Raúl Castro en el VII Congreso del PCC: transformar para más socialismo

Discurso íntegro de Raúl Castro en apertura del VII Congreso del PCC: transformar para más socialismo
Domingo, 17 de Abril de 2016

teleSUR.- “Lo peor que puede hacer un revolucionario, sea comunista o no, es quedarse cruzado de brazos ante los problemas… No tenemos ese derecho y menos en los tiempos que corren”, dijo Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en la presentación del Informe Central del máximo foro de los comunistas cubanos.

Discurso del presidente Raúl Castro en la apertura del VII Congreso del Partido

El desarrollo de la economía nacional, junto a la lucha por la paz y la firmeza ideológica, constituyen las principales misiones del Partido

Informe Central al 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba, presentado por el Primer Secretario del Comité Cen­tral, General de Ejército Raúl Castro Ruz

Raúl Castro Ruz

Informe Central al 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba, presentado por el Primer Secretario del Comité Cen­tral, General de Ejército Raúl Castro Ruz, La Habana, 16 de Abril de 2016, Año 58 de la Revolución

(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)

Compañeras y compañeros:

Damos inicio a las sesiones del 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cu­ba cuando se cumple el 55 aniversario de la proclamación, por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, del carácter socialista de la Revolución, el 16 de abril de 1961, en la despedida del duelo de las víctimas en los bombardeos a las bases aéreas el día anterior, preludio de la invasión mercenaria por Playa Girón, organizada por el gobierno de los Estados Unidos y que fue derrotada en menos de 72 horas, gracias a las acciones previas acometidas por la Seguridad del Estado y al coraje de los combatientes del Ejército Rebelde, policías y milicianos, que por vez primera lucharon defendiendo el socialismo, bajo el mando directo de Fidel.

Nos reunimos hoy, a los cinco años exactos del anterior Congreso, con lo cual damos cumplimiento al Objetivo de trabajo No. 17 aprobado por la Primera Conferencia Nacional del Partido, que estableció mantener la periodicidad fijada en los Estatutos para la celebración de los congresos del Partido, salvo ante la amenaza de guerra, desastres naturales y otras situaciones excepcionales.

El 7mo. Congreso, órgano supremo de la organización partidista, cuenta con la participación de mil delegados, propuestos desde la base y electos democráticamente, que representan a más de 670 000 militantes, integrados en aproximadamente 54 500 núcleos.

Como podrá apreciarse, ha disminuido la militancia de nuestro Partido, lo que está influenciado por la negativa dinámica demográfica que afrontamos, el efecto de una política restrictiva de crecimiento desde el año 2004 y las insuficiencias propias en el trabajo de captación, retención y motivación del potencial de militantes. Cierto es también que en los últimos años se ha logrado frenar esta tendencia.

En el período transcurrido, se ha venido aplicando lo establecido en el Ob­jetivo No. 18 de la Primera Confe­rencia Nacional, de efectuar como mínimo dos plenos del Comité Central al año donde se analiza la marcha del proceso de implementación de los Lineamientos, el cumplimiento del Plan de la Economía y el Presupuesto y de los propios Objetivos señalados. En las sesiones ordinarias de la Asamblea Nacional del Poder Popular, órgano supremo del poder del Estado, se han debatido igualmente dos veces al año la ejecución del Plan de la Economía y el cumplimiento de los Lineamientos.

Arribamos al 7mo. Congreso con la presentación de cuatro importantes proyectos de documentos rectores, en varios de los cuales se comenzó a trabajar prácticamente al concluir el 6to. Congreso de la Organización. Estos son:

Primero: Reseña de la evolución de la economía en el quinquenio 2011-2015. Informe sobre los resultados de la implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución. Actualización de los Linea­mientos para el período 2016-2021.

Segundo: Bases del Plan Nacional de desarrollo económico y social hasta 2030: Propuesta de Visión de la nación. Ejes y sectores estratégicos.

Tercero: Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista.

Cuarto: Trabajo del Partido en cumplimiento de los Objetivos aprobados en la Primera Conferencia Nacional y de las Directrices del Primer Secretario del Comité Central.

Son documentos abarcadores y de gran complejidad que marcarán el rum­bo del proceso revolucionario cubano, del Partido y de la sociedad hacia el futuro en la construcción de un socialismo próspero y sostenible.

Están estrechamente vinculados en­tre sí y debemos enfocarlos no como una obra totalmente terminada ni con un prisma estático o dogmático, sino que tras los debates en este evento, tal y como hicimos a partir del 6to. Congreso, serán sometidos a evaluaciones periódicas, don­de predomine una visión dinámica de estos documentos programáticos.

A diferencia del Congreso anterior cuando la propuesta de los Lineamientos fue sometida previamente a amplia consulta con la militancia del partido, la juventud comunista y el pueblo en general y posterior a su aprobación en ese evento se refrendó por la Asamblea Na­cional, en esta ocasión no se realizó ese proceso considerando que se trata de la confirmación y continuidad de la línea acordada hace cinco años en cuanto a la actualización de nuestro modelo económico y social.

Los cuatro proyectos enumerados que se presentan a este evento son resultado de una elaboración colectiva, con la participación de profesores universitarios, académicos, investigadores de las ciencias económicas y sociales y funcionarios del Gobierno y el Partido.

Para su análisis en las respectivas co­misiones, fueron debatidos en dos plenos del Comité Central del Partido, en los meses de diciembre y enero pasados, proceso que aportó más de 900 opiniones y sugerencias que conllevaron a la elaboración de una nueva versión para someterla al criterio de los delegados al Congreso, en reuniones en todas las provincias, a inicios de marzo, con la contribución de más de 3 500 invitados en representación de los diferentes sectores de la sociedad, incluidos todos los diputados de la Asamblea Nacional, con cuyas intervenciones y propuestas, que superaron la cifra de 8 mil 800, se preparó la versión final.

Es la primera vez que presentamos a un Congreso del Partido el tema de la Conceptualización, que recoge las bases teóricas y las características esenciales del modelo económico y social al que aspiramos como resultado del proceso de actualización.

A lo largo de estos cinco años se elaboraron ocho versiones de la Conceptua­lización que fueron analizadas sucesivamente, primero en las reuniones de la Comisión del Buró Político para el control de la implementación de los acuerdos del 6to. Congreso y posteriormente en el Buró Político y en los plenos del Comité Central, con la participación del Consejo de Ministros.

Por su parte, el proyecto relacionado con las bases del Plan Nacional de De­sarrollo hasta el 2030, es fruto de la labor realizada desde hace cuatro años por académicos y especialistas de los or­ganismos del gobierno y de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo. Aborda un asunto de alcance trascendental, cuya gran complejidad téc­nica no nos permitió llegar al Con­greso con el Plan Nacional de Desarrollo hasta el 2030 terminado, como era el propósito inicial, sino que se presentan sus bases, o sea, la Visión de la Nación y los Ejes y Sectores Estratégicos, lo cual nos proporciona una formidable herramienta para continuar trabajando hasta su conclusión, que esperamos alcanzar en el año 2017.

Hemos concebido que ambos documentos, es decir, la Conceptualización y las bases del Plan Nacional de Desa­rro­llo, luego de su análisis en el Con­greso, sean debatidos democráticamente por la militancia del Partido y la Unión de Jó­venes Comunistas, representantes de las organizaciones de masas y de am­plios sectores de la sociedad, con el propósito de enriquecerlos y perfeccionarlos.

Con ese fin solicitamos al Congreso que faculte al Comité Central que sea electo para introducir las modificaciones que resulten del proceso de consulta y su aprobación definitiva, incluyendo los ajustes pertinentes a los Lineamientos que se aprueben en este evento.

Desde la aprobación de los Linea­mien­tos por el pasado Congreso nos que­daba claro que el proceso de su im­plementación no constituiría un camino fácil, libre de obstáculos y contradicciones, así como que las transformaciones fundamentales requeridas para la actualización del modelo nos tomarían más de un quinquenio. La práctica ha confirmado la justeza de aquella apreciación. Hemos continuado avanzando con paso seguro, sin prisas, pero sin pausas, o sea, con la gradualidad e integralidad necesarias para alcanzar el éxito.

El obstáculo fundamental que hemos enfrentado, tal y como previmos, es el lastre de una mentalidad obsoleta, que conforma una actitud de inercia o de ausencia de confianza en el futuro. No han faltado, como era lógico esperar, sentimientos de nostalgia hacia otros mo­mentos menos complejos del proceso revolucionario, cuando existían la Unión Soviética y el campo socialista. En el otro extremo han estado presentes aspiraciones enmascaradas de restauración del capitalismo como solución a nuestros problemas.

Pese a ello se ha trabajado con sistematicidad e intensidad en la implementación de los Lineamientos, habiéndose implantado totalmente el 21% de los 313 aprobados. Se encuentran en la fase de implementación el 77% de ellos, mientras que no se ha iniciado en el 2%.

Estas cifras no logran mostrar con toda claridad cuánto se ha trabajado y avanzado en el proceso, que no es poco ni mucho menos, y encuentran su reflejo en la aprobación de 130 políticas y la emisión de 344 nuevas normas legales de diferentes rangos, la modificación de 55 y la derogación de 684. Sin embargo, la lenta puesta en práctica de las regulaciones jurídicas y su asimilación, sobre todo, ha dilatado la implantación de las políticas aprobadas.

Como resultado de la labor realizada en la implementación de los lineamientos y las nuevas tareas que se incorporaron al proceso de actualización del modelo económico, se somete a la consideración del Congreso una propuesta actualizada para el período 2016-2021, con un total de 268 lineamientos, de ellos 31 conservan la redacción original, 193 se modifican y se agregan 44 nuevos.

Al valorar el ritmo de las transformaciones en curso, no debe perderse de vista el hecho de que en el caso de Cuba jamás puede permitirse la aplicación de las llamadas “terapias de choque”, frecuentemente empleadas en detrimento de las clases más humildes de la sociedad. Esta premisa, que se corresponde con el principio de que nadie quedará desamparado, condiciona en gran medida la velocidad de la actualización del modelo económico cubano, en lo cual es innegable la influencia de la crisis económica internacional y en particular los efectos del bloqueo económico contra Cuba.

Las fórmulas neoliberales que propugnan la privatización acelerada del patrimonio estatal y de los servicios so­ciales, como la salud, la educación y la seguridad social, nunca serán aplicadas en el socialismo cubano.

Aun con las limitaciones económicas presentes, se han preservado y perfeccionado los servicios sociales a la población cubana en Educación, Salud, Cultura y Deportes y la Seguridad Social. Sin em­bargo, debemos insistir en la necesidad de mejorar sostenidamente su calidad.

Las transformaciones realizadas en el reordenamiento de estos sectores, a pe­sar de las quejas e incomprensiones iniciales que fueron debidamente esclarecidas o realizados los ajustes requeridos, han contribuido a elevar la calidad de los citados servicios con un menor costo presupuestario, lo que se evidencia en los indicadores de salud obtenidos, co­mo es el caso, por sólo mencionar un dato, de la tasa de mortalidad infantil de 4,2 por cada 1 000 nacidos vivos, semejante a la que se obtiene en muy pocos de los países más desarrollados.

El reordenamiento de la red escolar permitió reducir la cantidad de centros y alrededor de 250 000 alumnos internos, mientras que se invirtió la pirámide existente en la formación de técnicos medios y obreros calificados mediante el incremento de la matrícula en la educación técnico-profesional.

Está en marcha un programa de mantenimiento y recuperación de la infraestructura constructiva y el equipamiento del sistema de Educación.

En el sistema nacional de Salud se ha venido ejecutando un conjunto de medidas dirigidas a su reorganización, compactación y regionalización de los servicios, con el objetivo de mejorar el estado de salud de la población, incrementar la calidad y satisfacción del pueblo por los servicios que se le prestan y hacer eficiente y sostenible el sistema, a la vez que se garantiza su desarrollo.

El perfeccionamiento de las estructuras de dirección y el ajuste de las plantillas propició la disminución de 152 000 plazas y la reubicación de más de 20 000 médicos en la actividad asistencial. Estas decisiones, unidas a otras orientadas al uso racional de los recursos, permitieron la reducción del presupuesto asignado a la Salud en más de 2 000 millones de pesos.

De forma paralela, se han presentado dificultades en el suministro a las farmacias de medicamentos importados y de producción nacional y persisten condiciones higiénico-sanitarias que propician la trasmisión de enfermedades infecciosas como el cólera, dengue, chikungunya y últimamente el zika. En la actualidad se acomete el Plan de acción para el enfrentamiento a enfermedades trasmitidas por el mosquito Aedes que no puede verse como una efímera campaña más, sino que debe garantizar su sostenibilidad en el tiempo.

Las decisiones en la economía no pueden, en ningún caso, significar una ruptura con los ideales de igualdad y justicia de la Revolución y mucho menos resquebrajar la unidad de la mayoría del pueblo en torno al Partido. Tampoco se permitirá que como consecuencia de esas medidas se genere inestabilidad e incertidumbre en la población cubana.

Por eso insisto en que se requiere mu­cha sensibilidad e intencionalidad po­lítica para avanzar en la implementación de los Lineamientos. Es preciso asegurar más explicación al pueblo, más disci­plina y exigencia y un mayor y más cercano seguimiento al proceso de cambios. Hay que tener, como ya hemos dicho, los oídos y los pies bien puestos sobre la tierra.

La muestra más elocuente de la complejidad del proceso de implementación radica en la dualidad monetaria y cambiaria, asunto en el que no se ha dejado de trabajar a lo largo de estos años, y cuya solución no quedará para las calendas griegas, ya que aunque no representa la solución mágica a las distorsiones es­tructurales de la economía, significará un impulso fundamental para avanzar en el resto de las tareas de la actualización de nuestro modelo económico.

El ordenamiento monetario del país facilitará crear las condiciones requeridas para superar los nocivos efectos del igualitarismo y hacer realidad el principio socialista que expresa “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”. Con ello será posible rectificar el fenómeno de la llamada “pirámide in­vertida” que no permite retribuir de manera justa el trabajo en función de su cantidad, calidad y complejidad y que el nivel de vida se corresponda con los in­gresos legales de los ciudadanos, generando desmotivación de la fuerza laboral y también en los cuadros, lo cual desestimula su promoción a mayores responsabilidades.

Es propicia la ocasión para ratificar, una vez más, la decisión de garantizar los depósitos bancarios en divisas internacionales, en pesos cubanos convertibles y pesos cubanos, así como el efectivo en poder de la población y las personas jurídicas extranjeras y nacionales.

La empresa estatal socialista, definida como la forma principal de gestión en la economía nacional, se encuentra en una posición desventajosa en comparación con el creciente sector no estatal que se beneficia por trabajar en un circuito monetario basado en la tasa de cambio de 1 X 25, mientras que para ella rige la paridad del CUC con el peso cubano. Esta importante distorsión deberá ser solucionada a la mayor brevedad posible, en el marco de la unificación monetaria y cambiaria.

Esa anomalía sumada al discreto de­sempeño de nuestra economía no ha permitido avanzar sustancialmente en la implementación de los lineamientos vinculados a la eliminación paulatina de las gratuidades indebidas y los subsidios excesivos, teniendo en cuenta que no se ha podido generalizar el incremento de los ingresos de los trabajadores, ni asegurar la oferta estable de determinadas mercancías en el mercado liberado.

A pesar de que se disminuyeron o su­primieron algunos productos de la ca­nasta familiar normada, dígase la famosa libreta de abastecimientos, y se trasladó la venta minorista de estos al mercado liberado a precios no subsidiados, se mantiene un alto nivel de subsidio en una variada gama de productos y servicios básicos.

Por otra parte, el elevado índice de envejecimiento de la población cubana, la cual además migra del campo a las ciudades, se concentra y eleva su nivel de calificación, representa un problema estratégico para el desarrollo, que se origina en la existencia desde hace años de un conjunto de factores socioeconómicos y culturales no fáciles de revertir. Fue elaborada la Política para enfrentar esta situación, definiéndose 76 medidas y 252 acciones, cuya aplicación será gradual dependiendo del desempeño de la economía y los resultados se obtendrán en el largo plazo.

Fue aprobada la Política para la In­versión Extranjera, reconocida como una fuente importante y necesaria para el desarrollo del país y se puso en vigor una nueva Ley en esta materia, la cual a la par de brindar incentivos y seguridad jurídica a los inversionistas, preserva la soberanía nacional, la protección del medio ambiente y el uso racional de los recursos naturales.

Se constituyó la Zona Especial de De­sa­rrollo del Mariel con ventajas adicionales para la atracción de inversionistas nacionales y foráneos, y se aseguró el marco jurídico y la infraestructura necesaria para su asentamiento y despliegue productivo con el objetivo de generar exportaciones, promover la sustitución de importaciones, propiciar la transferencia de tecnologías y habilidades gerenciales de los cuales apenas sabemos nada, generar fuentes de empleo y de financiamiento de largo plazo y conformar la logística que facilite alcanzar altos niveles de eficiencia.

Sin menospreciar en lo más mínimo el obstáculo que en este sentido significa el bloqueo norteamericano y su aplicación extraterritorial, se requiere dejar atrás prejuicios arcaicos respecto a la inversión extranjera y avanzar resueltamente en la preparación, diseño y concreción de nuevos negocios.

El destino de las inversiones se ha mo­dificado sustancialmente, si hace 5 años la esfera productiva y las infraestructuras recibían el 45% de ellas, en el 2015 acumularon el 70%. Asimismo, en el proceso inversionista se ha incrementado el rigor y el control en el cumplimiento de los planes y en sentido general mejoraron sus indicadores, a pesar de que se mantienen no pocas tensiones en los suministros y el aseguramiento de fuerza de trabajo debidamente calificada y mo­tivada, al tiempo que subsiste la improvisación, superficialidad y falta de integralidad a causa de una incorrecta preparación de las obras, lo que conduce a dilatados plazos de ejecución y afectaciones en la calidad de las terminaciones.

En el propósito de fortalecer el papel de la empresa estatal socialista y su autonomía, se ha avanzado en la separación de las funciones estatales de las empresariales, modificándose de manera paulatina las relaciones de los organismos del Gobierno con las empresas, cuyos directivos cuentan hoy con mayores facultades para su gestión.

No obstante, este es un trayecto que no se recorre en un día, semanas o me­ses, sino que madurará a mediano y lar­go plazos en la medida en que se consoliden las condiciones organizativas, la capacitación de los cuadros y se supere el hábito de esperar por instrucciones des­de arriba para actuar en el marco de fa­cultades ya otorgadas, en lugar de promover la iniciativa y el espíritu emprendedor.

Ha continuado al propio tiempo el avance del proceso de perfeccionamiento de los organismos de la Admi­nistra­ción Central del Estado y entidades na­cionales incluyéndose, en una primera etapa, a los organismos globales y de la esfera productiva. Se concluyó el proceso en cuatro de ellos, se extinguieron o fusionaron cuatro y 13 están en la etapa de implantación. Prosigue el trabajo con los organismos vinculados a los principales servicios a la población.

También se encuentra en fase de implementación el experimento que se desarrolla en las provincias de Artemisa y Mayabeque, con vistas a su posterior generalización, que entre otros aspectos persigue la separación de funciones de la dirección de las asambleas del Poder Popular y de los Consejos de Adminis­tra­ción, lo que permite que las asambleas se concentren en la atención directa a los delegados, consejos populares y al trabajo de las Comisiones en su labor de control y fiscalización.

La aplicación del nuevo modelo en las administraciones locales ha conducido a una notable reducción de los cargos de esos órganos en provincia y municipio, sin generar inestabilidad en su funcionamiento, favoreciendo su autoridad para ejercer las funciones estatales asignadas.

Tal y como se expresa en las conclusiones del proyecto de informe sobre los resultados de la implementación de los Lineamientos, han existido insuficiencias y deficiencias por parte de los organismos y entidades, incluyendo la propia Comisión Permanente para la Im­ple­mentación y Desarrollo, ocasionando dilaciones en la aplicación de algunas medidas, la conformación de propuestas que adolecían de falta de integralidad o con una visión limitada, fundamentalmente en lo referido a la valoración de los niveles de riesgo y en la apreciación correcta de los costos y beneficios de determinadas medidas.

También se manifestaron problemas en la conducción y control de las políticas aprobadas y en la divulgación y capacitación a los diferentes niveles de dirección. Sobre todo en este último aspecto de la capacitación de los diferentes niveles de dirección hubo quien se creyó que elaborando un papel y mandándolo de un extremo al otro del país y pidiendo que se lo estudiaran los cuadros ya se resolvía el problema, y cuando fuimos a ver cada uno aplicó la medida a su manera; así sucedió con la Resolución 17 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, en un tema tan importante como ese, sobre el cual haré una breve referencia en el transcurso de este discurso.

En algunos casos ha faltado sentido de la urgencia cuando los efectos en la práctica no han sido los deseados y hasta, en ocasiones, contrarios al espíritu de las medidas adoptadas, lo que se traduce en que al no enfrentar decididamente una desviación cuando todavía es pequeña, luego de su masificación la justa rectificación se convierte en un problema político.

Un ejemplo gráfico de lo anterior lo representa el comportamiento de los precios de los productos agropecuarios con la reaparición del fenómeno de la especulación y el acaparamiento en beneficio de unos pocos y en detrimento de la mayoría de la población.

Aunque comprendemos que el factor primordial en el crecimiento de los precios reside en un nivel de producción que no satisface la demanda y que el avance en esta materia está condicionado por factores objetivos y subjetivos, no podemos quedarnos con los brazos cruzados ante la irritación de los ciudadanos por el manejo inescrupuloso de los precios por parte de intermediarios que solo piensan en ganar cada vez más.

El reconocimiento del mercado en el funcionamiento de la economía socialista no implica que el Partido, el Gobierno y las organizaciones de masas dejen de cumplir su papel en la sociedad de en­frentar cualquier situación que dañe a la población, ni mucho menos decir: “es una cuestión del Gobierno, yo no me puedo meter”. Yo Partido, yo Gobierno, de cualquier nivel, y yo miembro de una organización de masas me metería en cualquier problema injusto que afecte a nuestra población (Aplausos).

Por eso, apenas se produjo la discusión en el Parlamento sobre este tema, que recordarán sobre todo los diputados aquí presentes y que tardamos mucho en reaccionar, apoyé inmediatamente al Segundo Secretario del Partido, compañero Machado Ventura, que salió al combate por todo el país enfrentándose a ese problema (Aplausos).

Y debemos sacar la conclusión de este hecho, como de otros muchos, que lo peor que puede haber, lo peor que puede hacer un revolucionario o una simple persona honesta, comunista o no, es quedarse cruzado de brazos ante un problema. No tenemos derecho, mucho me­nos en los tiempos en que estamos viviendo y en los cambios que estamos introduciendo. Es una experiencia que vale la pena recordar, porque nos la podemos encontrar cientos de veces, por no decir miles de veces, en el cumplimiento de esta gigantesca tarea que estamos elaborando para el mejoramiento de nuestro país y de nuestro socialismo.

La introducción de las reglas de la oferta y la demanda no está reñida con el principio de la planificación. Ambos conceptos pueden convivir y complementarse en beneficio del país, como se ha demostrado exitosamente en los procesos de reforma en China y de renovación en Vietnam, como ellos lo califican. No­sotros le hemos llamado actualización porque no vamos a cambiar el objetivo fundamental de la Revolución.

Positivas son las experiencias obtenidas en algunas provincias con la adopción reciente de una serie de medidas organizativas, entre ellas, el incremento del acopio en interés de asegurar la presencia de productos en los mercados estatales, induciendo la disminución de los precios de oferta y demanda. Este es un asunto que requiere un seguimiento cons­tante por parte de todas las instituciones involucradas.

En medio de estas circunstancias los salarios y pensiones siguen siendo insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de la familia cubana. Aunque el salario medio experimentó un crecimiento del 43% en el período 2010-2015, este se concentró en los dos últimos años, a partir de las decisiones adoptadas a favor de los trabajadores de la Salud Pública, la Inversión Extranjera, la esfera del Deporte y por la flexibilización en los sistemas de pago en el sector empresarial. Sin embargo, no ha sido posible extender a la mayoría de las actividades presupuestadas los incrementos salariales previstos en la política aprobada.

La implementación de los nuevos sistemas de pago por resultado establecidos por la Resolución No. 17 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, a la que hice mención hace un instante, si bien influyó en sentido general en la elevación de la motivación de los trabajadores y el aumento de la productividad, que pude precisar personalmente visitando diferentes fábricas y conversando con los trabajadores, cierto es que también se presentaron múltiples deficiencias, originadas en lo fundamental por la inadecuada preparación de condiciones previas, in­cluyendo la capacitación de los directivos empresariales y el seguimiento.

En esta cuestión igualmente se tardó en corregir las incongruencias conceptuales que se pusieron de manifiesto en su aplicación.

Las experiencias nos enseñan que no basta con que los documentos normativos estén bien elaborados, hay que preparar a los ejecutores directos y pasado un tiempo volverles a dar algunos cursillos y controlar cómo están sus conocimientos para la aplicación de estas im­portantes actividades, comprobar su dominio de las regulaciones, exigir con sistematicidad que se cumplan en la práctica las disposiciones y reaccionar oportunamente ante las desviaciones, impidiendo que se conviertan en problemas políticos mayores.

Nuestro Héroe Nacional, José Martí, razonó que “Gobernar es prever”, ¡qué simples palabras, son solo tres! ¿Será posible que a algunos de nuestros funcionarios les sea tan difícil aprenderse esas tres palabras de las enseñanzas martianas? Es decir, “gobernar es prever”. Tenemos que aprender a prever pa­ra evitarnos bastantes problemas. Debo reconocer que en general durante la implementación de los Lineamientos no hemos sido suficientemente previsores ni ágiles para actuar en la corrección de las deficiencias.

Además de no prever, después nos ponemos a pensar cómo resolver el problema que se creó y no tenemos la agilidad necesaria para enfrentar inmediatamente al problema. Estoy hablando con toda crudeza, como corresponde en un congreso de nuestro Partido Co­munista y en todas las reuniones de los comunistas.

Ha proseguido la ampliación del sector no estatal de la economía, en tanto el empleo estatal se reduce del 81,2% en el 2010 a 70,8 en el 2015. Algo más de medio millón de cubanos están registrados como trabajadores por cuenta propia, prestan servicios y generan producciones muy necesarias. Se va conformando una atmósfera que no discrimina ni estigmatiza el trabajo por cuenta propia debidamente autorizado; sin embargo se han presentado manifestaciones de corrupción e ilegalidades, ante las cuales el enfrentamiento ha resultado, una vez más, insuficiente y tardío, como es el caso por ejemplo de conductas evasoras del pago de tributos y el ejercicio ilegal de actividades no permitidas.

Reafirmamos el principio socialista del predominio de la propiedad de todo el pueblo sobre los fundamentales me­dios de producción, así como la necesidad de descargar al Estado de otras actividades no determinantes en el desarrollo de la nación.

Como mismo aspiramos a mayor eficiencia y calidad en la producción y servicios del sector estatal, también favorecemos el éxito de las formas no estatales de gestión, sobre la base, en todos los casos, del estricto cumplimiento de la legislación vigente.

Continúa en fase experimental la crea­ción y funcionamiento de cooperativas de producción no agropecuarias, principalmente en el comercio, la gastronomía, servicios técnicos, pequeña industria y la construcción.

En esta actividad también se han producido algunos logros, pero igualmente se han puesto de manifiesto deficiencias, que parten de la insuficiente preparación y divulgación de la política aprobada y las normativas emitidas —a las que hemos hecho referencia en varias ocasiones en este informe—, inadecuada organización y control de la contabilidad, aumento de los precios y restricciones para acceder a suministros y servicios en el mercado mayorista.

Al propio tiempo ha resultado inapropiada la conducción y control de este experimento por las instancias correspondientes, razón por la que decidimos concentrar el esfuerzo en consolidar las cooperativas ya creadas y avanzar con gradualidad.

En medio de un entorno internacional desfavorable, caracterizado por la crisis económica global iniciada a finales de la década pasada, en el quinquenio 2011-2015 el producto interno bruto de nuestro país creció a una tasa promedio anual del 2,8 %, no suficiente para asegurar la creación de las condiciones productivas y de infraestructura requeridas para avanzar en el desarrollo y mejorar el consumo de la población.

En este complejo contexto se ejecutó un conjunto de acciones enfiladas al sa­neamiento de las finanzas externas del país y en particular el reordenamiento de la deuda, cuestión en la que se han logrado resultados significativos y que, de conjunto con el cumplimiento de los com­pro­misos financieros asumidos, con­tribuye al restablecimiento de la credibilidad in­ternacional de la economía cubana y fa­vorece mayores posibilidades de comercio, in­versiones y financiamiento para el desarrollo.

No podemos retroceder en esta esfera y con ese propósito debemos asegurar un adecuado balance en la toma de créditos y su estructura, el pago de las deudas reordenadas, la deuda corriente y el cumplimiento del plan. Nunca más de­be­mos volver a empeñarnos.

Foto: Juvenal Balán

Por otra parte, se viene introduciendo un conjunto de medidas diseñadas para eliminar trabas que desestimulaban a las diferentes formas productivas de nuestra agricultura, pero no han madurado y el ritmo de crecimiento de la producción agropecuaria todavía no es suficiente, mientras que, como media, cada año el país debió dedicar alrededor de 2 mil millones de dólares a la importación de alimentos, la mitad de los cuales podemos producir en Cuba y hasta exportar los excedentes.

Continúa expandiéndose la exportación de servicios médicos y el turismo, los que aportan más de la mitad de los ingresos en divisas del país, al tiempo que se reduce el peso específico de las exportaciones tradicionales, golpeadas por la caída de sus precios.

Esta realidad corrobora la conveniencia de proseguir diversificando nuestras fuentes de ingreso para no volver jamás a depender de un mercado ni de un producto y desarrollar relaciones comerciales y de cooperación mutuamente ventajosas con todos los países, configurando un adecuado equilibrio en esta esfera.

El innegable prestigio internacional de la medicina cubana, fruto genuino de la Revolución y de los desvelos del compañero Fidel, encierra enormes potencialidades todavía no explotadas en toda su dimensión, como por ejemplo la prestación de servicios médicos a pacientes extranjeros en Cuba, para lo cual se acometen inversiones que en definitiva también reportarán beneficios a la población cubana, que accede gratuitamente a la salud pública.

En cuanto al turismo, en los años transcurridos desde el 6to. Congreso se pusieron en explotación más de 10 900 nuevas habitaciones y se restablecieron otras 7 000, complementándose con el aumento hasta más de 14 000 de las habitaciones que arriendan en CUC los trabajadores por cuenta propia y el despliegue de instalaciones y servicios extrahoteleros, lo que ha permitido proseguir la senda ascendente de esta importante rama de la economía, que posee grandes posibilidades para impulsar el desarrollo de otros sectores y generar encadenamientos productivos.

El programa de inversiones hoteleras en los principales destinos del país marcha a buen ritmo y se retoma la construcción de emblemáticos hoteles de lujo en la capital para enfrentar el déficit habitacional existente. Cada hotel que se inaugura es una fábrica más que ge­nera dentro de nuestras fronteras ingresos de exportación muy necesarios para el país.

El pasado año se sobrepasó por primera vez la cifra de tres millones y medio de visitantes. Se viene consolidando la competitividad del producto turístico cubano en mercados emisores diversificados, sin ignorar las insuficiencias presentes que conspiran contra la calidad de los servicios.

Se vienen conformando condiciones para que en el quinquenio 2016-2020 ob­tengamos resultados superiores y crear en nuestra economía las bases para un desarrollo económico-social sostenible.

En la parte introductoria de este informe explicamos que por primera vez se presenta al máximo evento de nuestro Partido un Proyecto de conceptualización del modelo económico y social cu­bano.

El objetivo principal de este documento es exponer y fundamentar con claridad los rasgos principales del modelo, de modo que sirva de guía teórica y conceptual a la construcción del socialismo en Cuba, en correspondencia con nuestras características y esfuerzos propios, to­mando como base la historia de la na­ción y del proceso revolucionario, la cultura nacional, las condiciones internas y la situación internacional, así como las experiencias de los procesos de desarrollo económico y social socialista en otros países.

Los principios que sustentan la conceptualización parten del legado martiano, el marxismo-leninismo, el pensamiento del Líder Histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, y la propia obra de la Revolución.

Como ya expuse, la complejidad teórica y práctica de este Proyecto y su trascendental repercusión de cara al futuro, aconsejan que no sea aprobado en el marco de este Congreso. En su lugar proponemos a los delegados continuar el debate y adoptar, en principio, ese Pro­yecto para que sirva de base al profundo y democrático proceso de análisis por la militancia del Partido y la Unión de Jó­venes Comunistas, así como por am­plios sectores de nuestra sociedad, con cuyos resultados se presentará a la aprobación definitiva del Comité Cen­tral. O sea, por las razones expuestas, continuar discutiéndolo desde los municipios, y con la participación democrática de todo el Par­tido, la juventud, representantes de las organizaciones de masas, etcétera, con el objetivo de concluir su elaboración y se faculta al Comité Central del Partido para su aprobación. Además, se supone que se presente a la Asamblea Nacional, ór­gano supremo del poder del Estado que es a quien le corresponde darle el valor legal.

Uno de los aspectos novedosos que ha suscitado mayor atención y hasta cierta polémica, es el referido a las relaciones de propiedad, y es lógico que así sea, ya que en dependencia del predominio de una forma de propiedad sobre las demás se determina el régimen social de un país.

En Cuba socialista y soberana la propiedad de todo el pueblo sobre los me­dios fundamentales de producción es y continuará siendo la forma principal de la economía nacional y del sistema so­cioeconómico y por tanto constituye la base del poder real de los trabajadores.

El reconocimiento de la existencia de la propiedad privada ha generado in­quietudes honestas de no pocos de los participantes en las discusiones previas al Congreso, quienes expresaron preocupaciones de que al hacerlo estaríamos dando los primeros pasos hacia la restauración del capitalismo en Cuba. En mi condición de Primer Secretario del Comité Central del Partido estoy en el deber de aseverar que ese no es, en lo más mínimo, el propósito de esta idea conceptual.

Se trata precisamente, compañeras y compañeros, de llamar a las cosas por su nombre y no refugiarnos en ilógicos eufemismos para esconder la realidad. El incremento del trabajo por cuenta propia y la autorización de la contratación de fuerza de trabajo ha conllevado en la práctica a la existencia de medianas, pequeñas y microempresas privadas que hoy funcionan sin la debida personalidad jurídica y se rigen ante la ley por un marco regulatorio diseñado para las personas naturales dedicadas a pequeños negocios que se realizan por el trabajador y su familia.

Foto: Juvenal Balán

El Lineamiento No. 3 aprobado por el 6to. Congreso y que se propone mantener y reforzar en el proyecto actualizado precisa rotundamente que “en las formas de gestión no estatales no se permitirá la concentración de la propiedad”, y se adiciona que “tampoco de la riqueza”; por tanto, la empresa privada actuará en límites bien definidos y constituirá un elemento complementario del entramado económico del país, todo lo cual deberá ser regulado por la Ley.

No somos ingenuos ni ignoramos las aspiraciones de poderosas fuerzas externas que apuestan a lo que llaman el “empoderamiento” de las formas no estatales de gestión, con el fin de generar agentes de cambio en la esperanza de acabar con la Revolución y el socialismo en Cuba por otras vías.

Las cooperativas, el trabajo por cuenta propia y la mediana, pequeña y microempresa privada no son por su esencia antisocialistas ni contrarrevolucionarias y la enorme mayoría de quienes allí laboran son revolucionarios y patriotas que defienden los principios y se benefician de las conquistas de esta Revolución.

El cuarto proyecto de los documentos mencionados que se somete al 7mo. Congreso es el referido al trabajo del Partido en cumplimiento de los objetivos aprobados en su Primera Conferencia Nacional. Sobre el particular considero que han existido progresos en la superación de los métodos y estilos de trabajo que propiciaban la suplantación e interferencia por el Partido de las funciones y decisiones que corresponden al Estado, gobierno e instituciones administrativas. En su lugar se han desarrollado con sistematicidad el ejercicio de la dirección y el control partidista sobre el cumplimiento de los acuerdos del 6to. Congreso, sin dejar de actuar de conjunto con las autoridades en la atención directa de situaciones que afectan a la población como ya señalamos.

La autoridad moral del Partido exige de sus militantes, en particular de quienes ostentan responsabilidades de dirección, ejemplaridad, combatividad, preparación, así como demostradas cualidades éticas, políticas e ideológicas y estrecho y permanente vínculo con las masas.

El Partido ha seguido promoviendo la participación de los colectivos de trabajadores, estudiantes y el pueblo en la ejecución de las políticas y las medidas vinculadas al proceso de actualización del modelo económico, coadyuvando a transformar el actuar de los militantes, núcleos del Partido y cuadros, a partir de nutrirse de modo sistemático de las opiniones y propuestas de las masas.

Igualmente se ha alcanzado un mayor vínculo y atención por el Partido a la Unión de Jóvenes Comunistas, a las or­ganizaciones estudiantiles y los movimientos juveniles, con el objetivo de elevar su protagonismo y desarrollar la la­bor político-ideológica con los militantes y jóvenes, lo que presupone la defensa de su independencia orgánica e incentivar las iniciativas.

Al mismo tiempo el Partido ha priorizado la atención a las organizaciones de masa, que en este período asumieron considerables transformaciones en su quehacer y celebraron sus respectivos congresos, en cuya preparación y de­sarrollo se generó un amplio debate so­bre el funcionamiento de estas organizaciones, el cumplimiento de sus funciones y la labor político-ideológica.

Hemos constatado que ha continuado el estrechamiento de los vínculos del Partido y el resto de nuestros órganos y entidades con las diferentes instituciones, organizaciones religiosas y asociaciones fraternales en las variadas facetas de la vida nacional, lo que ha contribuido a la unidad de los cubanos, creyentes y no creyentes.

Debe tenerse muy en cuenta que en la propia medida en que se avance en la implementación del nuevo modelo, se irá configurando un escenario distinto para la organización partidista, caracterizado por la creciente heterogeneidad de los sectores y grupos en nuestra sociedad, que se origina en la diferenciación de sus ingresos. Todo ello impone el reto de preservar y fortalecer la unidad nacional en circunstancias distintas a las que nos habituamos en etapas anteriores.

El artículo No. 5 de la Constitución de la República consagra al Partido Comu­nista de Cuba como la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia la construcción del socia­lismo.

Los Estatutos de la organización lo definen como fiel continuador del Parti­do Revolucionario Cubano que fundó Martí para dirigir la lucha por la independencia, del primer Partido comunista simbolizado en Carlos Baliño y Julio Antonio Mella y fruto de la fusión voluntaria de las tres organizaciones revolucionarias que protagonizaron la lucha contra la tiranía batistiana.

En Cuba tenemos un Partido único, y a mucha honra, que representa y garantiza la unidad de la nación cubana, arma estratégica principal con que hemos contado para edificar la obra de la Revo­lución y defenderla de todo tipo de amenazas y agresiones. Por ello, no es nada casual que se nos ataque y exija, desde casi todas partes del planeta para debilitarnos, que nos dividamos en varios partidos en nombre de la sacrosanta democracia burguesa. Son conceptos que no deben prestarse a la confusión, ni hoy ni nunca. Si lograran algún día fragmentarnos, sería el comienzo del fin, ¡no olviden nunca esto!, si lograran algún día fragmentarnos sería el comienzo del fin en nuestra patria, de la Revolución, el socialismo y la independencia nacional, forjados con la resistencia y el sacrificio de varias generaciones de cubanos des­de 1868.

Creo que me deben permitir una pequeña anécdota, muy real, que yo la cuento y la disfruto bastante y quisiera compartir con ustedes.

Como es natural, con representantes de diferentes niveles de los Estados Unidos he tenido que discutir y reunirme mucho, y con algunos que sin ser nor­teamericanos, representan a otros países y también a ellos. Cuando hemos entrado a discutir derechos humanos, pues he­mos dicho que estamos dispuestos a discutir sobre todas esas cuestiones… Me han pasado una nota que dice: “Es­tamos en vivo”. Yo creo que lo que estamos es vivos (Risas y aplausos).

Yo disfruto y quiero también que lo disfruten todos los que tienen la amabilidad de vernos en vivo, incluido en el exterior. Hemos dicho que estamos dispuestos a hablar de todos los derechos humanos.

Revisando documentos el otro día sobre los Tratados y Convenciones, en esta materia que nadie los cumple todos, resulta que nosotros somos parte de 44, y los Estados Unidos de solo18. Yo les he dicho que mientras se pretenda seguir politizando los derechos humanos eso no va a caminar; por ejemplo, para nosotros salario igual por igual trabajo, sea hombre o mujer, es un derecho humano. En otros países, entre ellos los Estados Unidos, no lo es, las mujeres ga­nan menos y así se pueden citar decenas de los llamados derechos humanos.

La atención médica gratuita en Cuba es un derecho humano, ¿en cuántos países del mundo lo es? En muchos no es un derecho humano, es un negocio. En nuestro país la educación es gratuita, ¿en cuántos países del mundo la educación es gratuita? Es un negocio también. Es decir, que este tema de los derechos humanos lo discutimos con el que sea y donde sea, y a los que tengan la razón se la daremos.

Lo que más disfruto, hablando de los derechos políticos, es cuando me dicen que en Cuba nada más hay un partido. Y yo les contesto: “Sí, igual que ustedes, tienen un solo partido”, y los norteamericanos me contestan: “No, nosotros tenemos dos.” Y como si yo no lo supiera, me dicen sus nombres: “Demócrata y Repu­blicano.” “Correcto, eso es correcto, eso es igual que si en Cuba tuviéramos dos par­tidos, Fidel dirige uno y yo el otro” (Risas y aplausos).

Seguro que Fidel va a decir: “Yo quiero dirigir el comunista”, yo diré: “Bueno, yo dirigiré el otro, no importa el nombre” (Risas).

Como expresábamos, aquí había tres organizaciones: 26 de Julio, el Partido So­cialista Popular y el Directorio Revo­lucionario 13 de Marzo. Podíamos haber hecho tres partidos; pero todos coincidieron en la necesidad de unirse para hacer un solo partido, y fusionar sus respectivos órganos de prensa, para ser más fuertes; todos sus dirigentes tuvieron una magnífica y decisiva actitud en dar ese paso, ¿por qué vamos a dividirnos ahora? Lo que sí tiene que ser es un partido muy democrático, que es a lo que aspiramos, y que se pueda discutir con profundidad y entera libertad cualquier problema.

La propia CTC, los obreros se tienen que unir para ser más fuertes, en cualquier agencia de prensa occidental que usted lea algo que haga referencia a nuestra Central de Trabajadores, añaden entre paréntesis: única, como si eso fuera un delito. Ellos quieren modelar al mundo —ya saben a quiénes me refiero: a los Estados Unidos y a todos los que los acompañan—, ajustar al mundo a sus conveniencias, es lo que quieren hacer, y por eso debemos estar alertas hoy más que nunca. Ellos mismos han dicho: 50 años de bloqueo no dio resultado y no pudimos aislar a Cuba, por el contrario, estábamos corriendo el riesgo de quedarnos aislados nosotros en América Latina. Hay que cambiar eso. ¿Y por qué lo van a cambiar?, por otros métodos más difíciles de combatir. De ahí la im­portancia de estas cuestiones que deben estar suficientemente claras en nuestras mentes y en nuestro pueblo.

No es ocioso reiterar que son conceptos que no deben prestarse a la confusión, ni hoy ni nunca. Si lograran algún día fragmentarnos, sería el comienzo del fin en nuestra patria, de la Revolución, el Socialismo y la independencia nacional, forjados con la resistencia y el sacrificio de varias generaciones de cubanos des­de 1868.

La existencia de un partido único presupone estimular el más amplio y sincero intercambio de opiniones, tanto dentro de la organización partidista como en su vínculo en la base con los trabajadores y la población. El Partido está obligado a potenciar y perfeccionar de manera permanente nuestra democracia, para lo cual es imprescindible superar definitivamente la falsa unanimidad, el formalismo y la simulación. El Partido está en el deber de favorecer y garantizar la participación cada vez mayor de la ciudadanía en las decisiones fundamentales de la sociedad. No tenemos ningún miedo a opiniones distintas ni a las discrepancias, pues solo la discusión franca y honesta de las diferencias entre los revolucionarios nos conducirá a las mejores deci­siones.

Sabemos que el Partido y la Re­vo­lución cuentan con el apoyo mayoritario del pueblo, es un hecho que nadie puede negar, no obstante, no ignoramos que en determinados sectores de la población existen manifestaciones de falta de compromiso y desinterés por los asuntos de la vida política y que se mantienen opiniones negativas sobre la ejemplaridad de algunos militantes y cuadros, así como su desvinculación de nuestro pueblo.

Se ha verificado en el período más reciente un crecimiento de las acciones enfiladas a fomentar valores de la sociedad de consumo; la división, la apatía, el desaliento, el desarraigo y la falta de confianza en la dirección de la Revolución y el Partido, sembrando una matriz de opinión que trata de mostrarnos como una sociedad sin futuro.

Se estimula la emigración ilegal y de­sordenada de jóvenes y de especialistas de diversos sectores al amparo de la Ley de Ajuste Cubano, la Política de pies secos-pies mojados y el Programa de parole, o sea, el permiso para residir en los Estados Unidos, otorgado con absoluta rapidez, para nuestros médicos, los que prestan servicios en el exterior, cuestiones a las que me referiré más adelante.

En estas circunstancias se impone fortalecer una labor preventiva inteligente, firme y sistemática y elevar las exigencias y el control por parte de los órganos encargados del enfrentamiento a la subversión político-ideológica, así como levantar la combatividad de los militantes, la vigilancia en los centros de trabajo y la labor ideológica con las nuevas generaciones, potenciando el insustituible papel de la familia y la escuela. Repito: ¡Potenciando el insustituible papel de la familia y la escuela!

Se ha avanzado en las acciones dirigidas a forjar una cultura comunicacional en el país y disminuyeron las manifestaciones de secretismo, sin embargo continúan presentándose vacíos informativos e interpretaciones erróneas a causa de que todavía no es suficiente la divulgación de la marcha del proceso de actualización y la implementación de las políticas aprobadas.

La influencia en nuestra realidad de las complejidades del mundo en que vivimos, la política de hostilidad y acoso, las acciones dirigidas a introducir plataformas de pensamiento neoliberal y de restauración capitalista apoyadas por una perversa estrategia de subversión político-ideológica que atenta contra las esencias mismas de la Revolución y la cultura cubana, la historia y los valores que en ella se han forjado, la innegable existencia de problemas acumulados en la sociedad, a lo que se suma el propio proceso de implementación de los Li­neamientos y los profundos cambios en que nos encontramos inmersos, así como el nuevo escenario en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, son hechos que imponen elevados desafíos al trabajo ideológico. Esos programas van dirigidos hacia los sectores que el enemigo identifica como los más vulnerables y abarca a los jóvenes, la intelectualidad, los trabajadores asociados a las formas no estatales de gestión y las comunidades con mayores dificultades materiales y económicas.

A la par que salvaguardamos en el pueblo la memoria histórica de la nación y perfeccionamos la labor ideológica di­ferenciada, con especial énfasis hacia a la juventud y la niñez, debemos afianzar entre nosotros la cultura anticapitalista y antiimperialista, combatiendo con argumentos, convicción y firmeza las pretensiones de establecer patrones de la ideología pequeño burguesa caracterizados por el individualismo, el egoísmo, el afán de lucro, la banalidad y la exacerbación del consumismo.

El mejor antídoto contra las políticas de subversión consiste en trabajar con integralidad y sin improvisación, hacer bien las cosas, mejorar la calidad en los servicios a la población, no dejar acumular problemas, reforzar el conocimiento de la historia de Cuba, la identidad y cultura nacionales, enaltecer el orgullo de ser cubano y propagar en el país un ambiente de legalidad, defensa del patrimonio público, de respeto a la dignidad de las personas, los valores y la disciplina social.

El desarrollo de la economía nacional, junto a la lucha por la paz y la firmeza ideológica, constituyen las principales misiones del Partido. La economía sigue siendo la asignatura pendiente fundamental y la labor político-ideológica es un asunto permanente vinculado íntimamente con la batalla económica, pues asegura la participación consciente, activa y comprometida de la mayoría de la población en el proceso de actualización del modelo económico y social.

En materia de la política de cuadros también se avanzó, aunque no nos da­mos por satisfechos. Se han dado pasos importantes en la preparación y recalificación de los cuadros partidistas, estatales, gubernamentales y empresariales, aunque se requiere insistir en la preparación específica para el desempeño de los cargos asignados.

No desconocemos la influencia negativa que representan en esta esfera factores objetivos y subjetivos, como el ya mencionado fenómeno de la pirámide invertida, que favorecen la fluctuación de los cuadros y la falta de motivación para comprometerse con las misiones encomendadas.

Grandes potencialidades se pierden a causa del inadecuado trabajo con las reservas de cuadros y por la débil influencia de los responsables en el proceso de selección y formación de la cantera, lo cual propicia que personas sin compromiso y ética sean promovidos a responsabilidades vinculadas al control y disposición de recursos materiales y financieros, creando el caldo de cultivo para la corrupción y otras ilegalidades e indisciplinas.

Al propio tiempo, se ha incrementado progresiva y sostenidamente la promoción de mujeres, jóvenes, negros y mestizos a cargos de dirección, sobre la base del mérito en su tránsito gradual por diferentes responsabilidades y las condiciones personales. No obstante, tampoco nos sentimos complacidos con los resultados alcanzados porque persisten viejos hábitos y prejuicios que conspiran contra la política de cuadros del Partido.

Deberá proseguirse sin tregua el combate contra cualquier vestigio de racismo que obstaculice o frene el ascenso a cargos de dirección de los negros y mestizos, cuyo peso específico en el total de la población cubana ha seguido elevándose de censo en censo. Para consolidar los resultados en esta importante y justa política de la Revolución, es preciso trabajar con sistematicidad, previsión e intencionalidad. Una cuestión de esta trascendencia no puede quedar a merced de la generación espontánea o la improvisación.

La cantidad de mujeres en cargos decisorios aumentó —poquito, pero au­mentó, en cargos donde se decide, cargos decisorios; es decir que aumentó—, pero las cifras todavía no expresan el potencial de que disponemos, ya que son mujeres el 49 % de la masa de trabajadores en el sector estatal civil y el 66,8 % de la fuerza de mayor calificación técnica y profesional del país. Sin embargo, solo están ocupados por mujeres el 38 % de los cargos en los órganos del Estado, or­ganismos del gobierno, entidades nacionales, Consejos de la Adminis­tración y Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial.

Me atengo a la más estricta verdad cuando afirmo, sobre la base de mi experiencia en tantos años de Revolución, que las mujeres, por lo general, son más maduras y mejores administradoras que los hombres. Por ello, aunque reconozco el progreso alcanzado, considero que bajo la dirección del Partido debe proseguir elevándose la promoción de nuestras combativas féminas, especialmente a cargos decisorios en toda la nación.

En el Informe Central al 6to. Congreso me referí a la necesidad de acometer paulatinamente, sin precipitaciones ni im­provisaciones, la creación de una reserva de cuadros debidamente preparados, con suficiente experiencia y madurez para asumir las nuevas y complejas ta­reas de dirección en el Partido, el Estado y el Gobierno. También expresé la conveniencia y necesidad de limitar a un máximo de dos períodos consecutivos de cinco años el desempeño de los cargos políticos y estatales fundamentales que determinará el Comité Central en el caso del Partido y las organizaciones de ma­sas, y nuestro Parlamento en lo que respecta al Estado y el Gobierno.

Considero que en este asunto de significación estratégica también se ha avanzado, si bien los próximos cinco años, por razones obvias, serán definitorios y debemos introducir límites adicionales en la composición de los organismos superiores del Partido, es decir, el Co­mité Central, el Secretariado y el Buró Político, proceso de tránsito que se debe ejecutar y concluir con la celebración del próximo Congreso. Esto es un quinquenio de tránsi­to para no hacer las cosas corriendo, no es quitar a uno para poner a otro que tiene 10 años menos, etcétera. Atrasos tenemos, y lo que queremos hacer, precisamente, es que eso fluya con naturalidad, y debe estar bien precisado en las leyes o regulaciones que se establezcan.

Proponemos establecer 60 años como edad máxima para ingresar al Comité Central del Partido. Se podría establecer en cualquier otro momento también con­tar con suplentes en el Comité Cen­tral más jóvenes, todas esas cosas se pueden hacer, la cuestión es tener un método, un camino, un proyecto para que las cosas nunca nos sorprendan y evolucionen con naturalidad. En este caso, los ingresos deben ser, a partir del futuro con menos de 60 años. No crean algunos que porque no se pueda estar en un nivel de dirección del país ya no puede hacer nada, pero la experiencia de algunos países nos ha demostrado que eso no es positivo nunca, y aunque es un secreto a voces, nunca olviden, ya al final de la etapa de la Unión Soviética, la cual estimamos y queremos como siempre, que en un corto período de tiempo murieron tres primeros secretarios del Comité Central del Partido.

Por eso proponemos establecer 60 años como edad máxima para ingresar al Comité Central y hasta 70 años para de­sempeñar cargos de dirección en el Par­tido, lo cual, sumado a la limitación de hasta dos períodos consecutivos para ocupar responsabilidades políticas, ga­rantizará, desde la base, el rejuvenecimiento sistemático en todo el sistema de cargos partidistas. Y repito, que después se tendrá que regular con precisión, porque habrá quien tenga 75 u 80 años y pueda desempeñar una tarea importante, pero no una actividad de dirigente importante, por razones obvias, y por la propia experiencia con la que les estamos hablando.

Como es lógico, de resultar aprobada esta propuesta por el Congreso, se introducirían las modificaciones correspondientes en los estatutos del Partido. Pensamos que esa misma política debe ser aplicada en las instituciones estatales, gubernamentales y las organizaciones de masas.

En mi caso no es un secreto que en el 2018 concluirá el segundo mandato con­secutivo como Presidente de los Con­sejos de Estado y de Ministros y cederé esas responsabilidades a quien sea elegido.

Estas modificaciones en materia de plazos y edades límites para el desempeño de cargos de dirección, deberán fijarse en la Constitución de la República que nos proponemos reformar en los próximos años, considerando las importantes transformaciones asociadas a la actualización del modelo económico y social y su conceptualización. En la Cons­titu­ción hay que reflejar todo lo que vamos haciendo, en el momento en que ya estén listos los que deban ser recogidos en la misma y, sobre todo, discutidos con la población.

La Constitución vigente, aprobada en referendo popular en 1976, hace 40 años, y reformada parcialmente en 1992 y en el 2002, responde a circunstancias históricas y condiciones económicas y sociales que han ido cambiando con el decursar del tiempo y la propia implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución.

El proceso de reforma, que previamente deberá ser aprobado por la Asamblea Nacional, en correspondencia con sus facultades constituyentes, prevé una amplia participación popular, incluyendo la realización de un referendo constitucional.

Esta será una oportunidad para ajustar en nuestra Carta Magna otras cuestiones que requieren de amparo constitucional.

Debo resaltar que en el alcance de estos cambios constitucionales propondremos ratificar el carácter irrevocable del sistema político y social refrendado en la actual Constitución, que incluye el papel dirigente del Partido Comunista de Cuba en nuestra sociedad (Aplausos), y que en la actual Constitución es el artículo 5.

Dedicaré algunas reflexiones al tema de la defensa. Al hacerlo es propicio recordar las palabras de Fidel en el Informe Central al 1er. Congreso cuando expresó: “Mientras exista el imperialismo, el Par­tido, el Estado y el pueblo les prestarán a los servicios de la defensa la máxima atención. La guardia revolucionaria no se descuidará jamás. La historia enseña con demasiada elocuencia que los que olvidan este principio no sobreviven al error”.

La doctrina de la Guerra de todo el Pue­blo constituye el fundamento estratégico de la defensa del país y define que cada cubano conozca y disponga de un medio, un lugar y una forma de lucha contra el enemigo, bajo la dirección del Par­tido, en un sistema político-militar y económico único de preparación y realización de la guerra. Si el agresor intentara ocupar a Cuba tendría que enfrentar a millones de cubanas y cubanos en un mortal avispero, sin frente, retaguardia ni flancos, ni descanso tampoco, día y noche.

Como hacemos cada cuatro años des­de 1980, planificamos desarrollar en no­viembre el Ejercicio Estratégico Bastión 2016 con el objetivo de actualizar y ejercitar a los dirigentes, jefes y órganos de dirección y de mando en la conducción de las acciones previstas en los planes defensivos del país. Esta actividad, como es tradicional, concluirá con la celebración, un fin de semana, de dos días nacionales de la Defensa con masiva participación popular.

Unos días después, el 2 de diciembre, arribaremos al Aniversario 60 del de­sembarco del Granma, fecha que marca la fundación de nuestras Fuerzas Ar­madas Revolucionarias y que conmemoraremos con una Revista Militar de­dicada al compañero Fidel en su 90 cumpleaños (Aplausos prolongados) y a nuestra aguerrida juventud, que participará con un impresionante y compacto bloque que cerrará el desfile, como heredera y continuadora de las glorias combativas del pueblo cubano a lo largo de su historia.

Compañeras y compañeros:

Desde el 6to. Congreso se han producido numerosos acontecimientos y cambios sustanciales en la arena interna­cional.

Han pasado 15 meses desde que anunciamos simultáneamente con el presidente Barack Obama, la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos, sobre la base de la igualdad soberana, la no injerencia en los asuntos internos y el respeto absoluto a nuestra independencia. Horas antes de esa alocución se había cumplido la promesa de Fidel al pueblo al completarse el regreso a la patria de los Cinco Héroes (Aplausos).

Llegamos a ese momento gracias a la heroica resistencia y sacrificios del pueblo cubano y su lealtad a los ideales y principios de la Revolución, que contó con el decisivo apoyo de la solidaridad internacional, puesta de manifiesto en múltiples eventos y en las organizaciones internacionales, en particular las abrumadoras votaciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas contra el bloqueo.

El mapa político de Nuestra América había cambiado bajo el influjo de los avances de las fuerzas políticas de iz­quierda y movimientos populares que contribuyeron al progreso de la integración re­gional, simbolizado en la constitución de la Comunidad de Estados Lati­noa­me­ricanos y Caribeños (CELAC), en diciembre de 2011.

Todo ello había colocado a los Estados Unidos en una situación de aislamiento insostenible en el hemisferio y puso en crisis al llamado sistema interamericano, como se hizo evidente en el reclamo del cese del bloqueo y contra la exclusión de Cuba en la VI Cumbre de las Américas de Cartagena, en el 2012.

Por otra parte, se venían produciendo cambios en la sociedad norteamericana y la emigración cubana a favor de la modificación de la política de Estados Unidos hacia Cuba.

En abril del pasado año, asistimos a la 7ma. Cumbre de las Américas en Pana­má con la frente en alto. No es necesario repetir aquí las consideraciones expuestas en aquella ocasión.

A lo largo del período transcurrido, desde el 17 de diciembre de 2014, se han constatado resultados concretos en el diálogo y la cooperación entre Cuba y Estados Unidos. Sin embargo, el bloqueo económico, comercial y financiero, impuesto hace más de medio siglo, continúa vigente, con incuestionables efectos intimidatorios de alcance extraterritorial, aunque reconocemos la posición del Presidente Obama y altos funcionarios de la administración contra el bloqueo y los repetidos llamados al Congreso en interés de eliminarlo.

Las medidas anunciadas poco antes de su visita a La Habana para introducir algunas modificaciones en la aplicación del bloqueo, a partir de la utilización de facultades ejecutivas son positivas, pero no suficientes.

Como expusimos en el encuentro de ambos presidentes con la prensa, para avanzar hacia la normalización de relaciones deberá eliminarse el bloqueo, que provoca privaciones a nuestra población y constituye el principal obstáculo para el desarrollo económico del país, y devolverse el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval en Guantánamo en contra de la voluntad del gobierno y el pueblo cubanos.

Asimismo, debieran suprimirse los programas dirigidos a cambiar el sistema político, económico y social que escogimos soberanamente, entre otras políticas lesivas aún vigentes.

La política migratoria continúa siendo utilizada como un arma contra la Revo­lución. Se mantienen en vigor la “Ley de ajuste cubano”, la “política de pies secos-pies mojados” y el “Programa de parole para profesionales médicos cubanos”, que estimulan la emigración ilegal e insegura y buscan despojarnos de personal calificado.

Estas prácticas no se corresponden con el declarado cambio de política hacia Cu­ba y generan dificultades a terceros países.

No son pocas las declaraciones de funcionarios del gobierno norteamericano que al reconocer el fracaso de la política contra Cuba no disimulan al afirmar que los propósitos son los mismos y solo se modifican las formas.

Tenemos la voluntad de desarrollar un diálogo respetuoso y construir un nuevo tipo de relación con los Estados Unidos, como la que nunca antes ha existido entre ambos países, porque estamos convencidos de que ello solo puede reportar beneficios mutuos.

No obstante, es preciso reiterar que no debe pretenderse que para lograrlo Cuba renuncie a los principios de la Revo­lu­ción ni realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia, ceda en la defensa de sus ideales ni tampoco en el ejercicio de su política exterior, comprometida con las causas justas, la defensa de la autodeterminación de los pueblos y el tradicional apoyo a países hermanos.

Como establece la Constitución de la República, “las relaciones económicas, diplomáticas y políticas con cualquier otro Estado no podrán ser jamás negociadas bajo agresión, amenaza o coerción de una potencia extranjera”.

Es largo y complejo el camino hacia la normalización de los vínculos bilaterales y avanzaremos en la misma medida en que seamos capaces de poner en práctica el arte de la convivencia civilizada o, lo que es lo mismo, aceptar y respetar las diferencias, que son y serán numerosas y profundas; no hacer de ellas el centro de nuestra relación, en su lugar concentrarnos en lo que nos acerca y no en lo que nos separa, promoviendo el beneficio de ambos países.

Las relaciones con los Estados Unidos históricamente han representado un desafío para Cuba, por su permanente pretensión de ejercer su dominación sobre nuestra nación y la determinación de los cubanos de ser libres e independientes, sin importar los peligros a en­frentar ni el precio que tengamos que pagar (Aplausos).

La unidad del pueblo en torno al Par­tido, su profundo patriotismo y cultura política, que nos permitieron enfrentar la política de agresión y hostilidad, servirá de escudo para vencer cualquier intento de socavar el espíritu revolucionario de los cubanos. Este será un reto, en especial para los más jóvenes, a quienes el Partido reconoce como continuadores de la obra revolucionaria y de las convicciones patrióticas de sus abuelos y padres.

Agradecemos el apoyo que durante todos estos años hemos recibido de la comunidad internacional, partidos y movimientos políticos, organizaciones sociales, intelectuales, académicos, religiosos, artistas, líderes sindicales, campesinos y estudiantiles, amigos solidarios que desde todas partes del mundo nos han acompañado en nuestra lucha. Sabemos que podremos seguir contando con ellos en la batalla por construir un mundo mejor. A todos les ratificamos que siempre tendrán el apoyo incondicional y solidario de la Cuba eternamente revolucionaria e internacionalista.

América Latina y el Caribe se encuentran bajo los efectos de una fuerte y articulada contraofensiva imperialista y oligárquica contra los gobiernos revolucionarios y progresistas, en un contexto complejo, marcado por la desaceleración de la economía, que ha impactado negativamente en la continuidad de las políticas de desarrollo e inclusión social y las conquistas alcanzadas por los sectores populares.

Esa acometida reaccionaria utiliza métodos y tecnologías propias de la nueva doctrina de la guerra no convencional, especialmente en el terreno de la comunicación y la cultura, sin descartar acciones desestabilizadoras y golpistas.

Esta política está dirigida principalmente contra la hermana República Boli­variana de Venezuela y se ha intensificado en los últimos meses en Bolivia, Ecua­dor, Brasil, así como en Nicaragua y El Salvador.

Recientes reveses de gobiernos de izquierda en el hemisferio son utilizados para anunciar el cierre de un ciclo histórico progresista, abrir paso al retorno del neoliberalismo y desmoralizar a las fuerzas y partidos políticos, movimientos so­ciales y clases trabajadoras, lo que deberemos enfrentar con más unidad y ma­yor articulación de las acciones revolucionarias.

Abrigamos la firme convicción de que el pueblo venezolano defenderá el legado del querido compañero Hugo Chávez Frías e impedirá el desmantelamiento de los logros alcanzados. A la Revolución Bo­livariana y Chavista, al Presidente Ma­duro y su gobierno, a la unión cívico-militar del pueblo venezolano, les ratificamos nuestra solidaridad y compromiso y el resuelto rechazo a las pretensiones de aislar a Venezuela mientras se dialoga con Cuba.

Demandamos que se respete la soberanía e independencia de los Estados y cesen los actos de injerencia en sus asuntos internos. Al propio tiempo, reafirmamos el apoyo decidido a todos los gobiernos revolucionarios y progresistas, encabezados por líderes prestigiosos, cuyas políticas económicas y sociales han llevado justicia, dignidad, soberanía y be­ne­ficios tangibles a las grandes mayorías de la región más desigual del planeta.

Se renuevan también los esfuerzos de los Estados Unidos y sus aliados, para so­cavar la unidad y el proceso de integración regional, frustrar el avance de la CELAC, del ALBA, UNASUR y otros, mediante una supuesta reforma del sistema in­teramericano, en particular de la OEA, así como se otorga mayor protagonismo a otros esquemas afines a sus intereses hegemónicos.

No olvidaremos jamás que la OEA—Organización de Estados Americanos, fundada por los Estados Unidos a finales de la mitad del siglo pasado, al inicio de la Guerra Fría— solo ha servido a intereses contrarios a los de nuestra América. Esa organización, justamente calificada como “ministerio de colonias” de Estados Uni­dos por el Canciller de la Dignidad, el compañero Raúl Roa García, fue la que sancionó a Cuba y estuvo dispuesta a dar apoyo y reconocer a un gobierno títere, si se hubiera consolidado la invasión mercenaria de Playa Girón. Es interminable la lista de su accionar contra la naciente Revolución cubana y otros gobiernos revolucionarios y progresistas.

A pesar de que nunca hemos estimulado a otros países para que abandonen dicha organización, sí debo reiterar lo expresado en Brasil hace ya unos años, parafraseando a José Martí, de que antes de que Cuba regrese a la OEA “se unirá el mar del Norte al mar del Sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila”.

Es indispensable continuar avanzando en la consolidación de la CELAC como mecanismo de concertación política genuinamente latinoamericano y caribeño, basado en el concepto de la unidad en la diversidad. La Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada por los Jefes de Estado y Gobierno durante la Segunda Cumbre celebrada en La Habana, mantiene plena vigencia y sus principios deben regir las relaciones entre nuestros Estados y también a nivel internacional.

Mantendremos nuestros esfuerzos, como hasta ahora, para alentar el proceso de paz en Colombia.

Es invariable el tradicional apoyo de Cuba a los esfuerzos de la República Argentina para recuperar la soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

Reafirmamos nuestra solidaridad con el pueblo de Puerto Rico y su aspiración de alcanzar la autodeterminación y la independencia, al igual que rechazamos cualquier forma de colonialismo.

Proseguiremos abogando, actualmente desde la Presidencia de la Aso­cia­ción de Estados del Caribe, por la plena integración regional y la defensa de los legítimos intereses de las naciones caribeñas en materia económica y ambiental y en apo­yo a su justa demanda de com­pen­sación por las terribles consecuencias de la esclavitud y el colonialismo. Seguire­mos otorgando especial prio­ridad a nuestra cooperación con Haití.

Los pueblos hermanos del Tercer Mundo que se esfuerzan por transformar la herencia de siglos de dominación colonial saben que siempre contarán con la solidaridad y apoyo de Cuba y que continuaremos cumpliendo los compromisos de cooperación, sobre la base de compartir lo que tenemos, no lo que nos sobre.

Una confirmación de ello fue la participación heroica del personal médico cubano en la lucha contra el Ébola, que concitó reconocimiento universal.

Seguiremos priorizando el desarrollo multifacético de las relaciones con todos los amigos y socios que nos han acompañado durante estos años y mantendremos el intercambio de experiencias con los partidos y gobiernos de los países socialistas. Al mismo tiempo reiteramos la política de nuestro Partido de desarrollar relaciones con todas las fuerzas y movimientos políticos legítimos independientemente de su signo ideológico.

La próxima firma del Acuerdo de Diá­lo­go Político y Cooperación entre Cuba y la Unión Europea, que entraña la eliminación de la injerencista Posición Co­mún y la positiva evolución de los vínculos bilaterales con sus Estados miembros, son factores que contribuyen a la conformación de un clima propicio para el desarrollo de una interrelación mutuamente ventajosa con este importante bloque de naciones.

A ello se une el reciente acuerdo alcanzado con el Club de París, que permitirá normalizar las relaciones con la comunidad financiera internacional.

La visita a Cuba el pasado año del Papa Francisco, sus prédicas en favor de la paz y la equidad, la erradicación de la pobreza, la defensa del medio ambiente y sus análisis sobre las causas de los principales problemas que afectan a la humanidad contribuyeron al avance de los vínculos entre la Santa Sede y Cuba, en el marco del 80 aniversario de su establecimiento.

El histórico encuentro en La Habana del Papa Francisco y el Patriarca Kirill, el pasado mes de febrero, nos honró profundamente y permitió reiterar el compromiso de Cuba con la preservación de la paz y la promoción del diálogo a nivel internacional.

Son cada vez mayores las amenazas a la paz y la seguridad internacionales que se derivan del intento del imperialismo norteamericano de imponer su posición hegemónica frente a los cambios en el equilibrio mundial, de la filosofía de usurpación y control de recursos naturales estratégicos que se evidencian en el creciente carácter ofensivo y agresivo de la doctrina militar de la OTAN y en la proliferación de guerras no convencionales con el pretexto del enfrentamiento al “terrorismo internacional”; la agudización de sus contradicciones con Rusia y China, y el peligro de un conflicto bélico de dimensiones incalculables en el Me­dio Oriente.

Como advertimos muy tempranamente, la expansión de la OTAN hacia la frontera con Rusia ha provocado graves peligros a la paz y la estabilidad, lo cual se agrava por la aplicación de arbitrarias e injustas sanciones unilaterales contra ese país.

La situación en Siria, a causa de la intervención extranjera, ha tenido un saldo de cientos de miles de vidas y enorme destrucción. Confiamos en la capacidad del pueblo y el gobierno sirios para encontrar una solución pacífica que preserve la independencia y la integridad territorial de esa nación.

Las oleadas de refugiados hacia Eu­ropa conmueven la conciencia de la hu­manidad. Son consecuencia de la intervención foránea, las guerras provocadas desde el exterior y el propio subdesarrollo, poniéndose de manifiesto el doble rasero y la hipocresía en el tratamiento de los derechos humanos, el aumento de la xenofobia, el racismo y la discriminación de los inmigrantes, así como el reforzamiento de fuerzas neofascistas.

Mantenemos nuestra tenaz oposición al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones y del que hemos sido víctimas desde el mismo triunfo de la Re­volución.

Condenamos la ocupación por Israel de los territorios palestinos y de otros países árabes, sin cuya solución no se alcanzará una paz duradera en esa región.

Reiteramos nuestra solidaridad con la República Árabe Saharaui Democrática en la lucha contra la ocupación de su territorio.

La desfavorable situación económica internacional, marcada por el agravamiento de la crisis sistémica mundial, y las tendencias recesivas de las principales economías hacen más vulnerable y precaria la situación de los países del Tercer Mundo; se acentúan la injusticia y la irracionalidad del orden económico internacional que es indispensable sustituir y se pone de manifiesto la necesidad de construir una nueva arquitectura financiera internacional.

Consideramos que mientras ello no ocurra serán inviables los objetivos proclamados en materia de desarrollo sostenible e inclusión social en la Cumbre de las Naciones Unidas para la aprobación de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030.

De igual modo, creemos que el marco de cooperación acordado tras la Cumbre de París sobre el cambio climático continúa siendo limitado por la persistencia e imposición de patrones irracionales de producción y consumo, incompatibles con la preservación de la especie humana. La falta de voluntad política de las naciones industrializadas impide establecer compromisos efectivos en cuanto al financiamiento y la transferencia de tecnología, a tono con el concepto de responsabilidades comunes, pero diferenciadas.

En las complejas circunstancias de nuestra región y del mundo, la política exterior de la Revolución Cubana se mantendrá fiel a los principios originales que hemos defendido en las coyunturas más difíciles y ante las más graves amenazas y desafíos.

Finalmente, compañeras y compañeros, tenemos por delante intensas jornadas de labor en este Congreso, convencidos de que será un evento histórico y fructífero, del cual emanen las direcciones principales de nuestro trabajo en pos de la consecución de una nación soberana, independiente, socialista, próspera y sostenible.

Muchas gracias (Ovación).

La integración latinoamericana y caribeña: un proceso que es preciso defender

Roberto Regalado*

Un gran cambio en el panorama político, económico y social de América Latina y el Caribe ha significado el surgimiento y desarrollo de mecanismos intergubernamentales de concertación política, cooperación en diversas esferas y/o integración económica, en particular, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA‑TCP), la Asociación de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Es común oír, en genérico, alusiones a los nuevos mecanismos intergubernamentales existentes en América Latina y el Caribe como mecanismos de integración. Si bien esas funciones se interrelacionan, se ha avanzado más en la concertación y la cooperación, mientras que en la integración priman los acuerdos comerciales y de inversiones basados en el regionalismo abierto, que refuerzan la histórica relación vertical de cada nación con los centros de poder mundial e impiden una genuina integración regional orientada a satisfacer las necesidades de los pueblos. No se puede decir que en todos los países exista la conciencia, voluntad y decisión de construir esa genuina integración. Esta es una batalla que debemos librar «cuesta arriba».

Los antecedentes de la problemática de la integración latinoamericana y caribeña datan de hace más de 520 años. Mediante la dominación colonialista, el aplastamiento socio‑étnico‑cultural, el sometimiento de los aborígenes a formas de trabajo semiesclavo y la importación de esclavos africanos, la región fue incorporada a la naciente formación económico‑social capitalista como apéndice suministrador de riqueza que abonó el proceso de acumulación originaria del capital.[1] Se fijó así su ubicación subordinada y dependiente dentro de la división internacional del trabajo, que muta acorde con las exigencias de cada estadio de desarrollo del capitalismo, pero sin que deje de llevar, junto a Asia y África, la peor parte de los efectos de la Ley del desarrollo económico y político desigual.

Las primeras ideas de unidad latinoamericana fueron de Francisco de Miranda (1750‑1816), quien concibió un imperio llamado Colombia, formado por los territorios de Hispanoamérica y Brasil. Quien más hizo para tratar de forjar esa unidad fue Simón Bolívar (1783‑1830), cuya visión era la de una república federal también llamada Colombia, que abarcara a toda Hispanoamérica.[2] Con ese objetivo, conquistada la independencia de esta última, a instancias de Bolívar, se celebra en 1826 el Congreso Anfictiónico de Panamá. Sin embargo, este fracasa debido a un conjunto de factores que incluyen: la extensión y diversidad de las repúblicas hispanoamericanas; la carencia de un desarrollo económico y un mercado capitalistas que sirvieran de base para asentar una unidad nacional; los conflictos de intereses entre las élites criolla que se disputaron el poder en las nacientes repúblicas; y la oposición de los Estados Unidos, Inglaterra y otras potencias de la época. De modo que la América Latina no logró establecer vínculos políticos, económicos y sociales que cimentaran su unidad.

En la década de 1960, el agotamiento de los proyectos nacional‑desarrollistas que paliaron la desconexión sufrida por la región a partir de la crisis de 1929, nacen los llamados mecanismos de integración regional.[3] No se pretende analizar el desempeño ni la trayectoria de los organismos regionales y subregionales «de integración», pero es necesario apuntar que la base nacional‑desarrollista de la que parten en sus inicios fue crecientemente socavada por: el proceso de transnacionalización y desnacionalización capitalista (al que por lo general se designa con el término globalización);[4] la ofensiva contrarrevolucionaria y contrainsurgente desatada por el imperialismo norteamericano en las décadas de 1960 a 1980, que durante la presidencia de Reagan impuso la apertura y desregulación económica neoliberal; y, la reestructuración y revitalización del sistema de dominación continental emprendida por la administración de George H. Bush (1989‑1993), que incluyó el fracasado proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y los Tratados de Libre Comercio (TLC) bilaterales y subregionales firmados por una parte importante de los gobiernos de América Latina y el Caribe. A estos avatares se han visto sometidos los mecanismos de integración regional y subregional latinoamericanos y caribeños.

La crisis del Sistema Interamericano ocurrida en la década de 1980 repercute en el surgimiento de nuevos tipos de mecanismos regionales y subregionales, los mecanismos de consulta y concertación política, que inicialmente coexisten con los «de integración», y entre ambos se produce una progresiva interconexión e hibridación. Los factores de la mencionada crisis de las relaciones interamericanas fueron, por una parte, la materialización de los postulados de la ultraderecha estadounidense –simbolizados en el Documento del Comité de Santa Fe–[5] en la política de esa nación hacia América Latina y el Caribe durante el mandato presidencial de Reagan que incluía: el renovado apoyo a las dictaduras militares de «seguridad nacional»; el alineamiento con Gran Bretaña en la Guerra de las Malvinas (1982); el descargar sobre la región el peso de la crisis de la deuda externa (iniciada en 1982); la invasión militar a Granada (1983); y la amenaza de intervención directa en el conflicto centroamericano, en especial, la escalada de agresiones contra la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua.

En medio de esta vorágine, en enero de 1983, nace el Grupo de Contadora, integrado por los gobiernos Colombia, México, Panamá y Venezuela con el objetivo de promover una solución política negociada del conflicto centroamericano, y así conjurar la amenaza de una intervención militar directa de los Estados Unidos en esa subregión –como la que meses después se produciría en Granada– y, en julio 1985, surge el Grupo de Apoyo a Contadora o Grupo de Lima, formado por Argentina, Brasil, Perú y Uruguay. La fusión del Grupo de Contadora y el Grupo de Apoyo a Contadora dio lugar al Grupo de los Ocho.

Una vez desactivado el conflicto centroamericano, el mecanismo de concertación no se disolvió, sino se institucionalizó y asumió nuevos temas, como el llamado a una negociación entre Gran Bretaña y Argentina sobre las Islas Malvinas, la búsqueda de una solución América Latina de la crisis de la deuda externa y la crítica al proteccionismo de las grandes potencias. El Grupo de los Ocho, desde 1986 convertido en Mecanismo de Consulta y Concertación Política (MCCP), se transformó en 1990 en Grupo de Río para asimilar a nuevos miembros.

En sus primeros años, la transformación del Grupo de los Ocho en Grupo de Río no significó un avance, sino un retroceso político, debido a que ocurrió en el mandato de los presidentes neoliberales adheridos al Consenso de Washington,[6] que controlaron la escena política latinoamericana desde finales de la década de 1980 hasta finales de la de 1990.

La conversión del Grupo de Río en un mecanismo efectivo de concertación y cooperación en beneficio de los pueblos fue posible gracias al cambio en el mapa político regional, derivado de la cadena de elecciones y reelecciones de gobiernos de izquierda y progresistas abierta por el triunfo de Hugo Chávez Frías en los comicios presidenciales venezolanos de 1998, y ratificada por el de Luiz Inácio Lula da Silva en los comicios presidenciales brasileños de 2002.[7] De este corrimiento hacia la izquierda se desprende un cambio en la composición política de los mecanismos de concertación, cooperación e integración latinoamericana y caribeña, de los cuales vale la pena destacar dos:

El cambio en la orientación del MERCOSUR, fundado a inicios de la década de 1990 por los presidentes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay de la época del Consenso de Washington, que difiere sustancialmente del MERCOSUR integrado por presidentes como Néstor Kirchner y Cristina Fernández en Argentina; Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil; Tabaré Vázquez y José Mujica en Uruguay; y Fernando Lugo en Paraguay, a los cuales se incorporó, en 2012, la Venezuela de Hugo Chávez.
La creación en 2004 de lo que en la actualidad se denomina Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Libre Comercio de los Pueblos (ALBA‑TCP).

La alianza entre el MERCOSUR y el ALBA‑TPC es la que explica el establecimiento de una correlación de fuerzas favorable a la creación de la UNASUR y el salto cualitativo que representa la transformación del Grupo de Río en CELAC. Si bien esos mecanismos han avanzado poco en la integración económica, sí han cosechado logros sin precedentes en la cooperación y la concertación política, incluida la defensa de la soberanía, la autodeterminación y la independencia nacional frente a la injerencia y la intervención de las potencias imperialistas.

Precisamente por su dedicación a la defensa de los intereses nacionales y populares, desde el momento mismo de su primer triunfo electoral todo gobierno latinoamericano de izquierda y progresista sufre los embates de la estrategia desestabilizadora destinada a provocar su derrota en las urnas y/o su derrocamiento mediante golpes de Estado de nuevo tipo, es decir, golpes legislativos o judiciales, como los ejecutados contra los presidentes Manuel Zelaya en Honduras (2009) y Fernando Lugo en Paraguay (2012).

El derrocamiento de Zelaya y Lugo marca la intensificación y el aumento de la efectividad de la multifacética estrategia de desestabilización de los gobiernos latinoamericanos de izquierda y progresistas, entre cuyos componentes resaltan la guerra mediática y la judicialización de la política, que entre fines de 2015 e inicios de 2016 han provocado la derrota del candidato presidencial del Frente para la Victoria en Argentina, y el triunfo del restaurador neoliberal Mauricio Macri; la pérdida del control de la Asamblea Nacional por parte del Partido Socialista Unido de Venezuela, cuerpo legislativo que pasa a convertirse en el principal bastión político‑institucional de la derecha; el triunfo del NO en el referéndum constitucional con que los movimientos populares bolivianos se proponían abrir la posibilidad de un tercer período de gobierno del presidente Evo Morales Ayma; y, el proceso de juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff en Brasil, que de consumarse sería la restauración del monopolio del Estado por parte de la derecha neoliberal.

El presidente Mauricio Macri ya declaró que su política hacia el MERCOSUR es retrotraerlo a la orientación neoliberal con la que fue fundado, y asumió una actitud hostil contra UNASUR y CELAC. Este es un dato de importancia mayor al ser Argentina el segundo país en importancia económica en el Cono Sur. Mucho mayor sería el daño para la integración regional si el gobierno de Brasil cayera en manos de la derecha, dada su condición de primera economía de América Latina y el Caribe. A ello se suma el entorpecimiento de la gestión del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela por la mayoría opositora en la Asamblea Nacional, cuyo propósito de destruir al ALBA‑TCP, UNASUR y CELAC son públicos y notorios.

La conclusión es que la manera de defender la concertación, cooperación e integración latinoamericana y caribeña es defender a las fuerzas y gobiernos de izquierda y progresistas que la han hecho posible.

  • Doctor en Ciencias Filosóficas, profesor‑investigador del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana, consultor del Instituto Schafik Hándal (ISH) y el Centro de Estudios de El Salvador (CEES).

[1] El término acumulación originaria designa a la riqueza producida fuera del sistema de producción capitalista que se invierte en su formación y despegue.

[2] Téngase en cuenta que la extensión y diversidad de las recién surgidas repúblicas hispanoamericanas eran mayores que en la actualidad, pues el 1826 México aún no había sido despojado de más de la mitad de su territorio por parte de los Estados Unidos.

[3] Los dos primeros fueron el Mercado Común Centroamericano (MCCA) y la Asociación Latinoamericana para el Libre Comercio (ALALC), ambos surgidos en 1960 bajo el influjo de las concepciones promovidas por la Comisión Económica Para América Latina de la ONU (CEPAL, 1948), organismo que entre 1950 y 1963 fue presidido por el economista argentino Raúl Prebisch, entre cuyas obras resalta el libro El desarrollo económico de América Latina y algunos de sus principales problemas. Le siguen el nacimiento, en 1973, del Mercado Común del Caribe (CARICOM, por sus siglas en Inglés), que agrupa a los países de esa subregión independizados de sus metrópolis colonialistas europeas en la posguerra; la transformación en 1980 de la ALALC en Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI); la suscripción en 1989 del Pacto Andino (Bolivia, Colombia Chile, Ecuador y Perú), rebautizado en 1996 con el nombre Comunidad Andina de Naciones (CAN); la creación del Sistema de la Integración Centroamericana en 1991; y el establecimiento del MERCOSUR en ese mismo año 1991.

[4] Véase a Roberto Regalado: América Latina entre siglos: dominación, crisis, lucha social y alternativas políticas de la izquierda (edición actualizada), Ocean Sur, México D.F., 2006, pp. 136‑137.

[5] El Documento del Comité de Santa Fe o Santa Fe I –después se elaboraron otras tres versiones (Santa Fe II, III y IV)–, se encuentra en: www.nuncamas.org/documento/docstfe1.

[6] Baste ver la relación de mandatarios que integraban ese Grupo en 1990: Argentina, Carlos Saúl Menem; Bolivia, Jaime Paz Zamora; Brasil, Fernando Collor de Mello; Colombia, César Gaviria; Chile, Patricio Aylwin; Ecuador, Rodrigo Borja; México, Carlos Salinas de Gortari; Panamá, Guillermo Endara; Paraguay, Andrés Rodríguez; Perú, Alberto Fujimori; Venezuela, Carlos Andrés Pérez; y, Uruguay, Luis Alberto Lacalle. De todos ellos, solo Rodrigo Borja mantuvo una posición crítica sobre la reestructuración neoliberal; y solo Borja y Jaime Paz no se plegaron al recrudecimiento de la campaña anticubana.

[7] Desde la segunda mitad de la década de 1990 hasta hoy, con una definición amplia de los términos de izquierda y progresista, puede considerarse que han sido electos y/o reelectos treinta y cinco gobiernos que encajan en ella, entre los cuales vale la pena destacar los siguientes: Venezuela, Hugo Chávez (1998, 2000, 2006 y 2012) y Nicolás Maduro (2013); Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (2002 y 2006) y Dilma Rousseff (2010 y 2014); Uruguay, Tabaré Vázquez (2004), José Mujica (2009) y Tabaré Vázquez (2014); Bolivia, Evo Morales (2005, 2009 y 2014); Ecuador, Rafael Correa (2006, 2009 y 2013); Nicaragua, Daniel Ortega (2006 y 2011); Honduras, Manuel Zelaya (2006, derrocado en 2009); Paraguay, Fernando Lugo (2008, derrocado en 2012), El Salvador: Mauricio Funes (2009) y Salvador Sánchez Cerén (2014).

Un Partido por las masas y para las masas (II)

Un Partido por las masas y para las masas (II)

A solo dos meses de la histórica victoria de Playa Girón, el 24 de junio de 1961, tuvo lugar un importante pleno del Comité Cen­tral del entonces Partido Socialista Po­pular

Autor: Granma | internet@granma.cu

7 de abril de 2016 19:04:04

Fidel fue el propulsor y forjador indiscutible de la unidad de las fuerzas revolucionarias. Desde los días de la guerra de liberación, el máximo líder de la Revolución propició contactos, alcanzó compromisos y acuerdos con las organizaciones que participaban en la lucha. Después del triunfo del primero de enero de 1959, el Comandante en Jefe promovió encuentros con los principales dirigentes de esas fuerzas, incluso en condiciones de la más absoluta discreción, y poco a poco se hicieron más sistemáticas y definitorias esas reuniones en aras de alcanzar el crisol de la unidad.

A solo dos meses de la histórica victoria de Playa Girón, el 24 de junio de 1961, tuvo lugar un importante pleno del Comité Cen­tral del entonces Partido Socialista Po­pular, al que asistieron los máximos dirigentes del Movimiento 26 de Julio y del Directorio Re­volucionario 13 de Marzo. En aquella reu­nión se decidió, unánimemente, unir esas tres fuerzas para cumplir las impostergables tareas del periodo de transición y la construcción del socialismo.

En ese memorable encuentro se reconoció a Fidel como el principal dirigente de la nación. Con la resolución aprobada, el Par­tido Socialista Popular se disolvió y seguidamente, de forma similar, procedieron el Mo­vimiento 26 de Julio y el Directorio Revo­lu­cionario 13 de Marzo. Esas decisiones dieron paso inmediato al surgimiento de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), paso previo para la formación de un Partido único.

Se iniciaba a partir de este hecho un proceso intenso con la creación de las estructuras territoriales y de base. Así, el 8 de marzo de 1962 se constituyó su Dirección Na­cio­nal, que el 22 de ese mismo mes acordó de­signar como Primer y Segundo Se­cre­tarios a Fidel y Raúl, respectivamente; se creó el Secretariado, la Comisión de Organización, y el compañero Blas Roca fue designado director del periódico Hoy.

El nacimiento de una sola organización política con una dirección única significó un fortalecimiento extraordinario para la Revolución. Días antes, el 13 de marzo, Fi­del había alertado y señalado públicamente acerca de ciertas actitudes sectarias que se manifestaban y concretaban, entre otros hechos, en la desconfianza a quienes no habían pertenecido al PSP y se discriminaba su ingreso a la nueva estructura. A tiempo se puso fin al sectarismo en el proceso de constitución y el funcionamiento de la naciente organización.

En virtud de estas críticas se desarrolló un trabajo ininterrumpido en los núcleos de las ORI y de formación de nuevas organizaciones de base, bajo la más estricta línea de consultar a las masas sus integrantes.

Fidel realizó un aporte extraordinario a la teoría y práctica de la construcción del Partido: fue el artífice de su constitución, fundamentado en la aplicación creadora de las ideas de Martí y Lenin en las condiciones específicas de la Revolución cubana y que tuvieron su expresión práctica en las normas y los procedimientos, los métodos de dirección, los principios, la disciplina, la consulta a las masas, la democracia interna y la dirección colectiva.

Bajo estos conceptos se ha forjado una vanguardia política con una selección rigurosa de sus militantes y estrechamente vinculada a las masas, lo que le ha ganado prestigio y autoridad, condiciones vitales para su eficaz desempeño político.

Acerca de esa concepción, en abril de 1962, el Comandante en Jefe expresó: “La Revolución se hace por las masas y para las masas. Esa es la razón de existir del Partido, y todo su prestigio y toda su autoridad estará en relación con la vinculación real que tenga con las masas”.

“No debemos ser obedientes al sistema capitalista…”afirma autor Roberto Pineda

“No debemos ser obedientes al sistema capitalista…”afirma autor Roberto Pineda
SAN SALVADOR, 14 de abril de 2016 (SIEP) “No debemos ser obedientes al sistema capitalista y sus valores…”indicó Roberto Pineda, autor del libro Ideas Emancipadoras y tradiciones de lucha, presentado esta tarde por la Asociación de Estudiantes de Periodismo, AEP, de la Universidad de El Salvador.

La actividad inició con palabras del dirigente de AEP, William Gómez, quien reseñó la obra expresando que se trata de una contribución al rescate de la memoria histórica de las luchas de los movimientos sociales por la emancipación social y nacional, en la cual jugó un papel destacado los 65 años del Partido Comunista de El Salvador, PCS.

Por su parte, el autor expresó que “deseo agradecer profundamente la iniciativa de la AEP de realizar esta presentación, es para mí un gran honor y un compromiso por lo que deseo compartirles en este diálogo cuatro ideas básicas, sobre la UES, sobre la Juventud, sobre la dignidad y sobre la obediencia.”

“Espero que tengan conciencia del lugar donde estudian, de quienes son ustedes. No es lo mismo estudiar en la UES que estudiar en la UCA, o estudiar en la Tecnológica o en la Matías Delgado. Ustedes son estudiantes de una Universidad con una larga tradición de lucha, de una universidad única, la universidad de Farabundo Martí, la universidad de Matilde Elena López, la universidad de Schafik Handal, la universidad de ustedes porque cada generación de la UES deja su huella en la arena de la lucha social por la justicia en nuestra Patria…es de esto que trata este libro”

“Hace cuarenta años tenía la edad de ustedes. Y al ver sus rostros identifico los rostros de los compañeros de mi generación. Usábamos el pelo largo y pantalones acampanados y las muchachas minifaldas o maxifaldas. En los años setenta los jóvenes de esta Universidad estaban lo que se llamaba organizados, eran parte de organizaciones político-militares que se enfrentaban a la dictadura militar.”

“Cuando se es joven existe mucha nobleza y muchos de mis amigos y amigas ofrendaron sus vidas para que este país fuera libre de la dictadura militar y por el sueño de un país justo, solidario. Cuando se es ya adulto, los compromisos familiares, los intereses creados lo vuelven a uno conservador, temeroso. Los jóvenes son nobles y valientes, y ojala que nunca el cinismo se apodere de sus corazones y que siempre la llama de la solidaridad ilumine sus vidas.”

“Los jóvenes de esta Universidad y ojala también de las demás universidades deben como decía el prócer cubano José Martí sentir en su mejilla el golpe dado a cualquier mejilla. Solo en la lucha por la dignidad se encuentra la felicidad. No puede existir dignidad cuando no tenemos trabajo, cuando no tenemos medicinas, cuando no tenemos un techo donde protegernos por las noches. Y la mayoría de nuestro pueblo vive en esta situación, por lo que la lucha por ser Digno, por vivir Dignamente, por tener pan, por tener un empleo sigue siendo uno de los grandes sueños que deben de orientar nuestras vidas. Ese es la herencia que recibimos de Farabundo Martí…”

“Y finalmente les hago un llamado a que seamos desobedientes. Desde pequeños se nos enseña a obedecer y se nos dice que ser obedientes es el camino al éxito. Al final el sistema logra domesticarnos. El liberarnos es un proceso que atraviesa por la desobediencia. Y los jóvenes son los dueños de la desobediencia., de la rebeldía. Ojala ustedes logren ser desobedientes. Farabundo Martí por su origen de clase, terrateniente de Teopeque estaba llamado a ser un explotador pero él fue desobediente y entregó su vida por la causa de la justicia.”

“Y uno de los más grandes desobedientes de nuestra historia fue Monseñor Romero. Y fijante que él al principio era obediente, obedecía los órdenes, las ordenes de los cafetaleros de Berlín, los órdenes de los militares, del mismo Papa… pero el asesinato de uno de sus sacerdotes lo trasformó y entonces él obispo conservador y hasta reaccionario se volvió el obispo rebelde, el obispo desobediente. ..que hasta hizo un llamado a los soldados a desobedecer a sus superiores, porque ante una orden de matar es superior el llamado de Dios de no matarás…”

“Les doy un gran abrazo y guardo la confianza que serán jóvenes estudiantes de la UES que serán conmovidos por el sufrimiento de nuestro pueblo, estudiantes comprometidos, organizados, conscientes, y que ya en el futuro como periodistas serán celosos de trasladar siempre la verdad a nuestro pueblo, no importándolos riesgos ni las dificultades…”

Recordando a Américo Mauro Araujo, en ocasión del 4º. aniversario de su desaparición física

Domingo Santacruz Castro
2 de Abril de 2012
PARTE I

Américo falleció a las 4.25 de la tarde del primero de abril de 2012, en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas, CIMEQ, de la ciudad de La Habana, República de Cuba.

1.ALGUNOS DATOS PERSONALES:

Debo disculparme con su familia por saber poco acerca de los orígenes familiares de Américo. La culpa la tuvo el PCS que nos formó y educó a no preguntar ni saber más de lo necesario para luchar y combatir al enemigo; así, bajo esa regla, nos formaron y continuamos formando a las nuevas generaciones, sin preguntar la información personal ni otras. Las generaciones revolucionarias del PCS hasta los años 70-80 fueron educadas a manejar únicamente información de utilidad para el cumplimiento de las misiones encomendadas. Hubo quienes violaron esa regla, de donde salieron lamentables fugas de información con graves costos políticos. Américo fue uno de los cuadros que supo manejarse muy disciplinadamente.
Américo Mauro Araujo.

Américo Mauro Araujo.

Entre menos se sabe, decíamos, menos información exponemos frente al enemigo. Fue la formación que recibimos en los años de la clandestinidad. Pero, en las condiciones abiertas y legales, fue muy poco lo que cambió nuestra costumbre, y Américo se mantuvo cerrado en sus asuntos personales. Por eso me limitaré a compartir lo que conozco, como, que Américo nació el 21 de noviembre de 1944, hijo de Carlota Ramírez de Araujo y de Arturo Araujo E. De las pocas veces que hablamos de los asuntos familiares, recuerdo haberle escuchado la mención de un hermano de nombre Jorge y de una hermana Elizabeth, ambos con los mismos apellidos. Después de la Guerra, es decir, más de 30 años después de conocerlo, supe que eligió como esposa a la compañera Teresa Olmedo, su incondicional camarada que le acompañó y se apoyó en las comunicaciones durante los años de la guerra revolucionaria, con quien procreó sus únicas dos hijas, eso creo: Mónica, estudiante de psicología, graduada en la Universidad José Simeón Cañas, UCA, y Kathia, que la dejó estudiando el segundo año también de Psicología, en la misma Universidad, hoy día, seguramente ya es una profesional.

Sobre su padre y madre, no puedo decir mucho, excepto que su madre vivió durante muchos años en los EEUU, que regresó a morir en El Salvador; que su padre, Arturo Araujo, homónimo del ex presidente salvadoreño electo en marzo de 1931, derrocado por el General Maximiliano Hernández Martínez en Golpe de Estado a los 10 meses de haber tomado posesión. Por cierto, recuerdo una anécdota que nos hizo reír ante la pregunta ingenua, medio en serio y medio en broma del viejo Alejandro, (Julio César Castro), durante un encuentro de la CP en ciudad de Managua, a principios de la guerra: “pero usted no es hijo del expresidente Arturo Araujo, verdad camarada Hugo”? Hugo lo mira fijamente a los ojos, con la respuesta seca: “es cierto que tengo cara de viejo Alejando, pero no tanto”. Alejandro no estaba enterado que Américo tuvo un incidente en el Aeropuerto de Ilopango, cuando regresó de la Unión Soviética. No sabía que gracias a esa relación feliz, Américo había respondido: “Sí, soy el hijo menor del Ing. Arturo Araujo, el presidente derrocado en 1931”, elemento que le sirvió para evitar ir a la cárcel, por presentarse con el Título de doctor en medicina otorgado por la Universidad Patricio Lumumba, nada menos que de la cuna del comunismo. Por supuesto, el policía le creyó o consultó y lo dejaron que se marchara.

Américo cursó estudios de secundaria en el Instituto Nacional General Francisco Menéndez de la ciudad de San salvador y la carrera de medicina en la Universidad Patricio Lumumba de la ciudad de Moscú, Unión soviética, entre 1962-69.

*Memoria Américo Araujo 3

2.ALGO SOBRE EL ROL POLÍTICO DE AMÉRICO M. ARAUJO EN LA LUCHA REVOLUCIONARIA.

Cuando lo conocí y traté por primera vez, Américo no había concluido los estudios de secundaria, pero ya estaba vinculado a la organización juvenil “Vanguardia de la Juventud Salvadoreña”, VJS, recién organizada, a finales de 1960. Por conversaciones lejanas y por los testimonios de otros jóvenes de su generación, supe que las primeras ideas revolucionarias las conoció Américo cuando estudiaba bachillerato en el Instituto Nacional General Francisco Menéndez, INFRAMEN, lugar donde conoció a varios otros compañeros de su generación que coincidieron en actividades de reparto de papeles de organizaciones juveniles revolucionarias surgidas a finales de los años 50 del S XX.

Con Américo hablamos muchas veces sobre el contexto político del país cuando él y yo, por caminos diferentes caminábamos hacia los mismos objetivos: derrotar a la oprobiosa dictadura militar y sustituirla por un gobierno democrático revolucionario. Américo, mucho más joven que yo, no conocía en ese tiempo, sobre la apertura política decretada por el gobierno de Lemus, al derogar la Ley de Amnistía General en 1956, lo que permitió el regreso de todos los exiliados políticos diseminados por todo el Continente Latinoamericano. Ambos no nos enteramos que ese año, 1956, surgió la organización Fraternidad e Mujeres Salvadoreñas. Él, a los 17 años, no supo que en agosto de 1957 surgió la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños, CGTS, en cuyo acto de constitución asistí como curioso observador; supo de esa organización, me comento, hasta que escuchó los vehículos con altavoces llamando a las movilizaciones del Primero de mayo, el año siguiente.

*Memoria histórica AMÉRICO ARAUJO2De la Asociación Juvenil 5 de Noviembre, que surgió en septiembre- octubre de 1957, se enteró por medio de amigos y compañeros de estudio, que andaban involucrados. Sobre este tema de la organización y lucha juvenil en nuestro país, Américo y otros compañeros estudiantes en la Universidad Patricio Lumumba, realizaron varias conversaciones de intercambios con el compañero José Antonio Aparicio, conocido más tarde, en el mundo de las letras, como el Poeta Ricardo Bogrand.

Sobre algunos detalles de esta parte de la historia me enteré a finales de la década de los años sesenta, después de la reunión de OLAS en La Habana. Al calor de unos roncitos extra secos en el Hotel Habana Libre, recuerdo la discusión de Américo con Lico Baires, sobre el origen de la 5 de noviembre y de los grupos Tatzumal, Lamatepec, la FEEM y luego la VJS. Roque Dalton, por las razones ya conocidas casi no se relacionaba en esos días con la Delegación salvadoreña, de la cual se fue apartando, no conocí su versión sobre su papel en la primera, es decir, de la Cinco de Noviembre.

Varios años después, en intercambios virtuales con Ricardo Bogrand, ya residiendo en México, habló muy brevemente sobre la tarea que recibió de la Dirección del PCS, de organizar y dirigir la Asociación 5 de Noviembre, conjuntamente con Roque Dalton, Manlio Argueta y alguien más, en septiembre de 1957.

En el proceso organizativo juvenil del PCS fui conociendo que fue Vanguardia de la Juventud Salvadoreña, VJS, la organización que aglutinó a varios de los grupos juveniles dispersos, en Octubre de 1960. En esos momentos , en 1961, Américo Araujo ingresó a la VJS junto con otros jóvenes estudiantes del INFRAMEN, cuando no había cumplido los 16 años.

Mi relación con Américo, en ese tiempo, fue un tanto marginal, aunque si me fui enterando de su protagonismo como uno de los compañeros jóvenes más activos en la VJS, organización juvenil que ingresó al Frente Unido de Acción Revolucionaria, FUAR, con el nombre de Columna Vanguardia de la Juventud Salvadoreña, VJS, eso sucedió entre febrero y abril de 1961.

En ese tiempo, yo me desempeñaba como dirigente del Movimiento Revolucionario Dos de Abril, “MR-2-4”., que habíamos organizado un grupo de amigos revolucionarios, el día 2 de abril de 1959. Américo, con la VJS, entró directamente bajo la influencia del PCS. Yo llegué por un camino diferente. Las condiciones de la lucha en la clandestinidad no daban para detenerse a pensar en los detalles de la pertenencia. Mi llegada a la revolución y mis primeros aportes estaban fuera de las orientaciones del PCS. Mi incorporación a las luchas sociales, políticas y revolucionarias no dependía de esa orientación política. Un poco antes de la VJS, mantuve relaciones muy puntuales con algunos activistas de la Federación de Estudiantes de Educación Media, FEEM, que había surgido producto de una alianza de pequeños otros grupos. Muchos de los jóvenes de VJS se habían forjado en las luchas contra la Dictadura del Coronel José María Lemus, especialmente en la Asociación 5 de Noviembre, la Asociación Tatzumal, Lamatepec, que dieron origen a dicha Federación de Estudiantes de Educación Media.

Con el influjo de la Revolución Cubana, fueron aparecieron diferentes sectores sociales interesados en luchar. Por casualidad me vi involucrado en los procesos de organización del Partido Revolucionario Abril y Mayo, a principios de 1959, luego me veo vinculado en actividades que resultaron preparativos para la formación del Frente Nacional de Orientación Cívica, FNOC, con la presencia de varias organizaciones, entre ellas, el Partido Revolucionario Abril y Mayo, que me enteré que fue organizado por el PCS en 1959. Es decir, en la segunda mitad de la década de los años 50, después de la derogatoria de la Ley de Defensa del Orden Democrático Constitucional, así como el decreto de la Ley de Amnistía General, todo ello favoreció para el surgimiento de condiciones políticas para las alianzas políticas, necesarias para enfrentar la crisis socioeconómica y política nacional, que exigía una salida democrática, que las clases dominantes se negaban cederle el paso, y por tanto, estaba planteada la tarea de derrocar la dictadura de José María Lemus y su instrumento político, el PRUD.

En ese efervescente ambiente político nacional estábamos cuando fuimos impactados por el triunfo de la Revolución Cubana el 01 de enero de 1959, que devino en un flujo revolucionario que alcanzó niveles de maduración de una situación revolucionaria en nuestro país. En esa década surgen varias organizaciones populares, como Fraternidad de Mujeres Salvadoreñas, 1956, la CGTS, en 1957, el Partido Radical Democrático, 1958, el PAR que ya tenía historia, desde 1950, la combativa AGEUS, que venía desde 1927, la Federación Magisterial en formación ascendente y luego la VJS, todas ellas dieron origen al Frente Nacional de Orientación Cívica, FNOC, cuyo objetivo político fue el derrocamiento de José M. Lemus, alcanzado el 26 de octubre de 1960. En este auge ascendente de masas, se incorpora Américo M Araujo, siendo parte activa de la organización juvenil ya mencionada. En muchos años no había surgido un nivel de desarrollo del pensamiento radicalizado de amplias masas populares. Américo entro a formar parte de esa efervescencia política revolucionaria que marcó un sello especial en las luchas sociales y políticas de nuestro país en esa explosiva coyuntura política.

El triunfo de la Revolución Cubana, como se ha dicho, produce en El Salvador un flujo revolucionario que contagió a casi todos los sectores sociales de nuestro país; fue esa ola de lucha social y política, la que contagió al aún adolescente Américo Mauro Araujo, que al ingresar a la VJS, en mayo del 61, no se apartó nunca. Este amplio y combativo destacamento juvenil, como se ha dicho, se convirtió en la Columna Juvenil de Frente Unido de Acción Revolucionaria, surgido a principios de 1961. Siendo, Américo, un adolescente, recuerdo que se llevaba muy bien con compañeros Dirigentes juveniles que venían destacándose de ese ruidoso período, como el Chiquitín Alfonso García, Oscar Rolando Orellana, Américo Durán Cativo, Breni Cuenca, Mario Aguiñada Carranza, así como Ana Guadalupe Carpio, que ya estaba militando en la VJS, Rubén Cuenca, Ricardo Castro Rivas, Armando “el Zarco” Herrera, Dagoberto Sosa, para mencionar solamente algunos nombres.

Oscar Rolando Orellana había sido electo Secretario general de la VJS, que, como he dicho, se convirtió en la Columna Juvenil del FUAR, la cual, con la disolución del FUAR a mediados de 1964, fue inevitable su declinación hasta su disolución. Pero Américo no participó durante este período en la organización juvenil en el interior del país. A su regreso de la Unión Soviética la VJS había sido disuelta y surgido en su lugar, la Unión de Jóvenes Patriotas, UJP, una organización más amplia y abierta, en donde podían ingresar y participar también, jóvenes de pensamiento democrático y patriótico. A esas alturas ya se hablaba de la necesidad de estructurar nuevamente la Juventud Comunista de El Salvador, que se disolvió después de los acontecimientos de 1932. Varios Cuadros jóvenes del PCS fueron encomendados a trabajar por construir y desarrolla primero la UJP y luego la JCS. La amplitud de la UJP atrajo a estudiantes universitarios que habían sido contagiados con las ideas Social Cristianas y Socialdemócratas. Algunos de ellos prefirieron salirse de la UJP y trabajar por formar organizaciones con esas tendencias. La UJP creó su propio periódico “Juventud” bajo la responsabilidad de René Contreras, un estudiante de Periodismo originario de Zacatecoluca.

Como militante de esta organización juvenil, Américo fue parte de las filas juveniles del Frente Unido de Acción Revolucionaria, FUAR, en 1961. Ahí se encontró con Armando Herrera, el Chiquitín García, Mario Aguiñada, Rafael Aguiñada, algunos de ellos venían de la 5 de Noviembre. La línea de la VJS era crear trabajo de masas entre los sectores juveniles. Como parte de su ampliación, la VJS contribuyó a formar la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Media, la UNEEM.

Américo junto con Armando Herrera y Federico Baires, formó parte de la Comisión de Organización de la VJS, habiendo mostrado a su temprana edad, sus dotes de organizador. Después del derrocamiento de José María Lemus, pasando por la Junta Cívico Militar con una breve apertura democrática que apenas duró 3 meses, cuando nos vimos en el campo de lucha contra el Directorio Militar surgido el 25 de Enero de 1961.

Américo no había salido hacia la URSS, tuvo tiempo de experimentar por dos años el combate político que ofrecía un marco favorable para iniciar acciones político militares, en momentos que la situación revolucionaria parecía ir en ascenso. La coyuntura daba para que aparecieran muchos jóvenes luchadores, estimulados por la crisis social y política interna, pero también por el triunfo reciente de la Revolución Cubana. Estábamos viviendo un importante flujo revolucionario que se manifestaba en los diferentes sectores sociales que mostraban su voluntad de luchar contra la Dictadura Militar. Las filas de las organizaciones juveniles revolucionarias rápidamente se vieron fortalecidas con numerosos militantes.

En ese ambiente efervescente nos encontramos muchas veces con Américo. Él como activista y con responsabilidades en la VJS, yo como dirigente del MR-2-4 y activista en el PRAM. Eran diferentes escenarios de lucha: el Frente Unido de Acción Revolucionaria, FUAR , el PRAM, y cada una de las organizaciones políticas de masas; Américo en la Columna de la VJS y yo en el MR-2-4- que había surgido de forma independiente del PCS. Varias veces nos encontramos en actividades de propaganda de pinta y pega, aunque cada una de las Columnas del FUAR, tenía asignada una zona. En ese Frente se formaron muchos cuadros juveniles y adultos, numerosas mujeres. En los grupos se mezclaban estudiantes universitarios y de secundaria con obreros y campesinos; maestros profesionales. Cada una de las columnas, que tenía su propia autonomía, realizaba de acuerdo a su desarrollo, tareas no sólo de propaganda, agitación, autodefensa de masas, también de preparación y entrenamiento militar. Cada Columna contaba con sus Centros de producción, distribución en una ramificada red y reparto de propaganda. Varias de ellas alcanzaron niveles de desarrollo organizativo en el recuperado movimiento sindical, gremial y campesino. La Columna Juvenil dio origen a buena cantidad de cuadros políticos que con los años llegaron a ocupar cargos en las organizaciones políticas y revolucionarias, como lo fue Américo M. Araujo, Oscar Rolando Orellana, Mario Aguiñada Carranza, Dagoberto Sosa, para mencionar unos pocos en representación de centenares que fueron contagiando y multiplicando diversos esfuerzos que con el tiempo dieron origen a otras organizaciones revolucionarias hermanas.

Parte de la línea política de la VJS era crear trabajo de masas entre los sectores juveniles, universitarios y de secundaria, Se forma la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Media, la UNEEM, bajo la coordinación de Alfonso el Chiquitín García, donde Guadalupe Carpio era de la directiva, una activista política. Estos destacamentos juveniles recibían orientación del FUAR, pero particularmente de la Dirección del PCS.

La dirección del Partido en ese tiempo estaba constituida por Daniel Castaneda, el Secretario General; Schafik Jorge Carpio, Coordinador del FUAR; Salvador Cayetano Carpio, responsable del sector sindical; Raúl Castellanos Figueroa, responsable de Propaganda y del Partido Revolucionario Abril y Mayo; Roberto Castellanos Calvo, responsable de Fianzas; Jacinto Castellanos, Virgilio Guerra, Modesto Ramírez, que dirigía la Columna Campesina del FUAR, Miguel Mármol, Jorge Arias Gómez. La atención política de la Juventud se realizaba en dos grupos, uno lo atendía Jorge Arias Gómez , otro Roberto Castellanos Calvo. En el primero grupo: Armando Herrera, Mario Aguiñada, Américo Durán, apoyado por Raúl Padilla Vela.

En los tiempos del FUAR, a mediados de 1962, recuerdo que estaba anunciada la llegada del Coordinador General del Programa Alianza para el Progreso, el portorriqueño Teodoro Moscoso. Eran momentos de graves amenazas a la Revolución Cubana, que seguía siendo agredida por el imperialismo norteamericano. Estaba en juego el destino de la Revolución Cubana, la autodeterminación de Cuba como nación soberana necesitaba de la solidaridad militante de nuestros pueblos. Menos de un año antes había sido derrotada la invasión mercenaria en Playa Girón, las bandas contrarrevolucionarias y los sabotajes se intensificaban; los planes intervencionistas aumentaban. La presencia del Sr. Moscoso en nuestro país, significaba para el amplio y combativo movimiento popular una clara provocación, era un claro respaldo a la Dictadura Militar y respaldo a los planes intervencionistas contra Cuba. Para el movimiento popular, Moscoso era un títere de la estrategia contrarrevolucionaria del imperio del norte.

No estoy seguro si Américo tomó parte, pero lo que sí estoy seguro que a la VJS se reasignaron tareas de agitación, de movilización, de riega de tachuelas y miguelitos para sabotear y detener la columna de vehículos del Sr Moscoso. Unas Columnas se ocuparon de pintar paredes, muros, pega de afiches, bajar las banderas de EEUU de los postes eléctricos, de colocar pancartas volantes en los tendidos eléctricos; un grupo seleccionado de activistas fue seleccionado, preparado y encomendado a preparar huevos, tomates maduros, bombillos de alumbrado eléctrico llenos de alquitrán (petróleo) o pintura para lanzar a los vehículos de la caravana; todo eso estaba distribuido desde el Aeropuerto Internacional de Ilopango, a unos 8 KM de la Capital, en ese tiempo, hasta el predio donde años después se construiría la Embajada de los EEUU en la 25 Av Norte. Las dudas sobre si participó o no, se desprenden que en esos momentos Américo había clasificado como candidato para una beca de estudios de medicina en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú, URSS y en esos meses ya estaban en preparativos para emprender viaje.

Siete años después, al regreso de la URSS, Américo contaba que “Me enteré que ya no existía la VJS, sino que la organización juvenil del PCS era entonces la Unión de Jóvenes Patriotas, UJP, que recién iniciaba operaciones, y me asignaron a una estructura. En esos días, el 14 de julio estalló la guerra con Honduras y este hecho vino a agravar la situación interna del Partido, de la cual vine a enterarme aquí. Cuando me fui, en 1962, la revolución estaba por triunfar e íbamos a prepararnos, cuando regresé en 1969 me encontré con un conflicto interno. La guerra no fue el motivo de la división dentro del Partido pero ella agudizó las contradicciones ya existentes que habían sido administradas durante el V Congreso en 1964”

3.EL PASO POR LA ESCUELAUNO DIEZ” DEL FUAR

Esta escuela funcionaba en una casa de la Calle La Campiña, allá por la Colonia Panamá, dirigida por Schafik J Hándal. Por esa escuela debían pasar los mejores militantes y cuadros de todas las Columnas del FUAR. Todos debían recibir cursos de preparación política y algo de teoría y visión militar, con entrenamiento de arme y desarme de arma larga y corta, así como elementos sobre la lucha armada, como forma y como vía hacia el Poder. Américo recibió el curso por una semana, antes de que la Policía Nacional le cayera encima. Hay toda una historia alrededor de esa escuela, cuyo funcionamiento con resultados exitosos originó celos en Salvador Cayetano Carpio. En parte porque éste era el responsable de la escuela de cuadros del PCS, que en cierto momento estuvo bajo chequeo de la inteligencia enemiga y Schafik no pudo impedir que Carpio trasladara y fusionara las dos escuelas. Esa medida permitió que un infiltrado y luego otro, en la Dirección departamental del PCS de San Salvador conociera el lugar de la Escuela “UNO DIEZ” de la Campiña. La Policía asaltó el local y capturó a cerca de 18 compañeros y una compañera, incluyendo al mismo Schafik. Antes del asalto y clausura, por los cursos políticos militares pasábamos todos. Allí apareció el grupo del Instituto Nacional Francisco Menéndez, es decir, Américo Araujo, Lico Baires y alguien de nombre Jacobo.

4.ENCUENTRO EN LA CONFERENCIA LATINOAMERICANA DE SOLIDARIDAD, OLAS, EN LA CIUDAD DE LA HABANA, CUBA.

En Julio de 1967 nos encontramos en La Habana, en donde tuvo lugar la Conferencia Continental de la Organización Latinoamericana de Solidaridad, OLAS, convocada por la Conferencia Tricontinental de la OSPAAAL surgida a mediados de enero de 1966, reunida en La Habana. A propósito, a este evento se dieron cita muchos de los más destacados dirigentes revolucionarios de Asia, África y América Latina. Eran momentos intensos de lucha antiimperialista, de resistencia de los pueblos de los tres continentes contra el coloniaje y el neocolonialismo; por un lado no cesaba la ofensiva del imperialismo norteamericano contra la Revolución Cubana, que se manifestaba en agresiones terroristas, sabotajes, intentos de asesinatos a dirigentes, etc. La resistencia de la Revolución Cubana estimulaba la solidaridad de varios movimientos de liberación de América Latina; la lucha de los pueblos de Indochina y particularmente de del heroico pueblo vietnamita mantenía en alto la bandera contra la agresión imperial de los EEUU que escalaba la guerra especial a la guerra local. También estaban en pie de lucha muchos pueblos del continente africano. El encuentro en La Habana en enero de 1966 era indispensable para analizar la compleja situación de resistencia, pero también de avances, de victorias, contra el enemigo común. En los tres continentes se debatía sobre la necesidad de adoptar y generalizar la lucha armada, como la forma de lucha principal, pero también la coordinación y la solidaridad de todos los pueblos de los tres continentes contra el mismo enemigo. Para el encuentro de la reunión de la Tricontinental el delegado del PCS fue Jorge Arias Gómez. La Dirección del PCS conoció el informe sobre las decisiones de la Tricontinental, procediendo de inmediato a formar el Comité de Solidaridad con los Pueblos de América Latina. Dicho Comité fue integrado por el Partido Revolucionario Abril y Mayo, PRAM; la organización Vanguardia de la Juventud Salvadoreña, VJS; la Federación Sindical, FUSS; la Asociación General de Estudiantes Universitarios, AGEUS; Fraternidad de Mujeres Salvadoreñas y el Partido Comunista de El Salvador, PCS.

En 1967 se recibe la invitación de los cubanos para asistir a la reunión de OLAS. En las discusiones para elegir a los delegados surgió el nombre del Dr. Fabio Castillo que había quedado con bastante prestigio de la campaña electoral como candidato presidencial del PAR; después de los debates se nombra a Schafik y a Domingo Santacruz en representación del PCS; a Domingo Mira, y Renán Rodas Lazo por el Partido Revolucionario Abril y Mayo (PRAM), Federico Baires y Salvador Menéndez Linares por AGEUS; como representantes de la JCS, fueron nombrados Américo Durán Cativo y otros compañeros que no pudieron viajar, lo que permitió el espacio para la incorporación de Américo Mauro Araujo, que estudiaba en la URSS, en período de vaciones . Roque Dalton García que fungía como representante del PCS en la Revista Internacional, Problemas de la Paz y el Socialismo, en Praga, Checoslovaquia, fue incorporado como parte de la delegación del PCS. Hay todo un relato sobre los debates, los encuentros y desencuentros entre las organizaciones revolucionarias, que ya es asunto de otro tema.

5.REENCUENTRO EN LA UNIVERSIDAD PATRICIO LUMUMBA

Por más de dos años, mientras permanecí en Moscú, la capital de la URSS, me encontré varias veces con Américo Araujo en la Universidad Patricio Lumumba y fuera de ella. Durante ese corto tiempo, por lo menos cada tres meses, quizás un poco más, algunos estudiantes del Instituto de Ciencias Sociales y concretamente, Mario Aguiñada, Raúl Vargas y yo, mantuvimos una cordial y solidaria relación con las y los compatriotas estudiantes salvadoreños, donde se realizaban pequeñas y amplias reuniones de Lumumberos y de otras Escuelas de estudios superiores. Recuerdo que a todos, sin distinción, les llamábamos lumumberos, porque la reunión era la Lumumba, aunque sabíamos que los becarios llegaban de otras Universidades de Moscú y de otras más o menos cercanas de la capital soviética. Américo fue uno de los estudiantes más disciplinados y responsables tanto con sus estudios académicos, como en fomentar y mantener una relación solidaria con sus compatriotas dispersos en ese enorme país, enfrentando dificultades climatológicas, culturas e idiomáticas diferentes a las nuestras. Muchas veces tuvimos que intervenir para tratar de conciliar conflictos surgidos entre nuestros compatriotas y casi siempre quien ejercía un papel de liderazgo y de esfuerzos por mantener el espíritu unitario fue Américo, el Rusito, como le decían algunos, por su físico pero también por su habilidad en asimilar y manejar el difícil idioma ruso.

En realidad, yo mantenía buenas relaciones con varios de los compañeros de la Lumunba y las sigo manteniendo con los pocos que quedan un tanto cercanos al proyecto de cambios en el país. Pero con Américo la relación fue casi de hermanos, siempre fraterna, sin dobleces, solidaria, desde entonces hasta su regreso y reincorporación a las luchas sociales y políticas en nuestro país. Claro, otros compañeros estudiantes del Instituto de Ciencias Sociales también contribuyeron a mantener y desarrollar, como una necesidad, los vínculos entre la comunidad de salvadoreños en la URSS. Varias veces nos encontramos con estudiantes que llegaron de otras ciudades y Repúblicas Socialistas Soviéticas. Cada quien llevaba sus inquietudes, las compartía con sus compatriotas y regresaban con nuevos elementos estimulantes para resistir y finalizar sus carreras para regresar al país, jurando poner todo su empeño y sus conocimientos a favor del pueblo salvadoreño, excluido y marginado. También, de cuando en vez, viajaba hasta la Escuela de de formación política de la Juventud Comunista, Comsomol, lugar donde cada cierto tiempo llegaba un grupo de 6 u ocho compañeros de la juventud comunista. Recuerdo a Víctor Manuel “Cantarito” Quintanilla, a Víctor Manuel Sánchez Bonilla, a Rafael Jiménez (Piluya). En algunas ocasiones los coordinaba e invitaba para que un fin de semana se encontraran con Américo en lugares escogidos por ellos: entre los cuales recuerdo a “La exposición permanente”, la Universidad Lomonósov, la Torre Ostanquínov, o simplemente viajar y conocer las maravillosas estaciones del Metro de Moscú.

Américo gozaba del aprecio de muchos de sus compañeros y compañeras de estudios universitarios, no sólo de la Lumumba. En esta universidad es donde se encontraba la mayoría de becarios. Olga Baires, Ludmila Ortega, Miriam Medrano, Reginaldo Hernández, Oscar Rolando Orellana, Manuel García, Roberto Góchez, Salvador Pérez y Pérez, Alfredo Avilés, (que llegaban de Ucrania) …. En la Universidad Lomonósov habían otros estudiantes realizando maestrías o doctorados: Raúl Flores Ayala, Víctor René Marroquín. Varias jóvenes becarias y becarios fueron enviados a universidades de Repúblicas Socialistas Soviéticas ubicadas en el occidente y la zona del Cáucaso de la URSS, en donde fueron recibidos nuestros compatriotas. Leningrado, la hoy ciudad de San Petersburgo, también recibió en su seno a varios de nuestros compañeros y compañeras. Uno de ellos, el poeta José Antonio Aparicio, conocido en el mundo literario salvadoreño como Ricardo Bogrand, residente en México desde hace varios años, a quien informé sobre el fallecimiento de Américo. Me escribió con un comentario que comparto:

“Estimado Domingo: Gracias por tu mensaje. Es muy amplia y sentida la información que me envías acerca de la vida y la muerte de nuestro compañero Américo Mauro Araujo. Si, tú tienes razón, era un buen compañero, un buen amigo, recto, leal. Yo lamento mucho no haberlo tratado durante más años y más detenidamente. Como yo vivía en Leningrado, las veces que nos vimos eran cuando yo viajaba a Moscú, ocasión en que conocí a otros compatriotas en la Universidad Patricio Lumumba; por entonces en la Universidad Lomonosov estaba también otro paisano, el chino Flores Ayala, quien parece que se fue a Suecia y no volví a saber más de él. Todas estas cosas las recuerda uno y parece que sucedieron ayer, y han pasado muchos años. Me parece que estas son las características de la senectud. Recuerdo que en una de mis varias veces que viajé a Moscú, nos encontramos con Américo en la Patricio Lumumba; tomamos el metro y nos fuimos al centro de la ciudad; una vez aquí, me dijo Américo que cerca se podían comer unos choricitos como los de San Salvador, que si quería podíamos ir a probar. Fuimos y en verdad que eran casi como los que se comían en las noches cerca de la praviana, en la 3a. calle oriente. Y así seguimos frecuentándonos cuando podía ir a Moscú, hasta que yo tuve que salir de regreso a El Salvador, dejando mis estudios por motivos de salud. Recuerdo que Américo me fue a despedir al aeropuerto, para iniciar un viaje lleno de temores, porque tenía que viajar solo a Paris, Nueva York y México”.

6.EL RETORNO AL PAÍS

Américo regresó al país, en Julio de 1969, 7 años después de haber salido de El Salvador, a sus estudios profesionales de medicina, a la Universidad Patricio Lumumba. Él comentaba que aún pudo ver los carteles de promoción del Festival de la Juventud y los Estudiantes que estuvo reunido en Moscú un año antes. Con él y otros compatriotas nos encontramos muchas veces, siendo uno de los temas de debates, el papel de la juventud en las luchas sociales, políticas y revolucionarios. Desde mediados de 1967 a 1968, por lo general, asistíamos desde el Instituto de Ciencias Sociales, Mario Aguiñada Carranza, Raúl Vargas y yo. Cada cierto tiempo nos dábamos cita en una de las aulas de la Universidad para informar e informarnos sobre problemas diversos, políticos, académicos y personales. Algunos estudiantes llegaban desde Leningrado, Odesa, el Cáucaso, de otros Institutos de Moscú y de la Universidad Lomonòsov. A veces nos encontrábamos en determinados puntos de la ciudad de Moscú para visitar algún museo, caminar por la Exposición Permanente o degustar algún platillo típico moscovita. Recuerdo haberlo visto la última vez en Moscú cuando, a mediados de junio de 1969, había culminado la Conferencia Mundial de los Partidos Comunistas y Obreros que se había realizado en Moscú. A ella, desde El Salvador participaba el secretario general del PCS, Salvador Cayetano Carpio, a la cual, como parte de la formación política fuimos invitados en algunos momentos, Américo, Raúl Vargas y yo. Mario Aguiñada había regresado al país al finalizar su diplomado. Américo asistió en representación de los militantes de la JCS en la URSS, y yo como responsable de los Estudiantes del Instituto de Ciencias Sociales, de Moscú.

Varios otros becarios graduados de la Universidad Patricio Lumumba, de otros Institutos y Universidades Soviéticas, recién habían emprendido su regreso al país, mientras otros estaban finalizando los preparativos para regresar.

7.ENCONTRÓ PROBLEMAS INTERNOS EN EL PCS

Después de una década de debates internos entre salvador Cayetano Carpio y la mayoría de miembros de la Comisión Política, y principalmente contra los intelectuales, la crisis interna se agravó debido a la supuesta posición chovinista de algunos miembros de la CP frente a la guerra contra Honduras. Cuando Américo se incorpora, la guerra aún no había estallado, pero los debates ya habían adquirido fuerza. En uno de los comentarios recuerdo haberle escuchado su malestar.

A principios de 1970 me toca el turno de regresar al país e incorporarme a las tareas revolucionarias después de casi tres años de estudios en la URSS, encontrando, al igual que Américo, un ambiente de mucha dispersión, de confrontaciones, de parálisis de la actividad partidaria. Ambos sufrimos las invitaciones de Cayetano que empezó a convocar a reuniones paralelas para promover una corriente contraria a la CP. y al mismo PCS.

Con el tiempo, cuando recordábamos aquellos difíciles momentos, coincidíamos en valorar el respeto y aprecio que sentíamos por Salvador. Al igual que él, yo siempre sentí mucho respeto por Salvador Cayetano, lo estimaba como compañero, como el maestro que me recluto al PCS; Américo lo respetaba como Secretario General y como padre de Guadalupe, a quien apreciaba. Américo decía, presentía que ser amiga de Guadalupe, Cayetano estaba casi seguro que podía reclutarlo para constituir un grupo dentro del Partido. Américo fue invitado varias veces, yo nunca fui invitado, pero si tratado con cierta deferencia para generar cierta confianza para el reclute. Ambos, Américo y yo, no le dimos espacio.

Estos temas relacionados con el trabajo paralelo de Carpio los conversamos muchas veces con Américo. Él conoció antes que yo, los esfuerzos de Carpio por crear una organización paralela al PCS. Américo se enteró que las primeras reuniones paralelas empezaron a efectuarse desde que Cayetano regresó al país de su viaje a la Conferencia mundial de los Partidos comunistas y obreros, o sea desde septiembre del 69 hasta principios del 70. Estas reuniones se realizaban en el laboratorio de Fisiología de La Rotonda, donde Roberto Vargas, (hermano del General), facilitaba la entrada. A ella acudían jóvenes del Instituto Obrero José Celestino Castro, pero principalmente los integrantes de la Célula Frank Pais. No todos acudían, pero sí la mayoría, tales como el Peche Alfredo Castro Quezada, Salvador Menéndez Linares, Roberto Vargas, Salvador Moncada, hoy importante científico británico, consorte de una dama de la realeza belga. Recuerdo que siendo miembro del Comité Departamental del PCS de San Salvador, varias veces acompañé a Salvador Carpio a reuniones de la Célula Frank Pais y otras de San Jacinto y del Barrio La Vega, deduciendo que la intención de invitarme era para incidir a favor del reclutamiento.

8.EN EL VI CONGRESO DEL PCS

Américo fue delegado al VI Congreso del PCS, reunido el 30 de Agosto de 1970. Américo manejaba que fue delegado por la UJP, pero realmente, él era un militante comunista en esa organización juvenil. Con él tuvimos una discusión acerca del lugar donde se realizó el Congreso. Después de una serie de detalles llegamos al acuerdo en sostener que fue en la casa del viejo SARA, el verano Virgilio Guerra, uno de los militantes históricos ingresado al PC en 1933, convertido a finales de los años sesenta en pequeño empresario, con una mueblería abastecida por la fábrica de su hijo Virgilio, desde Santa Ana. La venta de muebles Morazán estava ubicada entre la Calle Gerardo Barrios y la 17 Av. Sur, pegado al puente Araujo.

También discutíamos con Américo sobre los temas que trató el Congreso VI. No fue difícil ponernos de acuerdo en que Durante el VI Congreso, se abordaron los temas: las causas de la ruptura del PC, su evolución y desenlace; las formas de lucha y la vía más probable de acceso al poder; autocrítica de posiciones y acciones durante la guerra con Honduras; elección de un nuevo Comité Central, comisión política y secretario general. Algunos de los delegados, de origen obrero, dirigentes sindicales, fueron muy críticos contra, lo calificado por ellos, la soberbia de Cayetano Carpio.

Américo recordó la posición de Raúl Padilla Vela, quien era miembro del Comité Departamental de San Salvador. Raúl Padilla mantenía una dura actitud crítica hacia varios compañeros de la dirección del Partido; Raúl rechazaba algunas de las propuestas que el C.C. saliente presentaba para constituir el nuevo Comité Central. Se propuso ganarle apoyo a sus propuestas, hablando bilateralmente con algunos compañeros. Pero sus propuestas no convencían a la mayoría del Congreso, en parte por la forma de acompañar las críticas, muy duras; sus argumentos ponían el acento en la capacidad, entrega y disciplina para el nuevo Comité Central. Raúl nos comentó que en el plenario del Congreso había una compañera, maestra, que yo conocía, pero, según él, era confidente, “oreja”, seguramente enviada por Carpio; decía que ella había sido criada en la casa de Carpio.

Pero sus argumentos por impedir que fuera incluida, fracasaban, no lograba el suficiente apoyo, al grado que alguien no solo la defendió sino que la propuso como propietaria, cosa que preocupó a Raúl. Recuerdo sus reacciones: se paró, con la mano en alto, con el dedo en movimiento de forma insistente, exclamando: “yo propongo en su lugar al Rusito, es decir, al compañero Torres, que era Américo Araujo. Hubo otras propuestas para respaldar a los dos. Américo fue electo como miembro suplente del Comité Central, pero también la maestra obtuvo los votos suficientes para la suplencia. La compañera estuvo en la Escuela de Cuadros de Moscú en un curso de un año. Yo la conocía y tenía buena impresión de ella, más o menos conocía sus relaciones con la familia de Cayetano Carpio, pero los argumentos de Padilla Vela, de elegir al Rusito en vez de ella, no eran suficientes ni aceptados para condenarla. Claro, la compañera Mercedes, creo que ese era su nombre, no duró mucho tiempo en el Partido y optó por retirarse, se apartó, no la ganó la revolución. Pienso que Raúl fue demasiado sectario y duro con ella.

9.EN LA DIRECCIÓN DEL PCS

Al año de haber sido electo como suplente al CC, Américo, que no había resuelto la consiga de una plaza en algún puesto de salud, para no hablar de un Hospital, ni siquiera de una Unidad de Salud, pues existía una discriminación hacia los médicos graduados en el extranjero y no digamos en la URSS. En ese tiempo su madre vivía en los EEUU y no tuvo más opción que pedir un permiso en el Partido para ausentarse por un tiempo del país.

Eso sucedió en 1971. Permaneció casi un año y regresó, pero al poco tiempo, en 1973, por las mismas razones decidió salir a probar suerte hacia Costa Rica. En este país hermano se encuentró con Miguel Sáenz Varela y otros profesionales salvadoreños conocidos, recién expulsados de El Salvador y residentes en Costa Rica. Pero no logró asimilar su condición de refugiado o autoexiliado y regresó al país en 1974, para no salir más. Se asoció con salvador Pérez y Pérez, para montar una pequeña clínica en un reducido pasaje paralelo a la 7ª. Ca. Pte en donde teníamos la Librería Picasso y ave. España, pero tampoco logró resolver lo suficiente para vivir.

El caso de Américo fue planteado en el Secretariado y luego en la CP y Ésta acuerda proponerle a Torres, (Américo), que se convirtiera en profesional del PC a tiempo completo.

En 1975, el CC no había resuelto la sustitución de dos bajas de su seno, uno por la expulsión a Costa Rica, y otro que había sido sancionado por mal comportamiento frente al enemigo, haber confesado y proporcionado información al enemigo. Este compañero no soportó las críticas a por debilidades mostradas frente a los interrogatorios de los Cuerpos de Seguridad, siendo suplente de la CP. Américo entra en sustitución de este último, también de Santa Ana. En esas condiciones fue electo propietario del Comité Central, encargándole el apoyo y atención de la recién creada Juventud Comunista. Creo que en esta fase de trabajo, Américo conoció y trató más de cerca de los compañeros Dagoberto Gutiérrez, José Luís Merino y otros cuadros de la JCS.

Bernie or Bust?

Bernie or Bust?

March 31, 2016

I decided to re-post this earlier post after listening to Susan Sarandon’s comments on the Chris Hayes Show. Surely they will elicit much commentary and reaction – positive and negative – like Charles Blow’s insightful oped article in NYT this morning. I do hope this controversy will loose its steam (and I think it will) as we move beyond the primary season and into the general election. At that point a new reality with an unmistakably sobering and exceedingly dangerous side – Trump or Cruz sitting in the White House – will shape the perceptions of voters. Sam

There it was on my Facebook feed. An image of a young woman and beneath it the slogan, “Bernie or Bust.” Catchy enough, I thought. But what does it mean? Two very different interpretations came to mind.

One is that Sanders’ supporters are going all out, taking his campaign as far as it can go (and it’s gone further than many political observers thought only a few months ago), but no matter who wins the Democratic Party nomination this summer, supporting the nominee in the fall.

The other is that it’s full speed ahead now, but in the event that Bernie doesn’t win the nomination and Hillary does, his supporters will sit out the general election.

If the first interpretation is the case, so much the better; it’s a win-win. If it’s the other, it’s wrongheaded. Nothing good will come from it. In fact, a lot of bad could result. Let me explain:

Hillary isn’t Bernie; no question about that. His positions go beyond the conventional boundaries of the Democratic Party; hers don’t. His campaign feels transformational; hers doesn’t. He is energizing new constituencies and stimulating new thinking; she isn’t. He’s on the outs with the party’s hierarchy; she’s its favorite. He hopes to build a popular movement that will endure after the curtain falls on this election cycle. She has no such aspiration. And he’s a democratic socialist to boot. Not her cup of tea.

But, by the same token, Hillary isn’t Trump, Cruz, or Rubio either – far from it. Nor is she in the same ballpark as Margaret Thatcher or Carly Fiorina — or Sarah Palin or Michele Bachmann.

To say that she is a warhawk, a late arrival to the issue of income inequality, and linked to Wall Street, tells us something about her, something important, but it doesn’t tell us everything. Her politics, much like President Obama’s, are more complex and multidimensional than her unrelenting critics on the left and right allow.

In sharp contrast to her Republican adversaries, Hillary has a democratic sensibility and commitment, even if hemmed in by her centrist politics and class leanings. She may not want to break up banks too big to fail, or rein in U.S. military presence and activity worldwide, or embrace single-payer health care (arguably for good reasons), but she will fight for the full range of democratic rights – collective bargaining rights, wage rights, job rights, women’s rights, civil rights, gay rights, voting rights, immigrant rights, and, not least, health rights – as well as defend the integrity of democratic structures, governance, and traditions.

If elected president she will build on the achievements of Obama’s presidency. In other words, her White House will press for economic, social, and political reforms on a range of issues, including existentially necessary action on climate change. This will be especially so if the progressive and popular base of the coalition that elects her, assuming for the moment that she is the nominee, remains engaged in the post-election period. That wasn’t the case in the Obama years, at least on the scale necessary to successfully combat Republican obstructionism.

Even Hillary’s foreign policy, while likely more aggressive and military-inclined than Obama’s, also has a place for diplomacy, global cooperation, and realism – a far cry from any of the trigger-happy Republican candidates who believe there are no limits to the projection of U.S. power in a complex, fractured, and violent world.

Finally, the election of Hillary will break perhaps the biggest glass ceiling for women. While we can’t really know how great its symbolic significance will be, it is safe to say that it will be large and lasting on men as well as girls and women. Moreover, as president, Hillary will certainly do what she has long done – shine a light on women’s concerns, ranging from wage and job discrimination, to health care, abortion, and birth control rights, to rape and domestic violence, to child care and parental leave. But she will do it on the largest public stage and with a far bigger voice.

The GOP candidates, on the other hand, have no such sensibilities and commitments. Neither does the Republican Party as a whole. They have demonstrated by words and deeds that they think too much democracy, too much equality, and too many democratic rights plague the country. And if it were not for Obama in the White House for the past eight years, their “scorched earth” assault on this plague of excessive democracy and equality would have been much further along.

And herein lies the danger that supporters of both Bernie Sanders and Hillary Clinton must consider: If the Republicans win the presidency, that firewall against far-right extremism that the Obama administration represented will disappear and the barbarians will be no longer at the gate, but likely in charge of the whole castle.

Their grip on the Supreme Court is already secure and the odds are good that if they win the presidency, the presidential coattails will be long enough to maintain their congressional majority.

This doesn’t mean that fascism is around the corner. (More about that in another article). But it will mean that a nasty and brutish gang will use its control of the three main branches of government to roll back the democratic rights revolution of the last 60 years and knee cap democratic governance, not to mention ramp up militarism, climate change obstructionism, and the wholesale shrinkage of the public sector.

To make matters worse, this concentration of state power in the hands of the extreme right at the federal level is matched and augmented by its control of thirty state governments, ubiquitous voice in the major media, network of well-funded think tanks, pastors in the pulpits, energetic grassroots constituency, and nearly bottomless war chest – thanks to the Koch brothers and other right wing billionaires.

Which brings me back to the slogan “Bernie or Bust.” If too many interpret it to mean Bernie or no one, least of all Hillary, it becomes an action (or inaction) that could well cede the country to right wing extremists.

By the same token, much the same could be said if Hillary’s supporters – and there have been hints – go on strike in the event that Bernie wins the nomination.

Does anyone really want to repeat the debacle in 1972 when major sections of the Democratic Party sat on their hands rather than support the party’s nominee, the anti-war liberal, George McGovern? We got Nixon and Kissinger then; we will get worse now.

Unity around the eventual winner, not division, not sitting on one’s hands, is, therefore, imperative.

This may not sound sexy. It isn’t a leap down freedom road. It’s more defensive than transformational. But it isn’t an end point of struggle either. Instead, it’s an inescapable way station through which tens of millions have to pass if they/we hope to arrive at a future of radical and substantive democracy, equality, sustainability, and peace – a future that is worthy of our humanity.

Los 86 años del Partido Comunista de El Salvador

Los 86 años del Partido Comunista de El Salvador
abril 06, 2016 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Nacionales, Voces Ciudadanas

Dagoberto Gutiérrez

A las 8 de la mañana del domingo 3 de abril, empezaron a llegar grupos de jóvenes que entre risas y abrazos parecían saber que es lo que iba a ocurrir en el Teatro de Cámara Municipal “Roque Dalton” en San Salvador.

Las puertas estaban abiertas, la musica resonaba en el escenario, suave y cadenciosa, una manta grande con el nombre de Partido Comunista de El Salvador y retratos de Marx, Engels, Lenin, Farabundo Martí, coronaban ese escenario. En el exterior se instalaban ventas de libros, adornos y otras cosas de ocasión, mientras el café y el pan empezaba a circular. La mañana era radiante y el sol lleno de cortesía no calcinaba todavía.

El Partido Comunista de El Salvador celebraba sus 86 años de existir, luchar en diversos terrenos, resistir y promover. Los que en marzo de 1930 lo fundaron a orillas del Lago de Ilopango, probablemente no esperaban que la nutrición ideológica y política de la creatura que surgió ese domingo, en esa reunión de obreros, artesanos e intelectuales, tuviera tanto vigor y llegara a ser tan necesario.

El PCS ha recorrido diversos territorios, empezando por la fugaz y peligrosa legalidad en las elecciones que el dictador Maximiliano Hernández Martínez convocó en el año 31 del siglo pasado. Luego vinieron largos años de represión hasta que en 1950, en los turbulentos acontecimientos de esa década, nuevamente el Partido Comunista emerge buscando comunicación con las masas. Estos fueron años de desarrollo del trabajo en el seno del movimiento sindical, hasta que a finales de esa década, en 1959, al triunfar la revolución cubana, el pueblo es cruzado en su ánimo, voluntad y pensamiento por un huracán de entusiasmo y resistencia que esta revolución expandió.

Estos años fueron espacios encendidos de lucha de masas, de organización, movilización y también de áspera y ruda clandestinidad que en ningún momento impidió el trabajo político del PCS.

El ambiente social con sus llamas, sus cruces de pensamiento y acción, crearon las condiciones para que en 1969, el Partido sufriera la única división de su historia, de resultas de la cual fueron creadas diferentes organizaciones populares. Al final de esta década viene la guerra con Honduras y el Partido apoya la lucha contra la cúpula militarista del gobierno hondureño, que estaba masacrando a miles de migrantes salvadoreños radicados en Honduras.

En este década del 60 estalla la primera huelga nacional de maestros, dirigida por Andes 21 de Junio, y el Partido Comunista fue un destacamento infaltable en esta gesta histórica. Un año anterior, en 1967, el Partido es fuerza fundamental en la campaña electoral del Partido Acción Renovadora (PAR), que movilizó y organizó a miles y miles de salvadoreños.

La década de los años 70, que es como una bisagra histórica, fue el escenario del ensanchamiento de las fuerzas revolucionarias y la lucha armada aparece como una de las formas políticas de resistir a la dictadura militar de derecha, establecida en 1932. En esta década se fundamentan las condiciones ideológicas y políticas de las que surgirá la guerra en su forma de lucha armada, y ya en los años 80, la guerra aparece como lucha armada generalizada.

Es en estos años donde el pueblo, a través de sus organizaciones, construye su obra maestra: la alianza política llamada Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, que dirigiría la guerra del pueblo contra sus opresores durante 20 años.

El Partido y la Juventud Comunista remontaron esta máxima prueba con un alto costo de sangre y de vidas preciosas, pero al final, el PCS está política, ideológica y socialmente fortalecido y transformado.

Este momento histórico de cruce de caminos resulta caro y oscuro para un partido que había resistido con éxito décadas de represión y aislamiento y que había remontado con éxito la más sangrienta guerra de nuestra historia, al final de la cual se extingue el acuerdo político entre las distintas fuerzas y sobreviene el dilema histórico de incorporarse al sistema político pero saliendo de la sociedad. Es en este momento cuando este sujeto histórico sufre un quebranto en su existencia y aparentemente es apartado de la lucha política en nombre de un supuesto y nuevo actor destinado a circular en las cañerías ideológicas del mismo régimen.

Han pasado 25 años de un periodo amargo y oscuro para el pueblo y resurge la necesidad de un instrumento político que construya junto con el pueblo la luz del entendimiento necesaria, que construya los caminos que hay que recorrer, que proponga las formas que las luchas deben y tienen que adoptar, que convoque a los hombres y mujeres con voluntad para resistir y que finalmente lleve al pueblo a nuevos estadios de lucha contra la actual dictadura del mercado neoliberal, de su gobierno lacayo y de los nuevos esbirros.

El pueblo colmó las instalaciones del Teatro de Cámara y adultos, jóvenes, hombres y mujeres, permanecieron atentos y entusiasmados ante el mensaje que un Partido Comunista resistente expresó toda la mañana. Este pueblo buscaba respuestas y también preguntas, buscaba caminos y soluciones históricas para que puedan convertirse en soluciones puntuales a problemas puntuales.

A los 86 años, el Partido expresa un amorío entre una larga experiencia histórica y un entusiasmo juvenil para acometer lo que el momento requiere, y así, los acordes de la Internacional se cruzaron con las notas y cánticos de la resistencia actual, y aquel Partido que estuvo en la base organizativa del levantamiento de 1932, que fue diezmado por la matanza, aparece con vigor, con pensamiento fresco y resistente. El pueblo que nutre los sueños y las utopías, que necesita un instrumento real para las luchas actuales, necesita como nunca antes a un Partido Comunista popular, revolucionario, anti-capitalista, participativo y constructor del socialismo necesario y oportuno.

La fiesta del domingo 3 de abril debe continuar y necesita ensancharse para que sus luces no se apaguen nunca y la sangre de los mártires siga alumbrando los caminos llenos de redención de todos aquellos y aquellas que murieron en la tortura, que desaparecieron sin nombre, que cayeron con el fusil en la mano. Para todos ellos, esta fiesta es parte del homenaje necesario y perenne que construimos con nuestra lucha.

AEP presenta el 14 de abril en UES libro de Roberto Pineda

AEP presenta el 14 de abril en UES libro de Roberto Pineda

SAN SALVADOR, 5 de abril de 2016 (SIEP) “Como Asociación de Estudiantes de Periodismo, AEP, de la Universidad de El Salvador reivindicamos el rescate de la memoria histórica de los sectores populares y revolucionarios de nuestra Patria.”
“Y es en este espíritu que realizaremos el próximo 14 de abril el conversatorio y presentación del libro Ideas emancipatorias y tradiciones de lucha de nuestro compañero Roberto Pineda…” agregaron dirigentes de AEP.
Indicaron que con este esfuerzo se contribuye “a conocer la historia de esta formación política, el PCS, que durante 65 años luchó incansablemente por la democracia y el socialismo en El salvador.”
Por su parte Roberto Pineda manifestó que “es para mí un gran honor la presentación de este libro en la UES y organizado por la AEP, y en el marco de las celebraciones del 86 aniversario de fundación del Partido de Farabundo Martí y Schafik Handal, del partido de Fidelina Raimundo y Julia Mujica.”

Ilusiones progresistas devoradas por la crisis. América Latina a la hora del lumpencapitalismo

“Ilusiones progresistas devoradas por la crisis. América Latina a la hora del lumpencapitalismo”: Jorge Beinstein
04/04/2016

La coyuntura global está marcada por una crisis deflacionaria motorizada por las grandes potencias. La caída de los precios de las commodities, cuyo aspecto más llamativo fue desde mediados del 2014 la de las cotizaciones del petróleo, descubre el desinfle de la demanda internacional mientras tanto se estanca la ola financiera, muleta estratégica del sistema durante las últimas cuatro décadas.
La crisis de la financierización de la economía mundial va ingresando de manera zigzageante en un zona de depresión, las principales economías capitalistas tradicionales crecen poco o nada1 y China se desacelera rápidamente. Frente a ello Occidente despliega su último recurso: el aparato de intervención militar integrando componentes armadas profesionales y mercenarias, mediáticas y mafiosas articuladas como “Guerra de Cuarta Generación” destinada a destruir sociedades periféricas para convertirlas en zonas de saqueos. Es la radicalización de un fenómeno de larga duración de decadencia sistémica donde el parasitismo financiero y militar se fue convirtiendo en el centro hegemónico de Occidente.

No presenciamos la “recomposición” política-económica-militar del sistema como lo fue la reconversión keynesiana (militarizada) de los años 1940 y 1950 sino su degradación general. La mutación parasitaria del capitalismo lo convierte en un sistema de destrucción de fuerzas productivas, del medio ambiente, y de estructuras institucionales donde las viejas burguesías se van transformando en círculos de bandidos, novedoso encumbramiento planetario de lumpenburguesías centrales y periféricas.

La declinación del progresismo

Inmersa en este mundo se despliega la coyuntura latinoamericana donde convergen dos hechos notables: la declinación de las experiencias progresistas y la prolongada degradación del neoliberalismo que las precedió y las acompaño desde países que no entraron en esa corriente de la que ahora ese neoliberalismo degradado aparece como el sucesor.

Los progresismos latinoamericanos se instalaron sobre la base de los desgastes y en ciertos casos de las crisis de los regímenes neoliberales y cuando llegaron al gobierno los buenos precios internacionales de las materias primas sumados a políticas de expansión de los mercados internos les permitieron recomponer la gobernabilidad.

El ascenso progresista se apoyó en dos impotencias; la de la derechas que no podían asegurar la gobernabilidad, colapsadas en algunos casos (Bolivia en 2005, Argentina en 2001-2002, Ecuador en 2006, Venezuela en 1998) o sumamente deterioradas en otros (Brasil, Uruguay, Paraguay) y la impotencia de las bases populares que derrocaron gobiernos, desgastaron regímenes pero que incluso en los procesos más radicalizados no pudieron imponer revoluciones, transformaciones que fueran más allá de la reproducción de las estructuras de dominación existentes.

En los casos de Bolivia y Venezuela los discursos revolucionarios acompañaron prácticas reformistas plagadas de contradicciones, se anunciaban grandes transformaciones pero las iniciativas se embrollaban en infinitas idas y venidas, amagos, desaceleraciones “realistas” y otras astucias que expresaban el temor profundo a saltar las vallas del capitalismo. Ello no solo posibilitó la recomposición de las derechas sino también la proliferación a nivel estatal de podredumbres de todo tipo, grandes corrupciones y pequeñas corruptelas.

Venezuela aparece como el caso más evidente de mezcla de discursos revolucionarios, desorden operativo, transformaciones a medio camino y autobloqueos ideológicos conservadores. No se consiguió encaminar la transición revolucionaria proclamada (más bien todo lo contrario) aunque si se logró caotizar el funcionamiento de un capitalismo estigmatizado pero de pié, obviamente los Estados Unidos promueven y aprovechan esa situación para avanzar en su estrategia de reconquista del país. El resultado es una recesión cada vez más grave, una inflación descontrolada, importaciones fraudulentas masivas que agravan la escasez de productos y la evasión de divisas que marcan a una economía en crisis aguda2.

En Brasil el zigzagueo entre un neoliberalismo “social” y un keynesianismo light casi irreconocible fue reduciendo el espacio de poder de un progresismo que desbordaba fanfarronería “realista” (incluida su astuta aceptación de la hegemonía de los grupos económicos dominantes). La dependencia de las exportaciones de commodities y el sometimiento a un sistema financiero local transnacionalizado terminaron por bloquear la expansión económica, finalmente la combinación de la caída de los precios internacionales de las materias primas y la exacerbación del pillaje financiero precipitaron una recesión que fue generando una crisis política sobre la que empezaron a cabalgar los promotores de un “golpe blando” ejecutado por la derecha local y monitoreado por los Estados Unidos.

En Argentina el “golpe blando” se produjo protegido por una máscara electoral forjada por una manipulación mediática desmesurada, el progresismo kirchnerista en su última etapa había conseguido evitar la recesión aunque con un crecimiento económico anémico sostenido por un fomento del mercado interno respetuoso del poder económico. También fue respetada la mafia judicial que junto a la mafia mediática lo acosaron hasta desplazarlo políticamente en medio de una ola de histeria reaccionaria de las clases altas y del grueso de las clases medias.

En Bolivia Evo Morales sufrió su primera derrota política significativa en el referendum sobre reelección presidencial, su llegada al gobierno marcó el ascenso de las bases sociales sumergidas por el viejo sistema racista colonial. Pero la mezcla híbrida de proclamas antiimperialistas, postcapitalistas e indigenistas con la persistencia del modelo minero-extractivista de deterioro ambiental y de comunidades rurales y del burocratismo estatal generador de corrupción y autoritarismo terminaron por diluir el discurso del “socialismo comunitario”. Quedó así abierto el espacio para la recomposición de las elites económicas y la movilización revanchista de las clases altas y su séquito de clases medias penetrando en un vasto abanico social desconcertado.

Ahora las derechas latinoamericanas van ocupando las posiciones perdidas y consolidan las preservadas, pero ya no son aquellas viejas camarillas neoliberales optimistas de los años 1990, han ido mutando a través de un complejo proceso económico, social y cultural que las ha convertido en componentes de lumpenburguesías nihilistas embarcadas en la ola global del capitalismo parasitario.
Grupos industriales o de agrobusiness fueron combinando sus inversiones tradicionales con otras más rentables pero también más volátiles: aventuras especulativas, negocios ilegales de todo tipo (desde el narco hasta operaciones inmobiliarias opacas pasando por fraudes comerciales y fiscales y otros emprendimientos turbios) convergiendo con “inversiones” saqueadoras provenientes del exterior como la megaminería o las rapiñas financieras.

Dicha mutación tiene lejanos antecedentes locales y globales, variantes nacionales y dinámicas específicas, pero todas tienden hacia una configuración basada en el predominio de elites económicas sesgadas por la “cultura financiera-depredadora” (cortoplacismo, desarraigo territorial, eliminación de fronteras entre legalidad e ilegalidad, manipulación de redes de negocios con una visión más próxima al videojuego que a la gestión productiva y otras características propias del globalismo mafioso) que disponen del control mediático como instrumento esencial de dominación rodeándose de satélites políticos, judiciales, sindicales, policiales-militares, etc.

¿Restauraciones conservadoras o instauraciones de neofascismos coloniales?

Por lo general el progresismo califica a sus derrotas o amenazas de derrotas como victorias o peligros de regreso del pasado neoliberal, también suele utilizarse el término “restauración conservadora”, pero ocurre que esos fenómenos son sumamente innovadores, tienen muy poco de “conservadores”.

Cuando evaluamos a personajes como Aecio Neves, Maurico Macri o Henrique Capriles no encontramos a jefes autoritarios de elites oligárquicas estables sino a personajes completamente inescrupulosos, sumamente ignorantes de las tradiciones burguesas de sus países (incluso en ciertos casos con miradas despreciativas hacia las mismas), aparecen como una suerte de mafiosos entre primitivos y posmodernos encabezando políticamente a grupos de negocios cuya norma principal es la de no respetar ninguna norma (en la medida de lo posible).

Otro aspecto importante de la coyuntura es el de la irrupción de movilizaciones ultra-reaccionarias de gran dimensión donde las clases medias ocupan un lugar central. Los gobiernos progresistas suponían que la bonanza económica facilitaría la captura política de esos sectores sociales pero ocurrió lo contrario: las capas medias se derechizaban mientras ascendían económicamente, miraban con desprecio a los de abajo y asumían como propios los delirios neofascistas de los de arriba. El fenómeno sincroniza con tendencias neofascistas ascendentes en Occidente, desde Ucrania hasta los Estados Unidos pasando por Alemania, Francia, Hungría, etc., expresión cultural del neoliberalismo decadente, pesimista, de un capitalismo nihilista ingresando en su etapa de reproducción ampliada negativa donde el apartheid aparece como la tabla de salvación.

Pero este neofascismo latinoamericano incluye también la reaparición de viejas raíces racistas y segregacionistas que habían quedado tapadas por las crisis de gobernabilidad de los gobiernos neoliberales, la irrupción de protestas populares y las primaveras progresistas. Sobrevivieron a la tempestad y en varios casos resurgieron incluso antes del comienzo de la declinación del progresismo como en Argentina el egoísmo social de la época de Menem o el gorilismo racista anterior, en Bolivia el desprecio al indio y en casi todos los casos recuperando restos del anticomunismo de la época de la Guerra Fría. Supervivencias del pasado, latencias siniestras ahora mezcladas con las nuevas modas.

Una observación importante es que el fenómeno asume características de tipo “contrarrevolucionario”, apuntando hacia una política de tierra arrasada, de extirpación del enemigo progresista, es lo que se ve actualmente en Argentina o lo que promete la derecha en Venezuela o Brasil, la blandura del contrincante, sus miedos y vacilaciones excitan la ferocidad reaccionaria. Refiriéndose a la victoria del fascismo en Italia Ignazio Silone la definía como una contrarrevolución que había operado de manera preventiva contra una amenaza revolucionaria inexistente3. Esa no existencia real de amenaza o de proceso revolucionario en marcha, de avalancha popular contra estructuras decisivas del sistema desmoronándose o quebradas, envalentona (otorga sensación de impunidad) a las elites y su base social.

La marea contrarrevolucionaria es uno de los resultados posibles de la descomposición del sistema imponiendo de manera exitosa en algunos casos del pasado proyectos de recomposición elitista, en el caso latinoamericano expresa descomposición capitalista sin recomposición a la vista.

Si el progresismo fue la superación fracasada del fracaso neoliberal, este neofascismo subdesarrollado exacerba ambos fracasos inaugurando una era de duración incierta de contracción económica y desintegración social. Basta ver lo ocurrido en Argentina con la llegada de Macri a la presidencia: en unas pocas semanas el país pasó de un crecimiento débil a una recesión que se va agravando rápidamente producto de un gigantesco pillaje, no es difícil imaginar lo que puede ocurrir en Brasil o en Venezuela que ya están en recesión si la derecha conquista el poder político.

La caída de los precios de las commodities y su creciente volatilidad, que la prolongación de la crisis global seguramente agravará, han sido causas importantes del fracaso progresista y aparecen como bloqueos irreversibles de los proyectos de reconversión elitista-exportadora medianamente estables. Las victorias derechistas tienden a instaurar economías funcionando a baja intensidad, con mercados internos contraídos e inestables, eso significa que la supervivencia de esos sistemas de poder dependerá de factores que las mafias gobernantes pretenderán controlar.
En primer término el descontento de la mayor parte de la población aplicando dosis variables de represión, legal e ilegal, embrutecimiento mediático, corrupción de dirigentes y degradación moral de las clases bajas. Se trata de instrumentos que la propia crisis y la combatividad popular pueden inutilizar, en ese caso el fantasma de la revuelta social puede convertirse en amenaza real.

La estrategia imperial

Los Estados Unidos desarrollan una estrategia de reconquista de América Latina aplicándola de manera sistemática y flexible. El golpe blando en Honduras fue el puntapié inicial al que le siguió el golpe en Paraguay y un conjunto de acciones desestabilizadoras, algunas muy agresivas, de variado éxito que fueron avanzando al ritmo de las urgencias imperiales y del desgaste de los gobiernos progresistas. En varios casos las agresiones más o menos abiertas o intensas se combinaron con buenos modales que intentaban vencer sin violencias militar o económica o sumando dosis menores de las mismas con operaciones domesticadoras.

Donde no funcionaba eficazmente la agresión empezó a ser practicado el ablande moral, se implementaron paquetes persuasivos de configuración variable combinando penetración, cooptación, presión, premios y otras formas retorcidas de ataque psicológico-político.

El resultado de ese despliegue complejo es una situación paradojal: mientras los Estados Unidos retroceden a nivel global en términos económicos y geopolíticos, van reconquistando paso a paso su patio trasero latinoamericano. La caída de Argentina ha sido para el Imperio una victoria de gran importancia trabajada durante mucho tiempo a lo que es necesario agregar tres maniobras decisivas de su juego regional: el sometimiento de Brasil, el fin del gobierno chavista en Venezuela y la rendición negociada de la insurgencia colombiana. Cada uno de estos objetivos tiene un significado especial:

La victoria imperialista en Brasil cambiaría dramáticamente el escenario regional y produciría un impacto negativo de gran envergadura al bloque BRICS afectando a sus dos enemigos estratégicos globales: China y Rusia. La victoria en Venezuela no solo le otorgaría el control del 20 % de las reservas petrolíferas del planeta (la mayor reserva mundial) sino que tendría un efecto dominó sobre otros gobiernos de la región como los de Bolivia, Ecuador y Nicaragua y perjudicaría a Cuba sobre la que los Estados Unidos están desplegando una suerte de abrazo de oso.
Finalmente la extinción de la insurgencia colombiana además de despejar el principal obstáculo al saqueo de ese país le dejaría las manos libres a sus fuerzas armadas para eventuales intervenciones en Venezuela. Desde el punto de vista estratégico regional el fin de la guerrilla colombiana sacaría del escenario a una poderosa fuerza combatiente que podría llegar a operar como un mega-multiplicador de insurgencias en una región en crisis donde la generalización de gobiernos mafioso-derechistas agravará la descomposición de sus sociedades.
Se trata tal vez de la mayor amenaza estratégica a la dominación imperial, de un enorme peligro revolucionario continental, es precisamente esa dimensión latinoamericana del tema lo que ocultan los medios de comunicación dominantes.
Decadencia sistémica y perspectivas populares
Más allá de la curiosa paradoja de un imperio decadente reconquistando su retaguardia territorial, desde el punto de vista de la coyuntura global, de la decadencia sistémica del capitalismo, la generalización de gobiernos pro-norteamericanos en América Latina puede ser interpretada superficialmente como una gran victoria geopolítica de los Estados Unidos aunque si profundizamos el análisis e introducimos por ejemplo el tema del agravamiento de la crisis impulsada por esos gobiernos tenderíamos a interpretar al fenómeno como expresión específica regional de la decadencia del sistema global.
El alejamiento del estorbo progresista puede llegar a generar problemas mayores a la dominación imperial, si bien las inclusiones sociales y los cambios económicos realizados por el progresismo fueron insuficientes, embrollados, estuvieron impregnados de limitaciones burguesas y si su autonomía en materia de política internacional tuvo una audacia restringida; lo cierto es que su recorrido ha dejado huellas, experiencias sociales , dignificaciones (suprimidas por la derecha) que serán muy difícil extirpar y que en consecuencia pueden llegar a convertirse en aportes significativos a futuros (y no tan lejanos) desbordes populares radicalizados.
La ilusión progresista de humanización del sistema, de realización de reformas “sensatas” dentro de los marcos institucionales existentes, puede pasar de la decepción inicial a una reflexión social profunda, crítica de la institucionalidad mafiosa, de la opresión mediática y de los grupos de negocios parasitarios. Ello incluye a la farsa democrática que los legitima. En ese caso la molestia progresista podría convertirse tarde o temprano en huracán revolucionario no porque el progresismo como tal evolucione hacia la radicalidad anti-sistema sino porque emergería una cultura popular superadora, desarrollada en la pelea contra regímenes condenados a degradarse cada vez más.
En ese sentido podríamos entender uno de los significados de la revolución cubana, que luego se extendió como ola anticapitalista en América Latina, como superación crítica de los reformismos nacionalistas democratizantes fracasados (como el varguismo en Brasil, el nacionalismo revolucionario en Bolivia, el primer peronismo en Argentina o el gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala). La memoria popular no puede ser extirpada, puede llegar a hundirse en una suerte de clandestinidad cultural, en una latencia subterránea digerida misteriosamente, pensada por los de abajo, subestimada por los de arriba, para reaparecer como presente, cuando las circunstancias lo requieran, renovada, implacable.
[1] Si consideramos el último lustro (2010-2014) el crecimiento promedio real de la economía de Japón ha sido del orden del 1,5 %, la de Estados Unidos 2,2 % y la de Alemania 2 % (Fuente: Banco Mundial).
[2] Un buen ejemplo es el de la “importación” de fármacos donde empresas multinacionales como Pfizer, Merck y P&G hacen fabulosos negocios ilegales ante un gobierno “socialista” que les suministra dólares a precios preferenciales. Con un juego de sobrefacturaciones, sobreprecios e importaciones inexistentes las empresas farmaceuticas habían importado en 2003 unas 222 mil toneladas de productos por los que pagaron 434 millones de dólares (unos 2 mil dólares por tonelada), en 2010 las importaciones bajaron a 56 mil toneladas y se pagaron 3410 millones de dólares (60 mil dólares la tonelada) y en 2014 las importaciones descendieron aún más a 28 mil toneladas y se pagaron 2400 millones de dólares (un poco menos de 87 mil dólares la tonelada). Como bien lo señala Manuel Sutherland de cuyo estudio extraigo esa información: “lejos de plantearse la creación de una gran empresa estatal de producción de fármacos, el gobierno prefiere darles divisas preferenciales a importadores fraudulentos, o confiar en burócratas que realizan importaciones bajo la mayor opacidad”. Manuel Sutherland, “2016: La peor de las crisis económicas, causas, medidas y crónica de una ruina anunciada”, CIFO, Caracas 2016.
[3] Ignazio Silone, “L’École des dictateurs”, Collection Du monde entier, Gallimard, París 1964.

Reimagined Communities

Reimagined Communities
Issue: 117
Posted on 18th December 2007
Neil Davidson

A review of Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism (Verso, 2006), £12.99

If there is one book on nationalism that every student is expected to read, one book that is certain to be included in any survey of the competing theories, it is Imagined Communities. It is, as Josep Llobera has written of the core conception, “as if people had been waiting for such an expression to be coined”.1 The appearance of the third edition therefore gives us an opportunity to reassess this original and influential work, but also to identify some of the problems to which it gives rise, problems which are, in part, the very reason for its popularity. These are not all simply the result of inevitable misunderstandings that occur when a complex concept is seized upon to fill an explanatory gap. Some are the result of Benedict Anderson’s underlying theoretical assumptions. As he himself notes, “the book attempted to combine a kind of historical materialism with what later on came to be called discourse analysis. Marxist modernism married to post-modernism avant la letter”.2

It is the postmodern aspects of the work which have proved the most influential, all too often at the expense of Anderson’s Marxism. Nevertheless, it would be ungenerous not to begin by recognising his achievement. To understand why this book had such an impact, it is necessary first to review how nationalism had previously been dealt with in the Marxist tradition.
Strategies, definitions, explanations

Marx and Engels engaged with the issue of nationalism in the middle decades of the 19th century, in other words, during the period in which the bourgeois revolution was being completed across Western Europe, North America and Japan. They argued that the working class (and “the democracy” more generally) should support national movements and the formation of new nation-states where they would hasten the development of capitalism, and consequently the emergence of a working class, and where they would weaken the great reactionary powers of Europe, the most powerful of which was absolutist Russia.3

Self-determination was not necessarily the absolute priority. Marx and Engels rejected the view that every national group had the right to establish a state, the so-called “principle of nationality”, as it was then known.4 On the contrary, for them it entirely depended on whether the success of the movement was likely to lead to a progressive outcome or not. Nor was their attitude to a particular movement determined by the class nature or political attitudes of its leadership. The Hungarian rising of 1848 was dominated by the nobility, the aristocracy led the Polish insurrection of 1863 and even the Irish Fenians—in many respects one of the more politically advanced non-socialist groups of the time—were heavily influenced by the Catholic church. None of these negative characteristics was decisive, however, compared with the positive objective consequences of opening up the possibilities for capitalist development or closing down the influence of the absolutist states. By contrast, Marx and Engels refused support to the Czechs and southern Slavs during the revolutions of 1848-9 because they were backed by Russian absolutism—the “gendarme of Europe”—for its own purposes.5

The specific situations with which these socialist strategies towards nationalism were intended to deal are now largely historical, but the method employed remains of enduring value. It was, however, arrived at without any real explanation of the emergence or nature of nations, whose existence Marx and Engels essentially took for granted. Marx and Engels do have much to teach us in relation to “nation theory”, but this has to be derived from their theory of ideology, and not some untheorised remarks about, for example, German tribes. They left the movement a correct strategic orientation on national movements together with an undeveloped theoretical position on the nature of nations, national consciousness, and so on.

The next generation of Marxists quite understandably concentrated, as a matter of practical necessity, on refining the approach of revolutionary socialists to national movements and national demands, under the changed conditions of the imperialist era. These discussions, which extended from the mid-1890s to the debates on “the national and colonial question” during the first four congresses of the Communist International (1919_1922), represent one of Marxism’s greatest contributions to the question of socialist strategy.6 But although some participants, notably Karl Kautsky and Lenin, made attempts to explain how nations emerged, these were rarely central to the argument, and usually went no further than emphasising the need for capitalism to dominate a territorial home market and the role of language in unifying the inhabitants of that territory.7

The Austro-Marxist tendency, represented by Karl Renner and Otto Bauer, did focus on the question of national formation, above all in Bauer’s monumental The National Question and Social Democracy (1906). But the definition of a nation offered by Bauer was resolutely non-materialist: “The nation is the totality of human beings bound together by a community of fate into a community of character.” Bauer did see capitalism as playing a role in the development of national consciousness, but only in the sense that such consciousness can only be complete when it is aware of other nations and the difference between them, which occurs most fully under capitalist development. Bauer’s work has been hailed as the only serious Marxist attempt to deal with the national question, but mainly by people who welcome it precisely because of its distance from Marxism. (Indeed, even Bauer is too marked by “economism” and “class reductionism” for some of his present day admirers.8)

Lenin claimed that Bauer’s theory was “basically psychological” and endorsed instead the “historico-economic” explanation associated with Kautsky and in his own writings,9 but failed to propose a comparably detailed alternative explanation for the emergence of nations or the nature of national consciousness. What was offered in direct opposition to Bauer was not a counter-explanation, but a counter-definition which is unfortunately still widely accepted by many on the left today. In 1913 Joseph Stalin wrote, under Lenin’s guidance, “A nation is a historically constituted, stable community of people, formed on the basis of a common language, territory, economic life, and psychological makeup manifested in a common culture”.10 Typically, he also informs us that if a single one of these factors is missing, no nation exists. The trouble with definitions of this sort is that they give a false aura of scientific objectivity, which collapses as soon as you start to think of all the nations it would exclude—the United States of America, for one. And although Stalin dismissed the demand for cultural autonomy associated with Austro-Marxism, his definition actually draws heavily on that of Bauer, by retaining the catch-all categories of “community” and “psychological makeup”.11

With the triumph of Stalinism in the late 1920s, serious discussion of nationalism virtually ceased. The main source of discussion about the nation therefore passed to non-Marxist political and social scientists, including many who were to be the founding fathers of the academic discipline of International Relations, an orientation which suggests that their interests lay in the “state” side of the “nation-state” couplet.12 Yet although they tended to see nationalism as a movement only emerging from the late 18th century, they also accepted that nations—at least the “old historic nations” such as Spain, England and France—long pre-existed this period.
The Andersonian moment: political and theoretical contexts

From the 1960s a “modernist” current emerged within the study of nationalism which took a much more foreshortened view of its history. Emphases varied. Of the initial “modernist texts”, Kedurie’s Nationalism (1960) privileged the Enlightenment and Gellner’s essay “Nationalism” (1964), the Industrial Revolution, as the sources on nationhood. But all “modernists”, as the name suggests, saw both nations and nationalism as relatively recent, “modern”, creations.13 As one survey of the field says:

For modernists, national consciousness in the modern age has to be seen as qualitatively different from that in the Scotland of the Declaration of Arbroath or the England of Shakespeare or Elizabeth or Cromwell… It is only with modernity that a sense of national identity comes to pervade all classes, or emerges as the overriding identity.14

The intellectual dominance of modernism only held sway for a relatively brief period, roughly from the late 1970s to the early 1990s, but included such key works as Nairn’s The Break–Up Of Britain (1977 and 1981), Breuilly’s Nationalism And The State (1982 and 1992), Gellner’s Nations And Nationalism (1983), Hobsbawm and Ranger’s The Invention Of Tradition (1983), Hobsbawm’s Nations And Nationalism Since 1780 (1990) and Nigel Harris’s National Liberation (1990). Of these writers, Nairn, Hobsbawm and Harris saw themselves as Marxists at the time of writing, as did Anderson.

Anderson is a specialist in East Asian politics. He went to Indonesia in 1962 to study that country’s experience during the Second World War, when Japanese occupation supplanted the Dutch colonial presence. The book which resulted from these researches, Java in a Time of Revolution (1972), dealt only in passing with the question of nationalism, but what it does say is interesting in the light of his later preoccupations. Anderson describes how at the second congress of the youth wing of the Indonesian National Party in 1928 “the youth took the historic oath of commitment to one people, the Indonesian people, one nation, the Indonesian nation, and one language, the Indonesian language”. Nationalism alone “made sense of the new life” on which young people drawn from many different places were “collectively embarked”. But the nationalism was limited at the time to “politically-minded youth” who were “profoundly isolated from the rest of their contemporaries”. It was not until the Japanese period that nationalism spread deeply into small-town and rural Java, and it did so then because of the new experiences encountered there, to which it gave coherent meaning.

Many of the themes rehearsed in this work—the initial growth of nationalism emerging from the collective experience of an elite group, the sense of nationalism as a means of understanding the world rather than a narrow set of political demands—were all to re-emerge in more fully developed form in Imagined Communities.

Anderson was expelled from Indonesia for displeasing the Suharto regime shortly after the book appeared. “Exile”, he later wrote, “had the advantage of pushing my inquiries back into the nineteenth century, and from everyday politics to the transformations of consciousness that made presently existing Indonesia thinkable”. There were, however, other factors which led him to write Imagined Communities.

In 1978 and 1979 wars had taken place between Vietnam, Cambodia and China, but “none of the belligerents had made more than the most perfunctory attempts to justify the bloodshed in terms of a recognisable Marxist theoretical perspective”. This said something about their character: “Since World War Two every successful revolution has defined itself in national terms…and, in so doing, has grounded itself firmly in a territorial and social space inherited from the revolutionary past”.15 But the idea that socialism, or even the transition to socialism, should perpetrate nation_state and nationalism was contrary to all previous Marxist positions. What implications did this have for the Marxist theory of nationalism?

There was already a perception that Marxism lacked an adequate theory of nationalism. In 1976 Tom Nairn had claimed that nationalism “represents Marxism’s greatest historical failure”.16 Anderson claims that he intended Imagined Communities to offer critical support, but also to extend Nairn’s critique from Marxism to all other political traditions, which he saw as similarly lacking.17 What then was his alternative?
Anderson’s argument

Anderson starts by arguing that nationalism is “a radically changed form of consciousness”.18 To define it, he starts with the reason why the nation has to be imagined: “It is imagined because the members of even the smallest nation will never know most of their fellow-members, meet them, or even hear of them, yet in the minds of each lives the image of their community.” Anderson is insistent that “imagined” does not mean “false”, because all communities beyond the original gatherer-hunter groups have to conduct a similar act of imagining: “Communities are to be distinguished, not by their falsity/genuineness, but by the style in which they are imagined.” Anderson argues that there are three aspects to what is being imagined: limitation, because no nation can encompass the entire world and the boundaries of each are set by other nations; sovereignty, because nations came into existence at the time when the legitimacy once conferred by absolutist divine right was being replaced by that of the state; and community, because the horizontal solidarities of the nation were stronger than vertical oppositions, even those of class.19

Anderson identifies “the end of the 18th century” as the period which saw “the spontaneous distillation of a complex ‘crossing’ of discrete historical forces”, and once distilled it was no longer necessary for each potential new nation to have undergone the same experiences. They could be “transplanted, with varying degrees of self-consciousness, to a great variety of social terrains”.20 But the origin of these forces goes much further back in time. Anderson argues that from the late medieval period onwards there was the collapse of three key conceptions of the world: the idea that belief systems expressed in particular script languages like those of Christianity and Islam (using respectively Latin and classical Arabic) offered privileged access to truth; the belief that society was naturally organised around and under monarchs who were persons apart from other human beings and who ruled by some form of divine dispensation; and an understanding of the past and present in terms of some creation myth. Such notions rooted human lives firmly in the very nature of things, giving certain meanings to the everyday fatalities of existence (above all death, loss and servitude) and offering, in various ways, redemption from them.

All these conceptions were subverted by economic change, discoveries, social and scientific, and the development of increasingly rapid communications: “No surprise then that the search was on, so to speak, for a new way of linking fraternity, power and time together”.21

For Anderson, the solution was provided by the emergence of “print capitalism”.22 This created the possibility of a vast market beyond the tiny minority who could understand Latin. Print-languages “created unified fields of exchange and communication below Latin and above the spoken vernaculars”. They “gave a new fixity to language, which in the long run helped to build that image of antiquity so central to the subjective idea of the nation”. And they created “languages of power”, with certain dialects playing a dominant part in communication through printing. These were “largely unselfconscious processes resulting from the explosive interaction between capitalism, technology and human linguistic diversity”.23

The remainder of the book sets out how national consciousness spread and was transmuted into nationalism. He argues there were three main kinds of nationalism, arising in successive waves: “creole” nationalism associated with the revolt of the American colonies (“creole” in its Spanish use means a Latin American of European ancestry); “language” nationalism associated with western Europe; and “official” nationalism associated with central and eastern Europe, and with the Asian and African anti-colonial movements.

In what is perhaps his boldest innovation, Anderson argues that the “pioneers” of nationalism were the first of these, the colonial states of the Americas. He ascribes the rise of nationalism to the attempt by Madrid to impose greater control, the influence of Enlightenment ideas and the way in which the South American continent had been divided into particular, territorially delimited, administrative units:

In this respect they foreshadowed the new states of Africa and parts of Asia in the mid-20th century… The original shaping of the American administrative units was to an extent arbitrary and fortuitous, marking the spatial limits of particular military conquests. But over time they developed a firmer reality under the influence of geographic, political and economic factors.24

Two necessary internal processes translated the brute fact of territoriality into national consciousness, according to Anderson. There was the self_identification of the descendents of settlers with the colonial territory, in distinction from their European-born equivalents. And there was the emergence of a particular manifestation of print capitalism: the newspaper which “brought together, on the same page, this marriage with that ship, this price with that bishop”, creating “quite naturally, and even apolitically…an imagined community among a specific assemblage of fellow-readers, to whom these ships, brides, bishops and prices belonged. In time, of course, it was only to be expected that political elements would enter in”.25

Although vernacular language was critical to the original formation of national consciousness, once nationalism became available as a model, it was no longer necessary for new nations to have this as their basis.26

The emergence of nationalism was originally associated with the popular masses, but it became available for use for “conservative, not to say reactionary,” ends by the state bureaucracies of societies which had not experienced successful popular movements.27

Anderson argues that the anti-imperialist nationalism, which began to build new states after 1945, drew on both of these aspects. “That is why so often in the ‘nation-building’ policies of the new states one sees both a genuine, popular nationalist enthusiasm and a systematic, even Machiavellian, instilling of nationalist ideology through the mass media, the educational system, administrative regulations and so forth”.28

A brief exposition can only hint at the subtlety, complexity and sophistication of Anderson’s arguments. More than any previous writer, Anderson established that the phenomenon of nationalism was constructed and historical, not natural and eternal. Part of the charm of the book lies in the sheer range and novelty of the examples which Anderson musters to illustrate his argument, many of them drawn from areas such as Burma, Thailand and Indonesia, which do not normally feature in discussions of nationalism. And yet Imagined Communities is one of those books of great individual value, but which have ultimately exerted a negative influence on socialist thought.

Postmodernist appropriation and primordialist approbation

Imagined Communities made an immediate impact on publication, but perhaps not in the way that Anderson had hoped. Although other Marxists did find his work useful, it actually provided far greater support for emerging ideologies fixated on questions of identity, above all postmodernism.

One of Anderson’s more insightful critics, Anthony Smith, noted that, while Anderson’s project is not itself a postmodernist reading, “it is the idea of the nation as discourse to be interrogated and deconstructed, that has proved most influential”.29 Anderson does not, of course, suggest that the nation is simply a discourse, but many of his critics have found it convenient to ascribe that view to him. The Scottish writer Murray Pittock, for example, writes, “The weakness of Anderson’s notion of the ‘imagined community’ is that it implies that one can imagine at will, and choose an identity as the postmodern consumer chooses a lifestyle product”.30

Smith is one of the main proponents of the ‘perennialist’ view of nations which sees them as rooted in much older ethnic identities. He considers it a problem that, for Anderson, “the nation possesses no reality independent of its images and representations. But such a perspective undermines the sociological reality of the nation, the bonds of allegiance and belonging which so many people feel, and obscures both the institutional, political and territorial constitution of nations, and of the powerful and popular cultural resources and traditions that underpin so many nations and endow them with a sense of tangible identity”.31 Similarly Pittock wants to defend a conception of Scottish nationalism stretching back to early medieval times.

These criticisms demonstrate the revival of arguments that hold that nations are much older than “modernists” have claimed. As Pittock notes, “the idea that nations and nationalism cannot predate the French Revolution’ is increasingly on the defensive”.32 The 1990s saw Greenfield’s Nationalism (1992), Llobera’s The God of Modernity (1994), Hutchinson’s Modern Nationalism (1994) and Hasting’s The Construction Of Nationhood (1997), although the final collapse into primordial essentialism was signalled by two works by Emmanuel Todd, L’illusion Economique (1998) and La Diversité du Monde (1999). Todd’s key thesis has been approvingly summarised by Tom Nairn to claim that “nationalism is constitutive of man’s social nature”.33

Re-imagining the history of the nation

Imagined Communities can still play a role in intellectually challenging both postmodernism and primordialism, but only if its themes are integrated into a more consistently materialist framework.

The book consists of a series of impressionistic studies on particular aspects of nationalism. But the connections between them are often difficult to establish. What is missing is any central dynamic linking them together, except for the concept of print capitalism. Yet the universality of contemporary nationalism suggests that it was originally produced and subsequently reproduced by a set of conditions wider and more fundamental than this.

The major contribution that Marxism might make here lies not in what Marx and Engels wrote about particular nations. Rather it lies in their more general observations on the historical conditions for the emergence of certain forms of consciousness, which could then be applied in the case of national consciousness, starting with their general relationship to social being:

The mode of production of material life conditions the general process of social, political and intellectual life. It is not the consciousness of men that determines their existence, but their social existence that determines their consciousness.34

Certain forms of consciousness are only possible under particular conditions. The point was further developed by George Lukács, who attacked “the crudeness and conceptual nullity” of those forms of thought which obscure “the historical, transitory nature of capitalist society”: “Its determinants take on the appearance of timeless, eternal categories valid for all social formations”.35 The “nation” is one of these historical categories which are only relevant to capitalist society. In making this particular error, anti-modernist writers simply follow bourgeois “normal science”.

Take, for example, the work of Adrian Hastings. Hastings has argued that “nation”, “the word and the idea”, existed in England at least since the 16th and probably since the 14th century.36 But, as Alasdair MacIntyre has pointed out:

To understand a concept, to grasp the meaning of the words which express it, is always…to grasp the role of the concept in language and social life… Different forms of social life will provide different roles for concepts to play.37

In other words, just because people used the term “nation” in, say, the 14th century, it does not follow that they meant by it what we mean by it—indeed, if we take Marxism seriously then it is extremely unlikely that they could possibly have done so. It is not simply a matter of words, but the forms of consciousness that the words express. Any Marxist account of national consciousness must therefore explain the particular “forms of social life” that could allow this form of consciousness, these modes of expression, to come into existence.
The origins of capitalism and nationalism

Anderson’s argument about the coincidence of existential doubt and technological advance in print seems unconvincing as an explanation for something as all-pervasive as nationalism. A more convincing explanation might be the more general development of capitalism. But, like Otto Bauer, Anderson sees a purely contingent relationship between this and the rise of nationalism: “What made the new communities imaginable was a half-fortuitous, but explosive, interaction between a system of production and productive relations (capitalism), a technology of communications (print), and the fatality of human linguistic diversity”.38 The connection between national consciousness and capitalism is, however, far more all-embracing than this suggests. In fact, national consciousness took as many centuries to become the dominant form of consciousness as the capitalist mode of production did to become the dominant mode of production, and it did so as a consequence of that.39 Four main elements combined, reflecting to a greater or lesser extent the impact of capitalism on feudal society.

The first element was the formation of externally demarcated and internally connected areas of economic activity. Europe had emerged from the first crisis of feudalism by the later 15th century as a system of states which was still dominated by the feudal mode of production. It was a system, however, increasingly adapted to elements of capitalism. In this context, the importance of capitalist development was less in the domain of production than that of circulation, for it was in the creation of trade networks that merchant capital began to link up dispersed rural communities both with each other and with the urban centres to form an extensive home market.

Linked directly to this element was a second, the adoption of a common language by the communities that were being connected to each other at the economic level. The need to communicate for the purposes of market exchange began to break down the distinctiveness of local dialects, forging a language common, or at least comprehensible, to all. Language in this way began to set the boundaries of the economic networks referred to above, boundaries that did not necessarily coincide with those of medieval kingdoms. Such economic and linguistic unification was far easier in a small centralised kingdom such as England than in a territory such as the German Empire. Indeed, establishment of state frontiers often purely determined the boundary between a dialect of a particular language and another language. And of course Anderson is right that the formation of standard forms of language was immeasurably aided by the invention of printing and the possibilities it presented for the codification of language in mass-produced works. These would not have been produced unless an audience of the literate already existed which understood their contents, but their effect was to extend the size of that audience, since printers could not produce works in every local dialect, only in the one which had emerged as the standard form, or in those which were in competition to do so. The increasing standardisation of language then fed back into its original economic formation, as the merchants whose trading networks had originally defined the territorial reach of linguistic comprehensibility increasingly identified themselves with that territory, to the exclusion of rivals who spoke a different language. The rise of the vernacular was accompanied by the decline of Latin as a lingua franca, a process virtually complete by the mid-16th century and expressed in the new profession of interpreter, now necessary to make vernacular diplomatic exchanges mutually comprehensible.

The third element was the character of the new absolutist states. Absolutism was the form taken by the feudal state during the economic transition from feudalism to capitalism. Yet the absolutist states did not arise automatically. The replacement of the estates monarchy of the earlier feudal period by a more centralised apparatus was the political response of the feudal ruling class to the social and economic pressures—different in degree and combination throughout Europe—set in train by the first crisis of the feudal system and the greater significance of capitalist production in the economies which emerged from it. The local jurisdictions that characterised the classic epoch of military feudalism began to give way to greater concentration of state power, notably through the introduction of standing armies and, partly in order to pay for them, regular centralised taxation.

Death and taxes both involve bureaucracies that require a version of the local language, comprehensible across the state territory, thus strengthening the “linguistic” element. They also had two unintended effects. The introduction of regular taxation and the adoption of mercantilist policies reinforced the economic unity that had begun to emerge spontaneously from the activities of merchant capitalists. And the military rivalry that characterised the new system necessitated mobilising the active support of the bourgeois minority as a source of financial backing and administrative expertise. Despite these innovations it is nevertheless important not to mistake the role of absolutism in the birth of nationhood, which was that of a midwife, not that of a mother. The issue is often elided by reference to the influence of “the modern state” in the creation of nations, but this is to dissolve the difference between the absolutist state and its genuinely modern bourgeois successor. The arrival of nationhood coincided not with the establishment of the absolutist states but with their overthrow.

The fourth and final element is local manifestations of a global religious belief. The ideology of absolutism involved stressing the deeds of religious figures such as saints, who were associated with the territory of the realm, but it was the Reformation that made religion more than an ideologically pious enhancement to the image of the ruling dynasty. Wherever Protestantism became the dominant religion within a given territory after 1517 it contributed to the formation of national consciousness by allowing communities of belief to define themselves against the inter-territorial institutions of the Roman Catholic Church and the Holy Roman Empire. In part this was through the availability of the Bible in the vernacular, but this in turn depended on the existence of linguistic frameworks in which market transactions and state administration could be carried out. Protestantism acted as a stimulus to national consciousness only to the extent that the development of capitalism had provided it with the framework to do so.

Naturally the process went furthest in England, but even there it was not until after the death of Elizabeth in 1603 that Protestantism came to be separated from regnal solidarity with the monarch. It took longer for Catholicism to play the same role.
Nationalism and bourgeois revolution

There is therefore a problem with Anderson’s focus as on “creole” nationalism as the major formative experience of nationalism. Apart from anything else, he contradicts himself by describing it as drawn from an earlier model: “In effect, by the second decade of the 19th century, if not earlier, a ‘model’ of ‘the’ independent national state was available for pirating.” He describes this as “a complex composite of French and American elements”.40 But incredibly, this is one of the first occasions that France is mentioned. To ignore the influence of the French Revolution in establishing the “model” seems particularly perverse. The problem here is that even France and the United States are not the first nations. The United Netherlands and England all have a stronger claim to priority. To argue that nations only appeared at some stage in the later 18th century would be as absurd as arguing that capitalism only appeared at the same period. While Anderson is right to draw attention to cumulative movements, he misses something else, which is the explosive effect of the revolutionary turning points which punctuate capitalist development, and their impact in coalescing hitherto inchoate ideological elements into a national identity. His account is, so to speak, all process and no events.

The success of groups with an emergent national consciousness in the Netherlands and England in elevating this new form of consciousness into political movements led others (first in North America, Ireland and France, then generally) to aspire to national status, even if their level of social development had not previously allowed national consciousness to arise. The bourgeois revolutions effected the final transformation of the term “nation” to one which stood for “the people” as a community—although one of the most divisive issues within all bourgeois revolutionary movements was precisely how “the people” should be defined. The struggle against absolutism required the mobilisation of at least a large minority of “the people” to achieve the expulsion or destruction of the royal dynasty. This could only be done by providing some form of identity which could embrace the often very different forms of opposition to the crown, regardless of whether the ruler in question was foreign (as in the case of Spanish Habsburg dynasty in the Netherlands) or native (as in the case of the Stuart dynasty in England). Nationalism provided this identity.

National consciousness could not flourish, or even take root, unless the conditions for capitalist development were present, and for it to be consolidated across Europe, even if only among the bourgeoisie, there had to be at least one case where it made the transition to nationalism and then became embodied in a nation-state. Only when there were concrete examples of nationhood could different groups know what they were conscious of, regardless of whether they then went on to develop nationalisms of their own or not.

The capitalist nation-state became a permanent feature of the international state system only towards the end of the hundred years between the end of the English Revolution in 1688 and the beginning of the French Revolution in 1789. Thereafter new nations could be manufactured regardless of whether the original elements were present or not—although an economic infrastructure and common language would, of necessity, have to be introduced at some point for a sense of national consciousness to be consolidated. The ideological dominance of nationalism over the population depended, however, on when a particular revolution occurred in the overall cycle of bourgeois revolutions. In the two states where bourgeois revolutions were successfully completed before or during 1688, the Dutch and the English, the existence of national consciousness was directly proportional to the extent that the post-revolutionary state developed a centralised apparatus, rather than a federal or confederal structure. In this respect English nationalism was as far in advance of its Dutch predecessors as it was of its American successor, which similarly remained an alliance of semi-autonomous states down to 1865.

After 1848 all ruling classes intent on creating states on the British or French models were forced to embrace nationalism, not because they were personally capitalists, but because all of them—Prussian Junkers, Japanese Samurai, Italian monarchists and, eventually, Stalinist bureaucrats—were engaged in building industrial societies dominated by the capitalist mode of production. The example of Italy is typical of how ruling classes were faced with the need to diffuse consciousness of being a nation down from elite level into the mass of the population, a large and growing proportion of whom were not the bourgeoisie and petty bourgeoisie who had originally formed the nation, but workers. The difficulties involved should not be underestimated: as late as the 1860s as many as a quarter of the inhabitants of the French state did not speak French.
Nationalism and the working class

Class is the great absent theme in Imagined Communities, yet no Marxist account can deal with the subject without exploring the role nationalism plays in class relations.41 National consciousness begins to emerge in the social classes below the rulers of the new nation-states, partly as the result of deliberate indoctrination, but far more so as the by now inevitable pattern of life experience within societies shaped by the nation-state form. Among the working class the existence of reformist class consciousness provides the context within which national consciousness and nationalism develop. Reformist class consciousness was originally a historical product of the social conditions produced by the transition to capitalism or, more precisely, by the process of capitalist industrialisation, first in Britain and subsequently elsewhere.

Once the initial shock of industrialisation passed, workers came to accept that capitalism was not a passing aberration, but a new form of society which might have many years of vitality ahead of it. The apparent permanence of the system forced accommodation and adaptation, however grudgingly, from the new exploited class, whose horizons were anyway limited by the “dull compulsion” to work, raise families and recover from the savage exertions demanded by the factory system. Although these conditions provoked resistance, the fact that the new system generated its own defensive illusions made the possibility of a generalised revolutionary class consciousness emerging out of these resistance struggles less likely. Under early capitalism exploitation was accompanied by the economic discipline instilled by fear of the poverty which would result from being sacked. The actual process of exploitation, the fact that the worker produced more than that for which she or he was rewarded, was hidden from view. As a result, although workers were usually hostile to their own particular boss, this did not necessarily generalise into opposition to the system as a whole. Although trade unions grew out of worker resistance, the goal of these new organisations, whatever rhetoric was employed about the (invariably distant) overturning of the system, was improving the condition of the working class within the system itself. The resulting contradictory form of consciousness finds its most basic expression in an acceptance by workers of the wages system accompanied by a rejection of the particular level of wages which they are being offered, but it extends to all aspects of social life.

What then is the relationship of national consciousness to this reformist consciousness? National consciousness does not compete with revolutionary class consciousness directly for the allegiance of workers, but as a key element in reformist class consciousness. Indeed, one might say that workers remain nationalist to the extent that they remain reformist. And from the point of view of the capitalist class in individual nations it is absolutely necessary that they do so, or the danger is always that workers will identify, not with the “national” interest of the state in which they happen to be situated, but with that of the class to which they are condemned to belong, regardless of the accident of geographical location. Nationalism should not therefore be seen as something which only “happens” during separatist movements on the one hand, or during fascist and imperialist manifestations on the other. The capitalist system generates nationalism as a necessary everyday condition of its continued existence.

Mass nationalism was therefore initially a product of industrialisation, but not simply because it is functional for the ruling class in industrial capitalism. Industrialisation and urbanisation together produced the changes in human consciousness that made nationalism possible (for the subordinate classes), as well as creating societies that made nationalism necessary (for the dominant class). They developed new structural capacities, new modes of experience and new psychological needs in the people who had to work in the factories and live in the cities. It is the need for some collective sense of belonging with which to overcome the effects of alienation, the need for psychic compensation for the injuries sustained at the hands of capitalist society, that nationalism provides in the absence of revolutionary class consciousness, but in conjunction with reformist class consciousness.

The ideological role played by the ruling class in reinforcing nationalism is therefore only possible because nationalism already provides one possible means of meeting the psychic needs created by capitalism. Once a capitalist nation-state has been established, those who control the apparatus always seek to consolidate the hold of nationalism among the people who inhabit its territory. States need conscripts for their armies, citizens to pay taxes, workers to accept that they have more in common with those who exploit them at home than they do with their fellow-exploited abroad. This made it imperative that loyalty to a state be secured, and the nation was the means. Since the 18th century British workers have often been asked to accept rises in interest rates, cuts in wages and services, or participation in imperialist wars, but never for the benefit of British capitalism, always for the benefit of the British nation, for “the national interest”.

It is not only the state that makes such appeals. The organisations of the working class themselves reinforce