente los asesinatos y las desapariciones realizadas por “hombres armados vestidos de civil”, luchan por la libertad de los presos políticos, y enfrentan la represión del régimen militar. Entre estos sobresalen por sus acciones el Socorro Jurídico del Arzobispado de San Salvador y la Comisión de Derechos Humanos (CDH No Gubernamental).
En octubre de 1980 la izquierda revolucionaria se unifica en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN, y lanza una ofensiva militar que no logra derrotar al régimen, pero si iniciar una larga lucha librada desde territorios guerrilleros en Chalatenango, Guazapa, San Vicente, Jucuaran y Morazán. En noviembre de ese año el régimen militar asesina a los dirigentes principales del Frente Democrático Revolucionario. FDR, entre estos el ganadero demócrata Enrique Álvarez Córdoba, y los revolucionarios Juan Chacón (BPR) y Manuel Franco (UDN).
Por su parte, la dictadura militar se transforma en un régimen de contrainsurgencia, y en esta marco, en 1982, a la vez que despliega una sistemática política de aniquilamiento de sus opositores por medio de “escuadrones de la muerte”; en un esfuerzo por arrinconar y aislar políticamente al FMLN se aprueba una nueva Constitución Política en la que se reconoce por vez primera, el pluralismo político e ideológico. Ya antes se habían visto en marzo de 1980 obligados a realizar una reforma agraria, la nacionalización de la banca y del comercio exterior, para “arrebatarle banderas” a la izquierda.
El conflicto armado entre el FMLN y el Gobierno, armado y respaldado por los Estados Unidos se prolonga por doce años y en su último tramo, y particularmente luego de la Ofensiva de noviembre de 1989, se genera un proceso de diálogo y negociación que conduce finalmente a un acuerdo de paz. En el marco de la ofensiva mencionada del FMLN, el alto mando de la Fuerza Armada toma la decisión de asesinar a 6 sacerdotes jesuitas, y dos de sus empleadas, en un hecho que genera un profundo repudio nacional e internacional a la dictadura.
El Acuerdo de Paz es firmado el 16 de enero de 1992 entre el Gobierno conducido por el partido ARENA y el FMLN, y representa una reforma profunda del sistema político del Estado salvadoreño, en sus modalidades judicial, seguridad pública, electoral y de derechos humanos. A la vez comprende la desmilitarización y democratización de la sociedad salvadoreña, con lo que se cierra el ciclo histórico abierto en diciembre de 1931.
2.4 La lucha por la construcción democrática 1992-2016
El enfrentamiento militar en los campos de batalla entre el FMLN y el Gobierno se traslada a partir de marzo de 1994 al enfrentamiento en la organización, propaganda, movilización y finalmente en las urnas electorales. El FMLN convertido en partido político pasa a administrar alcaldías y a contar con una fracción legislativa, no obstante esto ese mismo año el sector socialdemócrata (ERP, RN) abandona sus filas y forma el Partido Demócrata, PD.
En 1997 el FMLN en alianza con sectores democráticos, conquista la alcaldía de la capital San Salvador. En el 2006 fallece la figura más representativa de la izquierda revolucionaria encarnada en el FMLN, Schafik Handal, destacado luchador social y político desde la década de los años cincuenta del siglo XX. En el 2009 el FMLN alcanza la presidencia con el periodista Mauricio Funes y en el 2014, con el profesor Salvador Sánchez Ceren.
Desafíos actuales
El conflicto armado de los años 80 del siglo pasado modifica profundamente la economía, la sociedad y la cultura de El Salvador. Estos cambios fueron acentuados desde 1989 con la implantación del modelo neoliberal. A raíz de estas modificaciones pasamos de ser un país agrario cafetalero a ser un país con dos millones de personas viviendo y trabajando en Estados Unidos, que envían remesas que permiten la sobrevivencia de las familias que se quedaron.
A esto hay que agregar un amplio sector de trabajadores por cuenta propia (los informales) que saturan las plazas de todas las ciudades pequeñas y grandes; y con un amplio núcleo poblacional vinculado a las pandillas (maras) que viven con base a un ramificado sistema de extorsión y mantiene el control de extensos territorios, y que requieren un esfuerzo del Estado tanto preventivo a la vez que represivo.
Un cuarto sector es el integrado por mujeres que son explotadas en las maquilas textiles de las zonas francas, que han surgido en muchas ciudades. Otro sector es el conformado por los empleados públicos, estatales y municipales, civiles y militares. Y también están los sectores rurales, de campesinos endeudados y trabajadores agrícolas desempleados.
La responsabilidad de la izquierda en el gobierno es garantizar a todos estos sectores servicios públicos de calidad, una oferta adecuada de empleos y facilidades de formación educativa, una situación de tranquilidad y seguridad en sus comunidades y barrios, mecanismos agiles de transporte, un medio ambiente sano, etc. Estos desafíos exigen necesariamente la construcción de un sujeto plural que asuma desde la organización popular diversas tareas, entre estas el acompañamiento a este gobierno del FMLN, para que avance en sus planes y no sea aplastado por la actual ofensiva continental de la derecha y el imperialismo. Esta son las nuevas batallas en las que los marxistas hoy nos encontramos inmersos.-

CEM publica segunda parte de documento del VII Congreso del PCS (1979)

CEM publica segunda parte de documento del VII Congreso del PCS (1979)

SAN SALVADOR, 9 de junio de 2016 (SIEP) “Con la publicación de esta segunda parte de las Tesis y Fundamentos de la Línea General del Partido Comunista de El Salvador, cumplimos compromiso adquirido como Centro de Estudios Marxistas “Sarbelio Navarrete” de publicar digitalmente documentos fundamentales del proceso revolucionario salvadoreño” indicó Roberto Pineda, coordinador de este organismo.

“Anteriormente como CEM hemos publicado ya el Informe General y el Programa Agrario del V Congreso, de abril de 1964, así como el Informe general del Comité Central al VI Congreso, de agosto de 1970, y otros documentos que pueden encontrarse en la página electrónica de SIEP. El VII Congreso del PCS se celebró en abril de 1979, en Los Planes de Renderos, en medio de una crisis política de la dictadura militar, que desembocó meses después en el Golpe de estado del 15 de octubre…” añadió.

“En este VII Congreso, se tomó el acuerdo de asumir la vía armada como la forma principal de lucha y con base a esta resolución se dan los pasos para la creación de las Fuerzas Armadas de Liberación, FAL, en marzo de 1980. El documento que apareció en el número 1 de la Revista “Fundamentos y Perspectivas” de junio de 1980, se divide en cinco partes, la primera ya publicada en enero del 2009, trata sobre los Fundamentos y Tesis de la Línea General del PCS.

La segunda, de 85 páginas, que es la que estamos publicando en nuestra página electrónica (www.ecumenico.org) comprende una sección sobre El Carácter y las fuerzas motrices de la Revolución que madura en nuestro país. Otra sobre La Conquista de la Dirección de la Revolución Democrática Anti-imperialista por el Proletariado y su Partido, además sobre El Frente Único y el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo y finalmente sobre la Línea Internacional del PCS” indicó Pineda.

También informó que esta semana sale a luz el segundo tomo del libro Ideas Emancipadoras y tradiciones de Lucha. El Partido Comunista de El Salvador (1930-1995), de Ediciones Prometeo Liberado.

Segunda parte de Tesis y Fundamentos del PCS (1979)

Segunda Parte

CAPITULO I
EL CARACTER Y LAS FUERZAS MOTRICES DE LA REVOLUCION QUE MADURA EN NUESTRO PAIS
A – EL CARÁCTER DE LA REVOLUCION:
1 – Como consecuencia del desarrollo medio y de la estructura plural del capitalismo dependiente, en El Salvador existen, maduras en lo fundamental, las premisas materiales para edificar la sociedad socialista y, al mismo tiempo continúan pendientes de ser cumplidas importantes transformaciones democráticas.
2 – Las premisas materiales internas (objetivas) para el socialismo son de dos tipos: económico-sociales y político-organizativas.
Las premisas económico-sociales se encuentran ya prácticamente maduras:
a) El proceso de socialización del trabajo, la concentración de la producción y de la circulación en manos de las empresas capitalistas, han llegado a niveles dominantes, mayoritarios en el conjunto de la economía nacional;
b) Los bancos y demás sociedades o uniones capitalistas, el sector de la economía capitalista de Estado, las sucursales de los monopolios transnacionales “interiorizados” y el capital imperialista de préstamo, han dado origen a vínculos y condicionantes económicos, técnicos y administrativos, que constituyen un sistema de regulación del proceso productivo y de la distribución de productos;
c) el proletariado en su conjunto es una clase bastante numerosa y su trabajo es el fundamento principal de la producción; la explotación del proletario (industrial y agropecuario) es la fuente principal de la riqueza de las clases dominantes. La explotación de los campesinos y otras capas trabajadoras hoy una fuente secundaria de riqueza. Ha surgido la clase obrera industrial más o menos moderna, cuyo peso dentro del conjunto del proletariado y de la producción total del país aumenta y cuyas filas se ensanchan; y
d) las fuerzas productivas en conjunto, aunque todavía atrasadas, han alcanzado un nivel de desarrollo incluso superior al que mostraban en el momento de la revolución algunos países donde hoy se construye el socialismo, como Viet Nam o Etiopía. Además, el obstáculo principal para un desarrollo desplegado de las fuerzas productivas lo constituye precisamente la estructura y el sistema político del capitalismo dependiente de nuestro país, contra el cual se dirige la revolución.
3 – Las premisas objetivas político-organizativas, es decir, la red de organizaciones de masas del proletariado y de los trabajadores en general (sindicatos, cooperativas, asociaciones de diverso tipo) y sus partidos políticos, la influencia, de las ideas socialistas, también muestran un considerable desarrollo en los últimos años, aunque en verdad continúan siendo insuficientes.
4- La posibilidad real del socialismo en nuestro país se ve sólidamente reforzada por la existencia, poderío e internacionalismo proletario militante de la comunidad de países socialistas encabezada por la Unión Soviética. La victoria del socialismo en Cuba ejerce particular influencia a favor de la difusión de las ideas socialistas, no sólo entre las masas proletarias, sino también entre el campesinado y las capas intermedias. Asimismo, refuerza la posibilidad real del socialismo en El Salvador la honda crisis general del sistema capitalista mundial, la crisis del imperialismo yanqui en particular y las cada vez más numerosas victorias de la revolución socialista en todos los continentes, aún en países más atrasados que el nuestro.
5- El retraso en la maduración de las premisas político-organizativas del socialismo, tiene su origen en varias causas:
El profundo golpe contrarrevolucionario de 1932, que destruyó el movimiento sindical de reciente formación y casi aniquiló al Partido Comunista; mismo tiempo, retrasó hasta los años cincuenta-sesenta el inicio del proceso de industrialización y la formación de la clase obrera moderna;
a) la muy reciente formación de la clase obrera industrial y la persistente represión sobre las organizaciones de los trabajadores, ejercida por la dictadura derechista desde 1932, dificultaron el reinicio del proceso organizativo de masas del proletariado y el rápido resurgimiento del Partido Comunista;
b) la lenta recuperación del Partido Comunista, condicionada no sólo por la persistente represión en su contra, sino también por la insuficiente composición proletaria de sus filas y la inestabilidad de su cuerpo dirigente durante décadas, acarreó desviaciones de derecha e izquierda que fueron causa de no pocos errores en la lucha popular y en su propia actividad; esos errores afectaron el proceso organizativo, la toma de conciencia del proletariado y de las masas populares en general;
d) La influencia ideológica de la burguesía, que desorienta a los trabajadores y les inyecta valores extraños a su condición de clase y a su causa. El “autonomismo y el “gremialismo” son fenómenos desarrollados en el movimiento sindical como expresión, entre otros, de esta influencia ideológica burguesa;
e) La acción real y concreta del imperialismo, los gobiernos reaccionarios y la burguesía salvadoreña por dividir a la clase obrera, principalmente al movimiento sindical, para lo cual han utilizado y utilizan ingentes recursos y variados procedimientos, tales como las ganguerías, la corrupción, la acción policial contra de los trabajadores y dirigentes honestos, etc.; y
f) la dispersión ideológica política y cierto grado de confusión que prevalece en la actualidad entre las masas, como consecuencia de la división en las fuerzas de izquierda, han impedido hasta hoy el surgimiento de una dirección única del movimiento revolucionario, condición ésta de suma importancia para facilitar la maduración de las premisas político- organizativas del socialismo.
6 – Las principales tareas democráticas pendientes de cumplirse son:
a) La conquista de las libertades y derechos democráticos para las grandes mayorías del pueblo;
b) solución al problema agrario en beneficio de las grandes masas campesinas del proletariado agropecuario; y
c) La conquista de una independencia política y económica reales, que haga posible el ejercicio de la autodeterminación nacional.
La aspiración a las libertades democráticas y a la tierra, junto con el deseo de mejorar sus condiciones de vida, han demostrado ser las motivaciones más poderosas que lanzan a la acción a las masas y polarizan el enfrentamiento político en nuestro país, dando origen con mayor agudeza y reiteración a los estallidos más peligrosos para el poder tradicional.
7 – Las transformaciones democráticas pendientes tienen el peso decisivo en la movilización y la lucha de las grandes mayorías populares, son la fuente de sus más fuertes motivaciones revolucionarias. Esto resulta lógico si se tiene en cuenta los factores siguientes:
a) El desarrollo medio, la naturaleza plural de la estructura (lastrada por fuertes remanentes precapitalistas) y la naturaleza misma del capitalismo dependiente, sus deformidades y desequilibrios estructurales, determinan la existencia de masas campesinas todavía numerosas y de unas capas medias urbanas y capas marginales también numerosas;
b) uno de los factores más determinantes de la crisis estructural que nuestro país es su agudo problema agrario;
c) la mayoría del proletariado está formado por su sector agropecuario;
d) la reciente industrialización y el rezago en la organización del proletariado y en la difusión de la conciencia socialista en sus filas; y
e) el insuficiente despliegue de la lucha de clases del proletariado y de las demás contradicciones típicas de la sociedad capitalista.
Estos factores determinan que las masas populares estén integradas en gran parte por campesinos, proletarios con incipiente conciencia clasista (todavía más campesina que proletaria) y elementos de las capas intermedias; y que predominen entre ellas la idiosincrasia y estados de ánimo propios de los pequeños propietarios empobrecidos y de la intelectualidad sin perspectiva estable en la sociedad actual.
A los anteriores elementos se suma el carácter autoritario tradicional de la dictadura militar derechista, incrementado por su actual fascistización, que hace de la lucha por la democracia política una necesidad apremiante, incluso vital, para todas estas clases y capas, para la subsistencia y desarrollo de sus organizaciones, de su cultura y aún lo es también para otros sectores de la sociedad.
Está probado a lo largo de la historia nacional, desde fines del siglo pasado y particularmente durante los últimos 48 años, que estas transformaciones democráticas no pueden cumplirse en nuestro país por una vía evolutiva; únicamente lo serán por vía revolucionaria.
Esto es así porque:
El problema agrario no radica solo, ni siquiera principalmente en la existencia de supervivencias feudales en el campo, sino sobre todo en la concentración de la mayor parte de la tierra en manos de un puñado de señores y esa concentración no es un legado feudal, sino que fue promovida en base al despojo de las masas campesinas- apoyado por la ley y la fuerza pública- para abrir paso al cultivo cafetero y, con ello, se empujó al país decididamente por el camino del desarrollo capitalista dependiente que hoy está en crisis.
Por esta causa como ya lo argumentamos en la primera parte de este documento la solución del problema agrario en beneficio de las masas del campo, la entrega de “la tierra a quienes la trabajan”, no puede sino estar dirigida contra el capitalismo dependiente en conjunto, que tiene una robusta raíz agraria en nuestro país. De allí que la burguesía rechace tan furiosamente, como se ha demostrado en tantas ocasiones, cualquier clase de reforma agraria con inclinación campesina, cerrando así la vía evolutiva de solución de esta tarea democrática pendiente en nuestro país. Así, la solución del problema agrario es una tarea que tiende a cambiar su carácter burgués, en la medida en que se transforma en una tarea para la revolución que ha de conducir en definitiva al socialismo.
El sistema político autoritario, anti democrático, que domina en nuestro país, es el resultado histórico de los rasgos esenciales del proceso del desarrollo por la vía capitalista dependiente, en sus tres etapas ya recorridas.(*) (*Ver en la Primera Parte de este documento el primer apartado, que presenta un esbozo histórico del desarrollo del capitalismo en El Salvador)
El actual forcejeo de la oligarquía financiera, las transnacionales “interiorizadas” y otros sectores de la gran burguesía, por abrir una cuarta etapa del desarrollo capitalista dependiente, están vinculados de modo principal a la fascistización de la tradicional dictadura militar de derecha.
Así, están cerradas las posibilidades de que las masas populares alcancen la democracia por vía evolutiva, por medio de un sucesivo proceso de democratización. Los pasos en tal dirección, aunque útiles para la lucha popular han sido puramente coyunturales y en extremo limitados, cuyos beneficios están siendo o han sido ya negados por la fascistización. En todo caso, las “aperturas” que pudieran lograrse en el futuro no abrirían un proceso de democratización real y consecuente hasta el fin, por la misma naturaleza del sistema político imperante, los rasgos de la burguesía salvadoreña, la actual referencia creciente de las transnacionales y la fuerza de la conveniencia del complejo militar industrial de los Estados Unidos y de la OTAN. La democracia real, pues, tendrá que conquistarse por vía revolucionaria.
c) Por lo que se refiere a las posibilidades de un desarrollo nacional independiente, está de sobra claro que tal posibilidad no existe dentro de los marcos de la vía capitalista en la que el país se encuentra inmerso hace tanto tiempo, no existe literalmente para nuestro país posibilidad alguna para un desarrollo capitalista independiente; el capitalismo en El Salvador no puede dejar de ser dependiente, no existe en absoluto la posibilidad que éste evolucione hacia un cauce autónomo.
La independencia política y económica, la autodeterminación nacional únicamente puede lograrse rompiendo las amarras que nos atan al imperialismo, liquidando el capitalismo dependiente como tal y, con él, toda otra posibilidad de desarrollo por la vía capitalista; es decir marchando hacia el socialismo.
He aquí por qué, incluso aquellos sectores de la burguesía que se muestran más partidarios de la democracia, no pueden dejar de ser, en fin de cuentas, pro-imperialistas.
La independencia política y económica de nuestro país sólo puede conquistarse por vía revolucionaria, contra el imperialismo y la burguesía, fuera del capitalismo, en el socialismo.
9 – Las tarea antiimperialistas de la revolución democrática no pueden cumplirse consecuente e irreversiblemente, si las fuerzas revolucionarias no han tomado el poder, o si no lo mantienen firmemente en sus manos, aplastando toda forma o intento de contrarrevolución, o rechazando y derrotando con firmeza toda maniobra política abierta, encubierta o refinada, para torcer el rumbo de la revolución, hacerla vacilar, mediatizarla.
Ahora bien, la tarea antiimperialista pudiera no aparecer como una motivación poderosa para las masas en los inicios de la revolución democrática, teniendo en cuenta las formas refinadas, encubiertas, de la explotación y dominio imperialista en nuestro país; pero necesariamente ha de pasar esta tarea al primer plano al desplegarse dicha revolución. Nuestro Partido y todas las fuerzas revolucionarias tendrán entonces, más que en cualquier otro momento, la obligación esencial de desenmascarar el dominio imperialista y todas sus maniobras, aunque vistan ropajes “democráticos”; el deber de ayudar las masas a comprender lo determinante que es romper su dominación para el logro consecuente de todas sus aspiraciones y conducirlas efectivamente a consumar esta ruptura.
11 – La más revolucionaria de todas las tareas democráticas pendientes en nuestro país, es la emancipación de la dependencia política y económica del imperialismo. Es esta una tarea que, a diferencia de las anteriores, no está condicionada a la liquidación de remanentes pre-capitalistas, sino que es del todo incompatible con el sistema del capitalismo dependiente en su conjunto y por ello, con el capitalismo como tal, ya que no es posible para nuestro país otro tipo de capitalismo que no sea éste que ya rige plenamente.
La realización de la tarea anti-imperialista lleva en sí misma la ineluctabilidad del paso hacia el socialismo. Como lo dijera la Declaración de la Conferencia de los Partidos. Comunistas de América Latina y del Caribe, reunida en junio de 1975 en La Habana:
“…la estrategia y la táctica de la Revolución en América Latina para aquellos que la concebimos como una Revolución cuyo objetivo final es el socialismo, pasan por el antiimperialismo”.
12 – De todo lo anterior se desprende que la realización consecuente, revolucionaria, de las transformaciones democráticas y antiimperialistas pendientes en nuestro país, a pesar de su carácter en principio burgués, mejor dicho, “democrático-burgués”, se vinculan de un modo orgánico y necesario con el avance de la revolución hasta el socialismo.
13 – La revolución que madura en nuestro país es, pues, en esencia, la revolución socialista, pero ella debe necesariamente tener su prólogo, su inicio en una revolución democrática anti-imperialista. No se trata, sin embargo, de dos revoluciones, sino de una sola, la revolución socialista, pero ella debe realizarse ineludiblemente con las banderas democráticas antiimperialistas desplegadas. En este sentido, y sólo en este sentido, se puede y se debe decir: la revolución que madura en nuestro país, es la revolución democrática antiimperialista.
14 – La toma del poder, su conservación y defensa es el problema central de la revolución. Si este problema se resuelve bien ya en el curso de la revolución democrática antiimperialista y ello es perfectamente posible de acuerdo a la experiencia histórica universal, entonces será posible y necesario pasar a la etapa socialista de la revolución. En caso contrario, estarán en peligro de revertirse todas las conquistas económicas, sociales y políticas democráticas que hayan sido alcanzadas (como ocurrió en Chile y Perú), estará en peligro la propia revolución democrática. Únicamente puede conjurarse este peligro si el proletariado revolucionario y todas las fuerzas que están por el socialismo toman el poder total, cualquiera otra que sea la fuerza que inicialmente encabece la revolución democrática.
15 – La defensa de la tierra, la libertad y la independencia conquistadas no podrían realizarse de ninguna otra manera que traspasando los linderos del capitalismo, transformando la revolución democrática antiimperialista en revolución socialista. Las mismas motivaciones democráticas y antiimperialistas que mueven a las masas a realizar la primera fase de la revolución, les imprimen el impulso suficiente para elevarla a su fase segunda, la fase socialista puesto que es vital para ellas defender sus conquistas revolucionarias. Se pone así de manifiesto, como en Cuba, que no se trata de dos revoluciones, sino de dos fases de una sola y misma revolución, la revolución socialista y que pueden llevar el proceso hasta el socialismo incluso las masas cuya conciencia socialista no ha madurado previamente.
La clave de esta transformación consiste en la toma revolucionaria del poder, en el aplastamiento político, económico y, militar, de la contrarrevolución. En una palabra, la clave está en la instauración y el ejercicio de la dictadura democrática antiimperialista de las masas revolucionarias, que en la segunda fase de la revolución deviene necesariamente en dictadura del proletariado.
La alternativa a este rumbo, que ha resultado invariable en la experiencia internacional contemporánea, es perderlo todo a manos de la contrarrevolución.
16 – No es fatal el triunfo de la alternativa de solución democrática antiimperialista y, en fin de cuentas, socialista. No llega solo, tiene que ser conquistado y defendido revolucionariamente.
Ha de tenerse en cuenta en todo momento, que también existe objetivamente la posibilidad de que la crisis estructural y política tenga una salida hacía la continuación del rumbo capitalista dependiente de desarrollo, ahogando en sangre la revolución o que la revolución se aplace canalizando la energías revolucionaria de las masas hacia una pretendida revolución reformista dentro del capitalismo, que si bien no sería eficaz para superar la crisis del sistema, podría dividir más a las fuerzas revolucionarias y facilitar su debilitamiento e incluso su destrucción.
17- He aquí la verdad de esta dialéctica, tajantemente expuesta:
Ni la revolución democrática antiimperialista puede sobrevivir sin avanzar hacia el socialismo, ni se puede ir al socialismo por ningún otro camino que no sea el de la revolución democrática antiimperialista en nuestro país. Tal ha sido esencialmente, por lo demás, la experiencia de todas las revoluciones socialistas en los países capitalistas dependientes o coloniales. Cuba, Vietnam y, más recientemente, Angola y Etiopía, son claras confirmaciones positivas de esta tesis, Mientras que Chile, Portugal y Perú son confirmaciones negativas de la misma.
18- Las tareas principales de la Revolución Democrática antiimperialista en El Salvador son las siguientes:
a) Derrocar la dictadura militar de derecha que deviene más y más en dictadura fascista, destruir su aparato burocrático-militar y establecer el gobierno democrático -revolucionario de las fuerzas populares encabezadas por el proletariado y su Partido; erigir una nueva organización estatal, con un ejército reorganizado, fiel al pueblo y a la revolución y una administración limpia de toda forma de corrupción;
b) Liquidar el dominio, bajo todas sus formas, de la gran burguesía (oligarquía financiera y grandes capitalistas en general);
c) Romper la dependencia política y económica del imperialismo poniendo fin al predominio económico y a toda forma de intervencionismo y dictado político del gobierno de los EE.UU., de los monopolios extranjeros y de los demás imperialistas;
d) Asegurar amplios derechos y libertades democráticas para las masas trabajadoras y el pueblo en general; organizar el control directo de las masas sobre el aparato estatal;
e) una profunda reforma agraria, que liquide el monopolio latifundista sobre la tierra y ponga la mayor parte de ésta en manos de las masas campesinas (especialmente de los campesinos pobres) y del proletariado agropecuario;
f) Elevar las condiciones de vida material y cultural del pueblo;
g) Emprender el acelerado desarrollo económico, social y cultural independiente de nuestro país;
h) Establecer una política internacional independiente, orientada a la defensa de la paz, la solidaridad con todos los pueblos que luchan por su liberación o por la defensa o recuperación de sus riquezas naturales; una política orientada a la lucha por un nuevo orden económico internacional y al fomento de las relaciones y la colaboración entre todos los pueblos;
i) Asegurar el paso al socialismo sin agotar previamente el desarrollo del capitalismo.
B – LAS FUERZAS MOTRICES DE LA REVOLUCION
19.- Son fuerzas motrices de la revolución las clases y capas sociales que por su posición dentro de las relaciones de producción y frente al sistema político, por las condiciones históricas concretas en que se desenvuelve internamente el proceso revolucionario y por la situación internacional que rodea e influye a éste, se ven lanzadas a promoverlo y a consumarlo.
En El Salvador las fuerzas motrices de la revolución son: el proletariado, el campesinado pobre y medio y las capas intermedias urbanas.
20 – La determinación de las fuerzas motrices de la revolución no depende de un modo mecánico del carácter de ésta. Aquí, la esencia histórica burguesa de las tareas democráticas que debe cumplir nuestra revolución, no determina que, por tanto, sea la burguesía la clase más interesada en llevarla a término. En nuestro país está claro que la burguesía no quiere esta revolución, en general, se opone a ella.
Cometen un grave error los oportunistas de derecha al razonar así: “puesto que las tareas que la revolución ha de realizar tienen un carácter democrático-burgués, debe ser la burguesía y no el proletariado la fuerza más interesa en realizarla; la presencia del proletariado a la cabeza de dicha revolución sólo no se justifica, sino que la radicalizaría, la aceleraría y, por eso, propiciaría su derrota”. El proletariado alegan los oportunistas de derecha ha de limitarse a ser fuerza de apoyo de la burguesía “democrática” o “progresista.
Por su parte, aquellos que padecen la desviación del izquierdismo, partiendo de que en nuestro país están maduras las premisas económico-sociales por el socialismo, consideran las tareas democráticas pendientes como un “estorbo y decretan que se puede “saltar” sobre ellas, e ir de un modo directo al socialismo; declaran que las tareas democráticas llevan “en sí” la participación hegemónica” de la burguesía y que, por tanto, estas tareas tienen una inclinación “reaccionaria” y hasta “contrarrevolucionaria”; opinan que “aceptar” el carácter democrático anti-imperialista de la revolución que se acerca equivale por sí, a “situarse a la cola de la burguesía”.
En ambos casos los oportunistas de derecha y los izquierdistas parten de una premisa equivocada común: la de que, según ambos, las fuerzas motrices de la revolución vienen determinadas de un modo mecánico, automática e invariable por el carácter de la revolución. Partiendo de esta premisa falsa los oportunistas de derecha, que por otra parte reconocen la naturaleza objetiva, sujeta a leyes, del carácter de la revolución, proclaman: “la revolución democrática es asunto de la burguesía y, por tanto, los comunistas, y todos los que luchan por el socialismo debemos dejarla hacer; limitarnos a apoyarla”. Los izquierdistas parten de la misma premisa equivocada, pero ellos no reconocen objetividad y fuerza de ley al carácter de la revolución, en consecuencia “deciden resolver el problema de las tareas democráticas pendientes, de un modo fácil”: decretando su abolición y proclamando voluntaristamente el carácter socialista inmediato y directo de la revolución.
21 – En realidad, la historia es muy clara en revelar reiteradamente que entre el carácter objetivo de la revolución y la determinación de sus fuerzas motrices no existe una relación mecánica, automática, ahistórica, sino un vínculo dialectico, vivo, histórico concreto.
Se había comenzado a perfilar en la revolución de 1848 en Alemania, cuando aun no aparecía el imperialismo, pero se hizo por completo claro y evidente desde la revolución democrática de 1905 en Rusia y se ha confirmado por toda la historia universal de la revolución desde entonces, que en la época del imperialismo, el proletariado está más interesado y comprometido que la burguesía en la lucha por la democracia y en la revolución democrática, puesto que necesita de las libertades democráticas para desplegar su organización y su lucha, incluso aquella que busca su mejoramiento económico inmediato; y porque la lucha por la revolución democrática es el marco indispensable que permite unir en torno suyo las fuerzas populares necesarias para derribar el poder de la burguesía, y éste se revela así como el camino ineludible que conduce al socialismo.
Cuán rápido o cuán lento transitará la revolución de su fase democrática a su fase socialista, es algo que varía según las condiciones nacionales e internacionales concretas en las que se realiza cada revolución. Lo que debe tenerse muy claro es que podrá escogerse el ritmo más conveniente, sólo en el caso que la revolución se haya consumado, es decir, si se ha tomado totalmente el poder por las fuerzas revolucionarias más consecuentes y comprometidas con el socialismo.
Una prueba de justeza de las tesis anteriores para nuestro país, la tenemos el hecho de que la gran burguesía se ha mostrado dispuesta a lanzar por la borda incluso cualquier juego democrático incipiente como el que hubo entre 1964 y 1972 y a empuñar, junto con los más recalcitrantes círculos dominantes de los EE.UU. y América Latina, las más sangrientas y despiadadas armas de la contrarrevolución, aferrarse al fascismo como lo hace hoy frente al proletariado, los campesinos y las capas medias que han avanzado demandando libertad y derechos reales, exigiendo la tierra para quienes la trabajan.
23 – Factor de un valor incalculable es el hecho de que las fuerzas por el socialismo se han ensanchado en nuestro país durante los últimos decenios, en particular desde que la Revolución Cubana arribó al socialismo, como una consecuencia del enorme prestigio alcanzado por la comunidad socialista encabezada por la Unión Soviética, basado en sus éxitos en todos los campos de la vida social, en los cambios radicales en la correlación de fuerzas mundial operadas a su favor, en su invariable política de paz y fomento de la distensión, en su internacionalismo consecuente al lado de los pueblos que luchan por la liberación nacional, la democracia, la paz y el socialismo; así como también como una consecuencia del ejemplo heroico de las revoluciones triunfantes en Asia y África.
Las ideas socialistas son ahora y pueden serlo todavía más ampliamente una poderosa fuente de inspiración, no sólo para los obreros e intelectuales avanzados, sino también para otros nutridos sectores de las capas intermedias y de los campesinos.
He aquí, pues, otra prueba de las relaciones dialécticas, no mecánicas, entre el carácter de la revolución y sus fuerzas motrices, lo mismo que una muestra elocuente de cómo se combina el proceso histórico interno con la marcha del proceso internacional, para configurar las fuerzas que han de llevar a término la revolución.
24 – En nuestro país capitalista dependiente es el proletariado la clase social que es capaz de realizar el papel más revolucionario; es la clase antagónica de la burguesía que crece y concentra más sus filas con el mismo desarrollo capitalista; es la más interesada en suprimir la explotación y la opresión capitalista, es la clase portadora de la formación social futura, el socialismo y, por consiguiente, la más interesada en desbrozar el camino hacia el socialismo, realizando con la mayor consecuencia las tareas democráticas pendientes. De su actitud frente a ellas, y de su cumplimiento, depende precisamente que el proletariado pueda contar con la alianza combativa de los campesinos y las capas intermedias, cuya fuerza es imprescindible para derrocar el poder de la oligarquía burguesa terrateniente y del imperialismo. Sin esa alianza la lucha por la revolución podría devenir en simple asonada o concluir en una derrota popular recibida con himnos de victoria por la contrarrevolución.
25 – Los campesinos (pobres y medios) y las capas intermedias, son las otra dos fuerzas motrices de la revolución que está en marcha en nuestro país y no sólo porque ellas tienen un interés común y vital en la realización de las tareas democráticas pendientes, sino también porque el pensamiento revolucionario de las masas que las forman puede avanzar, y de hecho avanza, hasta el nivel de las ideas socialistas.
26 – La revolución democrática anti-imperialista que madura en nuestro país será realizada por el proletariado, el campesinado y las capas intermedias. Esta es ya una verdad confirmada por la propia práctica del proceso de avance hacia la revolución que tiene lugar en nuestro país, por cada una de las luchas democráticas actuales.
27 – El proletariado es potencialmente la fuerza revolucionaria principal, pero no se convierte en tal espontáneamente, librado a sus propias posibilidades. Es necesario para ello promover su organización y su lucha clasista, lo mismo que llevar a sus filas la conciencia socialista, ayudarle a transformarse de “clase en sí” en “clase para sí”. Solamente de este modo puede el proletariado ascender a su papel revolucionario de vanguardia. Organizar este ascenso es un deber supremo del Partido Comunista y de la Juventud Comunista, y de toda organización revolucionaria de nuestro país.
28 – Ahora bien, para el cumplimiento de esta tarea comunista primordial es indispensable tomar en cuenta las características concretas del proletariado salvadoreño:
a)La mayoría del proletariado en nuestro país está formado por los asalariados agropecuarios, en gran mayoría analfabetas, e inestables en cuanto a su lugar de trabajo, lo cual dificulta mucho su organización;
b) El núcleo proletario más concentrado, con mayor base cultural y mayor productividad lo forman los obreros de la industria, pero su organización sindical y política y su conciencia de clase son aún débiles. Los obreros de la industria tienen múltiples vínculos sociales con las masas del campo, de donde procede el grueso de ellos;
c) sector con más tradiciones ideológicas revolucionarias está formado por obreros de tipo artesanal, pero ahora se encuentran sus organizaciones en proceso de franca liquidación, como consecuencia del desarrollo del capitalismo en los últimos 25 años, que ha forzado la desaparición de los talleres grandes de este tipo, generalizó el trabajo a domicilio y dispersó grandemente las filas de estos obreros, acercando a un sector de los mismos a una situación parecida a la de la pequeña burguesía, y a otros, los lanzó a las filas de las capas marginales,
d)No son del todo tajantes las fronteras entre el proletariado urbano, por un lado y la pequeña burguesía, y ciertos sectores de las capas marginales y capas medias urbanas por el otro lado. Más bien sus bordes se interpenetran, a veces considerablemente condicionando en las filas obreras formas de conciencia no proletaria, con sus vacilaciones consiguientes.
29 – El Partido Comunista y la JC deben esforzarse, a la vista de las características anteriores, por forjar un compacto, altamente organizado y nutrido destacamento revolucionario con los obreros de más alta concentración en la industria, agricultura y ganadería modernas.
Apoyándose en este destacamento puede nuestro Partido realizar mejor y más rápidamente su tarea de organizar y revolucionar al proletariado urbano y agropecuario en conjunto.
30 – El eslabón principal para forjar ese destacamento obrero revolucionario está en la construcción de Células y otros organismos del PCS y la JCS en fábricas y demás centros de trabajo, donde haya una más alta concentración de trabajadores y posean un mayor peso económico.
Junto a la construcción de estas Células, el Partido y la JC deben poner un esmero especial en la formación teórico-política y cultural, en el forjamiento combativo, altamente disciplinado, de los obreros (urbanos y rurales) mejor dotados y promoverlos paso a paso pero firme y sistemáticamente a escalones de dirección intermedia y nacional, tanto en las organización de masas, abiertas o secretas, como en el Partido y la JC mismos.
31 – Los campesinos pobres y medios son el aliado natural y principal del proletariado revolucionario en nuestro país.
Las cualidades combativas y revolucionarias del campesinado salvadoreño han quedado claramente demostradas durante los últimos años.
32 – Como asalariados durante algunos meses del año, los campesinos pobres son explotados por la burguesía y tienen la posibilidad de comprender los problemas que sufren los proletarios del campo y se identifican con sus aspiraciones y luchas; como campesinos son explotados por los terratenientes y la burguesía; sufren las peores condiciones de existencia, en comparación con el resto de las masas campesinas y forman la gran mayoría de éstas, son los que más angustiosamente necesitan la tierra de cuya propiedad carecen del todo o la poseen en cantidad absolutamente insuficiente.
Aguijoneados por esta doble explotación, los campesinos pobres sienten profundamente la necesidad de luchar contra los terratenientes y los capitalistas, por la tierra, la libertad y la liberación social.
33 – El proceso actual de expansión del capitalismo en la agricultura y la consiguiente proletarización que éste acarrea, golpea sobre todo a los campesinos pobres, expulsándolos de la tierra que cultivan, muchos de ellos resultan ser despojados de sus viviendas y pequeños huertos de que han venido disponiendo como colonos o mozo-colonos, dentro de las haciendas.
Además, como consecuencia de la inflación y otros aspectos de la crisis capitalista mundial, los campesinos pobres son hoy los primeros en arruinarse y perder el acceso a la tierra, engrosando las filas de las capas marginales o masas proletarias semi desempleadas, que constantemente migran dentro de nuestro país y hacia el exterior, en busca de medios de vida.
Todo ello lanza a las masas de campesinos pobres a formas agudas de la lucha de clases, los radicaliza y los lleva al cauce del proceso revolucionario.
34 – Estos factores en conjunto hacen de los campesinos pobres la fuerza capaz de ser el aliado más fiel, más firme y combativo del proletariado revolucionario, que puede ir bajo su conducción incluso a la lucha por el socialismo.
35 – El PCS debe ganar para sus filas a los campesinos pobres más firmes y combativos. La construcción de una numerosa, altamente organizada y clara vanguardia revolucionaria entre los campesinos pobres es la condición principal para desarrollar sus cualidades, lograr que su alianza con el proletariado sea irrompible y que marchen juntos hasta el socialismo.
36 – Los campesinos medios son también aliados importantes del proletariado en la revolución democrática anti-imperialista, puesto que sufren la explotación de los terratenientes y también de los comerciantes, prestamistas y banqueros; pero tienden a ser menos firmes, menos leales y menos seguros combatientes revolucionarios, debido a que sus intereses como pequeños propietarios, y por consiguiente, su ideología pequeño burguesa, los llevan a oscilar con frecuencia entre el proletariado y la burguesía. No es casual, por ejemplo, que el grueso de miembros de la ORDEN esté formado precisamente por campesinos medíos.
37 – En las condiciones actuales de nuestro país, los campesinos medios se encuentran bajo grandes presiones que tienden a arruinarlos y lanzarlos dentro de las filas del campesinado pobre, y aún del proletariado agropecuario y de las capas marginales. Esas presiones proceden de la crisis capitalista mundial y de la expansión capitalista en la agricultura salvadoreña; por ello, los campesinos medios se inclinan mucho hoy a apoyar las luchas por la tierra y parte considerable de ellos toman el cauce revolucionario.
38 – El proletariado revolucionario, concertando una alianza masiva y de combate con los campesinos pobres, puede atraer a los campesinos medios (incluyendo a muchos miembros de ORDEN), y mantener de un modo bastante estable la alianza con ellos, contra los terratenientes y la gran burguesía, por la tierra y la democracia.
39 – El reclutamiento para el PCS, la JCS y demás organizaciones revolucionarias de los campesinos medios más firmes, es una condición necesaria para apoyar de un modo sólido la lucha por disputar la masa de estos campesinos a la burguesía y mantenerla al lado del proletariado en la revolución democrática anti-imperialista.
40 – Los campesinos ricos, como ya se dijo en la primera parte de este documento, forman parte de los estratos bajos de la burguesía o de los terratenientes.
Los campesinos ricos son explotadores de asalariados agropecuarios, de campesinos pobres o medios y, como tales, consideran su suerte vinculada a la de toda la burguesía y los terratenientes; pero, al mismo tiempo, sufren limitaciones, la expoliación y el acecho de la gran burguesía monopolista y de los latifundistas, especialmente de parte de la oligarquía financiera y los grandes capitalistas agroexportadores e importadores o fabricantes de insumos agropecuarios, de quienes en verdad son tributarios.
Además, los campesinos ricos están emparentados con sectores importantes de las capas medias urbanas (estudiantes, profesionistas, técnicos, etc.) y se sienten afectados por las condiciones políticas, adversas para éstos, que imponen al país los señores del gran capital, los terratenientes y el imperialismo.
Por otra parte, las transformaciones democráticas por las que lucha el movimiento popular revolucionario no van dirigidas contra los campesinos ricos. Aunque a este respecto, es claro que ellos, como toda la burguesía no pueden apoyar en fin de cuentas un proceso revolucionario anti-imperial consecuente.
41 – Por todo esto, los campesinos ricos únicamente pueden ser atraídos de modo parcial y temporalmente a dar apoyo o, en la mayoría de los casos neutralizarse frente al avance del movimiento popular revolucionario.
Para comprender la importancia del trabajo de atracción o neutralización de los campesinos ricos, es necesario no olvidar que ellos pueden formar de las filas más activas y furiosas de la reacción capitaneadas por la gran burguesía, como pudo verse en 1976 frente al proyecto de “transformación agraria”. Tampoco debe perderse de vista que los campesinos ricos ejercen por lo general bastante influencia sobre los campesinos medios y pobres, inclusive sobre los asalariados agropecuarios y pueden arrastrar una parte considerando de éstos a posiciones contra-revolucionarias activas.
42 – Los campesinos ricos en realidad no forman parte de las fuerzas motrices de la revolución, pero tampoco debe conceptuárseles de una vez como fue fuerza fatalmente contra-revolucionaria, en la fase de la revolución democrática antiimperialista. Debe considerárseles como fuerza neutralizable y el proletariado revolucionario está interesado vitalmente en lograr el mayor aislamiento de los enemigos principales de la revolución democrática anti-imperialista.
Lo que se dirá más adelante sobre la burguesía vale también en gran medida para los campesinos ricos.
43 – Las capas intermedias son la tercera fuerza motriz de la revolución en El Salvador.
Las capas intermedias tienen una composición compleja, sus intereses son también complejos. Por un lado, están las capas medias urbanas, por otro, las capas marginales; por una parte, las capas medias asalariadas, por otra la intelectualidad y la pequeña burguesía, propiamente como tal. Por un lado, las capas medias tradicionales, por otro las modernas. Desde otro ángulo se visualiza dentro de la intelectualidad el muy específico y peculiar sector de los artistas.
44. Como en el resto de América Latina, las capas medias urbanas en nuestro país han demostrado tradicionalmente ser una gran fuerza de lucha por la democracia, una activa base social de apoyo para todos los movimientos contra tiranos y por otras causas progresistas, como la reforma universitaria y la difusión de la cultura. Por ello, las capas medias en particular su intelectualidad gozan de una fuerte influencia entre el pueblo, incluso en la clase obrera.
45. En general las capas medias urbanas oscilan entre el proletariado y la burguesía, pero sus mayoritarios sectores asalariados y una gran parte de la intelectualidad, tienden mucho más a una conducta revolucionaria, incluso a la radicalización izquierdista y a la disputa del papel hegemónico y de vanguardia al proletariado. Amplios sectores de las capas medias pueden tomar posiciones contrarrevolucionarias si el Partido y demás fuerzas revolucionarias no aplican una línea adecuada para ganarlas.
46. El proletariado revolucionario en su relación con las capas medias debe sobre todo esforzarse por atraer y concertar una alianza de combate con las capas asalariadas mayoritarias de maestros y trabajadores de la educación en general, trabajadores de la salud, empleados oficinistas (públicos y particulares), estudiantes, artistas y otros sectores de la intelectualidad.
47. El esfuerzo por atraer al enorme sector asalariado de las capas medias consiste en una activa labor de estímulo y apoyo a sus luchas reivindicativas, paciente y masiva labor de difusión ideológica y política revolucionarias, movilización en la lucha política concreta y de reclutamiento de sus elementos más combativos y avanzados para el PCS, la JCS y las otras organizaciones revolucionarias.
48. El trabajo revolucionario con las capas medias asalariadas ha de dirigirse principalmente a sus masas de más bajos ingresos, cuya situación se acerca más a la del proletariado.
Respecto a los estratos asalariados de ingresos mayores, la tarea consiste en ganarlos para una postura política progresista, contrarrestando lo más posible la influencia de los prejuicios anti-comunistas, por lo general fuertes entre ellos. Al menos debemos ganar su neutralidad benévola hacia el proceso revolucionario, mantener viva su disconformidad frente al régimen.
49. Al realizar el trabajo revolucionario entre las capas medias asalariadas han de tenerse en cuenta sus múltiples nexos económicos, familiares e ideológicos con la burguesía y, por tanto los métodos para promover su organización, impulsar y fomentar sus luchas, las formas de éstas, han de diferenciar aquellos que son eficaces entre el proletariado y los campesinos pobres; al mismo tiempo, llevarán el propósito de acercarlos a éstos últimos grandemente, avanzando paso a paso, a medida que avanza su experiencia, su organización y su conciencia. Sus mayoritarios estratos de bajos ingresos pueden ser arrancados casi totalmente a la influencia ideológica y política de la burguesía, si el proletariado revolucionario aplica una metodología correcta y, sobre todo, si les demuestra en la práctica que el suyo es el apoyo más sólido que pueden encontrar sus luchas.
50 – Entre la intelectualidad salvadoreña se destaca, por su concentración, homogeneidad y tradiciones de lucha, el estudiantado universitario y la comunidad universitaria en general (docentes, investigadores, oficinistas y demás trabajadores de las universidades).
Muy rara vez han predominado y en tales casos sólo de un modo efímero las tendencias reaccionarias en la comunidad universitaria. Esta ha crecido considerablemente con la ampliación del cupo de nuevo ingreso, con la distribución de los centros universitarios de oriente y occidente y la fundación de nuevas universidades, desde la década de los años sesenta.
Es sin duda la comunidad universitaria el núcleo más influyente de la intelectualidad salvadoreña; y el movimiento estudiantil, en particular, es de los importantes destacamentos de la revolución en nuestro país.
51 – El trabajo por ganar como aliado del proletariado revolucionario al movimiento estudiantil y a la comunidad universitaria en general, presenta al mismo tiempo dificultades. La principal de ellas consiste en que, por el carácter pequeño-burgués de su ideología, por sus abundantes nexos materiales con la burguesía y por su enorme superioridad cultural sobre el proletariado, por escasas perspectivas de empleo que ofrece a los graduados la sociedad capitalista dependiente, los estudiantes y docentes universitarios tienden a asumir actitudes elitistas y/o posiciones izquierdistas y a disputar activamente el papel hegemónico y de vanguardia en el proceso revolucionario; al mismo tiempo poseen una organización poco disciplinada y estable y suelen reaccionar e momentos agudos desbandando sus filas y sumiéndose en la apatía
La influencia de estas características sobre el proletariado debe evitarse ya que pueden facilitar reveses severos para la revolución
El trabajo por conquistar al movimiento estudiantil y la comunidad universitaria en general, debe combinarse, por tanto, con un esfuerzo sistemático, llevado adelante con firmeza, pero con métodos exentos de sectarismos y prejuicios “obreristas”, por derrotar las nocivas tendencias ideológicas pequeño- burguesas, por construir en sus filas una ramificada y sólida organización revolucionaria y ganar así a los elementos mejores, proletarizando su pensamiento, su temple y sus costumbres; convertirlos así en intelectuales comunistas verdaderos.
52 – Los maestros forman otro destacamento que durante los años sesenta y principalmente de los setenta, se ha destacado por sus luchas y su influencia entre el pueblo
Los maestros son al mismo tiempo, importante sector asalariado (en su mayoría de bajos ingresos) y de la intelectualidad
Por este doble carácter suyo, los maestros están cerca del proletariado, pueden dar origen a una organización más o menos disciplinada y, al mismo tiempo, desplegar influencia en los medios intelectuales en general.
Desarrollar la unidad y la solidaridad en la acción entre el movimiento obrero y el movimiento magisterial, forjar un fuerte e influyente destacamento de maestros comunistas y esforzarse por aumentar el peso del magisterio dentro de la intelectualidad, son tres facetas de la tarea que el movimiento revolucionario tiene planteada ante este sector.
53 –Al Realizar el trabajo revolucionario entre la intelectualidad debe hacerse una clara diferenciación del sector artístico, el cual tiende fuertemente a tomar el cauce de la revolución. Los artistas necesitan esencial e indispensablemente de la democracia para su propia actividad creativa y, por su extraordinaria sensibilidad, comprenden los sufrimientos de las masas; pero poseen rasgos que exigen del movimiento revolucionario una política y una metodología especiales y ejecutadas con cuidadoso esmero.
54 – El reconocimiento de la especificidad de este sector es la primera condición para realizar bien el trabajo revolucionario con los artistas.
En segundo lugar, ha de saberse combinar una gran amplitud hacia las distintas escuelas del arte, con un profundo y sistemático trabaja ideológico y político, para atraer a los artistas al cauce de la revolución. En principio se puede ser revolucionario, contribuir prácticamente a la revolución y al mismo tiempo ser partidario de cualquier escuela artística. Tal es la orientación básica en este punto.
En tercer lugar, es necesario adoptar una actitud sumamente flexible y comprensiva hacia los artistas mismos, cuya vida emocional es muy activa y su personalidad y hábitos, bien diferentes a lo común.
En cuarto lugar, ha de combinarse la lucha por un contenido humanista revolucionario del arte, con una gran amplitud ante las formas de este. Esta lucha dará más y mejores frutos en la medida que las masas trabajadoras se interesen por el arte y rodeen con su cariño y apoyo a los artistas revolucionarios y demócratas en general.
55 – En suma, en materia de arte la política de la revolución no debe dejarse estrechar por ningún tipo de prejuicios ni sectarismo, debe confiar firmemente en que, acercando a los artistas a las masas y viceversa, atrayéndolos a la actividad revolucionaria y manteniendo una lucha sistemática e inteligente por un contenido humanista y revolucionario para el arte, irán surgiendo poco a tradiciones y fortaleciéndose las escuelas más serias y de mayor significa para el progreso social.
Si nuestro Partido pretende erigirse en árbitro paternal del arte o dictar a los artistas formas determinadas únicas, sólo logrará atraer grupitos exigentes de artistas de calidad dudosa y fomentar sectas diminutas e hirvientes de problemas internos. El Partido ha de ser tajante sí, en oponerse a los artistas de un arte que trabaja al servicio de la reacción, que difunde el anti-comunismo, embellece la explotación del hombre por el hombre, el capitalismo y el imperialismo.
56 – En la intelectualidad salvadoreña hay un sector ya numeroso, que crece con cierta celeridad, formado por técnicos y profesionistas. Una parte de este se vincula profundamente y se identifica con la burguesía y el gobierno, pero en su mayoría se encuentran ante dificultades, a veces severas, para encontrar un lugar estable en la economía y para desarrollarse en su respectiva especialidad; con frecuencia sus conocimientos científicos y técnicos chocan con el atraso del país o los llevan a comprender la necesidad de una radical transformación de la sociedad. Estas dificultades emanan del propio carácter de la formación capitalista dependiente, de su rezago científico-técnico, del carácter antidemocrático de su sistema político y se ven agravadas por la crisis estructural y política que ella sufre, lo mismo que por los efectos provenientes de la crisis capitalista mundial.
Los técnicos y profesionistas tienen, en principio, por tanto, interés en la realización de las transformaciones que puedan promover el progreso social, en base de este interés, pueden ser atraídos al cauce de la revolución o a dar su apoyo; pero al mismo tiempo, por su origen clasista o por sus vínculos con la burguesía, tienden a ser inestables y poco seguros como aliados de la revolución, especialmente en cuanto ésta avanza hacia las fronteras de salida del capitalismo y la rebasa. Una gran parte de ellos son mucho más estables en el apoyo a la lucha por la democracia y otros cambios que de por sí no rompan las estructuras burguesas.
Desde luego, entre los técnicos y profesionistas hay muchos militantes revolucionarios, y pueden multiplicarse aún más, cuyo aporte es inapreciable.
El proletariado revolucionario ha de realizar un especial esfuerzo por y mantener a su lado al grueso de técnicos y profesionistas, pese a las dificultades que ello significa. Papel importante en este esfuerzos ha de jugarlo el esclarecimiento paciente y sistemático de la tarea histórica que la revolución reserva a los técnicos, profesionistas y científicos, como una de las fuerzas importantes en la construcción de la nueva sociedad.
57 – El trabajo por ganar a la intelectualidad reviste una forma predominantemente ideológica, pero ésta se vuelve bizantina, estéril, si al mismo tiempo no promueve o apoya su lucha política y reivindicativa.
58 – La política del proletariado revolucionario hacia las capas medias ha de optar modalidades y contenidos específicos ante la pequeña burguesía propiamente como tal. Aunque no es más numerosa que los otros sectores de estas capas, es también un aliado potencial en la revolución democrática anti-imperialista y el proletariado revolucionario puede atraerla a la unidad de acción por la democracia y la lucha anti-oligárquica, anti-monopolista en general, apoyando sus demandas reivindicativas de este tipo.
59 – Sector numeroso entre la pequeña burguesía, con tradiciones en las luchas democráticas y como fuerza de apoyo a las luchas obreras, estudiantiles y magisteriales, lo forman en nuestro país la mayoría de locatarias de los mercados y plazas, lo mismo que los artesanos (dueños de talleres trabajados por os mismos y sus familiares).
60 – El proletariado revolucionario también tiene un potencial aliado de masas en las capas marginales; aunque éstas, por su miseria extrema, por su posición al margen de la economía y los rasgos de su sicología social, son una masa expuesta a una rápida radicalización y al mismo tiempo sensible a los sobornos de la demagogia del régimen, a su política migajera y, en consecuencia, son bastante volubles en su conducta política.
Sin embargo, la experiencia en nuestro país y otros, demuestra que las capas marginales pueden constituirse en una gran fuerza luchadora por la libertad y las reivindicaciones socio-económicas, siempre que en su organización ejerzan especial influencia los cuadros obreros forjados en el movimiento revolucionario.
Esta posibilidad se ve favorecida en nuestro país por el hecho de que en grandes áreas de gran concentración de población marginal, habitan también numerosos grupos de obreros organizados.
61. Por lo general, cuando el movimiento revolucionario está en auge, las capas marginales pueden ser atraídas más eficaz y ampliamente al cauce de la revolución, pero en los períodos de reflujo ellas tienden a desertar y acomodarse bajo la tutela paternalista de las instituciones especializadas que el Estado y el imperialismo han creado para influirlas.
62 – La burguesía no es fuerza motriz de la revolución en nuestro país ni tampoco puede tomarse como tal ninguno de sus sectores por separado. Sin embargo, la burguesía o alguna parte de la misma, en determinadas condiciones concretas pueden verse impulsada a actuar en un sentido democrático.
Tal posibilidad existe y se ve reforzada por la creciente fascistización la dictadura militar derechista. El fascismo, como se sabe por toda la experiencia mundial, no es ni puede ser la política unánime y permanente de la burguesía; el fascismo es ante todo, en nuestro país, la política de una parte de la oligarquía financiera y de una parte del capital monopolista extranjero, es la política a la que se aferran como tabla de salvación los latifundistas y la dictadura militar derechista en franca crisis. El fascismo impone la hegemonía absoluta de estos sectores y de su política de extrema reacción, no sólo sobre los trabajadores, sino también sobre el resto de la burguesía.
De allí que algunos grupos de la burguesía se vean impulsados en determinado momento a adoptar una postura opuesta a los fascistas y, hasta cierto punto, democrática.
63 – La experiencia actual y anterior en nuestro continente, muestra que frente el despliegue de la revolución democrática por las masas populares, hay grupos de la burguesía, en algunos casos incluso la mayoría de ésta, que puede considerar necesario lanzarse a la lucha por la democracia, como un medio para disputar la dirección del movimiento en ascenso a las fuerzas revolucionarias avanzadas, que ven su meta final en el socialismo.
Un ejemplo de este tipo se vio durante 1958 en la lucha por derribar la tiranía de Fulgencio Batista en Cuba y hoy este mismo fenómeno, lo está presenciando con características de mayor audacia y masividad, en el caso de la lucha del pueblo nicaragüense por derribar la tiranía de Somoza.
64 – Lo que está planteado a definir frente a la burguesía en nuestro país, y pensamos que ello es común para América Latina en general no es sólo sí esta es o no una de las fuerzas motrices de la revolución, pues está bastante claro que no lo es, sino principalmente cuál ha de ser la actitud a adoptar frente a la posibilidad real de que sectores o grupos de la burguesía actúen en el bando anti-fascista y, sobre todo, cuando la burguesía, en vez de mantenerse firme y unida en el bando de la contra-revolución, empuña la bandera democrática y se lanza a disputar la dirección del movimiento popular a las fuerzas revolucionarias.
65 – El PCS se guía ante estos problemas por las orientaciones siguientes:
a) Las posibilidades anti – fascistas de sectores o grupos de la burguesía deben indagarse y examinarse en concreto y ante su existencia real debe aplicarse una política regida por los principios que norman el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo; pudiendo concertarse alianzas y temporales tendientes al aislamiento total y el debilitamiento de los fascistas; ante la acción ya en desarrollo práctico de la burguesía o de una parte de la misma, en lucha por un gobierno democrático, debe buscarse o fortalecerse la unidad de las fuerzas revolucionarias, con vistas a un gran esfuerzo común por mantener firmemente en los hechos la dirección del movimiento popular. Al mismo tiempo, se debe concertar bajo los principios anteriormente mencionados, una alianza concreta y temporal con las fuerzas burguesas que se pronuncian por la democracia, con el fin de aislar y debilitar al enemigo principal;
En un caso como éste, las fuerzas revolucionarias unidas deben hacer lo que sea posible en las condiciones concretas, por adelantarse a descargar con las masas los golpes decisivos, y en todo caso, deben adoptar las medidas necesarias para asegurar la acción independiente del movimiento popular frente a un eventual gobierno o apertura bajo dirección burguesa, de manera de pasar a realizar una lucha decidida por el cumplimiento consecuente de las transformaciones democráticas anti-imperialistas, encaminando esta lucha a la toma del poder real, para consumar la revolución democrática-antiimperialista y marchar hacia el socialismo; y cualquier alianza con fuerzas burguesas debe concertarse sabiendo que se adquiere un aliado “que hay que vigilar como enemigo”, en el que no se debe confiar ycon el cual es necesario romper para luchar en su contra, cuando las condiciones para el triunfo de la revolución han madurado.
66 – En general, no existe en nuestro país un sector o grupo específico de la burguesía que este predeterminado a actuar en un sentido progresista, en virtud de un supuesto carácter “nacional”, o por ser “industrial”, o por cualquier condición con fuerza de obligatoriedad histórica. En EI Salvador, como país capitalista dependiente de desarrollo medio, no hay una “burguesía nacional¨ como en las antiguas colonias asiáticas o africanas y la burguesía industrial se encuentra penetrada profundamente por el capital imperialista.
Lo que si debe saberse es que durante el desarrollo de la revolución democrática, como una consecuencia de la crisis del sistema político de dominación tradicional que la situación revolucionaria precipita, puede ocurrir que algún sector o grupo de la burguesía empuñe una bandera democrática y frente a esa posibilidad configurada en concreto, o convertida en realidad, es que debe el proletariado revolucionario y su partido adoptar una actitud correspondiente, de neutralización o unidad de acción contra el enemigo principal.
67. Por lo que se refiere a la realización consecuente de las tareas anti- imperialista y a la transformación de la revolución democrática en revolución socialista, de antemano debemos saber que la burguesía en su conjunto se coloca, temprano o más tarde, en el bando de la contra-revolución, excepto casos aislados de individuos que, por fuerte influencia de las ideas revolucionarios pueden adoptar una conducta favorable incluso al socialismo.
CAPITULO II
VIAS DE LA REVOLUCION Y FORMAS DE LUCHA
1 – El problema principal de la Revolución Democrática Anti-imperialista (como de toda revolución) es la toma del poder, su defensa y consolidación. Las formas y métodos de lucha revolucionaria por el poder vienen determinados por los rasgos característicos de la lucha de clases, particularmente por la correlación concreta de las fuerzas internas, por las formas de dominación y el carácter de la acción que las clases dominantes y su Estado realizan contra el avance de las fuerzas revolucionarias, lo mismo que por el grado de organización y capacidad combativa del proletariado y demás fuerzas motrices de la revolución. La correlación de fuerzas internacional y las condiciones concretas exteriores que rodean el proceso revolucionario, influyen, y a veces incluso determinan, las modalidades y características de la lucha de clases interna, tanto para las fuerzas revolucionarias; como para la reacción.
2 – De lo anterior se desprende que las formas y métodos del proletariado revolucionario y sus aliados en la lucha por tomar el poder, no deben adoptarse de manera voluntarista y mecánica, sino atendiendo a la situación histórica concreta.
A la forma de lucha que asume el papel principal en la toma del poder, o sea aquella que pasa a primer plano para realizar la tarea decisiva de la revolución, denominamos vía de la revolución o vía de la toma del poder.
3 – Es necesario distinguir entre vía de la toma del poder y vía de desarrollo del proceso de lucha por la revolución. Con frecuencia, la lucha por la revolución se desarrolla utilizando, a lo largo de muchos años, formas de acción diferentes a la forma que finalmente reviste la toma del poder. En otros casos, en dependencia de la situación concreta de la lucha de clases en cada país, un determinado tipo de esas formas de lucha se convierte en la principal y dominante, durante períodos más o menos largos o incluso para todo el proceso de lucha hasta la toma del poder.
4 – Saber determinar cuál ha de ser la vía más probable de la toma del poder y los rasgos y tareas más importantes de la vía de desarrollo de todo el proceso de lucha por la revolución, son decisiones de importancia estratégica, que permiten al Partido preparar y conducir debidamente al proletariado y sus aliados hasta la victoria.
Al mismo tiempo que se determinan la vía más probable para la toma del poder y los rasgos y tareas generales del proceso de lucha por la revolución, el Partido debe siempre estar preparado a realizar con la mayor agilidad los cambios que sean necesarios; debe estar listo a pasar de una a otras formas de lucha, según lo requieran los cambios que puedan ocurrir en la situación. El leninismo, confirmado por toda experiencia revolucionaria mundial, nos ha enseñado que es un deber primordial prepararse para saber realizar todas las formas de lucha.
5 – Así, pues, tanto la cuestión de la vía para la toma del poder como la de de desarrollo del proceso revolucionario, están íntima y esencialmente vinculados a las formas de lucha y a su mutabilidad. Nuestro Partido debe por ello conocer y aplicar las orientaciones fundamentales de la teoría marxista-leninista acerca de las formas de lucha, como una condición indispensable para dominarlas y utilizarlas con acierto.
A-LAS FORMAS DE LA LUCHA DE CLASES.
6. El marxismo-leninismo enseña que, por su contenido, la lucha del proletariado es de tres tipos: económica, política e ideológica; que de ellas la principal y decisiva es la lucha política y lo que hace a esta revolucionaria es que tenga como objetivo la toma del poder por el proletariado.
La lucha económica que no adquiere un carácter político-revolucionario, de hecho ayuda a fortalecer y consolidar al capitalismo; la lucha ideológica desligada de la lucha política, se transforma en pura propaganda de ideas que no están al servicio de ningún plan revolucionario concreto y hasta puede devenir en distracción y pérdida de sentido práctico para el Partido y las masas.
Unir la lucha económica e ideológica a la lucha política revolucionaria, hacer de ésta la principal, aunque en modo alguno la única: tal es la orientación invariable que rige la promoción, combinación y coordinación de estos tres tipos fundamentales de la lucha de clases.
7. — Desde el punto de vista de su forma, la lucha de clases puede ser:
a) legal o ilegal
b) abierta o secreta; y
c) armada o no armada. Preferimos esta expresión a la de “violenta o pacífica”, porque opinamos que la lucha de clases revolucionaria bajo todas sus formas, es en esencia violenta, puesto que se dirige a quebrantar, destruir y sustituir el poder y el sistema social imperantes.
8.— La lucha armada es una variedad de la lucha política, es la “continuación de ésta por otros medios” y se sujeta a la dirección política; mientras que las formas no armadas de la lucha política son también formas de la violencia revolucionaria, independientemente del grado de agudeza con que ésta se ejerza.
9. — Desde el punto de vista de las modalidades específicas que reviste la lucha de clases en cada momento, no es posible hacer ninguna clasificación en tipos determinados, puesto que en ello se expresa la infinita e inagotable inventiva de las masas.
10. — El requisito indispensable que han de cumplir todas las formas y métodos de lucha que se utilicen, es el de incorporar a las masas populares, promoverlas a actuar, llevándolas a realizar su propia experiencia y a aprender de ella. Así promoviendo a las masas a luchar contra sus opresores y explotadores, y a medida que crece su experiencia y su conciencia, ellas pueden dar origen a procedimientos nuevos y diversos de defensa y ataque.
La violación de este principio convierte a la revolución en simple “complot” o ‘conjura” y la expone a graves derrotas; su cumplimiento, en cambio, asegura al Partido vínculos profundos y ramificados con las masas, posiciones políticas decisivas para actuar con ventaja, sea una u otra, en fin de cuentas, la vía que lleve la revolución al poder.
B-LA VIA DE LA TOMA DEL PODER EN EL SALVADOR
11. — Aun cuando la vía para la toma del poder depende, como ya se dijo, de la situación histórica concreta que impere cuando tal paso madure, se puede y se debe prever el curso probable de tales acontecimientos en El Salvador.
Partiendo del conocimiento de las formas de dominación que emplean la oligarquía y el imperialismo en nuestro país, teniendo en cuenta el tipo de Estado y los métodos de éste, que se expresan en la dictadura militar derechista iniciada hace cuarenta y ocho años, la cual siempre ha respondido con la represión sangrienta a los avances de los trabajadores y ha venido cerrando los canales de la lucha electoral y otras formas democráticas, nuestro Partido considera que la vía más probable de la revolución en nuestro país será la conquista del poder mediante la acción armada del proletariado y sus aliados.
12. — Los comunistas quisiéramos que los trabajadores y el pueblo salvadoreño en general pudieran obtener sus reivindicaciones económicas, las libertades y derechos democráticos, e incluso el poder, con el mínimo de sacrificios, sin pérdida de vidas; pero nosotros no podemos determinar que la revolución triunfe sin violencia armada. La responsabilidad por la violencia y por el grado de destrucción que ella ocasione, corresponde en nuestro país a las clases dominantes y su dictadura militar derechista; y ya han demostrado ser especialmente crueles y despiadadas. A nadie puede caber duda de que son capaces de asesinar a decenas de miles de salvadoreños para sostenerse en el poder, contra la voluntad de todo el pueblo. Ya lo hicieron en 1932, y lo están haciendo hoy mismo, desde que se inició en 1968 y, sobre todo, en 1971-72,1a brutal escalada de represión y corrupción, cada vez más desbordadas; que nuestro pueblo resiste tan heroicamente.
La violencia viene así impuesta desde arriba; debe enfrentarse y derrotarse o acatarse con resignada sumisión. La resignación y la sumisión no son virtudes revolucionarias, son claudicación, renuncia a la revolución, a la conquista de la democracia y el socialismo.
13. —La conclusión de que la vía más probable de la revolución en nuestro país será la conquista del poder por medio de la lucha armada, se ve también fuertemente apoyada por la marcha de la dialéctica de la región y la contra-revolución en América Latina y particularmente en Centroamérica.
Las experiencias de la contra-revolución en Guatemala desde 1954; en Brasil el año 1964, en Bolivia en 1971, en Uruguay y Chile en 1973; en Perú desde julio de 1976, en nuestro país el 28 de febrero y días siguientes de 1977 y, sobre todo, en Nicaragua desde septiembre de 1978 demuestran con meridiana claridad que el imperialismo, sus aliados y sirvientes en nuestros países, han recrudecido en vez de atenuar las formas y la crueldad de la contra-revolución, han desarrollado y agilizado la cooperación y coordinación entre las fuerzas contra-revolucionarias de nuestro continente y de éstas con las de otros continentes; se muestran capaces de utilizar las armas y procedimientos más destructivos propios de las guerras entre los Estados (como los bombardeos aéreos y la artillería contra las ciudades), con tal de impedir el triunfo de la causa democrática revolucionaria.
14. — Desde luego, nuestro Partido cambiaría esta posición en el momento en que surgiera una modificación suficiente de los términos actuales del enfrentamiento revolución-contrarrevolución y se abriera una probabilidad real de tomar el poder por vía no armada para las fuerzas revolucionarías.
Los comunistas, entonces, nos aferraríamos a esa posibilidad que coincidiendo con otros partidos hermanos, consideramos remota, sumamente improbable, pero también sumamente valiosa.
Esta definición es de principio, establecida por los fundadores nuestra doctrina y reiterada por los partidos comunistas del mundo entero. La Declaración de la Conferencia de Partidos Comunistas y Obreros de 1969, señala:
“La dureza y las formas de lucha en tales condiciones no dependerían tanto del proletariado como de la resistencia que los de círculos reaccionarios opongan a la voluntad de la inmensa mayoría del pueblo, del empleo de la violencia por esos círculos en una u otra etapa de la lucha por el socialismo”
15. — Nuestro Partido considera que la insurrección armada popular ha de ser la forma principal de la vía armada de la revolución en nuestro país.
Ello no descarta otras formas de la lucha armada; todo lo contrario, presupone la combinación y coordinación de todas las demás formas de la lucha armada con la insurrección, así como también la combinación y la coordinación de estas con la multiforme acción no armada de las masas trabajadoras y populares en general.
La insurrección armada es la forma superior de la lucha de clases del proletariado y sus aliados.
16. — La insurrección debe organizarse teniendo en cuenta ciertas reglas esenciales y realizarse en el momento en que las condiciones sean más favorables.
Lenin resumió así la orientación de los comunistas a este respecto:
“Para poder triunfar, la insurrección no debe apoyarse en una conjura, en un partido, sino en la clase avanzada. Esto, en primer lugar. En segundo lugar, la insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución ascensional, en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los aliados débiles, indecisos, a medias de la revolución”.
17. Para la conquista del poder no es suficiente que estén maduras las condiciones materiales que hacen posible la edificación de la sociedad socialista en nuestro país; es absolutamente indispensable que también maduren las condiciones para la revolución. Unas y otras condiciones son diferentes y ejercen una influencia también diferente en el curso del proceso histórico. Así, por ejemplo, en los EE.UU. y los demás países capitalistas desarrollados hace mucho tiempo que maduraron las condiciones o premisas para edificar el socialismo, pero las condiciones para la revolución socialista han sufrido retardamientos
18. Las condiciones para el triunfo de la revolución son de dos tipos: objetivas y subjetivas. Al momento en que maduran las condiciones objetivas lo llama el marxismo-leninismo “situación revolucionaria”. La situación revolucionaria es un momento pasajero, más o menos prolongado pero siempre transitorio.
Las condiciones subjetivas tienen que ver con la existencia, fuerza organizada, raíces y autoridad entre las masas, línea revolucionaria acertada y capacidad para aplicarla del Partido de vanguardia.
19. Así, pues, la insurrección ha de realizarse como una obra de las masas del proletariado y sus aliados, en el momento más favorable dentro de una situación revolucionaria, y contando con un alto desarrollo de las condiciones subjetivas.
Lenin definió así la situación revolucionaria, en su obra La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo:
“….para la revolución no basta con que las masas explotadas y oprimidas tengan conciencia de la imposibilidad de seguir viviendo como viven y exijan cambios; para la revolución es necesario que los explotadores no puedan seguir viviendo y gobernando como viven y gobiernan. Sólo cuando los de abajo no quieren y los ‘de arriba’ no pueden seguir viviendo a la antigua, sólo entonces puede triunfar la revolución. En otras palabras, esta verdad se expresa del modo siguiente: la revolución es imposible sin una crisis nacional general (que afecte a explotados y a explotadores). Por consiguiente para hacer la revolución hay que conseguir, en primer lugar, que la mayoría de los obreros (o, en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos, políticamente activos) comprenda a fondo la necesidad de la revolución y esté dispuesta a sacrificar la vida por ella; en segundo lugar, es preciso que las clases dirigentes atraviesen una crisis gubernamental, que arrastre a la política hasta a las masas más atrasadas (el síntoma de toda revolución verdadera es la decuplicación o centuplicación del número de hombres aptos para la lucha política pertenecientes a la masa trabajadora y oprimida, antes apática), que reduzca a la impotencia al gobierno y haga posible su rápido derrocamiento por los revolucionarios”.
20- Además de clasificar las condiciones para la revolución en objetivas y subjetivas, conviene también —a la luz de la concepción leninista expuesta atrás— distinguir las condiciones “de abajo” (“no querer seguir siendo gobernados y explotados como hasta ahora”) y aquellas “de arriba” (“no poder seguir gobernando y explotando como hasta ahora”), y cuidarse de no subestimar el papel de las segundas, hasta el punto de considerar que absolutamente todo —la victoria o el fracaso— depende sólo de las primeras; porque “los de arriba pueden hoy, más que antes, prorrogar su dominación: han aprendido mucho de la experiencia mundial, cuentan con un aparato administrativo, político y militar mejor organizado que en las décadas pasadas y con la asesoría y hasta la cooperación directa del imperialismo y de la reacción internacional en general.
Para derrotar a la reacción de hoy, aún en los países atrasados, se necesita una organización revolucionaria superior, más calidad en la dirección, mayor coordinación nacional e internacional en la lucha de “los de abajo”.
21.-La situación revolucionaria tiene un carácter objetivo, las condiciones y factores que la configuran son también objetivos, no pueden crearse a voluntad, pero sí puede facilitarse su desarrollo y maduración mediante la acción política de la vanguardia, guiada por una línea revolucionaria certera, trazada con un profundo conocimiento de la experiencia de la lucha de clases en nuestro país y aplicada con energía y agilidad
Especialmente se puede acelerar el desarrollo de las premisas objetivas político-organizativas y preparar así una eficaz acción del factor subjetivo, una vez que la situación revolucionaria estalle en el país.
22.-El desarrollo rápido y la acción eficaz del factor subjetivo, una vez iniciada la situación revolucionaria, depende decisivamente de la claridad, la capacidad de acción enérgica y, sobre todo, de la iniciativa revolucionaria del Partido del proletariado. De ello depende que éste sea o no en los hechos la vanguardia de la revolución
23. La insurrección debe prepararse seria y minuciosamente, jamás debe improvisarse. Nunca debe jugarse a la insurrección
La preparación de la insurrección armada exige la realización de siguientes tareas fundamentales:
a)Preparar política y anímicamente a las masas y al Partido, ganarlas para la idea de alzarse a la toma del poder.
Esta tarea no se logra confiando sólo en la agitación y la propaganda; el factor principal y determinante que permite ganar a las masas para la insurrección, consiste en llevarlas a realizar su propia experiencia en la lucha política y adquirir mediante ella la convicción de que las clases dominantes y el imperialismo no cederán el poder sin oponer una enconada resistencia, y que es preciso vencer esa resistencia y derrocarlos, que no caerán solos, no abandonarán su posesión del Estado por hecho de que la mayoría del pueblo exprese su voluntad en tal sentido. Sobre la base del avance de las masas en la adquisición de esta experiencia y convicción, es necesario promover a las masas a defender sus luchas de la agresión enemiga, poniendo en marcha así su educación para hacer uso de la lucha armada y comprender profundamente la necesidad de sacrificar incluso la vida por la revolución.
b)Preparar y organizar técnicamente la insurrección; es decir:
— crear los destacamentos militares revolucionarios clandestinos, templarlos y adiestrarlos en la acción práctica; o dicho de otro modo, construir y desarrollar las fuerzas armadas revolucionarias, incluso un verdadero ejército popular;
— ganar el apoyo al menos de una parte del ejército enemigo; y
— preparar un minucioso y detallado plan para el inicio y despliegue de la insurrección en el cual se consignen las tareas insurreccionales a realizar por las masas y aquellas específicas que han de cumplir el ejército revolucionario y los segmentos del ejército enemigo que se unan a la revolución, lo mismo que la combinación y coordinación de todas estas acciones.
24. — La lucha por ganar al Ejército (o una parte del mismo) para la revolución, debe ante todo apoyarse en la influencia que ejerce en sus filas la lucha de las masas trabajadoras y populares en general y, a la vez debe ganarse a las masas para realizar un trabajo consciente y activo en la lucha por el Ejército.
25. No puede excluirse que otras organizaciones revolucionarias se adelanten al Partido al configurarse una situación revolucionaria, si éste no se encuentra preparado, o no sabe orientarse y actuar con acierto e iniciativa y se muestra indeciso. El Partido y la JC tienen el deber ineludible de asegurar la esencia revolucionaria y la vanguardialidad de su lucha, de manera que puedan siempre estar a tono con la marcha hacia la revolución y actuar por ella resueltamente.
Tampoco puede descartarse que, si ni el Partido, ni ninguna otra organización actúan certeramente para conducir a las masas, la situación revolucionaria transcurra y se desenvuelva sin que haya revolución.
Puede haber, pues, situaciones revolucionarias con un desenlace victorioso y situaciones revolucionarias frustradas.
C— LA VIA DE DESARROLLO DEL PROCESO DE LUCHA POR LA REVOLUCION EN EL SALVADOR
26. La vía de la revolución así determinada como más probable por nuestro Partido, ha de ser la culminación de un multifacético proceso de lucha, durante el cual el proletariado y las demás fuerzas motrices de la revolución alcanzarán la experiencia, la organización y la conciencia política suficientes para estar preparadas a dar la batalla decisiva por el poder, cuando las condiciones lo permitan.
27. No obstante que no es posible predecir la táctica concreta y mucho menos las acciones específicas que han de realizarse a lo largo de todo el proceso de lucha por la revolución, sí es posible y necesario trazar las tareas principales, los rasgos generales de ese proceso, lo mismo que ciertas reglas que la táctica debe tener en cuenta.
28. Ante todo debe siempre estar claro que el proceso de lucha por la revolución presupone la combinación de todas las formas de lucha, incluidas las acciones armadas, en el grado y modalidades que la situación aconseje.
“El Marxismo —ha dicho Lenin— admite las formas más diversas de lucha; además no las ‘inventa’, sino que generaliza, organiza y hace conscientes las formas de la lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en el curso del movimiento.”
29. Combinar todas las formas de lucha no quiere decir utilizar mecánicamente siempre, en cada momento, en cada acción y obligatoriamente, una cuota de todas y cada una de dichas formas. Por lo general siempre el proceso destaca al primer plano una u otras formas como principales, asigna a otras un papel menos importante e incluso relega o suspende del todo algunas formas de lucha, por períodos que pueden cortos o largos.
He aquí los sabios consejos de Lenin a este respecto:
“En los diversos momentos de evolución económica, según las diferentes condiciones políticas, la cultura nacional, las costumbres etc., aparecen en primer plano distintas formas de lucha, que se hacen preponderantes y en relación con esto se modifican a su vez las formas de lucha secundarias, accesorias”.
¿Cuáles formas de lucha han de combinarse, cómo y en qué proporción ha de realizarse tal combinación? Este es un asunto a decidir por la táctica en cada momento, en cada acción, dependiendo del análisis de la situación concreta, del cálculo sobre la base de las condiciones existentes, etc. Es bien sabido que la táctica no se escribe para el futuro.
30. La experiencia de nuestro Partido enseña que en El Salvador la lucha de masas puede pasar muy rápidamente de una situación de receso y apatía a niveles —cuantitativa y cualitativamente— muy altos, y dar origen a verdaderos estallidos de la crisis política. El factor determinante de estos cambios básicos en la lucha de masas es la presencia de una motivación, que las impacte y ofrezca una posibilidad de acción política victoriosa.
La jornada de abril y mayo, el período mayo-octubre y la jornada.de diciembre de 1944; la lucha de septiembre-octubre de 1960 contra el gobierno de Lemus y la movilización de los 3 meses siguientes; las grandes huelgas de ANDES (1968 y 1971); las campañas electorales presidenciales: la de 1966-67 y el movimiento huelguístico obrero con ella entrelazado, que culminó con la “Huelga General Progresiva” del movimiento sindical unido, en abril de este último año; la de 1971-72, que culminó con el alzamiento militar del 25 de marzo y la de 1976-77, que culminó con la huelga política general progresiva y la toma por las masas de la Plaza Libertad y área céntrica de San Salvador, son algunos ejemplos destacados de esta característica de la lucha de masas en nuestro país.
30.1. — Los altos niveles de la lucha de masas en El Salvador tienden a ser de breve duración, muestran la tendencia a desvanecerse con cierta rapidez.
Influye para ello la falta de una amplia y ramificada red de organizaciones de masas, los errores o insuficiencias de la línea de las organizaciones que han encabezado las luchas y/o su falta de firmeza, pero también actúan ciertos rasgos —no suficientemente estudiados aún— de la sicología popular en nuestro país, particularmente el de que las masas esperan victorias rápidas y tienden a desilusionarse si ellas no llegan pronto.
Por eso, la dirección del movimiento revolucionario, además de los esfuerzos sistemáticos y permanentes por elevar el nivel orgánico de las masas y de educarlas en la disposición a la lucha larga y sostenida, debe también hacer planes que permitan aprovechar los momentos culminantes de la lucha de masas, de modo de alcanzar victorias concretas aunque no sean las decisivas y finales y, si las condiciones son maduras, planificar con audacia las batallas decisivas, procurando que sean de corta duración, atendiendo a los mencionados rasgos de la sicología popular.
30.2. — En nuestro país, excepto breves períodos, las formas abiertas y masivas de la lucha política predominan sobre las formas cerradas, clandestinas y de pequeños grupos; las masas comprenden mucho mejor las primeras que las segundas y se incorporan a ellas con cierta facilidad, siempre que se les abran vías accesibles de acción y se promuevan motivaciones influyentes.
Desde luego, la organización clandestina de nuestro Partido y de las demás fuerzas revolucionarias es una necesidad frente a la represión enemiga, pero ha de procurarse siempre promover y organizar las formas más amplias de la lucha de masas abierta, echando mano a todas las posibilidades.
30.3. — Tiene por eso mucha importancia, como lo hemos comprobado en la práctica, la combinación de las formas legales e ilegales de lucha. La experiencia indica que aun en los períodos de la más dura represión, existen posibilidades para realizar una u otras formas de la lucha legal.
Algunas formas de la lucha de hecho, simplemente no legales, e incluso ilegales, pero abiertas, como las huelgas o paros de hecho, han mostrado ser de una gran eficacia en la promoción de la lucha de masas.
Nuestro Partido, no da prioridad “por principio” a las formas legales, ni a las ilegales o de hecho, de la lucha de masas, sino que las utiliza separadas o combinadas, según lo requieran las condiciones y resulte más conveniente en cada momento. En las condiciones de nuestro país ha habido largos períodos en los que predominan objetivamente las posibilidades de la lucha en la esfera legal y otros en los que se impone la necesidad de impulsar la lucha de clases principalmente en la esfera ilegal.
30.4. — Nuestro Partido considera que no es el carácter ilegal o legal de las luchas lo que determina de por sí que se pueda o no educar revolucionariamente a las masas, como lo sostienen otras organizaciones revolucionarias. Lo que educa en este sentido a las masas es la orientación revolucionaria concreta que se imprime a cada lucha de masas, su acertada combinación con la lucha ideológica y política general y sobre todo, el que esa lucha permita hacer a las masas su propia experiencia, conocer en el curso de la misma la verdadera naturaleza de los enemigos, despojarse de ilusiones, lo cual las prepara a asimilar el punto de vista clasista revolucionario. Pero es indispensable, según nuestra experiencia, saber decidir correctamente el momento en que ha de virarse a la acción preponderante en la esfera legal y de esta a la ilegal. No realizar oportuna y ágilmente estos virajes es fuente segura de errores y tendencias ideológicas desviacionistas.
30.5.— Según nuestra experiencia, la utilización durante largos períodos únicamente de formas legales o ilegales de la lucha de masas, tiende a favorecer el aparecimiento en nuestras filas de corrientes oportunistas de derecha o de izquierda, respectivamente, las cuales se manifiestan especialmente en los momentos de viraje, obstaculizando e incluso frustrándolo. Estas tendencias erróneas suelen influir también sobre las organizaciones de masas que el Partido orienta, pero deben combatirse ante todo en las propias filas del Partido.
30.6. — Nuestro Partido, a pesar de estar sometido a la ilegalidad por las leyes burguesas y de funcionar en la clandestinidad, ha hecho una variada experiencia en organizar y dirigir diversas formas de la lucha legal. Especial importancia ha tenido en nuestro país la utilización de la lucha electoral. Para que esta lucha jugara un papel positivo en la revolucionarización de las masas, ha sido determinante la participación de nuestro Partido en la misma.
30.7.— Con la lucha electoral desde 1966 hasta 1977 pudo conseguirse o se ayudó a conseguir:
a) que las masas hicieran un decisivo aprendizaje político y la causa democrática anti-imperialista conquistara a la mayoría del pueblo, que nutridos sectores de éste se radicalizaran y asumieran un rol revolucionario;
b.- favorecer el proceso de viraje de la Iglesia Católica hacia una posición comprometida con las masas trabajadoras y el pueblo en general;
c) crear condiciones favorables al surgimiento de corrientes progresistas en el aparato civil y militar del Estado:
d) favorecer la lucha por la unidad del movimiento sindical y ayudar a debilitar la influencia de las agencias del imperialismo en éste y en el emergente movimiento de las masas del campo;
e) popularizar el programa de las transformaciones democráticas y antiimperialistas que nuestro país necesita;
f) facilitar grandes avances en el trabajo por el frente único democrático y enriquecer el campo de las fuerzas activas en la lucha por dicho programa;
g) alertar a tiempo a las grandes masas y a todas las fuerzas democráticas contra el peligro del fascismo y prepararlas para resistirlo;
h) polarizar el enfrentamiento político, debilitar la influencia de las clases dominantes y su régimen tiránico, desenmascararlos internacionalmente y atraer la solidaridad de otros pueblos; e
i) con todos estos logros, precipitar la crisis de la vieja dictadura militar derechista como sistema político de dominación.
30.8. — Los avances del movimiento popular convirtieron la lucha electoral en un instrumento de la causa democrática, arrebatándolo más y más a sus enemigos y por eso éstos se vieron arrinconados a la necesidad de corromper las elecciones, hasta quedar claro ante el pueblo salvadoreño que no es ésta una vía abierta para alcanzar el poder y realizar los profundos cambios estructurales y políticos por los que él lucha.
30.9. — Así, las elecciones en El Salvador agotaron para las masas mismas su valor estratégico, al menos mientras se mantenga en el poder la dictadura militar derechista, actualmente en proceso de fascistizacion; pero la lucha electoral conserva en principio un valor táctico. Participar o no en la lucha electoral es un asunto a decidir frente a cada momento concreto, evaluando su conveniencia o inconveniencia para adelantar en el cumplimiento de las tareas que tenemos planteadas en el proceso de lucha por la revolución.
30.10.— La lucha de clases en El Salvador ha dado confirmación a la reiterada experiencia internacional que indica: cada vez que las masas trabajadoras y populares en general consiguen realizar avances importantes en su organización, unidad o demandas reivindicativas y, más que todo, cada vez que el movimiento popular lanza una ofensiva generalizada de lucha política, las clases dominantes y su régimen lanzan un contra-ataque político y/o represivo, que busca anular tales avances, desarticular e incluso aplastar la ofensiva de las fuerzas populares y sus organizaciones.
Por no tomar en cuenta debidamente esta regularidad dialéctica de la revolución y la contrarrevolución, nuestro Partido y otras organizaciones revolucionarias hemos promovido batallas de masas en las que éstas se incorporaron con entusiasmo, pero terminaron sufriendo reveses, a veces severos.
30.11.— Así, pues, es una ley de la dirección táctica anticiparse a preparar con seriedad la acción que permitirá cortar, contrarrestar y —si las condiciones lo permitieran—incluso derrotar decisivamente el contraataque político y/o represivo del enemigo, cada vez que se lance una ofensiva o se consigan avances reales del movimiento popular; especialmente cuando se trate de las luchas del proletariado, los campesinos y sus aliados más cercanos o cuando se trate de ofensivas políticas generalizadas de las fuerzas democráticas y revolucionarias en conjunto.
Esta regla, que vale para las batallas y avances grandes, también vale para los pequeños combates parciales y/o locales, en los términos proporcionales correspondientes.
30.12. — La experiencia de la larga lucha de nuestro Partido indica que, como en todas partes, el proceso en conjunto de la lucha por la revolución pasa alternativamente por períodos de ascenso (o flujo) y de descenso, “bajón” (o reflujo). La táctica debe ser diferente en uno y otro período. La primera regla que debe cumplirse para trazar y aplicar una táctica acertada, consiste en lo siguiente: antes de formular un plan táctico debe estudiarse minuciosa y multifacéticamente la situación, incluyendo en ello el examen autocritico de nuestras actuaciones, con el objeto de determinar con la mayor claridad y certeza la o las causas, condiciones o motivaciones objetivas y subjetivas, económicas y políticas, que promueven el flujo o el reflujo y calcular sus probables alcances.
30.13. — La táctica durante el flujo tiene como objetivo fundamental lograr los mayores avances en el cumplimiento de las tareas principales del proceso de lucha por la revolución; llevar el flujo hasta sus niveles culminantes, sin permitir derrotas importantes contra las masas, fomentando su espíritu combativo, su disciplina y su ascenso a las posiciones de la conciencia revolucionaria, debilitando al máximo la influencia del enemigo.
30.14.— La táctica en el reflujo tiene como objetivo fundamental detener lo más pronto posible el “bajón” de las masas, sobre todo cuando las causas que lo determinan son más de carácter subjetivo que objetivo; impedir que las organizaciones de masas se desbanden o sufran daño profundo; defender la unidad del movimiento popular que en esos períodos es cuando está más amenazada; abrir la salida hacia un nuevo flujo, soldar las filas del Partido, elevar sus conocimientos, preparar sus cuadros y organismos, para hacer un trabajo más extenso y de mayor calidad en el flujo venidero.
30.15. — Cuanto más ramificada y sólida es la organización de las masas, cuanto más profundos son los vínculos del Partido y más elevado es su prestigio entre ellas, más prolongados y fructíferos tienden a ser los flujos y menos profundos y duraderos los reflujos. El factor subjetivo de una táctica correcta, de una actividad organizativa intensa y eficaz, puede, pues, incluso atenuar considerablemente la influencia de los factores objetivos que empujan hacia el reflujo.
30.16. — Continuar actuando con una táctica de flujo cuando las masas han entrado ya en reflujo, expone a reveses que pueden ser muy destructivos. Continuar con una táctica propia del reflujo cuando las masas han entrado en flujo, expone a que la vanguardia quede a la zaga de los acontecimientos, a que otros ocupen el lugar de vanguardia o/y que las masas actúen libradas a su suerte, sin dirección eficaz y hasta sin ninguna dirección o plan, facilitándose así la victoria del contra-ataque enemigo, la derrota profunda y el aplazamiento quizá muy duradero de la lucha por la revolución.
30.17. — Cuestión de una importancia difícil de exagerar durante el proceso de lucha por la revolución es la de saber determinar cuándo se ha agotado por las masas una determinada fase de su aprendizaje y de su lucha y se hace necesario pasar a una fase superior, elevando así sucesivamente el proceso de lucha por la revolución hasta su final victorioso.
Esta es ante todo responsabilidad del Partido Comunista y comprende dos tareas:
a) analizar y evaluar constantemente el proceso, conocer a fondo sus debilidades y fortalezas, las causas que las determinan; influir sobre el mismo con medidas concretas que permitan superar las debilidades y avanzar sólidamente ; y
b) elaborar con anticipación el plan que permitirá pasar el proceso de lucha a una fase superior y organizar a tiempo los fundamentos orgánicos y técnicos, los cuadros y recursos del Partido, que permitirán poner en marcha ese plan, llegado el momento oportuno.
30.18. — Nuestra experiencia y la de otros Partidos Comunistas, indica que el abandono de ésta obligación esencial puede conducir a graves errores de derecha y que abordarla con superficialidad y voluntarismo, menospreciando el estudio riguroso de la situación objetiva e improvisando los planes y recursos, conduce a graves errores de aventurerismo izquierdista. Ambos tipos de error pueden dividir al Partido y al movimiento popular y causarles otros efectos sumamente nocivos.
30.19.— La experiencia de nuestro Partido y de la lucha de clases en general en El Salvador, confirma la experiencia internacional de que los sentimientos y creencias religiosas de las masas deben ser respetadas, que se puede y se debe unir a las masas creyentes tras los objetivos de la revolución. Es necesario combatir las posiciones reaccionarias que procuran servirse de la fe religiosa para propagar el anticomunismo y dividir a las masas, pero debe estar absolutamente claro que no forma parte integrante del proceso de lucha por la revolución el combatir las creencias religiosas mismas y ganar a las masas para el ateísmo.
La tarea de dar a las masas una conciencia científica del universo es un problema a resolver a un plazo sumamente largo, que abarca la construcción y despliegue de la sociedad socialista e incluso quizá alguna parte de la sociedad comunista. Además, los métodos para resolver este problema son ajenos a cualquier hostilidad hacia los creyentes y sus iglesias.
31. — Las tareas principales a lo largo del proceso de lucha por la revolución democrática anti-imperialista, son las siguientes:
a) Construir una ramificada, extensa y firme red de organizaciones de masas: es decir, el “ejército político de la revolución”.
b) Conquistar la dirección del movimiento revolucionario por el proletariado y su Partido.
c) Construir las fuerzas armadas revolucionarias.
d) Forjar y consolidar la alianza obrero-campesina.
e) Construir el frente único de las Fuerzas democráticas antiimperialistas y antifascistas.
f) Ganar al menos una parte del ejército para la revolución.
32. — Entre todas estas tareas hay una inter-relación dialéctica, se determinan unas a otras; pero el punto de arranque, lo que permite el surgimiento de condiciones favorables para cumplirlas bien, es la promoción y organización de las grandes masas trabajadoras.
Al realizar dicha promoción y organización, los comunistas debemos actuar partiendo del punto de vista de las masas, de sus opiniones, de su nivel de conciencia y experiencia; debemos por tanto ser sumamente flexibles en este trabajo. Pero al mismo tiempo debemos realizarlo con vistas a elevar, paso a paso la conciencia, la organización y la combatividad de las masas, hasta el nivel revolucionario. Este y no otro son el objetivo y la razón de ser de nuestra flexibilidad. Sin este propósito y sin realizarlo, la flexibilidad se convierte en seguidismo y postración ante el espontaneismo de las masas, en “economismo”, en ayuda a las clases dominantes y su régimen a mantener y defender el capitalismo.
32.1. — Con el fin de organizar a la mayoría de las masas, se hace necesario impulsar la formación de diversos tipos de organización.
Cierto tipo de organizaciones, como los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones campesinas y otras similares, presuponen un cierto desarrollo de conciencia clasista y política. Estas organizaciones no pueden por eso abarcar a la mayoría.
Por lo dicho anteriormente, se hace necesario formar también organizaciones más amplias; es decir, con menor matiz político o clasista, incluso sin ningún matiz de éstos, como las asociaciones pro mejoramiento comunal, las cooperativas de diverso tipo, los clubs deportivos, los grupos culturales, etc., etc.
Paso a paso y sin violar el consenso de sus miembros, en la medida que lo va permitiendo y facilitando el proceso general de la lucha política de masas y el ahondamiento de la crisis de la dominación enemiga, es necesario y posible promover a estas organizaciones amplias a desempeñar un rol político revolucionario, sin desorganizarlas ni cambiar el cometido alrededor del cual se formaron.
32.2. — Dentro de las propias organizaciones con matiz político y/o clasista, hay también grados diversos; los partidos y otras agrupaciones de naturaleza política declarada, son bastante distintos a los sindicatos y otras agrupaciones para el mejoramiento económico y las condiciones sociales de sus miembros.
En estas últimas se agrupan elementos con distinta posición política, muchos de ellos son miembros de partidos políticos distintos, poseen diversas creencias religiosas, etc. El trabajo por su elevación política hasta el nivel de la conciencia y la práctica revolucionaria, debe realizarse sin violar el consenso básico que da vida a tales organizaciones (el común interés económico, educativo, sanitario, profesional, etc.); por el contrario, ha de realizarse apoyándose firmemente en dicho consenso y ha de avanzarse paso a paso hacia su revolucionarización, tomando en cuenta las condiciones y características de los asociados y el desarrollo general de la lucha por la democracia y la revolución en nuestro país, la influencia de la lucha de otros pueblos, etc.
33. — A lo largo del proceso de lucha por la revolución democrática antiimperialista, tiene una gran importancia la lucha por conquistar los derechos y libertades democráticas.
En las condiciones de nuestro país la lucha por la democracia encierra una perspectiva revolucionaria, más que una perspectiva reformista. En El Salvador ha imperado casi siempre —y en los últimos 47 años prácticamente sin interrupciones duraderas— un sistema político autoritario, donde la democracia burguesa no ha sido tradición, ni ha configurado un Estado y una organización civil correspondientes; de ahí que la lucha por tales derechos y libertades es una necesidad muy sentida por las masas; pero al mismo tiempo, es en extremo difícil que tal lucha dé origen a un proceso evolutivo sostenido y gradual de democratización que llegue a reorganizar paulatinamente al Estado, ya que la máquina estatal de la dictadura militar derechista y el recalcitrante carácter reaccionario de las clases dominantes, históricamente formados, se oponen de un modo tajante a un proceso consecuente de este tipo. Así, la conquista de la democracia surge como una tarea que solo puede realizarse por vía revolucionaria.
La lucha por los derechos y libertades democráticos con frecuencia ha conducido por eso en nuestro país a la agudización del enfrentamiento político, a su rápida polarización y a estallidos de la crisis política que, a veces, han acarreado incluso la división de la fuerza armada, golpes de estado y aperturas democráticas temporales y restringidas.
El derrocamiento del gobierno del general Hernández Martínez, del general Castaneda Castro y del coronel Lemus, originaron gobiernos aperturistas; la sostenida lucha de masas desde 1958, que tuvo un punto culminante en el derrocamiento del coronel Lemus (octubre de 1960) condujo en 1963-1964 junto con la influencia de ciertos factores internacionales, a una apertura democrática bajo el gobierno presidido por el coronel Rivera. Aquella apertura dio sus primeras muestras de agotamientos a comienzos 1967 cuando fue reprimida la campaña electoral presidencial del Dr. Fabio Castillo y, luego, cancelada la legalidad del Partido Acción Renovadora (PAR) que lo postuló.
33.1.- la experiencia en nuestro país demuestra que tales aperturas han sido una conquista de la lucha popular y aportaron condiciones favorables para avanzar en la organización y elevación de la conciencia política de las masas. La experiencia enseña, asímismo, que ante cada apertura democrática se han desencadenado el contra ataque de la reacción mediante el cual ha logrado clausurarlas todas hasta hoy ya sea de un modo gradual, como el cierre que siguió al derrocamiento del general Castaneda Castro y la promulgación de la constitución de 1950 , o el que siguió al establecimiento de la representación proporcional en la Asamblea Legislativas en 1963, o de un modo brusco, como ocurrió tras el golpe cuartelario de Osmín Aguirre en 1944, o tras el golpe de 25 de enero de 1961.
33.2.- nuestro partido no se propone como objetivo central el logro de aperturas democráticas, si no conducir al proletariado y sus aliados a realizar la Revolución Democrática. Anti-imperialista y a su continuación consecuentemente en el socialismo. Pero impulsa decididamente la lucha por la defensa y conquista de los derechos y libertades democráticas no solo por su significación de principio, si no por su potencialidad revolucionaria.
Al mismo tiempo, nuestro partido no ilusiona a las masas con las ¨aperturas ¨ si no que utiliza estas para clarificar y extender entre ellas la convicción, la decisión y la organización necesarias para avanzar hacia la meta revolucionaria de la toma del poder y la realización consiguiente del programa de las transformaciones democrático anti-imperialistas.
33.3.- teniendo en cuenta la experiencia histórica nacional, nuestro parido sabe que debe organizarse la defensa firme y resueltas de las conquistas democráticas alcanzadas, por medio de la acción más extensa y combatida de las masas y que la victoria popular en tal batalla, es decir la derrota del intento de la reacción de reimponer el cierre, puede devenir en un gran paso de aproximación a la revolución.
33.4.- Menospreciar estas luchas democráticas y sus posibilidades revolucionarias es un grave error que refleja falta de conocimiento de la realidad de la lucha de clases en nuestro país, ignorancia de la teoría marxista leninista y de la experiencia internacional
33.5.- en las condiciones actuales, en las que ha avanzado ya decisivamente el proceso de conversión de la dictadura militar derechista tradicional en dictadura fascista moderna, la lucha por la defensa y conquista de las libertades y derechos democráticos tiene una gran significación para adelantar el proceso de lucha por revolución. Incluso no se puede descartar que la revolución democrática anti imperialistas se realice en su primer paso como una ¨revolución antifascista ¨
Una ¨revolución antifascista ¨ puede, desde luego, no conducir ni a la revolución democrática anti imperialista ni al socialismo pero es sin duda otra forma de aproximarse a ella.
Tal tipo de experiencia se ha vivido en otros países, los casos más recientes fueron los de Portugal y Grecia en 1975, Irán a comienzos 1979.
34.- Centroamérica es un área de significación estratégica del imperialismo el cual ha promovido la integración de sus Fuerzas Armadas en el Consejo de Defensa Centroamérica (CONDECA), bajo la batuta del Comando Sur de los Estados Unidos. Cada una de las fuerzas armadas de los países centroamericanos, se encuentra mediatizada e influidas por las ¨misiones militares¨ norteamericanas y penetradas por redes de agentes de la CIA. De este modo, el imperialismo se ha asegurado cierta homogenización del sistema político de nuestros países, bajo pautas fascistizantes; lo mismo que una estrecha cooperación represiva y una acción contrarrevolucionaria coordinada, descubierta o abiertas entre los regímenes más reaccionarios del área, cada vez que la ola de lucha por la revolución se eleva en cualquiera de nuestros países.
Incluso costa rica, cuyas tradiciones democráticas-burguesas son antiguas, está sufriendo fuertes presiones políticas externas y manipulaciones militaristas en su Guardia Civil para forzarla a alinearse bajo esta mancomunidad de las tiranías. Desde luego, sigue siendo grande la diferencia de su sistema político con el del resto de Centroamérica, y muy fuerte la resistencia ante dichas presiones.
34.1.- por otra parte, la penetración o ¨interiorización¨ crecientes de los monopolios transnacionales y del capital de préstamos de los Estados Unidos en Centroamérica ha configurado un proceso y nexos de integración económica, lo mismo que h inducido un curso más o menos homogéneo del desarrollo capitalista bajo la creciente dependencia del imperialismo yanqui.
34.2 Sobre tales bases se procesa una crisis estructural similar en todos los países centroamericanos y la crisis política adquiere así mismo grandes similitudes, se asemejan los rasgos característicos de la lucha de clases e incluso las modalidades de la acción.
34.3.-Centroamerica, con un común origen histórico y un entrelazado e interdependiente proceso político desde la independencia de España, tiene hoy también un enemigo común para sus pueblos, enfrentan estos una contrarrevolución cada vez más coordinada bajo la batuta de este enemigo.
Todo ello hace posible y al mismo tiempo necesario una cooperación estrecha e incluso la coordinación relativa, especialmente en algunas esferas de la acción política, de los procesos de la lucha de la revolución en los países centroamericanos.
34.4.- El Partido Comunista de El Salvador se pronuncia decisivamente a favor de este acercamiento, cooperación y coordinación, de los partidos comunistas y obreros de Centro América entre si y de estos con todas las organizaciones revolucionarias y democráticas del istmo. Nuestro parido hará todo lo que pueda para poder conseguirlo.
Los recientes sucesos de Nicaragua se han encargado de subrayar con una claridad meridiana estas posibilidades y necesidades urgentes.
34.5.- Entre nuestros países y sus respectivos procesos económicos-sociales y políticos median también ciertas diferenciaciones: poseen disparidades en su desarrollo, peculiaridades y contradicciones inter-estales a veces agudas.
De ahí que la maduración de la condiciones para la revolución muestre también disparidades que deben tomarse en cuenta sin falta, al trazar la estrategia y la táctica y utilizar la diversas formas de luchas, al formular la política de alianzas y aprovechar las oportunidades y motivaciones capases de movilizar a las grandes masas.
34.6.- Por eso, elevar a formas supremas la práctica del internacionalismo proletario, estrechar la cooperación y organizar la coordinación entre los movimientos revolucionarios y democráticos de los pueblos centroamericanos, no significa de modo alguno realizar la revolución de un modo simultáneo y bajo iguales bajo modalidades del proceso.
34.7.- El Partido Comunista de El Salvador, al mismo tiempo que esta decididamente a favor de la cooperación más estrecha y de la coordinación, en todo lo posible, entre las fuerzas revolucionarias y democráticas centroamericanas, rechaza por errónea y conducentes a severos reveses, la condición uniformista y simultaneista de la revolución centroamericana, sustentada, bajo una u otra forma, por otras organizaciones de izquierda de la región.

CAPITULO III
LA CONQUISTA DE LA DIRECCION DE LA REVOLUCION DEMOCRATICA ANTI-IMPERIALISTA POR EL PROLETARADO Y SU PARTIDO

A.- Orientaciones generales
1.- La dirección del proletariado y su Partido de la revolución democrática anti-imperialista es la principal y decisiva garantía de su victoria y realización consecuente, de su defensa imbatible frente a la contrarrevolución y de su avance firme hacia el socialismo. Por consiguiente, conquistar dicha dirección es un objetivo de importancia estratégica.
2.- Para lograr este objetivo estratégico, es necesario guiarse por un conjunto de orientaciones, cuya realización práctica sea capaz de originar una correlación de fuerzas y un prestigio ampliamente favorable al proletariado y su Partido en el seno de las fuerzas motrices de la Revolución Democrática Anti-imperialista.
De acuerdo a la experiencia internacional, dichas orientaciones son las siguientes:
A.- revolucionalizar, organizar y unir al proletariado
b.- ganar a las masas del campo (proletariado agropecuario y campesinos) para la revolución, atraerlas a una firme alianza con la clase obrera y aceptar la dirección de esta, logrando así que el movimiento obrero y el movimiento de las masas rurales sean en conjunto la fuerza revolucionaria ampliamente mayoritaria, ¨el grueso de las fuerzas de la revolución ¨ según la expresión vietnamita;
c.- el proletariado y su Partido deben adelantarse a tomar firmemente en sus manos la bandera democrática, sin dejar que la burguesía tome la iniciativa y se aproveche de estas banderas: y
d.- desarrollar al Partido del proletariado, mantener y reforzar su carácter revolucionario de vanguardia con una elevada organización, una disciplina férrea y profundamente vinculado a las masas
3.- A fin de revolucionalizar, organizar y unir al proletariado, es necesario realizar fundamentalmente las tareas siguientes:
a.- trabajar sistemáticamente por llevar a las masas proletarias de dentro y de fuera de los sindicatos a la acción política, desarrollar en sus filas una intensa agitación y propaganda política y forjar así entre ellas la más difundida conciencia revolucionaria.
b.- desarrollar cuantitativas y cualitativamente la organización sindical; unificar sus filas derrotando las tendencias y maniobras divisionistas, de cualquier matiz; y
c.- combatir intransigentemente, en el terreno ideológico, las diversas manifestaciones de la influencia burguesa y pequeño-burguesa en el movimiento obrero: el “economismo” y el “izquierdismo”.
4.- A fin de ganar las masas del campo para la revolución, atraerlas a una alianza firme con la clase obrera y aceptar la dirección de esta y de su Partido, es necesario
a.- que el partido se guie por una línea acertada frente al problema agrario;
b.-que el partido penetre profundamente en el campo y promueva a los obreros organizados y políticamente conscientes a participar de un modo directo en la promoción y orientación de las masas del campo, en su organización y sus luchas
c.- que el partido eduque a las masas del campo en los principios y la práctica de la solidaridad internacional; y
d.- que el Partido coordine, en todas las circunstancias y fases de la lucha por la revolución, el movimiento obrero con el movimiento de las masas de campo,
5.- Para adelantarse a tomar las banderas democráticas no basta hacerlo en la propaganda; es indispensable realizar las orientaciones y tareas políticas siguientes:
a.- tomar la iniciativa en cada momento para realizar las acciones políticas concretas de masas en defensa o por la conquistas de las libertades y derechos democráticos;
b.- luchar firme y sistemáticamente en lo ideológico contra las tendencias de la burguesía y la pequeña burguesía y su influencia en el movimiento popular; y
c.- cumplir activamente y bien el trabajo por el frente único y el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo; coordinando acertadamente el interés de clase del proletariado con los intereses de las demás fuerzas motrices de la revolución.
B- Revolucionarizar, Organizar y Unir al Proletariado
6.- El proceso determinante de la elevación del proletariado al nivel de la conciencia revolucionaria socialista, es decir de su elevación de “clase en sí” a “clase para sí” consiste en la más extensa politización de los cientos de miles de hombres y mujeres que lo componen en nuestro país, para lo cual es necesario promover sus más extensas y activa lucha política.
6.1- Considerando su contenido fundamental y su esencia, dos son las concepciones de la lucha política del proletariado; aunque desde un punto de vista concreto y práctico ellas asumen diversas variantes y matices:
a- Una de estas concepciones limita la lucha del proletariado al campo estrecho de las relaciones obrero-patronales, por conquistar mejores salarios, prestaciones sociales, condiciones de trabajo, mejores leyes laborales y sociales.
Dicho de otra forma esta orientación limita la lucha del proletariado al objetivo de conquistar un mejoramiento de los términos de la venta de su fuerza de trabajo a los capitalistas y al mejoramiento de las condiciones en que el trabajo se realiza.
Esta lucha cuando se hace bien, puede reportar cierto mejoramiento, ciertas ventajas a los trabajadores, pero jamás conduce por si misma a poner fin a la compra-venta de la fuerza de trabajo, es decir, a liquidar la explotación del capital sobre el trabajo asalariado, a liquidar el capitalismo como sistema económico, social y político erigido sobre la base de dicha explotación.
A esta orientación es a la que el leninismo bautizo, con el nombre de “economismo” (también llamado por algunos “economicismo”)
b- La otra concepción de la lucha del proletariado, impulsa a éste a realizarlo principalmente en el terreno alto del conjunto de todas las relaciones entre las clases sociales y de estas con el Estado, conduce al proletariado a unir en derredor suyos a los campesinos y demás fuerzas sociales progresistas para tomar el poder y reorganizar radicalmente a la sociedad, liquidar el capitalismo y construir el socialismo; subordina a estos objetivos supremos todas las luchas de reivindicaciones inmediatas de los trabajadores
Esta es la orientación marxista- leninista de la lucha política del proletariado.
6.2- la lucha limitada a la esfera de las relaciones obrero-patronales y la legislación respectiva es a la que el proletariado tiende espontáneamente, por su propio impulso, librado a su propia suerte. Los economistas se colocan detrás de esta tendencia espontanea, embellecen con todo tipo de frase, presentándola como “la lucha auténticamente obrera” “clasista,” etc.
Pero la tendencia espontanea de la lucha del proletariado a lo más que puede llegar es a obtener reformas que mejoren relativamente la situación de la trabajadores dentro del capitalismo, bajo la explotación de los capitalistas.
Y aunque es cierto que los capitalistas se oponen por lo general a conceder tales mejorías y reformas, una vez logradas la utilizan sin falta para embellecer con su propaganda al sistema capitalista y para confundir a las masas proletarias y trabajadores en general, apartándolas del camino que pueda conducirlas a la revolución y el socialismo.
6.3- Está claro, pues, que el economismo no es la orientación “obrera” “clasista” , “auténticamente proletaria” sino, todo, lo contrario es la forma principal de la influencia de la burguesía sobre el proletariado; es la política burguesa en el movimiento obrero. Quienes impulsan el economismo traicionan al proletariado, hacen más gruesas y sólidas las cadenas que lo someten a la esclavitud capitalista.
6.4- Llevar a las masas proletarias y trabajadoras en general a la lucha política revolucionaria es una tarea que debe realizarse rompiendo su tendencia espontanea, “desde fuera” de las relaciones obrero patronales.
Es cierto que la lucha política del proletariado y demás trabajadores se realiza durante algunos periodos sobre la base de su lucha económica, pero ello no significa que siempre, obligatoriamente, deba ser así, o que la lucha económica sea una especie de primer paso indispensable, o primera instancia obligatoria, tras la cual y solo tras la cual, pueda venir la lucha política.
La experiencia de la lucha política en nuestro país a confirmado plenamente la tesis leninista de que la lucha política puede ser el primer paso para cientos de miles de trabajadores, incluso no sindicalizados y, que la lucha política es no solo la más decisiva, sino también la que más ampliamente moviliza a las masas.
Cualquier tentativa de delegar obligatoriamente la lucha política y los intereses políticos del proletariado a un segundo plano, a un segundo o tercer paso o instancia, es una forma de economismo.
Estas son las dos políticas fundamentales que se disputan la conducción del movimiento obrero: el economismo, expresión de los intereses de la burguesía y el capitalismo, y la política marxista leninista, expresión de los esenciales intereses del proletariado y el socialismo.
6.5- Sin embargo, el movimiento obrero tratan de influir también diversas variedades de la política izquierdista, que son en esencia la expresión de los intereses y la ideología de los diversos sectores de la pequeña burguesía. Los izquierdistas hablan en el nombre del marxismo- leninismo, pero en los hechos aplican una orientación esquemática, mecánica y simplista, según la cual únicamente existen dos clases sociales: “ricos” “pobres” que para ello son lo mismo que, “explotadores y explotados “o lo mismo que “burguesía y proletariado.”
Partiendo de esta vulgarización de la ciencia marxista-leninista, los izquierdistas reducen la lucha de las clases al enfrentamiento de “clase contra clase” de “ricos contra pobres” y consideran que la forma “más profunda”, “clasista” y “revolucionaria” de tal enfrentamiento es la lucha económica y /o el terrorismo dirigido contra los intereses económicos de los ricos.
Los izquierdistas, a pesar de que postulan la lucha por el socialismo y de que hablan de la necesidad en abstracto de lucha política, desprecian o minimizan las distintas manifestaciones de la lucha política concreta, incluso consideran que estas son únicamente propias de la burguesía, por lo que toda participación del proletariado en las mismas lo “conduce inevitablemente a marchar a la cola de la burguesía “. etc. De allí su “posición de principio” contra la participación en las elecciones, en la lucha parlamentaria y en la lucha general a no ser que se luche por leyes que plasmen reivindicaciones económicas de las masas trabajadoras.
Así, pues, aunque parezca ilógico, el izquierdismo coincide con el economismo, ambos, aunque actúan con distintos métodos y formas de lucha, glorifican la reducción de la lucha a la estrecha esferas de la relaciones económica de las clases y de hecho glorifican la tendencia espontanea del movimiento obrero.
6.6- Desde luego, organizar e impulsar la lucha por reivindicaciones económicas, por reformas jurídicas y sociales, no es de por sí economismo, siempre ha sido parte del trabajo de los comunistas y debe seguirlo siendo; pero esta lucha tratamos de dirigirla no solo para reclamar concesiones y reformas, sino también para:
a.- llevar a los trabajadores a comprender por su propia experiencia la naturaleza reaccionaria del gobierno, su condición de instrumento de la gran burguesía, los terratenientes y el imperialismo, el carácter profundamente anti-democrático, autoritario y arbitrario de sus métodos;
b.- incorporar nuevos contingentes de trabajadores a la lucha activa;
c.- elevar la combatividad y templar el espíritu revolucionario de las masas trabajadoras; y
d.- poner a prueba a un gran número de elementos avanzados de las masas, poner a prueba, templar y desarrollar al propio Partido.
Todo ellos lo hacemos desembocar los comunistas en la lucha por instaurar un poder revolucionario, que asegure la democracia para el pueblo y, en definitiva, la instauración de la dictadura del proletariado y la reorganización socialista de la sociedad. Los comunistas subordinamos así la lucha por las demandas económicas y por las reformas a la lucha por la democracia y el socialismo.
6.7 Desarrollar la lucha política del proletariado y los trabajadores en general, exige:
a- realizar una activa y ágil denuncia de todas las arbitrariedades del régimen y no solo de aquellas que van dirigidas contra los proletariados sino, también de las arbitrariedades que afectan a las demás clases y capas, imprimiendo a esas denuncias un enfoque revolucionario, es decir apuntando las causas y objetivos clasistas reaccionarios que motivan tales arbitrariedades y levantando frente a las mismas los objetivos democráticos y socialistas.
Las denuncias y la agitación alrededor de ellas no deben reducirse a los conflictos obreros-patronales, a los problemas y demandas económicas, si no que principalmente han de ser el centro de nuestra agitación las denuncias políticas: la violación de los derechos humanos individuales y sociales, etc.;
b.- organizar e impulsar sistemáticamente la acción política practica de las grandes masas proletarias y trabajadoras en general, vinculando los siguientes objetivos inmediatos con la necesidad de avanzar hacia la lucha decisiva por la conquista revolucionaria del poder.
c.- realizar en la práctica una acertada combinación de las diversas formas de lucha, preparar ideológica y organizadamente a las masas para pasar a las formas superiores.
d.- realizar una amplia y sistemática difusión en las filas de los proletariados de las ideas del socialismo científico, de la necesidad de la revolución democrática anti-imperialista y de su programa y de los nexos de esta con la revolución socialista,
6.8 la tarea de llevar al proletariado a la lucha política” desde afuera” de la relación obrero patronal es en esencia, para nuestro Partido, el trabajo por unir su táctica, su línea general y el socialismo científico al movimiento obrero.
El Partido Comunista sin el movimiento obrero en extremo débil, inofensivo para la burguesía y el imperialismo, no puede dirigir el proceso de lucha por la revolución, ni encabezar esta. El movimiento obrero sin el partido marxista-leninista de vanguardia, es un movimiento a lo sumo reformista, un pilar de sostén de capitalismo.
7.- Los sindicatos son organizaciones surgidas históricamente para la lucha económica del proletariado; aparecieron antes que el socialismo científico y el movimiento comunista. Los sindicatos son la expresión orgánica de la tendencia espontanea de la lucha de clases del proletariado.
El movimiento sindical lleva en sí, por eso, la tendencia al economismo y si no se realiza en ellos una labor verdaderamente comunista, los sindicatos engendran economismo cotidianamente.
7.1- Los sindicatos agrupan a los trabajadores en base a su común interés en mejorar el salario, las condiciones de trabajo, las condiciones de vida, en general y la legislación social, aunque sus integrantes posean distintas creencias religiosas, filiación partidista o ideológica política.
En otras palabras, los sindicatos agrupan los trabajadores “dentro” de la relación obrero patronal.
Si los sindicatos dejan de luchar por dicho interés comunes, tienden a debilitarse a liquidarse o dividirse
7.2- Teniendo en cuenta la naturaleza de los sindicatos como organizaciones para la lucha económica, el trabajo comunistas dentro de los mismos debe realizarse sin violar el consenso que une a sus miembros, los comunistas deben fomentar, organizar cada vez mejor y dirigir la lucha económica, pero al mismo tiempo han de realizar una intensa y sistemática agitación y propaganda política, tanto como sobre la base de los intereses económicos y las luchas económicas, como la que no tiene base en ella sino en los intereses comunes de todo el pueblo frente al régimen de opresión, por la democracia y el socialismo.
7.3.- Nunca exigiremos los comunistas que todos los miembros de los sindicatos acepten y apoyen nuestra política como un requisito para pertenecer a estas organizaciones o para que estas asuman con firmeza la defensa de sus intereses en la relación obrero-patronal, pero jamás dejaremos de hacer nuestra agitación y propaganda política revolucionaria, comunista; jamás dejaremos de educar a los trabajadores en la idea correcta que los intereses políticos del proletariado y sus aliados están por encima de sus intereses económicos inmediatos, ni dejaremos de trabajar por llevar a los trabajadores sindicalizados a la acción política, a la lucha política por la democracia y el socialismo.
7.4-Estas orientaciones de ningún modo deben confundirse con la “neutralidad de los sindicatos” preconizadas por los economistas y reformistas en general, junto a todos los elementos reaccionarios en el movimiento sindical.
Los comunistas en los sindicatos procuramos mantener el consenso interno que une a sus miembros, el respeto de la democracia que rige el funcionamiento de estas organizaciones, respetamos el pluralismo ideológico y la diversa militancia política que hay en sus filas, pero al mismo tiempo hacemos el trabajo más esforzado y sistemático por ganar a las posiciones de la política comunista a la gran mayoría de los trabadores sindicalizados. A tono con nuestros progresos en esta dirección, hacemos que los sindicatos y sus conglomerados federales o confederales adopten esta política como suya.
Para los comunistas los sindicatos deben llegar a ser “correas de transmisión” entre el Partido y las grandes masas trabajadoras sin Partido.
7.5- En las condiciones de nuestro país se presentan casos en los que la lucha política entra en conflicto con la legalidad de los sindicatos, o estos se encuentran en una dirección reaccionaria o conformista. Los comunistas procuramos entonces crear formas de organización especiales para facilitar a los trabajadores sindicalizados la realización de su lucha política práctica, sin menoscabar en lo posible sus sindicatos o eludiendo el obstáculo de sus dirigentes oportunistas.
7.6- El trabajo comunista en los sindicatos exige que se recluten sistemáticamente para formar parte de nuestro partido y de la JC a los trabajadores más avanzados, más firmes y combativos, más honestos y ejemplares y formen con ellos una ramificada bases integradas por células, conforme los principios organizativos que rigen al Partido.
Si el Partido y la JC no se construyen fuertes y bien organizados en la filas sindicales, serán inútiles los esfuerzos por revolucionalizar a los trabajadores agrupados en los sindicatos, la tendencia espontanea prevalecerá o surgirá una y otra vez, el economismo robustecerá sus raíces y perdurara.
8.- Los comunistas estamos interesados en extender lo más posible la organización sindical, en elevar la eficiencia y la claridad de los sindicatos y unificar el movimiento sindical. Abarcar el proletariado en su conjunto y al grueso de los demás trabajadores en el movimiento sindical, unir bajo una dirección única a los sindicatos y demás organizaciones de los trabajadores, tales son nuestros objetivos.
8.1- al impulsar el desarrollo orgánico del movimiento sindical hemos de guiarnos por las siguientes orientaciones:
a.- hacer esfuerzos extraordinarios por extender la organización sindical entre el proletariado industrial y agropecuario;
b.- prestar atención especial a la organización de los trabajadores en las ramas decisivas de la economía
c.- impulsar la organización o reorganización de los trabajadores, tendiendo preferentemente a formar sindicatos por industria y federaciones por industria;
d.- esforzarnos por liquidar las diversas formas de paralelismo organizativo, buscando la agrupación en sindicatos únicos;
e.- esforzarnos por elevar la participación activa de las bases de los sindicatos, dándoles una organización y una educación política, administrativa y técnica multifacética, a tono con las exigencias de la lucha. Especialmente debemos impulsar la construcción del auto defensa;
f.- esforzarnos por elevar constantemente el grado de división del trabajo y eficiencia en los organismos de dirección sindical, enriquecer la práctica de la dirección colectiva y el control del trabajo; y
g.- esforzarnos por la formación sistemática de cuadros de elevada calidad política y práctica en el movimiento sindical.
8.2- Objetivo de importancia estratégica es para nosotros la unificación de todo el movimiento sindical y de más agrupaciones de trabajadores en una central única, que abarque las organizaciones del proletariado industrial y agropecuario, de los trabajadores de los servicios y el comercio, de los empleados públicos y particulares, de los maestros, los trabajadores de la salud. Etc. Y también a las organizaciones campesinas
La Central Única es la más alta expresión de la unidad orgánica del movimiento sindical.
8.3- En la lucha por la Central Única, juega un papel determinante ganar a las masas organizadas para la idea de la unidad, conseguir que ellas comprendan su profundo significado clasista revolucionario, su gran importancia política y la hagan firmemente suya, la utilicen como arma contra los divisionistas y la hagan prevalecer sobre las inconsecuencias y pretextos de los dirigentes que se muestran indecisos, esquivos y opuestos ante el proceso unificador.
8.4- Los comunistas, por consiguiente, debemos realizar una agitación y una propaganda sistemática, de muy amplia difusión, entre las masas trabajadoras organizadas, a favor de la unificación en una poderosa Central Única. Al mismo tiempo, debemos vincular esta agitación y propaganda a una práctica unitaria cotidiana, que se exprese en:
a.- la acción solidaria con las luchas de todos los trabajadores, independientemente de la Central o sindicato a que estén afiliados y cualquiera sea la orientación político-ideológica de su dirigentes; y,
b.- todas nuestras iniciativas de acción deben incluir sin falta medidas para atraer a la lucha conjunta a todos los trabajadores relacionados directa o indirectamente con los objetivos e intereses concretos que dichas acciones se proponen alcanzar o defender.
8.5- En la lucha por la Central Única desempeñan también un rol necesario el dialogo, las negociaciones y acuerdos entre los dirigentes. Nosotros debemos esméranos para realizar bien este trabajo unitario ¨por arriba ¨ sabiendo que será solido y fructífero si se apoya en un profundo trabajo unitario entre las masas, es decir ¨por abajo¨
Uno y otro trabajo se complementan, nunca deben ser vistos como contrapuestos o alternativos; pero el trabajo unitario ¨por abajo¨ es el principal y el es que se hace ¨por arriba¨ es el complementario.
8.6- Cuando las condiciones lo aconsejan, el trabajo unitario en un caso concreto puede iniciarse ¨por arriba¨, pero entonces debemos darle prontamente un fundamento ¨por abajo¨. Cuando el trabajo unitario se empieza ¨por abajo¨ debemos determinar el momento oportuno para complementarle con los contactos y negociaciones ¨por arriba”.
8.7- En la lucha por la Central Única juega un papel decisivo la unidad de acción, es decir, las acciones conjuntas por alcanzar determinados objetivos comunes y realizar la defensa de intereses y derechos también comunes. La unidad de acción no implica obligatoriamente la creación de organismos conjuntos; y si estos se crean tienen un carácter transitorio para coordinar la acción concertada en común.
La unidad de acción es una escuela de gran valor para ganar a las masas a la idea de la unidad orgánica y política y para promover el mutuo conocimiento entre los dirigentes, apreciar sus virtudes y defectos, sus reales posiciones político-ideológicas, sus compromisos etc.
La unidad de acción enfocada así, es motor y a la vez brújula para el trabajo de la unidad orgánica del movimiento sindical, cuya expresión superior es la Central Única.
8.8 La Central Única es la más alta expresión de la unidad orgánica del movimiento sindical, pero no implica la unidad ideológica de todos sus componentes, aunque si la unidad política en torno de una plataforma política y reivindicativa común, que recoja las orientaciones comunes frente a los fundamentales problemas nacionales e internacionales y frente a los intereses y demandas inmediatas de los trabajadores en lo económico-social.
Los integrantes de la Central Única pueden conservar sus enfoques, sus posiciones diferentes y divergentes, y tienen derecho a luchar a favor de su orientación particular, pero esa libertad de lucha por conquistar a las masas agrupadas en la Central Única, únicamente puede ser aceptada sobre la base del cumplimiento estricto e incondicional de todo lo pactado, de todo aquello que incluye la plataforma común y del absoluto acatamiento de las normas de vida recogidas en los Estatutos de la Central Única.
9.—En la lucha por revolucionar, organizar y unir al proletariado, los comunistas no nos limitamos al trabajo en el frente sindical, si no también buscamos actuar entre las extensas masas proletarias y trabajadoras no organizadas, o agrupadas en formas orgánicas diferentes a los sindicatos; organismos comunales, cooperativas, grupos artísticos y culturales, club deportivos etc.
10.- La experiencia de las últimas dos décadas permiten una muy amplia vinculación con las masas trabajadoras y desplegar entre ellas con rapidez nuestra influencia. Pero, al mismo tiempo, nuestra experiencia indica que en las condiciones represivas impuestas por la dictadura militar derechista que sufre por nuestro país, las masas, incluso las menos organizadas, responden el trabajo político de las organizaciones democráticas y revolucionarias brindándoles un gran apoyo, pero rehúsan integrarse abiertamente a sus filas, lo cual consideran un peligroso riesgo frente al ramificado aparato represivo del régimen.
10.1- Teniendo en cuentas las anteriores características de la lucha política en nuestro país, debemos promover diversas formas de organización de masas, incluso aquellas que tiene un matiz político atenuado o no tienen ningún matiz político, y al mismo tiempo mantener en todas ellas una permanentemente y sistemática agitación y propaganda política.
11.- La tarea de revolucionar al proletariado no puede realizarse con éxito si llevar adelante sistemáticamente una profunda lucha ideológica contra la influencia burguesa y pequeño burguesa en el movimiento sindical, en las filas proletarias y trabajadoras en general. Esta es ante todo una lucha contra el economismo y contra el izquierdismo.
11.1- La lucha por la unidad del movimiento sindical no significa el cese de la lucha ideológica: en el terreno ideológico no debe haber concesiones, ella debe librarse constantemente a fondo. Sin embargo, las divergencias ideológicas no deben colocarse como obstáculos para la unidad de acción y ni aun para la unificación orgánica del movimiento sindical. La unidad puede concretarse en cualquiera de sus formas, y al mismo tiempo, desarrollarse la lucha ideológica.
11.2- La experiencia de nuestro partido en la lucha ideológica dentro del movimiento obrero enseña que debemos librarla atendiendo a ciertas reglas:
a.- debemos tomar como temas de la lucha ideológica aquellos que están directamente relacionados con la lucha política que se libra en nuestro país y la arena internacional en cada momento: es decir no desarrolla una temática programada en abstracto, de acuerdo a un rigor académico, si no que ha de ser una lucha de ideas vivas, ligada al palpitar diario de la lucha de clases y a su perspectivas;
b.- debemos siempre de ir al fondo de los temas en debate, argumentarlos multifacéticamente, apoyándonos en la teoría marxista-leninista, en la experiencia concreta de la lucha de clases en nuestro país y en lo internacional, es decir, no debemos enfrascarnos ni dejarnos enfrascar en discusiones sobre aspectos superficiales del tema en discusión y mucho menos aceptar que la polémica se distraiga a otros temas lejanos o a dilucidar ataques provocadores.
c.- la forma de nuestra polémica debe ser lo más limpia posible de adjetivos, calificativos hirientes, etc., ue puedan distraer el fondo de asunto, confundir a las masas y a los elementos sanos de la contraparte, acerca de cuales son nuestros verdaderos propósitos en la lucha ideológica;
d.- en todo el desarrollo de nuestra polémica debemos tener presente a las masas que observan y analizan el debate y no solo a la contraparte.
Por consiguiente, hemos de esforzarnos porque nuestra argumentación sea clara y comprensible para las masas y lleve una gran fuerza persuasiva.
e.- al concentrar la lucha ideológica contra las posiciones economistas o contra las izquierdistas, debe cuidarse de que nuestra argumentación no sea unilateral, que abarque también el deslinde con la otra tendencia errónea. De no hacerlo así nuestra polémica contra una de estas desviaciones puede fortalecer a la otra;
f.- nunca debemos limitarnos a destruir la argumentación errónea de la contraparte, debemos poner especial énfasis en exponer y argumentar la orientación correcta de nuestro Partido;
g.- debemos abordar la lucha ideológica con espíritu autocritico, reconocer nuestros errores enjuiciándolos de modo extraer de ellos, las lecciones que dejan para el desarrollo de la lucha por la revolución, debemos asimismo, analizar objetivamente la argumentación de la contraparte, descubrir en ellas los elementos positivos que contenga, hacerlos notar y apoyarnos en ellos para robustecer nuestro esfuerzo persuasivo; y.
h.- nuestra polémica debe impregnarse de un claro espíritu unitario, debe librarse como una enérgica lucha por la unidad.
Si nos guiamos por estas orientaciones desarrollaremos una lucha ideológica seria, educativas para las masas, capaz de calar hondo y persuadir incluso a muchos elementos situados de buena fe en la posiciones equivocadas.
C.- Ganar a las masas del campo para la revolución y para la alianza Obrero-Campesina
12.- en un país capitalista agrario como el nuestro, la decidida participación de las masas del campo en la lucha por la revolución democrática anti-imperialista tiene una importancia decisiva, por consiguiente, ganarlas para realizar su papel revolucionario es una tarea de valor estratégico. Si el Partido realiza bien esta tarea, asegurara la premisa más importante para conquistar la dirección del movimiento popular de la revolución democrática-antiimperialista.
12.1- Ganar a las masas del campo para la revolución lleva consigo:
a- revolucionalizarlas.
b- organizarlas y unirlas
c- atraerlas a la alianza obrero-campesina y a aceptar la dirección obrera.
13.- Para realizar estas tareas es indispensable que nuestro Partido y la JC penetren profundamente en el campo. En las condiciones de nuestro país demanda mucho esfuerzo y por eso, esta labor solo debe de ser coronada con éxito por cuadros y activistas capaces de la mayor abnegación y sacrificio. Al mismo tiempo, el trabajo por penetrar profundamente en el campo es una escuela práctica y fuentes de valiosos elementos para el forjamiento de cuadros comunistas.
Así, pues, los cuadros y activistas para esta tarea deben ser cuidadosamente seleccionados, sistemáticamente educados y adiestrados; este trabajo debe de ser objeto de constante atención y ayuda de los organismos dirigentes del partido y la JC y sometido a permanente control.
13.1.- El trabajo por ganar las masas del campo para la revolución exige que los cuadros y activistas organizadores, propagandistas y agitadores provenientes de la ciudades vayan al campo y permanezcan ahí el mayor tiempo posible, incluso que se trasladen a vivir en el campo, trabajen, convivan y luchen con las masas .
Los cuadros de la ciudad enviados al campo deben poner especial esmero en promover de las masas a los mejores elementos para forjarlos, educarlos como activistas y cuadros.
14. En nuestro trabajo por construir y desarrollar la base organizada de masas de la revolución en el campo, nos guiamos por las cuatro orientaciones siguientes.
a.- conocer bien a las clases y capas que haya en el campo en nuestro país, organizar bajo formas distintas y separadas al proletariado agropecuario y a los campesinos; organizar principalmente al proletariado y en cuanto a los campesinos, principalmente a los campesinos pobres;
b.- educar a las organizaciones del proletariado y los campesinos en la practica de la solidaridad y la coordinación activa entre la lucha de ambas, en la solidaridad y la coordinación practica con el movimiento obrero de la ciudad, en la lucha política junto a todo el movimiento popular y democrático, en la necesidad de la unidad de todas las organizaciones de masas de los trabajadores dentro de una Central Única, y en la necesidad de unir todo aquel movimiento revolucionario bajo una dirección política única y de todo el movimiento democrático en un frente único.
c.- nuestro trabajo por construir y desarrollar la base organizada de masas debe tomar minuciosamente en cuenta en cada caso el nivel de conciencia y de las opiniones de masas, la correlación de fuerzas con el enemigo, en fin, las condiciones concretas y promover, según lo permitan estas condiciones, formas de organización avanzadas (como los sindicatos, las asociaciones campesinas, las “Ligas Agrarias”, etc. ) o formas amplias como (las cooperativas , las organizaciones comunales por el progreso local, los grupos culturales, deportivos, etc., etc., ) pero siempre, sin excepción los comunistas nos empeñamos por elevar estas organizaciones, paso a paso, según lo permitan los progresos de nuestra influencia y las demás condiciones a jugar un papel político revolucionario.; y
d.- simultáneamente con nuestro trabajo por construir las organizaciones de las masas en el campo, debemos poner en marcha sin excepción el proceso de construcción del PCS y la JC, la organización y adiestramiento de la autodefensa, la construcción de las fuerzas armadas revolucionarias.
15.- La alianza obrero-campesina solo puede lograrse si el movimiento obrero de la ciudad:
a.- se empeña resueltamente en fomentar la organización y promover las luchas de las masas del campo;
b.- se solidariza decidida y firmemente con la lucha de las masas del campo;
c.- promueve a los sectores progresistas del resto del pueblo y a las fuerzas democráticas en general a prestarle apoyo; y
d.- coordina sus luchas con las luchas del movimiento de las masas del campo,
Así las masas del campo aceptaran unirse a la clase obrera en la lucha, y aceptaran la dirección obrera en el proceso hacia la revolución. Llevar al movimiento obrero a realizar esta política por la alianza obrero-campesina es tarea primordial, estratégica del PCS y la JC.
16- Esta tarea comprende varios aspectos:
a.- los cuadros activistas comunistas encomendados del trabajo del campo, deben apoyarse en los obreros organizados sin partido mejor dispuestos, interesándolos en avivar los vínculos naturales (militares y sociales en general), que unen a esos obreros con las masas del campo, de las cuales ellos provienen en un elevado porcentaje. Los comunistas deben encargar a estos obreros sin partido tareas concretas a realizar en el campo, comenzando con las más simples y fáciles, y de la base de sus avances, deben encargarles tareas más complejas y reclutarlos para nuestras filas.
b.- los dirigentes comunistas del movimiento obrero a todo nivel, células del partido y la JC que trabajan en este movimiento, cada uno de sus miembros, deben hacer una permanente y sistemática propaganda en los sindicatos y otras organizaciones obreras, a favor de la alianza obrero-campesina, del papel que estas organizaciones obreras deben jugar para el logro de esta alianza; deben divulgar entre la base y de la dirigencia de dichas organizaciones la situación en el campo, la realidad del problema agrario, nuestra línea frente a este problema, denunciar constantemente la represión y toda clase de arbitrariedades del gobierno, los capitalistas y terratenientes contra los trabajadores del campo; deben esforzarse por convencerlos de la necesidad de realizar ágil y resuelta acción practica de solidaridad en favor de la lucha y desarrollo de las organizaciones de masas del campo y de darles una efectiva ayuda para estos fines;
c.- al formular todo un plan de luchas de masas, la dirección nacional e intermedia de nuestro Partido y JC, deben siempre asignar un papel concreto, tanto al movimiento obrero, como al movimiento de las masas del campo, aplicando un criterio de coordinación inteligente de la acción de ambos; y
d.- los comunistas debemos realizar en el campo una amplia divulgación de los problemas que enfrenta el movimiento obrero y de sus luchas, la denuncia constante de la represión y arbitrariedades que sufren los obreros y todas las demás clases, capas y sectores del pueblo; en divulgar extensa y persuasivamente la idea de la alianza obrero campesina, la necesidad de la revolución democrática anti-imperialista, nuestra línea ante el problema agrario como parte del programa de dicha revolución y los anexos de estas con la revolución socialista, el papel que corresponde a la clase obrera, al proletariado agropecuario y a los campesinos en la revolución democrática anti-imperialista y en el socialismo.
16.- Nuestro Partido cuenta con una justa y acertada línea frente al problema agrario. El PCS fue el primero en analizar el problema agrario y formular una línea revolucionaria frente al mismo, la justeza de esta línea ha sido confirmada por la experiencia en los últimos diez años, durante los cuales ciertos sectores de la burguesía y del Ejército, estimulados por el gobierno de los Estado Unidos intentaron poner en práctica planes reformistas para suavizar este problema.
Sin embargo, nuestra alinea frente al problema agrario fue elaborada cuando no surgía aun el movimiento de masas en el campo, El despliegue de la lucha de clases en el campo durante los cinco años y el surgimiento allí de grandes organizaciones de masas, tiende a poner a prueba y entregar el indispensable aporte del punto de vista de las masas del proletariado agropecuario y de los campesino frente a este problema y, sobre esa base, nuestro programa agrario deberá perfeccionarse, corregirse en lo que sea necesario, dar respuestas a ciertos aspectos que aún se encuentran para nosotros solo formulados en sus trazos más generales.
Nuestro Partido, por consiguiente, a de prestar gran atención al estudio de la lucha de clases y del movimiento de masas en nuestro campo, al conocimiento y al análisis de las opiniones de los proletariados rurales y campesinos acerca del problema agrario y perfeccionar nuestro programa sobre la base de tales análisis.
Nuestro Programa Agrario no es, pues, algo acabado y absolutamente inmóvil, sino una orientación cuyos fundamentos y objetivos principales son justos, pero cuyas formulaciones y objetivos detallados aún se encuentran en proceso de desarrollo y de perfeccionamiento. Este perfeccionamiento es imposible sin el despliegue de la lucha de clases en el campo y sin la configuración de las opiniones de las masas del campo.
D.- Tomar la iniciativa en la lucha por la Democracia
17- El Partido está en las condiciones de tomar la iniciativa en la lucha por la democracia, impidiendo que la burguesía se aproveche de esta bandera:
a) Sí se esfuerza permanentemente por realizar de modo emblemático la politización, especialmente de las masas proletarias, campesinas y trabajadoras en general;
b- Si asegura los instrumentos para combinar y combina bien la lucha política legal e ilegal y lucha por no dejarse sacar de ninguno de los terrenos;
c- Si se mantiene siempre informado acerca del estado de ánimo, de las aspiraciones y opiniones de las masas,; acerca del estado de ánimo, actividad y proyectos concretos del enemigo en todo los campos;
d- Si estudia constantemente los problemas naciones e internacionales, esforzándose al mismo tiempo por alcanzar un mayor dominio de la teoría científica del marxismo-leninismo, por servirse mejor de ella en el estudio de dichos problemas y por aplicarla de manera creadora en la elaboración y perfeccionamiento de su línea táctica y estratégica; y
e- Si cuenta con una elevada organización interna de sus filas, con militancia valiente y consciente, que domina la línea, que da su aporte para elaborarla y está dispuesta siempre a la acción, al trabajo sacrificado y disciplinado.
17.1- Basándose en esta información constantemente renovada y en el estudio de la realidad nacional e internacional, es que el partido elabora orientaciones y consignas concretas para la acción.
El partido debe contar siempre con tales orientaciones y consignas; no deben faltarle nunca. Cuando ellas faltan o cuando son elaboradas improvisadamente, o atendiendo más a los deseos que al análisis serio las condiciones objetivas y subjetivas, de la correlación de las fuerzas, la situación concreta, el Partido en fin de cuentas, pierde la iniciativa política, se desvincula de las masas, se expone a reveses y aun a severas rotas, cede la iniciativa a la burguesía o a la pequeña burguesía.
18.- El Partido no debe limitarse a trazar sus orientaciones y consignas de acción, debe sin falta formular planes concretos para llevarlos a la práctica y en esos planes debe siempre asignar tareas específicas al movimiento obrero, de manera que éste pueda incrementar su peso e influencia política. Los planes de acción deben siempre incluir tareas a todos los frentes de la lucha de masas y disponer la coordinación inteligente entre ellos. Pero sobre todas las cosas, los planes de acciones deben contener siempre las tareas y medidas destinadas a perfilar a nuestro Partido y a su política ante las masas, combinando para ello la realización de este objetivo en el plano legal e ilegal, conforme a las modalidades diferentes en uno y otro campo, que las condiciones dicten.
18.1- Papel de importancia difícil de exagerar para la politización de las masas, en el perfilamiento entre ellas de nuestro Partido y de nuestra iniciativa en la lucha política, lo desempeña la propaganda escrita, en especial la prensa del partido, La propaganda escrita y sobre todo la prensa comunista, deben merecer la atención más esmerada de la dirección del Partido y la observación critica de todos los organismos y militantes suyos y de la JC, buscando su constante desarrollo cuantitativo y cualitativo.
La difusión y perfeccionamiento de la propaganda escrita y, en particular, de la prensa del Partido, es tarea irrenunciable y esencial de todo militante y organismo del PCS y la JC.
19.- En una país como el nuestro, donde impera desde hace tiempo un sistema político autoritario y represivo, las libertades y derechos democráticos se encuentran asfixiado para la casi toda la totalidad de la población. Personas, grupos, organizaciones de diversas clases sociales, civiles o militares, sufren diariamente a manos de las arbitrariedad que impregna la conducta de régimen , de sus funcionarios y agentes de todo los niveles, Como algo circunstancial al carácter autoritario y represivo del régimen, la corrupción en todas sus formas invade su aparato, en prácticamente todos sus escalones y a diario la conducta corrupta de sus funcionarios y agentes brota ante los ojos de la gente, provocando su indignación.
Denunciar diaria e intensamente la asfixia de las libertades y derechos democráticos, los casos concretos de arbitrariedades y corrupción del régimen y no solo cuando nos afectan a nosotros o a las organizaciones populares, constituye un formidable recurso de la agitación y la lucha por la democracia, una premisa indispensable para encabezar esta lucha.
Solo asumiendo un papel activo, diario e intenso, en la denuncia de la arbitrariedad y la corrupción de régimen, puede nuestro Partido surgir ante las masas como el abanderado principal de la lucha por la democracia en nuestro país.
Toda la militancia de nuestro partido y la JC, todo sus organismos de base y dirección, deben ser educados para realizar en la práctica estas denuncias y darle amplia divulgación oral y escrita, en las asambleas de organizaciones de masas y en las calles.
Los comunistas debemos educar y promover a las organizaciones del proletariado y demás organizaciones populares a realizar estas denuncias, hasta volverlas una necesidad de su vida diaria.
La denuncia de la arbitrariedad y la corrupción del régimen debe incluir la denuncia del papel del imperialismo yanqui como sostén del régimen, unido a una intensa divulgación de la idea que es necesario conquistar un poder verdaderamente democrático en nuestro país, de que ese es el objetivo de la revolución democrática anti-imperialistas por la que luchamos.
Sí los comunistas somos capaces de realizar permanentemente agitación y presión, no solo daremos un poderoso impulso a luchar por la democracia en nuestro país, sino que también aseguraríamos para nuestro Partido y para el proletariado revolucionario, la posibilidad de ser siempre quienes tomen en sus manos la bandera de la lucha por la democracia, quienes unan tras de sí al pueblo, y frustren la posibilidad de que la burguesía se adelante y se aproveche de esta lucha.

CAPITULO VI
El Frente Único y el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo
1.- Para conducir la lucha por la revolución hasta la victoria es absolutamente necesario que el proletariado y su Partido sepan combinar y coordinar la acción de todas las fuerzas revolucionarias y democráticas internas en cada etapa, ganar el apoyo de las fuerzas democráticas y anti-imperialistas internacionales, aislar nacional e internacionalmente al enemigo principal y concretar en su contra los golpes en cada momento. Esto es así porque:
a.- estamos en la etapa de la revolución democrática anti-imperialista, por consiguiente, el proletariado no es su fuerza motriz única, si no también lo son los campesinos y las capas medias
El proletariado no es tampoco la única fuerza capaz de ir hasta el socialismo. Se ha ensanchado y debemos esforzarnos por ensanchar aún más el campo de las fuerzas por el socialismo; y
b.-la evolución no se enfrenta a un solo enemigo, si no a varios y no puede derrotarlos a todos a la vez.
2.- En otras palabras, es necesario poner en ejecución una política que permita unir a las fuerzas motrices de la revolución, atraer a su lado o neutralizar a otras y, al mismo tiempo, aprovechar las contradicciones en el seno de las fuerzas enemigas. Esto es lo que llamamos “trabajo por frente único y el aprovechamiento de las contradicciones en el seno de las fuerzas enemigas “
Rechazar las alianzas y el aprovechamiento de las contradicciones del campo enemigo equivale en la práctica a preparar una derrota segura.
3.-El trabajo por la construcción del frente único y por el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo se complementan. Uno no puede realizarse sin el otro. Pero de estos dos trabajos, la construcción del Frente Único es el principal y el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo es el complementario.
4.- Nuestra política de alianzas debe conducir a la construcción de un Frente Único capaz de dar un gran poderío, una dirección única y una elevada coordinación a todo proceso de lucha por la revolución. Nuestro esfuerzo por descubrir y aprovechar las contradicciones entre los enemigos de la revolución, debe estar dirigido a aislar y debilitar a enemigo principal para facilitar la victoria de esta. La construcción del Frente Único y el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo son, por tanto, tareas estratégicas.
5.- Estas tareas únicamente pueden realizarse bien si el partido resuelve acertadamente estos otros problemas fundamentales:
a) definir con acierto el carácter de la revolución, sus fuerzas motrices, su enemigo principal y sus enemigos secundarios;
b) señalar con claridad el enemigo principal, no solo para todo el curso de la etapa en que se encuentra la revolución, sino también al enemigo principal más peligroso en cada momento concreto.
c) determinar también cuales son loa aliados que el proletariado puede y debe ganar y clasificarlos en distintos tipos, según sus características clasistas, su posición ante la revolución y frente al enemigo principal;
d) trazar una orientación clara para guiar este trabajo desde una posición clasista proletaria; y
e) trazar con acierto y emprender enérgicamente las tareas principales de la vía de desarrollo del proceso de lucha por la revolución.
6.- La determinación del enemigo principal en cada etapa de la revolución y del más peligroso en cada momento del proceso hacia su triunfo, es indispensable para aislarlo, dirigir en su contra la acción concentradas en las fuerzas revolucionarias, debilitarlo, descargarle el golpe principal oportunamente y derrotarlo. El carácter, las modalidades y la amplitud del Frente Único, lo mismo que las posibilidades concretas del trabajo por aprovechar las contradicciones en el campo enemigo, cambian al cambiar el enemigo más peligroso cualesquiera que sean las formas y los nombres que se adopten.
Así, pues, este trabajo, debe realizarse con un sentido de gran habilidad y agilidad, registrando los cambios en la situación; pero la permanencia de sus objetivos se mantiene invariable: unir junto a las fuerzas revolucionarias el poderío suficiente para defenderse y llevar al triunfo la revolución; aislar, debilitar y facilitar la derrota de sus enemigos.
El capítulo I de este documento está dedicado definir el carácter y las fuerzas motrices de la revolución que madura en nuestro país. Hemos caracterizado a esta como la Revolución Democrática Anti-imperialista, considerando como la primera etapa de la revolución socialista. Hemos definido asímismo que el proletariado, el campesinado y las capas medias son las fuerzas motrices de esta revolución y hemos definido posición ante la burguesía y su conducta probable frente a la revolución.
Debemos señalar que el enemigo principal de la lucha por la revolución democrática anti-imperialista, hasta su victoria, lo constituyen el imperialismo yanqui, la oligarquía financiera-terrateniente y los sirvientes de ambos.
En la actualidad (abril de 1979), es muy claro que los sectores fascistas del imperialismo yanqui, de la oligarquía salvadoreña y sus sirvientes, constituyen el enemigo principal más peligroso. Su política reaccionaria y represiva la dirigen no solo contra el proletariado y campesinos, sino con la mayoría de la sociedad, aportando así un amplio fundamento político para el Frente Único.
Nuestro Partido considera en la actualidad que el trabajo por el Frente Único debe realizarse simultáneamente en tres niveles, teniendo en cuenta el señalamiento de que los fascistas son el enemigo principal más peligroso de hoy:
a) El frente único de las fuerzas revolucionarias;
b) La alianza de estas con las demás fuerzas organizadas democráticas y anti-imperialistas; y
c) La alianza de todas las fuerzas anti-fascistas, incluidas las que no son imperialistas.
9.- Premisa indispensable para realizar el trabajo por el Frente Único es la determinación correcta de los aliados del proletariado, la clasificación de estos en distintos tipos, segun sus características clasistas, y la determinación de las distintas formas de alianzas que deben concertarse con ellos.
Tal clasificación, de acuerdo a la rica experiencia internacional debe distinguir entre:
a) Los aliados permanentes o aliados a corto plazo, y los aliados temporales;
b) Los aliados confiables y los condicionales.
10.- A partir de esta clasificación es necesario determinar un tipo de alianza a realizar con cada uno de esos aliados. En general, las alianzas pueden ser:
a) alianza combativa o militante.
b) alianza de atracción
c) alianza de neutralización
11.-En el curso de la lucha por revolución democrática anti-imperialista en El Salvador, los aliados del proletariado revolucionario se clasifican así:
a) el campesino y las capas medias deben ser ganados como aliados confiables y a largo plazo del proletariado revolucionario. El grado de confiabilidad varia y los menos confiables entre ellos, deben considerarse como aliados condicionales.
b) la burguesía media y todos los enemigos secundarios pueden ser aliados temporales y/o condicionales.
Dentro del proceso de lucha por la revolución democrática anti-imperialista, a los sectores medios de la burguesía no los consideramos en principio como parte del enemigo principal. Sin embargo, en la actualidad, algunos grupos de la burguesía media y de las capas medias tienden a alinearse en las posiciones fascistas militantes y, con ellos pasan a formar en las filas del enemigo principal más peligroso.
12.- Por lo que se refiere al tipo de alianza entre estas fuerzas, nuestro Partido considera que:
a) el proletariado revolucionario debe unirse y contratar una alianza militante de combate con los campesinos pobres, parte de los campesinos medios, las capas medias asalariadas de bajos ingresos y gran parte de la actualidad (estudiantes, maestros y una parte de los artistas, principalmente), con la parte más pobre de la pequeña burguesía urbana.
Esto significa que debe concertarse una alianza combativa entre el PCS, las FPL, la RN, el ERP y otras organizaciones revolucionarias.
b) con los campesinos medios acomodados y el resto de las capas medias debe el proletariado revolucionario realizar una alianza de atracción, atraerlas a brindarles apoyo, al menos moral y/o económico, a este y a sus aliados de combate, en la lucha por el programa democrático anti-imperialista o de las reivindicaciones inmediatas y comunes de todas estas fuerzas.
Esto significa que la PCS y, de ser posible, todas las organizaciones revolucionarias, deben concertar alianzas con las fuerzas democráticas.
El ingreso y permanencia de estos aliados en el Frente están condicionados a si la política de este refleja o no sus propios intereses y cómo los refleja: más exactamente, como plantea el Frente resolver sus problemas inmediatos o mediatos y, en particular, como lo haría el gobierno por el cual lucha éste.
Generalmente este tipo de aliados, según nuestra experiencia, se lanzan incluso a la acción cuando la lucha revolucionaria de masas es ascendentes, pero vuelven a ser pasivos y se alejan de la revolución cuando dicho proceso entra en reflujo.
c) Con los campesinos ricos, la burguesía mediana y los enemigos secundarios puede el proletariado revolucionario realizar alianzas de atracción o neutralización, según se presente cada caso.
13.- Al esforzarse por construir el Frente Único y para su desempeño en el seno de este, nuestro partido guía sus pasos bajo una orientación clasista proletaria y da a todo este trabajo dicho contenido. Solo así se puede asegurar que esta tarea sirva a la revolución democrática, anti-imperialista y al socialismo. El abandono del contenido clasista proletariado de este trabajo, puede conducir a graves errores que dañen o frustren la revolución.
Con el fin de asegurar el contenido clasista de nuestro trabajo comunista por el Frente Único, hemos de guiarnos por las directrices siguientes:
a) Lograr la unanimidad de todos los integrantes del frente único alrededor de sus intereses comunes, contra el enemigo principal ello significa que ha de pactarse una plataforma concreta que recoja dichos intereses comunes y que tal plataforma no incluirá los intereses contrapuestos.
b) Tomar la iniciativa para buscar el arreglo pronto de las diferencias y contradicciones entre los integrantes del frente único y restablecer la unanimidad. Al esforzarnos por el arreglo de las diferencias, hemos de tomar en cuenta los intereses clasicistas de cada uno y atenderlos en todo lo posible, pero no se permitirá que los intereses de uno prevalezcan sobre los otros, de manera de romper el genuino carácter común de la plataforma del Frente.
c) Asegurar que el proletariado tome la posición dirigente en el frente único; para lo cual es decisivo que desarrolle su alianza con los campesinos y los demás aliados a largo plazo, promueva enérgicamente la lucha conjunta con sus aliados de combate y realice con esmero, sin sectarismo, la defensa de la unanimidad.
El proletariado no impone con métodos atropelladores y prepotentes su dirección en el frente único, si no que la gana, la conquista, de la manera dicha.
15.-El amplio y constante examen del contexto internacional de la época histórica que vivimos y de las fuerzas políticas actuantes en el mundo, permite descubrir a los aliados internacionales, su carácter, fuerza y posibilidades para atacar a nuestro enemigos principal en sus momentos vulnerables, acorralarlos en sus momentos críticos y ayudarnos a debilitar su dominio en nuestro país, aislándolo internacionalmente. Este análisis descubre también a los enemigos exteriores y permite elaborar una política frente a los mismos.
Una correcta política de alianzas y aprovechamientos de las contradicciones entre los enemigos en lo nacional, constituye la premisa para realizar una política acertada y exitosa de alianzas y aislamiento del enemigo en lo internacional. En los tiempos actuales no puede haber victoria revolucionaria en lo nacional, sin una justa alianza internacional de las fuerzas revolucionarias.
En base a la experiencia internacional y la propia, nuestro Partido puede afirmar que, para lograr éxitos importantes en la construcción del Frente Único, no es suficiente poseer una línea política correcta, se vuelve indispensable desplegar una actividad decidida, amplia y vigorosa del Partido.
Por otro lado, la experiencia propia e internacional indica que solamente basándose en la acción política desplegada de las grandes masas se puede neutralizar a los enemigos secundarios y/o atraer a los aliados temporales o al menos lograr su apoyo moral. El trabajo comunista por el Frente Único no puede sustentarse, pues, únicamente en la habilidad para negociar y maniobrar de los dirigentes, debe poseer un fundamento real y practico en la movilización de las grandes masas trabajadoras y populares.
16.-Los comunistas deben esforzarse para alcanzar la posición directriz en el Frente Único. Pero esa posición solo será lograda si desarrollan la más desplegada y enérgica labor revolucionaria de masas, aplican una línea política correcta, muestran una disciplina férrea, inagotable espíritu de sacrificio., temple y valentía superiores y toman debidamente en cuenta tanto los intereses propios, como los de las otras organizaciones, clases, sectores o grupos que forman el Frente.
17.- La unidad de la propia clase obrera es básica y decisiva, es la que decidirá el rumbo y los alcances de la unidad de las fuerzas revolucionarias dentro del amplio marco del Frente Único. Es precisamente la estrecha unidad de las fuerzas revolucionarias la que permitirá asegurar la dirección única de la revolución y el tránsito de su etapa democrática anti-imperialista a su etapa socialista.
La unidad de la clase obrera y su alianza combativa con los campesinos es lo que puede asegurar la unidad de las fuerzas revolucionarias y esta a su vez garantizar la fortaleza del Frente Único en general y la defensa imbatible del poder, una vez conquistado.
18.- La unidad de las fuerzas revolucionarias es la forma política superior de la unidad entre el proletariado revolucionario y sus aliados confiables a largo plazo y de combate.
Lograr su unidad de las fuerzas revolucionarias es una tarea a la que nuestro Partido atribuye valor estratégico. Por las razones siguientes:
a)La mayoría de las fuerzas motrices de la revolución está formada en nuestro país por clases, capas y sectores cuyos intereses e ideología son de índole pequeño burguesa. Recordemos que dicha mayoría forman los campesinos, las capas medias y sectores numerosos de reciente incorporación al proletariado, cuya conciencia no se ha proletarizado aún.
Es pues natural y lógico que al agudizarse la lucha de clases y desarrollarse el proceso revolucionario, surjan sobre esta base diversas organizaciones revolucionarias y que estas sustenten en la mayoría de casos tendencias izquierdistas pequeño burguesas.
Está claro para nuestro Partido que sin la unidad entre estas diversas organizaciones, es en extremo difícil, por no decir imposible, unir a las fuerzas sociales motrices de la revolución, ni se puede sentar premisas sólidas para superar las deficiencias y errores ideológicos y políticos que dificultan la victoria del movimiento revolucionario.
b) La experiencia internacional contemporánea de la revolución (Chile, Portugal, particularmente )ha demostrado que precisamente por la mayoritaria composición pequeño burguesa de las fuerzas motrices, las organizaciones revolucionarias izquierdistas, aunque durante un largo trecho del proceso revolucionarios sean pequeñas, tienen en los momentos cruciales y decisivos la posibilidad y la capacidad de lograr un fuerte impacto dentro del bloque de las fuerzas revolucionarias y plagarlo de conflictos, facilitando así inconscientemente la tarea de la contra-revolución.
Nuestro partido considera por eso indispensable, y además posible, alcanzar con suficiente anticipación un acuerdo con todas o la mayoría de tales organizaciones revolucionarias, y realizar con ellas un proceso de acercamiento de las concepciones políticas, paso a paso y en el curso de la lucha en común, contra el enemigo común.
El trabajo por la unidad con otras organizaciones de izquierda es sumamente difícil, los esfuerzos por alcanzar la unidad con ellas se desarrollan en medio de una necesaria e ineludible lucha ideológica. Para servir a la causa de la unidad, la lucha ideológica debe sin falta ser cuidadosa, despojarse de todo sectarismo, realizar una polémica a la vez firme e intransigente en cuanto a los principios, profunda en el contenido, camaraderil en cuanto a la forma, flexible en todo lo que no es de principios y auto crítica ante nuestros propios errores y debilidades.
Esto no es fácil de realizar frente al estilo polémico difamatorio y hostil de alguna de esas organizaciones.
Nuestro partido, comprendiendo la gran importancia que tiene para el triunfo de la revolución, el logro de la unidad de las organizaciones revolucionarias, debe continuar esforzándose por realizar cada vez más correctamente este trabajo.
Nuestra propia experiencia demuestra que el trabajo por la unidad con las otras organizaciones revolucionarias se facilita cuando el Partido desarrolla una enérgica y combativa lucha, aplicando su línea y perfeccionándola al calor de la acción y de sus enseñanzas.
20.- El trabajo por el Frente Único busca unir contra el enemigo común a fuerzas sociales y políticas con diversa naturaleza clasista y variada ideología. Ello es posible de realizar puesto que entre todas estas fuerzas existen ciertos intereses comunes y objetivos coincidentes. Pero al mismo tiempo debe estar claro siempre que dichas fuerzas continúan siendo diferentes, tienen también otros intereses clasistas que son contradictorios – en algunos casos incluso profundamente contrapuestos – concepciones políticas asimismo divergentes y cada una de ellas procura conquistar la posición hegemónica en el Frente Único.
He aquí porque la unidad y la lucha tienen una base objetiva entre los integrantes potenciales o reales del Frente Único. Saber combinar bien la unidad y la lucha es una de las cuestiones más importantes y decisivas en el trabajo por el Frente Único.
21.- Los enemigos de la revolución, especialmente el enemigo principal, se empeñan constantemente en descubrir, estudiar y aprovechar las diferencias y contradicciones entre los integrantes potenciales o reales del Frente Único, para impedir su construcción y/o romper su unidad.
Por eso, al combinar la unidad y la lucha, debemos tener presente que el objetivo principal de esta combinación es el fortalecimiento de la unidad en el Frente Único. Unidad y lucha no deben, por tanto, combinarse mecánicamente, únicamente para dar cumplimiento a una norma rígida, según la cual “la unidad no sirve” si ella no va combinada con la lucha.
22.- De nuestra propia experiencia y de la experiencia de otros partidos hermanos hemos aprendido que en cuanto a combinar la unidad y la lucha por el trabajo por el Frente Único, se pueden cometer dos tipos de errores:
a) Cuando se inicia la construcción del Frente Único se suele dar una importancia exagerada a las diferencias que surgen entre sus componentes, mirando en cada una de ellas un asunto de principio que en realidad pocas veces es tal, y se da fuerte impulso a la lucha, agudizándola y extendiendo su contenido de uno a otro tema. Se olvida que esas diferencias no son más que la expresión de los intereses de clase allí representados y que al lado de ellas también hay intereses coincidentes, olvidando que sin esforzarnos por resolver las diferencias, la existencia del Frente peligra.
Este es el error del sectarismo, el cual puede llegar a ser peligroso enemigo de todo el trabajo por el Frente Único.
b) Pero también nos han enseñado la experiencia que al avanzar bastante la construcción del Frente Único, tiende a surgir entre nosotros el error que está en el polo opuesto al sectarismo, cuyos efectos dañan también gravemente los intereses de la revolución y el trabajo mismo por el Frente Único.
Este error es el oportunismo de derecha, que consiste en ver en el frente únicamente las coincidencias, subestimar y hasta ocultar las diferencias, no esforzarse por un arreglo correcto y oportuno de las mismas, supuestamente en aras de mantener la unidad; y en vez de ello hacer una concesión tras otra, incluso en cuestiones de principios.
Por este camino la unidad deja de estar basada en los intereses unánimes y de hecho pasa a convertirse en la supeditación de los diversos integrantes del Frente a uno de ellos, que logra así imponerse. Una tal situación llega a ser insostenible y explota inevitablemente en un momento dado, poniendo en peligro la existencia del Frente.
He aquí porque el trabajo por el Frente Único exige una firme y sistemática lucha contra el sectarismo y contra el oportunismo de derecha en nuestras propias filas.
23.- El arreglo de las diferencias exige a veces el desarrollo de la polémica ideológica entre los miembros potenciales o reales del frente, pero ella debe realizarse de nuestra parte conforme a un plan cuidadosamente elaborado, en base de un análisis multifacético y una serena y profunda reflexión sobre el asunto planteado.
Nos hemos referido atrás a los rasgos que debe reunir la polémica entre las fuerzas revolucionarias; por lo que se refiere a los demás integrantes potenciales o reales del frente único, además de la forma cuidadosa y persuasiva, debemos prestar mucha atención a delimitar el asunto o asuntos en discusión, no permitir que la polémica derive a otros puntos que no están en juego – al menos en el momento dado –y además debemos discernir con esmero y seriedad cuales son las cuestiones de principios envueltas de la discusión, sobre los cuales no hemos de ceder, y cuáles son los aspectos en los que pueden hacerse concesiones.
La experiencia enseña que no basta con la comunidad de objetivos para construir y desarrollar el frente único; es necesario también mostrar flexibilidad hacia los aliados en cuanto a las formas propias de su conducta política, hacia con el estilo con que desenvuelve su acción. Nosotros no podemos uniformar la disciplina y el estilo en el frente único. Lo que si podemos es exigir a los aliados que no hagan nada contra el interés común.
24.- Teniendo encuentra todos estos aspectos de la combinación de la unidad y la lucha en el trabajo por el frente único. Nuestro partido adopta el lema formulado por los compañeros vietnamitas a este respecto, por considerar que resume con claridad la orientación concreta: “unidad y lucha por la unidad”.
25.- Con el objeto de desarrollar bien el trabajo por frente único, fortalecer su unidad, crear condiciones para un desarrollo constructivo de la lucha en su seno, favorecer y elevar el papel dirigente del proletariado revolucionario, debemos:
a) ser leales con nuestros aliados en todo lo pasado con ellos ,cumplir bien con los objetivos adquiridos, abstenernos de intrigar entre unos y otros, desechar el método de las “zancadías” y las “trampas”; utilizar preferentemente el método de la persuasión; y
b) trabajar esmeradamente por multiplicar las fuerzas progresistas, atraer a las intermedias y hacer avanzar a las rezagadas, dentro del Frente Único.
26.- De esta tarea surgen dos aspectos de la cuestión:
26.1 De una parte las fuerzas progresistas, intermedias y rezagadas se clasifican así por su composición clasista:
Son progresistas los campesinos pobres y medios menos acomodados, las capas medias asalariadas, gran parte de la intelectualidad y la parte menos acomodada de la pequeña burguesía; son intermedias las capas medias altas, los campesinos medios y los pequeños burgueses urbanos más acomodados; y son rezagados los campesinos ricos y la burguesía media.
26.2 De otro lado, esta clasificación de progresista, intermedios y rezagados, se aplica a cada una de las organizaciones, grupos y personalidades que integran el frente. En cada una de estas fuerzas existen los mencionados niveles de desarrollo político-ideológico, es necesario establecerlos bien en cada caso y trazar una política diferente para cada uno y cada nivel.
Está claro que este tiene que ser un trabajo complejo y minucioso, que exige mucha atención, dedicados y esmero.
26.3 Ya dijimos atrás que a la revolución se oponen varios enemigos a los cuales es imposible derrotar juntos. Es necesario dividirlos, derrotando a uno primero y después a los otros y esto es perfectamente posible de lograr, puesto que las fuerzas enemigas de la revolución son clases sociales que deben su existencia a la propiedad privada, sufren la influencia constante del proceso de la lucha de las clases nacional e internacional y tienden a reaccionar de manera diversa y contradictoria.
27.- La primera y fundamental orientación para realizar el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo, es la determinación correcta del enemigo principal más peligroso de la revolución en cada momento. Así sabremos cuales son los enemigos secundarios y podremos concentrar el ataque contra el principal, aislarlo, debilitarlo y finalmente derrotarlo. La derrota del enemigo principal facilita la derrota subsiguiente de los enemigos secundarios.
En la actualidad, como ya hemos dicho, los fascistas y sus sirvientes, en lo nacional e internacional, son el enemigo principal más peligroso, los demás son secundarios.
28.- La segunda orientación a cumplir para aprovechar las contradicciones del campo enemigo, consiste en descubrir y estudiar seria y minuciosamente las contradicciones concretas entre el enemigo principal y cada uno de los secundarios. Nunca debe actuarse en eso sobre la base de las suposiciones, análisis superficiales o conclusiones que no son debidamente comprobadas.
29.- La tercera orientación consiste en que, sobre la base de los intereses contradictorios concretos –analizaLos y comprobados – entre el enemigo principal y los secundarios, se debe elaborar una propuesta también concreta a presentar ante estos, en la cual se recojan sus intereses contra el enemigo principal y la forma en que podemos nosotros apoyar o favorecer dichos intereses.
30.- La cuarta generación consiste en que al pactar con los enemigos secundarios, contra el principal:
a) debemos tener bien claro, bien definido previamente, el objetivo específico concreto, que en cada caso nos proponemos alcanzar;
b) debemos tener bien claro los principios en que basamos nosotros tal pacto y los límites que no pueden ser jamás violados
31.- La quinta orientación, cuya importancia es decisiva, consiste que es necesario ante todo lanzar el ataque contra el enemigo principal más peligroso y solo desde esta posición intentar el aprovechamiento de contradicciones de este con los enemigos secundarios. Sin realizar el ataque contra el enemigo más peligroso, el aprovechamiento de sus contradicciones con los enemigo secundarios puede devenir en oportunismo seguidista e, incluso, en traición a la revolución.
32.- La sexta orientación, que reviste una importancia fundamental, consiste en que todo esfuerzo por aprovechar las contradicciones en el campo enemigo debe apoyarse en la fuerza del movimiento de las masas y no ser una simple maniobra “habilidosa”. Las maniobras sin base de masas pueden fácilmente revertirse en perjuicio para la revolución, por faltar la fuerza que permite limitar las posibilidades de los enemigos secundarios de ocasionarnos daño.
33.- La séptima orientación consiste en que jamás debe confiarse en el enemigo secundario con el cual se pacta, ni infundir a las masas comienza en él. Debemos mantener muy alta la vigilancia en su contra, entender que la alianza concertada con él es temporal, parcial, extremadamente condicional y muy poco fiable.
Debemos saber cuándo cambian las condiciones que hicieron posible el pacto y cuando hemos de pasar de este a la lucha contra el enemigo secundario.
34.- El Partido y la JC deben aprender, desde su dirección hasta sus bases, a conocer y realizar bien el trabajo por el Frente Único y el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo.
Una parte de este trabajo debe de realizarlo la dirección, pero otra parte únicamente puede realizarlo la base
35.- Se puede concluir, a la vista de todo lo dicho – basados en nuestra experiencia y la experiencia de otros partidos hermanos -, que el trabajo por el Frente Único y el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo exige de nuestro Partido profundos conocimientos constantemente actualizados – de la realidad nacional e internacional, una gran claridad política, una fuerte cohesión de su filas y una férrea voluntad de combatir hasta vencer. Solo así podemos realizar las complejas, difíciles y delicadas tareas que este trabajo demanda

CAPITULO V
La línea internacional
Del PCS
La época que vivimos.
1. Vivimos una convulsionada época de la historia mundial, cuya principal característica es el proceso de transición del capitalismo al socialismo. Múltiples y variados son los fenómenos sociales, políticos y económicos, inherentes a este proceso:
a) Profundización de la crisis general del capitalismo.
b) Fortalecimiento del poderío económico y militar e incremento del prestigio político del campo socialista, encabezado por la URSS; cambios radicales a su favor en la correlación mundial de fuerzas;
c) Derrumbe del sistema colonial del imperialismo (casi totalmente concluido ya) y surgimiento de decenas de jóvenes estados independientes;
d) Crecimiento de las fuerzas de la paz, la democracia, la liberación nacional y el socialismo en todo el mundo;
e) Despliegue del victorioso proceso revolucionario multifacético y multiforme a escala mundial, por un lado, y exacerbación de la contrarrevolución, incluyendo el surgimiento de modalidades del fascismo ante el avance revolucionario de los pueblos, por el otro lado;
f) Mantenimiento de la coexistencia pacífica entre los estados capitalistas y socialistas y avances en la política de distención, a pesar de la oposición de las fuerzas guerreristas del imperialismo.
2.- En este proceso de transformación mundial se entrelazan, y en fin de cuentas se funden, la lucha contra el imperialismo y la reacción internacional que desarrollan los países donde el socialismo se construye y se avanza hacia el comunismo, con la lucha contra el socialismo en los países capitalistas desarrollados y la lucha que libran los pueblos de los países coloniales y dependientes por la liberación nacional y la revolución democrática-antiimperialista. Dicho de otro modo, se entrelazan y en fin de cuentas se funden, las grandes fuerzas y vertientes antiimperialistas de la época: el sistema socialista mundial, la clase obrera de los países capitalistas desarrollados, la clase obrera y demás clases y capas sociales revolucionarias de los países dependientes y los pueblos de los países coloniales.
3.- La comunidad de los países socialistas, con la Unión Soviética al frente, aunque han surgido serias discrepancia en sus seno, constituye la fuerza que marcha a la cabeza, el bastión y el apoyo principal de la revolución mundial; con su política de paz ha logrado amarrar bastantes las agresivas manos del imperialismo, le está imponiendo la distensión y creando así las nuevas condiciones favorables para el desarrollo de las fuerzas progresistas y revolucionarias en todo el mundo. La creciente fortaleza de la URSS y los demás estados socialista y el despliegue del movimiento revolucionario en un mundo cada día más adverso al imperialismo, demuestran que la política leninista de coexistencia pacífica es profundamente revolucionaria y antiimperialista.
3.1- En nuestra época, los éxitos y victorias políticas de todos los pueblos de la tierra, están indisolublemente relacionados en forma directa o indirecta a la existencia y fortaleza de la Unión Soviética y de la comunidad socialista, a su política internacional y su internacionalismo proletario militante. El anti-sovietismo, bajo cualquier forma, es incompatible con el interés vital de todo los pueblos, es una expresión de la ideología imperialista contraria a la revolución; el anti-sovietismo, independientemente de las motivaciones que lo originan, termina llevando a quienes lo sustentan a prestar servicios al imperialismo e incluso a pasarse del todo al campo de la contrarrevolución, como lo ha ilustrado abundantemente la historia desde 1917. El anti-sovietismo es una forma muy peligrosa del anti-comunismo. No se puede ser comunista, ni revolucionario verdadero en general y al mismo tiempo anti-soviético.
3.2 La Unión Soviética y los países del campo socialista cumplen su papel internacionalista ejemplarmente. Esto es lo que ha hecho posible que países pequeños como Corea, Laos, Kampuchea, y Viet Nam, hayan podido aplastar la agresión directa, criminal y masiva de los imperialistas yanquis; como también, ahora, posibilita a Viet Nam defenderse de la agresión traidora de los dirigentes chinos, permitió que Etiopía derrotara a los intervencionistas títeres de los círculos pro imperialistas y reaccionarios árabes; que Angola defendiera su libertad, su independencia y su revolución de la agresión mercenaria imperialista; que diversos países de África y Asia consoliden sus victorias políticas y avancen en su desarrollo económico-social; y que Cuba, a solo 90 millas del país capitalista más poderoso de la tierra, venciera el bloqueo, la agresión, el sabotaje y el chantaje norteamericanos y edifique hoy el socialismo en el suelo de América.
Esta política principista de coexistencia pacífica e internacionalismo proletario, aplicado por la URSS y la comunidad socialista, aporta condiciones de paz en Europa, que algunos Partidos Comunistas del Occidente capitalistas han sabido aprovechar para el crecimiento de su organización y de su influencia política y para proponerse el acceso al poder por vía pacífica.
3.3- Si algún revolucionario se lamenta del poderío, fortaleza e influencia que la Unión Soviética ha alcanzado en el mundo, estará cometiendo un grave error, estará suplantando la visión clase la humanidad y de su historia, por una visión nacionalista burguesa o “geopolítica¨ , dañando gravemente la causa de la revolución y el socialismo en su propio país y en el mundo.
4. La Revolución Cubana abrió para América Latina la época del paso al socialismo.
Dentro de este marco internacional, hace ya veinte años la Revolución Cubana abrió para América latina la época del tránsito del capitalismo al socialismo. Cuba, que con firmeza avanzó desde las posiciones revolucionarias democra´ticas y aintiimperialistas, hasta las posiciones anti-capitalistas y se transformó así en un país socialista, significa la confirmación de la inexorable ley del progreso social que conduce a la humanidad entera hacia la sociedad sin explotación y la sociedad sin clases. La revolución cubana inicio el periodo histórico de reacción en que América Latina se encuentra.
5.- Cuba como país socialista es la vanguardia de la revolución en América Latina. Contra ella está dirigida la punta de lanza imperialista en este continente. Ni la agresión militar directa, ni el criminal bloqueo económico, ni las desvergonzadas presiones, han doblegado a la heroica Isla de la Libertad; la base militar yanqui de Guantánamo sigue enclavada en su territorio y es una constante amenaza para su pueblo; sin embargo, la firmeza y la fidelidad del pueblo de Cuba a la causa del socialismo y de la revolución internacional permanecen incólumes y se agigantan. Su ejemplar actitud se ha convertido en fuente de inspiración para millones de hombres y mujeres latinoamericanos y de otras latitudes y su apoyo firme y probado a la revolución en África, Asia y América Latina, fortalece en los revolucionarios de todas partes sus convicciones, y su seguridad de victoria.
La solidaridad que Cuba ha prestado y presta a las revoluciones en esos tres continentes ha sido múltiple y variada, sin condiciones. Muchos cubanos han dado su vida por la causa revolucionaria de estos pueblos; miles de sus obreros, técnicos y especialistas contribuyen al desarrollo de muchos países en África y Asia. En la paz y en la guerra, tanto en los buenos como en los malos tiempos, Cuba, invariablemente, ha estado desde el 1 de enero de 1959 al lado de los luchadores por la libertad, la democracia y el socialismo.
5.1.- En contraste con la miseria, el atraso, y el desempleo, el bajo nivel cultural, el estancamiento, la subordinación política, económica y tecnológica al imperialismo, la corrupción, la discriminación racial y de sexo, la explotación sin límites sobre las grandes mayorías trabajadoras ejercidas por un puñado de grandes capitalistas, terratenientes y monopolios extranjero, etc., que imperan en el resto de América Latina, en Cuba las hondas y formidables transformaciones socialistas han liquidado la explotación del hombre por el hombre, han resuelto los más apremiantes problemas sociales y promueven el desarrollo en todo los aspectos de la vida económica, cultural y política de la nación, en beneficio de su pueblo.
5.2.- La revolución democrática antiimperialista consecuente, que toma el poder, destruye la vieja máquina estatal y crea una nueva al servicio de las fuerzas motrices de la revolución, que avanza sucesivamente de esa fase a la fase socialista: tal es la enseñanza histórica más trascendental de la experiencia cubana. La posición principista del partido comunista, su ejemplar cumplimiento de los deberes internacionalistas revolucionarios, su cohesión sólida, su inquebrantable firmeza al marxismo y leninismo, constituyen condición inseparable de la construcción del socialismo en Cuba.
La brillante experiencia de la revolución cubana enseña a los pueblos latinoamericanos que su rumbo es la democracia, el antiimperialismo y el socialismo; les muestra que la mejor guía, la más segura, la guía del marxismo-leninismo y la dirección del partido de vanguardia marxista leninista.
Estas conclusiones cobran fuerzas irrebatibles cuando, a la par del éxito del socialismo en Cuba, se tiene en cuenta el fracaso que han sufrido en América Latina todos los matices de reformismo, el desarrollismo, el populismo, el nacionalismo, “ la democracia representativa” etc.
5.3.- La actitud que se tenga hacia Cuba socialista es punto definitorio de genuina posición revolucionaria antiimperialista en nuestro continente, y nadie que se precie de ser revolucionario puede soslayar ni transar su posición y definición ante ella. Cuba es el destacamento más importante de la revolución en América latina y no se puede ser revolucionario y anti-cubano a la vez. Tampoco es consecuente la posición de los revolucionarios que, para subrayar su “independencia”, dicen “no ser pro-cubanos, ni pro-soviéticos, etc.”
6-El PCS y el movimiento comunista internacional
6.1- El Movimiento Comunista Internacional (MCI) es la fuerza revolucionaria principal de nuestra época, la más importante e influyente fuerza política en la historia de la humanidad al servicio del progrema social. Cuidar y fortalecer la unidad, el carácter revolucionario, la vanguardialidad y el prestigio del MCI, son deberes de principios para todo comunista.
El PCS, aunque pequeño, es un destacamento integrante del MCI y como tal, reconoce sus deberes y responsabilidades, trata de cumplirlas sin escatimar ningún esfuerzo del que sea capaz.
7.- La unidad del MCI sobre la base de los principios del marxismo-leninismo es condición fundamental para el triunfo de los ideales revolucionarios de la humanidad trabajadora.
Desde los tiempos de la internacional comunista (IC), existen dentro del MCI tendencias de distinto matriz que propician su disgregación; jamás debe permitirse que tales tendencias cobren fuerza y se desarrollen; por lo contrario, se deben empeñar todo el esfuerzo posible por defender y propugnar su unidad y su fuerza, que se expresan en el internacionalismo proletario militante.
La traición de la dirigencia del partido Pomunista de China muestra con claridad el grave peligro para el socialismo, la coexistencia pacífica y las aspiraciones revolucionarias de los pueblos que viene vinculado con las posiciones divisionistas o disgregantes dentro del MCI.
7.1- El PCS opina que mecanismos diversos bilaterales y colectivos más frecuentes y efectivos de consulta, discusión, coordinación y colaboración con los partidos comunistas, son los instrumentos más adecuados para derrotar el peligro segregacionista y fortalecer la base unitaria de nuestro movimiento. Da una especial contribución a la unidad la coordinación de las tareas comunes entre los partidos comunistas y obreros de cada región y de todo el MCI. El PCS se pronuncia por la reacción de nuevos, mas agiles y eficaces mecanismos de esta clase entre los integrantes del MCI.
8.- Es cierto que la práctica, ya superada, de relaciones de supeditación de unos partidos a otros, condujeron a fomentar las corrientes disgregadoras en el MCI, pero nosotros rechazamos la pretensión de fundamentar y justificar en tales errores las posiciones debilitadoras de la unidad de nuestro movimiento mundial; estamos en contra de justificar un error por medio de otro error. El PCS está a favor de un esfuerzo colectivo por lograr el perfeccionamiento de las normas de relación entre los partidos integrantes del MCI, pero siempre tras el objetivo de hacer más sólida su unidad, mucho mayor su cooperación mutua, y mucho más activo y militante el internacionalismo proletario, en pos de nuevos triunfos revolucionarios y de su defensa en el mundo entero. Estamos en contra de debilitar la unidad del MCI y el internacionalismo proletario, en aras de supuestas normas respetuosas de relación interpartidarias, según las cuales es bueno y debe aceptarse cualquier actuación, en cualquier sentido, en cada uno de los partidos, en una convivencia más diplomática que revolucionaria. Rechazamos cualquier concepción de las relaciones interpartidarias en el MCI, en la que el principio supremo sea una especie de “soberanía nacional” de cada partido, que termina contraponiéndose y sobreponiéndose al cumplimiento de los fundamentales deberes clasistas del internacionalismo proletario.
9- El marxismo-leninismo es la teoría científica revolucionaria probada por la historia universal de este siglo, y los comunistas debemos defender su carácter científico, clasista y revolucionario. El PCS recusa todo intento que se haga, por quien sea, de despojar nuestra teoría de su carácter revolucionario y rechaza cualquier acción tendiente a desligar los partidos comunistas y obreros de la guía certera del marxismo-leninismo. Todo intento por desnaturalizar nuestra gloriosa y probada teoría revolucionaria y a nuestros Partidos en su carácter de clase, atenta contra los interese de la revolución y el socialismo en cualquier parte del mundo y engendra peligros para la unidad del MCI.
10.- El PCS entiende las preocupaciones y los esfuerzos que han venido realizando algunos partidos comunistas y obreros de los países capitalistas de Europa y Japón por desarrollar su línea general, en busca de una vía apropiada para conducir la lucha de la clase obrera por el socialismo, en las condiciones creadas en sus países después de la segunda guerra mundial, con el advenimiento y /o consolidación del capitalismo monopolista de estado, la asimilación por este de muchas demandas socio-económicas inmediatas de las masas, el despliegue del reformismo y el consiguiente alejamiento de las posibilidades de configuración de situaciones revolucionarias. Entendemos estas preocupaciones, pero sostenemos que el capitalismo no ha modificado su naturaleza esencial, que continúan vigentes sus contradicciones y leyes fundamentales descubiertas por el marxismo- leninismo y que, por tanto, la búsqueda de una vía apropiada para el socialismo en tales condiciones, no puede transgredir el reconocimiento de esas contradicciones y leyes objetivas que rigen el proceso de la sociedad capitalista, ni de la leyes que rigen el movimiento de la sociedad humana en general, sin llevar a quienes lo hagan, a abandonar el terreno teórico y práctico de lucha por el socialismo.
10.1- El PCS no considera el socialismo real como una obra acabada y perfecta; considera que la sociedad socialista no es un estado inmóvil de existencia de la sociedad humana, sin contradicciones ni problemas, si no una sociedad viva en la que viejos problemas heredados del capitalismo y nuevos problemas surgido sobre la nueva base, exigen ser encarados, analizados en su raíz y resueltos. El PCS está a favor del estudio crítico y la asimilación de la experiencia de la construcción del socialismo en todos los países que integran la gran comunidad socialista; está a favor de la crítica comunista entre los partidos del MCI sobre este tema; pero al mismo tiempo, el PCS condena de modo categórico el juego politiquero, electorero, que algunos realizan a este respecto, desde las posiciones de un supuesto “socialismo ideal”.
10.2- En elación con algunas concepciones y tesis formuladas implícitas o explícitamente por teórico de estas posiciones en las filas comunistas, el PCS se pronuncia así:
a) No aceptamos los comunistas salvadoreños que no exista socialismo “verdadero”, que el existente en la URSS y demás países de la comunidad socialista sea un “socialismo desnaturalizado” o con cualquier otro adjetivo. El socialismo real es el socialismo de nuestro tiempo., opuesto al capitalismo; su defensa es deber clasista de principio, es la primera obligación internacional proletaria, es punto de definición frente al imperialismo, al capitalismo en general y a todo sistema basado en la explotación del hombre por el hombre.
b) No aceptamos que haya un marxismo-leninismo revolucionario, válidos para los países subdesarrollados y pobres y “marxismo reformista” para los países capitalistas desarrollados y ricos. Rechazamos la discriminación entre el marxismo y leninismo, consideramos al marxismo-el leninismo como la teoría del socialismo científico, la ciencia de la revolución proletaria, de la construcción del socialismo y comunismo; vemos el marxismo-leninismo como la guía certera para la acción, en constante desarrollo creador, enriquecido por la sintetizacion de la infinitamente rica experiencia del progreso de la humanidad
c.- Rechazamos la pretensión de de negar la dictadura del proletariado como culminación histórica necesaria de la lucha de clases y contenido esencial del estado socialista, fase transitoria entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista, en que el Estado se extinguirá.
d) Rechazamos la presentación de que se puede ser comunista y eludir el cumplimiento del deber internacionalista proletario o la formulación de un supuesto internacionalismo supeditado a utilitaristas intereses y conveniencias nacionales propias.
Consideramos esto último como una modalidad de nacionalismo que, tarde o temprano, como lo demuestra la experiencia contemporánea, se contrapone a los intereses de la revolución y el socialismo conduce hacerle el juego a la burguesía “propia” y/o al imperialismo general.
D. EL PCS y el movimiento comunista latinoamericano
11.- El PCS está, pues, a favor de formas más estrechas y activas de consulta, de la crítica y de lucha ideológica fraternal, de la cooperación y la coordinación dentro del MCI, particularmente en el Movimiento Comunista Latinoamericano (MCI). Esto ayudaría a la reflexión, a la corrección de errores, a la superación de cada destacamento y al aumento del prestigio de todo el movimiento comunista en el continente.
11.1.- Somos de la opinión que actualmente se hace imperativa la creación de órganos consultivos permanentes o al menos periódicos de partidos comunistas de América Latina. El análisis colectivo de problemas comunes y de una serie de nuevos fenómenos sociopolíticos internacionales, nos facilitaría a todos el acceso a la información y la comprensión de lo que acontece en nuestro país y en el mundo, nos admitiría conocer y asimilar mejor la experiencia revolucionaria internacional, orientar correctamente nuestros pasos, prestarnos una solidaridad más eficaz.
11.2 Mientras que los enemigos comunes de los pueblos coordinan sus esfuerzos para derrotar y aplastar la base de la revolución en nuestros países; nosotros, los comunistas, con frecuencia encontramos o creamos muchos obstáculos para informarnos, consultarnos mutuamente y coordinar nuestra acción y cooperación. Estamos convencidos que la mejor expresión del internacionalismo proletario y de la cohesión del movimiento comunista latinoamericano es la cooperación mutua y la coordinación de esfuerzos para esclarecer nuestra ruta y enfrentar al enemigo común.
No propugnamos la creación de un centro directriz y/o de control de la actividad de los partidos comunistas latinoamericanos, ni mucho menos proponemos una reedición de las formas orgánicas de la Internacional Comunista. Defendemos el principio de cada partido debe actuar con independencia de criterio, libre de decidir, trazar y aplicar su propia línea estratégica y táctica dentro de su país, por lo cual es responsable en primer lugar, ante la clase obrera y el pueblo de su propio país, pero sostenemos que también es responsable ante la clase obrera y los pueblos de los continentes y del mundo y ante el MCI. En este sentido, la cooperación mutua, la coordinación de esfuerzos contra el enemigo común, la mutua critica fraterna entre los partidos comunistas y obreros, solo contribuirá a que la clase obrera latinoamericana cumpla su histórica tarea antiimperialista de esta época de revolución y transito al socialismo.
E.- El PCS y el movimiento comunista de Centro América.
13.- La Revolución Cubana inicio para América Latina el periodo de tránsito del capitalismo al socialismo y, en ese marco, la ruptura del Mercado Común Centroamericano (MERCOMUNCA) en 1969, significo el punto de partida de la maduración de la crisis estructural de la región y, con ello, el inicio de un periodo histórico de revolución para Centro América, que no se cierra aun. La posibilidad real de revolución se convertirá en realidad, si las fuerzas revolucionarias del área contamos con suficiente capacidad política y orgánica y actuamos con iniciativa revolucionaria, audaz y combativa.
14.- Nuestra región se ha convertido, en los últimos tiempos, en el centro más activo de la revolución en América Latina, pero ella solamente triunfara si se logran superar importantes obstáculos que dificultan su desarrollo.
Unos de estos obstáculos es la división de las fuerzas revolucionarias dentro de cada país del área. El PCS considera que el entendimiento y la unidad de acción entre estas fuerzas organizadas permitirán, a corto desarrollo, obtener grandes éxitos y victorias reales para los pueblos centroamericanos.
14.1.- Se necesita sin falta de una efectiva coordinación de los movimientos populares de nuestro países, para actuar con más eficacia contra el enemigo común, concentrar la fuerzas de nuestros pueblos en la lucha por romper el eslabón más débil de la dominación imperialista en esta región, el cual se desplaza de un país a otro, como lo muestra la apariencia de los últimos años de honda crisis estructural y política en Centro América.
15.- Opinamos que para los partidos comunistas de Centroamérica, es urgente la creación de mecanismos regionales colectivos de consulta y coordinación. Solo un enfoque común de la situación centroamericana, creado por medio de un trabajo analítico colectivo, sistematizado, harán posible la coordinación de nuestros esfuerzos múltiples para influir sobre la situación del área. Esto facilitara también el trabajo por la cohesión de la izquierda revolucionaria centroamericana y traería un cambio favorable a la revolución en la correlación de fuerzas del Istmo.
16. Centro América y el Caribe son el área que alberga el primer país socialista de nuestro hemisferio y ellos refuerza la prioridad estratégica que el imperialismo yanqui asigna a la región, pero también sus posibilidades revolucionarias. Ambas derivaciones demandan de los partidos comunistas y obreros de esta región un alto grado de consulta, cooperación y solidaridad mutuas.
16-1 El PCS está a favor de la sistematización y perfeccionamiento de los encuentros bilaterales y regionales entre los partidos comunistas, que vienen realizándose desde 1961. Estamos a favor de crear formas prácticas de cooperación entre nuestros partidos.
F.- El movimiento comunista y las otras izquierdas
17.- En los últimos años ha cambiado notablemente la correlación de fuerzas en el mundo, bajo la vigorosa influencia de los avances del socialismo. El campo de las fuerzas antiimperialistas y por el socialismo ha experimentado una extraordinaria ampliación. Muchas de las nuevas organizaciones de izquierdas son partidarias del marxismo-leninismo y declaran su decisión y disposición de luchar por el socialismo. Los comunistas tenemos el deber de propiciar la unificación de esas nuevas y amplias fuerzas y de contribuir en su encausamiento en la común lucha revolucionaria de nuestra época.
17.1 Con algunos sectores de estas nuevas fuerzas los comunistas tenemos discrepancias, incluso algunas muy profundas. Nosotros estamos obligados a señalar esas discrepancias, pero también tenemos que subrayar nuestras coincidencias; debemos en la misma forma, señalar a las demás organizaciones de izquierda sus errores, pero también reconocer sus aciertos; debemos realizar la polémica como una lucha por la unidad, desde una posición autocritica, reconociendo y ajustando cuentas a nuestros propios errores.
18.-El PCS está a favor, nacional e internacionalmente, de un activo entendimiento y cooperación de las fuerzas antiimperialistas y pro socialistas que no sean anticomunistas, ni anti-soviéticas, aunque no sean miembros del MCI.
18.1- El PCS está a favor, especialmente de un activo entendimiento y cooperación en nuestra región, entre los Partidos Comunistas y Obreros y las demás organizaciones de izquierda revolucionaria.
18.2 El PCS se pronuncia por la realización de esfuerzos inmediatos a favor de entendimientos entre el MCI latinoamericano y las demás izquierdas en nuestro continente. Nuestro partido aplaude y apoya la línea de relaciones internacionales que en este sentido mantienen el Partido Comunista de Cuba. Consideramos que este tipo de relaciones y cooperación revolucionaria internacional constituye uno de los fundamentos imprescindible para la práctica del internacionalismo proletario.
G.- La actual política del imperialismo yanqui y de otras fuerzas burguesas internacionales
19.- La política mundial del imperialismo yanqui y en particular su política hacia el “tercer mundo”, ha experimentado reajustarse desde el ascenso de Carter a la presidencia de los Estados Unidos. La necesidad de reajustar la política exterior norteamericana vino a ser precipitada, entre otros hechos, por los siguientes: La derrota militar y política sufrida en Viet Nam; el escándalo de Watergate que culminó con la renuncia de Nixon a la presidencia; los reiterados reveses sufridos a manos de la revolución en África; la honda pérdida de prestigio en América latina y todo el “tercer mundo”; las agudas contradicciones en la esfera de las relaciones económicas con estas región y sus discrepancias y contradicciones con sus aliados de Europa Occidental y Japón.
En el fondo, pues, las esferas dirigentes de los Estados Unidos se vieron precisadas a introducir nuevas matices en su política mundial, a consecuencia de la profunda agravación de la crisis general del sistema capitalista mundial cuyo aspecto principal es la crisis del imperialismo yanqui y del avance del socialismo, sus éxitos económicos, científicos y culturales, el éxito de su política de coexistencia pacífica, distensión e internacionalismo proletario militante, la elevación del prestigio mundial de la Unión Soviética y la comunidad socialista en general.
19.1 – Los ajustes introducidos por la administración Carter a la política mundial de los Estados Unidos, pretendían mejorar su posición en su enfrentamiento con la Unión Soviética y la comunidad socialista, reparar su deteriorada imagen internacional, mitigar su crisis política recuperando el prestigio moral del sistema político y del liderazgo de la gran burguesía monopolista y militarista sobre la nación, propiciar el arreglo de sus conflictivas diferencias con sus principales aliados y posicionarse en situación de frenar el proceso revolucionario en el “tercer mundo.”
La agitación demagógica de la bandera de los derechos humano es uno de los principales recursos de la política Carter, al servicio de todos estos objetivos. Junto con la cuestión de los derechos humanos, atenuándola o prescindiendo de ella, el gobierno Carter busca otros recursos, según las características y sus propios intereses en el momento, en las distintas áreas del mundo.
19.2.- Importancia principal tiene en la política actual del imperialismo yanqui la atracción de la República Popular de China a una activa alianza anti-soviética y contra-revolucionaria. Los jefes chinos, ciegos por su nacionalismo y sus ambiciones hegemonistas en Asia y en el mundo en general, traicionaron al socialismo, le hacen el juego descaradamente a esos propósitos del imperialismo, se enfrentan a los pueblos revolucionarios junto con sus enemigos y, con la agresión de Viet Nam, han iniciado el desempeño practico de su papel como instrumento militar para la provocación y la guerra contra la comunidad socialista.
El agresivo aventurerismo de los jefes chinos implica un grave peligro para la paz mundial y para los intereses revolucionarios de todos los pueblos. Su política de traición al socialismo y de contubernio contra el imperialismo debe ser denunciada, repudiada y combatida por todos los comunistas y, en general, por todos los revolucionarios, fuerzas anti-imperialistas y amantes de la paz.
La alianza contra-revolucionaria del imperialismo yanqui con la jefatura traidora de Pekín es sin duda el principal éxito de la política mundial de Washington.
19.3- Para los Estados Unidos el “tercer mundo” ha sido desde la segunda guerra mundial una arena de lucha frontal, incluida la agresión militar directa, contra los movimientos o regímenes progresistas, una zona donde su poderoso apoyo se ha concentrado a favor de las fuerzas y regímenes más reaccionarios y sus o peores causas (el apartheid, el colonialismo del viejo tipo, el sionismo, los regímenes militares de derechas más represivos, etc.). Tales han sido rasgos tradicionales de la política Norteamérica en el “tercer mundo.” Ahora la política Carter intenta atraer a los movimientos y regímenes progresistas que no son firmemente revolucionarios; atraer, es decir, a los regímenes y fuerzas burguesas y pequeño burguesas reformistas, procurando así dividir el bloque de las fuerzas progresistas dentro de cada país y en cada región, el aislamiento de las fuerzas revolucionarias anti-imperialistas y socialistas consecuentes.
Por supuestos estos nuevos giros de la política de los Estado Unidos se combinan con la vieja estrategia de la agresión militar, allí donde ellos resulta indispensable a sus intereses; pero en este punto la tendencia dominante en Washington procura reemplazar el método de la agresión unilateral yanqui, por el de promover a realizar las agresiones a los regímenes reaccionarios de la región respectiva y/o a las demás potencias imperialistas, como ha podido verse en los últimos años en África y se ha visto en Centro América cuando la tiranía de Somoza a contado con la ayuda militar encubierta de los regímenes reaccionarios de la región, lo mismo que con el apoyo de las tropas norteamericanas y sudvietnamitas del derrotado ejército títere, situadas en la Zona del Canal de Panamá.
Así, pues, de nuevo como ocurrió en los gobiernos de Franklyn D. Roosevelt y John F. Kennedy Washington intentó dar prioridad a las tareas preventivas de la revolución, por encima de la contrarrevolución directa , para lo cual ensayan en el Tercer Mundo, particularmente en América Latina, maniobras de “suavizamiento”, “mediación” “compromiso” “democracia limitada o democracia viable”, etc. Agita la bandera de los derechos humanos, como atractivo y bases para una “alianza decenté” con las fuerzas democráticas reformistas que, difícilmente podrían aceptar un pacto con Washington en el pantano de la política tradicional.
19. 4.- Aunque la política Carter a conseguido pocos logros concretos, no debe subestimarse la dosis de confusión y ilusión que ha diseminado entre importantes sectores democráticos de América latina y de nuestro mismo país, ni sus progresos en la atracción al compromiso a partidos y otras organizaciones reformistas.
La esencia imperialista de esta política astuta patrocinada por Carter debe ser mostrada continuamente a las masas. Debe mantenerse muy alta la vigilancia alrededor de las maniobras de atracción que realiza Washington sobre las fuerzas democráticas de nuestros países y adelantarse a una acción política inteligente para frustrar los intentos de hacer jugar a esas fuerzas un papel contra-revolucionario.
19.5.- Esta política norteamericana preventiva de la revolución, ha llegado cuando en América Latina hay ciertas condiciones que la favorecen. La ofensiva de la contrarrevolución fascista promovida con el activo apoyo imperialista yanqui en los años 1964-1976 (principalmente desde 1973) alejó temporalmente la posibilidad de triunfos revolucionarios en gran parte de subcontinente. La presencia de regímenes fascistas, fascistizantes o fascistoides, puso la orden del día la lucha contra la represión, por las libertades democráticas y la defensa de la misma legalidad burguesa. De ahí que la agitación de la bandera de los derecho humanos y el planteo de “ aperturas democráticas restringidas” encuentre una resonancia importante en la América Latina de hoy, mientras que tales concesiones, en opinión de los estrategas de Washington, no ayudarían a un inmediato resurgimiento del peligro revolucionario, puesto que las organizaciones de izquierdas han sido debilitadas en la mayoría de los países latinoamericanos, excepto en Centroamérica y el Caribe donde la revolución asciende en ofensiva. Por eso Washington traza una política especial para esta región, en la cual tienen muchos pesos los agresivos procedimientos militares e intervencionistas en general.
20.- Desde 1976 ha cobrado una nueva dimensión la actividad de la Internacional Socialista en América Latina. Aunque ella se ha movido hacia nuestros países y en otras áreas del “tercer mundo” impulsadas por sus propias motivaciones políticas y por los intereses económicos euro occidentales, es necesario tener en cuenta que ello se realiza en estrecha relación con la política Carter.
Lo mismo puede decirse de los esfuerzos que realiza el movimiento demócrata cristiano por retomar presencia e iniciativa en América Latina.
Tanto la social democracia, como la democracia cristiana internacionales, presupuestaron el apoyo del gobierno Carter, con cuyo equipo entablaron negociaciones desde los días de su campaña electoral; aunque cada día se evidencia más la preferencia de Washington por la democracia cristiana.
Lo que hace posible esa alianza no es solo la coincidencia en ciertos objetivos, si no también y quizás principalmente el hecho de que Washington no cuenta en América Latina con una red de partidos políticos de masas, originados y educados bajo su tutela ideológica, en la que puede apoyarse para llevar adelante por sí mismo este tipo de política (como si fueran organizados partidos afines por los partido ingleses y franceses en el área de dominación colonial de sus dos países imperialistas). La existencia de tales partidos burgueses y pequeños burgueses de masas constituye un factor imprescindible, por la naturaleza “democrático representativa” y reformista de la formula que se propuso aplicar Carter. Así, pues la socialdemocracia y la democracia cristiana tenían la oportunidad de pactar con Washington la prestación de sus servicios, a cambio de que este coopere para llevar al poder a los partidos que se integran en dichos movimientos internacionales, o a sus afines.
20.1.- Sin embargo, es necesario tener en cuenta que la política Carter no es ni puede ser la política unánime de todos los centros de poder en los Estados Unidos, ni puede contar y no cuenta en efecto con la aprobación unánime de todos los regímenes y fuerzas burguesas de América Latina.
La aplicación de la política Carter en América Latina aviva algunas viejas contradicciones y engendra otras nuevas en el campo de las clases dominantes y sus regímenes políticos.
Entre la socialdemocracia y la democracia cristiana, por un lado, y el gobierno Carter, por el otro, no existe total identidad y hay contradicciones (especialmente es conflictiva a la relación de Washington con la socialdemocracia), pero ambas partes buscan complementarse y reasegurarse en América Latina. Entre la social democracia por una parte y la democracia cristiana por la otra, existe competencia y contradicciones cada día más pugnaces.
20.2.- La principal debilidad de la socialdemocracia y la democracia cristiana como movimientos internacionales en América Latina, consiste en que ninguno de ellos posee un “proyecto histórico” propio, un modelo de sociedad distinto al capitalismo dependiente y al socialismo, que sea viable como alternativa para nuestros países. Esta debilidad permite que algunos partidos socialistas y demócratas cristianos se inclinen a veces hacia la derecha y a veces hacia la izquierda.
Entre los partidos filiales o afines a uno y otro movimiento en América Latina hay aquellos que se encuentran bajo una orientación reaccionaria, otros que se sitúan en las posiciones centristas y otros que se acercan a las posiciones antiimperialistas y pro socialistas o las comparten.
20.3.- La socialdemocracia y la democracia cristiana, como movimiento mundiales en cuya orientación y dirección influyen fuertemente los monopolios de Alemania Federal, Italia, Austria y otros países de Europa Occidental, son movimientos por su esencia burgueses y anti- revolucionarios, anti-socialistas; pero su actual actividad antifascista, especialmente de parte de la Internacional Socialista, es positiva. Entre sus partes filiales o afines, hay muchos con los cuales podemos y debemos los comunistas marchar juntos por la democracia y algunos con los que podemos marchar contra el imperialismo e incluso por el socialismo.
Tener claridad sobre dicha esencia anti-socialista y al mismo tiempo hacer los mencionados distingos, son condiciones determinantes para trazar y realizar una política acertada respecto de estos movimientos internacionales, que tienen expresión en nuestro país.
20.4- Dicho de otro modo, en cuanto a las relaciones con los partidos socialdemócratas o demócratas cristianos, el PCS se pronuncia en favor de una actitud acorde de la conducta concreta de cada uno de esos partidos.
Mientras no haya sido superada la crisis estructural que sufren nuestros países capitalistas dependientes latinoamericanos, la unidad de acción con estas y otras fuerzas en torno a los objetivos democráticos y, sobre todo los objetivos antiimperialistas, constituye de hecho una fuente de confrontación real contra el sistema de la dependencia y ello obliga en definitiva a quienes sostiene consecuentemente tal orientación a adoptar una posición revolucionaria a y a romper con el reformismo.
H. El PCS ante el internacionalismo proletario, la coexistencia pacífica, la distención y la lucha por la paz mundial
21.- El PCS considera el Internacionalismo Proletario como un principio y una obligación que es inherente e inseparable de su naturaleza como destacamento comunista, fiel al marxismo-leninismo. Al mismo tiempo opina que este principio y esta obligación forman parte del fundamento que hace posible la existencia del Movimiento Comunista Internacional como tal.
El Internacionalismo Proletario emana de los rasgos esenciales del proletariado como clase mundial, sin contradicciones de naturaleza antagónica en su seno y cuya misión histórica suprema es acabar con el capitalismo y toda otra forma de explotación y construir el socialismo. Oponerse al Internacionalismo Proletario, bajo cualquier pretexto o modalidad, atenta contra los intereses de todos los pueblos y contra el socialismo.
22.- El PCS reafirma su adhesión a la política leninista de coexistencia entre los estados socialistas y los estados capitalistas. La coexistencia pacífica, como lo ha demostrado clara e irrefutablemente la historia de este siglo, desde el triunfo de la gran Revolución de Octubre, es una política impuesta al imperialismo, que a favorecida a la consolidación y desarrollo del socialismo y el sucesivo avance del proceso revolucionario mundial.
Coexistencia pacífica e internacionalismo proletario no son orientaciones opuestas, sino plenamente compatibles y complementarias entre sí.
La política de coexistencia pacífica de la Unión Soviética y la comunidad socialista ha sido y es, cada día con mayor peso determinante, lo principal para impedir una nueva guerra mundial. El mantenimiento de la paz global ha sido y es la condición general y ha sido la más importante para que cada pueblo pueda realizar su propia revolución, determinar eso.
El estallido de una tercera guerra mundial, que sería inevitablemente una confrontación nuclear, acarrearía a la humanidad una pavorosa y devastadora destrucción, ala que los comunistas nos oponeos desde nuestros principios fundamentales y esenciales.
El socialismo y el proceso revolucionario mundial en general, no necesitan de la guerra para avanzar, como lo ha demostrado la historia cuarenta y cuatro años transcurridos desde que terminó la Segunda Guerra. Es el imperialismo el que no renuncia a su pretensión de imponer la guerra y utilizarla para retener la revolución, derrotar y acabar el socialismo.
Pero el imperialismo no puede hoy imponer fácilmente la guerra a la humanidad, no es porque haya cambiado su naturaleza explotadora y belicista, sino que es la directa consecuencia del grande y creciente poderío de la Unión Soviética y la comunidad socialista, de la invariable política de paz, y de la adhesión a la causa de la paz de crecientes fuerzas progresistas de la actualidad.
Apoyándose su enorme poderío, la Unión Soviética ha impulsado el proceso de distensión, que ha significado un movimiento de avances concretos en el terreno de la limitación y control de las armas nucleares, en materia de seguridad y cooperación entre los Estados y una aproximación sucesiva hacia la meta del desarme general y completo, hacia la total erradicación de la guerra en nuestro planeta.
La distensión es una forma concreta de la política de coexistencia pacífica y de la lucha por la paz.
22.4- El PCS apoya el programa de paz trazado por el XXV Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética; lo considera como el programa de todos los comunistas, de las fuerzas del progreso y de la paz del mundo entero.
22.5 El PCS se pronuncia a favor de la solución pacifica de los conflictos entre las naciones, empleando para ello la negociación y demás medios que ofrece el derecho internacional y la practica diplomática mundial.
El PCS considera que el imperialismo y/o las clases explotadoras internas agudizan los conflictos viejos y nuevos entre los países, especialmente en el “tercer mundo”, se empeñan en utilizarlos para espolear la carrera armamentista y para enfrentar con las armas a unos pueblos contra otros, en provecho del mantenimiento de su dominación y de los fabulosos negocios de sus monopolios.
23.- Los pueblos latinoamericanos son hermanos, tienen enfrente al enemigo antiimperialista, a las oligarquías burguesas y terratenientes que los oprimen y explotan; su conveniencia e intereses vitales están en la unidad y la solidaridad entre ellos para hacer triunfar su lucha por la libertad, la verdadera independencia y el progreso social, contra estos enemigos comunes. No deben por tanto, dejarse arrastrar a la guerra que enfrenta a unos pueblos contra otros.
23.1 En total acuerdo con el hermano Partido Comunista de Honduras, el PCS se pronuncia por la pronta solución pacífica del conflicto existente entre nuestros dos países y el restablecimiento de la normalidad plena de sus relaciones mutuas.
El PCS y el PCH se empeñan en clarificar a nuestros pueblos y especialmente a sus mayorías trabajadoras, la verdadera naturaleza opuesta a sus intereses vitales, de los móviles y objetivos por los que los monopolios imperialistas, las oligarquías burguesas terratenientes y los gobiernos reaccionarios de nuestros países, los empujaron al enfrentamiento en julio de 1969. Los comunistas hondureños y salvadoreños luchamos s por combatir el chovinismo y nos hemos comprometidos a unirnos resueltamente para que nuestros dos pueblos hermanos no sean enfrentados nuevamente con las armas.
Estos últimos años, el agudizamiento de los conflictos y las tendencias, por momentos, casi inmediatas a desembocar en guerras, en el sur latinoamericano, han sido y son la obra intencionada de fuerzas fascistas que imperan en varios países de esa región. Lo mismo puede ocurrir en Centro América, donde los fascistas predominan en las altas jefaturas militares en El Salvador y Guatemala y avanzan en el gobierno de Honduras. El odiado gobierno sanguinario de Somoza en Nicaragua es un foco de provocaciones, aliento armamentista y un peligro para la paz en Centro América.
La condena del fascismo y de los regímenes tiránicos fascistoides o fascistas latinoamericanos implica, según considera el PCS, el pronunciamiento contra su militarismo y belicismo, y la lucha por la paz en el continente.
Las fuerzas militares norteamericanas y su Comando Sur establecido en Panamá, sus escuelas de adiestramiento para los ejércitos latinoamericanos, constituyen un abusivo centro de intervencionismo en los asuntos internos de nuestros países, una fuente impulsora del fascismo y del peligro de guerra en nuestro continente.
Las bases militares yanqui en Puerto Rico y la base de Guantánamo, mantenida en territorio de Cuba Socialista contra su voluntad, es una amenaza contra el derecho de nuestros pueblos a decidir sus destinos libremente y claros peligros contra la paz.
El PCS se pronuncia por la total liquidación de todos estos enclaves imperialistas en tierra latinoamericana.
I.Contra el racismo, el colonialismo y el neocolonialismo
24. El racismo es una de las más odiosas expresiones de la ideología burguesa reaccionaria y merece el más firme repudio de todos los revolucionarios. El racismo de toda laya, como el Apartheid y el sionismo, encuentra su más firme bastión de apoyo en las potencias imperialistas y este a su vez, encuentra en ellos a sus mejores aliados: Israel, en el Oriente Medio; África del Sur, Rhodesia y Namibia en áfrica austral. El racismo desaparecerá en forma total, solamente cuando desaparezcan de la tierra de los explotadores, opresores y verdugos de los pueblos; cuando las banderas del socialismo flameen victoriosas en todos los continentes y sean la inspiración de toda la humanidad.
24.1- El principio de los años 70 marca el inicio de la última etapa del colonialismo en África y Asia. Decenas de nuevos estados emergieron desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial; entre ellos, hay algunos que tomaron el rumbo socialista de desarrollo, otros, que como miembros del Movimiento de los Países No Alineados, mantienen una actitud política realmente independiente e incluso antiimperialista.
Pero en nuestro propio continente el colonialismo aun no se extingue: Puerto Rico sigue siendo colonia de los Estados Unidos y cerca de nuestro país se encuentra Belice, cuyo pueblo anhela la independencia.
El PCS se solidariza con la lucha de los pueblos hermanos de Puerto Rico y Belice por alcanzar su independencia.
24.2- Mientras el colonialismo se extingue, el neocolonialismo ha surgido como forma de dominación del imperialismo sobre los países descolonizados. Luchar deicidamente contra esta forma de dominación imperialista es tarea de todos los comunistas, dar nuestro apoyo y solidaridad a la lucha contra el neocolonialismo es un deber irrenunciable de nuestro movimiento.-

MPTIES presenta en San Miguel libro de Roberto Pineda sobre el PCS

MPTIES presenta en San Miguel libro de Roberto Pineda sobre el PCS

SAN MIGUEL, 4 de junio de 2016 (SIEP) “Los conquistadores españoles luego que atravesaban el lempa los embargaba un profundo terror ya que sabían que estas tribus lencas lanzaban mortíferas flechas envenenadas, esa es la herencia de lucha de los pueblos del oriente del Lempa, de ustedes…” indicó Roberto Pineda en la presentación en esta ciudad del libro “ideas emancipadoras y tradiciones de lucha.
El Partido Comunista de El Salvador (1930-1995).

Agrego que “a la vez deseo agradecer al Movimiento de Profesionales, Técnicos e Intelectuales de El Salvador, MPTIES, particularmente a William Martínez y a Elmer Mondragon, por esta oportunidad de establecer un diálogo sobre el origen de la izquierda en nuestro país.”
Asimismo planteo Pineda que “el PCS surgió como resultado de la lucha de clases de hace noventa años, con los antecedentes de la primera huelga de 1919, de la creación en noviembre de 1924 de la Federación regional de Trabajadores Salvadoreños, FRTS, con la incorporación de los sectores indígenas de Sonsonate a la lucha revolucionaria.”
Concluyó que “los hombres y mujeres que constituyeron el PCS, durante sus 65 años de vida, lucharon incansablemente por la democracia y el socialismo en El Salvador, y su disolución en 1995 obedeció a la necesidad de fortalecer una unidad superior, la representada por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN.”