CEM reproduce El Salvador: una democracia cafetalera de Abel Cuenca

CEM reproduce El Salvador: una democracia cafetalera de Abel Cuenca

SAN SALVADOR, 15 de febrero de 2016 (SIEP) “Este libro del revolucionario Abel Cuenca, escrito en 1957, es un clásico del marxismo salvadoreño y el publicarlo digitalmente es para nosotros honor y responsabilidad…” expresó Roberto Pineda, Coordinador del Centro de Estudios Marxistas, CEM “Sarbelio Navarrete.”

“Abel Cuenca ( 1909-1975) forma parte de la primera generación de marxistas salvadoreños, que desde las filas del Partido Comunista de El Salvador, PCS, empuñó las armas en el levantamiento de enero de 1932 en su ciudad natal de Tacuba, y se vio obligado al exilio en Honduras luego de la derrota de los insurgentes; en la década de los años cincuenta acompaña al proceso revolucionario guatemalteco, y luego del golpe del 54 se radica en México, de donde regresa en 1957 y escribe esta obra, para ser de nuevo expulsado por el dictador Lemus en agosto de 1960.”

La obra publicada en México en 1962 por el “Ala Revolucionaria Radical” ARR, se divide en siete capítulos. El primero trata sobre treinta años de historia patria, el segundo sobre la importancia de la teoría histórica, el tercero sobre la formación económico-social de El salvador, el cuarto sobre la teoría aplicada a la política en El Salvador; el quinto se titula hacia la democracia por la industrialización, el sexto sobre quien hace y cómo se hace la historia en El Salvador, y el último sobre El Salvador y sus problemas básicos.

Concluye Pineda que “las ideas de Cuenca sobre los acontecimientos de enero de 1932, el papel del Partido Comunista, el rol de la dictadura de Martínez, sobre la fracción agraria y la fracción industrializante de la oligarquía, sobre la estructura de clases en la sociedad salvadoreña de esa época son valiosas contribuciones a la teoría revolucionaria que merecen ser estudiadas y discutidas por las nuevas generaciones de luchadores sociales y puede consultarse íntegramente en nuestra página: www.ecumenico.org”

El Salvador: una democracia cafetalera

ABEL CUENCA

EL SALVADOR
UNA DEMOCRACIA CAFETALERA

1962

ARRCENTRO EDITORIAL

DE LOS EDITORES
“En algunos pueblos de América Latina El Salvador entre otros el atraso es tal, que las masas populares e incluso sus dirigentes políticos no conocen a sus amigos ni logran distinguirlos de sus enemigos. Los pueblos más aptos para enfrentar estas luchas, cada día en creciente complejidad, serán aquellos que hayan logrado elaborar un estudio a fondo de sus problemas básicos y un balance científico de sus posibilidades tácticas.
“En las luchas políticas no basta querer. Es preciso poder y saber hacer. No basta entender que la Historia está de nuestra parte, es preciso crear las fuerzas sociales y políticas, de las cuales la Historia se sirve para realizar sus fines.”
(Del libro `Introducción al Ala Revolucionaria Radical”, México, 1961)
Retorciendo el sentido del párrafo que sirve de epígrafe a esta nota, algunas mentes torcidas por la chatura intelectual o por la pasión política, han pretendido encontrar allí un sentido aristocratizante. Nada más lejos de la verdad. Nosotros creemos en el Pueblo, en su sensibilidad democrática, en su amor a la Justicia y a la Libertad. Pero ¿por qué sus dirigentes de hoy se han convertido en sus traidores de mañana? Porque el pueblo, desgraciadamente, ha confiado en hombres y no en ideas. La circunstancia política ha creado figuras, que se desvanecen al primer soplo, porque se han representado a sí mismas y no han encarnado un ideal con base científica.
Al fundarse el “Ala Revolucionaria Radical”, comprendimos este vacío y la Comisión de Estudios se dio a la tarea de reunir datos, documentos, estadísticas y estudios. Hacer la teoría revolucionaria salvadoreña era su primera y más urgente tarea.
Los integrantes de la Comisión de Estudios hemos sido los primeros en reconocer los yerros que contiene nuestro pronunciamiento previo. Decidimos ser cautos. Observar, analizar, estudiar a conciencia. Por primera vez en el país, se observa el fenómeno de una dictadura que, cambia su tono tradicional del statu quo y se dedica a la “reforma social”. Esto ha creado una confusión mayor. Confusión que parte fundamentalmente, de dos puntos:
1° No entender el papel que juega el Directorio militar, porque a la dictadura tradicional de “garrote sin pan” se pretende erigir la del “pan con garrote”.
2° No haber comprendido todavía cuál es y debe ser la esencia de la Revolución Salvadoreña. Quererla a la mexicana o a la cubana es no haber comprendido que nos desplazamos en un ambiente de muy especiales circunstancias.
La Comisión de Estudios se encontró con la necesidad de crear un ambiente de amplísima discusión científica, de ampliar al máximo el debate político y por esa razón creó la “Colección Documentos”, con la finalidad de dar a conocer, en sensible escala, estudios, ensayos y trabajos, de diversos matices ideológicos. Estas obras llevan como finalidad crear un ambiente de debate serio, recoger la esencia de la discusión y ver si es posible trazar un programa revolucionario. Si logramos determinar cuál debe ser la Revolución Salvadoreña, sabremos también cuál debe ser la táctica justa para realizarla. En nuestra Colección caben diversos pensamientos políticos. A veces, el tema será exclusivamente salvadoreño. En otras ocasiones la temática será centroamericana, porque estamos íntimamente vinculados no sólo por la aspiración unitaria, sino por la cuna común. Queremos crear debate y nos comprometemos en nuestra Colección incluir todos los trabajos serios que nos concedan quienes desde nuestra fundación nos han dado su apoyo y quienes, también desde entonces, nos combaten.
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Ahora, unas palabras sobre la primera obra de nuestra Colección. Hemos escogido “El Salvador, una Democracia cafetalera”, de Abel Cuenca, tanto en razón a la obra, como en razón a su autor. La obra de Cuenca fue escrita en 1957 y enviada al Certamen Nacional de Cultura, de patrocinio gubernamental. Obtuvo uno segundo previo y el Estado contrajo la obligación, de acuerdo a las bases del Concurso, de editar la obra. No se editó, pues un régimen como el de Lemus, temía ofender a la oligarquía. Amigos del autor, realizaron una pequeña edición mimeográfica que circuló semiclandestinamente. Se hicieron grupos de estudio, se avivó el entusiasmo serio por el debate y cumplió una función feliz, aunque de reducido radio de acción, por lo exigua de la edición.
No es necesario insistir que no estarnos de acuerdo con todas las conclusiones que se derivan del libro de Cuenca. Para nosotros es un documento importante que nos puede llevar a un estudio más serio de la situación nacional. Al editar esta obra se publica tal como se escribió en 1957, con excepción del último capítulo escrito por el autor en junio de 1960 con la intención de servir como material básico para una discusión de los problemas políticos del país en aquel momento.
Afirmamos también tener razones en relación al autor. Una breve incursión biográfica y diga el lector si su vida no merece nuestro homenaje, aunque tengamos con el autor diferencias ideológicas que nos ubiquen en diferentes campos políticos.
Abel Cuenca, nació en el pueblo de Tacuba, Departamento de Ahuachapán, El Salvador, en 1909. A muy temprana edad se fue a estudiar Leyes a la Universidad de San Carlos en Guatemala. Sus estudios los realizó de 1927 a 1931 y en este último año llega Ubico al poder, estrenándose como dictador, al disolver el Movimiento de Reforma Universitaria. Cuenca es expulsado de Guatemala y llega a El Salvador, donde tiene participación militante en la insurrección campesina de 1932. El general Martínez sofocó la revuelta con un saldo de más de 20,000 muertos. El padre del autor, don Leopoldo Cuenca, fue fusilado en el pueblo de Nahuizalco. Sus hermanos Alfonso y Leopoldo, también fueron fusilados, el primero en Ashapuco y el Segundo en Tacuba. La corona trágica se remató con un tercer hermano, Efraín, ahorcado en el campanario de la Iglesia del pueblo natal de los Cuenca, ya citado.
En 1937, Abel Cuenca ingresa por sus ideas políticas a la penitenciaría de Tegucigalpa, Honduras, lugar en el cual la dictadura de Carías Andino lo retiene por más de cinco años.
A Guatemala regresa para prestar durante diez años, una militancia activa a la Revolución de Octubre, tan sólo interrumpida cuando el Gobierno de Guatemala lo envía como Agregado de Prensa a Costa Rica, cargo que renunció para dar su colaboración a las fuerzas que combatieron contra Pepe Figueres y su Legión del Caribe. De nuevo en Guatemala, a la caída de Arbenz, inicia un nuevo exilio hacia Chile, para volver a su tierra natal después de un exilio de 25 años interrumpido brevemente en 1944. Su regreso fue en enero de 1957 y en ese mismo año tenía redactada la obra que ahora editamos. La dictadura de Lemus lo mandó a un nuevo exilio en agosto de 1960, logrando asilo territorial en México, donde reside actualmente.
Cerramos esta breve nota, repitiendo que nuestra Colección se inicia con la obra de Cuenca, en atención a la calidad polémica del ensayo y en homenaje al temple de su autor.
Comisión de Estudios del “Ala Revolucionaria Radical”.
INTRODUCCIÓN
EN LOS últimos treinta años El Salvador ha vivido uno de los períodos más turbulentos y más ricos en experiencias sociales y políticas. Acontecimientos de la mayor significación insurrecciones populares, huelgas, huelgas políticas de masas, “luchas de calle”, golpes de Estado, etc., han ocurrido en calidoscópica sucesión en el marco geográfico de este diminuto país, en el que un pueblo empobrecido hasta la miseria pero tenaz y laborioso, lucha con heroísmo y esperanza, aunque en vano todavía, por encontrar solución justa, progresiva y democrática al problema de su atraso.
El simple enunciado del problema en tales términos nos lleva al estudio de las siguientes cuestiones principales:
1º.Si con tanta diligencia y sacrificio el pueblo salvadoreño viene buscando el mejoramiento de sus condiciones de vida materiales y espirituales, sin lograrlo ¿a qué debemos atribuir su fracaso? ¿cuáles son los obstáculos que se alzan en el camino de su felicidad?
2º.Si tales obstáculos existen ¿cuáles son su naturaleza y carácter ? ¿se trata de fuerzas naturales ingobernables, congo decir el clima, la idiosincrasia, la geografía, el mestizaje, el ancestro, que por “mandato inexorable del Destino” graviten sobre el devenir salvadoreño, o bien se trata de fuerzas sociales y políticas históricas, susceptibles de ser controladas y vencidas?
Si en el examen de este breve y elemental esquema de la problemática salvadoreña, tomamos como punto de partida la premisa que afirma que las fuerzas que retienen el progreso del pueblo son del orden natural, extrasocial, surge obligada-mente una cuestión nueva, a saber: ¿cómo se produce y hasta dónde llega el poder de la influencia ciega y perturbadora de estas fuerzas?
En cambio, si admitirnos que tales fuerzas son del orden social y político las cuestiones nuevas que surgen son dos: la primera exige que se establezca concretamente cuáles son estas fuerzas, dónde se originan, cómo están organizadas y cómo funciona su mecanismo de retención, y la segunda consiste en determinar la razón por la cual el hombre salvadoreño no ha logrado aún triunfar de tales fuerzas.
Es presumible que algunos estudiosos, por principio o por mera comodidad crítica, nieguen este deslinde de criterios y sostengan que las causas de la miseria económica y del atraso social y político en El Salvador, radican en el campo de las condiciones naturales del país, tanto como en el plano de las situaciones políticas y sociales.
¿Qué valor tiene esta tercera posición conciliatoria, eclética?

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He aquí someramente bosquejado un complejo de cuestiones teóricas que es preciso investigar cuidadosamente, a fin de dar al hombre salvadoreño una explicación racional de su avatar y de las leyes objetivas que presiden actualmente su desarrollo histórico.
Las páginas que siguen aspiran a ser una contribución al esclarecimiento de tan cardinales cuestiones, y el favor de los salvadoreños las habrá premiado con creces si las tesis que les sirven de base llegasen a ser el punto de partida de una discusion anplia en la qué el pueblo salvadoreño en general, y las masas trabajadoras especialmente, aprenda a desarrollar conscientemente, sus luchas futuras por la elevación de su nivel de vida, por la independencia y la libertad.
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Las tesis a que hemos aludido pueden ser enumeradas así:
a) El proceso histórico se realiza a través de la contradic-ción que surge, de modo natural, entre los intereses económi-cos de las diversas clases que componen la sociedad. Tal contradicción proviene de la incompatibilidad que existe entre el crecimiento de las fuerzas productivas, que es esencialmente dinámico, y el carácter esencialmente rígido o estacionario de las relaciones de producción.
b.) Entre las contradicciones económico- sociales que generan el proceso histórico hay generalmente una, la más importante y decisiva en un momento dado, que las expresa a todas ellas y que exige ser resuelta primero para despejar la marcha del proceso.
c.) En línea con las causas más generales y profundas ; que impulsan el proceso histórico universal, y actuando de consuno con ellas, están las causas económico – sociales, históricamente concretas, de cada pueblo, las cuales imprimen una modalidalidad especial a su particular desarrollo histórico.
d.) En El Salvador la contradicción clave hoy día, la más dinámica, la que parece condensar y aglutinar a todas las demás, no es la que subsiste aún, vieja y declinante, entre los “mozos colonos” (semisiervos) y los latifundistas; ni es taropoco la nueva y en auge del proletariado contra la burguesía industrial, ni la de los obreros agrícolas contra los terratenientes, ni la, que existe entre la situación semicolonial del país y el Imperialismo Norteamericano.* Con ser todas ellas im portantes, coadyuvantes e influyentes en el proceso histórico ninguna de estas contradicciones refleja por sí misma, ahora, la rivalidad principal entre las viejas relaciones de producción y las nuevas fuerzas productivas en nuestro país.
La contradicción de turno en El Salvador, la que ha madurado ya hasta el punto de haberse convertido en una lucha diaria y sin cuartel por el control del poder del Estado; la contradicción que excita y pone en movimiento en torno suyo el interés de la totalidad de las clases sociales, la que actual mente expresa la lucha entre las viejas relaciones de producción y las nuevas fuerzas productivas, es la contradicción, pasajera pero aguda, que se desarrolla ante nuestros ojos entre el capitalismo agrario de exportación el café, de un lado, y el capitalismo industrial industria nacional de transformación, de otro. El desarrollo del capitalismo industrial está retenido por el capitalismo agrario, de tal manera que sin romper o desarticular esa resistencia, el proceso histórico salvadoreño, su progreso económico-social y politico, seguirá virtualmente paralizado.
f.) Para que las masas populares puedan ser protagonistas conscientes y beneficiarias de su proceso histórico, es indispensable que tales masas conozcan la existencia de esa contradicción y el mecanismo de la ley que la rige.
Capítulo I
TREINTA AÑOS DE HISTORIA PATRIA
Carácter “espontaneo” del proceos histórico salvadoreño-Desconocimeint d elas causas que lo determinan-Consecuencias sociales y políticas de esta ignorancia-“La traició d elso intelectuales” Cuestiones que plantea el proeos histórico en El salvadoe en este período
HASTA este momento la historia de El Salvador, en general, y especialmente la de los últimos treinta años, ha sido sólo un flujo desordenado y confuso de acontecimientos sociales y políticos aparentemente desconectados entre sí, en los que el hombre salvadoreño aparece caminando a tientas, como llevado por la mano de la fatalidad o arrebatado por un torbellino de pasiones sin control.
En nuestro país los acontecimientos históricos se suceden unos a otros aparentemente desprovistos de continuidad lógica, sin nexos visibles de causalidad y sin explicación racional alguna. En nuestro pequeño país todo discurre históricainente en el reino de la arbitrariedad y el caos, y las opiniones mismas sobre tales acontecimientos no responden todavía a un ordenamiento sistemático, científico, de las ideas. Entre nosotros la historia parece fluir,espontáneamente de la “naturaleza de las cosas”, como en los campos la flor silvestre, sin quien la siembre como no sea el azar, y sin quién recoja el fruto como no sea el primero que pasa, el más audaz o el más codicioso. Las causas que determinan y configuran básicamente la historia en El Salvador, en lo que va de este siglo por lo menos están extrañamente ocultas en los pliegues del acontecer histórico; el pueblo no conoce estas causas y de consiguiente nada ha podido hacer aún para influir sobre ellas en forma provechosa, ni para llevar a su historia más allá de los límites de lo fortuito.
El estado de ignorancia en que el pueblo ha vivido con respecto a la dinámica de su historia, bien pudiera ser consecuencia de meros defectos técnicos en la concepción y aplicación de los sistemas docentes en uso; pero puede ser también la resultante de una determinada actividad política, deliberadamente concebida para mantener in-statu-quo los altos niveles de ignorancia del pueblo. ¿De qué se trata, pues, de un fenómeno pedagógico o de un fenómeno político?
Quienes adoptan un criterio pedagógico en el examen de este problema generalmente refuerzan sus puntos de vista invocando factores de alto rango psicológico y moral, tales como “las taras congénitas del pueblo salvadoreño”, su pretendida inclinación al vicio, “su abulia y despreocupación por las cosas de la cultura”, el mestizaje, la gravitación, en general, de su sino ontológico. Para las gentes que defienden este punto de vista, el problema del atraso subdesarrollo de El Salvador no es más que un problema de abecedario. Estas gentes creen, a veces sinceramente, que todo puede resolverse con campañas intensivas de alfabetización y a ellas se entregan con infantil entusiasmo, sin comprender nada de la naturaleza político clasista del problema.
En cambio, quienes examinan la cuestión con criterio social y político consideran que la ignorancia de las causas que determinan la historia en El Salvador, más que casual, más que derivada de factores generales y abstractos, es consecuencia de una determinada política de las clases dominantes, la cual cumple determinados fines y sirve determinados intereses de tales clases.
Quienes adoptan este último punto de vista parten de la premisa, objetivamente comprobable, de que en El Salvador, en los últimos treinta años, el sector social más poderoso, en lo económico y en lo político, ha sido el sector cafetalero de la burguesía salvadoreña.
En El Salvador de los cafetaleros las causas que determinan la historia salvadoreña se mantienen celosamente guardadas y precintadas con marchamos especiales culturales, religiosos, jurídicos, policíacos, etc. para impedir que el pueblo las conozca y para anular a éste su capacidad de exigir o forzar cambios en la estructura económica y política en que se asienta el privilegio y el poder de los cafetaleros.
Cuando se aborda el problema con criterio social y político resulta verdaderamente revelador el hecho de que, en El Salvador, la Escuela, la Universidad, la Prensa, la Radio, la Iglesia, las leyes, y por lo general todas las instituciones del Estado, no sólo son indiferentes o reacias a la investigación de las fuentes del acontecer histórico, y remisas a la explicación de cómo este acontecer se realiza, sino que, a manera de glándulas endocrinas del organismo social, segregan constantemente elementos de confusión que hacen de la verdad histórica un misterio inaccesible a las masas del pueblo.
Los pensadores salvadoreños sin excepción— pedagogos, periodistas, historiadores, políticos, sociólogos, etc.,— encargados de “forjar la opinión pública” y de dar orientación a las instituciones oficiales, trabajaron siempre, en sus respectivas especializaciones, con retazos de la realidad externa, con la corteza de los acontecimientos y de los fenómenos sociales, con partículas aisladas de tales acontecimientos y fenómenos. El resultado de este tipo de trabajo nunca puede ir más allá de la simple elaboración de monografías sobre aspectos aislados del proceso histórico, impropias para reflejar por sí mismas los problemas.
(…) La Conquista, la Colonia, la Independencia, la República Federal, la ruptura de la Federación, la guerra, la paz, etc., que en progresiva sucesión no son sino estadios o momentos sociales y Políticos distintos, cuyo incesante cambio deja entrever nuevas, necesarias y más altas transformaciones históricas en el futuro.
Estas ideas, esencialmente dinámicas, constituyen la base de la moderna ideología revolucionaria de los pueblos, y de acuerdo con ellas no hay razón para suponer que el proceso histórico salvadoreño estará detenido indefinidamente.
Cuando se examina de cerca el proceso histórico salvadoreño es posible ver con claridad cómo, después de haber cubierto muchas y diferentes etapas en el pasado, al llegar a las primeras décadas del siglo XX, el desarrollo histórico del país ha desembocado, en lo económico, en la introducción del cultivo masivo del café en la Economía Nacional; en lo social, en la transformación y consolidación de la burguesía cafetalera como clase dominante; y en lo político, en la promoción de esta burguesía al poder político, y en la instauración de un régimen “democrático” a su medida: !LA DEMOCRACIA CAFETALERA!
Es natural que la burguesía cafetalera y su cohorte de intelectuales (ahogados, publicistas, empresarios de periódicos, políticos, artistas, clérigos), que extraen su bienestar y privilegio de tal estado de cosas, opinen que esa “democracia” es el mejor de los mundos y que la situación existente no debe ni puede cambiarse, porque es la única que se aviene con la “naturaleza de las cosas”, con la tradición y el derecho y con la voluntad de la Divina Providencia…
Este concepto es, en El Salvador, la base de la ideología reaccionaria dominante y en torno suyo gira todo el pensamiento oficial, social y político, de los últimos treinta años. ¡Ay, de quien se sienta a disgusto en este paraíso de los cafetaleros! ¡Ay, de quien se atreva a desafiar el designio de tales ideas!
Ahora bien, para que esta ideología pudiera concluir a cabalidad su misión deformadora del espíritu, era preciso difundirla entre las masas de la población ocultándole su contenido ideológico de clase, su esencia oligárquico-cafetalera, con toda especie de maquillajes líricos, jurídicos, religiosos, filantrópicos, artísticos, etc. Esta y no otra ha sido la tarea que la oligarquía cafetalera tenía reservada a sus intelectuales: el poeta-agente cantaría “la nieve inmaculada de la cafetos en flor…”; el pintor agente suplantaría el gris letal de la realidad social salvadoreña con bermellones vitales; el maestro agente haría de su cátedra un vivero de ideas falsas; el abogado-agente sentenciaría hierático y solemne: “¡La propiedad privada es inviolable!”; el cura-agente haría la descripción de los infiernos de la condenación eterna para los inconformes, mientras el gendarme y el soldado cuidan de la sacrosanta institucionalidad cafetalera.
¡Engañar a las masas, he ahí la benemérita función de la intelectualidad cafetalera!
Resumiendo, pues, podemos decir que hay dos maneras conceptuales distintas, dos estilos críticos excluyentes, de enfocar el problema del desarrollo histórico en El Salvador. De un lado la minoría de la población el 8 por ciento dicen los técnicos de las Naciones Unidas, “las veinte familias” dice “Opinión Estudiantil”, los “Catorce Grandes”, dice TIME asegura que la situación del país es próspera y que debe ser conservada a toda costa. Esta es la manera oligárquico conservadora de encarar la cuestión. De otro lado, en cambio, la mayoría de la población, el 92 por ciento restante, opina que la situación es desastrosa, incongruente, artificial y afrentosa y, aunque no sabe aún como producirlo siente con verdadero apremio la necesidad del cambio. Pese a su empirismo ésta es, en germen, la manera progresista, democrática y revolucionaria de ver el problema.
En la base de estas dos concepciones diferentes de la realidad salvadoreña, actúan las causas determinantes (el modo de producción) y las fuerzas motrices (las clases sociales) del proceso histórico, el cual rige sus cambios, según los modernos patrones del pensamiento dialéctico, por leyes económicas tan objetivas como las leyes de la naturaleza, independientes y de superiores a la voluntad de los hombres.
De lo dicho se desprende que el proceso histórico en El Salvador es febrilmente dinámico y que no interrumpirá su curso sólo porque así lo deseen las clases dominantes, sino que marchará adelante en tal o cual dirección (más miseria o mayor bienestar, más libertad política o más opresión, más independencia o más sujeción colonial) según sean las influencias que sobre él puedan ejercer tales o cuales fuerzas sociales y políticas.
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El pueblo salvadoreño no ha estado nunca, pero particularmente no lo ha estado en los últimos treinta años, en condiciones de intervenir conscientemente en la dirección del proceso histórico de su país; hasta hoy su participación ha sido marginal y empírica, y por esa razón no ha podido conocer ni la motivación causal, ni el trasfondo político, ni el mecanismo de clase, ni la proyección histórica de los acontecimientos correspondientes a este período.
Es así como el pueblo salvadoreño desconoce aún la circunstancia, el cómo y el por qué, que rodeó la llegada del general Maximiliano Hernández Martínez al poder en diciembre de 1931, y la estrecha relación que existe entre este hecho y los graves acontecimientos del Año Sangriento (1932). Así es también cómo el pueblo desconoce el verdadero carácter de la insurrección campesina de aquel año y la naturaleza clasista de la bestial masacre de que fueron víctimas los trabajadores del campo.
¿Fue esta represión un acto de locura genocida del general Hernández Martínez, o fue expresión de la conducta natural política de la Oligarquía Cafetalera? ¿Fue el general Hernández Martínez un hombre “providencialmente” empujado al poder por mero azar de los acontecimientos políticos, o fue el ejecutor implacable de inconfesables designios de la clase dominante, deliberadamente escogido por la Oligarquía para “acabar con el comunismo” y para poner a salvo sus intereses, sus privilegios y la santidad de las instituciones de su democracia?
¿Cómo fue posible que éste régimen de terror y látigo se prolongara a lo largo de trece años?
¿Cómo, porqué y en qué circunstancias surgió el vigoroso movimiento popular (“Romerista”) de abril y mayo de 1944 que puso fin a la dictadura de Martínez?
¿Cómo y por qué surgió el contragolpe policíaco del coronel Osmín Aguirre y Salinas (octubre de 1944), que aseguró la continuidad del régimen de dictadura, aunque ya sin la presencia de Martínez? Y si la dictadura no se interrumpió después de la deposición de H. Martínez ¿no es esto indicio claro de que su dictadura era un fenómeno impersonal e independiente de la formación moral, religiosa, cultural o ideológica del general Martínez?
¿Qué nuevos o viejos intereses de clase representaba Osmín Aguirre y Salinas, ese obscuro coronel que surgió de la moche al amanecer como una tromba sobre las aspiraciones democráticas del pueblo salvadoreño? ¿Qué relación de clase existió entre este golpe de Estado y la “elección” presidencial del general Salvador Castaneda Castro, quien apareció más tarde como beneficiario del golpe?
¿Cómo, por qué y en qué circunstancias fue derribado el gobierno de Castaneda Castro en diciembre de 1948? ¿Qué fuerzas económicas nuevas estaban en la base del “movimiento cívico militar” de aquel año, que sin respaldo organizado en el pueblo y sin apoyo decisivo en el Ejército se atrevió a desafiar el tremendo poder de la Oligarquía Cafetalera? ¿Hubo o no hubo revolución en diciembre de 1948? ¿Qué de nuevo y progresista incorporó este Movimiento al acervo histórico salvadoreño? ¿Qué peligros existen actualmente y de qué lado amenazan la estabilidad de la situación emanada del 48?
Este incesante y volcánico acaecer político y social, que tiene por escenario a nuestro pequeño país, es una incógnita por despejar, un jeroglífico que aún no ha sido descifrado.
¿Qué fuerzas desconocidas se han movido y se mueven y en qué dirección en el subsuelo de estos acontecimientos? ¿Qué relación o hilo causal los une y explica? ¿Tienen estos hechos justificación racional alguna, y si la tienen, cuál es? ¿Qué ley desconocida rige este fluir y refluir de la historia salvadoreña de los últimos treinta años?
De todo este complejo de cuestiones no resueltas todavía se desprende que el hombre salvadoreño está necesitando con urgencia una teoría racional que las explique, una teoría que eduque al pueblo y que le sirva de guía.
En esta breve exposición no se pretende, ni mucho menos, dar respuesta a todas las cuestiones que plantea el proceso histórico salvadoreño, que son muchas y complejas.
Se comprende que las cosas de la Historia, aun cuando se trate de un breve período, no son simples, y que es pedantería el querer convertirlas en un esquema de dos líneas, cuando, bien se sabe, la historia es como un intricado complejo geométrico de muchas y diferentes líneas que se cruzan y actúan entre sí. No pretendemos, por ello, dar con estas nociones una visión acabada y redonda de la historia salvadoreña, del mismo modo que estimamos que el abecedario no basta por sí sólo para dar idea de las altas formaciones de la literatura. Se trata simplemente de enseñar a nuestro pueblo el abecedario de su acción política, de fijar un índice a su actividad histórica y de darle una teoría comprensible de los intereses sociales y económicos básicos que entran en juego en su proceso histórico, a fin de que su participación en la política la política es historia en formación sea en el futuro el producto de un acto deliberado y consciente, tanto más consciente cuanto más deliberado.
El proceso histórico salvadoreño, como el de cualquier otro país, es muy complejo; sin embargo tiene, debe tenerlo, entre todos sus fenómenos, entre todas sus relaciones e interferencias internas, un nexo que los una a todos. Ahora bien, entre las muchas líneas primarias y secundarias en que se divide y subdivide el curso de la historia salvadoreña, ¿dónde está la línea mayor, la línea gruesa y clave que en nuestro país y en esta etapa las eslabona a todas ellas entre sí y las hace actuar en una sola dirección?
Es esta la cuestión cardinal de toda teoría histórico-política en El Salvador, la cuestión que debe ser despejada y resuelta, previamente, si es que hemos de llevar un poco de orden y claridad a las ideas económicas, políticas, sociales y jurídicas del hombre salvadoreño.
Capítulo II
IMPORTANCIA DE LA TEORÍA HISTÓRICA
Caos intelectual en El Salvador. Una “filosofía de la realidad concreta”. Los factores naturales y supra-estructurales como marco del proceso histórico, y los factores socio-económicos y políticos como fuerza matriz de ese proceso.
HEMOS dicho que en nuestro país hay ignorancia completa de las causas que determinan el proceso histórico salvadoreño, y hemos afirmado que tal ignorancia es producto de una determinada política de clase; hemos enumerado los acontecimientos sociales y políticos más importantes de los últimos años, y hemos preguntado cuál podría ser la causa determinante y cuál el nexo— la ley— que los encadene y explique.
Frente a estas cuestiones no hay en El Salvador un pensamiento uniforme y sistemático. Las más diversas y peregrinas interpretaciones de nuestro existir social y político proliferan y ganan adeptos; charlatanes y predicadores de obscurantismo han invadido la cátedra, la tribuna, el periódico, el púlpito, y van de arriba a abajo, por lo ancho y lo largo del país, sembrando gérmenes de incomprensión, de conformismo y pesimismo, con la complacencia de las clases dominantes y con patente de impunidad, como si el suyo no, fuera el más repugnante de los crímenes contra la salud material y espiritual del pueblo salvadoreño. La confusión reina. Una Babel de juicios y pre-juicios ensombrece las conciencias. Como una nueva divinidad y desde el Olimpo de su poderosa “Asociación Cafetalera”, la Oligarquía ha decretado la confusión de nuestras lenguas; nadie entiende lo que otros dicen, nadie sabe por dónde camina.
Bien pudiera pensarse que tal embrollo en las conciencias es privativo de las clases trabajadoras y que su influencia no alcanza a contagiar a los círculos de la intelectualidad. Pero esta creencia es errónea. La dispersión ideológica es total, reina en todas partes, penetra en todos los rincones y obstruye todos los intersticios por donde pueda filtrarse un haz de claridad. Los intelectuales mismos son convictos de atolondramiento, unas veces porque lo confiesan francamente, y otras, las más, porque su desorientación va implícita en la calidad misma de su producción intelectual. Ya un poeta salvadoreño, Julio Enrique Ávila, caracterizó certeramente esta ausencia de orientación de nuestros intelectuales, bautizando un poemario suyo con el sugestivo título El Vigía Sin Luz.
Por su parte el pueblo, que aspira a un ordenamiento menos arbitrario de su existencia social no sabe cómo obtenerlo, se siente confundido y desmoralizado, las paradojas de su existencia lo abruman y exasperan: elige presidentes y diputados, deposita en ellos fe y esperanza, pero sus elegidos lo defraudan y traicionan. Desde el punto de vista “constitucional” el pueblo salvadoreño vive en un país democrático, en el que la Constitución le garantiza el ejercicio de toda clase de derechos, pero sin dificultad el pueblo comprueba que entre la letra de la Ley Constitucional y el ejercicio práctico del derecho constituido, positivo, hay diarias y violentas incongruencias. Se le dice que las instituciones del Estado han sido organizadas para velar por “el fiel cumplimiento de las leyes de la República” y para hacer que se respete la voluntad de la mayoría, pero lo que el pueblo comprueba constantemente es que tales instituciones encubren y cohonestan la transgresión de la norma moral de ese mandato.
Impotente el pueblo para explicarse por sí mismo el rigor de su “mala suerte” y la arbitrariedad aparente de su acontecer histórico, vuelve angustiado sus ojos a sus intelectuales y los interroga, ¿Por qué, pregunta el pueblo, los hombres que ayer no más, cuando jóvenes, en la Universidad, se significaron por su decisión y valentía en las luchas por la defensa de los derechos del pueblo, reniegan de sus ideas, capitulan y traicionan, cuando apenas obtienen el título académico o suben el primer escaño de la figuración oficial? ¿Dónde está el origen del mal que bastardea la esencia del Estado Democrático y vulnera los sentimientos más nobles del ser humano?
Los intelectuales no son insensibles al requerimiento del pueblo y se esfuerzan, a veces noblemente, por desentrañar el misterio. Algunos de ellos atribuyen el origen de nuestros males a “mala levadura” de la naturaleza humana, otros a taras congénitas provenientes del mestizaje, los de más allá lo adjudican al clima o a la “falta de moralidad”, aquellos al Destino y estos a las más peregrinas razones de orden teológico. Total, ¡la debacle!
Pese a la cuna ilustre de estas ideas —Montesquieu decía que “la pusilanimidad de los pueblos de los climas cálidos los ha conducido casi siempre a la esclavitud, al paso que la valentía de los pueblos de los climas fríos los ha mantenido en el disfrute de su libertad“1; pese al abolengo de sus nociones históricas, los intelectuales salvadoreños no han logrado formular aún la explicación racional de los problemas que afligen y extravían al hombre salvadoreño, ni señalar el camino que el pueblo necesita para salir de su laberinto. 1. Del espíritu de la leyes. Montesquieu.
En esta afanosa búsqueda acaso sea Alberto Masferrer el pionero de más visión. Sin embargo, su trabajo sólo alcanzó altura por la nobleza de la intención que lo inspiró, por la punzante ironía, viril y honrada, con que golpeaba a los poderosos, y, para algunos de sus críticos, por las esencias morales y místicas—neocristianismo—, de su prédica. Masferrer conoció las manifestaciones externas de la miseria económica del pueblo y sus derivaciones morales, y luchó contra ellas; él se levantó como un acusador enérgico de la sociedad en que vivía, apostrofándola y sacudiéndola en sus andamios morales, señaló sus vicios, sus injusticias y extravagancias, y soñaba, al estilo de los viejos socialistas utópicos, con un régimen social distinto, progresivamente mejorado a través de un proceso de regeneración moral, el cual habría de lograrse mediante una “labor de convencimiento de los ricos” acerca de la inmoralidad de la explotación de que hacen víctimas a sus trabajadores. Mas, como Masferrer no acertó nunca a encontrar las causas económico-sociales de la miseria en su país, las soluciones que él propuso para mejorar las condiciones morales y espirituales del pueblo, sólo ocasional y formalmente se aparejan con la realidad.
Fue así como Masferrer, con todo “el poder de su enseñanza”, no logró explicar la esencia de la servidumbre semifeudal ni de la “esclavitud asalariada” en El Salvador, ni descubrir las leyes que rigen el proceso histórico salvadoreño, ni encontrar la fuerza social capaz de convertirse en creadora y propulsora de la sociedad con que él soñaba. Por esta misma razón toda su obra, incluyendo “El Mínimum Vital”, que ha sido considerado como el aporte más valioso de Masferrer, no alcanzó a ser sino un grito desesperado y sin resonancia en el desierto de la Democracia Cafetalera.
Sería larga y por demás ingrata la faena de puntualizar uno a uno los casos en que los intelectuales salvadoreños fueron incapaces de alzarse a la altura de los problemas de su país, o los casos en que, siendo capaces, le volvieron la espalda al pueblo en los momentos más críticos. Sin embargo, es preciso que nos detengamos un poco más en el examen de este aspecto del asunto.
Pruebas más recientes del estado de incertidumbre que domina a nuestros intelectuales, así como de su afán por encontrar una interpretación satisfactoria de la realidad que los asfixia, la encontramos en los siguientes conceptos de una publicación reciente:
“La crisis actual del pensamiento político ha tenido graves consecuencias en la formación del Estado Democrático Moderno. La democracia en nuestro país ha recorrido una suerte miserable: no se ha tenido nunca una idea exacta de lo que ella significa, no se le ha dado una base sólida para que se institucionalice. Por el contrario, ha existido siempre una ruptura de relaciones entre el plano teórico y práctico. En El Salvador se ha antepuesto el cuartelazo, y la barricada que nada tienen que ver con la evolución histórica de los pueblos. La ausencia de una filosofía que interprete nuestra realidad es lo que ha entorpecido el proceso político. Por falta de esta filosofía hemos cogido a la democracia por su sombra. Ya no es posible atenemos a una doctrina universal y abstracta, porque no tiene vigencia en nuestra realidad. Entre nosotros, cuando se habla de democracia, se hace partiendo de una mala copia de principios universales, sin tener en cuenta nuestra realidad concreta: la historia, la geografía, las costumbres, la tradición, la idiosincrasia, etc.” 2 El subrayado es nuestro. 2. Filosofía y democracia, por Carlos Sandoval, catedrático de la Facultad de Humanidades de la Universidad nacional de El salvador. “La Prensa gráfica” 28 de junio de 1957
Es conveniente detenerse en el examen de estas ideas no sólo porque traducen fielmente, pese a su formulación apresurada, el estado de inquietud reinante en los círculos intelectuales salvadoreños, sino también porque pueden ser consideradas como las ideas “tipo” de todo el estilo del pensamiento actual de la intelectualidad salvadoreña. El autor de nuestra cita, que bien podría ser cualquiera de los publicistas que a diario abordan en El Salvador estos temas, se lamenta de los males que sufre nuestra democracia y se afana por señalar un camino; pero he aquí que para rehabilitarla en su dinamismo y en su contenido conceptual únicamente se le ocurre elaborar “una filosofía que interprete nuestra realidad concreta”, que tenga “en cuenta la historia, la geografía, las costumbres, la tradición, la idiosincrasia, etc.”; es decir una filosofía de la realidad concreta del país elaborada con los ingredientes más abstractos de esa realidad… Dominado por esa idea gaseosa nuestro autor niega toda importancia al “cuartelazo y la barricada”, por considerar que tales fenómenos “nada tienen que ver con la evolución histórica” del pueblo salvadoreño, y porque, según se desprende de su exposición, no forman parte de “nuestra realidad concreta”.
La inconsistencia teórica de estas proposiciones es obvia, no sólo porque no se puede afirmar que la barricada no tiene nada que ver con la evolución histórica, sin olvidar -¡oh la Bastilla! que la barricada fue en su época una de las principales formas de la lucha revolucionaria de los pueblos, sino, además, porque, en el caso particular de El Salvador “el cuartelazo” ha sido a lo largo de ochenta años, la forma típica del existir político en nuestro país.
Un juicio más ponderado sobre estos fenómenos de la sociología salvadoreña el cuartelazo y la barricada tendría que considerarlos más bien como formas expresivas particulares y directas de las luchas que libran entre sí las clases sociales en El Salvador en determinados momentos de crisis de su desarrollo histórico.
¿Por qué se produce el cuartelazo en El Salvador, de dónde proviene, quién lo instiga y dirige, qué resultarlos políticos y económicos produce, qué grupos o clases sociales se benefician con él, a qué clases y grupos sociales daña? He aquí algunas de las cuestiones que elemental y espontáneamente fluyen del problema, las cuestiones que los estudiosos, historiadores y sociólogos salvadoreños, debieran investigar con seriedad en vez de hacerlos a un lado con el pretexto anticientífico de que “el cuartelazo y la barricada nada tienen que ver con la evolución histórica de los pueblos”.
La historia de El Salvador de fines del siglo pasado y de lo que va corrido del presente, es la historia de los cuartelazos; en la retorta de su alquimia se diluyeron unos gobiernos y se formaron otros, con triunfo o derrota, con beneficio o perjuicio para tales o cuales clases sociales.
Todo esto parece ser disquisición vulgar, sin embargo, de ella se desprende una cuestión de innegable jerarquía teórica, a saber: ¿hubo alguna vez en El Salvador un golpe de Estado, un “cuartelazo”, uno sólo que se realizase en nombre de los intereses de clase de los obreros y de los campesinos, un cuartelazo que fuera favorable a estas clases económicamente y que se tradujese en libertad social y política para ellas?
No. Evidentemente un hecho semejante no se ha producido en El Salvador; los campesinos y obreros salvadoreños nunca han participado ni como autores ni como beneficiarios en tales exabruptos políticos, y está sola circunstancia debiera inducir a nuestros intelectuales a afinar y ahondar sus investigaciones sobre el significado y contenido verdaderos de tales fenómenos de la sociología salvadoreña.
En segundo lugar, y por lo que se refiere a la proposición de elaborar una filosofía de nuestra realidad concreta con base en consideraciones de orden geográfico, histórico, idiosincrásico, etc., conviene señalar que en esta proposición anida el peligro de que tal filosofía se convierta, como por arte de magia, en un nuevo servicio de los intelectuales salvadoreños a la Oligarquía Cafetalera. Veamos.
¿Qué ayuda puede ofrecernos la “historia salvadoreña” en la elaboración de una teoría interpretativa de nuestra realidad actual?
Si la historia salvadoreña no fuera el simple relato cronológico de acciones de hombres más o menos eminentes, que todos conocemos, calcado en la concepción positivista de la historia, que limita la tarea del historiador a la mera localización de hechos en el tiempo y el espacio, para luego relatarlos coherentemente; si la historia salvadoreña no estuviera deformada por la limitación cultural de nuestros historiadores, bien podría servirnos como un hilo de Ariadna para encontrar en el pretérito nacional el sentido de nuestra realidad histórica actual. Pero no. Los elementos de juicio que la historia salvadoreña al uso ofrece, son de poca utilidad al investigador, como podría serlo para un caminante del desierto una brújula perturbada. Y si no ¿Acaso no se ha escrito ya, con carácter historiográfico, que la gran insurrección campesina de 1932 fue el resultado de consignas exóticas traídas al país por agentes venidos del otro lado del mundo?
Por otra parte es conveniente indicar que cada clase social, cada grupo, e incluso cada intelectual, tienen de la historia conceptos diferentes y que su particular interpretación de la realidad concreta varía según esa diferencia; de manera que la importancia de nuestra “historia” como ingrediente para elaborar una filosofía de la realidad concreta en El Salvador, resulta muy relativa y precaria.
Con la geografía ocurre otro tanto. En efecto, ¿cómo explicar por medio de la influencia geográfica las diferencias sociales, económicas y políticas existentes en la sociedad salvadoreña, siendo que la geografía, en su maravillosa ecuanimidad, influye por igual sobre todos los habitantes? ¿Cómo explicar la Insurrección Campesina de 1932 con ayuda de factores tan subjetivos como la “costumbre y la idiosincrasia”? ¿Sería lógico invocar estos mismos factores para explicar las desdichas económicas, las indignidades sociales y los traumatismos políticos que actualmente sufre nuestro pueblo?
Desde luego, no puede negarse la influencia de los factores generales o naturales en el desarrollo económico-social; pero, si hemos de admitir estos factores en el estudio de las cuestiones de la superestructura, ha de ser a condición de que se les tenga únicamente como factores necesarios y constantes, como marco, mejor dicho, de los cambios que se operan en la sociedad, ya que los cambios que tales factores suscitan se producen, independientemente de la voluntad del hombre, en espacios y tiempos demasiados abiertos continentes enteros y miles y millones de años a diferencia de los cambios históricos que requieren para producirse plazos más breves y ritmos considerablemente más acelerados. Por su propia naturaleza aquellos factores generales o naturales actúan desde planos tan remotos, que es forzoso admitir que su influencia está regida más por la fatalidad que por la voluntad de los hombres, y que, de ser tomados en cuenta como factores determinantes del proceso histórico, la suerte de la humanidad quedaría sujeta al arbitrio de lo fortuito, y no a la capacidad propia de los pueblos de ser ellos mismos los forjadores de su historia.
De lo dicho se desprende que no impugnamos la elaboración de una filosofía de nuestra realidad en la que se consulten las influencias de todos los factores naturales e históricos, ya que su estudio siempre resultará útil para fijar las causas primeras y los objetivos finales de la actividad política del hombre salvadoreño. Lo que impugnamos es el filisteísmo liberal que deriva de tales criterios (la anteposición de los factores naturales y generales), cuando se los emplea en el examen de las cuestiones sociales; lo que no es admisible es el olvido del hombre salvadoreño y de sus necesidades, porque, si lo que se desea es que nuestro pueblo se libere de las fuerzas sociales, económicas y políticas que lo sujetan a la miseria, si lo que se quiere es promoverlo a planos más altos de desarrollo en todos los dominios de la vida humana, mediante la organización de una economía que suministre lo necesario para una existencia digna, en donde la salud, el bienestar, la cultura y la Democracia no sean simples palabras, la lucha debe comenzar, ciertamente, con la elaboración de una teoría política de las fuerzas sociales y económicas opuestas al progreso del pueblo, para combatirlas y anularlas, y de aquellas otras que lo impulsan hacia adelante para unirlas y estimularlas. ¿Dónde radican y cómo actúan estas fuerzas?
Esta es la cuestión que debemos plantear a toda filosofía de la “realidad concreta”— la que vivimos actualmente, si es que en verdad se quiere que tal filosofía pase de ser algo más que una especulación huera, al gusto y medida de los intereses de la Oligarquía.
Capítulo III
FORMACIÓN ECONÓMICO-SOCIAL DE EL SALVADOR
Clases y sectores sociales que la componen. Reivindicaciones de cada clase o sector. Clases conservadoras y clases progresistas. Incorporación del Café a la Economía Nacional. El Café como factor de progreso, primero, y de reacción después en la historia contemporánea de El Salvador.
TODO lo que ha ocurrido y ocurre históricamente en nuestro país no fue nunca producto de la fatalidad, sino resultado del juego— afinidad o choque—, más o menos consciente, de los intereses económicos de las diversas clases que componen la sociedad salvadoreña. En la órbita de tales intereses se mueven, es cierto, fuerzas de otra naturaleza culturales, religiosas, morales, jurídicas, literarias, etc., que confluyen e influyen en la composición, ritmo y dirección del proceso histórico; pero ya sabemos que antes de pensar en el arte, en la moral, en el derecho, el hombre necesita primariamente existir, esto es, alimentarse y abrigarse, y que, de consiguiente, estas fuerzas no sólo no son determinantes de la realidad económica, sino que, a la inversa, están determinadas por esta realidad, aun cuando, en una etapa más alta del proceso, ella sea transformada a su vez por la acción de lo jurídico, lo moral, etc.
Por esta razón, quien pretenda elaborar una filosofía de la realidad histórica salvadoreña debe colocar, en la base de su estudio, no los factores naturales y supraestructurales (el clima, la geografía, la idiosincrasia, la religión, el arte), sino las estimaciones objetivas del proceso económico. Esta disposición metodológica ofrece, entre otros, dos estímulos importantes: de un lado, la inestimable ventaja de que el factor económico, siendo el que más directamente afecta la existencia de cada uno de los habitantes, será más fácilmente comprendido por ellos, y, de otro lado, el incentivo de que el factor económico, a diferencia de los factores de la naturaleza y de la superestructura, es susceptible de ser comprobado o rectificado científicamente. Unas y otra ventajas contribuyen, por otra parte, a capacitar políticamente al pueblo para que aprenda a adaptar los procesos económicos a las necesidades de su desarrollo.
Se puede discurrir, en efecto, para satisfacción de los gustos intelectuales de la Oligarquía, sobre la “modalidad del carácter” del hombre salvadoreño, sobre su idiosincrasia y sus congénitas o adquiridas calidades ontológicas, sobre las influencias que sobre él puedan ejercer la geografía y hasta los duendes de la Mitología Pipil, etc., y de ello se ha hablado, abundantemente, a lo largo de muchos años, en la cátedra, en el libro, en los periódicos, sin que hasta hoy se haya producido todavía el saldo teórico apropiado para orientar conscientemente la actividad histórica de las masas. En cambio se ha olvidado el estudio del factor económico que está en la raíz de las preocupaciones diarias de la sociedad salvadoreña: la producción de bienes materiales para la subsistencia, el jornal, los alquileres, el salario, “los censos”, el vestido, la vivienda, los instrumentos de producción, etc., cuya ductilidad o plasticidad científica lo individualiza como el factor más idóneo para elaborar una teoría menos “elevada” pero más firme, menos elegante pero más exacta de la realidad concreta y del proceso histórico.
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La realidad nos enseña que cada país tiene una particular “formación económico – social” que es la resultante de su pasado y la base de su futuro históricos. De ahí que el estudio de la formación económico-social de un país, en un momento dado, no sólo alumbra el camino ya recorrido por su pueblo, sino que es ya el inventario de las posibilidades históricas reales que este pueblo posee para enfrentarse con el porvenir. Una sociedad contemporánea cualquiera, a excepción de aquellas muy primitivas que aún subsisten en el mundo, está invariablemente formada por clases sociales más o menos diferenciadas entre sí, por sectores y grupos sociales con intereses económicos propios y funciones específicas dentro de su particular formación económico-social. Cuando los intereses de estas clases, sectores o grupos, son afines entre sí, la afinidad determina ciertas simpatías o alianzas potenciales entre ellas; y a la inversa, cuando tales intereses son discordantes, antagónicos o excluyentes, la discrepancia determina potenciales enconos o abiertas rivalidades entre las clases o grupos. Al hacerse un estudio de la formación económico social salvadoreña, no podría prescindirse de ninguna de las siguientes fuerzas sociales que la componen:
a.) Los Latifundistas. Son propietarios de tierras trabajadas por “mozos colonos” (semiservidumbre), o por arrendatarios que pagan el arrendamiento con trabajo, en especie o en dinero, pagos todos ellos que son, exceptuando el pago en dinero, modalidades de las viejas formas semifeudales de explotación en el campo. Estas tierras, propiamente llamadas latifundios, son dedicadas preferentemente al cultivo de cereales. En esta época, en que el área de las tierras cerealistas ha sido restringida por el ensanchamiento de nuevas plantaciones de café, algodón y henequén, y en que a causa de su escasez el precio de los cereales ha subido mucho, los latifundistas han procedido a elevar tan exorbitantemente los precios del arrendamiento, que el valor de las cosechas no alcanza ya a cubrir los altos niveles del nuevo canon. Los mozos colonos y los campesinos pobres, que antes pagaban al latifundista renta en especie (a veces la mitad de la cosecha y de allí su nombre de “medieros”), o renta en trabajo (a veces el de toda la familia), caen luego en insolvencia y son expulsados de las tierras del patrón1, para dar paso a un nuevo tipo de arrendatario el arrendatario capitalista, que paga renta en dinero, que paga salarios a sus trabajadores y que hace producir la tierra con técnicas modernas de cultivo (abonos químicos, recolectoras mecánicas, tractores, etc.)
De lo dicho se infiere que las demandas o reivindicaciones de los latifundistas salvadoreños son dos principalmente, a saber: una, obtener el más alto canon de arrendamiento, y otra, desalojar a los campesinos pobres y mozos colonos insolventes, asentados en sus tierras.
Para hacer efectiva esta última demanda los latifundistas cuentan con la ayuda de sus abogados, sus leyes, sus jueces y con el apoyo de las fuerzas de policía del Estado.
Estos cambios suponen una transformación acelerada y profunda de las viejas relaciones de producción correspondientes a la estructura económico campesina del país, con los siguientes resultados: a) descomposición rápida de los grupos tradicionales de la familia campesina,2la cual es violentamente dispersada por la invasión de las máquinas; b) creación de grandes contingentes de mano de obra barata o “fuerza trabajo” de reserva; c) abaratamiento catastrófico de salarios y jornales, y d) éxodo en masa de los campesinos hacia los centros urbanos.
b.) Los “mozos colonos”. Estos viven y trabajan en los latifundios y fueron un tiempo la base de la economía nacional. Hoy día estos labriegos no son ya el más numeroso pero sí el más miserable y más explotado de los sectores del campesinado nacional, el más hambriento y el más ignorante de todos los grupos sociales de la sociedad salvadoreña. El dueño de la tierra lo retiene en ella dándole una parcela a cambio de una parte de lo que en ella coseche y de prestaciones gratuitas en “la hacienda”. Las reivindicaciones principales de este sector hostigado por las deudas (“habilitaciones”) y por las autoridades, y embrutecido por el fanatismo religioso y el aguardiente, se desprenden de su particular situación económica y consisten en demandas como las siguientes: libertad de organización, supresión del “pago en trabajo”, indemnización por años de servicio en casos de desalojo, disminución de la renta en especie, y adquisición de la tierra en propiedad (Reforma Agraria Democrática), que las resume a todas.
c.) Los Terratenientes. Son dueños de grandes plantaciones agrícolas, principalmente de café, trabajadas por obreros agrícolas estacionales retribuidos con salario, y, en parte, por trabajadores que viven dentro de la finca (semicolonos). Estos últimos reciben raciones alimenticias, algunas medicinas, excepcionalmente escuelas para sus hijos y, en ocasiones, pequeñas parcelas de terreno a través de las cuales quedan orgánicamente ligados a la plantación; éstos tienen a su cargo el trabajo de carácter permanente dentro de la plantación (deshierbos, podas, etc.), por el que devengan salarios disminuidos en la cuantía de aquellas prestaciones.
Haciendo reserva de las diferencias notables que existen entre ellos por su especial ubicación dentro de la Economía Nacional, en este mismo rubro de “terratenientes” debe incluirse a los azucareros, algodoneros y henequeneros, cuyas tierras son trabajadas por obreros agrícolas libres, retribuidos con salario.
Este proceso de desalojo y despojo, es la modalidad burguesa liberal de la Reforma Agraria, a través de la cual se realiza la liquidación de las relaciones de producción serviles en el campo. La Reforma Agraria Democrática, en cambio, rompe esas mismas relaciones mediante la expropiación y parcelación de los latifundios y la entrega de las parcelas en propiedad a los mozos colonos que las trabajan. A medida que se acentúa este proceso de empobrecimiento general en el campo, agudizado hoy día por el nuevo ciclo de baja en los precios del café, están apareciendo en el país gentes que quieren combatir “la vagancia” (así se le llama a la desocupación) y la delincuencia que de ella se deriva, con seminarios y sermones, con la entrega de la educación pública a la Iglesia Católica, y, por supuesto, con la promulgación y aplicación de enérgicas leyes represivas contra los “vagos”.
Las demandas de los terratenientes son muy amplias y van desde el crédito barato y a largo plazo, hasta el control del poder político del Estado para ponerlo al servicio de sus intereses (bajos impuestos de exportación y de la renta, política de bajos salarios, leyes represivas para los trabajadores, ilegalización de la “organización campesina”, etc.)
d.) El Proletariado. Este se compone de trabajadores de la ciudad y del campo que laboran en empresas industriales y plantaciones agrícolas y cuyo trabajo es retribuido con salario. Las reivindicaciones de los obreros agrícolas e industriales y del semiproletariado rural (campesinos muy pobres que trabajan por salario fuera de sus parcelas), derivan asimismo de su peculiar situación económica y social, y no pueden ser otras que aumento de los salarios, humanización de las condiciones de trabajo y protección social, mejoramiento y abaratamiento efectivos de las prestaciones patronales, leyes de trabajo democráticas (Código), salario mínimo, contratación colectiva, libre organización sindical, derecho de huelga, etc.
e) Los Pequeños Productores Agrícolas. (Café, henequén, algodón, cereales). Estos constituyen el campesinado medio y son propietarios de tierras en las que ellos mismos y sus familias trabajan, para poder suplementar el rendimiento de pocos mozos colonos y obreros agrícolas que eventualmente pueden tener a su servicio. Estos pequeños o medianos productores dependen de los terratenientes que son dueños de los “beneficios”, así como de los grandes compradores y exportadores que fijan a su arbitrio los precios de los productos en el mercado interno.
Este sector de medianos y pequeños productores tiene sus propias reivindicaciones: mejores precios y garantía estatal de los mismos, crédito barato y oportuno para resistir la presión de los especuladores y agiotistas, asistencia técnica, cooperativas, etc.
f.) El Campesinado pobre. En los estratos más bajos del campesinado encontramos todavía al pequeño, minúsculo propietario, que siendo dueño de una ínfima parcela vive en ella y la trabaja con su familia. Este campesino vende sus magras cosechas mucho antes de recolectarlas, su existencia depende de la “suerte”, carece de crédito y de asistencia técnica y su única libertad consiste en vivir aislado del mundo y agachado sobre la tierra, invierno y verano, noche y día, para poder extraer del terrón a duras penas el sustento diario.
Este sector, acosado por la miseria, que es el más atrasado políticamente, confronta una situación que oscila entre el hambre segura de hoy y la esperanza en “la buena suerte futura” (partos dobles de los animales domésticos, buen invierno, ausencia de plagas, abundantes cosechas), casi no tienen aspiraciones, pero un gobierno democrático tendría que consultar en su favor las siguientes demandas: asistencia social, sanidad, medicinas y víveres abundantes y gratuitos, crédito, asistencia técnica y seguridad en los precios para sus productos. Las reivindicaciones de este sector ya casi extinto del campesinado son apremiantes, pero su lamentable estado de atraso político y su abandono (falta de organización); no le permite luchar por ellas. Sin embargo, su miseria es una reserva revolucionaria de tremendo poder explosivo.
Según estimaciones estadísticas de expertos de las Naciones Unidas hay doscientas veinticinco mil familias campesinas que reciben una porción considerable de sus ingresos “del cultivo de pequeñas siembras en tierra arrendada”,7 pero si partimos de la cifra muy conservadora aportada por ellos mismos, que fija en cuatrocientos trece mil el número de labriegos activos (cifras de 1950), se puede estimar, en términos generales, que más de un millón doscientos mil salvadoreños viven en las zonas rurales entregadas al laboreo de los campos por cuenta ajenas. 7. “Crédito agrícola en El salvador” ONU. Mayo de 1950
g.) Los Comerciantes Importadores. Estos son capitalistas intermediarios que no participan en el proceso de la producción, pero se aprovechan de la plusvalía que de ella proviene y obtienen ganancias adicionales manejando la circulación de mercancías. Estos importadores compiten, en determinados rubros, con la producción industrial nacional y constituyen, por tanto, una fuerza contraria al desarrollo económico del país, aun cuando no son insensibles a la necesidad el aumentar la capacidad de compra del mercado interno. Los comerciantes importadores son aliados firmes del imperialismo y de la Oligarquía y sus reivindicaciones se orientan fundamentalmente a la baja de los impuestos de importación. Los ingresos principales de los comerciantes importadores provienen de las ventas de artículos de lujo a la Oligarquía millonaria, y de ahí su interés en que esta última mantenga sus ganancias al máximo nivel.
h.) Los Comerciantes no Importadores. Como distribuidores que son de la mercancía producida en el país, constituyen, en cambio, una importante fuerza progresista y sus reivindicaciones son: altos aranceles para la mercancía extranjera en aquellos rubros que compiten con la mercancía nacional, producción industrial más diversificada, transporte barato, comunicaciones rápidas, aumento de la capacidad de compra de las masas, etc.
Los comerciantes en general no constituyen, pues, un sector homogéneo de la economía y de ahí que sus distintos grupos actúen políticamente en distintas direcciones. En este mismo grupo debe incluirse, naturalmente, a los pequeños comerciantes, ambulantes o estacionados en los “mercados” de la República, que llevan baratijas importadas o nacionales a todos los rincones del país. Trabajan con poco dinero y su reivindicación más aguda es el crédito.
i.) LOS EMPRESARIOS DE LA INDUSTRIA NACIONAL DE TRANSFORMACION. Estos constituyen una nueva y potente fuerza económica, social y política, en El Salvador, y su reivindicación fundamental, sin perjuicio de las del crédito y leyes especiales de protección y fomento industrial, es la habilitación de un mercado interno y centroamericano con suficiente capacidad de compra y fácilmente accesible a la mercancía producida por la industria salvadoreña.
Los industriales salvadoreños no representan todavía la fuerza económica más importante en el país, pero sí, en cambio, la única fuerza económica con amplias perspectivas y posibilidades de desarrollo. El desarrollo industrial está estorbado actualmente por las relaciones semifeudales de producción en el campo, y por el bajo nivel de salarios y jornales que se pagan en las plantaciones agrícolas, así como también por las trabas que provienen de las anacrónicas instituciones político-administrativas del régimen cafetalero. De lo dicho se infiere que la reivindicación básica señalada arriba, la reivindicación del mercado tiene un acentuado carácter político: EL CONTROL DEL PODER DEL ESTADO, que ha pasado a ser UNA NECESIDAD VITAL PARA LOS INDUSTRIALES, y que coincide en buena medida con las necesidades del desarrollo general del país. De allí la creciente fuerza política de los industriales en El Salvador.
j.) Los Empleados Públicos y Particulares. Las principales aspiraciones del sector público apuntan a la promulgación de un “Estatuto Civil” que contemple los siguientes puntos: nivel racional mínimo de sueldos, reajustes automáticos (escala móvil) de los mismos según las alzas del costo de la vida, escalafón, inamovilidad de sus puestos, etc. El sector privado aspira, como todos los trabajadores, a una legislación del trabajo, democrática y progresista.
k.) Los Artesanos. Son productores en pequeño de la industria manufacturera, acorralados tanto por el auge de la Industria de Transformación y por la Legislación Social y del Trabajo, cuyas prestaciones les parecen elevadas e injustas, como por sus dificultades crecientes para la obtención de crédito. En el plano de la actividad urbana el artesano, del mismo modo que el minúsculo propietario de la tierra descrito arriba, es políticamente muy inestable y atrasado, pues se halla en la tremenda alternativa de la amenaza de quiebra, siempre presente, que lo identifica y acerca a las masas pobres de la población, de un lado, y la esperanza quimérica de un cambio brusco y favorable de la situación que lo convierta en un industrial próspero, que lo identifica y acerca a los explotadores, de otro.
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Del simple examen de los esquemas trazados se desprende una idea general: todos los propietarios sin excepción, industriales y agrícolas, explotan a los trabajadores ya sean éstos urbanos o rurales. Por consiguiente, podría concluirse, todos los propietarios tienen un interés común, frente al interés común de los trabajadores. Sin embargo, las cosas no son tan simples, que, de serlo, la política quedaría convertida en la ciencia por excelencia de Perogrullo.
En países atrasados como El Salvador las relaciones capitalistas de producción (salario) no son las predominantes. En estos países de economía capitalista incipiente (pre-capitalismo) predominan las relaciones y formas de producción agrarias, feudales y semifeudales, con todas las taras del atraso. En tales países las clases sociales no poseen todavía rasgos o caracteres diferenciales definidos, y cada clase social aparece contaminada y a veces saturada de elementos orgánicos y culturales de las otras clases en los grados más diversos; de tal manera que los intereses de estas clases no están deslindados, y, por lo tanto, no se separan o no confluyen claramente sino en momentos o períodos especiales de su desarrollo.
Por ejemplo: un empresario industrial y un obrero mueven siempre su interés en direcciones opuestas: pagar menor salario el uno, ganar mayor salario el otro. Sin embargo, en el problema de la independencia nacional y frente a la concurrencia de la industria extranjera, pueden conjugar temporal y lealmente sus intereses en una sola dirección: la industrialización del país que los beneficia a ambos, aunque en diversa medida y por razones diferentes. Otro ejemplo: El, artesano y el obrero, colocados por distinta razón frente al empresario industrial, tienen, aparentemente, un interés común; sin embargo, viéndolo bien, el interés del artesano es contrario al desarrollo de la gran industria que lo aplasta, mientras que el obrero, aunque tiene conciencia de que es explotado por el industrial, mira precisamente en aquel desarrollo la única salida históricas de sus problemas de clase y de todos los problemas de la sociedad.
He aquí por qué, mientras el artesano se vincula preferentemente con las fuerzas reaccionarias de la Oligarquía, la clase obrera debe hacerlo invariablemente con las fuerzas progresistas que la industrialización representa. Otro ejemplo: Un cafetalero de una parte y un empresario de la Industria Nacional de Transformación, de otra, son capitalistas los dos, agrario el uno, industrial el otro; los dos son patronos y aparentemente tienen idénticos intereses de clase, sin embargo, los bajos salarios y jornales que aquel paga en sus plantaciones para elevar su ganancia, chocan con el interés que el industrial tiene en aumentar la capacidad de compra del mercado interno para la colocación ventajosa de sus productos. En este punto, y mientras la contradicción no está resuelta, el interés común de clase de estos sectores se bifurca, la burguesía capitalista del país se divide, serios antagonismos separan a sus distintos sectores, y los choques llegan incluso a ser no sólo inminentes sino que necesarios. Descubrir el grado en que los intereses económicos de las distintas clases se acercan o se separan entre sí y hacia qué lado gravitan en un momento dado, he ahí el misterio de toda política.
Ahora bien, para que una clase, sector o grupo, deban ser considerados progresistas en un momento histórico cualquiera, es preciso que su interés económico coincida con el impulso ascensional de las fuerzas productivas nuevas, que nunca en la historia de la Humanidad fueron contrarias o desleales al interés del progreso de los pueblos. Es preciso que estas fuerzas económicas envejezcan y se hagan conservadoras, para que los pueblos comiencen a exigirles la separación e incluso el divorcio por la vía más violenta: la Revolución.
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Hace un poco más de tres cuartos de siglo la producción del café era, en El Salvador, una fuerza económica nueva, progresista, que necesitaba para su libre desarrollo romper en cierta medida las viejas relaciones de producción imperantes que emanaban de la economía cerealista, latifundista, del país. Las relaciones de producción semifeudales, cuyo símbolo es el “mozo colono”, ligado de por vida a la propiedad patronal eran un serio obstáculo para el desenvolvimiento de la economía cafetalera, por cuanto esta última, en pleno período de expansión, necesitaba miles y miles de trabajadores libres destinados a las plantaciones de café.
Las fuerzas productivas nuevas eran las del café y en torno suyo se agruparon las profesiones liberales, el comercio y centenares de miles de mozos colonos empujados a la libertad. Este antagonismo flagrante entre las viejas relaciones de producción y las nuevas fuerzas productivas, representadas por el café, al proyectarse en el plano político, se manifestó a través de no pocos y enconados choques (golpes de Estado, asesinatos de Presidentes de la República, traiciones, etc.), entre las fuerzas del feudalismo decadente y las nuevas fuerzas productivas cafetaleras.
Bajo la presión de la joven economía cafetalera estos choques fueron muy violentos10, pero pudieron haberlo sido en más amplia escala, hasta alcanzar el grado de Revolución, de no haber mediado ciertas circunstancias que contribuyeron a atenuarlos. Nos referimos, en primer lugar, al hecho de que en tales conflictos no se involucraba ningún cambio en la base económica de la sociedad, ya que la propiedad privada de la tierra se mantenía incólume; y, en segundo lugar, al hecho notorio de que las tierras dedicadas al cultivo de cereales, en las que se asentaba el feudalismo, no eran, por razón de su poca altura sobre el nivel del mar, objeto de la codicia de los pioneros del café. 10. A la luz de estas ideas debe investigarse la muerte de los presidentes de la República capitán general Gerardo barrios introductor del café en la Economía Nacional, general Francisco Menéndez, y doctor Manuel Enrique Araujo, y el origen de la Revolución del general Tomás Regalado y de otros acontecimientos históricos cuyas verdaderas motivaciones históricas aún permanecen en la sombra.
Las tierras que estos buscaban no tenían, por regla general, ninguna función económica en aquella época; eran tierras altas y boscosas, impropias para el riego, y pertenecían al Estado, a los Municipios o a las comunidades y cofradías indígenas. De aquí que una vez que los cafetaleros hubieron incrementado su influencia en el poder político, no sólo repartieron las tierras del Estado y de los municipios entre sus parientes y amigos, para que las cultivaran con café11, sino que la emprendieron, en la medida en que el negocio se hizo más productivo, por la vía de la expropiación o el despojo, contra las propiedades de los indígenas hasta convertir al país en una inmensa finca de café.“12 Fue sólo más tarde que los cafetaleros, en busca de más y más tierras para sus plantaciones, comenzaron a bajar a los valles y demás tierras bajas, invadiendo grandes áreas de tierras cerealistas para el cultivo del café. Hoy día se hacen estudios en los institutos agrotécnicos del país para aclimatar el grano incluso en las tierras del litoral… 11. De cada veinte hectáreas que se repartieron gratuitamente en Nueva San salvador (Santa Tecla) quince debían cultivarse obligatoriamente con café. Ley de la república. Administración del Presidente Rafael Campos. 1856. 12. “por lo demás aquí hay fincas admirables, cafetales cafetales sin término, cafetales desde la falda de la montaña hasta la cima. Lo que antes era detalle del paisaje, una milpa, un robledal, un cañaveral, la hortaliza, el frutal, el bosque, es ahora cafetal.” Alberto Masferrer
En la medida en que las fuerzas económicas representadas por el café ayudaban a quebrantar las viejas relaciones de producción,13 el interés económico de los cafetaleros coincidió históricamente con el interés del pueblo salvadoreño en su conjunto. Bajo la influencia de los nuevos cultivos el “mozo colono”, el siervo salvadoreño, se convirtió en un hombre relativamente libre, esto es, en el obrero agrícola o en el semiproletario que trabajan actualmente en las plantaciones, de café.
Esta transformación comportó un gran paso histórico en el progreso social y político del país, aun cuando en estas plantaciones sobrevivan todavía, a veces con toda su dureza feudal, algunos de los peores hábitos de trabajo de la vieja época. La economía de tipo latifundista (colonato) vino así a la decadencia, en tanto…que la economía basada en las nuevas relaciones de producción semifeudales que el café trajo consigo, se desarrolló impetuosamente, hasta convertirse en el eje de la economía nacional.
Fue así como el café pasó a dominar en la vida económica, social y política del país: los transportes ferroviarios y automotrices se concibieron y desarrollaron en función del café; la importación, la exportación (el 85%), la justicia, la cultura, el arte, la política, todo cayó bajo el dominio de la naciente Oligarquía cafetalera, cuyas decisiones, una vez que el poder del Estado estuvo en sus manos, debieron ser acatadas por todo el pueblo. El Ejército Nacional dejó de ser la institución tutelar de las viejas relaciones de producción patriarcales, y se convirtió en un instrumento en, manos de la Oligarquía listo a golpear a quienes contravinieran los designios de los nuevos amos de país.
Hoy día las relaciones de producción derivadas del café han envejecido y ya no sólo no corresponden a las exigencias del desarrollo de las nuevas fuerzas productivas (la industria), sino que se han convertido en una traba para ese desarrollo. El transporte ha crecido hasta un punto que ya no puede estar sujeto a las épocas de cosecha y exportación del grano; el país necesita fuentes de divisas para importar equipo y materias primas para su desarrollo industrial; se necesita elevar el standard de vida de millón y medio de salvadoreños que viven del trabajo en el campo, impulsar la producción de los pequeños agricultores, crear nuevas fuentes de trabajo y abaratar los costos de las subsistencias; se necesita una nueva justicia, nuevos ordenamientos legales, distintos de los que puso en vigor la Oligarquía, que correspondan a la nueva realidad económico-social del país. Pero, sobre todo, las fuerzas nuevas y progresistas que la Industria Nacional representa, requieren para su desarrollo que se liquide el atraso semifeudal en el campo y que se abra a la mayor brevedad posible el mercado interno que los bajos salarios estorban.
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Mientras las relaciones de producción derivadas del café impulsaron hacia adelante la democratización del país, mediante la liberación relativa del “mozo colono”, e hicieron posible un cierto grado de acumulación de capital, indispensable a todo desarrollo económico ulterior, el Estado, en manos de los cafetaleros, cumplió funciones políticas relativamente progresistas; mas, cuando dichas relaciones ya no sólo no impulsaron el desarrollo sino que, agotada su vitalidad, se convirtieron en lastre o estorbo para la marcha de las nuevas fuerzas productivas, el Estado, en manos de los cafetaleros, se convirtió necesariamente en un Estado reaccionario, antidemocrático y contrario al interés del progreso nacional.
Entre la Oligarquía Cafetalera, cuya fuente principal de ingresos es su propia política de bajos salarios, y la Industria Nacional, que necesita robustecer el mercado interno a través de una política de redistribución del ingreso nacional (elevación de los salarios y jornales), surgió así una contradicción que se agudizó con el transcurso del tiempo y que ha devenido en los últimos años en la causa total de la inestabilidad política en que vive actualmente nuestro país.
Su actitud ante el atraso semifeudal, su interés en levantar los niveles de ingreso de los trabajadores del campo y la actitud “proteccionista” que la Industria Nacional adopta frente a la concurrencia de la manufactura extranjera, es lo que da carácter progresista, democrático y nacionalista a la joven burguesía industrial salvadoreña.
La contradicción entre la decadente14 Oligarquía agraria y la burguesía industrial en ascenso es, pues, un hecho innegable, y resolver esa contradicción en función de los intereses de las mayorías del pueblo salvadoreño es la tarea más importante que tienen ante sí los ideólogos y los conductores políticos de las clases progresistas en El Salvador. 14. En 1950 el país produjo 69 millones de kilos de café exportable (cifras redondas) y desde esa fecha inclusive hasta 1956 el promedio anual de café exportable no sólo no pudo mejorar sino que cayó a 66 millones de kilos. Ensayo sobre la incidencia de la caficultura en algunos aspectos de la Economía Nacional. Instituto de estudios Económicos. Universidad Nacional de El salvador. 1958 (Cuadro 2) En contraste con esta situación de crisis en el monto de producción exportable, y bajo el impulso de una nueva política , se destaca el crecimiento industrial del país un ritmo de 7 por ciento anual, durante el mismo periodo 1950-56.
En 1950 el país produjo 69 millones de kilos de café exportable (cifras redondas); y desde esa fecha inclusive hasta 1956 el promedio anual de café exportable no sólo no pudo mejorar sino que cayó a 66 millones de kilos. Ensayo sobre la incidencia de la caficultura en algunos aspectos de la Economía Nacional. Instituto de Estudios Eco-nómicos. Universidad Nacional de El Salvador. 1958 (cuadro 2). En contraste con esta situación de crisis en el monto de producción exportable, y bajo el impulso de una nueva política, se destaca el crecimiento industrial del país a un ritmo de 7 por ciento anual, duran-te el mismo período 1950-56. “Este rápido aumento (dice el BIRF, obra citada, pág. 20) fue favorecido por los estímulos que el Gobierno ofreciera a los inversionistas, mediante la exención de impuestos, la protección a las nuevas industrias y mediante la, disponibilidad de energía eléctrica y mano de obra barata. La estabilidad y las sólidas normas seguidas en el campo fiscal y monetario, constituyeron un estímulo adicional para la inversión de capital salvadoreño y extranjero. Los bancos establecieron igual tratamiento crediticio para industriales y agricultores. A pesar de que el Banco Central restringió su política de crédito en abril de 1957, sus préstamos y redescuentos para fines industriales no han sido restringidos y las cargas en concepto de intereses son relativa-mente bajas.”
Capítulo IV
LA TEORÍA APLICADA A LA POLITICA EN EL SALVADOR

Origen del engaño político. —Falacia del “Oposicionismo” como táctica democrática. — ¿Qué es la política?—El análisis clasista como base de una certera política. “El fruto prohibido” de la Democracia Cafetalera.
EL DESCONOCIMIENTO de las fuerzas que determinan e impulsan el desarrollo histórico en El Salvador, ha impedido a las masas trabajadoras del país desplegar su acción política con todos los atributos de su poder, y las ha expuesto siempre a los mayores fracasos. Si el pueblo salvadoreño hubiese sido consciente del carácter y naturaleza de las leyes que presiden su proceso histórico, y del mecanismo de estas leyes, las posibilidades de fracaso se habrían reducido al mínimo. Alguien ha dicho que “los hombres han sido siempre y seguirán siendo en política víctimas del engaño de los demás y del propio, mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses económicos de tales o cuales clases”.1 Esta bella y poderosa observación bella por su formulación exacta y poderosa por su contenido revolucionario, nos ayuda en El Salvador a poner un poco de luz en el abismo de engaño en que ha vivido nuestro pueblo y a comprender la causa social y política de tal engaño. 1. Lenin, Obra Cit.
Cuando el pueblo salvadoreño intervino en política no lo hizo nunca con dominio consciente de las situaciones dadas, y es por ello que no se ha logrado aún imprimir a los acontecimientos históricos del país el sello de los intereses populares. Unas veces las acciones políticas de las masas se vieron estorbadas por el empirismo de sus dirigentes, o por la fuerza desmoralizante del terror policíaco del Estado Cafetalero, o bien por la influencia confusionista de las ideas que la Oligarquía ha puesto en circulación. En otras ocasiones las masas orientaron su acción política con la falsa brújula de las promesas demagógicas, sin conocer el contenido real de tales promesas, es decir, ignorando la función económica que dentro de la formación económico-social del país desempeñan los hombres, los grupos y las clases sociales que hacen estas o aquellas promesas.
De ahí que la razón de ser de la actividad política del hombre salvadoreño, haya sido siempre de un simplismo desesperante y conmovedor: la “oposición al gobierno”.
El razonamiento que sirve de base a este tipo de conducta política es claro y elemental. “El gobierno”, se dice, no hace nada por aliviar la miseria de las gentes, el pobre se hace cada día más pobre y el rico más rico, los salarios y jornales siguen tan bajos como antes mientras los precios de los artículos de consumo suben constantemente; el gobierno, se agrega, no sólo no castiga a los especuladores y agiotistas sino que muchos de sus funcionarios colaboran con ellos; el gobierno impide la organización de los trabajadores y persigue a sus dirigentes, y las leyes, cuando se aplican, es sólo cuando favorecen al rico, etc. De consiguiente se concluye, la única línea política correcta es la línea recta de oposición al gobierno. Y como esto que se dice en relación con la política en nuestro país es generalmente cierto, el razonamiento se hace persuasivo y la proposición táctica del oposicionismo aparece plenamente justificada.
Sin embargo nada hay tan avieso como un juicio elaborado en base de tan precaria apreciación de los hechos, y nada ha sido en El Salvador tan contrario a los intereses populares como la aplicación ciega y mecánica de la táctica de oposición.
Como cabe suponer, en nuestro país el pueblo nunca ha estado solo en el momento de elaborar su línea política oposicionista. Al contrario, ha tenido siempre buenos colaboradores a su lado, “bona fide” como los estudiantes universitarios, rentados, como los agentes políticos de la Oligarquía.
En el caso salvadoreño la participación estudiantil ha sido particularmente notable a lo largo de muchos años, durante los cuales el estudiantado universitario, a contrapelo de sus sentimientos progresistas y democráticos, ha prestado incalculables servicios a la reacción oligárquica cafetalera. La inmadurez política de los jóvenes y la falta de un análisis clasista de la política en El Salvador, los ha hecho siempre presa fácil del paralogismo oposicionista, y de ahí que, en ese vivero de rebeldías juveniles que es la Universidad, la política de oposición haya alcanzado los más altos y relumbrantes destellos, las más dignas y paradigmas actitudes románticas, a la par que las más duras y más irreparables derrotas.
El estado de ánimo de las masas, generalmente adverso a la política gubernamental, llega fácilmente al paroxismo oposicionista cuando es atizado por la fervorosa agitación estudiantil; y cuando no queda ya, en esta situación de psicosis colectiva, brizna alguna de ponderación o atildamiento político, cuando las pasiones andan sueltas y la situación política es toda como una mar convulsa, las fuerzas de la reacción oligárquica, políticamente bien organizadas y dirigidas, estén totalmente adentro o parcialmente fuera del gobierno, no tienen dificultad alguna para capitalizar en su favor la energía, el entusiasmo y el candor político del pueblo salvadoreño.
Preguntad después cuál fue el resultado de tan magnífico despliegue de entusiasmo político de las masas, y se os dirá que “el resultado es lo de menos” y que lo que vale es la dignidad del gesto… Sin embargo, el resultado es lo que más cuenta: el pueblo termina fatigado y dividido, más engañado y más confundido que antes y la reacción oligárquica más firme que nunca en el poder.
Desde luego es imposible afirmar que no hay sinceros sentimientos democráticos en las luchas de oposición. Al contrario, sinceridad es lo que abunda en ellas… de parte del pueblo. Nadie pone en duda, por otra parte, la sana intención de los estudiantes, pero nadie puede negar también que “la ingenuidad política puede hacer de un hombre honrado un demagogo, y los demagogos, ya lo sabemos, son los peores enemigos porque despiertan los malos instintos de la multitud, y les es imposible a las masas atrasadas reconocer a dichos enemigos, los cuales se presentan, a veces sinceramente, en calidad de amigos”.2 2. Lenin, Obra Cit.
La buena fe, por sincera que sea, no constituye una norma política y los sentimientos democráticos sirven de poco, por lo menos mientras no se les tiempla en la fragua del estudio clasista del proceso histórico en general y de las situaciones dadas las correlaciones de las fuerzas en la luchas de las clases, en particular. Sin tener conciencia de estas situaciones concretas y de la orientación general del proceso histórico, el “demócrata” salvadoreño estará expuesto a errar de tienda en tienda política, de partido en partido, sin encontrar el derrotero preciso de sus aspiraciones.
En El Salvador no se puede ser demócrata consciente si se desconoce, por ejemplo, la pugna sorda y disimulada por mil velos, pero real y potente, que sostienen entre sí, desde hace más de treinta años, el capitalismo agrario de exportación el café ya plenamente desarrollado, y el capitalismo industrial en vías de desarrollo.
El hombre salvadoreño debe conocer a fondo la dinámica de este proceso si es que alguna vez ha de comprender algo de lo que políticamente ocurre en torno suyo.
Nuestro pueblo no debe continuar en el limbo político en que ha vivido hasta hoy; ignorante de su destino y entregado ideológicamente indefenso a la voracidad y perfidia de sus enemigos. Es urgente que nuestro pueblo, comprenda que la política es, esencialmente, en nuestro país, el juego de los intereses económicos, afines o discrepantes, que acercan o separan a las distintas clases que componen la sociedad salvadoreña, proyectado al plano de poder del Estado. Es preciso explicar al pueblo que toda clase social, e incluso todo sector o grupo de los que constituyen una misma clase social, tiene invariablemente sus particulares y específicos intereses económicos, y que tales intereses pueden ser afines u hostiles a los intereses de otras clases o grupos, en grado y medida que varían según los cambios que se producen en las situaciones dadas. Es preciso explicarle, finalmente, que sólo a través del estudio analítico más acucioso del carácter y función de aquellos intereses y del grado de sus discrepancias o afinidades con los de otros grupos, es posible elaborar una línea política que, sin ser “la línea recta” de los oposicionistas sea sin embargo la línea política correcta de los intereses de las masas.
Si, para mejorar su particular situación económica, una clase social dada (hablamos de las clases y no de los individuos aislados), necesita que mejoren los salarios de los trabajadores, que se desarrolle la instrucción pública, que mejore la salud de las masas populares, aún cuando sea sólo con el fin egoísta de aumentar en ellas su capacidad de rendimiento en la producción; si esa clase necesita que los hombres y mujeres del pueblo puedan ir y venir libremente de un lado a otro, y si en su provecho estuviera el pleno ejercicio de la libertad política y de la independencia nacional, estaríamos entonces en presencia de una clase social revolucionaria o simplemente progresista, según, sean la capacidad y decisión que esta clase desempeñe en la conquista de sus objetivos.
Y a la inversa, si el interés económico de una clase social dada necesita para su desarrollo que se reduzcan los niveles de salarios y jornales, conculcar las libertades, mantener el analfabetismo y promover el fanatismo religioso, y, además, comprometer con sus negocios la independencia nacional, estaremos entonces, invariablemente, en presencia de una clase social económicamente parasitaria, enemiga del progreso y políticamente contraria al interés de la independencia nacional y la democracia.
El hombre salvadoreño en general, y especialmente el ciudadano demócrata, debe hacerse un concepto claro de la naturaleza económica y de la fisonomía política de las clases y los grupos que componen la sociedad salvadoreña: de los grandes, medianos y pequeños productores del café; de los grandes, medianos y pequeños propietarios de tierras cerealistas, y, por su orden, de los azucareros, los ganaderos, los algodoneros y henequeneros; de los grandes y pequeños arrendatarios, de los mozos colonos, de los artesanos, de los compradores y exportadores de café, de los empresarios industriales, de los obreros industriales y agrícolas, de los comerciantes, de los empleados particulares y funcionarios públicos, del doctor, del estudiante y del cura. Cada una de estas clases y grupos tienen su propio y particular interés económico y su conducta política se rige, más tarde o más temprano, por la brújula de aquel interés.
El pueblo salvadoreño y especialmente las masas trabajadoras y sus dirigentes deben saber, pues, orientarse a través de las frases y subterfugios, “declaraciones y proclamas”, con que cada una de estas agrupaciones trata de ocultar sus apetitos egoístas y de disimular su verdadera naturaleza económica.
Más concretamente, el hombre salvadoreño debe saber que la “industria” del café representó, en un momento dado de la historia del país, una fuerza económica nueva, liberadora, anti-feudal, positiva y congruente con las necesidades del progreso nacional; pero debe saber también que hoy día es ya una fuerza económica y social periclitada o declinante, sin posibilidades materiales de desarrollo y supeditada, por lo demás, a las fuerzas incontrolables e inestables del mercado exterior, generalmente extrañas y contrarias al interés del país.
El café cumplió, pues, en la historia de El Salvador un destino progresista, (y por eso es justa la veneración de la memoria de su pionero más ilustre, el general Gerardo Barrios), pero hoy día ya no tiene ninguno, y el porvenir de los salvadoreños no puede seguir hipotecado a la suerte de un producto sin destino.
El demócrata salvadoreño debe saber, además, que una fuerza económica nueva, nacida de la acumulación de capital que la economía cafetalera hizo posible, se ha manifestado ya, joven y vigorosa, y que, paulatina pero firmemente, ha sido desplazando de sus posiciones dirigentes, en la economía y en la política, a las viejas fuerzas del café. Nos referimos a la INDUSTRIA NACIONAL DE TRANSFORMACION.
El lento pero firme y progresivo avance de este nuevo sector de la economía nacional está indicando que las fuerzas de la Oligarquía Cafetalera, del mismo modo que las fuerzas eco-nómicas que le precedieron— las del añil, el bálsamo, la cochinilla, el cacao—, no constituyen un poder eterno y omnímodo y que, siguiendo el destino de estas últimas, llegará el momento en que serán superadas y desplazadas por las fuerzas del progreso.
En medio de la intrincada selva de intereses dispares de unas y otras clases y grupos es muy difícil orientarse, pero no podemos renunciar a ese esfuerzo porque no hay otra manera de salir a lo claro. Los dirigentes políticos y los ideólogos populares deben contribuir a fijar en todo momento, partiendo de esos intereses la posición y la conducta política de las diferentes clases, a fin de poder asegurar el triunfo de las fuerzas progresistas y la derrota de las fuerzas enemigas del progreso. Y, si los dirigentes no se aplican seriamente a esta tarea es que no son tales dirigentes, sino simples charlatanes, embaucadores, oportunistas y bribones, generalmente provocadores, aun cuando traten de disimular su bribonería con los más sutiles afeites del liberalismo o el izquierdismo.
Es posible que algunos críticos pongan en duda la firmeza de estos razonamientos y consideren que es débil y discutible la premisa que afirma que la oligarquía cafetalera constituye una fuerza reaccionaria, históricamente incompatible con el progreso democrático en El Salvador. Esta duda parecerá más justificada si se toma en cuenta que “el café es nuestro único producto importante (85%) de exportación”, “nuestra única fuente de divisas” para la compra de artículos que no se producen en el país. Sin embargo, quienes formulen esta objeción olvidarían que en nuestro país la historia del café como producto exportable es reciente, y que su característica de producto único de exportación no proviene de las necesidades de la sociedad salvadoreña, sino de una política cafetalera, unilateral y hegemónica, impuesta desde el Poder del Estado por los cafetaleros mismos.
Pero hay otro aspecto todavía más importante que también olvidan los que vacilan en adjudicar a la oligarquía cafetalera el calificativo de reaccionaria. Nos referimos al carácter actual de la producción del café en nuestro país, y del tratamiento del mismo como mercancía de exportación.
El estudio del proceso económico de esta mercancía es una aventura apasionante y reveladora, y para los salvadoreños especialmente, tal estudio tiene una importancia política de primer orden. Los dominios en que esta mercancía se cotiza son poderosos y, laberínticos, y en ellos, al igual que los de otros productos, como el petróleo y el acero, sólo que en más modesta escala; se conjugan las más diabólicas combinaciones bursátiles y financieras. Para descubrir estas combinaciones se requiere de equipo especial, mezcla de técnica, y audacia, que no siempre está al alcance del investigador. Mas para los limitados propósitos de esta exposición, es suficiente con asomarse al “ojo de la llave” para descubrir la naturaleza reaccionaria del papel que juega el café en la economía de los países latinoamericanos poco desarrollados, y especialmente en la economía de nuestro país.
En efecto, el café es una mercancía que no se vende en El Salvador, sino que está destinada, muy particularmente, al mercado norteamericano. De aquí que ni al productor ni al exportador le importa en absoluto si el pueblo salvadoreño tiene o no tiene dinero para comprarlo; para el productor y el exportador lo importante es que el consumidor norteamericano tenga altos ingresos, a fin de que pueda incluir en su presupuesto las mayores disponibilidades para compra y consumo de café. Por otra parte, la cuota más estable de los ingresos del cafetalero productor, proviene de la mayor intensidad con que pueda él explotar a los trabajadores en las plantaciones y beneficios, esto es, de la posibilidad de pagar salarios hasta donde es posible cada vez más bajos; y cómo esta posibilidad de los cafetaleros está en razón inversa de la capacidad de los trabajadores para luchar por el aumento de los salarios, los cafetaleros, utilizando el poder del Estado (para eso necesitan ellos del Estado), impiden por todos los medios la libertad de organización de los trabajadores en el campo.
Pero esto no es todo. Aún queda por verse que el interés de la mayor ganancia de los cafetaleros exige el pagar menos impuestos de exportación, menores impuestos sobre la renta, etc., todo lo cual se traduce en disminución de posibilidades del. Estado para impulsar el desarrollo económico nacional y para financiar los servicios públicos, hospitales, caminos, escuelas, etc. Y si a esto añadimos que la expansión del área de las plantaciones del café sigue robando espacio vital al cultivo de los cereales básicos de la dieta alimenticia del pueblo, y que las taras feudales y los bajos salarios y jornales que se pagan en las plantaciones, estorban el desarrollo del mercado interno que la industrialización del país necesita para sus productos, tendremos que el café, nuestra “única mercancía de exportación” es también la causa única de las desgracias pretéritas y actuales del pueblo, al mismo tiempo que una fuente de valores sociales y políticos que en el país cumplen un rol contrario a las necesidades del progreso. Esta sencilla verdad ha sido, hasta hoy, el fruto prohibido del paraíso cafetalero…
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Por todo lo expuesto se puede afirmar, primero, que la Oligarquía Cafetalera constituye actualmente el sector de la burguesía salvadoreña más reaccionario y más antinacional3, y segundo, que el desarrollo de la teoría política es una necesidad vital del desarrollo democrático en El Salvador. 3. A estas fuerzas aludía el actual presidente de la República, coronel José María Lemus, cuando escribió: “Esas fuerzas conjuradas para conspirar contra el actual orden de cosas (el orden industrializante surgido en 1948) no merecen otra definición que la de fuerzas reaccionarias, genuinas representativas de una mentalidad despótica y antinacional. Pensamiento Político. Pág. 75. El paréntesis es nuestro.
En efecto, la falta de cultura política en este país hace que la opinión pública en general (no la “Opinión Pública” entre comillas y en negrilla que fabrican todos los días los empresarios de la prensa oligárquica), y la opinión de las masas trabajadoras, en particular, se desorienten con facilidad en el enjuiciamiento del fenómeno político por falta de cultura política las masas no han aprendido a agruparse u organizarse políticamente en base, de los intereses económicos comunes; por falta de cultura política las masas se hacen caudillistas y para resolver sus problemas van en busca de “candidatos” que sean personas “cultas y de buenos sentimientos”; por falta de cultura política ignoran el origen económico-social del auge de la influencia religiosa en el país; por falta de cultura política estas masas defienden como propios intereses que les son ajenos, o apoyan sorpresivamente consignas como la de la “integración económica centroamericana”, recubierta hoy día con el manto del “unionismo” clásico, sin calibrar conscientemente los peligros inmediatos que de ella derivan. Y, finalmente, por falta de cultura política las masas se dejan arrastrar dócilmente por los caminos de la solución empírica de algunos de sus más inmediatos problemas urgentes pero subalternos, desoyendo el llamado profundo de la corriente fundamental del desarrollo histórico.
Poner en línea de consecuencia la lucha por el interés económico inmediato de las masas trabajadoras, con la lucha por los objetivos históricos finales del desarrollo democrático, he allí el papel revolucionario de la teoría política en los países atrasados como el nuestro.
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Antes de poner punto final a este capítulo debernos explicar, en unas cuantas palabras, la razón por la cual el campo de estudio de este Ensayo abarca únicamente el período de los últimos treinta años.
Está dicho que la ley que preside actualmente el desarrollo histórico en El Salvador es la contradicción que existe, desde hace algún tiempo, entre el capitalismo industrial— Industria Nacional de Transformación—, y el capitalismo agrario de exportación representado por el café4, y hemos afirmado también que esta contradicción se ha convertido ya en una lucha sin tregua por el control del poder del Estado. 4. Las luchas intestinas entre sectores de una misma clase no son nuevas en la historia. “En a antigua Roma la lucha de clases solo se ventilaba entre una minoría privilegiada- entre libres ricos y los libres pobres- mientras la gran masa de la población, los esclavos, formaban un pedestal puramente pasivo para aquellos luchadores.” C. Marx. Prólogo ala 11ª. Edición alemana del XVIII Brumario de Luis Bonaparte.
Cuando la industria salvadoreña de transformación cubría sus, primeras etapas y la producción del café alcanzaba ya un alto nivel de desarrollo, tal contradicción resultaba incipiente, débil, y por ese motivo no lograba todavía proyectarse en el plano de la lucha política. Cuando el capitalismo industrial comenzó a superar la etapa manufacturera y a sentir la necesidad de crearse un mercado interno, se hizo inevitable el choque de sus intereses con la política de bajos salarios de la Oligarquía Cafetalera, y la lucha por el control del poder del Estado, al hacerse inevitable y necesaria, se convirtió en la ley que habría de regir, por un cierto tiempo, el desarrollo de nuestro proceso histórico.
Este “cierto tiempo”, que abarca hasta hoy treinta años, aproximadamente, constituye el período histórico a que se refiere nuestro análisis. En el período precedente la contradicción y la ley fueron otras, como otras serán la contradicción y la ley en el período siguiente. Por tanto uno y otros períodos, el anterior y el que vendrá, quedan cronológicamente al margen de los limitados propósitos de este Ensayo.
Capítulo V
HACIA LA DEMOCRACIA POR LA INDUSTRIALIZACIÓN
Un documento sensacional: El Informe de los Técnicos de las Naciones Unidas (1951-53). Contenido económico – social, político y pedagógico del Informe. Fracaso de la Oligarquía Cafetalera como clase gobernante. Algunas responsabilidades históricas. Tareas que el Informe plantea a las fuerzas democráticas.
EN JULIO de 1951 el gobierno de El Salvador, de una parte y las Naciones Unidas, de otra, firmaron el acuerdo por el cual las Organizaciones Especializadas de la ONU, harían extensivos a nuestro país los beneficios del Programa de Ayuda Técnica en Materia de Desarrollo Económico y Social. Fue así cómo expertos de la ONU, especializados en Asistencia y Bienestar Social, Vivienda, Geología, Agrotécnica, Puertos, Economía Industrial, Finanzas, Comercio, etc., vinieron al país a estudiarlo en sus aspectos más fundamentales, no sólo para hacer inventario y balance de sus existencias reales, sino también para establecer científicamente las posibilidades de su más rápido y armónico desarrollo.
El trabajo de esta Misión fue recogido y condensado en el Informe del Jefe de la misma, doctor W. J. Fewerlein, y posteriormente publicado por el Ministerio de Economía con el título de Medidas Propuestas Para Fomentar el Desarrollo Económico de El Salvador.1 1. Revista de Economía, Ns. 13-56, tomo V, 1953
Por su contenido el Informe es un documento objetivo y trascendente y por su origen está protegido contra toda sospecha de malévola parcialidad. En él se hace un diagnóstico realista de los males que aquejan al país, se prevén males aún más graves que nos amenazan en el próximo futuro, y se señalan con claridad y responsabilidad los medios y métodos más racionales y expeditos para curarlos y prevenirlos.
En este Informe queda probado exhaustivamente que El Salvador es hoy día un país acogotado y extenuado por una crisis de progresiva gravedad, y que la economía cafetalera, base de la estructura económica nacional, pese a la situación privilegiada en que se ha desenvuelto últimamente, gracias a los precios casi providenciales del café en el mercado mundial, no responde a las grandes necesidades humanas del país, por dos razones: una porque la masa decisiva de la población salvadoreña, que vive y trabaja en las áreas rurales el 80% del total de los habitantes del país, no ha mejorado en nada sus condiciones de trabajo y de vida (remuneración, vivienda, ración alimenticia, desamparo legal, prohibición de la organización sindical, etc.), y otra, porque la política de los gobiernos cafetaleros, llevada a los peores extremos de imprevisión, recortó excesivamente las posibilidades materiales de la producción de alimentos básicos como el maíz, el arroz, el frijol, el maicillo, que constituye la dieta ordinaria de la población.
Los técnicos de las Naciones Unidas, hablando en términos generales de desarrollo afirman, por otra parte, que “la distribución desigual de los ingresos, y por consiguiente el bajo poder adquisitivo de la población”, plantea problemas tan agudos que, para resolverlos, “será necesario adoptar medidas para que la población rural (mozos colonos, obreros agrícolas, campesinos pobres, etc.), mejoren sus posibilidades de ganar mayores sumas de dinero a través de un cambio en la distribución de los recursos del país”. El paréntesis es nuestro.
El simple enunciado de esta proposición proyecta gran luz sobre el problema salvadoreño, pero los expertos de la ONU no se detuvieron allí, y cuando comprobaron en el curso de su investigación que el noventidos por ciento (92%) de los habitantes recibe en El Salvador solamente el cuarenta y ocho por ciento (48%) del Producto Nacional Bruto, mientras que el ocho por ciento restante toma sólo él más de la mitad de ese producto, no pudieron por menos que dejar constancia de su hallazgo con estas sugeridoras y definitivas palabras: “Esta disposición de los ingresos se encuentra estrechamente vinculada con la desproporcionada distribución de la tierra y con el sistema de no conceder a los trabajadores una porción adecuada de las ventas al exterior.”
Y cuando los expertos de la ONU establecieron, con la mayor precisión a su alcance, los índices demográficos del país – los más alto de América Continental- , y el ritmo acelerado de su crecimiento, así como también el grado de dependencia del país con respecto de la exportación de un solo producto el café y las limitadas reservas naturales disponibles, ellos llegaron a la conclusión de que es absolutamente indispensable para el país, primero, el desarrollo de “un vasto” programa de diversificación y tecnificación de la producción agrícola, segundo, “el desarrollo de la industrialización del país, etapa nueva que puede llegar a ser la solución básica de muchos problemas”, y tercero, la promoción del mercado interno mediante “la elevación de los salarios del grupo de la población que tiene ingresos más bajos”, esto es, de la inmensa masa de los salvadoreños que trabajan fundamentalmente en las plantaciones del café y en sus anexos industriales, los “beneficios” y el transporte.
Los técnicos de las Naciones Unidas afirman, pues, que El Salvador está en una encrucijada, y esa afirmación suya supone una alternativa: o se adoptan las medidas económico-sociales que los expertos de la ONU han propuesto, y la crisis del país se alivia, o las cosan continúan como antes, ¡como hasta hoy!, y la crisis no tiene solución posible. Este es el contenido económico-social del Informe.
¡MÁS ALTOS SALARIOS Y JORNALES EN LAS PLANTACIONES! He aquí una prueba de que el lenguaje técnico, académico en el más alto sentido, no es aquel que se eleva en espirales de abstracción por encima de las necesidades humanas de los pueblos, sino precisamente aquel que las consultas y las sirve. ¡MÁS ALTOS JORNALES Y SALARIOS EN LAS PLANTACIONES! ¿Quién habla este lenguaje tan fuera de uso en El Salvador? ¿Quién propone así, tan abiertamente, tan temerariamente, un reajuste general, popular, en la distribución de la Renta Nacional? ¿Quién promueve y con qué autoridad esa demanda básica del progreso democrático salvadoreño? ¿Quién propone heréticamente que se adopten medidas de desarrollo que necesariamente habrían de dañar los sagrados intereses de la ganancia de los cafetaleros? ¿Es que los comunistas, con “sus tortuosas tácticas” han levantado tribuna en la Revista del Ministerio de Economía para divulgar en ella sus vituperables “consignas” exóticas? ¿Acaso no son ellos los únicos que han sostenido que en El Salvador es ya un imperativo de la historia el darle contenido económico y social al cascarón vacío de nuestra “democracia”?
¡NO! Los que así se han expresado son los técnicos de las Naciones Unidas, y lo han hecho con la autoridad moral y científica de la Organización que representan. Y si por decir las mismas cosas que dicen ahora los expertos de la ONU, se ha difamado, encarcelado, asesinado, perseguido y deportado a miles de patriotas cuando la dictadura de la Oligarquía Cafetalera era omnipotente ¿no resulta de veras extraño y paradojal que el régimen político surgido en diciembre de 1948, haya tenido que pagar a gentes extrañas para que viniesen a decir que las víctimas tenían razón?
El lenguaje técnico de los expertos de la ONU -la alternativa económico-social por ellos propuesta- puede ser traducido fácilmente al lenguaje político, sólo que al hacerlo la disyuntiva debe formularse así: o el poder político del Estado está total o parcialmente en manos de la Oligarquía Cafetalera (el Trust), con todas las consecuencias reaccionarias que tal situación trae consigo, y el problema nacional se agrava, o este poder político pasa a manos de las clases y sectores sociales interesados en el desarrollo industrial del país, con todas las consecuencias progresistas y democráticas que este cambio supone. Este es el contenido político del Informe.4
Desde luego, sería absurdo e incluso de mala fe pensar que la pugna política por el control del poder político está planteada, en El Salvador, en términos de capitalismo contra socialismo o comunismo. En nuestro país el conflicto está planteado en términos de lucha entre la “Democracia” Cafetalera, agraria, oligárquica y feudal, contra la Democracia Industrial, capitalista, o democracia sin adjetivos, propiamente dicha. Más aún, en El Salvador no puede haber democratización alguna si ella no se asienta firmemente en la premisa económica del desarrollo industrial, lo cual equivale a decir que nuestra democracia será en todo caso la expresión política de nuestra industrialización. La historia americana está llena de ejemplos que prueban abundantemente que la democracia que no logra asideros en la industria, que no ha vencido políticamente a las oligarquías productoras y exportadoras de materias primas, y cuya economía vegeta: entre una industria manufacturera o artesanal y una agricultura feudalizada (Argentina, Colombia, Guatemala, Venezuela, Cuba, etc.), estará siempre amenazada en su estabilidad por los embates contrarrevolucionarios de las oligarquías agrarias y de su poderoso aliado el imperialismo norte-americano.
Mas, como la Democracia Burguesa no plantea ningún cambio profundo en la estructura económica de la sociedad, resulta que en nuestro país no está en juego la propiedad privada en general, ni la propiedad privada de las fincas de café en particular, sino únicamente la utilización del poder del Estado bien al servicio de la Oligarquía Cafetalera y del imperialismo, contra los intereses de la República, o bien al servicio del desarrollo industrial independiente del país en favor de los intereses de la democracia.
Si al cabo de esta lucha el poder político llegase a quedar en manos de los cafetaleros, éstos seguirían utilizando al Estado, como es natural y tradicional, contra todo propósito de elevar los salarios y jornales de los trabajadores en sus plantaciones, y contra toda clase de libertades y derechos del pueblo. En cambio, si las fuerzas progresistas, apoyándose en las demandas de la industria y del pueblo, logran controlar adecuadamente el poder, lo natural sería que lo empleasen en la promoción de nuevas relaciones de producción, a través de una política de aumento de la capacidad de compra del mercado interno, y mediante la liquidación más completa de los densos residuos de semiservidumbre, que agobian la existencia de las masas trabajadoras en el campo y de la elevación de los salarios y jornales de los trabajadores de las plantaciones.
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Volviendo al Informe de los Técnicos de las Naciones Unidas, cuyas derivaciones políticas hemos bosquejado ligeramente, debe anotarse, además, que en él no se plantea el problema económico-social de El Salvador en términos de ninguna clase de planes asistenciales o de beneficencia, tan del agrado de los ideólogos y “filántropos” de la Oligarquía. Ellos abordan el problema en sus aspectos económicos fundamentales, en el entendido de que los problemas de la historia salvadoreña reclaman soluciones históricas y no purgantes para las lombrices ni quininas para “las calenturas”….
Antes de que se diese publicidad al Informe de los expertos de la ONU, toda la actividad política en este país tuvo que ser necesariamente empírica, anticientífica, demagógica. Ni siquiera los sectores políticos más avanzados estuvieron antes de entonces en condiciones de elaborar científicamente sus programas ni su táctica, aun cuando no ignorasen, en tesis general, ni el carácter ni la mecánica de las fuerzas que impulsan el desarrollo histórico, ya que en el país se carecía en absoluto de las premisas técnicas necesarias para hacer de la política una actividad científica.
La escasa y dispersa información estadística de que podía disponerse, nunca antes fue sometida a un trabajo de sistematización como el llevado a cabo por los expertos de la ONU, de modo que nadie podía estar en posibilidad de señalar, con precisión y responsabilidad, el grado de madurez y gravedad de los problemas nacionales, esto es, de los problemas que afectan los niveles de existencia de las grandes masas de la población, y nadie podía, en consecuencia, elaborar una línea política correcta para resolverlos. En tales circunstancias la actividad política no podía pasar de ser una actividad peligrosa para los hombres de buena fe, o un mero entretenimiento de los demagogos y truhanes de la Oligarquía.
Antes de conocerse el Informe de los técnicos de la ONU, los “partidos políticos”, formulaban sus programas con las promesas o simples preconceptos doctrinarios de sus dirigentes sobre la realidad salvadoreña, realidad que les era totalmente desconocida porque faltaba la información estratigráfica, la radiografía, de esa realidad. Hoy día esa información existe y una vez que el pueblo llegue a conocerla y comprenderla, ya no será posible que sus políticos le hablen otro lenguaje que no sea el de los verdaderos y cardinales intereses del pueblo.
La publicación del Informe marca, pues, el momento en que la política en El Salvador rompe su cascarón casuístico, se libera del empirismo y pasa a convertirse en una ciencia, en la ciencia más importante para el país en la actualidad. Este es el contenido pedagógico del Informe.
Los políticos tradicionalistas, los viejos y los jóvenes, ya no podrán ignorar el drama económico-social del país, ni engolar la voz en ridículas arengas de falso desinterés y patriotismo, de espíritu progresista y de “amor al pueblo”; ya no podrán ignorar el hambre de los salvadoreños ni la naturaleza y el carácter verdaderos de la injusticia reinante. Para ser escuchados por las masas, estos políticos tendrán que señalar abiertamente a la Oligarquía Cafetalera como el factor principal del hambre y la injusticia, y proclamar, como lo han hecho los expertos de la ONU, que el progreso del pueblo es incompatible con la distribución actual de la Renta Nacional y con la semiesclavitud en que viven los trabajadores del campo.
En la nueva situación se impone una nueva conducta y un nuevo estilo al dirigente político. En lo sucesivo los problemas del país tendrán que ser abordados por lo menos en los mismos términos de objetividad con que fueron planteados por los expertos de las Naciones Unidas, y las soluciones que se propongan habrán de coincidir, por lo menos, con las que éstos han recomendado. El engaño de las masas podrá ciertamente prolongarse por más tiempo aún, pero ello será posible sólo a condición de que tales masas sigan ignorando el contenido del Informe.
Algunas Responsabilidades Históricas. Por la proyección democrática que tiene este documento el Informe bien pudiera pensarse que sus argumentaciones y conclusiones son ya conocidas de la generalidad de los salvadoreños, o cuando menos de los círculos intelectuales a los que se supone ligados al estudio de los problemas del país. Sin embargo, no es así. Fuera de un texto a mimeógrafo, “confidencial”, del Ministerio de Economía, y del capítulo correspondiente de la Revista de Economía del propio Ministerio, que por su carácter y volumen es impropia para fines de vulgarización, no se ha desarrollado en el país ninguna otra actividad en favor de la divulgación del Informe.
Pese a la importancia de primer orden de este documento el pueblo salvadoreño no conoce aún su contenido y ni siquiera ha tomado nota de su existencia. Nadie en el país se ha preocupado por divulgarlo y mucho menos por comentarlo o discutirlo públicamente para indagar si lo que en él se afirma es verdad o mentira, o para establecer siquiera si la calidad del trabajo encomendado a la Misión de la ONU justifica el gasto que se hizo para financiarlo.
Los intelectuales salvadoreños lo han ignorado en absoluto, y la misma prensa diaria, que con frecuencia se auto llama “expresión de la Opinión Pública y defensora de sus intereses”, esta vez, como otras muchas en que se hizo necesario dar a conocer al pueblo lo más elemental y cotidiano de su realidad económica y social, ha mostrado una indiferencia tal que una miaja de malicia bastaría para identificarla como una conspiración de silencio, deliberadamente concebida y calculada, para impedir que el contenido del Informe trascienda a las masas de la población.
¿Hay alguna razón que justifique sospecha tan grave, que tan directamente mancilla la dignidad de la prensa salvadoreña? Veamos desde hace treinta años, o más, el café es en El Salvador el producto más importante de la Economía Nacional, y la vida entera del país está impregnada de esa realidad. Los ingresos de las empresas comerciales la prensa entre ellas provienen directa o indirectamente de las fuentes del Trust cafetalero, en torno de las cuales gira el mayor volumen del tráfico nacional, y los gobiernos oligárquicos que el país ha sufrido en este período no han tenido otra tarea, ni han conocido otra preocupación que la de servir incondicional y excluyentemente los intereses de la Oligarquía Cafetalera.
Ahora bien, estos gobiernos ¿No contaron siempre con la colaboración de la prensa diaria del país para confundir a la opinión pública, dando rango de interés nacional a lo que era sólo interés de la Oligarquía? ¿Acaso no es verdad que una de las entretenciones predilectas de esta prensa ha consistido en calumniar a los demócratas opositores de la Oligarquía y en desnaturalizar uno a uno los propósitos de mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores?5
Pues bien, el Informe de los expertos de la ONU, sin ellos proponérselo y sólo en razón de su objetividad, proclama el fracaso de la Oligarquía Cafetalera como clase gobernante, pone de relieve la naturaleza antiprogresista de las relaciones de producción en que se asienta su privilegio y su poder, y de paso, entre líneas, el Informe deja en situación harto comprometida a las personas, grupos, instituciones y empresas la prensa entre ellas, que han colaborado con los gobiernos cafetaleros para llevar al país a su actual desastre económico y al atolladero político a los que fatalmente habría de arrastrarlo una política económica la de la Oligarquía, monstruosamente unilateral y antidemocrática. Consciente de su culpabilidad, la prensa salvadoreña ha eludido el tema del Informe, como el ladrón huye del sitio en que cometió el crimen.
Esta y no otra es la razón del sello de silencio que la prensa, y con ella toda la intelectualidad cafetalera, abogados, publicistas, literatos, políticos, han puesto sobre las páginas del Informe de los expertos de la ONU.
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De todo lo dicho arriba se desprende que una de las tareas principales de los sectores democráticos y progresistas del país, ha de consistir en divulgar y desarrollar hasta sus últimas consecuencias democráticas las consideraciones y conclusiones del Informe, a fin de ganar el apoyo consciente de las masas en favor de la industrialización del país.
Más de trescientos mil obreros agrícolas y jornaleros de las plantaciones cafetaleras, azucareras, algodoneras, henequeneras, necesitan elevar el nivel actual de sus salarios; decenas de miles de pequeños propietarios agrícolas necesitan asistencia técnica y crédito para promover la producción y el mejoramiento de sus ingresos; decenas de miles de mozos colonos necesitan todavía romper la coyunda de la explotación semifeudal a que se hallan sometidos; miles de pequeños, minúsculos comerciantes, necesitan ampliar sus negocios, y, finalmente, decenas de miles de obreros de la industria urbana necesitan con la mayor urgencia elevar sus actuales niveles de salario. Todo el pueblo debe comprender que la industrialización es el único camino de que se dispone históricamente para dar satisfacción a las demandas básicas de la nación salvadoreña (progreso social y económico, libertad e independencia) y que la democracia con que el pueblo sueña sólo será realizable en la medida en que hagamos caminar al país por la vía de la industrialización.
Por su parte, los industriales mismos deben comprender que la lucha por la industrialización es fundamentalmente una lucha política y que el éxito final de tamaña empresa sólo estará asegurado el día en que el poder político esté firmemente asegurado en las manos de las clases y sectores sociales interesados en el progreso del país.
Todas las demandas vitales del pueblo salvadoreño concurren a forzar la creación de un mercado interno capaz de satisfacer las necesidades de la industrialización del país, hacia la sustitución de las viejas relaciones de producción semifeudales, por otras nuevas, capitalistas, más en consonancia con las exigencias del progreso nacional, y hacia la diversificación del mercado internacional para sus productos de exportación, con el fin de romper las ataduras que supeditan la economía del país al mercado norteamericano y que lo hacen políticamente vasallo de los Estados Unidos.
Capítulo VI
QUIÉN HACE Y CÓMO SE HACE LA HISTORIA EN EL SALVADOR
El pueblo y sus dirigentes-Consecuencias políticas de la crisis mundial de 1929-la Insurrección campesina de 1932 abanderada de progreso histórico-La “dictadura” como necesidad histórica de la Oligarquía- Primera derrota de la dictadura (abril y mayo de 1944) –El “romerismo”. Restauración de la dictadura. Segunda derrota de la Oligarquía (14 de diciembre de 1948). Perspectivas
LOS PUEBLOS hacen su historia, es cierto, pero casi nunca saben cómo se hace. El saberlo ha sido privilegio de pequeñas minorías de las clases dominantes, que ponen al servicio de sus intereses de clase la actividad política inconsciente de las masas. Las masas caminan conducidas por aquellas minorías sin saber si sus conductores son revolucionarios o reaccionarios, si son progresistas o retrógrados; su incapacidad para comprender el proceso histórico no les permite ver hacia dónde ni por dónde caminan, y de ahí que los resultados de su actividad política sean por regla general contrarios a sus intereses.
Para evitar o reducir al mínimo estos desengaños es preciso que los dirigentes populares aprendan a deslindar, en cada momento y en cada situación dados, los campos de lo viejo y lo nuevo, de “lo vital y lo caduco”, de lo progresivo y lo reaccionario, ya que sin adquirir conciencia de estos problemas, ni las masas ni sus dirigentes estarán nunca en situación de influir provechosamente en la dirección y velocidad del proceso histórico.
Se comprende que la posibilidad de influir en el desarrollo de este proceso no depende exclusiva ni esencialmente de la voluntad de los individuos. Estos, cuando aparecen en escena, tienen ya su escenario, esto es, un marco de circunstancias heredado de las generaciones precedentes, dentro del cual deben actuar, un cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas, una cierta cultura y un nivel determinado de conciencia política de las masas; en una palabra, ya tienen un modo de existir fijado de antemano. De aquí que para influir provechosamente en la orientación y ritmo del desarrollo histórico, en un momento dado, los individuos, las masas y sus dirigentes, deben partir de su particular legado histórico, es decir, del nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas, del carácter de las relaciones de producción existentes, del modo de existir de cada pueblo, del grado de organización de las masas populares y de su capacidad para comprender, en ese momento, cuáles son y hacia dónde apuntan sus intereses históricos cardinales.
Ahora bien ¿Cuál es en El Salvador nuestro escenario? ¿Cuál es la herencia recibida de las generaciones pasadas y el modo de existir de nuestro pueblo, en lo económico, en lo social y en lo político? ¿Cuál ha de ser nuestro punto de partida para comprender la situación actual e influir en la dirección de las luchas históricas del futuro?
Ya en otra ocasión hemos dicho que la situación actual en El Salvador se caracteriza, fundamentalmente, por la pugna que de modo natural existe entre las relaciones de producción modernas del capitalismo industrial en auge, y las fuerzas del capitalismo agrario en decadencia, representadas por el Trust del café. Esta situación analizada con algún detalle en el capítulo II, es el escenario en que nos toca actuar. La pugna de que hablamos no es reciente, comenzó hace un poco más de treinta años, y es obvio que, al principio, fue difícil adquirir conciencia de la naturaleza y aún de la existencia misma de esta lucha, porque ella no había alcanzado aún la virulencia ni la violencia que la han caracterizado en los últimos tiempos.
Para preservar sus privilegios e intereses, la Oligarquía Cafetalera se atrincheró oportunamente en el poder político del Estado, y se organizó como clase dominante en una poderosa “Asociación Cafetalera” investida de poderes estatales, desde cuyas oficinas fueron dirigidas, a partir de entonces, todas las instancias de la política gubernamental, que en lo sucesivo quedó identificada y confundida con la política de la Asociación Cafetalera. Si los salarios bajos eran requisito importante de la ganancia de los cafetaleros, la política estatal-cafetalera consistía en impedir por todos los medios legales, policíacos, administrativos, el alza de los salarios; si la rebaja de los impuestos de exportación del café era otro requisito de la ganancia, la política se orientaba hacia la baja de los impuestos respectivos; si el despojo de los pequeños y medianos productores agrícolas era otra exigencia de la ganancia, el Estado Cafetalero autorizaba una política crediticia de extorsión al pequeño productor; si las grandes cafetaleros necesitaban créditos y luego moratorias, el Estado entregaba a la Oligarquía el control de la banca y ésta resolvía satisfactoriamente esos problemas; si los trabajadores agrícolas y trabajadores en general intentaban asociarse para luchar por sus demandas económicas, la Democracia Cafetalera respondía invariablemente con una política de terror y dispersión de los trabajadores; si la Oligarquía consideraba necesario adormecer y domesticar espiritualmente el descontento y la combatividad de los trabajadores, la política consistía en importar y producir clérigos, en fundar escuelas confesionales y dar toda clase de preeminencias a la Iglesia Católica hasta, convertirla por el desván en un nuevo y efectivo poder del Estado. Y si los empresarios de la industria manufacturera, obligados a vegetar ante un mercado interno empobrecido, y los trabajadores de las plantaciones se quejaban de la situación, la política de la Oligarquía consistía entonces en provocar a las masas, empujándolas a la acción directa, como en enero de 1932 y en levantar el fantasma del “comunismo”, consagrado desde entonces como recurso y justificación supremos de toda política reaccionaria en el país.
Desde 1932 la Democracia Cafetalera ha mantenido a El Salvador bajo “el miedo constante a los espantos de la anarquía roja”, y bajo el signo de ese temor no sólo pudo asegurar para sí por muchos años el ejercicio despótico del poder, sino también desnaturalizar la esencia de la democracia como sistema de gobierno y justificar los más grandes crímenes contra la voluntad del pueblo.
Desde aquella época “la lucha contra el comunismo” es la lápida que oculta la carroña de la República Liberal, y mal disimula los rasgos de la Democracia Cafetalera.
Desde luego, la Oligarquía Cafetalera no ha dicho nunca que se opone al desarrollo de la industria, porque eso equivaldría a mostrar; traicionándose a sí misma, las cartas secretas de su juego político; le ha bastado con bloquear el mejoramiento de las condiciones del mercado interno, a través de una política de bajos salarios, para que la industria resultara a la postre totalmente paralizada.
Esta política, cínica y cautelosa a la vez, se hizo más negativa y reaccionaria en los años que siguieron a la aparición de la crisis mundial de 1929, la cual provocó la depreciación del café en los mercados extranjeros. El Trust del café, apoyándose en los latifundistas, que viven de la explotación del mozo colono y de las altas rentas de la tierra, no encontró medio más apropiado para apuntalar un poco sus ganancias, que descargar sobre los obreros agrícolas y los pequeños productores todo el peso de la crisis. Los salarios y jornales fueran reducidos a límites increíbles, el paro forzoso se generalizó, los campesinos emigraron de sus lares y comenzaron a errar por los caminos en todas direcciones en inútil busca de oportunidades de trabajo. La desocupación en masa en la ciudad y en el campo, dio todavía a los cafetaleros nuevas oportunidades de acentuar la explotación reduciendo más y más los niveles del salario.
Hasta el momento de producirse la crisis la Oligarquía no tuvo dificultades para jugar desaprensivamente a la Democracia (administración Romero Bosque); sus negocios eran prósperos y la situación creaba un relativo margen de libertad política. Mas, cuando los intereses económicos de la Oligarquía comenzaron a zozobrar en la marejada de la crisis mundial, saltaron en pedazos todos los equívocos y eufemismos, y las clases sociales, cada una por su lado, mostraron su verdadera e inconfundible fisonomía política. Las fuerzas económicas del café habían agotado su impulso progresista y los azares del mercado mundial las empujaban cada vez más a un abismo de reacción .y decadencia. La economía cafetalera era fuerte sólo en apariencia y al primer impacto de la crisis se cuarteó totalmente, poniendo de relieve no sólo su debilidad interna sino también la dependencia real del país con respecto del mercado norteamericano y exponiendo a toda la nación a los peligros del hambre y la anarquía.
La imprevisión de la Oligarquía cafetalera, como clase dominante, había bloqueado el desarrollo de nuevas fuentes de riqueza en la agricultura y la industria, y el café apareció de pronto como una muralla infranqueable ante las necesidades cada vez más apremiantes de la nación salvadoreña.
Las fuerzas sociales y políticas del café se alzaron entonces como un gran obstáculo ante el progreso general del país, e inmediatamente entraron en pugna con el bienestar de todo el pueblo, y con el precario régimen de libertad de la nación salvadoreña.
La dictadura política apareció, así, como una necesidad histórica de la Oligarquía cafetalera. Desde aquel momento la vida política salvadoreña ha sido una sucesión ininterrumpida de asesinatos personales y en masa, de atropellos, arbitrariedades y persecuciones de toda especie, sin que por largos años apareciera un solo periódico, una sola organización democrática, un solo partido democrático, que asumieran la tarea de esclarecer los problemas del país y de denunciar y combatir los crímenes de la dictadura. Contra esa situación y contra esa política comenzaron a luchar, sin organización, sin aliados, sin dirigentes, los campesinos arruinados y los obreros agrícolas, que eran los que más sufrían las consecuencias de la crisis.
INSURRECCIÓN CAMPESINA DE 1932
A fines de 1931, la protesta incipiente y espontánea de los trabajadores del campo se había convertido ya, a través de acciones aisladas en el Occidente del país, la zona cafetalera por excelencia, en un movimiento huelguístico de impulso y proporción desconocidos. El gobierno del señor Arturo Araujo, sorprendido por la crisis en plena francachela “democrática”, no “estaba preparado” para contener la ola de creciente anarquía y vacilaba, ante la envergadura del movimiento de masas, entre la represión abierta y la aplicación de medidas de carácter legal y demagógico. Las acciones de masas arreciaron envolviendo a decenas de miles de trabajadores, que pasaban insensiblemente de sus demandas de carácter económico a acciones políticas directas.
Los cafetaleros estaban alarmados y no se sentían seguros con la política vacilante del gobierno, de manera que pronto se orientaron hacia la sustitución de Araujo por un presidente más enérgico. El “hombre” que la Oligarquía Cafetalera necesitaba en el gobierno tenía que ser un ente sin escrúpulos políticos de ninguna especie. El general Maximiliano Hernández Martínez respondía a esa y a otras exigencias, ya que por su ubicación constitucional dentro del gobierno era entonces vicepresidente de la República, estaba en condiciones de asumir el mando en la primera oportunidad. Se preparó un golpe de Estado ad-hoc, dirigido desde la Embajada Norteamericana; Araujo salió del país y Hernández Martínez fue formalmente encarcelado con el fin de diluir toda sospecha sobre su participación en la felonía. De la cárcel pasó “legalmente” a la Presidencia de la República en diciembre de 1931. Desde ese momento Hernández Martínez se entregó con increíble tesón a preparar la maquinaria represiva del Estado Policía, Guardia Nacional, Ejército, jueces, Estado de Sitio, etc. con irreductible determinación de aplastar a sangre y fuego el movimiento de las masas campesinas.
El Partido Comunista, que en El Salvador estaba constituido apenas por un pequeño grupo de hombres abnegados, pero ideológica y políticamente débiles, hizo esfuerzos sobre-humanos para ponerse al frente del movimiento popular y encauzar en alguna forma al descontento de las masas. Pero fracasó en su intento. La insurrección, hábilmente provocada por el gobierno, que se negó a reconocer el triunfo de los trabajadores en unas elecciones municipales, estalló en varios departamentos el 22 de enero de 1932. La masa insurreccional arrasó literalmente toda posibilidad de ser dirigida, explayándose en amplias y caóticas acciones semiarmadas que fueron rápida y sangrientamente barridas y aplastadas por las fuerzas del gobierno.
Esta insurrección campesina, que por la vía más radical exigía cambios en la situación de abyecta miseria en que se debatía el pueblo, coincidía históricamente con los intereses de la naciente burguesía industrial salvadoreña, por cuanto el esfuerzo insurreccional, cualquiera que fuese su manifestación externa, al demandar el mejoramiento de las condiciones de vida de centenares de miles de trabajadores del campo mejores salarios y jornales, “repartos de tierras”, etc., no podía desembocar en otra parte que no fuera el fortalecimiento del mercado interno para los productos de la industria nacional.
De aquí se infiere que esta insurrección no sólo no fue, en el fondo, un movimiento contra el capitalismo, sino más bien un aliado suyo, ya que, por primera vez en la historia del país, se intentaba una acción de tal envergadura para promover, no importa si inconscientemente, el desarrollo más rápido y en gran escala del capitalismo salvadoreño.
Pero las fuerzas de la industria eran en aquella época muy débiles económica y políticamente, y sus dirigentes no estaban en aptitud de percibir ni de comprender el profundo contenido económico-social de aquel Movimiento, y por tal motivo, no sólo no colaboraron con los campesinos en armas, sino que aturdidas por la tremenda explosión revolucionaria huyeron torpemente a protegerse ( ?) bajo el toldo de la política reaccionaria de sus enemigos los cafetaleros. Esta capitulación de los industriales consolidó el poder político en manos de los cafetaleros a través de la dictadura del general Hernández Martínez, quien en los primeros meses de su primera administración (la dictadura duró 13 años) ya pudo dar sin resistencias de ninguna especie la siguiente reveladora ley:
“Artículo 1º: Se establece la defensa del café como medida de utilidad pública y por tanto, se declara bajo la protección y salvaguardia del Estado, el cultivo, la producción, el beneficio y la venta del café.”
“Artículo 2: Para los efectos expresados en el artículo anterior se crea una Comisión que se denominará. Oficialmente ‘Comisión de Defensa del Café Salvadoreño’, o C.D.C.S.”
“Artículo 3º: Se encomienda a la Asociación Cafetalera las funciones de la Comisión de Defensa del Café Salvadoreño.”
Desde este momento la Asociación Cafetalera de El Salvador y el Estado Salvadoreño vinieron a ser dos entidades totalmente consubstanciadas, cuya preocupación solidaria y única consistiría en mantener a flote, contra viento y marea, los intereses económicos de la Oligarquía.
Esta situación paralizó por muchos años el progreso social, económico, político e intelectual del pueblo salvadoreño. Por su parte, los dirigentes del campo insurreccional tampoco dieron muestras de haber comprendido la situación, tanto más difícil de entender cuanto que en aquella época la falta de madurez de las relaciones capitalistas en El Salvador, no permitían disponer siquiera de un inventario aproximado de la realidad económica del país, ni mucho menos de un esquema de la disposición de las diversas clases sociales en el marco de la economía nacional. Por este motivo la lucha de los trabajadores, fue burda e infantilmente planteada en términos de “Revolución Proletaria”, cuando no en términos de “teoría del reparto”.
El izquierdismo delirante de los dirigentes no permitió a éstos reparar en las características especiales de la fisonomía precapitalista de la economía salvadoreña, ni en la debilidad ideológica y organizativa del proletariado, ni darse cuenta de la existencia de fuerzas sociales nuevas, las de la industria, que por su íntima naturaleza estaban llamadas a ser contrarias, por largo tiempo, a las viejas fuerzas sociales del café.
Como consecuencia de esta incomprensión, los dirigentes políticos de los trabajadores no se plantearon nunca el problema de las alianzas políticas con otras clases, con las cuales era objetivamente posible fortalecer cualitativa y cuantitativamente la lucha de los trabajadores.
Hablando en nombre del proletariado aquellos dirigentes tenían, sin embargo, una concepción estrechamente campesina de la lucha. Su confianza no estaba depositada en los obreros de la incipiente industria manufacturera y agrícola; la suya no era conciencia revolucionaria sino fe, un tanto mesiánica, en caciques indígenas de vieja raíz y fuerte ascendiente en las grandes masas de campesinos empobrecidos, de jornaleros y de mozos colonos. La existencia del proletariado en cuyo nombre hablaban era una simple ilusión en la cabeza de aquellos dirigentes. Esta ilusión los condujo a tomar como fuerza del proletariado lo que sólo era masa campesina soliviantada por la miseria, y a subestimar, de un lado, la política de provocación de la Oligarquía Cafetalera, y de otro, la fuerza de su poder de represión. Desarmada política e ideológicamente la insurrección campesina de 1932 sólo podía marchar al fracaso y fue al fracaso.
Pese a sus grandes debilidades y errores el movimiento insurreccional campesino de 1932, fue la primera gran demostración de que el pueblo salvadoreño había comenzado a ser el protagonista de su propia historia, la cual, en rigor, desde entonces, ya no podrá llamarse propiamente historia si el pueblo en primera línea no sube como actor principal al escenario de los acontecimientos.
Considerando históricamente el problema es posible afirmar que la derrota de 1932, aun cuando hayan sido más de veinte mil los campesinos muertos, no lo fue tanto de los trabajadores como de las fuerzas nuevas, estas, por falta de desarrollo, de las fuerzas sociales de la industria naciente, a la altura de la combatividad y heroísmo de sus más grandes aliados naturales en su época de crecimiento: las masas trabajadoras del campo.
Lo dicho anteriormente nos lleva a las siguientes conclusiones:
1º) La Insurrección Campesina de 1932 marcó el momento en que la Oligarquía Cafetalera, obligada por la caída de los precios del café, abandonó sus limitadas posibilidades democrático-burguesas, y pasó resueltamente a la dictadura como forma política única capaz de contener la indignación de las masas populares;
2º) La inconsecuencia de los industriales hizo posible la derrota de las fuerzas democráticas y el afianzamiento de la Oligarquía Cafetalera en el poder.
Como consecuencia de esa derrota la industria se vio obligada a vegetar por largos años bajo la campana al vacío de la dictadura martinista de los cafetaleros.
AUGE DEL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO Y DEMOCRÁTICO
Pero las fuerzas productivas no mueren, se desarrollan siempre, a pesar de todos los contratiempos. Es así como diez años más tarde, en 1941, comenzaron a aparecer signos inequívocos de descontento en los círculos industriales y comerciales, y a traducirse en movimientos políticos de carácter subversivo. Era éste el momento en que las fuerzas sociales de la industria comenzaban a separarse del frente reaccionario, a aislarse de sus aliados contra-natura: los cafetaleros. Sin embargo; no fue posible sino en 1944 ver con alguna claridad que la burguesía industrial y comercial aspiraba a una organización política independiente, y a la conquista del poder político para sus propios fines. En abril y mayo de ese año los sectores del capitalismo industrial, aprovechando la coyuntura histórico – universal de la lucha de los pueblo contra el fascismo y por la democracia, irrumpieron en el plano de la lucha abierta contra la dictadura de Hernández Martínez.
Los industriales, los comerciantes, los obreros de la ciudad, los estudiantes, e incluso muchos militares en servicio activo, dieron su apoyo a la subversión y la dictadura martinista de los cafetaleros se vino abajo. Este gran movimiento popular de abril y mayo de 1944 es el que se conoce con el nombre de “movimiento romerista” porque su caudillo más visible era el doctor Arturo Romero.
En ese “momento estelar” de las luchas democráticas en El Salvador, se vio a todo el pueblo obrero, campesinos, clase media firmemente unido a la burguesía industrial, mas no como producto de un acto político deliberado, no porque se comprendiera el papel histórico progresista de las nuevas fuerzas productivas, ni menos como resultado de la acción política, consciente y sistemática de un partido democrático, sino más bien como resultado de una reacción natural y espontánea del pueblo contra los crímenes y desafueros de la dictadura.
En esta ocasión los dirigentes políticos populares tampoco revelaron a las masas la esencia económica (¡el gran secreto!) del conflicto, no obstante que, en aquellos días, la violencia de la lucha había puesto en la superficie de los acontecimientos muchas evidencias objetivas participación personal directa de industriales y comerciantes de un lado, y actividad febril de la Cafetalera, de otro de la naturaleza económico-clasista de la lucha entablada. Está notable falla de dirección se tradujo en graves errores políticos y de táctica, que luego condujeron al movimiento democrático otra vez al fracaso, y se reflejó en la conducta personal de algunos sinceros demócratas que, por no comprender el sentido de aquellos acontecimientos, se retrajeron, vacilaron, e incluso pasaron más tarde inadvertidamente al campo enemigo.
RESTAURACIÓN DE LA DICTADURA
El Gobierno del general Hernández Martínez había caído, pero la poderosa Asociación Cafetalera y su equipo político estaban intactos. Formalmente la dictadura estaba vencida, pero su esencia económico-cafetalera no había sufrido daño.
Esta circunstancia y el hecho de que los dirigentes políticos del campo democrático no estuvieron otra vez a la altura de las circunstancias (militarmente el enemigo estaba dividido, la situación mundial era propicia y el pueblo estaba dispuesto a llevar la lucha hasta sus últimas consecuencias democráticas), dieron las condiciones para que la Oligarquía Cafetalera recuperara el poder.
Embriagados de triunfo los dirigentes “romeristas” no captaron el peligro que amenazaba desde la Cafetalera. Mientras ellos se orientaban confiados hacia “unas elecciones libres”, la Oligarquía ponía proa hacia un nuevo golpe de Estado.
A los cinco meses de la caída de Hernández Martínez la Oligarquía asaltó otra vez el poder político, poniendo al frente del gobierno al coronel Osmín Aguirre y Salinas. La dictadura cafetalera quedó de nuevo establecida y las fuerzas económicas-sociales de la industria y del progreso democrático se vieron sometidas otra vez a los dictados de la política reaccionaria de la Oligarquía Cafetalera.
Siguiendo el espíritu continuista de sus propios ordenamientos legales, los políticos de la Oligarquía se apresuraron a normalizar “legalmente” la nueva situación de facto, y, para conseguirlo, produjeron una elevación de autoridades supremas en la que el pueblo ya no tuvo ocasión de manifestarse. Con el eficaz concurso de un grupo de candidatos “independientes”, que tuvieron a su cargo la tarea de dividir y subdividir a las fuerzas políticas del romerismo, triunfó “democráticamente” la candidatura de la Cafetalera. Así llegó a la Presidencia de la República el general Salvador Castaneda Castro, heredero y continuador consecuente de la política antidemocrática y procafetalera de Martínez y de Aguirre Salinas. Algunos de los candidatos que habían adversado ( ?) a Castaneda Castro entraron a formar parte de su gobierno.
La Oligarquía había triunfado una vez más, pero las fuerzas sociales y políticas de la industria no quedaron ociosas. Mientras la Oligarquía se preparaba, al finalizar la Administración de Castaneda Castro, para asegurar pacíficamente el disfrute ininterrumpido del poder, los agentes políticos de la industria trabajaban febrilmente, evaluaban la experiencia adquirida en 1944, depuraban su táctica y reagrupaban sus efectivos, con vistas a la toma del poder.
Conociendo la impopularidad de su régimen político, la Oligarquía trató de evadir los riesgos de una elección, y pretendió prolongar el mandato presidencia del general Castaneda Castro mediante el recurso de una “reforma constitucional”. Esta misma maniobra le había producido excelentes resultados cuando se trató de prolongar, en sucesivas ocasiones, el mandato presidencial del general Hernández Martínez.
Empero, aprovechándose de la impopularidad de la proyectada reforma a la Constitución y tomándola como pretexto, las fuerzas de la joven industria dieron a su vez un golpe de Estado el 14 de diciembre de 1948.
Un gran vuelco de situaciones se produjo en los círculos gubernamentales, sólo que entonces, a diferencia de lo ocurrido en abril y mayo del 44, los dirigentes demócratas no se quedaron en la calle haciendo pirotecnia demagógica, sino que se instalaron resueltamente en el poder. Este es el movimiento que se conoce con el discutido nombre de “Revolución de 1948”, que no es sino la versión restringida o la culminación militar golpista de las grandes jornadas democráticas de abril y mayo del 44.
UNA NUEVA POLITICA NACIONAL
Desde aquel momento una nueva orientación en la política nacional se hizo visible. Hasta entonces el interés del país había estado sacrificado al interés de los “barones” del café, con exclusión de los otros sectores de la Economía Nacional; en la nueva situación se trataba, en cambio, de poner el poder político al servicio de los intereses de la Industria. Las fuerzas de la industria comprendían ya que sin el control del poder político no podrían aspirar a nuevos ni más altos planos de desarrollo.
Desde el momento en que los industriales comenzaron a ejercer su influencia en la dirección del poder político; los recursos principales del Estado se pusieron al servicio de la Industria Nacional: se echaron los primeros cimientos energéticos del desarrollo industrial (la CEL); se fundaron escuelas tecnológicas para los fines de la diversificación de la producción industrial y agrícola; se financiaron estudios técnicos de desarrollo económico; se fundó el Instituto de Fomento de la Industria; se dieron leyes de protección a la industria7 y reguladoras de las relaciones obrero-patronales, se impulsó un plan de vialidad y otro de construcción y viviendas para estabilizar a la población trabajadora en las ciudades y zonas importantes de trabajo; nuevas industrias comenzaron a surgir (cemento, textiles, café soluble, plásticos, abonos químicos, etc.) y con ellas toda la economía del país empezó a sentir la influencia vivificante de la industrialización en auges.
Al principio esta política “de posiciones” no colisionó con los intereses de la Oligarquía Cafetalera. Dos razones hubo para ello de una parte la razón económica los nuevos gobernantes no hablaron todavía de “mejorar las condiciones de vida de los trabajadores del campo, ni de elevar todavía los impuestos de exportación del café y de otra parte, el negocio del café fue particularmente brillante en aquellos años. Esto sirvió para adormecer a la Oligarquía, hasta el punto de impedirle tomar conciencia de los cambios profundos que se estaban operando en el país.
Para muchos dirigentes de la Oligarquía, para muchos dirigentes “demócratas”, e incluso para muchos de la “izquierda”, el golpe de Estado de diciembre de 1948 no era sino el resultado de pequeñas intrigas y ambiciones de camarillas de cuartel, que no tendría ninguna proyección en el plano de la Economía Nacional ni de la política. Estos dirigentes no veían otra diferencia que no fuera formal entre un gobierno presidido por Castaneda Castro, y el nuevo dirigido por un Consejo Cívico-Militar de Gobierno. Uno y otro, se dijo, son de extracción militar y, de consiguiente, el golpe de Estado de diciembre de 1948, solo puede interpretarse correctamente como un asunto doméstico de las Fuerzas Armadas.9 De otra parte la razón política lo que impidió un choque inmediato y a fondo entre la Oligarquía Cafetalera y el nuevo Gobierno, fue que muchos de los viejos políticos y funcionarios de aquélla siguieron ocupando puestos de importancia dentro del equipo gubernamental del nuevo régimen. Esta concesión implicaba una garantía conciliatoria y tranquilizadora para la Oligarquía Cafetalera, una seguridad de que el movimiento democrático y revolucionario, que aspira, entre otras cosas, a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, continuaría tan perseguido como antes; de que las libertades públicas seguirían oprimidas y, sobre todo, de que la situación en el campo bajos salarios y jornales no sería alterada por ningún motivo.
Al llegar a este punto conviene destacar que la situación híbrida e indivisa en que se vio colocado el poder político, es uno de los hechos más interesantes de la historia salvadoreña de los últimos treinta años, cuyo análisis resulta indispensable para juzgar críticamente la naturaleza del régimen surgido del golpe de Estado del 48. La acción militar inicial de este golpe no constituyó en modo alguno un triunfo decisivo sobre la Oligarquía. La situación de los conjurados era visiblemente débil; no tenían de su parte ni el apoyo completo del Ejército ni un respaldo organizado del pueblo. En estas condiciones los políticos de la industria se vieron obligados a compartir con la Oligarquía el ejercicio del poder, creándose así una situación de inestabilidad política que exigía ser tratada con habilidad y discreción para no provocar una ruptura que podría ser fatal. Los cafetaleros retuvieron en sus manos una parte importante del aparato político, lo cual obligó al Consejo de Gobierno primero, y después al Gobierno del presidente Oscar Osorio, a desarrollar una política de compromiso con sus obligadas consecuencias antidemocráticas.
Podría pensarse que no era constructivo, ni democrático ni necesario que las fuerzas políticas de la Industria hicieran tanta concesión peligrosa a la Oligarquía; sin embargo, quien tenga en cuenta la correlación de fuerzas políticas existentes en aquel momento y la precaria situación del Consejo de Gobierno, prácticamente imposibilitado para impedir un contragolpe corno el de Aguirre y Salinas en 1944, no podrá menos que justificar la complaciente aunque repudiable conducta política del nuevo régimen. Esta política tuvo para sus propugnadores por lo menos tres ventajas: a) neutralizó y paralizó la acción política golpista de la Oligarquía Cafetalera; b) impidió que ésta calificara como “comunista” al golpe del 48, lo que hubiera permitido a la reacción oligárquica movilizar en su favor las fuerzas del imperialismo norteamericano y las fuerzas sociales internas políticamente atrasadas; c) lo más importante, permitió la estabilidad política necesaria para ganar tiempo y dedicarlo al desarrollo efectivo de obras materiales básicas importantísimas para el futuro de la Industria, y a la organización de un partido político el PRUD, con la mira de convertirlo en una especie de Partido Revolucionario Institucional mexicano, que garantizase por muchos años la continuidad pacífica de la burguesía industrial en el poder. Mientras se democratizaba el régimen con la promulgación de una nueva Constitución Política y se transformaba en realidad tangible la Hidroeléctrica del Lempa (CEL); mientras se daban leyes de protección a la Industria, mientras los técnicos de las Naciones Unidas trabajaban por iniciativa del nuevo régimen, en la elaboración de un Plan General de Desarrollo Económico del país, mientras surgían nuevas industrias y se desarrollaban las ya existentes, etc., bien podían los boyardos salvadoreños del café continuar entretenidos, a través de sus representantes en algunas dependencias de la Administración Pública, en sus viejos e inicuos juegos antidemocráticos…
Pero he aquí que en la medida en que se ampliaba la base del desarrollo industrial y la capacidad de producción de las empresas fue mayor, se acentuó la contradicción natural entre las necesidades de este crecimiento y las pésimas condiciones del mercado interno. Para el nuevo régimen era cada vez más difícil ocultar el fondo de sus designios económicos y políticos, y la Oligarquía no tardó en percatarse del significado de la situación y en comenzar otra vez, sólo que ahora en condiciones políticas desventajosas, la lucha por la recuperación de las posiciones perdidas en el poder del Estado. Es así como en 1955, luego de algunas tentativas golpistas fracasadas (1952), en las que anduvieron coludidos algunos elementos de la “Oposición Democrática” y aun de la “izquierda”, vemos a la Oligarquía lanzarse a la lucha por el poder en el campo electoral, agitando incluso consignas democráticas radicales que pudieran ganarle algún respaldo en las masas del pueblo.
El estudio crítico de este aspecto de la lucha es sumamente importante porque, a poco que se cale en el problema, se encuentran enseñanzas políticas que pueden ser de mucha utilidad en las luchas democráticas del futuro. La Oligarquía Cafetalera maniobró con mucha habilidad para abrirse camino hacia el poder, y si no logró alcanzar sus objetivos ello se debió únicamente a que su posición política se ha deteriorado a lo largo de muchos años de dictadura, y sus posibilidades no son nada halagüeñas en el campo electoral.
Entre las actividades más notables de la Oligarquía en este período, puede señalarse la siguiente: el Gobierno industrialista del coronel Oscar Osorio, fue vigorosamente acusado, como un todo, por los crímenes antidemocráticos consumados bajo su administración, con el cuidado de ocultar al pueblo la composición híbrida del gobierno, así como del hecho de que algunos de los más calificados acusadores agentes de la Oligarquía en el Régimen del 48 habían sido colaboradores principales hasta fecha reciente de la propia Administración del coronel Osorio.
Es muy difícil deslindar responsabilidades personales y de grupo cuando se examina la conducta de un Gobierno de compromiso frente a determinados problemas. En el presente caso, no podría graduarse la responsabilidad de este o aquel funcionario, en la comisión de tal o cual acto o crimen antidemocrático; en este caso la responsabilidad ha de ser solidaria de la totalidad de los elementos del Gobierno, aun cuando por debajo de la aparente uniformidad de la acción gubernamental se libre una lucha a fondo por cuestiones y posiciones históricas esenciales.
Es imposible hacer un balance matemático de este choque constante y ubicuo entre las viejas relaciones de producción y las nuevas fuerzas productivas, ni tampoco de sus manifestaciones políticas personales; pero, si el análisis de la situación histórica salvadoreña que hemos intentado a lo largo de este ensayo es correcto; si la tesis que sustentamos (oligarquía cafetalera contra capitalismo industrial) es justa, los hechos antidemocráticos que vienen produciéndose desde Diciembre de 1948, hasta la fecha, no tienen una explicación seria, racional y aceptable, que la de ser el resultado de la acción política de los elementos de la oligarquía Cafetalera que han permanecido y aun permanecen, en gran proporción, incrustados en los círculos gubernamentales y en el Partido de Gobierno.
En la lucha electoral la Oligarquía Cafetalera desplegó todas sus fuerzas, todos sus recursos, todo lo que tuvo a disposición dentro y fuera del Gobierno, toda la demagogia, toda la astucia, de que fueron capaces sus agitadores y propagandistas, para reconquistar el poder político, y para darle solución de continuidad al naciente proceso democrático promovido por las fuerzas que propugnan la industrialización del país.
A medida que avanzó la campaña electoral se hizo claro a los políticos de la Oligarquía que el resultado final de las elecciones les sería adverso, y que para ganar el poder se necesitaba de una táctica nueva, extra electoral, la que, a juzgar por los hechos ya conocidos, debía consultar el siguiente proceso: primero, agudización de la campaña de desprestigio del Régimen del 48 y de sus líderes; segundo, unificación en una sola de todas las candidaturas de la Oposición; tercero, agitación de las pasiones políticas más primitivas del pueblo contra la “candidatura oficial”; cuarto, obtención del mayor respaldo posible en los círculos más retrógrados de las Fuerzas Armadas; quinto, boicot de las elecciones para preparar psicológicamente el ánimo de las masas; y sexto, acción directa, subversiva de todas las fuerzas de oposición contra el Gobierno.
Funcionó a satisfacción el plan táctico de los cafetaleros: arreció la campaña de descrédito contra el Régimen, se logró el apoyo de algunos círculos castrenses, se decretó el boicot a las elecciones, se unificó la Oposición en una sola candidatura, pero, a la hora en que fue preciso traducir en hechos las palabras, el pueblo no se movió. Instintivamente y no de otra manera (porque incluso algunos “dirigentes demócratas” llamaban al pueblo al lado de la Oligarquía Cafetalera con el canto de sirena del “oposicionismo”), el pueblo le dio la espalda a la Oposición y, con su conducta pasiva y a veces activa aseguró el triunfo electoral del Régimen del 48 y la continuidad del proceso de democratización económica y política en El Salvador.
Pese al oportunismo de sus dirigentes el pueblo intuyó oportunamente que si en esta lucha llegaban a triunfar los candidatos cafetaleros unidos, las masas trabajadoras del país no podrían esperar racionalmente ninguna mejora, y que las libertades públicas serían nuevamente yuguladas: que los salarios y jornales serían manejados en función de las mayores ganancias de Trust del Café, y que todo el país quedaría expuesto, independientemente de la calidad personal del candidato triunfante, a caer en una versión nueva del “martinato” de los trece años. Así se explica la actitud circunspecta del electorado nacional.
El pueblo no se equivocó en sus apreciaciones y pronto pudo ver cómo, aun dentro del filisteísmo reformista de la política del Régimen del 48, que no destruye todo lo viejo ni tiene fuerzas para acelerar el advenimiento de todo lo nuevo (política de compromiso), la nueva Administración Pública enfocó su interés en nuevos y más amplios objetivos de desarrollo. En lo económico, se dio un nuevo impulso a la electrificación del país (Güija), a las obras de vialidad (Carretera del Litoral), a la Integración Económica Centroamericana (Tratados Múltiples de Libre Comercio), a las obras portuarias (Acajutla), a la libre movilización de capitales de inversión, a nuevas leyes de protección a la Industria, etc.
En lo político, las actuaciones no han sido menos consecuentes: se derogó la “Ley de Defensa del Orden Democrático y Constitucional”; se prescindió de los servicios de conocidos y viejos funcionarios agentes de la Oligarquía; se abrieron las puertas del país, por primera vez en veinticinco años, a la totalidad de los emigrados políticos, y, finalmente, se lanzó por boca del nuevo Presidente de la República, la consigna democrática más importante en esta época: la consigna del MEJORAMIENTO DE LAS CONDICIONES DE VIDA DE LOS TRABAJADORES DEL CAMPO, es decir, la consigna de la habilitación del mercado interno que la Industria Nacional necesita para su desarrollo.
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En rigor aquí debiera ponerse punto final a este capítulo, por cuanto quedan agotados, a nuestro juicio los hechos principales, del período que nos propusimos examinar. Sin embargo, al llegar a este punto, consideramos que nuestro trabajo quedaría lastimosamente mutilado si no intentásemos lanzar la mirada atrevidamente hacia el inmediato futuro, tratando de encontrar, de acuerdo con el método empleado en este ensayo, las líneas probables del desarrollo histórico del país.
Por otra parte, las ideas son por naturaleza militantes y nosotros aspiramos a que las nuestras cumplan su misión.
Decíamos, pues, que ha sido lanzada oficialmente la consigna del mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores del campo, y de todo lo dicho por nosotros se infiere que la realización de esta consigna constituye, por ahora, la única solución históricamente viable de los problemas nacionales de nuestro país. Pero la consigna sola no basta. Para qué deje de ser sólo una proposición vacía y formal, es preciso dotarla de las posibilidades humanas, políticas, técnicas, que tal proposición necesita para traducirse en realizaciones prácticas. La consigna del Presidente de la República, coronel José María Lemus, ciertamente está dirigida a las masas trabajadoras del campo, pero será difícil que los campesinos quieran hacerla suya y tomarla como bandera mientras no se supriman las restricciones legales y extralegales que pesan sobre el derecho de organización campesina.
La política de la burguesía industrial en el poder está llena de inconsecuencias, vacilaciones y temores, y una de las mayores inconsecuencias en esta situación, consiste en mantener vigentes, incluso contra el texto y espíritu de la Constitución Política (1950) las leyes y disposiciones que impiden la organización de los trabajadores del campo, cuya vigencia impide a éstos luchar con eficacia por el mejoramiento de sus condiciones de vida, que son las condiciones ¡repitámoslo mil veces! del mercado interno que la Industria Nacional necesita para su desarrollo.
El éxito de la política democrática del Régimen del 48 en el futuro no dependerá, evidentemente, de la exclusiva voluntad o energía personales de unos u otros hombres del equipo gobernante. El éxito o fracaso de esa política estará condicionado por otras fuerzas: de un lado, frente a los propósitos progresistas del Régimen del 48 se alzará indefectiblemente la Oligarquía Cafetalera, que tratará de frustrarlos por todos los medios, bien por la vía habitual del golpe de Estado, o bien mediante hábiles maniobras, como esa que ya está en marcha que consiste en anular la voluntad del gobernante, y en transformar su consigna de mejoramiento campesino en un bastardo plan filantrópico de carácter asistencial.
De otro lado, la esencia política progresista del Régimen del 48, no es ni puede ser otra que el desarrollo del mercado interno para la industria nacional de transformación, a través de la liquidación de los residuos feudales y de la elevación de los salarios y jornales de los trabajadores del campo (re-distribución del Ingreso Nacional, dicen los expertos de la O.N.U.) El éxito de tal política estará asegurado a condición únicamente de que todas las clases sociales interesadas en promover el desarrollo histórico del país, cierren filas en un solo movimiento, conscientemente dirigido por las clases más avanzadas, que marche a compás con las fuerzas que hoy día garantizan la estabilidad política, y los futuros avances de la Industrialización.
La Oligarquía Cafetalera cuenta con fuerte organización y sería cándido pensar que está ociosa y que capitulará sin lucha. Ella conspira, soborna, instiga y dirige a los elementos suyos que aún no terminan de salir del Gobierno ni de las filas del Partido del Gobierno. La Oligarquía capitaliza el parvulismo político de la pequeña burguesía democrática (los estudiantes, los empleados, los artesanos) y con cualquier pretexto la azuza contra el Régimen; ella provoca el desorden porque en el desorden está la clave de su éxito: si el Gobierno tolera el desorden o es incapaz de controlarlo, esa incapacidad será la causa segura de su caída; y si lo controla y reprime por la fuerza, el pueblo quedará otra vez confundido, el gobierno será indefectiblemente acusado de dictatorial y el camino de la reconquista del poder por la Oligarquía será llano y expedito.
En esta lucha, ¿quién vencerá a quién?
Es difícil responder a esta pregunta, porque, si bien es cierto que las fuerzas progresistas de la Industria son poderosas, en virtud de que tienen de su parte su propia vitalidad histórica y el respaldo potencial de las grandes masas trabajadoras, también es cierto que estas masas están todavía desorientadas, en tanto que la Oligarquía Cafetalera, pese a su debilidad cuantitativa y a su inmenso descrédito político, constituye una fuerza efectiva y potente por la notable uniformidad de sus intereses económicos, por su organización y por la experiencia política adquirida a través de treinta años de dirigir hegemónicamente los asuntos del Estado.
¡No se puede hacer predicciones en este tiempo! Un simple detalle policíaco, un incidente estudiantil cualquiera, un desliz administrativo, serán invariablemente aprovechados políticamente por la Oligarquía Cafetalera, para socavar la popularidad del Régimen del 48, y para instalarse de nuevo en el Poder, hegemónicamente, con una dictadura que hará palidecer el recuerdo de todas las que el pueblo ha padecido. Si esta desgracia nacional llegase a ocurrir por falta de vigilancia de las fuerzas democráticas y falta de buen sentido y energía de los dirigentes políticos del campo progresista (por falta de vigilancia de los hombres del 48 en primer plano); la suerte de los planes de la industrialización y del proceso democrático del país, quedaría otra vez bloqueado por muchos años.
UNA REVOLUCIÓN EN ENTRE DICHO
Para dar por terminado este capítulo, vamos a decir unas cuantas palabras sobre el carácter histórico del Movimiento Cívico-Militar que, en nombre del progreso y la legalidad (industrialización y democracia) puso fin a la dictadura oligárquico-cafetalera del general Salvador Castaneda Castro. Todavía se discute con infantil seriedad si debe darse o no título de “Revolución” a los cambios políticos que se produjeron a raíz de este movimiento. La discusión es aparentemente bizantina a la actividad política del pueblo. ¿Hubo o no Revolución en diciembre de 1948?
Si decimos que la Revolución ¿qué cambios básicos ha generado este movimiento en la estructura económica, social y política del país? ¿Qué hechos suyos podrían servir para identificar y justificar este movimiento como tal? Y a la inversa si decimos que no hubo Revolución ¿podría afirmarse seriamente que las cosas continuaron en El Salvador como hasta diciembre de 1948?
El examen teórico de esta cuestión nos exige evitar tres equívocos: primero, la frivolidad etimológica de quienes han definido el término “revolución” corno “re-evolución”; segundo, la actitud de quienes sin temor a la hipérbole, la llaman “Gloriosa Revolución”; y tercero, la mezquindad sectaria de aquellos que gratuitamente y sin previo análisis le niegan carácter revolucionario o simplemente progresista.
Si analizamos el contenido del Programa inicial de este Movimiento, veremos que en ninguno de sus “Catorce Puntos” se reivindica cambio alguno en las relaciones de producción existentes en el país, ni mucho menos la sustitución de estas relaciones por otras más avanzadas. Esto significa que, por su carácter programático, el Movimiento del 48 no puede ser llamado, en rigor, movimiento revolucionario. Y si examinamos el problema desde el punto de vista de las “fuerzas motrices”, esto es de las fuerzas sociales (las clases) que empujaron la acción de diciembre de 1948, no es difícil comprobar, según se ha visto a lo largo de este ensayo, que lo ocurrido entonces no pasa de ser “una dificultad entre familia”, un conflicto entre dos sectores de la misma burguesía salvadoreña, entre el capitalismo industrial de un lado, y el capitalismo agrario de exportación (el café), de otro. Esto quiere decir que el Movimiento de 1948 no generó ningún desplazamiento de clases sociales en el poder político, y que, por esta otra razón; tampoco le cuadra el calificativo de revolucionario.
El movimiento del 48 no desmontó y ni siquiera desquició las bases económicas del despotismo oligárquico terrateniente, con lo cual dejó intacto el peligro de su restauración, estorbando con ello la marcha del país hacia la democracia. Las formas medioevales de pago en trabajo y en especie, las prestaciones gratuitas y las formas usurarias de crédito que rigen en el campo siguen intactas en el país, y por lo que hace al mercado exterior el movimiento del 48 no ha hecho nada por romper el anillo del mercado imperialista. Por esta razón este movimiento tampoco merece el nombre de Revolución. Sin, embargo, no podemos decir que después de 1948 las cosas en el país continuaron como antes, porque, si bien es cierto que no ha habido cambio en las viejas relaciones de producción semifeudales, ni desplazamiento de clases sociales en el poder, si hubo cambios importantes en la correlación de fuerzas de clase burguesas en el mismo.
En diciembre de 1948 la Oligarquía Cafetalera dejó de ser el sector hegemónico en el poder, gracias a la acción enérgica de las fuerzas sociales y políticas que propugnan la industrialización. En las condiciones de nuestro país este cambio imprime al Movimiento del 48 un cierto carácter progresista y revolucionario, no sólo desde el punto de vista institucional (la Constitución de 1950 es mucho más avanzada que la liberal terrateniente de 1886), sino también por las presiones económicas que ejerce, favorables hacia la creación y desarrollo del mercado interno con todas las consecuencias económico-políticas que ello debe tener. Ahora bien, si para promover el desarrollo de la industria nacional el Régimen Político del 48 logra levantar el “standard” de vida de las grandes masas de la población, mediante el alza de los jornales en las plantaciones agrícolas, y concluye la liquidación de los espesos residuos semifeudales en la economía del país, ese movimiento se convertiría en una genuina revolución burguesa; y si para alcanzar esos objetivos el Movimiento del 48 busca y obtiene el apoyo activo de las masas del pueblo, a través de la Reforma Agraria Democrática, entonces el Movimiento del 48 alcanzaría el rango de revolución burguesa democrática.
Una revolución “democrático popular” exigiría como condición inexcusable la dirección de todo el movimiento en manos de la clase obrera y de los campesinos y una acción directa contra el imperialismo. De acuerdo con estos juicios podemos estar en desacuerdo con las vacilaciones, temores y complacencias de derecha que caracterizan la Política del Régimen del 48 y podemos discrepar del pensamiento político de sus dirigentes, pero no podemos negarnos a reconocer la inmensa diferencia que existe entre este Régimen, con su desarrollo industrial y sus libertades democráticas incipientes, y el espeso despotismo oligárquico de la época de Martínez, Aguirre y Salinas y Castaneda Castro.
Capítulo VII
EL SALVADOR Y SUS PROBLEMASSICOS
¡Tempestad en un vaso de agua?-Demografía y Producción-El Hambre- Responsabilidad histórica de la Oligarquía cafetalera- La Industrialización y sus problemas-“Integración Económica Centro Americana.”
EL SALVADOR es el más pequeño de los Estados Nacionales de América Latina, y si esto era verdad admitida cuando el área territorial del país estaba calculada en treinticuatro mil kilómetros cuadrados, con mayor razón lo es ahora que, al hacerse la nueva evaluación del área territorial del país, El Salvador ha quedado reducido a un poco más de la mitad de su antiguo y exiguo territorio. Los nuevos cálculos arrojan apenas un activo territorial de veinte mil kilómetros cuadrados.
Este simple ajuste aritmético, al que no se ha dado aún la importancia que merece, tiene, sin embargo, el significado de una catástrofe nacional, sólo comparable a la que podría producir un hundimiento geológico o una guerra desdichada a resultas de la cual el país tuviese que sacrificar, a título de reparaciones, los departamentos de Ahuachapán, Sonsonate, Santa Ana y La Libertad juntos, y trasladar súbitamente la población allí asentada a los departamentos restantes. Esta desgracia nacional que comenzó a gestarse en los gabinetes de los “sabios” que practicaron las primeras medidas, ha forzado repentinamente una revisión general de todos los problemas nacionales , comprimidos ahora en un marco geográfico mucho más estrechó del oficialmente aceptado. Esto quiere decir, además, que la gravedad de los problemas del hombre salvadoreño es ahora más aguda que antes y la necesidad de resolverlos más urgente.
Podría pensarse que un simple ajuste de cifras no puede derivar consecuencias como las señaladas, porque el pueblo libre de seguir viviendo ahora que tiene veinte mil kilómetros de territorio, tan mal como cuando se le asignaba un área más amplia, de manera que nuestro pretendido desastre no es más que una ficción: ¡UNA TEMPESTAD EN UN VASO DE AGUA! .
Este razonamiento acaso sería valedero desde un punto de vista absoluto, desde el punto de vista de una demografía no sujeta a expansión. Pero el fenómeno social salvadoreño es febrilmente dinámico, no sólo por lo que se refiere al crecimiento demográfico sino también por lo que atañe a su vitalidad económica y política. Es desde este punto de vista relativo, que el razonamiento conformista y confiado de los que opinan que “nada ha ocurrido” se torna peligroso. Si la fiebre de un paciente se midiese de manera empírica, “grosso modo”, como se midió primitivamente el territorio del país, por debajo de la línea del termómetro, la confiada despreocupación de los deudos podría explicarse y aún justificarse, más las consecuencias podrían ser irreparables. Si se dice que en un campo de concentración de tres hectáreas hay cincuenta prisioneros, las organizaciones protectoras de los Derechos Humanos no tendrían excesiva razón para alarmarse, porque, aun cuando les faltase confort y buena dieta, se presume qua los reos disponen de amplios y aireados espacios que garantizan un mínimo de movimiento y de vida, y los mismos carceleros no tendrían mayor cargo de conciencia. Pero si se dice que en ese mismo espacio conviven cinco mil reclusos, entonces resulta evidente que la dignidad humana estaría atropellada por todos los inconvenientes de la vida promiscua, y la naturaleza antihumana de los responsables de este atropello estaría perfilada en su justa dimensión.
Por consiguiente, si se trata de hacer un diagnóstico aproximado de la gravedad del problema salvadoreño, no resulta lo mismo decir que dos millones y medio de seres habitan un territorio de treinticuatro mil kilómetros cuadrados, que decir que esos dos millones y medio viven en un campo de concentración de veinte mil…
Por otra parte, la constante de crecimiento de la población en El Salvador ha sido calculada en más de sesenta mil salvadoreños por año, cifra que no sería motivo de alarma sí El Salvador no fuera un país “sub-desarrollado”, si sus posibilidades productivas agrícolas no estuvieran rígidamente limitadas, si las condiciones del mercado internacional para su exportación no fueran las del exclusivo monopolio del imperialismo norteamericano, o si, como ocurre en la generalidad de los países europeos, se dispusiera aquí de una producción industrial capaz de sostener progresivamente los nuevos índices de población en auge. Con esto queremos indicar luego la gravedad del problema no estriba tanto en la relación “habitante por kilómetro cuadrado”, cuanto en la relación “producción industrial por habitante”.
Desgraciadamente en El Salvador la industria nacional, pese a sus elevados índices de crecimiento, registrados en los últimos cinco años, apenas si contribuye con un poco más del quince por ciento (15%) de la producción bruta del país, mientras que la agricultura cubre un poco más de la mitad de ese producto. Este dato resulta todavía más instructivo, si se considera que la agricultura ya no cuenta con márgenes apreciables de territorio para nuevos desarrollos. Las posibilidades agrícolas –hay una reserva aproximada de 150 mil hectáreas únicamente-, en El Salvador son exclusivamente intensivas o verticales y aún éstas no aparecen como muy promisorias ya que por ahí se afirma con indisimulado aunque falso orgullo, que el progreso agrotécnico ha llegado ya entre nosotros- a “muy altos niveles de eficiencia”.
Sobre este marco de tan apretados contornos económicos y geográficos presiona el crecimiento constante de la población. Hasta hace algunos años se mantuvo una especie de paralelismo equilibrado, según las estadísticas, entre la elevación de los índices demográficos y los que corresponden a la producción. Pero este paralelismo está desapareciendo y no pasará mucho tiempo sin que desaparezca totalmente, SI (este “sí” es dramático), no se implanta, con la mayor energía, una política económica y social que restablezca el equilibrio perdido.
Como consecuencia de esta situación angustiosa, derivada de la defectuosa e injusta distribución actual de la renta nacional, tenemos que el pueblo salvadoreño, según lo corrobora el doctor Josué de Castro, es uno en América Latina y en el mundo de los que con mayor dramatismo está confrontado a los problemas del hambre. El experto de la F.A.O., que integró la Misión de Técnicos de la Naciones Unidas para el estudio de las posibilidades del desarrollo económico en El Salvador, llegó también a la conclusión de que el producto de las cosechas básicas (maíz, arroz, frijol, maicillo), destinados a la alimentación del pueblo, “está muy por lo bajo de las necesidades mínimas del país” y de que, por consiguiente, “una parte considerable de la población debe considerarse mal alimentada.”
¿Fue esto siempre así? No Hace cincuenta años o menos la producción de cereales abarcaba la mayor parte de la tierra laborable del territorio nacional, y la periódica abundancia de las cosechas alcanzaba a cubrir holgadamente las necesidades básicas de los habitantes; su precio era bajo por la presión de la abundante oferta, y aun cuando los salarios y jornales fueran insuficientes, siempre había una especie de equilibrio entre una amplia producción y un amplio consumo. Pero vino el auge del café en el Mercado Mundial y con él la rápida dilatación de las áreas del cultivo cafetalero y la contracción correlativa de las áreas cerealistas. Los cereales escasearon, determinando un déficit considerable de alimentos básicos, la consiguiente alza de sus precios y la natural agudización de las necesidades del pueblo.
Con la introducción reciente de los cultivos de algodón y henequén se restringió aún más el espacio dedicado al cultivo de cereales, y las necesidades alimentarias de la población se multiplicaron a un punto en que ya no es posible cubrirlas, dentro de la política económica actual, sin recurrir a la importación de los “productos básicos” de la dieta nacional.
Cuando en El Salvador se trata de dar explicación a este desastre, no se busca la causa en sus orígenes económico-sociales, que nos llevaría a enjuiciar la conducta política y la responsabilidad histórica de las clases dominantes, sino que se la adjudica a factores inmediatos, aleatorios o subalternos, como son, por ejemplo, la irregularidad en las lluvias, la incultura de los labriegos que aplican “rozas” a los campos, la erosión, la esterilidad de los terrenos, la falta de aguas apropiadas para la irrigación en gran escala, etc. Mas esta argumentación cae quebrada en su base con sólo establecer algunas analogías entre el inmediato pasado 50 años, y el presente. Las condiciones climatéricas e hidrológicas siguen siendo las mismas o han tenido muy poca variación; la geología no se ha modificado, la incultura de los labriegos era mayor antes que ahora, y sin embargo, los niveles de producción de cereales han descendido en la forma que conocemos.
Si consultamos ahora los textos de geografía patria, encontraremos que El Salvador es un país de cordilleras y valles feraces, climas excelentes y aguas abundantes, de donde se deduce que la naturaleza no sólo no ha regateado sus dones al hombre salvadoreño sino que lo ha rodeado de importantes ventajas ambientales. Nadie ha refutado seriamente ni puesto en tela de juicio tan optimistas apreciaciones, y si bien es cierto que muy recientemente ha comenzado a hablarse de factores “naturales’? contrarios a la felicidad del pueblo -la erosión, la falta de caudales, etc., -también lo es que estos factores no pueden ser atribuidos en rigor a la naturaleza, sino que deben ser acumulados en el “debe” de una política económica determinada, aplicada por una clase social determinada la Oligarquía Cafetalera, que lenta pero inexorablemente ha ido empujando a los grupos humanos menos favorecidos, a las masas trabajadoras del campo, sacándolas de sus tierras de labrantío y obligándolas a talar los bosques en busca de nuevas áreas de cultivo.
De otra parte, el Estado oligárquico no se ha preocupado por habilitar las reservas económico-territoriales del país (zona de El Litoral) poniéndolas al alcance de las masas de la población, ni por rehabilitar las zonas económicas del norte oriente del país, que son técnicamente susceptibles, de ser incorporadas a breve plazo a la economía nacional.
Los agrotécnicos de las Naciones Unidas que llegaron al país, en 1952, a estudiar el problema de la desforestación llegaron a la siguiente conclusión: “desde hace un siglo (obsérvese que hace un siglo comenzó a impulsarse el cultivo del café) se ha venido talando una gran porción de los bosques que cubrían la mayor parte de El Salvador, en consecuencia del rápido aumento de la población que necesitaba más tierras para poder cultivar productos básicos”, y añadieron que incluso “las tierras muy empinadas y pobres para la agricultura se han visto despojadas de sus bosques con el resultado de que la erosión se ha convertido en un grave problema”. El subrayado y el paréntesis son nuestros.
Para los expertos de la O.N.U., obligados a realizar su estudio en límites de tiempo demasiado estrechos; no era posible penetrar a fondo en los orígenes verdaderos de la liquidación de la riqueza forestal en el país, ni seguir paso a paso el proceso de expropiación de las tierras cerealistas a que fueron sometidos los antiguos propietarios indígenas cofradías y comunidades, y los grupos de campesinos cuyas tierras fueron destinadas por los expropiadores al cultivo del café. (Una imagen muy débil de lo que fue este inicuo proceso de violencia y despojo a lo largo de cien años, la tenemos ahora en lo que ha ocurrido recientemente y ocurre en este momento, con motivo de la habilitación de tierras para el cultivo algodonero.) Mucho más fácil que estudiar el complicado proceso de expropiación y desalojo de los antiguos propietarios y de su tránsito hacia las tierras boscosas, “empinadas y pobres”; más fácil, decimos, resultó a los técnicos de las Naciones Unidas atribuir esta angustiosa búsqueda de nuevas tierras para el cultivo de “productos básicos”, a un sediciente “aumento de la población”.
Con esta manera de enfocar el problema, en la que alienta un recóndito malthusianismo, los técnicos de las Naciones Unidas soslayaron la cuestión más importante; sin embargo, aun teniendo como válido su razonamiento, siempre, quedaría indemne el hecho de que la erosión es una calidad adquirida, una “variación” de origen económico social y un rasgo connatural de la geografía salvadoreña. “Ante la evidencia de los hechos dice el doctor Josué de Castro en su obra ya citada, ya no es posible admitir que sea el hambre un fenómeno natural, ya que está condicionado más por factores de naturaleza económica que por los de naturaleza geográfica”. El subrayado es nuestro.
En las condiciones de dominación de clase de la Oligarquía Cafetalera, el problema del crecimiento demográfico tenía que convertirse para ella en una preocupación política aflictiva y obsesiva, por cuanto este crecimiento agudiza los problemas económico-sociales del país, y hace muy precaria y pone en peligro la estabilidad de su dominación política de clase. Y así es como surge natural y lógicamente la siguiente tremenda interrogante: ¿hasta dónde la masacre de decenas de miles de trabajadores del campo en 1932, la falta de hospitales, la falta de médicos y enfermeras y la política “de cupo” en la Facultad de Medicina, la alcoholización intensiva del pueblo, la carestía de medicinas, el increíble atraso sanitario en las aldeas e incluso en las ciudades más importantes, la espantosa mortalidad infantil, hasta dónde, repetimos, estos hechos deben considerarse como simples detalles de una política criminal orientada, por las vías del hambre, el terror y la enfermedad, hacia la disminución masiva de la población con vistas al aflojamiento de las presiones sociales? ¿Hasta dónde esta política de la Oligarquía no es sino la variante salvadoreña del genocidio fascista? Los técnicos de las Naciones Unidas comprobaron que la edad media del hombre salvadoreño es apenas de 26 años, lo cual significa, para baldón de la Oligarquía Cafetalera que ha gobernado el país, que el pueblo salvadoreño comienza a morir cuando otros pueblos apenas empiezan a vivir. Mas, cuando hemos ubicado “la cuestión demográfica” en el primer plano de los problemas nacionales, no es porque consideremos que la mayor densidad de la población sea el factor determinante o decisivo del desarrollo histórico, sino para poner en evidencia la gravedad de los problemas económico-sociales que están asfixiando al país, y para poner de relieve la urgencia de acabar radical y definitivamente con la política tradicional de la Oligarquía Cafetalera y con la estructura económico social que le sirve de base.
¿Qué cambios se sugieren?
Desde luego, no son admisibles las ideas relativas al control de la natalidad, cuya influencia está llegando incluso a los círculos ortodoxos del catolicismo, ni las matanzas civiles, ni las guerras, ni el estímulo científico de las epidemias enfermedades y demás sangrías demográficas que pudieran sugerir. (¡y que ya han sugerido!) algunos sociólogos granujas. Son inadmisibles igualmente, como remedios de fondo, los “planes-asistenciales”, filantrópicos, para el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores del campo, planes que generalmente sirven sólo para adormecer la conciencia y la combatividad de las masas más que para resolver realmente sus problemas.
Nosotros no propondremos aquí soluciones. Queremos simplemente llamar la atención de las grandes masas populares, de sus dirigentes demócratas, de sus líderes e ideólogos, sobre la gravedad extrema de la situación en que se halla colocado nuestro pueblo. Por lo demás, algunas de estas soluciones ya están dadas en parte, y sólo cumple ponerlas en práctica, de modo consecuente, con decisión y patriotismo. Los mismos expertos de las Naciones Unidas han dicho mucho de lo que tenemos que hacer: en primer lugar “tomar medidas para una redistribución equitativa de los ingresos provenientes de las ventas de café al exterior”, y hacer “que las masas trabajadoras puedan ganar mayores sumas de dinero”; y en segundo lugar, IMPULSAR LA MAS RAPIDA INDUSTRIALIZACION DEL PAIS.
Para garantizar la efectividad de las soluciones propuestas por la Misión de la ONU, sólo restaría poner en marcha, como premisa “sine qua non”, la aplicación rápida de una genuina Reforma Agraria Democrática, a través de la cual se liquidase históricamente con los residuos de feudalismo que frenan la marcha del país hacia el progreso.
En capítulos anteriores hemos procurado señalar cómo las fuerzas sociales y políticas de la Industria vienen luchando desde hace muchos años, a través de incomprensiones, errores y vacilaciones, por abrirse “un campo bajo el sol” de la Economía Nacional, y cómo las fuerzas del capitalismo agrario, por cuyas venas corre todavía sangre de feudalismo, se han alzado para detener o frustrar las aspiraciones progresistas de la Industria; también hemos visto cómo las fuerzas de la industrialización han logrado ya infligir algunas derrotas a la Oligarquía y cómo se han colocado ventajosamente, desde diciembre de 1948, en el poder político del Estado. Finalmente, también hemos visto cómo desde 1948 a la fecha toda la economía nacional ha sufrido un viraje importante en favor de los intereses industriales, mediante la utilización de los recursos del Estado en la creación de las bases materiales del desarrollo industrial. Todo esto lo hemos dicho para señalar que las fuerzas sociales y políticas de la Industria no sólo no son débiles en la actualidad, sino que ya tienen en sus manos la posibilidad de capitalizar en su favor la actual situación económica, social y política del país. Prueba de ello es que los mismos cafetaleros, los más inteligentes y audaces, han iniciado ya algunos movimientos hacia el campo de la industria nacional de Transformación.
Cada vez que se presenta el fenómeno del descenso de los precios del café en el mercado mundial y la crisis en el interior del país se acentúa, los cafetaleros se decepcionan y desisten temporalmente de sus cultivos, y vuelven sus ojos ávidos de ganancia al campo de la Industria; el capital acumulado por ellos a base de la explotación de trabajadores en las plantaciones de café, busca tímidamente la fábrica, y es así cómo señalemos este hecho muy importante, la Oligarquía genera impulsos industriales que a la postre fracasan por la misma razón de las condiciones de infraconsumo del mercado interno, así como por la afluencia incontrolada de mercancías de importación.
Esta situación afecta por igual a industriales y trabajadores. La falta de capacidad de compra de las masas, así como la política arancelaria de “puerta abierta”, reduce la capacidad nacional de producción; las máquinas del equipo industrial generalmente viejas y de segunda mano, no trabajan a todo rendimiento, el personal obrero disminuye, la cesantía aumenta, se agravan los problemas fiscales, la inestabilidad política se acentúa y el pueblo todo continúa ininterrumpidamente su marcha hacia una muerte prematura por hambre.

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De todo lo dicho se desprende que el desarrollo de la industria tiene en El Salvador su “talón de Aquiles” en las condiciones de mercado: ¿quién comprará sus productos?,. ¿El mercado interno?, ¿el mercado centroamericano?
Hasta aquí hemos conferido a las fuerzas sociales y políticas de la industria, sin ninguna clase de reservas, el calificativo de fuerzas progresistas y democráticas, porque consideramos que el desarrollo industrial se apareja con las necesidades del mejoramiento general de las condiciones de vida de todo el pueblo. Más he aquí que en adelante sólo se podrá decir de ellas que son fuerzas progresistas y democráticas, en la medida en que su política, a diferencia de la política tradicional de la Oligarquía, se oriente hacia la liquidación de los residuos del feudalismo y a la promoción de más altos niveles de vida del pueblo.
En la práctica y para los fines de esta política progresista son muchos y muy difíciles los problemas que debe encarar y resolver el Régimen del 48. En primer lugar, el capitalismo industrial no es una formación económico-social homogénea: vive y se desarrolla en medio de contradicciones, como son la concurrencia industrial en el interior del país, la competencia de la mercancía extranjera, la relación obrero-patronal, etc.; en segundo lugar, y pese a los que opinan que El Salvador es .ya una democracia, e incluso una “democracia ejemplar”, no puede ignorarse el hecho de que los trabajadores del campo, más de millón y medio de salvadoreños, continúan en estado de interdicción política, legalmente incapacitados para organizarse y para luchar ellos mismos, democráticamente, por el mejoramiento efectivo de sus condiciones de vida.
Y mientras esta situación subsiste tolerada y cohonestada por el Régimen del 48 ¿De qué democracia hablamos en El Salvador? En tercer lugar está la incompatibilidad de intereses entre los “barones” del café que pagan jornales y salarios de hambre, y los jóvenes capitanes de .la Industria Nacional de Transformación cada vez más necesitados de un mercado interno con alta capacidad de compra. Es fácil comprender que en este punto de conflicto, será arduo encontrar la fórmula que pueda conciliar tan dispares intereses, y sumamente peligroso además al tratar de violentar la situación.
¿Cuál será entonces la conducta del Régimen del 48 ante tan delicados problemas?
Para la industria salvadoreña, ávida de mercado, se abren dos posibilidades a saber, una de carácter interno, democrático, progresista, que consiste en la organización y ampliación del mercado nacional, y la otra, de carácter centroamericano.
La organización del mercado interno exige una política de redistribución de los “ingresos provenientes de las ventas de café al exterior”, lo cual quiere decir que es preciso, o bien elevar considerablemente los impuestos que gravitan sobre el comercio del café, o bien elevar los salarios y jornales que se pagan a centenares de miles de trabajadores en las plantaciones. Traducido esto al lenguaje político significa que el Régimen del 48 tendría que vencer y quebrar la resistencia de la Oligarquía Cafetalera, en una lucha cuyos resultados ciertamente no pueden ser previstos. El triunfo en esta lucha sería la solución democrática del problema, y para facilitarlo debiera promulgarse una ley electoral que garantice plenamente la genuina representación del pueblo en los tres poderes del Estado.
Pero el temor de ver movilizado al pueblo, la inseguridad de los resultados de una lucha a fondo contra la Oligarquía, el peligro de perder el relativo control que ya ejercen sobre el poder político, la influencia oportunista de los economistas domésticos y de los consejeros extranjeros, las naturales afinidades económicas que unen al capitalismo agrario con el capitalismo industrial, el peso de la estructura institucional heredada de la dictadura, los hábitos oligárquicos, etc., etc., todo esto hace que los hombres del 48 se sientan cada vez más inclinados a esquivar la lucha que la creación del mercado interno presupone, y a desviarla hacia la penetración pacífica por de pronto, del mercado centroamericano a través del conocido Plan de Integración Económica Centroamericana.
Muchas, muchísimas personas hablan hoy en día en El Salvador del carácter progresista y democrático de la política de Integración Económica Centroamericana, que con tanto ahínco propugnan, en la teoría y en la práctica, los hombres del 48, sus consejeros extranjeros, los periodistas de todos los matices y libreas, e incluso ¿y cómo no? los propagandistas y dirigentes políticos de la Oligarquía Cafetalera.
¿Dónde estará la nota disonante que haga perfecta la armonía en este extraño coro de voces diferentes? ¿O es que la disonancia no es “condición esencial de la armonía”?
CARÁCTER ANTIDEMOCRÁTICO ACTUAL, PARA EL SALVADOR, DE LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA CENTROAMERICANA
La Unión Centroamericana es, ya todos los sabemos, la más vieja y más noble aspiración de nuestros pueblos, expresada a través de las lucha de nuestros más grandes hombres. Por lo tanto dicen los nuevos líderes del “unionismo”, quienes en esta “hora de rectificaciones históricas” no se sumen a la algarabía unionista, integracionista, estarán traicionando los más altos y mejores ideales de nuestros pueblos.
¡Así será! Sin embargo, quien quiera dar solución a los problemas de la democracia salvadoreña, del progreso, la independencia y la libertad, soslayando la lucha a fondo contra la Oligarquía Cafetalera y las dificultades que implica la promoción del mercado interno, o desviando la lucha hacia las áreas de consumo que potencial y aleatoriamente ofrece el mercado centroamericano, estará procurando, consciente o inconscientemente, posponer y dejar sin solución el problema de la democratización del país, el problema de la independencia nacional, y condenar al hambre y la miseria por muchos años a las masas trabajadoras salvadoreñas.
La política de promoción del mercado centroamericano (Integración) es la fórmula que la Oligarquía Cafetalera ha ideado para resolver el problema de las presiones internas que plantea el desarrollo industrial salvadoreño, y tendrá las siguientes seguras consecuencias: a) alejará indefinidamente el momento de la “redistribución equitativa del ingreso nacional”; b) hará disminuir en el sector industrial la necesidad de elevar el nivel de salarios y jornales en las plantaciones; c) debilitará el respaldo popular que potencialmente tiene el Régimen del 48, con el consiguiente debilitamiento de sus posiciones políticas; d) provocará la resistencia .de los industriales de los otros países centroamericanos menos desarrollados que El Salvador; é) acercará el momento de la alianza política de la Oligarquía Cafetalera salvadoreña, con toda la reacción cafetalera, feudal y proimperialista, de esos países, y propiciará en El Salvador el retorno, más tarde o más temprano, de la Oligarquía Cafetalera al poder.
¡Maravillosa solución para la Oligarquía Cafetalera, que no esperaba encontrar tanta sabiduría ni tanta buena voluntad en los políticos integracionistas del Régimen del 48!

    • *

En este punto de viraje de la historia de El Salvador puede perder sus atavíos de progresividad el Movimiento iniciado con tan buenos auspicios en diciembre de 1948, y perderlos tanto más rápidamente, cuanto con mayor cobardía e incapacidad sus actuales dirigentes continúen capitulando ante la prepotencia económica, y militar inclusive, de la Oligarquía Cafetalera, y ante la injerencia cada vez más cínica del imperialismo norteamericano en los asuntos del país. Pero este Movimiento también podría, rescatando del naufragio su programa industrialista, y apoyándose en las demandas más urgentes del pueblo hambriento, como son la Reforma Agraria Democrática y la plena vigencia de la Constitución de 1950, conservar sus atributos democráticos por un largo tiempo y, en su oportunidad histórica y en alianza con las fuerzas progresistas de los países centroamericanos, llevar sus banderas más allá de las fronteras de nuestro pequeño país, hacia la unión popular y democrática de los países centroamericanos.
No sabemos cuál será en definitiva la actitud que asumirá el Régimen del 48 frente a esta disyuntiva que aparece en el primer plano del futuro inmediato. De lo que sí se podemos estar seguros es que, cualquiera que sea el rumbo que se decida a seguir, ya sea que capitule ante la Oligarquía o que luche contra ella, las masas trabajadoras salvadoreñas seguirán imperturbablemente su marcha hacia adelante, más unidas que antes y cada vez más conscientes de su proceso histórico.
Capítulo VII
ORIENTACIÓN PROBABLE DE LAS LINEAS DE DESARROLLO POLÍTICO
(Apuntes para un examen de la situación general del país en la actualidad.) Junio de 1960
EL RAPIDO ascenso del desarrollo industrial, continúa siendo el hecho más notable en la situación general del país. La objetividad de este hecho se hace cada día más notoria incluso a los espíritus más escépticos, y las contradicciones internas del Régimen imperante son puestas a flote y llevadas a su máxima tensión, por la presión que sobre él ejerce el fenómeno industrial.
Existe justa preocupación nacionalista por la injerencia que ya tiene, y que tiende a aumentar en el futuro, el capital inversionista norteamericano en este proceso de industrialización. Pero esta preocupación se atenúa un poco cuando se observa cómo los capitalistas salvadoreños (algunos de ellos antiguos terratenientes tradicionalistas), invierten sus capitales en la industria y en obras básicas de desarrollo económico, y cómo estos mismos sectores de la burguesía se empeñan en conservar para sí los puestos de mando de la Industria Nacional.
Este proceso de industrialización no se realiza en El Salvador sin tropiezos. Hay factores que lo estimulan y lo empujan hacia adelante, pero hay también graves obstáculos que lo estorban. Enumeraremos algunos:
Factores que lo estorban a) Las tendencias todavía fuertes del sector oligárquico terrateniente (grandes cafetaleros) a invertir sus capitales fuera del país, en bancos, acciones y empresas extranjeras, especialmente norteamericanas. Esas tendencias representan un drenaje importante de los recursos nacionales de capital, y aunque a veces este absentismo tiende a debilitarse, lo cierto es que no ha desaparecido del todo. Estas tendencias absentistas se originaron en la desconfianza de la burguesía terrateniente con respecto del régimen político surgido en diciembre de 1948, y sus cifras más altas corresponden al período 1950-1956
b). El escaso desarrollo del mercado interno (espesos remanentes semifeudales en el campo: prestaciones gratuitas o semigratuitas, pagos en trabajo y en especie, elevadas tasas de la renta, atraso técnico y baja productividad, etc.)
c). Los obstáculos surgidos en el camino del “Mercado Común Centroamericano” y de la “Integración Económica Centroamericana”. Fuertes e influyentes núcleos económicos de los países centroamericanos se oponen al “mercado” y a la “integración” por dos razones principales: una, porque es notoria la ventaja que sobre ellos tiene la industria salvadoreña, y otra, porque así como van las cosas (fuertes inversiones norte-americanas en El Salvador) los beneficiarios directos de la política de integración y de mercado común, serán los inversionistas extranjeros y no los capitalistas centroamericanos.
d) La falta de recursos naturales, petróleo, carbón y otros recursos básicos del desarrollo industrial.
e) La falta de estudios técnicos exhaustivos sobre el estado actual, real, del desarrollo económico en general y del desarrollo de la industria en particular: cálculo exacto de las inversiones extranjeras en el país, y estudio de las tendencias y rubros principales de estas inversiones, así como de las condiciones en que opera (compañías mixtas, empresas netas de capital extranjero, privilegios especiales, monto de los dividendos, etc.), y fijación precisa de los límites de compatibilidad económico-política de la inversión extranjera con los intereses nacionales.
f) La falta de una política de robustecimiento del mercado interno, en la que se contemple como cuestión, básica la aplicación de la Reforma Agraria, y la falta de una política de habilitación de tierras y de colonización de las mismas en la región nor-oriente y en la zona de El Litoral del país.
g) La falta de una firme política proteccionista (revisión de los tratados comerciales existentes con E.E.U.U., y repudio de las normas inequitativas que actualmente rigen el comercio internacional entre los dos países)
h) La falta de una política democrática de reconocimiento y ejercicio efectivos de las libertades y derechos que al pueblo salvadoreño le garantiza, la Constitución Política de 1950.
i) La administración de la energía eléctrica nacional en manos de compañías extranjeras (norteamericanas.), etc., etc.
Factores que estimulan el proceso de industrialización:
a). La abundante y barata fuerza de trabajo (alto margen de plusvalía).
b.) La reorientación aun cuando no sea todavía en escala suficiente de las fortunas del sector capitalista terrateniente hacia la inversión industrial, no agrícola;
c). Las inversiones de capital extranjero (norteamericano casi exclusivamente). Las atrae al país especialmente la perspectiva del Mercado Común Centroamericano, así como, también los elevados márgenes de plusvalía que garantiza el bajo nivel de salarios que se paga a los trabajadores salvadoreños. También influye en el ánimo de los inversionistas extranjeros la famosa “estabilidad política y social” que impera en el país, y que descansa fundamentalmente en la falta de derechos políticos de las masas trabajadoras del campo. La resistencia que se observa en los otros países centroamericanos con respecto a la “Integración” y al “Mercado Común” centroamericanos, auspiciada y mantenida por los sectores industriales y comerciales de esos países, y que podría malograr eventualmente la apertura y habilitación de un mercado de 12 millones de consumidores para los inversionistas extranjeros, está siendo dominada o neutralizada por la acción diplomática norteamericana en Centroamérica. Sin embargo, si, a pesar de esa actividad diplomática, llegasen a zozobrar los planes de Integración y de Mercado Común, ello desalentaría rápidamente a los inversionistas extranjeros. En este caso surgirían dificultades de financiación del proceso industrial, pero, en cambio, el desarrollo económico sería más independiente aunque fuese más lento;
d). La organización moderna del crédito bancario, no obstante que aún no logra desprenderse totalmente de su vieja tradición usuaria, ni del control de los banqueros privados;
e). La actitud y la conducta del régimen político surgido en diciembre de 1948, con respecto al financiamiento de planes de desarrollo económico (INSAFOP, CEL, GUIJA, MUELLE DE ACAJUTLA, CARRETERA DEL LITORAL, INSTITUTOS DE INVESTIGACION AGROTECNICA, etc.)
f). Las posibilidades potenciales de la Integración Económica y del Mercado Común Centroamericanos.
g). La baja de los precios de los productos del giro agrícola de exportación (café, algodón) en el Mercado Mundial; esta baja obliga al sector capitalista terrateniente a buscar nuevos rubros de inversión;
h). La fusión creciente del capital agrario con el capital industrial en sus más elevados estratos (gran industria, gran comercio importador y exportador, grandes empresas, banca, etc.) Esta fusión es el hecho económico-político más importante de los últimos años, y su centro generador ha sido el gobierno del coronel José María Lemus. La fusión de los intereses económicos de los sectores terratenientes e industrial en una sola masa burguesa de intereses, es la base estructural de la actual “estabilidad política”. Sobre esa base la burguesía salvadoreña la “gran burguesía” se ha hecho cada vez más fuerte desde el punto de vista económico y desde el punto de vista, de sus relaciones con el imperialismo norteamericano. Pero, en cambio, desde el punto de vista político, la nueva gran burguesía salvadoreña se ha debilitado porque ninguno de sus objetivos coincide con los intereses de las grandes masas mayoritarias de la nación salvadoreña. Las reivindicaciones fundamentales de estas masas, en lo social, en lo político y en lo económico, se plantean cada día de un modo más enérgico y ello conducirá fatalmente a la revisión del falso concepto de la “estabilidad política en El Salvador.”
II
Crisis en el Sector Agrícola de la Economía Nacional
El Café. El aumento creciente de las disponibilidades o reservas de café en el Mercado Mundial, y la incorporación de nuevas y grandes áreas de producción de café en África y en otras zonas del planeta, ha planteado un problema grave, en materia de precios, a los países productores, especialmente a los países de América Latina, los cuales, a través de muchos años, han conformado sus economías nacionales según las peculiaridades de esta “industria”. Los ingresos nacionales de estos países se han visto seriamente afectados por la baja de los precios, con las repercusiones consiguientes en las disponibilidades fiscales y en la realización de los planes estatales de desarrollo económico.
Con todo, esta baja en los precios del café no puede ser considerada catastrófica todavía los precios siguen siendo “rentables”. Sin embargo, hay síntomas (los empréstitos norteamericanos a los productores africanos), que seriamente indican que lo peor no es lo ya ocurrido sino lo que está por ocurrir. Esta perspectiva es tan real y sombría que el poderoso sector cafetalero de América Latina, medular y tradicionalmente reaccionario, pro-feudal y pro imperialista, ha planteado ya con visos de urgencia, la necesidad de “vender café donde quiera que lo compren”, lo cual supone la quiebra completa del bloqueo comercial latinoamericano a la Unión Soviética y a todos los países del área socialista. ¡Así trabaja la economía en el sub- suelo de la historia.
Para El Salvador, especialmente, la crisis de precios del café equivale a una crisis estructural de su economía. De aquí que, ante el creciente deterioro de los precios, haya un explicable viraje de las viejas corrientes de inversión en la caficultura., hacia otros campos de la economía: hacia la industria. Para sortear la crisis planteada por la baja de los precios del café, algunos líderes políticos del sector terrateniente aconsejan “reducir la producción” otros, en cambio, recomiendan “intensificarla” para compensar con la cantidad-producto la calidad-precio. El descontento del sector cafetalero es grande, en general; pero donde cada día se hace más radical y combativo es entre los pequeños y medianos productores que, a diferencia de los grandes, no cuentan con organizaciones defensivas. Sobre los pequeños y medianos productores pesan las cargas hipotecarias, la falta de crédito oportuno y suficiente y también, como pudo verse en 1958, las discriminaciones derivadas de las cuotas de “exportación” y “retención”. Ese año el gobierno del coronel Lemus hizo una negociación con los pequeños y medianos productores, la cual costó a estos una pérdida de más de dos millones de colones, que ingresaron a la Compañía Salvadoreña del Café como “producto de una operación comercial cualquiera.”
El Algodón. Casi todo lo dicho anteriormente es válido también para el algodón, que es, en El Salvador, después del café, el único producto importante de exportación. Los peligros que acechan sobre este producto son de muy diversa naturaleza, pero operan el daño en la misma dirección que los que afectan el café. El enemigo número uno de los buenos precios del algodón, es la gigantesca producción algodonera norteamericana subsidiada por el gobierno. El desarrollo de la industria textil en El Salvador neutraliza en parte la crisis en este rubro de la economía.
Los cereales. La crisis en el sector cerealista de la Economía salvadoreña es ya tan vieja y conocida que apenas si hay necesidad de detenerse en ella. Sin embargo, la poderosa incidencia de este giro agrícola en el nivel de vida y en la dieta de las grandes masas de la población, hace que sea conveniente recordar:
a) que hay 300 mil hectáreas de tierras en el norte-oriente del país, que fueron cerealistas hasta hace algún tiempo pero que hoy día se hallan totalmente erosionadas, con un rendimiento ínfimo por hectárea; b) que desde hace dos décadas la producción cerealista en el país, globalmente considerada, año con año es menor, lo que obliga a cubrir esos déficits de cereales mediante operaciones de importación, a veces en condiciones verdaderamente ruinosas para los productores de cereales y para las grandes masas trabajadoras entregadas a esa clase de cultivos; c) que la tasa de la renta en las tierras cerealistas es excesiva y. que los sistemas de cultivo son aún primitivos; d) que las ganancias de los propietarios de estas tierras provienen únicamente de la doble explotación a que se hallan sometidos los “mozos colonos” (semisiervos), los arrendatarios y las familias de unos y otros; e) que la zona de El Litoral, que pudo ser reserva importante para una política agraria de colonización, está siendo absorbida rápidamente por capitalistas y geófagos, que pronto anularán dicha zona corno factor potencial de solución parcial del problema agrario; f) que son más de 225 mil familias las que viven actualmente del cultivo de cereales “en pequeñas parcelas de tierra arrendada”, lo cual equivale a más de un millón de habitantes sometidos a las más duras condiciones de existencia.
El Azúcar. Este es el único renglón de la agricultura que no tiene actualmente problemas graves en El Salvador. Su producción cubre las necesidades nacionales y podría, eventualmente, destinar sin menoscabo del consumo interno, una cuota importante a la exportación. Lo grave de las plantaciones azucareras son las condiciones de vida de los trabajadores. La vieja y primitiva explotación “panelera”, que durante muchos años combatió por sobrevivir al lado de la producción de azúcar, prácticamente ya no existe.
Industria agro-pecuaria. Hay poco ganado y de mala calidad. Los pastos no ofrecen condiciones adecuadas para un desarrollo ni siquiera mediano de esta “industria”. La baja producción agropecuaria encareció el precio de los productos con el beneplácito de los ganaderos, pero las necesidades de la dieta nacional forzaron e impusieron una política de libre introducción de productos lácteos. Esta política puso en grave aprieto a los ganaderos que la resistieron enconadamente, hasta que el gobierno de Lemus puso a disposición de ellos nuevos incentivos industriales (créditos, libre importación de equipos de pasteurización, promesas de revisión de la política de libre importación de leches, etc.)
Del mismo modo que los artesanos en otros tiempos lucharon contra la industria manufacturera; o los “paneleros” contra los “ingenios de azúcar”, así los pequeños productores agropecuarios (pequeños hacendados y campesinos ricos) se oponen enérgicamente a la industrialización de los productos de la ganadería nacional. Esta lucha tiende a dejar en segundo plano la lucha de los trabajadores agrícolas y mozos colonos de las “haciendas ganaderas” contra sus patronos, ya sean estos pequeños, medianos o grandes productores lecheros. Pero a la postre el proceso industrial se impondrá inexorablemente, y las luchas verdaderas de los trabajadores ocuparán nuevamente el sitio que les corresponde.
III. El Salvador; País Subdesarrollado
Frecuentemente se oye decir que El Salvador es un país sub desarrollado, pero fuera de los especialistas y “entendidos” son pocos relativamente los salvadoreños que conocen el porqué. Sin la pretensión de agotar las razones, diremos que las principales son:
a) el bajo ingreso de la población per cápita; b) el alto porcentaje de la población ocupada en la agricultura en relación con la que se ocupa en la industria; c) el alto porcentaje de la participación de la. agricultura en la formación del ingreso nacional y del producto nacional bruto; d) el bajo ingreso per cápita de los trabajadores de la agricultura en relación con el que perciben los trabajadores de la industria; e) el carácter eminentemente productor de materias primas de exportación (café, algodón) de la Economía Nacional; f) el monocultivismo cafetalero, levemente atenuado en los últimos años por la producción algodonera; g) el carácter todavía usuario del crédito, no obstante su reciente tendencia a la reproducción económica (industrial); h) los remanentes feudales; i) el escaso rendimiento de su equipo industrial, etc.
Íntimamente relacionado con su carácter productor y exportador de materias primas, está la dependencia del país con respecto del mercado mundial, y, en la medida en que este mercado se contrae, para El Salvador, a los Estados Unidos, su dependencia con respecto de este último país es punto menos que absoluta. No obstante que El Salvador es un país históricamente “autodeterminado” (su constitución como “estado nacional” data. de mediados del siglo pasado), aquella dependencia vulnera, notoriamente su capacidad de soberanía. De esa situación es posible inferir que, cuando la ecuación económica salvadoreña AGRICULTURA-INDUSTRIA (la agricultura en primer plano), se transforme en INDUSTRIA-AGRICULTURA, aquella dependencia quedará notablemente atenuada. De aquí surge la necesidad nacionalista de poner la “industrialización” en la primera línea de las preocupaciones nacionales.
Desde luego, aquí se trata de una industrialización en que las inversiones nacionales sean las predominantes, de una industrialización en la que se haga valer, en su justo valor, frente a las inversiones extranjeras, todo lo que aporta el país: mano de obra, “estabilidad política”, facilidades dé transporte, localización, etc.; pero principalmente se trata de una industrialización que esté orientada hacia el mercado interno, o, mejor dicho, de un proceso de industrialización que se interese por la elevación de los niveles de vida del pueblo salvadoreño. Este objetivo no podría alcanzarse si la totalidad de los beneficios o una parte sustantiva de los mismos, sale con rumbo al exterior a título de tales, restándose a las disponibilidades reproductivas del país.
No se puede estar, desde el punto de vista de la doctrina económica cuestión de principio, ni políticamente cuestión práctica, en contra de la inversión extranjera en el país, ni siquiera en contra de las “concesiones” que haya que hacerse con motivo de la inversión. En los países atrasados, decía Lenin, “sólo con empréstitos se puede levantar la industria pesada”, lo que, en términos salvadoreños de actualidad quiere decir que los empréstitos, que son una variante de la inversión extranjera, serán necesarios para la realización de los planes básicos de desarrollo económico. Y, en cuanto las concesiones. a los inversionistas privados, podemos agregar que, aun cuando algunas de ellas pudieran ser “no rentables” por algún tiempo, siempre podrían jugar un papel importante en el desarrollo económico del país, en la agricultura, en la industria y el comercio, únicas fuentes de ahorro para ulteriores desarrollos nacionales.
Lo ideal sería que, desde luego, el desarrollo económico en su totalidad estuviese impulsado por el capital nacional, puesto que esa es la única garantía de que los beneficios queden en casa, para ser empleados después con carácter reproductivo. Así es, pero tratándose de un país “subdesarrollado” como el nuestro, es punto menos que imposible encontrar base financiera nacional suficiente para cubrir las necesidades de la industrialización. Lo dicho significa que debemos planear en El Salvador, hasta donde ello sea posible, en las condiciones históricas actuales del país, por lo menos las líneas y objetivos fundamentales de nuestro desarrollo, y que, una vez que hayamos invertido hasta el último centavo de ahorro nacional disponible, si eso no es suficiente para alcanzar nuestros objetivos, y sólo en ese caso y en esa medida traer el capital de fuera en la cuantía que sea necesario.
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Diversificación de la Producción. La economía de exportación exclusivamente cafetalera, que por largas décadas ha configurado la totalidad de la estructura de la vida nacional, así en lo económico-social como en lo político, ha sufrido cambios importantes en los últimos años. Hay datos importantes que deben ser cuidadosamente estudiados en relación con este punto. Veamos algunos:
En 1901 la exportación de café, con 20 millones de kilos; representó el 72% de la exportación total, pero ya en 1934, con 50 millones de kilos exportados, alcanzó el 95% del total. Sin embargo, pese al aumento creciente del volumen de café exportado (64 millones de kilos en 1956), la participación del café en el volumen total de la exportación bajó al 50 por ciento. Si bien es verdad que estos datos tienen poca significación en lo que atañe a la importancia del aporte del café a la economía nacional, no ocurre lo mismo cuando se trata de estimar el problema desde el punto de vista de la diversificación de la producción en El Salvador. En la medida en que el proceso de diversificación se acentúa, la hegemonía económica ( ¡y política!) de la vieja oligarquía cafetalera se debilita más y nuevos grupos económicos surgen y poco a poco se van incorporando a la actividad política, con sus propios e inconfundibles intereses, con sus propios e inconfundibles objetivos, y reclamando, cada vez con mayor energía, una irrestricta libertad de movimiento y de pensamiento (reivindicaciones democráticas), y creando, de consiguiente, condiciones objetivas básicas para el proceso de democratización del país.
IV Surge una burguesía integrada en el país
Trataremos de ampliar aquí lo que apenas dejamos insinuado en la letra “h” de la primera parte (I) de estos “Apuntes”, cuando dijimos:
“Esta fusión (la del capital agrario con el capital industrial) en sus más elevados estratos es el hecho económico político más importante de los últimos años, y su centro generador ha sido el gobierno del coronel José María Lemus. La fusión de los intereses económicos de los sectores terrateniente e industrial, es la base estructural de la actual “estabilidad política”. Sobre esa base la burguesía salvadoreña se ha hecho cada vez más fuerte desde el punto de vista económico y desde el punto de vista de sus relaciones con el imperialismo.”
En la última década (1950-1960) el proceso de industrialización ha sido, en El Salvador, en relación con el de los otros países centroamericanos, y aun con el de algunos países de América del Sur, impresionante. Por muchos años la Oligarquía Cafetalera, ejerciendo el poder político en forma hegemónica y despótica, estorbo la marcha de este proceso; pero a partir de 1950, cuando el sector industrial hubo ganado ya (diciembre de 1948), una parte del poder político, y cuando fue posible iniciar una nueva política estatal (capitalismo de Estado), que consistió en el financiamiento y aprovechamiento por el Estado de una parte del proceso de producción, el desarrollo industrial del país tuvo ocasión de acentuarse más y más.
Al principio, la oligarquía terrateniente (capitalismo agrario) no sólo no sintió ningún entusiasmo por la industria, sino que trató de sabotearla abiertamente. La oligarquía terrateniente se daba cuenta de que la presión de la industria para la creación del mercado interno, chocaría indefectiblemente con la política de hambre implantada por ella en todo el país (bajos jornales y salarios en las plantaciones de café), y está convicción predeterminó su conducta ante el fenómeno industrial. Algunos críticos niegan esta discrepancia de intereses entre los terratenientes de un lado y los industriales de otro, y consideran a ambos sectores como las dos mitades de una misma naranja. Contribuye a oscurecer, difuminar o diluir esa contradicción el hecho de que algunos elementos aislados de la Oligarquía Cafetalera participan directamente desde hace algún tiempo en el proceso industrial. Sin embargo, anotaremos aquí dos hechos importantes que pueden ilustrar objetivamente la conducta de clase de la oligarquía cafetalera frente al proceso industrial. Veamos.
A partir de 1949, a raíz del golpe de Estado de diciembre de 1948, la Oligarquía Terrateniente inició un fuerte y desquiciante movimiento de exportación de capital hacia los Estados Unidos, restando con ello decisivas posibilidades de financiamiento del desarrollo industrial del país. Sobre este punto el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), en su estudio titulado “Situación Actual y Perspectivas de la Economía en El Salvador”, dice 10 siguiente:
“Los datos disponibles sobre los activos, salvadoreños en depósitos en Bancos norteamericanos, Muestran que las tendencias registradas aumentaron en más del doble entre 1950 y 1956.” Obra Cit. pág. 44.
Sobre este mismo punto la Misión de Técnicos de la ONU, en sus “Medidas propuestas para fomentar el Desarrollo Económico en El Salvador”, dijo:
“Ciudadanos salvadoreños residentes en el país poseen sumas considerables, las que, en condiciones apropiadas, podrían ser destinadas a empresas reproductivas. Los fondos de propiedad salvadoreña están en parte atesorados y en parte invertidos en países extranjeros, especialmente en valores e inversiones norteamericanos. Muchos salvadoreños desconfían de las emisiones de bonos de su propio gobierno”. “Esta circunstancia ha hecho que los excedentes de fondos emigren a los mercados extranjeros o sean atesorados en efectivo”. “Alrededor de 40 millones de colones, o sean 15 millones de dólares, se encuentran atesorados en el país, en vez de usarse» para fines productivos en El Salvador.” “Desgraciadamente los inversionistas del país se muestran renuentes a invertir sus fondos disponibles en bonos del gobierno, entidades oficiales o en otras nuevas y arriesgadas empresas industriales”. Revista de Economía, 1955, pág. 678. ‘Los subrayados son nuestros.
Sobre este mismo punto cabe recordar aquí la situación qué se creó cuando, en 1950, se trató de colocar en el mercado interno la Emisión de Bonos de la Comisión Ejecutiva de la Presa Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL). Dos años y medio después de hecha la emisión, que originariamente ascendió a 13 millones de colones, los inversionistas particulares habían «cubierto sólo un 25 por ciento de la emisión, no obstante la reputación del BIRF, se “trataba de valores de alta calidad, vinculados con el nombre y reputación del BIRF, garantizados por el Gobierno y las ganancias exentas de impuestos directos.”
Sobre esté mismo punto, podríamos recordar aún la conducta de los inversionistas nacionales en relación con las Cédulas del Banco Hipotecario, el cual, en ciertos momentos, se vio obligado a recurrir a la asistencia financiera del Banco Central de Reserva para seguir funcionando.
El otro hecho importante que podría, ilustrar, sólo que en sentido inverso, la objetividad del conflicto que nos ocupa, se produjo recientemente con motivo de la puesta en el mercado de los bonos de la CEPA (Comisión Ejecutiva del Puerto de Acajutla), por valor de 12 millones y medio de colones. En menos de dos semanas los inversionistas locales (los mismos que antes se negaron a invertir) coparon más del 75 por ciento de la emisión, y al momento de escribir estas líneas, se dice, la emisión ha sido totalmente negociada.
Este hecho es sumamente revelador y expresa con la mayor claridad el cambio de conducta que se ha operado y que se sigue operando en el sector terrateniente “(el único que virtualmente tiene ahorros disponibles), en relación con el proceso de desarrollo económico del país en general, y con el de la industrialización en particular. Sobre este mismo punto el Estudio del BIRF antes citado, al analizar el movimiento de capitales salvadoreños hacia el exterior, en su página 44 dice:
“Sin embargo, parece que últimamente (el estudio es de 1957) el crecimiento de estos activos se ha hecho más lento, a medida que los empresarios salvadoreños invirtieron sus fondos en la industria nacional, respondiendo a los incentivos fiscales, a la estabilidad económica y a otros estímulos ofrecidos en el país.”
Hay base, pues, para pensar que ya en 1960 la conducta de la burguesía terrateniente, en relación con la industrialización del país, se ha modificado un tanto. La participación de los capitalistas agrarios en las industrias y demás empresas de desarrollo económico nacional, se hace cada día más notoria, y poco a poco se va borrando la línea divisoria que separaba, estos de los capitalistas industriales.
Con la nueva conducta observada por la burguesía terrateniente en relación con las necesidades del desarrollo económico nacional, es innegable que la burguesía nacional, EN SU CONJUNTO, se ha fortalecido como clase, en lo que va de 1950 a 1960, y que en la medida en que está burguesía esté dispuesta y resuelta a utilizar en su provecho los beneficios potenciales que ofrece la industrialización del país, se hará cada vez más nacionalista y tratará de admitir la concurrencia extranjera, tanto en lo que se refiere a los productos elaborados como a los capitales de inversión, únicamente en la medida en que su propia capacidad de inversión y producción, no le permita hacer frente por sí misma a las exigencias del desarrollo económico del país. Un síntoma de lo que puede llegar a ser esta conducta en el futuro, podría encontrarse en el incipiente acercamiento de la oligarquía cafetalera latinoamericana con los países del área socialista. Si la burguesía salvadoreña llegase a adoptar está conducta hasta llegar a convertirla en una línea de política internacional firme, ello aportaría a la causa de la democratización y de la independencia del país una ayuda inestimable.
Sin embargo, hay buenas razones, para pensar en que la burguesía salvadoreña no seguirá este camino. Tal como está planteada la industrialización en El Salvador, con vistas al aprovechamiento del mercado centroamericano, más que a la promoción del mercado interno, exige inversiones de tal envergadura que sólo podrían efectuarse con el concurso de la inversión extranjera. De esta exigencia están naciendo las empresas industriales “mixtas”, a través de las cuales se afirman las relaciones de la gran burguesía (sólo ésta tiene acceso a tales empresas) con el imperialismo. Ahora bien, al mismo tiempo que se afianzan esas relaciones la burguesía salvadoreña se escinde en dos grandes sectores: uno, el económicamente más poderoso y más influyente, estrechamente ligado al imperialismo, ajeno totalmente a las vicisitudes y miserias del mercado interno, y otro, que no podrá sobrevivir si no es manteniendo una lucha resuelta y sostenida contra aquél, levantando cada vez más alta la bandera de la independencia nacional. Este último sector, reforzado por los comerciantes no importadores, por los industriales nacionales, por los pequeños y medianos productores, solos o asociados en cooperativas, y por la clase media intelectual, es lo que podríamos llamar en El Salvador la “Burguesía Nacional”.
El camino de la “gran burguesía” salvadoreña hacia el mercado centroamericano está lleno de peligros y sus aventuras en ese terreno pueden llevarla a tempranos fracasos. En primer lugar, porque sus “aliados” imperialistas son vistos cada vez con mayor hostilidad por los pueblos en América Latina; y en El Caribe especialmente, y en segundo lugar, porque los industriales y los comerciantes de los otros países centroamericanos van a resistir en lo posible la penetración económica que a través de la gran burguesía salvadoreña está llevando a cabo el imperialismo norteamericano en Centroamérica.
Nueva perspectiva histórica para la realización de la Reforma Agraria Democrática en El Salvador
De no haber surgido la posibilidad de abrir el Mercado Común Centroamericano para la industria salvadoreña, no habría sido posible o habría sido muy lenta y difícil la integración industrial terrateniente de la burguesía salvadoreña. En este supuesto, la lucha entre terratenientes e industriales por el control del poder político, se habría profundizado en torno del problema del mercado interno. Con la perspectiva del Mercado Común Centroamérica se logró atraer al capital agrario hacia el campo de la inversión, industrial, y se atenuaron, hasta casi desaparecer en una década, las contradicciones políticas entre ambos sectores de la burguesía salvadoreña. En ese ínterin se repartieron entre ellos más o menos equitativamente los puestos claves de la Administración Pública y se fortaleció la posición económica y política de la burguesía salvadoreña, reforzada por sus posteriores contactos con el imperialismo. En base de esta apreciación es que podemos afirmar que la burguesía salvadoreña (integrada) es hoy día mucho más fuerte económicamente que lo que pudo ser en cualquier otro momento de su historia, y que los métodos de lucha política de las fuerzas progresistas y revolucionarias en El Salvador, tendrán forzosamente que adecuarse a la nueva situación si es que quieren ser eficaces.
Una vez que se hubo operado el fenómeno de fusión económica y de inteligencia política entre los más altos círculos, de la burguesía (grandes industriales, grandes terratenientes, grandes banqueros, grandes comerciantes del giro exterior), y cuando todo parecía marchar sin tropiezos, ha comenzado a manifestarse un hecho, casi imprevisto cuyas consecuencias negativas no fueron debidamente calibradas en su oportunidad. El Mercado Común Centroamericano, en el que tantas esperanzas depositaron los “técnicos” de la burguesía, ha comenzado a fallar y a convertirse en un factor de discordia centroamericana más que en un instrumento de unidad. La integración económica no marcha y la misma ODECA viene confrontando dificultades casi insuperables. En estas circunstancias la burguesía se ve obligada a plantear de nuevo el problema del mercado interno, esto es el problema de la diversificación de la producción, de la liquidación de las trabas feudales en el campo y del aumento de la capacidad adquisitiva de las masas. La solución satisfactoria de estos problemas se está transformando en una necesidad apremiante para la burguesía salvadoreña en su conjunto.
Lo dicho significa que en El Salvador está planteado el “problema agrario” con mucha mayor agudeza que antes, y que el tema de la Reforma Agraria tiende a situarse en el primer plano de las preocupaciones nacionales. Por la primera vez., la discusión del problema agrario ha saltado por encima de: los estrechos círculos de los “entendidos”, cobrando carácter y tratamiento nacionales. No hay hoy día un solo periódico que directa o indirectamente no le dedique atención seria a este problema, aun cuando no se haya hecho todavía del mismo un análisis correcto y exhaustivo. El mismo coronel José María Lemus, hizo elaborar y poner en práctica (?) su ya famoso “Plan Metalío” rechazado por reaccionario incluso por los terratenientes, exponiéndose a toda clase de sarcasmos y críticas. Todos quieren “echar su cuarto a espadas” en este asunto, y cabe esperar muchas fórmulas y proyectos de solución a cual más “prácticos y originales”.
De otra parte, parece ser que el Imperialismo Norteamericano se inclina, a recomendar cierto tipo de “reforma agraria” (¡y vaya que los ‘hay para todos los gustos!), para los países latinoamericanos.
Creemos que estos hechos deben ser interpretados en el sentido de que “hay luz verde” para la discusión abierta de la cuestión agraria, o, dicho de otra manera, la burguesía en su conjunto; puesta ya en el camino de la industrialización y sin posibilidad alguna de contramarcha, no tiene otro recurso que interesarse por una solución “conveniente” del problema agrario, esté es por la incorporación de las grandes masas del campo, totalmente desposeídas y empobrecidas, a la economía mercantil, a la producción moderna, al capitalismo.
Pero es claro que la burguesía no puede levantar ella misma, la bandera de la Reforma Agraria, ni mucho menos de Revolución Agraria, ya que una y otra, en distinto grado, vulneran el principio fundamental clásico del liberalismo, el principio de h propiedad privada, y auspiciarlas equivaldría a debilitar políticamente la base de su estructura institucional. Por ello, quizás, es que la burguesía prefiere dejar esta tarea, con todos los quebrantos que ello pueda suponer, a las fuerzas populares, a la pequeña burguesía, y por ello es que también consiente o tolera la libre discusión de un problema que hasta hace poco, fue punto menos que tabú.
Al llegar a este punto conviene observar cómo la burguesía terrateniente (cafetalera), que por fuerza del desarrollo económico espontáneo, ha pasado ya a formar parte del ala derecha si se quiere de la burguesía integrada, ante la imposibilidad histórica de echar marcha atrás, ante la perspectiva de obtener utilidades más seguras en el campo de la industria, y ante los inesperados contratiempos surgidos en el camino del Mercado Común Centroamericano, tiende a convertirse en una fuerza económica, social y política propugnadora de nuevos desarrollos de la economía nacional.
Es obvio que, cuando la burguesía terrateniente, ya modernizada y ungida con los óleos de la industrialización, habla de resolver el problema agrario (“si la persuasión no basta, será indispensable dictar medidas cohercitivas”, ha escrito recientemente el gran cafetalero Agustín Alfaro Morán), no lo hace pensando en ninguna solución que dañe sus intereses. La burguesía terrateniente aspira a una solución del problema agrario que deje a salvo sus intereses, que deje intactas sus fincas, sus “beneficios”, que ella considera que son, y lo son realmente, expresión del desarrollo capitalista en el campo, o dicho de otro modo, unidades económicas de tipo agrícola (no agrario) en las que se emplea fuerza de trabajo libre y asalariada, abonos químicos, beneficios, transportes mecanizadas, etc., los cuales no deben ser afectadas frontalmente por ningún tipo de Reforma Agraria.
Si este presupuesto fuese correcto, y la burguesía integrada realmente tuviese interés en una solución democrática del problema agrario, ya sea porque así se lo aconsejen sus nuevos intereses industriales, o simplemente porque comprenda que no hay forma de aliviar las tensiones sociales qué están a punto de estallar, con la amenaza de peligros mayores, ello estaría indicando que ha surgido ya en el panorama político del país, una zona de entendimiento o punto de acuerdo entre los intereses de la burguesía terrateniente y los intereses de las masas populares en general, y de las grandes mayorías campesinas en particular. Es obvia la importancia de este hecho desde el punto de vista de las derivaciones tácticas del movimiento democrático y revolucionario en El Salvador.
Pero, se preguntarán asombrados algunos “revolucionarios”: ¿Cómo es posible que las masas trabajadoras y sus dirigentes demócratas puedan sentarse a la mesa de los acuerdos y transacciones, junto con los sectores oligárquico-cafetaleros que fueron siempre el enemigo jurado de las aspiraciones democráticas del pueblo? ¿Si no es contra los terratenientes, contra quién ha de plantearse entonces la Reforma Agraria?
Antes de dar respuesta a estas interrogantes, quizás convenga recordar aquí:
a) que la Reforma Agraria Democrática es la solución burguesa del problema agrario, ya que su misión histórica consiste únicamente en abolir todos los obstáculos heredadas del feudalismo en el campo, que se oponen desarrollo del capitalismo; b) que la Reforma Agraria realiza sus objetivos entregando la tierra en propiedad a los hombres que la están trabajando en condiciones feudales o semifeudales (reparto parcelario), o bien modificando toda la estructura de la propiedad en el campo mediante la “nacionalización de la tierra”. Pese a que esta última modalidad es la que podría permitir el más completo desarrollo del capitalismo, la burguesía no se decide por ella, o se decide con muchas reservas, cubriéndose la retirada, porque la considera como un paso hacia el socialismo; c) lo anterior es lo fundamental histórico de la Reforma Agraria y en ello estriba “lo incondicional” de la misma. Lo otro; la asistencia técnica, él crédito, las formas de pagos e indemnización, constituyen lo accesorio y subalterno, lo incondicional; d) la “colonización” no es parte de la Reforma Agraria porque al tratar únicamente de absorber porciones de la población flotante en el campo; deja subsistentes a la servidumbre y a la semiservidumbre cuya abolición es lo “incondicional” de la Reforma; e) que en El Salvador hay un total de 225 mil familias que trabajan en condiciones de vasallaje semifeudal, que viven bajo el peso de la doble explotación del “pago en especie” y del “pago en trabajo”.
Hay personas en, El Salvador que al estudiar estos problemas niegan totalmente la existencia de relaciones de producción feudales y semifeudales en el campo (Geoffroy Rivas y otros), o que las admiten únicamente en calidad de meros “residuos”, remanentes, etc., desestimando la fuerza condicionante de aquella cifra en todos los órdenes de la vida nacional; f) no hay, en consecuencia, ningún movimiento democrático en El Salvador, ni puede haberlo por ningún motivo, si como eje de su programa no lleva la reivindicación de la Reforma Agraria. Desestimar la importancia histórica de esta tarea, posponiéndola o negándola, conduce inevitablemente a hacer concesiones de toda clase a la reacción interna y al imperialismo;
g) la profundidad y la amplitud que alcance la Reforma Agraria, o sea su capacidad para empujar el desarrollo histórico del país, no depende de ninguna cuestión de principio, sino solamente de una cuestión de política práctica, o sea el estado de organización y la fuerza política de que puedan disponer, en un momento dado, las masas trabajadoras del país; h) para llevar adelante la Reforma Agraria Democrática en El Salvador no hay necesidad de pensar en ninguna reforma de tipo constitucional. La Constitución política vigente (la de 1950) en su título IX, y en sus artículos 135-136-137-138 y 147 asegura un margen suficiente de la elasticidad jurídica para emprender y llevar adelante nuestra Reforma Agraria Democrática.
VI ¿Contra quién ha de plantearse, pues, la Reforma Agraria Democrática?
Ha llegado el momento de dar respuesta a tan inquietante cuestión. Para nosotros, este problema sólo puede tener, en las condiciones específicas de El Salvador, que fueron expuestas en páginas anteriores UNA SOLUCION: la Reforma Agraria debe enfilarse única y exclusivamente contra los propietarios de tierras, ya sean éstos pequeños, medianos o grandes, en cuyos dominios haya mozos colonos (siervos) o arrendatarios (semisiervos) que estén pagando renta en especie o en trabajo, o que se hallen inmovilizados por las “habilitaciones”. Estas son las formas feudales y semifeudales de explotación que frenan el desarrollo de la economía mercantil en el país, que detienen su desarrollo económico, que detienen el desarrollo democrático y que no permiten mejorar el nivel de vida material y cultural de las grandes masas.
Históricamente está creado hoy día la posibilidad de romper la vieja alianza entre los terratenientes capitalistas y los latifundistas feudales, y también la posibilidad de abrir una brecha hacia la democratización del país. Es obvio que la Reforma Agraria, así concebida y aplicada, vendrá a fortalecer necesariamente a la burguesía integrada, por cuanto pondrá a disposición suya todas las ventajas económicas del Mercado interno diversificado y fortalecido por la Reforma. Ello es innegable, pero también lo es y en mucha mayor medida, que las ventajas que alcanzará el movimiento obrero y campesino, sin contar el mejoramiento del nivel de vida, de las masas, serán más importantes si se tiene en cuenta que, a través de las luchas por la Reforma Agraria, se podrá afianzar la unidad de este movimiento y elevar convenientemente su nivel político. Y más tarde, cuando haya sido posible quebrantar radicalmente la resistencia de los feudales, ya habrá ocasión de que las masas trabajadoras del campo, liberadas y fortalecidas por 1a Reforma, planteen a los terratenientes capitalistas, sus propias demandas a través de la lucha democrática.
El cambio del panorama político del país resulta así impresionante. Los 14 Grandes, la Oligarquía Cafetalera, que fueron considerados hasta hace poco como la fuerza principal de resistencia al movimiento democrático, han dejado de ser por ahora, el enemigo principal. Hoy el enemigo principal es el latifundista feudal explotador de mozos colonos y arrendatarios enfeudados, y contra él debemos descargar los más duros golpes. Esta es la única manera de romper la alianza reaccionaria entre los capitalistas terratenientes y los latifundistas feudales, la única manera de incorporar a la lucha democrática a más de medio millón de trabajadores activos del campo, y también la única manera de soldar la alianza del proletariado y los campesinos en escala nacional.
VII Composición orgánica de la Burguesía Salvadoreña
En el curso del proceso de integración de clase de la burguesía que hemos bosquejado arriba, su composición orgánica se ha hecho cada vez más compleja y sería absurdo pretender que toda ella, en su conjunto, acoplara su conducta ante todos los problemas como una sola masa homogénea, sin considerar las contradicciones que separan a sus distintos sectores.
Nosotros hemos descrito una “burguesía integrada” interesada en el desarrollo de la economía nacional, en la elevación de los niveles de vida del pueblo, en la libertad y la independencia nacional, EN LA MEDIDA en que esas grandes reivindicaciones coinciden con los intereses económicos de esta burguesía. Esta burguesía, es la que a nuestro juicio debe ser considerada como burguesía nacional salvadoreña, y como tal es merecedora del más atento estudio de nuestra parte. Es preciso 1Iegar a conocerla en sus reacciones más íntimas frente a todos y cada uno de los problemas que afectan al país y frente a las problemas particulares que afectan a cada una de las clases que forman la sociedad salvadoreña.
En determinadas condiciones, esta burguesía nacional sería capaz de participar activa y consecuentemente en las luchas del pueblo por la democratización del país y de rendir incluso grandes tributos el patriotismo. Ello dependería, en todo caso, de que a su lado, estimulándola y empujándola, se halle una clase obrera bien organizada, querida de las masas del pueblo, sólidamente vinculada a los trabajadores del campo y dueña de una clara y firme línea política revolucionaria.
Pero no debemos olvidar que a un lado de esta burguesía nacional, compuesta de sectores estrechamente vinculados a la producción y al comercio internos, se destaca una “gran burguesía”, cuyos negocios actuales y futuros provienen de sus vinculaciones financieras y comerciales con el capital imperialista norteamericano. Los grupos que componen a esta gran burguesía son los grandes banqueros, los grandes comerciantes del giro exterior, los grandes terratenientes capitalistas, y los grandes industriales y dueños o socios de empresas que, bajo la denominación de toda clase de sociedades y “compañías salvadoreñas”, se prestan para pasar de contrabando y cohonestar la inversión y las actividades del capital norteamericano en nuestro país y en Centroamérica. Estos grupos son los que actualmente controlan el poder político o ejercen poderosa influencia en la política gubernamental, y son los más interesados, porque en ello les van grandes beneficios, en crear un mercado de 12 millones de centroamericanos para los inversionistas y comerciantes norteamericanos. Estos grupos miran las cosas en grande y casi no tienen interés en nuestro mercado interno.
Las más grandes inversiones que haga el capital imperialista en El Salvador, en el inmediato futuro, serán canalizadas través de la acción antinacional de los grupos que forman esta Gran Burguesía. Entre la burguesía nacional y la gran burguesía hay toda una intrincada red de relaciones que es preciso conocer a fondo. Por ello es menester hacer de sus peculiaridades de clase un estudio serio y mantener sobre sus actividades la más estrecha vigilancia.
VIII Consideraciones Finales:
Primera: Si nuestra generación no pudiera realizar más que la tarea de liberar a millón y medio de salvadoreños, víctimas hoy día de la opresión feudal, incorporándolos a la vida moderna que surge de la economía mercantil, elevando su nivel de vida y su standard cultural, y creando las condiciones para una alianza efectiva forjada en la lucha común entre la clase obrera y los campesinos, nuestra generación habría justificado históricamente su existencia.
Segunda: En la medida en que ninguno de los objetivos de clase de la gran burguesía gobernante coincide con ninguna de las reivindicaciones democráticas (progreso, independencia y libertad) del pueblo salvadoreño, la actual “estabilidad social y política” que parece imperar en el país no puede durar mucho tiempo. La aparente estabilidad actual puede romperse, inopinadamente y dar lugar a nuevas crisis políticas. Prepararse para enfrentar exitosamente estas crisis, mediante el conocimiento de sus verdaderas causas y de sus proyecciones, he aquí nuestra tarea.
F I N
San Salvador, junio de 1960.

Con la mirada puesta en el congreso del partido

Con la mirada puesta en el congreso del partido.
Por Darío Machado Rodríguez

Es innegable que el ideal socialista sufrió un colapso en su prestigio, no solo en la desaparecida URSS y en los extintos países socialistas de Europa Oriental, sino también en Cuba, aunque los efectos más fuertes y duraderos del también catalogado como “desmerengamiento” se dieron aquí en el terreno económico; mientras, la identificación de la idea del socialismo como imagen de una sociedad mejor y más justa para Cuba se mantuvo y mantiene predominante en nuestros días.

Sin embargo, se produjo en estos años un debilitamiento de ese ideal y con ello una tendencia en la comunicación de contenido sociopolítico a no emplear el vocablo socialismo para acreditar la proyección social del país, mucho menos la frase “construcción del socialismo”, expresiones esenciales inherentes a la formulación del ideal socialista, vergonzantemente silenciados por algunos. En su lugar han surgido frases sustitutas como “proyecto social cubano”, “la sociedad que construimos” “proyecto de país”, etc., que de hecho son formulaciones válidas, pero obvian incluir en las expresiones el contenido socialista. Esa tendencia todavía hoy se revela y puede ser no solo el resultado de las vicisitudes mundiales del socialismo, sino también –hay que reconocerlo- de las dudas sobre su viabilidad por el desgaste que ha producido la tenaz acción de la guerra económica contra Cuba, el mencionado colapso del socialismo en Europa Oriental y la URSS, nuestros errores e insuficiencias y el hecho de continuar siendo un sendero ignoto requerido de mucha experimentación.

Pero si bien es un camino no desandado por completo en ningún lugar del mundo, no significa que el propio camino no sea socialista.

Siempre he afirmado que el socialismo en Cuba es simultáneamente realidad, ideal y experimentación. Es realidad por las transformaciones profundas ocurridas en la sociedad cubana y por las prácticas sociopolíticas y culturales que se mantienen, ideal porque en su horizonte hay propósitos considerados alcanzables y aún no realizados, y experimentación porque al ser efectivamente un camino ignoto, la experimentación es necesaria e inevitable.

Por ello sigue siendo válida la expresión construcción del socialismo o construcción social de orientación socialista, frase a la cual suelo acudir en un intento de caracterizar de modo resumido el proceso que constituye el tipo de sociedad cubana actual. Y lo es con todo derecho, porque predomina la propiedad social socialista sobre los medios fundamentales de producción de bienes y servicios y demás propiedades socializadas, por el papel de la planificación, por las normas socialistas de su gestión, por las pautas de distribución del producto social, por la cultura política predominante, por el poder político revolucionario, por las leyes vigentes, por las formas organizativas y por muchas otras razones.

Por otra parte, la descripción general de la sociedad cubana como una sociedad de orientación socialista, no solo incluye características socialistas fundamentales que son resultado de las transformaciones revolucionarias, así como su dirección, sino también su horizonte, su ideal y supera la discusión escolástica acerca de si Cuba es socialista o si no lo es. Lo es y no lo es a la vez.

De cualquier manera, disipada la polvareda de la implosión del campo socialista este-europeo, se comenzaron a ver con mucha claridad los efectos nocivos de la restauración capitalista en esa región del mundo y lo que ha significado la barbarie de los intentos de expansión hegemónica del imperialismo mundial en todos los órdenes (2).

Hoy, a las puertas del VII Congreso del PCC y en medio del mundo convulso y desafiante en que vivimos, es de particular interés incorporar al debate social el tema del ideal socialista.

Y es que el socialismo en Cuba, en tanto creación heroica, necesita hoy más que nunca levantar el ideal socialista, necesita enarbolarlo como finalidad estratégica, lo cual elementalmente requiere también el sustantivo y el adjetivo que mejor lo identifican: socialismo y socialista.

En otras palabras, tanto las acciones socialistas, como su teoría, ideología e ideal, forman parte de las fortalezas de la revolución socialista cubana.

Los ideales y el ideal del socialismo

Hay muchos modos de pensar qué es un ideal, realidad que se desprende lógicamente de la rica diversidad y complejidad de la vida social (3).

Cuando hablamos de ideal socialista, o ideal de socialismo, nos estaremos refiriendo al ideal social, al ideal sociopolítico y cultural, un ideal complejo y abarcador que se relaciona con la totalidad social, con los ideales que existen en la sociedad.

No pocas veces se ve el ideal social reducido al ideal político, de gobierno, y no se habla del ideal cultural, de ideal de bienestar, ni se desmenuzan los eslabones mediadores que enlazan la vida cotidiana con la política, el gobierno, los derechos.
El ideal social o ideal de sociedad es como todo proceso y realidad humana, un producto histórico concreto y en consecuencia cambiante.

En Cuba prerrevolucionaria existían diferentes ideales sociales, predominando en la sociedad el ideal democrático burgués. Éste, aunque fuertemente jaqueado por las contradicciones que reproducía y profundizaba el capitalismo dependiente (sin que ello alcanzara a constituirse en estado consciente en las mayorías acerca de sus causas profundas) y por el desprestigio que sufría a causa de los episodios dictatoriales como el existente en la década de 1950, era el que se reproducía en el mundo simbólico con mayor intensidad e influencia en la conciencia ciudadana.

El ideal socialista, asumido y defendido por un reducido grupo de convencidos, organizados o no políticamente, lograba solo una escasa influencia en la sociedad que estaba además confundida por la aviesa manipulación estereotipada de los conceptos de socialismo y comunismo.

Un ideal socialista cubano

Fueron las leyes revolucionarias de los primeros años generadas a partir de la destrucción del viejo Estado burgués dependiente, junto con las convicciones que reproducían los líderes de la revolución y muy especial el magisterio ideológico y político de Fidel, los que en su interacción lograron instalar en breves años el ideal socialista como concepto estratégico para la salvación de la nación cubana.
Un primer punto de partida al enfocar el tema del ideal socialista es definir si existe un único ideal socialista o tantos ideales socialistas como realidades sociohistóricas culturales existen en la humanidad.

El socialismo, en su calidad de sociedad nacida de las entrañas del capitalismo, donde quiera que emerja tendrá una serie de rasgos distintivos similares en la medida que se trate efectivamente de una superación del modo capitalista de producción y de vida. Pero el ideal socialista en tanto realidad social existirá en el mestizaje inevitable con las características sociohistóricas, culturales, presentes en cada sociedad humana.
El modo en que se visualiza, por ejemplo, el bienestar esperado en una sociedad socialista, el modo en que se valora la distribución del producto social, el modo en que se organiza la vida política, etc., como componentes del ideal socialista será obligadamente diferente en cada sociedad.
Esa misma relación realidad-ideal es la que explica que el ideal socialista sea un ideal obligadamente múltiple, que tiene una expresión en diferentes ámbitos de la realidad social, el ideal socialista no es una utopía, tampoco es una fe, sino la expresión consciente de un futuro posible.
Ideal, utopía y fe
Tanto los ideales, como las utopías y las distintas formas de la fe constituyen factores que influyen en las actitudes y acciones de los seres humanos y en ese aspecto tienen una similitud funcional, pero sus contenidos y significados difieren.
Utopía e ideal se parecen, pero no son lo mismo, si bien en el lenguaje propagandístico político el término utopía se emplea con reconocido éxito, eso no lo hace idéntico al ideal. Vale también recordar que el término utopía y el adjetivo que de este se deriva: utópico, utópica, son empleados para desautorizar determinados ideales tildados de irrealizables, aunque de hecho no lo sean, por lo que tales manejos solo procuran desvalorizarlos, precisamente por ser realizables. Es lo que ocurre con la desvalorización del ideal socialista cuando lo califican de “utopía”.
La utopía es expresión más de la imaginación que de la realidad, mientras que el ideal tiene un importante basamento en lo que es más cercanamente palpable y alcanzable con el esfuerzo individual y colectivo.
La utopía no necesita cambiar en períodos relativamente cortos de tiempo, el ideal está en constante transformación, es más flexible y práctico que la utopía. La utopía está más cerca de la fe, el ideal está más cerca de la razón.
La anterior distinción no resta fuerza al papel de la utopía en la sociedad, simplemente la distingue del ideal socialista.
El ideal socialista concita a la credibilidad consciente a partir de premisas reales, tangibles, en el sistema a cuya construcción colectiva se aspira por la sociedad.
En cuanto a la fe, esta denota la creencia en algo o alguien sin que medie una certeza consciente, sino solo la sensación de esa certeza. La palabra tiene un significado religioso, aunque se emplea hoy con otros significados: por ejemplo cuando un notario “da fe” de una firma, o en la frase “fe de erratas”, etc.
La fe no necesita la evidencia. Cuando una persona esta auto-imbuida de una determinada fe, obedece preceptos y mandamientos de la doctrina con la cual se identifica. Aunque la realidad en la que vive los cuestione, procura convencidamente encontrar la explicación que se avenga a la doctrina, a los preceptos, sobreseyendo las complejidades que cuestionen su fe.

El ideal socialista y la concepción del mundo
Por su amplitud, por los horizontes que abarcan los ideales sociales, estos se relacionan esencialmente con la concepción del mundo prevaleciente en las personas y grupos sociales, insertándose en esta última como parte coherente, afín, de la visión integral de unos y otros acerca de nuestra existencia en el planeta.
La persistencia espacial temporal de un ideal depende de los factores que lo condicionan, en cuyo conjunto el “ideal” aparece como la variable dependiente, que una vez surgida es esencial para pasar del conocimiento de la realidad social a jugar un papel mayor en la acción transformadora.
El fuerte debilitamiento del ideal socialista en las sociedades de los países ex-socialistas de Europa y en la desaparecida URSS puede explicarse principalmente por el debilitamiento y la in-funcionalidad de las condicionantes que lo sostenían, tanto las de orden material como las de orden espiritual y en especial por la desarticulación en lo ideológico, lo económico, lo político y lo organizativo entre ambos planos de la unidad material del mundo.
En el mundo de hoy en el que los medios de comunicación y las tecnologías asociadas han tenido un desarrollo cuantitativo exponencial y en muchos lugares se ha producido una deformación de la política que ha tendido cada vez más a ser función del mercado, los ideales pueden ser enarbolados desde intereses totalmente opuestos a lo que estos ideales argumentan y promueven, simplemente por su manipulación para obtener coyunturalmente apoyo popular.
Lo anterior es una razón más para no dejar el ideal socialista en fórmulas generales, vacías, sino rica y rigurosamente argumentadas.
Para promover el ideal socialista no basta con afirmar que se está por el socialismo, flaco favor le hace a la práctica esta simpleza.
El ideal socialista es un concepto complejo.

En la realidad cubana actual se pueden identificar no solo diferentes formas de existencia del ideal socialista, sino también formas de ideal capitalista. No hablo aquí de proporciones, sino de aspectos cualitativos.
Un ideal social es, como lo es la ideología que lo identifica, un producto histórico cultural, una generalización que resulta de la experiencia histórica, que visualiza, representa, resume el tipo de sociedad, las bases de su organización, las finalidades de su construcción, las pautas, leyes y normativas legales de su funcionamiento.
La fidelidad al ideal socialista en Cuba no puede ser una postura dogmática ni una declaración formal para no aparentar dejación de los propósitos originarios de la revolución, sino un eje capaz de resumir y articular voluntades, al que no se puede renunciar sin debilitar la única posibilidad de sostener y desarrollar el país en libertad, independencia y soberanía.
Para comprender el ideal socialista en la sociedad cubana actual, es preciso definir el conjunto de condicionantes que lo hacen vigente, ya que en la integración que significa el ideal se expresarán los valores presentes en estas condicionantes.
El ideal socialista tiene invariantes, que pueden relacionarse con su estructura básica, con los principios compartidos, a partir de los cuales evoluciona y se desarrollar el ideal. Relacionar los principios con las invariantes en modo alguno significa que los principios no cambian, que no se desarrollan. Aquí el término de invariante no hay que entenderlo como algo que no cambia, todo cambia, sino que se relaciona con la estabilidad. Se refiere al conjunto de principios que en su evolución y desarrollo mantienen una integración estable capaz de conservar el equilibrio y evolucionar enriqueciéndose en medio de las informaciones que aparecen continuamente desde la exterioridad del sistema “ideal socialista”.

Pero todo el asidero de ese sistema: “ideal socialista”, se encuentra en la conciencia de la sociedad cubana, incluyendo la presencia del sujeto que trabaja por su actualización y enriquecimiento, anclaje social y desarrollo armónico en la sociedad.

El ideal socialista cubano –repito- es como la ideología: un producto histórico cultural, es realidad en la conciencia social cubana y en el modo en que se expresa conscientemente en el mundo simbólico, mientras que la eficacia de su conceptuación está en razón directa con el grado en que el concepto que sobre ella se construye sea capaz de recoger lo esencial de esa realidad de modo articulado y coherente, explique su génesis, actualidad y proyección futura con valor práctico para la aceptación, convencimiento y movilización popular.
La construcción del ideal socialista, en tanto acto racional, resultado de la actividad humana, puede en cualquiera de sus formas y expresiones, estar más o menos identificado con la realidad social, y su eficacia como agente para movilizar la acción social estará también en dependencia de la calidad de su elaboración, de su formulación.

Las funciones del ideal socialista cubano, lo que es extensivo a cualquier otro ideal social, constituyen el elemento más dinámico del ideal socialista, están en la interfase ideal–sociedad y expresan precisamente la necesidad del ideal, y serán funcionales realmente a las necesidades sociales si las expresan.
Es ese precisamente el ámbito en el que las ciencias sociales en su integración con el centro de gravedad del sujeto político pueden realizar su mayor aporte, al proveer la información y los análisis más cercanos a la realidad social, contenidos que aporten la necesaria terrenalidad a la construcción de la expresión del ideal en un momento histórico dado.

La complejidad del ideal socialista emana precisamente de su terrenalidad. Después de ser enunciado el término, su pensamiento concreto se abre en numerosos ámbitos del acontecer ciudadano, donde radican esas condicionantes.
El ideal socialista sería una formulación vacía si se reduce a contenidos generales. Su explicación y argumentación tiene que abarcar esos disímiles ámbitos de la realidad social. Es ahí donde está lo principal en el debate acerca del ideal socialista en Cuba.

Si algún aporte de utilidad mayor pueden hacer las ciencias sociales, es el de estudiar y conocer cómo funcionan los eslabones mediadores entre los diversos ámbitos de la vida social en el que resulta significativo el funcionamiento del ideal socialista, lo que contribuirá a conocerlo y a conceptuarlo, y proponer programas de acción que afinen su funcionamiento armónico.

Naturalmente, no es ni puede ser la pretensión de este texto que solo aspira a estimular el debate en torno al ideal socialista, intentar una explicación medianamente exhaustiva sobre estos ámbitos y el modo en que en ellos funciona o debería funcionar el ideal socialista, sino apenas esbozar un panorama del conjunto, pero sí es dable ejemplificar con una aproximación en uno de ellos, el ámbito económico.

Al dirigir la mirada hacia la complejidad del ideal socialista, encontramos aspectos fundamentales que son principios de su existencia y finalidad social: la igualdad social, la justicia social, la cooperación, la emulación, el ideal económico, el ideal político, el ideal jurídico, el ideal ético, el ideal estético, el ideal organizativo, el ideal ciudadano, el ideal familiar, etc.

El ideal socialista debe contener también el criterio acerca de la estructura socioclasista y las reglas para incidir en la modelación de la movilidad social, de manera que las normativas, gratificaciones, reconocimientos, remuneraciones, etc. sean adecuadamente comprendidas y asumidas por la sociedad como justas, lógicas y aceptables, lo que sentará las bases para evitar que las diferencias sociales se perciban como indebidas, como privilegios espurios y para que no condicionen la estructuración de una imagen como pertenecientes a una clase ajena al ideal de toda la sociedad a quienes por sus capacidades y desempeño participen en mayor proporción del producto social, y específicamente a aquellos que ocupen posiciones en las estructuras de dirección económica, administrativa o política. De ello hay que hablar.

El ideal real y el ideal explicitado

El desarrollo del ideal socialista tiene lugar como resultado de las contradicciones, inequidades e injusticias del capitalismo y contra la inercia de la dominación y el poder hegemónico del modo capitalista de vida. Eso significa que el capitalismo seguirá funcionando y depredando a la humanidad y a la naturaleza mientras no exista un poder organizado que rompa su existencia inercial y perversa, de ahí que sin la acción política a favor de su superación, o lo que es igual a favor del socialismo, por más que resulte inicuo el accionar del capitalismo no podrá ser superado.

La influencia del capitalismo llega por múltiples vías, en el terreno económico, comercial, financiero, diplomático, militar, y muy especialmente a través de las guerras culturales y es preciso para su enfrentamiento renovar y fortalecer el ideal socialista desde bases realistas.

Para ello, es importante diferenciar entre el ideal que se ha consensuado y explicitado en un momento dado y el ideal real que está en permanente cambio y renovación, de donde se colige la importancia simbólica y práctica que tiene reverlo constantemente en sus disímiles aristas e integralmente.

El ideal socialista “vivo”, es decir, el que existe en sus disímiles formas y contextos complejos en la sociedad, vive en contraposición con todo el andamiaje práctico y simbólico de la influencia del capitalismo, del que está afuera y el que tenemos dentro, de ahí la importancia concreta e ineludible de su formulación y de la batalla de ideas por su divulgación, explicación, y continuo enriquecimiento.

Es precisamente en su formulación donde se pueden crear las premisas para alcanzar el máximo de eficiencia funcional del ideal socialista junto con el desarrollo cultural, en el proceso de retroalimentación desde el ideal formulado hacia la sociedad.

Esa formulación debe corresponderse en sus elementos básicos con lo que predomina realmente en la conciencia social. De ahí lo decisivo de aprenderlo para alcanzar una adecuada formulación del ideal que si bien nunca será igual a la realidad, no debe entrar en contradicción con lo que resulta socialmente entendible, asimilable y funcional, so pena de fracasar (4).

La explicación del ideal socialista desde la ciencia del ejemplo es un elemento fundamental para su extensión. En ella juegan un determinado papel los institutos ideológicos, la intelectualidad, los ideólogos, pero la expresión del ideal socialista en forma de planteo conceptual, tiene que evitar toda manipulación voluntarista o utópica para que empalme eficientemente en la conciencia ciudadana.
Si la formulación práctica del ideal no resulta efectiva para conmover y sumar conciencias será muy difícil cuando no imposible aspirar a convertirlo en una herramienta de promoción del sentimiento colectivista, del altruismo, la solidaridad y la justicia social.

De ahí que las aspiraciones generales del socialismo en una realidad sociocultural histórica concreta, expresadas en el ideal socialista, necesitan de su argumentación terrenal, de la explicación de las posibilidades concretas de su realización, de su identificación con los intereses de la gente, solo así el ideal se podrá afianzar y desarrollar.

El ideal socialista formulado “con los pies sobre la tierra” puede obtener los resultados prácticos que se requieren para demostrar la necesidad, posibilidad y viabilidad del modo socialista de producción y de vida y con ello una sólida identificación de la gente con ese ideal.

Un ciudadano puede tener conocimiento de un ideal, pero no identificarse con él, no compartirlo y, en consecuencia, carecer de influencia en su modo de pensar y actuar, salvo aquella influencia que sirve para reafirmar cualquier otro ideal o la ausencia de ideales. Por ello es dable hablar de “ideal asumido” o de “ideal compartido”, como calidad de la identificación con este de personas o grupos sociales.

El ideal compartido, asumido, incorporado, aparece como una síntesis modélica, pensada o imaginada de modo específico en cada coyuntura histórica, ejerciendo una influencia en la conducción de los caminos del pensamiento de las personas y en la orientación de sus acciones.
El ideal, como representación mental, es una abstracción que se forma bajo la influencia de una compleja serie de condicionamientos generados en la interrelación del sujeto con la realidad.

En tanto constructo subjetivo, el ideal en su conformación se va tejiendo desde los patrones, la información, la cultura de quienes lo sustentan, proceso en el cual los intereses juegan un papel transversal

El proceso de identificación de la persona con un ideal se ve influido y modelado desde edades tempranas, en el seno de la familia, la escuela, la comunidad, el grupo de amigos y en la sociedad en general, sobre todo a través de la acción de los medios de comunicación social, y de modo creciente en los medios que ofrecen las nuevas tecnologías de información y comunicación.

Los productos culturales (dibujos animados, novelas, anuncios, cortos, películas, el teatro, los show, los anuncios, y un largo etcétera) que ofrecen los medios en general, tradicionales y nuevos, reflejan de disímiles formas los ideales, bien alimentándolos, bien contrarrestándolos. Así, por ejemplo, la publicidad comercial del capitalismo, reproduce un ideal de bienestar que deriva en el confort hedonista afín a los intereses mercantiles de ese sistema y a su práctica habitual de crear en la gente necesidades artificiales, provocando estados mentales de carencia de algo que no necesitan para así estimular el consumismo.
Lo ético y lo estético están presentes en la conformación y afianzamiento de los ideales. El ideal estético de los seres humanos constituye uno de los principales factores de modelación de cualquier ideal, al acercarse a la perfección. Si bien el ideal socialista debe rechazar de plano el consumismo, la aspiración a su promoción y asimilación no puede presentar un socialismo feo y aburrido, que desilusiona, sino ser capaz de reconocer en él lo alegre, bello y esperanzador de la superación socialista de la realidad capitalista.
Sobre el papel del ideal
Cuando los individuos y grupos sociales se identifican con un ideal, este se traduce en convicciones que pautan los comportamientos humanos y refuerzan las actitudes transformadoras que significan ese ideal compartido, su búsqueda, su realización.

Al ser el ideal una realidad histórica concreta, es también cambiante, no solo a escala del individuo, sino en su dimensión social.
El hecho de ser el ideal una realidad cambiante significa que puede atemperarse o sublimarse, en dependencia de factores coyunturales, pero en ningún caso en su formulación puede perder su condición de constructo ideológico, de modelo que impulsa la realización de objetivos individuales y sociales.
De ahí que, independientemente de la existencia o no de generalizaciones conceptuales resultantes de diferentes conceptuaciones, el ideal socialista en la sociedad cubana ha existido por más de medio siglo, tanto en la ideología y la política de la revolución socialista, como en la subjetividad, en el modo en que han idealizado el socialismo los individuos y ha ejercido su influencia en la sociedad.
En otras palabras, el ideal socialista de hoy tiene como antecedentes la experiencia socialista en la sociedad cubana, las generalizaciones conceptuales expresadas por las instituciones ideológicas y políticas, por el liderazgo de la revolución socialista, por la intelectualidad, por la actividad cultural, las formas en que ha sido asumido socialmente y desde ahí expresado, reproducido y enriquecido en los más disímiles procesos y formas de la comunicación social.
En la medida en que los objetivos se van realizando en la sociedad los ideales se consolidan en la conciencia de las mayorías convirtiéndose en patrimonio subjetivo, cultural que puede ser conceptualizado y devuelto al torrente socializador fortaleciéndose culturalmente.
Si la ideología es el instrumento que permite un abordaje útil en la interpretación de la realidad social, el ideal como elemento de la ideología constituye el marco referencial general de esa interpretación, al constituir la proyección de mayor alcance en las metas estratégicas que entraña la ideología como proyecto de socialidad.

Al surgir como resultado de la necesidad de liberación frente a las condiciones que impone el capitalismo en el mundo, el ideal socialista implica una posición analítica crítica ante la realidad capitalista.
La realización del papel del ideal socialista responde al mismo conjunto de funciones de la ideología socialista. Además de la función analítica crítica, consustancial a su naturaleza de ideal anticapitalista, pueden reconocerse otras funciones fundamentales, todas interactuando y separables solo en la abstracción: la función aglutinadora (de identificación y cohesionadora), la función orientadora, la función educativa, la función reguladora, la función de dirección, la función de movilización y organización, la función valorativa. Puede considerarse también como una función del ideal socialista la de promover un sentimiento de seguridad en el porvenir, confianza en el futuro, esperanza de un mundo mejor.
En su función educadora, por ejemplo, el ideal socialista pone sus miras en un ser humano saludable, en armonía con sus semejantes, con la naturaleza, culto, instruido, colectivista, solidario, humanista, ajeno al consumismo hedonista, con altas necesidades culturales, es decir, muy diferente al tipo de “pieza de recambio del sistema” en que lo convierte el capitalismo.
En el ejercicio de la actividad política el ideal socialista actúa cohesionando, movilizando las voluntades, organizando, orientando, regulando la conducta, promoviendo el empoderamiento de la sociedad, la participación en el análisis de la situación y en las decisiones, etc.
Cuba no puede renunciar a la promoción del ideal socialista
En un artículo publicado en Cubadebate el 5 de octubre de 2015 titulado “El socialismo es ahora” abordé el ideal socialista: “No se oyen lo suficiente en nuestro mundo simbólico y político los conceptos de socialismo, construcción del socialismo, ética socialista y la discusión acerca de los desafíos que ello implica y el esclarecimiento de los caminos para superarlos, no tenemos una concreción del ideal socialista. Como todo ideal el propósito socialista está necesitado de la terrenalidad de la explicación que lo vincule a lo cotidiano en los diferentes ámbitos del acontecer social. Esa acción ideológica y política que encarne en la ofensiva de ideas que se necesita es pobre hoy y debe ser objeto de la atención del VII Congreso del Partido.”
Luego de 5 décadas de actividad política cultural de promoción del socialismo, en la imagen de sistema social existente en la gran mayoría del pueblo cubano persiste un conjunto de condicionantes que reafirman el ideal socialista entendido de las más disímiles formas dentro de un conjunto de conceptos, principios y códigos compartidos.
Trabajar en la actualización del ideal socialista, no renunciar a los términos que lo identifican y que forman parte de nuestras mejores tradiciones, no renunciar a la herencia del esfuerzo del pueblo por construir una sociedad socialista, justa, humanista, solidaria, constituye un arma para la defensa de la soberanía, la independencia, la identidad cultural y de un provenir de justicia social para todos.
*Licenciado en Ciencias Políticas. Diplomado en Teoría del proceso ideológico y Doctor en Ciencias Filosóficas. Preside la Cátedra de Periodismo de Investigación y es vicepresidente de la cátedra de Comunicación y Sociedad del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.

NOTAS
(1) El Instituto de Filosofía de Cuba ha emprendido una investigación en torno a este tema, de la cual tengo el honor de formar parte. El presente artículo ha sido inspirado en esa iniciativa.
(2) El socialismo como ideal social es producto de la reacción ante las injusticias y en ese contexto es necesario. En el caso cubano funciona como modelo eficiente para el desarrollo en un mundo dominado por el capitalismo transnacional lo que convierte en una posibilidad y una decisión, una vía eficiente para el desarrollo y con ello para el aseguramiento de una respuesta positiva a las necesidades básicas de la sociedad en su conjunto y una vía para la realización de las aspiraciones individuales y sociales más generales.

(3) De esta manera, por ejemplo, desde la perspectiva de la vida en pareja se forman distintos ideales de personas para compartirla, también se forman ideales de vivienda, de vestimenta, de tipo de trabajo, y muchos otros. Los ideales entrañan disímiles metas de vida.
(4) Sirva de ejemplo para aclarar lo anterior el concepto y práctica del igualitarismo. Si hoy en el ideal socialista formulado y esgrimido en la actividad ideológica política se incluye el igualitarismo como componente universal, en particular la generalización de la distribución igualitaria de bienes y servicios, no sería asimilable por la mayor parte de la ciudadanía.

Os equívocos do PT e o sonho de Lula

Os equívocos do PT e o sonho de Lula
06/02/2016

Durante quatro a cinco décadas houve vigorosa movimentação das bases populares da sociedade discutindo que “Brasil queremos”, diferente daquele que herdamos. Ele deveria nascer de baixo para cima e de dentro para fora, democrático, participativo e libertário. Mas consideremos um pouco os antecedentes histórico-sociais para entendermos por quê esse projeto não conseguiu prosperar.

É do conhecimento dos historiadores, mas muito pouco da população, como foi cruenta a nossa história tanto na Colônia, na Independência como no reinado de Dom Pedro I, sob a Regência e nos inícios do reinado de Dom Pedro II. As revoltas populares, de mamelucos, negros, colonos e de outros foram exterminadas a ferro e fogo, a maioria fuzilada ou enforcada. Sempre vigorou espantoso divórcio entre o Poder e a Sociedade. Os dois principais partidos, o Conservador e o Liberal, se digladiavam por pífias reformas eleitorais e jurídicas, porém jamais abordaram as questões sociais e econômicas.

O que predominou foi a Política de Conciliação entre os partidos e as oligarquias mas sempre sem o povo. Para o povo não havia conciliação mas submissão. Esta estrutura histórico-social excludente predominou até aos nossos dias.

No entanto, pela primeira vez, uma coligação de forças progressistas e populares, hegemonizadas pelo PT, vindo de baixo, chegou ao poder central. Ninguém pode negar o fato de que se conseguiu a inclusão de milhões que sempre foram postos à margem. Far-se-iam em fim as reformas de base?

Um governo ou governa sustentado por uma sólida base parlamentar ou assentado no poder social dos movimentos populares organizados.

Aqui se impunha uma decisão. Na Bolívia, Evo Morales Ayma buscou apoio na vasta rede de movimentos sociais, de onde ele veio como forte líder. Conseguiu, lutando contra os partidos. Depois de anos, construiu uma base de sustentação popular, de indígenas, de mulheres e de jovens a ponto de dar um rumo social ao Estado e lograr que mais da metade do Senado seja hoje composta por mulheres. Agora os principais partidos o apoiam e a Bolívia goza do maior crescimento econômico do Continente.

Lula abraçou a outra alternativa: optou pelo Parlamento no ilusório pressuposto de que seria o atalho mais curto para as reformas que pretendia. Assumiu o Presidencialismo de Coalizão. Líderes dos movimentos sociais foram chamados a ocupar cargos no governo, enfraquecendo, em parte, a força popular.

Para Lula, mesmo mantendo ligação com os movimentos de onde veio, não via neles o sustentáculo de seu poder, mas a coalizão pluriforme de partidos. Se tivesse observado um pouco a história, teria sabido do risco desta política de Coalização que atualiza a política de Conciliação do passado.

A Coalizão se faz à base de interesses, com negociações, troca de favores e concessão de cargos e de verbas. A maioria dos parlamentares não representa o povo mas os interesses dos grupos que lhes financiam as campanhas. Todos, com raras exceções, falam do bem comum, mas é pura hipocrisia. Na prática tratam da defesa dos bens particulares e corporativos. Crer no atalho foi o sonho de Lula que não pode se realizar.

Por isso, em seus oito anos, não conseguiu fazer passar nenhuma reforma, nem a política, nem a econômica, nem a tributária e muito menos a reforma agrária. Não havia base.

A “Carta aos Brasileiros” que na verdade era uma Carta aos Banqueiros, obrigou Lula a alinhar-se aos ditames da macroeconomia mundial. Ela deixava pouco espaço para as políticas sociais que foram aproveitadas tirando da miséria 36 milhões de pessoas. Nessa economia, o mercado dita as normas e tudo tem seu preço. Assim parte da cúpula do PT, metida nessa Coalizão, perdeu o contato orgânico com as bases, sempre terapêutico contra a corrupção. Boa parte do PT traiu sua bandeira principal que era a ética e a transparência.

E o pior, traiu as esperanças de 500 anos do povo. E nós que tanta confiança depositávamos no novo, com as milhares comunidades de base, as pastorais sociais e os grupos emergentes… Elas aprenderam articular fé e política. A mensagem originária de Jesus de um Reino de justiça a partir dos últimos e da fraternidade viável, apontava de que lado deveríamos estar: dos oprimidos. A política seria uma mediação para alcançar tais bens para todos. Por isso, as centenas de CEBs não entraram no PT; fundaram células dele e grupos, como instrumento para a realização deste sonho.

O partido cometeu um equívoco fatal: aceitou, sem mais, a opção de Lula pelo problemático presidencialismo de coalizão. Deixou de se articular com as bases, de formar politicamente seus membros e de suscitar novas lideranças.

E aí veio a corrupção do “mensalão” sobre o qual se aplicou uma justiça duvidosa que a história um dia tirará ainda a limpo. O “petrolão” pelos números altíssimos da corrupção, inegável, condenável e vergonhosa, desmoralizou parte do PT e parte das lideranças, atingindo o coração do partido.

O PT deve ao povo brasileiro uma autocrítica nunca feita integralmente. Para se transformar numa fênix que ressurge das cinzas, deverá voltar às bases e junto com o povo reaprender a lição de uma nova democracia participativa, popular e justa que poderá resgatar a dívida histórica que os milhões de oprimidos ainda esperam desde a colônia e da escravidão.

Apesar de tudo, e quer queiramos ou não, o PT representa, como disse o ex-presidente uruguaio Mujica, quando esteve entre nós, a alma das grandes maiorias empobrecidas e marginalizadas do Brasil. Essa alma luta por sua libertação e o PT redimido continua sendo seu mais imediato instrumento.

Quem cai sempre pode se levantar. Quem erra sempre pode aprender dos erros. Caso queira permanecer e cumprir sua missão histórica, o PT faria bem em seguir este percurso redentor.

*Leonardo Boff, escreveu: Depois de 500 anos que Brasil queremos, Vozes. Petrópolis 2000.

9 errores clásicos al escribir una novela y cómo evitarlos

9 errores clásicos al escribir una novela y cómo evitarlos
28 septiembre, 2014 By Alejandro Quintana

Todos los novelistas, sin excepción, tienen algo en común. Conocidos, desconocidos, profesionales, aficionados, genios de la literatura o juntaletras del montón. Todos. No se trata de una visión parecida de la vida, ni de una sensibilidad especial para las palabras, ni de su pasión por contar historias. Tampoco es el afán inexplicable de dejar un legado que trascienda su muerte. No. Lo que tienen en común todos los escritores de la Historia es…
que todos ellos escribieron una novela por primera vez

Y todos ellos, que se sepa y hasta que alguien demuestre lo contrario, han sido humanos y cometido errores. La mayoría contaron con la ayuda de editores o amigos avispados que les ayudaron a corregir o disimular sus meteduras de pata. Hoy en día, esta función la realizan asesores independientes diversos… los editores están por otra labor. Me gustaría ayudarte a minimizar los errores más comunes que cometen los escritores noveles (aparte de estos otros). Espero que puedas detectar a tiempo…
NUEVEPICOS ERRORES AL ESCRIBIR UNA NOVELA:
ERROR #1: la historia no arranca
… o bien lo hace como un motor Diésel.
El autor se recrea al inicio de la historia, contando cómo el personaje despierta, se levanta, hace el desayuno, piensa en sus cosas, se viste, sale de casa, llega al trabajo…
Así hasta que pasa algo relevante que le arranca de su mundo ordinario y le hace vivir extraordinarias peripecias. Peripecias que el lector nunca conocerá, ya que abandonó la lectura en la página diez o doce, cuando la irrelevancia se le hizo insoportable. No me cansaré de decirlo nunca:
El inicio de una historia es lo más importante. No solo va a enganchar al lector… ¡es lo que puede enganchar a un editor!
Dedícale más tiempo al inicio de tus historias que a cualquier otra parte. El primer párrafo debe interesar, pero en el segundo el lector necesita tener cierta expectativa. Luego puedes bajar la tensión, entretenerte más con algunos detalles… pero ya le habrás enganchado.
Variantes del inicio que no termina de arrancar
• El idílico paisaje en el cual se desarrolla la acción no es relevante. El marco puede tener su relevancia, pero cómo se mecen las briznas de hierba con la cálida brisa del sur NO LA TIENE EN ABSOLUTO. Deja esos detalles para otro momento más oportuno.
• El pasado de un personaje tiene importancia, qué duda cabe. Pero asegúrate que su niñez va a ser relevante para la historia que cuentas. Volveré a esta variedad en el ERROR #3
• El conflicto inicial no tiene consistencia como para crear la suficiente expectativa en el lector. Ejemplo: las tribulaciones de un administrativo que ha perdido una caja de clips no interesan a nadie. Repito: A NADIE.
Lo cual tiene mucho que ver con el…
ERROR #2: confundir realidad con verosimilitud
El mundo real está plagado de coincidencias asombrosas. Estas coincidencias se aceptan sin demasiadas reservas, ya que todo el mundo ha vivido casualidades extrañas alguna vez. De esta natural aceptación nacen las leyendas urbanas y las conspiranoias más rocambolescas. Pero un escritor no puede permitirse el lujo de dar por sentada la credulidad de sus lectores. Está obligado a crearla.
Un autor literario debe crear un mundo en el cual sucedan las cosas más extraordinarias de manera que el lector las crea. Los acontecimientos “extraños”, las coincidencias, casualidades, las obras del azar y los caprichos del destino deben estar justificados o no serán aceptados de forma natural. Pero esto que parece jugar en contra de los intereses de un escritor, es justo lo contrario. Porque
por la misma regla de tres, es posible crear mundos fantásticos tan creíbles y reales como el universo ordinario
A poco que sepas dotar de credibilidad tanto a universos oníricos como a cadenas de acontecimientos estrambóticas, serás capaz de hacer creer al lector cualquier cosa. Así es la magia de la escritura. Es frecuente cometer el error de confiar que el lector creerá lo que le cuentas porque es la narración fidedigna de un hecho real. ¿No has escuchado nunca eso de que la realidad siempre supera a la ficción? Pues es cierto y el lector lo sabe. Así que, al escribir una novela, procura que suene verosímil, no que sea realista. Ahora que ya lo sabes, no puedes cometer este error, como tampoco podrás cometer el…
ERROR #3: demasiados detalles impiden el avance
Este error tiene relación directa con el ERROR #1 pero no es exactamente el mismo. La diferencia es que con el #1 el lector dejará de leer si el principio no le engancha. Pero una vez te has relajado al avanzar en tu historia, ya tienes los puntos de tensión establecidos y te sientes cómodo llevando al lector por tu montaña rusa particular… corres el riesgo de andarte por las ramas y no concretar.
Te entretienes a cada paso, perdiéndote en descripciones largas, conversaciones banales, detalles sin importancia y acontecimientos irrelevantes para el eje narrativo e incluso para las historias secundarias. En pocas palabras,
obligas al lector a entrar en modo de alerta por aburrimiento mortal
Lo cual es muchísimo peor que no haberle enganchado al principio. Porque, en este caso, sí conseguiste captar su atención, pero en un momento determinado de tu novela le DEFRAUDASTE. No cumplir las expectativas del lector (y encima aburriéndole) es el peor error que puedes cometer.
¿Cómo detectar que incurres en este fallo garrafal?
• Síntoma 1: caes con demasiada frecuencia en recordar el pasado de los personajes. A no ser, claro está, que se trate de una estructura en forma de analepsis, es una señal de alerta.
• Síntoma 2: explicas los sueños. Los sueños tienen que estar muy bien encuadrados en la historia y tener una utilidad lógica, práctica, coherente y decisiva en los acontecimientos. Si no cumplen como mínimo dos de estas premisas, elimínalos sin contemplaciones.
• Síntoma 3: te metes demasiado a fondo y demasiadas veces en los pensamientos de los personajes. Incluso en las novelas que profundizan en las interioridades y miserias humanas, hay que marcar unos límites. Intensidad y frecuencia de diálogo interno deben estar equilibradas con la acción.
• Síntoma 4: profusión de detalles y datos irrelevantes. Lo que escribas debe ayudar al avance de la acción, describir personajes y sus relaciones o lograr la inmersión del lector en la atmósfera de la novela. Si no es así, salvo en muy raras ocasiones, sobra.
Otro síntoma tiene unas connotaciones tan extensas y tantas variantes que es, por derecho propio, el…
ERROR #4: sermonear al lector
Este es un buen momento para que reflexiones sobre por qué escribes. De verdad, párate a pensarlo un momento. Te espero. ¿Ya? Está bien, cinco minutos más. Ahora sí…
Aparte de que tal vez escribir es algo que no puedes evitar, está en tu naturaleza y algo te impulsa a hacerlo, posiblemente hayas llegado a la conclusión de que escribes porque tienes algo que contar, o quieres transmitir algo al mundo: tu forma de sentir, pensar, actuar, de ver la vida.
Pues tengo una mala noticia: al lector no le importa en absoluto tu punto de vista sobre la vida, el universo y todo lo demás. El lector no busca una lección magistral sobre nada, ni que le adoctrinen o le vendan ideas revolucionarias. Muchos son los motivos por los que se lee. Incluso algunas personas buscan el sentido de la vida en las novelas, profundidad existencial.
Pero adoctrinar es un derecho que el escritor debe ganarse, una vez se ha conseguido el respeto del lector por ser un narrador eficiente. Por eso
la primera obligación de todo escritor es no aburrir
Una vez hayas conseguido enganchar a la lectura, hayas enamorado con tus personajes y tengas la plena atención de tus lectores, puedes transmitirles lo que deseas comunicar… Siempre y cuando esté perfectamente integrado en la dinámica de la historia. Porque en cuanto sueltes un sermón de cualquier tipo, es casi seguro que el lector se cerrará en banda. Es como cuando en una película uno de los actores mira directamente a la cámara: se descubre el artificio y el espectador deja de creer en la magia del cine.
Variantes del discursito
El prólogo como Tratado de la Verdad Universal: esta parte del libro sirve para introducir algunos apuntes al lector. Si lo utilizas para explicar al lector de qué va el libro, su sentido profundo y las intenciones que te impulsaron a escribirlo, puedes darlo por perdido. Para explicar todo eso es para lo que escribes tu historia y creas a todos los personajes. Ofrecer explicaciones tan solo denota una cosa: inseguridad por no saber si se conseguirá transmitir con precisión lo que se desea transmitir. “Por si acaso nadie lo entiende, lo dejo claro al principio”. ¡Pero tu obligación como escritor es que se entienda!
El final o el epílogo como el Tratado de la Verdad Universal: ver la variante anterior. Es exactamente el mismo caso, pero al final del libro en lugar de al principio.
El personaje “altavoz”: cuando un personaje actúa como alter ego del escritor, soltando un discurso que resume en un párrafo o dos la intención del libro. Por si no ha quedado claro. Y una variante del personaje “altavoz”, se da cuando el villano lo explica todo justo antes de matar al héroe: su plan al detalle, los motivos de su odio por el protagonista, la justificación de su maldad por una infancia atormentada… Lo cual me recuerda el siguiente error:
ERROR #5: el mal absoluto y el bien puro
Los personajes sirven de canal entre el emisor (autor de la historia) y el receptor (lector de la misma). Son, por tanto, médiums. La manera más efectiva para hacer esta comunicación fluida y efectiva es que estos personajes sean representaciones creíbles de personas, de forma que tanto emisor como receptor puedan identificarse. Por tanto, es necesario encontrar el equilibrio que permita al autor utilizar a sus personajes de manera que representen de forma simbólica cualidades que desea expresar. Pero sin caer en la caricatura. Insisto: los personajes deben ser creíbles.
Y para ser creíble, un personaje necesita tener virtudes y defectos. Esto se ha dicho hasta la saciedad en todos los manuales habidos y por haber sobre creación de personajes. No insistiré demasiado en ello. Pero a menudo se olvida que siempre, o casi siempre, hay
una razón de peso para el hacer el mal, como suele haber algún motivo egoísta para hacer el bien
Con lo cual te interesa plantear bien cuáles son los motivos del villano para hacer el mal y qué impulsa al héroe a emprender la aventura y plantar cara al malvado. Muchas veces no se trata de una lucha entre el bien y el mal, sino un conflicto de intereses entre personajes antagonistas.
Si miramos desde el punto de vista del villano, es perfectamente posible que él vea al héroe y sus aliados como a las fuerzas del mal. No resultará convincente hacer malísimo al malvado y un dechado de virtudes al bueno. Las aspiraciones del villano y las motivaciones del héroe deben tener cierta coherencia, no ser el mal puro o el bien absoluto.
Por ejemplo:
Un conde siniestro machaca a impuestos a sus súbditos, matándoles de hambre. Está presionado por el Rey, el cual necesita armar un ejército para su cruzada. Cada vez le exige más y más tributos. Si se niega, perderá unas tierras que pertenecen a su familia desde hace muchas generaciones.
Su mayor enemigo es un campesino que lidera una horda de proscritos. En verdad no es un revolucionario oprimido por la tiranía: se vio obligado a esconderse en el bosque porque robó en la iglesia, impulsado por el hambre. Su carisma y la suerte hicieron el resto, llevándole a dirigir la rebelión. Él solo quería comer y que no le ahorcaran por ladrón.
Cuidado con la siguiente trampa
Vigila que, por hacer más humanos a tus personajes, el malo tenga una sola cualidad bondadosa y el héroe un solo defecto. Que el villano ame a sus hijos no lo hace bueno, igual que no hace más cercano al héroe que sea un poco engreído. Esto sería lo mismo que pintar colmillos al cordero y disfrazar al lobo de oveja. Y hablando de disfraces…
ERROR #6: ponerse el disfraz de escritor
Ya sea porque te has creído todos los tópicos de lo que debería ser un escritor, bien porque tienes miedo de mostrarte tal como eres, de no gustar a todo el mundo o del temido “qué pensaran de mí si digo esto”…
has escrito como se supone que se debe escribir y no como tú querrías escribir
Te has colocado una máscara, te has puesto el disfraz de lo que crees que es un escritor y, por tanto, no has sido auténtico. Escribir bien no significa escribir bonito. Escribir bien significa transmitir con exactitud aquello que deseas transmitir, contando una historia que funciona. Y si además eres capaz de que la forma tenga una coherencia a todos los niveles con el contenido, escribirás una obra maestra. Cuida a tus personajes y elige bien las situaciones que les harás vivir, antes de intentar que tu historia “suene” bien.
Síntomas de haberte puesto el disfraz de escritor
1) Utilizas palabras cuyo significado no conoces del todo porque no las empleas en tu día a día. Es cierto que no siempre tenemos la oportunidad de soltar palabras como “inconmensurable”, “ontología” o “entelequia” en un bar, rodeados de amigos. Pero si las utilizas en tu novela, mejor que sepas con toda exactitud qué significan.
2) Utilizar palabras ampulosas en lugar de las usadas en conversaciones corrientes. ¿Por qué decir “excelente” cuando se puede decir “superlativo”? Pues por la sencilla razón de que “excelente” se comprende mejor y es más preciso que “superlativo”. El uso de ciertas palabras puede distraer al lector del significado mismo de tales palabras, por su sonoridad o rareza.
3) Un lirismo excesivo puede dificultar la fluidez del texto. De hecho, puede impedir su comprensión. Esto es muy típico al colocarse el disfraz del escritor, porque a veces se asocia literatura profunda con densidad… y se confunde densidad con florituras verbales. Lo que construye la literatura es la profundidad del tema y el tratamiento coherente de su forma. Todo lo demás son casi siempre adornos innecesarios.
4) Los diálogos son confusos y poco creíbles. A veces, la mejor manera para que el lector sepa quién dijo algo es utilizar el verbo “decir” en las acotaciones: un “dijo” siempre es más efectivo que “mencionó”, “apuntó”, “apostilló”, “afirmó” y un largo etcétera. No temas evitar la repetición de “dijo”. En realidad el lector apenas repara en esta palabra, se lee de forma casi automática. Introduce acotaciones en los diálogos para que el lector no se pierda.
Es importante no perder el hilo de quién dice qué en las conversaciones, igual que lo es saber en todo momento en la cabeza de qué personaje estamos metidos.
Lo cual es el tema del…
ERROR #7: un mareante punto de vista
Este error no solo lo cometen los escritores principiantes. A veces incluso cuesta detectarlo cuando el libro ya está publicado y en circulación. Se le ha pasado a escritor, lectores, corrector y editor. Puedes imaginar entonces la de veces que se da en libros autopublicados que se saltan el proceso lógico editorial. ¿En qué consiste? Pues te lo explico con un ejemplo:
“Marisa dudaba entre descolgar el teléfono y llamar a Esther o ponerse algo encima, coger un taxi y plantarse en su casa. Pero la fina llovizna de aquel domingo por la tarde no invitaba a salir. Tampoco le resultaría fácil encontrar un taxi libre. Aun así no se decidía a descolgar el teléfono y llamar a su amiga.
En esta indecisión, de repente, sonó el teléfono. Sonrió al ver el nombre en la pantalla: Esther.
— Qué bruja eres —dijo Marisa al descolgar—, estaba pensando en llamarte ahora mismo.
— Eso se lo dirás a todas —respondió Esther, riendo—. Pero voy a creerte porque imagino que sabes por qué te llamo…
Esther buscó el paquete de cigarrillos entre el desorden de su mesilla de noche. Sintió un cosquilleo en el estómago y pensó en cuánto le gustaban esas tardes lluviosas de domingo en casa…”
¡Alarma! ¡Cuidado, amigo escritor!
Aunque no te lo parezca, estás cayendo en el Error #7: esta escena comienza desde el punto de vista de Marisa. Estamos dentro de su cabeza, no en un punto cercano desde el cual observamos sus movimientos. Sabemos qué siente y qué piensa. Entonces ¿qué artificio nos ha permitido salir de la cabeza de Marisa y meternos en la de Esther sin previo aviso?
De acuerdo, el narrador puede ser omnisciente y saber lo que sucede en cualquier lugar, momento y lo que pasa por la cabeza de cualquier personaje. Pero el lector se va a sentir mareado y descolocado si se salta de un pensamiento a otro: llegará un momento en el cual quien saltará de la historia será el lector.
¿Por qué?
El lector necesita identificarse con un punto de vista y tener la referencia de un personaje para poder vivir las situaciones de la ficción. Este personaje puede cambiar las veces que se desee… siempre y cuando al lector le pongamos sobre aviso. No basta una llamada de teléfono para pasar de un punto de vista a otro y salir de una cabeza para meterse en otra. Hay que finalizar una secuencia o indicar que una escena ha terminado.
Igual que hacemos punto y aparte para cambiar de tema, es necesario decirle al lector que hemos terminado de contar algo desde un punto de vista antes de pasar a otro.
En las novelas corales, cuando los papeles principales están repartidos entre muchos personajes y hay numerosos secundarios, esto es más necesario si cabe. Imagina una novela de estas características e ir pasando de los pensamientos y puntos de vista de cinco o seis personajes en un solo capítulo.
Lo más recomendable es que en cada capítulo se cuente la historia desde el punto de vista de cada uno de estos personajes. Toma siempre la referencia del personaje conductor de cada escena y presta especial atención cuando se relacione con otros. ¿Cómo podemos saber lo que piensan y sienten otros personajes si no estamos metidos dentro de sus mentes? Como norma general lo sabremos por sus acciones o por el diálogo.
Si nos lo dice el narrador… ¡meeeec: error al canto!
ERROR #8: represión y mojigatería
Este tipo de error a veces lo he descrito como un bloqueo. ¿Dónde termina la vida privada y comienza el escritor? ¿Qué contar de la experiencia propia? ¿Pensarán los lectores que esto me ha sucedido en realidad a mí y no al personaje? ¿Hasta dónde tengo que desnudar mis pensamientos y sentimientos? El resultado es un bloqueo que dificulta el acto de traspasar el Primer Umbral o el avance en la historia al llegar a un punto determinado.
Pero otras veces sucede algo peor:
la falta de naturalidad impide a un autor encontrar su propio estilo literario
El miedo al “qué dirán o pensarán de mí si escribo esto” ha destruido más carreras de escritor que la misma maquinaria de la industria editorial. Donde más se puede notar esta falta de autenticidad es en las escenas de sexo. No son pocas las veces que, en las asesorías privadas, llamo la atención sobre esto a los autores cuya novela superviso. ¿Por qué escatimar al lector detalles de las escenas más apasionadas?
El acto de leer es también un acto de voyeurismo, uno de los más invasivos. Como lectores nos metemos en lo más íntimo de las vidas de los personajes. Sus pensamientos y emociones, su pasado más oscuro, sus anhelos más secretos… Pero resulta que al llegar a la intimidad de la alcoba, se le niega al lector la posibilidad de conocer también esa parte de la vida, la sexual, de unos personajes que conoce al detalle.
Cierto: a veces es mucho más sugerente insinuar que mostrar
Pero entonces tampoco se pueden mostrar otros detalles de su psicología, también hay que sugerirlos. Es cuestión, una vez más, de coherencia. Ojo, que puede suceder todo lo contrario y entonces caemos en la pornografía.
Es ahí donde reside el error: en mostrarlo todo de un aspecto y poco o nada de otro; si insinúas, insinúas siempre y si muestras, lo muestras todo.
Una variante de esto es el uso de eufemismos… Está bien buscar sinónimos para depurar el estilo de escritura y no repetir palabras innecesariamente. Pero otra cosa es evitar a toda costa decir cierta palabra porque resulta malsonante o demasiado gráfica.
Di pene o vagina cuando sea necesario decir pene o vagina… ¡y polla o coño cuando toque decir polla o coño!
Tanto si tus personajes están al servicio de la historia o tienen vida propia, haz que digan lo que deban decir. Ni más, ni menos.
Ejemplos de eufemismos
Persona de color: por negro/a
Persona de la tercera edad: por viejo/a
Dar a luz: por el verbo parir y el momento del parto
Persona invidente: por ciego/a
Estas expresiones se justifican a menudo diciendo que se pretende ser más elegante.
Enmascarar la realidad se convierte en eufemismo cuando la supuesta elegancia está inspirada por la mojigatería o la represión del “qué dirán o pensarán”. Y el no querer ofender a un colectivo está muy bien… no utilices entonces expresiones del tipo “es un trabajo de negros” o “les hicieron una judiada” o “le engañaron como a un chino”. Pero utiliza las palabras negro, judío, viejo… e incluso maricón.
Lo que es ofensivo no es usar ciertas palabras, es el cómo y el para qué se utilizan
De hecho, según lo que digas sobre negros, homosexuales o judíos puede ser un delito perfectamente tipificado y comportarte problemas legales. Problemas serios… y muy seguramente bien merecidos.
ERROR #9: condensar toda una obra literaria en una sola novela o relato

Es probable que comiences escribiendo relatos cortos, fruto de tus anotaciones constantes de ideas sueltas, pensamientos varios, ensoñaciones o divagaciones. O todo ello a la vez. Pero intuyes que esos relatos no expresan todo lo que necesitas expresar y vas acoplando ideas, amontonando pensamientos y ensoñaciones. Un día lees un libro apasionante que te inspira y motiva a escribir una novela.
Comienzas tirando del hilo, te inventas unos personajes y los utilizas para soltar todo lo que llevas tiempo queriendo expresar. Tienes tantas cosas que decir, tantas ideas que hierven en tu cabeza, tanta pasión que transmitir e historias que contar… que vas y las dices todas de golpe.
Con suerte, tú lo entenderás sin perderte en el laberinto de tu propia creación. Porque es justo eso: tu propia creación. Pero para de contar ahí, porque no lo entiende nadie más. Has volcado todo lo que tienes que decir en una sola historia. En pocas palabras
has confundido lo que es una idea para contar algo con un argumento para explicarlo todo
Deja que te explique la diferencia entre un relato, una novela y una obra literaria:
En un relato explicas algo concreto, que puede expresarse en algunas páginas. Antes que intentar definir el amor universal, un relato procura expresar el amor que se siente hacia una madre o un abuelo. Y ojo, porque al decir ideas sencillas no me refiero a ideas poco profundas. Hay mucha profundidad en el amor a una madre o a un abuelo.
Para expresar el amor universal tienes la novela. Desarrollas una historia más compleja para expresar ideas más complejas. Temas que necesitan muchas más páginas para que puedan calar en el lector a un nivel más profundo. Con la novela puedes involucrar al lector en los hechos que ellos viven. Les puedes transportar a otros estados de conciencia y hacerles sentir emociones determinadas, influirles a nivel inconsciente para que integren de manera profunda aquello que quieres transmitir.
Se podría decir que
la extensión y complejidad de una historia está determinada por la extensión y complejidad del tema que desarrollas en ella
… o el nivel de profundidad al que quieras llegar.
Es cierto que autores como J.D. Sallinger, Ernest Hemingway, John Steinbeck, y otros llegan a mucha profundidad con relatos o novelas cortas.
Para eso es necesario ser un economista de recursos narrativos a nivel maestro. Y sobre todo, tener claro qué quieres contarle al mundo con tu escritura.
Porque si lo tienes claro, podrás expresarlo de forma más clara, concisa y repartida en toda una obra literaria, evitando embrollos al decir todo lo que quieres expresar en una sola novela. Pero en realidad, necesitas contarlo todo en esa primera novela: forma parte del proceso de convertirse en escritor.
Solo cuando te das cuenta de que has embutido toda una obra literaria en una sola historia, es cuando puedes comenzar de verdad a definir los temas que te interesa tratar.
¿Por qué escribe un escritor?
¿Qué impulsa a alguien a contar historias?
¿Por qué recorrer este incierto camino, existiendo otros mucho más fáciles y, desde luego, rentables?
Esas preguntas no tienen en verdad una respuesta. Al menos, no una respuesta sencilla. Recorrer el camino de la literatura tal vez te pueda dar algunas.
Ojalá te haya gustado esta entrada y mejor todavía si te ha ayudado a detectar esos errores tan típicos al escribir una novela. Si es así, te agradecería que compartieras el post en tus redes sociales preferidas, solo te costará un click

Los ojos de la rosa

Los ojos de la rosa

Consuelo Suncín de Saint-Exupéry escribió libros e inspiró libros. Dueña de una personalidad arrolladora, ajena por completo a las normas conservadoras de su época, enérgica y muy dada a sentir y despertar amores complicados, ella llegó a la intelectualidad europea y se quedó. Este es un repaso por su vida, la de una rosa.

8 de Abril de 2012 a la(s) 0:0 / Claudia Selser

A Consuelo la descubrí por casualidad mientras vacacionaba en el Viejo Hotel Ostende, en la costa atlántica argentina, 400 kilómetros al sur de Buenos Aires. Construido por una compañía belga en 1913, es una casa con torre y minarete en medio de las dunas. Allí, en la habitación 51, me dijeron, durmió Antoine de Saint-Exupéry durante dos temporadas de vacaciones, entre los años 1929 y 1930. Supe entonces que el autor de El Principito, a bordo de un monoplano Lateoere 25 y junto a otros pilotos franceses –Jean Mermoz y Henri Guillaumet–, había inaugurado la aviación comercial en Argentina cubriendo las rutas aeropostales desde Buenos Aires hasta la norteña provincia de Misiones. Estas experiencias en el confín de América quedaron en las páginas de Vol de Nuit (Vuelo Nocturno), una novela publicada por Gallimard en 1932, que Hollywood llevó al cine.

Leyendo sobre este aviador profesional de la nobleza francesa venida a menos, un seductor aventurero con el coraje suficiente para pilotear aviones que no tenían cabina cubierta, volaban empapados de lluvia o helados por tormentas de nieve sin otro método de orientación que una brújula y con un único motor que podía apagarse en cualquier momento, me encontré por primera vez con Consuelo Suncín, una salvadoreña pequeñita que fascinaba contando historias y que enamoró al conde aviador una tarde de otoño de 1929.

Hay varias versiones de aquel flechazo de Cupido. Para unos, sucedió durante unas conferencias de Benjamín Crémieux en Amigos del Arte de Buenos Aires; para otros, fue en el lujoso hotel céntrico Majestic, donde se hospedó Consuelo. Pero cuenta la leyenda que ni bien la vio Saint-Exupéry la invitó a dar un paseo por las nubes. Parece que arriba, en su avioneta, le rogó que le diera un beso. “Dame un beso o nos mataré”, le gritó dejando caer la aeronave en picada. “Mátanos”, dijo Consuelo de lo más tranquila. Antoine elevó de nuevo la nave y soltó a llorar. A Consuelo aquello le conmovió y fue entonces cuando se acercó a darle el beso. Antes de aterrizar ya había aceptado ser su esposa. Si no fue verdad, al menos tiene bastante que ver con el perfil de los dos personajes de la historia.

Consuelo y Antoine se casaron en Francia en abril de 1931 y siguieron juntos en una tormentosa historia de amor hasta la muerte del piloto, a bordo de su avión, el 31 de julio de 1944. Mucho después se supo que la salvadoreña de ojos negros había sido la rosa de El Principito, el cuento del pequeño príncipe rubio habitante del asteroide B-612 y, por tanto, la inspiradora de una de las más bellas declaraciones de amor que llegó a millones de niños y grandes, traducido a más de 140 lenguas:

“Rosas: Sois bellas, pero aún estáis vacías. Nadie puede morir por vosotras. Es probable que una persona común crea que mi rosa se os parece. Ella siendo solo una, es sin duda más importante que todas vosotras, pues es ella la rosa a quien he regado, a quien he puesto bajo un globo; es la rosa que abrigué con el biombo. Ella es la rosa cuyas orugas maté (excepto unas pocas que se hicieron mariposas). Ella es a quien escuché quejarse, alabarse y aún algunas veces, callarse. Ella es mi rosa…”.

¿Quién fue en verdad Consuelo Suncín, la flor coqueta, despeinada y mentirosa, que decía ser única en el mundo y que el principito mimaba y protegía “porque las flores son tan contradictorias y él era aún muy joven para saber amarla”? Su figura se fue delineando para mí a través de varias fuentes, pero fundamentalmente con las rigurosas investigaciones del poeta y novelista salvadoreño Manlio Argueta y las cálidas declaraciones de su sobrina, la abogada Mireille Escalante Dima, quien dedicó a su hijo Félix un relato con todos sus recuerdos bajo el título “Mi tía Consuelo de Saint-Exupéry, la sacerdotisa de la diáspora salvadoreña”.

María Consuelo Suncín nació en el barrio San Sebastián en la esquina formada en la 6.ª avenida norte y 1.ª calle oriente, en la ahora ciudad de Armenia, departamento de Sonsonate, el 16 de abril de 1901. Fue la primera de las tres hijas mujeres que tuvieron el coronel retirado Félix Suncín Monchez y Ercilia Sandoval, un matrimonio que debió afrontar el dolor por la muerte temprana, en cadena y sin explicación, de sus cuatro hijos varones. Consuelo fue asmática desde pequeña, una niña débil que nunca dejó de soñar con convertirse en alguien importante.

Así lo atestiguó la escritora y poetisa salvadoreña Claudia Lars (su verdadero nombre era Carmen Brannon Vega), una de sus amigas en la niñez, en su libro Tierra de infancia: “Si me guardas el secreto, te diré que voy a ser reina de un país lejano, y que tendré vestidos de plata y oro, y anillos y collares con piedras maravillosas… ¡Eso seré yo cuando crezca: una reina”, aseguró Consuelo a Lars, que estalló en carcajadas.

De su increíble capacidad para contar historias, como una Sherezade salvadoreña, habló también la escritora Fabienne Bradu en el libro Damas del corazón, donde aparece una versión escrita por Consuelo sobre su nacimiento: “Nací sietemesina, bajo los trópicos, durante un terremoto. Todo se derrumbaba a mi alrededor cuando di mi primer grito. Me dejaron al cuidado de un campesino brujo”, escribió, y nadie cree que pueda haber sucedido.

Lo cierto es que el temperamento de Consuelo quedó de manifiesto a los 19 cuando salió de su ciudad rumbo a San Francisco, Estados Unidos, algo bastante particular en una jovencita de provincia a comienzos de 1900. Su padre, temeroso por el asma y para calmar sus ansias de aventura, le tramitó una visa para estudiar inglés en esa ciudad con un clima más favorable. Allí comenzó también a estudiar dibujo y pintura y frecuentando el almacén para comprar óleos se enamoró de uno de los vendedores, el mexicano Ricardo Cárdenas, con quien se casó el 15 de mayo de 1922, ni bien cumplió su mayoría de edad. El matrimonio no duró mucho. Luego de enterarse de la muerte de su padre, el 8 de junio de 1923, Consuelo desapareció de la mira de la familia por algunos meses. Ella se despidió de sus amigos en San Francisco, expresando que regresaría a El Salvador, según una postal enviada en 1923 por su amigo don Carlos Dueñas, pero no fue así. Se dirigió con su marido a Mérida, en la península mexicana de Yucatán, a tramitar su divorcio y desde allí, estrenando libertad, se fue a la ciudad de México donde, según parece, quería estudiar abogacía.

La próxima noticia la ubica esperando en las audiencias públicas que concedía el ministro de Educación José Vasconcelos. Según escribió Stanley Glower Valdivieso, quien fue secretario del filósofo, político y educador durante diez años, “ella esperó cuatro días para que la recibiera. Cuando la recibió, le pidió una audiencia privada, por lo que Vasconcelos la hizo esperar, sentada frente a él, otras cuatro horas. En todo el tiempo, le miraba de reojo las pantorrillas”, relata Glower. A partir de allí, Vasconcelos, de 44 años, y Consuelo, de 22, fueron amantes en una relación que quedó retratada en El desastre, uno de los cuatro volúmenes de los libros autobiográficos del filósofo y educador mexicano. Consuelo aparece bajo el nombre de Charito. “Charito tenía música en la voz y la clave de esa melodía era su forma de hablar. Escucharle un relato era caer en un embrujo. Se encendía platicando y los versos más triviales adquirían en sus labios un encanto de esmaltes recién lavados”, escribió Vasconcelos antes de pintar con entusiasmo la “melodía de su cuerpo”, la “llama de sus ojos negros”, sus mejillas pálidas y la delicadeza de su cuello.

Pero no todo era felicidad en la vida de Consuelo. Pasó más de un mes internada por otra crisis de asma en un hospital del D.F., tal como consta en unas líneas que le mandó a su hermana, desde su lecho de enferma: “Loris, he estado más de un mes en cama en un sanatorio, muy grave. Estos retratos los tomé en convalecencia, ya salí a la calle y luego me iré de México. Hasta enero puedes escribirme a Madrid 7. Te quiere mucho. Consuelo”.

La salida de México tuvo que ver con el destierro político de Vasconcelos, que en 1926 debió viajar a Francia con su mujer y sus dos hijos y le envió un pasaje para que Consuelo lo siguiera. Por las memorias de Vasconcelos puede saberse que ni bien llegó a París Consuelo se inscribió en una academia de francés “y aprendió tan rápido que al mes se burlaba” de él. También, que Vasconcelos la invitó a un restaurante de lujo, a comer con Alfonso Reyes, y ella, mirando a su alrededor, preguntó: “¿Y estas son las francesas seductoras? Yo no me siento menos”. Y podemos saber que la joven estaba mejor informada que Vasconcelos sobre artículos a favor y en contra que publicaban los periódicos mexicanos sobre el maestro –a quien ella llamaba cariñosamente Pitágoras– y le insistía en que se defendiera.

Más allá de estas anécdotas, a poco de estar en París, Consuelo se sintió un poco sola en el departamento rentado por su amante y se enredó en amores con uno de los prosistas más famosos de habla hispana en los años veinte en París, el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, quien adosaba a su fama literaria el haber sido amante de Mata Hari (la holandesa Margaretha Geertruida Zelle) y esposo de la actriz española Raquel Meller, famosa en la época.

Lo que pareció ser una aventura, terminó en matrimonio. Gómez Carrillo se casó con Suncín (luego de un conato de duelo con Vasconcelos) y la llevó a viajar. En una carta a su hermana Dolores, enviada desde el Hotel Waldorf, en México, D.F. Consuelo describe su vida de esos tiempos: “Hemos llegado frescos como repollitos de ensalada, de aquellos cuadrados que doña Ercilia picaba para sus mozos. ¡Ay, ay! Señores, donde estará la comparsa aquí cuando tu conejito todavía come en mis manitas. Espero, no se irá… Se lo pido a Dios. Estoy cansada, las madrugadas nos desmejoran. Cuartos preciosos y ‘Baratos’!!! Cinco días aquí, del 6 de Nov. hasta el 13 a Paris, si Dios lo quiere. Te abraza, tu Hermana Consuelo”.

Pero once meses después de la boda, a finales de 1927, Gómez Carrillo murió víctima de un derrame cerebral, dejó a su viuda como heredera universal de sus bienes y unas envidiables relaciones con la intelectualidad que Consuelo supo hacer suyas: Oscar Wilde, Verlaine, Maeterlinck, Breton y artistas como Dalí, Picasso, Miró y Diego Rivera.

La escritora francesa Anne Marie Mergier la retrata por esos tiempos en París: “Era una catarata: excéntrica, alegre, imprevisible, caprichosa, fuerte, indefensa, misteriosa, chispeante, excesiva, atenta, egocéntrica, generosa, seductora, inteligente, vanidosa, intuitiva, instintiva, contradictoria, volcánica… y salvadoreña. Hablaba un francés exótico, con un fuerte acento español”. Por igual la hermana mayor de Antoine, Simone, la describe años después en su libro, Antoine, mi hermano menor (1969), como “dotada de una vitalidad infinita, esta mujer sumamente atractiva y llena de imaginación fue una constante fuente de inspiración para él…”.

A dos años de la muerte de Gómez Carrillo, en 1929, Consuelo fue la invitada de honor del presidente de Argentina, Hipólito Yrigoyen, que pretendía rendir un homenaje póstumo a su marido, que había sido cónsul honorario de Argentina en París. Divorciada a los 23, viuda a los 27, Consuelo, de 29 años, conoció a Saint-Exupéry, de 30, en Buenos Aires y se casó con él recién un año y medio después, el 12 de abril de 1931 porque, según dicen sus biógrafos, el aviador audaz era manejado por su madre, sus hermanas y las conveniencias del círculo aristocrático. La boda fue en la capilla privada de Agay, en Niza, propiedad de la familia Saint-Exupéry. La novia lució un vestido con encajes totalmente negro –¡otra vez Consuelo dando de qué hablar!–, imitando a su hermana Dolores que poco antes se había vestido de luto al contraer segundas nupcias con el doctor José María Valle, en El Salvador.

Su matrimonio no fue un lecho de rosas pero eso se supo más tarde. Fue en 1999, 20 años después de la muerte de Consuelo, cuando su heredero universal, el español José Martínez Fructuoso –quien había sido su mayordomo, jardinero y según algunas fuentes, la última pareja de la salvadoreña–, entregó al escritor francés Alain Vircondelet los baúles de viaje en barco que usaba Consuelo, con muchos documentos, las cartas que le escribía cada domingo a Saint-Exupéry y nunca enviaba y el manuscrito titulado Memorias de la rosa, una autobiografía escrita en 1946, dos años después de la muerte de su marido.

Publicadas en el año 2000, en el centésimo aniversario del natalicio de Saint-Exupéry, las memorias, reescritas por Alain Vircondelet, vendieron en Francia en pocas semanas más de 80 mil ejemplares. Allí Consuelo da vuelco a los estereotipos y prejuicios en su contra, narra sus 13 años de casada, la vida caótica y conflictiva de la pareja, pese a que en sus últimos días el autor de El Principito le escribió cartas reconociendo el gran significado que tuvo Consuelo en su vida.

Publicado en francés, inglés y japonés, Memorias de la rosa retrata a otra Consuelo presa de las idas y venidas del impulsivo aviador y sus permanentes mudanzas, unidas a un carácter caprichoso e inestable que continuamente requería a su esposa para luego rechazarla y dedicarse a sus amantes. Mujeriego, inestable, injusto hasta el machismo pero apegado a ella en extremo y, a menudo, frágil y enternecedor, la figura de su marido fue reconstruida en esas páginas que alternan un estilo poético, humorístico, superficial, profundo y muchas veces, amargo. Una frase resume las quejas que aparecen frecuentemente en el libro: “Ser la esposa de un piloto fue un suplicio. Ser la de un escritor, fue un verdadero martirio”. “¿Cuál era de verdad mi papel?”, se preguntaba, para responderse, sumisa: “esperar, esperar, esperar siempre. Yo no estaba hecha para ser la esposa de un escritor de moda” –escribió–. “Compartir nuestras risas y nuestra intimidad con otra gente seguía pareciéndome una catástrofe.” En esas páginas también sugiere que el origen del retrato de El Principito fue un esbozo suyo en una servilleta que realizó en 1939.

Desde esas páginas se relativizaron las críticas y los prejuicios que se esgrimieron contra ella, desde “esposa infiel”, “serpiente seductora” o “mujer diabólica”. El lector se va enterando, paso a paso, de la verdadera pasión de Saint-Exupéry por surcar los cielos. Su conocimiento de los cambios de las nubes, de cómo engañan los vientos… Una pasión plagada, además, de sobresaltos y graves accidentes, en uno de los cuales, como se sabe, encontró la muerte.

No quedan dudas de que Consuelo según el prólogo de Alain Vircondelet es la inspiradora de esa rosa de El Principito, tratada en forma tan injusta. Las cartas del aviador también le reconocen este papel, incluso los famosos volcanes mencionados en El Principito tienen relación con la ciudad de Armenia y sus alrededores: el Cerro Verde, que aparece como el volcán apagado, y el Izalco y el de Santa Ana, los dos volcanes activos que dan ese perfil tan especial al asteroide del hombrecito y su rosa.

Consuelo volvió a El Salvador recién en 1938 y se quedó un mes en Armenia, en compañía de su madre y de sus hermanas Dolores y Amanda. Fue un viaje inesperado porque tuvo que ir a cuidar a Tonio, como cariñosamente llamaba a Antoine a un hospital de Guatemala, donde había sido internado tras un accidente aéreo cuando se dirigía a América del Sur. Ni bien el aviador se mejoró y viajó a convalecer a Nueva York. Fue así que Consuelo aprovechó para volver a ver a su familia en su querida Armenia.

La vida de su esposo era intensa. Daba reportajes y escribía artículos para diversas revistas, además de las adaptaciones cinematográficas de sus libros Correo del Sur (en 1937) y de Vuelo nocturno (en 1939). Cuando no escribía, se subía al avión y se iba: viajes a Moscú, a la España en guerra…

Mientras su marido se sumó a la aviación francesa durante la Segunda Guerra Mundial, Consuelo esquivó la ocupación nazi, refugiándose en Oppède, una ciudad casi abandonada al sur de Francia. Ahí esculpía, pintaba y escribía. La editorial Brentano’s, de Nueva York, publicó en francés y en inglés, en 1945, los que fueron sus recuerdos de aquellos tiempos. Salió con el título Memorias de Oppède, y el personaje principal llevaba el nombre de su hermana: Dolores.

Tonio, como ella llamaba a su aviador, publicó en 1943 dos novelas, ubicado en su hotel de Nueva York: Carta a un rehén y El Principito, que le dio fama mundial. Poco después pidió incorporarse a las fuerzas francesas en África del Norte y retomó las misiones desde Cerdeña y Córcega. En el transcurso de una de ellas, el 31 de julio de 1944, su avión desapareció en el Mediterráneo.

La noticia alcanzó a Consuelo en la ciudad de Nueva York, donde estaba radicada. Allí permaneció hasta 1946, en que regresó a Francia con toda la experiencia de sus 45 años y la fuerza suficiente como para reclamar el título nobiliario y los bienes de condesa que le pertenecían por derecho de heredera universal del conde Saint-Exupéry. Luego se retiró a la Villa en Grasse –cuyo clima seco le resulta beneficioso para su asma– y vivió pintando, esculpiendo, escribiendo y encontrándose de tanto en tanto, con amigos como Pablo Picasso, Mauricio Maeterlinck y Albert Camus.

Por haber sido Antoine de Saint-Exupéry declarado Héroe de Guerra, Consuelo tenía el privilegio de viajar gratis a los países que cubriera Air France, una oportunidad que aprovechó todo lo que pudo recorriendo países para dar conferencias sobre El Principito y su autor. Cada vez que enfermaba de tristeza o soledad, tomaba el avión y se iba a descansar a otro lado. Así fue como regresó varias veces a El Salvador a ver a sus hermanas y a sus sobrinos.

Murió víctima de un ataque de asma poco después de cumplir los 79 años, en compañía de su fiel mayordomo y amigo al que llamaba Pepe. Fue sepultada bajo el nombre Consuelo de Saint-Exupéry junto a la tumba de su segundo marido, Enrique Gómez Carrillo, en el cementerio de Père Lachaise, en París, un camposanto de ilustres como Víctor Hugo, Julio Cortázar y Jim Morrison.

Hay muchas semblanzas de Consuelo. La biografía que escribió Alain Vircondelet con sus memorias y la obra de Paul Webster, Consuelo de Saint-Exupéry, la rosa del principito, publicada en París en el año 2000 por Ediciones Du Felin. Pero pocas líneas tienen la fuerza de lo que publicó sobre ella su marido en 1939, en su libro Terre des Hommes: “Recuerdo los ojos de mi esposa otra vez. Nunca veré cualquier cosa más aparte de esos ojos. Ellos preguntan”. – See more at: http://www.laprensagrafica.com/revistas/septimo-sentido/257000-los-ojos-de-la-rosa.html#sthash.0ITFaBSS.aCed4nRs.dpuf

El presidente, la historia y el poder

El presidente, la historia y el poder
febrero 02, 2016 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Foro de opiniones, Nacionales, Voces Ciudadanas

Dagoberto Gutiérrez

La reciente muerte de Francisco Flores, quien fuera presidente de la República en años recién pasados, culmina un drama histórico, personal y socio-político. Lo que puede entenderse como una tragedia de una persona y también de una familia es, sin embargo, una expresión de la confrontación real que se ventila en estos acontecimientos.

Se trata de una manera de ejercer el poder político que se debate entre una forma oligárquica tradicional, donde el poder es entendido y ejercido como el patrimonio de quien ejerce un cargo público, y otra forma de democracia burguesa, donde el ejercicio del poder tiene límites establecidos en el conjunto de reglas conocidas como Constitución de la Republica. Es decir, que no se trata de los más altos niveles de democracia, donde el funcionario ejerce su cargo obedeciendo al dueño del poder que él ejerce, que es el pueblo. Un funcionario solo administra un poder ajeno y debe obedecer al dueño de ese poder.

Las reglas de la democracia burguesa establecen que “el funcionario público es delegado del pueblo y no tiene más atribuciones que las que expresamente le da la ley”. Cuanto este texto constitucional habla de ley se está refiriendo al producto de la voluntad de un conjunto de políticos que son los diputados que representan realmente los intereses de su partido y no los de las personas que votaron por ellos. En tal sentido, la misma democracia burguesa está muy lejos de reconocer o asegurar el control del ejercicio del poder de parte de su dueño –el pueblo soberano-pese a lo cual, el régimen político estructurado en nuestro país por largas décadas, no asume las reglas contempladas en la Constitución porque la primera regla que se establece en el marco real del juego (no hay que olvidar que todos somos jugadores) determina que las reglas de la Constitución no deben cumplirse. Y, entonces, el régimen político funciona a partir de reglas establecidas por los poderes facticos.

Paco Flores es cabal expresión de este fenómeno. Fue un típico presidente oligárquico, de discurso fino, con mucho filo, por momentos hasta filosófico, pero él tenía siempre un derrotero claro, que era el de trabajar al servicio de los sectores dominantes a los que consideraba que se debía.

Su periodo presidencial aparece dominado por los terremotos, por la ley de la dolarización, por relaciones internacionales de supeditación, y siempre por discurso fluido, elegante, y con distancias.

En realidad, Paco Flores no funcionó nunca como un típico militante de ARENA, aunque era arenero. Pero siempre pareció ser alguien con dificultades para entender, asimilar y desarrollar las relaciones partidarias más fructíferas, porque la conducción de un partido político requiere mucha comunicación, mucha paciencia, mucha capacidad de escucha, y pasa por tomar en cuenta las opiniones e intereses de los diferentes sectores que se mueven en una comunidad partidaria. Paco Flores siempre pareció distante de toda esta fenomenología. Pero, apareció más cercano y comprometido con los sectores más poderosos del país, con quienes parecía tener, eso sí, una comunicación más fluida y efectiva.

Semejante realidad supuso un quiebre de la lógica del poder y sin duda originó tensiones iniciales, que también caracterizaron su periodo presidencial.En el ejercicio del poder oligárquico, el partido político resulta ser el instrumento para llegar a la gente y sacarle los votos que se necesitan para capturar el aparato del Estado. El presidente es el dirigente de ese partido, dueño de una popularidad ciertamente artificial pero cultivada por el mismo funcionario, porque de otro modo se dificultará la legalidad y la legitimidad del poder que se ejerce desde la presidencia. Para Paco Flores eso, aparentemente, no era más importante que sus vínculos y relaciones con los sectores más poderosos del país.

Puestas las cosas así, Paco Flores resulta ser un típico representante del ejercicio del poder de la oligarquía, atraído hacia arriba y con menor compromiso hacia abajo. Al final de su periodo, las aguas partidarias en que debía moverse no eran aparentemente las corrientes más límpidas que resultan convenientes en estos escenarios.

Sus aspiraciones internacionales se vieron truncadas, aunque parecían tener los respaldos necesarios, y él mismo parecía ser el depositario de esos respaldos. Sin embargo, luego de su presidencia, pareció quedar a la deriva, sin los respaldos anunciados, sin los apoyos esperables de su partido, y como suele ocurrir con los otros presidentes, olvidado por la historia.

Vinieron otros presidentes y otros estilos más populares, vino el momento de quiebre del control oligárquico sobre el partido ARENA, y Paco permanecía en la sombra; aun cuando la política de dolarización que él implantó seguía y sigue desangrando inmisericordemente a los sectores más desprotegidos de la sociedad y a las clases medias.

En estos momentos, cuando el narcotráfico se enseñorea sobre la vida total del país, no es difícil establecer la relación entre aquella dolarización de enero del 2001 y el fluido y poderoso fenómeno del lavado de dólares que estremece la vida del país y configura la actual guerra, la más sangrienta de nuestra historia.

Cuando Paco aparece como el asesor electoral en la campaña presidencial recién pasada, con cálculos políticos insospechados de su parte, se tensionaron todas la agujas más puntiagudas y se revivieron las cimitarras más filosas en manos de sus enemigos cubiertos y encubiertos. Curiosamente, las filas partidarias donde Paco militó no eran ni son sus mayores amistades ni sus mayores aliados, y su aparecimiento no gozó ni de la simpatía ni del apoyo de sus propias filas partidarias. De este momento a la acusación pública que lo llevó a ser interrogado por los diputados de la Asamblea Legislativa, en una memorable sesión pública televisada, que mostró su interrogatorio, donde Francisco apareció en toda su dimensión humana, solo mediaron pequeños y rápidos pasos, como si se tratara de un drama humano cuyos hilos de plata manejaba el mismo Paco.

Todo parecía indicar que Paco decidió caminar, por razones desconocidas, en un territorio lleno de enemigos, que de alguna manera él consideraba necesario enfrentar, descubrir y hasta derrotar. Su juicio estableció el primer caso en nuestra historia de un presidente de la República enjuiciado por acusaciones criminales específicas, el primer presidente encarcelado y el primero que muere como indiciado, aunque inocente presunto, por no haberse probado su culpabilidad, dada su muerte.

Como presidente, será recordado por el pueblo, sobre todo por la dolarización, con amargura y oposición. También será recordado por las derechas tradicionales como alguien que intentó hacer su propio juego fuera del control y que al final se evadió con su muerte.

Paco Flores se llevó a la tumba una gran cantidad de información y de secretos que de conocerse aclararían a la sociedad salvadoreña parte de los meandros y corredores oscuros en que el poder se ejerce en nuestro país, pero el episodio que protagonizó y el estudio histórico posterior que sobre él se hará, nos dará luz sobre esta etapa que estamos recorriendo. De todas maneras, nosotros escribimos la historia y Paco escribió la suya. Por supuesto que no determinamos las circunstancias en las que hacemos esa historia, y ésta sigue su curso, y nosotros, los constructores de esa historia, también seguimos nuestro curso.

Los núcleos de la ORT origen de lo que fue el PRTC

Los núcleos de la ORT origen de lo que fue el PRTC,

Por: Oscar Martínez

Francisco Jovel, firmante de los Acuerdos de Paz, conocido durante la guerra como Comandante Roberto Roca, fue uno de los cinco integrantes de la Comandancia General del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en su calidad de Secretario General del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Liberación Popular (FAR-LP), así como fundador de la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) (1970-75), antecedente de lo que posteriormente se llamó PRTC. Jovel se convierte así, en una voz autorizada para hablarnos del origen del PRTC, al ser uno de los primeros líderes guerrilleros de la revolución salvadoreña; y por esa investidura histórica que le otorga su praxis revolucionaria lo entrevistamos a 40 años del Congreso fundacional del PRTC, que se clausuró el 25 de enero de 1976, en San José, Costa Rica.

Para hablar de los inicios del PRTC, hay que contextualizar históricamente el período en que surge el PRTC, empezando con su antecedente, la ORT. Lo mismo hay que decir de las otras tres organizaciones de la nueva izquierda revolucionaria, ideológicamente enfrentadas a la izquierda reformista y electoral, representada en ese entonces por el Partido Comunista Salvadoreño (PCS); para ello hay que remontarse a la incidencia que tuvo la juventud estudiantil, magisterial y obrera en la 2da. mitad de los años 60 en toda América Latina y, por ende, en El Salvador.

A partir de 1960, en América Latina, la proyección internacional de la revolución cubana fue muy importante, pero en El Salvador, la cristalización de esa nueva perspectiva de la izquierda se da en la segunda mitad de los años 60.
Rafael Arce Zablah, Humberto Mendoza, no identificado. Foto Diario Co Latino/Archivo

Rafael Arce Zablah, Humberto Mendoza, no identificado. Foto Diario Co Latino/Archivo

En Centro América, en la primera mitad de los años 60 impactó mucho en Guatemala, sobre todo, con la formación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), también en Nicaragua, con la formación del original Frente Sandinista encabezado por Fonseca Amador.

Para 1967 en El Salvador se dio un fenómeno interesante, que impactó mucho a nivel nacional, que fue la participación por primera vez de manera diferenciada y legal de una organización democrática con posiciones de izquierda que era el Partido Acción Renovadora (PAR), que llevó como candidato al Doctor Fabio Castillo Figueroa. La izquierda en general hizo causa común del respaldo a esa candidatura. Lo apoyaron personas de la izquierda tradicional ubicadas en el Partido Comunista, como de los sectores no comunistas de la izquierda, la gran mayoría de esos sectores estaban vinculados a la Universidad de El Salvador (UES) y sindicatos, y ya estaban incidiendo en ese periodo en el campo y en los pueblos entre personas muy humildes, que tradicionalmente habían estado sometidas y muy vinculadas a las políticas de la dictadura. Muchos campesinos formaban parte de la Organización Democrática Nacionalista de (ORDEN) o eran miembros de las Patrullas Cantonales; sin embargo, en ese sector empezaron a influir sensitivamente cambios de actitud, en gran medida debido a que la reunión del Concilio Episcopal Latinoamericano de la Iglesia Católica (CELAM), celebrado en Medellín, Colombia, le dio una nueva perspectiva a la labor pastoral, como la llaman los religiosos y sacerdotes y eso tuvo influencia en sacerdotes relativamente jóvenes que estaban muy de cerca de las comunidades campesinas o de poblados pequeños.
Comandante Roberto Roca (de boina y barba) en una zona de control de la guerrilla. Foto Diario Latino/Archivo PRTC

Comandante Roberto Roca (de boina y barba) en una zona de control de la guerrilla. Foto Diario Latino/Archivo PRTC

Fue importante el papel que jugaron en Suchitoto, en Aguilares, en el Paisnal, en Morazán, en el Norte de San Vicente, y muchos otros lugares; y eso también cambió la actitud de muchos sectores de sacerdotes vinculados a la labor educativa, hubo un importante cambio de visión y de práctica educativa en colegios como el Externado San José, en universidades como en la UCA bajo la dirección de Jesuitas; también influyó en algunas ordenes de monjas que también jugaron un papel importante, poquito a poquito ya en los años setenta las monjas de la Divina Providencia y Sagrado Corazón tenían una actitud diferenciada de lo que era en el pasado una actitud muy elitista de toda la actividad educativa regentada por religiosos católicos. Eso influyó mucho en el país.

Hay que recordar que se comenzó a hablar de construir el cielo en la tierra, de Comunidades Eclesiales de Base, la opción preferencial por los pobres, de justicia social, de redistribución de la riqueza, de reforma agraria, etc., todo eso tuvo una relevancia de gran impacto en América Latina.

Otra gran experiencia que influyó mucho fue el esfuerzo que el “Ché” Guevara intentaba abrirle a una perspectiva guerrillera en Bolivia, esto era muy importante porque ya cuando el “Ché” hizo ese esfuerzo, algunas experiencias guerrilleras ya habían entrado en una especie de derrota estratégica como las FAR de Guatemala, en Venezuela y en otros lugares de América Latina. La captura y el fracaso de esa experiencia del Che Guevara, obligó a repensar como abrir brecha en América Latina a la vía armada para la conquista del poder por parte de las fuerzas revolucionarias, pero por otra parte reforzó las posiciones reformistas y electoreras de los Partidos Comunistas en toda América Latina, sobre todo, con la victoria de la Salvador Allende en Chile, posiciones que se derrumbaron al darse el golpe de Estado de Pinochet.

Y así empezó a surgir un fenómeno de guerrilla urbana; el cual, a finales de los años 60 empezó a cobrar mucha más fuerza, aun cuando esto tuvo un peso muy significativo en los años 70; la experiencia, por ejemplo, de los Tupamaros, en Uruguay; de los Montoneros, en Argentina; de la guerrilla de Carlos Marighella, en Brasil, todo eso fue un esfuerzo por reorganizar y replantear la lucha revolucionaria. Esos movimientos y su experiencia que ya no se trataba de guerrilla de montaña, que podía darse esa lucha en otros escenarios, en la cuidad, en terrenos sub-urbanos, influyeron mucho.

A los movimientos estudiantiles universitarios de Latino América, la enorme huelga y levantamiento del estudiantado francés en 1968 (que además tuvo una importante repercusión en Alemania, Italia, menos quizás la tuvo en países como España que todavía estaba muy abatida por la dictadura de Francisco Franco, ese “Caudillo de España por gracia de Dios” y “Regente de la Corona”), todo ese movimiento de mayo del 68 influyó mucho en el estudiantado mexicano, a tal grado que tuvo un desenlace muy sangriento, con un crimen de lesa humanidad; esa experiencia y ese levantamiento, esa enorme protesta de los estudiantes mexicanos con las marchas y concentraciones, el gobierno del Presidente mexicano de ese momento, Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), ordenó pararla con una masacre en la Plaza de Tlatelolco.

A Raíz de esos hechos llegaron a El Salvador, en condición de exiliados, algunos profesores universitarios, en condiciones de exiliados, uno de ellos, que impartía clases de física en la UES fue asesinado por orden del Coronel Berdugo, que dirigía migración.

Podemos decir que ese replanteamiento de la perspectiva de lucha de la izquierda había iniciado sus debates en una reunión de las Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), en la Habana, Cuba; en esa reunión habían llegado, sobre todo, representantes del Partido Comunista Salvadoreño; en el desarrollo de las discusiones y de los planteamientos que hubo en la (OLAS), surgieron dos corrientes al interior de esa delegación salvadoreña, unos que apoyaban la posibilidad de una visión de lucha armada, en donde Roque Dalton jugó un papel importante y otras personas que llegaron de El Salvador que eran partidarios de seguir la “línea de Moscú”, de la “transición pacífica al socialismo”, encabezados por Schafik Hándal. Ese debate ya en la mitad de los años 60, trascendió las fronteras del Partido Comunista y se extendió al conjunto de la izquierda, porque todo este debate estaba influido por los acontecimientos aludidos anteriormente.

Otro factor que estaba en su apogeo en ese momento eran las luchas por la liberación en África, toda la experiencia guerrillera en Argelia, que tenía una forma muy particular, prácticamente habían dividido la ciudad de Argel en una parte Árabe y en una parte francesa, que eran los colonialistas. También, la lucha en el Congo encabezada por Patricio Lumumba, en la que había tratado de participar el Che Guevara; y la guerra de Vietnam, que estaba en su apogeo en ese momento, donde habían sido derrotados los franceses y la guerra continuó contra los norteamericanos que se habían involucrado directamente en esa aventura neocolonial en el Sureste de Asia. La llamada “Guerra Fría”, con su amenaza nuclear, estaba en su máximo nivel de peligrosidad.

Todos esos acontecimientos dieron lugar a que los sectores de recién ingreso a la Universidad vivieran un momento de gran ebullición. El Doctor Fabio Castillo, como era previsible, en unas elecciones amañadas, fraudulentas y controladas por la dictadura militar, había perdido la presidencia en 1967; antes fue Rector de la Universidad de El Salvador (UES) e impulsó una importante reforma universitaria que estaba sobre todo orientada a mejorar el nivel académico del estudiantado, proyectar la Universidad hacia el pueblo con la finalidad de que los estudiantes, en su praxis académica, se vincularan con la población y, sobre todo, con los sectores más pobres del campo y la ciudad, pero a finales de los años 60, aun cuando el Dr. Fabio Castillo era el Decano de la Facultad de Ciencias y Humanidades, en el estudiantado de primer ingreso de áreas comunes había una efervescencia producida por varios factores: primero, por esa corriente de flujo revolucionario entre la juventud; segundo, porque la reforma universitaria que había entrado en un periodo de adormecimiento y muchos profesores habían empezado a revertir el carácter de la reforma universitaria que había impulsado Fabio; la tendencia era a imponer el estudio dentro de los muros de la universidad y otros que habían caído en una especie de conservadurismo académico, no hacían ningún esfuerzo por impartir las materias correctamente, ni introducir ningún cambio curricular; y tercer factor: habían convertido las áreas comunes en una especie de colador estudiantil. La cantidad de estudiantes que veían frustrados sus perspectivas universitarias en esos dos años se estaba volviendo cada vez más grande.

Había un fenómeno que para los estudiantes era digno de la máxima resistencia, era la tendencia consistente en que entraban muchos estudiantes, pero que después de las áreas comunes quedaban muy pocos estudiantes; y había algunas facultades donde esa selección era muy elitista, se daba por ejemplo en Medicina e Ingeniería, eso generó, en áreas comunes, un descontento bastante generalizado y dio lugar al estallido de una huelga general de áreas comunes a finales del 69.

En ese periodo nos involucramos de manera muy decidida una nueva generación de revolucionarios, una muy buena parte de ellos que no había tenido ningún tipo de vinculación con la izquierda tradicional representada por el Partido Comunista; ni con la oposición reformista de la democracia cristiana. Esos grupos de jóvenes revolucionarios estaban aceleradamente atrayendo a ese planteamiento de debates de nuevas ideas y opciones a bastante jóvenes que se habían incorporado a la Juventud Comunista y a la Juventud Demócrata Cristiana, entre estos había obreros sindicalizados, maestros y estudiantes universitarios. Si vemos quienes eran los dirigentes de todo ese esfuerzo vamos a descubrir entre todos ellos a los que fueron fundadores y dirigentes impulsores de la nueva izquierda política- militar en los inicios de 1970, 1971, 1972.

Entre la dirección de la Huelga de Áreas Comunes estaba:, Adán Díaz Salazar y Francisco Jovel, que no provenían de ninguna organización tradicional; Humberto Mendoza, proveniente de la Juventud Comunista; Rafael Arce Zablah y Virginia Peña. En el Diario Co Latino, en esa época llamado solamente Diario Latino, se puede encontrar la foto de la Dirección de la Huelga de Áreas Comunes, movimiento que se extendió a otras áreas como Economía bajo la conducción de Felipe Peña Mendoza, proveniente de la juventud Demócrata Cristiana. En todo este movimiento de Áreas Comunes podemos destacar que estaba Clara Elizabeth Ramírez, habían varios compañeros que luego aparecen en la dirección del ERP como Joaquín Villalobos y otros, provenientes de la juventud Demócrata Cristiana. Muchos de ellos, antes de que fuera ocupada militarmente la UES, por la persecución policial y por las actividades de la organización de la nueva izquierda, se retiraron de la Universidad para dedicarse a la organización clandestina guerrillera, como Felipe Peña, Virginia Peña, Adán Díaz Salazar, otros se quedaron todavía haciendo un esfuerzo en la Universidad hasta 1972 cuando la dictadura tomo la UES, como Humberto Mendoza, Francisco Jovel, Luis Adalberto Díaz, Francisco Montes, Alfonso Hernández, entre otros. Comenzó a partir de ese año la vida clandestina de muchas decenas de dirigentes de la nueva izquierda.

Esa situación influyó en los maestros que habían jugado un papel importante en la primera huelga de ANDES 21 de JUNIO en 1979, particularmente el profesor Mario López, que se incorporó al PRTC y la profesora Mélida Anaya Montes, que se incorporó a las FPL.

Todo este flujo revolucionario forjó los principales dirigentes que organizaron los cuatro partidos de la nueva izquierda: Fuerzas Populares de Liberación (FPL), Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC) y la Resistencia Nacional (RN).

En ese periodo, antes de la ocupación militar de la UES, habían dos edificios, dentro del Campus de la Universidad, que eran residencias estudiantiles, en ellas vivían muchos estudiantes que pasaron a formar parte de la dirigencia de la Nueva Izquierda como Eduardo Rico Mira, Adán Díaz Salazar (Presidente de los Residentes y Representante de los Becarios), el Dr. Morales Chávez, Presidente de la Sociedad de Estudiantes de Medicina, Fundador de la ORT; el poeta Alfonso Hernández, y otros que se destacaron como dirigentes revolucionarios.

Es en ese marco que se forma el núcleo que le dio inicio al esfuerzo organizativo histórico que forjó al PRTC. En ese momento no tenía nombre ese esfuerzo, el grupo inicial lo conformaba: Adán Díaz Salazar, el “Moscovita”, el Dr. Morales Chávez, Eduardo Rico Mira y el “Chino” Sibrián (profesor de Psicología), Francisco Montes y Leonel Lemus Arévalo, un destacado obrero especialista en vidrio para artículos de laboratorio de química, con alta calificación en técnicas de guerra de guerrilla urbana y construcción de armas artesanales y explosivos. Este equipo estaba coordinado por Francisco Jovel. Este fue el núcleo inicial de lo que en un principio de 1970 a 1975 se llamó Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) y que, a partir de 1976, pasó a llamarse Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRTC).

De ese grupo inicial, excepto de “El Moscovita”, de quien se perdió toda vinculación, sobreviven: Morales Chávez, quien vive y ejerce la medicina fuera del país, y Francisco Jovel. Adán Díaz Salazar murió en Guatemala, en 1972, en un esfuerzo por adquirir experiencia militar, que fue un acto de vinculación revolucionaria y de solidaridad con la lucha armada aquí en El Salvador por parte de la FAR de Guatemala bajo la dirección de Pablo Monsanto; ese mismo año murió en un lamentable accidente con explosivos Leonel Lemus Arévalo. Alfonso Hernández cayó en la ofensiva de 1989, en las filas de la RN; Francisco Montes, fue asesinado por la dictadura en 1980, en Santa Ana, cuando ejercía su profesión de médico; en ese mismo año fue asesinado el Chino Sibrián, quien fue capturado y asesinado; Eduardo Rico Mira murió a causa de enfermedad natural a principios del presente siglo; estos cuatro últimos compañeros, al momento de morir, estaban incorporados en las filas de la RN.

Este grupo desarrolló labor organizativa con más personas en la Universidad: cuerpo docente, instructores, personal administrativo y se fue extendiendo el trabajo hacia maestros de secundaria y primaria, obreros y campesinos.

Se inició a formar células y buscábamos que todas las células estuvieran conformadas, no por su origen, sino por compañeros que provenían de diferentes sectores de profesionales, campesinos, obreros, profesores de tal forma que hubieran células con compañeros provenientes de diferentes sectores, para que tuvieran una perspectiva más amplia y una relación más directa sobre la realidad que vivían diferentes sectores. El trabajo se intensificó en muchas ciudades y esto nos permitió que muchos estudiantes y obreros de la ciudad fueran a realizar trabajo de organización en el campo en Suchitoto, en varios cantones del cerro de Guazapa; en San Vicente, tanto en el norte del departamento como en la zona de Verapaz; en el departamento de Usulután, en Santa Ana, en Sonsonate y otros departamentos y en variados sectores sociales.

Los núcleos de la ORT origen de lo que fue el PRTC

Publicado por: Administraador 2 febrero, 2016 en Memoria Histórica Deja un comentario

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Por: Oscar Martínez
oscartexto@gmail.com
@oscartexto

La Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) se encontraba en un dinámico trabajo de organización a nivel nacional, la etapa organizativa de formación de las primeras células había concluido.

Al trabajo hecho con máxima precaución y con estricta selección de los cuadros debía sucederlo una labor más intensa tanto en el plano de afinar estrategia como en el fortalecimiento de las concepciones políticas revolucionarias y en el del fogueo de los cuadros en el dominio de diversas formas de lucha.

En esa dinámica de trabajo se estaba cuando de forma casi natural surgió la posibilidad de intentar hacer confluir en una sola organización de la nueva izquierda a todas las vertientes que surgieron en esos años de 1969 a 1972.
El Comandante Roberto Roca, junto al Comandante Miguel Mendoza, en el puesto de mando de Guazapa. Foto Diario Co Latino/ Archivo PRTC.

El Comandante Roberto Roca, junto al Comandante Miguel Mendoza, en el puesto de mando de Guazapa. Foto Diario Co Latino/ Archivo PRTC.

En nuestro caso, ese esfuerzo unitario lleva a que buscáramos por medio del Dr. Fabio Castillo Figueroa, dado su prestigio y relación con todas las vertientes, aun cuando con el grupo nuestro Fabio tenía una relación mucho más estrecha y más comprometida; sin embargo, Fabio, personalmente no integraba parte del núcleo inicial de la ORT, sino que se reunía conmigo y nos tenía muy al tanto de sus reuniones con Cayetano Carpio y con al menos un contacto con el que se ha reconocido como “El Grupo”.

Hicimos un primer esfuerzo de reuniones con Cayetano Carpio, en algunas reuniones participó Adán Díaz y mi persona y en otras reuniones participé solo yo; en ese sentido Cayetano era muy cuidadoso de no relacionarse con muchas personas en ese tipo de reuniones. No nos pudimos poner de acuerdo porque Cayetano Carpio planteaba como requerimiento que todos los estudiantes universitarios tenían que renunciar a continuar en la Universidad y debían sumergirse en la clandestinidad, y nos planteó su tesis de que a través del extrañamiento de la vida universitaria nos liberaríamos de las aspiraciones y perspectivas pequeño-burguesas y nos íbamos a proletarizar. Nosotros discutimos con él y se le expresó que no considerábamos que esa fuera la vía más apropiada de proletarización, que además la revolución necesitaría personas académica, científica y técnicamente bien preparadas y que no debería de menospreciarse la importancia que tenía la universidad, sobre todo la UES, para la formación política-ideológica de la juventud que era la que se podía conseguir desde la Universidad de forma más abierta y en términos prácticos a través de las asociaciones estudiantiles, magisteriales y sindicales poniendo en práctica la política de combinar estudio y lucha.

Otra de las cosas que Marcial planteaba en ese momento era pasar una prueba de fuego lo más inmediatamente posible y nos propuso, a través de un compañero obrero que él envió, a la manera muy de este compañero que la orden era que bajo su dirección el grupo hiciera una recuperación de fondos en un pequeño supermercadito que había a tres cuadras de la Universidad. Se llamaba Súper Universitario, donde hoy hay un negocio que se llama Fajitas. Nosotros le discutimos, le expresamos que el teatro de operación era el menos apropiado, que se trataba de un pequeño negocio; se nos dijo que era para tener práctica. También le dijimos que consideráramos que había que ponernos de acuerdo en el tipo de operaciones militares a realizar con base a una estrategia que debía ser conscientemente asimilada y que antes de comprometer a la gente en una acción militar habría que darle algún tipo de preparación militar, ya que los que formábamos el núcleo de la ORT no teníamos ninguna capacitación mucho menos experiencia militar, por lo cual considerábamos que eso era indispensable antes de actuar; nuestra posición disgustó mucho al compa y rompieron la relación.
Salvador Cayetano Carpio, conocido como comandante Marcial, fundador de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL).

Salvador Cayetano Carpio, conocido como comandante Marcial, fundador de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL).

Ese núcleo inicial lo único que tuvo como armamento en un principio era una pistola calibre 38, que le había hurtado Adán Díaz a su papá, y aquella pistola la armábamos y la desarmábamos hasta la última pieza con los ojos vendados; mientras mantuvimos relación con las FPL nos prestaron un fusil G-3, del cual aprendimos su funcionamiento, su arme y desarme.

Hacíamos prácticas de lucha urbana desde el conocimiento pormenorizado de la ciudad: sus edificios, mercados, zonas industriales, barriadas, quebradas, etc., prácticas de evasión de la persecución a pie y en auto, chequeo y contra chequeo, construcción de “embutidos” (diversos artefactos para ocultar y movilizar documentos, armamento, dinero, etc.) elaboración de planos, prácticas de observación operativa, diseño de planes operativos, etc. También estudiábamos un manual de contrainsurgencia elaborado por instructores norteamericanos de una escuela de contra guerrilla en Panamá.

Paralelamente había mucho estudio teórico de la guerra de guerrillas, con otros compañeros más allá del grupo inicial. Formamos en 1970 al 1972 una “Sociedad Pro-Libro Barato”, editamos más de 60 títulos, tanto de literatura revolucionaria como de carácter científico académico: de medicina, matemática, física, etc. Los fondos obtenidos de la venta entre aquellas personas que tenían los recursos para comprarlos nos servían para financiar los libros que de forma gratuita teníamos que darle a los obreros, campesinos y estudiantes de secundaria con quienes organizábamos círculos de estudio, entre los cuales hacíamos trabajo de selección y reclutamiento.

Ese esfuerzo fue un éxito, recuerdo que cuando la dictadura se tomó la Universidad descubrieron una buena cantidad de eso libros entre ellos como 1,500 libros “Principios elementales del Materialismo Histórico”, de Marta Harnecker. A petición de Cayetano Carpio, editamos el “Mini Manual del Guerrillero Urbano”, de Carlos Marighella. Cayetano nos dio una copia escrita a máquina, nosotros lo que hicimos fue levantarla en linotipo con la colaboración de obreros de la Editorial Universitaria, y Marcial nos pedía 25 copias y nosotros editamos 2 mil 500 ejemplares y le dimos 500 ejemplares para que los distribuyera y lo hicimos en un diseño de libro de bolsillo para que fuera más fácil moverlo y esconderlo. Este manualito hoy se consigue sin problemas, gratis y libremente en internet; también editamos libros como “El Izquierdismo Enfermedad Infantil en el Comunismo”, “El Estado y la Revolución”, de Lenin; las Tesis de Mao sobre la guerra, Las “Tres Fuentes y Tres Partes Integrantes del Marxismo”, de Lenin. Empezamos a sacar por partes el primer tomo de “El Capital” de Marx, varios títulos de filosofía, sociología, reproducimos algunos libros de los Tupamaros y de la lucha revolucionaria en Vietnam, etc…
Francisco Jovel, Comandante Roberto Roca, de frente al fondo, conversa con los mandos guerrilleros del PRTC, en el Cerro de Guazapa en 1983. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC.

Francisco Jovel, Comandante Roberto Roca, de frente al fondo, conversa con los mandos guerrilleros del PRTC, en el Cerro de Guazapa en 1983. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC.

Construimos un quiosco en la Universidad para la venta de los libros que editábamos y otros materiales de estudio, un quiosco al que por limitaciones del espacio le habíamos hecho un sótano para embodegar los libros y cuando se tomaron la Universidad dijeron los militares que ahí posiblemente era para tener gente secuestrada, una de todas esas tonterías que a menudo se les ocurrían decir a los militares de la dictadura; el tal quiosco estaba abierto, todo el mundo veía que de ahí se sacaban los materiales, lo colocamos en el área de la Facultad de Ciencias y Humanidades, frente a la entrada donde hoy está la ANDA, antes estaba el IVU, antes de cruzar al corredor de Física y Matemática.

Del grupo inicial hay que considerar que yo fui Vicepresidente de AGEUS, Paco Montes del Comité Ejecutivo de AGEUS; Adán Díaz, Secretario General de Estudiantes Residentes y Estudiantes Becarios; Joaquín Morales Chávez fue Presidente de la Sociedad de Estudiantes de Medicina Emilio Álvarez “SEMEA” y en un periodo fue Presidente de los Estudiantes Residentes; Humberto Mendoza fue miembro del Comité Ejecutivo de AGEUS; el “Chino” Sibrián fue dirigente de la Sociedad de Estudiantes de Psicología y cuando se incorporó con nosotros ya era maestro de la Escuela de Psicología.

El esfuerzo con Cayetano no dio resultado, nosotros valoramos con el grupo inicial y con todas las células que habíamos formado que las tesis de Cayetano no nos parecían correctas, ni en cuanto a criterios de organización, ni la tendencia al verticalismo, excesivo centralismo y tendencia al culto a su personalidad; y entonces concluimos que deberíamos de consolidar el esfuerzo organizativo propio que veníamos construyendo.

En ese momento se nos acercó gente del Partido Comunista que de alguna forma se dieron cuenta del esfuerzo organizativo que teníamos. Yo no recuerdo quien pudo haberles dado esa información, pero tuvo que ser alguno de nuestros contactos con docentes; el hecho es que luego apareció un compañero “el niño” le decían, pero era alto y fornido, a él lo asesino la dictadura en la segunda mitad de los años setenta, era miembro de la organización militar del Partido Comunista, del “brazo armado” se decía; él se entusiasmó muchísimo con nosotros, él era un comunista muy firme y convencido, incluso, había tenido capacitación militar en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y gracias a él logramos conocer una serie de asuntos militares e incluso no dejó de intentar de insinuarnos que con nosotros se podía desarrollar la organización militar del Partido Comunista, a pesar de toda la discusión, el debate y, sobre todo, las limitaciones que ponía el Partido Comunista para la labor político-militar, pero él se entusiasmó mucho; con él hicimos unas prácticas en el campo, hicimos prácticas de blanqueo para familiarizarnos con las armas en algunos lugares del campo, y con él estudiamos un poco de tácticas militares, él estaba muy influenciado por la experiencia de guerrilla que se dio en el marco de la Segunda Guerra Mundial; entonces, eran grandes contingentes de guerrillas en condiciones de una implementación de una táctica y estrategia distinta a la que tendríamos que llevar adelante en las condiciones particulares de América Latina y bien específica de El Salvador,

Él no dejaba de seguir la lógica de que había que esperar un momento insurreccional en donde iban a surgir esa cantidad de personas que para defender el esfuerzo insurreccional; tenían que organizarse unidades militares del pueblo, como te digo estaba influenciado por los estudios en la URSS, pero a nosotros nos ayudó muchísimo, y lo más importante en él, es que aún a sabiendas que no coincidíamos con las posiciones electoralistas del Partido Comunista, él fue muy leal con nosotros, era consciente que en algún momentos íbamos a confluir todas las organizaciones, él era partidario de esa tesis y nosotros también éramos partidarios de esa tesis de que había que pensar en esa unificación aunque fuera en el largo plazo. Se rompió la relación con el compañero porque el PC le asignó otras responsabilidades y al final como que se convencieron que ni nos iban a detener y no nos iban a convencer con su planteamiento.

Por razones de seguridad, Miguel Mármol, sobreviviente de la matanza de 1932, se refugió en la UES y como el presidente de la Asociación de Residentes era Adán Díaz Salazar, se le dio refugio allí, en un apartamento para profesores; platicando con él conocimos muchos detalles de ese sangriento capítulo de la historia nacional con el que se inició la larga noche de la Dictadura Militar y su alianza servil con la oligarquía agroexportadora. Lo convencimos de que compartiera con la comunidad residente su testimonio; él aceptó, aun cuando, según él nos expresó, no se correspondía con la línea del PCS, que prefería que no se pusiera énfasis en esos acontecimientos para no “darle alas” a los “ultraizquierdistas”. Organizamos una conferencia en la residencia y después dado el interés que el tema despertó, organizamos una conferencia en el auditórium de economía y múltiples reuniones con círculos de estudio y lucha que nosotros organizamos. Miguelito, como le decíamos cariñosamente, nos ayudó mucho en cuanto a métodos y formas de hacer trabajo de organización entre obreros y campesinos. Él decía que era “Leninista” y que nosotros éramos “Cheistas”. Él era un leal miembro del PCS y hasta su muerte fuimos buenos amigos.

En 1970, a la par que en El Salvador surgían tres de las organizaciones de la nueva izquierda (FPL, ERP y ORT, en rigor sus núcleos o células iniciales), en Chile triunfa Salvador Allende; eso dio al PCS un respaldo a su tesis de la “transición pacífica al socialismo” o , en su defecto a la tesis de “formas no capitalistas de desarrollo”, parecía que sus tesis se fortalecían, sobre todo porque en 1968 había fracasado el esfuerzo del “Che” Guevara por impulsar la vía armada en Bolivia. La dictadura militar, no obstante el momentáneo respaldo popular recibido por los “éxitos” en la llamada “Guerra de las 100 horas”, entre Las dictaduras militares de El Salvador y Honduras, para 1971 ya había perdido ese respaldo, a tal grado que en 1972 perdió las elecciones frente a una alianza de Demócrata-cristianos (PDC), Social-demócratas (MNR) y Comunistas (UDN) llamada Unión Nacional Opositora (UNO); pero la dictadura, en acuerdo con la oligarquía, impusieron al Coronel Armando Molina, candidato del PCN. Esta situación intensificó la lucha ideológica a nivel de las izquierdas sobre la vía de la revolución entre las posturas pro vía pacífica reformista y electoralista del PCS encabezada por Schafick Handal y la visión pro vía armada revolucionaria y guerrillera donde también se libraba otra lucha ideológica entre las posiciones de guerra popular prolongada (FPL), encabezada por Cayetano Carpio, y la tesis militarista encabezada por la dirección del ERP, encabezada por Alejandro Rivas Mira, frente a la posición de poner en práctica todas las formas de lucha que existía al interior de esta última organización, tanto en el sector que posteriormente se separaría como RN, como en la ORT.

A partir de ahí establecimos una vinculación con quienes estaban desarrollando el trabajo de “El Grupo” para convertirlo en una organización propiamente, es ahí en donde iniciamos a hacer un esfuerzo de alianza con ese organismo que inicio la formación de lo que posteriormente se llamó ERP. En ese esfuerzo de alianzas nos permitieron a nosotros participar en una consulta que se hizo para nominar a la organización, nosotros éramos partidarios que se llamara Fuerzas Armadas Rebeldes o Fuerzas Armadas Revolucionarias, sus siglas serían FAR, en un esfuerzo porque el mismo nombre sirviera para facilitar la vinculación y relación con la FAR de Guatemala, con quien ya habíamos nosotros, en ese periodo, enviado a Adán Díaz Salazar a Guatemala. Una anécdota importante en ese periodo es que como ambos queríamos ir a Guatemala, no tuvimos otra alternativa que tirar una moneda al aire y así fue que Adán término yendo a Guatemala y a mí me tocó continuar con el trabajo de conducción del esfuerzo del grupo inicial.

A ese esfuerzo unitario le empezamos a dar continuidad, me pidieron que en representación de todo el sector organizado como ORT pasáramos a formar parte de una “dirección de columna”; la conformábamos cuatro personas bajo la dirección de Fermán Cienfuegos, que era el vínculo con la dirección del ERP; los otros dos eran Vladimir Rogel (“El Vaquerito”), quien es la persona que se afirma que fue uno de los hechores materiales del asesinato de Roque Dalton, y el poeta Alfonso Hernández.

Rápidamente se empezaron a manifestar profundas diferencias de concepción con ese grupo y particularmente con el Vaquerito, porque nosotros consideramos que se estaba cayendo en una visión militarista. Considerábamos que era importante hacer un trabajo de organización masivo de carácter ilegal y también considerábamos que había que diferenciar el esfuerzo de construcción del Partido del esfuerzo de construcción del ejército y también del de construcción de una organización masiva ilegal, de hecho. Esa posición no era sólo nuestra, también se estaba desarrollando al interior del ERP, propiamente tal, en el sector que estaba impulsando la organización ilegal de masa llamada Resistencia Nacional (RN).

Esta situación se hizo tensa dada la postura intolerante, verticalista y autoritaria del sector militarista que hegemonizaba en el ERP. La alianza que habíamos establecido intentando unificarnos plenamente no tenía perspectiva de futuro. Después de una amplia consulta con nuestras bases decidimos romper dicha alianza de la forma más civilizada posible; afortunadamente la ruptura se hizo sin mayor problema; pero la lucha ideológica se profundizó al interior del ERP, llegando más adelante, un año y medio después, a una situación que no fueron capaces de administrar correctamente y dio lugar al imperdonable asesinato de Roque Dalton y Pancho, y la separación de la RN.

No obstante esas diferencias, hay que rescatar el hecho de que ese primer esfuerzo de unificación de la izquierda revolucionaria dio lugar a la formación del Frente de Acción Popular Unificada (FAPU), me refiero al primer FAPU, el cual se desorganizó al darse la ruptura RN y ERP. Después la RN se apropió del nombre, pero ya no era un esfuerzo unitario, sino Particular de una de las corrientes de la nueva izquierda revolucionaria. El éxito y la capacidad de convocatoria demostrada por el primer FAPU, como aspecto trascendental introdujo de manera irreversible la presencia de organizaciones ilegales de masas como la forma que sería predominante para hacer avanzar el proceso revolucionario durante el resto de los años setenta, desplazando progresivamente a la lucha electoral a un plano secundario y abriendo el terreno para que la forma fundamental de lucha, la lucha armada contra la dictadura militar, pasara a ser la predominante, como lo fue a partir de 1981.

l final de los tres y medio primeros años de la década de los setenta, la construcción de la nueva izquierda quedaba configurado por un espectro ideológico organizativo conformado por cuatro tendencias bien configuradas: las FPL, con su línea de guerra popular prolongada (GPP); el ERP, con una línea predominante de carácter militarista; la ORT, en proceso de convertirse en PRTC; y la RN, en trance de ruptura con el ERP. Estas dos últimas corrientes siempre fueron partidarias de una línea de combinar todas las formas de lucha.

Sobre esos momentos de la configuración definitiva de la nueva izquierda; siguiendo una visión que habíamos madurado bastante, como ORT considerábamos que la nueva izquierda debería de practicar, y combinar en la práctica, todas las formas de lucha. Al hacerlo debía saberse diferenciar cual era en perspectiva estratégica revolucionaria la lucha fundamental de la etapa del proceso político en que estábamos actuando y en términos de tácticas revolucionarias en cada período de esa etapa, cuál era la lucha dominante y a su vez había que definir como línea fundamental de la estrategia la forma en que se trabajaría para convertir, aunque fuese gradualmente, la forma de lucha fundamental, en la forma predominante; porque no necesariamente estas coincidían en el tiempo y el espacio.
Comunicado del Congrego Constituyente del MLP, calzado por el Comités de Bases Obreras (CBO), una de las organizaciones integrantes del Movimiento.

Comunicado del Congrego Constituyente del MLP, calzado por el Comités de Bases Obreras (CBO), una de las organizaciones integrantes del Movimiento.

Así vista la lucha nosotros considerábamos tres formas genéricas de luchas: 1.- la lucha pacífica, legal o no (en El Salvador, sobre todo la electoral); 2.- La lucha ilegal y, de hecho, de confrontación directa, de carácter tanto gremial como de lucha social con participación masiva de la población; y 3.- La lucha armada, la cual, en nuestro país, asumiría la forma de guerra de guerrillas y evolucionaría de lo simple a lo complejo, desde pequeñas unidades a grandes contingentes, de la ciudad al campo y la montaña. Cada una de esas formas de lucha necesariamente adoptaría una gran variedad de formas de acción concreta y todas debían combinarse y ponerse en práctica en todos los períodos y coyunturas.

Nosotros valorábamos que para el período de 1970 a 1973 la lucha predominante era la lucha electoral pero considerábamos que la lucha fundamental en el proceso de avance en perspectiva hacia una revolución política y social era la lucha política-militar guerrillera. Considerábamos que aun cuando la lucha masiva ilegal en esos momentos de 1970 y 1973 estaba en una situación de segundo plano deberíamos de concebirla como la forma de lucha que iba ir convirtiendo la lucha electoral en una forma de lucha secundaria e iba a cobrar forma de lucha predominante, la lucha ilegal de masas en un período casi inmediato; por eso a nosotros nos interesaba muchísimo el trabajo a nivel de las sociedades estudiantiles universitarias, de los sindicatos, organizaciones gremiales y comunidades campesinas. Pero nuestra posición era que esas organizaciones no deberían ser cooptadas para llegar a ser, como tales, partes componentes de las organizaciones políticas para la lucha ilegal de masa, que para éstas debía crearse organizaciones diferenciadas propiamente políticas y así evitar sectarizar organizaciones que debían conservar su carácter amplio, donde podían coexistir elementos de variadas corrientes de pensamiento y dentro de las cuales había que conseguir dirigir y que predominaran las posiciones revolucionarias sin anularles su carácter amplio.

Por eso habíamos entrado en desacuerdo con Marcial y en general con las FPL; y en lo concreto entre Mélida Anaya Montes (FPL), y Mario López (ORT). En el caso ANDES 21 de JUNIO, Mario López, siguiendo nuestras concepciones planteó que esa importante organización no debería perder su carácter amplio, que debería ser considerada por todo maestro como su organización gremial, debería de seguir siendo una organización en donde coexistieran y se unificaran en la acción las diversas corrientes que existían entre los maestros que de no ser eso se correría el riesgo de que ANDES perdiera al poco tiempo su representatividad y legitimidad, como efectiva y progresivamente se dio en la medida en que fue cooptada completamente por las FPL; esa era la política general que aplicaba el Bloque Popular Revolucionario (BPR); es cierto, jugaron un importante papel las organizaciones así cooptadas, pero a costa de perder su poder de amplia convocatoria popular, recuperar ese poder aún sigue siendo una tarea pendiente y no se sabe si se podrá reconquistar, es el caso de ANDES, AGEUS y varios sindicatos.

Esa concepción de amplitud participativa y de concebir las organizaciones ilegales de masas como una forma de organización popular diferenciada de las organizaciones sindicales, gremiales, asociativas, cooperativas, eclesiásticas de base y comunitarias etc. no era exclusiva de la ORT, en rigor, la compartíamos en aspectos generales (no en cuanto a impulsar la lucha armada) con el PCS, pero de mayor manera, con el sector del ERP que se encontraba dando forma a la RN, no obstante que, en el caso de FENASTRAS y del nombre FAPU, aplicaron la política de cooptación que impulsaba el BPR; ambas organizaciones (ORT y RN), con más sectores de personalidades progresistas tanto profesionales como religiosos (por ej.: el Padre Inocencio “Chencho” Alas, muy cercano a la ORT), impulsamos y dimos forma al primer FAPU. En el ámbito estudiantil, la responsabilidad dirigente, por parte de la RN, la encabezó Carlos Arias (durante los años ochenta las fuerzas móviles de ejército guerrillero de la RN llevaron su nombre); por parte de la ORT, en ese periodo, se destacan, además de mi persona: Mario López, Nidia Díaz, Manuel Federico Castillo, Héctor de la O, Mercedes Turcios, Celia Margarita Alfaro, Francisco Velis, Alicia; los hermanos: Roberto Galeano Arandi, Mario y Francisco Melara Arandi; Camilo Turcios (en Verapaz, San Vicente); Sebastián Guevara, Manuel Melgar, Verónica Guzmán (en Guazapa) y muchos otros, cuya lista es una tarea pendiente de precisar para quienes sobrevivimos en la guerra defensiva que nos tocó enfrentar contra la dictadura militar.

El hecho de compartir ese espíritu unitario fue roto por la pugna de concepciones estratégicas al interior del ERP. Con la ruptura, en 1975, la RN se constituyó como organización autónoma; nosotros ya trabajábamos con el nombre ORT y como Liga para la Liberación (LL) desde mediados de1973. El primer FAPU (1973-74) se disolvió y volvió aparecer como organización ilegal para la lucha de masas de la RN en 1975. El primer verdadero intento unitario de la nueva izquierda fue frustrado por el fanatismo militarista y, por tanto, sectario e intolerante que prevalecía en el ERP.

Más adelante, en Julio de 1975 se fundó el BPR y dos años después, en 1977, habiendo corregido la visión militarista el ERP fundó las Ligas Populares 28 de Febrero (LP-28); en Enero de 1980 todas esas organizaciones y otras más integramos la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), nosotros participamos en ella como Movimiento de Liberación Popular (MLP), el cual unificaba todo nuestro trabajo ilegal para la lucha popular masiva.*Foto 4 contra Colage PRTC2

Ya para 1975 conformadas las cuatro organizaciones de la nueva izquierda más el PCS, estábamos convencidos de que la posibilidad de la unidad solo se iba a presentar en la medida que estuvieran claramente definidas las fronteras entre las diferentes tendencias hechas ya organizaciones y, por tanto, llegamos a la conclusión de que deberíamos de impulsar nuestro trabajo por nuestra propia y sola cuenta (Esta valoración la deducíamos de las ideas de Lenin planteadas en sus libros: “Un Paso Adelante y Dos Pasos Atrás” y en “¿Qué Hacer?”), pero que siempre habría que buscar alguna forma de acercamiento y unificación entre los diferentes esfuerzos y corrientes revolucionarias, pues las más dañinas desviaciones son el sectarismo, que lleva al hegemonismo y este a todas las formas de fanatismo

Una vez que se adoptó públicamente el nombre de ORT, en 1973, nos dedicamos a buscar la forma de ejecutar dos grandes directrices: 1) ampliar el trabajo de organización y realizar una serie de actividades políticas y político-militares; 2) preparar las condiciones para realizar un Primer Congreso con el propósito de darle una forma orgánica institucionalizada al esfuerzo que se estaba realizando.

Como ambas líneas tenían que desarrollarse paralelamente la discusión sobre el quehacer práctico cobró una importancia muy grande, se tenía que dar una nueva perspectiva propia al trabajo que se venía realizando desde 1970, luego del fracaso de los esfuerzos unitarios con FPL, PC y ERP.

Eso dio lugar a que se pensara cómo llevar adelante el trabajo organizativo, la primera decisión que se tomó como ORT era crear un movimiento no legalizado e ilegal para confrontarse con el orden establecido; así se crea a mediados de 1973 las Ligas para la Liberación (LL), concebida como una organización frentista que tenía que integrar el trabajo político en múltiples sectores sociales, por eso fue que por un periodo largo se impulsó la LL como un instrumento ilegal de masas, multisectorial.

En 1974 inició una discusión al interior de la ORT y era darle nombre o no a la organización de cada sector, así se adoptaron los siguientes nombres: Brigadas de Trabajadores del Campo (BTC), Comités de Bases Obreras (CBO), Brigadas Revolucionarias de Estudiantes de Secundaria (BRES) y el trabajo de organización entre universitarios, maestros, pobladores de comunidades marginales, profesionales y técnicos, se realizaba con el nombre de Liga para la Liberación (LL)-.

Paralelo a esas discusiones se realizaba el esfuerzo de organización abierta ilegal masiva y el trabajo de organización de la estructura militar con el nombre Comandos Armados de Liberación (CAL).

Estos eran estructuras más pequeñas y altamente compartimentadas. En este momento empezó otra discusión a raíz de que los compañeros que estaban a la cabeza del trabajo ilegal de masas demandaban una participación más dinámica y una mayor presencia del trabajo militar asociado o vinculado a la actividad de carácter masivo y por otro lado la gente que estaba en el trabajo de los Comandos Armados se oponía porque en buena medida se tenía una visón bastante elitista y clandestinista del trabajo de una organización revolucionaria.

También surgieron otras discusiones en el transcurso de los debates de algunos documentos iniciales sobre la tesis de que la revolución en cada uno de los países de Centroamérica para acceder a la construcción de una alternativa socialista se consideraba inviable, se podía tomar el poder, democratizar el régimen a través de revoluciones en cada país; pero que en la realidad en cada uno de estos países por separado era prácticamente un imposible llegar a construir el socialismo, con características apropiadas para Centroamérica, es decir, distinto al socialismo estatista que existía en la URSS y Europa del este. De estos debates surgió la tesis que en el Congreso se le nominó “Concepción Unitaria y Regional de la Lucha Revolucionaria en Centroamérica”.

Entonces en algunos documentos que circulaban una de las primeras tareas que nos forjamos fue la de entablar contactos con grupos de profesionales, estudiantiles y docentes salvadoreños que estaban padeciendo el exilio, desde que la dictadura se toma la Universidad en 1972 el contacto más lógico era el Dr. Fabio Castillo Figueroa, sobre todo porque también en el esfuerzo de darle forma a la ORT y a las LL estaba amplia y directamente comprometido su hijo, Manuel Federico Castillo, junto con otros compañeros y compañeras que se habían incorporado al esfuerzo de la ORT con mucho dinamismo. Eran un grupo bastante homogéneo provenientes la mayoría de la Facultad de Medicina, ahí estaba Roberto Galeano (“Jacinto Sánchez”) quien luego fue el responsable de la estructura de Comandos Urbanos de la ORT y en la segunda mitad de los años setenta hasta Enero de 1982 llegó a ser el Segundo Responsable del PRTC en El Salvador.

Ese trabajo de discusión ideológica, muy intenso, lamentablemente tuvo un desenlace indeseable, pero que normalmente se dan cuando hay lucha ideológica, se separaron tres compañeros del organismo de dirección de los CAL que toda la organización lamentó que se salieran, entre ellos estaba el estudiante de medicina, Francisco Montes, el “Moscovita”, y el poeta Alfonso Hernández. Eran unos compañeros que estaban muy apegados a una visión demasiada clandestinista de la lucha; al menos así se valoró en ese momento, por quienes en el debate ideológico le pusieron su impronta a las concepciones que formalizarían al Partido; por ejemplo, en vez de restringir la actividad de las LL se fue dando un desarrollo acelerando de las mismas y por la misma exigencia de la autodefensa del movimiento de masas ilegal se fueron formando grupos de milicianos con la tarea de autodefensa de estas organizaciones y esto fue sucediendo como resultado lógico de su desarrollo ante la embestida represiva de la dictadura de tal manera que los Comandos Armados se restructuraron para tener una participación más activa.

El trabajo de la ORT y las LL se amplió tanto en el área metropolitana y sus alrededores, como en los departamentos de San Vicente, Usulután, Cuscatlán, Santa Ana, La Libertad y Sonsonate.

A la vez se iniciaba un trabajo dinámico, creciente y de mejoras de las comunicaciones con los compañeros que estaban en otros países, entre ellos con Fabio Castillo Figueroa, Ricardo Sol, Luisa Castillo, Juan Mario Castellanos, quienes estaban exiliados en Costa Rica y, a través de ellos con otros compañeros originarios de Costa Rica; se abrieron relaciones con compañeros hondureños, bajo el liderazgo de José María Reyes Mata, quien había participado en Bolivia en tareas de apoyo a la Guerrilla del “Che” Guevara; en esa búsqueda de ampliar el trabajo de organización, realizar una serie de actividades políticas y político-militares y preparar las condiciones para realizar el Primer Congreso fundacional del PRTC el que se logró realizar durante Diciembre de 1975 y culminó el 25 de Enero de 1976, en San José Costa Rica, se eligió como Primer Secretario General del PRTC al Dr. Fabio Castillo Figueroa, por tanto, el recién pasado 25 de enero de 2016 se cumplieron 40 años de esa heroica gesta centroamericanista.

Podemos decir que con el surgimiento de los núcleos de la ORT en El Salvador, se encuentra el origen de lo que fue el PRTC como organización político-militar de carácter centroamericano.

Aun cuando los antecedentes organizativos del PRTC se condensan en ese Primer Congreso, Francisco Jovel considera concluir este relato con un resumen del avance del PRTC en la segunda mitad de los años setenta, así en 1978, cuando se realizó su Segundo Congreso en Tegucigalpa, Honduras, asegura que tenían estructuras partidarias en El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica y sólidos vínculos de relación y solidaridad con las tres tendencias del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), con una corriente revolucionaria en Panamá y con el Movimiento Pro Independencia de Belice. Para 1980, el trabajo de relaciones y de organización de la solidaridad con la lucha salvadoreña se extendió a varios países de América Latina. El PRTC se forjó como una organización revolucionaria legítimamente representativa, tanto en El Salvador, como en varios países de Centroamérica.

Frei Betto: Descuidar la educación ideológica, grave error

Frei Betto: Descuidar la educación ideológica, grave error

Por Luis M. Arce y Anubis Galardy

La Habana (PL) Para el fraile dominico brasileño Frei Betto, una de las causas principales de retrocesos en gobiernos progresistas en América Latina es el descuido en la formación ideológica de la sociedad.

A juicio de uno de los gestores de la teología de la liberación, no se trata de un fenómeno nuevo ni propio del continente, pues ya se había dado en la antigua Unión Soviética y en el resto de Europa del Este.

En una detallada entrevista con periodistas de Prensa Latina durante su participación en la II Conferencia Internacional Con todos y para el bien de todos, dedicada a José Martí, Betto defendió esos criterios a la luz del pensamiento político y antimperialista martiano.

Hemos avanzado mucho en los últimos años, se logró elegir jefes de Estado progresistas, conquistar conexiones continentales importantes como la alianza bolivariana, Celac, Unasur, pero se cometieron errores.

Según precisó, desde el punto de vista humano lo más fuerte fue no cuidar la organización popular, el trabajo de educación ideológico y allí entra en juego José Martí porque él siempre se preocupó por el trabajo ideológico.

Ahora tenemos que hacernos una autocrítica fuerte y preguntarnos cómo vamos a rescatar esos gobiernos progresistas desde el punto de vista de países como Venezuela, Argentina, Brasil. ¿Cómo evitar en Venezuela y Brasil, por ejemplo, la catástrofe de lo que acaba de suceder en Argentina?

A una pregunta sobre si retrocesos de esa naturaleza fueron advertidos en las ideas martianas, Betto responde positivamente.

Sí. Los retrocesos en una sociedad desigual significan que hay una permanente lucha de clases. No podemos engañarnos, pues no se garantiza el apoyo popular a los procesos dando al pueblo sólo mejores condiciones de vida, porque eso puede originar en la gente una mentalidad consumista.

En Brasil, ejemplifica, mucha gente ya está aburrida porque no puede consumir como antes. Yo diría que, con todos los logros del gobierno del Partido de los Trabajadores con los presidentes Lula y Dilma, lamentablemente hemos desarrollado una conciencia más consumista que ciudadana.

¿Cuál es el problema? No se politizó a la nación, no se hizo un trabajo político, ideológico, de educación, sobre todo en los jóvenes, y ahora la gente se queja porque ya no puede comprar carros o pasar vacaciones en el exterior.

Estamos volviendo atrás, sobre todo, porque no hemos desarrollado una política sostenible; no hemos hecho reforma estructural, reformas agrarias, tributarias, presidenciales, políticas. Encauzamos una política buena pero cosmética, o sea, carente de raíz, sin fundamentos para su sustentabilidad.

Por eso si me preguntan qué va a pasar en Brasil, yo espero que no pase lo peor, que es el regreso de la derecha al poder. Ahora depende mucho de Dilma en los próximos dos o tres años.

Pero lamentablemente, por lo pronto, no hay señal de que va a cambiar la política económica que hace daño a los más pobres y favorece a los más ricos.

Los periodistas indagan si el consumismo y la corrupción que denuncia tanto están matando la utopía en pueblos de nuestra América, como Argentina y otros, y el entrevistado responde con un sí rotundo.

Sí, porque si la gente no tiene perspectivas de sentido altruista, solidario, revolucionario, de la vida, se va hacia el consumismo, y eso afecta toda perspectiva socialista y cristiana, que es desarrollar en la gente valores solidarios. La solidaridad es el valor mayor tanto del socialismo como del cristianismo.

En la perspectiva capitalista, al contrario, sustenta, la competitividad y la seducción de ese modo de producción es muy fuerte. Toda la presión de los medios de comunicación, publicidad, películas, telenovelas va dirigida a evitar que la gente quiera cambiar el mundo.

Según esos postulados, usted puede cambiar de camisa, de cabello, de anteojos, de carro o de cerveza, pero jamás cambiar su realidad política.

Betto insiste en que en eso radica la falla en gobiernos progresistas, no hicimos un trabajo de base, de formación ideológica de la gente, a pesar de saber que todos nosotros somos egoístas por naturaleza, desde niños.

La educación para el amor, para la solidaridad, es un proceso que hay que desarrollar pedagógicamente, y como eso no se cuidó desde un primer momento, ahora afrontamos las consecuencias, lamentablemente, particulariza.

Al abordar el proceso de distopía, es decir, los intentos de presentar la utopía como algo del pasado, reitera que en los países como Brasil o Venezuela, los gobiernos se equivocaron al creer que garantizar los bienes materiales equivalía a garantizar condiciones espirituales, y no es así.

En ese sentido Betto es también muy agudo en el caso de Cuba al opinar que el gobierno revolucionario, que ha hecho un trabajo ideológico de educación política con el pueblo, ha sido demasiado paternalista según su punto de vista.

Explica que la gente ha mirado a la revolución como una gran vaca que le da leche a cada boca, pero con eso no se moviliza a la gente para un trabajo más efectivo en la consolidación ideológica relacionada, por ejemplo, con la producción agrícola e industrial.

También cree, aunque admite poder equivocarse, que la dependencia de la Unión Soviética llevó a Cuba a acomodarse un poco, y hoy importa del 60 al 70 por ciento de productos especiales de consumo y se convirtió prácticamente en una nación que exporta servicios médicos, educadores, profesionales e importa turistas para conseguir más divisas.

Tenemos que reflexionar todos para definir cuál es el camino entre una perspectiva consumista y una paternalista. Y ahí hay que contar con José Martí, recomienda.

Educación política, participación, compromiso efectivo con la lucha, adecuación de la teoría y la práctica, es lo correcto y ahí están los ejemplos de Martí, de Fidel Castro que han vivido dentro del monstruo, como el caso de Martí, y el de Fidel que proviene de una familia latifundista y se convirtió en revolucionario.

¿Qué pasó en la conciencia de José Martí y de Fidel Castro, quienes tenían la oportunidad de hacerse un lugar en la burguesía pero tuvieron una dirección evangélica para los pobres y asumieron la causa de la liberación?, se pregunta.

La respuesta es la que va a indicarnos el camino que vamos a seguir para evitar que el futuro de América Latina sea de nuevo un lugar de mucha desigualdad, de mucha pobreza, porque corremos el riesgo de ser de nuevo neocolonia de Estados Unidos y de Europa Occidental.

Tomando esas últimas afirmaciones recuerda algo en lo que viene insistiendo desde hace largo tiempo, relacionado con los cambios de paradigma en las sociedades nuestras.

Ya no son paradigmas altruistas, solidarios, como el Che, Camilo, Fidel, Raúl. La gente quiere imitar a los consumistas, sus cantantes, deportistas, porque son las imágenes que el capitalismo proyecta y los jóvenes quieren una razón de vivir, todos nosotros la queremos, y es una disputa permanente entre quienes quieren llevar a los jóvenes a su redil.

Pero no es fácil vivir en un mundo en el que el neoliberalismo proclama que la utopía está muerta, que la historia ha terminado, que no hay esperanza ni futuro, que el mundo siempre va a ser capitalista, que siempre va a haber pobres, miserables, y ricos, y que, como en la naturaleza, siempre va a haber día y noche y eso no se puede cambiar.

¿Pero cómo se resuelve un problema como ese, como en el caso de Argentina, donde hay decenas de partidos y una división atroz?, preguntamos y responde con una conceptualización política.

La derecha se une por interés, y la izquierda por principios, y cuando la izquierda pierde los principios, ahí está el lío.

Qué izquierda esta, afirma, que en Brasil admite corrupción, que hace políticas de ajuste fiscal para penalizar a los pobres y favorecer a los ricos. Entonces, cuando la izquierda viola el horizonte de los principios y va por los intereses, le hace el juego a la derecha.

En Brasil hay una frase definidora: “con esta izquierda no necesitamos tener la derecha porque ya está”. Hay gobiernos progresistas pero con una tremenda corrupción y creen que se puede movilizar a un pueblo a través de consignas. No es así.

¿Cuál es la salida entonces?, preguntamos.

La tarea de la izquierda es movilizarse en la línea de una alta formación política y por ese camino es que debemos trabajar.

A corto plazo no hay salida, a corto plazo es que Cuba logre cómo establecer buenas relaciones con Estados Unidos y administrar bien la suspensión del bloqueo sin tornarse vulnerable a la seducción capitalista.

Eso es lo que me preocupa cuando veo a jóvenes irse del país para aprovechar la ley de ajuste porque es señal de que la gente está corriendo contra el tiempo para tornarse ciudadano de Estados Unidos porque en el momento en que termine el bloqueo esa ley va abajo. Pero Cuba tiene que preguntarse por qué jóvenes formados en la revolución quieren ser ciudadanos de Estados Unidos.

Esa visión suya de un asunto al que el gobierno cubano presta la máxima atención sirve de entrada para abordar uno de sus temas preferidos: el quiebre de los sueños.

El peligro que hay aquí, dice, es que la revolución la ven esos jóvenes como un hecho del pasado y no un desafío del futuro, y cuando la gente la ve como un hecho del pasado ya mira las cosas no por sus valores, por su horizonte revolucionario, sino por el consumismo también: quiero tener esto, lo otro, todas las cosas, y entonces aquí no pueden ahora, estiman que demora mucho y ven solo a aquellos pocos a quienes las cosas les han ido bien afuera.

El socialismo, asegura, ha cometido el error de socializar los bienes materiales, y no socializó suficientemente los bienes espirituales, porque un pequeño grupo podía tener sueños de cosas distintas que se podían hacer, y los demás los han tenido que aceptar.

El capitalismo lo hizo al revés, socializó los sueños para privatizar los bienes materiales. Miras la telenovela de O Globo, socializó los sueños, una familia está en la favela pero con el sueño de que un día será como esa heroína de la novela, yo también voy a llegar al mundo de los ricos ,y eso es el opio de los pueblos.

Es algo que el capitalismo descubrió para garantizar los bienes, no para compartirlos ni sacarlos de los sueños. Todos deben soñar y que cada uno alimente esa esperanza de que un día podrá ser también rico, un Pelé, una Lady Gaga, un Michael Jackson es su propuesta.

Y ahí llega el sufrimiento de los jóvenes que ponen en su vida cuatro cosas: dinero, fama, poder y belleza, y cuando no alcanzan ninguno de esos parámetros van siempre a los ansiolíticos, las drogas, viene la frustración de los falsos valores, la cual viene siempre desde donde hemos puesto nuestra expectativa.

El PRTC en la Ofensiva de Noviembre 1989

Francisco Martínez
Dirigente de la Comisión Política del ex PRTC

Provocado por viejos camaradas, he considerado necesario hacer un relato sobre lo que recuerdo fue nuestra participación política militar en la ofensiva militar hasta el tope, Fuera los fascistas, Febe Elizabeth vive.

Nuestra acción, por consideraciones políticas y táctico militares se definió en tres direcciones, la principal a San Salvador (Soyapango), la segunda a la ciudad de Usulután y la tercera a la Panamericana en San Vicente, entre quebrada seca y el kilo 51. Un esfuerzo de más de 600 hombres y mujeres, decididos a dar la vida por la justicia social en el país.

Pero este esfuerzo empezó a gestarse en las discusiones y líneas estratégicas definidas en el tercer congreso en guerra del PRTC, realizado en 1983 en Guazapa, que definió la conformación de nuestro Destacamento Militar Luis Díaz, el que fue liderado por Miguel Mendoza, Camilo Turcios, Elsio Amaya, Plutarco, Judith, Verónica Guzmán, Ernesto Maldonado, Elmer, Tiburcio, Eralio, Julian, Wilber Mendoza; entre otros compañeros y compañeras. El Destacamento fue una fuerza de combate móvil que realizó acciones propias como el ataque simultaneo en la carretera Suchitoto donde se tomaron prisioneros y se recuperaron armas; la limpieza de fuerzas paramilitares en el Paracentral Norte, de Guacotecti, en Cabañas, a Nuevo Edén de San Juan, en San Miguel; también en el Norte de San Vicente y Usulután, en la cordillera Berlín- San Agustín y en la Costa de Jiquilisco y Puerto El Triunfo; además se coordinaron acciones con las BRAZ del ERP, como el ataque a la Tercera Brigada en San Miguel, al CEMFA, en gotera, y en la voladura del puente Cuscatlán.

El concepto de grandes estructuras militares fue importante en la estrategia de resistir, desarrollarse y avanzar; pero se volvía demasiado pesado para el tipo de guerra que la coyuntura planteaba, a finales del 85, cuando se lanzó la consigna de un mar de guerrillas y un pueblo organizado; el Destacamento se reestructuró y las fuerza guerrillera se dislocó asentándose en el Norte de San Miguel, en el Norte de San Vicente y en la cordillera de Berlín, San Agustín y la costa de Jiquilisco. Abandonamos erróneamente Guazapa.
La enfermera francesa, Madeleine Lagadec, da instrucciones a personal sanitario en un hospital de las guerrillas del PRTC. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC

La enfermera francesa, Madeleine Lagadec, da
instrucciones a personal sanitario en un hospital de las guerrillas del PRTC. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC

Se reactivó desde el 84 la acción militar urbana y se desplegó el trabajo social en los territorios controlados y en la metro. En diferentes momentos la estrategia y acción militar condicionó el trabajo de masas por un excesivo énfasis a hacer presencia militar urbana, lo que llevaba a desatender la organización sectorial; eso nos llevó a perder espacios de acción legal para ampliación del trabajo de masas, de reclutamiento de cuadros y de incidencia política.

El esfuerzo militar del 89 requería foguear hombres y mujeres, logística, presencia y control de territorios, un mecanismo efectivo de comunicaciones, mejor coordinación unitaria y un aparato conspirativo propio. Además de un aparato de gestión exterior y un mando integrado de dirección.

A mediados del 88 se nos planteó el esfuerzo de la contraofensiva estratégica y los diferentes ámbitos de acción, en masas ampliar y radicalizar, a nivel militar tensionar el accionar urbano, asegurar el control de territorios y preparar las condiciones de apoyo social en Tonaca y en La Libertad y Rosario de Mora, en Guazapa-Suchitoto siempre se mantuvo una unidad guerrillera y la acción de masas con cuadros como Román Rauda, nuestro querido “suegro”. Andino, junto con Verónica Guzmán fueron claves para reactivar, en tiempo record, el espacio de apoyo para el retorno a Guazapa de las FAR-LP, que se concretó a mediados de 1989.

En abril del 89, cuando creíamos que todo estaba listo para nuestro aporte en el gran esfuerzo militar, enfrentamos el más duro golpe logístico y humano al caer, luego de una traición, la principal bodega de armamento. Se perdió el armamento estratégico que armaría modernamente a 500 hombres y mujeres de las FAR-LP. Ese golpe trajo consecuencias en pérdidas humanas de muchos compañeros y en la captura y desarticulación de estructuras políticas y militares.

Abril y mayo 89 fueron duros, el ejército enemigo realizó una incursión en el frente de San Vicente, en la zona de Santa Clara, donde asesinaron a heridos de guerra y al personal sanitario incluidas la enfermera Madeleine Legadec y Celia, hermana de Luis Díaz. A mí me capturan el 25 de mayo, cuando, entre otras cosas, iba a tutela legal del arzobispado a dejarle un correo de Jonathan a la Dra. María Julia Hernández, donde se detallaban los hechos del asesinato de Madeleine Legadec, Celia, los brigadistas y los heridos de guerra. Como muchos otros compañeros, hice del secuestro y la cárcel una trinchera.

Superamos el golpe recibido incrementamos nuestro esfuerzo social, se buscó resolver los problemas logísticos y se recompusieron las diferentes estructuras de la metro y del exterior para asegurar nuestro aporte en la ofensiva. Se abandonó el esfuerzo de la zona sur en La Libertad, Villanueva y Rosario de Mora, por el nivel de comprometimiento en que quedó después de la traición de abril.

En lo que respecta a la preparación de condiciones para el esfuerzo principal, desde junio se inició el proceso de preparación de la gente de la metro, del sur, de los comandos urbanos y de las organizaciones sociales y cuadros institucionales que acompañaría ese esfuerzo. Avanzamos, en los preparativos, se acercó la vinculación frente-metro-exterior, cuadros militares apoyados por cuadros urbanos realizaron el levantamiento de las situaciones del escenario donde se afincaría la tropa de las FAR-LP. Y se definió el plan de acción general y los planes de apoyo.

Todo esto lo realizamos en una dinámica donde el gobierno de Cristiani impulsaba un programa de gobierno con la desregulación y la privatización por delante y con el incremento de la represión, más capturas y más operativos militares.

En Soyapango también operaría la RN-FARN y el PCS-FAL, igual en el poniente de San Salvador a Santa Tecla operarían las FPL y el ERP. Un esfuerzo en el sur (de San Marcos a la Santa Marta y Credisa) donde las RN-FARN y el PCS-FAL operarían, de este esfuerzo nos desligamos en mayo después del golpe logístico y humano, que recibimos por la traición.

La ofensiva, era el secreto público mejor guardado, ya no había dudas de que el frente preparaba una gran acción militar, lo que no se sabía era su trascendencia y contundencia. A finales de septiembre nos reunimos el equipo de cuadros con responsabilidades en Guazapa, ya el total de la fuerza de las FAR-LP, estaba ahí, los cuadros de la metro y del exterior se incorporaron a la fuerza en Guazapa, el resto nos quedamos a preservar nuestra acción social y política; y a asegurar las condiciones del territorio para la ofensiva.
Un ligero descanso que se aprovecha para la comida después del combate. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC

Un ligero descanso que se aprovecha para la comida después del combate. Foto Diario Co Latino/Archivo PRTC

La tensión crecía, el gobierno de Cristiani, militarmente se esforzaba por neutralizar la ofensiva y aumentaba la represión y las capturas, en ese clima, se realizó la masacre de los cros. y cras. de FENASTRAS, entre ellas la Cra. Tatiana Mendoza, hija de Humberto Mendoza, líder del MLP asesinado en Noviembre del 80; recuerdo el mediodía del 31 de octubre, estábamos en un local sindical que teníamos en la ferrocarril, esquina sur poniente del Mercado Central, reunidos con Andino, ultimando detalles de los planes del día D, cuando se escuchó la detonación, como que fuera el tanque de gas del mercado creímos. Y nos chiviamos, nos levantamos de la reunión, aquel se fue. Con otros cros. monitoreamos rápido que pasaba y nos enteramos de que habían puesto una bomba en FENASTRAS matando a varios compañeros y compañeras. Nos contactamos, con los cros. del Ejecutivo de la UNTS para sentar posición sobre el atentado y para definir las acciones a seguir. Acordamos llamar a huelgas en diferentes sindicatos. Con los CODYDES nos fuimos a la sede de FENASTRAS a apoyar las actividades de seguridad, limpieza de escombros y preparación de los entierros de los cros y cras, esa noche se detuvieron a varios orejas que intentaron infiltrarse en la vela, se decomisaron diversas armas cortas, se preparó la seguridad de la marcha de entierro conjuntamente con los contingentes de FENASTRAS y de los otros agrupamientos.

Sabedores de lo que se venía, redoblamos las medidas de seguridad para evitar bajas y capturas, no obstante en los días previos nuevas capturas se sumaron. Empezamos la concentración de cuadros en las casas de seguridad de la metro y Soyapango.

El día sábado 11 de noviembre iniciamos una ronda de supervisión de detalles, me encontré con los CODYDES en su local para que se movilizaran a sus posiciones, revisamos las logísticas de las casas y donde haríamos la concentración mayor en la boda del Bombin con la Ana. En esa mañana, capturaron a Jorge Calderón, saliendo de la UNTS. Fuimos a dejar la hija de la Carmencita maidemform, donde su abuela en la colonia IVU.

Más capturas se empezaron a conocer, la del negro Montesinos, en la tarde ya en Soyapango, en la casa de Carmencita, revisamos como estaban los otros, Roberto Hilaturas en la San Fernando, Tony Seta, en la colonia Los Ángeles, y Oscar Bombin en la calle principal frente al tanque de la Coruña.

Temprano, capturaron a Juan CODYDES y este entregó las casas con los cuadros de MSM, ASDI, la ACC, y otros. Las nuestras no las conocía, eso nos salvó de la captura.

A las 6 estábamos “invitados” a la boda poco a poco fuimos llegando, a las 7 ya estábamos todos, unos 45 compañeros y compañeras. En la espera, en un chequeo, nos encontramos al choco, que se había perdido de la columna y se había adelantado, nos comimos unas pupusas en una pupusería frente de la casa de la boda y aquel se regresó a buscar su fusil y a incorporarse a las columnas que ya habían ingresado. Nos quedamos esperando, el contacto para nuestro ingreso a las columnas de las FAR-LP, que habían abierto combates ya en la zona de Prados; la noche empezó a avanzar, nuestro contacto se retrasó, ya habíamos sacado las armas cortas que teníamos en la casa. Como a la 1 de la mañana, ya del domingo, se parqueó un camión con soldados en la acera de la casa, y dijeron “mira vos aquí ha habido otra boda”, se nos fue el… creímos que iban a entrar, nos hubieran masacrado, a las 5 de la mañana, empezamos a despachar hacia las casas de seguridad a los grupos a esperar a contactar a los compas. Pasamos la mañana del domingo, hasta que Carmencita logró contactarse con la columna de las FAR-LP que estaba atrás del tanque de la Coruña II. Organizamos la salida y en grupos, nos fuimos incorporando.

Yo fui el ultimo el llegar, ahí me entregaron el equipo del compañero Américo, jefe de un pelotón, que había caído abatido por el fuego artillero de helicóptero.

La dirección militar del esfuerzo lo tenía Rogelio Martínez, Camilo Turcios y Miguel Mendoza. Rogelio en las comunicaciones estratégicas, con el exterior y con las otras fuerzas del fmln; Camilo dirigiendo la fuerza militar con el apoyo en campo de Elsio Amaya, Raúl Rodas y Judith; en los pelotones, Plutarco, Américo, Izmael, El tigre, Milton, Maldonado. Otros cuadros en campo, el Tico, Robin, Saúl. Y Miguel, coordinando el equipo insurrecional y de apoyo territorial con Verónica y yo. Manuel Hernández y Wilber Mendoza en Usulután, y Elmer en San Vicente; en el exterior Roca y José Juan en Managua, Venancio, y Nidia en México.

Nuestras fuerzas habían entrado hasta la zona del mercado de Soya por el callejón de la venta de zapatos averiados de la adoc, cerca de la defensa civil, controlando esa zona desde la Villa de Jesús hasta la Coruña II. Ahí nos mantuvimos hasta el 14. Ese día en la noche, los cros. de las FAL-PCS, se retiraron de Soyapango, los combates arreciaron y en la mañana del 15 Rogelio Martínez buscó coordinar maniobras ofensivas con Chano Guevara de la RN, pero este le informó que estaban en la zona del Tránsito, reagrupándose. Solo habían quedado unidades dispersas de la RN en la Guadalupe, los Conacastes; y en el sur en Ciudad Credisa donde la gente de las FAL-PCS no se incorporaron al esfuerzo de la Santa Marta. La RN no pudo concretar el ataque con morteros a la fuerza aérea, desde el cerro San Jacinto.

Ese día 15 de Noviembre fue sensible la contraofensiva del ejército, nos sacaron de la Villa de Jesús, nos fuimos reagrupando en la zona de la Coruña II y Prados de Venecia hacia la fábrica INCO. Las fuerzas del ejército de la dictadura bombardearon y ametrallaron la fábrica INCO, para evitar que la población continuara el desfile con sillones, camas y sofás. En la noche, en medio de los combates nos movimos a la Colonia Las Flores, trasladamos nuestros heridos a casas de familias, a quienes les pedimos que buscaran a la Cruz Roja y cuidaran de nuestros compañeros como sus familiares; ahí amanecimos el 16, día del cobarde asesinato de los padres Jesuitas y sus colaboradoras.

Eran las 7 o antes, estábamos con un grupo de combatientes en una casa de esquina frente a lo que era la Fábrica de Lejías Oliva, cuando en la Venceremos, estaban confirmando la noticia del asesinato de los padres. En momentos en que los comandos de la fuerza aérea, chocaban con compañeros de avanzada que estaban en la fábrica INCO, se oía el traqueteo intenso de las metrallas enemigas y el tiro a tiro de los compas. Mi compañera de la vida, Mayra, junto con Ana, la compa de Bombim, y Verónica Guzmán se retrasaron y fueron atrapadas por el fuego enemigo. El compañero Humberto (Rabanito) me aborda en la posición y me dice compa su compa cayó, sentí un dolor intenso y ante la mirada sorprendida de los cipotes combatientes sólo alcance a decir bueno compa, ni modo, hay que seguir. Entre el dolor y la alegría, como a las once aparecieron las tres, que se habían logrado resguardar en un matochito, la experiencia de Verónica fue clave para que no las mataran. Yo no pude expresar la alegría de ese momento, sólo la vi y seguimos en la posición. Unos reporteros de teledos llegaron a entrevistar a Rogelio. Me ordenaron, cubrirme el rostro, no hay que olvidar que era un cuadro público, pero el amigo me conoció y me saludo, pero no grabó.

El día fue de resistencia en las posiciones por un lado nos presionaban los comandos de la Fuerza Aérea y por otro el Batallón Soriano, nos habían abierto y partido en dos las posiciones, se coordinó y en la oscuridad de la noche iniciamos un repliegue táctico a la periferia de Soya, en la zona del Cortés. Nos reagrupamos, se revisó la estructura y en la noche del 18, regresamos a soya, entramos por la vieja calle a Tonaca, se desalojaron las posiciones enemigas retomamos la fábrica INCO y nos desplegamos en un dinámico movimiento de fuerzas por la colonia Las Flores y la Quiroz, nos mantuvimos ahí hasta el 21, recuerdo que en una casa de retiro de la Iglesia, de Monseñor Rivera y Damas, habían unos venados y unos gansos, fueron un gran banquete para la tropa, unos fusiles 22 que habían pasaron a ser parte del armamento popular.

Desde el 20, se dieron fuertes combates con el Batallón Soriano, el 21 nuestros compañeros en un exceso de confianza por el control de la posición por tres días, iniciaron el día jugando fútbol en el predio de una casa en la Quiroz; como a las 9, el enemigo inició un ataque con morteros, a posiciones guerrilleras, la población civil inició la huida, un mortero hace impacto en la casa donde los cros. jugaban fútbol, ahí se había instalado la fábrica de explosivos, en la explosión cayeron abatidos Lenin, Juancito y otro compañero; en medio de ese bombardeo, un mortero cayó en una casa por donde nos desplazábamos con Miguel Mendoza, una pared se nos vino encima pero el techo de lámina cayó antes, eso evitó que la pared nos matara. En la calle, Verónica gritaba que ayudaran a Lenin, que luchando por su vida se arrastraba desangrándose por la acera. En la noche, antes de retirarnos a la periferia, junto con Victor, nos tocó cavar la tumba donde enterramos los restos esparcidos de nuestros compañeros. Fueron exhumados posteriormente, por el CPDH-ML.

En nuestra retirada, la noche del 21, el día en que los cros. de las FPL y del ERP, incursionaron a la escalón y tomaron control del hotel Sheraton, nos concentramos de nuevo en El Cortés, hacia Plan del Pino, esperando por órdenes para una nueva incursión, de hecho para asegurar nuestra posición de repliegue. Se mantuvo incursión el 22, esa incursión nos dejó las bajas de Delmy y nuevos heridos como Saúl y el Lobo. Nos movimos más hacia Plan del Pino y Calle Real, asentamos la fuerza, desplegamos un radio de defensa. El cansancio por desgaste, por estrés de los combates hacía mella en la gente, los “triquinice”, como le decían a los de la metro, empezaron a abandonar las filas, se tomó la decisión de replegar la tropa a Tonaca, se dejó una posición avanzada con Camilo al mando, para mantener presencia e incursiones de desgaste con unidades de guerrilla. Con Judith nos tocó asegurar la logística de soporte, ahí fue clave el apoyo de la población y el trabajo de masas que habíamos realizado en las previas.

Esperamos ahí, en espera de la siguiente ola, hasta el 8 de diciembre, en que se nos ordenó retirarnos a la retaguardia estratégica de Guazapa.

En nuestro retiro, nuevamente en un exceso de confianza, antes de cruzar el río las cañas, hicimos una parada en la bajada, oímos combates cerca, se nos informó que cros. de la RN atacaban San José Guayabal, varios empezamos a fumar relajados, confiados; de pronto se ordena avanzar, cruzamos el río en la playita había una grada de arena ahí se empezaron a sentar varios, de repente, se abrió la balacera y el desparpajo nuestro, en el momento Judith y Edith, caen abatidas, iban delante de mí; Victor explota una papa en el aire que nos deja aturdidos, regreso donde Judith que en su agonía me pide que las saque, a ella y a Edith de la zona, las sacamos a un espacio del río como a 30 metros de la orilla, me pide que le dé su pistola y agua; me ordena, saca a los compas de acá, déjame. Camilo y el chele Emilio se nos pierden en la refriega, aparecerán luego en Guazapa, una semana después; con Victor, nos quedamos al frente de la columna, eran cros. de seguridad el viejo porfi, la Carolina, radista estratégica, los heridos Lobo y otros compañeros de fuerza no combatiente, nos regresamos a la zona del Pino, en Soyapango, y permanecimos el día ahí, oímos el desembarco de un helicóptero en la zona donde quedó Judith y Edith.

Pasamos el día buscando contactar por radio con Guazapa, no fue posible hacerlo, oíamos a la población que pasaba, nos habíamos quedado en un cafetalito a la orilla de una vereda, en la noche como a las seis, empezamos la salida, nos fuimos al frente de la columna con Victor, cruzamos hacia Apopa, por las aguas del río para evitar la bulla de los perros, hasta que por radio nos contestaron los cros. que estaban en Las Flores. Dimos el parte y se ordenó a un equipo de expansión, regresar a la zona para revisar que no haya quedado nadie y buscar a Camilo y al chele Emilio.

El 14 o 15, se nos ordena avanzar más hacia el cerro, la ofensiva había terminado, subimos del Cantón El Tránsito por piedra labrada hacia el cerro.

Ahí me perdí, yo seguí avanzando como a la media hora, me llaman unas señoras y me dicen “muchacho, que anda haciendo acá no es de ustedes, hay soldados, regrese…” me regresé a unas casas donde se habían quedado los cros. en una parada de descanso.

El 16, Gloria Deysi, una codydes, se pierde y confunde una patrulla de la PRAL con compas, les hace la parada y estos la ametrallan y posteriormente desgarran y pelan su cuerpo.

Camilo y el chele Emilio aparecen el 16, el 18 en la noche se realiza una asamblea en una quebrada de Guazapa, para informar los resultados de la ofensiva a todos, y las medidas a tomar, el regreso de la fuerza principal de las FAR-LP a San Vicente y Norte de San Miguel, la reestructuración de todos los frentes y las tareas a impulsar. Una mañana de esos días, de repente aparecen el “Suegro” Roman Rauda y Chungo, Jesús Baires, con una dotación de alimentos: carne asada, tortillas y queso, que llevaban en una bestia. Que hartada, después de comer atunes, sardinas y otros enlatados, más naranjas y otras yerbas ese fue un manjar.

Empezamos el repliegue, con los compas de la metro: Bombim, Tony Chacón y otros, bajamos del cerro el 22, en la noche. En la bajada un cro. pisó una mina de un campo del PCS y estaba en chock, su escuadra lo atendía, no podíamos detenernos, avanzamos, llegando al Tránsito los perros nos delatan ante la población, entramos en nervios, Tony se nos adelanta y se pierde, toma una pequeña altura y nos confunde, nos levantó a balazos. Tiburció me tira al suelo y me dice ud. no se levante compa. Logran acercarse a donde está Tony y se le dice que somos nosotros. Se calma, se recoge el equipo y con apoyo de la población se retiran a la metro.

El 25 nos encontramos con Verónica, con Maldonado y los otras compas en El Tránsito, llegamos un día después pero nos habían guardado chompipe y de escondidas nos tomamos con Maldonado un par de carlsberg, que dicha. Escribo un correo a Rogelio, quién está en la zona alta del cerro para exponer la necesidad de reagrupar la fuerza urbana y de masas, que eso debe hacerlo el contingente abierto.

El 27 se autoriza mi salida del frente hacia la metro, el 8 de enero se me pide moverme a Managua, para una reunión de cuadros. Regreso a la metro en la primera semana de febrero, luego voy a México a una coordinación unitaria y me establezco permanentemente en la metros a partir de la tercerea semana de febrero, para preparar la consolidación del trabajo social, impulsar la lucha por la negociación y preparar las base para la inserción política del frente.

Posterior a los acuerdos, fui representante obrero en el Foro de Concertación Económica y Social, coordiné acciones sociales a nivel centroamericano, fui diputado y miembro de la comisión política del Frente.

En 2003, fuimos expulsados por ser renovadores.

Sirvan estas memorias personales para recordar a los combatientes heroicos, hombre y mujeres, del PRTC, de sus FAR-LP, del MLP, de los cuadros y miembros de las organizaciones de masas en la ciudad y en el campo, en el interior y en lo internacional, en el aporte que intelectuales, profesionales y técnicos, líderes religiosos y comunitarios a todos y a todas el esfuerzo, la entrega son la base para fundar un nuevo país, una nueva sociedad en democracia y justicia.