Balance político del año 2015

Balance político del año 2015
diciembre 17, 2015 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Foro de opiniones, Nacionales, Voces Ciudadanas

Dagoberto Gutiérrez

El balance contiene la idea de figuras en movimiento. Se trata de dos balanzas o dos depósitos que son sostenidos y dirigidos por un fiel. La balanza sirve para pesar las cosas más pequeñas, casi abstractas. Aunque no se sabe todavía del funcionamiento de balanzas para pesar las palabras o las ideas, es posible que algún día funcione. Por ahora, el balance es una presentación de fuerzas y realidades en movimiento, en pleno fuego contradictorio y en proceso de definición. Se trata de un proceso vivo y encarnado emergiendo de la realidad.

2015 es el año político, el que presenta a la sociedad en su conjunto, a los de arriba y a los de abajo, a los que hacen política, al mundo humano moviéndose en el terreno político, es decir, en la lucha por la vida.

Según veremos, este 2015 ha sido una especie de resumen o expresión concentrada de las últimas cuatro décadas. Contiene los últimos acontecimientos del siglo pasado, los que corresponden a la guerra civil y a su desenlace negociado, y al montaje de un régimen con una nueva clase gobernante, que incluyó a la antigua insurgencia y que instauró un modelo económico neoliberal exacerbado, pleno y total. Este nuevo régimen se caracterizó por una parálisis planificada de todo movimiento social y de toda capacidad popular de hacer política, por una conversión de toda la sociedad en un mercado y de la transformación del ser humano en una simple cosa, en un consumidor. Todo esto se acordó, se planifico y se llevó adelante en la última década del siglo pasado.

Esto es lo que ha estallado en las últimas semanas y ha puesto a nuestra sociedad ante el dilema de descifrar lo que está ocurriendo o creer que los acontecimientos son simples hechos misteriosos que ya pasarán. El balance sirve para pesar, usando el fiel de la reflexión, el valor del acontecer y de sus hechos más determinantes:

En el contexto internacional, nos encontramos en los pliegues intensos de una tercera guerra. Se trata de la confrontación entre Occidente (Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia y Nueva Zelanda) y Eurasia (Rusia, China, India, Indochina). El escenario más encendido es el teatro de operaciones de Siria donde se desarrolla la destrucción del mapa político construido por las potencias coloniales europeas –Francia e Inglaterra- a principios del siglo pasado. En Siria estamos viendo como la confrontación busca establecer un nuevo mundo multipolar y pluri-centrista, que es por el que se lucha, y que sustituya al mundo unipolar y uni-centrista de Washington. En este juego, es evidente que el imperio estadounidense ya no cuenta con todos los recursos y posibilidades que en el pasado le permitieron mover a su arbitrio hechos y aconteceres.
Este contexto internacional también se expresa en los acontecimientos locales porque aquel exitoso modelo económico montado sobre las espaldas de millones de personas en el país y que dividió a la sociedad en dos mundos: el de arriba, floreciente, exitoso, basado en las empresas internacionales, en la banca y los importadores; y el de abajo, que contiene a todos los demás, incluida una pequeña burguesía arruinada y arrinconada, y a sectores marginalizados de la ciudad y del campo, sin acceso al trabajo, a salud o a educación y mucho menos a la dignidad. Pues bien, ese exitoso modelo económico ha estallado y los aparatos estatales aparecen y parecen como una especie de clientes caros e ineficaces a quien nadie quiere darle ningún tipo de ayuda, y que además, no gozan de la confianza de nadie. De la misma manera, los funcionarios de este aparato aparecen y son presentados como ladrones. Las funciones públicas son prácticamente abandonadas y el Estado es como una casa vacía cuyos habitantes están de vacaciones pero cuyas rentas siguen saliendo de las entrañas de la gente marginada. En esta economía de arriba, los aparatos estatales sirven a este mercado, le cobran impuestos a los consumidores para sostener a las grandes empresas, aprueban las leyes necesarias y hacen todo lo conveniente para que esta economía unilateral siga funcionando sin derrumbarse totalmente. Mientras, abajo florece una economía subterránea que sigue formando parte de todo el sistema económico pero que no es sostenido aparentemente por los pilares normales de una economía formal. El poderoso mercado de arriba se nutre, precisamente, de esta economía subterránea, de donde surgen millones de consumidores, sin que aumente la capacidad productiva del país.
El fin de la guerra civil determinó un cambio en la clase gobernante y en lugar de la Fuerza Armada, apareció la antigua insurgencia y otros sectores tecnócratas. Pero, luego de 25 años, esos sectores gobernantes son oligarquías repudiadas y enfrentadas a las oligarquías tradicionales, situadas al borde de las acusaciones jurídicas y poniendo al régimen político en situación de extrema debilidad. Es este el escenario que explica la prisión del expresidente Francisco Flores y la lucha por el control del aparato de Estado. También aquí se encuentra la raíz de la guerra social, extendida y profundizada, en donde las antiguas maras actúan como pandillas y son finalmente fuerzas político militares, dueñas del territorio, de un poder económico y también militar. Esta guerra es el escenario político más encendido y gravitante en el país. La guerra es la demostración de que aquel modelo montado después de la guerra civil no era la solución del conflicto, pero sí era abundante leña seca que encendió las hogueras de la lucha de clase y llevó a la situación actual.
El país necesita la construcción de una propuesta desde abajo que contenga una serie de acuerdos políticos fundamentales: la recuperación del papel del Estado, la reconstrucción de la agricultura, una política ambiental que ponga al agua en el centro de la preocupación, una democratización de la democracia, una nueva política frente a los Estados Unidos, una nueva política de género, un nuevo poder, una nueva política frente a Centro América, una nueva política frente a América Latina, una nueva política económica y una nueva política ante el mundo.
Estos puntos son todos políticos y mínimos, con los que se puede buscar acuerdos con sectores de diferente color ideológico, pero estos deben unificar un pocisiòn popular de tal manera que haya un movimiento de abajo hacia arriba, en donde las organizaciones del pueblo puedan ser sujetos en el marco de un despertar, y una movilización de ideas en las cabezas que muevan las voluntades y los animas. Esto último es el signo determinante de la lucha política, es decir, el pueblo convertido en sujeto político, hacedor de política y dueño de su propio proyecto, con independencia política y fuera del control delos sectores dominantes; de no ser así, la guerra y sus consecuencias podrán dominar la vida de nuestro país y todos los seres humanos pueden ser simples objetos de las empresas transnacionales y de los nuevos dueños territoriales. No hay tiempo que perder.

San Salvador, 05 de diciembre del 2015.

Consumismo y Revolución

Consumismo y Revolución
diciembre 17, 2015 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, De furias y ternuras – Julia Evelyn Martínez, Foro de opiniones, Voces Ciudadanas

Julia Evelyn Martínez

El día que el presidente Nicolás Maduro declaró que el derecho a tener un televisor de plasma era un derecho que debería ser garantizado a todo el pueblo venezolano, bien podría ser considerado como el día que la revolución bolivariana dejó de existir.

¿Qué revolución socialista se puede sostener si la utopía sobre la cual se construye es nada más, ni nada menos que la universalización del consumo de las mercancías que constituyen los grandes fetiches de las modernas sociedades de consumo? ¿Qué guerra económica se puede ganar a la derecha si no se tienen las armas ideológicas para enfrentar sus armas de consumo masivo?

En Argentina, la revolución kischnerista también trató de masificar el consumo de aparatos electrodomésticos como parte del proceso de democratización económica y social, y ya sabemos cómo terminó tal revolución. En 2011 el gobierno de la presidenta Cristina Fernández anunció el Plan LCD para Todos, para la compra financiada en 60 cuotas de 200 mil LCD de 32 pulgadas y alta definición, para atender prioritariamente a los jubilados, beneficiarios de la asignación universal por hijo y a titulares de planes sociales. De acuerdo a la expresidenta argentina, este era parte del proceso de trascender de “una Argentina de pocos, a una Argentina de muchos, de todos”.

En Cuba, la utopía del consumismo está sustituyendo progresivamente a la utopía del comunismo, similar a lo que ocurrió en la década de los noventa en China y en los años recientes en Vietnam. Jóvenes y adultos con el más alto nivel de desarrollo humano de América Latina y el Caribe y formados en los modelos éticos del Che Guevara y de Camilo Cienfuegos, suspiran ahora nostálgicos “por todas las cosas bonitas y modernas que se pueden tener en cualquier lugar del mundo, pero no en Cuba”. ¿Será que la búsqueda del sueño consumista y no la pobreza es el acicate que mantiene a casi 6.000 personas de nacionalidad cubana varadas en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua en su ruta hacia Estados Unidos?

Quienes conocemos el sistema capitalista, sabemos que éste es una poderosa máquina de generar sujetos que voluntariamente subordinan sus vidas a los valores y a los principios de autoridad que son propios del orden económico, jurídico, político y cultural establecido por el Capital.

Esto implica que un gobierno de izquierda que pretenda mantener el ordenamiento capitalista como estrategia política mientras se construye el socialismo, necesariamente tiene que aceptar que la cohesión social y la inclusión social de estos sujetos tendrá que lograrse mediante la adopción de un estilo de vida que transforma los derechos de la ciudadanía en derechos de consumidores y consumidoras, y que reduce la libertad personal a la libertad de elegir y de comprar mercancías en el mercado.

En esta situación, a estos gobiernos no debería extrañarles que la clase trabajadora y demás sectores subalternos mantengan su adhesión a un proyecto socialista en tanto no tengan un espacio dentro de la sociedad de consumo, pero tan pronto como obtengan ese espacio –ya sea por las políticas sociales o por la vía del empleo o del crédito- comenzarán a indignarse y a movilizarse en contra de todo aquello que consideren una amenaza a su consumo. En consecuencia, apoyarán y votarán a quienes les ofrezcan la sostenibilidad y el aumento en este consumo, no importa si son de izquierda o de derecha, si son demócratas o son fascistas. ¿No es lo que piden en las calles quienes quieren la renuncia de la presidencia de Brasil? ¿No es eso lo que está detrás de las crecientes victorias de los partidos fascistas en Grecia, Hungría y Francia?

Algunos partidos de izquierda justifican sus derrotas y/o su pragmatismo señalando que sus gobiernos son víctimas de los “infantilismos de izquierda”, de la “guerra económica de la derecha” y/o del capitalismo salvaje. Otros partidos de izquierda (como el FMLN en El Salvador) justifican sus políticas que profundizan el capitalismo, aduciendo que no pueden ir contra la historia, ya que la revolución y socialismo tendrá lugar en sus programas de gobierno cuando la gente quiera la revolución y quiera el socialismo.

Es cierto que la conciencia de clase y el deseo del socialismo se construyen, pero ¿se puede querer la revolución mientras se espera en la fila de un supermercado o mientras se camina entre los inmensos arsenales de mercancías que resguardan los centros comerciales? ¿Se puede pensar y actuar solidariamente mientras se apilan las cuentas por pagar de las tarjetas de crédito y de la hipoteca? ¿Se puede desarrollar una conciencia socialista mientras el ser social se mantiene anclado al capitalismo?

La aspiración al socialismo solo surgirá si la gente se da cuenta que en el capitalismo y en el consumismo no está la solución a sus problemas, pero para eso se necesitan partidos de izquierda que ofrezcan alternativas emancipadoras. Por eso, los partidos de izquierda que han adoptado la conciencia de clase de la burguesía y cuyas aspiraciones de consumo se encuentran en el capitalismo no pueden ser tomados en serio cuando se presentan como alternativas socialistas.

He aquí un tema “incómodo” para debatir durante la orgía consumista de navidad y año nuevo.

Simbología en la antigüedad mesopotámica

SIMBOLOGÍA EN LA ANTIGÜEDAD MESOPOTÁMICA

UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA
ESCUELA DE HISTORIA
SEMINARIO DE HISTORIA DE LAS RELIGIONES
PROFESOR RODRIGO FERNANDEZ

SIMBOLOGIA DE LOS DIOSES, DEMONIOS Y OTRAS FIGURAS RELIGIOSAS DE LA ANTIGÜEDAD EN MESOPOTAMIA
ANTONIO HERRERA BETANCOURT
Caracas, 15 de enero del 2010
RESUMEN
Los símbolos son el lenguaje de los mitos, que a su vez, representan el origen de las religiones. En Mesopotamia, la religión politeísta existió por muchos siglos a través de los mitos y los símbolos, estos fueron recogidos por la historia y ahora representan una fuente indispensable en el estudio de las religiones de la antigüedad. El estudio de la simbología mesopotámica a través de imágenes de antiguos dioses, demonios y otras figuras religiosas nos ayuda a tener un somero conocimiento de las mentalidades y también a conocer parte de la inmensa fuente de cultura material y espiritual que a través de 5 milenios la civilización más antigua de la historia humana nos ha dejado.
INTRODUCCIÓN
“La historia comienza en el próximo oriente”, esta es la frase en que la mayoría (por no decir todos) de los historiadores concuerdan al hablar de la historia de las civilizaciones humanas. Es posible que la cuna de la humanidad se encuentre en otro lado, pero todo el conglomerado de experiencia material y espiritual, traspasada de generación en generación por más de cinco mil años y recogida y excavada por eso que llamamos historia, encuentra su génesis en una tierra de una fertilidad extraordinaria, enmarcada entre dos grandes ríos, el Tigris y el Éufrates, llamada por los griegos Mesopotamia (tierra entre ríos).
No es casualidad que las primeras civilizaciones humanas se formasen en esta zona, precisamente son estas características de la tierra las que provocan un relativamente rápido desarrollo de las sociedades en lo político y económico. Primero, la gran lucha de la humanidad por convertir esas tierras fértiles pero pantanosas e inhóspitas en sitios habitables y fecundos provocó el proceso de sedentarización de los grupos humanos y su consecuente crecimiento demográfico, y segundo, este mismo crecimiento de la población a raíz de cada vez mayores y más forzosos trabajos en la tierra hizo que apareciera un tipo de organización de la población que requiera de un jefe y una burocracia altamente organizada y con esto una marcada jerarquización de la sociedad.
Los símbolos como lenguaje de la religión mesopotámica son el reflejo de esta evolución de la sociedad que comenzó en clanes patriarcales y paso por ciudades- estado hasta llegar a ser “Imperios Mundiales” (Manuel García Pelayo 1969), en donde el hombre, al intentar explicarse la causa o causas de los fenómenos naturales (diluvios, glaciaciones, terremotos, tormentas) y elementos naturales (el sol, la luna, las estrellas o los mares); sólo podía interpretar a la naturaleza hasta donde sus posibilidades le permitieran. De allí que busque darle un sentido divino a todo lo que sus ojos pueden ver como “sobrenatural”.
Es aquí donde comienza lo que la historia reciente denomina politeísmo, religión que cree en la existencia de múltiples dioses. Sin embargo, realmente se puede llamar a las creencias divinas en Mesopotamia el origen del politeísmo? De cualquier manera, la diferencia entre politeísmo y monoteísmo (creencia en un sólo dios) es una cuestión de edades. En las civilizaciones antiguas la creencia en varias deidades es producto de la visión de estos de la naturaleza como gran generadora de vida y de todo lo que existe. Lo que Anu es en Mesopotamia u Horus en Egipto, Zeus en Grecia o Júpiter en Roma, no es más que derivaciones de la naturaleza humanizadas en divinidades, es decir, la naturaleza por encima del hombre.
A través de este pequeño estudio, daremos un esbozo de los aspectos religiosos y culturales en la simbología e iconografía de algunos de los personajes paradigmáticos de la antigüedad en Mesopotamia, y así, obtener un somero conocimiento de su origen y significado.
I
Para estudiar algunos aspectos de la simbología en Mesopotamia, es necesario entender el origen de estos. Como en todas las mitologías, el mito parte de lo primordial y se basa en una idea cosmológica. Los mitos encuentran en los símbolos su forma de expresión, y en la historia oral su fiel mensajera, es por esto que, a medida que pasaron las generaciones, los mitos fueron aumentando hasta llegar a ser numerosos.
El poema babilónico de la creación (Enuma Elish) es el principal de los mitos mesopotámicos por ser el más largo y completo de ellos. Fueron redactados en lenguaje acadio y habla sobre la creación del universo. El poema, escrito en siete tablillas cuneiformes que suman cerca de 1100 versos, se ha reconstruido a partir de los numerosos fragmentos (unos 60) aparecidos sobretodo en Kish, Assur, Sippar y Nínive.
En cuanto a la cronología de los fragmentos conservados, enmarcados en el primer milenio a.n.e., los más antiguos pertenecen al siglo IX y los más recientes al siglo II. El Enuma Elish integraba el ritual de la fiesta de año nuevo en Babilonia y se recitaba en dicha festividad el día cuarto del mes de nisan. Al anochecer, el sacerdote, con la mano levantada en honor de Bel, recitaba todo el texto en una especie de ritual sagrado. El propósito de este era instruir al pueblo en la grandeza del dios.
DIOSES MITOLÓGICOS
En la concepción mesopotámica, el mundo cultural (entendido con el conjunto de los actos humanos) y el mundo natural se ajustan a un orden preestablecido por los dioses. Cada creación del hombre y cada acción de la naturaleza en realidad son acontecimientos que dependen de la voluntad divina, designios preestablecidos y deseos que determinan el orden y garantizan la justicia universal y social. En este sentido los dioses representan la simbología por excelencia de la mitología mesopotámica.
El primer dios de los mesopotámicos es Anu, el más antiguo y supremo de los dioses sumerios, lo denominan “rey de los dioses”, pero por ser un dios tan antiguo no se guardan interpretaciones iconográficas que lo definan. No obstante, era concebido como soberano humano, con esposa e hijos, su emblema era la tiara con cuernos, emblema que otras divinidades también usaron.
Otro de los dioses primordiales de Mesopotamia es Gilgamesh, figura mítica que ha dado origen al primer poema épico que ha llegado hasta nosotros. En la epopeya de Gilgamesh se narran las aventuras de un antiquísimo rey de Uruk, que busca afanosamente la planta de la vida para alcanzar la inmortalidad y dársela a la humanidad. Esta obra se cree que fue escrita a mediados del III milenio a.n.e.
Relieve de Héroe con león pequeño, período de Sargón II (722-705 a.n.e) Museo de Louvre. París.

Esta figura de Gilgamesh es muy típica de héroe mesopotámico. La barba se ajusta a los cánones de expresión formal que vemos en las figuras de los reyes neoasirios. Los rizos están esculpidos en un altorrelieve que confiere un gran volumen a la barba y la cabellera, que reposa, abundante sobre los hombros del héroe. Los detalles anatómicos de la pierna se reproducen con incisiones que dibujan los músculos. El vestido largo, abierto y orlado sobre la falda corta recuerda la indumentaria que aparece en las representaciones del soberano neoasirio. Se desconoce el significado preciso de esta representación, pero posiblemente guarde una relación directa con repertorios figurativos mucho más antiguos que confluyeron en el repertorio iconográfico neoasirio y ensalzan el triunfo de la realeza sobre las fuerzas negativas del caos.
Impronta de cilindrosello de la época neosumeria (siglo XXI a.n.e). Museo Arqueológico Nacional de Teherán.

Esta imagen nos muestra un esquema figurativo que divide el campo de la representación en tres partes definidas: la figura del que recibe, el grupo del fiel que avanza, generalmente introducido por una diosa, y la porción dedicada a la escritura que suele mencionar al dueño del sello.
La figura que está sentada representa a un dios, reconocible por la tiara de cuernos y la asociación con el cisne, que sustituye al trono (más canónico), con larga falda de volantes de lana, recibe al fiel levantando su mano derecha. La segunda figura representa un dios menor, con tiara de cuernos y vestido largo rayado, que introduce al fiel ante la divinidad. La tercera figura es El fiel, con la cabeza rasurada y un vestido largo, es introducido ante el dios mayor por un dios menor. La inscripción dice: “Ibtae, hijo de (nombre no identificado)”(Ascalone 2006). Para ese momento la tiara con cuernos era una indumentaria solamente atribuida a los dioses.

Detalle del busto de la diosa del agua que mana. Museo Arqueológico Nacional Alepo.
Esta otra imagen está representada por Enki o Ea (Acadia) el dios del océano primordial y subterráneo que rodea la tierra. También se asocia a fórmulas mágicas y encantamientos contra demonios, pero sobretodo se suele presentar como el dios que conoce, el dios sabio de las artes y la civilización.
En esta imagen podemos observar ciertos aspectos que nos permiten asegurar que se trata de una deidad. Aunque ya no estén, los ojos estaban hechos con piedras semipreciosas encajadas en las cavidades. La tiara cornuda es símbolo de divinidad. Collar de seis vueltas más grandes en la parte inferior. Con un vestido decorado con incisiones onduladas y peces, sujeta una vasija globular por la que brotaba agua a través de un conducto interno, posiblemente aludiendo a la fertilidad y a la prosperidad.
Otro de los grandes aspectos referentes a la simbología mesopotámica es la importancia que les dan a los dioses de la economía. Para los orientales, la mitología se ha basado en el triunfo de los héroes frente a la naturaleza, por eso, el culto a la fertilidad y al ciclo de la vida, aparte de tener connotaciones humanas, se refiere principalmente a la fertilidad de la tierra y a los ciclos de las cosechas.
Para la religión mesopotámica, Dumizi es el dios que mejor representa la eterna conflictividad de la naturaleza. Es el dios del riego, del cultivo y del renacimiento de los campos. La mitología sumeria lo identifica como dios de ultratumba que todos los años renace para aparearse con la diosa Inanna, una unión que fertiliza los campos y propicia las cosechas.

Macho cabrío empinado sobre una planta con rosetas, procedente de Ur, tumba de pozo del cementerio real de la primera dinastía de Ur, 2400 – 2350 a.n.e. British Museum, Londres.
En esta imagen podemos observar al dios de la fertilidad para los sumerios. El macho cabrío suele asociarse con Dumizi, que en algunos momentos del año sale de los infiernos, donde está confinado, y se una a Inanna para dar fertilidad a los campos y prosperidad a Sumer. El macho cabrío empinado sobre un arbusto con flores abiertas es un soporte, como puede apreciarse por el final de la barra que se asoma detrás del animal. Probablemente para colocar un recipiente ritual. La planta podría representar la vida y simbolizar la vida futura del difunto.
DEMONIOS
También, aparte de la simbología de los mitos de los héroes, existen muchas representaciones de los demonios. Para el hombre mesopotámico los demonios eran seres pertenecientes a otro mundo, con funciones a menudo desdibujadas, mal definidas, pero siempre negativas. En el origen del mundo eran prisioneros del gran dios Anu, que sólo los usaba como mensajeros o como instrumentos para desatar su ira con venganza y castigos. Después consiguieron librarse de la sujeción del gran dios celestial atacando el disco luminoso de la luna y causando eclipses y las tinieblas en las que viven.
Cabeza de Humbaba, período paleobabilonio (siglos XVIIIXVII a.n.e). Museo Nacional de Irak, Bagdag.

En esta imagen observamos a una figura con un aspecto un tanto negroide, muy diferente de los antes expuestos. Humbaba fue el ser monstruoso contra el que se enfrentaron Gilgamesh y Enkidu en uno de los episodios narrados en la epopeya de Gilgamesh. Se cree que la figura de Humbaba tenía un valor apotropaico, es decir, que se usaba para alejar un influjo mágico maligno.

Amuleto del demonio Pazuzu, período neobabilonio (siglo VI a.n.e) Museo de Louvre, París.

En esta imagen demoníaca, muy común a partir del siglo VI a.n.e, a las estatuillas de bronce se añaden otros amuletos con la cabeza gesticulante del demonio. Las cuatro alas son propias tanto de los seres demoníacos como de los genios alados que custodian y vigilan los aposentos privados del rey neoasirio.
AUTORIDADES RELIGIOSAS
No solo dioses y demonios tienes un lugar dentro de la mitología y la simbología mesopotámica, también existen las llamadas autoridades religiosas, figuras ligadas totalmente a la labor en los templos como administradores, interpretadores de sueños o simplemente cocineros. Pero es que el templo en Mesopotamia es el sitio más importante de su cultura. No sólo es la casa de los dioses, también funciona como gran centro burocrático político-administrativo en donde sólo trabajan los elegidos por el rey (patesi).
La función del templo y de sus funcionarios siempre fue crucial para el desarrollo económico, social e intelectual de las sociedades preclásicas del Oriente Próximo antiguo. Aunque la religiosidad condicionó los órganos sociales y las relaciones de un grupo de hombres desde las primeras formaciones de aldeas, hasta la segunda mitad del IV milenio a.n.e. hay pruebas consistentes de un centro religioso que concentraba los recursos económicos y políticos de una sociedad humana, disponiendo de ellos con una organización basada en modelos políticos de centralización y reparto posterior.

Estatua de Ebih-il de Mari, templo de Ishtar, siglos XXVIXXV a.n.e. Museo de Louve, París.
Esta imagen es una viva ofrenda de la simbología clásica que representa la clase sacerdotal en la antigua Mesopotamia. Ebih-il era un alto intendente del templo de Ishtar de Mari, como indica su larga barba y su cabeza completamente rasurada, según las costumbres sacerdotales de la época. La falda de mechones de lana, gruesa y redondeada nos refleja un alto sentido de lo estético en conjunto con el uso de piedras semipreciosas por ojos.
Así pues, a través de estos ensayos sobre la simbología e iconografía de la religión mesopotámica, podemos tener un somero esbozo sobre lo que representan estas figuras y su importancia en la vida espiritual de las poblaciones de esta región. A pesar de que para un completo estudio de los aspectos simbólicos importantes de la religión de Mesopotamia hace falta el análisis de muchos otros símbolos que este trabajo no ha tocado, como la gran presencia de figuras religiosas en los famosos imperios mundiales (Acadio, Asirio, Babilonio) a través de grandes personajes como Lugalsagizi, Hammurabí, Sargón II, Senaquerib, o el estudio del significado religioso de la escritura cuneiforme que podría dar pie para un trabajo monumental; no dudamos que esta es una buena oportunidad para tener un primer acercamiento a la cultura y religiosidad de estas sociedades antiguas.
CONCLUSION
Las sociedades antiguas, basadas en un orden cosmológico jerarquizado que responde a un origen mitológico traspasado cuidadosamente mediante símbolos a través de las generaciones, usan la religión como respuesta a los hechos que para ellos son trascendentes, de tal manera que, hace unos 4500 años el numero de cosas anormales que ellos podían ver era catalogado como divinidad y luego “exaltado” al panteón de los dioses con un nombre, un aspecto antropomórfico y un símbolo.
Por este motivo, en la antigüedad no se puede hablar de religión bajo el término en que hoy la consideramos (conjunto de dogmas que representan una doctrina religiosa basada en argumentos teológicos) sino más bien de prácticas religiosas, llevadas a cabo desde los primeros tiempos y que precisamente emulan y realizan los que en mucho tiempo hicieron los dioses (la atemporalidad del rito). Los rituales monoteístas de la actualidad también son una emulación de los tiempos primigenios, pero a diferencia de los antiguos, estos están basados en dogmas impuestos en la creencia de un ser supremo creador de toda la naturaleza y dios de todo lo visible e invisible, es decir, el hombre por encima de la naturaleza.
REFERENCIAS
• Ascalone. E. (2005). Mesopotamia: Asirios, sumerios y babilonios. Milán. Electa.
• García Pelayo, M. (1969). Las formas políticas delcercano oriente. Caracas. Monte Ávila Editores.
• Garraty, J & Gay, P. (1981). El Mundo Antiguo. Barcelona. Editorial Bruguera.
• Hurtado Leña, M. (2006). Introducción a la Historia Antigua. Caracas: Fondo editorial de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela.
• Stevens, A. (1998). Ariadne´s Clue: A guide to the symbols of humankind. New Jersey. Princeton University Press.
RECURSOS ELECTRÓNICOS
• Azara, P. Arte y mito en Mesopotamia. Recuperado el 14 de enero en: http://www.upf.edu/iuc/jornades/art-mite/ponencia_mesopotamia.pdf
• Blázquez, J. (2001). Mitos de creación en Mesopotamia. Recuperado el 13 de enero del 2010 en: http://www.mistareas.com.ve/Tesis/guia-apa.pdf
• Demange, F. Cylinder Sealof Ibni-Sharrum. Recuperado el 15 de enero del 2010, de http://www.louvre.fr

El libro de los Mapas Mentales (Tony Buzan)

El libro de los Mapas Mentales (Tony Buzan)
Resumen elaborado por Mercedes González

1. Mapas mentales

Tony Buzan, nos ofrece en “El libro de los Mapas Mentales” su estudio de una serie de técnicas esquemáticas y creativas que nos ayudará a conocer el mecanismo de nuestra portentosa máquina cerebral. Con un método sencillo y a la vez sorprendente, presenta una serie de conocimientos y soluciones para que aprendamos a emplear al máximo nuestras capacidades mentales.

Y lo hace a través de un organigrama que refleja nuestros pensamientos de modo ordenado y conciso. Equivocadamente, tenemos la costumbre de anotar nuestras ideas, apuntes, notas y demás en orden lineal, la mayoría de las veces, empleando un solo color para nuestra escritura.

Con ello, no hacemos más que esconder “palabras clave” entre una serie de letras sin sentido que enturbian el buen entendimiento y el proceso de información de nuestro cerebro.

El cerebro, compuesto por un billón de neuronas, tiene una habilidad infinita marcada por cinco funciones principales:

1.- Recepción: Sentidos: gusto, tacto, vista, olfato.
2.- Retención: Memoria retentiva.
3.- Análisis: Proceso de la información.
4.- Emisión: Modo de comunicación; acto creativo, pensamiento.
5.- Control: Funciones mentales y físicas.

Habilidades mentales
1.- Lenguaje.
4.- Ritmo.
2.- Número.
5.- Color.
3.- Lógica.
6.- Imágenes
7.- Percepción espacial
Gestalt: estructura total.

2. Pensamiento Irradiante.-
El mapa mental es una expresión del pensamiento irradiante. (Que irradia: radiante = Lo que resplandece) A través del pensamiento irradiante, recibimos la información, sistema de procesamiento del cerebro. Esta información se dispersa y puede moverse en diferentes direcciones.

“Pensamiento irradiante” a modo de organigrama (mapa mental):
Irradiar (raíz = radiante: lo que resplandece)
Pensamiento
Dispersa
Irradiante
Manifestación= Mapas Mentales
Varias direcciones

Expresión externa del Pensamiento Irradiante
El mapa mental a su vez:
Evolución mental del pensamiento irradiante: Mapa mental. – Dimensiones
1.- Imagen central – Códigos
2.- Forma ramificada
Herramientas – Colores
3.- Palabra clave – Imágenes
4.- Estructura
Características
Mapa mental
Modal conectada
Potencia
Evocación de la información
Creatividad
Memoria

3. Torbellino de ideas (Brainstorming).-

A través del brainstorming nos adentramos en el proceso de información del cerebro humano. Este método, fue desarrollado por Alex Osborn. Con esta técnica podemos generar un número indefinido de ideas a partir de una palabra clave o idea principal. Este ejercicio creativo se suele realizar en grupo para obtener mayores resultados, pero también puede beneficiarnos de forma individual. Para comenzar, podemos escribir en una hoja blanca y grande, o en una pizarra, la palabra clave o idea germinal que queremos desarrollar. Por ejemplo: escribir.

Escribir
A continuación, marcamos un tiempo (Es aconsejable empezar con un par de minutos). También el número de ideas con las que deseamos comenzar. Cada una de las personas que participan en el ejercicio, escribirá una palabra sugerida a raíz de esta primera “Palabra clave”. Es importante respetar las ideas que cada uno aporte.

Como también es importante no detenerse a pensar si aquella idea que nos sugiere la palabra principal está vinculada del algún modo con ésta, o si por el contrario, nos parece inadecuada o incoherente. Lo importante es transmitir nuestro pensamiento principal sin censura y sin pausa.

Al finalizar el tiempo marcado, y una vez obtenido el número de ideas que deseábamos, nos sorprenderá comprobar que aún podemos continuar con el ejercicio una y otra vez, de forma indefinida.

En un ejemplo analizamos un posible resultado:
Buscamos diez asociaciones a la palabra clave: escribir. (Tiempo: 1 minuto)
deseo
organizar
crear
inspirar
Escribir
inventar
plasmar
soñar
consuelo
creatividad
poder verbal

Una vez finalizada esta primera etapa, podemos continuar. Esta vez, vamos a buscar una idea o palabra asociada a cada una de las diez que hemos encontrado. De este modo, buscamos ahora un pensamiento rápido para las palabras:
Sonar
Crear
Inspirar
Creatividad
Inventar
plasmar
Organizar
Desear
Consuelo
Poder verbal
Por supuesto a modo de Mapa mental u organigrama.

Una vez finalicemos esta segunda etapa, podemos continuar con una tercera, una cuarta, quinta, sexta… Con lo cual, comprobamos que nuestra capacidad inventiva es infinita, y que podemos emplear los ejercicios creativos o disparadores de ideas cuando nos enfrentemos al temido, a veces imaginario, bloqueo.

Empleando con acierto los mapas mentales, y valiéndonos del trabajo alternativo con ambos hemisferios cerebrales, podemos encontrar soluciones en todos los campos de la vida.

4. Leyes de cartografía mental.-

Utilizando la metáfora, a través de los ojos de un extraterrestre que visita nuestro planeta para estudiar al ser humano, Tony Buzan, nos recuerda que la inteligencia humana es ilimitada, y que sólo nosotros marcamos los límites de nuestra creatividad, al emplear para expresarnos solamente la palabra.

Partiendo de la necesidad de descubrirnos y enseñarnos a manejar todo el potencial de nuestro cerebro, nos ofrece el ABC de la cartografía mental (Las tres “aes”).
a) Aceptar: Primera fase de nuestro aprendizaje. Olvidar los límites, imaginarios, de nuestra capacidad mental
b) Aplicar: Segunda fase de nuestro aprendizaje. Aplicar las leyes de la cartografía mental, acostumbrándonos a utilizar los mapas mentales siempre que tengamos que tomar notas o preparar conferencias, resúmenes, ensayos, etc.
c) Adaptar: Tercera fase de nuestro aprendizaje. Trabajo continuo con mapas mentales, con la finalidad de potenciar al máximo nuestras habilidades de
cartografía mental.

5. Leyes de cartografía mental / Recomendaciones.-

Las leyes para llevar a la práctica la cartografía mental, tienen la intención de incrementar la libertad mental. No debemos confundir orden con rigidez, ni libertad con caos.
“La autentica libertad mental consiste en crear el orden a partir del caos”

Dichas leyes, se dividen en dos grupos:
a) Leyes técnicas:
Que incluyen el trabajo con énfasis, asociación, claridad expresiva y desarrollo de un estilo personalizado.
b) Leyes de diagramación:
Uso de la jerarquía y orden numérico.

Recomendaciones:
1.- Romper bloqueos.
2.- Reforzar.
3.- Preparar.
Cuando utilizamos énfasis mejoramos nuestra memoria y nuestra creatividad. Para ello, es recomendable emplear imágenes y colores a la hora de elaborar nuestros mapas mentales.

Tony Buzan, nos ofrece una serie extensa de recomendaciones para no caer en la monotonía y en el desorden con nuestros mapas. Y nos anima a emplear imágenes en tres dimensiones, letras de imprenta, códigos tales como círculos, triángulos, subrayados, etc.

Nos habla de la importancia de la sinestesia, fusión o amalgama de los sentidos físicos. Una técnica empleada por muchos memorizadores famosos, escritores y grandes poetas.

El ritmo, la secuencia, la repetición, las imágenes, la llamada a todos los sentidos. Así como los niños tocan, saborean, exploran, cantan, narran historias cautivadoras centradas en mapas mentales. También es importante saber dibujar líneas adecuadas a las palabras. Estas líneas deben
tener la misma longitud que la palabra a la cual se asocian. Las centrales tienen que ser más gruesas y con forma orgánica.

6. Romper los bloqueos.-

Existen diversos métodos para romper bloqueos. Algunos de ellos, pueden ser frutos de nuestra imaginación y creatividad. Tnoy Buzan, nos aconseja emplear los siguientes recursos:

1.- Líneas en blanco.-
Podemos dibujar líneas en el mapa en cual estemos trabajando cuando de nuestra “fuente de inspiración” no fluyan los conceptos. Esto constituye un reto para el cerebro, que de inmediato se verá impulsado a completar los espacios en blanco. Para ello ser recurrirá a la capacidad asociativa.
2.- Realizar preguntas.-
Uno de los métodos creativos mediante el cual nuestros cerebros acumulan redes de conocimiento.
3.- Emplear imágenes.-
Añadiendo imágenes en nuestros mapas mentales, conseguiremos motivar a nuestro cerebro para que cree asociaciones y recuerdos.
Nota: Se recomienda revisar los mapas creados progresivamente. Un día después de haberlo creado, una semana más tarde, un mes, un año, etc.
7. Preparar nuestra actitud mental.-
Es importante prepararnos física y síquicamente antes de comenzar a elaborar nuestros mapas mentales.
Para empezar, debemos saber que mantener una actitud positiva frente a la tarea que nos disponemos llevar a cabo, desbloqueará nuestras capacidades mentales. Nunca debemos pensar en el fracaso, es decir, algunas personas se frustran al observar el resultado de sus mapas, no quedan satisfechos y se juzgan a sí mismos negativamente. No debemos practicar la crítica destructiva con nosotros mismos, si un mapa mental no nos convence lo suficiente debemos mejorarlo. El material de trabajo debe ser el adecuado, aquel que nos estimule y nos resulte agradable.

Lápices de colores, bolígrafos, cuadernos, elegidos cuidadosamente. El espacio, o lugar de trabajo, también puede influirnos de modo negativo o positivo, por ello que debemos preparar un lugar acogedor donde nos sintamos tranquilos, a gusto con nosotros mismos y nuestra soledad.

Una temperatura moderada y una la luz natural relaja nuestra mente y proporciona a nuestro cerebro la información adecuada transmitida mediante colores, formas, líneas, imágenes y dimensiones.
Si la música nos relaja y nos ayuda a abrir las puertas de la inspiración, no dudemos en disfrutar de ella mientras trabajamos. Si nos motiva el silencio, seamos recelosos de nuestra intimidad.

En las siguientes secciones del libro de Buzan, se estudian las diferentes maneras de utilizar un mapa mental, ya sea para llevar a cabo actividades intelectuales, toma de decisiones, organización de ideas personales y ajenas; pensamiento creativo y mentalidad grupal (meta– mente).

8. Toma de decisiones.-

El mapa mental no toma las decisiones por nosotros, pero nos ayuda a pensar, destacando las ventajas, desventajas, valores positivos, valores negativos, y aumentando nuestra capacidad de decisión.

? Toma de decisiones simple:
Conocida como “decisión diádica” (derivado de la palabra griega dyas, que significa “par”). Son decisiones de evaluación que implican opciones simples como: sí/ no, mejor- peor, más eficaz – menos eficaz, etc.
Nos ayuda a valorar las ventajas y las desventajas cuando nos encontramos indecisos a la hora de tomar una decisión. Por ejemplo, cambiar o no de trabajo, estudiar o no una asignatura, comprar o no una casa, etc.
Es importante utilizar imágenes y colores a la hora de elaborar nuestro mapa menta de toma de decisiones. De este modo, el cerebro capta de forma mucho más eficaz los conceptos y las emociones.

Para tomar una decisión diádica, contamos con cinco métodos principales:
1.- Generada por el proceso cartográfico:

En muchas ocasiones, la solución para la toma de una decisión la encontramos durante el proceso de la cartografía, es decir, cuando el cerebro tiene una visión general de todos los datos que se están recopilando, a medida que elaboramos nuestro mapa menta, puede ser que de pronto encuentre la solución, sin necesidad de estudiar más tarde la recopilación de datos añadida en nuestro mapa.
2.- Mediante valoración numérica:
A cada palabra clave se le asigna una puntuación, negativa (-) o positiva (+), numérica del 1 al 100, según la importancia que le demos. Al finalizar, sumamos las puntuaciones, tanto negativas como positivas. El total más elevado nos dará la solución adecuada.
3.- Intuición –superlógica:
Tony Buzan, prefiere definir a la intuición como “una superlógica de la cual se vale el cerebro para considerar un amplio banco de datos a la hora de tomar cualquier decisión. Creando una gama de habilidades corticales mayor que la habitual, con lo que liberan las capacidades intuitivas y supralógicas del cerebro”
4.- Incubación de una idea:
Tras completar el mapa mental para la toma de decisiones, dejamos que nuestro cerebro se tome un descanso. En esos momentos, estudiará todos los datos e incubará una idea. En situaciones de descanso y soledad el cerebro estará más dispuesto a integrar la información, y su toma de decisiones será más precisa y acertada.
5.- Si las valoraciones son iguales:
Puede ser que, tras terminar nuestro mapa menta, no encontremos la solución, ni siquiera una vez llevados a la práctica los cuatro anteriores métodos. Es hora de pensar entonces en las valoraciones del sí y del no. Echar la suerte a cara o cruz. Un momento en el que las emociones demostrarán si tienen o no su decisión tomada de antemano, y que no hayamos sabido descifrar la llamada de nuestro paracerebro. Nos daremos cuenta cuando al lanzar la moneda al aire el resultado sea “cara o cruz”, y dicho resultado nos haya causado alivio o decepción. Poniendo los sentimientos al descubierto.
9. Organizar ideas.-
Tomar notas es un proceso que nos permite organizar nuestras ideas, ya sea de manera diádica o policategórica, siendo esta última algo más complicada.
? Cartografía mental compleja:
Los mapas policategóricos contienen más ramas principales que irradian a partir del centro. El número medio de Ideas Ordenadoras Básicas (IOB), oscila entre tres y siete.
Tony Buzan, nos ofrece los siguientes grupos de ideas ordenadoras básicas, muy útiles para elaborar mapas mentales policategóricos:
.- Cuestiones básicas: ¿Cómo/ cuándo/ dónde/ por qué/ qué/ quién/ cuál?
.- Divisiones: Capítulos/ lecciones, temas.
.- Propiedades: Características de las cosas.
.- Historia: Secuencia cronológica de los acontecimientos.
.- Estructura: forma de las cosas.
.- Función: lo que hacen las cosas.
.- Proceso: Cómo funcionan las cosas.
.- Evaluación: en qué medida son buenas/ valiosas/ benéficas.
.- Clasificación: Cómo ser relacionan unas con otras.
.- Definiciones: Lo que significan las cosas.
.- Personalidades: qué papeles/ personajes asume la gente.

De este modo, nuestro cerebro se ve favorecido para analizar, evaluar, describir y sintetizar la información.

10. Organización de ideas de otras personas.-

Basándose en ocho puntos básicos, – que ofrece en su libro “Cómo utilizar su mente”- Tony Buzan, nos ofrece consejos a tener en cuenta a la hora de tomar notas en una conferencia, un discurso oral, un libro, etc. De modo que se reflejen en ellas el pensamiento original del autor y se añadan además los pensamientos propios de la persona que toma las notas partiendo de un mapa mental policategórico.

Las cuatro funciones esenciales para llevar a cabo la tarea de tomar notas son:
Mnemotécnica – analítica – creativa – conversacional.

Los ocho pasos básicos:
1.- Ojear rápidamente el libro o artículo. De este modo, obtenemos una visión general de cómo está organizado.
2.- Calcular el tiempo que nos llevará el estudio, y el material que emplearemos para cubrir dicho tiempo.
3.- Cartografiar lo que ya se sabe del tema con la finalidad de crear ganchos que darán lugar a establecer conexiones asociativas.
4.- Definir metas y objetivos y completar un mapa mental para cada una de las cuestiones a las que más tarde deberemos dar respuesta.
5.- Obtener una visión general del texto, estudiando el índice y los principales encabezamientos, conclusiones, gráficos, resúmenes, etc.
6.- Visión previa. Prestar atención a los comienzos y finales de párrafos, secciones y capítulos, donde se concentra la información más importante de los temas a tratar. Añadir en el mapa mental lo que se crea conveniente.
7.- Visión interior. Familiarizarse con el resto del texto, pasando por alto, por el momento, los temas más complejos.
8.- Revisión. En esta etapa, se vuelven a revisar los puntos problemáticos que se eludieron en etapas anteriores. Se revisa el texto y se resuelven problemas pendientes. Se completan datos en el mapa mental.

11. La memoria.-

Para aclararnos la relación entre memoria, energía y creatividad, Tony Buzan parte de la historia de Zeus, un mito griego. Zeus, rey de los dioses. Conocido por su forma de seducir a las mujeres más hermosas. Pasaba la mayor parte de su tiempo con la diosa Mnemósine, diosa de la memoria.

Una vez, paso nueve días con sus nueve noches haciendo el amor con ella
apasionadamente. De aquellas nueve noches, nacieron nueve musas.
Las musas representan la creatividad, cada una de ellas es una deidad de las artes:
.- Erato: Poesía amorosa.
.- Calíope: Poesía épica.
.- Talía: Comedia.
.- Melpómene: Tragedia.
.- Euterpe: Poesía lírica.
.- Polimnia: Himnos.
.- Clío: La historia.
.- Urania: Astronomía.
.- Terpsícore: La danza.

Zeus, que simboliza la energía, se une con la memoria produciendo una fertilización llamada creatividad. La mnemotécnica emplea la imaginación y la asociación para crear una imagen. El mapa mental combina todas las capacidades corticales, creando así unos recursos mnemotécnico
multidimensionales, que adoptan una perspectiva unidimensional y bidimensional.

Un pensamiento creativo combina dos elementos para obtener un tercero. El mapa menta mnemotécnico y el multidimensional se componen con los mismos elementos de diseño y mecanismo. El mapa mnemotécnico multiplica los poderes de la memoria y el multidimensional y/o creativo aumenta de modo infinito el pensamiento creativo.

? Los beneficios de un mapa mental mnemotécnico:

En él se emplean todas las habilidades corticales, lo cual potencia el recuerdo. Se activa el cerebro en todos los niveles, fortaleciendo su estado de alerta.
Formado por un diseño atractivo, consigue la atención el cerebro, que quiere volver una y otra vez sobre ellos, ayudando a la memoria. Son un reflejo de pensamiento creativo y mantienen un alto nivel de rememoración. Utiliza todas las capacidades de un individuo y favorece las actitudes físicas del cerebro. Se consigue un método de evocación que incrementa la confianza del individuo, le motiva y activa de forma asombrosa su funcionamiento mental.

12. El pensamiento creativo.-

Los cinco objetivos principales a la hora de elaborar un mapa mental que tenga como origen un pensamiento creativo son:

1.- Producción explosiva de ideas.

Comenzamos dibujando una imagen centrar (palabra clave). Ramificamos ideas, incluso las absurdas, que por lo general dan lugar a las ideas más significativas de un mapa mental. Lo importante es saber que el pensamiento creativo no es más que hacer las cosas tal y como siempre las hemos venido haciendo, aunque quizás, prestando algo más de atención a nuestros actos.

Genio… es la capacidad de ver diez cosas donde el hombre común ve una, u donde el hombre de talento ve dos o tres, sumada a la facultad de registrar esa percepción múltiple en el material de su arte.
(Cita: Ezra Pound)

2.- Primera reconstrucción y revisión.

Dejamos que el cerebro descanse haciendo una breve pausa. A raíz del estudio de las ideas aportadas en el primer mapa mental, comenzamos a elaborar un nuevo mapa en cual se identifiquen y desarrollen las ramas principales del primero. Las ideas que a priori nos parezcan absurdas se deben tener en cuenta, identificándolas de modo diferente. (rodeándolas con un círculo, un triángulo, cambiando el color, la dimensión, etc.) Son ideas que con mucha probabilidad darán lugar a una nueva imagen central.
3.- Incubación de ideas.
Llevaremos a cabo la incubación de ideas cuando nuestro cerebro este relajado, lo cual potencia su capacidad creativa y asociativa.
4.- Segunda reconstrucción y revisión.
En esta etapa, el cerebro ya tiene un enfoque general del primer y segundo mapa mental. Es aconsejable, en este punto, elaborar de inmediato otro mapa mental, con lo cual conseguiremos una fuente de ideas que consolidará los resultados recopilados en los mapas mentales anteriores.
5.- Etapa final.
Es hora de buscar la solución y tomar la decisión adecuada. Volvemos al pensamiento creativo original.
13. Mapa mental en grupo.-
Al poder combinar las ideas y las capacidades creativas de un grupo de individuos los resultados son ilimitados.
Las aplicaciones del mapa mental en grupo serán las siguientes:
.- Creatividad conjunta.
.- Evocación combinada.
.- Resolución y análisis de problemas en grupo.
.- Toma de decisiones en grupo.
.- Administración de proyectos en grupo.
.- Entrenamiento y educación en grupos.

? Etapas del proceso de creación de mapas mentales en grupo.
1.- En primer lugar se define el tema (Palabra clave).
2.- Cada individuo elaborará un mapa mental individual.
3.- Después, analizan e intercambian ideas con respecto al mapa mental que cada uno ha confeccionado.
4.- Se elabora el primer mapa mental en grupo.
5.- Se van formando ideas.
6.- Se reconstruye un nuevo mapa mental y se revisa una vez terminado.
7.- Se analiza y se toman las decisiones adecuadas.

Al elaborar un mapa grupal, la mente se beneficia de las contribuciones individuales, aumentando su capacidad para seguir aportando ideas. Se refuerza el espíritu en equipo y se crea un consenso emergente. Toda idea aportada por cualquier miembro del grupo debe ser aceptada sin realizar críticas por absurdas que puedan parecer.

14. Utilidad de los mapas mentales.-

Llegados a este punto en la lectura, estudio y compresión de “El libro de los Mapas Mentales” de Tony Buzan, estaremos capacitados para llevar a la practica la confección de mapas de forma individual o grupal. Con lo cual, tenemos en nuestras manos la oportunidad de incluir en nuestras vidas este concepto creativo, que nos ayudará en la toma de decisiones, en la gestión de nuestro tiempo, en la organización y reconstrucción, por qué
no, de nuestras vidas.
Las formas prácticas en las cuales se pueden emplear los conocimientos adquiridos acerca de los mapas mentales pueden ser en diferentes niveles.
.-
A nivel personal:
1.- Autoanálisis.
2.- Resolución de problemas.
3.- Agenda.
.- A nivel familiar:
1.- Narración de cuentos e historias.
.- A nivel educacional:
1.- El pensamiento.
2.- La enseñanza.
3.- Crear un mapa mental maestro.
.- A nivel profesional:
1.- Reuniones.
2.- Conferencias.
3.- La dirección.
4.- Cartografía mental por ordenador.
.- A nivel de futuro:
1.- Hacia un mundo mentalmente educado y regido por el pensamiento irradiante. Llegados a este punto, Tony Buzan nos ofrece una serie de instrucciones concisas y precisas con respecto a la elaboración de mapas mentales para cada uno de los niveles anteriormente descritos.

Para ello, seguiremos las leyes de cartografía mental estudiadas anteriormente. Siguiendo las siguientes pautas para cada uno de los niveles:

? Nivel personal.-

1. autoanálisis:
Una vez preparado un lugar de trabajo adecuado y unos materiales de calidad, que nos permitan trabajar con de forma estimulante, partimos de unas ideas ordenadoras básicas para comenzar a elaborar nuestro mapa de autoanálisis. Algunas de estas ideas organizadoras que pueden sernos más útiles son:
.- Historia personal (pasado, presente y futuro).
.- Puntos fuertes.
.- Puntos débiles.
.- Lo que nos gusta.
.- Lo que no nos gusta.
.- Objetivos a largo plaza.
.- Familia.
.- Amigos.
.- Logros.
.- Aficiones.
.- Emociones.
También nos recomienda emplear otras ideas ordenadoras básicas, referidas a orientaciones que puedan estar tomando nuestra vida, u objetivos que deseemos alcanzar en un futuro próximo.
.- Aprendizaje.
.- Conocimiento.
.- Negocios.
.- Salud.
.- Viajes.
.- Ocio.
.- Cultura.
.- Ambiciones.
.- Problemas.

Una vez completado nuestro mapa mental de autoanálisis pasamos a la toma de decisiones. Si queremos ayudar a otras personas para que se autoanalicen, podemos seguir los mismos pasos partiendo de ideas ordenadoras similares a las ya nombradas. Dejaremos que la persona a la que pretendemos analizar nos dicte lo que piensa partiendo de una imagen central que nosotros dibujaremos y que dicha persona nos habrá descrito.

2. Resolución de problemas:
El proceso para la elaboración de mapas mentales para la resolución de problemas, es el mismo que para el autoanálisis. La única diferencia es que la atención se presta en un rasgo o característica personal causante de la preocupación.

3. Agenda:
Tony Buzan, nos anima a tomar datos en nuestra agenda personal a modo de mapa mental, empleando símbolos, colores, dibujos, etc. Y elaborando un plan anual, mensual y diario, que nos ayude a planificar nuestra vida personal y profesional, empleando para ello ideas ordenadoras tales como:
.- La salud.
.- La familia y los amigos.
.- La creatividad.
.- El trabajo.
? Nivel familiar.-
Resulta ameno y divertido inventar una historia en familia empleando mapas mentales. Aunque quizás sea un método complejo para los más pequeños, puede ser también una forma de cultivar y aumentar sus capacidades creativas.
Para la creación de mapas mentales en la narración de cuentos e historias, podemos valernos del brainstorming, y después reconstruir, revisar, incubar ideas y revisar siguiendo las aplicaciones ya explicadas para la confección de mapas grupales.

Para comenzar a elaborar una historia partiendo de un mapa mental podemos emplear ideas ordenadoras básicas tales como:
.- Trama.
.- Colores.
.- Personajes.
.- Imágenes.
.- Tema.
.- Moraleja.
.- Ambiente.
.- Sentimientos.
.- Nivel de lenguaje.
.- Desenlace.

Igualmente podemos elaborar mapas mentales en familia para ayudar a los más pequeños con la lectura de los libros de texto, como método para mejorar las capacidades intelectuales de cada miembro, o como simple diversión lúdica y creativa.

? Nivel educacional.-

1. El pensamiento:
Aplicación de los mapas mentales para el dominio del pensamiento y toma de notas; actividad de preparar ensayos, exámenes y proyectos o informes.
Para llevar a la práctica estas aplicaciones, identificamos primero los elementos esenciales del tema en un mapa mental, para después emplear dichas notas y comenzar a redactar el texto con una estructura lineal.

Los pasos a seguir:
.- Imagen central que represente el tema.
.- Selección de ideas ordenadoras básicas.
.- Elaborar las ramificaciones y comenzar a incubar ideas.
.- Descanso y primera revisión
.- Primero borrador lineal a partir de las ideas concebidas en el mapa mental. – De surgir el “Bloqueo”, elaborar un nuevo mapa.
.- Revisión del mapa mental. Ultimar el ensayo. Añadir las remisiones necesarias y los propios argumentos.

.- Cartografía mental en los exámenes.
Consejos:
.- Leer las preguntas y seleccionar aquellas que quieras responder. Crear minimapas mentales de las ideas que surgen mientras leemos los enunciados.
.- Decidir en qué orden responderemos las preguntas.
.- Comenzar a practicar con la creación de mapas mentales de producción explosiva de ideas.
.-Responder las preguntas según el orden marcado.
Podemos emplear los mismos consejos para elaborar informes o preparar proyectos.
2. La enseñanza:
La enseñanza es una de las profesiones más importantes en nuestra sociedad, pues con ella cultivamos nuestro intelecto. Por ello que sea imprescindible que el profesor esté totalmente cualificado para llevar a cabo su tarea profesional, ya que de su manera de planificar y exponer los temas de estudio se logrará un desarrollo facultativo de capacidades intelectuales satisfactorio para los alumnos a los cuales instruya.

Si el profesor enseña a sus alumnos a manejar con soltura las leyes de cartografía mental, ahorrará tiempo y conseguirá motivar a sus discípulos en el aprendizaje de cualquier tipo de tarea. Con lo cual se multiplicará el éxito en los exámenes.

Los beneficios al trabajar con mapas mentales en la enseñanza serán:
.- Despertar el interés de los estudiantes, motivarles y conseguir que aumente notablemente su capacidad receptiva.
.-Hacer de las aburridas lecciones, temas de presentación atrayentes, espontáneos, creativos e incluso divertidos.
.- Mejorar la nota global de la clase.
.- Ahorro de tiempo y más capacidad para recordar lo estudiado.
.- Comprensión profunda de cada tema.
.- Reducir el volumen de hojas que ocasiona el texto lineal a la hora de tomar notas.
.- Mejorar el aprendizaje en la educación especial.
3. Mapa mental maestro:
Vamos a cartografiar mentalmente un libro. Para ello dividimos en dos partes nuestra tarea: preparación y aplicación.
? Preparación.-
.- Comenzamos con un vistazo general del libro, para después crear una imagen central (10 minutos).
.- Fijamos los objetivos, tiempo y cantidad (5 minutos).
.- Cartografiamos mentalmente lo que ya podamos conocer sobre el tema (10 minutos).
.- Definimos los objetivos en un mapa mental (5 minutos).
? Aplicación.-
.- Visión global. Añadir las ramas principales del mapa mental.
.- Visión previa. Primer y segundo nivel de cartografía mental.
.- Visión interior. Rellenar los detalles del mapa mental.
.- Revisión. Acabar el mapa mental.
Nota: Los tiempos son orientativos, ya que depende de la cantidad de material a estudiar. Los beneficios son varios e importantes, ya que al elaborar un mapa mental de un libro, de una conferencia, videos, películas, etc. conseguimos en principio tener una visión global en todo momento de los temas más importantes. Reducimos espacio y ahorramos tiempo.

Ofrecemos al cerebro un foco central y una estructura dentro de la cual integrar los conocimientos de cualquier tema. Relacionar nuestros propios pensamientos e ideas con los expresados por el autor del libro, conferencia, presentación, etc. Refuerzan el recuerdo y la comprensión. La revisión y el repaso son más satisfactorios.

? A nivel profesional.-
1.- Reuniones.
2.- Conferencias.
3.- La dirección.
4.- Cartografía mental por ordenador.
Partiendo de las leyes de cartografía mental ya estudiadas, podemos mejorar de modo sobresaliente en nuestro puesto laboral. Si nos acostumbramos a trabajar partiendo de mapas mentales para organizar reuniones, preparar conferencias e incluso dirigir nuestra propia empresa tendremos el éxito garantizado.

Gracias a los avances de las nuevas tecnologías, podemos sustituir las hojas y los lápices de colores por el ordenador, ya que existen una serie de programas de gran utilidad para llevar a la practica la confección de mapas mentales. Tony Buzan nos recomienda trabajar con el programa Min Map Plus.
? A nivel de futuro.-
En el último capítulo de “El libro de los mapas mentales”, se revisan las tendencias actuales y estimulantes del pensamiento y del cerebro, que dan lugar, tal y como Tony Buzan nos dice, a una nueva especie de heroínas y héroes: las estrellas del cerebro. A su vez, se examinan las implicaciones del pensamiento irradiante y de la cartografía mental en nuestro futuro.

1. La revolución de la inteligencia:
En el año 1992, se comienza a prestar gran atención a las capacidades del cerebro humano. Muchas revistas y periódicos publicaron artículos importantes acerca del funcionamiento cerebral. La educación mental presenta un creciente interés internacional. Se define la alfabetización mental como:
“La compresión del alfabeto y de los números y sus infinitas permutaciones y
combinaciones. La alfabetización mental quiere decir comprender el alfabeto del cerebro en su constitución biológica y en su actividad, especialmente del córtex, las células cerebrales, el aprendizaje, la memoria y la creatividad”.

Quizás el problema radique en que el individuo no esté mentalmente educado, y ponga límites inconscientes en su capacidad mental para reflejar con éxito su pensamiento irradiante. La aplicación de los principios del pensamiento irradiante al cerebro, permite que sobresalgamos empleando un mínimo esfuerzo al realizar tareas intelectuales como elegir, recordar y ejercitar el pensamiento creativo. Si aprendemos a reconocer la arquitectura de nuestro pensamiento y nos empeñamos en educar nuestra mente, llegaremos a ser “grandes cerebros”.

Leonardo da Vinci ideó su propia fórmula para el cultivo de una mente completa:
1.- Estudia la ciencia del arte.
2.- Estudia el arte de la ciencia.
3.- Cultiva tus sentidos, en especial el de aprender a ver.
4.- Comprende que todas las sosas se interconectan.
“Cultivad todas vuestras habilidades corticales y la gama total de los mecanismos preceptores de vuestro cerebro, y daos cuenta de que vuestro cerebro funciona de forma sinérgica, y es un mecanismo de asociación infinito e irradiante en un universo irradiante”
Leonardo da Vinci.
Tony Buzan se despide con las siguientes frases, que creo pueden ser el centro y objetivo “El libro de los mapas mentales”.
El factor principal, casi cegadoramente obvio, es el tema central de este libro, que en gran medida registra, controla y dirige el resto de la educación: El cerebro humano y su facultad, el pensamiento irradiante. En nuestra creciente comprensión de este órgano increíblemente complejo y misterioso, en nuestro entendimiento cada vez mayor de la familia humana y en nuestro conocimiento actual de la interconexión y la relatividad de todas las cosas, reside nuestra esperanza para el futuro.

Ediciones Prometeo Liberado publica nuevo poemario de Guillermo Campos: En torno a…ti.

Ediciones Prometeo Liberado publica nuevo poemario de Guillermo Campos: En torno a…ti.
SAN SALVADOR, 17 de diciembre de 2015 (SIEP) “Es un canto a la belleza de la mujer…”indica el poeta salvadoreño Guillermo Campos, refiriéndose a su última publicación En tono a…ti, que publicada por Ediciones Prometeo Liberado, viene a sumarse a su ya extensa obra literaria.

Guillermo Campos es docente ya por muchos años del Departamento de Filosofía de Universidad de El Salvador, UES, y además de su compromiso ético con la lucha por la justicia y la verdad, se ha caracterizado por incursionar en el difícil arte de componer versos por lo general de tono intimista y testimonial.

En relación a su obra, Johana Ocaño, académica colombiana, ha manifestado que esta última obra de Campos va “dirigida a todas las expresiones de amor que identifican el sentir del ser humano ya sea de amor o desamor, manteniendo la estética y a la vez la espontaneidad que le da magia y brillo a sus escritos.”

Por su parte, Ricardo Martínez Martínez, investigador y docente mexicano, afirma que la obra de Campos “es una combinación de intimidad, de encuentro con la naturaleza, de música y descripción de momentos tan especiales que mueven un sentimiento hermoso como es el amor…”

“No hay que confundir memoria con historia”, dijo Pierre Nora

“No hay que confundir memoria con historia”, dijo Pierre Nora

La visión del filósofo y académico francés
SEGUIR
Luisa Corradini
LA NACION
Miércoles 15 de marzo de 2006

PARIS.- Además de inventar una nueva forma de narrar la historia, Pierre Nora consiguió establecer una línea demarcatoria entre dos conceptos cercanos y con frecuencia contradictorios: “No hay que confundir memoria con historia”, dice.

De una curiosidad sin límites, Nora siempre pensó que, en un mundo presa de la inmediatez, la mejor forma de transmitir la historia de una nación es a partir del presente. De esa convicción nacieron, entre 1984 y 1993, una obra monumental y un concepto: les lieux de mémoire (sitios de la memoria). Durante más de diez años, con la ayuda de 130 historiadores, estableció la geografía sentimental de la nación francesa.

En esa obra, reunida en tres tomos, se combinan libros, hombres, parajes y conceptos: la catedral de Reims, la batalla de Waterloo, el libro de Proust “En busca del tiempo perdido”, Vichy, Versalles, Juana de Arco, Víctor Hugo, “La Marsellesa”, la República, el Tour de Francia, la Torre Eiffel y las Galerías Lafayette.

Una mitología francesa sobre la cual su autor dice: “Lo novedoso de esta manera de escribir la historia es que rompe con el hábito cronológico. Partimos del presente para hacer un inventario de aquellos objetos, hombres o lugares que pertenecen a la herencia colectiva”.

Pierre Nora nació en 1931, en una familia judía de la burguesía parisiense. Hijo de un reputado cirujano, a los 12 años salvó su vida tirándose por una ventana para escapar de la Gestapo. Para olvidar, consagró su vida al estudio: es doctor en historia, en letras y en filosofía; profesor universitario; ensayista, y miembro de la Academia Francesa.

En 1980 fundó la revista académica Débat, que todavía dirige. Desde 1966, cuando comenzó a colaborar con Gallimard, es considerado el editor de ciencias humanas más importante de su generación: publicó, entre otros, a Pierre Foucault, Raymond Aron, Jacques Le Goff, George Dumézil, Elias Canetti y George Duby.

¿Quién mejor que él para explicar las razones de la crisis de identidad que atraviesa Francia en estos momentos? ¿Por qué este país se debate entre las reivindicaciones de todas sus minorías étnicas, religiosas o sexuales que tratan de imponer sus propias memorias a la mayoría nacional? En un mundo globalizado, el problema no es exclusivamente francés: las respuestas del historiador tienen alcance universal.

-La agitación de los últimos meses en Francia da la sensación de que la gente ya no sabe muy bien la diferencia que existe entre memoria e historia. ¿Cuál es esa diferencia?

-Memoria e historia funcionan en dos registros radicalmente diferentes, aun cuando es evidente que ambas tienen relaciones estrechas y que la historia se apoya, nace, de la memoria. La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformaciones, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual. Por el contrario, la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controlados, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo. La memoria depende en gran parte de lo mágico y sólo acepta las informaciones que le convienen. La historia, por el contrario, es una operación puramente intelectual, laica, que exige un análisis y un discurso críticos. La historia permanece; la memoria va demasiado rápido. La historia reúne; la memoria divide.

-¿Por qué ese abandono de una conciencia colectiva nacional en beneficio de esas reivindicaciones de la memoria?

-Hubo un cambio en la naturaleza misma del trabajo del historiador. Los historiadores fueron durante mucho tiempo los depositarios de la memoria comunitaria en la medida en que tenían, casi, el monopolio de la interpretación, que, de paso, no era libre, porque con frecuencia el historiador era instrumento del poder. Con el tiempo, el historiador se independizó, para asumir una actitud científica. Pero casi al mismo tiempo apareció una vida mediática densa, que contribuyó a crear una forma de memoria colectiva, independiente del poder puramente científico. Las tragedias del siglo XX contribuyeron, en gran medida, a democratizar la historia, es decir, a hacerla vivir. El hombre comenzó a sentir que lo que vivía era la historia, contrariamente a lo que sucedía en las sociedades campesinas tradicionales. Cuando un campesino vivía, no tenía el sentimiento de que lo que hacía se inscribía en una gran corriente o tenía un significado que superaba su propia vida y la de su familia. Todo cambió cuando el hombre comenzó a decirse que no vivía en la tradición, sino en la historia.

-¿En qué momento comenzó ese proceso?

-Simbólicamente, cuando Goethe dijo en Valmy: “Usted podrá decir «yo estuve» [se refiere a una frase del autor alemán en su libro “Campañas de Francia y de Maguncia”, publicado en 1817, sobre la batalla de Valmy entre franceses y prusianos]”. En otras palabras: “No crea usted que está viviendo un hecho anodino; está viviendo una batalla de gran importancia histórica”. Desde entonces el mundo comenzó a valorar al testigo. El testigo se transformó en aquel que conserva la memoria viva para hablar del drama europeo de 1914, del drama comunista, de la guerra de colonización, de la colonización mundial. El problema es que ese personaje tiene un gran valor histórico, pero no decisivo. Allí es donde comenzó el drama actual. Lo que vivimos desde hace 20 años es el paso de una memoria modesta, que quería hacerse reconocer, de una cantidad de víctimas que querían que sus penas y sufrimientos fueran tenidos en cuenta, a una memoria que se pretende dueña de la verdad histórica, más que toda otra forma de historia, y que está dispuesta incluso a querer cerrarles la boca a los mismos historiadores. En 20 años, hemos pasado de la defensa del derecho a la memoria a la defensa del derecho a la historia.

-¿Esto quiere decir también que las sociedades de los países occidentales Francia, por ejemplo estarían en vías de dejar de vivir su historia para vivir numerosas y diferentes historias?

-El ejemplo francés es muy apropiado. Creo que Francia es, en este momento, una especie de caldo de cultivo particularmente sensible por numerosas razones. La primera es que siempre tuvo una relación particularmente intensa con la historia. Desde el siglo X, la relación de Francia con su pasado se intensificó cada vez más, porque la historia fue el instrumento formador de la conciencia cívica y nacional. La historia fue la disciplina prioritaria que hacía de los niños unos auténticos franceses. De esta manera, la historia cumplió un papel capital, porque consiguió reprimir las memorias, limitarlas al seno de las familias, al ejercicio privado. Un niño podía ser hijo o nieto de un aristócrata asesinado en la Revolución, hijo de un obrero asesinado en la Comuna, judío emancipado desde hacía poco, inmigrante o bretón? Pero cuando estaba en la escuela era un pequeño francés como cualquier otro, que recitaba “nuestros ancestros, los galos”. Lo que sucedió en los últimos 40 años es que se rompió ese doble registro privado/público y que esas memorias particulares de las minorías en vías de emancipación y de integración en el colectivo nacional reclaman ser como las demás, reconocidas por la mayoría nacional, y, a la vez, conservar algo de sus identidades. Algo que llaman “su” memoria.
-Y que lo es…

-Sí. Cada comunidad tiene su propia historia. Los obreros tienen una memoria obrera que comenzó a establecerse cuando la clase obrera estaba desapareciendo. Comenzamos a hablar de memoria campesina en los años 70, cuando no había más campesinos en Francia. Por entonces, el porcentaje de la población activa ocupada en la agricultura cayó por debajo del 10%, mientras que después de la Segunda Guerra Mundial alcanzaba el 45%. Se comenzó a hablar de memoria femenina sólo con la emancipación y la integración de la mujer en la sociedad francesa.

-En otras palabras, ¿la memoria sectorial o comunitaria aparece después de una conmoción o de una tragedia?

-En cierto sentido. Las guerras, los genocidios, los totalitarismos? La Shoa es el ejemplo perfecto de la matriz memorial. Fue justamente Auschwitz lo que dio origen a la expresión “deber de memoria”.

-Esta necesidad de memoria particular parece estar provocando una crisis de identidad nacional en Francia.

-Porque el sujeto nacional portador de esa ideología de la nación está en grave crisis. A las guerras, a la reducción del poderío, a la crisis del modelo, a la dificultad de la transmisión del mensaje se agregaron cantidad de cosas en los últimos 40 años. Francia tiene, desde entonces, una historia en migajas que provocó una profunda fisura en el nivel de su memoria. Piense en la Segunda Guerra Mundial y en el gobierno colaboracionista de Vichy. Francia salió de esa experiencia trágicamente dividida: había una memoria de los resistentes, una memoria de los racistas, una memoria colaboracionista, una de los ocupados y otra de los no ocupados, de los prisioneros…
-¿Por qué ese desgarramiento?

-Porque cada uno creía encarnar una parte real de este país.

-¿Fue en ese momento cuando la historia oficial de Francia comenzó a ser difícilmente transmitida?

-En efecto. En las escuelas comenzó a ser muy difícil transmitir una memoria oficial. A eso se agregó el drama de la descolonización amplificada por la guerra de Argelia, porque, a diferencia de los ingleses, los franceses manejamos muy mal ese proceso. Y porque teníamos en esas colonias una verdadera población francesa. Argelia, por ejemplo, no era simplemente una colonia, sino mitad colonia y mitad departamento francés. La descolonización fue una auténtica guerra civil. Los franceses vivimos la guerra de Argelia como los norteamericanos vivieron la Guerra de Secesión.
-Un nuevo desgarramiento.

-Fue un traumatismo nacional, un desgarramiento de la conciencia, al mismo tiempo que el fin de la proyección mundial de Francia y un regreso a las fronteras nacionales. En ese mismo momento comenzaron a nacer las obligaciones europeas, que disminuyeron las libertades y soberanías de los franceses.

-En los últimos años hay en Francia una tendencia a dictar leyes que sacralizan las memorias sectoriales: la ley Gayssot, que considera crimen toda actitud negacionista; la ley Taubira, que califica la trata de negros de crimen contra la humanidad; por fin, un artículo de ley, en 2005, que preconizaba la “necesidad de enseñar en las escuelas el papel positivo” de la colonización francesa (artículo que acaba de ser anulado por el Consejo Constitucional). Muchos historiadores siempre estuvieron en contra. Usted en primer lugar.

-Porque la historia no puede ser dictada por los legisladores. Eso sucede sólo en los países totalitarios, no en una democracia. Si cada hecho histórico se vuelve intocable tras haber sido declarado por ley genocidio o crimen contra la humanidad, se está condenando a muerte la investigación histórica y, por ende, cristalizando la historia de una nación. Cuando, en 1990, se comenzó a discutir la ley Gayssot, yo me opuse. Por entonces trabajaba sobre la memoria y, a pesar de las buenas intenciones de ese texto, pensaba que estábamos poniendo el dedo en un engranaje del que no podríamos salir. Comenzaríamos con los judíos y continuaríamos con todas las demás comunidades.
-Y así fue.

-Sí. Si no conseguimos poner freno a esta desviación, mañana veremos en Francia a los protestantes venir a reclamar al Estado una ley en nombre del “genocidio” por la masacre de San Bartolomé en 1572, o a los habitantes de la Vendée por las víctimas de la contrarrevolución entre 1793 y 1796. Nunca terminaríamos. Lo que en realidad es preocupante es un peligroso aumento de la ideologización de “la” víctima en todo el mundo.

-¿Cuál es la diferencia entre lo que usted llama ideologización actual de las víctimas y la posición de la izquierda europea en los años 60, cuando comenzó a denunciar la colonización, la marginación y otras formas de explotación?

-El problema es que esa izquierda ha dejado de existir. La actual ya no tiene más nada que decir y nada más para hacer. Le queda una sola cosa: indicar lo que está bien y lo que está mal. Entonces se apodera de los temas históricos y trata de convertir la historia en purgatorio de la humanidad.

-Pero ¿por qué la gente es ahora sensible al ejercicio de la memoria sectorial en vez de pensar en la historia?

-Debido a la supremacía del presente. En el mundo actual, el presente se ha vuelto el juez supremo. Es el registro de temporalidad con el que vivimos nuestro cuerpo, nuestra vida familiar, nuestro placer y nuestro juicio del pasado. En Francia, el peso del presente se traduce, por ejemplo, en algo tan simbólico como haber permitido a las parejas dar a los niños el apellido paterno o materno indistintamente. Eso es una ruptura de la genealogía y de la filiación. Dentro de dos o tres generaciones, nadie sabrá de quién desciende. Y nadie parece darse cuenta del significado profundo que tendrá ese cambio para la sociedad. Esto quiere decir, entre otras cosas, que las personas han dejado de vivir para sus hijos: sólo viven para sí mismas. Creo que estamos ante un oscurecimiento completo de la proyección de futuro.

-En otras palabras, ¿el hombre moderno ha dejado de saber adónde va?

-Así es. Cuando uno sabía vagamente, o creía saber, adónde iba, era posible saber de dónde venía. Usted y su familia se transformaban, entonces, en un instrumento de transmisión, aun cuando los historiadores eran quienes permitían al pasado preparar el futuro. Pero a partir del momento en que los hombres dejan de saber adónde van, que las cadenas interpretativas han dejado de permitirles proyectarse en el futuro, es necesario constatar que estamos en una situación totalmente imprevisible.

-Chesterton decía que cuando los hombres dejan de creer en Dios terminan creyendo en cualquier cosa. ¿Eso se podría aplicar a la historia?

-Perfectamente. Y si se deja de creer en la historia, en cualquier historia, que vaya hacia alguna parte, tampoco se sabe qué es lo que hay que retener del pasado para justificar el futuro. Es entonces cuando el hombre se pone a vivir bajo el control absoluto del presente y termina por juzgar la historia con los criterios del presente. Esa idea de crimen contra la humanidad que invocan todos esos grupos memoriosos es una noción que data de Nuremberg. La idea de aplicarla a fenómenos que sucedieron hace cinco o seis siglos es aberrante. Esto no quiere decir que no hubo horrores. Al contrario. Toda la historia de la humanidad está repleta de crímenes contra la humanidad. Pero si toda la historia se vuelve una serie de crímenes contra la humanidad, ¿por qué enseñarla? Sólo nos queda expiarla.

-En esas condiciones, ¿cuál es el papel que le queda al historiador?

-Creo que somos más necesarios que nunca. En un mundo delirante, es imprescindible que reasumamos una misión de vigilancia intelectual, racional y cívica. La tarea del historiador es ayudar a la sociedad a reflexionar sobre sí misma, pero sin emitir juicios de valor. No tiene razón de ser un historiador obligado a llegar a conclusiones políticamente correctas. Los historiadores no tienen lugar en un mundo donde sólo reinan el “bien” y el “mal”.

Biografía y ‘perfil’ del movimiento obrero.

Biografía y ‘perfil’ del movimiento obrero. Algunas reflexiones en torno a un Diccionario biográfico del movimiento obrero de América Latina1

Biografia e ‘perfil’ do movimento operário. Algumas reflexões sobre um Dicionário biográfico do movimento operário na América Latina
Robert Paris2

RESUMEN: Las siguientes reflexiones provienen esencialmente y son incluso inseparables – de ahí su carácter por lo general provisorio– del trabajo siempre in fieri que constituye la preparación de un Diccionario biográfico del movimiento obrero de América Latina; trabajo al cual me he dedicado durante una quincena de años completamente solo y de manera casi “artesanal”, hasta haber conseguido interesar y asociar a un pequeño grupo de estudiantes y de jóvenes historiadores, en su mayoría latinoamericanos.[3] Alumnos de la École des Hautes Études en Sciences Sociales.[4] Asimismo, quisiera mencionar aquí, aunque rápidamente, los orígenes de este proyecto de Diccionario, ubicándolos en la historia de su génesis y de su producción teórica y práctica a la vez. Reflexiones que, me parece, pueden provocar una ruptura en el marco formal de la epistemología y admitir nuevos desafíos.
PALABRAS CLAVE: biografía, movimiento obrero, diccionario, Perú, epistemología.
El proyecto del Diccionario nació, pues, en 1964 cuando, apoyado por Ruggiero Romano, me comprometí en una investigación sobre la “Formación ideológica de José Carlos Mariátegui”, la que rápidamente me llevó, con la ayuda del clima político de entonces, a buscar una visión de conjunto de América Latina y, en primer lugar, de su movimiento obrero. Trabajando sobre Mariátegui, el Diccionario debía primero responder a exigencias de tipo prácticas: se trataba de conocer de cerca las dramatis personae, a los militantes obreros, Carlos Barba, Adalberto Fonken, Delfín Lévano, Julio Portocarrero, que cruzaron el itinerario de Mariátegui, así como verificar el sentido o el contenido efectivo de ciertas formulas –“agitador obrero”,[v] por ejemplo- encontradas durante mi investigación y no tanto con el fin de evitar equívocos y malentendidos, sino para aprehender las representaciones –sobre todo la del movimiento obrero- que atraviesan o implican la escritura política de los Siete Ensayos. Así, del conjunto de estas biografías, esperaba conseguir un “perfil” del movimiento obrero peruano, proyecto que plantea problemas de legitimidad que trataré más adelante, pero que explica a su vez el “perfil” del Diccionario.
De ninguna manera se trata de constituir una galería de “hombres ilustres” o un Gotha únicamente de dirigentes del movimiento obrero. Por el contrario. El proyecto hace suyas, al igual que para toda América Latina, algunas de las exigencias expresamente provocadoras planteadas por Jean Maïtron desde la aparición del primer volumen, publicado en 1964, en su Dictionnaire biographique du mouvement ouvrier français: “Salvo raras excepciones, los hombres conocidos que se mencionan en este Diccionario sólo son, en relación a la clase obrera, si se nos permite usar este neologismo, ‘compañeros de ruta’”. El movimiento obrero, la clase obrera, es sobre todo una “masa de hombres oscuros y de acción”;[vi] una expresión o un segmento de estas “clases subalternas”, de las cuales sabemos con Gramsci que su historia está aún por escribir[vii] y, ante todo, siempre rechazadas en toda historia oficial, incluida la de los partidos y aparatos. Es decir, no se trata de rendir culto a los grandes hombres, aunque hayan sido revolucionarios o, aún, “grandes revolucionarios” ni de seguir tratando en la historia –siempre jacobina– únicamente a los “grupos dirigentes”.[viii] El objeto del Diccionario no puede ser sino, citando a Jaurès, la “inmensa multitud de hombres que salen por fin de la oscuridad”. En ese sentido, y no quiero aquí “provocar” a nadie, es mejor ocuparse de nombres como los de Florencio Aliaga, asesinado en la primera huelga de trabajadores del Puerto del Callao en 1904 o de Pánfilo Carranza, presidente de una asociación obrera de Guadalajara (México) en 1878, que reconstruir detalladamente la biografía del secretario del PC argentino Vittorio Codovilla.

www.irhses.snes.edu
Una opción como ésta implica evidentemente que el Diccionario esté destinado a quedar inconcluso y de hecho, al menos, a mantenerse siempre abierto; a diferencia, por ejemplo, de un diccionario de parlamentarios o de académicos. Nuevas figuras de esta “inmensa multitud” se encontraran en el curso de las investigaciones e ingresaran con todo derecho al mismo. Sobre todo, insisto, muchas de las biografías quedaran incompletas, a veces reducidas sólo a un nombre o a un seudónimo. ¿Quién es Qita, por ejemplo, del que sólo sabemos que estuvo preso durante el gobierno de Benavides?[ix] ¿Quién se esconde detrás del seudónimo de Flaesch, “Fundador de la internacional en Buenos Aires”, quien sabemos enviaba informes al Consejo General de la A.I.T.?[x] Son estos, no obstante, los “personajes” que hacen la materia del Diccionario…
Por otra parte, será necesario, sin duda, volver a la preocupación por los “hombres oscuros”, que pasa por la explotación sistemática de todas las fuentes, ya que cualquier nombre encontrado puede constituir el punto de partida de una “biografía” que, asimismo, pasa por el recurso a todo tipo de fuente: desde los archivos de policía hasta las noticias necrológicas, las listas de suscriptores de las revistas e, incluso, la fotografía o el cine…[xi]
Las biografías, en suma, no obedecen a ciertos criterios epistemológicos formales a los cuales debemos conformarnos. De esa forma, tenemos que, primeramente, cada una de las biografías lleva la firma o las iniciales de su autor: no por culto “burgués” a la propiedad literaria, sino para garantizar la seriedad del trabajo y el compromiso que ello supone. Luego, cada biografía se construye según un modelo único o intentando acercarse lo máximo posible; y se compone de los siguientes elementos: el apellido y nombres del personaje, seguido de los seudónimos si los hay; luego se dedican una o dos líneas a la fecha y lugar de nacimiento y de muerte (cuando éstas, por suerte, se conocen), a la profesión (tipógrafo, obrero metalúrgico, obrero agrícola, etc.), y a una definición breve de su actividad militante (sindicalista campesino, miembro del Partido Socialista, mutualista, cooperativista, etc.). El cuerpo del texto, de extensión variable, está dedicado a la biografía propiamente dicha y, se me perdone insistir, no se trata aquí de caer en la hagiografía ni exaltar una vida “ejemplar”, como tampoco caer en el puro lirismo. El texto debe terminar con la indicación de la fuente y las referencias bibliográficas.
La extensión total es también variable: aparte de las exigencias materiales de la edición, ésta varía sobre todo en función de la información disponible. Aún aquí es necesario evitar el riesgo de proporcionar la biografía en función de la “importancia” de los personajes. Es cierto que la información con que se cuenta para la “prehistoria” del movimiento obrero es más reducida que para la época contemporánea por el hecho de que algunos movimientos –socialistas, comunistas, apristas– tienen mayor tendencia que otros –anarquistas, sindicalistas, campesinos– a conservar y relatar la vida de sus “dirigentes” y de sus “héroes”. De ahí que, independientemente del punto de vista en el que nos ubiquemos, historiográfico o simplemente político, no nos es posible aceptar este estado de cosas.
Nos queda definir, lo que es aún más difícil en América Latina: quiénes deben entrar en este Diccionario biográfico del movimiento obrero. Anarquistas, socialistas, sindicalistas, anarco-sindicalistas y comunistas, todos miembros de organizaciones obreras “patentadas”, generalmente no plantean ningún problema. Ocurre lo mismo con los movimientos campesinos como el zapatismo o –siempre en México– la Liga Nacional Campesina, fundada por Ursulo Galván. Pero la “prehistoria” de este movimiento obrero, como ocurre con el citado diccionario francés, nos pone en contacto con mutualistas y cooperativistas, organizadores de sociedades de resistencia o asociaciones de artesanos –incluso de utopistas–, que corresponden apenas a lo que Engels definía en una carta de Turati del 26 de enero de 1894 como “proletariado típico”.[xii] Será necesario, sin embargo, adecuarnos para acoger en nuestro Diccionario al sombrerero chileno Ambrosio Larrecheda, miembro de la “Sociedad de la Igualdad” de 1850, o, en aún Chile, a Fermín Vivaceta, fundador en 1862 de la “Sociedad Unión de Artesanos”. Y habrá también que ocuparse de los “fourieristas” –Benoît Mure en el Brasil, Francisco Bañuelos en México, Eugene Tandonnet en los países del Río de la Plata–,[xiii] quiénes no sólo pertenecen legítimamente a la historia del socialismo, sino además representan una etapa bien precisa de la clase obrera; un momento del “movimiento real”, como habría podido decir Marx. Igualmente, retener algunos reformadores sociales: Francisco Bilbao, por ejemplo y, probablemente, también al autor del Dogma Socialista Esteban Echevarría, para acoger, por último, a los intelectuales y escritores vinculados a las organizaciones obreras como Neruda o Carrera Andrade, o aún, a los que simplemente expresaron ciertas preocupaciones por el movimiento obrero: se puede citar como ejemplo una pieza teatral como “Marcos Severi” (1905), que escenifica la historia de un tipógrafo italiano radicado en Argentina y víctima de la Ley de Residencia, lo que abriría a su autor, Roberto Payró, las puertas de este Diccionario…
Los obstáculos se presentan verdaderamente cuando se trata de movimientos que contribuyen a definir cierto tipo de “especificidad” latinoamericana: los mesianismos brasileños, que tan ligados están al movimiento agrario; el “bandolerismo social” como el “cangaço” en Brasil o el “bandolerismo” de Pancho Villa; los movimientos indigenistas, antiimperialistas y las luchas de liberación nacional, y finalmente, los populismos. Pero volveremos sobre esto más adelante. Por ahora conviene precisar aquí otros problemas y explicitar mejor estas reflexiones preliminares.
Nos podemos interrogar en efecto sobre lo que justifica o legitima el proyecto que este tipo de Diccionario implica. Es decir, entresacar del conjunto de las biografías un “perfil” del movimiento obrero y, después –porque no– de la clase (o clases) obrera (s) de América Latina. Señalemos que la misma relación biografía-historia está lejos de ser lo transparente o lo inmediato que comúnmente se supone. Probablemente, su único vínculo es que ambas se circunscriben –como Walter Benjamin lo dice a propósito del “destino” y del “carácter– a exigir una hermenéutica: “…Tanto el carácter (la biografía) como el destino (la historia) no pueden ser conocidos de manera directa, sino solamente a través de los signos”.[xiv] Pero nos contentaremos con la idea general que vincula la biografía –por lo menos en dos sentidos a la historia: como producto y como revelador. La verdadera dificultad está en el momento de pasar de las biografías a la clase o inducir ésta de aquellas. En relación a la totalidad, a la clase, la serie de biografías terminadas (aunque sabemos que esto es imposible del lograr), representa precisamente lo que Sartre llama la “sérialité”: una masa solitaria, atomizada, para la cual la totalidad resulta siempre como algo irrealizable, impensable, quizá; o como equivalente del ideal –del yo. ¿Podemos pretender reconstituir la totalidad por acumulación? ¿Cómo pasar –viejo problema filosófico– de lo empírico al concepto? Pero, la cuestión se complica todavía más –y aquí volvemos a América Latina–, cuando lo empírico, tal cual, se le representa como anómico o atípico, o más aún, híper-especificado: empirismo del empirismo. Me explico: no sólo estamos aquí confrontados a un proletariado “atípico”, que es también –Engels como testigo– el caso europeo, sino además a un proletariado atípico que tiene la audacia, si me atrevo a decirlo, de apartarse del idealtypus de su equivalente en Europa.
No sabríamos, empero, satisfacernos simplemente con una solución espontaneísta o afectiva, diría incluso romántica, como la que nos propone la noción sartriana de “fusion historique” o aquella frase famosa de Marx identificando a priori clase obrera y revolución:[xv] porque sería remitir a lo inefable de la revolución y encerrarse, por tanto, en una auténtica aporía y porque sería prohibirnos, en lo que nos concierne a aprehender el objeto mismo de nuestra investigación, lo cotidiano, donde se articulan condición y práctica obrera. Es por esto, inspirándome en la fórmula de Flora Tristán: “Constituir la clase obrera”,[xvi] proclamada como programa en 1843 y, por tanto, en vísperas de la revolución de 1848, la cual marcó y sancionó la ruptura entre “democracia” y clase obrera, que propongo más bien considerar la totalidad que resulta ser la clase, no como una forma o un a priori, sino como un producto histórico y , sobre todo, de las prácticas concretas que definen en contenido la materialidad misma de las biografías. Así, “constituir la clase obrera”: en cuanto a los problemas de la legitimidad –un criterio concreto, material–, creo que nos autoriza a la articulación de “biografía” y “clase”. En cuanto al contenido mismo de las biografías, nos debe permitir paliar –en particular frente a un empirismo híper-especificado– la ausencia de fichas descriptivas. Sin creer que con esto todos los obstáculos están definitivamente resueltos y las dificultades allanadas, tal criterio materialista nos permitirá desde ahora abordar –entre otras cuestiones concretas y solamente concretas– problemas (como el de la especificidad, por ejemplo), que tratados de otra forma nos condenarían si no a la metafísica por lo menos a la ideología. Lo que puede resultar aún peor.
Veamos, por ejemplo, la complejidad que oculta el solo hecho determinar el campo geográfico: América Latina. Pasemos por alto la carga ideológica y de voluntarismo que contiene el adjetivo “latino”[xvii] y aceptemos el augurio. Pero, entonces, ¿qué tratamiento podemos dar a las Antillas y a la Guyana francesa, sobre todo a Belice, Jamaica, Guyana? Particularmente, los territorios anglosajones son todo un problema. No tanto un problema de idioma: ningún historiador de Europa, que yo sepa, trataría de excluir Finlandia o Hungría con el pretexto de que allí se hablan lenguas provenientes de Asia Central, sino sobre todo algo que tiene que ver con la estructura del movimiento obrero (P.C., P.S., C.G.T., etc.), el que –aunque procediendo de los “modelos” de la metrópoli–, es diverso. Así, los modelos de los países de lengua inglesa podrían remitirnos (lo adelanto como hipótesis) a modelos tipo Trade Unions o Labor Party, que son extraños y no tienen correspondientes en la realidad latinoamericana e, incluso – ¿es necesario precisarlo?–, son lo suficientemente específicos en el contexto internacional. Frente a estos obstáculos, que podrían pasar por aparentes, surge evidentemente la experiencia o el sentido de la vivido; la idea de una “comunidad de destino”: “…Aunque los países de habla inglesa del Caribe tienen otro idioma, en todas las demás cosas somos muy parecidos; todos fuimos explotados por los monopolios; todos tuvimos que producir mucha caña y mucho azúcar (…); todos recibimos la misma herencia de subdesarrollo y pobreza; todos hemos tenido problemas similares de incultura, de analfabetismo, de desempleo …”.[xviii] Pero, fuera de la mención al “azúcar y a la caña”, aquí, nada es propiamente latinoamericano… Paralelamente a estos problemas “sectoriales”, hay una pregunta que creo se impone: ¿Podemos, más allá de una cuestión puramente optativa, hablar verdaderamente de una realidad unitaria constituida por lo que nosotros llamamos movimiento obrero latinoamericano?
Elegir la periodización no es tampoco muy simple. ¿A partir de que fecha debemos abrir el Diccionario o, dicho de otra manera, a partir de qué momento podemos hablar de “movimiento obrero” o de “clase obrera”? En cuanto a la fecha, la proclamación de la Independencia no es una referencia válida, ya que excluiría partes enteras de la historia del movimiento obrero latinoamericano: Cuba o Puerto Rico, por ejemplo, y no responde en nada a la cuestión concreta de la aparición del “movimiento obrero”. Aunque en esta materia –es verdad– disponemos de un criterio más decisivo: la abolición de la esclavitud. Criterio formal, jurídico, que marca el nacimiento legítimo, si no de hecho, del “trabajo-mercancía”, condición sine qua non para la formación de la clase obrera. Ello nos permite, al mismo tiempo, excluir de nuestro trabajo a los movimientos que, al margen de su amplitud y su resonancia social, no forman parte de la historia obrera (insurrecciones indígenas en los Andes o en el Yucatán, revueltas de los esclavos brasileños, etc.) y, sobre todo, nos ayuda a identificar en las acciones (huelgas, formaciones de mutuales o de clubs, etc.), inseparables del “trabajo libre”, la presencia si no de la “clase obrera” propiamente dicha por lo menos del “movimiento obrero”, justamente a caracterizar.

www.deperu.com
No por esto, sin embargo, la abolición de la esclavitud podría convertirse en referencia decisiva. En efecto, se pueden mencionar aquí casos concretos. En Cuba, por ejemplo, donde ésta quedó sólo abolida en 1889, se sabe de una huelga en 1823 y que el primer periódico obrero, La Aurora, apareció en 1865 y la Asociación de Tabaqueros de la Habana, en 1866, etc. En Puerto Rico, igualmente, coexistirán durante algunos años tres tipos de trabajo: la esclavitud, el trabajo libre y el “libreto”. Aún más impresionante es el caso de Brasil, donde la esclavitud se aboliría recién en 1888, pero que conoció, sin embargo, la implantación de colonias “socialistas” desde la mitad del siglo XIX y, en particular, el que en Río durante el año de 1858, o sean treinta años antes de la abolición, se vivió una importante huelga de tipógrafos. Además, encontramos una primera Liga Operaria constituida allí en 1870 y, durante los años 1870-1880, tanto en Río como en Sao Paulo, los periódicos se titulan O Trabalho, O Proletario u O Socialista. Y eso que no menciono aquí las regiones donde la abolición de la esclavitud va paralela al mantenimiento o al reforzamiento del tributo, de la encomienda, o de la conscripción vial, incluso la import ación de coolies…
Que el nacimiento del capital y de la clase obrera no significan necesariamente la liberación del trabajo, ya nos lo había enseñado la historia europea: la aparición de la “segunda servidumbre” en Rusia y en Europa Oriental en el siglo XVIII –en la misma época en que Europa Occidental se preparaba a liberar sus últimos siervos–, coincidió en esas regiones con las primeras etapas del desarrollo de un nuevo modo de producción capitalista; el mismo trabajo servil contribuía directamente en la acumulación primitiva.[xix] Esto quiere decir que, a través de la diversidad de tipos de “trabajo”, América Latina nos confronta aquí –en una escala mayor y, sobre todo, en un período más largo– a un fenómeno muy conocido: la coexistencia en una misma formación social de modos de producción aparentemente antagónicos, que concurren al desarrollo del modo “más avanzado”, pero en la que tendrá “la última palabra”: el modo de producción capitalista.[xx]
Es esta coexistencia de modos de producción la que explica bastante bien la formación a menudo “atormentada” de la clase obrera y, en particular, la frecuente ausencia de proletariado “clásico”. Ello explica también el contenido o la forma de ciertas manifestaciones obreras; reivindicación del salario en especies en países –México de Porfirio Díaz, Puerto Rico en 1880, etc. –, donde subsiste la “tienda de raya” o el “pago en especies”; el “populismo” tardío de algunos grupos revolucionarios; incluso el apego a ciertos clichés (“feudalismo”, o “semi-feudalismo”, cuando sólo hay modo de producción pre-capitalista) y a ciertos objetivos (“lucha contra el feudalismo”)… Para decirlo brevemente, no necesitamos esperar que el capital haya pasado de la denominación formal a la dominación real para hablar de “movimiento obrero” y que todo criterio, sobre esta cuestión de los orígenes y de la prehistoria, debe ser atenuado con una buena dosis de empirismo.
Es también con este mismo empirismo que podemos elegir la fecha final. Convencidos, en efecto, que para el movimiento obrero de América Latina, la segunda guerra mundial no es tampoco una fecha válida, como para Europa[xxi] y que, por tanto, es imposible cerrar nuestro trabajo en 1939, hemos pensado en un comienzo extender nuestra investigación hasta la Revolución cubana, es decir, 1959. Pero aún esta fecha, aparte de que pueda ser un criterio más político que historiográfico o más sentimental que operatorio, nos parece poco pertinente. Quizás eficaz para algunos países del Caribe como Colombia o Venezuela,[xxii] pero apenas útil para México o los países del Cono Sur, o las regiones andinas; e incluso para el caso de Colombia, donde es posible que la fecha decisiva sea la del asesinato de Jorge Gaitán, el 9 de abril de 1948… Es así como hemos renunciado a imponernos una fecha final única y hemos decidido hacer variar ésta en función de los momentos verdaderamente significativos de los movimientos obreros en los diferentes países, pudiendo ir hasta 1960 y detenerse, en otras partes, en 1948 o, incluso, en 1943. En el caso de Argentina –citaré solamente este ejemplo– llegaremos únicamente hasta 1943; es decir, hasta la llegada al poder de Perón. Fecha “política”, ciertamente, pero que señala una reestructuración del movimiento obrero en su organización, su estatuto, sus prácticas y, sobre todo, su volumen, permitiéndonos al mismo tiempo mantener en los límites “razonables” la sección argentina del Diccionario, que de no ser así, se convertiría en pletórica… Pero, como ya lo he dicho, citaré solamente este ejemplo, para volver más bien a lo que pueden decirnos del movimiento obrero latinoamericano las otras dificultades, puntuales o recurrentes, encontradas en la elaboración práctica de nuestro Diccionario.
Una dificultad constante, a menudo inabordable, como la pobreza o la desigualdad de la producción historiográfica o, a fortiori, como la localización de fuentes y el acceso a los archivo… He hablado ya de la trampa que supone un exceso –por demás relativo– de los trabajos consagrados sólo a sectores privilegiados del movimiento obrero, principalmente los partidos socialistas y comunistas, dejando así de lado otros aspectos, a veces más importantes, sin explorar. Comparemos aquí, de un lado, la producción historiográfica consagrada a los partidos socialistas y comunistas de Argentina y, del otro, esta confesión de Jules Humbert-Droz (“Luis”), delegado de Komintern en la Conferencia Comunista de Buenos Aires de 1929: “Los movimientos y huelgas que se producen actualmente están en manos y bajo la dirección de los anarquistas de la FORA; esto es debido en gran parte porque nuestro partido es lento en su trabajo, falto de contacto con las masas y tardío en la iniciativa para la lucha”.[xxiii] Nada que ver con el triunfalismo habitual de los textos canónicos,[xxiv] pero sobre todo una invitación a romper con un tipo de representación unilineal y finalista del movimiento obrero –presentación que me parece provenir directamente del famoso texto de Engels, Socialismo Utópico y Socialismo Científico para intentar restituir en él la riqueza imprevisible de situaciones. En cuanto a las dificultades en la ubicación de fuentes, la falta de archivos –que hemos a veces exagerado, pues podemos encontrar también felices sorpresas–,[xxv] su destrucción o en general la prohibición para consultarlos, o los peligros que pueden amenazar al historiador que muestra interés en este tipo de literatura, son todos evidentemente demasiado conocidos como para que yo me detenga aquí en ellos.
El hecho de que se deba esta situación a la propensión casi “natural” de las dictaduras hacia el antihistoricismo o a la tradición cultural, o simplemente al no-funcionamiento del aparato del Estado, no impide señalar dos observaciones que conciernen al “perfil” y a la “condición” del movimiento obrero. En torno a la presencia o no de archivos “oficiales”, pienso en particular en los expedientes policiales y el lugar que ocupa el movimiento obrero en la “memoria” del aparato de Estado, me parece que efectivamente ofrece indicaciones preciosas sobre la actitud de las clases dominantes respecto al movimiento obrero y sobre las relaciones que éste último mantiene con el resto de la sociedad. La presencia en Francia, por ejemplo, de un verdadero “theseaurus” de archivos de policía señala bastante bien las prioridades o las “preferencias” del aparato del Estado: “vigilar y penar” (para citar la fórmula de Michel Foucault), haciendo de esta forma la economía de una representación más brutal. Pero también se puede ver allí, me parece, la confirmación indirecta de la integración –“negativa” o no– del movimiento obrero a la sociedad francesa.
Por el contrario, a pesar de la amnesia voluntaria de las clases dominantes, la ausencia o la destrucción de estos archivos, pienso yo, por el distinto tipo de opción que hace el aparato del Estado (o lo que lo remplaza) en torno a reprimir, destruir e, incluso, aniquilar un movimiento entendido y presentado como la “contra-sociedad”, la representación su misma amplitud nos puede llevar –aunque para ello sería necesario hacer estudios concretos y verificaciones caso por caso– a una situación de exclusión pura y simple[xxvi] y, no tanto, a la voluntad de acabar brutalmente con un proceso de integración ya bien avanzado. Con esta misma intención, ahora que hablamos aquí de América Latina, sería necesario analizar también el lugar que ocupa y el papel que ha jugado en tales sistemas la “deportación” de los adversarios políticos a un país vecino.
Pero hay otra ausencia no menos indicativa: me refiero a la ausencia o a la escasez de archivos propiamente obreros. Porque no es suficiente, me parece, contentarse en indicar sólo la incesante represión y las persecuciones que ha sufrido el movimiento obrero, afectando sus estructuras y sus comportamientos, sus prácticas y sus mentalidades. Lo que está en cuestión es ante todo la relación del proletariado con su propia “memoria”: del “proletariado” más que del movimiento obrero. No está de más señalar, precisamente, que esta relación pasa cada vez más por la escritura.[xxvii] Y, por ende, por la alfabetización. Con lo que se comprende mejor, dicho sea de paso, esta maravillosa felicidad que aporta el acceso a la escritura que recorre toda la literatura propiamente obrera: testimonios y memorias, poesías y novelas, por ejemplo, del siglo XIX francés: felicidad que, salvo raras excepciones, temo no tenga equivalente en América Latina. Pero es este dominio de la escritura lo que explica la relativa riqueza en historias y recuerdos de las organizaciones que ya hemos señalado, en particular los partidos comunistas y socialistas en los que militan los intelectuales. Por eso, queda aún este divorcio con su memoria –así como, lo veremos más adelante, en el desarrollo desigual de una literatura propiamente obrera–; una memoria fragmentada que expresa, en primer lugar, las rupturas, las fallas y las discontinuidades que atraviesan el tejido constitutivo no tanto del movimiento obrero como de la clase obrera, y aún más del proletariado. Esta pobreza de memoria es, si se quiere, algo así como la imagen invertida –o en negativo– de la formación y de la malformación de la propia composición de la clase obrera latinoamericana. Producto a la vez de la inmigración o más bien de las inmigraciones, de la abolición de la esclavitud y del trabajo servil, así como también –igual que en el capitalismo “clásico”– del éxodo rural.
¿Esta clase, estas clases obreras? Volvamos precisamente a este otro tipo de fuente o de “memoria” que estamos apenas explorando, reconociendo y explotando:[xxviii] la literatura y, en general, la cultura obrera latinoamericana, que por su diversidad, su riqueza, su pobreza, sus formas y su geografía, constituyen toda una invitación a interrogarse sobre la composición y la consistencia, el “perfil”, de la clase obrera, así como sobre su continuidad, su homogeneidad y su unidad. ¿Qué hay de común entre la literatura croata argentina, definida justamente como una “militancia trashumante”[xxix] y el teatro obrero puertorriqueño, y aún entre éste y las alegorías realistas de un Florencio Sánchez? Aparte de la existencia comprobada de prácticas concretas que tienden a “constituir la clase obrera” a nivel del continente; he aquí, pues, junto a la de América “Latina”, otra categoría formalmente “unitaria” o “unificadora”, que tendremos, más que repudiar, manejar con prudencia.
Una de las dificultades formales encontradas en la preparación del Diccionario es que, paradójicamente, un cierto número de “biografías” tienden a superar los marcos nacionales. Un problema banal de clasificación si se quiere, pero que no deja de sorprender al historiador, quien, está acostumbrado a la circulación de hombres e ideas que han caracterizado ciertos periodos –sobre todo en el siglo XIX– y ciertas “poblaciones” –alemanes, rusos, italianos y, claro está, franceses–[xxx] del movimiento obrero europeo. Pues, no se trata ni de esos casos de “paroxismo” en la época de la Tercera Internacional ni de aquellos que tuvieron la vocación de circular: Malatesta, Gori, Pedro Esteve, la militanciatrashumante y, sobre todo, ¡el ejemplar e incansable Juan Francisco Moncaleano, que reclamaban o se reenviaban México, Colombia y Cuba, muerto en los Ángeles, California¡ Tampoco se trata de los numerosos militantes que la represión condenó a la deportación o al exilio: Luis Emilio Recabarren, Julio Antonio Mella…, aunque ellos permiten plantearnos el problema. ¿Recabarren? En efecto, él pertenece legítimamente al movimiento obrero chileno (o como decimos nosotros, a la “sección chilena” –del Diccionario se sobrentiende), pero, ¿se lo puede excluir por eso de la “sección argentina, conociendo su participación militante en la Argentina de los años 1906-1908 y, en 1918, durante la fundación del Partido Socialista Internacional? Cubano, Mella, sin duda alguna: pero, ¿dónde clasificar el periodo de El Machete? Ejemplos tomados casi al azar –porque podría también recordar las figuras de Auguste Tandonnet, de Joseph Winiger, de Victorino Laínez…–, que ilustran muy bien, del lado de los militantes, un tipo de movilidad y una facultad de adaptación, y de parte de los medios obreros, una disponibilidad y una aptitud al recibimiento, así como una flexibilidad de las estructuras, tan características como ejemplares. Es así –y he aquí la moral de este “affaire”–, que un problema tan prosaico de clasificación nos permite revisar al mismo tiempo una de las prácticas concretas susceptibles de fundamentar la categoría unitaria del movimiento obrero de América Latina[xxxi] y aprehender una de sus características esenciales.
No es gratuito que haya citado los nombres de Malatesta, Pietro Gori o Pedro Esteve. Las figuras de estos “propagandistas” libertarios permiten abordar un problema que, sin ser crucial para nuestro trabajo, se sitúa en el corazón de la historiografía del movimiento obrero de América Latina: el de las “influencias” y el de las “filiaciones” como explicación privilegiada de la difusión de las ideas socialistas e, incluso, de la aparición de organizaciones obreras. Hasta pensar en el tipo de “influencia” que ilustra la abundante literatura ritual consagrada al eco de la Revolución de Octubre o todavía a la “filiación” que proponen estas líneas de Nettlau: “…un militante procedente de España e influido por Farga Pellicer, Carlos Sanz, llamado ‘el cojo’, influyo mucho en Méjico desde 1873 a 1880”.[xxxii] Convencido, por tanto, con Mariátegui de que si el socialismo “no es, ciertamente, una doctrina indoamericana”, busca sin embargo, “aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo”, constituirse al igual que éste, en “un movimiento mundial”.[xxxiii] Yo no deseo de ninguna manera comprometerme aquí en la querella que opone nacionalistas y europeizantes, porteños y gauchos, civilización y barbarie. Como lo he mostrado en otro trabajo, intentando emplear la categoría gramsciana de “traduisibilité”,[xxxiv] lejos de reducirse a su introducción o a su reproducción (y, por tanto, de explicarse por medio de mecanismos de “influencia” o de “filiación”), la difusión de una doctrina sólo cobra sentido como producción y, se entiende, como producción de obras innovadoras, en la manera de los Siete ensayos; ese trabajo creador de los grupos que la asumen, permitiendo verificar y realizar la “traduisibilité”.
Pero no es inútil, por el contrario, volver a la tesis aparentemente más realista, que relaciona la circulación de los modelos y de las ideas a la fuerza de trabajo; es decir, a la inmigración: “Cada europeo que viene, nos trae más civilización en sus hábitos […] que el mejor libro de filosofía… El más instructivo catecismo, es un hombre laborioso” –se trata de un artículo de J. B. Alberdi, publicado en El Mercurio de Valparaíso en 1845–,[xxxv] discurso que la historiografía moderna al parecer hace suyo al presentar al inmigrante italiano como importador en la Argentina del socialismo libertario o al técnico e ingeniero alemán Pablo Zierold en México y a Germán Ave Lallemand en Argentina, como aquellos que han hecho surgir en estas riberas los fuegos del “socialismo científico”. No es seguro en efecto que los estereotipos tengan más consistencia que la “ley de bronce” de fastidiosa memoria: el Vorwärts de Buenos Aires es mucho menos “ortodoxo” de lo que uno se imagina[xxxvi] y, por ser alemán, el argentino de adopción Kurt Wilckens no es menos anarquista. Pero, sobre todo, la “fortuna” de una doctrina –el anarquismo en Argentina, por ejemplo–, se explica mucho menos por la intervención de sus “vectores”, aunque tengan el prestigio o el talento de un Malatesta o de un Gori, e incluso por la masa de “soportes” humanos disponibles (la inmigración italiana), que por las estructuras y el no-funcionamiento de la sociedad receptora. Es así como, hasta la época de Irigoyen o de Perón, que la Argentina –para quedarse en este caso– ve coexistir, sin mediación orgánica, una sociedad política criolla, cerrada en ella misma, y una sociedad de masas en formación, sorda a todo proyecto de consenso. Este tipo de estructuras no conoce sino un solo modelo “natural” de funcionamiento: el no-funcionamiento… Intervienen también en esta “elección” libertaria prácticas y comportamientos inherentes a la situación de la masa inmigrada: rechazo del sistema y rechazo al trabajo (“Si hubiese querido trabajar me habría quedado en Europa…“); y lo que tampoco se debe ignorar: cambio de papel y estatuto social (como el caso conocido de los albañiles italianos de Frioul, convertidos en enfermeros apenas llegados a Buenos Aires).[xxxvii] O también el caso de los campesinos de la Italia meridional, quienes “prefieren las ciudades, se hacen pequeños comerciantes de frutas o verduras, cargadores, peones en los ferrocarriles, se dedican al comercio…”.[xxxviii] Es en fin –avanzo aquí la hipótesis pensando a su vez en la experiencia de la IWW norteamericana, así como de la CNT en Cataluña–, el redescubrimiento o la invención de un “uso inmigrante” del anarco-sindicalismo como sistema de mediación social, inclusive de socialización o instrumento de integración de esta nueva fuerza de trabajo al proletariado “nativo”.
Solamente una vez establecida la autonomía histórica y epistemológica de su objeto es que se puede permitir a un Diccionario como el nuestro intentar tomar en cuenta e integrar los movimientos que he mencionado anteriormente: indigenismo, antiimperialismo, luchas de liberación nacional, populismo sobre todo –para citar los mas difundidos–, pues se trata de manifestaciones y de movimientos que, por su ambigüedad fundamental, su composición de clase, incluso sus objetivos, no debían normalmente formar parte de la historiografía del movimiento obrero. Pudiendo con esto chocar a algunos, me parece correcto que José Martí deba apenas ocupar un lugar más importante en nuestro Diccionario que Auguste Comte en el Dicctionaire francés. Un artículo sobre la muerte de Marx y los contactos algo problemáticos con Lafargue no son suficientes como para convertir a este Sun Yat Sen cubano (parafraseando a Mella) en un militante obrero.[xxxix] Por el contrario, Roig San Martín, militante del Partido autonomista, lo mismo que Saturnino Martínez, quien combatió en las filas españolas durante la guerra grande de 1868, tienen ambos un lugar en nuestro Diccionario: el primero creó en 1887 El Productor, órgano del Círculo Obrero de La Habana; el segundo fue un militante obrero desde la fundación en 1865 de La Aurora, primer periódico obrero cubano, hasta la organización, en 1878, del Gremio de Obreros del Ramo del Tabaco.
No oculto, sin embargo, que esta posición es difícil de mantener. Encerrarse aquí en criterios “obreristas” es probablemente pecar por europeocentrista y resulta, en todo caso, apropiarse del único punto de vista –que creo es apenas un punto de vista de clase– de uno de los grandes protagonistas de este debate: hablo de este socialismo “europeizante o cipayo”,[xl] e incluyo en él no solamente a los partidos comunistas sino también a la clase del Obrero Mundial aliada a Carranza contra los zapatistas; a este socialismo cuya debilidad o limitación era precisamente no poder entender, en sus análisis y práctica, la “especificidad” o el contenido “popular” en general de estos movimientos. Esto sería, para decirlo de otra manera, ubicarse en el punto de vista de la “civilización” y prohibirnos, así, comprender no solo la “barbarie”, sino todo lo que ella acarrea, todo lo que ella expresa a través suyo. “Debilidad” o “error” político quizá –y esto no sería tan grave–, pero sobre todo error de sensibilidad, ceguera histórica y cultural, incluso antropológica: y pienso aquí en el ejemplar debate sobre el “problema indígena”, que opone a Mariátegui y la Internacional comunista. Pasando ésta última, de la negación –fácilmente convencida de la “no existencia de ese problema” el VI Congreso, que la lleva a no examinarlo–[xli] al formalismo abstracto de las soluciones “leninistas”, poniendo en funcionamiento el mecanismo de la exclusión que consiste en transferir lo social contenido en estos movimientos al campo de la “cuestión nacional”:[xlii] la Internacional comunista se encuentra entonces aquí, mutatis mutandis, en las posiciones de la civilización.

Es a este formalismo que se oponen, en primer lugar, las instancias realistas presentes en Mariátegui; realismo de ninguna manera pasivo –lo subrayo– y para el cual la realidad no es tal sino porque es producida y transformada por la práctica de los sujetos humanos. Sería “prescindir de la realidad peruana” si no se reconoce la “prioridad de este problema”[xliii] y esto, no tanto porque “en el Perú las masas –la clase trabajadora– son en sus cuatro quintas partes indígenas”,[xliv] sino porque esencialmente “el realismo de una política revolucionaria […] puede y debe convertir el factor raza en un factor revolucionario”.[xlv] Más allá, pues, de un consentimiento pasivo a la realidad, se trata, por un lado –como ya lo he señalado antes, – de responder a la pregunta: ¿Quién es proletario en un país donde el modo de producción capitalista no ha realizado todavía su dominación real?[xlvi] Y, por el otro, de no ocultar en la práctica, bajo la categoría “clásica” de proletariado, a un proletariado “atípico”: “…una vez que el indio haya hecho suya la idea socialista, le servirá con una disciplina, una tenacidad y una fuerza, en la que pocos proletarios de otros medio podrán aventajarlo”.[xlvii]

www.hicu1.dosmildiez.net
En el indio cotidiano, encerrado aún en la “servidumbre”, ya hay que descifrar y entrever el proletario por venir. La ejemplaridad de esta lección nos puede hacer caer, sin embargo, de Charybde en Scylla, haciéndonos ceder esta vez a un wishful thinking próximo a la falsa conciencia o a la auto mistificación: transmutar, por ejemplo, el “antiimperialismo” de un Marti en “internacionalismo”, y concluir –otra “gran separación”– sobre sus vínculos directos “con las ideas socialistas”[xlviii] o, aún, “enderezar” el populismo peronista y, bajo su “aspecto mistificado”, encontrar y recuperar el inefable “núcleo proletario”; escribir “socialismo” desde que uno se ve confrontado a un movimiento social; oír “proletario” cuando “sólo” se trata de revolución burguesa o, bajo el sombrero de Villa, entrever la sombra de la barba de Marx o la perilla de Lenin… En fin, dilatar e incluso disolver la noción de movimiento o militante obreros para caer, una vez más, en esa famosa noche donde todas las vacas son negras.
Esta pasión exagerada –que yo evoco aquí irónicamente–, este afán de querer, incluso a pesar de ello, untar de crisma socialista u obrero a los grandes protagonistas de la historia social, merece que no detengamos en ella y que reflexionemos. Sobre las metamorfosis, como la aplicada a José Marti, el historiador futuro –personaje mítico, a la manera del Hurónde Voltaire–, nos dirá probablemente que éstas expresan una búsqueda de identidad, de legitimidad o la voluntad de reconstruir la memoria de un pueblo… Demuestra obstinación a que Villa entre en el Panteón, no de la Revolución Mexicana, lo que sería justo, sino de la revolución proletaria, comprobación de la ignorancia o la falta de rigor: ignorancia de lo que significa en la Italia post-unitaria el “pillaje” meridional, de lo que expresan en la Europa precapitalista los “primitivos de las revueltas” y, a la falta de consecuencias que nos habrá conducido, acogiendo a Villa en nuestro Diccionario, a suprimir en él a los Cristeros… Pero, tomando distancia con el propósito de hacer de nuestra historia una imagen caballeresca, nuestro historiador comprobará que aquí no solamente hay, como en otras partes, buenos y malos pobres, sino que además, de las metamorfosis sufridas por nuestros héroes, deducirá la fuerza y el poder en nuestros espíritus y en la imaginación de u n socialismo, a su vez “metamorfoseado”.
Quiero concluir con una reflexión sobre estas “metamorfosis”… Metamorfosis, para empezar, del socialismo. Como lo afirmara en 1852 un observador francés del movimiento de las ideas en América Latina: “El socialismo se convierte en el auxiliar del americanismo y le sirve de máscara”.[xlix] Yo agregaría que este “socialismo” cubre desde ahora con su máscara a una burguesía llamada “nacional”, transfigurando a su gusto el “antiimperialismo” e, incluso, sirviendo como auxiliar cínico de la acumulación del capital –“perversiones” que no son sólo patrimonio de América Latina. Pero, al hablar de “americanismo”, nuestro observador, lector de Sarmiento, se refería principalmente a esta “barbarie” que, éste afirmaba, “agita todo el Nuevo Mundo español” y del cual presentaba un cuadro poco complaciente: “Existe en todas partes un partido que se apoya en las masas populares y cuyo primer instinto es el odio al extranjero […] Una de sus quejas contra el partido de la civilización en América es la predilección que este tiene por Europa”.[l] Si mencionó estas líneas no es tanto por su valor premonitorio o por la agudeza del diagnóstico, sino sobre todo porque la articulación que hace entre socialismo y barbarie bajo el nombre de “americanismo”, lo que me parece designar a la vez uno de los principales obstáculos que nuestra investigación ha tenido que afrontar –y tendrá en largo plazo–: el lugar donde nace uno de sus principales logros epistemológicos. Americanismo que es aquí, si se quiere, el emblema y el símbolo de las metamorfosis americanas del movimiento obrero o, todavía mejor, síntoma de la fragilidad, inestabilidad e incertidumbre de sus más “clásicas” formas…
Esta confrontación con las prácticas atípicas o metamorfoseadas de un movimiento o un social (no me atrevo a decir, obrero) que hasta aquí he englobado –y por referencia, también a Sarmiento– bajo la etiqueta de barbarie, debe llevarnos también a cuestionar un poco nuestro sistema de categorías y nuestro aparato heurístico. No es impunemente que podamos hacer nuestros algunos problemas: preguntarnos con Mariátegui lo que es un “proletario” en el Perú de Leguía o, igualmente, interrogarnos sobre el valor operatorio de la categoría de “proletario”. Algo que también es valido para la de “obrero” o de “movimiento obrero”. La aparición en particular de estos sujetos históricos relativamente nuevos como son los populismos, no supone solamente la apertura de nuevos campos, sino que exige, antes que nada, una redefinición o un desplazamiento del límite precario que separa “movimiento obrero” y “movimientos sociales”, proponiendo asimismo –todas la fronteras abolidas– nuevas hipótesis: ¿El “movimiento obrero” es una transformación sectorial e

________________________________________
[1] Ponencia presentada en el V Seminario Internacional sobre “Historia del Movimiento Obrero Latinoamericano”, Caracas, 27 de octubre- 1º de noviembre de 1980. Publicada en la revista Babylone, 4. Paris, Union Générale d’Éditions, 1985, pp. 86-109. Traducción de Héctor Milla y revisión de Arturo Taracena Arriola.
[2] En ese momento Robert Paris era profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, donde animaba un seminario de historia del movimiento obrero y fungía como responsable de la edición de las obras de Gramsci en la editorial Gallimard.
[3] Entre estos, los argentinos Roberto Falcón, Jorge Gelmann y Edgardo Bilski; los peruanos Héctor Milla y Ricardo Melgar (éste por correspondencia); los mexicanos Javier Torres y Rafael Loyola, el guatemalteco Arturo Taracena Arriola.
[4] Mis reflexiones se han ido generalmente precisando y afinando en este trabajo colectivo; sin embargo, debo señalar que ellas son de mi entera responsabilidad.
[v] J.C. Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, 1958, p. 227. Más ambigua aún es esta fórmula de G. Rouillon, en una carta dirigida al autor, del 1º de diciembre de 1965: “el internacionalista peruano Dr. Víctor Manuel Maúrtua…”
[vi] Dictionnaire biographique du mouvement ouvrier français. Publicado bajo la dirección de Jean Maïtron, Tomo I, París, 1964, p. 16.
[vii] A. Gramsci, “Quaderno 25 (XXIII), 1934, Ai margini della storia (Storia dei gruppi sociali subalterni)” in Quaderni del carcere, Turín, 1975, Vol. III, pp. 2277-2294.
[viii] Que se me permita aquí aconsejar mi texto “Analisi ‘nazionale’ di un grupo dirigente” en P. Spriano, Storia del Partito comunista italiano, Libri nouvi, núm. 6. Turín, Dicembre, 1969, p. 4.
[ix] J. Macedo Mendoza, “Le fascisme au Pérou”, Clarté, núm. 16, Paris, Décembre 1937, pp. 515-518.
[x] La biografía de Flaesch se debe a Ricardo Falcón.
[xi] El examen con lupa de una fotografía tomada en la conferencia de Génova en 1922, me permitió por ejemplo reconocer a Mariátegui entre los delegados y los periodistas reunidos en la terraza del palacio San Giorgio.
[xii] La corrispondenza di Marx e Engels con italiani, 1848-1895, A cura di G. Del Bo, Milan, 1964, pp. 518-521.
[xiii] Cf. R. Paris, “La fortune de Fourier en Amérique Latine”, Autogestion et socialisme, núm. 20-21, Paris, Septembre-décembre 1972, pp. 81-101.
[xiv] W. Walter Benjamin, “Destin et caractère” (1921), in Œuvres choisies, Trad. par M. de Gandillac, Paris, 1959, p. 48.
[xv] “La clase obrera es revolucionaria o no es nada”.- Carta a J.-B. Schweitzer del 13 de febrero de 1865.
[xvi] Citado por R. Gossez, Les ouvriers de Paris, Livre Ier, L’organisation, 1848-1851, La Roche-sur Yon, 1968, p. 298.
[xvii] Sobre este punto, cf. R. Romano, Los conquistadores, Paris, 1972, pp. 165-170.
[xviii] Fidel Castro, citado en J. A. Benítez, Las Antillas: colonización, azúcar e imperialismo, La Habana, 1977, p. 274.
[xix] Es, si se quiere, el mismo mecanismo que empleó Rosa Luxemburgo en el análisis de la Dette ottomane.
[xx] Al respecto, un movimiento como el “feminismo” nos ha enseñado mucho, permitiéndonos ver cómo las sociedades y los modos de producción más “avanzados” soportaban bastante bien e, incluso, presuponían la persistencia de un modo de producción auténticamente precapitalista: el trabajo “doméstico”.
[xxi] Es el caso también –dejando de lado el problema de la “proscripción” evocado hace poco por Marcelo Segall– de la mayoría de las fechas revolucionarias importantes de Europa: 1848, 1871, 1917 y, asimismo, 1936…
[xxii] Cf., por ejemplo, la periodización de los partidos comunistas propuesta por C.-H. Pares en “Problemas de la teoría y la praxis leninista en el movimiento revolucionario latinoamericano”, Caracas, 29 abril-4 mayo, 1979.
[xxiii] S.S.A. de la I.C., “El movimiento revolucionario latinoamericano. Versiones de la Primera conferencia comunista latino americana, Junio de 1929”, La Correspondencia sudamericana, Buenos Aires, s.d., p. 107.
[xxiv] Sobre las luchas de este período, el “Manual” del P.C. argentino dice lo siguiente: “. . . Los obreros iniciaron una serie de movimientos en defensa de sus salarios y sus condiciones de vida y contra la desocupación. La mayoría de estas luchas fueron dirigidas por sindicatos o comités de huelga en que predominaban camaradas de nuestro partido”. Esbozo de historia del Partido comunista de la Argentina, Buenos Aires, 1947, p. 66.
[xxv] Cf., por ejemplo, J. Klima, “La asociación bonaerense Vorwärts en los años ochenta del siglo pasado”, Ibero-americana pragensia, Año VIII, Prague, 1974, pp. 111-134: texto que se apoya en un fondo de archivo original encontrado en una pequeña ciudad de Checoslovaquia.
[xxvi] “El proletariado acampa en las afueras de la ciudad”, escribía Auguste Comte.
[xxvii] La “literatura oral” –lo que es ya contradictorio en los términos–, lo mismo que los “relatos autobiográficos” y toda la historia oral en general, me parecen no sólo responder a los objetivos de una historia “inmediata y popular”, sino que además nos permiten acercarnos a ciertos mecanismos de censura que, creo, son inherentes al acto de escribir. Lo que no quiere decir, por supuesto, que no intervengan otros “mecanismos de defensa”.
[xxviii] Pienso en particular en las tesis reciente de Rubén Dávila, Structures mentales, conscience et sujet collectif: sociologie d’un mouvement culturel de 1873 à 1915 à Porto Rico, Paris, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1980.
[xxix] Cf. “El croto: militancia trashumante”, Mundo Nuevo, Núm. 44, Paris, Febrero 1970, pp. 19-40.
[xxx] M. Segall, “En Amérique Latine. Développement du mouvement ouvrier et proscription”, International Review of Social History, Vol. XVII, 1972, pp. 325-369.
[xxxi] Lo mismo es en lingüística, donde se dice que los dialectos pertenecen a una misma lengua cuando sus hablantes respectivos pueden comunicarse entre sí.
[xxxii] M. Nettlau, “Viaje libertario a través de América Latina”, La Revista Blanca, Año XII, núm. 308, Barcelona, 14 de diciembre de 1934, p. 394.
[xxxiii] J. C. Mariátegui, “Aniversario y Balance”, Amauta, Año II, núm. 17, Lima, setiembre de 1928; actualmente en Ideología y Política, Lima, 1969, p. 248.
[xxxiv] R. Paris, “Mariátegui y Gramsci: algunos prolegómenos para un estudio contrastivo de la difusión del marxismo”, Cahiers de l’ISMEA – Études de Marxologie, 23, Paris, 1984, pp. 183-221. (Ponencia presentada al Coloquio Internacional sobre Mariátegui y la revolución latinoamericana, Culiacán, México, 14-18 de abril de 1980).
[xxxv] Citado por G. S. Onega, La inmigración en la literatura argentina (1880-1910), Santa Fe, Universidad del Litoral, 1965, p. 23.
[xxxvi] Cf., sobre este punto, el artículo, citado anteriormente de J. Klima, “La asociación bonaerense Vorwärts…”
[xxxvii] B. Zuculin, L’Argentina e le sue ricchezze, Firenze, 1947, p. 289.
[xxxviii] “République argentine”, La Révolte, Paris, 2-8 septembre 1888, pp. 3-4.
[xxxix] Cf., por ejemplo, A. Hidalgo, “Apuntes sobre personalidades socialistas, anarquistas y líderes obreros en la obra de José Martí”, El Caimán barbudo, núm. 67, La Habana, mayo 1973, pp. 16-22. La cita de Mella se encuentra en J. A. Mella, Ensayos revolucionarios, La Habana, 1960, p. 95.
[xl] La fórmula proviene evidentemente de J. E. Spilimbergo, El Socialismo en la Argentina, del socialismo cipayo a la izquierda nacional, Buenos Aires, 1969.
[xli] S.S.A. de la I.C., El movimiento revolucionario Latino Americano, ed. cit., p. 311.
[xlii] Ídem., p. 28.
[xliii] “Réplica a Luis Alberto Sánchez”, Mundial, Lima, 11 de marzo de 1927, reproducida en Amauta, núm. 7, Lima, marzo de 1927, en Boletín El Proceso del Gamonalismo, pp. 38-39 y en Ideología y Política, Lima: Biblioteca Amauta, 1969, p.223.
[xliv] “Intermezzo polémico”, Mundial, Lima, 25 de febrero de 1927, en Ideología y Política, ed. cit., p.217.
[xlv] “El problema de las razas en la América Latina” (mayo de 1929), en Ideología y Política, ed. cit., p. 46.
[xlvi] R. Paris. “José Carlos Mariátegui et le modèle du ‘communisme’ inca », Annales ESC, 21e. année, no. 5, Paris, septembre-octobre, 1966, 1065-1072.
[xlvii] “El problema de las razas…”, op. cit., p. 46. A riesgo de salirme del sujeto, que me sea permitido aquí subrayar que éste es un elemento moral –la “moral de los productores” de Sorel– y que realiza la articulación entre proletariado “clásico” y proletariado atípico. “La originalidad del sindicalismo revolucionario –escribe por ejemplo Sorel– es… fundar la superioridad que éste le atribuye a la clase obrera sobre las cualidades que ésta adquiere en las luchas sociales” (“Le caractère religieux du socialisme”, Le Mouvement socialiste, no. 180, Paris, novembre 1906, p. 287).
[xlviii] V. Perera, L. Acosta. « La campaña anti Martí”, El Caimán barbudo, 65, La Habana, febrero-marzo, 1973, pp. 19-24.
[xlix] Ch. De Mazade, “Le socialisme dans I ’Amérique de Sud”, Revue des Deux Mondes, Tome XIV, Paris, 1852, pp. 641-666.
[l] De Mazade, “De l’Américanisme et des Républiques du Sud. Société argentine.- Quiroga et Rosas”, Revue des Deux Mondes, Paris, 15 novembre 1846, pp. 625-659.

Cómo citar este artículo: PARIS, Robert, (2013) “Biografía y ‘perfil’ del movimiento obrero. Algunas reflexiones en torno a un Diccionario biográfico del movimiento obrero de América Latina”, Pacarina del Sur [En línea], año 4, núm. 15, abril-junio, 2013. ISSN: 2007-2309. Consultado el
Consultado el Jueves, 17 de Diciembre de 2015.
. Disponible en Internet: www.pacarinadelsur.comindex.php?option=com_content&view=article&id=678&catid=14&Itemid=31 Fuente: Pacarina del Sur – http://www.pacarinadelsur.com/home/abordajes-y-contiendas/678-biografia-y-perfil-del-movimiento-obrero-algunas-reflexiones-en-torno-a-un-diccionario-biografico-del-movimiento-obrero-de-america-latina – Prohibida su reproducción sin citar el origen.
Diccionario biográfico del movimiento obrero urbano guatemalteco, 1877-1944
Arturo Taracena Arriola y Omar Lucas Monteflores
Guatemala: FLACSO, Editorial de Ciencias Sociales 2014

Este Diccionario biográfico del movimiento obrero urbano de Guatemala, 1877-1944 –además de una introducción en la que se aborda la metodología utilizada para confeccionarlo y que fue tomada de las enseñanzas del doctor Robert Paris, plasmadas en su ensayo Biografía y ‘perfil’ del movimiento obrero. Algunas reflexiones en torno a un Diccionario (1980), contiene una “Breve caracterización histórica del movimiento obrero guatemalteco” para el período de estudio, así como 830 biografías y datos biográficos de artesanos, obreros y activistas políticos (liberales, anarquistas, comunistas, socialistas, laboralistas, etc.) nacionales y extranjeros, que tuvieron relación con el movimiento mutualista y sindicalista en Guatemala desde sus inicios organizativos hasta el triunfo de la Revolución de Octubre de 1944. Su base documental es fundamentalmente la hemerográfica, así como tesis universitarias y los libros escritos sobre el tema, incluyendo los diccionarios especializados nacionales y extranjeros. Cada personaje, además de su nombre, lleva su seudónimo –cuando se conoce–, país de origen, fecha de nacimiento y muerte, afiliación, oficio y participación, así como las fuentes primarias y secundarias que respaldan dicha información. A su vez, cuenta con tres cuadros con la lista de mutualidades, sindicatos y federaciones registrados durante el período de estudio, las siglas y nombres de las organizaciones referidas más un anexo de 59 fotografías que ilustran sucesos, textos, lugares de trabajo, huelgas, etc., del obrerismo guatemalteco. Es pues, tanto una obra de referencia como un aporte a la historiografía social. Fuente: Pacarina del Sur – http://www.pacarinadelsur.com/recomendados/1157-diccionario-biografico-del-movimiento-obrero-urbano-guatemalteco-1877-1944 – Prohibida su reproducción sin citar el origen.

El viejo monje medieval

El viejo monje medieval
Sergio Ramírez
El Faro / Publicado el 15 de Diciembre de 2015

En la recién pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, me tocó clausurar el Foro de Editores y profesionales del libro. Y empecé diciendo que siempre me ha apasionado saber cómo se sentirían aquellos monjes que copiaban los libros a mano, cuando uno de tantos días a mediados del siglo quince oyeron decir que allá afuera los libros empezaban a salir de las imprentas como bollos de los hornos de las panaderías, desde que un fabricante de espejos de Maguncia, perseguido por deudas, imprimía Biblias en una prensa de torniquete de las que servían para exprimir las uvas en los lagares.

Más que maravillados por las noticias, imagino que deben haberse sentido aterrados. De las prensas, además de Biblias empezaban a salir naipes de baraja y estampas de santos y salterios. Todo lo que los pacientes y dedicados monjes hacían antes, iluminando con sus pinceles las letras capitulares.

Es decir, aquella invención amenazaba con barrerlos. La mejor virtud de los copistas era la paciencia, y la paciencia dejaba de ser útil al conocimiento y pasaba a ser una de las reliquias del pasado. Ahora se imponía la velocidad, que nada tenía que ver con la paciencia, y mucho con la modernidad.

Nada sería lo mismo a partir de la imprenta. El conocimiento dejó de ser, como dice H. G. Wells, “un pequeño gotear de espíritu a espíritu, para convertirse en una ola inmensa de la que participarán miles de espíritus y, muy pronto, veintenas y centenas de millares”.

Aquella fue una revolución múltiple. Para la expansión del saber y para las comunicaciones. Si la Biblia iba a ser leída por muchos, debía dejar la cárcel del latín e imprimirse en los idiomas vulgares. Pero no sólo la Biblia. Los libros de caballería pasaron a ser best-sellers. Y El Quijote era leído por los criados en las antesalas de los caballeros.

Aquella revolución de la palabra impresa multiplicó sus consecuencias por los siglos venideros, y no hubo género de actividad humana que no llegara a afectar. La revolución cibernética, que es aún tan joven, empezó por afectar a la palabra impresa, y no hay tampoco género de actividad humana que no haya llegado a transformar, pero aún con mayor profundidad y dimensión, hasta hacer depender todo de la tecnología digital.

No existe nadie del oficio, o el vicio de la lectura, que no se haya sentido fascinado con el olor del papel y de la tinta. Oler los libros, pasar la mano por sus lomos, entrar por primera vez en sus páginas. Cuando los libros se vendían sin refilar, la tarea mecánica de abrir los cuadernillos las ejecutaba uno mismo, con un estilete. No hay, en cambio, ninguna sensualidad al acercar la palma de la mano a la fría superficie de la pantalla donde por arte de la ilusión virtual, están las letras que escribimos y que leemos.

No quiero, con mi nostalgia de monje medieval, despertar ninguna sospecha de que tenga horror frente al progreso que nos avienta hacia adelante. No hay duda que la civilización científica tiende siempre a la economía de medios y de esfuerzos, y agradezco ser su beneficiario. Como nunca, la tecnología está suprimiendo instrumentos mecánicos, aunque preserve por el momento el de la digitación. Ya el cerebro de la computadora, sin embargo, puede transformar nuestra voz en caracteres escritos, y los caracteres escritos en voz, y habrá un día en que podrá traspasar a la pantalla nuestros pensamientos.

Pero hoy en día, y otra vez tampoco me dejo llevar por el terror, es imposible recuperar un texto escrito en un sistema cuyo lenguaje electrónico ha dejado de existir. Los disquetes que guardan mi novela Castigo Divino, de hace un cuarto de siglo, no pueden ser leídos por ninguna computadora. Puedo leer un libro impreso en el siglo diecinueve, o antes, pero no puedo leer lo que escribí hace veinticinco años si no es en el papel, al estilo antiguo. Un argumento más para no dejar de creer en los libros de verdad.

Si es cierto que podremos leer de cualquier forma, mi previsión es que el libro impreso convivirá por largo tiempo con los formatos de libro electrónico. Ya lo estamos viendo; no es tan fácil sacar del mercado a los libros reales. La Feria del Libro de Guadalajara es un ejemplo más que palpable.

Pero en cambio, el acto mágico de escribir, de transformar la imaginación en palabras no tiene sustitutos mecánicos ni electrónicos. Ese acto de transferencia de la imaginación de una mente a otra, de la mente de quien escribe a la mente de quien lee, depende de la cifra única de la palabra. Sus variables son infinitas. Hay tantas imágenes transferidas a través de la palabra, como lectores existen. Una imagen diferente, propia, para cada lector, una imagen verbal construida por una mente y que puede ser descifrada por otra.

Para el monje con que he comenzado, sólo quedaban el olvido y la muerte; y cuando la polilla se comiera los pergaminos en los que había trabajado toda su vida, se lo comería también a él. Pero sólo tenía una manera de salvarse, y era salir a la calle, buscar los talleres donde se imprimían libros, meterse entre los tipógrafos, aprender a componer planas con los tipos móviles de madera, enterarse de cómo funcionaban las prensas manuales, de cómo trabajaban los encuadernadores. Es lo que hace don Quijote cuando ya al final de sus aventuras, visita una imprenta en Barcelona.

Y el monje de mi historia debe aceptar que el mundo tan antiguo en el que hasta entonces ha vivido se hunde para siempre en las tinieblas, y que en lugar de quedarse dando traspiés, debe asumir como propio el valiente mundo nuevo que se abre ante sus ojos dañados de tanto copiar.

Es lo que procuro hacer. Aunque siempre querré conmigo a los viejos libros con su aroma sin tiempo, para entrar cada vez en ellos con el asombro de la primera vez.

Arequipa, diciembre 2015

*Sergio Ramírez es escritor y político. Fue vicepresidente de Nicaragua entre 1986 y 1990, durante el gobierno de la revolución Sandinista. Sus novelas y cuentos le han hecho ganar numerosos premios internacionales, como el Alfaguara (1980), el Casa de las Américas (2000) o el Carlos Fuentes (2014).

Junto a las luchas del pueblo salvadoreño…Entrevista con Héctor Bernabé Recinos

Junto a las luchas del pueblo salvadoreño…Entrevista con Héctor Bernabé Recinos

SAN SALVADOR, 26 de noviembre de 2015 (SIEP) “Siempre he estado junto a las luchas del pueblo salvadoreño…”nos expresa Héctor Bernabé Recinos, destacado revolucionario y dirigente sindical de STECEL, FENASTRAS y el FAPU, a finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo pasado.
Una infancia entre fronteras

Agrega que su compromiso revolucionario “tiene que ver con la formación que recibí en mi familia, nací en 1946 en el barrio San Juan de Ahuachapán, de papá guatemalteco y mamá salvadoreña, por lo que viví mi infancia entre fronteras. Mi papá venía de una familia de hacendados. A finales de 1880 mis bisabuelos compran una hacienda en el municipio de Comapa departamento de Jutiapa, que tiene un obraje de añil y tenía un casco colonial, a esta edificación le reconstruyeron el techo con madera sacada de arboles que habían crecido dentro de la casa, según contaba mi abuelo y que a sus papas o sea a mis bisabuelos paternos, los habían asesinado unos salvadoreños porque sabían que ellos cada día sacaban el dinero a asolear en camas de dormir en el patio de la casa.
Estos fueron capturados en Turín Ahuachapán y después fueron fusilados. Mis bisabuelos con dos hijos varones y mi abuela eran originarios de San Ignacio, Chalatenango, quienes cruzaron la frontera a Guatemala al departamento de Jutiapa y llegaron a Jalpatagua, mi abuela que se llamaba Placida Rivera, quien se caso con mi abuelo Lorenzo Recinos, de este matrimonio nacieron doce hijos siete hombres y cinco mujeres y mi papa Juan Isidro Recinos fue el segundo quien se caso con mi mama Felina Aguirre quienes procrearon cinco hijos, tres hombres y dos mujeres, siendo yo el segundo después de mi hermana Agripina.
Fíjate que fue precisamente mi bisabuela Florencia quien tenía cerca de noventa años, la que me regalo mi primer libro, era un libro de poemas del cubano José Martí, pues yo aprendí a leer como a los cinco años y ella mantenía correspondencia con una amiga hondureña y me acuerdo que yo le llevaba las cartas al correo.
Empecé a estudiar en la escuela el pueblo de Comapa cuando tenía siete años de edad ya que no te recibían con menor edad, y me acuerdo que fue ahí que viví a esa corta edad la experiencia del derrocamiento de Arbenz en junio de 1954. Las reuniones de los terratenientes opuestos al gobierno progresista del Coronel Jacobo Arbenz, se realizaba en la casa de mi abuelo que era el cuartel de los terratenientes, que abarcaba casi media manzana en el pueblo. En esta casa circulaban revistas que narraban las supuestas atrocidades que cometían los “comunistas” así como propaganda a favor del Coronel Castillo Armas. Al final se llegó la hora del combate…
Era muy interesante las divisiones al interior de los sectores acomodados del pueblo, ya que mientras los comerciantes eran arbencistas los terratenientes eran castillistas. Y es que lo que se decía era que Arbenz iba a repartir las tierras, el gran lío era la reforma agraria. Me acuerdo que esa noche que inició la invasión nos metieron debajo de las camas para protegernos…
Mi familia era muy conocida en el pueblo, y como mi papá vio que no había luz decidió instalar una planta y puso la luz, a mi me tocaba andar cobrando en las casas, -bien pequeñito estaba-el quetzal por foco. Después se le ocurrió a mi papá instalar el agua potable, así como se postulo para alcalde pero no ganó. Esa vez que lo derrotaron fue la única vez que lo vi borracho, pero no llegó a la casa. Por cierto mi abuelo había sido alcaldesa del pueblo de Comapa y por eso creyó mi papa que lo elegirían como alcalde.
La hacienda se llamaba San Antonio El Tempisque. Con mis hermanos nos criamos entre caballos, vacas, cerdos y gallinas; sembrando, cultivando la tierra. Tanto mi abuelo como mi papá comían con los peones, con los mozos y claro la misma comida. Muchas veces por las noches me escapaba a la cuadra de los mozos para estar con ellos y escuchar sus historias y sus canciones, eran fascinantes las historias para mí ya que soñaba con ellas.
Todavía tengo muy presente el fuerte olor a sudor que despedían sus cuerpos al yacer tendidos en promontorios de ramas y basura de frijol. Esas vivencias únicas con estos trabajadores pienso que me ayudaron a forjar mi carácter y a definir el rumbo de mi vida. Y fue la educación en mi hogar la que me llevó a cultivar estas relaciones, a valorar lo que cuesta el trabajo y mi identidad con los trabajadores, y sin perder mi vida como niño. Por otra parte, mi mamá le enseñó a leer a mi papá y en la casa se leían Las Mil y una noche y se contaban cuentos mágicos…
Luego me fui a estudiar la primaria a Guatemala mientras que la secundaria la hice en Ahuachapán. Me acuerdo que perdí el cuarto grado porque me dio fiebre reumática. El quinto y sexto grado lo hice en Jalpatagua, en la escuela Dolores Bedoya. Para esa época aprendí a destazar chanchos y vacas, trabajo de carnicería de mi tío Mariano quien era alcohólico y su esposa me mandaba a cuidarlo en ancas de la mula, pero él me compró mis mejores zapatos de mi niñez, y me gustaba tanto que descuide mis estudios y saque malas notas y mi papá se enojo mucho.
En 1961 inicie en el Instituto Humboldt de Ahuachapán el primer curso de Plan Básico, mi papá me pagaba un pupilaje que valía quince colones al mes. Pero también comencé a trabajar en una ladrillera, de cargar el horno y descargarlo. Para las vacaciones regresaba a casa en la hacienda y a trabajar para tener dinero para el próximo año.
En 1964, cuando cumplí 18 años, saque mi cédula y ya para ese entonces yo me costeaba mis gastos. Y fui entonces parte de las primeras cuadrillas de trabajadores contratadas para un nuevo proyecto de Geotermia en Ahuachapán, en Los Ausoles. Entre a trabajar como peón ganado 41 centavos de colón la hora. Y por la noche estudiaba y así logre sacar el bachillerato y fui promovido a ordenanza. En 1967 el director del proyecto de Naciones Unidas, un inglés, Físico, de nombre Guy Darrell Bayle me propone que me vaya a ayudarle a San Salvador y acepto, porque era mi oportunidad de seguir estudiando..
En San Salvador las oficinas de este proyecto llamado estudios Geotérmicos, estaban en la Col. Flor Blanca. En los días libres Darrell me llevaba su taller ayudarle haciendo sondas para medir temperatura, en las cuadriculas de orificios de 1 metro para establecer la periferia del campo geotérmico en Ahuachapán. Por esta época quise empezar a estudiar en la Universidad Nacional pero la situación se iba poniendo complicada, además nace mi primer hijo, Alexander.
En 1968 se inaugura el Laboratorio Geotérmico y vienen especialistas y científicos de todo el mundo. Me quedo trabajando en este laboratorio como ayudante de laboratorio y llego a Analista Geoquímico. Incluso en esa época en la UES se tenía una unidad de Vitrioplástico y aprendí a soldar vidrio, y hacíamos estructuras de tubo de vidrio y balones para gases y así poder analizarlos en el espectrógrafo de gases.
Ya a esta altura estamos hablando de 1972, los proyectos y el Laboratorio formaban parte de CEL. En 1970 el programa de la ONU se retira y asume CEL la conducción del Proyecto Geotérmico. Algunos jefes maltrataban a los trabajadores y esto me causaba mucha molestia, lo rechazaba por mi formación democrática. A los que más maltrataban era a los trabajadores de construcción de líneas en Soyapango, que eran los más sacrificados en el trabajo. Eran obligados a trabajar sin horario definido, a veces las 24 horas continuas sin permitirles irse a sus casas, recibían castigos consistentes en suspensiones de 15 días a un mes sin goce de sueldo, insultos humillantes, etc.
Primeros esfuerzos por construir STECEL.
Y es en la Subestación de Soyapango que surgen los primeros esfuerzos por construir un sindicato. Entre los iniciadores se encontraban José Arnulfo Grande, Alfredo Represa, Raúl Santillana (que fue nuestro abogado asesor y por esto lo despiden) . Fíjate que los trabajadores de las dos primeras juntas directivas del sindicato, te hablo de los años 69-70 y 70-71, fueron despedidos en su totalidad porque la patronal se enteró del esfuerzo y reaccionó con todo, y por lo tanto no se pudo formar el sindicato. En este primer momento recibimos asesoría de SIES para formarnos pero descubrimos que había una clara voluntad de la empresa CEL para impedir que naciéramos, y no solo de la CEL sino también del Gobierno e incluso de la Oligarquía.
Y la única manera como pudo formarse fue de una manera nada tradicional, aprovechando hábilmente las contradicciones entre partidos de derecha, derivadas de la coyuntura electoral de 1972. Iniciamos una relación nada más y nada menos que con el Chele Medrano, Director de la temida Guardia Nacional, por medio del asesor jurídico, que tenía un hijo que trabajaba en la CEL y que era parte de este esfuerzo sindical.
Iniciamos pláticas y le ofrecimos nuestros votos para su partido a cambio de nuestra inscripción, ya que era candidato presidencial por el minúsculo partido FUDI, el del Gallo. En estas pláticas lo acompañaba un personaje nefasto, el abogado Salcedo Gallegos. Lo convencimos, no sin antes amenazarnos que si no sacaba su candidatura nuestros votos nos iba a “colgar en esos palos.” Y para cerciorarse de nuestro compromiso incluso envió fotógrafos de la GN para que nos retrataran de frente y de lado.
Y él mismo Medrano se encargó de llamar al Ministro de Trabajo para que nos inscribiera. Y a mí me toco andar buscando a trabajadores para sacarles la firma y completar el 50 más uno de trabajadores, requerido para obtener nuestra personería jurídica. Literalmente me tocó andar “jalando bolos” que encontraba en los bares que entonces había a lo largo del Bulevar Los Héroes, entre estos El Yate, etc. Los tenía que convencer y llevarlos a firmar a las oficinas de la CGS que estaban en el centro de San Salvador.
Para esa época estaba ya avanzada la decisión de 11 sindicatos para desafiliarse de la CGS y constituir la Federación Nacional de Trabajadores Salvadoreños, FENASTRAS. Y nosotros llegamos a sumarnos a este esfuerzo. Y los que más participaron fueron los jóvenes, los que tenían menor de cinco años de laborar en la empresa. Nuestro sindicato venía de pelear incluso sin personería jurídica porque estaba integrado per el sector más maltratado, más sufrido pero a la vez el más radical, el más combativo…los que construían las torres, los que se subían para revisarlas, los que iban a chapear las brechas, el que no llevaba agua ni comida se quedaba ayunando todo el día…
En lo personal no experimente maltratos en la CEL, pero los observaba. Y estaba comprometido con la causa sindical. No participe en la primera junta directiva de STECEL sino que entró en la segunda, que va del año 1973 a 1974. Nuestro sindicato se caracterizo desde su inicio por ser un sindicato con mucha autonomía y con mucha fuerza, teníamos la capacidad financiera para sostener huelgas, de pagar asesor jurídico, que por cierto era Raúl Santillana, que fue despedido ya para la segunda junta del sindicato, el papá de él era el motorista del director y también fue despedido.
Se fue para México a estudiar pero luego regreso y se convierte en nuestro asesor jurídico. Para esa época teníamos un 80 por ciento del personal afiliado al sindicato, incluyendo a ingenieros. Y la moral sindical era tan alta que nos permitía que además de la cuota sindical, los afiliados aportaban dos días de salario al año para mantener y fortalecer el sindicato.
En el año 75 y como parte de STECEL y de FENASTRAS participo en el Frente de Acción Popular Unificada, FAPU, que aglutina a amplios sectores populares. En el 75 con la constitución de la Resistencia Nacional, RN, una parte del FAPU se convierte en el Bloque Popular Revolucionario, BPR, bajo la dirección de las FPL, y otra parte, después de lo de Roque, junto con el nombre, queda bajo la conducción de la RN.
Ingreso a la Resistencia Nacional, RN
En el año 74 acostumbraba ir a visitar a compañeros del FAPU que tenían un local en la Col. Santa Lucía. Ahí conozco al profesor Mario López, que era un reconocido dirigente magisterial de ANDES 21 de Junio y además dirigente de la Organización Revolucionaria de los Trabajadores, ORT, que en esos momentos formaba parte de la RN. Es de aquí que vienen Carlos Arias, Saúl Villalta, el mismo Carlos Ascensio. Mario López, posteriormente el Comandante Venancio, que asesinan en diciembre de 1993, ya después de los Acuerdos de Paz, fue el primer contacto político que tuve, y ellos nos dieron escuela política.
Considero que la Resistencia Nacional es la única organización guerrillera que nace del movimiento de masas, como una necesidad para conducir el movimiento de masas, y de ahí todos tienen el partido y el movimiento de masas.
En los años 75-76 como FAPU iniciamos un proceso de planificación estratégica junto con los demás sectores, campesinos, estudiantes universitarios y de secundaria, etc., orientado al combate contra la dictadura militar. Y en este marco de lucha se desarrolla un intenso debate de ideas, porque debatíamos y luchábamos, luchábamos y debatíamos, las FPL-BPR nos pasamos varias reuniones debatiendo con el compañero secretario si era Dictadura Militar Fascista o Tiranía Militar Fascistoide, con todo el sectarismo que existía, avanzábamos en la lucha popular, coordinábamos, sacábamos acuerdos, incluso muchos se integraban a tareas comunes y actividades, la gente confiaba y se incorporaba a la lucha popular.
A esta altura poseía una mayor comprensión del proceso político, una mayor formación ideológica que me permitió asumir mayores responsabilidades en STECEL; primeramente en Finanzas, luego en relaciones, y por cierto conseguí pisto para el periodo, y finalmente en la secretaría general para el período 1977-1978. Ya para este periodo FENASTRAS tiene un fuerte peso sindical, aglutinábamos a los trabajadores de las ramas estratégicas de la economía del país: agua, transporte, puertos, energía, trenes etc. Y nos habíamos educado en la escuela de la solidaridad sindical.
En 1979 al enterarnos que los cuerpos de seguridad tenían sitiado a dirigentes sindicales en la fábrica de Bebidas y Gaseosas, decidimos como STECEL impulsar un “apagón” o sea suspender la electricidad, en solidaridad para así evitar que fueran reprimidos nuestros compañeros y compañeras. Por cierto cuando negociamos la reanudación de labores con el Ministerio de Trabajo, aprovechamos para impulsar que les fuera concedida la personería jurídica a la Federación Sindical Revolucionaria, FSR, el brazo sindical del BPR. Estas actividades estaban vinculadas al accionar de Vanguardia Proletaria, VP, el esfuerzo sindical del FAPU. En estos momentos me encontraba ya en la semi-clandestinidad debido a mis responsabilidades en la conducción de STECEL y FENASTRAS. Tuvimos varios locales de FENASTRAS, estuvimos en la Quinta Calle Oriente, cerca del Parque Centenario.
En 1979 paso a integrar la dirección de la Resistencia Nacional. Ese año nos asesinan a Oscar Interiano, dirigente sindical de Sacos Cuscatlán apareció en la Metapan enterrado y quemado del cuerpo con acido sulfúrico; en el marco de una huelga de los trabajadores de la fábrica DIANA, nos asesinaron otro compañero los policías que contrataba del Palacio Nacional y lo velamos precisamente ahí, en el portón principal de esta empresa.
Asimismo forme parte de otro agrupamiento amplio, el Foro Popular, y luego del golpe de estado del 15 de octubre de 1979, participen las negociaciones que condujeron a que el Dr. Guillermo Manuel Ungo fuera integrado a la primera Junta de Gobierno. Lo negociamos con el Coronel Abdul Gutiérrez, asimismo participaba en reuniones con integrantes de la llamada Juventud Militar, que habían dado el golpe pero fueron luego desplazados, y eran en su mayoría tenientes, capitanes y mayores. Supimos que cuando se integró en la segunda reunión el coronel Guillermo García en el cuartel San Carlos, como Ministro de defensa era la CIA la que se integraba al nuevo gobierno.
Debo señalar que la conformación de esta Primera Junta de Gobierno, nos permitió como movimiento popular retomar los contactos y lo más importante retomar la calle, la cual habíamos perdido por la represión. Y abrió el espacio para la unidad de la izquierda, y la creación de la Coordinadora Revolucionaria de Masas, de cuya dirección forme parte, en representación del FAPU, junto con Beto Ramos y el Dr. José Napoleón Rodríguez Ruiz. Y también estaba Saúl Villalta. La marcha del 22 de enero de 1980 convocada por la CRM fue una prueba de nuestra capacidad de organización y de movilización, para todos nosotros en el movimiento popular. Y como sabés fuimos golpeados, nos dispararon y disolvieron esta gigantesca marcha.
Nosotros como FAPU después de esta marcha seguimos en la calle, pero esta vez con la suficiente autodefensa para evitar y lamentar sorpresas, me acuerdo que hicimos una marcha muy combativa y numerosa que salió de Soyapango, era en contra de la represión y en contra de la creación del INPEP. Ya para esta época presenciábamos el asesinato de decenas de compañeros sindicalistas, que amanecían en las calles degollados, a mediados de ese año 1980 el movimiento de calle ya estaba cediendo, iba mermando.
El 22 de agosto nosotros como STECEL paralizamos el país quitando la electricidad, en protesta por la represión del régimen y somos luego encarcelados y el sindicato ilegalizado. Esta acción marca un antes y un después en la coyuntura., marca el fin de la lucha política de masas y el paso al proceso de lucha armada. Ya no podíamos seguir sacrificando a nuestras bases y cuadros sindicales y populares, los costos en vida eran altísimos. El 22 de agosto marca la ruptura con una etapa y el paso a otra.
Después de la acción a nosotros como directiva de STECEL nos captura la Guardia Nacional. Pasamos 71 días en el cuartel de la Guardia Nacional. Cuando estábamos capturados se produce un ataque militar guerrillero a estas instalaciones y pudimos presenciar el pánico de los guardias así como su odio hacia nosotros, nos querían matar. Luego nos trasladan al penal de Mariona, pasamos presos más de cuatro años y luego nos permiten exilarnos en Holanda. Continuara…

De revolucionarios, partidos y utopismos. Algunas reflexiones en torno a la izquierda mexicana

De revolucionarios, partidos y utopismos. Algunas reflexiones en torno a la izquierda mexicana
Alejandro González Gutiérrez*

Polít. cult. no.43 México mar./jun. 2015

Transformaciones culturales e ideológicas

De revolucionarios, partidos y utopismos. Algunas reflexiones en torno a la izquierda mexicana

Alejandro González Gutiérrez*

  • Licenciado en historia, Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), México. [erebo2403@gmail.com].

Resumen
En este ensayo se hace un análisis histórico sobre la política, la ideología y la postura de la izquierda comunista mexicana frente al Estado a lo largo del siglo XX. A partir de la experiencia del Partido Comunista Mexicano, el objetivo es arrojar una luz sobre la naturaleza histórica del sistema político mexicano a fin de comprender que la contención de las oposiciones políticas se logró mediante un complejo mecanismo de concesión y coerción.
Fue gracias al empleo de ese mecanismo dual que el régimen logró afianzar su proyecto político en detrimento de otras propuestas como fue el caso de la izquierda. Frente a la imposición del neoliberalismo, este ensayo busca abrir espacios de reflexión sobre los retos, límites y alcances de la izquierda en el pasado y el presente.
Palabras clave: izquierda mexicana, Partido Comunista Mexicano, Internacional Comunista, sistema político mexicano, régimen priista.

El objetivo de este trabajo es elaborar una serie de reflexiones que nos ayuden a comprender la naturaleza histórica del sistema político mexicano, al recorrer los caminos, en ocasiones fructuosos a veces sinuosos, de la izquierda comunista que se formó en este país en la segunda década del siglo XX. Dicha empresa no pretende realizarse sobre la ya conocida sentencia rankeana, donde “el historiador sólo debe mostrar lo que realmente ocurrió”,1 sin recurrir a sus afectaciones e intereses personales.
Invitación a la objetividad pura que se evidencia pronto en falacia, pues la no-postura es, por sí misma, una toma de partido que deviene de intenciones determinadas por la subjetividad de aquel que emite tal juicio. A lo largo del siglo XX no fueron pocos los historiadores que desdeñaron la identificación del historiador con un científico que, sin piel ni alma, se dedica a develar los misterios ocultos en los muchos hechos del pasado mediante la abstracción de su propio presente.
En la órbita de subvertir aquel posicionamiento erudito, el ya clásico Marc Bloch advertía que en una investigación “el conocimiento del presente es directamente más importante todavía que la compresión del pasado”.2 En la misma tónica, Lucien Febvre admitía que la realidad habla sólo mediante la existencia de un sujeto que está ahí para interrogarla, que actúa en función de volver la historia un problema que intenta resolver para después elaborar nuevos problemas.3 Historia problema que trata de fundamentar un discurso científico lleno de vida y de afectación constante, donde el historiador marca las pautas a descubrir a partir de recuperar los intereses de su propio tiempo.
Aún más allá de este escenario enfocado en el oficio mismo del historiador que surge de las aportaciones metodológicas de Annales, Jean Chesneaux recurría a la reflexión de la relación colectiva que los sujetos tienen con el pasado para recuperar la historia como necesidad praxiológica. En su perspectiva, el acceso al pasado cobra sentido no sólo si parte de un presente en marcha, sino que además de ayudarnos a “comprender mejor la sociedad en que vivimos hoy”, sirve para saber “qué defender y preservar, saber también qué derribar y destruir”.4
Difícil es sostener que la historia, incluso cualquier ciencia, puede gozar de neutralidad así sin más; sólo como mudas observadoras del cumplimiento teleológico de aquel progreso prometido por los próceres de la modernidad en la Europa decimonónica. Como bien decía Walter Benjamin, a propósito de su objeción al historicismo, el rostro oculto de la objetividad deviene en un procedimiento de empatía con el statu quo impuesto por los hombres que dominan hoy bajo la herencia de aquellos que vencieron alguna vez.5
Así pues, a decir también de Josep Fontana, el reto consistiría en recuperar la historia como interpretación de lo real, como proyecto “de arrancarla a la fosilización cientificista para volver a convertirla en una técnica: en una herramienta para la tarea del cambio social”.6
El referente inmediato para elaborar nuestro análisis sobre la izquierda mexicana y de ahí al sistema político en su conjunto, será la obra del historiador británico Barry Carr, La izquierda mexicana a través el siglo XX.7 Al igual que Carr, cuando hablamos de izquierda nos referimos principalmente a aquellos hombres y mujeres que se organizaron en torno al Partido Comunista Mexicano (PCM).
Con ello no queremos decir que el PCM fue el único espacio donde se aglutinaron todos aquellos que consideraban la igualdad económica de las clases populares como el leitmotiv de sus proyectos y expectativas sociales. A lo largo del siglo XX muchas agrupaciones volcadas a la zurda nacieron y desaparecieron: partidos (trotskistas, comunistas, marxistas, socialdemócratas, maoístas y otros tantos istas), guerrillas, confederaciones obreras, organizaciones campesinas, movimientos urbano-populares independientes, pintaron el gran mosaico político que, ya sea por dentro o por fuera del mito oficial de la Revolución de 1910, pusieron en entredicho la teleología del proyecto histórico hegemonizado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y cuestionaron el absolutismo del régimen en la búsqueda de nuevos espacios democráticos que permitieron la transformación constante del sistema.
Sin embargo, la importancia del PCM es que, dentro de todos estos actores, fue el único que se mantuvo con vida la mayor parte del siglo pasado desempeñando un papel que, a veces de vanguardia, la mayoría de las veces marginal: “con sus propias particularidades y su aguerrida y persistente actividad, en muchos momentos incidió de manera importante en el curso político del país”.8
En su historia de la izquierda mexicana, Carr articula cinco ejes temáticos9 clave para comprender los límites y alcances de la tradición política comunista. En el presente trabajo sólo retomaré aquellos que conciernen a la ideología, a la política, al Estado y al poder, por ser éstos los que nos brindaran mayores elementos para arrojar una luz sobre la naturaleza histórica del sistema político mexicano.
Una hipótesis es que el régimen que nació de la Revolución Mexicana no puede catalogarse simplemente como autoritario en lo que a la “oposición“10 política se refiere. De acuerdo con Lorenzo Meyer, históricamente el sistema político mexicano debe ser descrito con base en la relación de términos antitéticos11 que dan como resultado un escenario de poder contradictorio donde represión/negociación, democracia/autoritarismo, conviven sin rechazarse mutuamente. En relación con ello conviene rescatar la idea de Estado que Herbert Marcuse retoma de Hegel para tratar de explicar que en México cierta racionalidad mantuvo intacta la hegemonía del PRI durante poco más de siete décadas.
Según Marcuse, en Hegel no puede rescatarse la idea de un Estado autoritario, porque si lo fuese negaría su cualidad racional al prescindir de la libertad individual y social para lograr legitimarse. El Estado es una unidad suprema que se encarga de efectuar una regulación consciente de “los antagonismos sociales, mediante una fuerza situada por encima de los intereses particulares y que no obstante los salvaguarda” para fundar una “ley universal y racional“12 que garantice la continuidad del todo. Para ello Hegel vislumbra un gobierno precedido por un cuerpo burocrático estable que, alejado lo más posible de la competencia que se da entre los negocios privados,13 es capaz de mantener la soberanía mediante la organización racional del cuerpo social bajo una teleología precedida por el absoluto.
En México tal recurso universalizarte surgió de la idealización de la Revolución Mexicana como una fuerza que daba razón de ser al proyecto de la sociedad en su conjunto, y cuyo cumplimiento dependía en mayor medida del Estado como heredero de aquel movimiento libertario. La hegemonía del régimen no se logró mediante simple manipulación ideológica: [sino que] se sustenta en los indudables logros de un sistema, sin duda autoritario pero que repartió tierras, proporcionó servicios básicos a la mayoría de la población y hasta los ochenta del siglo pasado logró un crecimiento sostenido, ciertamente disparejo en términos regionales y de clase, pero con cotas ascendentes y generalizadas de bienestar social.14
Así pues, el PCM fue una organización de izquierda que se enfrentó a un régimen que tenía amplia capacidad de mutar y moverse entre las diversas posturas del abanico político según la situación lo ameritara, a la vez que podía reprimir y dar cobijo a las demandas populares; siempre al amparo del nacionalismo revolucionario.
Tras recuperar algunos elementos de la experiencia histórica del Partido Comunista Mexicano, pretendemos abrir una serie de cuestionamientos sobre los horizontes de posibilidad de la izquierda frente a la plataforma ideológica que supone al neoliberalismo como el “fin de la historia”. En la sociedad contemporánea existe un marcado desencanto por los proyectos que recuperan la política desde un punto de vista trascendental.
Tras la caída del muro de Berlín, los grandes programas emancipadores sucumbieron víctimas de la visión estrecha y factualista de la sociedad contemporánea cuya principal característica “radica en mostrar nuestra total incapacidad para imaginar un futuro tal nuestro encarcelamiento en un presente no utópico sin historicidad ni futuralidad a fin de revelar el cierre ideológico del sistema en el que de algún modo nos encontramos atrapados y confinados”.15
Así, si “hoy es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo“16 tal como sentencia el filósofo Slavoj Zizek, las izquierdas tienen el reto de volver a aparecer en el escenario político como alternativas viables al neoliberalismo. Es ante este escenario que pretendemos construir una serie de reflexiones sobre la izquierda comunista con la finalidad de abrir espacios de análisis que nos ayuden a dilucidar qué izquierda tenemos pero, sobre todo, qué izquierda queremos que haga frente a los problemas de la sociedad de hoy de cara a los que se abrirán en el porvenir.

LAS ANTINOMIAS DE LA IZQUIERDA COMUNISTA
En su introducción a La izquierda mexicana a través del siglo XX, Barry Carr advierte que para tener una comprensión más adecuada del comunismo mexicano, es necesario no dejarse caer en el embrujo de “presentar a la historia del PCM como una serie de incidentes en que éste responde pasivamente a los agentes del Comintern y al oro de Moscú”.17
Su llamamiento a la cautela tiene que ver con el hecho de que para él, el PCM fue una organización que si bien recibió influencia constante de la Internacional Comunista (COMINTERN), sus estrategias e ideas tienen un carácter más bien nacional, pues según Carr, “el papel jugado por los extranjeros no debe impedirnos ver el hecho central de que el nacimiento del Partido Comunista de México fue, en lo fundamental, una respuesta de los mexicanos a la situación del movimiento obrero local y de la sociedad y la política mexicana”.18
Con la anterior advertencia, Carr trata de establecer un contrapunto a la afirmación de Jean Meyer, quien presenta al PCM como “un partido totalmente artificial, inventado desde arriba y dirigido por extranjeros”.19 Si tomamos como comparativo la valoración de Meyer, Carr está en lo correcto en la medida que los comunistas mexicanos trataron de elaborar respuestas basadas en los conceptos ideológicos y políticos de la Internacional Comunista, a los conflictos locales que experimentaron en su relación con el movimiento sindical y agrario mexicano.
Sin embargo, el acento que Carr coloca en el plano nacional deja de lado el hecho de que para el Comintern la relación con los partidos comunistas no se remitía a una simple expresión de voluntades autónomas. Desde su fundación en 1919, pero sobre todo con Stalin, la vigilancia del Comintern con los partidos adheridos a ésta era activa.
La adopción de una línea táctica y estratégica no se hacía sobre el análisis de los problemas particulares de cada país; surgían de la perspectiva soviética del desarrollo del capitalismo europeo y de las ideas generales que los bolcheviques tenían del deber ser revolucionario. Las decisiones tomadas en los congresos de la Internacional Comunista eran el faro que iluminaba el camino que debían seguir todas las organizaciones comunistas.
Para el PCM, así como para el partido comunista de China, Alemania, España, Italia, Argentina o Estados Unidos, el seguimiento de las oscilantes consignas soviéticas era un imperativo que, de no llevarse a cabo, culminaba en la purga de sus direcciones para que fueran sustituidas por cuadros más abnegados. A propósito de esto, Revueltas comentaba que en la organización comunista “se estableció el sistema de las purgas, imitando también en esto al Partido Comunista Ruso […] cualquier compañero que tenía una ligera desviación, una ligera discrepancia, era expulsado del partido”.20
La característica más significativa del Comintern, en sus primeros dos años de existencia, fue su gran paroxismo revolucionario y la construcción sistemática del ser comunista forjado en la lealtad y la disciplina. El centralismo democrático fue la medida organizativa que imponía el carácter decisivo de toda organización comunista en sus órganos centrales.
El Partido comunista sólo podrá desempeñar su papel si está organizado del modo más centralizado posible, si es mantenida una disciplina de hierro quasi militar y si su organismo central está unido de amplios poderes, ejerce una autoridad incuestionable y cuenta con la confianza unánime de los militantes.21
Los partidos debían tener en su seno a verdaderos soldados proletarios; ser comunista implicaba devoción, compromiso, obediencia, convicción revolucionaria e internacionalismo férreo; el fraccionalismo y el divisionismo serían los elementos más nocivos y por ende reprochables en todo momento.
De esta manera se definían las características particulares de los adalides de la revolución mundial.
En investigaciones más recientes, Daniela Spenser encontró, a partir de la recuperación de documentos provenientes del Archivo Estatal Ruso de la Historia Social y Política (RGASPI),22 que la relación del Comintern con el PCM no fue de un “amplio margen de flexibilidad, sino de autonomía“23 como Carr sugiere.
La presencia de una buena cantidad de emisarios soviéticos como Mijail Borodin, Sen Katayama, Louis Fraina, Alfred Stirner, Vittorio Codovilla, Earl Browder, Ricardo Martínez, Bertram Wolfe o William Ford, nos habla más bien de una liga de subordinación del PCM hacia la Internacional Comunista. Existen múltiples ejemplos que ilustran que los comunistas mexicanos fueron conminados por estos agentes para virar su estrategia política e ideológica aun en contra de sus objeciones personales.
Por dar uno de ellos, en 1928 el PCM fue obligado por el enviado soviético Orestes a cambiar su rumbo táctico para sintonizarse con el radicalismo que inundó al Comintern a raíz de su VI congreso. Debido a la negativa del entonces secretario general Rafael Carrillo para adoptar la nueva estrategia, a finales de 1929 fue sustituido por Hernán Laborde, quien había sido afín al viraje de izquierda y quien junto con Siqueiros, Valentín Campa y Miguel Ángel Velasco, habían impulsado la creación de la Central Sindical Unitaria de México y el Bloque Obrero y Campesino para competir en los comicios de 1929, y así evitar la permanencia del régimen ahora considerado como fascistizante y claudicante ante el imperialismo.
El interés soviético sobre el país de Francisco Villa y Emiliano Zapata tiene su origen “cuando llegó a Rusia Soviética la noticia de que al sur de Estados Unidos ocurrió una explosión social agraria y antiimperialista, que despertó la curiosidad en los bolcheviques para averiguar si existían las condiciones para establecer nexos con México”.24
De acuerdo con la teoría de Lenin, el movimiento del proletariado no podía quedar confinado en los límites del antiguo imperio zarista; por el contrario, debía alcanzar una escala global si quería terminar con la sociedad burguesa. Ello explica por qué Lenin envió a Mijail Borodin al nuevo continente a formar partidos comunistas que dirigieran la revolución mundial.
Además, no sería aventurado sostener la hipótesis de que México tiene cierta relevancia estratégica debido a su cercanía con el entonces emergente coloso del capitalismo mundial: Estados Unidos. De acuerdo con la óptica de Spenser, el PCM nació estrechamente vinculado a Moscú como parte de su proyecto político planetario y no de la mera intención de los socialistas mexicanos por formar un partido comunista.
De hecho, si retomamos los trabajos de Carlos Illades podemos concluir que el movimiento obrero mexicano tenía una larga historia de lucha y organización bajo la influencia de corrientes como el mutualismo, el anarquismo, el anarcosindicalismo y el socialismo utópico,25 más que del marxismo que se inscribió tardíamente en México por el ecléctico entusiasmo que despertaron las pocas noticias que llegaron de la Revolución de octubre en 1917. El Congreso Socialista organizado por Adolfo Santibáñez en 1919 no tuvo el objetivo de formar un partido comunista como comúnmente se argumenta.26 Fue por influencia de Borodin quien tras bambalinas27 instruyó a Manabendra Nath Roy, Charles Phillips y José Allen que se fundó el PCM con la intención de adherirlo a la Internacional Comunista en su Segundo Congreso de 1920.
Las experiencias de los comunistas mexicanos en la década de 1920 fueron difíciles y no estuvieron exentas de un sinnúmero de contradicciones. Las primeras de ellas se relacionan con el complejo proceso de construir la identidad bolchevique en el seno de la organización que pronto llevó a la ruptura con los anarquistas de la Confederación General de Trabajadores (CGT) en 1921.
El conflicto se desató no por la política antiparlamentaria que ambas tendencias compartían, sino por el problema de la afiliación sindical a un partido político que si bien es la esencia del vanguardismo soviético, para los anarquistas es considerado como una medida para usurpar el poder obrero.28 Otro problema que los rojos mexicanos tuvieron que afrontar durante la mayor parte de la vida del PCM fue que México no correspondía a la clasificación bolchevique del capitalismo semicolonial, ni a la relación que el Estado tenía con el impulso de la sociedad burguesa mediante el apoyo de los grandes trusts y monopolios.
Los militantes del PCM históricamente tuvieron grandes dificultades para descubrir la naturaleza política y económica del régimen, pues difícilmente comprendieron cómo era que el gobierno hablaba de socialismo, establecía estrechas relaciones con el mundo sindical, brindaba seguridad social e impulsaba la reforma agraria, al mismo tiempo que desarrollaba el capitalismo como proyecto económico de fondo.
Al respecto, Carr señala que:
Durante sus primeros cincuenta años el comunismo mexicano tuvo grandes dificultades para elaborar una visión compleja y matizada de la Revolución Mexicana, los proyectos sociopolíticos que ésta articuló y su relación con los objetivos socialistas. En la práctica, el partido osciló violentamente entre dos posiciones extremas: una posición acrítica del potencial anticapitalista de la Revolución Mexicana y de los gobiernos asociados a ella y una tajante e indiferenciada de estos gobiernos como despóticos, burgueses, claudicantes frente al imperialismo, etcétera.29
Cuando hablamos de que la relación del Comintern con el PCM fue sumamente activa, no pretende aceptarse que el partido era simplemente una organización artificial ni que sus militantes eran actores pasivos de un proceso que se les imponía desde fuera. Tampoco resulta muy plausible sostener que los comunistas mexicanos actuaban con profunda autonomía para elaborar sus tácticas políticas y sus programas ideológicos con base en la sistemática observación fundamentada en la teoría marxista de la realidad mexicana.
Más provechoso resulta captar la esencia de la propuesta de Hobsbawm donde nos invita a entender que “cada partido comunista fue el producto del matrimonio de dos consortes de difícil avenencia, una izquierda nacional y la Revolución de octubre. Este matrimonio se fundaba a la vez en el amor y en el interés”.30 Así, no resultaría exagerado traer a cuento que la configuración ideológica del PCM debe entenderse como una constante antinómica que resulta de la relación de dos grandes proyectos históricos que provienen de dos revoluciones distantes entre sí: la mexicana por un lado y la bolchevique por el otro.
Dicha relación se revela como una constante contradicción en la ideología política de dicha organización. La revolución bolchevique se fundamentaba en una concepción universal donde la teleología histórica recaía en una utopía racionalmente dirigida sobre la base del materialismo dialéctico y la lucha de clases. La Revolución Mexicana fue más bien de carácter nacional, local y profundamente heterogénea, de donde más tarde surgiría un proyecto de modernización capitalista cuya base de legitimidad recayó en la recuperación estatal de las reivindicaciones de las masas populares.
Pero así como estas diferencias surgen profundas e insalvables, las semejanzas son también significativas. En su Marxismo soviético Herbert Marcuse sostiene que el marxismo-leninismo, como corriente oficial del comunismo de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se configuró con base en dos factores fundamentales: “a) el intento de hacer entrar al campesinado en la órbita de la teoría y la estrategia marxistas, y b) el intento de definir de nuevo las perspectivas del desarrollo capitalista y revolucionario en la era imperialista”.31
Estas dos características coincidieron ampliamente con el espíritu del proyecto que el Estado utilizó para homologar a las distintas revoluciones mexicanas para lograr obtener su legitimidad social y mantener la soberanía nacionalista frente a Estados Unidos. Todo ello mediante el empuje de “una línea de masas cuyo objetivo esencial era conjurar la revolución social manipulando a las clases populares mediante la satisfacción de demandas limitadas (tierra para los campesinos, mejores niveles de vida para los trabajadores urbanos)”.32 Estas coincidencias resultaron en una configuración bastante contradictoria en lo que a la política del PCM se refiere, pues mientras que dentro de la tradición bolchevique es el partido de élite del proletariado el que guía a obreros y campesinos en el proceso histórico hacia la emancipación, en México ese camino había sido hegemonizado por el Estado sin que su objetivo fuese la anulación de las clases en una sociedad comunista.
En su análisis sobre la formación del Partido Comunista Mexicano, Paco Ignacio Taibo II parte de una aseveración que resulta bastante plausible para el presente análisis. En México los comunistas fueron un grupo de militantes que, con un marxismo precario pero con un fervor revolucionario arraigado, pretendieron crear una organización que pudiera servir como guía y vanguardia del movimiento obrero. La ironía capital, que Paco Ignacio reitera, es que a pesar de su sincero interés, salvo en efímeros momentos, jamás lo lograron.
Nunca pudieron convertirse en una tendencia de importancia que rescatara los intereses de la clase trabajadora mexicana. “Los comunistas mexicanos vivieron en crisis; la crisis fue su fiel compañera. Nunca se pudieron despegar de ella”.33 A partir de lo anterior considero útil retomar la categoría de contradicción como principio de inadecuación entre la forma y la sustancia para comprender la manera como se desenvolvió la ideología política del PCM frente al Estado mexicano.
Según Bolívar Echeverría, esta inadecuación genera una reiterada inestabilidad en un sistema ubicado por él en el seno de la modernidad capitalista que da como resultado una normatividad donde la forma y la sustancia nunca llegan a estabilizarse y por el contrario conviven en constante conflicto.34 En este proceso la forma es la figura que subsume constantemente a la sustancia mediante mecanismos cada vez más totalitarios y represivos a fin de que ésta responda correctamente a los requerimientos que aquélla emana.
En nuestra propuesta consideramos a los dirigentes del PCM como sujetos determinados por la experiencia de lucha sindical y agraria en el marco de la posrevolución mexicana. Esta condición cultural, histórica, ideológica y política ocupa el lugar de la sustancia. La forma viene de su nomenclatura: “comunistas” y, por ende, de la relación tan determinante que tejieron primero con la Internacional Comunista y, luego de su disolución de 1943, con el paradigma soviético marxista-leninista en su conjunto.
La Revolución Mexicana había politizado a los sectores populares e insertado su propia dinámica histórica en expectativas y referencias regionales diversas. El comunismo parecía una buena promesa pero, en realidad, alejado de las tradiciones y sentidos de los trabajadores mexicanos. En el contexto nacional las masas populares tenían ya una larga historia de lucha contra sus opresores. Estos sectores sociales no necesitaron que una postura política viniese a radicalizarlos con promesas de libertad; su propia historicidad lo había logrado. Para las masas populares, la Revolución Mexicana aún no terminaba de cumplir sus promesas; por ello, otra dinámica revolucionaria era ajena e innecesaria. Justo es esta contradicción constante por la que atravesó el partido; una confrontación irresoluta entre la forma (comunista) y la sustancia (su ser mexicano). Como bien dice Carlos Monsiváis:
De 1919 a 1988 la izquierda partidaria conoce triunfos, crecimiento, sectarismos atroces, generosidad, espíritu de sacrificios, dogmatismo, reducción numérica, influencia y pérdida de influencia, clandestinidades, persecución, climas de Guerra Fría, devoción irracional por la URSS, heroísmo, mezquindad doctrinaria. Acercarse a este proceso es importante por lo que revela de los aciertos y los extravíos de la mentalidad revolucionaria, por lo que exhibe de la fuerza y los poderes de asimilación del régimen de la Revolución Mexicana, y por el cúmulo de líderes, héroes, “comisarios del pueblo”, marxistas talmúdicos y arrepentidos, que la izquierda genera.35
La constante antinómica del PCM volvió difíciles las relaciones del partido con los sectores populares vinculados a lo que Friedrich Katz llamó “la revolución desde abajo”.36 Sin embargo, en el país este problema resulta más complejo si tomamos en cuenta las particularidades del oficialismo de la “revolución inspirada desde arriba -aunque con mucho apoyo de abajo”.37 En México las revoluciones mexicanas38 fueron expresión de una gran diversidad de sentidos, de proyectos gubernamentales, nacionales y de esfuerzos que realizaron diversas capas de la sociedad campesina, obrera y clases medias contra el régimen de privilegios del porfirismo.
Esta heterogeneidad bien pronto fue amalgamada por los regímenes posrevolucionarios en un discurso homogeneizante cuya intención era legitimar al Estado ante las masas. Convertida en mito, la mencionada pluralidad, en la Revolución Mexicana escrita así con mayúscula devino en discurso indistinto. Su curso parecía obedecer a la concreción de un plan mayor cimentado en el futurismo y el progresismo del gran Estado que se consolidaba, y cuyo resguardo fue acaparado por los epígonos del movimiento de 1910.
La intención primera y más importante de la tradición revolucionaria consistió en reforzar el poder de la élite y con ella la unidad política nacional, para establecer un fundamento histórico sólido sobre el cual unificar a todas las facciones revolucionarias pasadas y presentes.39
Dentro de este proceso, el cardenismo se levantó como el puntal de la organización de las demandas de las masas, fungiendo como fundamento para fortalecer el presidencialismo y el Estado.
Políticamente no puede haber duda de que consolidó el régimen revolucionario y, dentro de éste, el papel de la presidencia y del partido oficial. Lo hizo, en parte, al superar con audacia los retos el callista, el cedillista, pero también, y más decididamente, al fortalecer los lazos entre el Estado y la sociedad civil.40
Para el sistema político posrevolucionario, una de las claves ideológicas fue considerar a la revolución como un fenómeno abierto; sin embargo, a partir del sexenio de Manuel Ávila Camacho la revolución dejó de ser fuerza real para convertirse en recuso mítico de legitimidad mediante la “conversión del hecho revolucionario mismo en un presente continuo y un futuro simple promisorio”.41 La construcción del paradigma de la Revolución Mexicana fue un recurso sumamente poderoso ya que el Estado monopolizó su lugar como fiel guardián de un proceso que se suponía ininterrumpido, y cuya marcha constante traería paz y progreso para la nación en su conjunto. Al respecto, Armando Bartra asegura que:
México ingresó al siglo XX con una revolución campesina triunfante que a la postre benefició al pueblo llano pero le complicó la vida a la izquierda doctrinaria, y es que la de 1910 fue una insurrección justiciera y democrática cuyo liderazgo hecho gobierno no sólo impulsó la reforma agraria, también reconstruyó el Estado y desde ahí reordenó la sociedad. Así por más de setenta años los sucesivos gobiernos se proclamaron de izquierda, pues se consideraban herederos de la revolución. La revolución era patrimonio histórico que le daba identidad a las instituciones del Estado, al partido casi único, a las grandes corporaciones gremiales y al discurso político de la llamada familia revolucionaria, pero también el arte público, los rituales cívicos, los libros de texto, la parafernalia nacionalista y la cultura política de los mexicanos rasos.42
La consolidación de la hegemonía del Estado mexicano bajo el principio mesiánico de la revolución como un proceso abierto, coincidió con la edificación del stalinismo en la Unión Soviética, con la reestructuración de la Internacional Comunista, con el aumento del centralismo y la subordinación de las organizaciones comunistas internacionales a los designios del centro.
Las tácticas decretadas durante la dictadura de Stalin tuvieron fuertes repercusiones en la política y la ideología del PCM. Hacia 1935 los comunistas mexicanos fueron obligados a dejar de lado su radicalismo revolucionario, que correspondía a la línea “clase contra clase”, para sustituirlo por el “Frente Popular” como nueva postura de alianzas con otras fuerzas de izquierda y con el gobierno de Lázaro Cárdenas.
Así, en el caso de la dirección del PCM, luego de ser obligada por el secretario general del Partido Comunista de Estados Unidos, Earl Browder, a adoptar la línea “unidad a toda costa” como consecuencia de las desavenencias entre los comunistas, Vicente Lombardo Toledano, Fidel Velázquez y tras de él los cinco lobitos en el IV Consejo de la CTM de 1937, el partido entraría en una nueva etapa contradictoria al amalgamar su identidad política en el espectro revolucionario que se erigía en las manos del régimen.
A partir de este momento el PCM quedaría a la zaga del paradigma de la Revolución Mexicana, pues la unidad significaba asumir la defensa del Estado y, con él, el proyecto revolucionario. De este modo, “la política reformista del frente popular limitó el campo de acción del PCM a las premisas constitucionales de 1917 y lo subordinó a los intereses del Estado mexicano”.43
El PCM, en la voz de su dirección, comprendía que la característica fundamental de México era el atraso y la pobreza. La estructura económico-social permanecía estancada en una etapa semicolonial debido a las relaciones de dependencia respecto al imperialismo estadounidense. A su vez, la falta de desarrollo de las fuerzas productivas había logrado que el modo de producción nacional mantuviera relaciones sociales de corte semifeudal, en las que el campesinado aún prevalecía sobre el proletariado de una incipiente industria.
Esta forma de definir al país era consecuente con la lógica del materialismo ontológico o más propiamente de la concepción evolutiva del desarrollo histórico universal desarrollada por el estalinismo, donde “las sociedades humanas debían seguir fatalmente diferentes etapas (primitivismo, feudalismo, capitalismo, socialismo y comunismo)”.44 En este sentido, la misma teoría subordinaba la conciencia del partido. Se establecía, como premisa básica de sus objetivos, desarrollar el capitalismo a partir de concretar los objetivos de una revolución democrático burguesa. Como bien señaló Valentín Campa: “con su línea unidad a toda costa, descartó la posibilidad del desarrollo en un sentido no capitalista y, por lo tanto, todo desarrollo fue ya en sentido capitalista”.45 Ese era su paradigma; el escenario lo era ya la propia Revolución de 1910.
A partir de 1937 los dirigentes comunistas también consideraron a la Revolución Mexicana como un proceso no concluso. Su marcha se distinguía por llevar a cabo una lucha constante por la independencia nacional, contra el imperialismo, por la democracia y la mejoría de las condiciones de vida inmediatas del proletariado y el campesinado. Según Hernán Laborde, “todo esto es la Revolución Mexicana en marcha, que el pueblo mexicano está defendiendo ahora. Para defender su revolución […] tiene un arma invencible, la unidad del pueblo mismo”.46
El llamamiento a la cohesión de clases, como medida para fortificar el sentido progresista que el gobierno llevaba a cabo, se convirtió en la consigna central mediante la cual los dirigentes comunistas guiaban al partido. Ello resultaría en una postura acrítica para con el régimen y de a poco se convertiría en una contradicción de importantes dimensiones al evidenciarse que el PCM, en materia de vanguardia, se había vuelto débil y transigente. Al respecto conviene recordar la crítica de José Revueltas en su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza:
Aquí es donde hacen su aparición, frotándose las manos de contento, los ideólogos mexicanos del demo-marxismo. Como la tarea del proletariado, en la presente etapa del desarrollo, no es la lucha por el socialismo, sus propósitos deben cifrarse, en consecuencia, en el impulso del desarrollo democrático-burgués, o para decirlo con su propia formulación, en el impulso de la Revolución Mexicana hacia delante. Dicho impulso deberá expresarse, desde el punto de vista práctico, en sus términos generales, a través de la lucha por la aplicación de la reforma agraria en gran escala; la industrialización del país y, por ende, la liberación de la economía nacional respecto al yugo imperialista. El instrumento para llevar a cabo este impulso es la formación de un frente único de las clases interesadas en el problema, un frente patriótico o un frente democrático de liberación nacional, donde esté incluida la burguesía progresista. Tal es, en resumen, la posición ideológica del demo-marxismo mexicano.47
La línea “unidad a toda costa” y con ella el reconocimiento del Partido de la Revolución Mexicana como un frente popular ya formado, fue dada a la dirección Laborde/Campa por Browder y el argentino Vittorio Codovilla.48
A pesar de ello, en febrero de 1940 ambos dirigentes fueron cesados de sus funciones en el Secretariado, y en marzo fueron expulsados del PCM por la Comisión Depuradora que se formó al mando de Codovilla y el comunista español Andrés García Salgado.49 El pretexto fue que aquella dirección, a la vez que permitió la penetración de elementos trotskistas en el partido, deformó la política del Frente Popular al subordinar acríticamente a la organización al gobierno de Cárdenas.50 La verdadera razón se debió a la negativa de ambos líderes a participar en el asesinato de Lev Trotsky51 que por entonces radicaba en México y quien, en agosto de 1940, fue asesinado por Ramón Mercader del Río en su casa de Coyoacán.
Por iniciativa de Diego Rivera, el gobierno mexicano decidió conceder el asilo político al perseguido Trotsky, quien arribo al país a inicios 1937. La decisión de Cárdenas para acoger al viejo líder del ejército rojo fue como un golpe certero de mangual que al azotar clavó todos sus pinchos con un solo movimiento de mano. Para Cárdenas y Francisco Múgica, traer a alguien de la talla de Trotsky tenía un significado político amplio. El Estado daba un mensaje sobre la fortaleza y la estabilidad del gobierno tanto hacia el interior como al exterior; de acuerdo con Olivia Gall, en el fondo se trató de un tema de soberanía nacional y de solidaridad internacional que se logró demostrar gracias al asilo político y el apoyo hacia los exiliados de la República española.52
Además, si el gobierno se congratulaba de ser emanado de un movimiento revolucionario, qué mejor muestra de ello que atraer a uno de los más connotados dirigentes de la revolución bolchevique para solidificar la imagen izquierdista que el régimen estaba construyendo.
Cuando Trotsky llegó a México, en la URSS el proceso de consolidación del estalinismo se tornó en una sombría cara de terror y muerte. La guerra contra el trotskismo se agudizaba, el gran hermano perseguía sin piedad a los disidentes; el imperio del Gulag se extendía como la más firme muestra de la represión. Los llamados procesos de Moscú de 1936, 1937 y 1938 arrebataron la vida a los antiguos líderes bolcheviques y oficiales del ejército rojo. Fue el adiós definitivo para Kamenev, Zinoviev, Radek, Piatakov y Bujarin; fue el saludo de la sentencia para un Trotsky que llegaba en enero de 1937 a un país cuya izquierda daba fe y resguardo total al estalinismo.
Si Vicente Lombardo Toledano y el PCM eran la izquierda estalinista por excelencia en México, no es de extrañar que a ambas les tocara desempeñar un papel en la persecución del veterano bolchevique. Desde el principio ninguno ocultó su desdén por la iniciativa cardenista: para ambos Trotsky era el enemigo a vencer. La diferencia fundamental en la estrategia que jugaron ambas izquierdas estalinistas radica en la ferocidad de las acusaciones y las calumnias. Mientras Lombardo esgrimía sus ataques tras bambalinas escudándose en la Central de Trabajadores de México y sin llegar a mostrar oposición contra Cárdenas, el PCM actuó abiertamente como el portavoz oficial y directo de Stalin contra Trotsky.
Sin embargo, para Stalin y el Comintern la guerra contra Trotsky iba más allá de la calumnia, pues para ellos era un asunto de vida o muerte y más temprano que tarde, utilizando el resguardo que el régimen cardenista daba a refugiados españoles, se comenzaron a colar agentes de la policía secreta soviética (GPU) que venían expresamente a consolidar la liquidación del viejo bolchevique. Es así como se jugaron las cartas:
En la guerra contra Trotsky, todo parece indicar que se utilizó al PCM sin miramientos y sin importar las graves consecuencias que esto tendría en su vida e influencia como partido, pero con el cuidado de no dañar la imagen ni el poder de Lombardo, ni tampoco el movimiento del Frente Popular en su conjunto. En síntesis, con Lombardo como instrumento operativo y con la GPU como instrumento policiaco, el Kremlin y la Comintern fueron montando progresivamente, desde diciembre de 1936, el andamiaje necesario para el asesinato de Trotsky.53
La ira de Stalin hacia Trotsky crecía en la medida que su estancia en México le permitía denunciar los horrores estalinistas. Además, el contra proceso que se llevó a cabo en 1937 había puesto sobre la mesa la farsa de las purgas y acusaciones que se efectuaban desde Moscú. Hacia finales de la década de 1930 las presiones hacia el PCM aumentaron considerablemente. Según el testimonio de Valentín Campa, el momento cumbre de la lucha del partido contra Trotsky ocurrió en 1938, cuando un enviado del Comintern dio la instrucción expresa a Laborde de matar a Trotsky.54 La respuesta negativa de los miembros del Comité Central del PCM y su secretario general llegaron a manos de Browder, quien dio comienzo a los movimientos depuracionistas del Partido Comunista Mexicano a fines de 1939.
Luego de la depuración, Dionisio Encina asumió la dirección del PCM y mediante un telegrama ratificó su “cariño inalterable URSS, gran Stalin continuador obra Lenin, constructor socialismo, guía pueblos oprimidos”.55 Más adelante Encina declaró que en la coyuntura electoral de 1940 la Revolución Mexicana se encontraba en una encrucijada: o tomaba un camino contrarrevolucionario o uno revolucionario. Aun después de clausurado el Congreso de 1940, el objetivo del PCM era ingresar al PRM con el fin de encaminarlo a la izquierda para no detener su potencial progresista, y así formar un gran frente popular antiimperialista que incluyera al PRM-PRI, la Central de Trabajadores de México y la Central Nacional Campesina,56 con la finalidad de participar en la modernización del país y lograr su independencia del imperialismo estadounidense.
Lo paradójico de tal estrategia es que a partir de 1940 el Estado dio un giro a la derecha en comparación con la línea de concesiones sociales inscrita en el sistema político desde el ascenso de los sonorenses al poder y potencializada durante el cardenismo. El gran proyecto del régimen fue convertir a aquel país todavía predominantemente agrario en una nación industrializada y moderna en el plano económico, sin que la modernidad llegara a realizarse mediante la alternancia democrática y pusiera en peligro la hegemonía del partido oficial.
[A pesar de ello los comunistas trataron de] convencer al proletariado para que se solidarizara con el desarrollo capitalista y democrático patrocinado por la revolución; el apoyo a la burguesía nacional y al Estado se originaba en el ideario de la Revolución Mexicana, el cual sintetizaba las aspiraciones del partido que en cierta forma se identificaba con la familia revolucionaria en los ámbitos de su ideología y de parte de su práctica política.57
Como bien puede apreciarse, el problema de la izquierda comunista es que yacía cautiva en un discurso dogmático que mezcló las categorías del stalinismo con el lenguaje oficial del régimen. De esta manera la Unidad Nacional y la Revolución Mexicana fueron el complemento idóneo a la concepción estalinista de la revolución por etapas.
Si la Revolución Mexicana era la fase democrático-burguesa etapa previa al socialismo cuya dinámica es impulsada por la burguesía progresista y el Estado representaba los intereses de dicha revolución, lo más lógico para la izquierda era brindar su apoyo al programa de modernización industrial del régimen. En su óptica, la alianza entre el gobierno, la burguesía nacional y la clase obrera era la mejor medida para profundizar el desarrollo del capitalismo; esa era la prioridad. De su avance dependía que México dejara atrás su configuración semifeudal y eliminara su condición semicolonial al suprimir su subordinación al imperialismo estadounidense.
No fue sino hasta 1960 que una nueva generación de jóvenes comunistas ganó terreno dentro del PCM para modificar la política oficialista y las prácticas stalinistas que habían caracterizado a la gestión de Encina. El proceso de desestalinización dado a conocer por Nikita Kruschev en el XX congreso del PCUS de 1956, el ascenso de la Revolución Cubana y la efervescencia de los movimientos obreros de finales de la década de 1950 en México, provocaron el desencanto de los comunistas hacia el régimen declarado por sí mismo heredero de la Revolución.
En el XIII Congreso del PCM, Encina fue relegado de sus funciones en la Secretaría General para pasar a manos de Arnoldo Martínez Verdugo en 1963. Tras el XIII congreso los comunistas dejaron de considerar al país como semifeudal, además de disolver la idea de que en México el régimen era progresista al servicio de una revolución aún en proceso. El viejo paroxismo de la Revolución Mexicana vinculada con el Estado dejó de ser un referente para la izquierda comunista.
Con ello el PCM pudo concebir su propia revolución; una nueva “revolución democrática de liberación nacional” que de igual forma recuperaba el espíritu nacionalista de la gesta de 1910 pero dirigida por la clase obrera y ya no mediante alianzas con el régimen.
Pese a los intentos del PCM por recomponer lo destruido para convertirse en un gran partido de masas, su influencia con los sectores populares, no obtuvo una considerable mejoría. Con una militancia oscilante entre los mil y mil quinientos miembros58 la organización comunista yacía en un estancamiento provocado por el anticomunismo difundido por el régimen tanto como por la creciente diversificación y radicalización que la izquierda experimentó a partir de 1957-1960. Las décadas de 1960 y 1970 fueron una buena época para lo grotesco, el aquelarre, la sátira y el carnaval,59 pero no para la ortodoxia casi religiosa de las doctrinas que movían a los partidos tradicionales de izquierda.
Influenciados por experiencias prácticas de las guerrillas latinoamericanas o por obras de filósofos iconoclastas como Marcuse, Jean-Paul Sartre, Michel Foucault o Gilles Deleuze, miles de jóvenes mexicanos salieron a las calles desafiando a las figuras tradicionales de autoridad en la búsqueda por democratizar a la sociedad. Este clima luciría idóneo para que el PCM tomara las riendas del descontento social; sin embargo, la paradoja es que la izquierda partidista parecía aislarse cada vez más de las expectativas de las masas mexicanas. De acuerdo con Bartra:
La historia de los grupos de izquierda en el periodo de 1961 a 1968 es la historia del movimiento de las ideas en lucha consigo mismas, es la historia de una corriente ideológica desarraigada que se mide y se juzga a partir de sí misma definiéndose por sus tesis y no por sus actos. La intelectualidad pequeño burguesa revolucionaria realiza un esfuerzo desesperado por encontrar dentro de sí misma los recursos que le permitan superar sus limitaciones y deformaciones de clase en un intento por salir de agua tirando de sus propios cabellos.60

El breve periodo de radicalismo que inundó al PCM luego de la masacre de Tlatelolco, terminaría por diluirse al sustituir la actividad militante semiclandestina por el parlamentarismo luego que obtuviera su registro oficial como partido tras la reforma política impulsada por José López Portillo en 1977.
Según Massimo Modonesi, el PCM fue el principal destinatario de la propuesta democrática impulsada por el régimen. Para los comunistas fue una oportunidad dorada, pues posibilitó ampliar la influencia del socialismo a la vez que permitió eliminar los resabios de dogmatismo y doctrinarismo.61 Tras la legalización, la izquierda comunista retomó el principio de unidad como estrategia de fortalecimiento a la vez que abandonó su anterior bagaje de ortodoxia comunista cuando “los delegados del XX Congreso del PCM votaron, por un estrecho margen, aceptar la propuesta de la dirección en el sentido de sustituir el término dictadura del proletariado por el de poder democrático obrero”.62
Tras la fusión de varias organizaciones de izquierda en 1981, el PCM dejó de existir para dar paso al Partido Socialista Unificado de México (PSUM), que más tarde se convertiría en el Partido Mexicano Socialista (PMS).
Los intentos de unificación llevados a cabo por la izquierda obedecieron a un conjunto de causas históricas objetivas en lo que se refiere a las constantes crisis internas de cada organización y en la posibilidad de desempeñar un papel importante en la política nacional.63 Sin embargo, los intentos de homologación no lograron dirimir los desacuerdos entre la vasta izquierda política y los movimientos urbanos populares que, por entonces, eran sumamente hostiles a la intervención de los partidos políticos en sus asuntos internos.64 Asimismo, los sectores más radicales de la izquierda criticaron la postura electoral adoptada por los comunistas, pues ello significaba subordinar “la lucha de clases a las luchas electorales y, por lo tanto, prolongar la agonía del capitalismo mexicano a costa de los sectores populares”.65
La reforma política de López Portillo logró mantener una constante en lo que al manejo político de la izquierda se refiere, como dice Jo Tuckman:
[…] durante varios años, dichos partidos sirvieron como una especie de válvula de escape para atajar la organización disidente; sus líderes fueron controlados mediante una hábil combinación de cooptación-represión que atizó sus propias batallas sectarias.66
A lo sumo, el proyecto de izquierda de los partidos políticos tradicionales terminaría por diluirse en el vasto movimiento que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y que más tarde culminaría en la formación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuya lógica estaría lejos de reincorporar el socialismo como proyecto político para concentrar sus esfuerzos en la búsqueda de un sistema democrático, en lo que a la alternancia política se refiere, y que aún es deuda pendiente para los mexicanos.
POR FUERA DEL LIBRETO. REFLEXIONES FINALES
En la segunda década del siglo XXI el objetivo de recuperar la historia de la izquierda como proyecto social, más que como reflexión meramente académica, cobra especial relevancia. La sociedad industrial avanzada67 de hoy es altamente tecnologizada. En ella el hombre parece depositar sus esperanzas; le cede el destino de su salud, de sus necesidades alimentarias, de su ámbito cognoscitivo e incluso de la satisfacción de sus pulsiones pasionales que parecen, ya cada vez menos, resolverse en las relaciones intersubjetivas para desplegarse en lo virtual y lo intangible.
En efecto, producimos más bienes de consumo que ninguna otra sociedad en la historia, tenemos amplia capacidad para curar enfermedades que antes culminaban indefectiblemente en la muerte, el acceso a la educación se ha ampliado de manera considerable, y las distancias espaciales, e incluso temporales, las hemos reducido a sólo unos cuantos clics. Sin embargo, las contradicciones se revelan como la norma dentro de las aparentes ventajas.
El tope del amplio acceso a la alimentación se encuentra en la masificación de la obesidad y la diabetes, la especialización de la educación no encuentra cauces para realizarse; el desempleo la detiene. Gracias al internet sabemos más de todo sin saber en realidad de casi nada. Las posibilidades de acuerdo y horizontalidad en la argumentación de los sujetos diversos, que Jürgen Habermas creía ver concertada en su teoría de la acción comunicativa,68 se topa con pared ante los juegos de la política hegemónica: ausencia de democracia efectiva, creciente polarización social, inoperancia estatal, intolerancia, elitismo político y afinidad privatizadora, son sólo algunos ejemplos de su desrealización objetiva; todas ellas auspiciadas por la política que da sostén al capital neoliberalizado.
En suma hablamos de una sociedad que tiene muchos motivos para temer pero de los cuales ignora su real procedencia, donde cunde el pánico cimentado en la sospecha y en la dificultad de hallar respuestas precisas.
Miedo es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer a lo que puede y no puede hacerse para detenerla en seco, o para combatirla, si pararla es algo que está ya más allá de nuestro alcance.69
Quizá la carencia de repuestas futuras que culminan en la aceptación del orden establecido, motivado por el espanto al porvenir, encuentre su fundamento en los muchos discursos desencantados que cobraron relevancia a partir del desgaste del comunismo como alternativa viable. En el contexto de la caída del bloque soviético -y el presente como resultado de ese colapso-teoría y praxis se unieron; el sistema capitalista en su etapa neoliberal se volvió la panacea de la política y de no pocas filosofías.
Francis Fukuyama reasumió la teoría de Hegel para fundamentar el triunfo de la racionalidad en la democracia estilo Wall Street; el progreso del absoluto diagnosticaba el fin de la historia. Pero como buen dialectico, Fukuyama no negó que existían contradicciones como es el caso de los fundamentalismos religiosos, el nacionalismo o las desigualdades sociales que aún tenían que resolverse; sin embargo, su respuesta no estaba fuera de los marcos de la democracia occidental.70 En la era del absoluto consumado, lo único que había de esperar era que el mismo sistema liberal terminara por resolver dichas antinomias. Con esta argumentación cerraba la puerta a otras propuestas sociales ajenas al neoliberalismo.
En otro escenario quizá menos apologético del neoliberalismo pero que de igual manera culmina en la imposibilidad de ir más allá de la facticidad, en este caso lingüística Jean-Francois Lyotard sostenía que, tras la muerte de las metanarrativas, las formas tradicionales de hacer política sustentadas en grandes proyectos nacionales fenecerían para dar paso a la hegemonía de los jefes de empresa: “la verdad argumenta es que los antiguos polos de atracción constituidos por los Estados-nacionales, los partidos, las profesiones y las tradiciones históricas pierden su atracción”.71
Ante el descenso de los grandes relatos “sigue eso que algunos analizan como la disolución del lazo social y el paso de las colectividades sociales al estado de una masa compuesta de átomos individuales lanzados a un absurdo movimiento browniano”.72 Como se ve, el discurso político que surge de la posmodernidad plantea que la gestión efectiva de libertades sólo puede realizarse si se hace abstracción del concepto de realidad relacionada con un sujeto histórico capaz de transformar la sociedad a partir de un conjunto de acciones dirigidas para hacer frente a los problemas objetivos mediante el despliegue de un proyecto social determinado.
Bajo la lógica de la atomización es inevitable que el posmodernismo mire de forma negativa no sólo cualquier posibilidad de organización revolucionaria, sino cualquier alternativa política fundamentada de manera racional. En su lugar, lo que surge de esta visión es un profundo nihilismo que, en algunos casos, llega a autodefinirse como verdaderamente libertario en la medida que entiende que la verdadera realización del ser humano radica en la carencia de todo sentido y verdad. De tal suerte que al no haber referentes, ni fundamentos, ni sentido en la historia, lo que en ésta se despliega es una “pluralidad de racionalidades locales“73 cuya finalidad recae sólo en el respeto y la tolerancia a la diferencia sin ir más allá. La lucha parecería desplegarse sólo en la medida de no subordinar lo inconmensurablemente diverso a una “forma de humanidad verdadera, digna de realizarse con menoscabo de todas las peculiaridades”;74 por tanto, la emancipación encontraría su concreción en la simple expresión de la diferencia, en “la oscilación, la pluralidad y, en definitiva, la erosión del mismo principio de realidad”.75
La anterior reflexión nos conecta a un problema concreto por resolver que surge de la relación que tiene la política neoliberal con el discurso filosófico o, más preciso, de la política como reflejo de esa filosofía y en mayor medida de la filosofía como reflejo de aquella política. De acuerdo con David Harvey, el neoliberalismo es una teoría que sustenta que el bien del ser humano es realizable mediante las ventajas que surgen de la no restricción “del libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada fuertes, mercados libres y libertad de comercio”.76
Así, los grandes proyectos nacionales terminaron por colapsar en la hegemonía de la ruleta del mercado privado. La producción desmedida y el consumo masivo y de ahí a la suma creciente de capitales se volvieron amalgama de la política al servicio del dinero. La búsqueda de beneficio se revela a lo sumo en lo inmediato; del futuro ya no nos queda casi nada. La dignidad y libertad individual, como piedras angulares de los altos valores civilizatorios,77 se resuelven en la mera contingencia del beneficio fáctico, en la carencia de seguridad y beneficios sociales a largo plazo. En resumen, hablamos aquí de un problema que surge a raíz de un sistema donde se conecta una concepción de la realidad desencantada de los grandes proyectos de sociedad con una política de Estado debilitado al servicio de los beneficios inmediatos de la individualidad mercantil y el gran capital.
En el caso de México este escenario no es para nada ajeno. De la mano de Miguel de la Madrid el Estado asumió el proyecto neoliberal que había llegado para quedarse. Con este volte face el régimen concluyó la apuesta por:
[…] un modelo económico que tenía como meta, a un plazo entre mediano y lejano, hacer de nuestro país una sociedad basada en su propio mercado interno, en su industria: una modernización que se nutrió de la visión nacionalista que tenía la clase política mexicana a partir de Lázaro Cárdenas y la segunda posguerra mundial.78
Tras el rompimiento del recurso estatista de corte keynesiano, el ogro filantrópico79 cayó ante la primicia de la modernización fundamentada en la privatización antes que en el recurso del bienestar social. Por otro lado, es en el sistema político donde podríamos encontrar el mayor síntoma de la afectación posmoderna. El gran proyecto de Estado, que surgió a raíz del movimiento revolucionario de 1910, concluyó para ver el nacimiento de una nueva política donde la incertidumbre y los proyectos parciales dominados por las iniciativas a corto plazo dominan el escenario que disputan los partidos políticos sin que se dibuje en el horizonte una verdadera democracia de donde asirse.
En el año 2000 el cambio presidencial del PRI al PAN y en el 2012 del PAN al PRI nuevamente, dejó un sabor de boca lo suficientemente amargo como para mantener la desconfianza que el mexicano expresa al hablar de democracia. Pues la permanencia de la apuesta neoliberal demostró que la alternancia se mantenía en mera apariencia. Como bien dice Carlos Fuentes: “estamos en un país que tiene una pluralidad real, social, política, económica, intelectual que no se refleja en la vida política”.80 Democracia interrumpida, atorada o fallida son sólo algunos de los adjetivos que tratarían de expresar las profundas dificultades a las que se enfrenta nuestro sistema que se mantiene estacionado en el vacío que deviene en la ausencia de una utopía.
A casi tres décadas de nuestro andar errante por la senda del neoliberalismo, los balances aparecen en el horizonte como poco prometedores, como señala Armando Bartra:
México tiene problemas enormes y apabullantes: sequías saharianas e inundaciones bíblicas, una economía pasmada cuyo estancamiento incuba pobreza y desempleo; crisis agrícola que ocasiona escasez y carestía de alimentos básicos; creciente exclusión social que se añade al sexismo, el racismo y el clasismo crónicos; las canalladas del narcotráfico; autoritarismo; represión; ejecuciones; desapariciones, desplazamientos forzados, mortandad, llanto, miedo […] Pero el problema mayor es la extendida creencia de que esos grandes quebrantos no tienen solución.81
De acuerdo con Héctor Aguilar Camín, uno de los principales retos de la izquierda contemporánea es elaborar un proyecto de cambio, de gobierno y de sociedad que sea cualitativamente distinto al programa neoliberal.82 Si la matriz histórico-ideológica que daba razón de ser a la izquierda, en su vertiente socialista y comunista, era la superación del capitalismo en favor de un nuevo sistema donde la libertad, la igualdad y la fraternidad pudieran cumplirse cabalmente, entonces es necesario repensar hoy la praxis política como posibilidad utópica.
Pero para ello es necesario que la izquierda reflexione de manera amplia sobre sus propias experiencias históricas. En este ensayo retomamos algunos problemas que el Partido Comunista Mexicano tuvo que sortear a lo largo del siglo XX y que, en buena medida, aún hoy son tendencias y dinámicas en proceso de resolverse.83 Si el actual modelo económico ya demostró sus irregularidades al acentuar la polarización social, las crisis económicas, la explotación, la inestabilidad social y el beneficio desmedido para unos cuantos,84 es importante que la izquierda retome su papel en la lucha por el bien de las masas populares.

Para ello es necesario volver a poner en el centro de la mesa temas como la relación entre el capital y el trabajo, la distribución de la riqueza, la relación entre mercado y Estado, así como buscar aperturar nuevos canales democráticos que impulsen la participación social de una manera más inclusiva.

Notas
1 Sonia Corcuera de Mancera, Voces y silencios en la historia. Siglos XIX y XX, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 124. [ Links ]
2 Marc Bloch, Introducción a la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1957, p. 39. [ Links ]
3 Cfr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, La “escuela” de los Annales. Ayer, hoy, mañana, México, Contrahistorias, 2005, p. 81. [ Links ]
4 Jean Chesneaux, ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y de los historiadores, México, Siglo XXI Editores, 2005, p. 22. [ Links ]
5 Walter Benjamin, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Tesis VII, México, Contrahistorias, 2005, p. 21. [ Links ]
6 Josep Fontana, Historia: análisis del pasado y proyecto social, Barcelona, Crítica, 1999, p. 261. [ Links ]
7 Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX, México, ERA, 2000. [ Links ]
8 Elvira Concheiro, “Los comunistas mexicanos entre la marginalidad y la vanguardia”, en Elvira Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo (coords.), El comunismo: otras miradas desde América Latina, México, UNAM, 2007, p. 530. [ Links ]
9 Los ejes temáticos que retoma Carr son: 1) ideología y política, 2) Estado y poder, 3) relaciones con organizaciones políticas, 4) internacionalismo y 5) sociología del PCM. Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX, op. cit., pp. 17-28.
10 El término oposición política referida al PCM debe entrecomillarse pues históricamente los comunistas no siempre fueron una organización opositora al régimen.
11 Lorenzo Meyer, Nuestra tragedia persistente. La democracia autoritaria en México, México, Debate, 2013, p. 33. [ Links ]
12 Herbert Marcuse, Razón y revolución. Hegel y el surgimiento de la teoría social, Madrid, Altaya, 1995, p. 180. [ Links ]
13 Ibid., p. 174.
14 Armando Bartra, La utopía posible. México en vilo: de la crisis del autoritarismo a la crisis de la democracia (2000-2008), México, La jornada ediciones, 2011, p. 86. [ Links ]
15 Carlos Illades, Las otras ideas. El primer socialismo en México, México, ERA, 2008, p. 14. [ Links ]
16 Slavoj Zizek, “El espectro de la ideología”, Revista Observaciones Filosóficas [http://www.observacionesfilosoficas.net/elespectrodelaideologia.html].
17 Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX, op. cit., p. 23.
18 Barry Carr, “Temas del comunismo mexicano”, Nexos [http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=266511].
19 Idem.
20 Entrevista a José Revueltas, en Arturo Anguiano, Guadalupe Pacheco y Rogelio Vizcaíno, Cárdenas y la izquierda mexicana, México, Juan Pablos Editor, 1975, p. 190. [ Links ]
21 “Condiciones de admisión de los partidos en la Internacional Comunista”, en Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista [http://www.marxismo.org/?q=node/1549], p. 132. [ Links ]
22 Cfr. Daniela Spenser, Los primeros tropiezos de la Internacional Comunista en México, México, CIESAS, 2009; [ Links ] Daniela Spenser y Rina Ortiz Peralta, La Internacional Comunista en México: los primeros tropiezos Documentos 1919-1922, México, INEHRM, 2006; [ Links ] Daniela Spenser, El triángulo imposible. México, Rusia Soviética y Estados Unidos en los años veinte, México, CIESAS, 1998; [ Links ] Daniela Spenser (coord.), Espejos de la guerra fría: México, América Central y el Caribe, México, CIESAS, 2004; [ Links ] Daniela Spenser, “Unidad a toda costa”: la Tercera Internacional en México durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, México, CIESAS, 2007. [ Links ]
23 Barry Carr, “Temas del comunismo mexicano”, op. cit.
24 Daniela Spenser, Los primeros tropiezos, op. cit., p. 69.
25 Carlos Illades, Las otras ideas, op. cit., pp. 14-43.
26 Barry Carr, La izquierda mexicana, op. cit., p. 41; Arnoldo Martínez Verdugo (ed.), Historia del comunismo en México, México, ERA, 1985, pp. 24-27. [ Links ]
27 Daniela Spenser, Los primeros tropiezos, op. cit., p. 93.
28 Ibid., p. 189.
29 Barry Carr, La izquierda mexicana, op. cit., p. 52.
30 Eric Hobsbawm, Revolucionarios, Barcelona, Crítica, 2003, p. 13. [ Links ]
31 Herbert Marcuse, El marxismo soviético, Madrid, Alianza, 1984, p. 34. [ Links ]
32 Arnaldo Córdova, La ideología de la Revolución Mexicana, México, ERA, 2005, p. 34. [ Links ]
33 Paco Ignacio Taibo II, Bolcheviques. Una historia narrativa del origen del comunismo en México (1919-1925), México, Ediciones B, 2008, p. 13. [ Links ]
34 Bolívar Echeverría, “Prologo”, en Pedro López Díaz, Capitalismo y crisis la visión de Karl Marx, México, Ítaca, 2006, p. 13. [ Links ]
35 Carlos Monsiváis, “La izquierda mexicana: lo uno y lo diverso”, Fractal, núm. 5, abril-junio, 1997, año 2, volumen II, pp. 11-28. [ Links ]
36 Friedrich Katz, “El papel del terror en la Revolución Rusa y en la Revolución Mexicana [http://www.istor.cide.edu/archivos/num_13/dossier4.pdf] [ Links ].
37 Idem.
38 Cfr. Alan Knight, La Revolución Mexicana. Del porfiriato al nuevo régimen constitucional, México, Fondo de Cultura Económica, 2010; [ Links ] Jean Meyer, La Revolución Mexicana, México, Tusquets, 2010. [ Links ]
39 Thomas Benjamín, La Revolución Mexicana. Memoria, mito e historia, México, Taurus, 2010, p. 42. [ Links ]
40 Alan Knight, “Lázaro Cárdenas”, en Will Fowler (coord.), Gobernantes mexicanos, tomo II: 1911-2000, México, Fondo de Cultura Económica, 2008. [ Links ]
41 Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, A la sombra de la Revolución Mexicana, México, Cal y Arena, 2010, p. 189. [ Links ]
42 Armando Bartra, La utopía posible, op. cit., p. 81.
43 “La izquierda y la política de Cárdenas”, en Arturo Anguiano, Guadalupe Pacheco y Rogelio Vizcaíno, Cárdenas y la izquierda mexicana. Ensayo, testimonios, documentos, México, Juan Pablos, 1975, p. 35. [ Links ]
44 Samuel Arriarán Cuellar, Marxismo más allá de Marx, México, UPN, 2004, p. 108. [ Links ]
45 “Entrevista a Valentín Campa”, en Arturo Anguiano et al., Cárdenas y la izquierda mexicana… , op. cit., p. 152.
46 Discurso de Hernán Laborde en la Convención del Partido Comunista de Estados Unidos, Nueva York, 31 de mayo de 1938, RGASPI, fondo. 495, reg. 108, exp. 203, en Daniela Spenser, “Unidad a toda costa”: la Tercera Internacional…, op. cit., p. 337.
47 José Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, México, ERA, 1980, p. 183. [ Links ]
48 G. Pérez, probablemente Vittorio Codovilla, Moscú, 28 de marzo de 1938. RGASPI, fondo 495, reg. 108, exp. 202, en Daniela Spenser, “Unidad a toda costa”…, op. cit., p. 311.
49 Andrés Gracia Salgado, presidente de la Comisión Depuradora de Control del Partido Comunista Mexicano, Nueva York, 28 de febrero de 1940, RGASPI, fondo 495, reg, 17, exp. 234, Ibid., p. 498.
50 Vittorio Codovilla, intervención en los trabajos preparativos para organizar el Congreso Extraordinario del PCM, México, 14 de diciembre de 1939, enviado al Comintern, RGASPI, fondo 495, reg. 17, exp. 122.
51 Valentín Campa, Mi testimonio. Memorias de un comunista mexicano, México, Ediciones de cultura Popular, 1985, p. 161. [ Links ]
52 Cfr. Olivia Gall, “El papel del PCM y de Lombardo en la guerra del Kremlin, la Comintern y la GPU contra Trotsky. México 1936-1940”, en Elvira Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo (coords.), El comunismo: otras miradas desde América Latina, op. cit., pp. 615-651.
53 Ibid., p. 644.
54 Cfr. Valentín Campa, Mi testimonio…, op. cit., p. 161.
55 Dionisio Encina, Respuesta del Partido Comunista Mexicano. ¡Fuera imperialismo y sus agentes!, México, Edición Popular, 1940, p. 150-151, [ Links ] citado por Gerardo Unzueta, “Crisis en el partido, crisis en el movimiento”, en Arnoldo Martínez Verdugo (ed.), Historia del comunismo en México, México, Grijalbo, 1985, p. 189-190. [ Links ]
56 Cfr. Encarnación Pérez, “En el sexenio de Cárdenas”, en Arnoldo Martínez Verdugo, (ed.), Historia del comunismo en México, México, Grijalbo, 1985, p. 187. [ Links ]
57 Antonio Rousset, La izquierda cercada. El partido comunista y el poder durante las coyunturas de 1955 a I960, México, Instituto de Investigaciones “Dr. José María Luis Mora”, 2000, p. 69. [ Links ]
58 Barry Carr, La izquierda mexicana, op. cit., p. 252.
59 Armando Bartra, Hambre/Carnaval. Dos miradas a la crisis de la modernidad, México, UAM-Xochimilco/MC Editores, 2013, p. 36-53. [ Links ]
60 Ibid., p. 282.
61 Massimo Modonesi, La crisis histórica Juan Pablos Editor, 2003, p. 29. [ Links ]
62 Barry Carr, La izquierda mexicana, op. de la izquierda socialista mexicana, México, cit., p. 285.
63 Max Ortega y Ana Alicia Solís de Alba, La izquierda mexicana, una historia inacabada, México, Ítaca, 2012, p. 31. [ Links ]
64 Barry Carr, La izquierda mexicana, op. cit., p. 283.
65 Massimo Modonesi, La crisis histórica de la izquierda socialista mexicana, op. cit., p. 30.
66 Jo Tuckman, México, democracia interrumpida, México, Debate, 2013, p. 355. [ Links ]
67 Cfr. Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, Barcelona, Planeta De Agostini, 1993, p. 32. [ Links ]
68 Cfr. Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa. Racionalidad de la acción y racionalización social, Madrid, Taurus, 1999. [ Links ]
69 Zygmunt Bauman, Miedo líquido: la sociedad contemporánea y sus temores, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 10. [ Links ]
70 Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre, México, Planeta, 1992, p. 208. [ Links ]
71 Jean-François Lyotard, La condición posmoderna, Barcelona, Planeta-Agostini, 1993, p. 42. [ Links ]
72 Idem.
73 Gianni Vattimo et al., En torno a la posmodernidad, Barcelona, Anthropos, 2003, p. 17. [ Links ]
74 Idem.
75 Ibid., p. 15.
76 David Harvey, Breve historia del neoliberalismo, Madrid, Akal, 2007, p. 6. [ Links ]
77 Ibid., p. 11.
78 Carmen Aristegui y Ricardo Trabulsi, Transición. Conversaciones y retratos de lo que se hizo y se dejó de hacer por la democracia en México, México, Grijalbo-Proceso, 2013, p. 252. [ Links ]
79 Cfr. Octavio Paz, El ogro filantrópico [http://sistemapoliticomexico.files.wordpress.com/2012/11/el-ogro-filantrc3b3pico.pdf] [ Links ].
80 Carmen Aristegui y Ricardo Trabulsi, Transición…. , op. cit., p. 253.
81 Armando Bartra (coord.), Los grandes problemas nacionales. Diálogos por la regeneración de México, México, Ítaca, 2012, p. 9. [ Links ]
82 Héctor Aguilar Camín, “Caminos de la izquierda democrática”, Nexos, México, junio de 2014 [http://www.nexos.com.mx/?p=21291] [ Links ].
83 Me refiero particularmente al faccionalismo, al centralismo, la personalización del poder, la ausencia de democracia entre sus militantes y la importación acrítica de modelos políticos que no necesariamente responden a los problemas de la sociedad mexicana.
84 Cfr. José Woldenberg, “La izquierda que llegó para quedarse”, Nexos, México, junio de 2014 [http://www.nexos.com.mx/?p=21286] [ Links ].