Hace tres años desaparecieron a Omar Chávez:¡Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos!

COMUNIDADES DE FE Y VIDA

Hace tres años desaparecieron a Omar Chávez:

¡Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos!

Hace tres años, un fatídico 8 de julio, fue secuestrado el joven Omar Chávez, entonces de 19 años, en la ciudad de Quezaltepeque por elementos fuertemente armados vestidos de civil.

Omar es hijo de nuestro compañero Mario Chávez, reconocido dirigente comunal del norte de San Salvador, que ha dedicado su vida a luchar por una vivienda digna y por el derecho de nuestro pueblo al agua, la salud, la educación, salarios justos y seguridad en nuestras comunidades rurales y urbanas.

Luego de su secuestro, realizamos múltiples gestiones para lograr su liberación. Fuimos al cuartel central de la Policía nacional Civil y hablamos con su entonces director, quien se comprometió a realizar una investigación. Fuimos también a la Fiscalía. Hasta hoy nada se ha hecho.

Es un nuevo hecho que ha quedado en la impunidad como sucedió con el crimen de Katia Miranda y con tantos casos en los últimos años. Expresamos que hay una familia que sigue esperando a que Omar regrese y hay un pueblo organizado que sigue exigiendo que se haga justicia y se investigue, queremos saber la verdad, que paso con nuestro hermano Omar. Es por eso que hoy estamos en la Fiscalía, para exigir justicia. ¡Este pueblo sufrido exige justicia!

¡Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos!

Coordinación Nacional de las Comunidades de Fe y Vida.

San Salvador, 8 de julio de 2008

¡Nos damos en la madre!

¡Nos damos en la madre!

Dagoberto Gutierrez

El año de 1977 es un verdadero cruce de caminos en la historia política del país, es el momento en que La Unión Nacional opositora (Alianza entre el partido demócrata cristiano, el Movimiento Nacional Revolucionario y la Unión Democrática Nacionalista) llevan de candidato presidencial al Coronel de Caballería Ernesto Claramount. Desde 1972, la UNO derrotó al Partido de Conciliación Nacional y éste partido, que perdió las votaciones, no entrega, sin embargo, el gobierno como debería ser en una alternancia saludable. José Napoleón Duarte fue el candidato presidencial de ese año.

En la Colonia Palomo, en la Casa de Neto, nos reunimos Schafik Handal y yo con el Coronel Claramount. Muy elegante y vigoroso, blanco y de bigote también vigoroso y muy crecido, terminando en dos puntas enrolladas en sí mismas, con frecuencia Neto se dedicaba a acariciar las puntas de su bigote. Platicamos de bastantes cosas del país, tomamos café y en todo momento él estaba seguro, muy seguro, de sus palabras. En la calle la gente pasaba indiferente a la plática histórica que ahí se realizaba y en un momento el Coronel dijo: Señores yo no soy comunista, pero admiro a los comunistas por su firmeza y su empeño por sus ideales, cuenten conmigo en la lucha por la democracia. Ese día aceptó ser el candidato presidencial de la coalición UNO. Toño Morales, del PDC, sería el candidato a Vicepresidente.

La campaña sería verdaderamente sangrienta y la confrontación sería total porque el PCN había agotado el largo y tenebroso periodo de la dictadura militar de derecha, instaurado en el país desde 1932 y la UNO expresaba la posibilidad de lograr una alternancia con pleno respaldo popular.

Ciertamente, toda la sociedad se cimbraba por las contradicciones sin solución acumuladas durante decenios cada vez más sangrientos, un espíritu de rebelión recorría la patria y una indignación creciente se inscribía en los paredones, en las hojas de los árboles y en la alas de los pájaros.

Cinco años antes, el Ing. Duarte, ganador de las elecciones, casi es muerto por el ejército, es expulsado del país para imponer como Presidente al General Carlos Humberto Romero, por eso cuando en 1977 el Coronel Claramount se convierte en el candidato del pueblo, se construye la esperanza y confianza necesaria para derrotar a la vieja dictadura que el PCN representaba. Y se fortalece la convicción sobre las reservas morales, y políticas de los hombres de la fuerza armada comprometidos con la democracia.

El mensaje del Coronel Claramount, fue siempre directo, seguro, vigoroso y claro, tal como se necesita en los momentos inseguros; su actitud fue de entrega total a la causa de la democracia en el país, tal como se requiere en países como el nuestro sometidos a dictaduras y su compromiso fundamental era un tejido que terminaba en el pueblo y comenzaba ahí mismo.

Claramount no venía de ningún partido político de la UNO, ni tenía militancia partidaria e iba, por eso iba, desde la sociedad hacia la coalición partidaria y su voz era suficientemente política e insuficientemente partidaria, para ganar una abundante confianza del pueblo.

Abundaron contra Neto los calificativos de instrumento, y de tonto útil pero en la medida que el apoyo popular aumentaba aparecía la cabeza oscura del fraude electoral y es en ese momento cuando Neto expresó: Si nos quitan la victoria nos damos en la madre. Este mensaje caló muy hondo en la psicología popular y efectivamente, el PCN suspendió las votaciones al medio día al comprobar que la UNO les estaba ganando. El pueblo se tomó la Plaza Libertad y, durante 24 horas, un mitin permanente denunciaba el robo de la victoria. El 28 de febrero de 1977, en horas de la madrugada el ejército asaltó la plaza con armas pesadas y más de 200 personas murieron esa noche mientras Neto, con una pequeña pistola en sus manos dirigía la retirada del pueblo hacia la Iglesia del Rosario.

Luego vendría la guerra y el proceso político, inagotable como es, siguió su curso por otros caminos. Ante la muerte del Coronel Claramount, la patria inclina sus banderas, en duelo las campanas de la historia suenan tristes ante un hombre que supo cumplir su compromiso hasta el último instante, la Fuerza Armada y el pueblo tienen hijos que nunca mueren, Ernesto Claramount es uno de ellos, su momento histórico tiene mucha actualidad en los actuales momentos.

La revolución latinoamericana frente al pesimismo reformista y el optimismo revolucionario

Cuando en diciembre del 1999 estallaron los disturbios en Ecuador que llevaron a la caída del gobierno establecido y a la formación, aunque de modo muy efímero, de una autoridad tripartita que representaba la unidad de trabajadores, solados y campesinos, quedo claro que la ola revolucionaria que se había expresado inicialmente en Venezuela con la elección de Hugo Chávez el año anterior estaba en plena expansión.

Luego de ello, acontecimientos convulsivos se han expresado en prácticamente todo los países latinoamericanos y en ellos hay algunos elementos que son similares:

1.- La crisis del capitalismo global permite cada vez menos margen de acción para las capas gobernantes y menos tolerancia para las masas explotadas.

2.- La vieja casta de partidos burgueses tradicionales ha caído en desgracia generalizada.

3.- Hemos contemplado un reagrupamiento de fuerzas de izquierda: partidos, organizaciones sindicales, del campo y urbanas de distinta índole.

4.- Los métodos de lucha se han caracterizado por ser fundamentalmente urbanos, en los cuales las movilizaciones de masas y la huelga general han jugado un papel importante sin descartar autenticas rebeliones populares.

5.- El socialismo ha pasado de ser una nostalgia histórica comentada en las universidades y en reducidos círculos de izquierda para convertirse en tema de debate en calles, escuelas, fábricas, y pueblos.

6.- La actitud del imperialismo norteamericano ha sido en todos los casos de hostilidad, y sabotaje. Ha financiado, organizado o apoyado fraudes electorales, campañas de desinformación e incluso intentos de golpe de estado (Venezuela) y maniobras para desestabilizar (Ecuador y Bolivia).

Estrategias para la revolución
Estos tiempos de cambio y participación popular tienen la virtud de proporcionar espacios para un debate en el seno de los activistas del movimiento obrero y social muchísimo más productivo que el que se tenía no hace muchos años.

Debemos recordar que con la caída de los países mal llamados socialistas (1989-1992) la región e incluso el mundo sufrió una fuerte sacudida que llevó a muchos antiguos socialistas ha pasarse simplemente al otro bando (Villalobos en El Salvador, Renovación Sandinista en Nicaragua, etc.).

Otra vertiente, no muy importante pero con cierta influencia especialmente en pequeños círculos europeos, adoptó conclusiones francamente anarquistas, tal fue el caso de las corrientes que se agruparon en torno al EZLN de México, algunos de los cuales (Hallaway y Tony Negri) llegan al grado de señalar la necesidad de olvidarse del socialismo (Ver los artículos de Gustavo Esteva en La Jornada). En donde adoptando una actitud supuestamente no dogmática, repiten todos los prejuicios de la burguesía en contra del socialismo y de experiencias como la revolución bolchevique.

Esta izquierda que podríamos considerar “posmoderna” colapsó absolutamente durante el auge de las luchas de masas en América Latina.
Por supuesto las corrientes reformistas de derechas se fortalecieron apoyadas por la confusión y la ofensiva ideológica burguesa. En ese contexto muchos intelectuales comprometidos con los procesos revolucionarios tendieron a buscar salidas a la crisis de la izquierda en estrategias defensivas. Las luchas antiglobalización sólo eran el síntoma de una nueva época pero muchos veían en ellas el futuro, por ello conforme terminaba el siglo proponían formulas confusas como antiglobalización, multitud, resistencia, etc.

Sobre esta base muchos concluyeron que no veríamos a pueblos luchando por el socialismo al menos en la coyuntura inmediata. Cuando de pronto estallan las revueltas latinoamericanas de la presente década, quedan ideológicamente incapacitados para apreciar las nuevas cualidades de la situación y no pueden más que tratar de mirar el presente con los ojos de las viejas formulas equivocadas disfrazas para tratar de hacerlas aparecer como novedad.

En este rubro tenemos a una capa de intelectuales de origen sobrevivientes de la época soviética, Martha Harnecker y Heinz Dietrich Stefan entre los más conocidos, los cuales, si bien consideran la nueva oleada revolucionaria latinoamericana como autentica, tratan de analizar dicho proceso con una fuerte carga de pesimismo heredada de una incorrecta asimilación de lo que fue el “socialismo” de vertiente estalinista.

Dietrich de plano propone evitar “excesos revolucionarios” tales como romper con el capitalismo, atendiendo a consideraciones de carácter táctico en suma propone una nueva versión de la revolución por etapas sólo que de atribuye el nombre de socialismo a lo que tradicionalmente se conocía como revolución democrático- burguesa. Alan Woods hace una critica pormenorizada de esas ideas en su libro “Reformismo y revolución”.

Venezuela, una revolución sui generis
Martha Harnecker por su parte no tiene las soluciones acabadas de Dietrich y podríamos decir que en sus estudios hay una autentica voluntad de hacer avanzar el proceso. Ella siempre ha planteado a la necesidad de la formación de un partido revolucionario que conduzca el proceso, así como a la formación de órganos de poder desde abajo, no obstante, es extremadamente temerosa de llamar a las cosas por su nombre y en ese afán vuelve tan difuso el contenido del programa de la revolución y su carácter que al final lo único que siembra es pesimismo y confusión.

Uno de sus recientes libros: “Venezuela una revolución sui géneris”, rehuye totalmente a señalar el socialismo como objetivo estratégico del proceso venezolano, rehuye a llamar por su nombre al Partidos Socialista Unificado de Venezuela. Y aún más rechaza llamar antiimperialista a la revolución venezolana con el argumento de que la era de las revoluciones antiimperialistas ha pasado. En su texto sobre la estrategia de la Izquierda en América Latina señala: algunos argumentos para sustentar que no se pueden dar revoluciones antiimperialistas:
”no era lo mismo actuar en un mundo (…) donde el campos socialista servia de retaguardia de los procesos revolucionarios”
“… En un mundo donde la revolución de la información permite instalar industria en países con mayores ventajas y emigrara un país más prometedor”
“dada la correlación de fuerzas a nivel mundial se cerró temporalmente la consolidación de un proceso revolucionario antiimperialista en la región” ( Harnerker, Martha, Venezuela una revolución sui géneris” Plaza y Valdés, México 2006 Pág. 162- 163).

Para empezar tendríamos que definir que se entiende por antiimperialista, para nuestra autora esto significa “enfrentamiento total, militar y económico con el imperialismo”. A nuestro entender habría que ser más específicos, ese enfrentamiento con el imperialismo solo es posible bajo la forma de la lucha por un régimen social alternativo, solo en esa medida se puede hablar del tipo de revolución que implica enfrentarse totalmente con el imperialismo, como el único proyecto serio de esas características ha sido el socialismo en realidad Martha Harnecker niega la posibilidad de la revolución socialista en esta coyuntura.

Harnecker afirma como principales razones para hacer “imposible” una revolución antiimperialista triunfante son la falta del bloque soviético y el carácter internacional y cada vez más vertiginoso del movimiento de capitales en el mundo. Afortunadamente Harnecker no fue consejera de Lenin dado que seguramente le habría explicado que la revolución de octubre era imposible dado que la Comuna de Paris había sido derrotada. Si la tesis de Harnecker fuese valida seria imposible toda revolución futura, cuando en realidad lo que sucede es que el desconcierto se cierne sobre la clase capitalista y la propia experiencia venezolana demuestra que incluso un golpe de estado dirigido por el imperialismo no tiene necesariamente que triunfar.

De hecho la principal argumentación en contra de los señalado en su libro se encuentra en su segundo argumento “contundente” es decir en el carácter cada vez más internacional e interdependiente de la economía capitalista, la globalización entendida como el carácter cada vez más integrado de la economía mundial y la interdependencia de cada economía nacional hace que los efectos de la revolución latinoamericana se expresen en todo el mundo. Los movimientos también adquieren una escala global. Es real que no hay espacio para una revolución antiimperialista desde el punto de vista de los estrictos marcos nacionales, de hecho fue precisamente Marx quien planteó el socialismo como un proyecto de sociedad internacional, que descontaba la posibilidad de un socialismo aislado. Lenin explicó decenas de veces la imposibilidad del socialismo en un país aislado y fue solo la necesidad de Stalin para justificar su regimen despótico lo que lo llevó a consagrar la teoría del “socialismo en un solo país”. En suma la lucha antiimperialista no es internacional o no lo es y si eso es lo que quiere explicar Harnecker, pues ha descubierto el agua tibia.

Luego Harnecker plantea como estrategia política “un frente amplio antineoliberal” dado que “Las políticas neoliberales, implementadas por el gran capital financiero trasnacional respaldado por un gran poderío militar y mediático, cuyo centro hegemónico son los estados Unidos, no solo no han resuelto los problemas sino que han agudizado la miseria y la exclusión social mientras que las riquezas se concentran en cada vez menos manos” (Op Cit pág 165)

Un frente donde “podrían entrar sectores capitalistas cuya situación en el mundo de los negocios haya entrado en contradicción con los capitales transnacionales”(Op Cit pág 165)
Aquí nuevamente encontramos el famoso planteamiento del Frente Popular, esta teoría fue diseñada también por Stalin por argumentos semejantes a los de Harnerker: en los años treintas el fascismo avanzaba en Europa y la III Internacional estalinizada señalaba que la contradicción determinante en ese momento no era capitalismo y socialismo sino fascismo y democracia. Por lo cual habría que formar un bloque político con la burguesía para enfrentar la amenaza fascista. En realidad la lucha contra el fascismo se desarrolló con gran sacrificio y arrojo por parte de las bases de los partidos socialistas y comunistas, pero la política de frente popular les daba un papel directivo a representantes burgueses que en términos reales saboteaban y traicionan a los trabajadores. En la hora de los enfrentamientos la burguesía simplemente desaprecio de la escena, no obstante cuando llegó la hora de la victoria sobre el fascismo el frente popular otorgo los puestos directivos a los burgueses y en harás de no romper la unidad anifascista se perpetuo el control capitalista en Europa.

La burguesía nunca ha formado un bloque con otras clases sino a condición de que sea su programa el que se defienda, si se proclama una alianza amplia que acepte esta condición lo que se esta haciendo es supeditando la construcción del “bloque antineoliberal” al poder de veto de la burguesía “progresista” y en el fondo otorgándole la dirección política del mismo.

Nosotros nos preguntamos ¿Puede en estos momentos la burguesía de cualquier país defender un programa que no sea el neoliberal? La repuesta será no.
¿En donde o en que país la burguesía en estos momentos juega un papel progresista?
Respondemos: En ninguno.

De lo que se trata es que se construya un programa orientado a resolver los problemas de los trabajadores del campo y la ciudad, apoyados en base a un partido de trabajadores del campo y la ciudad. Una clara orientación de clase eliminaría equívocos y la posibilidad de que arribistas de la burguesía progresista se montaran en el caballo de la revolución para frenarla. Sin duda debe haber algún burgués que en el macro del proceso abandone sus posiciones de clase y se sume a la lucha, eso sería muy natural y nadie lo cuestionaría pero en esos casos se trataría de una estricta supeditación al programa y los métodos de los trabajadores sin espacio para cualquier tipo de componenda.

Por otro lado uno de los elementos claves de cualquier revolución es la construcción de espacios de poder de los trabajadores que avancen al grado de poder sustituir la antigua maquinaria estatal. Harnecker señala correctamente que la revolución venezolana adolece de dichos espacios pero a la hora de hacer una propuesta señala:
“los gobiernos locales en manos de la izquierda pueden desempeñar un papel muy importante en su estrategia de acumulación de fuerzas…”
“… podrían ser excelentes espacios para llevar adelante construcción de proceso alternativos”(Pág. 170)

Vemos que aquí también priva una imagen pesimista basada en la idea de que el capitalismo es tan popular que. “la represión es mucho menos necesaria que antes para la reproducción del sistema”( Pág. 170) y que entonces la opción es demostrar que se puede ser un administrador honesto y humanitario en los gobiernos locales creados por el régimen capitalista, para con ello dar confianza a los trabajadores de que la izquierda es confiable.

El pesimismo reinante en estas opiniones es verdaderamente asombroso, justo cuando las masas enfrentan la represión del estado de una manera cada vez más brutal Harnecker señala que la represión es “menos necesaria”, justo cuando las masas experimentan experiencias de construcción de espacios de poder proletario como lo son las asambleas populares en Bolivia y en Oaxaca y los trabajadores ocupan y ponen a funcionar fabricas abandonadas por capitalistas en Venezuela, Brasil, etc., hay alguien que dice que la opción no es eso sino ganar alcaldías y municipios y ser buenos gestores del capitalismo. Con esta visión se tiende un puente hacia los elementos más oportunistas que pretender sustituir la verdadera actividad revolucionaria de masas con el trabajo burocrático de instituciones que en realidad estorban la iniciativa de las masas. La propia experiencia venezolana demuestra que hay una especie de barrera entre muchas iniciativas de las masas y el gobierno de Chávez y viceversa, lo que ha llevado intentar construir iniciativas paralelas a la estructura formar del estado, como las misiones y a tratar de crear un autentico partido de la revolución que elimine las trabas burocráticas de los gobiernos locales

Conclusiones
Lo más lamentable de las opiniones de Harnecker es que no son nuevas, ya en el pasado han demostrado su ineficacia para llevar al triunfo a la revolución: Guatemala, Chile, Bolivia (en décadas anteriores) o para intentar frenarlo cuando este triunfa. No han pasado siquiera veinte años de la derrota de Frentes Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, donde el empecinamiento de la dirección del FSLN por sumar a una burguesía permitió que esta misma le diera una puñalada por la espalda al proceso.

Paradójicamente Harnecker pone a la dirección del FSLN como argumento para justificar una política de supeditación que, esta demostrado, llevaría a la derrota de la revolución dado que invitar a sumarse al proceso a los enemigos declarados del mismo.

Afortunadamente hay cada vez más trabajadores y activistas que se dan cuenta que no basta con las viejas formulas del estalinismo sino que hay que avanzar sin miedos y basados en una absoluta confianza en la iniciativa creadora de las masas por la vía de la revolución socialista, basándose en la herramienta teórica del autentico marxismo.

Los caminos de la revolución en nuestra América

Los caminos de la revolución en nuestra América

Por Narciso Isa Conde

Hay quienes han pretendido tomar las diferencias generadas por la reciente posición del comandante Chávez respecto a las FARC y al conflicto armado en Colombia, para reducirla al tema ³vía armada² vs. ³vía pacífica², camino violento vs. camino electoral; obvio, por supuesto, el interés en reeditar el simplismo aquel que tanto contribuyó a la división de las izquierdas en los años ´60 y ´70 del pasado siglo XX.

Y no se trata de eso. Ni tampoco, en mi caso y en el de mucho(as) otros(as), este ha sido el eje conceptual de las objeciones hechas a la actual posición del comandante Chávez.

Ruptura de esa trampa mental.

Hace ya mucho tiempo que no pocos dirigentes y militantes de la izquierda latino- caribeña nos zafamos de esa trampa mental.

Años antes de que el camarada Jorge Schafik Handal escribiera el artículo titulado: ³El Debate de la Izquierda en América Latina², que ahora se esgrime fuera de contexto, y en el que se analizan básicamente las diferentes conductas de las izquierdas del continente respecto al tema de la participación electoral y de los posicionamientos dentro del sistema dominante, se desplegó un gran esfuerzo para aclarar ciertas confusiones, insistiendo en la necesidad de diferenciar y precisar los vínculos entre:

La vía de la revolución y la vía e la toma del poder.

Gobierno y poder.

Reformas y revolución.

También se insistió en todo lo relativo a las formas y métodos de lucha, a las condiciones para su desarrollo, a su relación con el sujeto o los sujetos sociales de la revolución, a su eventual combinación y despliegue, a su desarrollo desigual por países y al valor de la creatividad popular en todo esto.

Igual en esas reflexiones ocupó entonces un lugar importante el tema de la violencia, sus formas y expresiones, sus modalidades y vertientes.

Recuerdo todo lo que contribuyó al esclarecimiento de estos temas la experiencia vietnamita, especialmente la creatividad, la firmeza estratégica y la flexibilidad táctica en su conducción revolucionaria; que a su vez impregnaron la teorización y el aprendizaje de las enseñanzas de su proceso liberador.

Ayudó mucho, además, el examen crítico y auto-crítico de las experiencias de la lucha armada y no armada, de lucha política y social, de lucha electoral y no electoral, de las acciones violentas y no violentas, así como la emergencia de nuevos actores sociales y nuevas modalidades de lucha en nuestra América.

De todo ese esfuerzo me siento parte inseparable.

Nuevas reflexiones sobre la revolución necesaria.

Por esos vericuetos de la reflexión y del pensamiento fuimos arribando a una visión mucho más integral, abarcadora y profunda; tomando siempre como eje irrenunciable la necesidad de la revolución, en tanto cambio radical en la hegemonía de clase, de género, ideológica, culturalŠ; cambio de los sujetos sociales en materia de poder y no solo de poder estatal: nuevo poder en cuanto Estado y en cuanto a sociedad, en cuanto a las relaciones de propiedad y a las relaciones del Estado, partidos y movimientos sociales, al sistema jurídico político, a la participación y decisión democrática, a la institucionalidad, a las bases constitucionales del sistema y al proyecto estratégico del ³no poder² y de la sociedad sin Estado.

Así fueron fluyendo las ideas (volviendo a Marx, a Engels, a Lenin, a Gramsci, a Mariategui, al Che, a Trosky, a Rosa LuxemburgoŠ; recuperando las cosmovisiones indígenas y el feminismo revolucionario) y los nuevos aportes sobre el tema de poder; enriqueciéndolo todo desde las experiencias vividas y sufridas, capaces de nutrir una estrategia de creación y de ruptura destinada a dar al traste con el viejo orden y a construir el nuevo poder transitorio y la nueva sociedad.

Y de esta manera de pensar resultó necesario valorar que no era equivalente la vía de la revolución a la vía de la toma del poder central del Estado, ni tampoco eran cosas iguales hablar de vía de la revolución o de la vía de la toma del poder y de las vías de aproximación a esos objetivos.

Y dentro de esta lógica fue necesario entender que el poder no simplemente se ³toma², sino que se crea, se construye, se desarrolla, y también se toma con la participación y decisión del pueblo; concebido fundamentalmente como hegemonía, como autoridad bien ganada, como influencia político-cultural decisiva en el tejido social y en las nuevas instituciones, como proyecto transformador de la sociedad, como poder popular. No como simple control del Estado y si como transición a asociación de seres humanos absolutamente libres.

Vía de la revolución, vías de la toma del poder, vías de aproximación y formas de lucha.

La vía de la revolución en nuestras sociedades capitalistas-neoliberales y dependientes, es realmente la suma, combinación, articulación y sucesión de formas y métodos de lucha que posibiliten en un cierto periodo histórico el cambio revolucionario y la construcción y preeminencia del nuevo poder hacia una nueva sociedad socialista.

Y me refiero a los medios pacíficos y a los violentos, a los armados y no armados, a los institucionales y a los extra-institucionales, a los electorales y no electorales, a los que se circunscriben a la batalla de las ideas y a los que incursionan en el campo de lo militar.

En gran medida la variedad de métodos y formas de lucha empleados por los sustentadores y beneficiarios del orden dominante, determina la necesidad de la variedad y la integralidad de ellos en el camino hacia la liberación y la revolución. Siempre ha sido así históricamente.

Ni le receta rígida, ni la exclusión de métodos y formas de lucha ­mucho menos la unilateralidad en su empleo- pueden conducir a procesos exitosos.

La vía de la toma del poder central del Estado está determinada por las formas y métodos que predominen para producir la ruptura, reemplazo y superación del viejo Estado y de sus instituciones, lo que incluye su poderoso aparato militar al servicio de la clase dominante (ya sea en su expresión dentro del territorio nacional o como invasión, ocupación e intervención de las fuerzas armadas imperialistas)

Y la vida nos indica que tampoco en este aspecto hay dogmas, aunque si es claro que se precisa contar con una acumulación no solo política, social y cultural; sino también militar; capaz de vencer la resistencia violenta del viejo orden, así como contrarrestar, con o sin confrontación sangrienta, todo el despliegue de fuerza militar dirigido a impedir la transformación revolucionaria planteada.

Las ³vías de aproximación² a la revolución y a la toma del poder central de Estado, son en realidad sumamente variadas y previas al desplazamiento total del poder de la clase gobernante dominante.

Ellas incluyen de manera sobresaliente las demandas económicas, sociales, políticas y culturales y las formas y métodos de lucha aglutinadoras de los sujetos del cambio, movilizadoras del pueblo, confrontadoras con los actores políticos y sociales gubernamentales, propiciadoras de cambios sustanciales en las correlaciones de fuerzas.

En unos casos, es la lucha anti-dictatorial o anti-despótica y la movilización contra sus protagonistas.

En otros, las movilizaciones y rebeldías sociales contra las políticas empobrecedoras, contra sus ejecutores y beneficiarios.

En algunas situaciones pueden hacer de detonantes las sublevaciones militares o cívico-militares por objetivos muy sentidos por el pueblo.

En otras, el factor dinámico puede ser una gran fuerza electoral capaz de vencer los partidos de la oligarquía, la partidocracia tradicional.

A veces se suceden una y otras produciendo efectos variados de acumulación y aproximación a cambios más trascendentes.

Una victoria electoral, sobre todo si es protagonizada por una fuerza política transformadora, puede ser una vía de aproximación efectiva a la revolución o a reformas profundas que la faciliten; siempre que logre poder en todos los órdenes.

Otras formas no institucionales de conquista del gobierno que no es sinónimo de conquista del poder (aunque resultan palancas importantes, pero no decisivas) pueden también servir de vías de aproximación a los cambios propuestos.

Los procesos pueden ser muy variados, y hasta inéditos; aunque ciertamente en determinados periodos a nivel continental pueden darse, en un buen número de países, situaciones parecidas con caminos parecidos. Nunca, claro esta, uniforme. Nunca excluyente de diversidades y hasta de situaciones realmente díscolas o fuera de serie.

Algo clave es no contraponer métodos, formas de lucha, vías de aproximación y variante en la ruptura del viejo poder y la construcción de la nueva institucionalidad.

No se trata por tanto de clausurar uno u otro camino, una u otra modalidad de lucha.

Lo que ayer fue posible, hoy puede no serlo. Pero mañana bien podría volver a tener vigencia. Un paso puede servir y hacer posible el otro.

No hay que ponerle camisa de fuerza a los procesos en materia de formas de acción, métodos de lucha y expresiones por el cambio. Más cuando ellos, ellas, brotan de realidades, actores, tendencias y procesos concretos.

La misión del revolucionario(a) es impulsarlo, articularlo, politizarlo, darle conducción y sentido de poder transformador.

Experiencias que ilustran.

En una fase de predominio de procesos violentos, Salvador Allende y la Unidad Popular lograron acceder al gobierno por la ³vía pacífica², a través de un proceso electoral.

No se trató, claro estaba, de un nuevo poder.

Lo fallido en ese caso no fue alcanzar esa victoria, sino la incapacidad para defenderla y avanzar; la incapacidad política y militar para responder a la violencia y al poder militar de los enemigos de ese proceso. Las limitaciones para producir el paso de ser gobierno al poder real del pueblo.

Desafíos similares pueden plantearse, por ejemplo, en procesos actuales como el boliviano y el ecuatoriano, sobre todo si no se mediatizan y asumen con firmeza el camino de profundizar las reformas en dirección a la revolución.

No parece lógico desde una óptica revolucionaria objetar esos avances logrados por vía electoral, como cualquier otro triunfo electoral de carácter progresista, avanzado, inspirado en la idea de avanzar hacia un proceso revolucionario.

Eso no es lo que está en cuestión.

Lo que se discute es si ese logro basta o no basta, si se debe detener la marcha en ese contexto institucional, si se debe o no ir más lejos, si en caso de pretender avanzar hacia el poder y hacia las transformaciones estructurales, se deben o no ignorar las respuestas necesarias a las consabidas resistencias que eso entraña, si se debe o no ceder frente a las reacciones de bloqueos diversos, con variados grados de violencia, de parte de la reacción oligárquica-imperialista.

Si de antemano se debe desistir de la contrapartida revolucionaria y de la respuesta también violenta desde el pueblo en caso de esas obstrucciones reaccionarias.

Si se debe proceder de manera tal que el monopolio de las armas sea eternamente de las derechas y del imperialismo.

Lo que se cuestiona es si hay que declarar definitivamente clausurada la vía violenta, las guerras de guerrillas, las insurrecciones populares armadas, los levantamientos cívico-militares, los contragolpes revolucionarios, las guerras patriótica contra los invasores, las guerras de todo el pueblo, las guerras asimétricasŠMás cuando no estamos frente a oligarquías, derechas políticas e imperialismos con vocación precisamente pacifista.

Lo que se cuestiona, aun con mayor fuerza, es que anticipadamente lideres que actuaron a nombre de las izquierdas de sus respectivos países y que ganaron elecciones con esas banderas- casos específicos como el de Lula y Tabaré Vásquez- anticipadamente resignen, por esos riesgos, la necesidad de cambios profundos, y se limiten a paliar algunos males, a hacer reformas intrascendentes, a ceder frente a las contrarreformas neoliberales, a contemporizar en vertientes importantes de la dominación oligárquica-imperialista, a moverse parcial y limitadamente con cierta independencia en la política exterior y a plegarse en otros aspectos significativos, a administrar y moderar inteligentemente el modelo neoliberal.

Y no menciono los casos de Chile y Argentina porque no son propiamente opciones asumidas como izquierdas, si no salidas parcialmente moderadas y progresistas de una derecha inteligente y no totalmente sumisa.

La experiencia del proceso hacia la revolución en Venezuela ha sido diferente.

La violenta masacre militar a raíz del ³Caracazo², rompió en Venezuela la quietud del dominio de la partidocracia, de la oligarquía y las transnacionales y generó como contrapartida del levantamiento militar del MRB-200 encabezado por Chávez.

Se trató de una especie de insurrección militar impactante. Un acto de rebeldía armada, nada pacífico, que posibilitó una original acumulación de poder militar, garantía posterior de todas las victorias y transformaciones en paz; paz precaria, amenazada, asechada, no solo por el golpismo violento, sino por los proyectos de intervenciones militares gringas.

Si vemos las revoluciones como procesos, ni tan pacífico ha sido el proceso que ha tenido lugar en la Venezuela bolivariana de los últimos años. Su esencia, pese al peso de la vía electoral después del levantamiento militar de principio de los 90, no es el simple civilismo sino la alianza pueblo-fuerzas armadas. Y se trata, además, de un proceso inconcluso y todavía cargado de las incertidumbres que pueden generar planes funestos del imperialismo, peores que las sediciones anteriores y el golpe derrotado. Un proceso constantemente amenazado por la violencia contrarrevolucionaria.

Revolución pacífica pero armada, dice Chávez. Por lo que desde ella no es correcto negar persé la pertinencia de la vía armada, sobre todo cuando la actual dirección revolucionaria venezolana -la misma que cara a las FARC-EP considera ³fuera de moda² y ³de orden² la lucha armada- se ve precisada a diseñar un proyecto de guerra asimétrica, de guerra de todo el pueblo, frente a las claras intenciones de guerra e intervención del imperialismo estadounidense y del ³sub-imperialismo² colombiano.

Cuba tuvo que hacer dos años de revolución armada para vivir 50 años de paz, independencia y conquistas sociales trascendentes, pero nunca jamás ha desistido volver a la vía armada frente a la posible ejecución de los designios violentos de la contrarrevolución imperial. Por el contrario, su determinación ha llegado hasta el punto de darle cuerpo, como medio de autodefensa de masas, a la tesis de la guerra de todo el pueblo de inspiración vietnamita.

Y por eso en la Cuba actual está planteada la posibilidad, sin grandes sobresaltos (como es deseable), de un relevo generacional y un cambio hacia un modelo preferiblemente de orientación socialista, mas participativo y eficiente.

En Colombia: menos aun.

En Colombia existe una especie de engendro macabro en términos de Estado y de poder. Es la nota más discordante a escala continental.

Un Estado narco-paramilitar, terrorista, feroz.

Un gobierno sintonizado con la lógica guerrerista de los halcones de Washington.

Una dominación violenta, fascistoide, corrupta, asquerosa, criminal, en todos planos y vertientes.

Un país con grados elevados de presencia militar estadounidense y arrastrado a jugar un papel puntero en los planes de agresión estadounidenses y de conquista militar de la Amazonía; así como en los programas contrarrevolucionarios contra Venezuela y Ecuador.

No hay que repetir aquí los datos que prueban su vocación persistente por el genocidio y las masacres.

Esto dura ya 60 años y cada día ese poder se torna más violento y empobrecedor, más excluyente y saqueador. La era neoliberal y el poder de los halcones allí lo potencia todo en el peor de los sentidos.

La insurgencia, las FARC, el ELN, los movimientos radicales han sido una necesaria contrapartida; independientemente de cualquier error cometido en su largo y heroico batallar.

Se trata, por demás, de un importantísimo acumulado político-militar no solo para enfrentar lo que está cruel realidad depara, sino además lo que viene, que todo indica será peor.

Me refiero a lo que viene en Colombia dentro de la escalada militarista, guerrerista e intervencionista del Pentágono-USA, y a lo que puede venir en esa región, apuntando con fuerza contra los procesos avanzados de Venezuela, Ecuador y Bolivia; apuntando hacia la conquista militar de la Amazonia por EEUU y sus socios y hacia la revocación de los avances políticos en la región.

En tales condiciones, pensar en el camino armado, en la resistencia popular-militar, en la insurgencia armada de los pueblos, es una necesidad; sin desmedro de otras formas de lucha, de una combinación de métodos de lucha y movimientos políticos y sociales alternativos.

Salta a la vista lo infundado e inconsistente que es afirmar, así las cosas, que la lucha armada ³pasó de moda², o se quedó en la historia, o que en el caso de Colombia es una ³excusa² para agredir a otros.

Sugerirle a las FARC que libere sus prisioneros y rehenes a cambio de nada (y este no es el aspecto más lesivo, aunque si injusto y difícil de implementar con seguridad), que se desmovilice y acceda a la vida pública y legal en el contexto de un Estado con las características descritas y en una situación como la que preside Uribe en Colombia, es como pedirle que lo arriesgue todo y se exponga al exterminio, que liquide de sopetón al patrimonio político-militar construido en décadas de sacrificios y pase a ser víctima de seguras retaliaciones sin posibilidad de responder.

Aceptar ahora esa sugerencia, o decidirlo por cuenta propia en cualquier otra oportunidad, es sencillamente suicida, porque es un paso hacia un abismo mortal. Una especie fosa común que los ³garantes² propuestos, algunos de ellos tremendos cabrones denunciados por el propio Chávez, no podrán tapar y que los halcones de Washington y el pérfido uribismo tienen bien diseñada para las FARC.

Esto equivale a disolver a cambio de nada, o de muy poco, el único ejército popular antiimperialista, pro-socialista, de Colombia y de la región. Y digo el único, por que esa misma receta es válida también para el ELN que es el otro componente de ese ejército y de la contrapartida popular militar.

Más allá de Colombia.

Pero tampoco es correcto decretar la clausura de la vía armada a escala continental con los nubarrones de guerra e intervención gringa que se ciernen sobre nuestros países y especialmente en esa zona de Suramérica.

La creciente y perfeccionada cadena de bases militares estadounidenses no es para jugar fútbol o pelota.

Tampoco lo es la activación de la IV Flota del Army.

Ni las operaciones ³Nuevos Horizontes² o ³Confraternidad con las Américas²

Nada de eso.

Cierto que en tiempos recientes, auque precedidas y/o combinadas con otras formas de lucha, los mayores avances políticos se han dado a través de elecciones.

Pero cierto también es que esto tiene límites y fragilidades más que evidentes, puesto que las amenazas de desestabilizaciones violentas y no violentas, de conspiraciones internas y de intervenciones y guerras imperialistas, son más que reales; puesto que se trata, en algunos casos de procesos que se proponen tareas superiores a la contemporización con el status quo.

Por eso, no le veo el sentido revolucionario a los pronunciamientos y/o iniciativas basadas en la negación, cara al presente y al futuro, de la validez del recurso de las insurgencias armadas y en una propuesta de desmovilización de lo que en ese orden se ha podido acumular, ya sea en Colombia (FARC Y ELN), en México (EZLN y otros movimientos políticos militares), o en cualquier otro país del continente o del mundo.

Visto este panorama continental y sus perspectivas, la insurgencia armada, la resistencia popular armada, la alianza pueblo y militares patriotas, podrían tornarse cada vez más necesarias en no pocos casos y a escala de Patria Grande. ¡Y en la situación colombiana ni hablar!

Esto es así independientemente de los resultados de las elecciones estadounidenses, dado que el poder permanente, el complejo militar industrial, las corporaciones transnacionales, la claque militar reaccionaria, la CIA y el sistema de inteligencia, el sionismo y su poder interno real, los petroleros y contratistas vinculados a la guerra, tienen en EEUU más poder decisorio que cualquier presidente, ya liberal, ya conservador.

Barak Obama, que ha tenido la posibilidad de despertar y captar sentimientos anti-guerreristas y pro-paz y de generar ilusiones posiblemente más allá de sus límites y compromisos sistémicos soterrados, además de una posibilidad todavía incierta, deberá demostrar si está dispuesto más allá del discurso a desmontar la tesis de las guerras preventivas y a dejar sin efecto el programa de guerra global. ¡Y en el mejor de los casos habrá que ver si los dueños de ese gran poder se lo van a permitir!

Obsérvese además, como una vez electo candidato, el propio Obama hizo gala de pro-sionismo ante los representantes del gran capital judío, hasta niveles cuasi repulsivos, lo que indica propensión a ceder ante los poderes fácticos.

Ese tema debería seguirse con mucha atención, pero también con mucha prudencia. Con disposición a aprovechar los respiros temporales y las distensiones efímeras que ocasione, así como las contradicciones secundarias que pueda generar. Sin desbocamientos, sin cálculos falsos en cuanto a cambios esenciales en un poder, en un ³establecimiento² y en una línea hegemónica bipartidista, que para ser superados precisarán de una gran crisis política y de una gran conmoción todavía en gestación, pese a todos los factores de decadencia exhibidos hoy por ese imperio.

No esperemos, aun en el mejor de los casos, de ese fenómeno electoral, cambios sustanciales en la política de EEUU, ni tolerancia o neutralidad respecto a los procesos hacia la nueva independencia, la nueva democracia y el socialismo participativo en nuestra América; salvo en los casos en que realmente se le conceda renunciar de hecho a esos valores y mediatizar y tranzar los procesos más avanzados como el de Cuba, Venezuela, Ecuador BoliviaŠY eso solo equivale a tolerar lo que ellos desean tolerar: lo que no afecta ni su hegemonía ni su estrategia de dominación imperial.

Esa lógica imperial explica el por qué, incluso en pleno gobierno de los peores halcones, el tratamiento a Chávez ha sido uno y el tratamiento a Lulá y a Tabaré Vásquez, otro.

De todas maneras, no parece acertado aplaudir las opiniones que propugnan por empeñar la necesidad de profundización de los cambios en marcha y las posibilidades de nuevos avances en países amenazados de crisis de gobernabilidad y de poder, en aras de algo que todavía está por concretarse y que en tal caso solo puede conducir a un pacto perjudicial al proceso de autodeterminación de nuestros pueblos y naciones.

Y lo digo así, porque siento que se está gestando un clima (promovido por los sectores más blandos de esta oleada de cambios), bastante favorable a replegar banderas y dinámicas radicales para reducir presiones; entendiendo que el cambio de administración en EEUU creará condiciones favorables en esa dirección y a menor precio, y considerando además que es preciso alentar esto desde ahora.

Cierto que las presiones imperiales son inmensas. Pero ³quitarse presiones² abandonando ejes esenciales del nuevo proyecto revolucionario, haciendo concesiones a costa de la profundización y ampliación de los procesos, podría conducir a una incontenible mediatización, camino a la liquidación, de esta promisoria onda transformadora.

Recordemos lo que nos enseñó el querido Che: al imperialismo no lo podemos ceder ³ni un tantito así². ¡Asumamos esta sabia sentencia en homenaje a sus ochenta años de edad y a su eterna trascendencia!

En lugar de desarmarse, los movimientos populares y los procesos avanzados en marcha, deben pensar en armarse más y mejor. Y esto es válido tanto desde el punto de vista teórico-político, como desde el punto de vista militar.

En lugar de desmovilizarse, las FARC, el ELN, el EZLN, el EP y otras organizaciones insurgentes, deben pensar en armarse y fortalecerse en todas las vertientes del quehacer revolucionario. Igual los componentes y las estructuras más avanzadas dentro de las administraciones interesadas en avanzar hacia nuevas revoluciones.

El estigma contra las rebeldías armadas, promovida por la dictadura mediática estadounidense, ha logrado una gravitación bestialŠEsto hace extremadamente difícil la pelea por su reivindicación, pese al rol de las armas en la gesta de Bolívar y los próceres de América y todos los episodios y gestas heroicas de nuestros pueblos.

Pero por difícil que sea, es preciso rechazar el chantaje y poner cada cosa en su lugar; más cuando se avecinan momentos en que desarmarse ideológicamente en ese aspecto podría resultar fatal.

Y si nuestras sinceras apreciaciones no convencen a los que asumen como bueno y válido el nuevo giro dado por el respetable y admirable líder de la revolución bolivariana, los invito a profundizar este trascendente debate, a seguir intercambiando ideas con respeto y altura, a debatir entre camaradas en busca de la verdad y la certeza. A esforzarnos por superar esta contradicción, por despejar la gran confusión creada y procurar un enfoque común, o por lo menos puntos de encuentros, normas de respeto y actitudes complementarias.

Al propio comandante Chávez le sugiero contribuir a crear ese clima de discusión e intercambios, promoviendo las instancias de debates necesarias y apropiadas para el caso. Debemos escucharnos, abrir nuestras mentes y corazones para que en el caso colombiano y a escala continental el imperio y las oligarquías no se salgan las suyas y no logren debilitar este difícil pero estimulante proceso hacia la nueva independencia, ahora en riego de reversión.

Y para terminar debo decir algo que me sale del alma:

Cuando leo y oigo todo lo que la mafia uribista le atribuye a las computadoras de Reyes y de Iván Ríos, cuando escucho todos esos planes para adquirir cohetes y elevar la capacidad de combate de las FARC, cuando oigo decir del traspaso de altas tecnologías militares a los movimientos subversivos, cuando leo sobre los portentosos planes de expansión de la insurgencia armada ­sabiendo que no es cierto, y aun conociendo la perversidad y los fines nefastos que lleva a esos señores a verter tantas y tan grandes mentiras- desearía de todo corazón que todo eso y mucho más fuera absolutamente cierto y se estuviera ejecutando.

Porque en verdad-verdad, no hay nada tan desgraciado, tan fatal para la humanidad, como un imperio con tantas armas, con tan alta tecnología militar, con tanta vocación destructiva, con tanta capacidad genocidaŠ sin la contrapartida política-militar necesaria para detener sus fechorías y derrotar sus pretensiones totalitarias.

(12 de junio2008, Santo Domingo, RD)

Del mundo virtual al espiritual

Del mundo virtual al espiritual

Frei Betto

Al viajar por el Oriente mantuve contactos con monjes del Tibet, de Mongolia, de Japón y de China. Eran hombres tranquilos, comedidos, envueltos en paz en sus túnicas color de azafrán. Un día observaba yo el movimiento del aeropuerto de Sao Paulo: la sala de espera llena de ejecutivos con teléfonos celulares, preocupados, ansiosos, generalmente comiendo más de lo debido. Seguro que ya habían tomado café por la mañana en casa, pero como la compañía aérea ofrecía otro café, todos comían vorazmente. Eso me hizo reflexionar: “¿Cuál de los dos modelos produce felicidad?”

Encontré a Daniela, de diez años, en el ascensor a las nueve de la mañana y le pregunté: “¿No has ido a clase?” Ella respondió: “No, tengo clase por la tarde”. Añadí: “Qué bien, entonces por la mañana puedes jugar y dormir hasta más tarde”. “No replicó ella, tengo mucho que hacer por la mañana”. “¿Qué cosas?”, le pregunté. “Clases de inglés, de ballet, de pintura, piscina”, y siguió enumerando su programa de muchacha robotizada. Me quedé pensando: “¡Qué pena que Daniela no dijo: Tengo clase de meditación!”.

Estamos construyendo superhombres y supermujeres, totalmente equipados pero emocionalmente infantilizados. Por eso las empresas consideran ahora que más importante que el QI es la IE, la Inteligencia Emocional. No sirve de mucho ser un superejecutivo si no se consigue relacionarse con las personas. Entonces ¡qué importante sería incluir clases de meditación en los currículos escolares!

Una progresista ciudad del interior de Sao Paulo tenía en 1960 seis librerías y un gimnasio; hoy tiene sesenta gimnasios y tres librerías. No tengo nada contra el cuidado del cuerpo, pero me preocupo por la desproporción en relación con el cuidado del espíritu. Está bien que todos muramos esbeltos: “¿Cómo estaba el difunto?”, “Hecho una maravilla, no tenía ni una arruga”. Pero ¿cómo queda la cuestión de la subjetividad? ¿de la espiritualidad? ¿de la ociosidad amorosa?

Antes se hablaba de la realidad: análisis de la realidad, insertarse en la realidad, conocer la realidad. Hoy la palabra es virtualidad. Todo es virtual. Se puede tener sexo virtual por Internet: no se contagia el sida, no hay involucramiento emocional, todo se controla con el ratón. Encerrado en su cuarto en Brasilia un hombre puede tener una amiga íntima en Tokio, sin mayor preocupación por conocer a su vecino de apartamento o de cuadra. Todo es virtual. Entramos en la virtualidad de todos los valores, no hay compromiso con lo real. Es muy grave ese proceso de abstracción de lenguaje, de sentimientos: somos místicos virtuales, religiosos virtuales, ciudadanos virtuales. En cuanto a esto, la realidad va por otro lado, pues somos también éticamente virtuales…

La cultura comienza donde termina la naturaleza. Cultura es el refinamiento del espíritu. La televisión en Brasil con raras y honrosas excepciones es un problema: a cada semana que pasa tenemos la sensación de que somos un poco menos cultos. La palabra hoy es “entretenimiento”; así, el domingo es el día nacional de la imbecilización colectiva. Imbécil el presentador, imbécil el que va y se sienta en el sofá, imbécil quien pierde la tarde ante la pantalla. Como la publicidad no consigue vender felicidad, tenemos la ilusión de que la felicidad es el resultado de la suma de placeres: “Si toma este refresco, calza estos tenis, usa esta camisa, compra este auto, ¡usted llega a ella!” El problema es que, en general, no se llega. Quien consiente desarrolla de tal manera el deseo, que acaba necesitando de un analista. O de fármacos. Quien resiste, aumenta la neurosis.

Los sicoanalistas tratan de descubrir cómo hacer con el deseo de sus pacientes. ¿Dónde ponerlos? Yo, que no soy de esa área, puedo darme el derecho de presentar una sugerencia. Creo que sólo hay una salida: cambiar el deseo hacia dentro, gustarse a sí mismo, comenzar a ver lo bueno que es ser libre de todo ese condicionamiento globalizante, neoliberal, consumista. Así se podría vivir mejor. Además, para una buena salud mental son indispensables tres requisitos: amistades, autoestima, ausencia de estrés.

Hay una lógica religiosa en el consumismo moderno. Si alguien va a Europa y visita una pequeña ciudad donde hay una catedral debe procurar saber la historia de esa ciudad -la catedral es la señal de que ella tiene historia.. En la Edad Media las ciudades adquirían status construyendo una catedral; hoy en Brasil se construye un centro comercial. Es curioso: la mayoría de los centros comerciales tienen las líneas arquitectónicas de catedrales estilizadas; a ellos no se puede ir de cualquier manera, hay que vestir ropa de misa dominical. Y allí dentro se siente una sensación paradisíaca: no hay mendigos, niños de la calle, suciedad…

Se entra en esos claustros al son del gregoriano posmoderno, esa musiquita de sala de espera de dentista. Se ven varios nichos, todas esas capillas con los venerables objetos de consumo, acolitados por bellas sacerdotisas. Quien puede comprar se siente en el reino de los cielos. Si tiene que dar un cheque prefechado, pagar a crédito o mediante un cheque especial, se va a sentir en el purgatorio. Pero si no puede comprar, ciertamente se va a sentir en el infierno… Por suerte, todos terminan en la eucaristía posmoderna, atraídos por la misma mesa, con el mismo jugo y la misma hamburguesa de McDonald’s…

Suelo decirles a los empleados que me invitan a entrar en las tiendas: “Sólo estoy dando un paseo socrático”. Y ante sus ojos espantados explico: “A Sócrates, filósofo griego, también le gustaba despejar la cabeza recorriendo el centro comercial de Atenas. Cuando los vendedores como ustedes lo asediaban les respondía: “Sólo estoy mirando cuántas cosas no necesito para ser feliz”. (Traducción de J.L.Burguet)

-Frei Betto es escritor, autor de “El desafío ético”, junto con Luis Fernando Veríssimo y otros, entre otros libros.

Iglesia Luterana Popular denuncia captura de Cristina Nieto

SOYAPANGO, 6 de junio de 2008 (SIEP) “Exigimos que se ponga en libertad a Cristina Nieto, mujer trabajadora, luchadora, que guarda prisión por defender los derechos de su comunidad” expresó el rev. Ricardo Cornejo, de la Iglesia Luterana Popular de El Salvador.

Cristina Nieto, de 42 años, fue capturada esta mañana por agentes de la PNC luego que se desatara una violenta discusión en la Comunidad Las Victorias, debido a la distribución de unas láminas donadas para protegerse de las lluvias.

Esta comunidad surgió en diciembre del año pasado y esta integrada por cerca de 200 familias que por no tener donde vivir, se han tomado un terreno donde antes funcionaba un basurero municipal.

La dirigente comunal Cristina Nieto expresó “no me avergüenzo de estar encarcelada porque es por una causa justa, por defender los derechos de mi gente, por evitar que se robaran la lámina que es para protegernos del invierno, estoy aquí por luchar por la vida.”

“Agradezco a mi iglesia que no me ha abandonado y se que pronto estaré en libertad para reincorporarme a la lucha de mi pueblo por una vivienda digna, les pido que se solidaricen con mi causa que es la causa de 200 familias que únicamente pedimos que no se nos desaloje y se nos deje vivir en paz…”concluyó.

Llamamiento sobre la situación de Latinoamérica

Llamamiento sobre la situación de Latinoamérica

• La izquierda revolucionaria en una encrucijada
• Construyamos un polo independiente, de la clase trabajadora, los sectores populares y la izquierda revolucionaria

La 3ª Reunión Internacional de la Corriente Socialismo o Barbarie, realizada a fines de marzo pasado en Buenos Aires, deliberó acerca de la presente situación mundial y especialmente de América Latina. A partir de las conclusiones que se desprendieron de la misma, presentamos esta Declaración sobre el momento actual.

La coyuntura de la lucha de clases en el subcontinente latinoamericano ha experimentado cambios en el último período. Definir con exactitud esos cambios y sus desafíos políticos, es vital para los socialistas revolucionarios. Su importancia no se circunscribe a las organizaciones y militantes de los distintos países de la región. Es que América Latina, pese a los vaivenes que analizaremos seguidamente, sigue siendo el lugar del mundo en que desde los inicios del siglo XXI, se han desarrollado los procesos políticos más avanzados de la lucha de clases.

Ése es el motivo por el cual –no sólo en América Latina sino también en Europa, EEUU y otras regiones del mundo– los grandes debates estratégicos entre los militantes políticos de la izquierda y los activistas obreros y sociales en general, han estado en buena medida referidos a procesos como los de Venezuela, Bolivia, y en menor proporción el “argentinazo” y otros. Especialmente el posicionamiento frente al régimen de Chávez ha sido un tema central que ha divido aguas a nivel estratégico y político en la vanguardia.

Ahora, una nueva coyuntura política regional marcada por mayores grados de crisis e inestabilidad nos pone frente a problemas y desafíos también nuevos. Para empezar a comprenderla, debemos ubicarla en lo que está pasando en el mundo.

Un cuadro internacional teñido por la crisis de la economía estadounidense y mundial, y por cambios geopolíticos marcados por el debilitamiento de la hegemonía del imperialismo yanqui

La hegemonía mundial del imperialismo norteamericano, que parecía absoluta luego del derrumbe de la ex URSS, comenzó a estar cuestionada en la medida del fracaso de sus aventuras militares y colonizadoras en Medio Oriente.

A este empantanamiento ya crónico en Medio Oriente, se le ha venido a sumar ahora la crisis financiera y económica internacional, que tiene como epicentro la crisis hipotecaria en los propios Estados Unidos y la emergencia de un cuadro recesivo en su economía que parece haber llegado para quedarse por todo un período.

No solamente esta crisis ha estallado ya, sino que además se ha combinado con la crisis de los energéticos, cuyo ejemplo fundamental, el petróleo, ha alcanzado precios cada vez más exorbitantes sin parecer que el precio del barril de crudo baje prontamente.

La combinación de ambas crisis, además, ha provocado una tercera crisis: la de alimentos. Para evitar las pérdidas económicas de la crisis financiera, el capital ha pasado a hacer inversiones en ramas de la economía más seguras, como los productos alimentarios, de manera tal que el precio de estos ha empezado a crecer en la medida en que se profundiza la crisis financiera.

Pero también, debido al precio del petróleo, el imperialismo, fundamentalmente norteamericano, ha lanzado la política de producir “biocombustible” en América Latina, lo que ha provocado que las tierras cultivables dejen de producir alimentos, por lo que el precio de estos se incrementa de nuevo.

La suma de este debilitamiento hegemónico en los frentes económicos y políticos de la principal potencia imperialista es así un rasgo persistente de la situación internacional del cual ningún análisis de la misma podría prescindir.

Sin embargo, ese proceso de debilitamiento y frustraciones políticas y militares EEUU tiene sus límites: no ha terminado aún de decantar en categóricas derrotas, que determinen un cambio geopolítico radical a escala mundial. Aún no se ha dado, por ejemplo, un colapso militar en Medio Oriente como el que sufrió en Indochina en los años ‘70. Tampoco, una crisis grave del régimen político al interior de EEUU, aunque Bush y su gobierno estén severamente golpeados y desprestigiados.

Todo esto implica que, a pesar de su crisis de hegemonía y de pérdida de legitimidad, el imperialismo yanqui mantiene en gran medida su poder de respuesta y “contraataque”.

Pero, al mismo tiempo, eso sucede en un cuadro geopolítico mundial (y latinoamericano) mucho más complejo, con actores que no obedecen como antes “la voz del amo”, sino que tienden crecientemente a hacer su propio juego, muchas veces diferente u opuesto al de Washington. Este factor, junto con las rebeliones populares que marcaron el inicio del siglo XXI, también ha pesado para alentar a una mayor búsqueda de márgenes de maniobra en varios gobiernos latinoamericanos.

A esta situación altamente contradictoria, se le agrega, desde mediados del año pasado, el estallido de una crisis financiera y económica con epicentro en EEUU, pero de alcances mundiales.

Desde entonces, el curso de esta crisis se ha venido profundizando, tanto en EEUU como, desigualmente, en el resto del mundo y de América Latina. Ya muchos economistas sostienen que podría ser la crisis más grave desde la Segunda Guerra Mundial o, incluso, desde 1929/30, aunque por muchos motivos no tenga –al menos hasta ahora- un desarrollo catastrófico, ni los colapsos en la producción y el comercio mundiales que caracterizaron a esta última.

Este proceso en la economía mundial actúa, por supuesto, sobre la mencionada crisis de hegemonía del imperialismo yanqui. Entre sus consecuencias, están las de impugnar el papel de centro económico-financiero mundial que jugó EEUU en todo ese período, y también de poner en cuestión la enormidad de los gastos militares que necesita para sostener su dominio mundial.

Otro hecho a tener muy en cuenta, son las primeras respuestas de los gobiernos y los capitalistas de los distintos países a la crisis económico-financiera. Más allá de los discursos demagógicos (“neoliberalismo” se ha vuelto una palabra revulsiva), no se cuestiona seriamente la “regulación” neoliberal-globalizadora adoptada por el capitalismo mundial desde los ’80. Por el contrario, la regla general –en los propios Estados Unidos, Europa, Japón, China y el sudeste asiático- es la de reafirmar (con parches menores que limiten el “desenfreno” de la “especulación”) el curso neoliberal que ha llevado a este desastre. Esto es lógico, ya que se trata, como de costumbre, de hacer pagar la crisis a la clase trabajadora, los sectores populares y los países pobres.

Lo que señalamos arriba es así incluso entre aquellos gobiernos que en Latinoamérica (pero también, minoritariamente, en otras regiones) vienen “coqueteando” con un curso “neo-desarrollista” light. Es que cómo siempre ha sido, cuando llegan los aires de la crisis, la tendencia ha sido hacia adoptar una orientación crecientemente conservadora que tiende a borrar con el codo lo que antes había sido escrito con la mano.

Volviendo al contexto mundial, señalemos que después de privatizar las ganancias, las enormes riquezas producidas durante los años de “crecimiento”, ahora la tarea es socializar las pérdidas. El neoliberalismo muestra su cara “estatista”: en EEUU y otros países, los gobiernos y los bancos centrales corren a salvar, a costa del erario público, a los bandidos capitalistas más grandes y comprometidos. Y al mismo tiempo, sobre los trabajadores, la única clase social productiva y creadora de bienes, comienzan a llover el desempleo y la carestía (especialmente de alimentos y otros artículos de primera necesidad) que reduce aun más los salarios reales.

Esto ya está teniendo una consecuencia lógica: el aumento del descontento obrero y popular, y de todas las tensiones y contradicciones sociales. En primer lugar, entre explotadores y explotados, pero también entre los mismos tiburones capitalistas.

Se están preparando, entonces, las condiciones que pueden motivar una mayor polarización social y política, y el estallido de luchas y confrontaciones de todo tipo. Ya mismo se puede observar un aumento en la conflictividad obrera en varios países de Europa (Italia, Alemania, Francia y Polonia), pero también en lugares tan diversos como Sudáfrica, Egipto o la misma Rusia.

Una nueva coyuntura latinoamericana, dentro del ciclo de rebeliones populares
abierto en el siglo XXI

Este siglo se abrió en América Latina con el estallido en varios países de grandes rebeliones populares que abrieron un ciclo de la lucha de clases muy distinto al cementerio neoliberal que fue la década del 90.

Las rebeliones de Ecuador, las de Bolivia, el argentinazo, los sucesos de Costa Rica, Honduras, y el estallido popular que derrotó al golpe de abril del 2002 en Venezuela, abrieron no sólo ricos procesos políticos y de luchas, sino que además marcaron el “tono” del conjunto de la situación latinoamericana.

Ellos determinaron también cambios políticos en países más estables, como Brasil, Uruguay y otros. Y este ciclo de rebeliones latinoamericanas está lejos de haberse cerrado y menos que menos de haber sufrido derrotas catastróficas, como sucedió con los procesos revolucionarios en el Cono Sur de fines de los ’60 y inicios de los ’70, o de Centroamérica en los ‘80.

Sin embargo, en este ciclo de la lucha de clases abierto con las rebeliones populares del siglo XXI, hay que saber distinguir sus distintos momentos o coyunturas. Al hacer esto, de ninguna manera decimos que la situación es más o menos igual en todos los países. Por el contrario, como sucedió siempre, hay enormes desigualdades y combinaciones distintas entre unos y otros. Pero, de conjunto, desde los comienzos de este siglo, quienes “marcan el paso” de la situación latinoamericana no son los países más “estables”, aunque sean muy importantes como “contrapeso” (caso Brasil), sino los que fueron teatro de las rebeliones populares, Venezuela y Bolivia, en primer lugar.

Hubo una primera coyuntura, en la que el rasgo distintivo fueron las rebeliones propiamente dichas, las grandes luchas al inicio de esta década. Esos procesos determinaron el cambio en el conjunto de la situación de América Latina (y en especial de Sudamérica). O sea, el elemento que determinante de la situación general, golpeaba desde la izquierda, por así decirlo.

Esto fue sucedido por una segunda coyuntura más “estable”, donde el elemento determinante no fueron las rebeliones y luchas de masas, sino los gobiernos “progresistas” como Chávez, Evo, Kirchner, etc., que aparecían como “estabilizadores” y “mediadores” entre las masas populares y el gran capital. Así, por un período, se fueron reabsorbiendo muy desigualmente las crisis políticas y enfrentamientos anteriores.

Ahora, sin que se haya cerrado el ciclo más amplio de rebeliones iniciado con este siglo, estaríamos en un nuevo momento o “tercera coyuntura”, caracterizado por elementos muy contradictorios:

En ellas se distinguen al menos tres rasgos que vienen apareciendo notoriamente con el referéndum del 2 de diciembre en Venezuela, con la crisis internacional desatada por Uribe-Bush hace pocas semanas, con el lock out patronal (mal llamado “paro agrario”) en Argentina; pero también como la recientemente anunciada estatización de Ternium-Sidor:

1) Estamos en una coyuntura de mayor inestabilidad y polarización, y con una diferencia importante en relación a los momentos anteriores: por regla general, la iniciativa ahora no viene desde la “izquierda” social o política, ni de los gobiernos “progresistas”, sino desde su derecha (los escuálidos en Venezuela, los racistas-autonomistas de Santa Cruz en Bolivia, los burgueses del campo en Argentina, etc.).

Es, entonces, a su derecha desde donde se ha establecido el principal polo opositor a esos gobiernos. Es una coyuntura de mayor polarización social y / o política, pero con el rasgo importante de que esa polarización ha comenzado a jugar inicial y principalmente desde la derecha.

Esto se percibe también a nivel internacional. Hace poco tiempo hubiera sido inconcebible el papel continental que el imperialismo yanqui pretende hacer jugar a un monstruo como Uribe.

Más en general, en esta polarización respecto a los gobiernos “progresistas”, el imperialismo yanqui juega un indudable rol de presión. Y no sólo en relación a Chávez, sino también en relación a los que están mucho más a la derecha, como –por ejemplo- el de los Kirchner en Argentina a pesar de que al mismo tiempo, una y otra vez, ensaye pasar un acuerdo global con el.

El gobierno de los Kirchner, no sólo es un gobierno burgués, sino también es muy distinto al del Chávez y Evo. No es un gobierno “anormal”. No es un bonapartismo sui generis, nacional-populista, estilo Chávez ni un gobierno de “frente popular”, como el de Bolivia. Es cualitativamente más “normal” (aunque debe lidiar aún con la herencia dejada por el argentinazo del 2001).

Sin embargo, por su origen (el argentinazo), por su “heterodoxia” económica (cierto proteccionismo y trabas al “libre comercio”), por sus coqueteos con Chávez y Evo, no termina de ser el gobierno que ellos quisieran. EEUU quiere lacayos incondicionales, estilo Menem, Uribe o Calderón… o “políticamente correctos” como Lula y Tabaré Vázquez. ¡Nada de “populismos”, “nacionalismos”, ni “demagogia”, aunque todo eso sea de palabra!

Como dijo claramente Bush en ocasión de la crisis de Colombia con Ecuador y Venezuela: para la actual administración el “mejor ejemplo” de gobierno latinoamericano es el de Uribe.

Este primer rasgo de la actual coyuntura plantea, también, desde el punto de vista más general, una nueva característica de los gobierno de mediación que se han instalado en los Estados que han experimentado movilizaciones más profundas (Venezuela y Bolivia principalmente, pero también Ecuador y Argentina), como lo es la incapacidad para detener a la derecha oligárquica pro imperialista.

Este nuevo rasgo tiene múltiples explicaciones, siendo la fundamental (el ejemplo claro es actualmente Bolivia) el terror que muestran estos gobiernos para usar la mejor arma a disposición para detener a la oligarquía: la acción de las masas. Cuando las masas han aparecido, la derecha neoliberal retrocede, cuando las masas “duermen” (sin duda alguna por la política desmovilizadora desarrollada desde los gobiernos) la derecha reaparace.

La segunda explicación es el carácter de clase que tienen estos gobiernos, que impone que estos gobiernos de mediación hayan encontrado, en el relativo resurgimiento de la derecha, un límite a sus aspiraciones. Con esto, las posibilidades de que Chávez y Morales pudieran avanzar a ser gobiernos obreros y campesinos, se demuestran ahora nulas.

2) En algunos casos importantes, esta polarización política y / o social desde la derecha logra movilizar a sectores de masas (escuálidos, cruceños, marcha del 4 de febrero en Colombia, y ahora, en Argentina, el reaccionario “movimiento agrario”).

Esto también es muy importante, y nos remite a situaciones más “clásicas”, comunes en el siglo pasado. Muchos las han olvidado o no las han conocido, entre otros motivos porque la calle en la última década ha estado casi siempre en manos de la izquierda social y / o política. La derecha parecía circunscripta a su mero poderío electoral, importante pero pasivo. La excepción a eso eran los escuálidos de Venezuela. Pero ahora, el “escualidismo” está dejando de ser excepcional… por lo menos en los países y regiones que siguen dando la tónica del ciclo de rebeliones.

Este segundo rasgo está estrechamente ligado con el primero. El terreno electoral no es suficiente para lidiar con los gobiernos de “mediación” más o menos “progres”. Y, menos que menos –por elevación-, con las brasas de la rebelión popular que siguen “ardiendo” entre amplios sectores de masas, y con el proceso de recomposición de la vanguardia obrera y popular.

La crisis económica mundial pone además una nota de urgencia en los reclamos e intereses de sectores de la burguesía y también de porciones reaccionarias de capas medias que puede poner en movimiento social y / o políticamente.

3) Sin embargo, no puede dejar de señalarse un tercer rasgo de mucha importancia, que también se está haciendo presente en esta nueva coyuntura regional.

Se trata de las posibles “tendencias contrarrestantes” a esta la polarización por la derecha. Estas tendencias en sentido contrario –es decir, hacia la izquierda– podrían provenir de un movimiento de masas que viene de lograr paliativos y / o mejoras como subproducto de la rebelión popular. ¡En ningún lado está escrito que las masas trabajadoras y populares se dejaran despojar de ellas fácilmente! El agravamiento de las condiciones económicas, el salto brutal de la inflación, la eventualidad de un avance en los despidos, podría desatar un importante y muy duro proceso reivindicativo y de lucha entre porciones de trabajadores.

Es decir, a niveles de la amplia vanguardia y / o de sectores del movimiento obrero y de masas, también amenazan, en esta nueva coyuntura, la polarización y los desbordes “por la izquierda” en relación a esos gobiernos.

El mayor ejemplo reciente de esto es la lucha de los obreros de Sidor en Venezuela, que luego de ser duramente reprimidos por el gobierno “bolivariano”, obligaron a Chávez a decretar la nacionalización de esta importante siderúrgica.

De desigual manera y con distinto peso político, esta “tercera coyuntura” ha echado también raíces en Centroamérica, donde los TLC con el imperialismo gringo finalmente fueron aprobados, imponiendo una derrota (no física, ni histórica) fundamentalmente al movimiento de masas de Costa Rica que luchó durante años contra el TLC.

Contradictoriamente, en Honduras, uno de los países más pobres de la región, las masas populares han tomado la batuta y han empezado a cambiar la correlación de fuerzas con el gobierno, con un plan de lucha nacional y donde la clase obrera está jugando un importante pero no masivo rol. Es de esperar que en la medida en que la crisis de los alimentos empeore, la situación en Honduras tienda aun más a la polarización.

En los distintos países y regiones que mencionamos, la aparición, aunque sea todavía limitada, de una polarización “social” a la izquierda de los gobiernos (sobre todo si intervienen sectores de la clase trabajadora), abre oportunidades importantes para las corrientes del socialismo revolucionario que sean independientes de todos los sectores de la burguesía (tanto gubernamentales como opositores). Es decir, posibilidades tanto de encabezar luchas obreras y populares, como de construirse orgánicamente.

El ciclo de las rebeliones populares sigue abierto

Estos tres rasgos que definen una nueva coyuntura política sobre el trasfondo del deterioro de la situación económica mundial y regional, de ninguna manera significan que se haya clausurado el ciclo abierto en América Latina por las rebeliones del siglo XXI. Menos aun que hayamos ingresado en un nuevo ciclo reaccionario. Insistimos: el triunfo logrado por los trabajadores de Sidor en Venezuela, obligando a Chávez a nacionalizar una de las siderúrgicas más importantes del mundo, es una prueba de ello.

El ciclo político de las rebeliones no se ha cerrado, en primer lugar, por el motivo que antes señalamos: no se ha saldado con derrotas graves de los trabajadores y las masas populares, que hayan cambiado globalmente una relación de fuerzas que sigue siendo mucho más favorable que la imperante en la década anterior.

En segundo lugar, la “reabsorción” pacífica intentada por los gobiernos “progresistas” tiene patas cortas, porque no han podido ni querido hacer concesiones que mejoren cualitativamente el nivel de vida de las masas. Ahora, la crisis mundial puede poner en cuestión hasta los mezquinos avances en ese sentido.

Y lo anterior tiene otro desdoblamiento: de manera digamos “contradictoria”, esta tercera coyuntura regional (que se inicia marcada por una fuerte polarización entre el “progresismo” y la derecha), está poniendo en riesgo un elemento importantísimo de la coyuntura anterior: a saber, los avances en la estabilización regional. Porque los elementos de inestabilidad y polarización reaccionaria que están marcando algunos países como Bolivia o la misma Venezuela, podrían tener un “rebote” desde el polo opuesto. Es decir, una respuesta desde el movimiento de masas, que lleve a una ulterior radicalización de ciclo regional.

Por todo esto hay que rechazar los análisis simplistas y esquemáticos de la situación latinoamericana. Tanto las corrientes que creen que “el capitalismo se está cayendo a pedazos” y que “todo sopla a favor de la revolución”; como las corrientes que han sacado la conclusión de que ciclo de las rebeliones ya terminó en “derrota”-, generalizan equivocada y unilateralmente algunos rasgos de una situación mucho más compleja y dialéctica.

Debemos prepararnos, entonces, para un escenario de polarización y de duros enfrentamientos. Hasta ahora, esta polarización ha sido instalada principalmente desde la derecha, pero el caso de Sidor prueba que también desde la izquierda social y / o política de esos gobiernos pueden surgir movimientos que los desborden.

Hipotecando la independencia de clase

Dentro del marco político que venimos desarrollando, es que hay que ubicar la actuación de las corrientes que se reivindican de la izquierda revolucionaria latinoamericana (las corrientes de origen europeo siguen teniendo nulo o escaso arraigo en la región).

En este terreno, se ha venido verificando un fenómeno muy grave y problemático que está reeditando, en las nuevas condiciones, las clásicas discusiones estratégicas, acerca de qué ubicación deben tener las corrientes revolucionarias respecto de los gobiernos y / o campos burgueses en los que se puede dividir la clase dominante.

Un fenómeno de “amnesia” generalizada parece haber hecho olvidar a importantes porciones del trotskismo, que los socialistas revolucionarios en ningún caso podemos alinearnos y / o subordinarnos en los diversos “campos” políticos burgueses que emergen al compás del ciclo político regional. O sea, no podemos alinearnos y / o subordinarnos, ni al “campo progresivo bolivariano” ni al campo de las oposiciones burguesas reaccionarias, como el reciente “paro agrario” en Argentina encabezado por los oligarcas de la Sociedad Rural.

En estas condiciones, al apoyar a un gobierno y / o a un campo burgués opositor considerado “progresivo”, lo que se termina haciendo es hipotecar lastimosamente la independencia política de clase, que debe ser una de las guías maestras de la acción de los socialistas revolucionarios en cualquier circunstancia.

Así, hace ya varios años que todo un sector del trotskismo regional –representado especialmente por la “Revista de América” (MES de Brasil, MST argentino y otros)– viene encarnando una suerte de “trotsko-chavismo”.

Han hipotecado su independencia política detrás del “apoyo crítico” al gobierno de Hugo Chávez. No se trata de un problema meramente “táctico”, sino de una orientación estratégica global que tiende a reducir a cero la caracterización de clase del gobierno chavista, que es irreductiblemente burgués. Esto se hace con el justificativo de llevar adelante una “política de masas”. Pero su consecuencia termina siendo un alineamiento incondicional con este gobierno nacionalista-burgués del siglo XXI.

Un reciente ejemplo, ha sido su ubicación respecto al referéndum constitucional del 2 de diciembre en Venezuela. Llamaron al “doble SÍ; a formar cuadro cerrado con Chávez”, en momentos que nada menos que tres millones de trabajadores “chavistas” se abstenían en función de sus crecientes críticas a los límites de clase del gobierno “bolivariano”.

Y ahora mismo, su grupo en Venezuela (“Marea Socialista”), “agradece” la estatización de Sidor a Chávez, silenciando que esa no era la política del gobierno bolivariano, que llegó a ordenar una dura represión a los obreros sidoristas sólo un mes atrás.

Por el contrario, debería quedar claro que la estatización solo ha sido el resultado de una tenaz lucha obrera de 14 meses.. Y, también, del creciente temor en el seno del chavismo por el desgaste que, como producto de este conflicto, estaba sufriendo en amplios sectores de la clase obrera. Asimismo, la amenaza de una medida de fuerza nacional en apoyo a Sidor, pesó decisivamente en ese cambio de rumbo.

Por si esto fuera poco, esta corriente no solo hipotecó en Venezuela su independencia política, sino también la organizativa. Se sumó con armas y bagajes al partido de Estado chavista –el PSUV– y puso en una crisis casi terminal no sólo a la C-CURA sino también a la propia UNT.

Finalmente, ante el brutal ataque de Chávez a Orlando Chirino, connotados grupos de esta corriente (como el MPU panameño), vienen negándose a defenderlo.

Un nuevo y grave problema político: confusión y capitulaciones frente a las oposiciones
burguesas de derecha

Pero ahora surge un nuevo problema en las filas de la izquierda. Se trata de la actitud frente un hecho frecuente en gran parte del siglo pasado: que puede haber movilizaciones y movimientos de masas y “populares” de derecha (e incluso de extrema derecha). Esto está generado una confusión adicional entre otras corrientes de la izquierda e incluso del trotskismo. Tienen en la cabeza la falsa y simplista caricatura de que la movilización es propiedad exclusiva, hasta con copyright, de la izquierda y los movimientos obreros y sociales “rojos” o por lo menos rosados.

Esta confusión sería “disculpable” en sectores nuevos y jóvenes de la vanguardia. Es que desde hace mucho tiempo, en casi todo el continente (a excepción de Venezuela, con sus “escuálidos”), la calle ha sido el terreno propio de los movimientos sociales y obreros, de la izquierda, de los movimientos nacional-populistas, indigenistas, etc. La derecha no estaba en la calle, sino casi exclusivamente en la actividad electoral, mediática, etc.

Pero si los jóvenes activistas pueden confundirse ante un fenómeno relativamente nuevo, no puede haber disculpa alguna para las corrientes de la izquierda y del trotskismo que perdieron la cabeza. Es un escándalo que algunas de esas corrientes, no sólo vieron rasgos “progresivos” en movimientos de masas social y / o políticamente de derecha, sino que incluso los han apoyado! El caso más grave, por lo reiterado, es el del PSTU-LIT de Brasil (aunque también hicieron lo mismo el MST e Izquierda Socialista de Argentina en el reciente “paro agrario”).

En su momento, había llamado la atención que en el referéndum del 2 de diciembre en Venezuela el PSTU-LIT apoyara el voto por el NO y que luego encontrara “progresivos” a los estudiantes escuálidos.

Pero esto, que podía que podía ser un error grave pero aislado, se ratificó como una orientación más amplia al salir en Argentina, los grupos simpatizantes de esta corriente, en apoyo del “paro agrario”, un lock out patronal encabezado por la oligarquía terrateniente, aplaudido abiertamente por el imperialismo yanqui, y cuyo programa es la demanda neoliberal de que las exportaciones agrarias no paguen impuestos (lo que significaría un aumento fenomenal de los precios de los alimentos para los trabajadores y las masas).

La gravedad de este último desatino motivó luego una autocrítica de uno de los grupos del PSTU-LIT en Argentina. Sin embargo, esa autocrítica no llega a cuestionar la concepción política común que estuvo detrás del apoyo al movimiento de los oligarcas del campo en Argentina, al NO de los escuálidos en Venezuela y a otros casos.

El PSTU-LIT (y, cómo ya hemos señalado, el MST y la IS) quedan “impactados” ante movilizaciones y / o movimientos de masas de derecha, sobre todo si son “opositores”.

Como son “movilizaciones populares” y también “opositoras” (que además han copiado algunos métodos de los movimientos sociales, como el “piquete” y el corte de rutas en Argentina), suponen que deben tener algo de “progresivo”. En síntesis: se pierde la brújula de clase. No sólo en el sentido de quiénes son los lo que salen a la calle, sino en un dato más importante aun para definir su carácter de clase: cuáles son sus programas y sus direcciones.

Cómo ya hemos señalado, casi desde el mismo comienzo del ciclo de rebeliones populares, vimos desarrollarse, en la izquierda y el trotskismo, corrientes que capitulan principalmente ante el impacto del “chavismo”. Ahora, el impacto de este nuevo fenómeno –las movilizaciones “populares” reaccionarias–, provoca cortocircuitos en otras corrientes, como el PSTU-LIT.

En síntesis, lo que ambos errores tienen de común y simétrico, es la renuncia a una posición independiente y de clase, en pos de ubicarse en el campo burgués que estiman más “progresivo”: unos, en el campo de Chávez y / o los gobiernos “progresistas”; otros (o los mismos), en el campo de los opositores a Chávez, Kirchner o Evo, aunque esa oposición sea por derecha, con programas neoliberales, la encabecen los latifundistas y sea apoyada más o menos abiertamente por el imperialismo yanqui.

Llamamiento a las corrientes, agrupamientos, grupos o núcleos socialistas revolucionarios
a formar un polo independiente

Lo que venimos desarrollando ilustra entonces, el tipo de encrucijada en la cual se encuentra el trotskismo en la región.

Lamentablemente, para corrientes como la Revista de América o, desde el ángulo “opuesto”, el PSTU-LIT, el problema político parece reducirse a decidir en cuál de los campos burgueses nos ubicamos: en el campo de los gobiernos “progresistas” y / o “nacionalistas burgueses” –y los sectores empresariales que lo sostienen junto con la burocracia sindical–, o en el campo del movimiento opositor, “escuálido” o “campesino”. Tanto a la Revista de América como al PSTU-LIT ni se le ocurre la opción de sostener una alternativa obrera independiente de ambos campos burgueses.

Por el contrario, la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie estima cada vez más imprescindible levantar una perspectiva opuesta. Es necesario impulsar un polo absolutamente independiente, de la clase trabajadora, los sectores populares y la izquierda revolucionaria. ¿Cómo? Apostando todo al emergente proceso de recomposición de la clase trabajadora, que de una u otra manera está presente de país a país.

En la misma Venezuela, a pesar de las maniobras del chavismo (y de las corrientes afines a él desde la izquierda) para destruir la UNT y la C-CURA, los obreros de Sidor acaban de imponer la estatización –aun sea parcial- de la segunda o tercera siderúrgica de toda Latinoamérica.

En Bolivia, sin perder de vista la inmensa polarización que marca la coyuntura del país entre el gobierno de Morales y la oligarquía del Oriente, entre los mineros de Huanuni y la misma COB empiezan a atisbarse comportamientos más independientes.

En la Argentina, a pesar de que las últimas semanas estuvieron marcadas por la pelea entre el gobierno K y el paro del campo, más temprano que tarde va a emerger con fuerza la lucha reivindicativa de la clase obrera contra la brutal y creciente carestía de la vida.

En un país tan estable como el Brasil, el movimiento estudiantil universitario viene emergiendo en el último período como el actor social más dinámico en la vida política del país, con una ubicación independiente tanto de los partidos del gobierno como de las fuerzas de oposición burguesa.

En el Paraguay, donde la derrota en las elecciones del Partido Colorado en manos del “progresista Lugo” expresa, aunque de manera indirecta y –por ahora- sólo electoral, una maduración política entre sectores del movimiento de masas que podría traducirse mañana en un ascenso en la lucha más de conjunto de los trabajadores del campo y la ciudad.

En la misma Haití ocupada por las “tropas de pacificación” de los gobiernos de la región, organizaciones obreras como Batay Ouvriye vienen cumpliendo un papel creciente en la lucha contra las políticas de hambre capitalistas.

Pero esta acumulación y / o experiencia de recomposición y / o reorganización “social” de los trabajadores requiere –de manera imprescindible- su traslado al plano de la política. Y la pelea por este “traslado” al plano de una acción política independiente y revolucionaria de los trabajadores sólo se podrá hacer desde la más comprometida e intransigente independencia política de clase.

Es decir, desde la afirmación de un polo completamente independiente de los trabajadores, que no ponga a la clase obrera a la rastra de alguno de los campos burgueses en los que se están polarizando los países del subcontinente, sino a la cabeza de una alianza obrera, campesina y popular, en la perspectiva del poder de los trabajadores.

Esto requiere no dar ningún apoyo a un gobierno burgués por más “progresista” o “antiimperialista” que se presente, ni a los acuerdos de Estados que realizan entre ellos, léase MERCOSUR o mismo el ALBA; así como tampoco a los movimientos sociales de las oposiciones burguesas que cómo los escuálidos en Venezuela, la oligarquía del Oriente en Bolivia, o las organizaciones del “campo” en la Argentina, emergen como supuesta “alternativa” social y / o política a estos mismos gobiernos progresistas.

De la misma manera, no se puede apoyar ninguna medida que tomen estos gobiernos por más “progresista” que la misma se considere, a excepción hecha de aquellas que no son más que el subproducto directo de la lucha de clases. Es que ellas no son tales “medidas progresivas”, sino la legalización de una conquista impuesta desde abajo. Por ejemplo, el caso de la estatización de Sidor, en el cual –al mismo tiempo- se debe pelear para que sea sin indemnización y bajo control y / o administración de sus trabajadores.

Tampoco se puede apoyar y / o integrar partidos-de-Estado, como el PSUV, que son organizados desde el aparato estatal, para encuadrar al movimiento de masas “bolivariano” y abortar cualquier posible curso de independencia de clase en ese país.

Por el contrario, de lo que se trata, al calor de la lucha, es de pelear a brazo partido por la recuperación de las organizaciones tradicionales de los trabajadores y / o la puesta en pie de nuevos organismos obreros y de poder.

De la misma manera, luchar por la construcción de instrumentos políticos independientes de los trabajadores. Esto último, en la perspectiva de poner en pié fuertes corrientes y partidos socialistas revolucionarios que sirvan de instrumentos para transformar el actual ciclo de rebeliones populares en un ciclo de revoluciones socialistas (auténticas) en el siglo XXI.

Finalmente, es para pelear por esta perspectiva que llamamos a las corrientes y / o agrupamientos, grupos o núcleos socialistas revolucionarias de los más diversos países de la región que se ubican desde esta perspectiva independiente, a poner en pié en común una iniciativa de frente único que apunte a constituir un polo revolucionario, independiente y socialista que ayude a la emergencia de la clase obrera como actor político independiente, en la perspectiva de establecer su propio poder y la unidad socialista de Latinoamérica.

Corriente internacional Socialismo o Barbarie y
Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de Costa Rica

Es la hora de actuar, con espíritu solidario, y sin demagogia

Es la hora de actuar, con espíritu solidario, y sin demagogia
Intervención del compañero José Ramón Machado Ventura, Primer
Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros en la Mesa
Redonda sobre Desarrollo sostenible: Medio ambiente, cambio climático,
energía; V Cumbre América Latina y el Caribe-Unión Europea.

Lima, Perú, mayo del 2008

Excelencia:

En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro hace ya 16 años, el compañero
Fidel Castro alertó de modo profético que “una importante especie
biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva
liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”. Los años
le han dado la razón.

Digámoslo claramente: no se podrá alcanzar el desarrollo sostenible,
no se detendrán ni se revertirán los negativos impactos del cambio
climático, no se asegurará la protección del medio ambiente a las
generaciones futuras, si prevalecen los irracionales patrones de
producción, distribución y consumo impuestos por el capitalismo. La
globalización del neoliberalismo ha agravado dramáticamente la crisis.

La solución al desafío vital que hoy amenaza a la humanidad no puede
descansar en impedir el desarrollo a los que más lo necesitan. Tenemos
responsabilidades comunes, pero diferenciadas. Los que han acaparado
de modo injusto y egoísta riquezas y tecnologías, los que son
responsables del 76 por ciento de las emisiones de gases de efecto
invernadero acumuladas desde 1850, tienen que asumir el peso principal
en este esfuerzo.

Los países desarrollados deben honrar los compromisos asumidos en
Kyoto en materia de mitigación y, además, movilizar recursos
adicionales para asistir los esfuerzos de adaptación en los países del Sur.

Si, por ejemplo, Estados Unidos reorientara hacia la asistencia
oficial para el desarrollo sostenible, una pequeña parte de su
presupuesto militar para el año fiscal 2008, que asciende a la
astronómica cifra de 696 000 millones de dólares, se podría realizar
una contribución esencial a este esfuerzo. Los países de la Unión
Europea -varios de los cuales califican entre los de más elevado
presupuesto militar en el planeta- podrían iniciar ese camino e
influir sobre su principal aliado para que actúe en igual sentido.

Los precios de los alimentos son impagables para un número creciente
de países. El hambre sigue cobrando vidas y la situación tiende a
agravarse. La estrategia siniestra de convertir los alimentos en
combustibles, propuesta por el presidente de los Estados Unidos, debe
ser combatida con la fuerza de los argumentos científicos y la
evidencia incontrastable de los datos elocuentes de la vida real.

El desarrollo sostenible presupone una revolución en nuestros valores
y en el modo de enfrentar las desigualdades del presente y los
desafíos del futuro. Hay que emprender una revolución energética
global que se sustente en el ahorro, la racionalidad y la eficiencia.

Cuba espera que los miembros de la Unión Europea asuman su deber. Una
conducta responsable de sus miembros serviría de catalizador a la
aceptación por el resto de los países desarrollados del compromiso de
reducir para el año 2020 sus emisiones de gases de efecto invernadero,
en no menos de un 40% respecto a sus niveles de 1990.

La Unión Europea, líder mundial en la producción de tecnologías
limpias y en la explotación de fuentes de energía renovables, está en
capacidad de crear un mecanismo para la transferencia de las mismas,
en condiciones absolutamente preferenciales, hacia los países de
América Latina, el Caribe y el resto del Tercer Mundo.

Citaré solo un ejemplo: la generosidad del pueblo y el Gobierno de la
República Bolivariana de Venezuela, e iniciativas como PETROCARIBE y
el ALBA, establecen un paradigma a ser imitado por la Unión Europea.

Es la hora de actuar, con espíritu solidario, y sin demagogia.

Muchas gracias

Esbozo biográfico de Amparo Casamalhuapa

Amparo Casamalhuapa es una mujer salvadoreña que simbolizó la protesta ciudadana contra la dictadura militar. Y fue una militante de izquierda que en el siglo XX soñó con un nuevo El Salvador. Sus ideas de una patria libre de militarismo y llena de hospitales y escuelas, con empleo justo y vivienda digna, siguen iluminando la lucha del pueblo salvadoreño.

1909. Nace en San Salvador.

1927. Se gradúa como maestra.

1938. Publica El joven sembrador. Talleres Gráficos Cisneros, producto de sus ideas inspiradas en la doctrina vitalista del pensador, Alberto Masferrer.

1939. El 29 de agosto al hacer una ofrenda floral en el aniversario del fusilamiento del líder liberal del siglo XIX, Gerardo Barrios pronuncia un discurso atacando al tirano Maximiliano Hernández Martínez. Héroe al que comparó con el dictador; un genocida “que hace siete años ordenó asesinar –en tres meses- a doce mil ciudadanos inermes para consolidarse en el Poder y que luego ha pisoteado la Constitución de la República y la dignidad de todo ciudadano honrado”

1939. Huye de la persecución política del tirano, primero a Honduras y luego a México.

1939. Contrae matrimonio en México con Alejandro Dagoberto Marroquín

1941. Nace su primer hijo, Lenin Alejandro

1943. Nace su segundo hijo Rolando

1944. En mayo junto con su esposo Alejandro Dagoberto Marroquín regresa a El Salvador luego de la caída del tirano Martínez

1944. Nace su hija Rosalba en El Salvador.

1944. De nuevo al exilio luego del golpe de estado del 21 de octubre

1957. Junto con su esposo Alejandro Dagoberto Marroquín y sus hijos Lenin Alejandro, Rolando y Rosalba, regresan a El Salvador

1970. regresa a México junto con su esposo.

1971. Publica en la Tipografía Ungo, El angosto sendero, novela autobiográfica, que relata su odisea vital hasta los 28 años cuando se enfrentó al tirano.

1971. Muere en San Salvador

1968 y la década del caos

POLÍTICA:
1968 y la década del caos
Análisis de Mario Osava

RÍO DE JANEIRO (IPS) 1968 es un año símbolo, pero no necesariamente un año síntesis. Acontecimientos espectaculares, violentos y multitudinarios le imprimieron el sello de revolucionario, pero definir la naturaleza de esa revolución es lo arduo. Los enigmas y las polémicas se han hecho interminables.

Ampliar el foco a la década ayuda a entender el contexto en el que 1968 ingresó a la historia, con la insurrección estudiantil de mayo en Francia, la invasión de tropas soviéticas a Checoslovaquia, y la ofensiva del Tet que determinó la derrota de la intervención estadounidense en Vietnam. Algunos autores franceses se refieren a los “años 1968”.
Años más o menos, en la década de 1960 surgió en Italia la reacción contra los manicomios, se vivió el auge de las luchas negras por los derechos civiles en Estados Unidos, nacía el movimiento de los homosexuales, el feminismo se volvía más complejo, ampliando sus objetivos de la simple igualdad a la equidad de género y los derechos reproductivos. El ecologismo daba sus primeros pasos, despertando a la importancia vital de la diversidad biológica.

El reconocimiento de la diversidad como valor y principio vital, contrariando siglos de entronización de la homogeneidad —“masificación” era el término de la época— fue una transformación que el mundo sufrió en aquella década.

Pasó a estar a la orden del día el respeto a la diversidad étnica, sexual, humana, biológica, de pensamiento, religiosa, cultural. En este aspecto, el tropicalismo brasileño estuvo más acorde con los nuevos tiempos que otras corrientes artísticas y que los propios militantes revolucionarios.

La industrialización de las sociedades había exacerbado la esquematización de casi todo, en nombre de la productividad. La familia debía tener padre, madre y dos hijos (desde el salario mínimo hasta los automóviles fueron concebidos para cuatro personas), la escuela era una fábrica de profesionales calificados. Casas, ropas, comidas, carreras, todo lo más parecido posible, hecho en una línea de producción.

El ideal de uniformización no tenía ideología, de allí que el comunismo lo llevara más a fondo, con la vigencia de partidos únicos que intentaban extirpar las ideas disidentes.

Esta tendencia se hizo más evidente en la alimentación, por ejemplo. En el transcurso de su historia, la humanidad se alimentó de unas 10.000 especies vegetales, hoy reducidas apenas a 150, y con más de la mitad del volumen consumido concentrado en sólo cuatro: arroz, papa, maíz y trigo. Este es uno de los factores de la actual crisis alimentaria.

Las nuevas perspectivas de supervivencia de los indígenas con sus lenguas y culturas, como pueblos con identidad propia, también son producto de la “revolución de la diversidad” que puede ubicarse en los años 60, así como la libre opción sexual, la ciudadanía de las personas con deficiencia y la idea de inclusión en general.

El ser indígena ya no es, como se creía, un estadio prehistórico que se supera con la extinción o la asimilación.

No se trata sólo de valores o derechos reconocidos, sino también del enriquecimiento de la humanidad, de mayor creatividad y, a menudo, de nuestra supervivencia. Pero son ideas que demoran en arraigar. Sólo ahora, Bolivia y Ecuador buscan definirse como estados plurinacionales, y en Brasil aún hay generales que ven los territorios indígenas en la frontera como amenazas a la soberanía nacional.

América Latina obtuvo su potencial de agitación política con la Revolución Cubana y el “Ché” Guevara asumiendo la misión de diseminar guerrillas, hasta ser asesinado en 1967 en Bolivia. Los grupos insurgentes se volvieron habituales, inclusive en la próspera Europa.

La rebelión de 1968 devino pandémica sobre todo por el movimiento estudiantil. En Brasil desafió a la dictadura con la “Passeata dos Cem Mil” en Río de Janeiro y con otros choques callejeros con la policía, hasta la captura y prisión de toda su dirigencia en octubre de aquel año.

En México, los estudiantes tuvieron como respuesta la masacre de la plaza de Tlatelolco, con decenas o cientos de muertos, nunca se ha sabido con certeza. Alemania, Estados Unidos, Italia, Japón y otros países ricos y democráticos también reprimieron con violencia a sus jóvenes.

El mayo francés fue emblemático por la amplitud de la sublevación y de los cuestionamientos. Las barricadas de París contagiaron a millones de trabajadores que paralizaron el país, ocupando unas 300 fábricas. “Prohibido prohibir”, “abajo el Estado”, “la imaginación al poder”, “sé realista, pide lo imposible” o “no confíes en nadie mayor de 30 años” fueron lemas imperativos de los manifestantes.

La furia del rechazo a todo fue el grito de libertad de una juventud emergente que ya no podía tolerar las camisas de fuerza heredadas.

La píldora anticonceptiva existía desde 1960, pero la moral vigente reprimía el sexo. Nada de relaciones sexuales antes del casamiento. Las religiones eran omnipresentes y castradoras. Ser ateo era casi un crimen. Y el pelo largo una señal de delincuencia. El orden jerárquico era absoluto, casi militar, en las relaciones familiares, laborales y escolares y entre el Estado y la sociedad.

Europa prosperaba, con un sistema de protección social sin precedentes. Pero era una euforia de reprimidos, al menos para los estudiantes.

Hoy cuesta imaginar que la segregación racial era legal en muchos estados estadounidenses hasta 1964, cuando se aprobó la Ley de Derechos Civiles, reivindicación del movimiento negro cuyas protestas se volvieron masivas a partir de 1955. En aquel año, Rosa Parks se negó a ceder su asiento en el autobús a un blanco, iniciando una rebelión contra la ley segregacionista de Alabama. En 1968 fue asesinado Martin Luther King, el principal líder negro.

La intolerancia reinante se agravaba por la guerra fría, que aterrorizaba al mundo con la inminencia de una conflagración nuclear y cercenaba la actividad y las ideas políticas con las “fronteras ideológicas”.

En Brasil o se era parte de la “ civilización occidental, cristiana y democrática” o comunista, y por tanto sujeto a prisión y torturas a partir de 1964.

La cosa no era muy diferente del otro lado de la “cortina de acero”. La invasión de Checoslovaquia en agosto de 1968 sofocó un intento de flexibilizar el régimen con un “socialismo de rostro humano”. Muchas insurgencias de entonces fueron esfuerzos para crear un socialismo distinto del soviético, y en ese aspecto la Revolución Cubana fue una esperanza frustrada.

Pero fue también una época extremadamente creativa. No sólo dio origen a los más diversos movimientos, sino a una gran variedad de nuevas ideas y creaciones artísticas. Los grandes compositores populares brasileños surgieron en aquellos años, así como el educador Paulo Freire, la iglesia progresista, la Teología de la Liberación.

Era un período de utopías, esperanzas y generosas entregas. En África nacían nuevos países independientes, algunos luego de sangrientas guerras anticoloniales, como Argelia —con un millón de muertos—, y con promesas revolucionarias. También se intentaban “revoluciones pacíficas”, como la elección de Salvador Allende en Chile, en 1970.

Fueron ilusiones, en la mayoría de los casos. Allende murió en el golpe de Estado de Augusto Pinochet, en 1973. Los gobiernos africanos autoproclamados marxistas eran una imposibilidad que acabó en guerras internas y corrupción. Muchos manifestantes del mayo francés saludaron la Revolución Cultural china, ignorando que ella entrañaba la negación del espíritu libertario de los estudiantes.

No por casualidad, también en los años 60 se desarrolló la “teoría del caos”, o de los sistemas dinámicos no lineales. Esos estudios constataron que pequeñas alteraciones en un sistema, antes consideradas despreciables, pueden alterar por completo el resultado. Es el llamado “efecto mariposa”, el aleteo que puede provocar tempestades del otro lado del mundo, un grado de incertidumbre que fue incorporado a las ciencias.

“Todos somos sujetos” fue uno de los gritos de 1968. El estudiante no es un “pre-ciudadano” aún en formación. Las minorías, las mujeres, todos son actores relevantes y con causas propias.

Se rompieron también las amarras de la izquierda. La revolución y la lucha por conquistas sociales dejaron de ser privativas de los obreros y los sindicatos, como postulaban los marxistas. Los movimientos sociales se multiplicaron y ganaron las calles, desembocando en la fragmentación actual. El mundo siempre fue un mosaico no lineal, sólo que hasta entonces no era reconocido como tal. (FIN)