Iglesias salvadoreñas realizan culto ecuménico por la vida y la paz

SAN SALVADOR, 17 de noviembre de 2012 (SIEP). “Hacemos un llamado a que nos acompañen en esta sagrada misión evangélica de trabajar por la vida y la paz de nuestro querido pueblo…” expresó esta mañana durante culto ecuménico frente a catedral, el Obispo Católico Fabio Colindres.

El Culto Ecuménico fue convocado por las iglesias católica, reformada, luterana popular , luterana salvadoreña y episcopal y forma parte de una serie de actividades que realizan estas iglesias para respaldar los esfuerzos, que tanto el obispo Colindres como el líder ciudadano Raúl Mijango realizan para lograr erradicar la violencia del país.

Entre estos esfuerzos se encuentra la tregua entre pandillas pactada en marzo de este año que ha permitido disminuir drásticamente los índices de homicidio y que se pretende se convierta en un gran acuerdo de paz y de convivencia democrática que permita la reincorporación social de estos miles de jóvenes.

Al Culto Ecuménico asistió el cuerpo diplomático del país, incluyendo al Nuncio Apostólico, diputados de la Asamblea legislativa, entre estos el Lic. Benito Lara, y ministros del gabinete, entre estos el Ministro de Justicia y seguridad Publica, General David Munguía Payes.

Voces que se extinguen

Una mañana de principios de otoño Andrei Mongush y sus padres em¬¬pezaron los preparativos de la cena, escogiendo entre el rebaño una oveja y tumbándola sobre el lomo en una lona fuera del cercado. La familia Mongush vive en la taiga siberiana, justo al norte de las estepas infinitas. Su morada se encuentra más allá del horizonte si se mira desde Kizil, la capital de la República de Tuva, en la Federación Rusa. Están cerca del centro geográfico de Asia, pero desde el punto de vista lingüístico y personal habitan una zona fronteriza, un lugar entre el progreso y la tradición.

Históricamente los tuva son pastores nómadas que trasladan su aal (campamento de yurtas) y sus ovejas, vacas y renos de pasto en pasto al ritmo de las estaciones. Los padres de Andrei, que han regresado a su aal rural tras haber trabajado en la ciudad, hablan tuva y ruso. Andrei y su esposa hablan además inglés, que aprenden por su cuenta pegando papelitos con el nombre de los objetos en su moderna co¬¬cina de Kizil. Ambos son músicos de la Orquesta Nacional de Tuva, una agrupación que usa instrumentos y melodías tradicionales. Andrei es un virtuoso de la forma musical tuva por antonomasia: el canto de armónicos, o khöömei.

Cuando pregunto a los universitarios de Kizil por palabras tuva intraducibles al inglés o al ruso, proponen khöömei, porque es un canto tan relacionado con su entorno que solo un nativo puede entenderlo. También sugieren khoj özeeri, el método que siguen para matar ovejas. Si el hecho de sacrificar ganado se puede considerar una muestra de cercanía entre humanos y animales, el khoj özeeri es una versión singularmente íntima de esa proximidad. El matarife introduce la mano por una incisión practicada en la piel de la oveja y secciona con los dedos una arteria vital, haciendo que el animal muera deprisa y sin sufrir.

En la lengua de los tuva, khoj özeeri no significa solo matanza sino también bondad, humanidad, una ceremonia que permite a una familia matar, desollar y despiezar una oveja, salar el cuero, preparar la carne y hacer embutidos con tanto esmero que la operación se completa en dos horas (como han demostrado los Mongush esta mañana), con ropa de fiesta y sin derramar una gota de sangre. El khoj özeeri implica una relación con los animales que al mismo tiempo pondera el carácter de este pueblo. En palabras de uno de los estudiantes, «si un tuva matase un animal como se hace en otros sitios –con rifle o cuchillo–, lo detendrían por salvaje».
El tuva es una de las muchas lenguas minoritarias del mundo. Los siete mil millones de personas que pueblan la Tierra hablan alrededor de 7.000 lenguas. Si el reparto fuese equitativo, cada una de ellas tendría un millón de hablantes. Pero en lingüística las cosas no son equitativas. El 78 % de la población mundial habla las 85 len¬¬guas mayoritarias, mientras que las 3.500 más minoritarias están repartidas entre apenas 8,25 millones de hablantes. Así, mientras que el inglés tiene 328 millones de hablantes nativos, y el mandarín, 845, los hablantes de tuva residentes en Rusia suman solo 235.000. Los lingüistas creen que en el transcurso de este siglo podrían desaparecer casi la mitad de las lenguas vivas del mundo. Más de un millar se consideran seriamente en peligro o en situación crítica, el paso previo a su extinción.
En esta época de globalización y homogeneización, ni las fronteras nacionales ni las naturales protegen ya las lenguas habladas en zonas remotas de los idiomas que dominan la comunicación y el comercio mundiales. La influencia del mandarín, el español, el inglés, el ruso, el hindi y el árabe parece llegar hasta la última aldea, donde compiten con el tuva, el yanomami y las lenguas altaicas en una guerra que se libra casa a casa. En las aldeas tribales, los padres animan a los hijos a abandonar poco a poco la lengua privativa de sus mayores y acercarse a los idiomas que les abrirán las puertas a la educación y el éxito.
¿Cómo reprochárselo? La llegada de la televisión, una ventana abierta a la sociedad de consumo, es aún más irresistible. La prosperidad habla inglés, o eso parece. Como dijo un lingüista, «una lengua es un dialecto con un ejército». El famoso aforismo sobre lengua y poder… Lo que no dijo es que hay ejércitos mejor equipados que otros. Hoy cualquier lengua con una televisión y una moneda está en condiciones de llevarse por de¬¬lante a las que carecen de esos medios, de modo que los habitantes de Tuva deben hablar ruso y chino si pretenden interactuar con el mundo que los rodea. La intrusión del ruso dominante en Tuva es evidente en las competencias verbales de las generaciones de mediados del siglo XX, cuando entre los tuva se estilaba hablar, leer y escribir en ruso y no en su lengua vernácula.
Con todo, el tuva es una lengua sólida en comparación con las más precarizadas, algunas de las cuales han reducido su número de hablantes a un millar, a un puñado, o incluso a un solo in¬¬dividuo. El wintu, una lengua indígena de California, o el siletz dee-ni, de Oregón, o el amurdak, una lengua aborigen del Territorio del Norte australiano, apenas conservan uno o dos hablantes competentes, los que dominan la lengua, o semicompetentes. Cuando los individuos de una comunidad que se expresan con una lengua concreta desaparecen y solo queda una persona, esta se enfrenta a una soledad «inexpresable».
Ante la magnitud de la extinción lingüística moderna, los expertos se apresuran a catalogar y descifrar las lenguas más vulnerables antes de que se pierdan para siempre. Tales circunstancias llevan a los lingüistas a plantearse cuestiones como su valor y utilidad. ¿Encierra en sí misma una lengua un saber útil e irreemplazable para el resto de la humanidad, o es beneficioso solo para sus hablantes nativos? ¿Existen aspectos culturales destinados a perecer si se traducen a una lengua dominante? ¿Qué conocimientos únicos e inesperados pierde el mundo con la desaparición de su diversidad lingüística?
Afortunadamente el tuva no está entre las len¬guas amenazadas del mundo, pero pudo estarlo. Desde la desintegración de la Unión Soviética se ha estabilizado. Hoy cuenta con un «ejército» bien armado: la televisión no ha llegado todavía, ni la moneda, pero hay un periódico y un buen número de hablantes, 264.000, algunos en Mongolia y China. El tofa, en cambio, una lengua siberiana vecina, solo conserva unos 30 hablantes. El caso del tuva es interesante porque lleva a otra pregunta que los lingüistas tratan de responder: ¿por qué unas lenguas prosperan mientras otras declinan o mueren?
 Entre los aka de Palizi, una minúscula aldea rural encaramada en la ladera de una montaña de Arunachal Pradesh, el estado más al nordeste de la India, fui testigo de las consecuencias lamentables del deterioro de una lengua. Llegué a Palizi después de cinco horas conduciendo a través de la selva por pistas de montaña donde solo cabe un coche. La única calle de la aldea está flanqueada por casas construidas sobre pilotes. Los lugareños cultivan el arroz, el ñame, las espinacas, las na¬¬ranjas y el jengibre que consumen, matan sus propios cerdos y cabras y construyen las casas en que viven. Su aislamiento se traduce en autosuficiencia, que se hace evidente en la aparente falta de un término aka para referirse al trabajo en el sentido de empleo remunerado.
Este pueblo cuantifica la riqueza de una persona en mithan, una raza bovina himalaya. Por ejemplo, en Palizi el precio de una esposa que se precie es de ocho cabezas de mithan. La posesión más estimada entre los aka es el precioso collar tradzy (con un valor de hasta siete cabezas de mithan), confeccionado normalmente con piedras amarillas. Los collares pasan de generación en generación; algunos de los más raros solo se pueden tener por herencia.
Hablar aka, o cualquier lengua, es sumergirse en su carácter y su modo de ver las cosas, comprender el pensamiento que articula. «Yo veo el mundo a través del cristal de esta lengua», me dijo el padre Vijay D’Souza, director del colegio jesuita de Palizi cuando visité el lugar. Un motivo por el que la Compañía de Jesús abrió la escuela fue su preocupación por la fragilidad de la lengua y la cultura aka y su voluntad de trabajar por ellas (si bien las clases se im¬¬parten en inglés). D’Souza es del sur de la India y su lengua materna es el konkani. Cuando llegó a Palizi en 1999 y empezó a hablar aka, ese lenguaje lo transformó.
«La lengua modifica tu modo de pensar, tu cosmovisión», me dijo un día en su despacho, abierto a un pasillo por el que los niños corrían hacia sus clases. Un ejemplo: mucrow. En la lengua nativa de D’Souza, la palabra equivalente sería un insulto, pues significa «viejo». En aka significa algo más. Connota respeto, deferencia, afecto. Un aka podría dirigirse a una mujer llamándola mucrow para subrayar su buen hacer en la vida pública de la comunidad, y «una esposa aka llama mucrow a su marido con cariño, aunque sea joven», dice D’Souza.
Los lingüistas estadounidenses David Harrison y Greg Anderson llevan viajando a Arunachal Pradesh desde 2008 para conocer las lenguas de la zona. Se suman a los numerosos especialistas de todo el mundo involucrados en el estudio de las lenguas moribundas. Algunos tienen lazos académicos e institucionales (Harrison y Anderson están vinculados al Proyecto Voces Perdurables de National Geographic), mientras que otros trabajan para diversas sociedades que traducen las Escrituras a nuevas lenguas. La publicación, impresa y virtual, del índice de lenguas del mundo Ethnologue es de SIL International, una organización religiosa. Los investigadores pueden adoptar un enfoque pasivo –dejar constancia de la gramática y el léxico de una lengua antes de que se pierda o se contamine– o intervencionista –desarrollar un sistema de escritura para una lengua oral, compilar un diccionario y alfabetizar a los hablantes nativos–. Los lingüistas han identificado muchos puntos calientes lingüísticos (análogos a los puntos calientes de biodiversidad): lugares con una gran diversidad lingüística y un elevado número de lenguas amenazadas (ver mapa, páginas 82-83). Muchos de ellos están en los lugares más inaccesibles, y a menudo más inhóspitos, del planeta, como Arunachal Pradesh. El aka y las lenguas vecinas han perdurado porque este estado indio ha sido durante mucho tiempo región fronteriza de acceso restringido y, por tanto, territorio vedado a los foráneos. Ni siquiera otros indios pueden entrar sin un permiso del Gobierno federal. En consecuencia, las frágiles microculturas de la zona se han librado de intromisiones, no han tenido mano de obra inmigrante, ni mo¬¬dernización, ni tampoco intrusión lingüística.
Buena parte de la vida pública de Palizi se regula mediante la repetición de historias mitológicas que actúan como fábulas ejemplarizantes destinadas a prescribir determinados comportamientos. Tradicionalmente eran los ancianos quienes relataban esas historias, en una versión extremadamente formal del aka que los jóvenes no entendían y de acuerdo a ciertas reglas, entre ellas, que cuando el anciano empieza a narrar una historia no puede dejarla a medias. Como ocurre con el aprendizaje de una lengua, una interrupción resulta desastrosa. Pero los jóvenes ya no emulan a sus mayores aprendiendo la versión formal del aka ni las historias que gobernaban su vida. Incluso en esta región remota abandonan su lengua materna, seducidos por el hindi de la televisión y el inglés de las escuelas. Hoy hay menos de 2.000 hablantes de aka, lo que la ha colocado en la lista de lenguas amenazadas

Una noche estando con Harrison, Anderson y un lingüista indio llamado Ganesh Murmu, nos sentamos alrededor de la lumbre en casa de Pario Nimasow, profesor de 25 años del colegio de los jesuitas. Oriundo de Palizi, Nimasow amaba su cultura aka por más que anhelase integrarse en el mundo exterior. En su dormitorio tenía un televisor esperando a que volviese el suministro eléctrico, interrumpido desde hacía meses por una serie de corrimientos de tierra y averías del transformador. Después de cenar salió un momento y volvió con un paño de algodón blanco manchado, que desenvolvió a la luz vacilante del fuego. Dentro había una pequeña colección de objetos rituales: una mandíbula de tigre, otra de pitón, otra de un pez de río con los dientes bien afilados, un cristal de cuarzo y otros objetos propios de la bolsa de un chamán. La bolsa había pertenecido a su padre, que falleció en 1991.
«Mi padre era sacerdote, e hijo de sacerdote», nos dijo. ¿Y ahora?, pregunté. ¿Lo había sucedido él? Nimasow clavó la mirada en los talismanes y negó con la cabeza. Tenía los objetos, pero no sabía los cánticos; su padre había muerto sin transmitírselos. Sin las palabras, no había manera de invocar su poder.
La lingüística ha experimentado dos grandes revoluciones en los últimos 60 años, aparentemente en extremos opuestos de la disciplina. A finales de la década de 1950 Noam Chomsky postuló las propiedades universales del lenguaje. Propuso que hay unos principios gramaticales comunes a todas las lenguas, y que la estructura gramatical de una lengua es conocida «intuitivamente» por sus hablantes nativos. La segunda sacudida fue un súbito interés por las lenguas minoritarias y amenazadas, y se refiere a la variedad de la experiencia lingüística. A los lingüistas de campo como David Harrison les interesan más las idiosincrasias que hacen que cada lengua sea única y las influencias que la cultura puede ejercer sobre la morfología de una lengua. Alrededor del 85 % de las lenguas del mundo no se han documentado, apunta Harrison. Entenderlas enriquecerá sin duda nuestra comprensión de lo que es universal a todas ellas.
La diversidad lingüística pone de manifiesto la variedad de la experiencia humana y revela aspectos mutables de la vida que tendemos a considerar fijos y universales, tales como nuestra experiencia del tiempo, la cantidad o el color. En tuva, por ejemplo, el pasado siempre se expresa como algo situado por delante del hablante, y el futuro, como algo que está a sus espaldas y que por lo tanto no se puede ver. «Nunca diríamos que un joven “tiene toda la vida por delante”», me dijo un tuva. De hecho, ellos dirían que «tiene toda la vida por detrás». Es perfectamente lógico si se piensa con la mentalidad tuva: si lo que tuviésemos delante fuera el futuro, ¿no lo veríamos con claridad meridiana?
En cuanto a la cuantificación, las lenguas mi¬¬noritarias a menudo conservan vestigios de sistemas numéricos quizás anteriores a la adopción del sistema decimal propio del mundo moderno. La tribu amazónica de los pirah carece de palabras que expresen cantidades específicas, pero se las arreglan con vocablos como «pocos» y «mu¬¬chos». La inexistencia de nombres para los nú¬¬meros sugiere que la cuantificación podría ser una invención cultural y no una parte innata de la cognición humana. La interpretación del color varía de forma similar de una lengua a otra. Lo que nosotros consideramos el espectro natural del arcoíris en realidad se divide en distintas fracciones según la lengua, de tal modo que unas tienen más categorías cromáticas que otras.
El lenguaje conforma la experiencia humana, nuestra cognición misma, pues clasifica el mundo con objeto de dar sentido a las circunstancias que nos rodean. Esas clasificaciones, resultantes de describir los fenómenos de nuestro entorno tal como los percibimos, pueden ser amplias (el aka divide el reino animal entre especies que se comen y que no se comen) o extremadamente sutiles. Los pastores de renos todzhu del sur de Siberia manejan un sofisticado vocabulario para referirse a los renos; un iyi düktüg myiys, por ejemplo, es un semental castrado de cuatro años.
Si el aka es sustituido por otra lengua que habla más gente y es más útil, su muerte sacude los cimientos de la tribu. Lo mismo sucede con cualquier lengua. «El aka es nuestra identidad –me dijo un aldeano de Palizi–. Sin él, somos anónimos.» Pero, ¿debemos lamentarlo también en el resto del mundo? No sería fácil expresar esta pregunta en aka, que al parecer no tiene una palabra que signifique mundo. En cambio, sí podría sugerir una respuesta, encarnada en el concepto de mucrow: el respeto por la tradición, por el conocimiento ancestral, por lo que ha existido antes, el convencimiento de que los mayores –personas venerables y frágiles– tienen algo que enseñar a los imberbes –inexpertos aunque fuertes de salud–, algo sin lo cual estarían perdidos.
 La actual pérdida de la biodiversidad en la Tierra es más que una buena metáfora de la extinción de las lenguas en el mundo. La desaparición de una lengua nos priva de un conocimiento tan valioso como ese futuro fármaco milagroso que puede perderse cuando se extingue una especie. Las lenguas minoritarias, en mayor medida que las dominantes, ofrecen claves para descifrar los secretos de la naturaleza, porque sus hablantes tienden a vivir cerca de la fauna y la flora que los rodean y su discurso refleja las diferencias que observan. Cuando las comunidades pequeñas abandonan su lengua y adoptan el inglés o el español, se produce una enorme fractura en la transferencia del conocimiento tradicional entre generaciones: acerca de plantas medicinales, cultivo de alimentos, técnicas de riego, sistemas de orientación, calendarios estacionales.
Los seri de México, que se autodenominan comcaac, eran cazadores-recolectores seminómadas que vivían en el oeste del desierto de Sonora cerca del golfo de California. Su supervivencia estaba relacionada con las especies de¬¬sérticas y marinas. La estrecha relación con los animales y las plantas es el rasgo distintivo de su vida y de su lengua, el cmiique iitom.
Tradicionalmente los seri no tenían unos asentamientos fijos, de modo que su ubicación dependía en cada momento de la zona del desierto que ofreciese más alimento, de si el fruto del cacto ya había madurado en las colinas o si en la bahía las algas ya estaban listas para la cosecha. Hoy residen en dos asentamientos, Punta Chueca y El Desemboque, sendos grupos de casas de bloques de hormigón situados en el vasto desierto rojo, y aparentemente vacío, que baña el golfo. Las viviendas están rodeadas de tallos de ocotillo clavados en la arena, donde han echado raíces como vallas vivientes.
Todos los días Armando Torres Cubillas se sienta en la esquina de su taller al aire libre, en la playa de El Desemboque, y se dedica a tallar tortugas marinas en la oscura madera de palo fierro del desierto. De vez en cuando, si está de buen humor, pasea la mirada por el golfo y entona una canción que reproduce una conversación entre la pequeña almeja taijitiquiixaz y el cangrejo. La letra es típica de las canciones de la tribu seri: una celebración de la naturaleza, teñida de añoranza.
Los seri ven en su lengua una característica definitoria, una semilla de su identidad. Uno de ellos me habló de una «expresión local» que dice que todo el mundo tiene una flor en su interior, y dentro de la flor hay una palabra. Un anciano, Efraín Estrella Romero, me dijo: «Si un niño se cría hablando cmiique iitom y otro hablando español, serán personas diferentes».
Cuando en 1951 los lingüistas estadounidenses Edward Moser y Mary Beck Moser se ins¬talaron con los seri en El Desemboque, la cosa pintaba mal para la comunidad: el sarampión y la gripe habían reducido su comunidad a unos 200 individuos. Para la investigación, en cambio, era el momento perfecto, porque la cultura del grupo aún no había sido abandonada en favor de la cultura mayoritaria circundante. Mary trabajó de enfermera y comadrona. Por tradición, muchas familias le entregaban tras el parto un trozo del cordón umbilical del bebé, que Mary guardaba en el «bote de los ombligos». También le regalaban las largas trenzas de ocho mechones, marcas de identidad india que los hombres se veían obligados a cortarse cuando viajaban a las ciudades mexicanas. Las trenzas eran como los cordones umbilicales, conexiones entre lo viejo y lo nuevo, evidencias del vínculo roto.
Los Moser tuvieron una hija, Cathy, que se crió con los seri en El Desemboque. De mayor se dedicó al dibujo y la etnografía. Junto a su marido, Steve Marlett, lingüista de SIL International y la Universidad de Dakota del Norte, ha continuado el estudio de la lengua seri iniciado por sus padres. Hoy la comunidad tiene entre 650 y 1.000 hablantes, que han conseguido aferrarse a su lengua gracias en parte a su animadversión por la cultura mayoritaria de México. En 1773 los seri mataron a un sacerdote que pretendía fundar una misión. El Vaticano no envió relevo, y la tribu no se cristianizó nunca.
Este pueblo ha mantenido hasta hoy una orgullosa pos¬tura de suspicacia hacia los extraños, y un desprecio por la riqueza individual no compartida. «Cuando los seri se hagan ricos, dejarán de existir», reza uno de sus dichos. Por su pasado nómada, ven las pertenencias como una carga. Cuando uno moría se le enterraba con sus pocas posesiones personales. No se legaba nada que no fuesen cuentos, canciones, leyendas, instrucciones.
Si han adoptado algún lujo moderno, lo han hecho sin incorporar el nombre en español. Los automóviles, por ejemplo, han provocado un torrente de neologismos. Así, el silenciador del coche se llama ihíisaxim an hant yaait, que significa «por donde baja el aliento», y el término seri para referirse a la tapa del delco alude a una raya eléctrica que nada en el golfo de California y da calambre.
Sentado a la sombra de un toldo delante de su casa, René Montaño me contó historias de una antigua raza de gigantes que con un solo paso salvaban el mar que separa la isla del Tiburón, donde vivían, del continente. Me habló de los hant iiha cöhacomxoj, aquellos a los que se les ha hablado de las posesiones de la Tierra, todas las cosas antiguas. Que a alguien «se le hable» de algo implica una orden: transmítelo. Gracias a eso todos somos herederos del conocimiento atesorado en el corazón del cmiique iitom. Las frases populares, y muchas veces hasta palabras sueltas, sintetizan siglos de observación atenta de especies que los científicos de fuera no empezaron a estudiar hasta hace un par de décadas.
El cmiique iitom nombra más de 300 plantas del desierto, y sus términos para los animales revelan comportamientos que en su día los científicos consideraban muy improbables. La palabra seri para denotar el acto de cosechar algas puso a los científicos sobre la pista de sus propiedades nutricionales. (Contienen prácticamente tantas proteínas como el trigo.) Los seri llaman a una tortuga marina moosni hant cooit, es decir, tortuga verde que desciende, aludiendo a su hábito de hibernar en el fondo marino, donde los pescadores tradicionales solían arponearla. En un artículo publicado en 1976 por Science, donde se documenta ese comportamiento, se puede leer: «Cuando su¬¬pimos por los indios seri de Sonora, México, que algunos quelonios se semientierran en el lecho marino durante los meses más fríos, nos mostramos escépticos. Sin embargo, los seri han resultado ser unos informadores absolutamente fiables». En 2005 la palabra hacat, que en seri significa tiburón, se convirtió en el nombre oficial de una especie recién descubierta: Mustelus hacat. Recién descubierta por los científicos, porque los seri sabían de ella desde siempre.
El seri es lo que los lingüistas llaman una lengua aislada, aunque quizá sería más atinado el término «única superviviente». Steve Marlett dice que «los seri son una ventana a un mundo perdido de pueblos del golfo», refiriéndose a la extensa familia de grupos con posibles vínculos lingüísticos que antaño habitaron ambas costas del golfo de California. «Muchos otros han desa¬parecido», añade, y lo que es peor, lo han hecho antes de que se pudiesen documentar. El cmiique iitom es una clave de acceso a esas culturas casi extinguidas.
una forma de preservar una lengua pasa por formalizarla, poniéndola por escrito y confeccionando un diccionario. Pese a lo apasionante de este trabajo, los lingüistas también afrontan con temor el hecho de codificar lenguas que normalmente son solo orales. Ese temor existe porque el concepto mismo de alfabetizar cambia la lengua que se quiere preservar y convierte al lingüista-observador en un interventor. David Harrison y Greg Anderson elaboraron el primer diccionario tuva-inglés y se enorgullecen del entusiasmo que suscitó el volumen entre los hablantes nativos. Steve y Cathy Marlett acabaron en 2005 el diccionario de cmiique iitom que los padres de Cathy comenzaron en 1951.
La catalogación léxica, fonética y sintáctica que realizan los lingüistas de campo en zonas remotas contribuye a mantener viva una lengua. Pero salvarla no es algo que esté en manos de los expertos, sino un logro que solo se puede alcanzar desde dentro de la comunidad de hablantes. La solución quizás esté en algo parecido a lo que un día presenciaron Harrison y Anderson en Palizi, cuando un chico de poco más de veinte años se presentó con un amigo para cantarles una canción. Palizi está lejos de la cultura estadounidense dominante, por lo que los lingüistas se sorprendieron cuando los jóvenes se arrancaron con un potente rap al genuino estilo de Los Ángeles, con todos los gestos, los movimientos de cabeza y la postura propios de esta recitación rítmica. Fue una interpretación perfecta de ese arte urbano estadounidense, pero con una mejora: rapeaban en aka.
¿Se les cayó el alma a los pies a los lingüistas?, pregunté. Todo lo contrario, aseguró Harrison. «Aquellos chicos dominaban el hindi y el inglés, pero elegían rapear en una lengua que comparten con apenas 2.000 personas.» La sustitución y la absorción lingüística pueden darse en ambos sentidos, de tal modo que a veces es la lengua minoritaria la que actúa como imperialista. «Lo único que se necesita para revivir una lengua es orgullo», me dijo un día el padre D’Souza.
Frente a la erosión de una lengua existe una cualidad innata en sus hablantes, algo que no se puede inculcar desde el exterior: el interés de al¬¬guien por rapear en aka, por cantar en tuva, por escribir en el recién codificado cmiique iitom. La iniciativa lexicográfica de los Moser y los Mar¬¬lett ha dado lugar a una nueva profesión en el territorio de los seri: la de escriba. Los seri ya han publicado varios libritos. El matrimonio Marlett confía en que se llegue a las 40 obras, una cifra que se considera la cantidad mínima necesaria para que la población siga alfabetizándose en un idioma (aunque otros creen que la cifra es mucho mayor). Pero el interés ya ha prendido.
La expansión de la cultura global es imparable. Kizil, una capital que nunca contó con una vía férrea que la conectase con el resto de Rusia, la tendrá en un par de años. En El Desemboque se ha tendido una línea eléctrica a través del desierto para alimentar la bomba eléctrica del pozo municipal. Y en Arunachal Pradesh se ha terminado una presa hidroeléctrica, con lo cual Palizi disfrutará de mejores servicios de electricidad, refrigeración y televisión.
Acercarse a las tribulaciones de las lenguas amenazadas, aunque solo sea como periodista, es con¬templar la fragilidad de la vida tribal. Desde mis viajes durante los dos últimos años a Palizi, Kizil y las aldeas seri, varias personas a las que conocí han muerto. El joven Pario Nimasow, que me mostró los adminículos chamánicos de su padre preguntándose qué significarían, perdió la vida en un deslizamiento de tierras. Una semana después de redactar el párrafo sobre Armando Torres, moría de un infarto en su casa de la playa de El Desemboque.
Sus muertes son un recordatorio de la mortalidad de sus culturas, un mensaje de que con cada hablante que se va queda seccionada otra arteria vital. Frente a eso, frente a la posibilidad de que su lengua se esfume sin alarma ni advertencia, está la perseverancia, el orgullo, la veneración de lo ancestral, la conciencia de que en cuestiones de importancia la clave de nuestro futuro está a nuestras espaldas. Todo eso, y algo más: no olvidarse de que las lenguas menos habladas todavía tienen mucho que decir.

Now the Work of Movements Begins

The election is over, and President Barack Obama will continue as the 44th president of the United States. There will be much attention paid by the pundit class to the mechanics of the campaigns, to the techniques of microtargeting potential voters, the effectiveness of get-out-the-vote efforts. The media analysts will fill the hours on the cable news networks , proffering post-election chestnuts about the accuracy of polls, or about either candidate’s success with one demographic or another. Missed by the mainstream media, but churning at the heart of our democracy, are social movements, movements without which President Obama would not have been re-elected.

President Obama is a former community organizer himself. What happens when the community organizer in chief becomes the commander in chief? Who does the community organizing then? Interestingly, he offered a suggestion when speaking at a small New Jersey campaign event when he was first running for president. Someone asked him what he would do about the Middle East. He answered with a story about the legendary 20th-century organizer A. Philip Randolph meeting with President Franklin Delano Roosevelt. Randolph described to FDR the condition of black people in America, the condition of working people. Reportedly, FDR listened intently, then replied: “I agree with everything you have said. Now, make me do it.” That was the message Obama repeated.

There you have it. Make him do it. You’ve got an invitation from the president himself.

For years during the Bush administration, people felt they were hitting their heads against a brick wall. With the first election of President Obama, the wall had become a door, but it was only open a crack. The question was, Would it be kicked open or slammed shut? That is not up to that one person in the White House, no matter how powerful. That is the work of movements.

Ben Jealous is a serious organizer with a long list of accomplishments, and a longer list of things to get done, as the president and CEO of the National Association for the Advancement of Colored People. 2013, he notes, is a year of significant anniversaries, among them the 150th anniversary of President Abraham Lincoln’s Emancipation Proclamation , the 50th anniversary of the 1963 March on Washington, as well as the 50th anniversaries of the assassination of Medgar Evers and the Birmingham, Ala., church bombing that killed four young African-American girls. President Obama’s 2013 Inauguration will occur on Martin Luther King Jr. Day. Jealous told me on election night, as Mitt Romney was about to give his concession speech, “We have to stay in movement mode.”

Young immigrants are doing just that. Undocumented students, getting arrested in sit-ins in politicians’ offices, are the modern-day civil-rights movement. There are other vibrant movements as well, like Occupy Wall Street, like the fight for marriage equality, which won four out of four statewide initiatives on Election Day. In the aftermath of Superstorm Sandy, and despite the enormous resources expended by the fossil-fuel industry to cloud the issue, climate change and what to do about it is now a topic that President Obama hints he will address, saying, in his victory address in election night, “Democracy in a nation of 300 million can be noisy and messy and complicated. … We want our children to live in an America that isn’t burdened by debt, that isn’t weakened by inequality, that isn’t threatened by the destructive power of a warming planet.”

It was pressure from grass-roots activists protesting in front of the White House that pushed Obama to delay a decision on the controversial Keystone XL pipeline, proposed to run from Canada to the Gulf of Mexico. More than 1,200 people were arrested at a series of protests at the White House one year ago. Now a group is blocking the construction of the southern leg of that pipeline, risking arrest and even injury, with direct-action blockades in tree-sits and tripods in Winnsboro, Texas, two hours east of Dallas.

When those who are used to having the president’s ear whisper their demands to him in the Oval Office, if he can’t point out the window and say, “If I do as you ask, they will storm the Bastille,” if there is no one out there, then he is in big trouble. That’s when he agrees with you. What about when he doesn’t?
The president of the United States is the most powerful person on Earth. But there is a force more powerful: People organized around this country, fighting for a more just, sustainable world. Now the real work begins.

El Salvador y Estados Unidos: resistencia popular e imperialismo (II)

El periodo comprendido entre los años 1913 y 1929 representa tanto para Estados Unidos como para El Salvador un momento histórico bastante agitado y acompañado por la sedimentación de procesos, que iban a dejar una huella perdurable para los siguientes años e incluso décadas.

En la metrópoli imperial, el debate en política exterior entre aislacionistas e internacionalistas, reflejaba el choque de intereses entre diversas fracciones de la burguesía con respecto a la vía de desarrollo del capitalismo monopolista de estado y los desafíos globales al convertirse en una potencia mundial.

En El Salvador es un periodo caracterizado por la disputa entre varios imperialismos por el control político y económico en el país y en la región; por el enfrentamiento interno entre diversas fracciones oligárquicas, que integraban el bloque de poder existente en aquella época y por la emergencia de la incipiente clase obrera, de su movimiento social y de su partido político. Estas tres dinámicas determinarían el rumbo del proceso político y social.

Por otra parte, las abismales diferencias en el desarrollo de las fuerzas productivas entre ambos países, determinaban los cauces que seguían los proyectos políticos de las clases dominantes y subalternas; orientaban los procesos de la lucha de clases; condicionaban las formas de lucha de los movimientos populares así como la construcción de sus respectivas vanguardias sociales y políticas.

A continuación abordaremos estas problemáticas de este periodo, desde la óptica del estudio de la política exterior del imperio; de las resistencias populares, que incluye la misma lucha a su interior por parte de la clase obrera multinacional y multirracial y el movimiento popular norteamericano. Y también de la lucha de los sectores populares salvadoreños por la independencia y la democracia. Solo podremos resolver nuestro rompecabezas histórico en la medida que identifiquemos las piezas principales y las coloquemos en su debido orden, combinando acertadamente lo nacional con lo clasista, la opresión imperial y la explotación capitalista.

1. Los Estados Unidos enfrentan guerra mundial mientras continúan su política intervencionista en América Latina y el Caribe

Las políticas globales del imperio

1.1.1 La era Wilson

Con la llegada del presbiteriano, sureño y demócrata Woodrow Wilson a la presidencia de Estados Unidos ( 1913-1921) , se realiza un amplio viraje en la concepción estratégica de la política exterior. Wilson decide abandonar las supuestamente fracasadas políticas de la gran hermana (McKinley) gran garrote (Roosevelt) y de la diplomacia del dólar (Taft) y sustituirlas por una nueva visión.

A la que él mismo se encarga de bautizar como la “diplomacia moral” mediante la cual los Estados Unidos y su bondadoso gobierno asumen la obligada responsabilidad de enseñar a los países “buenos” y a los gobiernos “interesantes” el disfrute de las libertades y de la democracia.

A nivel interno, Wilson aprobó legislación represiva para enfrentar la amenaza de una huelga nacional de los ferrocarrileros, pero a la vez se vio obligado a conceder la jornada laboral de ocho horas, y a penalizar el empleo de menores. También se negó a reconocer el derecho de voto de las mujeres y promovió la discriminación racial.

En 1914 estalla la primera guerra mundial entre las potencias imperialistas coloniales europeas. Es un conflicto para un nuevo reparto del mundo en beneficio de sus afanes expansionistas. Se enfrentaron, por un lado, los imperios Alemán, Austro-Húngaro y Otomano (Turquía, Grecia, Bulgaria, Rumania, Serbia, Montenegro y Albania) y por el otro, Inglaterra, Francia y Rusia.

En esa época Inglaterra y Francia eran las principales potencias coloniales. Y a finales del siglo XIX ya se habían enfrentado en el Sudan. Pero amenazadas por la pujanza alemana decidieron unirse. En el caso francés, deseaban la revancha de la derrota sufrida frente a Prusia en la guerra de 1870-1871. Al final de la guerra, Francia emerge como primera potencia militar y necesita mantener debilitada a Alemania y apoderarse de sus colonias en África así como atacar a la Rusia Roja. Inglaterra ´por su lado, se encuentra debilitada por el esfuerzo militar.

Los Estados Unidos optaron astutamente por mantenerse al margen de la guerra y aprovechar la situación para fortalecer su comercio con ambos bandos y para penetrar y fortalecer su influencia comercial en los países latinoamericanos y en otros continentes. Al final de la guerra los EE.UU. controlaban el 40 por ciento de las reservas internacionales de oro. Se habían convertido en los acreedores de Europa. Habían ganado la guerra sin participar en esta.

Los Estados Unidos durante tres años, muy hábilmente esperaron el desgaste económico y social provocado por la guerra europea. En 1917 se ven obligados a abandonar su cómoda posición de neutralidad y forzados a intervenir. El mundo había cambiado. En la lejana Rusia de los zares se había instaurado el primer gobierno socialista de la historia, dirigido por Lenin. Los trabajadores se alzaban en el teatro de la historia.

Y los Estados Unidos entran en guerra apoyando por una parte, a las potencias de la triple Entente (Inglaterra, Francia y Rusia) y por la otra, enarbolando la bandera de la paz por medio de la famosa propuesta de los 14 Puntos del presidente Wilson, para asegurar la paz en Europa, como marco general para concluir el conflicto armado, el cual finaliza en 1918 con la firma por las partes contendientes del Tratado de Versalles.

Entre los 14 Puntos de Wilson estaban los de garantizar “libertad de navegación y comercio, la desaparición de las barreras económicas, la creación de la Liga de las Naciones.”

No obstante esto, resulta sumamente interesante e ilustrativo de la dinámica política interna del imperio norteamericano, que la derecha republicana atrincherada en la visión aislacionista, se encargó de evitar que los mismos Estados Unidos firmaran el Tratado de Versalles. Y que se incorporaran a la obra maestra del llamado idealismo wilsoniano, la famosa Liga de las Naciones, el antecedente histórico de las Naciones Unidas.

La diplomacia moral wilsoniana estableció el principio imperial mesiánico, del derecho de Estados Unidos a intervenir en cualquier lugar con el fin de establecer la paz y propagar la libertad. Y posicionó a Estados Unidos a la cabeza del sistema internacional con la tesis que el mundo solo será seguro cuando sea completamente democrático. O sea influenciado por estados Unidos.

Cuadro 1.

Presidentes de Estados Unidos
Presidentes de El Salvador

Woodrow Wilson (D) 1913-1921
Carlos Meléndez (PND) 1913-1915

Warren Harding® 1921-1923
Jorge Meléndez (PND) 1919-1923

Calvin Coolidge® 1923-1929
Alfonso Q. Molina(PND) 1923-1927

Pío R. Bosque (PND) 1927-1931

Las quizás sinceras reflexiones de Wilson sobre la paz mundial y la diplomacia moral se expresaron en América latina y el Caribe con la prolongación de la ya tradicional política agresiva e intervencionista. Y a esta constelación de agresiones se le bautiza como panamericanismo. Y se materializa en una serie de encuentros presidenciales.

En abril de 1914 en una supuesta represalia por capturas indebidas de marines en el puerto de Tampico, los Estados Unidos bombardean e invaden el puerto mexicano de Veracruz. Posteriormente justifican esta posición alegando que estaban colaborando para derrocar al general golpista Victoriano Huerta e instalar al demócrata Venustiano Carranza. El primero pro-inglés y el segundo pro-norteamericano.

En 1914 invade y ocupa Nicaragua de nuevo, ya que en 1912 2,5000 marines habían desembarcado para suprimir una rebelión, y se quedarían “administrando las aduanas portuarias” hasta 1925. En 1915 invaden Haití y se quedan hasta 1934. Las tropas del idealismo wilsoniano restablecen la esclavitud además de dejar el país en ruinas.

En 1916 invaden la República Dominicana y se quedan hasta 1924. Con su respectivo administrador de aduanas al servicio del National City Bank. En 1917 invaden Cuba y se quedan hasta 1923. Entre 1927 y 1928 realiza cinco intervenciones en Honduras al servicio de las compañías bananeras. En 1920 marines desembarcan en Guatemala para defender “la vida y los bienes de los ciudadanos estadounidenses.”

1.1.2 La presidencia Harding

Coincidiendo con la era del jazz, asume la presidencia el republicano Warren Harding, (1921-1923) con un programa político basado en “regresar a la normalidad” o sea en corregir drásticamente la política internacional de Wilson y regresar al aislacionismo. La apuesta imperial era fortalecerse internamente y dejar que los europeos arreglaran entre ellos sus problemas.

Harding, un hombre de muy pocas luces, se esmero en reclutar a un gabinete de lujo al servicio de los monopolios. Charles Evans Hughes, asumió como Secretario de estado, Herbert Hoover, Comercio; Henry Wallace, Agricultura; y el multimillonario Andrew Mellon, Tesoro; y al expresidente Taft le correspondió la presidencia del Tribunal Supremo.

Se considera que Harding fue rehén y víctima de la banda de Ohio, sus asesores que se dedicaban al póker, whiskey, lujo y corrupción. Fue un gobierno pro-corporaciones, racista, represivo y muy corrupto.

En febrero de 1923 Harding, en el marco de su visión aislacionista, impulsó la firma del famoso Tratado de Paz y Amistad entre los gobiernos centroamericanos, con el objetivo de poner fin a los permanentes conflictos que plagaban a la región. Entre otros acuerdos estaba la creación de una Corte para dirimir conflictos. Este tratado actualizaba un tratado anterior de 1907. El punto medular era el no reconocimiento de gobiernos surgidos de golpes de estado. Harding deseaba negocios, y no guerra.

1.1.3 La era Coolidge.

En 1923 muere Harding y asume la presidencia Calvin Coolidge (1923-1929), conocido como El Silencioso Cal. Continua la visión aislacionista en política exterior, nombrando como secretario de estado a Frank B. Kellog. No obstante esto, en 1926 siguiendo la tradición imperial, envía marines a Nicaragua para combatir al ilustre patriota Augusto Cesar Sandino.

En 1928 asiste a la VI Conferencia Panamericana celebrada en La Habana, Cuba. En esta reunión se produce un fuerte debate entre el canciller de El Salvador y el representante Hugues de Estados Unidos, en relación a la política intervencionista de estados Unidos en América Latina. Al regresar el desafiante canciller salvadoreño a su país le esperaba una carta de despido.

Las políticas de los gobiernos salvadoreños con respecto a los imperios inglés, francés, alemán y norteamericano

1.2. 1 las políticas de los gobiernos salvadoreños

Durante este periodo 1913-1929 la fuerza política interna predominante fue la llamada Dinastía Meléndez -Quiñonez, que gobernó desde 1913 hasta 1927.

Los Meléndez eran una familia terrateniente cafetalera de Santa Ana, uno de los principales clanes de esa época de la oligarquía nacional. Su primer gobernante fue Carlos Meléndez (1913-1918). Casado con Sara Meza. Sin descendientes.

Una de sus primeras medidas de gobierno fue la creación de la Policía Nacional, organismo represivo que durante ochenta años aterrorizó a la población. Meléndez se vio obligado a asumir posiciones nacionalistas, no obstante que fue en su gobierno que inició el viraje hacia los Estados Unidos y el alejamiento hacia Inglaterra.

Pero en el periodo de gobierno anterior de Manuel Enrique Araujo (1911-1913) se observa en la correspondencia diplomática norteamericana (diciembre de 1911) la preocupación por el apoyo que el gobierno guatemalteco de Manuel Estrada Cabrera proporciona a un grupo de opositores salvadoreños, dirigidos por Prudencio Alfaro. Cabrera y Araujo eran enemigos. Asimismo se refiere la visita realizada por el secretario de estado, Knox a El Salvador en marzo de 1912.

Resulta interesante que Knox se hospedó en la residencia del futuro presidente, Don Carlos Meléndez. Y que entre los invitados a la recepción para el alto funcionario norteamericano, se encuentre Rafael Guirola Duke, Ministro de Finanzas y Crédito Público, en sus apellidos se evidencia una segunda generación de miembros de la oligarquía cafetalera salvadoreña, que fortalecían su control mediante bien calculadas alianzas matrimoniales. Sus padres fueron Don Ángel Guirola de la Cotera y Doña Cordelia Duke Alexander. (Pineda 2011)

El 21 de octubre de 1913 Carlos Meléndez presenta una protesta del GOES por la pretensión de Estados Unidos de establecer una Base Militar en el Golfo de Fonseca. La protesta es respondida hasta el 18 de febrero de 1914. Y la réplica fue realizada por francisco Dueñas, en la ciudad de Washington. El Embajador Don Carlos A. Meza, realizó otra protesta el 8 de julio de 1914.

Cuando estalla la primera guerra mundial en 1914, Meléndez asume una política de neutralidad “benévola” figura jurídica orientada a evitar el involucramiento en la guerra, para evitar sufrir desgastes por parte de sus principales socios comerciales europeos, entre los que se encontraban los mercados de países en guerra como Inglaterra y Alemania.

En 1915 Meléndez rechaza categóricamente la firma del tratado Bryan-Chamorro, entre Nicaragua y Estados Unidos, mediante el cual se le permite a Washington construir una base militar en el Golfo de Fonseca, al considerar que constituye una violación a la soberanía del país. Los internacionalistas salvadoreños Francisco Martínez Suarez y Reyes Arrieta Rossi elaboran la “Doctrina Meléndez” y la presentan ante la Corte de Justicia Centroamericana.

En 1916 Carlos Meléndez envió un contingente militar y 5 mil fusiles para que se sumaran a las fuerzas constitucionalistas del presidente mexicano Venustiano Carranza que luchaba en contra del general Victoriano Huerta. Una clara actitud a favor de los Estados Unidos. (Embajada de México en El Salvador)

Le sucedió su hermano Jorge Meléndez (1919-1923). Casado con Tula Mazzini. Tuvieron tres hijos: Jorge, Ricardo y María de los Ángeles. Dueño de los ingenios azucareros Prusia y Venecia. Un año antes, en 1918, este clan familiar y en particular Alfonso Quiñonez, funda una organización paramilitar de derecha, llamada Liga Roja, que se encarga de atemorizar en la ciudad y el campo a sus opositores políticos. Es un antecedente de ORDEN y de los Escuadrones de la Muerte.

Lo que resulta sumamente interesante es que los enemigos principales de la Liga Roja fueron los grupos pro-ingleses y de terratenientes tradicionales, que también se habían acercado a los sectores populares y contaban con sus propios intelectuales orgánicos, como Miguel Tomas Molina, Enrique Córdoba, Tomas G. Palomo y Arturo Araujo. Contaban incluso con el apoyo de grupos estudiantiles universitarios, algunos de los cuales avanzaron después a posiciones marxistas.

Pero también el régimen de la dinastía Meléndez-Quiñones como proyecto burgués en conflicto con el proyecto oligárquico, es uno de los primeros esfuerzos desde las clases dominantes de búsqueda de un sustento popular a su proyecto político, apelando a artesanos, indígenas, campesinos e incluso a sectores de la intelectualidad.

Entres estos últimos se encuentra el destacado pensador Alberto Masferrer, quien respalda en 1912 al presidente Manuel Enrique Araujo, y luego apoya a finales de 1914 la candidatura de Carlos Meléndez para reelegirse en el cargo presidencial. En 1918 impulsa la realización de un Congreso Obrero en un local proporcionado por Arturo Araujo y bajo la protección del presidente Carlos Meléndez.

Y en 1929 Masferrer, el principal teórico del proyecto burgués, realiza una intensa campaña por medio de su periódico Patria a favor de la industrialización. Masferrer, intelectual orgánico del proyecto burgués, era portavoz de una ideología en oposición al proyecto oligárquico, al que consideraba como “atrasado.”

El gobierno de Meléndez apoya a Masferrer en la edición de revistas y periódicos. Y ya reelecto decreta leyes favorables a los artesanos. Las familias oligárquicas Álvarez, Meléndez, Quiñonez, asumen el proyecto pro-norteamericano y se oponen al proyecto pro-inglés. (Guidos Vejar 1980)

No obstante algunas actitudes patrióticas, es durante el gobierno de Carlos Meléndez (1913-1918) que inicia el viraje hacia Estado Unidos y ya en el gobierno de su hermano Jorge Meléndez (1919-1923) esta influencia se consolida y marca el definitivo desplazamiento de los ingleses en el bloque oligárquico. En 1922 se traslada la deuda pública en su totalidad hacia bancos de Estados Unidos, por medio de un préstamo por 21.5 millones dólares, con bancos neoyorquinos. (Correspondencia del Departamento de Estado. El Salvador 1922)

O sea que hace noventa años los Estados Unidos se afianzaron como potencia hegemónica en El Salvador. Incluso un año después de adquirir la deuda, los Estados Unidos nombraron a un agente fiscal autorizado para colectar el 70 por ciento de los derechos aduanales, un militar de nombre William M. Renwick, quien llegó en 1923 y estuvo en Acajutla hasta finales de esta década. Hubo un senador en Washington, de apellido Couzens, muy interesado en conocer sobre estos sospechosos arreglos.

Esta presencia norteamericana continua bajo los gobiernos de Alfonso Quiñonez (1923-1927) , que impulsa la diversificación agrícola (algodón, caña de azúcar) y la industrialización (textiles) , de Pio Romero Bosque (1927-1931) e incluso de Arturo Araujo (1931) que marca el fin del proyecto burgués. En el caso de Araujo, había transitado desde una posición inicial pro-inglesa hacia una posición final pro-norteamericana.

Hay que señalar que Romero Bosque fue el que le introdujo el cambio hacia la democratización y el bloque oligárquico le respondió formando la Asociación Cafetalera. Y este proyecto burgués iniciado en 1913 entra en crisis con la llegada del General Martínez por un golpe de estado el 2 de diciembre de 1931, que representó la restauración del proyecto oligárquico.

En 1928 el Dr. José Gustavo Guerrero durante la VI Conferencia Panamericana realizada en La Habana, Cuba, se enfrentó dignamente al secretario de estado norteamericano por la intervención en Nicaragua. Por esta acción patriótica, el presidente Pío Romero Bosque lo condecoró destituyéndolo del cargo.

1.2. 2. Las políticas del imperio norteamericano

En 1908 se efectúa la primera inversión directa de Estados Unidos en la economía salvadoreña, afectando la minería y los ferrocarriles. En 1913 la inversión de Estados Unidos ascendía a 3 millones dólares. Esta exportación de capital se amplía de 1914 a 1919 como resultado de los beneficios derivados de la primera guerra mundial, que le permitió a Estados Unidos adueñarse de una cuota sustancial de los negocios europeos.

A partir de entonces consolida su posición como principal socio comercial y desplaza a los imperios europeos. Y a la vez se incorpora como nuevo socio al bloque oligárquico. Este bloque formado a partir de 1871 experimenta también la ampliación de sus intereses de la exportación al beneficiado del café, por parte del sector de inmigrantes. (Guidos Vejar 1980)

Los cuales de esta manera controlan la banca, el beneficiado y la exportación del café, lo que los coloca en una situación de clara ventaja frente a los tradicionales productores. Y esto será una fuente permanente de conflictos. Por ejemplo, en 1919 grupos de productores exigieron el gobierno la creación de un banco hipotecario, que les protegiera contra los altos intereses de los créditos de la banca privada, controlada por el gripo de inmigrantes, así como de los costos por el transporte internacional del grano.

En octubre de 1909 asume como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario ante El Salvador, William Heimke, llega hasta marzo de 1914. Es sustituido por Boaz W. Long (1914-1917). Luego llega Frank D. Arnold (1918-1921). Sigue Peter Augustus Jay (1921), Bajo el gobierno de Harding asume Montgomery Schuuler (1921-1925). Bajo el gobierno de Coolidge, Jefferson Caffery (1926-1928). Luego Warren D. Robbins (1929-1931). Bajo el gobierno de Hoover, Charles B. Curtis ( 1931 al 10 de enero de 1932).

En la correspondencia diplomática norteamericana del año 1920 se refleja la interesante preocupación por las actividades “revolucionarias” de Arturo Araujo, quien junto con su padre el cafetalero Eugenio Araujo, y con su cuñado, el español Luís Francés, conspiran y amenazan desde Honduras al gobierno de Jorge Meléndez. Incluso Araujo penetra e invade la población de Arcatao.

En 1921, el presidente Jorge Meléndez inicia la negociación de un préstamo de 10 millones dólares a través de los Hermanos Bloom, un bufete jurídico de Nueva York. Dos años antes, en 1919 la firma francesa de Leon Dreyfus le presta al GOES 780,000 dólares y recibe por esa cantidad bonos asegurados mediante los impuestos de la venta del café.

En 1922, bajo el gobierno de Jorge Meléndez, el GOES adquiere un empréstito con Minor Keith, de UFCO por 21,500.00 y luego con bancos de Nueva York,( National City Bank y National City Company) . Lo que le permite la cancelación de la totalidad de la deuda inglesa, realización de obra pública y cancelación de deuda interna. Estas medidas marcaron de manera definitiva la sujeción a la potencia del norte. Es interesante señalar que esta deuda, aumentada a 26 millones dólares, se termino de cancelar hasta finales de la década de los años 50. (Guidos Vejar 1980)

En 1926 bajo el gobierno de Alfonso Quiñonez Molina llega al país la multinacional ESSO, con terminales en Acajutla, La Libertad y Cutuco. En 1927, bajo la cobertura de una empresa canadiense, Estados Unidos adquiere el control de la compañía de distribución de la energía CAESS. En 1934 bajo el gobierno del General Martínez, la Canadian International Power renegoció su contrato por 50 años más, hasta 1984. Como dato curioso hay que rescatar que es hasta 1929 que el país cambia su nombre de Salvador a El Salvador.

En 1929 capitalistas nacionales constituyen empresas para disputarle el espacio a compañías de inmigrantes franceses que monopolizaban la construcción de viviendas y de la pavimentación, y que estaban encabezados por el famoso alsaciano René Keilhauer. Asimismo se realizan protestas en contra de aumentos al pasaje del transporte público, que estaba controlado por inmigrantes de origen sirio-palestino.

2. Las respuestas de las resistencias progresista y popular

2.1 La respuesta del movimiento sindical y popular salvadoreño

En 1912 el presidente Manuel Enrique Araujo condenó de manera enérgica la intervención de los marines en Nicaragua así como se opuso a la contratación de préstamos extranjeros para financiar el funcionamiento del estado y las obras de infraestructura. Guidos vejar es de la opinión que él y todos los gobiernos que le precedieron desde 1994 “eran proingleses.”

En noviembre de 1916 se realiza un mitin antiimperialista en el Parque Morazán en el que se rinde homenaje a los marinos mexicanos del cañonero Jesús Carranza, que visitaba los puertos nacionales. El entonces Br. Salvador Merlos “habló de México como un ejemplo de la virilidad de la raza, que nos da el país azteca al enfrentarse a los poderosos cuando estos amenazan su soberanía. (Lindo 2012)

En 1918 los sectores populares se aglutinaron alrededor de la candidatura de Tomas G. Palomo para enfrentarse a los partidarios de Carlos Meléndez, en especial sectores de estudiantes universitarios. Este año se celebra en la ciudad occidental de Armenia un Congreso Obrero, organizado por Alberto Masferrer y Arturo Araujo, en el que se rinde tributo al benefactor Carlos Meléndez. Y también surge desde las entrañas de la UES el combativo semanario Opinión Estudiantil. (Pineda 2011)

En 1919 surge la huelga como método de lucha del incipiente movimiento obrero, que empieza a diferenciarse del anterior movimiento artesanal. Se realizan protestas populares en contra de la Compañía del Tranvía en San Salvador y Santa Tecla.

Se realiza la Convención de la Unión Obrera Salvadoreña, surgida el año anterior en el Congreso de Armenia. Surge la Universidad Popular como instrumento de educación alternativa. Se realiza la primera huelga del gremio de sastres. Y los anarquistas forman el Centro de Estudios Racionalista Germinal, para promover la organización sindical y popular.

En 1920 son capturados los estudiantes universitarios José Luís Barrientos y Agustín Farabundo Martí, luego de un mitin en solidaridad con el pueblo de Guatemala. Posteriormente son expulsados hacia ese país.

En 1921.se desarrolla una huelga magisterial por aumento salarial y mejores condiciones de trabajo.

En 1922 los estudiantes universitarios se suman a la campaña en pro de la candidatura de Miguel Tomas Molina y contra el dictador Jorge Meléndez. En diciembre de 1922 una demostración de mujeres en apoyo a la candidatura de Miguel Tomas Molina es salvajemente reprimida por la dinastía Meléndez Quiñonez.

En 1923 en la ciudad de Santa Ana, los trabajadores organizados celebran por vez primera el Día Internacional de los trabajadores.

En 1924 se celebra por primera vez en la capital salvadoreña el 1 de mayo. El 23 de septiembre se crea la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños, FRTS, afiliada a un organismo regional, la COCA.

En 1926 surge la Liga Antiimperialista, para encauzar el sentimiento patriótico y solidario de los sectores populares, y en espacial impulsar la solidaridad con la gesta patriótica de Augusto Cesar Sandino.

En 1927 surge la AGEUS; gloriosa y combativa organización de los estudiantes universitarios. Durante este año se incorpora a la lucha antiimperialista de Sandino la primera guerrillera salvadoreña, Teresa Villafuerte Dupont.

En 1929 el presidente salvadoreño Don Pío Romero Bosque, desafiando al imperialismo norteamericano, escribe una histórica carta al héroe de las Segovias, General Sandino.

2.2 Las respuestas del movimiento sindical y popular norteamericano

En 1913, 11, 000 mineros del carbón de Colorado se declararon en huelga, la cual fue muy reconocida e incluso contó con la participación de la legendaria Mother Jones, organizadora del Sindicato Unido de Mineros (UMW) , esta huelga culminó con la “masacre de Ludlow” en 1914, en la que fueron asesinados 11 niños y 2 mujeres.

Al final intervino la Guardia Nacional a solicitud de los patronos, la poderosa familia Rockefeller. Mientras se realizaba la represión contra los mineros, los Estados Unidos bombardeaban Vera Cruz en México en represalia por la captura de unos marines en el puerto de Tampico. Represión al interior y agresión hacia afuera era y es la política de la clase dominante imperial.

El 1 de septiembre de 1919 surge en la ciudad de Chicago, el Partido Comunista de Estados Unidos, y desde entonces el movimiento obrero y popular cuenta con una organización que conduce sus luchas. Sus primeros miembros provenían de las federaciones “de idiomas” sindicales de la Federación Americana del Trabajo (AFL) o sea obreros alemanes, húngaros, judíos, lituanos, polacos, rusos, y ucranianos así como comunistas de habla inglesa (Krasnov 1977)Su primer secretario general fue Charles E. Ruthenberg (1882-1927), de Cleveland, Ohio, antes dirigente del Ala Izquierda del Partido Socialista (creado en 1901), y su actual secretario general es Sam Webb.

Este mismo año de 1919 en febrero, en la ciudad de Seattle se realizó una huelga general de cinco días, convocada por los Obreros Industriales del Mundo, (IWW) para exigir aumento salarial. Mientras en Nueva Jersey, 28,000 trabajadores de las de las fábricas de seda en Paterson se fueron a la huelga.

Ese mismo año de 1919 el dirigente sindical William Z. Foster (1881-1961) dirigió una huelga de 350,000 trabajadores del acero en Chicago. Durante las celebraciones del 1 de mayo a lo largo del país la consigna principal fue la de “Fuera manos de la Rusia Soviética” exigiendo el regreso de las tropas norteamericanas, que habían ido a combatir a ese país contra el gobierno socialista de Lenin.

En noviembre de 1920 se crea la Liga Educativa Sindical (TUEL) que juega un destacado papel en la formación política de los cuadros del movimiento sindical

En 1920 son capturados en Boston, los activistas italianos Nicola Sacco y Bartolomé Vanzetti y sentenciados a muerte. Fue un juicio contra dos obreros anarquistas y extranjeros, y despertó la solidaridad del pueblo norteamericano que se movilizó para lograr su libertad. En agosto de 1927 fueron electrocutados.

En 1924 surge el diario de izquierda Daily Worker, que por décadas informó, educó y movilizo a millones de trabajadores. En la actualidad es un semanario llamado Peoples World. Este año las fuerzas de izquierda apoyan la candidatura presidencial independiente del senador republicano Robert M. La Follete.

En octubre de 1925 se realizó en Chicago, el Primer Congreso de los Trabajadores Negros, en el cual destacados luchadores afroamericanos unieron sus ideas y acciones para luchar desde los sindicatos contra el racismo institucionalizado en la sociedad norteamericana.

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Roberto Pineda 4 de noviembre de 2012

Carta de despedida para Don Fabio

La Universidad de El Salvador se estremecía ante una reforma universitaria que la democratizaba y que rompía con las elites educativas que la habían caracterizado. El rector, Dr. Fabio Castillo Figueroa, sabía que la Universidad podía, debía y tenía que ser un centro científico, fuente de inspiración democrática y fuerza liberadora.

El Dr. Fabio Castillo, un médico fisiólogo, y fundamentalmente un educador, era un hombre de unos 40 años, de buena estatura, de palabra organizada y afilada, con un pensamiento que buscaba siempre con afán y tenacidad a su presa, la realidad, para entenderla y transformarla.

En la década de los años 60s del siglo pasado, tuvo la audacia y valentía de relacionar la Universidad de El Salvador con la Universidad Lomonosov de la Unión Soviética, y la derecha cavernícola del país se lanzó, cuchillo en mano, en su contra. El país fue testigo del histórico debate en televisión, en el que el Dr. Castillo defendió la reforma universitaria ante el Ministro del Interior de esa época, un coronel llamado Fidel Sánchez Hernández.

Así era Fabio Castillo, tenaz, firme y convencido de sus ideas, dueño de un inmenso prestigio y autoridad, y cuya gestión universitaria se entrelaza con las históricas huelgas magisteriales de 1968 y 1971.

Su mensaje y su posición aclararon, alentaron y promovieron las luchas magisteriales, y todo el país estaba pendiente de su palabra, sus directrices y sus llamados.

En esa misma década del 60, Don Fabio fue el candidato presidencial en la histórica campaña electoral de 1967, con el Partido Acción Renovadora (PAR), que es una escuela de campaña política que llevó al terreno electoral un programa político que recogió propuestas de solución a la crisis de ese momento. Miles de muchachas y muchachos fueron promovidos y organizados a la luz del mensaje reivindicativo del PAR, y Don Fabio recorrió todo el país llamando a la organización, la incorporación y al voto digno. Esta década abrió la puerta al momento decisivo de la década del 70, porque el proceso político llevaba a la mayor confrontación, y todos los arroyuelos y caminos conducían hacia la guerra. Esta se configura en sus contornos decisivos en la década de los años 70, y Fabio Castillo Figueroa fue uno de los diseñadores y organizadores de las fuerzas políticas que constituirían el frente guerrillero más prestigioso de nuestra historia.
El Dr. Fabio Castillo se incorporó sin vacilación a la guerra popular revolucionaria, y su experiencia, capacidad y entrega contribuyó grandemente al desarrollo de la mayor experiencia político-militar que hayamos realizado los y las salvadoreñas.
Durante 20 años, los años que duró la guerra, Fabio Castillo estuvo constante, comprometido y de pie en el mayor de los hornos de nuestra historia.
Médico de profesión, político revolucionario por compromiso ético y convicción, luchador social por su sentido democrático y por sobre todas las cosas, educador. Así era Don Fabio, dueño de una impresionante memoria histórica que le permitía el análisis y la reconstrucción de episodios históricos del proceso político. Siempre fue un firme defensor de sus ideas y una vez terminada la guerra, su talento y vocación fue puesta al servicio de la Universidad de El Salvador.

Las aulas universitarias tienen su voz grabada en sus paredes y pizarras, Sin duda que el futuro de la Universidad habrá de contar con sus opiniones y posiciones.
Don Fabio vivió entregado a sus convicciones educativas y democráticas. Su vida y su lucha encarnan al verdadero patriota que no renuncia jamás a su vida de compromiso. Las luchas actuales y futuras mucho le deben a este hombre gigante que acaba de morir.

La muerte siempre es una invitada de piedra en el festín de la vida, y por eso no sorprende; aunque siempre produce retumbos y sobresaltos, segundos trémulos y preguntas sin respuestas. La vida misma parece invitarla o pareciera que no necesita invitación alguna. Y cuando un personaje como Don Fabio Castillo se encuentra en el cruce de caminos que conduce a los retornos, un sentimiento de pérdida insustituible danza en el viento, conversa en los rayos de sol y todo está diciendo que la patria pierde a un hombre de valía, pero la memoria se fortalece con la luz de una vida que supo ser digna, valiente y entregada.

Extension universitaria, un compromiso con la integración

Una Universidad cerrada sobre sí misma, divorciada de los intereses de la sociedad, pierde de vista su esencia. Fortalecer los vínculos con la comunidad es un compromiso asumido, es un desafío en marcha

La Extensión Universitaria, pilar conceptual e ideológico de la Universidad Reformista, junto a la enseñanza y la investigación, desarrolla y multiplica su actividad y su alcance, transitando quizás, su momento más importante.

Los paradigmas de formación, integración y calidad que debe encarnar la Universidad y la aceleración de los procesos (tecnológicos, demográficos, urbanos, ambientales, sociales, productivos, económicos, etc.) en el país y en el mundo, instalan en la universidad pública, la necesidad de interpretar a la extensión en su sentido más amplio, involucrándola en los más diversos aspectos de vinculación con la sociedad y el medio, no sólo transfiriendo, sino y fundamentalmente escuchando, aprendiendo y reflexionando sobre el contenido de los mensajes.

No es suficiente abrir las puertas de la universidad pública al medio, no alcanza con ofrecer lo que sabemos hacer, ni con hacer lo que nos demandan; hoy la Universidad debe hacer lo que es necesario. Es necesario salir y formar parte. El desafío es escuchar, integrar a la Universidad con la Sociedad e involucrarse para elaborar una respuesta útil y comprometida, no sólo con el futuro, sino con el presente.

Aproximaciones a una definición de la Extensión Universitaria

La Extensión Universitaria se define como la presencia e interacción académica mediante la cual la Universidad aporta a la sociedad en forma crítica y creadora los resultados y logros de su investigación y docencia, y por medio de la cual, al conocer la realidad nacional, enriquece y redimensiona toda su actividad académica conjunta.

Extensión, desde una universidad democrática, autónoma, crítica y creativa, parte del concepto de la democratización del saber y asume la función social de contribuir a la mayor y mejor calidad de vida de la sociedad.

Extensión Universitaria es el conjunto de actividades conducentes a identificar los problemas y demandas de la sociedad y su medio, coordinar las correspondientes acciones de transferencia y reorientar y recrear actividades de docencia e investigación a partir de la interacción con ese contexto.

La Extensión Universitaria cumple un rol de formación continua de la propia comunidad universitaria en su conjunto total y de profesionales, dirigentes y empresarios; un rol en la divulgación científica y de la diversidad cultural; un rol en la transformación social y el desarrollo comunitario y un rol en la transferencia tecnológica, con visión estratégica del desarrollo.

La Extensión Universitaria tiene como destinatarios a la sociedad en general, los sectores carenciados y marginados, las empresas productivas de bienes y servicios, el sector público y ONG´s (tercer sector); y la propia comunidad universitaria. Y como ejecutores a docentes e investigadores, alumnos avanzados, graduados y personal técnico no docente.

Extensión Universitaria significa ofrecer algo a la sociedad, intentar enriquecerla en su bagaje cultural, brindarle una herramienta, un conocimiento, una idea, una creación, informar y compartir algo: una técnica, un invento, un descubrimiento, un avance, que puede ser un libro, una mejor calidad de vida o una posibilidad de desarrollo.

Las políticas de Extensión Universitaria

Como señala el Estatuto de la Universidad nacional de La Plata, la extensión es una de sus funciones principales. El conocimiento creado o transmitido a través de instancias de docencia e investigación, encuentra su desarrollo pleno mediante la extensión universitaria. De ella depende la articulación entre el conocimiento acumulado en la Universidad y las distintas necesidades de la sociedad argentina.

El conjunto de conocimientos científicos, tecnológicos, humanísticos y artísticos, producto del desarrollo histórico de la institución, no conforman una “reserva”. No se encuentran “depositados”, o “cristalizados” en estructuras de escaso dinamismo. Por el contrario, conforman una masa crítica disponible, un caudal estratégico de saber transmisible a los distintos actores de la sociedad argentina.

La extensión procura la transferencia de este saber, en condiciones de alta calidad y óptima adecuación a las necesidades presentes y futuras del escenario económico y social.

El “perfil” de extensión de la Universidad se encuentra ligado, por una parte, al desarrollo relativo de la institución y al nivel de excelencia logrado por sus investigadores y especialistas. Por otra parte, se relaciona con las necesidades estructurales de la sociedad.

Esta adecuación entre el conocimiento de alto nivel acumulado, el capital humano disponible y los problemas más críticos del desarrollo económico y social, constituye el sujeto mismo de la extensión.

Las actividades de Extensión Universitaria
(académicas, sociales y culturales)

Las actividades sistemáticas que transfieren al entorno extrainstitucional los conocimientos y las experiencias producidos por la investigación mediante su aplicación o adaptación.

Las actividades formativas de grado que mediante la capacitación, prevención, orientación, información y difusión o asesoramiento a la comunidad, permitan complementar con la práctica, la formación teórica curricular.

La acción social como una modalidad de la extensión caracterizada por acciones y actividades, que aporten un beneficio a las comunidades de la región y del país, como forma de contribuir a la resolución de necesidades y problemas concretos.
Las actividades de tipo académico como los cursos libres de capacitación, la educación continua o de actualización, las actividades de información y difusión científico – tecnológica tales como seminarios, congresos, exposiciones, talleres, presenciales o por libros, revistas, folletos, videos, CDs, programas de radio, tv o internet, que permitan hacer accesible a los diversos sectores que lo requieren, el conocimiento que produce y sistematiza la universidad.

Las actividades culturales y deportivas.

Existe una demanda sostenida y creciente de las instituciones públicas y privadas de vincularse con las actividades universitarias, y comienza a desarrollarse una mayor conciencia universitaria de la necesidad de vincularse con la Comunidad, de involucrarse con los problemas cotidianos y de trabajar al ritmo y con los tiempos que el problema o la demanda requieran. No obstante, la visión transversal e integrada de la Extensión en las distintas unidades académicas aún es baja, por lo que todavía predomina el trabajo vertical, compartimentado y muchas veces desarticulado.

La casi totalidad de las actividades de extensión son autogestionarias y comienza a ser necesario un presupuesto dado por la propia Universidad, que baje los niveles de vulnerabilidad de las iniciativas – hoy dependientes en forma casi absoluta de recursos externos-, que permita dar respuesta a demandas elementales, así como canalizar proyectos de importancia institucional que no cuentan con financiamiento externo, definiendo prioridades en función de un plan de trabajo integral.

17/05/2011 11:52
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Comision Universitaria sobre Discapacidad
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Plan estratégico 2010-2014 – Extensión Universitaria

Crisis y democracia, neoliberalismo y movimientos sociales

En un artículo anterior me ocupaba de los efectos de la crisis sobre las estructuras estatales y supraestatales, tomando como ejemplo la crisis de la UE y del Estado de las autonomías en España . Esta vez el objetivo es analizar los efectos de la crisis sobre las democracias liberales occidentales.

Las clases populares, formadas por actores muy diversos, empezaron a movilizarse de manera masiva, primero desde finales de la década de los 90 contra las medidas neoliberales, especialmente en América Latina; y después contra los efectos sociales de la crisis a partir de 2008, especialmente en Europa. Esta nueva ola de protagonismo de las masas populares, ocupando el espacio público y transformando la realidad social y política de países y regiones, ya había comenzado unas décadas antes . Paralelamente a las contestaciones actuales en Europa, el mundo árabe también se vio sacudido por una rebelión de masas que está transformando toda la región.

Los nuevos sujetos plurales de estas movilizaciones y sus formas de protesta han convivido y conviven con antiguos movimientos sociales, especialmente en Europa, como los sindicatos y su clásica arma de lucha, las huelgas laborales. Pero entre ambos aparecía una diferencia fundamental. Los sindicatos normalmente se orientan hacia objetivos socio-laborales que deben ser acordados mediante una negociación, y la huelga juega como un elemento de presión, lo cual no pone en duda la estructura general de dominación política y social. Sin embargo, las movilizaciones de masas impulsadas por los nuevos sujetos sociales plurales como reacción a las agresivas políticas del neoliberalismo (tanto en su fase de ascenso en América Latina, como en la fase de la crisis en Europa) se plantean de manera creciente objetivos más ambiciosos, aunque también más difusos, superar el modelo de democracia burguesa por una más participativa y, finalmente, superar el capitalismo. En relación a ambos objetivos las alternativas propuestas se hacen más difusas y diferentes. Tanto lo ambicioso de las aspiraciones, como la falta de concreción de las alternativas hacen imposible la negociación. Por eso las consignas que traducen los deseos de las masas en acción a veces expresan más la arista de protesta que la de alternativa, es el ejemplo del famoso ¡Qué se vayan todos!

Algunos de los principales ensayistas y publicistas de la izquierda se han ocupado de definir y analizar esta nueva realidad social. Así por ejemplo, Marta Harnecker definía a los nuevos movimientos sociales de la siguiente manera: “Difieren en muchos aspectos del clásico movimiento obrero. Sus plataformas tienen un fuerte acento temático y su convocatoria es policlasista y multigeneracional. Sus modos de organización son menos jerárquicos y más en red que en el pasado y sus formas concretas de acción son muy variadas. Aparecen también en el escenario nuevos actores sociales. Es sorprendente, por ejemplo, la capacidad de movilización que han manifestado los jóvenes, organizados fundamentalmente por vía electrónica, con el objetivo de repudiar la actual globalización; resistir a la aplicación de medidas de corte neoliberal, desarrollar poderosísimas manifestaciones contra la guerra y ahora contra ocupación, y difundir experiencias de luchas revolucionarias, rompiendo el cerco informativo al que habían sido siempre sometidas las ideas progresistas y de izquierda.”

Raúl Zibechi señala las causas que provocaron la eclosión de estos nuevos movimientos sociales en América Latina en la década de 1990, “Los movimientos sociales nacidos en América Latina son las respuestas al terremoto social que provocó la oleada neoliberal de los ochenta, que trastocó las formas de vida de los sectores populares al disolver y descomponer las formas de producción y reproducción, territoriales y simbólicas, que configuraban su entorno y su vida cotidiana.”

Ese terremoto social se ha reproducido de nuevo en Europa al finalizar la primera década del siglo XXI como consecuencia de la grave crisis económica que golpea, especialmente, a los países del sur, y que ha llevado en un corto período de tiempo al desmantelamiento de sus débiles Estados de Bienestar, sumiendo en situaciones de pobreza y desesperanza, inimaginables unos pocos años antes, a amplias capas populares. Y también en Europa han nacido nuevos movimientos sociales, entre los que sobresale el movimiento de los indignados en España, con réplicas en otros países y una fuerte capacidad de movilización.

Los sujetos que han protagonizado las movilizaciones antineoliberales en América Latina son más variados que los que participan en las movilizaciones europeas. En el subcontinente americano existen dos sujetos que en Europa son de escasa importancia como los campesinos, o inexistentes como los pueblos indígenas. Pero si son más parecidos otros sujetos, como los trabajadores precarios y desempleados, las clases medias empobrecidas y los estudiantes, atravesados todos ellos por dos grupos diferenciados especialmente golpeados por la crisis, los jóvenes y las mujeres.

Las democracias burguesas en América Latina y Europa, basadas en sus reglas formalistas de participación se han visto enfrentadas a movimientos que exigían mayor inclusión y participación, y radicalización de la democracia, con el objetivo de liberarlas de la farsa que las reduce a la participación puntual en un acto de votación cada cuatro o seis años, y de la degradación que supone la manipulación de la opinión pública por los grandes conglomerados de medios de comunicación y el chantaje de los grandes poderes económicos, hoy señalados con el aséptico nombre de los mercados.

Estos nuevos sujetos, y los movimientos que conforman, han acudido a un nuevo repertorio de formas de protesta y lucha que han llegado, en ciertos momentos, a situaciones insurreccionales en América Latina, sin alcanzar ese nivel, por el momento, en Europa. Además, en Europa, el peso de uno de los más antiguos movimientos sociales, el obrero, con sus clásicas organizaciones sindicales y sus también clásicas formas de lucha, la huelga, sigue teniendo un peso mucho más relevante que en América Latina, y ello, a pesar del carácter reformista de las cúpulas sindicales.

Este repertorio de nuevas formas de protesta ha desbordado el marco laboral para tomar las plazas y calles en ocupaciones y manifestaciones, en cortes de carreteras, y en ocupaciones de edificios públicos y privados emblemáticos. Han acudido a las demandas de convocatoria de asambleas constituyentes, de referéndums y de nuevas elecciones, politizando de esta manera sus demandas y apuntando al corazón del problema al exigir una auténtica democracia y un modelo económico que estén, ambos, al servicio del pueblo y no de los grandes poderes económicos.

En América Latina, como es sobradamente conocido, el ciclo de protestas de estos nuevos actores y movimientos que se incorporaban a la historia llegaron a derribar diferentes gobiernos neoliberales en Argentina, Bolivia o Ecuador; desarticularon golpes de Estado y movimientos sediciosos de la extrema derecha como en Venezuela, Bolivia y Ecuador; consiguieron llegar al poder a través de partidos o líderes identificados con ellos como en Ecuador, Bolivia y Venezuela, y también vieron como la derecha les robaba su victoria bien legalmente, como en Argentina, bien con un golpe de Estado abierto como en Honduras o encubierto como en Paraguay, bien a través del fraude electoral como en México. Pero donde accedieron al poder, la democracia se hizo mucho más real, inclusiva y participativa, sin que en ningún lugar el pulso entre la vieja sociedad oligárquica y neoliberal y los nuevos proyectos populares y democráticos haya concluido, ni tampoco las tensiones en el interior del campo popular. En todas esas experiencias los nuevos movimientos y sus formas de lucha fueron objeto de intentos de deslegitimación y criminalización por parte de las oligarquías y sectores neoliberales, a nivel nacional e internacional, utilizando para ello los poderosos medios de comunicación a su servicio y amparándose en las reglas formales de una democracia burguesa puesta al servicio de sus intereses.

La democracia es una conquista de las clases populares

Frente a ello, el objetivo de los nuevos movimientos no fue renegar de la democracia, sino denunciar su vaciamiento por las elites políticas y económicas y reivindicar una radicalización y profundización de la democracia. La lucha contra la opresión económica y social se hacía bajo la bandera política de una democracia auténtica.

Existe una tesis ampliamente documentada y sostenida por estudiosos y analistas del desarrollo democrático que sostiene que la ampliación del contenido de la democracia llevada a cabo durante más de siglo y medio ha sido posible gracias a las luchas de las clases populares. Es necesario recordar una vez más que liberalismo y democracia forman un binomio conflictivo y contradictorio. Las democracias liberales del siglo XIX eran democracias censitarias, donde solo un muy reducido sector de la población gozaba de la ciudadanía, el sector formado por los propietarios importantes, al que se podía añadir los que gozasen de un nivel educativo alto, normalmente pertenecientes al sector de los propietarios. Ni siquiera las mujeres de ese sector tenían el derecho a la ciudadanía. Fueron las clases populares, especialmente el movimiento obrero, y el movimiento feministas (sufragistas) quienes ampliaron paulatinamente los sectores con derechos políticos.

Pero esa extensión aún no representaba el moderno Estado social y democrático de derecho, es decir, aquel que reconoce, junto a los derechos políticos, una serie de derechos sociales y económicos a las clases populares, esos que conformaron el Estado de Bienestar hoy en vías de desmantelamiento. Y esos derechos necesitaron nuevos períodos de lucha para ser conseguidos.

Entonces, ¿el liberalismo se hizo democrático en este proceso y cesó sus contradicciones con la democracia? En absoluto. Grosso modo podríamos decir que el liberalismo solo aceptó la extensión de la democracia conforme encontraba medios para mantener bajo control a las “peligrosas clases populares” que accedían a los derechos políticos. Aún así, cuando estos mecanismos dejaban de funcionar y se hacía real el peligro para su dominio, simplemente acababa o intentaba acabar con la democracia. Ejemplos históricos de ello son la II República española, la Guatemala de Arbetz, el Chile de Allende, o Venezuela (golpe de Estado abortado por la defensa popular de la legalidad democrática) y Honduras en la actualidad, entre otros muchos ejemplos que pueden citarse. Y sin llegar tan lejos, el fraude electoral en México en 2006 para impedir la victoria de López Obrador a la presidencia de ese país.

Tres grandes medios fueron encontrados por el liberalismo para ejercer ese control en diferentes épocas. El más antiguo y burdo, más propio de sociedades rurales, fue el caciquismo, mediante el cual los caciques controlaban el voto de amplias masas, mayoritariamente rurales, en sus feudos. Luis Corvalán hace una descripción de estas prácticas en las elecciones presidenciales chilenas de 1938 que es extensiva a otros países del mundo, “el sistema electoral permitía las más groseras deformaciones de los verdaderos sentimientos ciudadanos. Abundaban las dobles inscripciones, votaban los muertos de la derecha, se robaban las urnas, se compraba y vendía votos. Y como la candidatura de Ross desconfiaba de los “carneros” se organizaron para al 25 de octubre, día de la elección, las encerronas de elementos de venales a fin de llevarlos a votar, mediante el sistema de acarreo, para asegurarse así que no iban a fallar”.

El segundo medio de control sobre las clases populares peligrosas, más adecuado a las sociedades desarrolladas económicamente, está formado por la conjunción de tres fenómenos. En primero es un crecimiento económico sostenido que permite compartir una parte del beneficio del crecimiento con las clases populares a cambio de paz social y reconocimiento de la hegemonía burguesa. Los amplios beneficios económicos que permiten repartir una parte de los mismos son fruto de los aumentos sostenidos de la productividad del trabajo y de la sobre-explotación de los países atrasados. El segundo fenómeno es la existencia de organizaciones sindicales integradas dentro del mecanismo de un negociación que permiten acordar las condiciones de dicho reparto, lógicamente la clase obrera es la principal beneficiaria de esos beneficios invertidos en paz social, pero también se extienden a otras capas populares. El tercer fenómeno es la existencia de partidos socialdemócratas que transmitan y garanticen a nivel político la hegemonía burguesa dentro del movimiento obrero y otras capas populares. Este es el medio de control que se está resquebrajando en Europa con la ofensiva para desmantelar el Estado de Bienestar. Por esto mismo, cuando se ataca al Estado de Bienestar se está disolviendo el lazo que mantenía unido al liberalismo y la democracia mediante una paz social sostenida mediante los beneficios obtenidos de la explotación interna y sobre todo externa. En épocas de crisis, la burguesía busca recomponer su tasa de beneficio mediante el fin del reparto de los beneficios y el aumento de la explotación. Pero desmantelar el Estado de Bienestar es acabar con el Estado social, intentando hacer retroceder al Estado liberal a un estadio histórico anterior de su desarrollo, algo imposible de hacer aceptar pacíficamente a las clases populares. De ahí que, inevitablemente, dicho desmantelamiento tenga que ser acompañado de una degradación de la democracia y un aumento de los aspectos autoritarios y represivos del Estado liberal.

El tercer medio de control es el más moderno y sofisticado de los tres, se trata de los poderosos medios de comunicación de masas que buscan asegurar la hegemonía de la burguesía sin necesidad de la mediación de los sindicatos y los partidos socialdemócratas. Se trata de un medio capaz de ser utilizado tanto en sociedades desarrolladas como no desarrolladas. Su eficacia ha sido alta, pero ha encontrado sus límites en dos situaciones. Primero, cuando los sacrificios y sufrimientos que sufren las clases populares llegan a un cierto nivel relativo, la propaganda de los medios empieza a perder capacidad para mantener la hegemonía burguesa y, en conjunción con otras condiciones, esa hegemonía comienza a ser disputada por las organizaciones representativas de las clases populares. Es el ejemplo de los levantamientos populares anti neoliberales en América Latina. La segunda situación que contrarresta el monopolio de los grandes medios de comunicación de masas es la difusión de los modernos medios de comunicación de más difícil control, los teléfonos móviles e internet, como ha sido demostrado en muchas de las movilizaciones más importantes desarrolladas en los últimos años en el mundo.

Por tanto, si el primer medio de control pertenece mayoritariamente a las sociedades rurales del pasado o atrasadas, si el segundo está quedando inutilizado con la ruptura del pacto social por parte de la burguesía, y el tercero está siendo contrarrestado por otros medios de comunicación en las actuales sociedades de masas, el dominio burgués se encuentra ante una situación insólita que se agrava, de un lado por la intensidad de una crisis económica del capitalismo, similar a la de los años 30, y por otro debido al desafío de los movimientos sociales que no solo luchan por evitar la degradación de la democracia en sus contenidos actuales, sino por ampliar y profundizar esos contenidos democráticos.

Los intentos de deslegitimar y criminalizar la rebeldía civil pacífica que recorre la Europa del sur en estos momentos están abocados al mismo fracaso que cosecharon cuando intentaron lo mismo en América Latina. Podríamos, pues, terminar haciéndonos unas preguntas claves en estos momentos que ilustran claramente si es el neoliberalismo o las clases populares y sus movimientos quienes defienden la bandera de la democracia: ¿Es mejor democracia la mexicana, con el descarado fraude electoral a López Obrador, frente a la democracia venezolana, donde Chávez se sometió a un referéndum revocatorio? ¿Es democrático que el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, o la canciller alemana Angela Merkel decidan los destinos de 27 pueblos europeos? ¿Son democráticas las amenazas de la troika obligando a retirar el referéndum griego que quiso realizar Papandreu? ¿Es democrático que el Parlamento Europeo, única institución de elección directa en la UE, permanezca mudo durante los graves acontecimientos en Europa? ¿Es democrático que los mercados dicten las medidas que el gobierno de Rajoy impone a la sociedad española en cada consejo de ministros semanal? ¿Es democrático reducir a los pueblos europeos a la pobreza y la miseria con el objetivo de salvar a los bancos? ¿Son más democráticas las amenazas, extorsiones, provocaciones y represiones de los gobiernos e instituciones neoliberales, o las muestras de solidaridad y libre manifestación de las clases populares?

Los actuales movimientos sociales que se movilizan en Europa contra el programa neoliberal de desmantelar el Estado de Bienestar, que defienden los derechos de la inmensa mayoría de la población frente a los intereses de los mercados, son los auténticos defensores de una democracia que solo se ha ido ampliando y profundizando a lo largo de la historia a través de las luchas de las clases populares.

Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog :

http://miradacrtica.blogspot.com/, o en la dirección: http://www.scribd.com/sanchezroje

Los efectos de la crisis en las estructuras estatales y supraestatales. El caso de España y la UE.

Ver un análisis sobre este fenómeno en mi artículo “ La revolución de masas prende en el mundo árabe”

Marta Harnecker, Ideas para la lucha, pág. 11

Raúl Zibechi, Autonomía y emancipaciones. América Latina en movimiento, pág. 21

Luis Corvalán, De lo vivido y lo peleado. Memorias. LOM, pág 38

La Consolidación Oligárquica Neoliberal en El Salvador ylos Retos para el Gobierno del FMLN

Texto Originalmente publicado en Revista América Latina (Universidad ARCIS, Chile), 10 (2011)

La historia de El Salvador en la era republicana ha sido caracterizada por abismales desigualdades en el engranaje de las relaciones sociales y la estructura del poder. Es notorio el uso histórico del término “Las 14 Familias” que fue utilizado para denotar a la oligarquía cafetalera que se cimentó en las reformas liberales del último cuarto del siglo diecinueve y que dominó al país por un siglo (1880-1979).

En el ideario popular “Las 14 Familias” se resumió en la simple noción de “La Oligarquía” e incluso se sigue utilizando has el día de hoy para identificar a las contadas familias que siguen controlando el nuevo poder económico en la era neoliberal. Pero desde el punto de vista conceptual/analítico, nos podemos preguntar: ¿Cómo ha cambiado la oligarquía en El Salvador? ¿Cuáles son las nuevas dinámicas políticas y socioeconómicas que caracterizan la composición y comportamiento del nuevo grupo de poder? Durante 20 años (1989-2009), y de la mano del instrumento partidista de la oligarquía, Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), El Salvador experimentó la implementación de un programa neoliberal basado en la privatización, la desregularización, la dolarización y el libre comercio que al mismo tiempo constituyó la piedra angular para la reconstitución de la estructura tradicional de poder donde la oligarquía nacional ha logrado consolidarse.

El Salvador cambió aceleradamente durante ese tiempo, de un sistema agropecuario exportador con tintes semifeudales a una economía basada en las finanzas y los servicios. Del mismo modo, la antigua oligarquía cafetalera se ha transformado en una clase financiera dentro del marco de esta nueva economía basada en las finanzas y los servicios, que además se ha convertido en una clase importadora que utiliza el dólar estadounidense como moneda y sobrevive gracias al consumo que sostienen las remesas que los salvadoreños en el exterior, principalmente en EE UU, mandan a sus familias periódicamente.

Por lo tanto, la nueva oligarquía ha cambiado sus viejos fundamentos ideológicos que se basaban en preceptos terratenientes/feudales y retrógrados por el innovador y “modernizante” mundo de la doctrina neoliberal, pero el resultado macro social de este quiebre ideológico ha representado simultáneamente un continuismo del privilegio y la desigualdad en El Salvador, y de hecho la estructura de poder se ha consolidado e incluso se ha agudizado.

En este contexto, el triunfo electoral del Frente Farabundo Martí Para la Liberación Nacional (FMLN), el ex guerrillero partido de izquierda y frontal enemigo de la oligarquía y del neoliberalismo, que ganó la presidencia del país por primera vez en marzo del 2009, tuvo como uno de sus pilares de acción “cambiar” la orientación neoliberal de cuatro gobiernos de ARENA y encaminar al país en un sendero distinto donde las urgencias socioeconómicas de las grandes mayorías desplazaran a los intereses oligárquicos como las prioridades estatales.

No obstante, las promesas de cambio no fueron radicales o substanciales, y es aquí donde yace el gran reto para el gobierno del FMLN: al prometer medidas cosméticas y superficiales sin abordar la base fundamental de las desigualdad social y la pobreza, es decir el sistema oligárquico en sí, el FMLN ha asegurado la continuidad del sistema que implementó ARENA a favor de un puñado de oligarcas.

Nada más que un cambio radical podría desmantelar la consolidación oligárquica neoliberal, es decir, la raíz de los problemas más básicos que el país enfrenta. El siguiente artículo intentará facilitar un análisis crítico de esta problemática salvadoreña dentro del marco de los desafíos que se han venido fraguando en el periodo de la posguerra y que condicionan la evolución política y socioeconómica del país: el neoliberalismo, la consolidación oligárquica, y los retos del gobierno del FMLN.

La primera sección abordará un análisis histórico de la conformación de la oligarquía cafetalera entre los años 1880 y 1932, mientras que en la segunda sección examinaremos la alianza histórica entre la oligarquía cafetalera y los militares que se pactó para mantener el sistema a flote hasta 1979. La tercera sección presentará un recuento del giro neoliberal que catapultó a una nueva oligarquía dentro del marco de una economía terciaria, importadora y orientada al consumo improductivo, a costa de las mayorías que continúan marginadas y sumidas en enormes desigualdades socioeconómicas.

La cuarta sección buscará presentar un análisis de la creciente identidad transnacional de la nueva oligarquía salvadoreña, tanto para dejar constancia de su nuevo carácter como de su vertiginoso poderío. Finalmente, la quinta sección intentará proporcionar un franco análisis sobre los retos que le esperan al gobierno del FMLN en cuanto a las promesas de cambio y las oportunidades y riesgos, tanto internos como externos, que se avecinan al tratar de enfrentar el funcionamiento y orientación del nuevo sistema oligárquico.

Caracterización Histórica de la Oligarquía Cafetalera

Podríamos argumentar que la oligarquía cafetalera fue exitosa en perpetuar por un siglo su ideología tradicionalista y agraria (de principios de 1880s a 1979) aunque las modalidades hayan cambiado a través de los años. El fundamento económico de la oligarquía cafetalera se cimentó durante las reformas liberales a finales del siglo diecinueve, cuando el régimen de Rafael Zaldívar eliminó por decreto todas las tierras comunales y los ejidos indígenas para abrir paso a la privatización de la tierra y facilitar la expansión del incipiente sector cafetalero (Colindres 1977; Lindo 1980 & 1990; Menjivar 1980; Bradford Burns 1988; Torres Rivas 2007).

En febrero de 1881 se aprobó la “Ley de Extinción de Comunidades” la cual afectó a más del 15% de la tierra productiva del país y ordenaba a los administradores de las tierras comunales campesinas a dividir sus propiedades de forma individual ó a vender las tierras a personas que estuvieran dispuestas a comprarlas (Menjivar, 1980: 100-101).

Esta ley dejaba al descubierto la nueva orientación en el régimen de tenencia de la tierra: “la indivisión de los terrenos poseídos por comunidades impide el desarrollo de la agricultura, entorpece la circulación de la riqueza y debilita los lazos de la familia y la independencia del individuo…que tal estado debe cesar cuanto antes como contrario a los principios económicos, políticos y sociales que la República ha aceptado” (Geoffroy Rivas, 1973: 438) 2

Un año más tarde se aprobó la “Ley de Extinción de Ejidos”, que de igual forma descalificó las tierra comunales “por cuanto anulan los beneficios de la propiedad en la mayor y más importante parte de los terrenos de la República” (Ibíd.). La visión de Zaldívar se basaba en la construcción de un país agroexportador que desechaba todas las formas arcaicas de producción y tenencia de la tierra en favor del dinamismo de la exportación del café que no sólo diversificaría la economía nacional sino que también proporcionaría una mayor fuente de ingresos para financiar la eventual expansión del aparato estatal.

Asimismo, y para asegurar la mano de obra en las nuevas plantaciones de café, Zaldívar introdujo leyes que prohibían “vagancia y trabajo migratorio” y asignaban “jueces agrarios” para controlar la disponibilidad de jornaleros, mientras se autorizaba la expulsión de “intrusos” en todas las nuevas tierras privadas por parte de la recién formadas patrullas policiales comunales (Gordon 1989: 21). El aparato represivo se reforzó progresivamente con la introducción de la Policía Rural en 1889, asignada primordialmente a las áreas cafetaleras.

Es importante señalar que el crecimiento de los cuerpos represivos obedeció a la modalidad de privatización de la tierra. A medida que las tierras comunales y los ejidos perdieron apoyo estatal, la clase dominante, consolidada en el periodo republicano y vinculada con el régimen de Zaldívar, se convirtió en el gran beneficiario de la reforma liberal.

Aprovechando la ambigüedad de las leyes y las brechas legales que éstas permitían, la clase dominante se sirvió de prácticas corruptas, tales como la contratación de abogados inescrupulosos y el soborno de administradores locales, para apropiarse de las mejores tierras del país. A esto se añadió la eventual expulsión forzada de indígenas y campesinos para “limpiar” las tierras y agilizar la explotación cafetalera (Geoffrey Rivas, 1973: 439).

Es aquí donde los cuerpos represivos encontraron su mayor punto de acción: despojando las tierras de forma ilegal y violenta y conteniendo las rebeliones campesinas que se levantaron para combatir los abusos, como sucedió en 1882, 1885 y 1889 (Menjivar 1980: 89; Trujillo 1981). Este proceso de despojo no solamente permitió la base de acumulación originaria para fundamentar el nuevo modelo agroexportador y la base material para establecer la nueva oligarquía cafetalera, sino que también representó el hito en la formación de un régimen socioeconómico fundamentalmente injusto y caracterizado por enormes desigualdades que se reprodujo de forma permanente por casi un siglo.

Según Flores Macal, para 1886 unas cuantas familias, por ejemplo Alfaro, Palomo, Dueñas, Regalado, Escalón y Meléndez, se habían apoderado de 40% del territorio nacional para expandir el sector agroexportador, la mayoría antiguas tierras ejidales y comunales (Flores Macal, 1983: 60). La nueva Constitución de 1886 promulgó oficialmente la privatización de la tierra y el modelo agroexportador como la estrategia nacional hacia el desarrollo, mientras que la emergente oligarquía cafetalera se convertía en la nueva clase dominante que controlaría las riendas del modelo agroexportador y todos los demás sectores económicos del país.

Del mismo modo, esta clase también se constituiría como una élite gobernante ya que miembros de este grupo ocuparon la silla presidencial hasta la tercera década del siglo veinte (Mariscal, 1979: 143). Este proceso de acumulación originaria concluyó en el logro de tres objetivos fundamentales para la consolidación de la nueva oligarquía cafetalera: permitió la despojo de tierras y la 3 liberalización de la mano de obra para sostener al industria del café; propició la inserción de El Salvador dentro de los circuitos del mercado internacional como mono-exportador de café; y eliminó la tradición de gestión de tierras por parte de los gobiernos municipales al centralizar esta gestión en manos del gobierno nacional, lo que a su vez facilitó la transferencia de tierras a los intereses oligárquicos que controlaban el estado nacional.

Para finales del siglo diecinueve, la exportación de café se había convertido en la espina dorsal de la economía nacional, ya que representaba 76% de las exportaciones (esta cifra llegaría a 95% en 1931) y recaudaba más del 80% de las rentas del estado (Geoffrey Rivas, 1973: 439). Del mismo modo, la industria del café se convertiría en el negocio exclusivo de unas cuantas familias oligárquicas que se mantendría hasta 1979, un grupo que se denominó “Las 14 familias” ya que los más poderosos constituían ese número aunque en realidad era mayor (Colindres 1977; Albiac 1999; Paniagua 2002).

En el cuadro 1 se especifican las principales familias que controlaron este rubro hasta mediados de la década de los 1970s, una producción que representaba más de dos tercios de la producción nacional cafetalera y que se llevaba a cabo en la mejor tierra del occidente del país.

Cuadro 1 Principales Familias en la Producción de Café, 1974 (Miles de quintales)
Familia(s)
1. Regalado Dueñas y Mathies Regalado 2. Guirola 3. Llach y Schonenberg 4. Hill y Llach Hill 5. Dueñas 6. Álvarez Lemus 7. Meza Ayau 8. Sol Millet y Escalante 9. Daglio 10.Other Álvarez 11. Salaverría 12. Deininger 13. Alfaro (Castillo- LiévanoVilanova) 14. Dalton 15. Lima 16. García Prieto-Miguel Salaverría 17. Ávila Meardi-Meardi Palomo 18. Liebes 19.Battle 20. Álvarez Drews 21. Quiñonez 22. H. De Sola 23.Kriete 24.Cristiani Burkard 25. Eduardo Salaverría 26. Bonilla
Producción 85 72 50 49.5 45.5 42 41 36.5 38.5 33 32 22 22 22 20 20 19 18 18 16 14.5 13.5 13 12.5 12 4
Fuente: Colindres, 1976: 471 10

¿Cómo podemos caracterizar a este grupo dominante? Edelberto Torres Rivas argumenta que el concepto de lo “oligárquico” debe ser concebido como una “categoría descriptiva” que hace referencia a una forma particular de ejercer dominio político y económico dentro del marco de las relaciones y conflictos históricos entre las clases (Torres Rivas, 2007: 214).

Asimismo, lo “oligárquico” se refiere a “la conducción política que corresponde al periodo de formación del estado nacional, momento que corresponde al largo trecho histórico de consolidación de la economía comercial para la exportación, es decir, cuando se establecen de forma estable, orgánica, los lazos con el mercado mundial y, al mismo tiempo, cuando internamente las instituciones del orden colonial quedan redefinidas o superadas en un proyecto de integración y modernización capitalista” (Ibíd.: 214-215).

Esta caracterización del poder oligárquico se plasmó en El Salvador durante las reformas liberales y la privatización de la tierra ejidal y comunal, de donde emerge una nueva clase política-económica que se integra a los mercados internacionales mediante la exportación de café y termina por dominar el estado nacional y la economía en su conjunto.

Torres Rivas continúa “[en el poder oligárquico] la élite es capaz de hacerse de tierra y capital para sembrar, procesar o comerciar café, se convierte en una fuerza social dominante, violenta en sus métodos. Sus intereses son intereses mayores hasta alcanzar dimensión nacional, y por ellos el poder político se pone directamente a su servicio” (Ibíd.: 215).

Es decir, en virtud del poderío económico acumulado por la oligarquía, el estado pasa a subordinarse ante las necesidades e intereses multidimensionales de la clase oligárquica. Finalmente, Torres Rivas añade “en la constitución de esta dominación política se va conformando una relación profundamente desigual y autoritaria entre un pequeño grupo de propietarios terratenientes/comerciantes y una masa de campesinos o peones agrícolas…la subordinación política paralela a la sobreexplotación económica se apoya en una extensa y profunda estructura de privilegios sociales reales, con la base que otorga la propiedad de la tierra, o la tradición que acompaña el color de la piel o el apellido, la herencia de la posición social, el origen familiar…” (Ibíd.).

En este sentido, el poder oligárquico encapsula tres aspectos que inciden en la estructura de poder en formación: el poder político y económico paralelos, el estado como aparato subordinado a los intereses de clase dentro del marco del desarrollo capitalista y su conexión con el mercado mundial, y la consolidación de enormes desigualdades de clase claramente demarcadas.

Si tomamos en cuenta estas características de lo “oligárquico” como punto de referencia para conceptualizar la clase cafetalera que emergió en El Salvador después de las reformas liberales de finales del siglo diecinueve, podemos resaltar los siguientes rasgos como constituyentes de este grupo oligárquico: 1. Una clase política conformada por un limitado grupo de individuos pertenecientes a pocas familias que ostentan reconocimiento histórico y cuyo prestigio yace en su origen, raza, posición social dentro de la colonia, apellido, o la alguna combinación de éstos 2. Una clase económica que está fundamentalmente ligada al campo y a la industria agroexportadora, y que su domino sobre la espina dorsal de la producción nacional le 5 3. 4. 5. 6. permite invariablemente controlar todos los demás sectores económicos que se derivan del sector primario (como la industria, el comercio, las finanzas y los servicios, entre otros).

Es decir, el grupo oligárquico controla en su totalidad el sistema económico del país y todos los sectores que lo conforman. El estado nacional funciona como un instrumento patrimonialista al servicio de la clase oligárquica, el cual a su vez es dirigido directamente por parte de la oligarquía. El sistema socioeconómico que sustenta y reproduce al núcleo del poder oligárquico es fundamentalmente desigual y explotador, donde la riqueza está concentrada en muy pocas manos, las grandes mayorías son marginadas y explotadas el servicio del sector agroexportador, y las posibilidades de redistribución de la renta o movilidad social son esencialmente nulas.

La modalidad de ejercer el poder es basado en la imposición, la violencia y la represión, donde no hay una mediación institucional constituida que negocie y reconozca derechos democráticos para la población en general. Subordinación a la influencia de los poderes imperialistas y hegemónicos. Esta conceptualización de la oligarquía cafetalera salvadoreña evolucionó a través de los años de acuerdo con los cambios políticos y socioeconómicos provocados tanto por factor internos como externos, siendo el protagonismo adquirido por los militares desde 1932 y los intentos de dar el salto a la industrialización las variantes más notales antes de 1979.

Pero la esencia del poder oligárquico se mantuvo virtualmente intacta hasta 1979, cuando la crisis interna del sistema oligárquico, complementada por la disensión dentro del aparato militar y la organización popular de izquierda, provocó una crisis de poder y el fin del modelo de poder oligárquico agroexportador que estuvo vigente por un siglo.

La Alianza Oligárquico-Militar y Desafíos al Modelo

En este contexto es importante analizar los cambios en la correlación de fuerzas que provocó la Gran Depresión mundial de principios de los años 1930s. La desigualdad, explotación y pobreza que resultaron de las reformas liberales y la expansión del modelo agroexportador se agudizaron con la caída vertiginosa de los precios del café durante la crisis mundial, lo que a su vez llevó a un aumento importante en la actividad y movilización política de las clases explotadas.

En enero de 1932, y con el incipiente Partido Comunista como uno de sus fuerzas dinamizadoras, los campesinos y trabajadores en las zonas cafetaleras del país se levantaron en armas contra el modelo oligárquico, un evento histórico que puso en jaque momentáneamente al poder oligárquico (Anderson 1971, Marroquín 1977; González 1984; Cerdas Cruz 1986; Guido Béjar 1988; Dalton 2000).

Como medida de emergencia, la oligarquía recurrió al ejército para restablecer el orden y sofocar la insurrección a fuerza de cañón y salvar un statu quo que parecía moribundo. La intervención militar cerró “con broche de oro” su nuevo protagonismo al masacrar a 30,000 campesinos, en su mayoría indígenas, y así inaugurar la dictadura militar que gobernaría el país por más de 60 años (Anderson 1971; Dalton 2000).

Con la masacre también se inició la alianza estratégica oligárquico-militar mediante la cual la oligarquía cafetalera preservaría su status como clase económica dominante pero ahora protegida por las armas de los militares que a su vez pasarían a ocupar su puesto como clase gobernante (Guido Béjar 1988). 6

En este sentido, es importante destacar que durante este proceso de reacomodo en la estructura de poder y la recuperación del poder oligárquico ante el desafío de las masas, la ideología de la oligarquía cafetalera se mantuvo casi intacta a través del siglo veinte, y ésta ideología bloqueó todo esfuerzo por levantar iniciativas de desarrollo endógeno que diversificaran la base productiva del país y engendraran una distribución más balanceada de la renta nacional.

Los intentos por industrializar el país dentro del marco de un modelo de sustitución de importaciones quedaron truncos por una negligencia intencionada. Hasta finales de los años 1970s, el sector oligárquico agro-exportador todavía constituía la espina dorsal de la economía salvadoreña y su mayor fuente de divisas y excedente económico (Dada Hirezi 1978; Sevilla 1983).

La alianza estratégica entre la oligarquía y los militares comenzó a manifestar deficiencias funcionales para la década de los 1970s, alimentadas por factores estructurales. Una fue la crisis de los precios del café durante esa década, lo que a su vez llevó a una intensificación en los niveles de explotación, pobreza y desigualdad. Igualmente, el crecimiento de las fuerzas de izquierda y las organizaciones de masas propició un movimiento popular con un carácter progresivamente dinámico y convocador que comenzó a desafiar de forma abierta al régimen dictatorial militar, el cual había perpetuado su poder mediante elecciones fraudulentas en 1972 y 1977.

Esta movilización evolucionó eventualmente hacia una orientación político-militar con la conformación de grupos de guerrilla urbana que chocaban de forma ascendente con las fuerzas de seguridad del estado. Finalmente, otro factor que influyó a una creciente inestabilidad fue el paulatino protagonismo de fuerzas paramilitares de ultra-derecha, los llamados escuadrones de la muerte, patrocinados por la oligarquía para enfrentar de forma clandestina y violenta la organización popular (North 1985; Montgomery 1995).

La inestabilidad política generalizada desembocó en el golpe de estado de octubre de 1979, liderado por la “juventud militar” y el ala más progresista de los militares conformada por los rangos bajos y medianos. El golpe de estado se cristalizó en la creación de una Junta CívicoMilitar que prometió la introducción de reformas económicas y políticas que llevaran al país a la construcción de un sistema de corte liberal y con más equidad en la distribución de riqueza.

Este intento apresurado de reformas también fue el último intento para evitar la inminente guerra civil que se avecinaba (North 1982; Menjívar Ochoa 2006). Aunque la Junta no pudo desmantelar el modelo oligárquico, las reformas que introdujo tuvieron un impacto importante en el núcleo de poder económico de la oligarquía cafetalera. La Junta inició un proceso de reforma agraria que se llevaría a cabo en tres facetas y tendría como objetivo central la eliminación del latifundio, mientras que a su vez introdujo la nacionalización de la banca y del comercio exterior, este último considerado la fuente principal de la riqueza de la oligarquía ya que la actividad más lucrativa de la agro-exportación es su comercialización en los mercados internacionales (Menjívar Ochoa 2006).

Mientras la Junta, debilitada por divisiones internas y por la esperada ofensiva política por parte de la oligarquía, cedía el paso a un reacomodo de poder que se asemejaba al statu quo que precedió al golpe, y con la guerra civil ya en curso, los demócratas cristianos (DCs) ocupaban el protagonismo político con la ayuda de la administración Reagan y su plan de contrainsurgencia. Los DCs eran enemigos históricos de la oligarquía y apoyaron el desarrollo de los tres paquetes 7 de reformas que la Junta introdujo, mientras que el gobierno de Reagan elegía a los DCs y su reformismo de centro para librar la guerra contra el socialismo revolucionario representado por la guerra popular en manos de la izquierda militante y avanzada por el ejército guerrillero del a FMLN (Lungo 1990)

Entonces, podemos afirmar que el poderío histórico político-económico de la oligarquía cafetalera fue desarticulado durante la década de los 1980s por la combinación de tres factores: el ala progresista del militarismo que engendró los proyectos de reformas que dislocaron el poder económico de la oligarquía; los DCs que apoyaron las reformas y recibieron el visto bueno de la administración Reagan dentro del marco de la guerra civil; y el proyecto revolucionario antioligárquico avanzado por el FMLN mediante la lucha armada y en aras de tomar el control del estado.

Esto no significó necesariamente que la oligarquía desapareció del radar del poder nacional, sino que el poder casi absoluto se desarticuló y requirió de una reconfiguración en la estrategia para recuperarlo. Es más, la reforma agraria no se implementó en su totalidad, y aunque alrededor de 20% de la tierra fue redistribuida a cooperativas campesinas, la faceta que supuestamente iba a eliminar los latifundios nunca se llevó a cabo (Zamora, 1998: 54).

De igual forma, la banca nacionalizada siguió favoreciendo al sector oligárquico en cuanto a crédito e inversión, mientras que la comercialización del café y otros productos en manos del estado sufrió del boicot sistemático por parte de la oligarquía, lo que provocó un sesgo en la producción y una guerra al fin contra las agencias estatales a cargo del comercio exterior (Zamora, 1998: 59-65; Gaspar Tapia, 1989: 19-27).

Es decir, la oligarquía cafetalera sufrió una serie de golpes fuertes que la hicieron tambalear, pero no lograron hacerla caer del todo. Eventualmente, la tabla de salvación la proporcionó la doctrina neoliberal, que para finales de la guerra en El Salvador se había convertido en la ideología hegemónica mundial capitaneada desde El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El Giro Estratégico: ARENA y el Ajuste Estructural Neoliberal Con el triunfo de ARENA en 1989, que convirtió en Presidente al oligarca cafetalero Alfredo Cristiani, las puertas de abrieron para que El Salvador experimentara con el modelo anunciado desde Washington como la nueva base de la economía mundial.

Y es precisamente aquí cuando se lleva a cabo el quiebre histórico en la ideología constitutiva y funcional de la oligarquía salvadoreña: se da el salto de la mentalidad agraria tradicional a la “modernidad” de un modo de producción sustentado en el sector financiero e importador vinculado a los circuitos transnacionales de capital y de servicios.

De oligarquía retrógrada se pasa a una supuesta burguesía “despercudida” concentrada en los servicios y en las importaciones; del café y el siervo semi-feudal, se pasa al centro comercial y al trabajador asalariado flexible (Segovia, 2002: 53-91).

Invariablemente, el giro en economía política que facilitó la consolidación oligárquica en El Salvador no se puede concebir sin tomar en cuenta el nuevo patrón ideológico mundial que emergió de los planteamientos del Consenso de Washington y el “Nuevo Orden Mundial” 8 concebidos a principios de los años 1990s. La caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética dieron la pauta para el inicio de una nueva ofensiva del aparato capitalista mundial para asegurarse un entorno económico/político a nivel global que propiciase la acumulación de capital y la multiplicación de las plusvalías.

La supremacía del individualismo sobre lo colectivo, la reducción de la intervención y regulación estatales en la economía, y la preponderancia del mercado como la fuerza productiva y distribuidora fueron los preceptos fundamentales del giro neoliberal mundial, primero implementados por Pinochet en Chile, Reagan en los EEUU y Thatcher en el Reino Unido y luego diseminados por el mundo a través de los Programas de Ajuste Estructural (PAEs) y los Programas de Estabilización Económica (PEEs) patrocinados por El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

En El Salvador, el giro neoliberal se comenzó a gestar en 1983, cuando intereses oligárquicos, amparados por la USAID, fundaron La Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES). Este tanque de pensamiento se dio a la tarea de empezar a articular los preceptos neoliberales para su eventual implementación en El Salvador, y en 1985 publicó un documento titulado “La Necesidad de un Nuevo Modelo Económico para El Salvador” (Gaspar Tapia, 1989: 55-58; Vaquerano, 2005: 209).

Aquí se establecían las directivas de un modelo basado en la ampliación del libre mercado y la iniciativa privada, mientras que se abogaba por un estado limitado y atacaba las políticas económicas de los DCs que habían continuado con la mayoría de las reformas económicas implementadas por la Junta a principios de los años 80s. Fue mediante este pronunciamiento que una fracción de la oligarquía salvadoreña oficialmente declaró su giro hacia el neoliberalismo como la estrategia a seguir para restablecer su dominio clasista y recuperar su poderío económico.

En este contexto, y después de más de diez años de lucha armada y 75,000 muertos, el FMLN y el gobierno de Cristiani firmaron en enero de 1992 los Acuerdos de Paz que pusieron fin al conflicto y abrieron un nuevo capítulo en la historia del país (Dunkerley 1994). En esencia, los Acuerdos de Paz terminaron siendo pactos netamente políticos e institucionales que dejaron intacto el sistema socioeconómico del país, que paradójicamente había sido una de las causas de raíz de la guerra civil (Editorial ECA, 2002: 179-182).

Los Acuerdos de Paz pactaron la eliminación del aparato represivo del estado, introdujeron cambios en el sistema judicial y el sistema electoral, reconocieron oficialmente los derechos humanos, y permitieron la transición del FMLN hacia un partido político legal. Pero al mismo tiempo, los Acuerdos no abordaron el sistema desigual de tenencia de la tierra, la concentración de la riqueza que aún se concentraba en pocas manos, los altos índices de pobreza y exclusión social, y dejaron intacto el programa de ajuste estructural neoliberal que estaba en marcha desde que Cristiani había llegado al poder en 1989 (CIDAI, 2002: 212-4, 222-5).

Cuadro 2 Cambios en el empleo rural agropecuario y no agropecuario Años 1980 y 2004 (En porcentajes) Empleo Industria Construcción Comercio 1980 13% 5% 11% 2004 12% 4% 21% 9 Servicios Otros Agropecuario Fuente: PNUD 2005 6% 4% 61% 10% 10% 43% Cuadro 3 Cambios en las fuentes de divisas 1978 y 2004 Fuentes de divisas Agro exportaciones tradicionales Remesas Maquila No tradicionales fuera de C.A. Fuente: PNUD, 2005 1978 81% 8% 3% 8% 2004 5% 70% 12% 13%

Efectivamente, el giro neoliberal que la nueva oligarquía había concebido como su instrumento de reconfiguración de poder no tendría mayores obstáculos que superar. La primera gran transformación neoliberal del período de Cristiani fue la reprivatización de la banca, la cual benefició a un pequeño grupo y cimentó el nuevo poderío financiero que hoy vemos consolidado.

Con la aprobación de la Ley de Saneamiento y Fortalecimiento de Bancos Comerciales y Asociaciones de Ahorro y Préstamo (Noviembre 1990), el estado salvadoreño asumió la responsabilidad de sanear la cartera morosa de los bancos nacionales mediante la transferencia de cartera de alto riesgo, un proceso que al finalizar le costó al fisco salvadoreño alrededor de 3500 millones de colones, aproximadamente US$700 millones (Arias, 2008: 90; Segovia & Sorto, 1992: 8).

La ley creó el Fondo de Saneamiento y Fortalecimiento Financiero (FOSAFFI), cuyo objetivo central era el de asegurar que la cartera de los bancos estuviese solvente a fin de atraer la compra de acciones por parte de agentes privados (no se permitía la compra de acciones por parte de entes públicos), así como de proporcionar financiamiento para la adquisición privada de estas acciones, o sea, financiar a aquellos interesados en comprar acciones (Segovia & Sorto, 1992: 56).

El 29 de noviembre de 1990 se aprueba la Ley de Privatización de las Instituciones Financieras Nacionalizadas, y así se abre un ciclo de compra acelerada por parte de manos privadas de las acciones “saneadas” con capital público. A pesar de que las leyes de saneamiento y privatización contenían clausulas para impedir la concentración en la adquisición de acciones (como porcentajes límites y segmentos exclusivos para pequeños inversionistas), la mayor parte de la cartera bancaria terminó en pocas manos. Un método utilizado por los oligarcas fue el de pago de testaferros o “prestanombres” que compraban acciones con nombre propio pero que en realidad eran de otro (o que recibían acciones por medio de poderes), y así evadir los límites legales establecidos por la ley (Moreno 2009).

La falta de trasparencia llevó a que aliados de los oligarcas terminaran como directores de las instituciones o consiguiendo mayorías en las asambleas generales de accionistas donde los límites terminaron siendo burlados o simplemente ignorados. Para mediados de los años 90s, el proceso de privatización de la banca había confluido en la creación de un oligopolio financiero controlado por familias de apellidos oligarcas con credenciales históricas y otros que habían ascendido durante el proceso mismo (ver cuadro 3). 10

Indudablemente, la reprivatización de la banca sirvió como un instrumento fundamental para catapultar el poder financiero de la nueva oligarquía salvadoreña, la cual ya no cimentaría su poder en el control de las industrias de agro-exportación (café, azúcar y algodón) ni en la protección históricamente proporcionada por los militares, sino en la acumulación vertiginosa de capital y de inversiones que eventualmente llevó a la economía salvadoreña a convertirse en un rígido oligopolio controlado por un puñado de empresas financieras.

Este oligopolio financiero llegó a acaparar más del 90% de la cartera bancaria salvadoreña, y posteriormente este control de los bancos sirvió como base financiera para expandir los negocios de estas familias a las ramas del comercio, bienes y raíces, pensiones, aseguradoras, servicios y turismo (Equipo Maíz 2004).

Cuadro 4 Bancos Privados y Familias Propietarias, 2004
Banco 1. Banco Cuscatlán Familia(s) Cristiani, Llach, Bahaia, De Sola 2. Banco Agrícola Baldochi, Dueñas, Kriete Ávila, Palomo Déneke, Araujo Eserski 3. Banco de Comercio Belismelis, Catani Papini, Álvarez, Freund, Sol, Escalante Sol, Palomo 4. Banco Salvadoreño Simán Jacir, Salume, Simán Siri, Zablah Touche 5. Banco De América Murray Meza, Meza Ayau, Central y Credomatic Sol Meza, Meza Hill, Palomo, Quiñonez Meza, Álvarez Meza 6. Scotiabank y Poma, Salaverría, Quirós, Ahorromet Llach Hill, Hill, Meza Hill, Hill Valiente Fuente: Equipo Maíz, 2006

Cuando el capital transnacional le echó el ojo a los bancos salvadoreños, y tomando en cuenta la eliminación de los límites a las adquisiciones de acciones por agentes extranjeros que vino con la ratificación del tratado de libre comercio con EE UU (CAFTA) en el 2004, la nueva oligarquía salvadoreña no tuvo otro remedio que vender los bancos con una ganancia estupenda: US$4 mil millones de dólares (Arias 2008: 96-97).

A esta venta hay que destacarla como una de las grandes estafas perpetradas contra el pueblo salvadoreño en los últimos años, ya que a pesar que los bancos nacionales fueron saneados con dinero público, la venta billonaria al capital transnacional no dejó un centavo en el fisco salvadoreño, por un lado porque la mayoría de los activos estaban registrados fuera del país, y por otro porque la evasión tributaria por parte de los oligarcas fue pan diario durante la gestión de ARENA (Ibíd.: 112).

La nueva política crediticia de los bancos privados, que castigaba al agro y alentaba los servicios, junto a las políticas de liberalización de precios dieron la pauta para la reversión paulatina de la reforma agraria de los años 80s, ya que muchas cooperativas entraron en mora por la falta de apoyo estatal y la baja en competitividad, y de esta forma muchas tierras volvieron a sus dueños históricos (CONFRAS 2008). Del mismo modo, la comercialización del café y del azúcar volvió a manos de sus antiguos dueños oligárquicos (Rivera Campos, 2000: 70).

La importación del 11 petróleo también se privatizó, mientras que una liberalización general de precios eliminó los subsidios y otras formas de apoyo estatal para la producción y consumo de productos de la canasta básica. Cuando el segundo gobierno de ARENA, liderado por Armando Calderón Sol, privatizó el sistema de pensiones e introdujo las AFPs (Administradoras de Fondos de Pensión) los beneficiados fueron los grandes banqueros privados ligados a ARENA quienes terminaron integrando las AFPs a sus prósperos circuitos financieros (Equipo Maíz 2005).

Cuadro 5 Medidas Neoliberales Durante los Gobiernos de ARENA, 1989-2004

Gobierno de Alfredo Cristiani (19891994) – Privatización del Comercio exterior para el café y azúcar – Privatización del sector bancario – Privatización del Hotel Presidente – Privatización de las importaciones de petróleo – Liberalización de los precios de la canasta básica y eliminación de los subsidios al sector agropecuario – Cierre del Instituto Regulador de Abastecimientos (IRA), ente que vendía los granos básicos a precios subsidiados – Cierre del Instituto de Vivienda Urbana (IVU), que estaba a cargo de la construcción de vivienda pública – Reducción del impuesto sobre la renta y los aranceles, y eliminación del impuesto sobre el patrimonio – Introducción del Impuesto al Valor Agregado (IVA) – Liberalización del tipo de cambio y la tasa de interés

Gobierno de Armando Calderón Sol – Privatización del sistema de pensiones (1994-1999) – Privatización del sistema de distribución eléctrica – Privatización de las telecomunicaciones – Privatización de los ingenios azucareros – Privatización del sistema de placas y licencias viales – Aumento del IVA de un 10% a un 13%

Gobierno de Francisco Flores (1999- – Dolarización de la Economía 2004) – Privatización de algunos servicios médicos del sector público – Privatización del aeropuerto y puertos – Firma de tratados de libre comercio con México, Chile, República Dominicana y Panamá

Gobierno de Antonio Saca (2004-2009) – Firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos (CAFTA) Fuentes: (Equipo Maíz, 2004: 18-25; Moreno, 2004: 21)

Asimismo, la reforma tributaria impulsada por ARENA tuvo claros ganadores y perdedores. Para empezar, Cristiani eliminó el impuesto al patrimonio (pagado por los dueños de grandes 12 propiedades), redujo a la mitad el impuesto sobre la renta (lo cual benefició a los que ganaban más) y comprimió gradualmente los aranceles (lo que facilitó el negocio de la importación al que muchos empresarios ya le habían apostado).

Los huecos fiscales que esta reforma tributaria acarreó fueron tapados con el IVA, el impuesto más regresivo que se puede concebir, sobre todo cuando ni los granos básicos ni las medicinas se salvan de él. El economista César Villalona lo describe de forma simple pero contundente: “El sistema tributario de El Salvador es como un Robin Hood al revés: le quita a los pobres para darle a los ricos” (Equipo Maíz, 2003: 25).

La dolarización de la economía en el 2001 significó un paso coherente con la naturaleza de la nueva orientación económica propiciada por ARENA. Al eliminar al colón, la moneda nacional, no solamente se le dio el tiro de gracia a la moribunda industria exportadora, pero también se vino a beneficiar a los conglomerados bancarios y los grandes importadores ya que el riesgo de un colón devaluado, un impedimento para las compras en el exterior y un peligro para las deudas externas que los bancos habían contraído en dólares, fue cortado de tajo.

La dolarización es generalmente considerada como una medida de último recurso para solucionar problemas de de cambio y/o hiperinflación, pero en El Salvador, que no tenía problemas inflacionarios o cambiarios, esta medida se adoptó para acomodar el sistema monetario a las demandas de los intereses financieros de los grandes bancos (Villalona 2001; Lazo 2004).

Finalmente, los tratados de libre comercio (TLCs) facilitan aún más la industria importadora y han terminado de rematar a las exportaciones y al sector agropecuario. Sucesivos gobiernos de ARENA firmaron TLCs con México, Chile, República Dominicana, Panamá y Estado Unidos, y lo que se ha logrado es el aumento paulatino de las importaciones mientras las exportaciones se estancan (Equipo Maíz 2008).

En el 2008, y de acuerdo al Banco Central de Reserva, el déficit comercial fue de más de 5 mil millones de dólares, el nivel más alto registrado en la historia del país. Las remesas ya no podrán llenar ese vacío, y al no tener un sector exportador que genere divisas, el camino hacia un continuo endeudamiento parece ser la única opción viable a corto plazo (pero nefasta al largo plazo).

Este recuento de las políticas neoliberales implementadas por ARENA durante casi veinte años nos ayuda a dilucidar el nuevo engranaje del poder en El Salvador: una economía de servicios e importaciones que solamente beneficia los intereses de los nuevos grupos financieros e importadores y que castiga duramente a la minimizada clase media y a los sectores populares. La economía neoliberal ha servido como el medio perfecto para que los grupos oligárquicos recuperen y consoliden sus intereses y privilegios en el ámbito nacional.

Como vemos en el cuadro 6, el nuevo poder económico está concentrado en ocho grupos mayormente financieros, pero que también controlan la industria, el comercio, la construcción, los seguros, las pensiones, y los servicios, entre otros sectores. Cuadro 6 Nuevos Grupos de Poder en El Salvador, 2004

Grupo 1. Grupo Cuscatlán (44 empresas) Familias Cristiani, Llach, De Sola, Salaverría, Hill Actividades Inversión financiera; sector bancario; aseguradoras; pensiones; exportación y distribución de medicamentos; ganadería y agricultura; distribución de fertilizantes; construcción; Capital US$6865 millones 13 corredoras de bolsa de valores; exportación de café; agencias inmobiliarias; importación y venta de electrodomésticos; piscicultura; industria textil; fumigación; industria de bebidas; tabaqueras

2. Grupo Banagrícola Baldochi Dueñas, Inversión financiera; sector bancario; (36 empresas) Kriete Ávila, Dueñas, aseguradoras; pensiones; transporte Palomo Déneke, aéreo; industria de cemento; industria Araujo Eserski, Pacas de papel y plástico; comunicaciones; Díaz, Cohen industria de licores; exportación de café; agencias inmobiliarias; industria química; ingenios de azúcar

3. Grupo Banco Simán, Salume, Inversión financiera; sector bancario; Salvadoreño (54 Zablah, Touché aseguradoras; agencias inmobiliarias; empresas) industria química; elaboración y venta de productos alimenticios; importación y fabricación de productos industriales; construcción y servicios de arquitectura e ingeniería; distribución de cigarrillos; industria de harina de trigo; almacenaje y bodegas

4. Grupo Banco de Belismelis, Catani, Inversión financiera; sector bancario; Comercio (27 Papini, Álvarez, aseguradoras; pensiones; industria empresas) Freund, Cohen, Sol, siderúrgica; industria de cemento; Escalante Sol, industria de aluminio, industria Palomo láctea; exportación y comercialización de café; industria química; generación de energía eléctrica; industria avícola

5. Grupo AGRISAL Murray Meza, Meza Inversión financiera; sector bancario; (41empresas) Ayau, Sol Meza, aseguradoras; pensiones; industria de Meza Hill, Palomo, cervezas; industria de bebidas y Álvarez Meza embotelladoras; industria de calzado, agencias inmobiliarias; exportación de café; industria de cemento
6. Grupo Poma, Salaverría Inversión financiera; sector bancario; Poma/Salaverría Prieto, Quirós aseguradoras; exportación de café; Prieto/Quirós (55 agencias inmobiliarias; construcción empresas) y bienes raíces; centros comerciales; importación y distribución de automóviles; industria de aluminio; industria de cemento

7. Grupo Hill/Llach Hill, Llach Hill, Inversión financiera; sector bancario; Hill (13 empresas) Meza Hill, Hill aseguradoras; exportación de café; Argüello agencias inmobiliarias; almacenaje y bodegas

8. Grupo De Sola De Sola aseguradoras; industria química; (10 empresas) elaboración y venta de productos alimenticios; exportación de café; agencias inmobiliarias Fuentes: Equipo Maíz 2006; Goitia 2006 US$6515 millones US$1835 millones US$1351 Millones US$768 millones US$ 175 millones US$51 millones US$25 millones 14

Para el año 2004, el capital y los activos de las empresas de estos ocho grupos empresariales equivalieron a US$17,585 millones, una cifra de dos mil millones de dólares mayor al producto interno bruto del país, y que es igual a casi seis veces el presupuesto nacional para ese año, más del doble de la deuda externa y el equivalente a seis años de entrada de remesas familiares.

Es decir, alrededor de 280 empresas en manos de un puñado de familias oligárquicas, la mayoría de tradición cafetalera, controlan un nivel mucho mayor de riqueza que los 6.5 millones de salvadoreños y ostentan una superioridad financiera abrumadora comparada a los recursos del gobierno nacional.

Asimismo, el modelo liberal que facilitó esta reconcentración de riqueza y poder ha despojado al estado salvadoreño de su roles reguladores y distributivos, porque éstos se han transferido a la supuesta justicia y eficiencia del libre mercado y la ética empresarial. Es un estado neoliberal, pero también un estado secuestrado por un pequeño grupo de personas con intereses bien definidos e intocables.

La concepción de un “libre mercado” en El Salvador no sólo es errada, ya que la sociedad salvadoreña se maneja con monopolios y oligopolios, sino que ha llevado a un ciclo perverso de injusticia en la economía política y de corrupción en la administración del estado.

Después de cuatro gobiernos de ARENA, El Salvador enfrenta una mayor concentración del ingreso nacional el cual se alimenta de una economía especulativa que se concentra en las ganancias a corto plazo. La desigualdad en El Salvador ha crecido y que la pobreza se mantiene a niveles menos alarmantes porque las remesas familiares cumplen un papel vital. Hay un gran segmento de salvadoreños que sigue marginado y con prospectos desesperanzadores, mientras unos cuantos crecen sin límites (Editorial ECA, 2006).

Para muestra, un botón: Social Watch reporta que en 1995 el 66% de los frutos de la actividad económica quedaban en manos de los empresarios en forma de ganancias, mientras que el 34% les quedaba a los trabajadores en forma de salarios; para el 2005, las ganancias eran del 75% y los salarios del 25% (Hernández & Pérez, 2008: 124). Si esa estadística se simplifica, se puede decir que “113,000 empresarios se quedan con 75% de lo que producen 2.591.000 personas trabajadoras” (Ibíd.).

El índice Gini sitúa a El Salvador entre el 20% de los países más desiguales del mundo, con un 0.525 (Ibíd.). En cifras reales, esto significa que en El Salvador el 20% más rico recibe más de 58% del ingreso, mientras que el 20% más pobre recibe apenas el 2.4%, veinticuatro veces menos que los más ricos. Otras estadísticas hablan por sí solas: entre 500 y 700 salvadoreños salen del país diariamente en busca de una vida mejor en otras tierras; entre el año 2000 y el 2007, según el Banco Central de Reserva, el número de hogares que reciben remesas creció casi 13 veces; el 56% de la actividad económica del país se realiza en la economía informal; el déficit comercial ya pasó los 5 mil millones de dólares (parte del cual debe ser cubierto con préstamos); y un sector agrario aniquilado adrede y que apenas ronda el 10% del PIB, lo cual obliga al país a asumir la vulnerable posición de depender de las importaciones para poder adquirir alimentos (Moreno 2004: 51-78; Arias, 2008: 29)

Cuadro 7 Principales Indicadores Económicos, 2008 (Millones de US$) 15 Exportaciones Importaciones Balanza Comercial Deuda Externa Remesas Familiares Sector Servicios (% de economía) Sector Agropecuario 13% (% de economía) Sector Industrial 23% (% de economía) Fuente: Banco Central de Reserva http://www.bcr.gob.sv Cuadro 8 Porcentaje de hogares en situación de pobreza con y sin remesas 2004 Condición de pobreza Pobreza total Pobreza extrema Pobreza relativa Pobreza con Remesas Total Urbano 34.5 29.2 12.6 8.6 22.0 20.6 Pobreza sin remesas Total Urbano Pobreza total 41.2 34.9 Pobreza extrema 19.5 14.5 Pobreza relativa 21.7 20.4 Fuentes: PNUD, 2005; Goitia 2006

Rural 43.6 19.3 24.4 Rural 51.9 28.1 23.8 US$4549.1 US$9754.4 – US$5205.3 US$10691.1 US$3787.6 (17.1% de PIB) 51% Del mismo modo, las remesas familiares que los migrantes salvadoreños que viven en el exterior, primordialmente en Estados Unidos, mandan a sus familias periódicamente, se han convertido en el pilar fundamental de la economía. Millones de salvadoreños han emigrado del país porque no se les ha brindado la oportunidad de un trabajo digno y un futuro mejor, y su ayuda financiera a sus familias constituye el factor que mantiene a flote a la economía salvadoreña.

En el año 2008, las remesas totales fueron casi US$3,787 millones, una suma que llega casi al 20% del Producto Interno Bruto (PIB) y cubre aproximadamente dos tercios del déficit en la balanza comercial. Lo trágico de la situación es que los migrantes que fueron expulsados del país mandan fondos que sostienen en pie precisamente al sistema que los expulsó, sobre todo porque más del 86% de las remesas se usan para el consumo, lo que a su vez contribuye a alimentar la base consumerista, terciaria y de importaciones de la economía neoliberal (Moreno 2009).

Es decir que las remesas terminan por ayudar a la reproducción de un sistema fundamentalmente injusto e insostenible. Pero este proceso de neo-liberalización también tuvo su desgaste interno. La llegada de Cristiani al poder fue el triunfo del ala más modernizadora de la oligarquía, y muchos de estos nuevos protagonistas no venían necesariamente del núcleo histórico preponderante de “Las 14 Familias.”

Desde el principio, y empezando con la privatización de la banca y la reforma tributaria, el gobierno de Cristiani atacó frontalmente al sector agro-exportador. El establecimiento de una política crediticia anti-agro y pro-servicios, la implementación de incentivos fiscales (el drawback, o la devolución del 6% sobre el valor de las exportaciones) para las exportaciones no16 tradicionales como la maquila, y la apertura comercial que redujo aranceles a las importaciones, dieron la pauta para marginar a los agro-exportadores.

La introducción de un tipo de cambio fijo, sustentado por ley, dio el tiro de gracia a este sector moribundo. Los grandes perdedores fueron los oligarcas cafetaleros que rehusaron a dar el salto al modelo neoliberal, y su decisión acabó por desplazarlos de las listas de los nuevos privilegiados. Sin embargo, este quiebre ideológico dentro de la composición oligárquica salvadoreña no se ha traducido en un salto hacia el progreso para el país.

Es decir, el nuevo grupo de poder salvadoreño difícilmente se puede catalogar como una burguesía en el sentido tradicional de la palabra, porque los espacios para un reacomodo socioeconómico y político más incluyente y más orientado a la equidad y la redistribución (sin que esto signifique un fin a las desigualdades del capitalismo) se han visto cerrados por la mezquindad histórica.

En otras palabras, el cambio en ideología y carácter del poder oligárquico no han significando un cambio en la esencia de la estructura de poder del país, y de hecho, esa estructura de poder se ha concentrado aún más. Es indudable que la ideología de los grupos de poder ha cambiando y por la tanto su naturaleza y orientación funcional son diferentes.

El grupo empresarial financiero que se ha logrado imponer es un grupo neoliberal desligado casi por completo de tendencias agrarias y exportadoras. La economía que se ha creado, basada en el capital financiero, en lo servicios, en las importaciones y que sobrevive de las remesas, da fe de ello. Pero las relaciones sociales desiguales y la rígida jerarquía del poder, ancladas en normas históricas, se han mantenido y se han profundizado.

Asimismo, la nueva oligarquía utilizó al estado nacional como un medio para avanzar sus intereses, un proceso que se cristalizó en la implementación sistemática del ajuste estructural neoliberal. Entonces, podemos argumentar que las características históricas del poder oligárquico, enumeradas en la primera sección de este artículo, se han reconfigurado de forma muy similar durante la era neoliberal: la reconfiguración de una oligarquía conformada por unas cuantas familias en su mayoría de tradición histórica, el control casi absoluto por parte de este pequeño grupo de la economía nacional en todos sus sectores estratégicos, su concepción patrimonialista del estado, su sostenimiento sobre un sistema fundamentalmente desigual e injusto basado en el despojo y la violencia solapada detrás de una democracia liberal de fachada, su desprecio por la redistribución y la justicia social, y su subordinación ante el poder hegemónico transnacional. Lo que cambió fue la mentalidad instrumentalista de la económica-política que la nueva oligarquía adoptó para rearticular su poder sobre la sociedad salvadoreña.

Transnacionalización del Nuevo Bloque de Poder Hay un elemento de suma importancia que hay que añadir cuando se analiza la naturaleza y composición del nuevo grupo de poder en El Salvador: su creciente transnacionalización. En primer término, y desde el punto de vista ideológico, es importante señalar que en El Salvador el modelo neoliberal se adoptó por iniciativa propia de los grupos de poder reemergentes que vieron al neoliberalismo como el camino a su reconfiguración. Es decir, los agentes transnacionales no vinieron a imponer los PAEs y PEEs, sino que éstos se “tropicalizaron” de acuerdo a los cálculos e intereses de la nueva oligarquía.

Sin embargo, es importante recordar que los gobiernos de ARENA siguieron al pie de la letra el esquema ideológico y programático 17 del FMI y el Banco Mundial (salvo un par de casos, como la tasa de cambio fija) lo cual hizo de El Salvador un “alumno aplicado” y digno de emulación (Moreno 2009). El Banco Mundial y el FMI avalaron y apoyaron el giro neoliberal en El Salvador, pero aquí hay que hacer dos importantes aclaraciones.

Los PAEs y PEEs se diseñaron y diseminaron alrededor del mundo no para beneficiar las pequeñas oligarquías nacionales sino para crear las condiciones para un nuevo patrón de acumulación que sirviera los intereses del capital transnacional y derrumbara los obstáculos que impedían las ganancias. Segundo, la nueva oligarquía salvadoreña se engolosinó con las políticas neoliberales que se implementaron durante los años 90s y que le permitieron consolidar su nuevo poder, pero esto sucedió mientras el capital transnacional no le había echado el ojo al mercado interno salvadoreño como un espacio potencializador para las inversiones y las ganancias.

Pero este contexto cambió en el 2001 con dos importantes transacciones que involucraron importantes agentes transnacionales. Roberto Murray Meza, como el nuevo patriarca del Grupo AGRISAL, empieza la venta paulatina de la empresa de bebidas alcohólicas La Constancia a la cervecera transnacional sudafricana South African Breweries (después SABMiller) la cual se finaliza en el 2005 (Arias, 2008: 114).

Asimismo, la empresa de transportes aéreos TACA (originalmente Transportes Aéreos Centroamericanos), propiedad de la Familia Kriete y uno de los pilares del Grupo Banagrícola, comienza su transnacionalización al expandirse a Sudamérica con la integración de TACA Perú y la creación del Grupo TACA, el cual también incluiría a las principales aerolíneas centroamericanas (adquiridas en los 1990s) y a Volaris en México. TACA es hoy “Transportes Aéreos del Continente Americano.”

Finalmente, en el 2005 la transnacional suiza Holcim pasa a ser el propietario mayoritario de Cementos CESSA, la cual había comprado con anterioridad la planta estatal Maya (Moreno, 2009).

El Grupo Poma/Salaverría/Quirós, un líder regional en los sectores de construcción e importación de vehículos, entre otras actividades, se ha venido expandiendo en Centroamérica, Estados Unidos y México (donde se ha aliado con el imperio de Carlos Slim) desde finales del los años 90s y se perfila actualmente a seguir su expansión en la región (Villalona 2007).

Estos eventos nos llevan al análisis de varios aspectos importantes. Primero, es claro que el nuevo bloque de poder oligárquico, luego de haber consolidado su poder económico en el ámbito nacional, se lanza a la expansión regional porque considera que el mercado interno salvadoreño es ya limitado. Segundo, finalmente se permite que el capital transnacional se adueñe de los sectores estratégicos que el nuevo bloque de poder oligárquico salvadoreño se había reservado desde el inicio del giro neoliberal.

Tercero, estos eventos sirvieron como antesala y preámbulo a la negociación y firma del Tratado de Libre Comercio con EEUU (CAFTA). La firma del CAFTA abre las puertas a la venta del sistema bancario que comienza en el 20062007. Los estatutos del TLC eliminaron todas las medidas que protegían al capital nacional contra las ambiciones acaparadoras del capital transnacional, y el primer sector que cayó presa, por ser el más lucrativo, fue el bancario.

Citigroup compró el Cuscatlán, Bancolombia al Banco Agrícola, el canadiense Scotiabank al Banco de Comercio, y HSBC adquirió el Banco Salvadoreño. La venta de estos bancos fue de más de 4 mil millones de dólares, y además de los bancos el capital transnacional adquirió también las aseguradoras, las administradoras de fondos 18 de pensiones, y las bolsas de valores incluidas en los portafolios financieros de los bancos adquiridos (Arias, 2008: 96-97).

Una vez los grandes bancos transnacionales se interesaron en el mercado financiero salvadoreño, los oligarcas nacionales no tuvieron más remedio que someterse a la única opción disponible: sucumbir a las presiones de venta. Así vemos que han habido tres niveles de transnacionalización que conciernen al nuevo grupo de poder oligárquico salvadoreño: primero, con la implementación del modelo neoliberal que lo alineó con las nuevas tendencias globales; segundo, con la entrada del capital transnacional que se ha intensificado en los últimos cinco años; y tercero, con la regionalización del capital del bloque no sólo a Centroamérica y México, sino que también a Sudamérica e incluso Estados Unidos.

En este sentido, el nuevo bloque de poder oligárquico salvadoreño ha adquirido una nueva e importante dimensión en su carácter funcional: la de su nueva condición transnacionalizada y su creciente interés en los mercados regionales. Dentro del marco integral del neoliberalismo transnacional, los nuevos oligarcas salvadoreños son actores insignificantes, pero éstos se beneficiaron de los esquemas del neoliberalismo transnacional (en teoría como en práctica) mientras los grandes no entraban. Algunos han pasado de poseer a administrar en el marco de la economía política nacional (y es probable que otros sigan este camino), pero al mismo tiempo se perfilan a expandirse como actores dinámicos en los mercados regionales y transnacionales.

Es por eso que la nueva oligarquía salvadoreña debe ser analizada no sólo dentro de su nuevo papel dominante dentro del país, sino que también de acuerdo a su expansión regional y transnacional.

La Nueva Oligarquía, el FMLN y Los Prospectos de Cambio

En marzo del 2009, el FMLN, el partido de la ex-guerrilla y el bastión anti-neoliberal en el país, ganó el poder ejecutivo por primera vez en la historia bajo la promesa de “cambio” y la consigna de cambiar el rumbo del país. El candidato ganador, Mauricio Funes, no es militante del partido y hasta el día que decidió aceptar la postulación se desempeñaba como un periodista con buena reputación.

Dado que el neoliberalismo está encajado en el funcionamiento del estado después de veinte años de implementación, los retos que afronta el FMLN en su búsqueda por neutralizar el neoliberalismo se presentan complejos y hasta cierto punto abrumadores. Las medidas neoliberales, sobre todo las privatizaciones, la reforma tributaria, la dolarización y los TLCs, han impuesto de forma categórica una orientación económica virtualmente inmutable, que si se ve amenazada, podría causar el caos total en la gestión estatal.

El sistema funciona para beneficiar los intereses de la nueva oligarquía, entonces, ¿cómo puede el FMLN enfrentar este reto? Como punto de partida podemos empezar diciendo que podría haber cierto margen de maniobra, pero los cambios que se pueden efectuar, desde la perspectiva de repartir riqueza y quitarle poder económico y político al bloque oligárquico, pueden ser, a lo sumo, meramente cosméticos.

Esto no debe espantar a nadie, ya que dadas las circunstancias nacionales y transnacionales con las que asume la presidencia Funes, es quizás el camino más juicioso. Pero la estructura de poder permanecerá intacta, al menos durante un primer periodo del FMLN en el ejecutivo. El primer factor que hay que tomar en cuenta es la actitud que Funes y el FMLN asumieron desde el principio de la campaña para con el poder económico: diálogo y concertación en vez de 19 confrontación.

Solamente el hecho de que Funes fuera el candidato enviaba el mensaje de que el FMLN renunciaba a hacer cambios radicales y a antagonizar al gran capital nacional y extranjero. Luego, el equipo económico de Funes habla por sí mismo: es conformado por liberales, “burgueses iluminados”, y a lo mucho social demócratas. No hay revolucionarios en el combo, y tampoco es pecado, pero no esperemos cambios estructurales en el manejo de la economía.

Y esto le beneficia a la oligarquía, por lo menos a corto y mediano plazo. Pero el hecho de que el FMLN haya decidido construir su oferta de gobierno sin proponer enfrentar al sistema que beneficia a la oligarquía es una clara señal de que el neoliberalismo ha disciplinado al partido de izquierda. En otras palabras, el FMLN ha decidido tolerar al neoliberalismo por cuanto prometió no tocar las bases centrales que lo sostienen.

Mauricio Funes fue elegido por el pueblo salvadoreño precisamente porque NO prometió tocar los intereses oligárquicos, ya que aparentemente esta juiciosa orientación mantenía el statu quo, conservaba la confianza de los inversionistas y no pondría a El Salvador en la lista negra de las instituciones financieras internacionales.

Los 500,000 votos adicionales que consiguió el FMLN (si los sumamos al “voto duro” de 800,000) se pudieron conseguir porque la promesa de cambio era esencialmente cosmética y la ofrecía un candidato que contaba con altos niveles de aceptación. Además, la propuesta de cambio se planteó ante un rival desgastado y desacreditado en la gestión gubernamental. En este sentido y para que haya un verdadero cambio en el país, se debe comenzar por desmantelar los pilares del poder oligárquico que ARENA construyó durante 20 años al frente del ejecutivo.

Esto implicaría una revisión minuciosa de la economía política neoliberal implementada desde 1989, en su carácter de instrumento mediante el cual la reconfigurada oligarquía nacional (ya no cafetalera sino financiera) logró restablecer su dominio sobre la economía del país. Pero para que se realice el cambio que ahora se espera, debe existir un plan de acción más certero y radical que toque los nervios del organismo de desigualdad y privilegios que reina en el país.

Y hoy por hoy, eso no se va a dar, tal como se prometió en la campaña electoral. Segundo, el FMLN y Funes encuentran un estado debilitado por las reformas neoliberales, por un lado, y secuestrado por los intereses de los oligarcas, por el otro. La posibilidad de que el estado se convierta en un jugador clave y eficiente en los quehaceres del desarrollo integral nacional se presenta remota porque éste no controla ningún medio de producción estratégico, no hay recursos naturales que generen divisas, el país depende de las importaciones y las remesas, se carece de política monetaria porque la dolarización la ha minado, la deuda en su conjunto es significativa, y la corrupción y el patrimonialismo (al servicio del poder oligopólico) están a la orden del día.

La economía política neoliberal ha echado raíces y no puede ser fácilmente revertida sin dificultades. Las privatizaciones son virtualmente irreversibles (hasta la posibilidad de revivir una agencia como la vieja IRA causa estupor en los grupos de poder), la dolarización está para quedarse, los TLCs se proyectan como escritos en piedra, y se le sigue apostando a las remesas como fuente de divisas. Pero como ya se ha analizado, el nuevo gobierno no va a tocar ninguna de estas políticas y dejará que sigan su curso sin interrupciones.

Asimismo, es importante recordar que el FMLN y Funes controlan el ejecutivo, pero no el estado en su conjunto. La 20 asamblea legislativa, el poder judicial, la Corte de Cuentas, entre otros, siguen en manos de los partidos afines a la oligarquía. La aprobación de la pírrica reforma fiscal a principios del 2010, que no tocó el impuesto sobre la renta ni del patrimonio, es una muestra latente de la debilidad del FMLN y el poderío que ostenta la nueva oligarquía. Finalmente, hay que tomar en cuenta dos factores internacionales.

El primero es la crisis económica mundial la cual ha maniatado la capacidad de respuesta de los estados dependientes en la periferia ya que lo que ocurre obedece a factores totalmente fuera del alcance de sus manos. Cualquier movimiento que pueda parecer antagonista a los intereses empresariales podría degenerar inestabilidad y hasta un bloqueo económico interno capaz de agudizar el ya complicado escenario impuesto por la crisis global.

Esto nos lleva al segundo factor: el golpe de estado de Honduras. Es indudable que el bloque oligárquico hondureño atizó el golpe para deshacerse de lo que ellos percibían como el primer Chávez centroamericano, y la forma en que se hizo fue rápida y contundente. La experiencia en Honduras nos dice que los golpes de estado son tolerables otra vez, sobre todo por la actitud de apoyo tácito de la administración Obama.

Si se permite en Honduras, se permitirá en Guatemala, Nicaragua y El Salvador, y la nueva oligarquía salvadoreña, con sus siervos dentro de ARENA, al verse amenazados no dudarán en dar el zarpazo. Que tengan éxito es otra cuestión, pero se puede inferir que Funes no está dispuesto a darles justificaciones para hacerlo. Funes y el FMLN no van a tocar el núcleo de intereses económicos de la oligarquía, y por el momento, solamente podrán mitigar algunos de los problemas más urgentes de los pobres y la reducida clase media.

Disminuir la marginación social, reducir la corrupción y el gasto patrimonialista, y hacer que el aparato estatal responda con más efectividad y constancia al pueblo, serían muy buenos resultados para los próximos años. Se han dado los primeros pasos, pero quizás queda margen para otros proyectos importantes, como una verdadera reforma fiscal y tributaria, la reactivación de la producción agrícola y la inversión en la educación y salud.

No son tareas fáciles ya que la derecha y la oligarquía las va a combatir a muerte sencillamente porque tocan sus intereses primordiales. Es aquí donde el FMLN debe saber aglutinar las fuerzas que lo apoyan y lo llevaron a la victoria electoral, pensando en la radicalización paulatina de sus políticas para las elecciones legislativas y municipales del 2012 y las presidenciales del 2014.

Conclusión El objetivo central de este artículo fue plasmar de forma crítica los quiebres y continuidades de la oligarquía salvadoreña desde sus orígenes en el siglo diecinueve hasta su consolidación como un reconfigurado grupo de poder durante la época neoliberal de la posguerra. Es claro que la mentalidad política-económica de la oligarquía salvadoreña experimentó un quiebre importante al desechar la tradición agraria-cafetalera en favor de un modelo neoliberal basado en las finanzas y los servicios.

Sin embargo, la orientación macro-social de esta “nueva” clase representa una continuidad oligárquica en cuanto a su visión del desarrollo económico, la concentración de la riqueza en pocas manos, el rol del estado, la redistribución de la renta y la justicia social, y la reproducción de un sistema socioeconómico basado en la desigualdad e injusticias estructurales. Los medios cambiaron, pero las consecuencias del ejercicio del poder oligárquico se han reproducido e incluso se han exacerbado. 21

Se necesita un seguimiento en la investigación por tres razones. La primera es históricaconceptual. Para reiterar, el nuevo bloque de poder oligárquico se ha levantado de las cenizas de la vieja oligarquía cafetalera con un carácter económico nuevo (el neoliberal), pero su mentalidad política permanece presa de las huestes excluyentes y del hambre de poder que la caracterizaron a lo “oligárquico” históricamente. El Salvador es un país que siempre ha sido gobernando por atroces tendencias oligárquicas, y la clase dominante ha visto al país como su inalienable propiedad privada.

Esta nueva oligarquía representa la continuidad de esta tendencia, ahora con un aura de supuesta modernidad, pero que también marca contundentemente las fronteras que dividen a los ganadores de los perdedores del sistema. La segunda razón es meramente política. Se ha venido anunciando desde 1992 que supuestamente el país vive una democracia que goza de libertades y a la que se debe defender, pero los grandes beneficiarios de ésta son precisamente los mismos de siempre. Una verdadera democracia no puede crecer mientras un reducido grupo la manipula por conveniencia propia y se utiliza al estado como instrumento de clase en aras de fortalecer y consolidar sus privilegios.

Como país que sigue luchando para construir una democracia al menos medianamente decente y alcanzar un mejor nivel de desarrollo integral, los salvadoreños y salvadoreñas deben preguntarse cuál es la clase de sociedad democrática que quieren: si la minimalista, donde votar es suficiente, o la que empodera al ciudadano común mediante canales participativos y promueve la acción en los diferentes ámbitos de la vida política. La existencia de esta oligarquía reconfigurada incide en esta decisión, porque al final la democracia tiene que ver con la administración y ejecución del poder mismo.

Finalmente, existe una razón tercera razón, la socioeconómica. Este bloque de poder es una estructura que aglutina un descomunal poder económico y por consiguiente una influencia política aplastante que ha sido capaz de moldear al estado salvadoreño para usarlo a su antojo. Los nuevos oligarcas controlan un gran capital (relativamente importante tomando en cuenta el tamaño del país) que ahora es permeable a las fronteras nacionales y se expande regionalmente de forma creciente.

El gobierno del FMLN podrá hacer muy poco para revertir el sistema de poder oligárquiconeoliberal, en primer lugar porque nunca lo propuso como plataforma de gobierno, una decisión que muestra cómo el neoliberalismo, y por ende la oligarquía, lo ha disciplinado para tolerar lo que se implementó durante 20 años de gobiernos de ARENA. En segundo lugar, el FMLN carece de los instrumentos necesarios para llevar a cabo un cambio substancial, sobre todo porque heredó un estado incapacitado y en bancarrota virtual, tiene que lidiar con una economía neoliberal institucionalizada y bien cimentada, y no tiene margen de maniobra ante una clase dominante que no dudará en ponerlo en aprietos económicos si ésta percibe un giro de políticas en su contra.

Para realizar un cambio significativo en El Salvador es necesario desmantelar el núcleo del poder oligárquico del país, lo cual es la causa matriz de los problemas nacionales, pero hoy por hoy el FMLN no tiene la voluntad ni los recursos para llevar a cabo una empresa de tal envergadura.

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The Modernization of Underdevelopment:El Salvador, 1858-1931

“What most strikes me on arriving from Europe is the absence of all extremepoverty,” Mrs. Henry Grant Foote observed approvingly of El Salvador in themid-nineteenth century.’ The British diplomat’s wife concluded that SouthernEurope and the major cities of England suffered far worse poverty and humanmisery than the diminutive-and other observers would add “backward”-Cen-tral American republic. These first impressions of the country, to which QueenVictoria’s government had posted Mrs. Foote’s husband in 1853, were also herconclusions strengthened by eight years of residence there.Her memoir revealed at least one explanation for the satisfactory quality oflife: people enjoyed access to land.

The large Indian population still possesseda part of its communal lands, ranked by Mrs. Foote as among the “most fertile“areas of El Salvador.2 Those who chose not to live in the communities, shenoted, “generally have their own little piece of land and a house on it.”’ Theoutskirts of the capital, San Salvador, seemed almost Edenic in her prose: “Theenvirons of the city are very beautiful, being one mass of luxuriant orange andmango trees, bending beneath their load of fruit, and the cottages of the poorpeople are remarkably neat and clean, each surrounded by its own beautifulshrubbery of fruit trees.“4 These observations buttressed her conclusion of theready availability of food. The simple society excluded sharp distinctions be-tween rich and poor. The Englishwoman praised the practical modesty amongthe upper class, although its humility sometimes bemused her. At one point shechuckled: “One custom struck us as very peculiar in this state. Everyone, fromPresident downwards keeps a shop, and no one objects to appear behind hiscounter and sell you a reel of cotton, the wives and daughters officiating in thesame capacity.“3 She left an incomplete although suggestive portrait of the newnation, characterizing life as bucolic, devoid of social and economic extremes.Around the middle of the century, a small group of foreign travelers anddiplomats, among them John Bailey, E. G. Squier, Carl Scherzer, and G. F. VonTemsky, visited El Salvador.6 Their accounts corroborated Mrs. Foote’s. Al-though those visitors considered the small nation to be overcrowded even then,Professor, Department of History, UCLA.0 1984 by Western Illinois University.
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294E. Bradford Burnsthey agreed that most of the population owned land, either individually orcollectively. The large hacienda existed but did not monopolize the rural econ-omy. Squier noted, “There is little public and unclaimed land in the state, andfew large tracts held by single individuals.“7 He contrasted that aspect of landtenure favorably with the experience of other nations he knew. The Indians,who at midcentury comprised at least a quarter of the population, worked eithertheir communal lands or individual plots. A large number of them exclusivelyinhabited a Pacific coastal area of 50 by 20 miles between the ports of La Libertadand Acajutla, “*retaining habits but little changed from what they were at theperiod of conquest,” according to Squier.8 All the travelers lauded the generosityof nature and spoke of the abundance of food. Von Tempsky recalled that theIndian Village, Chinameca, he visited in 1855 was “well supplied with the neces-saries of life.“9 Particularly impressed with the region of Sonsonate, Scherzerlauded the abundance, variety, and low price of food.10 None mentioned eithermalnutrition or starvation.The largely subsistence economy produced rather leisurely for the world mar-kets. Indigo, traditionally a principal export, earned $700,000 of$ 1,200,000 fromforeign sales in 1851. Minerals, balsams, skins, rice, sugar, cotton, and cacaoaccounted for much of the rest.Even though the foreign visitors waxed eloquent about some idyllic aspectsof life as they lived and perceived it in El Salvador, not one pretended that theisolated nation was a rustic paradise. Problems existed. The visitors lamentedthe disease and political turmoil. Still, even if life did not mirror the ideal, asocioeconomic pattern that benefited many had emerged in the long colonialperiod and much briefer national period: food was produced in sufficient quan-tity to feed the population, the economy was varied, little emphasis fell on theexport sector, the land was reasonably well distributed, the foreign debt waslow, and the absence of the extremes of poverty and wealth spoke of a vaguedegree of equality. Having endured for some time, however, by the 1 850s suchcharacteristics were about to disappear. The El Salvador those foreigners ob-served was on the threshold of change and a rather rapid and dramatic changeat that.Over the course of three centuries, Spain had implanted its political, economic,social, and cultural institutions in its vast American empire with varying degreesof effectiveness. Those regions nearest the viceregal capitals or well integratedinto imperial trade patterns bore the most vivid testimony to their successfulimplantation. Consequently, no matter what great distances might have sepa-rated Lima from Mexico City, the gold mines of Colombia from the silver minesof Bolivia, or the sugar plantations of Cuba from the cacao estates of Venezuela,similarities in economic and political structures outweighed inevitable localvariations. Historiographic studies tend to dwell on the relative changelessnessand continuity of some of those institutions over half a millenium. The insti-tutions surrounding the use of land and labor are two useful examples; theconcentration and authoritarian exercise of political power is another. Still, themetropolitan institutions did not fully penetrate every part of Spanish America.To the degree they did not, those regions remained marginal to internationaltrade and isolated from the primary preoccupations of the crown. Fusing Iberian,Indian, and African cultures and institutions, such regions remained nominallysubordinate to a distant monarch but for practical purposes more responsiveto local conditions.
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The Modernization of Underdevelopment: El Salvador, 1858-1931295More regional diversity existed in Spanish America during the period whenthe colonies obtained their independence, 1808-1824, than there would be atthe end of the century. The reasons for the rapid homogenization during thenineteenth century are not difficult to find. Many of the elites in all the newlyindependent governments had embraced or would embrace the ideas that sprangfrom the European Enlightenment. They admired French culture, while theylooked to England for their economic vigor. As the nineteenth century waxed,their collective desire grew to create in the New World a replica of Europe northof the Pyrenees. To emulate the “progress” the elites believed characteristic oftheir model nations, they needed capital. They obtained it through loans, in-vestments, and trade, all three of which linked them ever more closely to NorthAtlantic capitalism. Marvelous advances in communication and transportationfacilitated the growing conformity forged by common goals and trade patterns.One major consequence was that as the new nations neared the first centenaryof their independence, the institutional patterns of Latin America reflected amore striking similarity than they had after more than three centuries of Iberiandomination. To achieve conformity required certain areas and nations, thosethat once had been marginal to Spanish interests and thus most superficiallyincorporated into European commercial patterns, to change dramatically. Apredominately export-oriented economy linked to international capitalism be-came the dynamo propelling that profound, rapid change. In certain cases, rad-ical transformation-almost revolutionary in some instances-challenged thestereotypes of “changelessness” and “continuity” often applied to the entirearea.One of the new nations, El Salvador, provides a striking example of the rapidand profound change of a once-neglected outpost of the Spanish empire. Further,its experience with progress or modernization accompanied by the increasingimpoverishment of the majority of the inhabitants illustrates how a Latin Amer-ican nation could modernize without developing.”’Spanish institutions had imperfectly penetrated El Salvador. Throughout thecolonial period that small area bore a closer resemblance to its Indian past thanLATENANGlo\GOFig.I1.Map of|ElSalvaor.SONSONATEigSANFRANCISCOlvaor
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296E. Bradford Burnsto any of the bustling centers of colonial Spanish America. Like the other CentralAmericans, the Salvadorans remained geographically isolated and largely self-sufficient. As Adriaan C. van Oss convincingly argued, the Central Americanshad “turned their backs on the coasts and thereby on intensive commerce withthe motherland.“12 Yet, within the short span of three decades, roughly between1860 and 1890, El Salvador acquired the economic, political, and social insti-tutions characterizing the rest of Latin America. These included a dynamic andmodernizing export sector based on monoculture and the predominance of thelarge estate producing for foreign trade; a subservient, impoverished, landlessrural labor force; concentration of economic and political power within thehands of the principal planters who exercised it from a single dominant city,the capital, which, if it fell short of duplicating its urban model, Paris, none-theless contained districts reflecting the architectural influence of nineteenth-century Europe; and a political understanding and tolerance between an in-creasingly professional military and politicoeconomic elites. In a number offundamental aspects, El Salvador became nearly indistinguishable from the otherSpanish-speaking nations. The process by which that formerly isolated and sin-gular state acquired institutions characteristic of the rest of Spanish America aswell as the consequences of that process merit study.For three centuries Central America formed part of the Spanish empire beforeit fell briefly under Mexican rule. A shaky confederation, the United Provincesof Central America, emerged in 1824 but crumbled under political rivalries adecade and a half later. In 1839, some of the leading citizens of San Salvadordeclared the independence of El Salvador, although the vision of a greater Cen-tral American fatherland remained constant in El Salvador. Promulgating aconstitution in 1841, the Salvadorans embarked on a tempestuous political jour-ney. The population of the new republic, estimated in 1850 to be 394,000,consisted largely of Indians and mestizos with a small minority of whites, blacks,and mulattoes (see table 1). Most of the population lived in the countryside.The economic structures characteristic of the long colonial past remainedintact during the first half of the nineteenth century. El Salvador continued toexport in small quantities marginal products of limited demand. The Spanishmercantilist legacy rested lightly on the region because of its isolation and eco-nomic insignificance. The land-use patterns accommodated both Spanish andIndian practices. The Indian villages held the land they needed;-the traditionalTABLE 1ESTMATES OF THE POPULATION OF EL SALVADOR, 1821-1930YearPopulation1821250,0001855394,0001878554,0001882612,9431892703,5001900783,4331910986,53719201,178,66519301,353,170SouRcE: Jeffry Royle Gibson, “A Demographic Analysis of Urbaniza-tion: Evolution of a System of Cities in Honduras, El Salvador, andCosta Rica” (Ph.D. diss., Cornell University, 1970), p. 80.
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The Modernization of Underdevelopment: El Salvador, 1858-1931297Indian communities survived. The haciendas, the large estates owned by Span-iards and their descendants, also existed. In the early nineteenth century, therewere approximately 440 haciendas averaging close to 2,000 acres each.’3 Theyaccounted for one-third of the land area. The Indian communities producedfood for local consumption. So did the haciendas, but they also grew the principalexport crops, foremost of which was indigo.Indigo production required both a regular and a seasonal labor force. Thehaciendas drew their workers from neighboring Indian communities. They alsoslowly but steadily encroached on Indian lands. The control of the politicalinstitutions of the new republic by a small merchant and planter class comple-mented those trends. The new national elite fully understood the importanceto their own prosperity of controlling land and labor. No longer did a distantSpanish crown thwart them. For the time being, however, certain other realitiesinhibited their economic expansion. The frequent wars in Central America, ascarcity of capital and credit, a disruption of trade routes and patterns, and thelack of any products in high demand in foreign markets caused a general eco-nomic decline throughout much of the first half of the nineteenth century. Thosepolitical and economic realities enforced a kind of balance between the Indiancommunities and the haciendas. Both seemed to provide satisfactory, if verymodest, life styles. Such was the El Salvador described by Foote, Squier, VonTempsky, Scherzer, and Baily.After 1858, new socioeconomic patterns took shape. Greater political stabilityand closer contact with the North Atlantic nations, principally the United States,France, and Great Britain, partially explain the emergence of the new patterns.Very importantly, the elite found a new crop, coffee, that the country couldgrow and profitably sell abroad. More than anything else, concentration on thegrowth and export of that single crop altered old institutions. Before the end ofthe century, the new coffee estates became the base of economic production,political power, and social organization. The coffee planters emerged as thepowerful economic, political, and social elite.Instrumental in initiating the challenge to the old system, President GerardoBarrios (1858-1863) directed the fledgling nation’s first steps toward moderni-zation and change. A trip through Europe in the early 1 850s had influenced himprofoundly. In one letter back to El Salvador, he proclaimed his mission: “Iurgently needed this trip to correct my ideas and to be useful to my country…. I will return to preach to my fellow countrymen what we Central Americansare and what we can become.”’4 He did. He informed the legislative assemblyin 1860 that he intended to “regenerate” the nation.’5In a pattern already becoming familiar throughout Latin America, those whowould “regenerate” their society advocated rather uncritically the models pro-vided by the leading capitalist nations of the North Atlantic. Their agrarian,industrial, and technological advances awed the Latin American elites. Thosenations seemed to have found the sure road to “progress,” a gloriously nineteenth-century notion for which the current social science concept “modernization” issynonymous. In the minds of the elites, “to progress” came to mean to recreatethe European model in Latin America. Carried to its extreme, it even signifiedthe encouragement of European immigration to replace the Indian and Africanpeoples of the New World. Within a broad Latin American perspective, Barrioswas by no means unique in either his discovery of Europe or his hope of re-creating his nation in its image. Within the narrow confines of bucolic El Sal-
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298E. Bradford Burnsvador, however, he seemed to be something of a visionary ready to deny thepast in order to participate in an alluring if uncertain future.Barrios characterized the nation he governed as one that was “backward,”“destitute,” and “misgoverned,” and into which he believed he introduced“progress.”’6 Both a military commander and the owner of a medium-sizedestate, the president represented the nascent middle class in his lifestyle, outlook,and aspirations. His govemment vaguely encompassed a liberalism character-istic of later nineteenth-century Salvadoran politics. He favored individual lib-erties, opposed dictatorial rule, and sought to end the neofeudalism dominatingthe countryside. He succeeded in accelerating a rural shift from neofeudalismto neocapitalism. In a not unfamiliar pattem in nineteenth-century Latin Amer-ica, however, liberty during the Barrios years-as thereafter-smiled exclusivelyon the elites, and authoritarian rule remained the practice despite rhetoric tothe contrary.A devoted francophile, President Barrios incorporated Liberal and Positivistideas into his policies to turn his country from its Iberian and Indian past to acloser approximation of a rapidly changing Westem Europe. In 1860, the firstprogram he announced for his government included these five goals: promotionof agriculture, industry, and commerce; introduction into El Salvador of theprogress that distinguished other nations; encouragement of immigration; re-form of the educational system in accordance with the latest European ideas;and construction of roads and ports to facilitate international communicationand transportation. Such goals typified the modernizers of nineteenth-centuryLatin America. Soon after the announcement of his program, the presidentpromulgated the nation’s first civil code and a new educational plan, both ofwhich inevitably drew on the latest European models. In true Positivist fashion,Barrios believed the government should play a direct role in encouraging ex-ports.’7 The most immediate results of his policies were to facilitate the growthof capitalism and to promote foreign commerce. Indeed, exports doubled be-tween 1860 and 186218Barrios appreciated the incipient agrarian and commercial changes alreadyunder way in El Salvador. In 1853, steamship service had been inauguratedbetween El Salvador and California. Six years later, the government began topay a subsidy to the Pacific Mail Steamship Company to service the Salvadoranports. As one immediate consequence, sugar and rum exports rose, a trendBarrios applauded. United States diplomats stationed in San Salvador also spokeenthusiastically about the rising export trade facilitated by the steamships.’9President Barrios not only encouraged the growth of crops with an internationaldemand but favored land and labor laws complementary to such agrarian en-terprise.Understanding the importance of coffee on the world market and the suita-bility of El Salvador’s rich volcanic soil to produce it, the president promotedits production.20 Farmers had first started to grow small amounts of coffee forlocal consumption in the eighteenth century. Governmental encouragement ofits production dated from 1846, without noticeable results. Barrios assumed avigorous role in its promotion in order both to diversify exports and to increasenational income. Under his direction, coffee exports had their mo’dest begin-nings. In his presidential address to the legislative assembly on 29 January 1862,he emphasized the impetus his government gave coffee, predicting (incorrectly)
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The Modernization of Underdevelopment: El Salvador, 1858-1931299that within two years El Salvador would be the major coffee producer in CentralAmerica.21In the decades after Barrios (really even including the Conservative govern-ment of Francisco Duenas, 1863-1871),22 the Liberals articulated a program ofgoals focusing on the modernization of the transportation and communicationinfrastructures, the expansion of coffee exports, the adoption of European models,and the strengthening of governmental power. Never loath to use force to im-plement their program, they extended their authority from the presidential pal-ace to the most remote hamlet.The relatively complex process of coffee production engendered a series ofcrises in the traditional neo-Hispanic and neo-Indian institutions that had ad-equately served a society whose economy leisurely grew indigo and food crops.23The eventual triumph of coffee, a kind of victory of modern capitalism, neces-sitated new institutional arrangements.Coffee production differed significantly from indigo, traditionally the primaryexport. The indigo plant grew without need of a great deal of care or investment.Within a year, the farmer could harvest it, although the amount of pigmentincreased if harvest could be delayed two or even three years. Indigo productionrequired a small permanent work force supplemented during the harvesting andprocessing, both of which were relatively uncomplicated. Coffee could be grownunder a variety of conditions on lands ranging from a small plot or a few acresto vast extensions of land. Small coffee planters seemed to flourish in someparts of Latin America. Colombia provided a useful example. In El Salvador,however, the growing and most especially the processing of coffee took placeon medium-sized and large estates. Care, conservation, and fertilizing of theland and preparation of the coffee, including drying, processing, and sacking,required considerable capital and a large permanent work force generously aug-mented during the harvest season. Coffee planters waited three to five years forthe first harvest. They required considerably more capital, patience, and skillthan the producers of indigo. Those requirements everely limited the numberof coffee growers but particularly the number of processors. Handsome profits,however, reimbursed the few who met the requirements.The lure of a lucrative market prompted those planters who could bear thefinancial burden to expand their estates, which grew at the expense of communallandholdings and small landowners. The shift in landowning pattems funda-mentally altered the lifestyle of the majority. The governments enthusiasticallyencouraged this change: they facilitated the concentration of land into fewer andfewer hands. Thus, in the decades between 1860 and 1890, the landholdingpatterns came to resemble the commercial capitalistic models characteristic ofplantation economies elsewhere in the world. The first step was to label theIndian communal lands as retrograde, antiprogressive. They stood accused ofthe heinous crime of delaying or even preventing modemization. In short, theypreserved the “backward” past. President Barrios initiated the legal attack onthe ejidos, landholding communities, and the tierras communales, municipallyowned and worked lands. His policies forced part of those lands onto the market,just as ambitious entrepreneurs sought more acres for coffee trees.An official governmental and survey in 1879 revealed that only a quarter ofthe land still belonged to the villages.24 The govemment of President RafaelZaldivar (1876-1885) promptly oversaw the disposal of those remaining lands.Zaldivar proudly wore the modernizing mantle of Barrios, demonstrating his
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300E. Bradford Bunsadmiration for his predecessor by erecting an imposing mausoleum for him. Aneditorial in the Diario Oficial in early 1880 summarized the official attitudetoward the communal lands, revealing once again the ideological continuity ofthe governments after 1858:On the one hand, we see virgin fertile lands that are calling for the application of capital and laborto reap the wealth that is promised; while on the other, we see the majority of the inhabitants ofour villages content to grow crops of maize and beans that will never raise this miserable peopleabove their sorry position. They will remain in the same wretched state they endured in colonialtimes…. The government is determined to transform the Republic, to make each one of the villages,yesterday sad and miserable, into lively centers of work, wealth, and comfort.2’Action followed. In early 1881, the government abolished the tierras commu-nales. With far-reaching consequences, the decree denounced ancient practicesto declare unequivocally the economic policy in vogue for some decades dra-matically enforced after 1881: “The existence of lands under the ownership ofCommunidades impedes agricultural development, obstructs the circulation ofwealth, and weakens family bonds and the independence of the individual. Theirexistence is contrary to the economic and social principles that the Republichas accepted.” A year later, a law dissolved the ejidos for the same reason: theywere “an obstacle to our agricultural development [and] contrary to our eco-nomic principles.“26 The communidades and ejidos bore the blame, accordingto official thinking, of thwarting “progress,” meaning, of course, the expansionof coffee culture. In both cases, the lands were divided among community mem-bers. Such actions disoriented the Indian and folk populations, which had littleconcept of private ownership of land. Quite the contrary, they identified thecommunity and the land as one: the land existed for the commonweal of thegroup. The community cared for the land in an almost religious fashion. Co-operation rather than competition governed the economic behavior of thosepopulations. In the government’s judgment, the Indians and rural folk obviouslywere not prepared to contribute to El Salvador’s capitalist future.Once the communal lands were distributed into small plots, the coffee plantersset about acquiring the land. Experience proved that it was easier to befuddleand buy out the new, small landowner than the well-entrenched and tradition-oriented community.” The emerging rural class system, increasingly character-ized by a small group of wealthy coffee planters and processors on the one handand a large body of ill-paid laborers on the other, contrasted sharply with themore equalitarian structures of rural El Salvador prior to 1860.Export patterns altered radically during the same decades. From the colonialperiod into the early 1 880s, El Salvador had enjoyed varied agrarian productionand export: maize, indigo, tobacco, sugar, cacao, coffee, cotton, and tropicalfruits. The midcentury invention of synthetic dyes doomed the most importantof those exports, indigo. Coffee more than made up for its demise. The exportstatistics tell the tale. In 1860, coffee composed but 1 percent of the exports; in1865, 8 percent; and in 1870, 17 percent. In 1875, for the first time, the valueof coffee exports exceeded indigo exports, quite a change from 1865 when thevalue of indigo exports amounted to 15 times that of coffee. Table 2 indicatesthe changing nature of El Salvador’s exports during the critical 1864-1875 pe-riod. In 1879, coffee accounted for 48.5 percent of the total value of all exports.By 1910, it accounted for $4,661,440 of exports totaling $5,696,706:”’Indigo bythen earned only $107,936 on the world markets. During the decade of the1880s, El Salvador became virtually a monoagricultural exporting nation, its
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The Moderization of Underdevelopment El Salvador, 1858-1931301f;t*.Oc WN 00 ON 0i 0 o0 n_C O:d00)= t:c t-D ‘c 4N _n_O en CA *wz(c4 – CO0W r-I“O~.0 F _t t_moX- O<".0 C OI^^' 0O00-MNNoo>eng:0oo O o c7A-OON.0 vb oCe0WCCC)C)C:O, -.-ooooFb^OoOurX~~~~~0-oLCOOoottmU U00 en ON tl >cO \00 in ‘TC q-00VI I’No_oOte0~~~~~~~~~~HWN )Qhu0O’r1I,,_0~~~~~~~~~~~b “O:0ON ‘ ,Dt’_r’o 0WW)4t – l- e r-”’t*ONO :t- M-w c en t-ut)c~ o (70~[ ooep~0 o ar6en W ONent>0 ‘Ne)~~~~~re?C-4etCNa t- oo-i0 00 \? oe?;O n o no4 _ n oa o enno oot _ o-W) – CD __C)*o>M~oo-m “’esCW1n\0*nabC7 I.ozT?^o>=N<0 tn ?N v0% M r inCO>^4M.oo 00 00 00 0?\?\?l00 00 00 00 000 000\14 _- _4 _- _4 _. _4 .- _- _” _0-
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302E. Bradford Burnseconomic prosperity largely dependent on the purchase of coffee by three orfour nations, which, in turn, supplied investments, technology, and manufac-tured goods in quantities commensurate with the profits from coffee sales.The domination of the national economy by coffee obviously affected therural folk, the overwhelming majority of the population. The expanding coffeeestates continued to dispossess vast numbers of them of their lands. They, then,depended on the coffee plantations for work and, to the relief of the coffeeplanters, formed a sizable pool of unemployed and underemployed who couldbe hired at meager wages. At the same time, the increasingly unstable positionof larger numbers of the rural population created discontent and unrest amongthem. The rural poor protested their deteriorating situation. Major uprisingsoccurred in 1872, 1875, 1880, 1885, and 1898. The planter-dominated govern-ments addressed the problem of maintaining order not only to assure tranquillitybut just as importantly to insure a docile and plentiful labor supply. Threateningfines, arrests, and punishments, the Vagrancy Laws of 1881 required the pop-ulace to work. The Agrarian Law of 1907 further regulated the rural workingclass, while it authorized the organization of a rural constabulary to provide thephysical protection the landowners demanded. Agricultural judges-in a fashionsomewhat reminiscent of the Spanish repartimiento system-made certain thatthe labor force was available when and where the planters needed it. The newrural police enforced the judges’ decisions, intimidated the workers, protectedthe planters, and guaranteed the type of rural order the planters believed essentialto their prosperity. They already had closely identified national well-being withtheir own.By the end of the century, coffee had transformed El Salvador. The landowningstructures, the land-use patterns, and the relationship of the workers to the landwere radically different. Whereas in 1858, there existed a reasonable balancebetween large estates, small landholdings, and ejidos, by 1890, the large estatedominated. The increasing accumulation of capital in a few hands strengthenedthe coffee estate, improved coffee processing, and further facilitated coffee ex-portation.A tiny but significant group of capitalists appeared by the end of the century.Foreign immigrants, who invariably married into the leading Salvadoran fam-ilies, played a disproportionately important role among them. They skillfullycombined their wider knowledge of North Atlantic capitalism with local needs.A small number of Salvadoran capitalists from both the upper and middle classesand the local representatives of British capitalists joined them. Some of themcontrolled the processing and/or export sectors of the coffee industry, highlylucrative and strategic enterprises. Their interests obviously intertwined withthose of the coffee planters.Political stability accompanied economic growth and change. Beginning withthe government of Barrios in 1858 and ending with that of General AntonioGutierrez in 1898, the chiefs-of-state stayed in office longer then their prede-cessors. In that 39-year time span, 7 presidents governed for an average of 5.7years each, more than double the time the chiefs-of-state between 1839 and 1858had served. Five of the presidents had military backgrounds. Force dislodgedeach president from office. The administration of Tomas Regalado, 1898-1903,marked a transition. General Regalado came to power through force, regularizedhis position through election, served the constitutional four-year term, and thenstepped down from the presidency at the end of that term.28
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The Modernization of Underdevelopment: El Salvador, 1858-1931303The coffee elites had codified the political rules for their domination in theConstitution of 1886. It remained in force until 1939, the longest lived of ElSalvador’s many constitutions. Suppressing communal landownership, it em-phasized the inviolability of private property. Within the classic framework ofnineteenth-century liberalism, the document valued the individual over the col-lective. It enfranchised literate male adults, a minority in a land where illiteracyprevailed. Characterized as authoritarian and elitist, it served the planters hand-somely during the half-century it was in force, defining the political boundariesof the “modern” state they sought to create.29 It contributed significantly to thenew political stability.Increasing political stability, rising exports and income, economic growth,and a careful attention to the servicing of foreign debts nominated El Salvadoras a candidate for foreign loans used to purchase a wide variety of consumeritems the coffee class fancied, to introduce foreign technology, and to modernizethe economy. Not unnaturally, a government in the service of the plantersfavored investment in and modernization of the infrastructure servicing thecoffee industry. Renovation of two important ports, La Libertad and Acajutla,was completed in the 1860s. The first bank opened its doors in 1872, and theymultiplied in number during the decade of the 1 880s. The republic entered therailroad era in 1882 with the opening of a modest 12-mile line between Son-sonate, a departmental capital and one of the principal commercial centers, andAcajutla. The line facilitated the export of the varied local products, amongwhich coffee was rapidly becoming the most important. English loans in 1889promoted the expansion of an incipient railroad system that also fell underEnglish administration.British investments accompanied loans and together they assured Britain’seconomic preeminence. Besides railroads, mining attracted British capital. In1888, the English established the Divisadero Gold and Silver Mining Companyand the following year, the Butters Salvador Mines. The British began to enterthe banking business in El Salvador in 1893.The coffee interests also appreciated the importance of a modern capital, thesymbol of their prosperity, as tribute to their “progressive” inclinations, andthe focal point of their political authority. By the end of the century largernumbers of the richest families were building comfortable, in some cases evenpalatial, homes in the capital. They broke some of their immediate ties withthe countryside and the provincial cities to become a more national elite centeredin San Salvador.A sleepy capital of 25,000 in 1860, San Salvador boasted of no pretentions.A visitor in the mid-1880s remembered: “There is very little architectural tasteshown in the construction of the dwellings or of the public buildings … thestreets are dull and unattractive. … The public buildings are of insignificantappearance.“30 It compared unfavorably with the cities of similar size in LatinAmerica. Sensitive to that reality, the newly prosperous coffee elites resolved torenovate the capital, expunging the somnolent past in favor of the envisionedvigor of the future. The city took on new airs as the center of a booming economy.By 1910, the population numbered more than 32,000. The central streets hadall been paved and electricity illuminated the city. An excellent drainage systeminsured the good health of the inhabitants. A series of new buildings, amongthem a commodious headquarters for the governmental ministries, a cathedral,and a market, added to the modernity. The elites boasted of attractive homes
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304E. Bradford Burnsin the capital. The new and beautiful Avenida de la Independencia combinedwith ample parks and plazas to provide grace and spaciousness to the city. Themodern, still somewhat quiet capital made a favorable impression on visitors.Above all else it spoke of-and symbolized-the prosperity that coffee affordedthe nation.3’The very restricted democracy fostered by the Constitution of 1886 functionedsmoothly in the early decades of the twentieth century. From 1903 to 1931, eachpresident was elected in the approved fashion-selected by his predecessor andratified by a limited electorate-and served for the constitutional mandate offour years. The politicians respected the doctrine of “no reelection.” Peacefulselection and rotation of presidents contrasted sharply with the violence char-acteristic of the change of governments in the nineteenth century. The prepon-derance of civilian presidents was also unique. Of the eight men elected to thepresidency during the 1903-1931 period, only one was a military officer, GeneralFernando Figueroa (1907-191 1).The prosperity and power of the coffee planters reached their culminationduring the years 1913-1929, an economic and political period referred to as theMelendez-Quinonez dynasty because of the two related families that held thepresidency. Those families ranked among the largest coffee producers. When anassassin felled President Manuel Enrique Araujo in 1913, Vice-President CarlosMelendez assumed the presidency as the constitution provided and then wonthe presidency in his own right during the elections the following year. In 1919,his brother, Jorge Melendez, succeeded him for four years, followed by hisbrother-in-law, Alfonso Quinonez Molina, for another quadrenniel. This tightlyknit family political dynasty demonstrated the ease incumbent presidents en-joyed in manipulating elections to select their successors. It further illustratedthe increasingly narrow political base of the coffee planters. Indeed, fewer andfewer men controlled the thriving coffee industry, particularly the processingand export. During the dynasty, perhaps more than at any other period, thoselinked to coffee exports were able to monopolize both economic and politicalpower. One obviously enhanced the other. Wealth conferred the prestige thatfacilitated political manipulation. In turn, their control of the government com-plemented their economic interests. During those years, the planters successfullyheld the small but aggressive urban middle class at bay, repressed or manipulatedthe impoverished majority-both the rural masses and the growing urban work-ing class-and neutralized the military, from whose ranks had arisen so manyof the nineteenth-century presidents.The actual exercise of political power by the coffee class forged a uniquechapter in Salvadoran history: prolonged civilian rule. When General Figueroa,a constitutionally elected president, left the presidential palace in 191 1, civilianpoliticians occupied it for the succeeding two decades, a remarkable record,never equaled before or since. Of course the economic strength, political influ-ence, and social domination of the coffee elites had been a reality since the lastdecades of the nineteenth century. From the beginning of their rise to economicand political power in the 1860s and 1870s they had enjoyed amiable relationswith the military. The planters counted on the military to support a politicalsystem complementary to coffee exports. Economic prosperity, after all, facili-tated the modernization and professionalization of the army. The easy shiftfrom military to civilian presidents manifested the harmonious relations be-tween the planters and the officers.
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The Modernization of Underdevelopment: El Salvador, 1858-1931305The army had won its laurels on the battlefield. Nearly a century of inter-national struggles-the frequent wars against Guatemala, Honduras, Nicaragua,and assorted foreign filibusters-and of civil wars created a strong and reasonablyefficient army, perhaps the best in Central America. A prudent governmentpampered the military. A military academy to train officers functioned sporad-ically. In 1900, the third such school, the Escuela Politecnica Militar, opened,only to be closed in 1927. Five years later the government inaugurated theEscuela Militar, still functioning. Thus, for most of the years of the twentiethcentury, a professional academy existed. In 1909, the government contractedwith Chile for a military mission to improve the training of officers. The EscuelaPolitecnica Militar and the Escuela Militar provided a reasonable-to-good ed-ucation for the cadets and fostered the corporate interests of an officer class.Increasingly the academy drew its cadets from the urban middle and lowermiddle classes, two groups enthusiastically advocating the modernization of thecountry.32 While the officers’ concept of modernization tended to parallel thatof the planters, it also emphasized the need for up-to-date military training andequipment, manifested a growing faith in industrialization, and responded tothe vague but powerful force of nationalism.In 1910, the government reported that its army consisted of an impressive78 staff officers, 512 officers, and 15,554 troops on active duty (a figure thatseems to be inflated).” Percy F. Martin, in his exhaustive study of El Salvadorin 191 1, reported: “The Government . . . have [sic] devoted the closest care andattention to the question of military instruction, and the system at present inforce is the outcome of the intelligent study of similar systems in force in othercountries, and the adaptation of the best features existing in each. A very highesprit de corps exists among the Salvadoran troops, and, for the most part, theyenter upon their schooling and training with both zeal and interest.“34 Thegovernment favored the officers with good pay, rapid promotion, and a host ofbenefits. Martin marveled at the comforts provided by one of the officers’ clubs:“For the use of officers there exists a very agreeable Club, at which they canprocure their full meals and all kinds of light refreshments at moderate prices;while the usual amusements such as drafts, cards, billiards, etc., are providedfor them. So comfortable is this Club made that officers, as a rule, find verylittle inducement to visit the larger towns in search of their amusements.”’35 Acontented military was the logical corollary to planter prosperity.The further solidification of the corporate interests of the military was en-couraged by the establishment in 1919 of a periodical for and about the militaryand in 1922 of a mutual aid society, the Circulo Militar. More than an economicassociation, it encouraged the moral, physical, and intellectual improvement ofits members. One knowledgeable visitor to Central America in 1928 claimedthat El Salvador had the best-trained army in the region.mPeace and order at home combined with increasing demands for coffee insureda heady prosperity for the planters and their government. With the exceptionof an occasional poor year, usually due to adverse weather, production movedupward after 1926 toward an annual harvest of 130,000,000-140,000,000 pounds,as table 3 illustrates. After 1904, El Salvador produced at least one-third ofCentral America’s coffee, its closest competitors being first Guatemala and sec-ond Costa Rica. After 1924, Salvadoran production surpassed that of Guatemalato hold first place in quantity (and many would add quality) in Central America.
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306E. Bradford BurnsTABLE 3COFFEE PRoDucTIoN,1924-1935YearPounds1924-192595,020,0001925-1926101,413,0001926-192766,139,0001927-1928149,474,0001928-1929134,042,0001929-1930143,301,0001930-1931165,347,0001931-1932105,822,0001932-1933141,096,0001933-1934127,869,0001934-1935130,073,000SouRCE: Edelberto Torres Rivas, Interpretacion del Desarrollo SocialCentroamericano (San Jose, Costa Rica: Editorial Universitaria Cen-troamerica, 1973), pp. 28485.The elites and the government became increasingly dependent on income fromcoffee production.A significant change in El Salvador’s international trade pattern also tookplace. In the nineteenth century, El Salvador sold much of its exports to theUnited States and bought most of its imports from Europe. In the twentiethcentury, that triangular pattern became increasingly bilateral due to a closertrade relationship with the United States, which bought more Salvadoran exportsthan any other nation and began to furnish most of its imports as well.Growing U.S. investments in El Salvador further linked the two nations eco-nomically. Prior to the opening of the twentieth century, U.S. investments hadbeen practically nonexistent. In 1908, they totaled a modest $1.8 million, butthey rose rapidly thereafter. $6.6 in 1914; $12.8 in 1919; and $24.8 in 1929.While these sums were insignificant in terms of total U.S. investments abroad,which in Latin America alone accounted for over $1.6 billion by the end of1914, they represented a sizable proportion of the foreign investments in ElSalvador by 1929. U.S. investors consequently began to exert influence over theSalvadoran economy. The pro-U.S. attitudes of the presidents of the Melendez-Quinonez dynasty greatly facilitated the penetration of North American interestsinto El Salvador, while World War I reduced the British presence.“7The coffee planters and their allies exuded confidence. Coffee prices, landdevoted to coffee production, coffee exports, and coffee income all rose im-pressively after 1920. At no time from 1922 through 1935 did coffee representless than 88 percent of the total value of exports. During three of those years,1926, 1931, and 1934, it accounted for 95 percent. The amount of land producingcoffee increased from 170,000 acres in the early 1920s to 262,000 acres in theearly 1930s. Meanwhile, coffee growing and processing concentrated in everfewer hands with no more than 350 growers controlling the industry by the mid-1920s. The largest enjoyed annual incomes of $200,000.38Ruling from their comfortable and modern capital, the planters and theirallies were creating an impressive infrastructure of roads, railroads,, nd portsas well as a telegraphic and telephone communication network. The plantations,the government, and the army were efficiently run. In their own terms, the eliteswere highly successful. Still, they nurtured visions of further change. Some fret-
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The Modernization of Underdevelopment: El Salvador, 1858-1931307ted over the dependence on coffee for prosperity and talked of the need todiversify agriculture. A few experimented with cotton as an alternate export.Others spoke in terms of industrialization, and limited amounts of capital didsupport an incipient manufacturing sector. The elites even discussed the exten-sion of democratization and the inclusion of the lower classes in the politicalprocess. It was the talk of a contented minority that wanted to perfect theirpolitical and economic systems. Benefiting from the great changes wrought bytransforming a largely peasant and subsistence economy into a plantation andexport economy, the coffee elites assumed that their own prosperity reflectedthe well-being of the nation they governed.While the shift to coffee culture may have created an aura of progress aroundthe plantation homes and the privileged areas of the capital, it proved increas-ingly detrimental to the quality of life of the majority. One U.S. observer con-trasted the lifestyles of the classes in 1931:There is practically no middle class between the very rich and the very poor. From the people withwhom I talked, I learned that roughly ninety percent of the wealth of the country is held by abouthalf of one percent of the population. Thirty or forty families own nearly everything in the country.They live in almost regal splendor with many attendants, send their children to Europe or the UnitedStates to be educated, and spend money lavishly (on themselves). The rest of the popultation haspractically nothing. These poor people work for a few cents a day and exist as best they can.3“This grim observation was by no means novel. After a tour of Central Americain 1912, Charles Domville-Fife concluded that “there are more comparativelypoor people in this country [El Salvador] than there are in some of the largerstates.“O An academic study of the 1919-1935 period speaks of “recurrent foodshortages” and “economic desperation” among the masses in a period of highliving costs and low wages.4’ The cost of basic foods skyrocketed between 1922and 1926: corn prices, 100 percent; beans, 225 percent; and rice, 300 percent.The importation of those foods, once negligible, became significant in 1929.42An analysis of the class structure in 1930 suggests the concentration of wealth:it categorized 0.2 percent of the population as upper class.43 An accelerating rateof population increase accentuated the problems of poverty. The populationreached 1,443,000 by 1930. The vast majority was rural. Yet, only 8.2 percentcould be classified as landowners.44The very changes that facilitated the concentration of land into fewer handsalso precipitated the social and economic disintegration of the life style of theoverwhelming majority of the Salvadorans. The changes squeezed off the landthose who grew food for their own consumption and sold their surpluses inlocal market places. The relative ease of access to land-hence, food-depictedby the five travelers in the 1850s was no longer accurate after 1900. The dis-possessed depended on seasonal plantation jobs. Some began to trickle into thetowns and capital propelled by rural poverty and the search for urban jobs,which either did not exist or for which they were unprepared. The extent of thenew social and economic disequilibrium was not immediately appreciated. Im-pressive economic growth masked for a time the weakness of the increasinglynarrow, inflexible, and dependent economy.As is true in such overly dependent economies, events in distant marketplaceswould reveal local weaknesses. By the end of the 1920s, the capitalist worldteetered on the edge of a major economic collapse whose reverberations wouldshake not only the economic but also the political foundations of El Salvador.With his term of office nearing an end in 1927, President Quinonez pickedhis own brother-in-law, Pio Romero Bosque, to succeed him, a choice with
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308E. Bradford Burnssignificant consequences. Don Pio, as Salvadorans invariably refer to him, turnedout to be more liberal, less conventional, and highly unpredictable in comparisonwith his three predecessors of the Melendez-Quinonez dynasty. He entered officeriding high on the wave of coffee prosperity, but the international financial crisisthat began in 1929-1930 soon tossed his government into a trough of economictroubles, testing all his skills in navigating the ship of state.The dynamic sector of the economy suffered the vicissitudes common tonations dependent on the export of a single product. In an indictment beforethe Legislative Assembly, Minister of Finance Jose Esperanza Suay pointed outthe cause of the nation’s economic plight: “The coffee crisis that this year [ 1929]has alarmed everyone clearly indicates the dangers for our national economyof monoculture, the domination coffee asserts over agrarian production.”’45 ElSalvador may have been an efficient coffee producer, but it was not the onlyone. In fact, exporters were beginning to outnumber importers. The economicprosperity of at least ten Latin American nations, of which Brazil was by farthe most important, also depended on coffee sales. At the same time, a fewAfrican areas were producing coffee for export. Demand fell while supplies re-mained constant or even increased in some instances. Consequently the pricedropped drastically. In 1928, El Salvador sold its coffee for $15.75 per hundredkilograms-in 1932, for $5.97. The financial consequences for El Salvador canreadily be perceived in an economy in which coffee constituted 90 percent ofthe exports and 80 percent of the national income. Not surprisingly therefore,government revenues plummeted 50 percent between 1928 and 1932. El Sal-vador witnessed the highest index of rural unemployment in Central America.Small coffee growers suffered severely. Their loss of land through bankruptcyand foreclosure-an estimated 28 percent of the coffee holdings-augmented theestates of the large landowners. The problems revealed a modernized but under-developed economy, one that readily responded to foreign whims but failed toserve Salvadoran needs.The planters’ reaction to the mounting problems exacerbated the nation’seconomic woes. They increased the amount of land devoted to coffee in an effortto make up for falling prices. The consequences of that trend were as obviousas they were disastrous: the economy depended more than ever on coffee, morepeasants lost their land, rural unemployment rose, and food production forinternal consumption declined.46President Romero Bosque tried valiantly to ride out the economic storm.Politically he fared better. Practicing the liberal ideology he preached, he per-mitted the full play of those liberties authorized by the Constitution of 1886but hitherto suppressed. His administrative talent and his unimpeachable hon-esty impressed his fellow countrymen. He determined to make honest men ofpoliticians. He turned on his less-than-scrupulous predecessors and even sentQuinonez into exile. Those actions heightened his popularity despite the eco-nomic crisis.To the amazement of all and the consternation of the professional politicians,Don Pio decided to hold an honest presidential election in 1931. Contrary toall previous political practices, the president advanced no candidate. It wasindeed an historical first. Since no political parties existed, a few hastily orga-nized to take advantage of the unprecedented opportunity to electioneer.The six new parties represented the interests of the working, professional,middle, and planter classes and thereby reflected the social changes overtaking
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The Modernization of Underdevelopment: El Salvador, 1858-1931309El Salvador.4’ A small but vocal urban working class had emerged in the 1 920s,flexing its muscle in several important strikes. The presidents of the dynastyflirted occasionally with that potential source of political power. Their policiesgyrated from wooing the workers to repressing them. In 1925, some workersand intellectuals, with the assistance of communist leaders from Guatemala,founded the Communist party of El Salvador. In the excitement of preparationfor the 1931 election, a Labor party also emerged. It nominated Auturo Araujo,who enjoyed a genuinely popular following. The candidate sought to distancehimself from his more radical supporters, the foremost of whom, Agustin Far-abundo Marti, was busy organizing rural labor, an activity guaranteed to disturblandlords and arouse the suspicion of the military.To avoid any of the international influences among the Labor party members,most notably of communism, Araujo turned to the ideas of Alberto Masferrerto enhance his party’s program. An intellectual, philosopher, and writer, Mas-ferrer dominated Salvadoran letters.48 The strongest voice of the newly invig-orated nationalism in El Salvador, he criticized the institutions that had beenshaped by the coffee class and called for greater social justice. In Patria, theprestigious and lively newspaper he founded on 27 April 1928, Masferrer pro-tested against the presence of foreign companies, the lack of decent housing,and the high cost of living. He advocated industrialization and the protectionof national resources from foreign exploitation. He denounced those “who havethe souls of a checkbook and the conscience of an account ledger,” those whokept “the people in misery, who kill by hunger thousands of persons, and whocause more than half the workers to die due to lack of food, shelter, or restbefore they reach the age of thirty.”’949Both the extreme left and right verballyassaulted Masferrer. The right labeled him a dangerous Bolshevik, criminalagitator, and subversive. The left attacked him as a demagogue, traitor, andright-wing socialist.For his campaign, Araujo adopted Masferrer’s program of vitalismo, the “vitalminimum” that the philosopher defined as “the sure and constant satisfactionof our basic needs.”’’0 Thus, Araujo campaigned for the nine major points ad-vocated by vitalismo, among them: hygenic, honest, and fairly remuneratedwork; medical care, potable water, and decent sanitation; a varied, adequate,and nutritious diet; decent housing; sufficient clothing; expedient and honestjustice; education; and rest and recreation. Within the context of Salvadoransociety in late 1930 and early 1931, Araujo ventilated some “revolutionary“views. Vitalismo, he declared, would be financed by transferring funds from themilitary budget to social expenditures. One can but speculate about the reactionto such a proposition within the confines of those comfortable officers’ clubs.Masferrer himself held some unconventional ideas about the role of the mil-itary within Salvadoran society. That fully one-sixth of the national budget wentto the army in 1929 disturbed him. It was not productive investment; it didnot contribute to national development. “For a country that no longer fightswars, our army is extraordinarily expensive…. And, if there are no longer anywars to fight, why should the state maintain such a burdensome institution?“he asked.5” The army could serve much more useful national goals if it addedto its traditional roles of protection from foreign invaders and the maintenanceof internal order those of building and maintaining roads, providing water tothe villages, improving the health of the inhabitants through sanitation cam-
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310E. Bradford Burnspaigns, protecting the forests, and helping the population in times of naturaldisaster.Araujo also heeded Masferrer’s call for land reform. The philosopher advo-cated the nationalization of the land and its redistribution.52 He classified thelandowning system as well as the relations between the landlords and ruralworkers as “feudal”: “The lord in this case is the landowner, he who gives andtakes, he who permits the worker to reside on his lands or expels whoever doesnot obey or please him.“53 Araujo planned to have the government buy the landfrom the rich and redistribute it to the poor.With its platform firmly buttressed by the ideas of Masferrer, the Labor partyaroused the enthusiasm of large numbers of people who viewed its program asthe means to solve the deepening economic difficulties and to create a morejust society. For his running mate, Araujo chose a military man, General Max-imiliano Hernandez Martinez. The general had borne the presidential standardof the small National Republican party before he joined forces with Araujo.First as a presidential candidate and later as a vice-presidential candidate, Mar-tinez appealed to the popular classes on social issues.Honoring his promises, Don Pio remained impartial during the selection ofpresidential candidates and the campaign. The elections took place in earlyJanuary 1931. Araujo won. He confronted an impossible task. Somehow he hadto reconcile the vast differences among the Labor party, the coffee planters, themilitary, and the newly emergent middle class. He had to accomplish his miraclein the midst of the worst-and what would be the longest-economic crisis inmodern Salvadoran history. The problems cried for bold action; an irresolutepresident proved to be incapable of acting. He ignored the “vital minimum“program that he had supported during the campaign. His inaction confoundedand then alienated his followers. Frustrations mounted daily; unrest resulted.On 2 December 1931, the military responded to the crises precipitated byeconomic collapse and political unrest. The soldiers turned out of office the firstand thus far only freely elected president, who fled the country after less thanone year in office. The military coup was the first in 33 years-since November1898, when General Tomas Regalado seized power-and the first staged byprofessional army officers who did not come from the dominant socioeconomicclass.54 Three days later the military junta turned power over to the constitutionalvice-president, General Hernandez Martinez, who also had served as ministerof war.5” His exact role in the coup d’etat still remains unexplained. Investedwith power, he governed energetically for the next 13 years, a record of politicallongevity in El Salvador.Most sectors of society greeted the military seizure of power with relief. Ithad become painfully apparent to all that President Araujo, immobilized by theeconomic debacle and the inability of the national institutions to respond tonew demands, could not govern. The majority thought the young officers whocarried out his overthrow would be able to resolve the crises threatening todestroy the nation. Rightly or wrongly, the populace put trust and hope in thoseofficers. The Marxist student newspaper Estrella Roja congratulated the militaryon the coup d’etat. It reiterated the belief that the incompetence pf Araujo“imposed a moral obligation on the military to remove him from office.” Thenewspaper quickly pointed out, however, that the coup itself could resolve fewof the nation’s fundamental problems:
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The Modernization of Underdevelopment: ElSalvador, 1858-1931311Pardon our skepticism. We do not believe that the coup will end the Salvadoran crisis which is farmore transcendental than a mere change of government. The crisis has deeper roots than the inca-pacity of Don Arturo. It results from the domination of a capitalist class that owns all the land andmeans of production and has dedicated itself to coffee monoculture.6Although no profound institutional changes were forthcoming, Araujo’s down-fall represented something more than “a mere change of government.” It ini-tiated new alliances and a sharing of power. In short, it ended the coffee planters’monopoly of economic and political power.The economic collapse alone had not triggered the coup. The causes of thepolitical change also included the growing social, economic, and political com-plexities engendered by incipient industrialization and growing urbanization,more intensive nationalism, the roles played by immigrants, an urban prole-tariat, an expanding middle class, and professional military officers in an in-creasingly varied society, improved transportation and communication, andefforts to diversify the economy. Further, any explanation of the coup must takeinto account the inability of President Araujo to govern, an unfortunate realityin the country’s first democratic experiment, which may have revealed as muchabout institutional structures as it did about the chief executive.The demands on the government varied, and while some could be reconciled,others could not. The rural folk looked to the communal past for a solution totheir plight. They wanted the government to return land to them. The planterelites obviously favored the present land distribution and the export economyfrom which they had extracted so many benefits for such a long period. Theexpanding middle class and the professional military thought in nationalisticterms that included a reduction in the level of dependency, a wider sharing ofsocial benefits, and industrialization. Their solutions to the crises lay in thecities. Urban growth had been slow, and, as table 4 shows, the populations ofthe five largest cities remained relatively small. Urban dwellers accounted foronly 15 percent of the population. Yet, they provided many of the leadersadvocating innovations.The events of 1931 brought to a close a dynamic period in the history of ElSalvador during which the coffee planters had gained economic and politicalascendancy to dominate the nation. Stresses during the preceding decade dem-onstrated the increasing difficulty the coffee planters experienced in governingthe nation. The brief political experiment under Don Pio and Don Arturo hadbeen sufficient to prove that a functioning, pluralistic democracy would notwork to the planters’ best advantage. They lost their political monopoly. Thecoup in 1931 signified that they would not regain it. They understood by thenthat they would benefit most from an authoritarian government managed bythe military and complementary to some of the goals of the middle class, whichTABLE 4POPULATIONS OF THE FIVE LARGEST CITIEs, 1930CityPopulationSan Salvador89,385Santa Ana39,825Santa Tecla20,049San Miguel17,330Sonsonate15,260SouRcE: Gibson, “A Demographic Analysis of Urbanization,” p. 338.
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312E. Bradford Burnswanted access to the national institutions and upward mobility. Those groupsworked out a suitable arrangement to the exclusion of the rural masses and theurban working class. They divided the tasks of government after 5 December1931: the military exercised political power, while the landowners, in alliancewith sympathetic bankers, merchants, exporters, and segments of the urbanmiddle class, controlled the economy. Each respected the other. General Mar-tinez succeeded in reestablishing oligarchical control, although he could notreturn the nation to the status quo ante 1931. El Salvador was entering a newphase of history.During the 1858-1931 period, El Salvador reshaped its institutions in orderbetter to export coffee; modernization had taken place, producing some of theadvantages its advocates had predicted. There were more and better roads, amodest railroad system, efficient ports, and a capital city with sections boastingall the amenities of its European or U.S. counterparts. Almost everything con-nected with the export of coffee and the life styles of the elites seemed up-to-date, indistinguishable from what one might find in the capitals of the majorindustrial nations. Impressive growth had taken place. The statistics measuringpopulation, coffee production, and foreign investments had risen impressively,and, until 1929, so had national income. An observer could conclude that certainaspects of national life had progressed in the course of seven decades, that the“progressive” El Salvador of 1931 differed considerably from the “backward“nation Barrios had resolved to “regenerate” in 1858.National life was different, but not always in a positive way. Quite anotherlegacy of growth and progress was the nation’s acute dependence on the exportof a single product, coffee, for its prosperity. Monoculture and plantations weresome of the results, and they dominated the economy. The efficient productionof coffee did not extend to foodstuffs. The countryside fed the population lessadequately than before. By the end of the 1920s, El Salvador began to importfood, not because the land could not feed the people-the hoary excuse of over-population has been disproven-but rather because the planters used it to growexport crops.“7 On several levels, the nation had lost control of its own economy.By 1931, El Salvador confronted a series of political and economic crises, theconsequences of the type of modernization its governments had imposed.The perceptive observations of two commentators, widely spaced in time,reveal the basic difference separating the El Salvador of the end of the 1850sfrom that of the end of the 1920s. Mrs. Foote had lived among a well-fedpopulation. Large estates, small farms, and communal lands coexisted. Therelatively varied export sector had played a significant but not the dominantrole in the economy. The critical eye of Alberto Masferrer viewed quite a dif-ferent situation. He assessed the state of Salvadoran society in 1928 in this way:There are no longer crises; instead, there are chronical illnesses and endemic hunger…. El Salvadorno longer has wild fruits and vegetables that once everyone could harvest, nor even cultivated fruitsthat once were inexpensive….Today there are the coffee estates and they grow only coffee.Where there is now a voracious estate that consumes hundreds and hundreds of acres, before therewere two hundred small farmers whose plots produced corn, rice, beans, fruits, and vegetables. Nowthe highlands support only coffee estates and the lowlands cattle ranches. The cornfields are disap-pearing. And where will the corn come from? The coffee planter is not going to grow it because hisprofits are greater growing coffee. If he harvests enough coffee and it sells for a good price, he canimport corn and it will cost him less than if he sacrifices coffee trees in order to grow it…. Whowill grow corn and where? . . . Any nation that cannot assure the production and regulate the priceof the most vital crop, the daily food of the people, has no right to regard itself as sovereign.Such has become the case of our nation.”’
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The Modernization of Underdevelopment: El Salvador, 1858-1931313In vivid contrast to Mrs. Foote’s earlier observations, Masferrer saw a hungrypopulation with limited access to the use of land, a population whose basic needfor food was subordinated to the demands of an export-oriented economy. The“progress” charted by the Salvadoran elites had failed to benefit the overwhelm-ing majority of the citizens.59 Prosperity for a few cost the well-being of themany.The contrasts between Foote’s and Masferrer’s observations suggest that littleor no development had taken place, if one measures development by a risingquality of life index and the maximum use of resources, natural and human,for the well-being of the majority. Thus, the contrasts provoke serious questionsabout the wisdom of the type of modernization and economic growth El Sal-vador pursued after 1858, since neither addressed the needs of the majority ofthe Salvadorans. Rather, they left a legacy of poverty, dependency, and classconflict that succeeding generations of generals, politicians, and planters havenot been able to resolve.NOTESIMrs. H. G. Foote, Recollections of Central America and the West Coast of Africa (London: Newby,1869), p. 101.2Ibid., p. 84.3lbid., p. 61.4Ibid., p. 54-55.’Ibid., p. 60.6John Baily, Central America: Describing Each of the States of Guatemala, Honduras, Salvador,Nicaragua, and Costa Rica (London: Saunders, 1850); E. G. Squier, Notes on Central America,Particularly the States of Honduras and Salvador (New York: Harper, 1855); Carl Scherzer, Travelsin the Free States of Central America: Nicaragua, Honduras, and San Salvador, 2 vols. (London:Longman, 1857); G. F. Von Tempsky, Mitla: A Narrative of Incidents and Personal Adventures ona Journey in Mexico, Guatemala, and Salvador in the Years 1853-1855 (London: Longman, 1858).In a much later and certainly more scholarly study, David Browning tends to confirm the maintheses of these more impressionistic travelers: El Salvador: Landscape and Society (Oxford: OxfordUniversity Press, 1971).7Squier, Notes on Central America, p. 326.’Ibid., p. 331.’Von Tempsky, Mitla, p. 424.’?Scherzer, Travels in the Free States, vol. 2, pp. 148, 195-96.“For a series of useful case studies of the effects of the penetration of international capitalismupon the local economies during the nineteenth century, see Roberto Cortes Conde, The First Statesof Modernization in Spanish America (New York: Harper, 1974).“Adriaan C. van Oss, “El Regimen Autosuficiente de Espana en Centro America,” Mesoamerica(Guatemala) 3 (June 1982): 68.“3Browning, El Salvador, pp. 85, 87.“4Letter of General Gerardo Barrios, Rome, 21 November 1853, printed in the Revista del De-partamento de Historia y Hemeroteca Nacional (San Salvador) 11 (March 1939): 42.“That speech is printed in Joaquin Parada Aparicio, Discursos Medico-Historicos Salvadorenos(San Salvador. Editorial Ungo, 1942), p. 222.“6Address to the General Assembly, 29 January 1862, printed in Italo Lopez Vallecillos, GerardoBarrios y su Tiempo, vol. 2 (San Salvador. Ministerio de Educacion, 1967), p. 219.
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314E. Bradford Burns’7Gary G. Kuhn, “El Positivismo de Gerardo Barrios,” Revista del Pensamiento Centroamericano(Managua) 36 (July-December 1981): 88. For a more general statement on Positivism in El Salvadorsee Patricia A. Andrews, “El Liberalismo en El Salvador a Finales del Siglo XIX,” ibid., pp. 89-93.”’Kuhn, “El Positivismo,” p. 87.19. ..the commerce of the Central American States has wonderfullly increased, and especiallywithin fifteen years and since the establishment of the line of steamers from Panama. This hasintroduced and established regularity, certainty, and dispatch in their communication with the restof the world. It has organized and maintained a mail service and secured a rapid, sure, and safemode of commercial intercourse and exchange. In the interests which are thus growing up intoimportance, (sic) and wealth and commanding influence will be found the means of counteractingthe unfortunate results of their political systems, and those interests must soon be powerful andwidespread enough to be able to finally put down the political system which retards or hinders theirdevelopment…. Since the establishment of the Panama Company’s Steamers, the Revenues fromthe Custom House in . . . Salvador have more than quadrupled. The foreign commerce of all theRepublics, which, previous thereto, was in the hands of a few who could afford to import cargoesaround Cape Horn, has been opened to all. . .. The growth of California and the States on thePacific has opened new courses for their trade” (James R. Partridge to Secretary of State, 22 April1865, Diplomatic Dispatches from U.S. Ministers to Central America, General Records of the De-partment of State, National Archives of the United States of America). “The Republic of Salvador,though territorially much the smallest of the five Central American States, is first in the amount ofexports and only second in population. It has three seaports on the Pacific, La Union, La Libertad,and Acajutla, at all of which the Panama Railroad Steamers stop twice a month, up and down, andat which American vessels land and receive freight and passengers. In the other Central AmericanStates these steamers land only at one port” (A. S. Williams to Secretary of State, 27 March 1867,ibid.).“Lopez Vallecillos, Gerardo Barrios, pp. 216-18, 127-28.21Ibid., pp. 216-17.22This interpretation of the Duenas administration rests on the assessments of Derek N. Kerr, “LaEdad de Oro del Cafe en El Salvador, 1863-1885,” Mesoamerica (Guatemala) 3 (June 1982): 4, 7,as well as on the diplomatic dispatches of A. S. Williams. In particular, see his dispatches of 12January and 8 February 1969, to the U.S. Secretary of State, Diplomatic Dispatches from U.S.Ministers to Central America, General Records of the Department of State, National Archives ofthe United States of America.23For an understanding of the negative effect the introduction of coffee culture had on the peasantryof Costa Rica and Guatemala, see Mitchell A. Seligson, Peasants of Costa Rica and the Developmentof Agrarian Capitalism (Madison: University of Wisconsin Press, 1980); and David J. McCreery,“Coffee and Class: The Structure of Development in Liberal Guatemala,” Hispanic American His-torical Review 56 (August 1976): 438-60.24Browning, El Salvador, p. 190.2“Ibid., p. 173.26The quotations from the Law for Extinction of Communal Lands, 26 February 1881, and theLaw for the Extinction of Public Lands, 2 March 1882, are found in William H. Durham, Scarcityand Survival in Central America: Ecological Origins of the Soccer War (Stanford, CA: StanfordUniversity Press, 1979), p. 42.2“This trend was almost universal throughout Latin America. For the general discussion consultE. Bradford Burns, The Poverty of Progress: Latin America in the Nineteenth Century (Berkeley andLos Angeles: University of California Press, 1980), particularly pp. 132-54. For specific discussionsof El Salvador see Browning, El Salvador, particularly pp. 146, 147, 167, 173, 175, and 214; AlastairWhite, El Salvador (Boulder, CO: Westview, 1982), p. 93; and Rafael Menjivar, Acumulacion Ori-ginaria y Desarrollo del Capitalismo en El Salvador (San Jose, Costa Rica: Editorial UniversitariaCentroamericana, 1980), pp. 123-27.2Jorge Larde Y Larin, Guia Historica de El Salvador (San Salvador: Ministerio de Cultura, 1958),pp. 32-43.2“Rafael Guidos Vejar, El Ascenso del Militarismo en El Salvador (San Salvador. UCA/Editores1980), p. 65.30William Eleroy Curtis, The Capitals of Spanish America (New York: Harper, 1888), 180-81.3IPercy F. Martin, Salvador in the XXth Century (London: Arnold, 191 1), pp. 256-75.
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The Modernization of Underdevelopment: El Salvador, 1858-193131532The role of the military in El Salvador, 1858-1931, and the relations between civilian politiciansand military officers adhere in general terms to the broad observations made by Edwin Lieuwenconcerning the behavioral pattern of the military throughout Latin America in the nineteenth andearly twentieth centuries. See his Arms and Politics in Latin America (New York: Praeger, 1961),pp. 17-35. Vejar provides the details and some general conclusions for the study of the Salvadoranmilitary in the nineteenth and early twentieth centuries in El Ascenso del Militarismo.33Martin, Salvador, p. 86.34Ibid., p. 87.35Ibid., p. 88.36Arthur J. Ruhl, The Central Americans (New York: Scribner’s, 1928), p. 174.37Rafael Menjivar covers the topic and statistics of growing U.S. investments in AcumulacionOriginaria, pp. 55-81.“The statistical data in this paragraph are drawn largely from Everett A. Wilson, “The Crisis ofNational Inttion in El Salvador, 1919-1935” (Ph.D. diss., Stanford University, 1969), pp. 108-41.“Major A. R. Harris, U.S. Military Attache to Central America, 22 December 1931, NationalArchives of the United States, R. G. 59, File 816.00/828, as quoted in Thomas P. Anderson, Malanza:El Salvador’s Communist Revolt of 1932 (Lincoln: University of Nebraska Press, 1971), pp. 83-84.4?Charles W. Domville-Fife, Guatemala and the States of Central America (London: Francis Grif-fiths, 1913), pp. 285-86.4“Wilson, “Crisis of National Integration,” pp. 29, 115, 128.4“Ibid., pp. 126-127; Durham, Scarcity and Survival, p. 36.43Alejandro R. Marroquin, “Estudio Sobre la Crisis de los Anos Trenta en El Salvador,” Anuariode Estudios Centralamericanos 3 (1977): 118.“Ibid.“Quoted in ibid., p. 121.“Vejar, Ascenso del Militarismo, pp. 102, 100.47These parties were the Partido Evolucion Nacional (National Evolution party), representing themost conservative and economically powerful groups; the Partido Zaratista (party of Alberto GomezZarate), grouping together the urban supporters of Zarate who favored the policies of the “Dynasty”;the Partido Constitucional (Constitutional party), sharing much of the conservative philosophy ofthe National Evolution party and appealing largely to the same groups; the Partido Fraternal Pro-gresista (Progressive Fraternal party), directed by a general and enjoying military support, appealedto the the rural workers in a paternalistic way; Partido Nacional Republiciano (National Republicanparty), also directed by a general, Maximiliano Hernandez Martinez, and uniting professionals,students, workers, and some coffee growers; and the Partido Laborista (Labor party), appealing tothe urban and rural workers as well as to smaller farmers. Ibid., pp. 113-14.“Hugo Lindo, “El Ano de Alberto Masferrer,” Inter-American Review of Bibliography 29 (July-September, 1969): 263-77. His biographers tend to be uncritical. One, Matilde Elena Lopez, char-acterized him as Central America’s “broadest hinker,” one of the “most illustrious men of thecontinent,” and a “revolutionary.” Masferrer: Alto Pensador de Centroamerica: Ensayo Biografico(Guatemala City: Editorial del Ministerio de Educacion, 1954), p. 9.“Quoted in Marroquin, “Estudio Sobre la Crisis,” p. 144.5“Alberto Masferrer, Patria (San Salvador. Editorial Universitaria, 1960), p. 83. The first editionof El Minimum Vital appeared in 1929. This essay draws on Masferrer’s newspaper discussions ofhis idea and on the definitive textual edition: Minimum Vital y Otras Obras de Caracter Sociologico(Guatamela City: Ediciones del Gobierno, 1950), pp. 179-210.“5Masferrer, Patria, p. 219.“2Ibid., 189-90.“Quoted in Marroquin, “Estudio Sobre la Crisis,” p. 145.4Vejar, Ascenso del Militarismo, p. 12.
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316E. Bradford Burns“There is no doubt that Maximiliano Hernandez Martinez is a controversial figure in Salvadoranhistoriography, generally denounced as an “eccentric”-if not “insane”-dictator. Two scholars oftwentieth-century Salvadoran history, Everett A. Wilson and Robert V. Elam, suggest that somerevisionist assessments of Martinez may be in order. Wilson concludes, “There are several indicationsthat Martinez, in spite of the notorious eccentricity and brutality of his long regime, presided oversignificant national reconstruction in the early 1930’s” (“Crisis of National Integration,” p. 233).Elam emphasizes, “Perhaps no president in this nation’s history began with a broader base of supportthan that enjoyed by Maximiliano Hernandez Martinez in 1932” (“Appeal to Arms: The Army andPolitics in El Salvador, 1931-1964” [Ph.D. diss., University of New Mexico, 1968], p. 45).“6Vejar, Ascenso del Militarismo, p. 131.57A major theme of William H. Durham, Scarcity and Survival in Central America, is that ifSalvadorans would make more efficient use of their land, they would be able to feed themselves well.5’Masferrer, Patria, pp. 179-82.59The Salvadoran situation amply illustrates the theme of the impoverishment of the majority asLatin America “progressed” or “modernized” in the nineteenth century set forth in Burns, ThePoverty of Progress. For an economist’s view of that theme, consult Robert E. Gamer, The DevelopingNations: A Comparative Perspective (Boston: Allyn and Bacon, 1976). Another useful economicanalysis, but with a contemporary emphasis, is: David Felix, “Income Distribution and the Qualityof Life in Latin America: Patterns, Trends, and Policy Implications,” Latin American ResearchReview 18, no. 2 (1983): 3-34.

The Journal of Developing Areas 18 (April 1984) 293-316

Entrevista con Nikolai Leónov agente de la inteligencia rusa y conocido del

Se cumplen 45 años desde la muerte de Ernesto Che Guevara, el revolucionario
latinoamericano que llegó a ser una personalidad importante en el gobierno
cubano como compañero de armas del líder de la revolución, Fidel Castro.

Che Guevara llegó a ser una leyenda en vida: era amado y respetado por
millones de personas y odiado por los poderosos. Ante él se inclinaban como
ante un nuevo Jesucristo y lo consideraban un Don Quijote del siglo XX. Su
filosofía y la idea central del Che –que acabaría costándole la vida- fue
hacer el bien.

Sobre la corta pero intensa vida de Che Guevara se han escrito decenas de
libros y memorias y se han rodado documentales y películas de ficción. Y sin
embargo en torno a su figura continúan circulando muchas especulaciones,
falsificaciones y mentiras intencionadas.

Sobre cómo era en persona Che Guevara, quién ordenó su muerte y sobre otros
aspectos de su vida, ha hablado en una entrevista en exclusiva para RIA
Novosti el teniente general del Servicio de Inteligencia ruso Nikolai
Sergueevich Leónov. Leónov conoció a Che Guevara mucho antes incluso del
triunfo de la Revolución Cubana. Con él ha conversado Valeri Yarmólenko, de
RIA Novosti.

-Nikolai Sergueevich, han pasado 45 años desde la muerte de Che Guevara. En
su opinión, ¿qué valoración cabe hacer hoy en día de su personalidad y sus
hazañas? ¿Qué valor tiene su figura para las nuevas generaciones: para la
juventud, para la que seguramente se ha convertido en un símbolo de la
cultura de masas?

-Es posible que la juventud actual desconozca el significado de la figura de
Che Guevara y, mucho más, los detalles concretos de su biografía. Las
encuestas muestran que, por desgracia, la juventud moderna es cada vez más
ignorante. En general no da la impresión de tener un cierto nivel
intelectual y conocer la Historia. Suele ser presa de distintas formas de
populismo y se queda con las últimas novedades, sin ser capaz de analizar la
actualidad.

En nuestra época la juventud era más seria y se hacía preguntas serias. En
el momento en el que el Che estaba realizando sus hazañas revolucionarias y
cuando murió, la juventud en realidad tampoco sabía demasiado. El pico de su
popularidad coincidió con los acontecimientos del mayo del 68 en París,
cuando los estudiantes se convirtieron en una fuerza política digna de
consideración en Francia.

Hoy en día, la popularidad de Che Guevara es en gran medida una cuestión de
simple imagen. Incluso en Cuba, donde se puede encontrar una gran abundancia
de imágenes relacionadas con el Che. Los mismos cubanos ven esta popularidad
como una parte de un cierto turismo político, pero que a fin de cuentas les
pilla un poco lejos. Y es algo que se puede entender. Por eso es importante
ver la figura de Che Guevara no sólo desde el punto de vista de la juventud.

No pertenece solo a la juventud: es lo suficientemente compleja para que se
puedan identificar con ella todas las generaciones. Ernesto murió a los 39
años, que es la edad de un hombre maduro y no de un jovenzuelo. Su persona
recuerda fuertemente personajes de la literatura y la mitología, que siempre
han ejercido un gran atractivo para la gente. Recuerda por ejemplo a
Jesucristo y a Don Quijote.

-¿Se podría decir que Che Guevara fue el Don Quijote del siglo XX?

-Yo suelo comparar estas dos figuras. Buscaban en realidad lo mismo: cómo
ayudar a la gente, cómo salvarla. Su existencia en la Tierra no tenía otro
objetivo. Y de aquí sacaban su fe, su amor y su deseo de hacer el bien. El
Che tenía precisamente esta filosofía: un deseo mesiánico de liberar a la
inmensa mayoría de las personas de los vicios y males a los que está
sometido el cuerpo humano, de suprimir las injusticias de las que está llena
nuestra vida.

Su sueño vital era librar al hombre de verdad de sus ataduras. Por eso fue
capaz de renunciar a sus intereses personales en favor de esos objetivos más
altos. No es posible encontrar en todo el mundo un ejemplo como éste, el de
una persona que, estando en lo más alto del poder, lo abandona todo para
buscar aventuras revolucionarias, en un momento de crisis absoluta y además
en un lugar en que el éxito era prácticamente imposible.

Hay que recordar que era padre de cuatro hijos menores de edad. Deja todo
eso en Cuba y se embarca en una expedición que no promete nada, excepto una
muerte dolorosa. Leer su carta de despedida, dirigida a Fidel Castro, es
imposible sin que te embargue un gran sentimiento. Es difícil encontrar en
el mundo un ejemplo así de entrega; quizá sólo comparable al de la madre
Teresa, que lo dio todo por los enfermos y los huérfanos.

En el caso del Che, esta entrega tuvo su propia forma. Se puede decir que se
ha hecho un héroe de nuestro tiempo convertido en mito; y esta imagen
perdurará hasta que aparezca otro Don Quijote capaz de eclipsarle. Pero el
Che continuará siendo una especie de pequeña llama eterna.

-Muchos tienden a demonizar la imagen de Che Guevara, hurgando en su vida y
sacando a relucir únicamente los hechos que, según ellos, prueban su
crueldad y la disposición de solucionarlo todo por vía violenta, sin buscar
fórmulas con compromiso con sus rivales. ¿Qué impresión tuvo usted en el
contacto con él?

-Su imagen se intenta inevitablemente empañar, se cuentan cosas
inverosímiles y simplemente nimiedades, porque estorbaba a los
estadounidenses, de quien fue enemigo desde el principio. Lo que ocurre que
toda su vida transcurrió bajo el lema de “hay que crear para Estados Unidos
uno, dos, tres Vietnam”. Y EEUU buscan vengarse por todos los medios. Por
esta razón siguen los intentos de estropear su imagen.

Fui el primer soviético en conocerle en 1956 en México, mucho antes del
triunfo de la Revolución Cubana. Lo vi como un simple hombre, los dos éramos
unos jóvenes como otros cualesquiera. Pero nunca y nadie de quienes
trabajaron con él mencionó ninguna muestra de crueldad por su parte.

-Ahora hay mucha información, incluida la negativa, sobre Che Guevara. Se
llega a asegurar incluso que fue rival de Fidel Castro.

-No es la primera vez que lo oigo: supuestamente su rivalidad con Castro
llevó a que Che Guevara fuera mandado por fuerza a la expedición a Bolivia.
Por supuesto, se pueden seguir inventando cosas, pero nunca ocurrió. Que los
interesados juzguen por los documentos, porque el periodismo imparcial parte
precisamente de los hechos reales. Recientemente se ha editado en Argentina
un libro sobre la correspondencia no publicada de Fidel Castro y Che
Guevara. Se aborda el período cuando en el que el Che estaba combatiendo en
Congo, en 1965. Se cita el texto del telegrama en el que se dice “Che,
déjalo todo, no saldrá nada de esta idea, vuelve a Cuba que te necesitamos
por aquí”.

La respuesta fue “Fidel, no he agotado todavía todas las posibilidades,
necesito otro par de meses”. Era la nota dominante de la correspondencia,
¿de qué sirve inventar que estos dos hombres se odiaban? Habría que
cuestionar la profesionalidad y la honestidad de los que dicen lo contrario.

-La hermana de Fidel y Raúl Castro, Juanita, que conocía bien al Che, contó
después de escapar a Estados Unidos que era una persona propensa a destruir
a sus rivales al surgir la más leve discrepancia.

-Apenas se debería prestar la mínima atención a este tipo de declaraciones.
Al oír las palabras “traidor”, “escapar” no me cabe la menor duda de que
alguna gente tiene que justificar sus actos. Por ejemplo, nuestro agente, el
general de la KGB, Oleg Kaluguin, también escapó y se inventó unas cosas
increíbles para justificar su traición. La hermana de Fidel también escapó a
Estados Unidos y publicó un libro, pero ¿acaso nos deberíamos fiar de los
traidores? Nunca.

-¿Quiere decir que era una persona que dejaba objetar a quienes no estaban
de acuerdo y probaba con sus actos la certeza de sus propios criterios?

-Diría que sí. Cuando traducía sus conversaciones con Nikita Jrushchov, Che
Guevara lo escuchaba todo con atención, lo sopesaba todo y replicaba. No era
de carácter servil, como muchos, era una persona muy íntegra, un político
que obraba siempre en interés de Cuba y, en general, en interés de todos los
pueblos latinoamericanos.

-¿Cuál es el papel de la CIA en la persecución y la muerte de Che Guevara?

-Los agentes de la CIA que participaron en las operaciones de captura y
asesinato del Che no escribieron ni publicaron nada al respecto. En Estados
Unidos está prohibido publicar este tipo de memorias, así que nunca se sabrá
nada de quienes fueron tras Bin Laden y consiguieron su muerte. Hace poco un
marino estadounidense escribió un libro sobre Bin Laden. Y la ley no lo
permite, será sometido a persecución judicial, al igual que está ocurriendo
con Assange.

-Y ¿por qué Che Guevara después de su captura fue asesinado y no procesado o
llevado a la CIA?

-Si lo hubieran dejado con vida, no habrían podido condenarle a la pena
capital. Recordaría demasiado la Biblia, no habrían sido capaces. Estados
Unidos recordaba bien el comportamiento de Fidel durante el asalto al
Cuartel Moncada. En el juicio pronunció un discurso que se convirtió en
crucial para la Revolución Cubana. El Che Guevara no era menos elocuente,
sabía convencer, superaba con creces a sus hipotéticos jueces. De modo que
no habrían tenido ni argumentos ni motivos para condenarle a muerte.

La asistencia de la CIA a las autoridades bolivianas consistió más bien en
asesoramiento, lo han reconocido todos, incluido el ministro de Asuntos
Exteriores de Bolivia de aquellos momentos, Antonio Arguedas, que robó los
diarios del Che, sacó una copia y la envió a Cuba. Ayudó también para que
sus manos cortadas llegaran hasta sus correligionarios y más tarde indicó el
lugar donde había sido enterrado. Incluso entonces Arguedas reconocía que
los estadounidenses los habían asesorado durante toda la operación de
captura del Che.

-Dígame, ¿y se puede asegurar que la orden de asesinar al Che partió de la
CIA?

-Formalmente la orden la emitió el presidente de Bolivia, el general René
Barrientos Ortuño, pero el respectivo consejo se le dio con mucha
insistencia por el representante de la CIA en Bolivia que tenía bajo su
control toda la operación. Dijo: “Acaben lo antes posible, no se demoren”.
Es por esta razón por la que la captura y el fusilamiento fueron cuestión de
escasas horas.

-Es decir, ¿después de la captura del Che los acontecimientos siguieron un
ritmo vertiginoso?

-Efectivamente, presentaba un peligro colosal, mayor que una bomba atómica,
lanzada por el hipotético enemigo sobre el territorio de Estados Unidos. Su
imagen sigue teniendo a Washington en jaque hasta el día de hoy.

-Se reunió con Che Guevara en Moscú. ¿Qué era lo que le impresionó más o,
posiblemente, decepcionó de nuestro país?

-Quedó profundamente impresionado por cómo había recibido el pueblo
soviético la noticia sobre el triunfo de la revolución en Cuba. Participó en
reuniones con las masas y habló en mítines, estableció contacto con la
gente, era para él como una especie de revelación.

Le impresionó también la disposición de nuestro Estado de prestar la más
amplia ayuda a la Revolución Cubana: no había venido a la URSS en calidad de
diplomático, sino para vender dos millones de toneladas de azúcar cubano,
para la que estaba prohibida la entrada en EEUU. Era la misión primordial de
su estancia en nuestro país.

Recordemos que a la Unión Soviética le costó trabajo adoptar aquella
decisión, lo noté en la reacción y los comentarios de Jrushchov. En aquellos
momentos no teníamos necesidad alguna de comprar azúcar. Sin embargo, el
Gobierno optó por reducir las plantaciones de la remolacha azucarera y
comprar 1,2 millones de toneladas de azúcar bajo la garantía de que los
suministros ya no se suspenderían. Esas restantes 800.000 toneladas el Che
consiguió venderlas entre los países del Pacto de Varsovia y otras 200.000
toneladas se enviaron a China y Corea del Norte. De modo que supo resolver
el problema que se le había planteado, un mérito digno de la más sincera
admiración.

Además, le sorprendía enormemente que en un país de 260 millones de
habitantes se viviera sin afán de lucro ni ganas de aprovecharse del
prójimo. Me pidió que le aconsejara algunos libros de autores soviéticos. En
ellos se había plasmado su sueño dorado y la gente vivía libre del poder del
dinero. El dinero, aseguraba, era una “lapa” que nunca le soltaba a uno.

Actualmente operamos con otras categorías: en primer lugar la gente se
interesa por los ingresos, los honorarios y las propiedades, Che Guevara
descartaba esta actitud tajantemente.

-Ahora muchos llaman las actividades del Che en Congo, Bolivia y países
latinoamericanos “exportación de la revolución”. ¿Podríamos compararlo con
lo que presenciamos en estos momentos, es decir, con los intentos de Estados
Unidos de exportar las llamadas “revoluciones de colores” a diferentes
rincones del mundo?

-No creo que sea correcto trazar paralelos entre quienes exportan las
revoluciones de colores y Che Guevara, que tenía unos objetivos sociales muy
precisos. Quería hacer mejor la vida para el pueblo, para la gente, para la
mayoría. Una señora incluso le mandó una carta preguntando si eran
parientes, porque ella también se apellidaba Guevara. Le contesto “Si usted
es capaz de llorar por la desgracia ajena, somos familia. Si no, solo
llevamos el mismo apellido”.

Nadie de quienes promueven en nuestros tiempos las revoluciones de colores
llora al ver el dolor ajeno, pero Che Guevara sí que lo hacía. Por eso viajó
al Congo, a Bolivia, a Cuba. Las revoluciones de colores es una categoría
completamente distinta, tienen el mínimo contenido social.

Y… ¡Los derechos del hombre! Muchos intentaron comerme la cabeza con este
tema. No me da la sensación de que con el régimen de Gaddafi los derechos
humanos se vulneraran en mayor medida que en la actualidad. Estuve en Libia
y el nivel de servicios sociales que se prestaban al pueblo era muy alto. En
el Norte de África no hubo un estado más protegido socialmente que Libia.

Pero allí sí que había un régimen político muy incómodo para Occidente. Y
sí, en un momento dado este régimen apoyó al terrorismo. Había que quitarlo
y lo quitaron. A nadie le importaron los medios. ¿Cree que el régimen de Al
Asad en Siria es o ha sido tan inhumano y cruel como nos dicen? Pues no,
visité Siria en numerosas ocasiones, hablé con la gente, estuve en Alepo y
Damasco. Sentía una fuerte protección social, nada que ver con Rusia, por
eso siempre comparaba el nivel con el de la Unión Soviética. Y en Siria era
más alto, sin lugar a dudas. Lo que molesta es el líder.

-¿Cree que Estados Unidos para eliminar a Al Asad está dispuesto a destruir
el país?

-Por supuesto, porque detrás de él está su partido, parte del cuerpo de
oficiales educado en su mayoría en Rusia. Indudablemente, estamos ante el
intento de destruir un Estado con toda su historia.

-Conoció a Che Guevara mucho antes de la Revolución Cubana, ¿fue un
encuentro casual?

-Pasaron más de 60 años y puedo decir que no fue casual. Nos vimos en el
apartamento donde se hospedaba en México Raúl Castro. A Raúl lo conocía
desde 1953. Aquella vez sí que fue casualidad, fuimos vecinos de camarotes
en un barco. Cuando Raúl se vio emigrado a México fui a visitarlo como viejo
amigo. Yo entonces era becario de la Embajada de la URSS. Raúl no estaba
bien y al lado de su cama vi a Che Guevara. Así fue como lo conocí y me lo
presentaron como un médico emigrante.

-¿Qué período de la vida de Che Guevara debería considerar el más lleno?

-Destacaría dos etapas, la primera es la guerra revolucionaria en Sierra
Maestra. Desde el punto de vista militar la victoria fue posible
precisamente gracias a Che Guevara, cuyas tropas partieron de la zona,
consiguieron llegar hasta el centro del país y tomaron a finales de
diciembre la ciudad de Santa Clara, en pleno centro de la isla. Significó el
final de la guerra, al día siguiente Batista abandonó Cuba.

De modo que fue el Che quien forzó a Batista a huir. Fidel Castro tardó una
semana en llegar hasta La Habana, siendo el segundo después de Che Guevara
en entrar en la ciudad.

Y la segunda etapa es la del martirio, la de la expedición boliviana, donde
demostró su inquebrantable ánimo. Fue grande en su victoria y en su fracaso.

Tomado de RIA Novosti
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