EL SALVADOR: TRES DÉCADAS DE LUCHA
Por Mauricio DE LA SELVA (Cuadernos Americanos, Enero-febrero 1962)
Advertencia
EL 2 de diciembre de 1961 cumple treinta años la dictadura militar que padece actualmente el pueblo salvadoreño; en enero de 1962 se cumplen treinta años del ametrallamiento de más de 30 mil campesinos; en febrero siguiente cumple treinta años el fusilamiento de Agustín Farabundo Martí y, siete meses después, también hará treinta años de la muerte de Alberto Masferrer.
Fuera de El Salvador, muchas personas conocen superficialmente lo que se refiere a la dictadura militar y a la matanza de los campesinos, y casi nada o nada del significado de hombres como el líder Martí y el maestro Masferrer ligados con esas dos catástrofes.
Que nosotros sepamos, no existe una biografía de Martí, ni un relato escrito que no sea tendencioso del ametrallamiento de los campesinos, así como de sus antecedentes. Sabemos que la exposición de lo uno y lo otro entraña una gran responsabilidad, debido a la carencia de documentación adecuada, así como a la discrepancia habida entre los componentes del sector revolucionario salvadoreño. Como se ve, el asunto a tratar es delicado, sin embargo, intentamos en un trabajo corto para la importancia del caso reconstruir algo de ese pasado tan útil a la experiencia revolucionaria del pueblo salvadoreño, valiéndonos para ello de los datos (testimonios orales y declaraciones escritas) que hemos tenido a nuestro alcance y parecen fidedignos; además. sirviéndonos hasta de las conjeturas y versiones distintas sobre un hecho, siempre que éstas puedan arrojar luz sobre el caso.
Anticipamos entonces que este trabajo pretende ser una verídica relación cronológica enfocada hacia cuatro aspectos: nacimiento de la dictadura militar, antecedentes al asesinato en masa de los 30 mil campesinos, participación de Martí en el movimiento revolucionario y participación de Masferrer.
Martí y la organización
AGUSTÍN Farabundo Martí es quizá el revolucionario salvadoreño de mayor pureza que puede localizarse dentro de la militancia política honesta. Su vida no es fácil de exponer en unas cuantas páginas, no obstante el intento de mostrarlo a quienes desconocen su trascendencia política y humana, es más, con el objeto de aludir a un símbolo que de esbozar una biografía. Es necesario recordar algo de la vida de Agustín Farabundo Martí, porque con ello recordamos una lección y nos vinculamos al movimiento revolucionario salvadoreño fracasado en 1932.
Martí nació en el poblado de Teotepeque, Departamento de La Libertad, en 1894. Sus padres eran propietarios de dos haciendas que sumaban 20 caballerías (64 hectáreas por caballería). Farabundo hizo estudios bajo la dirección de los salesianos, destacando por su brillante inteligencia. Pasó luego a la Universidad de El Salvador donde cursó el Doctorado en Derecho, sin poder titularse debido a su expulsión del país durante el período presidencial de Jorge Meléndez -del 1 de marzo de 1919 al 28 de febrero de 1923.
En la historia de la lucha salvadoreña entre el terrateniente y el peón agrícola, quizá la primera vez que surge una organización desorientadora, simulando servir los intereses de los más contra los menos, es en el período presidencial de Jorge Meléndez, quien funda la Liga Roja y consigue atraer las simpatías populares. Pero también es la primera vez que surge el nombre de un líder universitario entregado de lleno a las aspiraciones de los trabajadores salvadoreños; Agustín Farabundo Martí denunció en aquella ocasión el papel demagógico de la Liga Roja, enjuició a Meléndez y señaló que los peones agrícolas así como los artesanos que apoyaban a la organización, ignoraban su pérdida de energías y tiempo empleados a favor de un movimiento pequeño burgués que sólo beneficiaría al terrateniente, máxime cuando se aproximaban las elecciones y Meléndez podría utilizarlos para reelegirse o para determinar el triunfo de su propio candidato. La Liga Roja había sido fundada en 1921.
Mientras tanto, las fuerzas democráticas empiezan su propia organización; a ello contribuye el malestar económico que en 1929 culminará con la crisis mundial anunciada desde Nueva York y los acontecimientos alentadores de la Revolución Soviética. En marzo de 1930 se funda el Partido Comunista de El Salvador.
Con anterioridad a la fundación del Partido Comunista, existía en aquel país centroamericano la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños –FRTS- consistente en una agrupación de tendencia anarcosindicalista que reúne fundamentalmente zapateros, panaderos, carpinteros hasta un número de 1.500 artesanos, cuya mayor fuerza radica en los Departamentos de San Salvador, Santa Ana y La Libertad. Los elementos marxistas de esta Federación, así como otros que pertenecen a distintas profesiones y oficios, plantean la necesidad de multiplicar sus fuerzas fundando sindicatos en otros sectores. Para diciembre de 1920, a la vez que se discute acaloradamente, se empieza la organización sindical en San Salvador, el Puerto de La Libertad, Santa Tecla, Armenia, Santa Ana, Jayaque, Sonsonate, Nahuizalco, Juavúa, Ahuachapán y Chalchuapa. En enero de 1930 se efectúa la división entre el elemento anarcosindicalista y el elemento propiamente marxista. Las diferencias comienzan a notarse: mientras la crisis de 1929 empuja al patrón a introducir maquinaria y a los artesanos a organizar cada día lunes de los meses marzo y abril de 1930 pequeñas manifestaciones gritando “¡muera la máquina!’’, la misma crisis orienta al trabajador consciente hacia la agrupación gigantesca, de tal modo que en este año como ya apuntamos se funda el Partido Comunista de El Salvador; en abril se verifica una manifestación de 50,000 personas pidiendo la promulgación de una Ley Obrera que garantice los contratos de trabajo para el obrero de la ciudad y el pago en efectivo para el peón agrícola.
El año de 1930 es pródigo en acontecimientos estructuradores de la historia del pueblo salvadoreño: es el periodo presidencial del Dr. Pío Romero Bosque del 1 de marzo de 1927 al 28 de febrero de 1931; este Presidente responde a la petición de una Ley Obrera, reaccionando amenazador por haberse tocado la vulnerabilidad del señor feudal salvadoreño; expresa estar de acuerdo con el obrero para que se organice y defienda sus derechos, pero afirma no pensar así respecto al campesino; por ello, exige que los líderes dejen en paz a los hombres del campo. Sin embargo, la rueda de la historia gira, en toda la República se preparan manifestaciones que el 1 de mayo insistirán sobre las demandas ya conocidas, Pío Romero Bosque conoce el dato de 60,000 peones agrícolas y 12 obreros sindicalizados listos para desfilar; en la capital el obrero textil, el ferrocarrilero, el de la producción cervecera y el de la construcción constituyen sólido contingente. Romero Bosque acusa a aquella organización insólita de haber sido formada para derrocar a su gobierno, ordenando que se impidan las manifestaciones en todo el país; efectivamente, la gendarmería de distintas poblaciones disolvió en algunos casos e impidió en otros las respectivas concentraciones.
Romero Bosque desata la represión. Mayo y junio son arduos, el pueblo es presa del pánico; el espionaje y el terrorismo amenazan con hacer estragos en las filas revolucionarias; los líderes del FRTS redoblan sus esfuerzos para sostener la animosidad de la lucha, procuran dominar las situaciones más difíciles: verifican substituciones en los puestos claves, eliminan a los elementos dudosos, organizan una Campaña Pro Liberación de Presos Políticos y, en el transcurso de mayo, inauguran el Socorro Rojo Internacional para ayudar a las familias de los asilados o de los encarcelados, proporcionando a estos desde alimentos hasta defensores jurídicos: este Socorro Rojo Internacional funciona en sus efectos económicos (falso lo del ‘oro soviético” propagado por el oro de Wall Street) gracias a la contribución aportada por los trabajadores de todo el país.
Pío Romero Bosque, ante el rostro severo que presenta el pueblo compacto, disminuye la crueldad de su represión; su actitud estimula a los trabajadores que incansables acometen con mejores bríos la Campaña Pro Liberación de los Presos Políticos haciéndola culminar en octubre y noviembre, cuando dichos presos son puestos en libertad. En este tiempo jubiloso se logra tal triunfo y la FRTS agrupa ya 82 mil afiliados.
Esta es la situación política de El Salvador hasta 1930. En ella el sindicalismo y sus líderes representan un frente disciplinado donde prevalece el interés por el hombre del campo. Líderes como Agustín Farabundo Martí se emplean a fondo en la tarea de orientar al campesino, de sacarlo de las concepciones falsas que conducen a interpretar erróneamente la realidad o a valorar en forma exagerada la fuerza que ha descubierto al agruparse para invocar justicia y reclamar lo que ya considera su derecho. Martí comprende el peligro que esto entraña y lo combate aun cuando tenga que recorrer un millón de veces las chozas y los sembrados. Nunca descansa, siempre vela, siempre cumple sus comisiones. La prisión y el destierro repetidos son las únicas causas que lo alejan del campo y de su obligación.
Se conoce una versión acerca de que Martí vivió en México entre 1921 y 1923 y que obtuvo el grado de sargento combatiendo en los Batallones Rojos; tal afirmación se antoja inadmisible debido a que los Batallones fueron licenciados en 1916 por Venustiano Carranza, después que -como escribe José Mancisidor:
“…formados por los obreros de la Casa del Obrero Mundial y los obreros de las fábricas de la región fabril de Orizaba, cumplieron hasta el sacrificio sus compromisos…los obreros conquistaban en los campos de batalla su derecho a una vida mejor”. 1
El movimiento armado que más se acopla a los años antes citados es el de 4 de diciembre de 1923, cuando Adolfo de la Huerta se traslada a Veracruz y durante el gobierno de Álvaro Obregón sucede “La sublevación militar delahuertista” 2 Esta versión sobre la estada de Martí en México no ha sido comprobada como la otra de 1929, lo cual nos inclina a pensar de tres maneras: o llegó muy joven, entre 1915 y 1916, época de los Batallones Rojos, o meteóricamente se enroló en el movimiento delahuertista donde perecieron hombres de la talla de Manuel M. Diéguez combatiente desde 1906 en Cananea y Salvador Alvarado luchador contra la opresión en Yucatán, o bien no estuvo nunca en México antes de 1929 y la admiración del pueblo salvadoreño le imagina, en su condición de revolucionario, cooperando con los mejores hombres de la Revolución Mexicana.
El Dr. David Luna, quien actualmente investiga datos para escribir una biografía sobre Martí, asegura que el líder a su regreso de México estuvo en Guatemala buena parte de 1923, agregando que acometía oficios do trabajador agrícola, de albañil, de peón, e incluso se fue a vivir con una tribu de indios quichés. De ser esto cierto, Martí tampoco estuvo en el movimiento mexicano delahuertista. Por otra parte, hay el dato relativo a que en 1925 el Presidente Orellana, de Guatemala, lo expulsa de dicho país, siendo posible que haya residido aquí desde su expulsión de El Salvador por Meléndez.
No se debe perder de vista que en 1925 se fundó el Partido Comunista Centroamericano y que no ha de ser un simple capricho de Martí realizar la serie de trabajos y oficios antes mencionados, pudiéndose explicar por ahí la drástica medida de Orellana.
De 1923 es la amistad de Martí con Miguel Ángel Vázquez, patriarca salvadoreño del movimiento comunista centroamericano, escapado del fusilamiento en tiempo de Ubico y con más de treinta años de destierro en México. Es uno de los fundadores del Partido de 1925. Martí y Vázquez vuelven a encontrarse al año siguiente en San Salvador, hospedándose aquél en casa de éste, según era costumbre del líder cuando se trataba de las casas de sus amigos revolucionarios. Agustín Farabundo Martí no ejercía su profesión universitaria por una excesiva honradez que lo hacía considerarla inadecuada respecto a su ideología política; para él era preferible trabajar de peón o de obrero.
Quienes conocieron al líder coinciden en que era un hombre difícil de controlar por la policía puesto que, constantemente, cambiaba de domicilio y no daba explicaciones sobre su alejamiento ni a los mismos amigos que lo habían hospedado; certifican que se desplazaba con agilidad y rapidez: sus caminatas eran exhaustivas jornadas.
A la casa donde Farabundo arribaba su primera acción consistía en buscar una máquina de escribir, ya que ella le era útil de inmediato, tanto para dedicarse a su correspondencia como para escribir sus proclamas de Partido. En varios Departamentos de la República sus proclamas se esperaban con ansia y se recibían con beneplácito; algunos trabajadores, máxime si eran campesinos, se reunían alrededor del compañero que las leía; para ellos las proclamas eran origen de reuniones en las que participaban casi como en un culto religioso.
Para el mes de mayo de 1928 Martí radica al lado del Gral. Augusto César Sandino con quien, aparte de la ideología que los separa diametralmente, simpatizan y se cobran mutuo afecto. Juntos están durante casi un año. Martí se preocupa por las ideas teosóficas y masónicas de Sandino, así como también por su empeño de mantener sólo una lucha liberal nacionalista que rechaza cualquier otra de carácter más amplio y, como es natural, con un programa sociopolítico definido. Martí llega a ser el secretario de mayor confianza de Sandino y el más capacitado en materia política, por eso cuando en Mérida se separan por haber surgido el choque ideológico inevitable, corriéndose a propósito el rumor de que el líder salvadoreño por razones de salud se internará en un sanatorio, Sandino lamenta la pérdida de Martí tanto como “la perdida de una batalla”, según expresión de Gregorio Selser; este autor, por cierto, transcribe en su libro 3 unos párrafos que la poetisa uruguaya Blanca Luz Brum atribuye a Martí en el suyo titulado: Blanca Luz. Contra la corriente; párrafos que me permito reproducir parcialmente, puesto que en el caso que el salvadoreño hubiese pronunciado tales palabras, ellas vendrían a ser semejantes a las escritas por él en 20 de febrero de 1931, y que en parte me ha hecho conocer el Dr. Luna. Blanca Luz Brum citada por Selser, reproduce estas palabras:
Mi rompimiento con Sandino no provino, como se dijo alguna vez, de divergencias en principios morales o por normas opuestas de conducta. Yo me negué a seguirle nuevamente a Las Segovias porque él no quiso abrazar el programa comunista que yo defendía. Su bandera era sólo bandera de independencia, bandera de emancipación, y no perseguía fines de rebelión social. Declaro terminantemente esto, porque más de alguna vez se atribuyeron al general Sandino ideas comunistas. . . Tengo interés en que se aclaren estos puntos, para establecer la verdal histórica. Y ya para morir, a dos pasos de la ejecución, declaro solemnemente que el general Sandino es el primer gran patriota del mundo.
Sobre estas palabras que pudo haber dicho Martí antes de ser fusilado comentaremos más adelante; por el momento transcribimos las líneas que debemos ala bondad del Dr. Luna, son estas:
“En Nicaragua esta en el poder Moncada, agente del imperialismo yanqui, a quien combatimos desde Las Segovias cuando Sandino estaba apoyado por las organizaciones antiimperialistas revolucionarias, antes de que Sandino traicionara al movimiento antiimperialista mundial para convertirse en un caudillo pequeño-burgués liberal con aspiraciones a gobernar Nicaragua dentro de los moldes burgueses semi-feudales y semi-coloniales. Desembarque en Corinto el primero del actual en forma que no se conociera mi presencia en Nicaragua. Pasé a Chinandega el dos y permanecí allá hasta el 14.”
Junto con las palabras citadas por Blanca Luz Brum comentaremos también estas que fueron escritas por Martí. Con las reservas del caso aprovechamos los dos fragmentos que acabamos de transcribir para reconocer en el líder salvadoreño la convicción sostenida en su causa. Aclarado esto, agregamos que además de los servicios prestados por Martí como secretario de Sandino, sirvió como combatiente activo en las filas del ejército rebelde, así lo afirma Gustavo Alemán Bolaños al transcribir varias cartas del caudillo nicaragüense en las cuales se refiere al salvadoreño como el Coronel Agustín Farabundo Martí; Alemán Bolaños constata que dicho grado militar le fue conferido gracias a su comportamiento de soldado; leamos:
“…Agustín Farabundo Martí tomó parte en varias acciones de armas, como lo testifica ante el autor de estas líneas el general Carlos Quezada, y fue el secretario de confianza del general Sandino. Hombre entendido y hasta ilustrado, ayudó con su competencia al jefe de aquel movimiento extraordinario.4
Separado de Sandino desde agosto de 1929, Martí viaja a México para acompañar a su madre que se encuentra enferma en el Distrito Federal, donde reside los meses de noviembre y diciembre de aquel año y los de enero y febrero de 1930; en este último Martí es huésped por quince días de la Penitenciaría. ¿Causa? Daniel Flores intenta dar muerte en el primer día de su gobierno al Presidente Pascual Ortiz Rubio cuando a las 13.40 del 5 de febrero se dirigía del Palacio Nacional hacia su casa. Martí que no cree en el Presidente como representante de la Revolución Mexicana exterioriza su aprobación al atentado, razón bastante para que la autoridad más cercana después de escucharlo le remita al Palacio Negro de Lecumberri.
De regreso en Centroamérica el líder es informado de la fundación de los partidos comunistas centroamericanos; en Guatemala sabe que el Partido Comunista de El Salvador fue integrado a orillas del Lago de Ilopango en momentos de la más cruda represión. En marzo de 1930 Miguel Ángel Vázquez lo relaciona con el mexicano Jorge Fernández Anaya 5, quien expone que en El Salvador el desastre de la crisis mundial ha repercutido dando mayor combatividad a los trabajadores, y que el exceso de confianza notable en ellos constituye un peligro ante el despotismo del gobierno como instrumento dócil del terrateniente exasperado por la quiebra de valores en la Bolsa de Nueva York.
Días antes del 1 de mayo, Farabundo se dirige a El Salvador siendo encarcelado por motivos baladíes; en octubre y noviembre, cuando todos los presos políticos son puestos en libertad, Pío Romero Bosque hace excepción con Martí; éste recurre a una de sus famosas huelgas de hambre que junto con la protesta ciudadana logra que l6 de diciembre Romero Bosque lo expulse una vez más del país, ahora por mar y a bordo del Vapor Venezuela; así viaja de un lado para otro, vigilado a petición presidencial; sube hasta San Francisco, California, baja al sur rumbo a Nicaragua y a la altura de Corinto escapa el 1 de febrero de 1931; del 2 al 14 de este mes reside en la población de Chinandega y el 20 de febrero está de nuevo en El Salvador.
El dirigente mexicano Jorge Fernández Anaya busca inmediatamente a Martí para comunicarle que las masas populares de distintos puntos de la República, acosadas por el hambre y las injusticias de que las ha hecho víctimas el Gobierno y los terratenientes, plantean la insurrección armada como respuesta digna a tal situación; le manifiesta que considera peligroso aquel planteamiento, ya que carecen de un fogueo largo y verdadero, es decir, de una irrefutable madurez política capaz de sacarlos avante de cualquier gran prueba; que él, Fernández Anaya, y otros dirigentes están de acuerdo en llevar la sindicalización a nuevos sectores, en extender el frente revolucionario a núcleos importantes como los profesionistas, estudiantes y empleados; en fin, que los trabajadores han depuesto temporalmente su actitud hostil confiando en que el Presidente electo por el que han votado les realizará los proyectos contenidos en su programa popular de gobierno.
Cuando el 20 de febrero de 1931 Martí regresa a El Salvador, ya se han efectuado las elecciones para designar nuevo Presidente de la República. En la campaña electoral de 1930 han sido electos para Presidente y Vicepresidente, en forma respectiva, los ciudadanos Ing. Arturo Araujo y Gral. Maximiliano Hernández Martínez; este último asume también el cargo de Ministro de Guerra. Pío Romero Bosque concluirá su mandato el 28 de febrero de 1931 y ya no considera problema suyo el regreso de Martí. Farabundo, en cambio, aprovecha para movilizarse entre los trabajadores que, en los recientes cuatro años, han sufrido las más flagrantes violaciones en sus derechos ciudadanos, son los cuatro años de gobierno de Romero Bosque a quien la burguesía y la clase media le denomina, en un juego preconcebido, “Padre de la Democracia Salvadoreña”. Martí toma conciencia del instante histórico que se vive, de la responsabilidad que pesa sobre su partido corno auténtico partido de masas, de la razón que asiste a éstas desde los días de la Liga Roja y la crisis de 1920-1921 hasta la de 1929 y los asesinatos de Romero Bosque, de los años de esclavitud colonial y los actuales de incipiente proletarización agrícola, del sufrimiento y la opresión ahora recrudecidos, pero que vienen rodando y arrasando como un alud desde los días de la Conquista; la tarea es ardua: un pueblo que ha muerto tantas veces en cuatro siglos, que ha muerto a diario como cada cien años, no puede ser desoído en esta hora que la miseria y la persecución atesoran rebeldía con la esperanza de arribar a la vida, a su liberación. Agustín Farabundo Martí y los demás dirigentes ya no se apartarán un momento de los trabajadores.
Masferrer y lo imposible
Todos 1os argumentos más o menos aceptables con que se defiende la propiedad privada, aparecen como burdas patrañas cuando se trata de justificar el monopolio de la tierra.-A.M.
Y es aquí donde se hace necesario mencionar la presencia del pensador y apóstol Alberto Masferrer, porque es aquí cuando penetra de lleno a la política activa del país, cuando ha vislumbrado la tempestad que puede desatarse sobre el pueblo y se apresta a preservarlo de cualquier peligro. Masferrer es el maestro que desde principio de siglo ha dicho su preocupación por el campesino y el obrero salvadoreños; poeta, sociólogo, novelista, filósofo, humanista, periodista, ha manifestado su palabra en favor de los oprimidos; con titubeos entre el materialista y el metafísico, sus juicios han estado presididos siempre por la honradez; su primer libro le valió un destierro y su exposición constante de inconformidad ante la injusticia social le asegura el odio de los poderosos. Sin embargo, Masferrer y su opinión trascendente en materia política no han ido más allá del planteamiento teórico, desconociendo por ello el secreto de la militancia. Autodidacta, radicado por muchos años en países de América y Europa conoce a su debido tiempo el anarquismo, el socialismo, el comunismo y los debates irreconciliables que entre uno y otros se libran.
La bibliografía de las obras de distinto género escritas por el maestro salvadoreño es bastante amplia, mas para los fines de este trabajo bastaría aludir a su doctrina del Mínimum vital, escrita entre agosto de 1928 y febrero de 1929. Esta doctrina es la coronación de una serie de artículos, poemas y ensayos publicados en casi treinta años de su vida, durante los cuales el terrateniente semifeudal y el burgués le han despreciado o irrespetado, mientras la clase trabajadora le ha escuchado como a uno de sus posibles salvadores. El Mínimum vital esta dirigido a unos y a otros, sea a los que pueden desprenderse de una parte de su riqueza para beneficiar a los más, o sea a estos para que se acostumbren a conocer al menos los derechos y satisfactores que algún día disfrutarán. Largo sería exponer aquí las ventajas –sin que por ello olvidemos sus desventajas- de aquella doctrina. Pedro de Alba afirma:
“El pensamiento del maestro salvadoreño adquiere resonancia internacional; sus doctrinas se identifican con los más proyectos para la creación de un mundo futuro equilibrado y justiciero. Los economistas ingleses que hablaron en los años de gran peligro -1940-1941- de la democracia dinámica y del mínimo de derechos económicos para todo ciudadano, parece que hubieran leído el manifiesto del Mínimum vital, el algunas conclusiones hasta usan las mismas palabras.”
En la campaña electoral de 1930 Masferrer actúa a favor del candidato Arturo Araujo; éste le ha prometido resarcir de su pérdida al campesino despojado, siempre y cuando el maestro le realice su campaña con base en el Mínimum vital. Para Masferrer es suficiente y se apresta a ceder la limpidez de su prestigio, su renombre de intelectual revolucionario y la prédica ético-política que ha sido su vida. Masferrer cree en Araujo, político y terrateniente distanciado de su clase y resentido de ya no poseer fortuna; Masferrer necesita creer, se lo exige su angustia ante el descontento popular del que ya se deduce un firme propósito de enfrentarte a futuras provocaciones; le es forzoso creer, simplemente creer, sin entrar en mayores análisis; por eso acepta sin titubeos la promesa de Araujo de que atenderá las peticiones del pueblo. La idea del resultado sangriento de una rebelión conduce al maestro de su condición pasiva de político quieto a la circunstancia activa de político en movimiento, un movimiento que desconoce por ignorar las reglas del juego en la realidad. Así, a los sesentaidós años de edad, arriesga la experiencia casi cristiana de su amor a los otros y convierte el Mínimum vital en bandera de un candidato presidencial.
Es oportuno aquí, transcribir la síntesis del Mínimum vital elaborada por Alberto Masferrer para quienes no quisieran releer la doctrina; veamos:
“1) Toda criatura, por el simple hecho de nacer y vivir, tiene derecho a que la Colectividad le asegure, mediante una justa y sabia organización de la propiedad, del trabajo, de la producción y del consumo, un MINIMUM DE VIDA INTEGRA, o sea la satisfacción de las necesidades primordiales;
2) La Naturaleza ha previsto lo necesario a la consecución de ese fin, dotando a la Colectividad de Substancias Comunes, que sola la materia prima del trabajo y de la vida, y dotando a cada individuo de instrumentos que le capaciten para transformar esa substancia, y extraer de ellas todo lo necesario para la sustentación individual y colectiva;
3) La tierra, el agua, el aire, la luz, el calor solar, con todas sus modalidades y potencialidades, son esas substancias comunes, herencia y propiedad de todos los seres, y por consiguiente no apropiables a título perenne por ningún individuo, sino por usurpación que nada puede jamás justificar. Así, ningún hombre es dueño legítimo de la tierra: usa de ella en cuanto se lo permiten las leyes y costumbres creadas por la Colectividad, que es la sola y legítima poseedora,
4) Los instrumentos de trabajo de cada hombre, son sus brazos, sus piernas, sus sentidos, sus pensamientos. El motor de ellos, su voluntad de trabajador: y en cuanto realice esa voluntad, mantiene su derecho imprescindible a un Mínimum de Vida integra,
5) El deber primario, anterior a todo, por encima de todo, para el individuo, la familia, la Comuna y el Estado, es organizar la propiedad, el trabajo, la producción y el consumo, lo mismo que las relaciones entre hombre y hombre, de manera que todo converja a la realización perenne y fácil del Mínimum Vital: es decir, a que el trabajador encuentre siempre las condiciones necesarias para alcanzar su Mínimum de Vida Integra.”7
Pero ninguno de los puntos esenciales o no esenciales del Mínimum vital se realiza; Arturo Araujo llega a la Presidencia de la República y no vuelve a acordarse de su promesa hecha a don Alberto, no escucha las peticiones del pueblo, no se preocupa por satisfacerle ninguna de sus necesidades; solicita empréstitos y al recibirlos sólo sabe despilfarrarlos o ponerlos en manos del oligarca succionador.
El maestro sufre la burla, sufre la traición de que ha sido víctima; tarde empieza a fijarse en la ineptitud de Arturo Araujo, en la presión del terrateniente por sus intereses amenazados a causa de la crisis mundial, en la ineficacia de su doctrina para detener la hecatombe presentida.
Masferrer y sus sesentaitrés años van al exilio voluntario. El hombre derrotado comienza a morirse de impotencia y sale rumbo a Guatemala mucho antes de establecerse el Directorio Militar que derroca al inepto Araujo; el maestro llega a Quetzaltenango con el primer golpe recibido, el de la burla de Araujo, y es ya en el destierro que recibe la noticia del Directorio en el poder. Sin embargo, su calvario apenas está iniciándose, luego sabrá que el tres de diciembre la situación en El Salvador ha empeorado, porque el debate ya no sólo gira alrededor de lo económico, sino también de lo político; las clases altas no confían mucho en el Directorio aun cuando estén más tranquilas que con Araujo; el terrateniente ensoberbecido siente crecer su señorío y maltrata al peón rural; posiblemente causas como ésta hacen que trabajadores de las poblaciones de Turín y Atiquizaya decreten una huelga de brazos caídos por recibir pago injusto de jornales, a lo que el terrateniente responde alquilando esquiroles que son de inmediato atacados furiosamente por los huelguistas; la Guardia Nacional cercana y puesta por el gobierno al servicio del señor feudal interviene con violencia, acto por el que surge la protesta solidaria extendiéndose a otras entidades como Tacuba, Apaneca y Ataco en el Departamento de Ahuachapán, y Nahuizalco, Izalco y Salcoatitán en el Departamento de Sonsonate. Masferrer sabrá que el 4 de diciembre el Directorio Militar entrega el Poder al Vicepresidente y Ministro de Guerra Maximiliano Hernández Martínez.
Sobre este ascenso de Martínez hay versiones distintas que vale la pena detenernos a conocer; conformémonos con las tres más importantes: una, que siendo candidato a la Presidencia de la República cuando también lo es Araujo, decide retirar su candidatura reconociendo la popularidad del Mínimum vital y su imposibilidad de triunfar sin fraude, por lo que se adhiere a la papeleta araujista como Vicepresidente a sabiendas de la ineptitud del civil y de su ciento por ciento de probabilidades de sustituirlo en el caso de un Golpe de estado; dos, que Martínez es llamado por Araujo en los momentos de la sublevación militar y que aquel, antes de dirigirse a casa del Presidente, astuto y sagaz como siempre fue, dio órdenes al chofer para que lo condujese primero a la escuela Politécnica y después al Cuartel El Zapote; en la escuela los militares jóvenes lo recibieron irrespetuosamente, dio media vuelta y ordenó marchar hacia el cuartel donde fue recibido con ráfagas de ametralladora; exponiéndose y con audacia hizo que su chofer avanzara hasta que los otros pudieran darse cuenta de que venía solo y no podía causar daño; bajo del automóvil dejando a su ayudante y al chofer, entró y cuando pasada media hora los dos acompañantes fueron llamados, encontraron al Gral. Hernández Martínez posesionado de la voluntad de los rebeldes; y tres, que a Martínez por ser el Ministro de Guerra lo apresaron creyéndolo leal al Presidente, lo cual quedo eliminado cuando el detenido aceptó pagar los meses de sueldo atrasados y poner al día la hacienda Pública. Estas tres explicaciones corresponden respectivamente, a William Krehm8 y versiones populares; al Dr. David Luna, amigo del que fuera ayudante de Martínez; y al periodista Jacinto Castellanos Rivas, impuesto a la sazón, como Secretario Presidencial al hábil Hernández. Martínez.
Para mientras, Alberto Masferrer no ha podido permanecer en Guatemala; las oligarquías centroamericanas señalan en él al agente moscovita, al comunista peligroso, induciendo al tirano Ubico a que lo expulse de Quetzaltenango: el maestro vencido, triste, envejece más aprisa, casi con la misma rapidez que rejuvenecía cuando recorrió las poblaciones salvadoreñas en la campaña electoral de Araujo; arriba a San Pedro Sula en Honduras y deja entrever su dolor por lo que se aproxima para los trabajadores salvadoreños; le duele la burla de que hicieron objeto a éstos cuando confiaron en la doctrina del Mínimum vital buscando mejorar sus vidas.
Origen de la dictadura
MARTÍNEZ se enfrenta al descontento popular y a las exigencias del terrateniente; piensa en lo oportuno que le sería un empréstito por parte de los Estados Unidos, pero repara en que, el gobierno yanqui, no ha reconocido al suyo dado su origen anticonstitucional. Entonces recurre a un ardid para hacer notar su inteligencia de hombre sin escrúpulos, dispuesto en el futuro a consolidar la dictadura de su casta al servicio del oligarca; urde la provocación; alienta en forma indirecta la rebelión de la masa popular desesperada: en los cuarteles los soldados rasos reciben permisos extraños para dirigirse a sus respectivos lugares de origen que, por lo regular, se ubican en zonas rurales donde los esperan los amigos y los familiares para indagar sobre lo que se dice en los cuarteles; los soldados repiten lo que se les ha confiado: que el Gral. Martínez está con los pobres, pero que no puede hacer nada ante la presión de los ricos, que otra cosa sería si pudiese apreciarse públicamente una demostración de las dificultades que pasa el pueblo. Por fortuna, los dirigentes no dormían y, comprendiendo la provocación, la expusieron a las organizaciones sindicales, logrando contener por cierto tiempo los ímpetus de los trabajadores dispuestos ya a la peor de las catástrofes.
En estas circunstancias, la voz que más aconsejaba al campesino y al obrero hambrientos era la voz de su miseria; esta voz fue la que creó en ellos la posibilidad de liberarse mediante el levantamiento armado; esta voz fue la que predominó en los oídos y el entendimiento contra la mesura y la lógica del dirigente que preveía el peligro inminente; a esta voz mala consejera habían temido desde el principio los miembros del Partido Comunista de El Salvador; a esta voz y sus consecuencias era que habían combatido los líderes comunistas durante aquella confusión de corrientes ideológicas anarquistas, minimumvitalistas, trotskistas, apristas, socialistas flotantes en el ambiente; a esta voz fue la que combatió Martí cuando una y otra vez recorrió los jacales y las siembras. En esta ocasión, los esfuerzos multiplicados de los dirigentes lograron burlar la cacería del ‘‘fraternal’’ teósofo y masón.
No obstante, ya los días estaban contados, Más que la palabra consejera del hermano de clase es decisiva la determinación de medir las fuerzas del hambre con las fuerzas del hambreador; el machete, el azadón, la piedra contra la ametralladora bien emplazada; los campesinos y los obreros no ignoran esta desigualdad ni dudan del líder que expone sus contundentes razones; los trabajadores misérrimos, cetrinos, afilados, terrosos fijan en grupos sus cientos de ojos transparentes multiplicados al infinito, proyectados sobre el hombre sabio incansable de manifestarles los peligros que circundan a las mayorías del pueblo; en aquellos instantes agolpados no urgen ya las palabras, porque el silencio espeso que se moldea hace que se comprenda todo: las masas populares pendientes de su idea, no dicen nada, los dirigentes vuelven a empezar su tarea de dirigentes; las dos partes que forman este frente decisivo saben de sobra que a ninguna le corresponderá pronunciar “detenerse!” o “adelante!”; por el momento, y por toda la vida de sus muertes, el militar y el despojador serán quienes digan sus frases de plomo prendiéndose como grises y minúsculos dientes a los borbotones de sangre proletaria. La suerte está echada, y el líder que no pudo convencer a los conglomerados de hermanos tampoco se marcha; va a esperar los días, las horas o los minutos que estén ya contados.
Todavía se intenta la lucha de clases por los cauces que permite la legalidad; el Partido Comunista encabeza la oposición y concurre a las elecciones para designar alcalde de la ciudad de San Salvador; el 5 de enero de 1932 se lleva a cabo la votación y triunfa abrumadoramente la alianza votante opositora al gobierno. El tirano encuentra al fin su oportunidad; Hernández Martínez prepara la provocación y declara que desconoce el triunfo del pueblo.
¡Ahora sí! Es el enemigo quien ha dado la orden. Las masas populares creen conocer un solo camino: la insurrección. Los dirigentes están ahí para orientar en un clima saturado de posibilidades y buenas intenciones; no es, como podría pensarse, un movimiento suicida, sin programas ni trincheras, no, es una revolución en la que los hombres tienen conciencia clasista y van a dar la batalla con su mejor espíritu y la mejor de las dignidades. Se han escogido entre los fusiles del hambre que diariamente causan estragos en los estómagos vacíos y los fusiles que pueden cortar la vida o prolongarla si a tiempo son arrebatados.
Las órdenes del levantamiento en toda la República indican el 22 de enero de 1932, a las 12 de la noche, como el día de prueba. Algunos caen en manos de la gendarmería antes del 22. Martí, junto con Alfonso Luna y Mario Zapata son capturados el 19 de enero; se vislumbra el ocaso de Agustín Farabundo Martí, el más grande líder comunista que ha tenido el pueblo salvadoreño. Luna y Zapata son dos estudiantes de veintidós y veintiún años, respectivamente. En la posteridad el pueblo identifica estos tres nombres como los tres estudiantes, sin interesarle el saber que Farabundo era entonces un hombre maduro, de treintaiocho años, que hacía tiempo se había separado de la Universidad.
Y aquí aparece de nuevo el fantasma de las versiones distintas sobre los instantes próximos al fusilamiento de los tres estudiantes, como gusta al pueblo salvadoreño; recordamos que Gregorio Selser reproduce una página del libro de Blanca Luz Brum, quien asegura haber recogido en ella las últimas palabras de Martí beneficiando a Sandino; pues bien, el periodista Jacinto Castellanos Rivas que ya hemos citado y que dijimos era Secretario de Maximiliano Hernández Martínez ha afirmado que a la hora de la ejecución sólo asistieron dos personas aparte de los hombres que formaban el pelotón; un sacerdote que aún vive en El Salvador y cuyo nombre no hemos podido retener y el mismo periodista Jacinto Castellanos Rivas; es a éste que le piden la última gracia los condenados a muerte: Martí solicitó unos cigarros-puros baratos; Zapata el cuidado de su esposa a la que dejaba encinta; y Luna una botella de licor. Las declaraciones de Castellanos Rivas favorecen al Dr. David Luna; además, la construcción de las frases y lo determinante de los conceptos revolucionarios no dejan lugar a dudas de que quien escribe es el dirigente Agustín Farabundo Martí; mientras que la transcripción de la señora Brum no es tan contundente y podría firmarla cualquiera que no fuese tan radical en su militancia revolucionaria. Por otra parte, debemos recordar que aquellos no eran días de fiesta como para salir a la calle en la madrugada cuando estaban vigentes la Ley Marcial y el Estado de sitio, que los señoritos hacendados cargaban sus escopetas y salían a ‘cazar comunistas”, que la situación no halagaba la curiosidad de ninguna persona como para que ésta saliese aún a oscuras, arriesgando su vida, sólo por ver el fusilamiento en la madrugada. ¿Ante quién entonces pudo haber hablado Martí si es cierto que él y sus compañeros fueron ejecutados al amanecer?
Según datos, el movimiento revolucionario fue destrozado en ocho días aun cuando Hernández Martínez continuó asesinando trabajadores durante más de un año. Hay testimonios de la forma viril en que caían aquellos hombres; los líderes, así como los hombres comunes de la masa proletaria eran gentes que se morían con la sonrisa fresca, alentada por una firme convicción; no se recuerdan versiones sobre hombres que fuesen cobardes o que se pusieran a explicar falsos arrepentimientos; pocas veces en la historia de los humanidad los sacrificados como estos de El Salvador han cifrado su firmeza en algo más concreto que los conceptos religiosos o la jugarreta metafísica. El futuro grandioso de los pueblos exigirá que el sociólogo, el psicólogo, el historiador, el político, etc., deliberen apasionadamente sobre esta clase de movimientos que se repiten en el mundo cada vez que la injusticia agudizada cuja la historia de mártires y héroes.
Es fascinante, por ejemplo, la conducta del indio Feliciano Ama, quien al darse cuenta que todo ha fracasado pide a sus hombres que se alejen, que lo dejen solo para responder por todos como jefe, como cacique, para enfrentarse a los gendarmes que viene a buscarlos; se declara culpable e impasible, se deja colgar de un árbol situado en el parque de la población de Izalco. ¿Ama era comunista? ¿Por qué fue a la revolución
si era uno de los caciques indígenas más respetados de aquel lugar? Sencillamente, porque era un campesino de los que continuamente despojaba el señor semifeudal. Feliciano Ama controló cuatro días la zona de Izalco.
Entre los trabajadores de la ciudad son muchos los casos que emulan la pasividad y la responsabilidad de Ama ante la muerte; se podrían citar miles de casos de trabajadores que no reciben ninguna sorpresa cuando los mílites les comunican su próxima ejecución; el obrero industrial Rafael Bondanza, uno de los fundadores de la Federación Regional de Trabajadores, primero, y después del Partido Comunista, es otro ejemplo; lo tornaron preso en Ilopango y lo fusilaron el 27 de enero en Soyapango; en el momento de recibir la descarga no sólo mostró valor, sino que pudo gritar: “¡Viva la Internacional Comunista!”
De los tres estudiantes se sabe que el 31 de enero, cuando se les llevó ante el Consejo de Guerra, el líder Martí defendió a sus dos compañeros alegando en descargo de ellos que eran jóvenes inexpertos, que nada sabían del levantamiento, que si había culpables él, Farabundo, era el más comprometido y que responsable de ello aceptaba gustoso su pena, esperando que por la misma razón pusiesen en libertad a los jóvenes. Por supuesto, Martí no fue atendido en la defensa de sus compañeros, pero en cambio éstos le reclamaron el menosprecio de que se habían sentido objeto, pues declararon estar tranquilos por haber cumplido con su deber y condenaron la defensa que los empequeñecía bajo el pretexto de intentar rescatarles la vida.
El 1 de febrero de 1932, entonces día de la madre los tres hombres fueron conducidos al costado norte del cementerio de San salvador, el pelotón los paró juntos a los tres; Agustín Farabundo Martí fue colocado entre Luna y Zapata. Al instante d e la última orden, Farabundo gritó: ¡Viva el socorro Rojo Internacional!” y uno de los compañeros alcanzó a responder con las tres primeras letras del “¡Viva!” que se le ahogo entre la emoción y la muerte.
Ese mismo año, el 4 de septiembre, o catorce días de volver después del destierro ya paralítico y mudo, murió –otra forma de fusilamiento- víctima de la traición y la infamia el intelectual y apóstol de El Salvador,: Alberto Masferrer.
Recordemos en estos seis nombres simbólicamente mencionados uno de los movimientos más trascendentes en la lucha revolucionaria latinoamericana; recordémosles: Martí, Masferrer, Ama, Luna, Bondanza y Zapata.
Tres décadas de lucha
Hemos visto cómo y a qué precio nació la dictadura militar de El Salvador; durante treinta años ha sido la garantía de que no sufra alteración el estado de cosas que la originó y que comprende el siguiente panorama: explotación de las mayorías, cárcel, tormento, destierro y muerte para el inconforme, por un lado, y oligarquía, clero y penetración imperialista norteamericana, por el otro.
En un número anterior de Cuadernos Americanos 9 abordamos el lapso que va del “teósofo ametrallador”, Maximiliano Hernández Martínez, al “verdugo de la Universidad”, José María Lemus; en ese trabajo, que cubre hasta septiembre de 1960, señalamos los atropellos y desmanes cometidos por la tiranía de este último contra el pueblo; verdaderos actos vandálicos y violaciones de toda índole que en el mes siguiente pusieron a Lemus en el avión que lo condujo al exilio sin que los intereses imperialistas (mismos de la oligarquía salvadoreña) movieran un solo dedo para evitarlo, ya que el descrédito internacional del gobierno lemusista lo anulaba como instrumento útil en la política latinoamericana del Departamento de Estado. En efecto, desde octubre del año próximo pasado hasta el 25 de enero del presente, gobernó el país una Junta de Gobierno Cívico Militar que, de inmediato, puso en libertad a los numerosos reos políticos, permitió el regreso de los exiliados y anunció castigos para los funcionarios y esbirros que habían masacrado y ofendido al pueblo.
La Junta de Gobierno, que no gozó en un principio de simpatías por no surgir directamente de la acción popular, sino por el contrario a espaldas del pueblo salvadoreño, fue ganando el apoyo unánime de la ciudadanía al ir poniendo en práctica una serie de medidas progresistas. La Junta hizo saber que su gestión se limitaría a restablecer la normalidad y a garantizar la ausencia del fraude durante la elección del próximo Presidente de la República, ya que la resolución de los problemas socioeconómicos requería un largo plazo, propio del Gobierno que nacería del sufragio del pueblo.
Las fuerzas democráticas del país iniciaron una intensa labor de organización a la luz de las libertades otorgadas por el nuevo Gobierno. Los partidos políticos de tendencia democrática, la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños –CGTS-, las organizaciones juveniles y estudiantiles formaron el Frente Nacional de Orientación Cívica designado para llevar hasta el último rincón de la República la consigna fundamental: organización para la democracia.
Esto fue causa de alarma para la oligarquía, el imperialismo y sus instrumentos de siempre (el ejército, el clero, la prensa seria, etc.) que de inmediato levantaron la bandera del anticomunismo, denunciando a la Junta de Gobierno como un dócil instrumento de fuerzas internacionales que, mediante sus nacionales subsidiarias, pretendían colocar al país en la órbita de la Unión Soviética y Cuba. Así se fraguó la caída de este Gobierno que sólo había restablecido la libertad política en El Salvador. El pueblo que en tres ocasiones anteriores logró detener inminentes golpes militares, saliendo masivamente a la calle para expresar su apoyo a la Junta, fue sorprendido por el “cuartelazo” del 25 de enero de 1961, cuando el Ejército, como institución autónoma decidió por si y ante sí derrocar a la Junta y tomar el poder, nombrando un Directorio Cívico Militar para que se hiciera cargo del Gobierno.
No obstante que el golpe militar fue dado en la madrugada, cinco o seis horas más tarde, al circular la noticia, el pueblo se lanzó por cuarta vez a la calle dirigiéndose ahora hacia los cuarteles que suponía leales a la Junta, a fin de solicitar armas para recobrar el Gobierno derrocado. La Guardia Nacional, como hace treinta años, hizo uso de sus fusiles y ametralladoras y al disolver la manifestación dejó a más de ochenta ciudadanos sin vida (cabe el paréntesis para recordar al heroico salvadoreño anónimo que escribió sobre una pared y con su sangre: ¡VIVA LA LIBERTAD!). En la primera semana de Gobierno del Directorio el número de ciudadanos asesinados por las fuerzas represivas pasaron del centenar.
Como ha sido la tradición desde Hernández Martínez hasta Lemus, el Directorio para consolidarse desató el terror fascista: desterró a centenares de personas hacia Honduras, Guatemala, México, Nicaragua y Costa Rica; encarceló a los más honestos dirigentes obreros, estudiantiles, políticos, etc.; suprimió la libertad de expresión, de reunión y de asociación; y vulnera sistemáticamente los derechos de inviolabilidad de la correspondencia y el domicilio, los derechos procesales de defensa y los de habeas corpus y amparo en casos políticos. La Constitución fue suprimida de hecho y el imperio de la Ley sustituido por la fuerza de las armas. Sin embargo, el Directorio no se ha conformado con seguir la línea de sus antecesores militares y ha hecho su aportación en el terreno de las burlas al pueblo; característica suya es que, a la par de la inconcebible represión, ha manifestado una demagogia social agudizada; desde el primer momento se le oyeron afirmaciones que se antojan peligrosas, como esa que asegura que en El Salvador “ha terminado la explotación del hombre por el hombre” y a la que los universitarios respondieron, atinadamente, que “la miseria y la explotación no se eliminan por decreto”. El Directorio ha anunciado una serie de medidas sólo aparentemente enfiladas contra la oligarquía (de las famosas catorce familias) y a favor de mejores condiciones de vida para las clases desposeídas del campo y la ciudad. Debemos tener presente, en este punto, al Presidente Kennedy quien señaló que “Gobiernos del tipo del Directorio Cívico Militar de El Salvador” son “los más eficaces para contener la penetración Castro-comunista en América Latina”, considerando por lo tanto, ideal dicho gobierno como centro de experimentación del Plan Alianza para e Progreso.
Sin lesionar, pues, la estructura semifeudal de la economía salvadoreña, y con la dirección trazada por la Embajada norteamericana, el Directorio Cívico Militar ha anunciado las siguientes medidas de beneficio popular:
1) Promulgación y aplicación del Estatuto Protector del Campesino que contiene, entre otras disposiciones de menor importancia, la del pago obligatorio del día de descanso semanal al trabajador en el campo.
2) Nacionalización del Banco Central de Reserva (único emisor de moneda).
3) Rebaja en el precio de los alquileres de los mesones (viviendas o conventillos).
4) Promulgación de la Ley del Control de cambios y exportación de divisas.
5) Reforma Agraria.
La promulgación del Estatuto Protector del Campesino, hasta ahora, sólo arroja como resultado un grave aumento en el desempleo nacional, pues los patronos despiden a los campesinos antes de aumentarles sueldos o pagarles el descanso señalado por la ley, sin que haya organismos a los que el trabajador afectado recurra en demanda de protección. Una publicación internacional informa objetivamente:
“En cuanto a las condiciones de trabajo, es altamente ilustrativo el hecho de que haya levantado una ola de protestas entre ganaderos y caficultores, el que por Decreto del 1 de marzo de 1961 se haya establecido el descanso dominical remunerado. La CGTS (Confederación General de Trabajadores Salvadoreños) ha denunciado el hecho de que este decreto ha producido una ola de despidos, lo que aumenta el desempleo.”10
La ‘nacionalización” del Banco Central no ha sido otra cosa que una reestructuración de la Junta Directiva, en el seno de la cual se aumentó un miembro (antes era sólo de dos) a la representación estatal, continuando el único emisor de moneda fundamentalmente en manos de la oligarquía salvadoreña.
La rebaja en el precio de los alquileres de los mesones es insignificante en una presunta acción para bajar el costo de la vida, ya que por ser relativamente poca la población de los mesones, las rebajas son inoperantes en la mayoría de los casos.
La ley del control de cambios era una medida impostergable, necesaria desde hacia años, para hacer frente a la crisis financiera salvadoreña que se había venido ocultando tras la artificial cortina de oro del alza en los precios del café; no se trata, pues, de una medida contra la oligarquía, sino de una medida de emergencia a favor del status semifeudal y semicolonial salvadoreño.
La reforma Agraria esgrimida por el Directorio es una reforma Agraria made in USA, que a juzgar por lo que de ella e difunde no pasa de ser un plan de conservación de terrenos, reforestación, etc., sin tocar en un ápice el poder de los grandes terratenientes; lo que, por supuesto, nos hace pensar en la brillante disertación del Comandante Ernesto Guevara –Conferencia del CIES (Punta del Este) Uruguay- que entre otros puntos, expone:
“Nosotros decimos: ¿Quieren hacer Reforma Agraria? Tomen la tierra al que tiene mucha y dénsela al que no tiene. Así se hace Reforma Agraria; lo demás es canto de sirena. La forma de hacerla: si se entrega un pedazo en parcelas, de acuerdo con todas las reglas de la propiedad privada; si se hace en propiedad colectiva; si se hace una mezcla como tenemos nosotros, eso depende de las peculiaridades de cada pueblo; pero la Reforma Agraria se hace liquidando los latifundios…” 11
Mientras esos cantos de sirenas son lanzados al aire por el Directorio, la miseria, la enfermedad, la opresión política, están colocando al pueblo salvadoreño al borde de la desesperación. Esta situación se agravó desde que el Directorio abatió todas las esperanzas de una solución pacífica del problema político, al anunciar la fundación de un “partido oficial” que representara al Gobierno en las futuras elecciones y que es una forma de ir anunciando la imposición de un nuevo régimen, con visos de legalidad, que perpetúe aún más la dominación militar en beneficio de la oligarquía y el imperialismo.
La situación planteada en El Salvador es muy parecida a la que se dio en 1932 y que se solucionó con el asesinato de 30 mil ciudadanos. Un Directorio Cívico Militar encauzó entonces las contradicciones con rumbo a la catástrofe. ¿Se repetirá la historia sangrienta? Lo único que sabemos es que el pueblo salvadoreño organiza sus fuerzas en la clandestinidad, que acumula elementos de triunfo y que está vigilante, dispuesto ya de una vez por todas a lograr un cambio real de la terrible situación que padece desde hace treinta años, empeñado en tomar para sí la dirección de sus propios destinos, incluso contra quienes, aprovechando la crisis política planteada en la actualidad, quieran simplemente derrocar al tiránico Directorio Cívico Militar para proseguir, por otros medios más sutiles, la secular explotación del pueblo salvadoreño.
1. José MANCISIDOR, Historia de la Revolución Mexicana. Libro Mex. Editores. 67 pp. México. D. F. Segunda Edición.
2. ROSENDO SALAZAR. Del militarismo al civilismo en nuestra revolución. Libro Mex. Editores. 411 pp. México, D. F., 1958.
3. GREGORIO SELSER, Sandino. general de hombres libres. Edit. Triángulo, 400 pp. Buenos Aires, Argentina, 1959. Tomo II.
4. GUSTAVO ALEMÁN BOLAÑOS, ‘Sandino! Estudio completo del héroe de Las Segovias. Ediciones simultáneas en México y Buenos Aires, 80 pp., 1932.
5. El profesor mexicano Jorge Fernández Anaya es una de las personas que nos ha hecho conocer datos valiosos sobre los acontecimientos de 1932; y en especial sobre Agustín Farabundo Martí. Fernández Anaya era, desde fines de 1927, el Secretario General de la Juventud Comunista en México, donde funcionaba el Buró del Caribe de la Internacional Juvenil Comunista, siendo designado poco tiempo después para viajar a Centroamérica y ampliar las relaciones entabladas entre jóvenes mexicanos y centroamericanos, todos los cuales habían iniciado con anterioridad un intercambio de cartas a raíz de la remisión del Periódico Estrella Roja. Cumpliendo su misión, al final de 1929, Fernández Anaya, está en Guatemala, luego pasará a El Salvador de donde sólo saldrá definitivamente desahuciado por la fiebre malaria en 1931.
6. Pedro DE ALBA, “La educación vitalista de Alberto Masferrer”, Cuadernos Americanos, pp. 233-260. Núm. 2. México, D. F., 1945.
7. ALBERTO MASFERRER, Páginas escogidas, Editorial de Bellas
Artes. pp. San Salvador. El Salvador, C. A.
8. WILLIAM KREHM. Democracia y tiranías en el Caribe, Edit. Parnaso, 342 pp. Buenos Aires, Argentina, 1957,
9. “El Salvador en 1960”, Cuadernos Americanos. Núm. 6, México, D.F.). 1960
10. “El Salvador. Densidad y Café’’, Panorama Económico Latinoamericano Vol. 3 No. 31, La Habana, Cuba, 1961
11. Política, “Quince días de América y del mundo”, Vol. II Núm. 33, México D.F, 1961