Algunas reflexiones a partir de la carta de Álvaro García Linera América Latina: Dónde estamos

Algunas reflexiones a partir de la carta de Álvaro García Linera
América Latina: Dónde estamos

Oscar Ugarteche

ALAI AMLATINA, 25/08/2015.- El Vicepresidente de Bolivia ha abierto una interesante reflexión sobre lo que está pasando, sobre la política contingente. La anunciadísima desaceleración económica del 2014-15 ha llegado con los previsibles signos de malestar social en toda América latina. La mala noticia es que, como sabíamos, los precios de las materias primas pasaron por un ciclo que esta vez estuvo muy amañado por el sector financiero que hizo que subiera a niveles record para luego caer como piedra. Las multas de esto suman 300,000 millones de dólares en los dos últimos años, por las intervenciones criminales de 9 bancos entre el 2008 y 2012. Toda la teoría del crecimiento exportador se acaba de ir a la basura junto con todo el aparato político de que los TLC serían la salida al estancamiento de los años 80 y 90. También se fue a la basura el discurso de que los tipos de cambio estaban blindados por el altísimo nivel de reservas internacionales. Los que estamos del otro lado de ese río, sabíamos que estaban errados, pero la población les creyó y el poder y sus medios se han encargado de hacerlo verdad revelada. Y ahora qué hacemos.

Un libro publicado por CEPR acaba de decir que “En el período entre mediados de la década de 1980 y mediados de la década del 2000 se atravesó por dos importantes desarrollos, uno geo-político y otro económico: (i) la caída del muro de Berlín y la reintegración de Europa central y oriental con Europa occidental; (ii) la reintegración de China en la economía mundial, después de la adopción de una estrategia de crecimiento orientada a la exportación que culminó con el acceso de China a la OMC; y (iii) una gran expansión en el uso de cadenas globales de valor por grandes fabricantes y minoristas, que implica la externalización de partes del proceso de producción a las empresas ubicadas en países diferentes. En esta etapa hubo más comercio que aumento de la producción y se constató la evidencia del crecimiento exportador”.

Después del 2008 “En la actualidad, el comercio no es un propulsor del crecimiento de las economías industrializadas o emergentes”. (Bernard Hoekman, “Trade and growth – end of an era?” en The Global Trade Slowdown: A New Normal? Centre for Economic Policy Research (CEPR), A VoxEU.org eBook, 2015, p.5) Esto es un problema para todos, los creyentes y no creyentes en la integración panamericana o regional y para los que argumentaron que el crecimiento exportador sería la solución al estancamiento de los 80. El malestar que está generando no es temporal porque que el fenómeno no es temporal. El desplome de los precios de los commodities ha puesto en evidencia manipulaciones financieras en esos mercados que dieron como resultado distorsiones inmensas. El mercado del oro es uno en especial muy afectado por las manipulaciones de precios. Todavía las tasas de interés están negativas en Estados Unidos pero la expectativa que suban empujó los precios a su nivel natural, como decían los clásicos. Todos los que argumentaron que los términos de intercambio positivos habían llegado para quedarse deben de comerse la lengua en una amarga salsa de infortunio. Los términos de intercambio son otra vez negativos, como siempre. Y la tasa de interés aun no sube.

Los países más hayekianos de la región como el Perú, Colombia, México y Chile, cuyo rasgo común es una visión panamericana de la integración y el crecimiento liderado por las exportaciones muestran su malestar en el campo. Estudiantes protestan, hay protestas contra la corrupción del gobierno de Bachelet, hay campesinos reclamando por el derecho al agua limpia y al no desarrollo de la minería en algunos valles del Perú, Colombia y México. En el polo político contrario, más post neoliberal, hay protestas en Ecuador contra la violencia estatal, el alto costo de vida, y la reelección indefinida del Presidente, que es una de las 16 enmiendas constitucionales propuestas recientemente. En Uruguay la Asociación de Docentes de Secundaria (ADES) decidió entrar en huelga el lunes 17 de agosto en el país del Frente Amplio, donde Pepe Mujica gobernó hasta hace poco. También están las protestas del sector público por el ajuste presupuestal para el 2016. En Bolivia hay protestas muy violentas, con dinamita, igualmente asociadas al tema económico. Venezuela, de su lado, viene cargando protestas dese hace años por efectos de la inflación y la escasez que eso genera.

En Brasil, las protestas son por la corrupción brutal del gobierno de Dilma, pero como dice la misma gente que protesta, ellos no tienen un candidato alternativo dado que el que sucedería a Dilma está con una acusación semejante y Dilma no. Detrás está esa clase media que no quiere al PT desde el inicio. En realidad, las protestas son por el malestar causado por la devaluación de la moneda que pasó de 1.60 a 3.20 reales por dólar y los efectos sobre la inflación y el estancamiento productivo así como sus consecuencias sobre el empleo y los salarios. Brasil es la economía más afectada con los cambios globales, el año 2014 creció 0.1%, es decir no creció y el 2015 crece a -1.5% con una inflación de 8.5%. En Paraguay los educadores han entrado en huelga exigiendo un sueldo mínimo de 350 dólares, y bonificación familiar de 20 dólares por niño, entre otros. En México las protestas giran en torno a los muertos y desaparecidos. Lo más nuevo a inicios de agosto es la muerte de un periodista que se mudó al Distrito federal amenazado por el gobernador de Veracruz y lo mataron junto a cuatro mujeres, incluida la empleada del hogar, en el departamento donde vivían. Una de las cuatro mujeres muertas era un activista social también amenazada en Veracruz. El presupuesto de austeridad del 2016 aún no se anuncia en México pero se prevé que será agudo.

Aparentemente hay dos tipos de protestas en marcha: Una relacionada al tema económico y otras al tema político de la reelección indefinida. Como en el Perú de Fujimori en 1998, la reelección permanente es un tema espinoso para la opinión pública que masivamente sale a las calles en rechazo.

El tema en Bolivia es distinto: es presión de mejoría; el PIB creció a 6.8% en el 2013, 5.4% en el 2014 y se espera 4.5% para el 2015, la tasa más alta de América Latina. En ese contexto, los habitantes potosinos reclaman 26 obras prometidas por el gobierno central, entre otros, un aeropuerto internacional, una planta hidroeléctrica, hospitales y fábricas de cemento, cal y vidrio en un contexto de prosperidad admirable en un país secularmente golpeado por el abandono de sus líderes. La reacción a las tensiones sociales del gobierno boliviano es también distinta. Mientras en Ecuador se ha resuelto con violencia, en Bolivia se resuelve con ataques contra las viejas ONG que desde hace décadas hacen análisis sobre el país.

De manera poco clara, los temas ambientales que son de la izquierda en el mundo, en Bolivia son señalados de ser de la derecha. Verde es el nuevo rojo, dicen en Francia, pero en Bolivia verde es el nuevo blanco. Ese parece ser el núcleo del problema. Una arremetida verbal violenta de parte del Vicepresidente García Linera contra CEDIB, el antiguo y prestigioso centro de documentación internacionalmente afamado con 30 años de vida; el CEDLA, que acaba de cumplir 40 años y es el centro de investigaciones independiente boliviano más reconocido internacionalmente; la Fundación Milenio, con 25 años de trabajo, auspiciada por la Fundación Konrad Adenauer, asociada al partido liberal alemán; y la Fundación Tierra que tiene el auspicio de la Asociación Latinoamericana de Organismo de Promoción ALOP, históricamente vinculada a la cooperación holandesa, ahora parecen ser el blanco de un gobierno popular.

Bolivia goza de la tasa de crecimiento económico más alta de América Latina, tiene la mejor política de distribución del ingreso y uno de las tasas de inversión más altas de la región. Acomodados para la próxima reelección de Evo el sobresalto gubernamental es innecesario e inexplicable. Un antecedente de esto fue la expulsión en el 2013 de IBIS, ONG danesa con 30 años de trabajo, sin más explicación que trabajaba para desestabilizar al gobierno, análogo a lo actual. La interrogante es ¿cree alguien medianamente ilustrado que puede existir algún régimen político sin oposición interna en alguna parte? ¿Gobernar no tiene que ver con dialogar con los adversarios? ¿Tiene el gobierno de Bolivia una visión estalinista de la política? Si fuere el caso, estaría inútilmente casi solo en el mundo.

En general, hay protestas por problemas económicos en todas partes de América Latina por la frustración ante los anuncios de dos décadas de que vamos al primer mundo “como Chile” y “hay que hacer como Chile” y con más o menos autoritarismo eso se hizo. Se empujaron los TLCs, y se desprestigió todo lo que no es neoliberalismo, o integración panamericana. La población en todos los países se han quedado esperando que la promesa se cumpla. Chile es donde se cumplió más pero parece que los primer mundistas del sur no gozan de su status, vista la magnitud de las protestas que acompañan las demandas políticas. Con un PIB per cápita medido en PPA, el triple de Bolivia, el doble de Perú y Colombia y vez y media de Brasil, el malestar allí está creciendo por la falta de perspectivas ante todas las promesas de décadas.

En general están los gobiernos de la izquierda como Venezuela, Bolivia y Ecuador reaccionando mal a las demandas políticas y deberían de ser los que más respeten las demandas sociales porque finalmente esos gobiernos fueron electos por su pueblo. En efecto, si está en cuestión la reelección indefinida en Ecuador debería de hacerse un referéndum a ver qué dice la gente sobre si se puede o no hacer la reforma constitucional que lo permita. De otro modo, Correa se parecería más Fujimori que digamos a Dilma. Ese no es el espíritu político de su gobierno, sin duda, a pesar de las numerosas acusaciones desde la derecha y alguna izquierda.

El caso boliviano parece un fenómeno aislado a esto porque no hay duda de la reelección de Evo aunque si puede haberla con la reelección indefinida – no planteada aún-, que es el tema espinoso que tumbó finalmente a Fujimori. El sátrapa peruano tuvo el apoyo de Washington desde el día del golpe mismo y un plan de reformas económicas fue armado por el Banco Mundial y articulado desde los ministerios por funcionarios del Banco al día siguiente del golpe. Fujimori se cayó a pesar de todos estos apoyos y del control absoluto del servicio de inteligencia sobre los movimientos de la oposición. La soledad de los gobiernos de izquierda no los debe llevar a portarse como de derecha, golpeando y reprimiendo. Lo importante es que tomen nota todos que los precios de las materias primas han recuperado su nivel histórico y que no hay crecimiento significativo ni en Europa, ni en Estados Unidos ni en Japón y que China crecerá, pero más lentamente en el largo plazo. Encima, parece haber un problema financiero internacional de grandes dimensiones que nuevamente ronda.

Dice el Vicepresidente García Linera, en una carta a los amigos: “En este contexto ‒y haciendo uso de la libertad de pensamiento y expresión‒, he señalado que cuatro ONG mienten y camuflan su activismo político reaccionario bajo el manto de actividad “no gubernamental”. Si CEDIB, CEDLA, etc. han decidido virar a la derecha, es una opción como cualquiera y no interrumpe ni interfiere el proceso social y político boliviano. Milenio siempre fue de derecha liberal y Tierra debe ser de centro izquierda. En todo caso, la oposición alimenta al gobierno, como alimentan todas las críticas a los gobiernos progresistas. Si faltan a la verdad entonces el problema es distinto porque el objeto de la investigación científica es la búsqueda de la verdad. Justamente por eso es que el plagio está fuertemente sancionado. La solución al problema de la mentira en nombre de la ciencia es mostrar la verdad. No es cerrar la institución ni agredirla. Es mostrar, con evidencia, dónde yace la falsedad. El interrogante, dado el peso político de Evo en Bolivia, es si todo esto vale la pena para asegurar su reelección.

En el contexto de protestas por toda América Latina tiene sentido que en los países de derecha agarren a golpes a los protestantes pero no lo tiene que lo hagan los de izquierda. O el mundo está al revés. La izquierda no está para reelegirse permanentemente. Los que hemos peleado por la justicia social en todo el continente durante décadas y estuvimos contra la tercera reelección de Fujimori pudimos ver el grado en que el control del Estado estaba en manos del servicio de inteligencia que solo operaba para garantizar la permanencia del régimen. ¿Es eso lo que hace la izquierda en el poder? El ejemplo es malo y su final fue brutal, primero salir a la carrera fuera del país, luego el exilio y finalmente en la cárcel de por vida por un error de cálculo. Ese no debe ser el molde a seguir de presidentes y gobiernos de izquierda en búsqueda de la perpetuidad en el poder que, en cambio, deberían de ser ejemplos de humildad y de honestidad. Fue Luis XIV quien dijo eso que “El estado soy yo”. Después Stalin perseguiría a Trotski con ese mismo argumento. También mató a Kondratieff porque dijo que había ciclos económicos.

Finalmente, sobre la agenda medioambientalista, García Linera refiere “al encuadre ideológico en el discurso medioambientalista emitido y financiado desde los centros imperiales.” A Eduardo Gudynas lo acusan de esto en el Perú pero desde el polo contrario. Las empresas mineras acusan a los antimineros de ser “chavistas”. No tengo idea donde pone el Vicepresidente a Joan Martínez Alier y sus seguidores de la revista de Ecología Política. Tampoco al Papa Francisco, quien tuvo una exitosa visita recientemente en el país del sur, quien con su encíclica Laudato si’ Carta Encíclica sobre el cuidado de la casa común ha dejado sin dormir a muchos conservadores. Jeb Bush dijo que él no tomaba sus recomendaciones de política económica del Papa. La agenda ambiental es anatema para la derecha internacional y para Bolivia. ¿Qué tienen en común el gobierno de Evo y la derecha internacional? ¿Para qué se enfrenta el Vicepresidente a la izquierda internacional haciendo señalamientos imprecisos? No todas las ONGs internacionales son agencias del imperialismo y no todas las posturas ambientales siguen los lineamientos de USAID.

Finalmente, estamos en una encrucijada donde los gobiernos progresistas deben dar muestra que lo son no acechando a sus adversarios y no golpeando a sus ciudadanos. Estamos en un momento de volver a pensar sobre qué hacer con el futuro en un contexto internacional que dejó de ser el del año 2003 y con una teoría económica dominante que acaban de decir que está caduca. Hay temas más serios que mantenerse en el poder y tener toda la razón. Tener mucha razón basta a estas alturas.

– Oscar Ugarteche es Investigador titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, miembro del SNI/CONACYT

“Bien Vivir” Entre el “desarrollo” y la Des/Colonialidad del Poder

“Bien Vivir” Entre el “desarrollo” y la Des/Colonialidad del Poder* Aníbal Quijano

  • Este texto fue publicado en Ecuador debate (Quito) N° 84: 77-87, diciembre, 2011. Una primera y breve versión se publicó en el Boletín de OXFAM, mayo, 2010.

Todo el dilatado proceso histórico de constitución de la Colonialidad Global del Poder ha ingresado en una profunda crisis. El “Bien Vivir” como expresión de las poblaciones indígenas de América Latina configura una alternativa de vida social que sólo puede ser realizada como la Des/ Colonialidad del Poder.

Lo que aquí propongo es abrir una cuestión crucial de nuestro crucial período histórico: Bien Vivir1 para ser una realización histórica efectiva, no puede ser sino un complejo de prácticas sociales orientadas a la producción
y a la reproducción democráticas de una sociedad democrática, un otro modo de existencia social, con su propio y específico horizonte histórico de sentido, radicalmente alternativos a la Colonialidad Global del Poder y a la Colonialidad / Modernidad / Eurocentrada2. Este patrón de poder es hoy aún mundialmente hegemónico, pero también en su momento de más profunda y raigal crisis desde su constitución hace poco más de quinientos años. En estas condiciones, Bien Vivir, hoy, sólo puede tener sentido como una existencia social alternativa, como una Des/Colonialidad del Poder.

1 “Bien Vivir” y “Buen Vivir”, son los términos más difundidos en el debate del nuevo movimiento de la sociedad, sobre todo de la población indigenizada en América Latina, hacia una existencia social diferente de la que nos ha impuesto la Colonialidad del Poder.
“Bien Vivir” es, probablemente, la formulación más antigua en la resistencia “indígena” contra la Colonialidad del Poder. Fue, notablemente, acuñada en el virreinato
del Perú, por nada menos que Guamán Poma de Ayala, aproximadamente en 1615, en su Nueva Crónica y buen gobierno. Carolina Ortiz Fernández es la primera en haber llamado la atención sobre ese histórico hecho. Véase: Ortiz Fernández, Carolina 2009 “Felipe Guamán Poma de Ayala, Clorinda Matto, Trinidad Henríquez y la teoría crítica. Sus legados a la teoría social contemporánea” en YUYAYKUSUN (Lima: Universidad
Ricardo Palma) N° 2, diciembre. Las diferencias pueden no ser lingüísticas solamente, si no, más bien, conceptuales. Será necesario deslindar las alternativas, tanto en el español latinoamericano, como en las variantes principales del Quechua en América del Sur y en el Aymara. En el Quechua del norte del Perú y en Ecuador, se dice Allin Kghaway (Bien Vivir) o Allin Kghawana (Buena Manera de Vivir) y en el Quechua del Sur y en Bolivia se suele decir “Sumac Kawsay” y se traduce en español como “Buen Vivir”. Pero “Sumac”
significa bonito, lindo, hermoso, en el norte del Perú y en Ecuador. Así, por ejemplo, “Imma Sumac” (Qué Hermosa), es el nombre artístico de una famosa cantante peruana. “Sumac Kawsay” se traduciría como “Vivir Bonito”. Inclusive, no faltan desavisados eurocentristas que pretenden hacer de Sumac lo mismo que Suma y proponen decir Suma Kawsay.
2 La teoría de la Colonialidad del Poder, o Colonialidad del Poder Global, y del Eurocentrismo o Colonialidad / Modernidad / Eurocentrada como su específico horizonte histórico de sentido, fue originalmente propuesta en mis textos desde comienzos de la década final del siglo XX. Para los fines del actual debate, puede ser útil mencionar los principales. “Colonialidad y modernidad / racionalidad” originalmente
publicado en Perú Indígena (Lima),Vol. 13, N° 29, 1991; publicado en coautoría: Wallerstein, Immanuel 1992 “Americanity as a Concept or the Americas in the Modern World-System” en International Social Science Journal (París: UNESCO / Blackwel) N° 134: 549-557, noviembre.; “América Latina en la Economía Mundial” en Problemas del desarrollo (México: Instituto de Investigaciones Económicas-UNAM) Vol. XXIV, N° 95, oct.-dic., 1993; “Raza, etnia y nación: cuestiones abiertas” en José Carlos Mariátegui y Europa (Lima: Amauta, 1993) pp. 167-188; “Colonialité du Pouvoir et Democratie en Amérique Latine” en Future Anterieur: Amérique Latine, Democratie et Exclusion (París:
L’Harmattan, 1994); “Colonialidad, poder, cultura y conocimiento en América Latina” en Anuario mariateguiano (Lima) Vol. IX, N° 9: 113-122, 1998; “Qué tal raza” en Familia y cambio social (Lima: CECOSAM, 1998); “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina” en Lander, Edgardo (comp.) Colonialidad del saber, eurocentrismo y Ciencias Sociales (Buenos Aires: CLACSO / UNESCO, 2000) p. 201 y ss; “Colonialidad
del poder y clasificación social” originalmente publicado en Arrighi, Giovanni y Goldfrank, Walter L. (eds.) 2000 Journal of World Systems Research (Colorado) Vol. VI, N° 2: 342-388, fall-winter, Special Issue: Festschrift for Immanuel Wallerstein; “Colonialidad
del poder, globalización y democracia” en San Marcos (Lima: Universidad de San Marcos) N° 25: 51-104, julio, Segunda época, Versión revisada, 2006. Actualmente se desarrolla un debate mundial sobre la teoría.

“Desarrollo”, una paradoja eurocéntrica: modernidad sin Des/Colonialidad

Desarrollo fue, sobre todo en el debate latinoamericano, el término clave de un discurso político asociado a un elusivo proyecto de desconcentración y redistribución relativas del control del capital industrial, en la nueva
geografía que se configuraba en el capitalismo colonial-moderno global, al término de la Segunda Guerra Mundial.

En un primer momento, ese fue un discurso virtualmente oficial. Sin embargo, pronto dio lugar a complejas y contradictorias cuestiones que produjeron un rico e intenso debate, con reverberación mundial, como clara expresión de la magnitud y de la profundidad de los conflictos de interés político-social implicados en toda esa nueva geografía de poder y en América Latina en particular. Así fue producida una extensa familia de categorías
(principalmente, desarrollo, subdesarrollo, modernización, marginalidad, participación, de un lado, e imperialismo, dependencia, marginalización, revolución, en la vertiente opuesta) que se fue desplegando en estrecha
relación con los conflictivos y violentos movimientos de la sociedad, que llevaron sea a procesos inconducentes o a cambios relativamente
importantes, pero inacabados, en la distribución de poder3.

3 Los nombres de Raúl Prebisch, Celso Furtado, Aníbal Pinto, Fernando Henrique Cardoso, Enzo Faletto, Andrew Gunder Frank, Rui Mauro Marini, Theotonio Dos Santos, José Nun, entre los muchos que tomaron parte en dicho debate, son probablemente familiares a la generalidad de los lectores. Y hay, por supuesto, disponible, a ese respecto, una extensa
literatura.

De modo breve, se podría decir que en América Latina el resultado principal fue la remoción del “Estado oligárquico” y de algunas de sus instancias en la existencia social de la población de estos países. Pero ni su dependencia histórico / estructural en la Colonialidad Global de Poder, ni los modos de
explotación y de dominación inherentes a este patrón de poder, fueron erradicados o alterados suficientemente como para dar lugar a una producción y gestión democráticas del Estado, ni de los recursos de producción, ni
de la distribución y apropiación del producto. Ni el debate logró, a pesar de su intensidad, liberarse de la hegemonía del Eurocentrismo.
En otros términos, esos cambios no llevaron al “desarrollo”. De otro modo no podría entenderse por qué el término reaparece siempre, ahora por ejemplo, como fantasma de un inconcluso pasado4.

4 Ver de Quijano, Aníbal 2000 “El fantasma del desarrollo en América Latina” en Revista venezolana de Economía y Ciencias Sociales (Caracas: UCV) N° 2: 73-91. Quijano, Aníbal 2006 “Os Fantasmas da América Latina” en Adauto Novais (org.) Oito Visões da America
Latina (San Pablo: SENAC) pp. 49-87.
La Colonialidad Global del Poder y el fantasma del Estado-nación

La hegemonía del Eurocentrismo en el debate llevaba en América Latina a plantearse el “desarrollo” en relación al Estado-nación. Pero, en el contexto de la Colonialidad Global del Poder, esa perspectiva era históricamente inconducente. Más aún, precisamente cuando después de la Segunda Guerra Mundial, este patrón de poder ingresaba a escala global, en un prolongado
período de cambios decisivos que aquí es útil sumarizar:

1. El capital industrial comenzó a vincularse estructuralmente con lo que entonces fue denominada como “revolución científico- tecnológica”. Esa relación implicaba, de una parte, la reducción de las necesidades de fuerza de trabajo viva e individual y, en consecuencia, del empleo asalariado como
estructuralmente inherente al capital en su nuevo período. El desempleo dejaba de ser un problema coyuntural o cíclico. “Desempleo estructural” fueron los términos posteriormente acuñados entre los economistas
convencionales para significar ese proceso.
2. Esas tendencias de cambio de las relaciones entre capital y trabajo implicaron la ampliación del margen de acumulación especulativa,
también como tendencia estructural y no solamente cíclica, y llevaron a la
dominación progresiva de la “financiarización estructural”. Así se fue configurando un nuevo capital industrial / financiero, que pronto tuvo una relativamente rápida expansión mundial.
3. Un proceso de tecnocratización / instrumentalización de la subjetividad, del imaginario, de todo el horizonte de sentido histórico específico de la Colonial / Modernidad / Eurocentrada. Se trata, en rigor, de
un proceso de creciente abandono de las promesas iniciales de la llamada “racionalidad moderna” y, en ese sentido, de un cambio profundo de la perspectiva ético / política de la eurocéntrica versión original de la “Colonialidad / Modernidad”. Ésta no dejó de ser, no obstante su nuevo carácter, atractiva y persuasiva, aun que tornándose cada vez más paradójica y ambivalente, históricamente imposible en definitiva.
4. El desarrollo y la expansión del nuevo capital industrial/financiero, junto con la derrota de los grupos nazi-fascistas de la burguesía mundial, en la disputa por la hegemonía del capitalismo durante la Segunda Guerra Mundial, facilitaron la desintegración del colonialismo europeo en Asia y África, y, al mismo tiempo, la prosperidad de las burguesías, de las capas medias, inclusive de sectores importantes de los trabajadores explotados,
de los países euro/americanos.
5. La consolidación del despotismo burocrático (rebautizado de “socialismo realmente existente”) y su rápida expansión dentro y fuera de Europa, ocurrió dentro de ese mismo cauce histórico. Dicho modo de dominación fue siendo afectado, cada vez más profunda e insanablemente, por esa corriente tecnocrática e instrumental de la “racionalidad” colonial / moderna.
6. En ese contexto, la hegemonía de esa versión de la “modernidad” operaba como el más poderoso mecanismo de dominación de la subjetividad, tanto por parte de la burguesía mundial como de la despótica burocracia del llamado “campo socialista”.

De ese modo, no obstante sus rivalidades, ambos modos de dominación / explotación/ conflicto confluyeron en su antagonismo represivo a los nuevos movimientos de la sociedad, en particular en torno de la ética social respecto del trabajo, del género, de la subjetividad y de la autoridad colectiva. Sería más difícil explicar de otro modo, la exitosa alianza de ambos modos de dominación para derrotar (sea en París, Nueva York, Berlín, Roma, Jakarta, Tlatelolco, o en Shanghái y Praga) a los movimientos, juveniles sobre todo, que entre fines de los sesenta y comienzos de los setenta del siglo XX, luchaban, minoritariamente pero en todo el mundo, entonces ya no solamente contra la explotación del trabajo y contra el colonialismo y el imperialismo, contra las guerras colonial-imperiales (en ese período, Vietnam era el caso emblemático), sino también contra la ética social del productivismo y del consumismo; contra el pragmático autoritarismo burgués y burocrático;contra la dominación de “raza” y de “género”; contra la represión de las formas no convencionales de sexualidad; contra el reduccionismo tecnocrático de la
racionalidad instrumental y por una nueva tesitura estética / ética política. Pugnando, en consecuencia, por un horizonte de sentido histórico radicalmente distinto que el implicado en la Colonialidad / Modernidad /
Eurocentrada.
7. Al mismo tiempo, emergía un nuevo patrón de conflicto. En primer término, la deslegitimación de todo sistema de dominación montado sobre el eje “raza” / “género” / “etnicidad”. La tendencia comenzó ya desde fines de la Segunda Guerra Mundial, como resultado de la revulsa mundial respecto de las atrocidades del nazismo y del autoritarismo militar japonés. El racismo / sexismo / etnicismo de dichos regímenes despóticos no sólo quedaba, por lo tanto, derrotado en la guerra, sino también y no menos, convertido en referencia deslegitimatoria de la racialización, del patriarcado, del etnicismo y del autoritarismo militarista en las relaciones de poder. Pero fue sobre todo durante la década de los años sesenta del siglo XX que el gran debate sobre
la “raza” y sobre el “género” pudieron cobrar un nuevo y definitivo relieve, anunciando el gran conflicto mundial actual en torno del control de los respectivos ámbitos de práctica social.
8. Por todo eso, no obstante la derrota de los movimientos antiautoritarios y antiburocráticos, y de la secuente imposición de la “globalización” del nuevo Capitalismo Colonial Global, la simiente de un horizonte histórico nuevo pudo sobrevivir entre la nueva heterogeneidad histórico / estructural del
imaginario mundial, y germina ahora como uno de los signos mayores de la propuesta de Bien Vivir.

El nuevo período histórico: la crisis raigal de la Colonialidad Global del Poder

El desarrollo de aquellas nuevas tendencias históricas del capital industrial-financiero llevó a ese prolongado período de auge y de cambios a culminar con la explosión de una crisis raigal en el patrón de poder como tal, la Colonialidad Global del Poder, en su conjunto y en sus elementos
raigales, desde la segunda mitad de 1973.

Con esa crisis, el mundo ha ingresado en un nuevo período histórico, cuyos procesos específicos tienen profundidad, magnitud e implicaciones
equivalentes, aunque con un casi inverso signo, a los del período que denominamos como “Revolución industrial / burguesa”. Los términos “neoliberalismo”, “globalización” y “posmodernidad” (que aquí no podrían ser discutidos detenidamente)5 presentan con razonable eficacia, no obstante todas sus ambivalencias y complejidades, el carácter y las tendencias mayores del nuevo período. Lo primero consiste, básicamente, en la imposición definitiva del nuevo capital financiero en el control del capitalismo global colonial /moderno. En un sentido preciso, se trata de la imposición mundial de la “desocupación estructural”, plenamente tramada con la “financiarización estructural”. Lo segundo, en la imposición de esa definida trama sobre todos los países y sobre toda la población humana, inicialmente en América Latina, con la sangrienta dictadura del general Pinochet en Chile, y después por la política de los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en Inglaterra y en Estados Unidos, respectivamente, con el respaldo y/o la sumisión de todos los demás países.

5 Mi contribución al debate de esas cuestiones, principalmente en: Modernidad, identidad y utopía en América Latina (Lima: Sociedad y política, 1988); “Colonialidad del Poder, Globalización y Democracia” originalmente publicado en Tendencias Básicas de nuestra era (Caracas: Instituto de Estudios Internacionales Pedro Gual, 2001). Una versión revisada, “Entre la Guerra Santa y la Cruzada” en San Marcos (Lima: Universidad de San Marcos) N° 25, julio, 2006, y originalmente publicada en América Latina En Movimiento (Quito) N° 341, octubre, 2001; “El trabajo al final del siglo XX” originalmente publicado en Amin, Samir (ed.) 2003 Pensée Sociale Critique Pour le XXI Siécle (París: L’Harmattan) pp. 131-149; y “Paradojas de la colonialidad/ modernidad / eurocentrada” en Hueso húmero (Lima) N° 53: 30-59, abril, 2009.

Esa imposición produjo la dispersión social de los trabajadores explotados y la desintegración de sus principales instituciones sociales y políticas (sindicatos, sobre todo); la derrota y desintegración del llamado “campo socialista”, y de virtualmente todos los regímenes, movimientos y organizaciones políticas que le estaban vinculados. China, y después Vietnam, optaron por ser miembros del nuevo “capitalismo realmente existente”, industrial-financiero y globalizado, bajo un despotismo burocrático reconfigurado como socio de las mayores corporaciones
financieras globales y del Bloque Imperial Global6.

6 Sobre el concepto de Bloque Imperial Global, remito a “Colonialidad del poder, globalización y democracia”, ya citado.

En fin, “posmodernidad” denomina, no del todo inapropiadamente, la imposición definitiva de la tecnocratización / instrumentalización
de la hasta entonces conocida como la “racionalidad moderna”. Esto es, de la Colonialidad / Modernidad / Eurocentrada. Estamos, pues, inmersos en un proceso de completa reconfiguración de la Colonialidad Global del Poder, del patrón de poder hegemónico en el planeta. Se trata, en primer término, de
la aceleración y profundización de una tendencia de re-concentración del control del poder. Las tendencias centrales de dicho proceso
consisten, en un apretado recuento, en:

1. la re-privatización de los espacios públicos, del Estado en primer término;
2. la reconcentración del control del trabajo, de los recursos de producción y de la producción-distribución;
3. la polarización social extrema y creciente de la población mundial;
4. la exacerbación de la “explotación de la naturaleza”;
5. la hiperfetichización del mercado, más que de la mercancía;
6. la manipulación y control de los recursos tecnológicos de comunicación y de transporte para la imposición global de la tecnocratización/ instrumentalización de la Colonialidad / Modernidad;
7. la mercantilización de la subjetividad y de la experiencia de vida de los individuos, principalmente de las mujeres;
8. la exacerbación universal de la dispersión individualista de las personas y de la conducta egoísta travestida de libertad individual, lo que en la práctica equivale a la universalización del “sueño americano” pervertido en la pesadilla de brutal persecución individual de riqueza y de poder contra los de más;
9. la “fundamentalización” de las ideologías religiosas y de sus correspondientes éticas sociales, lo que re-legitima el control de los principales ámbitos de la existencia social;
10. el uso creciente de las llamadas “industrias culturales” (sobre todo de imágenes, cine, TV, video, etc.) para la producción industrial de un imaginario de terror y de mistificación de la experiencia, de modo de
legitimar la “fundamentalización” de las ideologías y la violencia represiva.

La “explotación de la naturaleza” y la Crisis de la Colonialidad Global del Poder

Aun que aquí de manera apenas alusiva, no sería pertinente dejar de señalar que uno de los elementos fundantes de la Colonialidad / Modernidad
/ Eurocentrada es el nuevo y radical dualismo cartesiano, que separa la “razón” y la “naturaleza”7. De allí, una de las ideas / imágenes
más características del eurocentrismo, en cualquiera de sus vertientes: la “explotación de la naturaleza” como algo que no requiere justificación
alguna y que se expresa cabalmente en la ética productivista engendrada junto con la “revolución industrial”. No es en absoluto difícil percibir la inherente presencia de la idea de “raza” como parte de la “naturaleza”, como explicación y justificación de la explotación de las “razas inferiores”.

7 Un debate más detenido puede ser encontrado en “Colonialidad del poder y clasificación social” en Arrighi y Goldfrank (2000), op. cit.

Es al amparo de esa mistificación metafísica de las relaciones humanas con el resto del universo, que los grupos dominantes del homo sapiens en la Colonialidad Global del Poder, en especial desde la “Revolución industrial”, han llevado a la especie a imponer su hegemonía explotativa sobre las demás especies animales y una conducta predatoria sobre los demás elementos
existentes en este planeta. Y, sobre esa base, el Capitalismo Colonial / Global practica una conducta cada vez más feroz y predatoria, que termina poniendo en riesgo no solamente la sobrevivencia de la especie entera en el planeta, sino la continuidad y la reproducción de las condiciones de vida, de toda vida, en la
tierra. Bajo su imposición, hoy estamos matándonos entre nosotros y destruyendo nuestro común hogar.

Desde esta perspectiva, el llamado “calentamiento global” del clima en la tierra, o “crisis climática”, lejos de ser un fenómeno “natural”, que ocurre en algo que llamamos “naturaleza” y separado de nosotros como miembros de la especie animal Homo Sapiens, es el resultado de la exacerbación de aquella desorientación global de la especie sobre la tierra, impuesta por las tendencias
predatorias del nuevo Capitalismo Industrial / Financiero dentro de la Colonialidad Global del Poder. En otros términos, es una de las
expresiones centrales de la crisis raigal de este específico patrón de poder.

La nueva resistencia: hacia la Des / Colonialidad del Poder

Desde fines del Siglo XX, una proporción creciente de las víctimas de dicho patrón de poder ha comenzado a resistir a esas tendencias, en virtualmente todo el mundo. Los dominadores, los “funcionarios del capital”, sea como dueños de las grandes corporaciones financieras o como gobernantes de regímenes despóticoburocráticos, responden con violentas represiones,
ahora no sólo dentro de las fronteras convencionales de sus propios países, sino a través o por encima de ellas, desarrollando una tendencia a la re-colonización global, usando los más sofisticados recursos tecnológicos que
permiten matar más gente, más rápido, con menos costo.

Dadas esas condiciones, en la Crisis de la Colonialidad Global del Poder y, en especial, de la Colonialidad / Modernidad / Eurocentrada, la exacerbación de la conflictividad y de la violencia se ha establecido como una tendencia
estructural globalizada.

Tal exacerbación de la conflictividad, de los fundamentalismos, de la violencia, aparejadas a la creciente y extrema polarización social de la población del mundo, va llevando a la resistencia misma a configurar un nuevo patrón de conflicto. La resistencia tiende a desarrollarse como
un modo de producción de un nuevo sentido de la existencia social, de la vida misma, precisamente porque la vasta población implicada percibe, con intensidad creciente, que lo que está en juego ahora no es sólo su pobreza, como su sempiterna experiencia, sino, nada menos que su propia sobrevivencia. Tal descubrimiento entraña, necesariamente, que no se puede defender la vida humana en la tierra sin defender, al mismo tiempo, en el mismo movimiento, las condiciones de la vida misma en esta tierra.

De ese modo, la defensa de la vida humana, y de las condiciones de vida en el planeta, se va constituyendo en el sentido nuevo de las luchas de resistencia de la inmensa mayoría de la población mundial. Y sin subvertir y desintegrar
la Colonialidad Global del Poder y su Capitalismo Colonial / Global hoy en su más predatorio período, esas luchas no podrían avanzar hacia la producción de un sentido histórico alternativo al de la Colonialidad / Modernidad / Eurocentrada.
Des / Colonialidad del Poder como continua producción democrática de la existencia social

Ese nuevo horizonte de sentido histórico, la defensa de las condiciones de su propia vida y de las demás en este planeta, ya está planteado en las luchas y prácticas sociales alternativas de la especie. En consecuencia, en contra de
toda forma de dominación / explotación en la existencia social. Es decir, una Des / Colonialidad del Poder como punto de partida, y la autoproducción y reproducción democráticas de la existencia social, como eje continuo de
orientación de las prácticas sociales.

Es en este contexto histórico donde hay que ubicar, necesariamente, todo debate y toda elaboración acerca de la propuesta de Bien Vivir. Por consiguiente, se trata, ante todo, de admitirla como una cuestión abierta, no solamente en el debate, sino en la práctica social cotidiana de las poblaciones que decidan urdir y habitar históricamente en esa nueva existencia social posible.

Para desarrollarse y consolidarse, la Des /Colonialidad del poder implicaría prácticas sociales configuradas por:
a. la igualdad social de individuos heterogéneos y diversos, contra la desigualizante clasificación e identificación racial / sexual /social de la población mundial;
b. por con siguiente, ni las diferencias ni las identidades no serían más la fuente o el argumento de la desigualdad social de los individuos;
c. las agrupaciones, pertenencias y/o identidades serían el producto de las decisiones libres y autónomas de individuos libres y autónomos;
d. la reciprocidad entre grupos y/o individuos socialmente iguales, en la organización del trabajo y en la distribución de los productos;
e. la redistribución igualitaria de los recursos y productos, tangibles e intangibles, del mundo, entre la población mundial;
f. la tendencia de asociación comunal de la población mundial, a escala local, regional o globalmente, como el modo de producción y gestión directas de la autoridad colectiva y, en ese preciso sentido, como el más eficaz mecanismo de distribución y redistribución de derechos, obligaciones, responsabilidades,
recursos, productos, entre los grupos y sus individuos, en cada ámbito de la existencia social, sexo, trabajo, subjetividad, autoridad colectiva y co-responsabilidad en las relaciones con los demás seres vivos y otras entidades del planeta o del universo entero.

Los “indígenas” del “sur global” y la propuesta de Bien Vivir: cuestiones pendientes

No es por accidente histórico que el debate sobre la Colonialidad del Poder y sobre la Colonialidad/ Modernidad / Eurocentrada, haya sido producido, en primer término, desde América Latina. Así como no lo es que la propuesta de Bien Vivir provenga, en primer término, del nuevo movimiento
de los “indígenas” latinoamericanos.

América Latina es el mundo constituido en las “Indias Accidentales” (irónica referencia a la divulgada idea de “Indias Occidentales”)8. Por eso,
como el espacio original y el tiempo inaugural de un nuevo mundo histórico y de un nuevo patrón de poder, el de la Colonialidad Global del Poder. Y, así mismo, como el espacio / tiempo original e inaugural de la primera “indigenización” de los sobrevivientes del genocidio colonizador, como
la primera población del mundo sometida a la “racialización” de su nueva identidad y de su lugar dominado en el nuevo patrón de poder.

8 Finley, Robert 2003 Las Indias Accidentales (Barcelona: Barataria).

América Latina y la población “indígena” ocupan, pues, un lugar basal, fundante, en la constitución y en la historia de la Colonialidad del Poder. De allí, su actual lugar y papel en la subversión epistémica / teórica / histórica / estética / ética / política de este patrón de poder en crisis, implicada en las propuestas de Des / Colonialidad Global del Poder y del Bien Vivir como una existencia social alternativa.

Empero, si bien América, y en particular América Latina, fue la primera nueva identidad histórica de la Colonialidad del Poder y sus poblaciones colonizadas los primeros “indígenas” del mundo, desde el siglo XVIII, todo el resto del territorio del planeta, con todas sus poblaciones, fue conquistado por Europa Occidental.

Y tales poblaciones, la inmensa mayoría de la población mundial, fueron colonizadas, racializadas y, en consecuencia, “indigenizadas”. Su actual emergencia no consiste, pues, en otro “movimiento social” más. Se trata de todo un movimiento de la sociedad cuyo desarrollo podría llevar a la Des / Colonialidad Global del Poder, esto es a otra existencia social, liberada de
dominación / explotación / violencia. La crisis de la Colonialidad Global del Poder, y el debate y la lucha por su Des / Colonialidad, han mostrado a plena luz que la relación social de dominación / explotación fundadas en torno
de la idea de “raza” es un producto de la historia del poder y de ninguna cartesiana “naturaleza”.

Pero también hacen patente la extrema heterogeneidad histórica de esa población “indigenizada”, primero en su historia previa a la colonización
europea; segundo, en la que se ha producido por las experiencias bajo la Colonialidad del Poder, durante casi medio millar de años y, finalmente, por la que está siendo ahora producida en el nuevo movimiento de la sociedad hacia
la Des / Colonialidad Global del Poder.

No tendría sentido esperar que esa históricamente heterogénea población, que compone la abrumadoramente inmensa mayoría de la población del mundo, haya producido o cobijado un imaginario histórico homogéneo, universal,
como alternativa a la Colonialidad Global del Poder. Eso no podría ser concebible inclusive tomando en cuenta exclusivamente América Latina, o América en su conjunto.

De hecho, todas esas poblaciones, sin excepción, provienen de experiencias históricas de poder. Hasta donde sabemos, el poder parece haber sido, en toda la historia conocida, no solamente un fenómeno de todas las existencias
sociales de larga duración, sino, más aún, la principal motivación de la conducta histórica colectiva de la especie. Tales experiencias de poder sin duda son distintas entre sí y respecto de la Colonialidad del Poder., no obstante posibles comunes experiencias de colonización.

Sin embargo, las poblaciones “indigenizadas” bajo la dominación colonial, primero en “América” bajo Iberia, y más tarde en todo el mundo bajo “Europa Occidental”, no sólo han compartido en común, universalmente, las perversas
formas de dominación / explotación impuestas con la Colonialidad Global del Poder. También, paradojal pero efectivamente, en la resistencia contra ellas han llegado a compartir comunes aspiraciones históricas contra la dominación, la explotación, la discriminación: la igualdad social de individuos heterogéneos, la libertad de pensamiento y de expresión de todos esos individuos, la redistribución igualitaria de recursos, así como del control igualitario de todos ellos, sobre todos los ámbitos centrales de la existencia social.

Por todo eso, en la “indigenidad” histórica de las poblaciones víctimas de la Colonialidad Global del Poder, no alienta solamente la herencia del pasado, sino todo el aprendizaje de la resistencia histórica de tan largo plazo. Estamos, por eso, caminando en la emergencia de una identidad histórica nueva, histórico / estructuralmente heterogénea como todas las demás, pero cuyo
desarrollo podría producir una nueva existencia social liberada de dominación / explotación / violencia, lo cual es el corazón mismo de la demanda del Foro Social Mundial: Otro Mundo es Posible.

En otros términos, el nuevo horizonte de sentido histórico emerge con toda su heterogeneidad histórico / estructural. En esa perspectiva, la propuesta de Bien Vivir es, necesariamente, una cuestión histórica abierta9 que requiere ser continuamente indagada, debatida y practicada.

9 Acerca de eso, por ejemplo las recientes entrevistas a dirigentes aymaras en Bolivia, hechas y difundidas por medio del correo electrónico de la CAOI. La revista América Latina en Movimiento, de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI), ha dedicado el N° 452, febrero de 2010, íntegramente a este debate, bajo el título general de “Recuperar el sentido de la vida”. Respecto de las prácticas sociales mismas, hay ya un muy importante movimiento de investigación específica. Ver: “Vivir Bien frente al desarrollo. Procesos de
planeación participativa en Medellín” en Gómez, Esperanza et al. (Medellín: Universidad de Medellín, 2010).

The nawat language

The Nawat language

Nawat is the heritage language of the Pipils who live in the western part of El Salvador. Nawat is the native name and it is so spelt in the present (IRIN) orthography; it is also the proposed English spelling. In Spanish, and in older Spanish-based Nawat spelling, the same word is spelt náhuat. The language is frequently called Pipil in the English-language academic literature.

Prodigal Son excerpt in NawatNawat closely resembles the modern dialects of Nahuatl (of the Uto-Aztecan language family) spoken in parts of southern Mexico, and has sometimes been considered merely one more dialect of Nahuatl. But despite the similarities and partial mutual intelligibility (comparable in degree to that found between some modern Romance languages), the Pipils have been isolated from their linguistic cousins for many centuries and their language may be said to have acquired an identity of its own. For practical purposes, therefore, Nawat is a separate language.

The Pipils are descended from people who migrated south from southern Mexico in several waves, perhaps roughly a thousand years ago. The historical details are unclear and still debated. They originally settled in numerous localities all over Central America and either dominated or lived side-by-side with earlier indigenous populations of different stocks within the highly complex ethnic patchwork of peoples and languages in Central America. None of these linguistic neighbours were genetically related to Nawat. This pattern of Pipil settlement was already established before contact with the Spanish. In the upheaval and persecutions that followed European conquest, Pipil communities in Guatemala, Honduras and Nicaragua disappeared or lost their identity, leaving the important Pipil nucleus in western El Salvador as the only remaining stronghold of the Nawat language.

Nahuatl in Mexico had become the language of the Aztec Empire that the Spanish encountered upon their arrival in the so-called New World. Given the similarity between Nahuatl and the language of the Pipils, it is sometimes wrongly assumed that the Pipils’ ancestors were Aztecs. But this is a historical anachronism since “Aztec” refers to an empire that came into being in present-day Mexico when the Pipils were already settled in Central America. The Spanish colonists initially adopted and attempted to spread an elaborate literary form of what is now called Classical Nahuatl as the lingua franca of their new territories, before abandoning this policy and imposing Spanish instead.

Even though most of the native languages of Central America bore absolutely no relationship at all to Nahuatl, after destroying the Aztec Empire the Spanish enlisted Nahuatl speakers (“Mexicans”) to accompany them as “interpreters” as they proceeded southwards to expand their domains. Thus some of the representatives of local ethnic groups learnt the language of the Aztecs in order to communicate with their invaders and new overlords, and Nahuatl terminology, placenames and so on were introduced over an area far beyond the borders of the Aztec imperial domain.

Yet when these Mexican interpreters came into contact with Pipils they found that they understood each other’s language so easily that the interpreters informed their Spanish masters that the Pipils spoke mexicano corrupto, a “corrupted form of Mexican”. They may have considered the Pipils’ form of speech somewhat comical, for they described it as childish. This conception of the Pipils may possibly explain the name Pipil, which probably meant “boy, youngster” in the interpreters’ dialect as it still does today in Nawat. This explanations seems likelier than the alternative (more romantic?) theory often heard, according to which pipil meant “prince” (i.e. a BOY-king) and the epithet referred to the members of the pre-colonial Pipil aristocracy. Either way, as an ethnonym (name of a people), Pipil would be an exonym (name given by another ethnic group, not an original self-designation of the people in question), and this may help to explain why this term is not often used by the Pipils themselves, who appear not to have any traditional term specifying their identity as a people.

In pre-Hispanic times the Pipils of present-day El Salvador were surrounded by neighbours who spoke Mayan languages (to the north and west), while further east were the Lencas (who spoke Lenca) and also a people who spoke a language belonging to the Misumalpan language family (which includes Miskito) known as Cacaopera. All these languages are now extinct in El Salvador; the last speakers of Lenca and Cacaopera were documented in the mid-twentieth century.

If nothing is done to oppose this trend, the last speakers of Nawat may also disappear in the early twenty-first century. The clock is ticking and time is against us. Hence the urgency of Nawat language recovery if the language is to survive. It will be necessary to fight against many obstacles. Nobody is sure how many speakers are left (and the slippery definition of “speaker” makes it still harder to say): many think there are only a few dozen left, at best, and many live isolated from each other in remote rural areas. But there are other obstacles too. In the twentieth century political persecution and war led to large-scale massacres and decimated the indigenous and Nawat-speaking population; the Pipils still recoil from the historical memory of suffering and fear, which tinges their feelings about their language and ethnic identity for which they have suffered persecution. In El Salvador today, a very poor country with enormous social problems exacerbated by the dominance of a reactionary ruling class, there is very little social awareness of the existence of indigenous peoples or recognition of their distinct identity. Despite token nods to a historical indigenous component of their “national identity” (difficult to ignore since the overwhelming majority of the population, except for the ruling class, is racially predominantly indigenous and most placenames are of native origin), the society at large and the official national discourse are in constant denial on the indigenous issue as part of the country’s present, and indigenous rights are in practice as good as non-existent. In this climate, there is hardly any effective official or social support for the cause of indigenous identity and language in El Salvador, which are regarded as fringe issues, and the future this promises for survival and recovery of the only remaining heritage language is a bleak one.

If you would like to support the Nawat language recovery movement, please contact IRIN – Te Miki Tay Tupal, the Nawat language recovery initiative.

PCS: 62 años de lucha por la justicia, la democracia y el socialismo (30 de marzo de 1992)

PCS: 62 años de lucha por la justicia, la democracia y el socialismo (30 de marzo de 1992)

Tuvieron que pasar más de sesenta años para que el Partido Comunista de El Salvador, PCS, saliera a la luz pública para conmemorar su natalicio. Y es que la historia del PCS estuvo vinculada a la existencia de la dictadura militar. Y en 1992 al dejar de existir la dictadura militar la sociedad observó a los comunistas con el rostro descubierto, sus banderas desplegadas, rojas con la hoz y el martillo, que llenaron las graderías del anfiteatro de la Feria Internacional en San Salvador. La clandestinidad impuesta por la dictadura había concluido.

El acto del PCS se realizó en el marco de la entonces reciente firma en enero de ese año, de los Acuerdos de Paz que pusieron fin a12 largos años de Guerra Popular Revolucionaria, así como en el contexto de una situación internacional marcada por el impensable derrumbe del campo socialista, y la imposición novedosa de la globalización neoliberal.

La actividad estuvo presidida por los dirigentes comunistas José Mauricio Rivera, Raúl Granillo, Dagoberto Gutiérrez, Héctor Acevedo, Rafael Benavides, Schafik Handal, Miguel Ángel Sáenz Varela, David Pereira, Benito Lara y Américo Araujo. El discurso principal fue pronunciado por el secretario general del PCS y miembro de la Comandancia General del FMLN, Schafik Handal,y publicado posteriormente por Ediciones Alternativa.
PCS emerge a la nueva legalidad que generan los Acuerdos de Paz
Expresó un emocionado Schafik que “nos encontramos reunidos para celebrar el año 62 del Partido Comunista de El Salvador, 62 años de vida en la ilegalidad y a clandestinidad, que ahora llegan a su final.”
Agregó que “el Partido Comunista es el partido más antiguo de El Salvador; el más perseguido, durante mas tiempo, al cual se intentó una y otra vez hacer desaparecer, incluso por medio del exterminio de su dirigentes y militantes Sobrevivió sin rehuir su deber de luchar por sus ideales de democracia y socialismo, frente a la dictadura militar inaugurada en diciembre de 1931 para asfixiar estos ideales, la misma que está llegando hoy a su fin.”
Afirma que “nuestra decisión de abandonar la clandestinidad y saltar a la legalidad, expresa la convicción de que la puerta hacia la democracia, que abrieron la larga guerra popular revolucionaria y los Acuerdos de Chapultepec, no podrá volver a ser cerrada, porque la mantendrá abierta el pueblo salvadoreño, pase lo que pase, cualquiera sea la nueva cuota de heroísmo que sea necesaria.”
Asegura que “así es como los comunistas deseamos siempre emerger a la legalidad, como fruto de la lucha del pueblo salvadoreño por la democracia, lucha en la cual nuestro Partido siempre estuvo inmerso, aportando lo mejor de su pensamiento y energías, su voluntad inquebrantable de llegar a la meta y su sangre, siempre que fue necesario. Por eso rechazamos en más de una ocasión que se nos ofreció como soborno.”
Explica que “el PCS, en 1977, inició un difícil pero indispensable viraje para unirse a sus hermanos revolucionarios en la lucha armada después de once años de lucha junto a todos los demócratas, buscando alcanzar la democracia mediante las elecciones, frustrada una vez tras otra por los grandes fraudes, cada vez más descarados, a que recurrió la dictadura.”
Señala que “el viraje del PCS hacia la lucha armada se consumó, aportó a la unificación de las fuerzas revolucionarias armadas y, más ampliamente, se unió en la Coordinadora Revolucionaria de Masas y en el Frente Democrático revolucionario (FDR) con las demás fuerzas democráticas. Cumplimos con nuestro deber y compromiso durante la guerra popular revolucionaria, nos enorgullecemos de la calidad combativa y del elevado heroísmo de nuestras Fuerzas Armadas de Liberación (FAL).”
El socialismo sin democracia es la muerte de socialismo
Establece Schafik que “nuestros propósitos durante la participación electoral de once años (1966-77), durante la guerra revolucionaria, durante la negociación, y nuestros propósitos ahora, en el esfuerzo por el cumplimiento cabal de los Acuerdos de Paz, han sido y siguen siendo los mismos: el logro de la democracia, la justicia y el progreso social. Nuestra meta histórica del socialismo es inseparable de la democracia, de la libertad, la justicia y el progreso. Nunca la concebimos de otra manera. Separar el socialismo de la democracia, como se ha visto, es la muerte del socialismo.”
Por otra parte, informa que “estamos transitando hacia constituirnos, como parte del FMLN, en partido político legal. El FMLN será un partido frentista, portador de la unidad en la diversidad revolucionaria; un partido democrático integrado por cinco partidos democráticos, en lucha por la democracia.”
Añade que “el Partido Comunista de El Salvador ha recorrido sus 62 años de existencia luchando de manera consecuente por los ideales de democracia y socialismo, bajo las condiciones más adversas de una dictadura implacable…es bueno repetir por eso que no pensamos cambiar el nombre de nuestro partido, no tenemos nada de qué avergonzarnos, ni de que ocultarnos detrás de otro nombre…Si hay comunistas que en otros países deban de dar cuenta por actos contrarios a la libertad y a la persona humana, esa cuenta corresponde cobrársela a ellos.”
Renovación y defensa: línea de desarrollo partidario
Sostiene Schafik que “cosa distinta es asumir que los comunistas y toda la izquierda estamos ante la perentoria necesidad de renovar nuestro pensamiento, organización, estilos y métodos; replantearnos el diseño de metas y modelos socialistas; de los caminos y estaciones intermedias; de las formas y ritmos de las transformaciones sociales y la marcha hacia esas metas. El Partido Comunista ha iniciado este esfuerzo renovador. Entendemos que sin renovarnos no podríamos cumplir nuestro profundo e histórico compromiso con el pueblo trabajador…”
Aclara que “nosotros partimos del firme principio de que nuestra renovación debemos realizarla defendiendo lo que somos, lo que hemos hecho y los ideales que sustentamos; renovación de nuestro partido y defensa de su existencia, de su naturaleza combativa, de su comprometimiento con el pueblo trabajador, de su vocación unitaria y de su capacidad de promover amplias alianzas por la democracia y los cambios avanzados. Renovación y defensa, defensa y renovación. Esta es hoy nuestra principal línea de desarrollo partidario.”
Subraya que “en el esfuerzo por renovarnos partimos también del análisis crítico del modelo de socialismo que se derrumbó en Europa Oriental y la Unión Soviética, y del análisis del desenvolvimiento del capitalismo en el siglo que está terminando. El modelo que se derrumbó fue de un “socialismo de estado” en el que la propiedad de los medios de producción y de la economía en conjunto, el partido del socialismo, los medios de comunicación social, pertenecían al estado.”
Agrega que “el estado, dueño de todo, generó un sistema político sin democracia, sin espacio para la iniciativa, la crítica y el control de la base social, un sistema económico no competitivo, que le impuso el estancamiento y el crónico retraso tecnológico, lo mismo que el abandono y deterioro de los servicios sociales, que durante una parte considerable de su historia de 70 años fueron su motivo de orgullo.”
Concluye que “por todo esto, rediseñar el socialismo exige ante todo “socializarlo” , es decir, ponerlo en manos de la sociedad; tanto la propiedad, los medios de producción, distribución y comunicación y la gestión económica como el sistema político y el gobierno, lo cual presupone reconocer la diversidad de ideas y partidos…Esta idea del socialismo es, por su esencia, inseparable de la democracia, solo la democracia puede aportar los canales de expresión del multiforme y diferenciado interés y pensamiento de la sociedad. El socialismo democratizado está llamado a ser la expresión más elevado de la democracia.”
Habrá socialismo en el futuro únicamente si el pueblo salvadoreño lo quiere y lo decide.
Considera Schafik que “el derrumbe de socialismo de estado trajo a los comunistas indudables beneficios: primero que todo, nos abrió los ojos ante la realidad de ese modelo de socialismo y nos desmitificó el mundo. Hoy podemos comprenderlo mejor y aprovechar su infinita riqueza de experiencias. En segundo lugar, nos liberó de modelos rígidos. Ahora la rigidez de modelos pertenece a los neoliberales. Y, lo que es decisivo, nos obliga a pensar con nuestra propia cabeza ya buscar respuestas a nuestras realidades.”
Señala que “los comunistas sostenemos que los Acuerdos de Paz perfilan el programa de una revolución democrática. Nosotros estamos muy claros y conscientes de que el próximo paso de nuestra historia es la realización de este programa y aunque nosotros continuaremos luchando por el socialismo, estamos claros y conscientes también de que no constituye el próximo paso y sobre todo tenemos muy entendido que en todo caso habrá socialismo en el futuro únicamente si el pueblo salvadoreño lo quiere y lo decide.”
Los Acuerdos de Paz expresan la bendición del consenso nacional
Considera Schafik que “los Acuerdos de Paz trazan el diseño de un país reformado sin apego a una determinada ideología, expresan la bendición del consenso nacional con un respaldo sin precedentes de la comunidad internacional. Los Acuerdos de Paz son el fruto de la concertación, apoyada en la más plural influencia participativa de todas las fuerzas políticas y sociales desde el Acuerdo de Ginebra, firmado el 4 de julio de 1990. Los Acuerdos de Paz oficializan y hacen perdurable la participación pluralista sin exclusiones, y la concertación como método. Ese es el sentido más profundo de la COPAZ y del Foro de Concertación Económico Social.”
Subraya que “son ante todo reformas indispensables en la institución militar para apartarla del rol hegemónico totalizante que venía desempeñando desde hace 60 años y subordinarla incondicionalmente a la autoridad civil democráticamente generada y constituida; son reformas que harán transparente y confiable el sistema electoral y por tanto respetable para todos el gobierno que surja de elecciones…”
Enfatiza que “lo más importante hoy día es el cumplimiento de los Acuerdos de Paz en su letra y su espíritu. Llamamos a todos a involucrarse en esta lucha, con la decisión de hacerla triunfar. El cumplimiento de los Acuerdo preparara al país para que las elecciones generales de 1994 se realicen en plena libertad y transparencia. Nosotros aspiramos a que esas elecciones generen un poder civil pluralista comprometido con la consolidación y desarrollo de los cambios generados por los Acuerdos de Paz.”
La unidad revolucionaria es el arma más poderosa del FMLN
Concluye Schafik su discurso del 62 aniversario del PCS afirmando que “a lo largo de la dilatada vida de nuestro Partido trabajaron sacrificadamente por sus ideas muchas generaciones de su miembros, miles de ellos perdieron sus vidas. En el último período de nuestra lucha muchísimos comunistas cayeron junto a sus hermanos miembros de las demás organizaciones revolucionarias. Muchos otros sufrieron lesiones que llevarán de por vida. Se selló así la unidad revolucionaria, el arma más poderosa del FMLN. Al rendir nuestro más emocionado homenaje a todos los caídos y lisiados, ratificamos nuestra decisión de mantener y desarrollar la unidad del FMLN.”

Una crítica de las “dos almas” de la teoría marxista del partido

Una crítica de las “dos almas” de la teoría marxista del partido
Martín Mosquera y Tomás Callegari
Miércoles 14 de mayo de 2014
Introducción a una problemática
Este texto pretende ser una introducción a un trabajo teórico de largo aliento sobre la cuestión de la organización política en la historia del movimiento socialista y la tradición marxista. Intentaremos avanzar con cautela y precaución en un terreno sedimentado por un siglo de polémicas y donde se anudan algunos de los dilemas más significativos de la estrategia socialista.
Las actuales discusiones sobre la “forma-partido”, la crítica a las organizaciones burocráticas y el rechazo a la centralización, no son una novedad en el movimiento socialista. Más allá de lo abusivo de ciertas críticas, éstas señalan dificultades reales de la práctica política y puntos ciegos de la teoría marxista a atender cuidadosamente por parte de cualquier intento serio de renovar las aspiraciones emancipatorias.
Es recurrente en la historia del movimiento obrero que en paralelo a la degeneración burocrática de organizaciones políticas o experiencias revolucionarias surjan como reacción concepciones ingenuas que, apelando a algún tipo de unificación espontánea de las luchas sociales, buscan volver superflua la mediación estrictamente política. Aparece, entonces, la siempre renovada tentación de proponer una vinculación directa, inmediata, entre el sujeto social y su praxis política, cultural y productiva, como simple solución a la “cuestión burocrática”, reactivando el tópico idealista de la reabsorción de lo político en lo social. De este modo, en rigor no se resuelve el grueso problema teórico y político que constituye el fenómeno de la burocracia para toda perspectiva emancipatoria, sino que se anula el terreno en el que cobraba sentido como problema.
El activismo surgido durante la última década desarrolló una fuerte desconfianza respecto a la lógica partidaria. Este rechazo es previsible si reparamos en los rasgos sectarios y burocráticos de la izquierda tradicional, así como el impacto del fracaso de las experiencias del “socialismo real”, con sus partidos únicos y sus lógicas autoritarias.
Frente al progresivo desencanto con este espontaneismo, que lleva a cuestas la frustración de las ilusiones más ambiciosas que surgieron al calor de la movilización de 2001-2002, se corre el riesgo de pretender volver a un “centralismo puro”, sin beneficio de inventario. Las mieles de la centralización “redescubierta” por el nuevo activismo puede recaer en una subestimación de los perpetuos riesgos del vanguardismo, el burocratismo y el sustituismo del movimiento de masas.
Si bien es comprensible el recelo ante la organización partidaria, resulta excesivo responsabilizar a la “forma-partido” como tal del devenir burocrático de las tentativas revolucionarias del siglo pasado. La tendencia a la burocratización se asienta, más bien, en fenómenos de largo alcance histórico, como son la autonomía del campo político, la dinámica de la división social del trabajo y la creciente complejidad de las sociedades modernas. Su imbricación con los procesos sociales generales, donde encuentra en la inercia de la vida social su complemento necesario, vuelve impensable el diseño de una ingeniería organizativa que permita desterrar de antemano los riesgos del sustituismo.
Las organizaciones sin estructuras estables no están más a salvo de las cristalizaciones burocráticas que los partidos políticos1. Esto no significa que las formas organizativas de las que se doten las clases subalternas sean neutras respecto a sus resultados. Luego de un siglo de miserias burocráticas surgidas desde el seno de las tentativas revolucionarias, debemos advertir que la más amplia democracia y la auto-actividad popular han de ser el fundamento de cualquier proyecto de emancipación. Partiendo de este suelo común, nuestro problema consiste en identificar el lugar, el rol y la fisonomía de la, o mejor dicho, las organizaciones políticas que intervienen en todo proceso de construcción anticapitalista.
A los fines de aportar a la actualización de la teoría sobre la organización política retrocederemos hacia algunos de los momentos que establecieron las coordenadas fundamentales de la concepción del partido y su relación con los movimientos de masas en la tradición marxista (Marx, Kautsky, Lenin, Luxemburgo, Gramsci).
Un juego de oposiciones atraviesa este largo debate: espontaneidad/conciencia, clase/partido, movimiento/institución. Estas oposiciones suelen proyectarse hacia dos concepciones organizativas diferentes: el partido como auto-organización política del conjunto de la clase y el partido como destacamento de vanguardia de los obreros más conscientes y los intelectuales socialistas. Estas “dos almas” de la teoría marxista del partido político, por supuesto, conllevan sus estrategias revolucionarias correspondientes.
Sin ninguna pretensión de síntesis ecléctica, en el presente trabajo intentaremos reexaminar críticamente ambas concepciones para lograr desplazarnos hacia un terreno donde se debilite la polaridad excluyente entre ambas propuestas organizativas. Intentaremos mostrar que reconocer la multiplicidad y complementariedad de los instrumentos organizativos de las clases subalternas resulta decisivo para una estrategia socialista que sea, a la vez, estrategia de desgaste y de enfrentamiento.
Y en esta multiplicidad tanto los movimientos amplios, transitorios y laxos como las organizaciones centralizadas de cuadros cumplen un rol, no necesariamente contrapuesto o excluyente. También intentaremos mostrar, en algunas de las experiencias más decisivas de la lucha de clases del siglo pasado, que la historia del movimiento socialista presenta, al revés de las interpretaciones canónicas, momentos de articulación entre ambas formas organizativas.
No buscamos acercarnos a ninguno de estos temas, autores o experiencias con una pretensión de análisis exhaustivo. Más bien queremos comenzar a dar forma a algunas hipótesis que permitan repensar la cuestión de las herramientas organizativas en las condiciones sociales y políticas actualmente existentes.
Marx y las organizaciones obreras. Espontaneísmo y partido-clase
Las concepciones espontaneístas tienen una larga historia en la filosofía política y el marxismo, y pueden remitir a dos fundamentos diferentes: o bien se considera que una determinación objetiva externa a la acción política de los hombres (como las anónimas fuerzas productivas) “hacen todo el trabajo”, o se postula cierta armonía preestablecida de las relaciones humanas, cierta disposición originaria inhibida del sujeto social, de modo que para alcanzar la emancipación sólo hace falta despojarse de las instituciones que, rousseneanamente, estropean la bondad natural, el “comunismo” espontáneo de las masas.
Como veremos, en la obra de Marx podemos encontrar ambas versiones de este razonamiento que soslaya el lugar diferenciado de la política como un campo autónomo e irreductible. Desde un enfoque hegeliano, la concepción de lo político como mera forma expresiva de lo social impone a Marx la tendencia a reducirlo a resultado pasivo de un proceso que le es exterior. En ambos casos, la “emancipación humana” se identifica con la extinción del Estado y la desaparición de la política como tal2.
Ya tempranamente Marx, tal como lo enuncia explícitamente en el Manifiesto comunista, fue contrario a la idea de fundar o participar de lo que hoy denominaríamos, después del bolchevismo, un “partido revolucionario” en sentido estricto. No se preocupaba por crear organizaciones que se ajustaran a sus ideas, sino que se unía a las organizaciones obreras existentes con el objeto de influirlas y ganarlas para las posiciones del socialismo científico.
La determinación del ser social contenía por sí misma el acceso consciente, más o menos demorado, a la opción política por el comunismo. Por tanto, la tarea política de los comunistas consistía en mezclarse entre los trabajadores, en las organizaciones más dinámicas, con cierta independencia de su programa explícito, facilitando la expansión de las posiciones revolucionarias aun en el seno de las organizaciones con direcciones pequeño burguesas o reformistas.
Complementariamente, no puede encontrarse en la obra de Marx una teoría sistemática y articulada sobre el partido o la organización política. Como han señalado sucesivos autores, la cuestión del partido se enmarca en el déficit más general relativo a la inexistencia de una teoría marxista específica sobre la política (es decir, sobre el Estado, la representación, el derecho, la organización), que acompaña la subestimación del lugar propio de la mediación partidaria.
En el joven Marx, el ser genérico, de raíz feuerbachiana, le permite identificar la realidad social como el reflejo dialéctico, alienado, de una unidad desgarrada: ya no la Idea especulativa de Hegel, sino la naturaleza humana como sociabilidad armónicamente libre. Dice Marx en los Manuscritos de París: “El hombre es un ser genérico, no sólo porque práctica y teóricamente convierte en objeto suyo al género, tanto al propio como al de las restantes cosas, sino también (…) porque se relaciona consigo mismo como con un ser universal y, por ello, libre.”[3]. Cada hombre individual es un ser que lleva en sí la totalidad de la esencia humana, ya plenamente constituida; en razón de lo cual se entiende que lleve también en sí, ya plenamente constituidas, las condiciones necesarias y suficientes para la redefinición de sus relaciones sociales de manera espontáneamente armónica, autónomamente libre, y esencialmente universal.
Una vez identificado el momento de la unidad (el ser genérico) y su “ruptura” (su objetivación alienada en la sociedad de clases), se puede proyectar el nivel superior de la “recomposición” que lleve a cabo la “negación de la negación”, es decir, una sociedad plena que se ajuste cabalmente a la naturaleza del hombre, una realidad social que se atenga íntegramente a su verdad.
Marx llama, en la Cuestión judía, “democracia” a este punto de partida, modelo-esencia que sirve de referencia antitética de lo realmente existente (el “Estado abstracto”): un régimen de convivencia igualitaria donde los nexos interhumanos se universalizan directamente, sin necesidad de la mediación artificial de la política, donde el hombre se refleja sin contradicción”[4]. El hombre de la “democracia”, o el comunismo, no necesita de la política ni del Estado, porque en tanto puede expresar su esencia sin contradicciones, ha retornado a su unidad perdida, a la vinculación plenamente armónica con la sociedad universal sin mediaciones. Lo político en la “sociedad transparente” se reduce, en la línea del positivismo saintsimoniano, a la dimensión técnico-administrativa de la “gestión de las cosas”, entendida como la antítesis superadora de lo político como “dominio de los hombres”.
El Marx maduro, que deja atrás en buena medida el lenguaje humanista feuerbachiano, parte de una fuerte previsión sociológica que lo conduce a conclusiones similares por otros medios. Marx supone que el propio desarrollo capitalista iría haciendo madurar naturalmente al proletariado en su constitución como sujeto social y político. En la medida en que se profundizara el desarrollo capitalista se simplificaría la estructura social y se unificaría la clase obrera, facilitando la toma de conciencia y la organización.
La transparente continuidad entre la posición social y la opción política garantizaba la espontánea convergencia revolucionaria del proletariado unificado por el programa común de sus verdaderos intereses. Un fuerte “optimismo del intelecto” dictaba que el desarrollo industrial estaba conduciendo a una crisis económica, a la par que crecían exigencias en el seno del capitalismo incompatibles con él, según la fórmula de que el desarrollo de las fuerzas productivas chocaría y superaría a las relaciones sociales burguesas de producción en una contradicción última y definitiva. De esta forma, el proletariado se expresaría inmediatamente como fuerza revolucionaria, sin la ayuda de una mediación política “exterior”.
Con estos presupuestos, Marx aborda la cuestión del partido político. Es así que el partido no puede tener para él carácter alguno de exterioridad respecto de la clase misma. Por el contrario, para Marx el partido es el mismo proletariado organizado políticamente en la medida en que asume sus intereses y se eleva al nivel de sus tareas históricas.
El significado del término “partido” indicaba, en este sentido, no una determinada organización instituida, sino el rol histórico y político que la clase tenía por sí misma, dado su ser social específico: una u otra organización política surgida de su seno podía ser la expresión contingente y variable de ese partido. Del mismo modo en que la nueva sociedad no segregaría un Estado propio, por fuera de su ser social inmediato, el proletariado en lucha tampoco produciría una institución aparte, distinta de su existencia inmediata. “Si en Marx, por consiguiente, no hay una teoría del partido, es porque en su teoría de la revolución no existe necesidad de ella ni espacio para la misma”.[5]
Marx diferencia entre el “partido efímero”, las diversas organizaciones políticas del proletariado, y el “partido histórico”, la clase obrera en su devenir sujeto, a la vez que casi los vuelve indistinguibles. El primero es la forma provisoria y transitoria del segundo. Así, con Marx se inicia una concepción del partido que piensa a éste como el movimiento hacia la auto-organización política de toda la clase obrera, en base a una virtual indistinción entre la fuerza social (la clase) y el agente político (el partido).
Una lógica común en la concepción de lo político (y por tanto del partido) subyace a las orientaciones estratégicas que primaron en las experiencias de la I y II Internacional, a pesar de los evidentes desplazamientos organizativos y programáticos. Ambas basaron sus estrategias en una visión del partido como expresión inmediata de la lucha de clases y del estadío vigente del capitalismo. Según este modelo, el rol del partido tiende a reducirse a tareas pedagógicas, de propaganda, de acompañamiento y sistematización de la experiencia de las masas y de las múltiples luchas en curso.
De esta manera, los grandes partidos socialdemócratas europeos del siglo XIX encaran tareas educativas e ideológicas en el seno de la clase trabajadora que los convierten en fuerzas de masas e inmensos aparatos políticos, casi indistinguibles del movimiento obrero mismo, tanto en su extensión como en su heterogeneidad ideológica. El marco estratégico social-demócrata no pasaba por la búsqueda de la confrontación directa con el Estado burgués sino por un gradual desgaste de sus condiciones de posibilidad. Decía Kautsky, “la socialdemocracia es un partido revolucionario, no un partido que hace revoluciones”.[6]
A tal punto el partido es concebido a lo largo de todo este período como la cáscara residual del desarrollo espontáneo e inmanente del agente real de la historia que Engels llega a preguntarse en 1891 si la clase obrera alemana no podría prescindir del Partido Socialdemócrata, si no haría mejor en deshacerse de esa “banda de burócratas” que integraban la dirección del partido y arreglárselas por su cuenta, liberada de su jurisdicción y su guía7.
Innumerables veces cuando se quiso encontrar un refugio o un punto de referencia para una concepción socialista de la organización alternativa a las formas dominantes (al paradigma leninista de partido, ante todo) se creyó encontrarla en el retorno a los mismos textos del viejo y buen Marx (Luxemburgo, Pannekoek, Hal Draper). ¿Quedan, sin más, comprometidas estas concepciones fuertemente centradas en la auto-actividad de la clase obrera, críticas de todo sectarismo o sustituismo, en tanto parte orgánica de un cuadro general donde no se identifica el lugar diferenciado de la política?
Para Marx las organizaciones políticas particulares del proletariado siempre son instrumentos transitorios, que en ciertas coyunturas permiten apuntalar el avance de la clase obrera, “el partido histórico”. Nunca una organización política particular constituye una forma acabada, un modelo organizativo consumado, sino expresiones circunstanciales del movimiento real de la clase obrera. Incluso, la idea misma de una forma organizativa consumada sería, para Marx, un oxímoron, un artificio anti-histórico. Los partidos obreros son la forma de expresión, siempre parcial e imperfecta, del sujeto social emergente. De allí la furibunda crítica de Marx a los sectarios y utopistas, a los que pregonan verdades eternas al margen del movimiento vivo de las luchas reales, aquellos “alquimistas de la revolución”.
Más allá de la ingenua tendencia a la identificación entre el partido y la clase, entre lo político y lo social, encontramos poderosas intuiciones que alertan respecto a los peligros del vanguardismo y el sustituismo. La organización revolucionaria debe considerarse permanentemente al servicio de una lucha que tiene “sus momentos propios, sus niveles políticos autónomos”[8].
Esto vale tanto para la autonomía del movimiento social, como para la relación entre los núcleos ideológicos del marxismo revolucionario y los movimientos políticos amplios. El partido debe aspirar a establecer formas de relacionamiento con las organizaciones y movimientos en los que participa que no se reduzcan a la instrumentalización y la subordinación para no devaluar su propio programa basado en el creciente protagonismo democrático de las clases subalternas.
Esto implica superar el modelo de la separación necesaria entre el momento puramente reivindicativo de la lucha social y el momento político como responsabilidad exclusiva del partido, para pensar la politización como un proceso multifacético, sin centros monopólicos. Estas advertencias constituyen una valiosísima referencia para evitar el desplazamiento del sujeto histórico de la clase a una vanguardia política externa que se erija a sí misma como único principio de evaluación y regulación del proceso de masas.
El carácter imperfecto y transitorio de la organización política permite pensar en base a una ductilidad y apertura organizativa más radical que las frecuentes versiones jacobinas del partido-vanguardia cerrado sobre su propio auto-discurso. La lucha política puede adoptar formas muy diferentes, según los contextos y las características sociales y nacionales. En etapas defensivas, de repliegue y recomposición, la dimensión política bien puede, por ejemplo, casi indistinguirse con la construcción social.
La mejor continuación de este concepto difuso, dúctil y procesual que Marx forja sobre la organización política la realiza Hal Draper en su crítica al sectarismo. “La alternativa [a la forma-secta] era actuar como una corriente en el movimiento de clase. Debe distinguirse claramente entre estas dos formas de organización. El movimiento de clase está basado y cementado por su rol en la lucha de clases. La secta se basa y se cementa en sus ideas especiales o programa.
La historia del movimiento socialista comenzó en la mayoría de los casos con sectas (continuando la tradición de los movimientos religiosos). Fue el continuo desarrollo de la clase trabajadora lo que posibilitó llegar a partidos de masa que también procuraban representar y reflejar a toda la clase-en-movimiento. El ejemplo del movimiento de clase, en contraposición a la secta, fue dado por la Primera Internacional: ésta quebró las líneas sectarias (incluso inicialmente no incluyó el socialismo en su programa). Los estatutos, presentados por Marx, procuraban organizar el movimiento de la clase obrera en todas sus formas. Muchas de sus características fueron continuadas por la Segunda Internacional, a la cual sólo los sindicatos no estaban afiliados”[9].
Haciendo un balance de las experiencias partidarias de la posguerra que se consideraban herederas del bolchevismo, sostiene Draper: “hay una falacia fundamental en la idea de que el camino de la miniaturización (imitando un partido de masas en miniatura) es el camino al partido revolucionario de masas. Si se intenta crear una miniatura de un partido de masas, no se consigue un partido de masas miniaturizado, sino un monstruo.
La razón básica es la siguiente: el principio vital de un partido revolucionario de masas no es simplemente su programa completo, que puede copiarse sin más que un activista mecanógrafo y puede ser ampliado o reducido como un acordeón. Su principio vital es su involucramiento integral como una parte del movimiento de la clase obrera, su inmersión en la lucha de clases no por la decisión de un Comité Central, sino porque vive en ella. Este principio vital no puede imitarse o miniaturizarse; no se reduce como un dibujo animado ni se encoge como una camisa de lana. Como una reacción nuclear, este fenómeno se produce únicamente cuando existe una masa crítica, por debajo de la cual el fenómeno no es menor, sino que desaparece”.[10]
Rosa Luxemburgo es otra continuadora de la lógica organizativa propuesta por Marx, fundamentalmente a partir de su concepto de partido-proceso. Pese a cierto arrastre de resabios hegelianos – donde el proceso se identifica con la exteriorización evolutiva de las determinaciones que la clase conlleva “en si”[11] -, hay en Luxemburgo una penetrante intuición crítica respecto a las concepciones organizativas que consideran que lo que separa un pequeño núcleo político de una dirección revolucionaria de masas es una mera cuestión cuantitativa.
El partido-proceso involucra sus aspectos cualitativos más íntimos en el transcurso histórico y en la coyuntura específica de la lucha de clases. Despojado de todo concepto “universal” de organización política, se arma de una amplia ductilidad táctica y organizativa, por la cual puede transformarse en partido amplio o estrecho, puede convertirse en un grupo de propaganda o indistinguirse con el movimiento social, según las presiones y las características de la etapa.
Nuestra historia reciente brinda un ejemplo paradigmático de esta lógica en el proceso de recomposición organizativa de las clases subalternas que se inicia a fines de los noventa. La primera fase de ascenso de las luchas debió lidiar con un contexto marcado por el más amplio desarme político y organizativo de los sectores populares, producto de la derrota histórica que había sufrido la clase trabajadora en las últimas décadas del siglo.
En tal etapa, el surgimiento de las luchas sociales más elementales, de movimientos reivindicativos sin mayor elaboración programática, constituyeron una genuina forma de lucha política para un momento en que lo prioritario pasaba por la regeneración del tejido social y organizativo, requisito elemental para una posible reconstrucción política del movimiento socialista.
“Un paso del movimiento real vale más que mil programas”, va a ser la sentencia que expresa la prioridad estratégica que toda organización debe fijar en aquello que la trasciende. Esta es el “núcleo racional” de la intuición de Marx que hay que desgajar de la “corteza mística” de la identificación del ser social y la conciencia política, y la derivada pretensión de extinción del Estado.
Por su parte, será justamente aquella indistinción entre clase y organización política lo que cuestionará Lenin, enfatizando la necesidad de introducir los vectores de la ciencia socialista “desde afuera” del ser inmediato de la clase trabajadora. Sin embargo, tan fuerte es la influencia de aquellas visiones espontaneístas que incluso Lenin, el primer político del marxismo, elabora una concepción del Estado y la política que se mueve íntegramente en el campo idealista de la reabsorción de lo político en lo social, retrocediendo sobre sus mejores intuiciones politicistas.
En efecto, a la hora de delinear los trazos gruesos de su teoría del Estado en el pasaje de la fase socialista a la comunista, Lenin acude acríticamente en El Estado y la revolución a los planteos gradualistas y economicistas de Engels sobre la extinción natural del Estado. Una vez abolida la “contradicción principal” de la explotación del trabajo, destruida por tanto la ideología que la clase capitalista hacía pesar sobre los trabajadores, el optimismo de Lenin reposará en la capacidad de la clase obrera para apropiarse progresivamente del Estado, volviéndolo tendencialmente indistinto respecto de su ser social.
Ninguna necesidad de una táctica específica para la clase trabajadora en el terreno particular del Estado y la compleja cuestión de la “contradicción política” sino, nuevamente, la vieja confianza en la espontaneidad del curso de las cosas, desembarazadas de los obstáculos que encorsetaban su potencia transformadora.
Tan pesado es el acervo teórico espontaneísta legado por las tradiciones revolucionarias, que la fuerte intuición política de Lenin no basta para despejar el misticismo de una teoría que guardaba mayor coherencia y cohesión con el marco estratégico de la socialdemocracia que con la ruptura que significaba el concepto leninista del partido.
Este lastre idealista no será inocente en la subestimación por parte de Lenin del problema burocrático, que recién va a comenzar a advertir en sus últimos meses de vida, cuando se vuelve crecientemente sensible a los “peligros profesionales del poder” mientras observaba la emergencia a su alrededor del vasto fenómeno burocrático que conoceríamos como estalinismo.
La ruptura de Lenin: el partido-vanguardia
Hacer un balance serio y recuperar críticamente el legado teórico de Lenin supone partir de una fuerte delimitación respecto de las corrientes mayoritarias en la izquierda revolucionaria que, considerándose herederas directas del bolchevismo, redujeron la rica y multifacética obra teórica y práctica del revolucionario ruso a la fórmula del hiper-centralismo y el monolitismo organizativo.
Para estas concepciones, al igual que para los anti-leninistas tout cour, la imagen construida de Lenin es la de quien, al estilo blanquista, propone una organización política alejada de las masas a las que pretende dirigir. “Un grupo de especialistas profesionales colocados ‘afuera’ del movimiento de masas real, unido por una completa coherencia de doctrina, homogénea en sus procedimientos, absolutamente centralizado en sus acciones, que procede de manera conspirativa y que se ha venido arrogando la propiedad indiscutida de los intereses históricos de la clase trabajadora”[12].
¿Cuál es el núcleo de ruptura que aporta Lenin a la teoría socialista del partido? En la famosa discusión con Martov sobre los estatutos13, que divide a bolcheviques y mencheviques, “Lenin está llevando a fondo, y por primera vez de manera explícita, su ruptura con la concepción del «partido-clase» (esto es, partido de toda la clase), presente hasta el momento en toda la literatura marxista”[14].
Para Lenin únicamente deben ser miembros del partido los obreros más conscientes, junto a la intelectualidad socialista proveniente de la pequeña burguesía. La clase puede despojarse de su subordinación a la burguesía, puede convertirse en sujeto, sólo a través de la mediación del partido. Éste no debe limitarse a acompañar y esclarecer la experiencia de las masas, sino que debe anteponerse a esa experiencia: poseer un análisis general de la coyuntura y la situación relativa de los distintos conflictos particulares, llevar una evaluación permanente de las correlaciones de fuerza, agitar consignas adecuadas a un determinado momento político y ser capaz de señalar el rumbo a tomar. “La idea es la de un partido estratega, un partido que organiza las luchas proponiendo sus objetivos y que puede, por otra parte, organizar y limitar las derrotas, preparando la retirada cuando fuera necesario”[15].
Si el partido-clase acompaña y esclarece la experiencia de las masas, el partido-estratega combate los elementos burgueses, reformistas y conservadores arraigados en la propia clase obrera, a los fines de articular una estrategia de confrontación directa con el poder. Esta concepción de la política y el partido por parte de Lenin supone el reconocimiento del carácter inevitablemente heterogéneo de la clase obrera.
En contraste con la influencia romántica del marxismo donde se piensa lo social como una unidad sólo temporalmente desgarrada, desde el momento en que se afirma que partido y clase no se confunden emerge el terreno de lo político, cuya mediación se vuelve ahora un paso obligado. Pero, por esto mismo, engendra nuevos peligros, consustanciales a la delicada cuestión de la organización política “externa”.
El planteo de Lenin en el ¿Qué hacer? parte del supuesto, simétricamente contrario al paradigma del partido-clase, de que la clase obrera es incapaz de alcanzar espontáneamente conocimiento cabal de su situación real, elevarse hacia el plano político y tomar conciencia de sus tareas históricas. En su combate contra la dominación del capital, por muy contundentes que sean sus enfrentamientos, el obrero está incapacitado para rebasar justamente la conciencia dominante, que lo ubica como un vendedor de esa mercancía muy especial que es su fuerza de trabajo y lo ciñe, por tanto, a los límites del nivel de conciencia tradeunionista o economicista.
Así, la tarea del partido consiste en una operación externa de sustracción de la influencia de la ideología burguesa sobre la clase obrera. La conciencia “de clase” en sentido estricto, el punto de vista revolucionario a la altura de su rol histórico, ha de ser indefectiblemente aportada por el influjo de la ciencia marxista, lejos de la fábrica y al margen de los sindicatos, separada de los ámbitos de sociabilidad inmediatos del proletariado y encarnada por el partido.
El concepto de la “introducción de la conciencia socialista desde el exterior” a las luchas obreras tiene su antecedente directo en el pensamiento de Kautsky y, todavía antes, en los “conspiradores” que Marx critica por su secretismo sectario. Lenin utiliza esta concepción para apuntalar la novedad de un partido de combate que debe tomar en sus manos la tarea de preparar la revolución, descartadas las expectativas de que el curso natural de las cosas se oriente en esa dirección.
Lenin en el ¿Qué hacer? sólo puede fundar este nuevo desafío a condición de despojarse de la ilusión de una clase obrera esencialmente revolucionaria, pero funda su necesidad en un nuevo esencialismo: el de una clase obrera naturalmente incapaz de superar por si misma el plano reivindicativo. La externalidad, como momento irreductiblemente político, que se separa de la inercia de las cosas para actuar sobre ella y darle forma, asume por tanto en 1902 las características de un Iluminismo jacobino en base a la intelligentsia socialista, de militantes profesionales del partido, erigido como epicentro de la auténtica actividad revolucionaria.

Por el contrario, como muestran distintas experiencias históricas concretas de la clase trabajadora, en momentos de alta conflictividad, ésta es capaz de alcanzar niveles de politización que superan largamente el nivel tradeunionista. Una amplia variedad de movimientos, surgidos directamente del seno de la clase trabajadora, demostraron tener un carácter superior al economicista, como fueron las jornadas de junio de 1848, la comuna de París, las revoluciones de 1905 y febrero de 1917, las de las repúblicas húngara y bávara de los soviets en 1918 y 191916.

Lenin mismo reconocería que estos fenómenos desmentían su distinción concluyente. En rigor, tal como el mismo Lenin reclama que se entienda su folleto, las tesis del ¿Qué hacer?, lejos de postular un modelo general de partido universalmente válido, responden a urgencias de una coyuntura atravesada por fuertes debates con tendencias espontaneistas del POSDR y en un contexto marcado por la clandestinidad.
Varios autores – como Norman Geras, Daniel Bensaid, Slavoj Zizek o, en nuestro medio, Rolando Astarita17 – han intentado rescatar el desplazamiento, imperceptible para el propio Lenin, que su planteo realiza frente a la posición estrictamente positivista e intelectualista de Kautsky.
Mientras este último entiende la conciencia política como “exterior a la lucha de clases” como tal, Lenin está refiriéndose a la conciencia socialista exterior “a la lucha económica de la clase”. Mientras que Kautsky establece efectivamente el asiento preferencial en los cerebros de los intelectuales pequeño burgueses que tienen la función de ilustrar a las masas inconscientes, el escrito de Lenin se refiere a la conciencia política elaborada por un partido obrero (del cual son miembros intelectuales socialistas burgueses, así como trabajadores que, en tanto militantes de partido, cumplen una función intelectual). Este señalamiento semántico es correcto, pero no alcanza para desmentir la tendencia sustituista y excesivamente partido-céntrica del concepto de “introducción desde afuera de la conciencia socialista”.
A más de un siglo de la redacción de este documento de polémica, no es difícil, ni significa un gran hallazgo teórico, criticar ciertas fórmulas toscas allí elaboradas. Sin embargo, el ¿Qué hacer? no deja de plantear – con sus elementales recursos a la mano y recurriendo a la autoridad del teórico marxista más reconocido de su época – un tema que sobrevive a la inflexión jacobina del texto y que plantea un corte definitivo en la teoría marxista del partido: la cuestión de la externalidad.
La organización política de los trabajadores siempre es externa al ser social, pero no como portadora iluminada del conocimiento científico que ellos no pueden alcanzar por sí mismos, sino en el sentido de que no le es natural. La organización política es necesariamente un medio artificial, en el sentido estricto de la palabra, exterior a los ámbitos de sociabilidad natural de la clase trabajadora. Es una construcción de la que se dotan sectores siempre parciales de las clases populares.
En este sentido, cualquier pretensión de “interioridad” del partido a la clase o al movimiento social es una ilusión que disimula el fenómeno real e impide actuar frente a los riesgos reales de esta exterioridad. De la misma manera en que el plano político no puede ser absorbido plenamente en lo social, las organizaciones de la clase guardan siempre su carácter de opacidad y refracción respecto del ser social inmediato del conjunto de los trabajadores, primordialmente porque se fundan como resistencia a la inercia hegemónica de la ideología burguesa.
Que lo político no sea continuidad homogénea de lo social nos enfrenta a una dificultad real e irreductible que se mostró en toda su crudeza en las experiencias burocráticas del siglo pasado: la representación de unos por otros pierde armonía y se expone a los riesgos del burocratismo y el verticalismo autoritario. Las concepciones del partido como representante inequívoco de la clase trabajadora, depositario de la ciencia marxista y Sujeto Absoluto de la emancipación social, son los términos de la degeneración burocrática que conocimos como estalinismo.
Si bien resultaría equivocado identificar la revolución bolchevique con su contra-revolución burocrática, no podemos desconocer que algunos de los dispositivos organizativos y de las decisiones tomadas en situación de “emergencia” por los bolcheviques tuvieron continuidad y facilitaron la concepción autoritaria y policial del partido del estalinismo.
Lejos de cualquier idealización de la experiencia bolchevique, no podemos desconocer momentos burocráticos y sectarios en la profusa obra teórico-práctica de Lenin que, hipostasiada ésta y unilateralizados aquellos, han dado lugar a una concepción de la organización política que es un obstáculo mayor para las actuales experiencias emancipatorias.
La experiencia rusa y el partido orgánico
La interpretación que hace el leninismo “oficial” de la revolución rusa y del papel dirigente de Lenin refiere a la aplicación escrupulosa de las fórmulas centralistas del ¿Qué hacer? por parte de los bolcheviques, quienes, por la corrección de su programa y la disciplina de su metodología, pudieron pasar en cuestión de meses de ser una “insignificante minoría” a encabezar la primera revolución obrera triunfante. Sin embargo, la historia de la socialdemocracia rusa, la ruptura bolchevique y la insurrección de octubre poco tienen que ver con esta imagen simplificada, hecha a la medida del sectarismo de la izquierda tradicional.
La extendida pertenencia de la corriente bolchevique al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso no es un hecho que pueda menospreciarse como efecto de un déficit o error convenientemente corregido. Su convergencia en la organización más representativa de las masas trabajadoras fue, por el contrario, la condición de su inserción en la vida política del proletariado, habilitada precisamente por la heterogeneidad ideológica, la incesante proliferación de debates y la conformación permanente de tendencias internas que caracterizaron a la socialdemocracia rusa.
Sin esa convivencia perseverante y sin esa imbricación con la pluralidad de elementos existentes al interior del partido de la clase trabajadora no sería posible concebir su carnadura en las masas rusas. Ninguna corrección programática ni política de delimitación habrían valido como sustituto de ese arraigo en la cultura popular que, aun tras periodos de incidencia minoritaria, le permitió ganar la confianza de las mayorías y terminar erigiéndose en dirección del proceso revolucionario.
Es pertinente el concepto de partido orgánico que algunos autores utilizan para describir la trayectoria del bolchevismo, desde ala izquierda del POSDR a partido independiente que encabeza la insurrección y conquista la mayoría en los soviets18. Permite visibilizar la diferencia sustancial entre un núcleo militante con vocación abstracta de conducción de un proceso revolucionario pero recortado del movimiento social real, y un partido o tendencia que parte de tradiciones arraigadas en los sectores subalternos para construir una hegemonía revolucionaria.
El concepto de partido orgánico recupera un aspecto decisivo que el planteo del partido-clase originalmente proponía, pese a sus limitaciones teóricas. La organización política, aunque no puede dejar de ser una organización particular y, por tanto, con su grado de “externalidad” respecto de la vida social, debe lograr un alto nivel de conexión con las tradiciones, la cultura, la sensibilidad, el estilo de vida y las aspiraciones de las clases subalternas de modo que el hiato irreductible entre lo social y lo político no se convierta en un abismo. La “continuidad” entre lo social y lo político, así, se vuelve una aspiración de cara a la conquista de las masas.
No puede soslayarse el hecho de que los esfuerzos argumentativos leninistas a favor del centralismo y la homogeneidad partidaria, correctos en numerosas ocasiones, se daban en un contexto diametralmente inverso, con el objeto de “enderezar la vara” en una cultura política caracterizada por un amplio pluralismo político y un excesivo federalismo organizativo.
El partido bolchevique, muy lejos de la imagen convencional de una organización íntegramente compacta, en sus momentos de cierta masividad nunca fue más que una red de células militantes, con muchos márgenes de autonomía, y poca comunicación horizontal y vertical. En muchos casos, los círculos de bolcheviques y mencheviques se mantenían unificados, o con muchísimo intercambio y convivencia militante, aún después de la ruptura de la socialdemocracia.
Si el “centralista” partido bolchevique admitía en los hechos tamaña promiscuidad organizativa, la socialdemocracia apenas representaba un vago movimiento político. Estas concepciones, protagonizadas por quienes son considerados los fundadores del monolitismo partidario, se encuentran muy alejadas de las formas organizativas y la cultura política de nuestra época. De hecho, se encuentran más cerca del “movimientismo” de Marx y los orígenes de las organizaciones obreras que del encierro sectario y el centralismo burocrático característico de buena parte de la izquierda tradicional.
La búsqueda organizativa de nuestro siglo
Una teoría de la organización se halla íntimamente vinculada con una hipótesis estratégica sobre la revolución y no puede ser abstraída de ella. El partido-vanguardia de Lenin, así como el partido-clase de Marx y la socialdemocracia europea, se enmarcan en hipótesis estratégicas disímiles. Para la socialdemocracia, la lucha anticapitalista se basaba en un desarrollo social y político gradual, donde el partido se concentra en desarrollar tareas culturales, educativas e ideológicas en la clase trabajadora, al calor de la conquista de reformas sociales, con la aspiración de que el capitalismo terminaría por caer como fruto maduro luego de un extendido proceso histórico.
En una época donde los mecanismos de integración de la clase trabajadora al sistema social apenas estaban comenzando, esta estrategia dio lugar a inmensas construcciones culturales y sociales por parte del movimiento obrero. La socialdemocracia alemana y el laborismo inglés son las mayores expresiones de esta “sociedad dentro de la sociedad” que significó el socialismo europeo a comienzos del siglo XX.
La vida del trabajador se desarrollaba casi completamente en ámbitos de distinto tipo pertenecientes o vinculados al partido (el sindicato, la biblioteca, la cooperativa, la casa de cultura, el club, etc.), dando lugar a un riquísimo espacio público de la clase trabajadora. La traición social-demócrata ante la “gran guerra”, en el marco de una estrategia gradualista, reformista y progresivamente conservadora, suele obliterar la mirada sobre el fenómeno global más significativo.
La experiencia de 1917-1921 – con procesos revolucionarios atravesando a la mitad de Europa, protagonizados por fracciones revolucionarias que rompían con el reformismo de la socialdemocracia para embarcarse en una estrategia de enfrentamiento directo con el Estado – resultaría impensable sin el precedente de aquel inmenso y largo trabajo cultural (de hegemonía política y moral, diría Gramsci).
Este trabajo previo, protagonizado por el socialismo europeo, requirió de otras formas organizativas, más laxas, más abiertas, que las propias del enfrentamiento directo con el Estado, que después se generalizarían y podrían demostrar también su eficacia. Aún en sociedades con un escaso desarrollo de las instituciones de la sociedad civil, no puede dimensionarse la efectividad de las estrategias de enfrentamiento y de los partidos de combate sin reconocer las décadas de construcción social y política que la socialdemocracia venía desenvolviendo desde el siglo XIX.
Una cuestión de método es importante para captar el fenómeno global que estamos queriendo señalar. Cuando se identifica el valor de cierta intervención (por ejemplo los esfuerzos por “enderezar la vara” de Lenin contra el excesivo federalismo y movimientismo ruso) haciendo abstracción de las características del medio social de su aplicación, se comete el error de perder la esencia misma del gesto en cuestión.
Cuando se reivindica el duro centralismo que pregona Lenin, ignorando que su contexto de aplicación era el de un amplísimo pluralismo ideológico, se pierde la razón de ser y la eficacia de dicho centralismo. Lo mismo puede afirmarse en relación al partido-vanguardia, del cual sólo puede estimarse cabalmente su valor y eficacia como dispositivo organizativo si se lo integra al cuadro del ambiente social y cultural construido por la social-democracia. Para utilizar una metáfora hegeliana, el centralismo leninista es una unidad que “contiene” la inmensa multiplicidad previa del pluralismo ideológico y organizativo, una unidad que “supera y conserva” la diferencia. En cambio, cuando se aplica el férreo centralismo “en el vacío” sólo nos queda la unidad indiferenciada, monolítica. Esta unidad monolítica abstracta, que hoy es mayoritaria en el amplio espectro de la izquierda revolucionaria, es en rigor invención del estalinismo (con el antecedente de los excesos centralistas de Lenin, como las 21 condiciones de ingreso al Comintern).
El partido-monolítico era para ese entonces absolutamente extraño a las tradiciones organizativas del socialismo, donde estaba naturalizada la existencia de tendencias, la intensa vida interna y las múltiples influencias ideológicas. Comparemos la rica producción teórica del movimiento socialista de principios de siglo (desde Karl Koch y Pannekoek al mismo Lenin o Trotsky, del austro-marxismo al debate Berstein-Kautsky, desde Rosa Luxemburgo a Hilferding, de Plejanov a Bogdanov), contra el silencio de la ortodoxia que recorrió el marxismo hasta entrados los años ’60.
Como los camellos en el Corán según Borges, a nadie se le ocurrió teorizar lo que era el hábitat natural del movimiento socialista, el pluralismo, el debate ideológico, la heterogeneidad organizativa. Luego, cuando el prestigio de Lenin y la revolución de Octubre, se hipostasió en sus fórmulas ultra-centralistas y, mucho peor, se lo pasó por la traducción que el estalinismo hizo de él, se consumó la defunción de toda una cultura democrática característica de los movimientos anti-capitalistas hasta ese momento.
Cuando se quiso replicar el centralismo bolchevique, desconociendo sus condiciones históricas de posibilidad, se reprodujeron esqueletos sin carne, artificios organizativos aislados de las masas y con fuertes tendencias burocráticas. El centralismo leninista es un proceso orgánico, no administrativo19.
No puede decretarse sino que debe conquistarse. Y el proceso de adquisición es un trayecto complejo y multifacético, imposible de reducir a la lógica de evolución lineal del mini-partido. El “movimientismo” de cierto periodo puede ser la condición del centralismo del siguiente. O mejor, más que precederlo, puede ser su complemento permanente. La articulación de un momento unitario, de centralización y homogeneidad ideológica, junto a la construcción de movimientos de masas amplios, tiene una larga trayectoria en la tradición organizativa de las clases subalternas.
Además de la historia de la social-democracia de principios de siglo y sus alas revolucionarias, podemos pensar al mismo Partido Bolchevique y su intensa vida interna, al caso del POUM español, o incluso a la breve experiencia del FAS argentino como ejemplos de articulación virtuosa de un momento centralista y otro “movimientista”. En la actualidad los partidos anticapitalistas amplios de la izquierda radical europea recuperan parte de esta tradición organizativa. Y en nuestro país, los variados procesos de estructuración de organizaciones sociales en diversas formas de corrientes políticas también expresan parcialmente una lógica similar.
En cierto modo, todavía estamos bajo la égida de los debates programáticos de la Internacional comunista en sus III y IV congresos cuando, tras el fracaso del Levantamiento Espartaquista en Alemania, se identificó una insuficiencia estratégica fundamental de cara a la nueva situación mundial y a las características de las sociedades desarrolladas. Lenin se enfrentaba al fracaso de la revolución en Europa con poderosas intuiciones, dimensionando la complejidad de las sociedades occidentales, las fuertes identidades de sus clases trabajadoras, sus mecanismos de integración, su resistencia a una confrontación rápida “a la rusa”.
Nuestro pensamiento estratégico debe comenzar por retomar los conceptos fundamentales que surgen del balance realizado al calor de esa derrota de alcance histórico: las tesis del “frente único” y la hegemonía, el “ir a las masas” y la táctica del “gobierno obrero”[20]. Este nuevo punto de partida estratégico – que entrevió Lenin y Gramsci profundizó genialmente en sus Cuadernos de la cárcel – fue abortado primero por el izquierdismo del VI congreso y su consigna “clase contra clase” e, inmediatamente después, por la estrategia de los frentes populares.
La “conquista de la mayoría” en nuestras sociedades es inseparable de un largo proceso de construcción de una nueva hegemonía. No podemos prever una identificación extendida de las masas con un proyecto de cambio radical sino en la medida en que tiendan a sentirlo como efectivamente posible y no sólo como racionalmente pensable.
Y esto será viable en tanto los sectores populares, en alguna medida, se hayan adelantado al cambio y experimenten los “prototipos” de una nueva sociedad. El partido, los movimientos, las reformas sociales conquistadas, las organizaciones gremiales, la cultura popular, deben estar atravesados – aunque parcial y contradictoriamente – por elementos de la sociedad futura, como una alternativa presente en la sociedad burguesa. Para esta construcción contra-hegemónica, “la organización es la instancia transitoria que permite su realización inacabada y que es pues, también aquí, una «prefiguración» de la sociedad socialista y de la revolución”[21].
A diferencia del pasaje del feudalismo al capitalismo, donde la burguesía pudo desarrollar su poder económico en paralelo a la sociedad feudal, la transición al socialismo no puede gozar de esa ventaja. Las limitaciones estructurales que impone el capitalismo a la expectativa de construir una sociedad comunista en su propio seno, ya fueron señaladas por Marx en su famosa discusión con los cooperativistas.
Esto da lugar al dilema fundamental de la lucha anticapitalista, el carácter constitutivamente inmaduro de la transición al socialismo en base a la asimetría fundamental entre la dimensión “política” de la revolución y la profundidad de las aspiraciones sociales, culturales y subjetivas de la transformación.
Sólo una inmensa construcción social y cultural previa a la revolución política permite que el “peligroso salto” que significa la ruptura revolucionaria no sea nuevamente ocasión para la conformación de una casta burocrática que crezca en base a las limitaciones subjetivas y organizativas de las clases subalternas, en los intersticios que deja la inmadurez de todo proceso de transición al socialismo. La guerra de posiciones en el ámbito social es una condición necesaria para la conquista del poder político y el inicio de una transición factible al socialismo.
Una estrategia socialista no puede ser otra cosa que, simultáneamente, estrategia de desgaste y de enfrentamiento. Despojada de sus ingenuas connotaciones espontaneístas, debemos entonces recuperar y actualizar las mejores intuiciones de la concepción del partido-clase: la apertura y ductilidad organizativa, el fomento de instancias de auto-organización, el enraizamiento en las tradiciones e identidades culturales de los sectores subalternos.
La posición del viejo Marx nunca hubiera sido, en nombre del centralismo, simplemente denunciar como centristas o reformistas a los nuevos movimientos que surgen acarreando sus confusiones y contradicciones, al tiempo que sus propias preguntas e innovaciones.
Una articulación “movimientista” de corrientes del marxismo revolucionario, junto a movimientos sociales y las nuevas camadas de activistas combativos, es fundamental para encarar un proceso de recomposición organizativa de las clases subalternas. A su vez, un concepto de la organización política como estratega y vanguardia, lejos de todo jacobinismo, es indispensable para enfrentar al Estado capitalista, resistir las presiones reformistas y oportunistas propias de la sociedad burguesa, y articular una estrategia y un programa global.
Estableciendo énfasis diferentes y con sus correspondientes limitaciones teóricas, tanto Marx como Lenin parecían ser sensibles a esta pluralidad organizativa de la clase trabajadora. Marx funda la concepción del partido-clase, pero, a su vez, considera necesario la organización diferenciada de los comunistas como destacamento político de avanzada, tal como queda señalado en las últimas páginas del Manifiesto. Para Lenin – como señala Astarita – “la clave de la organización es un partido de revolucionarios rodeado de un amplio «movimiento obrero socialdemócrata». No se trataba de una «suma de conspiradores», como decían sus críticos, sino de crear organizaciones «del» partido del más diverso tipo, hasta las más amplias: círculos de lectores, círculos de actividad sindical, sindicatos dirigidos o influidos por el partido”[22].
Despojados de sus fundamentos espontaneístas, por un lado, y preparados frente a los riesgos sustituistas, por otro, las “dos almas” de la teoría marxista de la organización suavizan su oposición para manifestarse como momentos internos del amplio y multifacético proceso de construcción organizativa que requieren las condiciones actuales.
En sociedades crecientemente complejas – con una extendida institucionalidad inmersa en la sociedad civil, con múltiples puntos de conflicto y contradicciones que no se reducen automáticamente a la “cuestión obrera” – el complemento entre una multiplicidad de formas organizativas resulta palmariamente necesario. En la articulación inteligente entre la apertura organizativa y la homogeneidad política se juegan las posibilidades de avanzar en la construcción de un nuevo bloque histórico emancipatorio. Estas son las coordenadas fundamentales que estructuran el terreno desde el cual pueden emerger las formas organizativas para las revoluciones de este siglo. Nuevamente retomamos las intuiciones de Marx y Lenin para, subidos a los hombros de gigantes, convertirnos en contemporáneos de nuestro tiempo.
El presente texto fue publicado en el número cero de la Revista Contra-tiempos.
12/5/2014
http://www.democraciasocialista.org…
Notas
[1] Ver Freeman, J., “La tiranía de la falta de estructuras” en El Rodaballo, n° 15, Bs. As., 2004
[2] Existe en Marx, es cierto, una concepción embrionaria de lo político que late, sobre todo, en sus textos históricos. Podríamos decir que Marx entrevió a la lucha política como “guerras y revoluciones”, como intervención intempestiva de las fuerzas sociales en el plano político, alterando el funcionamiento normal e “inmanente” de la sociedad. Podríamos decir, en lenguaje contemporáneo, que se acercaba a entender a la lucha política como “acontecimiento”. (Ver al respecto la entrevista a Bensaid, “Actualidad del marxismo”, en este mismo número.) Sin embargo, esto no desmiente la ausencia en la obra de Marx y Engels de un análisis de la autonomía irreductible del campo político y sobre las posibles formas institucionales y políticas de un tentativo Estado de transición (más allá de las referencias genéricas a la Comuna de París, en algunos casos, o a la “república democrática”, en otros, como la forma política de la “dictadura del proletariado”). Todas estas cuestiones resultaban oscurecidas por el mito de la extinción del Estado y la desaparición de la política que Marx y Engels nunca abandonan.
[3] Marx, K., Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Colihue, Bs.As., 2006, p. 111
[4] Dotti, J., Dialéctica y derecho, Hachette, Bs. As., 1985, p. 247
[5] Rossanda, R., “De Marx a Marx: clase y partido” en Teoría marxista del partido político/3, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1973, p. 5.
[6] Kautsky, K., El camino del poder, Ed. Grijalbo, México D.F., 1968, p. 65.
[7] Fay, V., “Del partido como instrumento de lucha por el poder al partido como prefiguración de una sociedad socialista” en Teoría marxista del partido político/3, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1973, p. 34.
[8] Il Manifiesto/Jean Paul Sartre., “Masas, espontaneidad, partido” en Teoría marxista del partido político/3, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1973, p. 28.
[9] Draper, H., “El mito del “concepto de partido” de Lenin. Qué hicieron con el ¿Qué hacer?”, en Revista Herramienta, n° 11, Bs. As., 1999.
[10] Draper, H. “Hacia un nuevo comienzo… por otro camino”, en Marxist Internet Archive, 2001. En su justa crítica a la forma-secta y el mini-partido Draper saca conclusiones desmedidas, al reducir la organización política a tareas de propaganda y descartando que las definiciones programáticas justifiquen delimitaciones orgánicas. El afán de superar todo rasgo sectario lo conduce a una solución terminante, muy similar al planteo de Marx, donde la delimitación ideológica sólo justicia centros de propaganda y no también organizaciones para la intervención política.
[11] Ver Daniel Bensaïd & Alain Nair, “El problema de la organización. Lenin y Rosa Luxemburgo”, en Teoría Marxista del Partido Político (Problemas de Organización), Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1975.
[12] Sanmartino, J., “Pasado y presente de la teoría socialista de partido”, en Revista Corriente Praxis, Número especial, Buenos Aires, octubre 2005, pág. 12.
[13]El debate sobre los estatutos del partido en el II congreso del POSDR que enfrentó a Lenin con Martov, consistía en definir quiénes eran considerado miembros del partido: todos los adherentes al programa socialdemócrata (Martov) o quienes formaban parte disciplinadamente de alguna de sus organizaciones (Lenin). En Un paso adelante, dos pasos atrás (Ediciones en lenguas extranjeras, Pekín, 1977, p. 91), Lenin se detiene nuevamente en la fórmula de Martov, que dice “nuestro partido es el intérprete consciente de un proceso inconsciente”, y concluye : “esto está bien porque es un error querer que cada huelguista pueda titularse miembro del partido; puesto que si cada huelga no fuera la expresión simple y espontánea de un poderoso instinto de clase, sino la expresión consciente del proceso que lleva a la revolución social., entonces nuestro partido se identifica inmediatamente de un solo golpe, con toda la clase obrera, y en consecuencia terminaría de un solo golpe con toda la sociedad burguesa”. Citado en Daniel Bensaïd & Alain Nair, “El problema de la organización. Lenin y Rosa Luxemburgo”, en Teoría Marxista del Partido Político (Problemas de Organización), Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1975.
[14] Garmendia, O. (seudónimo de Rolando Astarita), “La importancia de la teoría leninista del partido”, en Debate marxista, n° 7, Bs.As., 1996, p. 10 [15] Bensaid, D., Estrategia y partido: un curso de formación, disponible en http://danielbensaid.org/Estrategia…. [16] Ver Víctor Fay, “Del partido como instrumento de lucha por el poder al partido como prefiguración de una sociedad socialista”, en Teoría marxista del partido político / 3, Cuadernos de Pasado y Presente N° 38. [17] Ver Geras, N., “Lenin, Trotsky y el partido” en Masas, partido y dirección, Fontamara, Barcelona, 1980. Bensaid, D., Strategie et Partie, La Bréche, Montreuil-sous-Bois, 1987. Zizek, S., A propósito de Lenin, Atuel, Buenos Aires, 2004. Garmendia, O. (seudónimo de Rolando Astarita), “La importancia de la teoría leninista del partido”, en Debate marxista, n° 7, Bs.As., 1996. [18] Ver Sanmartino, J., “Pasado y presente de la teoría socialista de partido”, en Revista Corriente Praxis, Número especial, Buenos Aires, octubre 2005, pág. 20. [19] El mismo Lenin afirmaba, en este sentido: “El bolchevismo existe como corriente del pensamiento político y como partido político desde 1903. Sólo la historia del bolchevismo en todo el periodo de su existencia puede explicar de un modo satisfactorio por qué él pudo forjar y mantener, en las condiciones más difíciles, la férrea disciplina necesaria para la victoria del proletariado”. Lenin, V.I.: “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” en Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1961, vol. 1, pp. 353-354. [20] La táctica del “gobierno obrero” es una fórmula adoptada por la Internacional Comunista que se aplicó frente a los gobiernos de Sajonia y Turingia dominados por sectores reformistas de izquierda. La táctica consistía en habilitar la participación de los revolucionarios en gobiernos parlamentarios encabezados por corrientes obreras reformistas, en condiciones de aguda crisis social y política pero donde las instituciones burguesas no habían sido destruidas. La IC entendía esta política como la posibilidad de establecer un gobierno “intermedio”, que facilitara el desarrollo político de los trabajadores, quebrara la resistencia de la burguesía y sedimentara las condiciones para una ruptura definitiva con el estado burgués. No se trataría de la “dictadura del proletariado”, pero tampoco de un funcionamiento normal de las instituciones “democrático liberales”. Para una posible actualización de la “táctica del gobierno obrero” en las actuales condiciones sociales y políticas, ver Bensaid, D., Sobre el retorno de la cuestión político-estratégica en:http://www.vientosur.info/articulos…. [21] Castoriadis, C.: “Proletariado y organización II (frag.)”, en Políticas de la memoria, n° 8/9, Bs. As., 2008/2009, pp. 92-93. [22] Garmendia, O. (seudónimo de Rolando Astarita), “La importancia de la teoría leninista del partido”, en Debate marxista, n° 7, Bs.As., 1996, p. 11.
Bibliografía
BENSAID, D., Strategie et Partie, La Bréche, Montreuil-sous-Bois, 1987.
BENSAID, D., Sobre el retorno de la cuestión político-estratégica, 2007, en http://www.vientosur.info/ articulosweb/noticia/index.php?x=1565
BENSAID, D., Estrategia y partido: un curso de formación, 2007, en http://danielbensaid.org/Estrategia….
CASTORIADIS, C., “Proletariado y organización II (frag.)”, en Políticas de la memoria, n° 8/9, Bs. As., 2008/2009.
Documentos de Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, 1973, Tomo II (Buenos Aires, Ediciones Pluma).
DOTTI, J., Dialéctica y derecho, Hachette, Bs. As., 1985.
DRAPER, H., “El mito del “concepto de partido” de Lenin. Qué hicieron con el ¿Qué hacer?”, en Revista Herramienta, n° 11, Bs. As., 1999.
DRAPER, H., Hacia un nuevo comienzo…por otro camino, Marxists Internet Archive. 2001
FREEMAN, J., “La tiranía de la falta de estructuras” en El Rodaballo, n° 15, Bs. As., 2004.
GARMENDIA, O. (seudónimo de Rolando Astarita), “La importancia de la teoría leninista del partido”, en Debate marxista, n° 7, Bs.As., 1996.
GERAS, N., “Lenin, Trotsky y el partido” en Masas, partido y dirección, Fontamara, Barcelona, 1980.
GRAMSCI, A., Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003.
KAUTSKY, K. El camino del poder, Ed. Grijalbo, México D.F., 1968.
LENIN, V. I. Obras completas, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1960.
LENIN, V.I., “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” en Obras escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1961, vol. 1.
LENIN, V. I., Qué Hacer, Extracto, del prefacio a la recopilación “En 12 años”, Nuestra América Editorial, Buenos Aires, 2004.
LENIN, V.I., Un paso adelante, dos pasos atrás, Ediciones en lenguas extranjeras, Pekín, 1977.
LENIN, V. I., El Estado y la revolución, Editorial Nuestra América, Buenos Aires, 2004.
MARX, K., El manifiesto comunista, , Tesis XI Grupo Editor, Buenos Aires, 2003.
MARX, K., Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Colihue, Buenos Aires, 2006.
PORTANTIERO, J. C., Los usos de Gramsci, Editorial Grijalbo, Buenos aires, 1999.
SANMARTINO, J., “Pasado y presente de la teoría socialista de partido”, en Revista Corriente Praxis, Número especial, Buenos Aires, octubre 2005.
VV.AA, Teoría marxista del partido político/3, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1973.
VV.AA, Teoría Marxista del Partido Político (Problemas de Organización), Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1975.
ZIZEK, S., A propósito de Lenin, Atuel, Buenos Aires, 2004.

La sociedad del espectaculo (1967)

La sociedad del espectáculo, Guy Debord (1967)
Capítulo 4 El proletariado como sujeto y como representación

“El derecho igualitario de todos a los bienes y placeres de este mundo, la destrucción de toda autoridad, la negación de todo freno moral; he ahí, si descendemos hasta el fondo de las cosas, la razón de ser de la insurrección del 18 de marzo y el programa de la temible asociación que le ha suministrado un ejército.” Investigación parlamentaria sobre la insurrección del 18 de marzo
73
El movimiento real que suprime las condiciones existentes gobierna la sociedad a partir de la victoria de la burguesía en la economía, y lo hace visiblemente tras la traducción política de esta victoria. El desarrollo de las fuerzas productivas ha hecho estallar las antiguas relaciones de producción y todo orden estático se desploma. Todo lo que era absoluto se convierte en histórico.
74
Al ser lanzados en la historia, al tener que participar en el trabajo y las luchas que la constituyen, los hombres se ven forzados a afrontar sus relaciones de una forma que no sea engañosa. Esta historia no tiene otro objeto que el que ella realiza sobre sí misma, aunque la visión metafísica última inconsciente de la época histórica pueda contemplar la progresión productiva a través de la cual la historia se despliega como el objeto mismo de la historia. El sujeto de la historia no puede ser sino lo viviente produciéndose a sí mismo, convirtiéndose en dueño y poseedor de su mundo que es la historia y existiendo como conciencia de su juego.
75
Como una misma corriente se desarrollan las luchas de clases de la larga época revolucionaria inaugurada por el ascenso de la burguesía y el pensamiento de la historia, la dialéctica, el pensamiento que ya no se detiene en la búsqueda del sentido de lo existente, sino que se eleva al conocimiento de la disolución de todo lo que es; y en el movimiento disuelve toda separación.
76
Hegel ya no tuvo que interpretar el mundo, sino la transformación del mundo. Al interpretar solamente la transformación Hegel no es sino la conclusión filosófica de la filosofía. Quiere comprender un mundo que se hace a sí mismo. Este pensamiento histórico no es todavía sino la conciencia que siempre llega demasiado tarde y que enuncia la justificación post festum. De modo que no supera la separación más que en el pensamiento. La paradoja que consiste en suspender el sentido de toda realidad en su consumación histórica y en revelar al mismo tiempo este sentido constituyéndose en consumación de la historia se desprende del simple hecho de que el pensador de las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII no buscó en su filosofía más que la reconciliación con el resultado de éstas. “Del mismo modo como filosofía de la revolución burguesa no expresa todo el proceso de esta revolución, sino solamente su conclusión última. En este sentido, ésta no es una filosofía de la revolución, sino de la restauración.” (Karl Korsch. Tesis sobre Hegel y la revolución). Hegel hizo por última vez el trabajo del filósofo, la “glorificación de lo que existe”; pero aquello que existía para él ya no podía ser sino la totalidad del movimiento histórico. La posición exterior del pensamiento, que en realidad se mantenía, sólo podía ser enmascarada mediante su identificación con un proyecto previo del Espíritu, héroe absoluto que ha hecho lo que ha querido y ha querido lo que ha hecho, y cuya realización coincide con el presente. Así, la filosofía que muere en el pensamiento de la historia no puede ya glorificar su mundo más que renegando de él, pues para tomar la palabra es preciso suponer concluida esta historia total allí donde ella condujo todo; y cerrar la sesión del único tribunal donde puede ser dictada la sentencia de la verdad.
77
Cuando el proletariado manifiesta por su propia existencia en actos que este pensamiento de la historia no se ha olvidado el desmentido de la conclusión es también la confirmación del método.
78
El pensamiento de la historia no puede ser salvado más que transformándose en pensamiento práctico; y la práctica del proletariado como clase revolucionaria no puede ser menos que la conciencia histórica operando sobre la totalidad de su mundo. Todas las corrientes teóricas del movimiento obrero revolucionario han surgido de un enfrentamiento crítico con el pensamiento hegeliano, tanto en el caso de Marx como en el de Stirner o Bakunin.
79
El carácter inseparable de la teoría de Marx y del método hegeliano es a su vez inseparable del carácter revolucionario de esta teoría, es decir, de su verdad. Es en esto en lo que esta primera relación ha sido generalmente ignorada o mal comprendida, o incluso denunciada como el punto débil de lo que devenía engañosamente en una doctrina marxista. Bernstein, en Socialismo teórico y socialdemocracia práctica, revela perfectamente esta conexión del método dialéctico y de la toma de posición histórica, lamentando las previsiones poco científicas del Manifiesto de 1847 sobre la inminencia de la revolución proletaria en Alemania: “Esta autosugestión histórica, tan errónea como la podría haber concebido cualquier visionario político, sería incomprensible en el caso de Marx, que en esta época ya había estudiado seriamente la economía, si no se viera en ella el resultado de un resto de dialéctica antitética hegeliana de la que ni Marx ni Engels supieron nunca deshacerse completamente. En estos tiempos de efervescencia general esto fue más fatal aún para ellos”.
80
La inversión que Marx efectúa para una “salvación por transferencia” del pensamiento de las revoluciones burguesas no consiste en reemplazar trivialmente por el desarrollo materialista de las fuerzas productivas el recorrido del Espíritu hegeliano yendo a su propio encuentro en el tiempo, cuya objetivación es idéntica a su alienación y cuyas heridas históricas no dejan cicatrices. La historia que deviene real ya no tiene fin. Marx destruyó la posición separada de Hegel ante lo que sucede; y la contemplación de un agente supremo exterior, sea el que sea. La teoría no tiene que conocer más que lo que ella hace. Por el contrario la contemplación del movimiento de la economía, en el pensamiento dominante de la sociedad actual es la heredera no subvertida de la parte no-dialéctica del intento hegeliano de componer un sistema circular: es una aprobación que ha perdido la dimensión del concepto y que no necesita justificarse en un hegelianismo, puesto que el movimiento que se trata de ensalzar no es más que un sector sin pensamiento del mundo, cuyo desarrollo mecánico domina efectivamente el todo. El proyecto de Marx es el de una historia consciente. Lo cuantitativo que surge en el desarrollo ciego de las fuerzas productivas simplemente económicas debe cambiarse por la apropiación histórica cualitativa. La crítica de la economía política es el primer acto de este fin de la prehistoria: “De todos los instrumentos de producción, el de mayor poder productivo es la clase revolucionaria misma”.
81
Lo que ata estrechamente la teoría de Marx al pensamiento científico es la comprensión racional de las fuerzas que se ejercen realmente en la sociedad. Sin embargo es fundamentalmente un más allá del pensamiento científico, donde éste está conservado en tanto que superado: se trata de una comprensión de la lucha, y en modo alguno de la ley. “Conocemos una sola ciencia: la ciencia de la historia”, dice La ideología alemana.
82
La época burguesa, que pretende fundar científicamente la historia, descuida el hecho de que esta ciencia disponible debió más bien ser ella misma fundada históricamente con la economía. Inversamente, la historia sólo depende radicalmente de este conocimiento en tanto que sigue siendo historia económica. El punto de vista de la observación científica ha podido descuidar por otro lado en qué medida toma parte la historia en la economía misma el proceso global que modifica sus propios datos científicos de base. Es lo que muestra la vanidad de los cálculos socialistas que creían haber establecido la periodicidad exacta de las crisis; y desde que la intervención constante del Estado ha logrado compensar el efecto de las tendencias a la crisis el mismo género de razonamiento ve en este equilibrio una armonía económica definitiva. El proyecto de superar la economía, de la toma de posesión de la historia, debe conocer – y atraer hacia sí – la ciencia de la sociedad, no puede ser él mismo científico. En este último movimiento que cree dominar la historia presente mediante un conocimiento científico el punto de vista revolucionario sigue siendo burgués.
83
Las corrientes utópicas del socialismo, aunque fundadas a su vez históricamente en la crítica de la organización social existente, pueden ser justamente calificadas de utópicas en la medida en que rechazan la historia es decir, la lucha real en curso, así como el movimiento del tiempo más allá de la perfección inmutable de su imagen de sociedad feliz, pero no porque rechacen la ciencia. Los pensadores utopistas están por el contrario enteramente dominados por el pensamiento científico, tal como se había impuesto en los siglos precedentes. Ellos buscan el perfeccionamiento de este sistema racional general: no se consideran en modo alguno como profetas desarmados, puesto que creen en el poder social de la demostración científica e incluso, en el caso del saintsimonismo, en la toma del poder por la ciencia. Al respecto, dice Sombart, “¿Pretendían arrancar mediante luchas lo que debe ser probado?” No obstante la concepción científica de los utópicos no se extiende a este conocimiento de que los grupos sociales tienen intereses en una situación existente, fuerzas para mantenerla, y también formas de falsa conciencia correspondientes a tales posiciones. Queda muy retrasada respecto a la realidad histórica del desarrollo de la ciencia misma, que se ha encontrado en gran parte orientada por la demanda social derivada de tales factores, que selecciona no solamente lo que puede ser admitido, sino también lo que puede ser investigado. Los socialistas utópicos siguen prisioneros del modo de exposición de la verdad científica, conciben esta verdad según su pura imagen abstracta, tal como les había sido impuesta en una etapa muy anterior de la sociedad. Como subrayó Sorel, los utópicos piensan descubrir y demostrar las leyes de la sociedad sobre el modelo de la astronomía. La armonía a la que aspiran, hostil a la historia, deriva de un intento de aplicación de la ciencia a la sociedad menos dependiente de la historia. Intenta hacerse reconocer con la misma inocencia experimental que el newtonismo, y el destino feliz constantemente postulado “juega en su ciencia social un papel análogo al que le corresponde a la inercia en la mecánica racional” (Materiales para una historia del proletariado).
84
El aspecto determinista-científico en el pensamiento de Marx fue precisamente la brecha por la cual penetró el proceso de “ideologización”, todavía vivo él, y en mayor medida en la herencia teórica legada al movimiento obrero. La llegada del sujeto de la historia es retrasada todavía para más tarde, y es la ciencia histórica por excelencia, la economía, quien tiende cada vez en mayor medida a garantizar la necesidad de su propia negación futura. Pero con ello se rechaza fuera del campo de la visión teórica la práctica revolucionaria que es la única verdad de esta negación. Así, es importante estudiar pacientemente el desarrollo económico, y admitir todavía, con una tranquilidad hegeliana, la aflicción, lo que sigue siendo, en su resultado, “un cementerio de buenas intenciones”. Se descubre que ahora, según la ciencia de las revoluciones, la conciencia llega siempre demasiado pronto y deberá ser enseñada. “La historia nos ha desmentido, a nosotros y a todos los que pensaban como nosotros. Ha demostrado claramente que el estado del desarrollo económico en el continente no se hallaba todavía ni mucho menos maduro…”, dirá Engels en 1895. Toda su vida Marx ha mantenido el punto de vista unitario de su teoría, pero la exposición de su teoría fue planteada sobre el terreno del pensamiento dominante precisándose bajo la forma de críticas de disciplinas particulares, principalmente la crítica a la ciencia fundamental de la sociedad burguesa, la economía política. Esta mutilación, ulteriormente aceptada como definitiva, es la que ha constituido el “marxismo”.
85
El defecto en la teoría de Marx es naturalmente el defecto de la lucha revolucionaria del proletariado de su época. La clase obrera no decretó la revolución en permanencia en la Alemania de 1848; la Comuna fue vencida en el aislamiento. De esa manera la teoría revolucionaria no puede alcanzar todavía su existencia propia total. El encontrarse reducido a defenderla y precisarla en la separación del trabajo académico en el British Museum implicaba una pérdida en la teoría misma. Son precisamente las justificaciones científicas extraídas sobre el futuro del desarrollo de la clase obrera y la práctica organizativa ligada a estas justificaciones las que se convertirán en los obstáculos de la conciencia proletaria en un estadio más avanzado.
86
Toda insuficiencia teórica en la defensa científica de la revolución proletaria puede estar relacionada, tanto por el contenido como por la forma de la exposición, con una identificación del proletariado con la burguesía desde el punto de vista de la toma revolucionaria del poder.
87
La tendencia a fundamentar una demostración de la legalidad científica del poder proletario haciendo inventario de experimentaciones repetidas del pasado oscurece desde el Manifiesto el pensamiento histórico de Marx, haciéndole sostener una imagen lineal del desarrollo de los modos de producción, arrastrada por luchas de clases que terminarían en cada caso “en una transformación revolucionaria de la sociedad entera o en la destrucción común de las clases en lucha”. Pero en la realidad observable de la historia, así como en “el modo de producción asiático”, como Marx constató en otro lugar, conservaba su inmovilidad a pesar de todos los enfrentamientos de clase, y ni las sublevaciones de los siervos vencieron jamás a los barones ni las revueltas de esclavos de la antigüedad a los hombres libres. El esquema lineal pierde de vista ante todo el hecho de que la burguesía es la única clase revolucionaria que ha llegado a vencer; y al mismo tiempo la única para la cual el desarrollo de la economía ha sido causa y consecuencia de su apropiación de la sociedad. La misma simplificación condujo a Marx a descuidar el papel económico del Estado en la gestión de una sociedad: la de clases. Si la burguesía ascendente pareció liberar la economía del Estado fue sólo en la medida en que el antiguo Estado se confundía con el instrumento de una dominación de clase en una economía estática. La burguesía desarrolló su poderío económico autónomo en el período medieval de debilitamiento del Estado, en el momento de fragmentación feudal del equilibrio de poderes. Pero el Estado moderno que con el mercantilismo comenzó a apoyar el desarrollo de la burguesía y que finalmente se convirtió en su Estado a la hora de “laissez faire, laissez passer” va a revelarse ulteriormente dotado de un poder central en la gestión calculada del proceso económico. Marx pudo sin embargo describir en el bonapartismo este esbozo de la burocracia estatal moderna, fusión del capital y del Estado, constitución de un “poder nacional del capital sobre el trabajo, de una fuerza pública organizada para la esclavización social”, donde la burguesía renuncia a toda vía histórica que no sea su reducción a la historia económica de las cosas y ve bien “estar condenada a la misma nulidad política que las otras clases”. Aquí están ya puestas las bases sociopolíticas del espectáculo moderno, que define negativamente al proletariado como el único pretendiente a la vía histórica.
88
Las dos únicas clases que corresponden efectivamente a la teoría de Marx, las dos clases puras hacia las cuales conduce todo el análisis de El Capital, la burguesía y el proletariado, son igualmente las dos únicas clases revolucionarias de la historia, pero en condiciones diferentes: la revolución burguesa está hecha; la revolución proletaria es un proyecto nacido sobre la base de la revolución precedente, pero difiriendo de ella cualitativamente. Descuidando la originalidad del papel histórico de la burguesía se enmascara la originalidad concreta de este proyecto proletario que no puede esperar nada si no es llevando sus propios colores y conociendo “la inmensidad de sus tareas”. La burguesía ha llegado al poder porque es la clase de la economía en desarrollo. El proletariado sólo puede tener él mismo el poder transformándose en la clase de la conciencia. La maduración de las fuerzas productivas no puede garantizar un poder tal, ni siquiera por el desvío de la desposesión acrecentada que entraña. La toma jacobina del Estado no puede ser su instrumento. Ninguna ideología puede servirle para disfrazar los fines parciales bajo fines generales, porque no puede conservar ninguna realidad parcial que sea efectivamente suya.
89
Si Marx, en un periodo determinado de su participación en la lucha del proletariado, esperó demasiado de la previsión científica, hasta el punto de crear la base intelectual de las ilusiones del economicismo, sabemos que él no sucumbió personalmente a ella. En una carta muy conocida del 7 de diciembre de 1867, acompañando un artículo donde él mismo critica El Capital, artículo que Engels debía hacer pasar a la prensa como si procediese de un adversario, Marx ha expuesto claramente el límite de su propia ciencia: “…La tendencia subjetiva del autor (que tal vez le imponían su posición política y su pasado), es decir la manera en que presentaba a los otros el resultado último del movimiento actual, del proceso social actual, no tiene ninguna relación con su análisis real”. Así Marx, denunciando él mismo las “conclusiones tendenciosas” de su análisis objetivo y mediante la ironía del “tal-vez” al referirse a las opciones extracientíficas que se le habrían impuesto muestra al mismo tiempo la clave metodológica de la fusión de ambos aspectos.
90
Es en la lucha histórica misma donde es necesario realizar la fusión de conocimiento y de acción, de tal forma que cada uno de estos términos sitúe en el otro la garantía de su verdad. La constitución de la clase proletaria en sujeto es la organización de las luchas revolucionarias y la organización de la sociedad en el momento revolucionario: es allí donde deben existir las condiciones prácticas de la conciencia, en las cuales la teoría de la praxis se confirma convirtiéndose en teoría práctica. Sin embargo esta cuestión central de la organización ha sido la menos enfrentada por la teoría revolucionaria en la época en que se fundó el movimiento obrero, es decir, cuando esta teoría poseía todavía el carácter unitario derivado del pensamiento de la historia (que precisamente se había propuesto tratar de desarrollar como una práctica histórica unitaria). Allí reside por el contrario la inconsecuencia de esta teoría, que asume el recuperar los métodos de aplicación estatistas y jerárquicos adoptados de la revolución burguesa. Las formas de organización del movimiento obrero desarrolladas a partir de esta renuncia de la teoría tendieron a su vez a impedir el mantenimiento de una teoría unitaria, disolviéndola en diversos conocimientos especializados y parcelarios. Esta alienación ideológica de la teoría ya no puede reconocer entonces la verificación práctica del pensamiento histórico unitario que ella ha traicionado, cuando tal verificación surge en la lucha espontánea de los obreros: solamente puede cooperar en la represión de su manifestación y su memoria. Si embargo estas formas históricas aparecidas en la lucha son justamente el medio práctico que faltaba a la teoría para ser verdadera. Son una exigencia de la teoría, pero que no había sido formulada teóricamente. El soviet no fue un descubrimiento de la teoría. Y la más alta verdad teórica de la Asociación Internacional de los Trabajadores era su propia existencia en la práctica.
91
Los primeros éxitos de la lucha de la Internacional la llevaban a liberarse de las influencias confusas de la ideología dominante que subsistían en ella. Pero la derrota y la represión que pronto halló hicieron pasar al primer plano un conflicto entre dos concepciones de la revolución proletaria que contienen ambas una dimensión autoritaria para la cual la auto-emancipación consciente de la clase es abandonada. En efecto, la querella que llegó a ser irreconciliable entre los marxistas y los bakuninistas era doble, tratando a la vez sobre el poder en la sociedad revolucionaria y sobre la organización presente del movimiento, y al pasar de uno a otro de estos aspectos, la posición de los adversarios se invierte. Bakunin combatía la ilusión de una abolición de las clases por el uso autoritario del poder estatal, previendo la reconstitución de una clase dominante burocrática y la dictadura de los más sabios o de quienes fueran reputados como tales. Marx, que creía que una maduración inseparable de las contradicciones económicas y de la educación democrática de los obreros reduciría el papel de un Estado proletario a una simple fase de legislación de nuevas relaciones sociales objetivamente impuestas, denunciaba en Bakunin y sus partidarios el autoritarismo de una élite conspirativa que se había colocado deliberadamente por encima de la Internacional y concebía el extravagante designio de imponer a la sociedad la dictadura irresponsable de los más revolucionarios o de quienes se designasen a sí mismos como tales. Bakunin reclutaba efectivamente a sus partidarios sobre una perspectiva tal: “Pilotos invisibles en medio de la tempestad popular, nosotros debemos dirigirla, no por un poder ostensible sino por la dictadura colectiva de todos los aliados. Dictadura sin banda, sin título, sin derecho oficial, y tanto más poderosa cuanto que no tendrá ninguna de las apariencias del poder.” Así se enfrentaron dos ideologías de la revolución obrera conteniendo cada una una crítica parcialmente verdadera, pero perdiendo la unidad del pensamiento de la historia e instituyéndose ellas mismas en autoridades ideológicas. Organizaciones poderosas, como la social-democracia alemana y la Federación Anarquista Ibérica sirvieron fielmente a una u otra de estas ideologías; y en todas partes el resultado ha sido enormemente diferente del que se deseaba.
92
El hecho de considerar la finalidad de la revolución proletaria como inmediatamente presente constituye a la vez la grandeza y la debilidad de la lucha anarquista real (ya que en sus variantes individualistas, las pretensiones del anarquismo resultan irrisorias). Del pensamiento histórico de las luchas de clases modernas el anarquismo colectivista retiene únicamente la conclusión, y su exigencia absoluta de esta conclusión se traduce igualmente en un desprecio deliberado del método. Así su crítica de la lucha política ha seguido siendo abstracta, mientras que su elección de la lucha económica sólo es afirmada en función de la ilusión de una solución definitiva arrancada de un solo golpe en este terreno, el día de la huelga general o de la insurrección. Los anarquistas tienen un ideal a realizar. El anarquismo es la negación todavía ideológica del Estado y de las clases, es decir, de las condiciones sociales mismas de la ideología separada. Es la ideología de la pura libertad que todo lo iguala y que aleja toda idea del mal histórico. Este punto de vista de la fusión de todas las exigencias parciales ha dado al anarquismo el mérito de representar el rechazo de las condiciones existentes para el conjunto de la vida, y no alrededor de una especialización crítica privilegiada; pero siendo considerada esta fusión en lo absoluto según el capricho individual antes que en su realización efectiva ha condenado también al anarquismo a una incoherencia fácilmente constatable. El anarquismo no tiene más que repetir y poner en juego en cada lucha su misma y simple conclusión total, porque esta primera conclusión era identificada desde el origen con la culminación integral del movimiento. Bakunin podía pues escribir en 1873, al abandonar la Federación Jurasiana: “En los últimos nueve años se han desarrollado en el seno de la Internacional más ideas de las que serían necesarias para salvar el mundo, si las ideas solas pudieran salvarlo, y desafío a cualquiera a inventar una nueva. El tiempo ya no pertenece a las ideas, sino a los hechos y a los actos.” Sin duda esta concepción conserva del pensamiento histórico del proletariado esta certeza de que las ideas deben llegar a ser prácticas, pero abandona el terreno histórico suponiendo que las formas adecuadas de este paso a la práctica están ya encontradas y no variarán más.
93
Los anarquistas, que se distinguen explícitamente del conjunto del movimiento obrero por su convicción ideológica, van a reproducir entre ellos esta separación de competencias, proporcionando un terreno favorable a la dominación informal sobre toda organización anarquista de los propagandistas y defensores de su propia ideología, especialistas tanto más mediocres cuanto que por regla general su actividad intelectual se propone principalmente la repetición de algunas verdades definitivas. El respeto ideológico de la unanimidad en la decisión ha favorecido más bien la autoridad incontrolada en la organización misma de especialistas de la libertad; y el anarquismo revolucionario espera del pueblo liberado el mismo tipo de unanimidad, obtenida por los mismos medios. Por otra parte, el rechazo a considerar la oposición de las condiciones entre una minoría agrupada en la lucha actual y la sociedad de los individuos libres ha alimentado una permanente separación de los anarquistas en el momento de la decisión común, como lo muestra el ejemplo de una infinidad de insurrecciones anarquistas en España, limitadas y aplastadas en un plano local.
94
La ilusión sostenida más o menos explícitamente en el anarquismo auténtico es la inminencia permanente de una revolución que deberá dar razón a la ideología y al modo de organización práctica derivado de la ideología, llevándose a término instantáneamente. El anarquismo ha conducido realmente, en 1936, una revolución social y el esbozo más avanzado que ha existido de un poder proletario. En esta circunstancia todavía hay que hacer notar, por una parte, que la señal de insurrección general fue impuesta por el pronunciamiento del ejército. Por otra parte, en la medida en que esta revolución no había sido concluida en los primeros días, por el hecho de la existencia de un poder franquista en la mitad del país, apoyado fuertemente por el extranjero mientras que el resto del movimiento proletario internacional ya estaba vencido, y por el hecho de la supervivencia de fuerzas burguesas o de otros partidos obreros estatistas en el campo de la República, el movimiento anarquista organizado se ha mostrado incapaz de extender las semi-victorias de la revolución e incluso de defenderlas. Sus jefes reconocidos han llegado a ser ministros y rehenes del Estado burgués que destruía la revolución para perder la guerra civil.
95
El “marxismo ortodoxo” de la II Internacional es la ideología científica de la revolución socialista que identifica toda su verdad con el proceso objetivo en la economía y con el progreso de un reconocimiento de esta necesidad en la clase obrera educada por la organización. Esta ideología reencuentra la confianza en la demostración pedagógica que había caracterizado el socialismo utópico, pero ajustada a una referencia contemplativa hacia el curso de la historia: sin embargo, tal actitud ha perdido la dimensión hegeliana de una historia total tanto como la imagen inmóvil de la totalidad presente en la crítica utopista (al más alto grado, en el caso de Fourier). De semejante actitud científica, que no podía menos que relanzar en simetría las elecciones éticas, proceden las frivolidades de Hilferding cuando precisa que reconocer la necesidad del socialismo no aporta “ninguna indicación sobre la actitud práctica a adoptar. Pues una cosa es reconocer una necesidad y otra ponerse al servicio de esta necesidad” (Capital financiero). Los que han ignorado que el pensamiento unitario de la historia, para Marx y para el proletariado revolucionario no se distinguía en nada de una actitud práctica a adoptar debían ser normalmente víctimas de la práctica que simultáneamente habían adoptado.
96
La ideología de la organización social-demócrata se ponía en manos de los profesores que educaban a la clase obrera, y la forma de organización adoptada era la forma adecuada a este aprendizaje pasivo. La participación de los socialistas de la II Internacional en las luchas políticas y económicas era efectivamente concreta, pero profundamente no-crítica. Estaba dirigida, en nombre de la ilusión revolucionaria, según una práctica manifiestamente reformista. Así la ideología revolucionaria debía ser destruida por el éxito mismo de quienes la sostenían. La separación de los diputados y los periodistas en el movimiento arrastraba hacia el modo de vida burgués a los que ya habían sido reclutados de entre los intelectuales burgueses. La burocracia sindical constituía en agentes comerciales de la fuerza de trabajo, para venderla como mercancía a su justo precio, a aquellos mismos que eran reclutados a partir de las luchas de los obreros industriales y escogidos entre ellos. Para que la actividad de todos ellos conservara algo de revolucionaria hubiera hecho falta que el capitalismo se encontrara oportunamente incapaz de soportar económicamente este reformismo cuya agitación legalista toleraba políticamente. Su ciencia garantizaba tal incompatibilidad; y la historia la desmentía en todo momento.
97
Esta contradicción que Bernstein, al ser el socialdemócrata más alejado de la ideología política y el más francamente adherido a la metodología de la ciencia burguesa, tuvo la honestidad de querer mostrar – y el movimiento reformista de los obreros ingleses lo había mostrado también al prescindir de la ideología revolucionaria – no debía sin embargo ser demostrada de modo terminante más que por el propio desarrollo histórico. Bernstein, por otra parte lleno de ilusiones, había negado que una crisis de la producción capitalista viniera milagrosamente a empujar hacia delante a los socialistas que no querían heredar la revolución más que por esta consagración legítima. El momento de profundos trastornos sociales que surgió con la primera guerra mundial, aunque fue fértil en toma de conciencia, demostró por dos veces que la jerarquía social-demócrata no había educado revolucionariamente a los obreros alemanes, ni los había convertido en teóricos: la primera cuando la gran mayoría del partido se unió a la guerra imperialista, la segunda cuando, en el fracaso, aplastó a los revolucionarios espartaquistas. El ex-obrero Ebert creía todavía en el pecado, puesto que confesaba odiar la revolución “como al pecado”. Y este mismo dirigente se mostró buen precursor de la representación socialista que debía poco después oponerse como enemigo absoluto al proletariado de Rusia y de otros países, al formular el programa exacto de esta nueva alienación: “El socialismo quiere decir trabajar mucho”.
98
Lenin no ha sido, como pensador marxista, sino el kautskista fiel y consecuente que aplicaba la ideología revolucionaria de este “marxismo ortodoxo” en las condiciones rusas, condiciones que no permitían la práctica reformista que la II Internacional llevaba consigo en contrapartida. La dirección exterior del proletariado, actuando por medio de un partido clandestino disciplinado, sometido a los intelectuales convertidos en “revolucionarios profesionales”, constituye aquí una profesión que no quiere pactar con ninguna profesión dirigente de la sociedad capitalista (el régimen político zarista era por otra parte incapaz de ofrecer tal apertura que se basa en un estado avanzado del poder de la burguesía). Se convierte pues en la profesión de la dirección absoluta de la sociedad.
99
El radicalismo ideológico autoritario de los bolcheviques se desplegó a escala mundial con la guerra y el hundimiento ante ella de la socialdemocracia internacional. El sangriento final de las ilusiones democráticas del movimiento obrero había hecho del mundo entero una Rusia, y el bolchevismo, reinando sobre la primera ruptura revolucionaria que había traído consigo esta época de crisis, ofrecía al proletariado de todos los países su modelo jerárquico e ideológico para “hablar en ruso” a la clase dominante. Lenin no reprochó al marxismo de la II Internacional ser una ideología revolucionaria, sino haber dejado de serlo.
100
El mismo momento histórico en que el bolchevismo ha triunfado por sí mismo en Rusia y la social-democracia ha combatido victoriosamente por el viejo mundo marca el nacimiento acabado de un orden de cosas que es el centro de la dominación del espectáculo moderno: la representación obrera se ha opuesto radicalmente a la clase.
101
“En todas las revoluciones anteriores”, escribía Rosa Luxemburgo en la Rote Fahne del 21 de diciembre de 1918, “los combatientes se enfrentaban a cara descubierta: clase contra clase, programa contra programa. En la revolución presente las tropas de protección del antiguo régimen no intervienen bajo el estandarte de las clases dirigentes, sino bajo la bandera de un ‘partido social-demócrata’. Si la cuestión central de la revolución fuera planteada abierta y honradamente: capitalismo o socialismo, ninguna duda, ninguna vacilación serían hoy posibles en la gran masa del proletariado.” Así, días antes de su destrucción, la corriente radical del proletariado alemán descubría el secreto de las nuevas condiciones que había creado todo el proceso anterior (al que la representación obrera habría contribuido de modo importante): la organización espectacular de la defensa del orden existente, el reino social de las apariencias donde ninguna “cuestión central” puede ser ya planteada “abierta y honradamente”. La representación revolucionaria del proletariado en este estadio había llegado a ser a la vez el factor principal y el resultado central de la falsificación general de la sociedad.
102
La organización del proletariado sobre el modelo bolchevique, que había nacido del atraso ruso y de la capitulación del movimiento obrero de los países avanzados ante la lucha revolucionaria, encontró también en el atraso ruso todas las condiciones que llevaban esta forma de organización hacia la inversión contrarrevolucionaria que contenía inconscientemente en su germen original; y la capitulación reiterada de la masa del movimiento obrero europeo ante el Hic Rhodus, hic salta del período 1918-1920, capitulación que incluía la destrucción violenta de su minoría radical, favoreció el desarrollo completo del proceso y permitió que el falaz resultado se afirmara ante el mundo como la única solución proletaria. La apropiación del monopolio estático de la representación y de la defensa del poder de los obreros, que justificó al partido bolchevique, le hizo llegar a ser lo que ya era: el partido de los propietarios del proletario, eliminando en lo esencial las formas precedentes de propiedad.
103
Todas las condiciones de la liquidación del zarismo examinadas en el debate teórico siempre insatisfactorio durante veinte años entre las diversas tendencias de la socialdemocracia rusa – debilidad de la burguesía, peso de la mayoría campesina, papel decisivo de un proletariado concentrado y combativo pero extremadamente minoritario en el país – revelaron finalmente en la práctica sus soluciones, a través de una premisa que no estaba presente en las hipótesis: la burocracia revolucionaria que dirigía el proletariado, apoderándose del Estado, impuso a la sociedad una nueva dominación de clase. La revolución estrictamente burguesa era imposible; la “dictadura democrática de los obreros y de los campesinos” estaba vacía de sentido; el poder proletario de los soviets no podía mantenerse a la vez contra la clase de los campesinos propietarios, la reacción blanca nacional e internacional y su propia representación exteriorizada y alienada en partido obrero de los dueños absolutos del Estado, de la economía, de la expresión y pronto hasta del pensamiento. La teoría de la revolución permanente de Trotsky y Parvus, a la cual Lenin se unió de modo efectivo en abril de 1917, fue la única que llegó a verificarse en los países atrasados desde el punto de vista del desarrollo social de la burguesía, pero sólo tras la introducción de este factor desconocido que era el poder de clase de la burocracia. La concentración de la dictadura en las manos de la representación suprema de la ideología fue defendida con la mayor consecuencia por Lenin en los numerosos enfrentamientos de la dirección bolchevique. Lenin tenía razón contra sus adversarios cada vez que sostenía la solución implicada en las elecciones precedentes del poder absoluto minoritario: la democracia negada estatalmente a los campesinos debía negarse a los obreros, lo que llevaba a negarla a los dirigentes comunistas de los sindicatos, y en todo el partido, y finalmente hasta en la cima del partido jerárquico. En el X Congreso, en el momento en que el soviet de Cronstad era abatido por las armas y enterrado bajo la calumnia, Lenin pronunciaba contra los burócratas izquierdistas organizados en “Oposición Obrera” esta conclusión, cuya lógica extendería Stalin hasta una perfecta división del mundo: “Aquí, o bien allá con un fusil, pero no con la oposición… Estamos hartos de la oposición.”
104
Al permanecer la burocracia como única propietaria de un capitalismo de Estado trató primero de asegurar su poder en el interior mediante una alianza temporal con el campesinado, después de Cronstadt, y con la “nueva política económica”, tal y como la defendió en el exterior utilizando a los obreros regimentados en los partidos burocráticos de la III Internacional como fuerza de apoyo de la diplomacia rusa, para sabotear todo movimiento revolucionario y sostener gobiernos burgueses con cuyo apoyo contaba en política internacional (el poder de Kuo-Min-Tang en la China de 1925-27, el Frente Popular en España y en Francia, etc.). Pero la sociedad burocrática debía proseguir su propia culminación mediante el terror ejercido sobre el campesinado para realizar la acumulación capitalista primitiva más brutal de la historia. Esta industrialización de la época estalinista revela la realidad última de la burocracia: es la continuación del poder de la economía, el salvamiento de lo esencial de la sociedad mercantil mediante el mantenimiento del trabajo-mercancía. Es la prueba de la economía independiente que domina la sociedad hasta el punto de recrear para sus propios fines la dominación de clase que le es necesaria: lo que equivale a decir que la burguesía ha creado un poder autónomo que, mientras subsista esta autonomía, puede hasta llegar a prescindir de la burguesía. La burocracia totalitaria no es “la última clase propietaria de la historia” en el sentido de Bruno Rizzi, sino solamente una clase dominante de sustitución para la economía mercantil. La propiedad privada del capitalismo decadente es reemplazada por un sub-producto simplificado, menos diversificado, concentrado en propiedad colectiva de la clase burocrática. Esta forma subdesarrollada de clase dominante es también la expresión del subdesarrollo económico; y no tiene otra perspectiva que superar el retraso de este desarrollo en ciertas regiones del mundo. El partido obrero, organizado según el modelo burgués de la separación, ha proporcionado el cuadro jerárquico-estatal a esta edición suplementaria de la clase dominante. Anton Ciliga anotaba en una prisión de Stalin que “las cuestiones técnicas de organización resultaban ser cuestiones sociales” (Lenin y la revolución).
105
La ideología revolucionaria, la coherencia de lo separado de la que el leninismo constituye el más alto esfuerzo voluntarista, que detenta la gestión de una realidad que la rechaza, con el stalinismo reencontrará su verdad en la incoherencia. En este momento la ideología ya no es un arma, sino un fin. La mentira que ya no es contradicha se convierte en locura. Tanto la realidad como el fin son disueltos en la proclamación ideológica totalitaria: todo lo que ella dice es todo lo que es. Es un primitivismo local del espectáculo, cuyo papel es sin embargo esencial en el desarrollo del espectáculo mundial. La ideología que aquí se materializa no ha transformado económicamente el mundo, como el capitalismo que ha alcanzado el estadio de la abundancia; solo ha transformado políticamente la percepción.
106
La clase ideológica-totalitaria en el poder es el poder de un mundo invertido: cuanto más fuerte es, más afirma que no existe, y su fuerza le sirve antes que nada para afirmar su inexistencia. Es modesta sólo en este punto, pues su inexistencia oficial debe coincidir también con el nec plus ultra del desarrollo histórico, que simultáneamente se debería a su dominio infalible. Expuesta por todas partes, la burocracia debe ser la clase invisible para la conciencia, de forma que toda la vida social se vuelve demente. La organización social de la mentira absoluta dimana de esta contradicción fundamental.
107
El stalinismo fue el reino del terror para la clase burocrática misma. El terrorismo que funda el poder de esta clase debe golpear también a esta clase, ya que no posee ninguna garantía jurídica, ninguna existencia reconocida en tanto que clase propietaria que pudiera extender a cada uno de sus miembros. Su propiedad real está disimulada, y no ha llegado a ser propietaria sino a través de la falsa conciencia. La falsa conciencia solo mantiene su poder absoluto por el terror absoluto, donde todo verdadero motivo termina por perderse. Los miembros de la clase burocrática en el poder no tienen derecho de posesión sobre la sociedad más que colectivamente, en tanto que participantes en una mentira fundamental: es necesario que representen el papel del proletariado dirigiendo una sociedad socialista; que sean los actores fieles al texto de una infidelidad ideológica. Pero la participación efectiva en esta mentira debe verse reconocida como una participación verídica. Ningún burócrata puede sostener individualmente su derecho al poder, pues probar que es un proletario socialista sería manifestarse como lo contrario de un burócrata; y probar que es un burócrata es imposible porque la verdad oficial de la burocracia es que no existe. Así, cada burócrata está en dependencia absoluta con una garantía central de la ideología que reconoce una participación colectiva de su “poder socialista” a todos los burócratas que no destruye. Aunque los burócratas tomados en conjunto deciden sobre todas las cosas, la cohesión de su propia clase no puede ser asegurada más que mediante la concentración de su poder terrorista en una sola persona. En esta persona reside la única verdad práctica de la mentira en el poder: la fijación indiscutible de su frontera siempre rectificada. Stalin decide sin apelación quién es finalmente burócrata poseedor; es decir, quién debe ser llamado “proletario en el poder” o bien “traidor a sueldo de Mikado y de Wall Street”. Los átomos burocráticos sólo encuentran la esencia común de su derecho en la persona de Stalin. Stalin es el soberano del mundo que de esta forma se conoce como persona absoluta, para cuya conciencia no existe espíritu más elevado. “El soberano del mundo posee la conciencia efectiva de lo que él es – el poder universal de la efectividad – en la violencia destructiva que ejerce contra el Sí mismo de los sujetos que le hacen frente.” Es a la vez el poder que define el terreno de la dominación y “el poder que arrasa este terreno”.
108
Cuando la ideología, convertida en absoluta por la posesión del poder absoluto, se ha transformado de conocimiento parcelario en mentira totalitaria, el pensamiento de la historia ha sido anulado tan perfectamente que la historia misma, al nivel del conocimiento más empírico, no puede ya existir. La sociedad burocrática totalitaria vive en un presente perpetuo, donde todo lo que ha sucedido existe para ella solamente como un espacio accesible a su política. El proyecto, ya formulado por Napoleón, de “dirigir monárquicamente la energía de los recuerdos” ha encontrado su concreción total en una manipulación permanente del pasado no solamente en las significaciones, sino también en los hechos. Pero el precio de esta liberación de toda realidad histórica es la pérdida de la referencia racional que es indispensable a la sociedad histórica del capitalismo. Sabemos lo que la aplicación científica de la ideología convertida en locura ha podido costar a la economía rusa, aunque sólo sea con la impostura de Lyssenko. Esta contradicción de la burocracia totalitaria administrando una sociedad industrializada, atrapada entre su necesidad y su rechazo de lo racional, constituye una de las deficiencias principales con respecto al desarrollo capitalista normal. Así como la burocracia no puede resolver como él la cuestión de la agricultura, es finalmente inferior a él en la producción industrial, planificada autoritariamente sobre las bases del irrealismo y de la mentira generalizada.
109
El movimiento obrero revolucionario fue aniquilado entre las dos guerras por la acción conjugada de la burocracia estalinista y del totalitarismo fascista, que había adoptado su forma de organización como partido totalitario experimentado en Rusia. El fascismo ha sido una defensa extremista de la economía burguesa amenazada por la crisis y la subversión proletaria, el estado de sitio en la sociedad capitalista, por el que esta sociedad se salva y se aplica una primera racionalización de urgencia haciendo intervenir masivamente al Estado en su gestión. Pero tal racionalización está ella misma gravada por la inmensa irracionalidad de su medio. Si el fascismo se alza en defensa de los principales aspectos de la ideología burguesa convertida en conservadora (la familia, la propiedad, el orden moral, la nación) reuniendo a la pequeña burguesía y a los parados aterrados por la crisis o desilusionados por la impotencia de la revolución socialista, él mismo no es fundamentalmente ideológico. Se presenta como lo que es: una resurrección violenta del mito que exige la participación de una comunidad definida por seudo-valores arcaicos: la raza, la sangre, el jefe. El fascismo es el arcaísmo técnicamente equipado. Su ersatz descompuesto del mito es retomado en el contexto espectacular de los medios de condicionamiento e ilusión más modernos. Así, es uno de los factores en la formación del espectáculo moderno, del mismo modo que su participación en la destrucción del antiguo movimiento obrero hace de él una de las potencias fundadoras de la sociedad presente; pero como el fascismo resulta ser también la forma más costosa del mantenimiento del orden capitalista, debió abandonar normalmente el primer plano de la escena que ocupan las grandes representaciones de los Estados capitalistas, eliminado por formas más racionales y más fuertes de este orden.
110
Cuando la burocracia rusa logró por fin deshacerse de las marcas de la propiedad burguesa que trababan su reino sobre la economía al desarrollar ésta para su propio uso y ser reconocida en el exterior entre las grandes potencias, quiso gozar tranquilamente de su propio mundo suprimiendo esta parte de arbitrariedad que se ejercía sobre ella misma: denunció el estalinismo de su origen. Pero tal denuncia sigue siendo estalinista, arbitraria, inexplicada e incesantemente corregida, pues la mentira ideológica de su origen no puede jamás revelarse. Así la burocracia no puede liberarse ni cultural ni políticamente porque su existencia como clase depende de su monopolio ideológico que, con todo su peso, es su único título de propiedad. La ideología ha perdido ciertamente la pasión de su afirmación positiva, pero lo que de ella subsiste de trivialidad indiferente tiene todavía esta función represiva de prohibir la menor concurrencia, de tener cautiva la totalidad del pensamiento. La burocracia está así ligada a una ideología que ya no es creída por nadie. Lo que era terrorista se ha vuelto irrisorio, pero esta misma irrisión no puede mantenerse si no es conservando en segundo plano el terrorismo del que hubiera querido deshacerse. Así, al mismo tiempo que la burocracia quiere demostrar su superioridad en el terreno del capitalismo se reconoce como pariente pobre del capitalismo. De la misma forma que su historia efectiva está en contradicción con su derecho y su ignorancia groseramente mantenida en contradicción con sus pretensiones científicas, su proyecto de rivalizar con la burguesía en la producción de una abundancia mercantil está entorpecido por el hecho de que tal abundancia lleva en sí misma su ideología implícita y surte normalmente una libertad indefinidamente extendida de falsas elecciones espectaculares, seudo-libertad que sigue siendo inconciliable con la ideología burocrática.
111
En este momento del desarrollo el título de propiedad ideológica de la burocracia se derrumba ya a escala internacional. El poder que se había establecido nacionalmente como modelo fundamentalmente internacionalista debe admitir que no puede pretender sostener su falsa cohesión más allá de cada frontera nacional. El desigual desarrollo económico que conocen las burocracias, con intereses concurrentes, que han logrado poseer su “socialismo” fuera de un solo país, ha conducido al enfrentamiento público y completo de la mentira rusa y la mentira china. A partir de este punto cada burocracia en el poder o cada partido totalitario candidato al poder dejado por el periodo estalinista en algunas clases obreras nacionales debe seguir su propia vía. Sumándose a las manifestaciones de negación interior que comenzaron a afirmarse ante el mundo con la revuelta obrera de Berlín-Este que opuso a los burócratas su exigencia de “un gobierno de metalúrgicos” y que ya llegaron una vez hasta el poder con los consejos obreros de Hungría, la descomposición mundial de la alianza de la mistificación burocrática es, en último término, el factor más desfavorable para el desarrollo actual de la sociedad capitalista. La burguesía está en el trance de perder el adversario que la sostenía objetivamente unificando ilusoriamente toda negación del orden existente. Tal división del trabajo espectacular ve su fin cuando el rol seudo-revolucionario se divide a su vez. El elemento espectacular de la disolución del movimiento obrero va a ser él mismo disuelto.
112
La ilusión leninista no tiene hoy otra base que las diversas tendencias trotskistas, en las que la identificación del proyecto proletario con una organización jerárquica de la ideología sobrevive firmamente a la experiencia de todos sus resultados. La distancia que separa el trotskismo de la crítica revolucionaria de la sociedad actual le permite también observar una distancia respetuosa respecto de posiciones que ya sostenían cuando se utilizaron en un combate real. Trotski permaneció hasta 1927 fundamentalmente solidario con la alta burocracia para intentar apoderarse de ella con el fin de hacerle reemprender una acción realmente bolchevique en el exterior (se sabe que en ese momento, para que el famoso “testamento de Lenin” pasara inadvertido, llegó a desautorizar calumniosamente a su partidario Max Eastman que lo había divulgado). Trotski fue condenado por su perspectiva fundamental, puesto que en el momento en que la burocracia se reconoce en su resultado como clase contrarrevolucionaria en el interior debe escoger también ser efectivamente contrarevolucionaria hacia el exterior en nombre de la revolución como el lugar en que ella reside. La lucha posterior de Trotski por una V Internacional contiene la misma inconsecuencia. Él se negó toda su vida a reconocer en la burocracia el poder de una clase separada porque se había convertido durante la segunda revolución rusa en partidario incondicional de la forma bolchevique de organización. Cuando Lukàcs mostró en 1923 de esta forma la mediación al fin descubierta entre la teoría y la práctica, en que los proletarios dejan de ser “espectadores” de los sucesos ocurridos en su organización para elegirlos y vivirlos de modo consciente, describía como méritos efectivos del partido bolchevique todo lo que el partido bolchevique no era. Lukàcs era todavía, a pesar de su profundo trabajo teórico, un ideólogo que habla en nombre del poder más vulgarmente exterior al movimiento proletario, que creía y hacía creer que se encontraba él mismo, con su personalidad total, en el poder como en lo que le es propio. Cuando las consecuencias mostraron de qué manera este poder deniega y suprime a sus lacayos, Lukàcs, desmintiéndose sin cesar, hizo ver con una nitidez caricatural con qué se había identificado exactamente: con lo contrario de sí mismo y de lo que había sostenido en Historia y conciencia de clase. Lukàcs verifica a la perfección la regla fundamental que juzga a todos los intelectuales de este siglo: lo que ellos respetan da la medida exacta su propia realidad despreciable. Lenin sin embargo nunca había fomentado este tipo de ilusiones sobre su actividad, y admitía que “un partido político no puede examinar a sus miembros para ver si hay contradicciones entre su filosofía y el programa del partido”. El partido real cuyo retrato soñado había presentado Lukàcs a destiempo no era coherente más que para una tarea precisa y parcial: tomar el poder en el Estado.
113
La ilusión neo-leninista del trotskismo actual, al ser desmentida a cada instante por la realidad de la sociedad capitalista moderna, tanto burguesa como burocrática, encuentra normalmente un campo de aplicación privilegiado en los paises “subdesarrollados” formalmente independientes, donde la ilusión de una variante cualquiera de socialismo estatal y burocrático está consciente manipulada por las clases dirigentes locales como simple ideología del desarrollo económico. La composición híbrida de estas clases se vincula con más o menos nitidez con una gradación sobre el espectro burguesía-burocracia. Su juego a escala internacional entre estos dos polos del poder capitalista existente, así como sus compromisos ideológicos – notablemente con el islamismo -, que expresan la realidad híbrida de su base social, llegan a arrebatar a este último subproducto del socialismo ideológico de toda otra seriedad que no sea la policial. Una burocracia ha podido formarse encuadrando la lucha nacional y la revuelta agraria de los campesinos: entonces tiende, como en China, a aplicar el modelo estalinista de industrialización en una sociedad menos desarrollada que la Rusia de 1917. Una burocracia capaz de industrializar la nación puede formarse a partir de la pequeña burguesía de cuadros del ejército apoderándose del poder, como muestra el ejemplo de Egipto. En ciertos puntos, como en Argelia a la salida de su guerra de independencia, la burocracia que se constituyó como dirección para-estatal durante la lucha busca el punto de equilibrio de un compromiso para fusionarse con una débil burguesía nacional. Por último en las antiguas colonias de África Negra que siguen abiertamente ligadas a la burguesía occidental, americana o europea, una burguesía se constituye – con frecuencia a partir del poder de los jefes tradicionales del tribalismo – mediante la posesión del Estado: en estos paises donde el imperialismo extranjero sigue siendo el verdadero dueño de la economía llega un momento en que los compradores han recibido en compensación por su venta de productos indígenas la propiedad de un estado indígena, independiente de las masas locales pero no del imperialismo. En este caso se trata de una burguesía artificial que no es capaz de acumular, sino que simplemente dilapida tanto la parte de plusvalía del trabajo local que le corresponde como los subsidios extranjeros de los Estados o monopolios que son sus protectores. La evidencia de la incapacidad de estas clases burguesas para llevar a cabo la función económica normal de la burguesía compone ante cada una de ellas una subversión del modelo burocrático más o menos adaptado a las particularidades locales, que quiere apoderarse de su herencia. Pero el éxito mismo de una burocracia en su proyecto fundamental de industrialización contiene necesariamente la perspectiva de su fracaso histórico: acumulando el capital, acumula el proletariado, y crea su propio desmentido en un país donde éste todavía no existía.
114
En este desarrollo complejo y terrible que ha arrastrado la época de las luchas de clases hacia nuevas condiciones el proletariado de los países industriales ha perdido completamente la afirmación de su perspectiva autónoma y, en último análisis, sus ilusiones, pero no su ser. No ha sido suprimido. Mora irreductiblemente existiendo en la alienación intensificada del capitalismo moderno: es la inmensa mayoría de trabajadores que han perdido todo el poder sobre el empleo de sus vidas y que, los que lo saben, se redefinen como proletariado, el negativo del obrero en esta sociedad. Este proletariado es reforzado objetivamente por el movimiento de desaparición del campesinado así como por la extensión de la lógica del trabajo en la fábrica que se aplica a gran parte de los “servicios” y de las profesiones intelectuales. Este proletariado se halla todavía subjetivamente alejado de su conciencia práctica de clase, no sólo entre los empleados sino también entre los obreros que todavía no han descubierto más que la impotencia y la mistificación de la vieja política. Sin embargo, cuando el proletariado descubre que su propia fuerza exteriorizada contribuye al fortalecimiento permanente de la sociedad capitalista, ya no solamente bajo la forma de su trabajo, sino también bajo la forma de los sindicatos, los partidos o el poder estatal que él había construido para emanciparse, descubre también por la experiencia histórica concreta que él es la clase totalmente enemiga de toda exteriorización fijada y de toda especialización del poder. Es portador de la revolución que no puede dejar nada fuera de sí misma, la exigencia de la dominación permanente del presente sobre el pasado y la crítica total de la separación; y es aquí donde debe encontrar la forma adecuada en la acción. Ninguna mejora cuantitativa de su miseria, ninguna ilusión de integración jerárquica son un remedio durable contra su insatisfacción, porque el proletariado no puede reconocerse verídicamente en una injusticia particular que haya sufrido ni tampoco en la reparación de una injusticia particular, ni de un gran número de injusticias, sino solamente en la absoluta injusticia de ser arrojado al margen de la vida.
115
De los nuevos signos de negación, incomprendidos y falsificados por la organización espectacular, que se multiplican en los países más avanzados económicamente, se puede ya sacar la conclusión de que una nueva época ha comenzado: tras la primera tentativa de subversión obrera ahora es la abundancia capitalista la que ha fracasado. Cuando las luchas antisindicales de los obreros occidentales son reprimidas en primer lugar por los propios sindicatos y cuando las revueltas actuales de la juventud lanzan una primera contestación informe, que implica de modo inmediato el rechazo de la antigua política especializada, de arte y de la vida cotidiana, están aquí presentes las dos caras de una lucha espontánea que comienza bajo el aspecto criminal. Son los signos precursores del segundo asalto proletario contra la sociedad de clases. Cuando los hijos perdidos de este ejército todavía inmóvil reaparecen sobre este terreno, devenido otro y permaneciendo él mismo, siguen a un nuevo “general Ludd” que, esta vez, los lanza a la destrucción de las máquinas del consumo permitido.
116
“La forma política por fin descubierta bajo la cual la emancipación económica del trabajo podría realizarse” ha tomado en este siglo una nítida figura en los Consejos obreros revolucionarios, concentrando en ellos todas las funciones de decisión y ejecución, y federándose por medio de delegados responsables ante la base y revocables en todo momento. Su existencia efectiva no ha sido hasta ahora más que un breve esbozo, enseguida combatido y vencido por las diferentes fuerzas de defensa de la sociedad de clases, entre las cuales a menudo hay que contar su propia falsa conciencia. Pannekoek insistía justamente sobre el hecho de que la elección de un poder de los Consejos obreros “plantea problemas” más que aporta una solución. Pero es precisamente en este poder donde los problemas de la revolución del proletariado pueden tener su verdadera solución. Es el lugar donde las condiciones objetivas de la conciencia histórica se reúnen; donde se da la realización de la comunicación directa activa, donde terminan la especialización, la jerarquía y la separación, donde las condiciones existentes han sido transformadas “en condiciones de unidad”. Aquí el sujeto proletario puede emerger de su lucha contra la contemplación: su conciencia equivale a la organización práctica que ella se ha dado, porque esta misma conciencia es inseparable de la intervención coherente en la historia.
117
En el poder de los Consejos, que debe suplantar internacionalmente a cualquier otro poder, el movimiento proletario es su propio producto, y este producto es el productor mismo. Él mismo es su propio fin. Sólo ahí la negación espectacular de la vida es negada a su vez.
118
La aparición de los Consejos fue la más alta realidad del movimiento proletario en el primer cuarto de siglo, realidad que pasó inadvertida o disfrazada porque desaparecía con el resto del movimiento que el conjunto de la experiencia histórica de entonces desmentía y eliminaba. En el nuevo momento de la crítica proletaria, este resultado vuelve como el único punto invicto del movimiento vencido. La conciencia histórica que sabe que tiene en sí misma su único medio de existencia puede reconocerlo ahora no ya en la periferia de lo que refluye sino en el centro de lo que aumenta.
119
Una organización revolucionaria existente ante el poder de los Consejos – deberá encontrar su propia forma luchando – sabe ya por todas estas razones históricas que no representa a la clase. Debe reconocerse a sí misma solamente como una separación radical del mundo de la separación.
120
La organización revolucionaria es la expresión coherente de la teoría de la praxis entrando en comunicación no-unilateral con las luchas prácticas y transformándose en teoría práctica. Su propia práctica es la generalización de la comunicación y la coherencia en estas luchas. En el momento revolucionario de la disolución de la separación social, esta organización debe reconocer su propia disolución en tanto que organización separada.
121
La organización revolucionaria no puede ser más que la crítica unitaria de la sociedad, es decir, una crítica que no pacta con ninguna forma de poder separado, en ningún lugar del mundo, y una crítica pronunciada globalmente contra todos los aspectos de la vida social alienada. En la lucha de la organización revolucionaria contra la sociedad de clases, las armas no son otra cosa que la esencia de los propios combatientes: la organización revolucionaria no puede reproducir en sí misma las condiciones de escisión y de jerarquía de la sociedad dominante. Debe luchar permanentemente contra su deformación en el espectáculo reinante. El único límite de la participación en la democracia total de la organización revolucionaria es el reconocimiento y la autoapropiación efectiva, por todos sus miembros, de la coherencia de su crítica, coherencia que debe probarse en la teoría crítica propiamente dicha y en la relación entre ésta y la actividad práctica.
122
Mientras la realización cada vez más instalada de la alienación capitalista a todos los niveles hace cada vez más difícil a los trabajadores reconocer y nombrar su propia miseria, los pone en la alternativa de rechazar la totalidad de su miseria o nada, la organización revolucionaria ha debido aprender que no puede ya combatir la alienación bajo formas alienadas.
123
La revolución proletaria se halla enteramente supeditada a esta necesidad de que, por primera vez, la teoría como inteligencia de la práctica humana sea reconocida y vivida por las masas. Exige que los obreros lleguen a ser dialécticos e inscriban su pensamiento en la práctica; así pide a los hombres sin cualificar mucho más de lo que la revolución burguesa exigía a los hombres cualificados en quienes delegó su puesta en práctica: pues la conciencia ideológica parcial edificada por una parte de la clase burguesa tenía su base en esta parte central de la vida social, la economía, sobre la que esta clase tenía ya el poder. El desarrollo mismo de la sociedad de clases hasta la organización espectacular de la no-vida lleva al proyecto revolucionario a ser visiblemente lo que ya era esencialmente.
124
La teoría revolucionaria es ahora enemiga de toda ideología revolucionaria y sabe que lo es.

La PPE: lucha, avance, compromiso y esperanza en un El Salvador más justo, incluyente y democrático

La PPE: lucha, avance, compromiso y esperanza en un El Salvador más justo, incluyente y democrático*

Por María Isabel Villegas 18 de agosto de 2015

“Oportunidades y desafíos para el país en el acceso a la PPE en situaciones de violencia sexual desde la perspectiva de la sociedad civil”.

Estimadas amigas y amigos, compañeras y compañeros:

Es un honor poder dirigirme a ustedes a nombre del FORO DE ONGs EN LA LUCHA CONTRA EL VIH, en esta importante ocasión en la cual damos a conocer el fruto de múltiples esfuerzos para que la sociedad salvadoreña pueda contar con un protocolo de Profilaxis Post Exposición, PPE, que permita a las personas (mujeres, hombres, niñas y niños), víctimas de violación sexual tener acceso a un régimen de tratamiento de corta duración, inmediatamente después de un posible contacto con el VIH para evitar la transmisión de la infección, protocolo que será aplicado tanto en el sector salud como en el sector justicia de nuestra administración pública.

Ha sido un largo camino recorrido para llegar al cumplimiento de esta meta. Permítanme compartirles algunas reflexiones sobre las oportunidades y desafíos que aún tenemos pendientes.

Como FORO DE ONGs EN LA LUCHA CONTRA EL VIH, uno de nuestros esfuerzos principales ha estado enfocado en influir en que el Gobierno proporcione una respuesta idónea al VIH en materia de prevención, retomando el tema de salud sexual y salud reproductiva, especialmente con las juventudes, pues aún no podemos asegurar que la epidemia está totalmente controlada.

Nuestra preocupante realidad.

Vivimos en una sociedad que cada vez se vuelve más insensible al dolor humano, y lo digo porque cuando se revisan documentos, cifras, todo es alarmante.
El Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU) presentó el año pasado el Informe de Situación y Condición de las Mujeres Salvadoreñas 2009- 2014, donde se plantea que en él año 2013 la:
Procuraduría General de la República (PGR) atendió 937 casos de violencia sexual,
Policía Nacional Civil (PNC) atendió 2,737 casos, la
Fiscalía General de la República (FGR) atendió 6,624 casos y la
Corte Suprema de Justicia (CSJ) atendió 1,617 casos.
Y en el Ministerio de Salud, para el año 2013 se atendieron 502 personas que sufrieron violencia sexual (Fuente VIGEPES) de las cuáles fueron únicamente 350 personas las que fueron atendidas con Profilaxis post exposición (Fuente SUMEVE).
Se puede evidenciar como causas de este grave problema el vacío de coordinación que existe entre el sector Justicia y Salud, en la no referencia oportuna de los casos de violación sexual desde Justicia a Salud. Como causa se identifica la poca descentralización de los servicios de salud para la atención en PPE, demostrado porque solamente 22 hospitales ofrecen atención para PPE. Otra de las causas del problema es que posiblemente, el personal de justicia y salud desconoce las normativas médicas de urgencia en la atención, y además existe poca sensibilización en el tema.
Hemos revisado también como la PNC, FGR y CSJ han identificado en su mayoría, los siguientes delitos de violencia sexual: violaciones, violación en menor e incapaz, estupro, acoso sexual y otras agresiones sexuales.

Lo que permite evidenciar que la violencia sexual tiene como una de sus más abyectas expresiones la violación sexual, la cual es el medio para la transmisión del VIH. En este caso la aplicación de la PPE se convierte en una urgencia médica indispensable.
Es por todo lo anterior que miramos con mucha alegría la aprobación de éste protocolo, el cual constituye un paso muy importante que debemos de registrar desde la sociedad civil, no se pueden negar los avances que como país se tienen, quizás no con la rapidez que quisiéramos…pero avanzamos, y debemos de felicitarnos y a la vez comprometernos a acompañar en la implementación del protocolo ya que de no atender oportunamente este problema se tiene el riesgo de que los casos de VIH aumenten por causa de violaciones sexuales, aumenten las infecciones de transmisión sexual, se agudice y profundice la crisis social, económica y de salud, y al no estar coordinados los sectores las personas son re victimizadas, provocando mayor rechazo para buscar ayuda en el sistema judicial y de salud.
Cronología del proceso para aprobación del protocolo de PPE
Permítanme reseñar algunos momentos clave de este proceso. En el 2012 se aprobó la Guía de Atención para PPE, en la que se declara la atención por Violación Sexual como una urgencia médica y da el mandato a todo el personal de salud de actuar con la Profilaxis Post Exposición antes que sea atendido por el personal de justicia, pero sin menoscabo del resguardo de todas las evidencias jurídico legales.

Con el objetivo de hacer una coordinación efectiva entre el Sector de Justicia y el Sector Salud para la atención integral a las personas que sufren violencia sexual, la Mesa de Género del Sector Justicia elaboró la Ruta de atención para la coordinación interinstitucional, la que se presentó a la Comisión Coordinadora del Sector de Justicia en el año 2013. La Comisión Coordinadora compuesta por el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, La Fiscalía General de la República, La Procuraduría General de la República, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo Nacional de la Judicatura, dieron el mandato para que se hiciera un Protocolo de coordinación interinstitucional.
La mesa de Género del Sector de Justicia, elaboró el Protocolo, el que fue presentado nuevamente a la Comisión Coordinadora en el 2014. La Comisión Coordinadora designó personal para su revisión, en el segundo semestre de 2014 en donde se introdujeron los aportes de las diferentes instancias. En noviembre de 2014 se vuelve a presentar el Protocolo a la Comisión Coordinadora y finalmente gracias a la incidencia que se realizó a través del FORO DE ONGs VIH, es aprobado y firmado este día, 18 de agosto.
Oportunidades y desafíos
Este proceso de implementación del protocolo de la PPE en el ramo de salud y de justicia nos permite encontrar múltiples oportunidades de colaboración, de coordinación, de generar una sinergia que potencia nuestra respuesta al flagelo del VIH. Es una oportunidad que no debemos de desaprovechar.
Como Foro de Ongs, queremos plantear cuatro principios básicos que deben ser el marco de referencia para los operadores de este sistema y que es necesario enfatizarlos, porque constituyen a la vez desafíos de una conducta basada en la calidad y la calidez de las relaciones entre personal, usuarias y usuarios del sistema de salud y de justicia. Me refiero a:
1.- Respeto: debemos de garantizar el trato cortés, en condiciones de privacidad adecuadas y por personal especializado.
2.- A la igualdad, preocuparnos por evitar la discriminación, la marginación, el estigma.
3.- A la Privacidad: se debe de guardar la debida confidencialidad sobre los datos de la persona atendida y a la
4.- Integralidad: las personas deben de recibir servicios de salud de las diferentes disciplinas para garantizar una adecuada atención, por parte del personal médico, psicológico, de trabajo social, etc.
Llamado final
Concluyo exhortando al funcionariado público, a servidoras y servidores públicos a asumir este nuevo desafío a favor de la ciudadanía salvadoreña así como también esperamos que en un mediano plazo, no sean solo 22 hospitales con los que se pueda contar con la PPE, sino todo el sistema de salud, haciendo más accesible a todas las personas que han sufrido violencia sexual.
Manifestamos nuestra voluntad como parte de la sociedad civil de acompañar este proceso para garantizar que avance y que cualquier dificultad, que seguramente las habrá en el camino, podamos resolverla siempre velando por el interés de las mayorías populares.
Asimismo, esperamos una mejor articulación entre el Sector Justicia y el Sector Salud para la atención integral y oportuna de las personas que sufren violencia sexual, mediante la implementación del Protocolo interinstitucional de atención a personas que sufren violencia sexual.
Muchas gracias ¡!!!!
*Ponencia realizada el 18 de agosto por Licda. María Isabel Villegas, a nombre del
FORO DE ONGs EN LA LUCHA CONTRA EL VIH, durante acto celebrado en Hotel Sheraton en el que se firma el Protocolo Inter-Institucional de la Profilaxis Pos Exposición (PPE) al VIH por parte de Ministerio de Salud, Ministerio de Justicia, Fiscalía General de la República y otros entes estatales.

¿Profundización de la confrontación hacia la crisis nacional?

Desde la denuncia del gobierno del partido y del partido de gobierno, hace un mes, de una estrategia deliberada de desgaste de la derecha conducente a un golpe de Estado, se ha conformado aceleradamente una nueva situación en El Salvador, profundizándose la confrontación nacional con consecuencias nefastas en la capacidad del gobierno y del país entero de enfrentar los grandes problemas nacionales. De seguir su curso y agudizarse, se profundizaría el entrampamiento nacional y una crisis cada vez mas generalizada que sometería a nuestro pueblo a sufrimientos mucho mayores de los que ya padece, volviéndose mucho mas difícil levantar al país después. Todavía estamos a tiempo de salirnos de semejante trampa, contribuyendo –todos– a evitar otra debacle nacional.

Después de la denuncia de la estrategia de desgaste conducente al golpe, citando recurrentemente al estadounidense Gene Sharp, teórico y estratega de los “golpes blandos”, identificaron como parte de dicha estrategia los asesinatos y el paro de las maras del Gran San Salvador la última semana de julio, luego lo denunciaron con sus contrapartes del ALBA solicitándoles su solidaridad. Inmediatamente después el presidente Maduro, de Venezuela, denunció la agresión de la derecha y el imperialismo al gobierno de izquierda en El Salvador, seguido de diversos representantes de gobiernos y partidos afines en Latinoamérica.

A continuación, en una reunión extraordinaria, los cancilleres del ALBA decidieron hacer frente a las amenazas de “golpes suaves” contra los Gobiernos de Ecuador y El Salvador, anunciándose una próxima misión de sus cancilleres al país. Y la prestigiosa revista académica estadounidense, de izquierda, The Nation, publicó un artículo donde analiza la estrategia de desgaste de la derecha contra el gobierno con la ayuda de Washington.

A principios de esta semana la Unión de Partidos Latinoamericanos (UPLA) se pronunció en San Salvador frente al agravamiento de la violencia y denunció la persecución política al partido ARENA, mientras el presidente de ANEP convocó a sus contrapartes de Venezuela y Ecuador para hablar del fracaso en sus países del “Socialismo del Siglo XXI” y advertir de los peligros de implementar ese modelo en El Salvador. El secretario general del FMLN interpretó dicha reunión con las contrapartes “golpistas” del presidente de ANEP como prueba de lo que vienen denunciando.

Dicha narrativa llega a El Salvador un año después del primer año de gobierno del presidente Sánchez Cerén, en que los crímenes han roto los récords históricos y el crecimiento lento de la economía se consolida. Pero el presidente de la República –que ganó por solo 6 mil votos y tiene un año después los niveles de popularidad más bajos del primer año de los gobiernos del último cuarto de siglo– y los otros dos líderes del partido creen que efectivamente hay una estrategia de golpe en ejecución. Esa es la línea que le han bajado a toda su militancia y amigos cercanos. Yo mismo lo comprobé cuando dos personas que aprecio vinculados históricamente con la tendencia hegemónica en el FMLN me dijeron, separadamente, que el gobierno y el partido “enfrentan una guerra de la oligarquía y del imperialismo…”. Esta semana convocaron a líderes afines del movimiento social a cerrar filas contra al golpe y por la gobernabilidad. Si han impulsado con tanta determinación esa estrategia es porque creen que les ayudará a cambiar progresivamente la correlación de fuerzas a su favor y a gobernar mejor.

Es posible que en este primer mes hayan avanzado en sensibilizar y cohesionar a la militancia y a sus más próximos aliados nacionales e internacionales, pero no creo que hayan logrado, todavía, nuevos apoyos y aliados a nivel nacional e internacional. Anteayer, en un evento de rendición de cuentas de la gestión del Ministerio de Relaciones Exteriores, el canciller Hugo Martínez invitó, con muy buen criterio, a tres buenos y distintos comentaristas. Al joven y moderado empresario Carlos Calleja –que ha acompañado al gobierno en las reuniones de la Alianza para la Prosperidad, por eso criticado por algunos de sus colegas más conservadores–, al embajador de la Unión Europea acreditado en nuestro país, Jaume Segura, y a la directora de la escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de El Salvador, Jackeline Rodas. Todos le apostaron a la unidad del país para enfrentar los problemas. Y ayer, el editorial siempre moderado y constructivo de LA PRENSA GRÁFICA, después de no darle crédito a los propósitos e intentos desestabilizadores, afirmaba “…en todos los casos en que esto se da, los efectos de insostenibilidad y de fracaso no son ocultables y el argumento más trillado para buscar escudos protectores por parte de aquellos que se han sumado a la aventura populista consiste en achacarles todas la responsabilidad de los trastornos en la vida diaria a los “enemigos” ideológicos”.

Bajo esta línea de conducción política se exacerbará la intolerancia, la estigmatización y la polarización, restándole espacios y legitimidad a las voces sensatas que desean que el gobierno y el país salgan adelante. Hay que actuar ahora y mañana, porque pasado mañana será mucho más difícil y costoso levantar al país que, por esta vía, se deteriorará aceleradamente en los próximos cuatro años, estallando antes una gran crisis nacional. Salgámonos ya de semejante trampa. Construyamos juntos otro camino. – See more at: http://www.laprensagrafica.com/2015/08/20/profundizacion-de-la-confrontacion-hacia-la-crisis-nacional#sthash.2RfMSpUv.dpuf

Desestabilización ¿Quién gana? ¿Quién pierde?

Desestabilización ¿Quién gana? ¿Quién pierde?
Eugenio Chicas 18 de agosto de 2015

En los últimos meses se ha debatido sobre la existencia o no de un proceso de desestabilización política en el país, que pueda desencadenar eventualmente en un golpe de estado tradición antigua o en un “golpe suave”, como han sido comunes en el periodo de postguerra fría. Para el análisis debemos empezar por nuestra historia, la que desafortunadamente ha sido muy prolífica en estos males.

En el siglo XIX se registraron en El Salvador cinco golpes de estado (1883, 1885, 1890, 1894, 1898); en el XX, siete (1913, 1931, 1944, 1948, 1960, 1961, 1979) y mientras éstos llegaban habían elecciones fraudulentas. Por supuesto en aquellos momentos carecíamos de institucionalidad electoral, sistema de libertades democráticas y pluralismo político e ideológico; teníamos un sistema de partidos y estado de derecho endebles. El Salvador funcionaba mediante decisiones ejecutivas, juntas de notables y, fundamentalmente, por la incidencia y control del poder económico y dictatorial de la época. Parte de esto nos condujo a la guerra civil, capítulo que fue superado con la suscripción de los Acuerdos de Paz, hecho de mayor trascendencia después de nuestra independencia patria.

En el periodo de posguerra fría cobró notoriedad mundialmente Gene Sharp, teórico ultraderechista promotor de nuevas modalidades de desestabilización, golpes de nuevo tipo y gestor de las nuevas guerras de este siglo, cuya propuesta es usurpar el poder de gobiernos legítimamente constituidos mediante operaciones enmarcadas fuera de convencionalismos tradicionales. Sus recetas están publicadas a los ojos de todos y son ávidamente estudiadas en alguna escuela de comunicaciones del país.

Como parte de ese diseño, la Primavera Árabe inaugura una nueva etapa de disputa del poder político que combina diversos ingredientes, que van desde la acción militar quirúrgica y la efervescencia social, hasta procesos de desestabilización política. Como núcleo de esta estrategia por recomponer correlaciones está el análisis, seguimiento, estímulo y potenciación de los conflictos internos de cualquier tipo, incluso el delincuencial-criminal, según los textos. A esto se agrega el uso de tecnología, comunicación –convencional y no convencional–, sumado a un neo oenegismo disfrazado de sociedad civil.

En América Latina esta diabólica aplicación tiene mayores componentes políticos, mediáticos, exposición en redes sociales y participación de grupos, hasta transnacionales, de una supuesta sociedad civil articulada coincidentemente con injerencia diplomática. Hay un fuerte componente comunicacional para estimular el desaliento, malestar y movilización antigubernamental, erosión de la institucionalidad policial y de las fuerzas armadas, descalificación sistemática del liderazgo institucional, boicot a programas de beneficio social y el consecuente bloqueo de toda iniciativa gubernamental progresista de corte social, así lo reflejan los estudiosos.

En El Salvador es notorio y demostrable un proceso de desestabilización política contra la institucionalidad de gobierno, en la que coinciden en tiempo y espacio tanto la oposición política partidaria de derecha, un sector empresarial ideologizado y un agrupamiento de medios de comunicación, acuerpados por sectores de derecha latinoamericana, bajo la complacencia de algunos diplomáticos extranjeros. Este proceso de desestabilización coincide –y esto no significa de ninguna manera responsabilizar a los referidos– con la agresión criminal pandillera, sabotaje económico vía extorsión, boicot al transporte, terror sistemático, rumores, bloqueo a obras y acciones del Estado en muchos territorios; lo que aunado a la desinformación y la invisibilización de las obras y acciones del gobierno, que se impone desde los mismos medios, produce desaliento y desesperanza absoluta en la población, generando un odio tal que llega al límite de identificar como única salida al problema de seguridad, la muerte de cada miembro de pandillas, no importando cómo.

Se agrega a esta situación la gestión en redes sociales exacerbando el descontento, estimulando el desbordamiento y la sedición dentro de las filas de la policía y del ejército, así como la permanente deslegitimación del actuar de los órganos de seguridad. Además, la movilización de sujetos que asumen el rol de portavoces de la sociedad civil promoviendo mecanismos que vulneren, por la vía de comisiones internacionales, la institucionalidad surgida de los Acuerdos de Paz y que terminan estimulando de manera artificial una agenda de reivindicaciones sociales, con el objeto de propiciar un permanente clima de malestar social. Otro factor es el bloqueo permanente del principal partido de oposición a toda iniciativa gubernamental desde la Asamblea Legislativa y en todo espacio de diálogo multisectorial, lo que podrá parecer normal por su rol natural pero contribuye en el escenario descrito.

El Salvador cuenta con un equilibrio a favor de las fuerzas revolucionarias democráticas y progresistas, somos producto del proceso de nuestra propia historia, lo que como país nos da la fortaleza de contar con la institucionalidad constitucional, política y social para defender las conquistas que tanto sacrificio costaron a nuestro pueblo y para enfrentar cualquier aventura desestabilizadora de quienes se resisten a comprender que somos una nueva sociedad y no estamos dispuestos a retroceder.

Colonialidad y Modernidad/Racionalidad (1992)

COLONIALIDAD Y MODERNIDAD- RACIONALIDAD
Aníbal Quijano (1992)

Con la conquista de las sociedades y de las culturas que habitan lo que hoy es nombrado como América Latina comenzó la formación de un orden mundial que culmina, 500 años después, en un poder global que articula todo el planeta. Ese proceso implicó, por una parte, la brutal concentración de los recursos del mundo, bajo el control y en beneficio de la reducida minoría europea de la especie y, ante todo, de sus clases dominantes. Aunque moderado por momentos frente a la revuelta de los dominados, eso no ha cesado desde entonces. Pero ahora, durante la crisis en curso, tal concentración se realiza con nuevo ímpetu, de modo quizás aún más violento y a escala largamente mayor, global. Los dominadores europeos “occidentales” y sus descendientes euro-norteamericanos son todavía los principales beneficiarios junto con la parte no europea del mundo que, precisamente, no fue antes colonia europea, Japón principalmente. Y en cada caso, sobre todo sus clases dominantes. Los explotados y dominados de América Latina y del África son las principales víctimas.
Por otra parte, fue establecida una relación de dominación directa, política, social y cultural de los europeos sobre los conquistados de todos los continentes. Esa dominación se conoce como colonialismo. En su aspecto político, sobre todo formal y explícito, la dominación colonial ha sido derrotada en la amplia mayoría de los casos. América fue el primer escenario de esa derrota. Posteriormente, desde la segunda guerra mundial, África y Asia. Así, el colonialismo, en el sentido de un sistema de dominación política formal de unas sociedades sobre otras, parece asunto del pasado. El sucesor, el imperialismo, es una asociación de intereses sociales entre los grupos dominantes (clases sociales o “etnias”) de países desigualmente colocados en una articulación de poder, más que una imposición desde el exterior.
Empero, la estructura colonial de poder produjo las discriminaciones sociales que posteriormente fueron codificadas como “raciales”, “étnicas”, “antropológicas” o “nacionales”, según los momentos, los agentes y las poblaciones implicadas. Esas construcciones intersubjetivas, producto de la dominación colonial por parte de los europeos, fueron inclusive asumidas como categorías (de pretensión “científica-objetiva”) de significación ahistórica, es decir como fenómenos naturales y no de la historia del poder. Dicha estructura de poder fue y todavía es el marco dentro el cual operan las otras relaciones sociales, de tipo clasista o estamental. En efecto, si se observan las líneas principales de la explotación y de la dominación social a escala global, las líneas matrices del poder mundial actual, su distribución de recursos y de trabajo entre la población del mundo, es imposible no ver que la vasta mayoría de los explotados, de los dominados, de los discriminados, son entre los miembros de las “razas”, de las “etnias” de las “naciones” en que fueron categorizadas las poblaciones colonizadas, en el proceso de formación de ese poder mundial , desde la conquista de América en adelante.
De la misma manera, no obstante que el colonialismo político fue eliminado, la relación entre la cultura europea, llamada también “occidental”, y las otras, sigue siendo una relación de dominación colonial. No se trata solamente de una subordinación de las otras culturas respecto de la europea, en una relación exterior. Se trata de una colonización de las otras culturas, aunque sin duda en diferente intensidad y profundidad según los casos. Consiste, en primer término, en una colonización del imaginario de los dominados. Es decir, actúa en la interioridad de ese imaginario. En una medida, es parte de él.
Eso fue producto, al comienzo, de una sistemática represión no sólo de específicas creencias, ideas, imágenes, símbolos o conocimientos que no sirvieran para la dominación colonial global. La represión recayó ante todo sobre los modos de conocer, de producir conocimiento, de producir perspectivas, imágenes y sistemas de imágenes, símbolos, modos de significación; sobre los recursos, patrones e instrumentos de expresión formalizada y objetivada, intelectual o visual. Fue seguida por la imposición del uso de los propios patrones de expresión de los dominantes, así como de sus creencias e imágenes referidas a lo sobrenatural, las cuales sirvieron no solamente para impedir la producción cultural de los dominados sino también como medios muy eficaces de control social y cultural, cuando la represión inmediata dejó de ser constante y sistemática.
Los colonizadores impusieron también una imagen mistificada de sus propios patrones de producción de conocimientos y significaciones. Los colocaron primero lejos del acceso de los dominados. Más tarde los enseñaron de modo parcial y selectivo, para cooptar algunos dominados en algunas instancias del poder de los dominadores. Entonces, la cultura europea se convirtió además en una seducción; daba acceso al poder. Después de todo, más allá de la represión, el instrumento principal de todo poder es su seducción. La europeización cultural se convirtió en una aspiración. Era un modo de participar en el poder colonial. Pero también podía servir para destruirlo y, después, para alcanzar los mismos beneficios materiales y el mismo poder que los europeos, para conquistar la naturaleza. En fin, para el “desarrollo”. La cultura europeas pasó a ser un modelo cultural universal. El imaginario en las culturas no europeas, hoy difícilmente podría existir y sobre todo, reproducirse fuera de esas relaciones.
Las formas y los efectos de esa colonialidad cultural han sido diferentes
según los momentos y los casos. En América Latina, la represión cultural y la colonización del imaginario fueron acompañadas de un masivo y gigantesco exterminio de los indígenas, principalmente por su uso como mano de obra desechable, además de la violencia de la conquista y de las enfermedades. La escala de ese exterminio (si se considera que entre el área azteca-maya-caribe y el área tawantinsuyana fueron exterminados alrededor de 35 millones de habitantes en un período menor de 50 años) fue tan vasta que implicó no solamente una gran catástrofe demográfica, sino la destrucción de la sociedad y de la cultura. La represión cultural junto con el genocidio masivo llevaron a que las previas altas culturas de América fueran convertidas en subculturas campesinas iletradas, condenadas a la oralidad. Esto es, despojadas de patrones propios de expresión formalizada y objetivada, intelectualmente adelante, los sobrevivientes no tendrían otros modos de expresión intelectual o plástica formalizada y objetivada, sino a través de los patrones culturales de los dominantes, aun subvirtiéndolos en ciertos casos, para trasmitir otras necesidades de expresión. América Latina es, sin duda, el caso extremo de la colonización cultural de Europa.
En Asia y en el Oriente Medio, las altas culturas no pudieron ser destruidas en esa intensidad y profundidad. Pero fueron colocadas en una relación de subalternidad, no solamente ante la mirada europea sino también ante sus propios portadores. La cultura europea u occidental, por el poder político militar y tecnológico de las sociedades portadoras, impuso su imagen paradigmática y sus principales elementos cognoscitivos como norma orientadora de todo desarrollo cultural, especialmente intelectual y artístico. Esa relación se convirtió, por consecuencia, en parte constitutiva de las condiciones de reproducción de aquellas sociedades y culturas, empujadas hacia la europeización en todo o en parte.
En el África, la destrucción cultural fue sin duda mucho más intensa que en Ásia, pero menor que en América. Los europeos no lograron tampoco allí la destrucción completa de los patrones expresivos, en particular de objetivación y formalización visual. Lo que hicieron fue despojarles de legitimidad y de reconocimiento en el orden cultural mundial dominado por los patrones europeos. Fueron encerrados en la categoría de “exóticos”. Eso es, sin duda, lo que se pone de manifiesto, por ejemplo, en la utilización de los productos de la expresión plástica africana como motivo, como punto de partida, como fuente de inspiración, del arte de los artistas occidentales o africanos europeizados, y no como un modo propio de expresión artística, de jerarquía equivalente a la norma europea. Y esa es, exactamente, una mirada colonial.
La colonialidad, en consecuencia, es aún el modo más general de dominación en el mundo actual una vez que el colonialismo como orden político explícito fue destruido. Ella no agota, obviamente, las condiciones ni las formas de explotación y de dominación existentes entre las gentes. Pero no ha cesado de ser, desde hace 500 años, su marco principal. Las relaciones coloniales de períodos anteriores probablemente no produjeron las mismas secuelas y sobre todo no fueron la piedra angular de ningún poder global.
A su vez no podrían ser plenamente explicadas al margen del colonialismo, sobre América Latina en particular. La gravitación decisiva de la colonialidad en la constitución del paradigma europeo de la racionalidad-modernidad, es revelada con claridad en la crisis actual de ese complejo cultural. Examinar algunas de las cuestiones básicas de esa crisis ayudará a mostrar ese problema.
EUROPA, COLONIALIDAD CULTURAL Y MODERNIDAD-RACIONALIDAD
Durante el mismo período en que se consolidaba la dominación colonial europea se fue constituyendo el complejo cultural conocido como la racionalidad/modernidad europea, el cual fue establecido como un paradigma universal de conocimiento y de relación entre la humanidad y el resto del mundo. Tal coetaneidad entre la colonialidad y la elaboración de la racionalidad-modernidad no fue de ningún modo accidental, como lo revela el modo mismo en que se elaboró el paradigma europeo del conocimiento racional. En realidad, tuvo implicaciones decisivas en la constitución del paradigma, asociada al proceso de emergencia de las relaciones sociales urbanas y capitalistas, las cuales a su vez no podrían ser plenamente explicadas al margen del colonialismo, sobre América Latina en particular.
La gravitación decisiva de la colonialidad en la construcción del paradigma europeo de la racionalidad/modernidad, es revelada con claridad en la crisis actual de este complejo cultural. Examinar algunas de las cuestiones básicas de esa crisis ayudara a mostrar ese problema.
LA CUESTIÓN DE LA PRODUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO

Para comenzar, en la crisis actual del paradigma europeo de conocimiento racional está en cuestión su presupuesto fundamental, el conocimiento como producto de una relación sujeto-objeto. Aparte de los problemas de validación del conocimiento en él implicados, ese presupuesto levanta otros que es pertinente presentar brevemente aquí.
En primer término, en ese presupuesto, “sujeto” es una categoría referida al individuo aislado, porque se constituye en sí y ante sí mismo, en su discurso y en su capacidad de reflexión. El cogito, ergo sum cartesiano, significa exactamente eso. En segundo término, “objeto” es una categoría referida a una entidad no solamente diferente del “sujeto”-individuo, sino externo a él por su naturaleza. Tercero, el “objeto” es también idéntico a sí mismo, pues es constituido de “propiedades” que le otorgan esa identidad, le “definen”, esto es, lo deslindan y al mismo tiempo lo ubican respecto de los otros “objetos”.
Lo que está en cuestión en ese paradigma es, primero, el carácter individual e individualista del “sujeto” que como toda verdad a medias falsea el problema al negar la intersubjetividad y la totalidad social como sedes de la producción de todo conocimiento. Segundo, la idea de “objeto” no es compatible con el conocimiento a que llega la investigación científica actual, según el cual las “propiedades” son modos y momentos de un campo de relaciones dado, y en consecuencia no hay mucho lugar para una idea de identidad, de originalidad ontológicamente irreductible, al margen de un campo de relaciones. Tercero, la exterioridad de las relaciones entre “sujeto” y “objeto” fundada en diferencias de naturaleza, es una exacerbación arbitraria de las diferencias, puesto que la investigación actual llega más bien al descubrimiento de que hay una estructura de comunicación más profunda en el universo.

Se puede, por supuesto, reconocer en la idea de “sujeto” como individuo aislado, un elemento y un momento del proceso de liberación del individuo respecto de estructuras sociales adscriptivas que lo aprisionaban, pues lo condenaban a un único lugar y rol social para toda su vida, como ocurre en todas las sociedades de jerarquías rígidamente fijadas y sostenidas por la violencia y por ideologías e imaginarios correspondientes, como era el caso de las sociedades-culturas europeas premodernas. Esa liberación era una lucha social y cultural, asociada a la emergencia de las relaciones sociales del capital y de la vida urbana. Pero de otro lado, esa propuesta es hoy inadmisible en el campo actual del conocimiento. La subjetividad individual diferenciada es real; pero no existe sólo ante sí o por sí. Existe como parte diferenciada, mas no separada, de una intersubjetividad. Todo discurso, toda reflexión individual remite a una estructura de intersubjetividad. Está constituida en ella y ante ella. El conocimiento, en esta perspectiva, es una relación intersubjetiva a propósito de algo, no una relación entre una subjetividad aislada, constituida en sí y ante sí, y ese algo.

Probablemente no es un accidente que e1 conocimiento fuera pensado entonces del mismo modo que la propiedad, como una relación entre un individuo y algo. El mismo mecanismo mental subyace a ambas ideas, en el momento en que está en emergencia la sociedad moderna. La propiedad,sin embargo, como el conocimiento, es una relación entre las gentes a propósito de algo, no una relación entre un individuo y algo. Lo que diferencia a tales fenómenos es que la relación de propiedad existe tanto de modo material como intersubjetivo. El conocimiento, sólo como una relación intersubjetiva.

Parece, pues, demostrable la asociación entre individualismo y los conflictos sociales y culturales europeos en el momento de elaboración del principal paradigma europeo de racionalidad. Pero en ese individualismo hay otro componente cuya explicación no se agota en el contexto interno de Europa. La radical usencia del “otro” no solamente postula una imagen atomística de la existencia social en general. Esto es, niega la idea de totalidad social. Como lo mostraría la práctica colonial europea, el paradigma hace posible también omitir toda referencia a todo otro “sujeto” fuera del contexto europeo, esto es, hacer invisible el orden colonial como totalidad, en el momento mismo en que la propia idea de Europa está constituyéndose precisamente por relación con le resto del mundo en colonización.

La emergencia de la idea de occidente o de “Europa” , es una admisión de identidad, esto es, de relaciones con otras experiencias culturales, de diferencias con las otras culturas. Pero para esa percepción “europea” u “occidental” en plena formación, esas diferencias fueron admitidas ante todo como desigualdades en el sentido jerárquico. Y tales desigualdades son percibidas como de naturaleza: solo la cultura europea es racional, puede contener “sujetos”. Las demás, no son racionales. No pueden ser o cobijar “sujetos”. En consecuencia, las otras culturas son diferentes en el sentido de ser desiguales, de hecho inferiores, por naturaleza. Sólo pueden ser “objetos” de conocimiento o de prácticas de dominación. En esa perspectiva, la reacción entre la cultura europea y las otras culturas se estableció y desde entonces se mantiene como una relación entre “sujeto” y “objeto”. Bloqueó en consecuencia toda relación de comunicación y de intercambio de conocimientos y de modos d eproducir conocmientos entre las culturas, ya que el paradigma indica que entre “sujeto y “objeto” no puede haber sino una relación de exterioridad. Semejante perspectiva mental, tan perdurable corno su práctica durante 500 años, no podría haber sido sino el producto de una relación de colonialidad entre Europa y el resto del mundo. En otros términos, el paradigma europeo de conocimiento racional no solamente fue elaborado en el contexto de, sino como parte de una estructura de poder que implicaba la dominación colonial europea sobre el resto del mundo. Ese paradigma expresó, en un sentido demostrable, la colonialidad de esa estructura de poder.
La formación y el desarrollo de ciertas disciplinas como la etnología y la antropología como ha sido ya largamente debatido, sobre todo desde la segunda guerra mundial, han mostrado siempre esa clase de relaciones “sujeto-objeto” entre la cultura “occidental” y las demás. Por definición, son las otras culturas el “objeto” de estudio. Estudios de ese carácter sobre las sociedades y culturas occidentales son virtualmente inexistentes, salvo como ironica parodia.”The ritual among the Nachtema”-anagrama de American- es un típico ejemplo.
LA CUESTIÓN DE LA TOTALIDAD EN EL CONOCIMIENTO
A pesar de su ausencia en el paradigma cartesiano, la necesidad intelectual de la idea o de la perspectiva de totalidad, especialmente en referencia a la realidad social, estuvo presente en el debate europeo. En los países ibéricos, desde temprano (Vitoria, Suárez) estuvo al servicio de la preservación del poder defendido entre la Iglesia y la corona. En Francia, bastante más tarde, desde el siglo XVIII, y entonces ya como uno de los elementos claves de la crítica social y de propuestas sociales alternativas. Sobre todo a partir de Saint-Simon, la idea de totalidad social fue difundida junto con las propuestas de cambio socia revolucionario, en confrontación con la perspectiva atomística de la existencia social que entonces era predominante entre los empiristas y entre los partidarios del orden social y político vigente. Y en el siglo XX, la totalidad llegó a ser una perspectiva y una categoría generalmente admitida en la investigación científica, en especial sobre la sociedad.
No obstante, la racionalidad/modernidad europeo-occidental se constituye no solamente en diálogo conflictivo con la Iglesia y con la religión, sino también en el mismo proceso de reestructuración del poder, por una parte, en relaciones sociales urbanas y capitalistas y estados-nación; y por otra, de colonización del resto del mundo. Ese hecho no fue, probablemente, ajeno a que la perspectiva de totalidad social fuera elaborada según una imagen organicista, que terminó prohijando una visión reduccionista de la realidad.
En efecto, aquella perspectiva fue, sin duda, útil para introducir y fijar la idea de totalidad social, esto es, de sociedad. Pero fue también instrumental para hacer los mismo con dos ideas una, la sociedad como estructura de relaciones funcionales entre todas y cada una de las partes y en consecuencia, vinculadas a la acción de una y única lógica. En consecuencia, una totalidad cerrada. Llevó más tarde a la idea sistémica de la totalidad, en el estructural-funcionalismo. Otra, la sociedad como una estructura en donde las partes se relacionan según las mismas reglas de jerarquía entre los órganos, de acuerdo con la imagen que tenemos de todo organismo y en particular del humano. Es decir, donde existe una parte que rige a las demás (el cerebro) aunque no puda prescindir de ellas para existir; así como estás ( en particular las extremidades) no podrían existir sin relacionarse subordinadamente a esa parte rectora del organismo. Es la imagen que se difunde sobre la empresa y las relaciones entre empresarios y trabajadores, que prolonga la leyenda del ingenioso discurso de Menenio Agripa, en los comienzos de la república romana, para disuadir a los primeros huelguistas de la historia: los propietarios son el cerebro y los trabajadores son los brazos, que forman con el resto del cuerpo la sociedad. Sin el cerebro, los brazos no tendrían sentido, así como sin éstos el cerebro no podría existir. Ambos son necesarios para que el resto del cuerpo viva y se mantenga sano, sin lo cual ni el cerebro, ni los brazos, a su vez, podrían vivir. Así, los poderosos son el cerebro; los trabajadores, los brazos. La propuesta de Kautsky, adoptada por Lenin, según la cual los proletarios no son capaces por sí mismos de elaborar su conciencia de clase y la inteligencia burguesa o de la pequeña burguesía es la que debe enseñársela, es una variante de la misma imagen. Y no por accidente: Lenin sostenía, explícitamente, ya en su polémica con los populistas rusos (“quiénes son los Amigos del Pueblo’”), que la sociedad es una totalidad orgánica. En América Latina, esa figura ha sido usada reiteradamente. Por ejemplo, Jaime Paz Zamora en una entrevista periodística, para referirse a la relación entre los partidos políticos y los sindicatos, entre los intelectuales y los obreros en Bolivia afirma: los partidos son la cabeza, los sindicatos son los pies. Esa idea impregna, con frecuencia, las prácticas de la generalidad de los partidos políticos y sus “bases” populares.
Esa idea organicista de totalidad social, de sociedad, no es incompatible con el paradigma general del conocimiento como una relación sujeto-objeto. Tampoco la variante sistemática. Son una opción alternativa frente a la perspectiva atomística de la realidad, pero se sustentan en el mismo paradigma. Con todo, durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX, la crítica social y las propuestas de cambio social pudieron apoyarse en esa imagen organicista, porque ponía de manifiesto la existencia del poder como articulador de la sociedad. Contribuyó, de ese modo, a establecer y debatir la cuestión del poder en la sociedad.
De otro lado, esas ideas implican el presupuesto de una totalidad históricamente homogénea, a pesar de que el orden articulado por el colonialismo no lo era. Por tanto, la parte colonizada no estaba en el fondo, incluida en esa totalidad. Como es conocidoo, en la Europa de la Ilustración las categorías de humanidad y sociedad no se extendían a los pueblos no “occidentales” o solamente de manera formal, en el sentido de que tal reconocimiento no tenía efectos prácticos. Y en todo caso, de acuerdo con la imagen organicista de la totalidad, la parte rectora, el cerebro del organismo total, era Europa. Y en cada parte colonizada del mundo, los europeos. La conocida monserga de que los pueblos colonizados eran el white man’s burden, está directamente asociada a esa imagen.
De ese modo, finalmente, aquellas ideas de totalidad que elaboraban una imagen de la sociedad como estructura cerrada, articulada en un orden jerárquico, con relaciones funcionales entre las partes, presuponían una lógica histórica única para la totalidad histórica, y una racionalidad que consistía en la sujeción de cada parte a esa lógica única de la totalidad. Esa idea lleva a concebir la sociedad como un macrosujeto histórico, dotado de uan racionalidad histórica, de una legalidad que permitía prever el comportamiento de la totalidad y de cada parte y 1a dirección y la finalidad de su desenvolvimiento en el tiempo. La parte rectora de la totalidad encarnaba, de algún modo, esa lógica histórica. En este caso, respecto del mundo colonial, Europa. Nada sorprendente en consecuencia, que la historia fuera concebida como un continuum evolutivo desde lo primitivo a lo civilizado; de lo tradicional a lo moderno; de lo salvaje a lo racional; del precapitalismo al capitalismo, etc. Y que Europa se pensara a sí misma como espejo del futuro de todas las demás sociedades y culturas; como el modo avanzado de la historia de toda la especie. Lo que no deja de ser sorprendente, de todos modos, es que Europa 1ograra imponer ese espejismo prácticamente a la totalidad de las culturas que colonizo. Y mucho más, que semejante quimera, sea aún hoy tan atractiva y para tantos.
LA RECONSTITUCIÓN EPISTEMOLÓGICA: LA DESCOLONIZACIÓN
La idea de totalidad en general está hoy cuestionada y negada en Europa, ya no solamente por los empiristas de siempre, sino por toda una corriente intelectual que se denomina postmodernista. En efecto, la idea de totalidad es un producto en Europa, de la modernidad. Y es demostrable, como acaba de verse, que las ideas europeas de la totalidad llevaron al reduccionismo teórico y a la metafísica de un macrosujeto histórico. Tales ideas han estado, además, asociadas a prácticas políticas indeseables, detrás del sueño de racionalización total de la sociedad.
No es necesario, sin embargo, recusar toda idea de totalidad para desprenderse de las ideas e imágenes con las cuales se elaboró esa categoría dentro de la modernidad europea. Lo que hay que hacer es algo muy distinto: liberar la producción del conocimiento, de la reflexión y de la comunicación de los baches de la racionalidad/modernidad europea.
Fuera de occidente, virtualmente en todas las culturas conocidas, toda cosmovisión, todo imaginario, toda producción sistemática de conocimiento, están asociados a una perspectiva de totalidad. Pero en esas culturas la perspectiva de totalidad en el conocimiento incluye el reconocimiento de la heterogeneidad de toda realidad, de su irreductible carácter contradictorio; de la legitimidad, esto es, la deseabilidad del carácter diverso de los componentes de toda realidad y de la social en consecuencia. Por tanto, la idea de totalidad social en particular no solamente no niega sino que se apoya en la diversidad y en la heterogeneidad históricas de la sociedad, de toda sociedad. En otras términos, no solamente no niega sino que requiere la idea del “otro” diverso, diferente. Y esa diferencia no implica necesariamente, ni la naturaleza desigual del otro y por eso la exterioridad absoluta de las relaciones, ni la desigualdad jerárquica o la inferioridad social del otro. Las diferencias no son necesariamente el fundamento de la dominación. Al mismo tiempo y por eso mismo, allí la heterogeneidad histórico-estructural implica la copresencia y la articulación de diversas “lógicas” históricas en torno de alguna de ellas, hegemónica, pero de ningún modo única. De esa manera cierra el paso a todo reduccionismo, así como a la metafísica de un macrosujeto histórico capaz de racionalidad propia y de teleología histórica, de la cual los individuos y los grupos específicos, las clases, por ejemplo, serían apenas portadores o… misioneros.
La crítica del paradigma europeo de la racionalidad/modernidad es indispensable. Más aún, urgente. Pero es dudoso que el camino consista en la negación simple de todas sus categorías; en la disolución de la realidad en el discurso; en la pura negación de la idea y de la perspectiva de totalidad en el conocimiento. Lejos de eso, es necesario desprenderse de las vinculaciones de la racionalidad-modernidad con la colonialidad, en primer término, y en definitiva con todo poder no constituido en la decisión libre de gentes libres. Es la instrumentalización de la razón por el poder colonial, en primer lugar, lo que produjo paradigmas distorsionados de conocimiento y malogró las promesas liberadoras de la modernidad. La alternativa, en consecuencia, es clara: la destrucción de la colonialidad del poder mundial. En primer término, la descolonización epistemológica para dar paso a una nueva comunicación intercultural, a un intercambio de experiencias y de significaciones, como la base de otra racionalidad que pueda pretender, con legitimidad, alguna universalidad. Pues nada menos racional, finalmente, que la pretensión de que la específica cosmovisión de una etnia particular sea impuesta como la racionalidad universal, aunque tal etnia se llame Europa occidental. Porque eso, en verdad, es pretender para un provincianismo el título de universalidad.
La liberación de las relaciones interculturales de la prisión de la colonialidad también entraña también la a libertad de todas las gentes, de optar individual o colectivamente en tales relaciones; una libertad de opción entre las diversas orientaciones culturales. Y sobre todo, la libertad para producir, criticar cambiar e intercambiar cultura sociedad. Es parte, finalmente, el proceso de liberación social de todo poder organizado como desigualdad, como discriminación, como explotación, como dominación.