¡No a la ley antidemocrática, a más represión más lucha! ¡A tres años de lucha, juramos vencer!

¡No a la ley antidemocrática, a más represión más lucha! ¡A tres años de lucha, juramos vencer!

El Bloque Popular Social, integrado por organizaciones sindicales, campesinas, cooperativas, estudiantiles, magisteriales, juveniles, religiosas, de mujeres, indígenas y jubilados, ante el agravamiento de la crisis política en el país, CONSIDERA que:

1. La aprobación por parte de la Asamblea Legislativa de la Ley Antidemocrática (conocida como Ley Antiterrorista) refleja el fracaso de las políticas demagógicas del presidente Saca que tendrá que recurrir a la represión para salvar este sistema caduco.

2. El asesinato en Acajutla del sacerdote católico Antonio Romero es ya una de las primeras acciones de esta nueva situación, en la cual, ARENA en su 25 aniversario, le rinde tributo a su líder Roberto DAubuisson asesinando a un sacerdote como lo hizo con Monseñor Romero en marzo de 1980.

3. Las acusaciones de corrupción entre ARENA y el PCN reflejan luchas de poder entre los que se han aprovechado de este sistema podrido que únicamente beneficia a unas cuantas familias ricas que se lucran de la narcoeconomìa que florece en nuestro suelo.

4. La destrucción que continúa ARENA realizando del Bosque El Espino para favorecer a intereses minoritarios refleja la voracidad de estos depredadores que hoy gobiernan nuestro país.

5. La decisión de los militares de la Tandona de no recibir basura en Nejapa es otra acción de ARENA contra la salud de la población del area metropolitana de San Salvador.

Frente a esta situación el Bloque Popular Social ACUERDA:

1. Denunciar nacional e internacionalmente la aprobación de la Ley Antidemocrática que representa un grave retroceso del proceso de apertura democrática que vivía el país a partir de los Acuerdos de Paz de 1992.

2. Denunciar la persecución contra la iglesia por su creciente papel a favor de los oprimidos de este país. Inclinamos nuestras banderas en saludo del sacerdote Antonio Romero, asesinado por los escuadrones de la muerte de Roberto Daubuisson.

3. Hacemos un llamado a incorporarnos a la grandiosa actividad por la paz y la justicia, que realiza el FMLN el próximo sábado 7 de octubre en el estadio Cuscatlan.

Como Bloque Popular Social cumplimos este septiembre tres años de compromiso con defender los intereses populares. Tres años de lucha que han comprendido victorias y derrotas; capturas de nuestros líderes, desaparecimientos de familiares, cárceles, campañas de difamación, hostigamiento. Pero aquí estamos y en este nuestro tercer aniversario ratificamos el compromiso que hicimos de vivir para luchar por la justicia y la paz. No tememos a la Ley Antidemocrática. Nos encontraran siempre en la calle, luchando.

El presente es de lucha, el futuro es nuestro

Coordinación Nacional del Bloque Popular Social

San Salvador, 29 de septiembre de 2006

¡Rafael Aguiñada Carranza, presente…ahora y siempre!

SAN SALVADOR, 26 de septiembre de 2006 (SIEP) Con la presencia de su esposa Berta Deras de Aguiñada, su hija Dinora Aguiñada, sus nietas, Citlali e Ixchell, familiares y amistades, se realizó esta mañana el Culto Ecuménico en homenaje al revolucionario salvadoreño Rafael Aguiñada Carranza, asesinado el 26 de septiembre de 1975.

Rafael Aguiñada Carranza fue dirigente nacional del Partido Comunista de El Salvador. Desde los años cincuenta del siglo pasado se integró al movimiento revolucionario. Al momento de ser asesinado era secretario general de la Federación Unitaria Sindical de El Salvador y diputado ante la asamblea Legislativa por el partido Unión Democrática Nacionalista.

Dinora Aguiñada expresó que “la muerte de mi papá nos causó como familia un dolor profundo que hemos sobrellevado todo este tiempo. Luego vino el asesinato de mi hermano mayor Lito, el 11 de abril de 1981. Luego cae en combate en Guazapa mi hermanita Galia en diciembre de 1989.”

“Me han dolido mucho estas muertes. Han sido situaciones muy dolorosas. Y nos vimos obligadas con mis hijas a crear una muralla para defendernos. A veces he sentido que el mundo se nos viene encima. Luego he comprendido que hay que respetar las opciones de las personas.”

Fue leída en la actividad una carta enviada desde Australia por Ricardo
Martínez en la que decía que “han pasado 31 años del asesinato del compañero Aguiñada y lo guardo en mi pensamiento como si fue ayer, ya
que hombres como él nunca morirán en las luchas de nuestro pueblo. Rafael además de ser un amigo sincero demostraba en la práctica su amor para la gente pobre de mi país, tenía una conducta intachable, honesto, ejemplo de entrega a la lucha en cualquier momento. Pienso que much@s quienes tuvimos el gusto de trabajar con Rafael aprendimos de sus conocimientos y experiencia.”

Asimismo se leyó una carta enviada desde Cuba por Luis Matos, que iniciaba con: “Estimada señora Berta Deras. Aunque físicamente no me encuentro en el acto de homenaje a su esposo Rafael Aguiñada, digno revolucionario asesinado por la tiranía de entonces, mi corazón y mis sentimientos, como la de todo el pueblo de Cuba, está ahí, junto a usted, su familia, y todo el pueblo salvadoreño, que tanto ha sufrido a causa de la existencia de gobiernos inescrupulosos, aberrantes e indignos de representarlos a ustedes.”

En la actividad participaron pastores de las iglesias Bautista Emmanuel, Bautista Popular y Luterana Popular. “Entre tus manos esta mi vida Señor…entre tus manos pongo yo mi ser….si el grano de trigo no muere solo quedara pero si muere en abundancia dará un fruto eterno que no morirá…”

El pastor Roberto Pineda indicó que “Rafael Aguiñada era comunista. Y nosotros como cristianos afirmamos, con plena confianza y seguridad que ya se encuentra en presencia de nuestro Señor porque dedicó su vida a luchar por la justicia. Y eso es muy evangélico Estamos seguros que ya le informó de la lucha heroica d este pueblo salvadoreño por su liberación.”

El pastor bautista Luis Guzmán subrayó que “las personas como Rafael Aguiñada Carranza viven siempre en el corazón del pueblo salvadoreño. Son personas que entregaron lo más valioso que era su vida para que nuestra gente despertara y conquistara su futuro…”

Finalmente el pastor Ricardo Cornejo concluyó que “estamos aquí como una familia que recuerda a uno de sus miembros. Nosotros no hacemos culto por los muertos. Rafael ya vive en la eternidad. Le rendimos tributo a esta familia que se mantiene firme. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”

A mi gran amigo y camarada Rafael Aguiñada

Han pasado 31 años del asesinato del compañero Aguiñada y lo guardo en mi pensamiento como si fue ayer, ya que hombres como él nunca morirán en las luchas de nuestro pueblo. Rafael ademas de ser un amigo sincero demostraba en la practica su amor para la gente pobre de mi pais, tenia una conducta intachable, honesto, ejemplo de entrega a la lucha en cualquier momento. Pienso que much@s quienes tuvimos el gusto de trabajar con Rafael aprendimos de sus conocimientos y experiencia .
Rafael era un hombre de mucho valor, recuerdo que un dia me dijo: Mira chelito debo hacer una tarea de partido esta noche para ver si conseguimos la libertad de los sindicalistas de la Capri detenidos, necesito que vayamos a un lugar apartado donde vos seas mi motorista porque no puedo ir solo”, acepte con gusto la invitacion, llegamos a una casa dentro de una finca donde habia una cantidad de hombres armados hasta los dientes quienes nos apuntaban con los fusiles, las canillas me temblaban de miedo porque pensaba que nos habiamos ido a meter a la boca del lobo o ha un lugar donde operaban los escuadrones de la muerte, nos abrieron el porton, el chele se fue hacia dentro de la casa a reunirse con altos ejecutivos de esa fabrica; mientras tanto yo esperaba afuera temeroso ya que dichos hombres armados rodeaban el carro manteniendo una actitud amenazante hacia mi, despues de unas dos horas de espera comence a preocuparme porque Aguiñada no aparecia y pense que ibamos a quedar alli como dos ratones cazados en una trampa, a eso de las 3 de la mañana aproximadamente Rafael termino la reunion y luego salimos de ese infierno y mi corazon volvio a su palpitacion normal.
Tuve el gusto de compartir con Rafael en las buenas y en las malas por varios años lo que me permitio ganarme su confianza como un hermano, con su esposa Berta y sus hijos e hijas establecimos una relacion casi familiar y a ellos y ellas les sigo guardando mi respeto, admiracion y cariño.
Rafael Aguiñada no ha muerto porque las semillas que sembro estan ahora dando sus frutos y cuando triunfe la revolucion democratica, revolucionaria y socialista en El Salvador nuestros martires seguirán con nosotr@s hasta construir un pais diferente para todos y todas.
Compañeros y compañeras que participan en este acto ecumenico, desde estas lejanas tierras de Australia estamos con ustedes y nuestro pueblo ya que la solidaridad internacional crece a pasos de gigante dia a dia.
Compañero Aguiñada hasta la victoria siempre!!!
Tu ejemplo de lucha abonara el camino por una patria justa!!!

Ricardo Martinez
(El Chele Foremost)

Carta de un cubano a Berta Deras

Estimada señora Berta Deras.

Aunque físicamente no me encuentro en el acto de homenaje a su esposo Rafael Aguiñada, digno revolucionario asesinado por la tiranía de entonces, mi corazón y mis sentimientos, como la de todo el pueblo de Cuba, está ahí, junto a usted, su familia, y todo el pueblo salvadoreño, que tanto ha sufrido a causa de la existencia de gobiernos inescrupulosos, aberrantes e indignos de representarlos a ustedes.

Rafael fue asesinado precisamente por eso, por ser una persona digna y querer defender la dignidad de su pueblo, y esas cosas no la admiten las ratas que están en el poder, que desangran a la mayoría para mantener a los ricos derrochando cada vez más los recursos que la madre naturaleza, con el trabajo de los hombres y mujeres de esta tierra, pone a disposición de todos. O como justamente dirían los religiosos, frutos que Dios dispone para todos, los consumen los poderosos a costa de la miseria de la inmensa mayoría, que es en definitiva la que produce, y por designio del diablo, que es el que respalda a esos asesinos en el poder, la sociedad vive inmersa en el terror, pagando con la vida cuando reclama justicia.

Pero por suerte para la humanidad, Rafael vive multiplicado en hombres y mujeres que siguen su ejemplo, como en mi linda y hermosa Patria vive Martí, que en el año de su centenario un grupo de jóvenes, comandados por Fidel, decidió que no podía morir, y reanudaron la guerra de independencia total, que terminó con la derrota de una tiranía tan sangrienta como la que asesinó a su esposo, y hoy estamos aquí, recordando a nuestros muertos, pero orgullosos de que su muerte no fue en vano, porque vivimos con problemas a causa de un bloqueo indiscriminado, pero sin el temor de morir de hambre, o por una enfermedad curable, o asesinado por un agente del gobierno defendiendo los intereses de un rico.

Recordando a nuestros muertos, y sabiendo que en el mundo impera la injusticia, y para pagar la deuda que tenemos con la humanidad, porque aquí derramaron su sangre generosa muchos hijos de otros pueblos en defensa de nuestra causa, hoy miles de cubanos llevan la luz de la enseñanza, la medicina preventiva, la alegría y la solidaridad, a los rincones oscuros del mundo, a esos rincones que el imperialismo quiere llevar la muerte porque para ellos querer aprender a leer y a escribir, el querer tener derecho a la salud, el querer decidir su destino sin la interferencia del Imperio, es terrorista.

Para ese imperio no es terrorista quien realiza atentados y asesina a hijos de este pueblo o quienes nos apoyan, como es el caso de Luis Posadas Carriles, que derribó un avión cubano donde murieron 73 personas, entre ellos jóvenes deportistas que regresaban a nuestro país con las medallas de campeones, y hoy está protegido en Estados Unidos. Ellos más bien condenan severamente a quienes vigilan los pasos de esos asesinos para evitar que cometan más crímenes, como es el caso de nuestros cinco hermanos presos en cárceles de los Estados Unidos, que aún cuando tres jueces con dignidad consideran el proceso injusto, permanecen encarcelados por más de 8 años, algunos sin poder ver a sus esposas, y una niña a la que no se les ha permitido aún darle un abrazo a su papá.

Viva por siempre Aguiñada y los que como él, han caído en defensa de la dignidad de los pueblos.

Vivan por siempre los que hoy recogieron su bandera de lucha y siguen enfrentando con valentía la injusticia.

Como afirmó nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, “un mundo mejor es posible”, y seso lo decide el pueblo.

Luis Matos

Cubano que goza de los privilegios que sólo un sistema como el nuestro puede asegurar.

22 de septiembre del 2006.

Iglesia Luterana Popular repudia asesinato de sacerdote en Acajutla

SAN SALVADOR; 25 de septiembre de 2006 (SIEP) “Con mucha tristeza, con mucho dolor, con mucha indignación denunciamos ante el mundo el asesinato de un sacerdote comprometido con su pueblo, de Antonio Romero” expresó el Rev. Roberto Pineda, de la Iglesia Luterana Popular de El Salvador.

El sacerdote Antonio Romero, de 39 años, fue asesinado esta madrugada en la población occidental de Acajutla, por escuadrones de la muerte. Durante la década de los setenta fueron asesinados 12 sacerdotes incluyendo al Obispo Monseñor Romero, el 24 de marzo de 1980.

“Antonio fue un sacerdote de la Iglesia católica profundamente comprometido con las luchas del pueblo salvadoreño por la paz y la justicia, una persona de una fe sólida, una completa confianza en este pueblo salvadoreño…” agregó.

“Antonio por sus posiciones progresistas había sido removido de la catedral de Sonsonate y había sido trasladado hacia Santa Catarina Masahuat donde ejercía como párroco y desde donde promovió la organización y la lucha popular…”

Subrayó que “estamos claros que este asesinato marca el inicio de la persecución contra la iglesia popular salvadoreña. Antonio es un mártir de esta nueva etapa abierta con los Acuerdos de Paz de 1992 que esta concluyendo.”

“Es un asesinato que responde a las amenazas vertidas el pasado jueves por diputados de ARENA en la Asamblea Legislativa, cuando se aprobó la Ley Antiterrorista. Están cerrando con broche de oro fascista el 25 aniversario de creación del partido ARENA.”

“Sabemos que Antonio se encuentra ya en presencia de nuestro Padre celestial informando sobre las luchas de este pueblo salvadoreño. Sabemos que desde la eternidad Antonio nos seguirá acompañando. Su sonrisa victoriosa ha perdonado y vencido ya a los que lo asesinaron.”

“Como Iglesia Luterana Popular manifestamos nuestras condolencias a la Iglesia católica por la perdida de este sacerdote, siervo de nuestro Señor Jesucristo, discípulo de Monseñor Romero, y a ti Antonio te decimos, que no van a amedrentarnos, que tu sangre será semilla de libertad y tu testimonio de vida ejemplo para nuestro heroico pueblo. ¡Antonio Romero, presente. Ahora, y siempre!

Las siete vacas flacas de la globalizaciòn

LAS SIETE VACAS FLACAS DE LA GLOBALIZACION
Reflexión sobre Génesis 41:17-18

Los poderosos justifican su dominación alegando que son pueblos superiores que tienen la misión de civilizar o evangelizar a los pueblos atrasados y bárbaros. Y la construcción de sus imperios, por el contrario, ha significado la destrucción de muchas naciones, de sus economías y estructuras sociales, de sus idiomas y religiones, de sus culturas y sus tradiciones a lo largo de la historia.

Y se nos ha impuesto una historia universal de la infamia que nos habla de los éxitos y las conquistas de los reyes de los imperios. Y se esconde o tergiversa la historia de los derrotados, de los vencidos en las rebeliones de los esclavos, de los explotados en las minas y en los mares, de los colonizados que encendieron la llama de la independencia.

El espíritu combativo del martiniqués Franz Fanon nos enseñó que no podemos permitir que las mascaras blancas que nos imponen los poderosos borren nuestra identidad de naciones en resistencia, con la piel negra, brillante, orgullosa, olorosa a montaña y a pólvora, que no pudo ser sometida, de los condenados de la tierra y de las ciudades que se levantan y marchan para recuperar sus derechos.

En nuestra interpretación del sueño de José las vacas gordas se comían a las vacas flacas. Las siete vacas flacas del planeta se encuentran en África y siguen siendo devoradas por las vacas gordas de la globalización. Son naciones negras que han sido sacrificadas en al altar sangriento del blanco capitalismo. Porque Fanon nos enseñó que capitalismo y racismo marchan de la mano. Es una historia de dolor y resistencia. Del sufrimiento surge la esperanza. De la luche surge la victoria.

La Conferencia de Berlín

A finales de 1884 el canciller alemán Bismarck convocó en Berlín a una reunión de las potencias del mundo para distribuirse los territorios africanos. Y pusieron un mapa del continente negro y como experimentados traficantes de esclavos, negociaron los pueblos y los territorios, los ríos y montañas. Uno para mi y otro para ti. Uno para Inglaterra y otra para Francia. Uno para Bélgica y otro para Portugal. Fue una reunión de asaltantes y de ladrones. Iban a civilizar a la salvaje África a su manera.

Acordaron colonizar siguiendo el curso de los ríos, primero del Níger y del Congo, luego la cuenca del Nilo para terminar en la región de los Grandes Lagos. Y los imperios antes de enviar tropas enviaban científicos para explorar y misioneros para evangelizar. En esa reunión estuvieron catorce imperios entre grandes y pequeños.

Para su vergüenza histórica estuvo el Imperio alemán (el anfitrión). Imperio austrohúngaro. Bélgica. Dinamarca. Imperio Otomano. España. USA. Francia. Inglaterra. Italia. Holanda. Portugal. Rusia y Suecia. De las siete vacas gordas actuales cinco estuvieron presentes. Solo faltó Canadá y Japón.

Y lo que finalmente permitió que estos imperios derrotaran la resistencia de los pueblos africanos y se dividieran al África fue la quinina y la ametralladora. La quinina les permitió a los invasores europeos resistir a la malaria. Mientras que el disparo automático de la ametralladora les permitió derrotar la superioridad numérica de los combatientes africanos. La tecnología y la medicina no son neutrales, favorecieron en este caso a los imperios, así como la pólvora y las enfermedades acabaron con muchas de nuestras naciones indígenas.

En cada uno de los nombres de estos países, en sus territorios desertificados, en sus pueblos empobrecidos, en estas vacas flacas de la globalización neoliberal se esconde el rostro de la resistencia africana y universal. Es significativo que la mayoría de estas siete naciones hayan sido colonias francesas. Como latinoamericanos debemos conocer sus testimonios de dolor y resistencia. En su lucha esta nuestra lucha. En sus sacrificios esta nuestra victoria.

La vaca flaca de Níger.

En el siglo XVIII llegan los europeos y con la excusa de exploraciones científicas empiezan a recorrer el río Níger, anotando lo que ven a su paso para “conocer” la geografía. A estas exploraciones se suman las misiones religiosas que llegan a “evangelizar.” Les siguen las tropas invasoras que con sus cañones llegan a “civilizar”.

Y luego de establecidos aparecen las compañìas con su fin supremo: explotar y saquear los recursos minerales. La lógica de los imperios es explorar, evangelizar, civilizar y enriquecerse. La lógica de los pueblos es la organización y la resistencia. Y en Niamey su capital y en sus poblaciones crece la lucha.

El rostro de Níger esta bañado por este río caudaloso que le da vida a su pueblo. Por sus vertientes viven pueblos de distinto origen, los beréberes, los kanembu, los soninke, bororo, fulani, kamuri y hausa. En cada nación ardió la llama de la rebelión. Y en sus minas de uranio floreció la huelga y la protesta. Y en sus desiertos brillo la luz de la resistencia de los beduinos.

La vaca flaca de Sierra Leona

Los imperialistas británicos deciden en 1821 regresar a sus esclavos negros para África. Y la marina británica traslada a 70,000 esclavos para Freetown. Y el África los recibe como madre cariñosa. Pero los imperialistas con sus ejércitos regresan a imponer de nuevo la opresión. Y con el sudor de los mineros africanos se apoderan de los diamantes de las montañas. La capital es Freetown.

La vaca flaca de Burkina Faso

A Burkina Faso (Tierra de Dignidad) los colonialistas la llamaron Alto Volta cuando fue invadida por los franceses en 1896. En 1984 recuperó su verdadero nombre. En 1983 el capitán Thomas Sankara impulso un proceso de grandes reformas sociales incluyendo una reforma agraria y una campaña de alfabetización. La tierra y la palabra que fueron arrebatadas había que recuperarlas. Los imperialistas europeos se asustaron y decidieron derrocarlo con la ayuda de sirvientes locales. Sankara fue derrocado en 1987 y los imperialistas volvieron a reinar. Pero el sueño de Sankara sigue vivo en los sectores populares burkineses. La capital es Ouagadougou.

La vaca flaca de Malí

Malí es la cuna de tres grandes imperios africanos: el de Ghana, Malí y Songhay. En 1865 llegaron los franceses en búsqueda de riquezas y las encontraron. Posteriormente fue parte del África Occidental Francesa. Y saquearon el territorio. Se llevaron el oro. Y dejaron un país desértico, dependiente y hambriento. Pero en lucha. En Bamako crece la rebelión.

La vaca flaca de Chad

En Borkou se encontró un cráneo humano con 3 millones de años de antigüedad. El pueblo sao ha vivido a lo largo del río Chari durante miles de años. Y esta civilización fue invadida y esclavizada por los franceses en 1891. En 1910 fue parte del África Ecuatorial Francesa. El líder de la resistencia Rabah Zubeir enfrentó a los agresores. El 22 de abril de 1900 en Kousseri libra una gran batalla por la independencia. Los franceses se robaron de este país el petróleo y el uranio. Djamena es la capital.

La vaca flaca de Guinea-Bissau

Al mencionar Guinea-Bissau se piensa en Amilcar Cabral, ese gran revolucionario africano que logró la primera independencia de las colonias portuguesas por la lucha del Partido Africano por la Independencia de Guinea y Cabo Verde, fundado por Cabral en 1956. Y venció a la dictadura portuguesa de Antonio Salazar y logró la independencia en septiembre 1973. Meses antes fue asesinado por agentes secretos portugueses.

La vaca flaca de la República Centroafricana

Diamantes, oro y uranio son las riquezas que se roban de este país. Otro territorio conquistado por el imperio francés y sometido a un cruel saqueo diario. Otro país condenado por los organismos financieros a desangrarse hasta morir. Otro país con un puño alzado de rebeldía.

Son siete vacas flacas de la globalización neoliberal. Son siete pueblos en lucha. Como latinoamericanos rendimos homenaje a los líderes de la resistencia anticolonial africana, que nunca se rindieron y que con su ejemplo nos enseñan que otro mundo es posible.

Saludo desde los valles salvadoreños de Cuscatlan a Wangari Muta Maathai, la mujer que desde Kenya nos entrega un árbol de resistencia; al padre de la rebelión africana, a Kwame Nkrumak, de Ghana; a Ahmed Ben Bella de Argelia; a Patricio Lumumba del Congo; a Amilcar Cabral de Guinea Bissau, a Tomas Sankara de Burkina Faso; a Sekou Toure de Guinea; a Leopold Senghor de Senegal; a Julius Nyerere de Tanzania; a Jomo Kenyatta con sus Mau-Mau; a Nelson Mandela, revolucionario sudafricano.

Rev. Roberto Pineda

Iglesia Luterana Popular

San Salvador, 15 de septiembre de 2006

Wangari Muta Maathai

Wangari Muta Maathai
ENcontrARTE

Wangari Maathai es un símbolo. En el país de donde proviene, Kenya, en el corazón del Africa negra, estudiar es difícil; y para una mujer lo es mucho más. Tener una voz crítica que sea escuchada, que sea reconocida a nivel global, es difícil en un mundo regido por enormes intereses, donde mandan el gran capital y los hacedores de la guerra, siempre blancos, varones, del Norte próspero. Y más aún: ser escuchada siendo mujer, negra, y viniendo del Africa, tiene el valor casi de proeza. Pero su caso reúne todo ello: es una importante intelectual y activista por los derechos humanos, luchadora social incansable, siendo mujer, negra y africana, lo cual le valió recientemente el haber sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz. ENcontrARTE presenta hoy una semblanza de su vida y su obra como un humilde aporte a la causa universal de la justicia

”Si somos incapaces de preservar la especie humana, ¿qué objeto tiene salvaguardar las especies vegetales?”

Wangari Maathai

En Kenya, al igual que en cualquier lugar del Africa, donde las mujeres quedan relegadas a un papel secundario en el plano político y social, la trayectoria de Wangari Muta Maathai constituye una excepción.

En un país que durante decenios estuvo sometido a un régimen de partido único, a menudo fue duramente golpeada por la policía por participar en manifestaciones que exigían la protección de los bosques de su tierra natal.

“Los gobiernos piensan que amenazándome y agrediéndome van a hacerme callar; pero tengo piel de elefante. Y alguien tiene que hacer oír su voz” dice Wangari Maathai.

En un mundo donde la mayoría de la gente se encuentra aparentemente más preocupada por posesiones materiales y sus propias vidas, que en la condición humana y las dificultades que otros tienen que afrontar, Wangari Muta Maathai utiliza sus manos y su corazón para sembrar y enverdecer la comunidad africana. Ella ha pasado la mayor parte de su vida sembrando árboles y promoviendo movimientos designados a hacer a la gente consciente de lo importante que es cuidar el planeta, empezado simplemente con ser mentalmente más “pro-bosques” dentro de nuestras propias comunidades.

Esta kenyata, de 66 años de edad, madre de tres niños, tiene espíritu de precursora. No sólo es la primer mujer africana en ganar el Premio Nobel de la Paz (la sudafricana Nadine Gordimer ganó el de Literatura en 1991), sino que también fue la primer mujer en Africa Central y Oriental en obtener un doctorado; también fue la primer Decana de la Universidad de Nairobi, Kenya.

Wangari Maathai nació en la ciudad de Nyeri, Kenya, cerca de Nairobi, en 1940, y tuvo la suficiente “suerte” de asistir a la escuela, algo que era, y aún es, imposible para una mujer africana. Y su educación superior es una verdadera rareza entre las mujeres de áreas rurales de Kenya.

Obtuvo su licenciatura en Biología en Mount St. Scholastica College en Atchison, Kansas, Estados Unidos, en 1964. Luego obtuvo un Master en Ciencias por la Universidad de Pittsburg, en 1966. Continuó sus estudios de doctorado en Alemania y en la Universidad de Nairobi, donde obtuvo, en 1971, un Ph.D. Fue la primera mujer de Africa central y oriental que obtuvo el doctorado.

Luego de terminar sus estudios enseñó anatomía veterinaria en la Universidad de Nairobi, a pesar del escepticismo y la oposición de los estudiantes varones. Realizó su carrera profesional en dicha Universidad, en donde ocupó casi todos los cargos docentes, siendo también la primera mujer que ejerció la jefatura de un departamento hasta llegar a ser la decana.

Se casó en 1970 con un miembro de la legislatura local. El matrimonio duró 10 años, pues a comienzo de los 80 su marido le entabló una demanda de divorcio por ser “demasiado educada, tener demasiado carácter, ser demasiado exitosa y demasiada obstinada para ser controlada”, según recoge la Enciclopedia de Biografías de Gale.

Wangari Maathai militó en el Concejo Nacional de Mujeres de Kenya (National Council of Women of Kenya) entre 1976 y 1987, donde desempeñó la presidencia desde 1981 a 1987. Fue justamente cuando estaba en el Consejo Nacional de Mujeres de Kenya que introdujo la idea de plantar árboles para conservar el medio ambiente y mejorar su calidad de vida, lanzando el proyecto “Harambee para salvar la tierra” (‘harambee’ significa en ‘swahili’ “actuar unidos”).

“Las mujeres rurales que conocí por medio del Consejo Nacional de las Mujeres de Kenia, del cual yo era miembro, me hablaban de sus necesidades”, comentó Wangari Maathai en un discurso a su público, “Ellas decían que no tenían suficiente madera para energía o buenas fuentes de agua limpia potable o lo suficiente para comer, especialmente comidas nutritivas”.

Wangari Maathai observó que la amenaza común de todos estos problemas era el deterioro del medio ambiente que los rodeaba. Ella tomó la determinación de hacer algo sobre la situación y finalmente, en 1977, funda el proyecto que recibió el nombre de “Movimiento del Cinturón Verde” (Green Belt Movement).

Un mural de “Art Miles” (Millas de arte) dedicado a Wangari Maathai
El movimiento “Cinturón verde” fue desarrollando hasta emerger en forma de una organización de base cuya dedicación principal es la de plantar árboles con grupos de mujeres, promoviendo así paralelamente el respeto al medio ambiente, así como fomentar y salvaguardar la biodiversidad, proteger el suelo, crear puestos de trabajo especialmente en zonas rurales, dar una imagen positiva de las mujeres ante la comunidad y afianzar las cualidades de éstas como dirigentes y la mejora de la calidad de vida de las participantes. De hecho, a través del movimiento “Cinturón Verde”, ha trabajado con mujeres plantando más de 20 millones de árboles en un intento por evitar la deforestación y consiguiente desertificación.

Su objetivo esencial era lograr que la población comprendiera la necesidad de proteger el medio ambiente, plantando árboles y aplicando políticas a largo plazo. Cerca de 80% de los 20 millones de árboles plantados aún está en pie. En la actualidad, el movimiento Cinturón Verde tiene más de 3.000 viveros, con lo que da trabajo a unas 80.000 personas, en su mayoría mujeres campesinas.

En 1989 las Naciones Unidas informan que en Africa de cada 100 árboles que se talan, solo se reponen 9, causando graves daños al ambiente que repercuten, naturalmente, en la calidad de vida de la gente.

El programa es llevado adelante mayoritariamente por mujeres, quienes al recibir una paga por el trabajo de plantar los árboles, tienen mejores posibilidades de atender a sus hijos y cuidan el futuro del medio ambiente.

Lo que empezó con un simple deseo de mejorar el estado del mundo alrededor de ella, ha crecido hasta convertirse en un movimiento internacional que ha mejorado las condiciones de mucha gente que ella misma no sabía cómo lograr. Wangari Maathai espera que el Movimiento Cinturón Verde continúe teniendo éxito e inspire a la gente a regresarle a la tierra aquello que tanto les ha dado.

La visión y determinación de Wangari Maathai ha inspirado a un número incontable de gente alrededor del planeta. El movimiento Cinturón Verde ha producido otros movimientos dedicados a mantener el medio ambiente y a apoyar la educación de las mujeres y los niños.

En 1986 el Movimiento estableció una “Red Pan-africana Cinturón Verde” (Pan african Green Belt Network) con 40 individuos organizando seminarios y programas de formación destinados a otros países que replicaron el programa, como es el caso de Tanzania, Uganda, Malawi, Lesotho, Etiopia y Zimbabwe que adoptaron los métodos del movimiento Cinturón Verde. Wangari Maathai también espera compartir sus experiencias con organizaciones fuera de Africa.

Mientras Wangari Maathai ha hecho tanto por la gente de Africa, el éxito de sus sueños no se materializó fácilmente. Sus ideas han chocado con una gran crítica de parte de los antiguos legisladores de Africa.

En 1991 fue arrestada y puesta en prisión y liberada gracias a una campaña llevada a cabo por Amnistía Internacional. Lo cual podría hacer que mucha gente se diera por vencida, no siendo ese el caso de Wangari Maathai, quien se ha mantenido siempre imperturbable.

En 1988 obtuvo la atención mundial al oponerse al proyecto de viviendas de lujo respaldado por el presidente de Kenya que limpió cientos de acres de bosques. Hecho que desencadenó una revuelta popular que fue duramente reprimida por el gobierno y que originó la repulsa internacional.

En 1997, Wangari Maathai fue candidata a la Presidencia de Kenya, pero su partido retiró su candidatura días antes de las elecciones.

En 1999 fue atacada cuando plantaba árboles en el bosque público Karura de Nairobi, como protesta contra la continua deforestación, lo que casi le costó la vida.

“La gente me pregunta con frecuencia porqué no tenía miedo. La mejor manera que tengo para explicarlo es decir que yo no proyecto el miedo. Si tú te mantienes concentrada en lo que quieres obtener, entonces, en efecto, irás exactamente al lugar donde mucha gente no se atrevería a ir. No es que sea valiente o que no vea las consecuencias, sino que al no proyectarlo, yo no adopto el miedo que con tanta frecuencia nos frena al perseguir nuestras metas”, expresó Wangari Maathai.

Como co-presidenta de la campaña “Coalición del año 2000” (Jubilee 2000 Africa Campaign), Wangari Maathai amplió sus desafíos, jugando un papel protagónico en la demanda de la condonación de la deuda de los mal llamados “países de tercer mundo”.

Wangari Maathai ha intervenido en numerosas ocasiones ante la Asamblea General de Naciones Unidas, y en concreto en nombre de la mujer, en sesiones especiales organizadas con motivo de la revisión de la Cumbre de la Tierra.

Además de Naciones Unidas, Wangari Maathai ha colaborado con organizaciones como el “Instituto Jane Goodal”, la “Organización por el Desarrollo Medioambiental y de la Mujer” (WEDO, por sus siglas en inglés), “Cruz Roja Internacional”, “the WorldWIDE Network of Women in Environmental Work” y el “Consejo Nacional de la Mujer de Kenya”.

Fue elegida al parlamento kenyano en el año 2002 con una abrumadora mayoría del 98% del voto y se desempeño como Directora de la Cruz Roja de Kenia.

Desde enero de 2002 Wangari Mathai es “Visiting Fellow” en el Instituto Global de Bosques Sustentables de la Universidad de Yale. Y en diciembre del mismo año fue designada Vice Ministra de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Vida Salvaje.

Su compromiso se ha visto recompensado con un sinfín de galardones entre los que destacan:

“Mujer del Año” (1983)

Premio a Una Sociedad Mundial Mejor (1986)

“Mujeres del Mundo” de Women Aid (1989)

“Fundación Ecologista Goldman” (1991)

“Africa” de Naciones Unidas al liderazgo (1991

Premio de Excelencia de la Comunidad keniata en el Extranjero (2001)

Premio a una Visión y Compromiso Sobresalientes (2002)

“Petra Kelly” de medio ambiente (2004)

“Sofía” (2004) y el prestigioso Right Livelihood Award, considerado como un Premio Nobel Alternativo, como reconocimiento de su “contribución al bienestar del género humano”.

Además fue considerada por “Earth Time” como una de las 100 personas en todo el mundo cuyo trabajo fue capaz de producir una diferencia en el mundo en lo que concierne al medio ambiente.

Del reconocimiento de la organización creada por Wangari Maathai hacen gala igualmente las numerosas publicaciones que la han tomado como objeto de análisis; a saber: “The Green Belt Movement: Sharing the Approach” (por Wangari Maathai, 2002), “Speak Truth to Power” (Kerry Kennedy Cuomo, 2000), “Women Pioneers for the Environment” (Mary Joy Breton, 1998), “Hopes Edge: The Next Diet for a Small Planet” (Frances Moore Lappe and Anna Lappe, 2002), “Una Sola Terra: Donna I Medi Ambient Despres de Rio” (Brice Lalonde et al, 1998), “Land Ist Leben” (Bedrohte Volker, 1993).

El 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, le fue entregado el Premio Nobel de la Paz con una dotación es 1,3 millones de dólares; por su “contribución al desarrollo de la democracia y al sostenimiento de la paz”.

“La paz en la tierra depende de nuestra capacidad de asegurar la vida de nuestro medioambiente”, defendió también el comité Nobel al anunciar la decisión, añadiendo que Wangari Maathai “está al frente de la lucha para promover la viabilidad del desarrollo social, económico, cultural y ecológico en Kenya y en Africa. Ella piensa globalmente y actúa localmente”, dijo Ole Danbolt Mjøs, del Comité Nobel noruego.

“Me sorprendió ganarme el Premio Nobel de la Paz. Me di cuenta rápidamente que a pesar de que se me ha otorgado este gran honor, el honor no fue sólo para mi sino para las miles de mujeres que plantaron más de 20 millones de árboles en toda Kenya como parte del movimiento Cinturón Verde. Parte del dinero irá a programas ambientales. Tengo que hacer un presupuesto y pensar qué voy a hacer”, dijo Wangari Maathai a periodistas en Nyeri durante la ceremonia de entrega del premio Nobel de la Paz.

Durante el discurso de la aceptación del Premio Nobel de la Paz, Wangari Maathai dijo, “Me gustaría hacer un llamado a la juventud para que se comprometa a actividades orientadas a contribuir sueños a largo plazo. Tú eres un regalo para tus comunidades y por lo tanto para el mundo. Tú eres la esperanza y nuestro futuro”. “Quiero que sepan que a pesar de los retos y represiones que enfrentan, existe esperanza. Tengo mucha esperanza en la juventud”.

La entrega del Nobel de la Paz a Wangari Maathai suscitó diversos comentarios laudatorios, entre los que merecen ser citados:

”En un mundo en que combatientes de la Guerra Fría como (el ex secretario de Estado estadounidense) Henry Kissinger pueden recibir el mismo premio, y gobernantes como (el primer ministro británico) y (el presidente estadounidense) George Bush pueden ser propuestos para ganarlo tras asesinar a decenas de miles de civiles (en Iraq) sobre bases fraudulentas, es bueno ver que se reconocen verdaderos actos de paz”, apuntó Greenpeace. ”Ella es nuestro tipo de ganadora del Premio de la Paz”, añadió.

”Por primera vez en la historia, el Comité Nobel ha reconocido la guerra contra el planeta tierra. Maathai ha usado el poder de la no violencia y la resistencia creativa para impedir crímenes contra el planeta”, sostuvo la organización no gubernamental ambientalista internacional Greenpeace, con sede en Amsterdam.

”Se le debía desde hace tiempo un reconocimiento a las mujeres africanas y a su contribución a la paz y el desarrollo. Wangari realmente representa el rostro de un liderazgo africano distinto del que desempeñan los jefes de estado, cancilleres y generales, todos varones, que solemos ver. Ella viene de los auténticos movimientos de base que han unido las causas del ambiente y los derechos humanos”, destacó Salih Booker, director ejecutivo de Acción Africa, unión de varias organizaciones que condujeron en los años 1970 y 1980 el movimiento estadounidense contra el régimen racista sudafricano del apartheid.

Es importante destacar que en sus primeras declaraciones a la prensa tras haber sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz, Wangari Maathai apuntó directo al corazón, afirmando que “el VIH/SIDA es producto de un experimento biológico. Fue creado por un científico para la guerra biológica. ¿Por qué ha habido tantos secretos en torno al VIH/SIDA? Esto hace que me plantee interrogantes”.

”Se habla de una maldición de Dios. Pero yo digo que no es posible, la verdad es que el VIH/SIDA fue creado en un laboratorio como un arma biológica. Algunos dicen que el SIDA vino de los monos; ¡estupideces!, nosotros, los africanos, hemos vivido con ellos desde tiempos inmemoriales sin consecuencias, mientras ahora estamos siendo exterminados más que ningún otro pueblo en el planeta por esta epidemia.”

Wangari Maathai ya había hecho pública su postura sobre el origen del VIH/SIDA unos meses antes de ser galardonada con el Premio Nobel de la Paz, lo que suscitó polémica en Estados Unidos y reticencias al conocerse que la ambientalista keniata había ganado el Nobel.

Algunas de sus ideas…

”Si uno desea salvar el entorno, primero hay que proteger al pueblo”

”El ambiente es muy importante para la paz, porque cuando destruimos nuestros recursos, se vuelven escasos y luchamos por ellos”

“Hubo parlamentarios que me reprocharon el hecho de estar divorciada. Creo que en el fondo esperaban que al poner en tela de juicio mi condición de mujer lograrían someterme. Después se dieron cuenta de su error.”

“Plantar un árbol encierra un mensaje muy claro: con ese simple acto usted puede mejorar su hábitat. La población cobra así conciencia de que puede influir en su entorno, y ello es un primer paso hacia una mayor participación en la vida de la sociedad.”

“La pobreza es causa y síntoma de degradación ambiental”.

El valor de la tradiciòn oral o la importancia de la memoria

El valor de la tradición oral o la importancia de la memoria

Han pasado ya unas cuantas décadas desde que Ahmadou Hampâté Ba dijo que “En África, cuando un viejo muere, quema una biblioteca”. Hampâté Ba, historiador, filósofo y escitor maliano (1901-1991) nació en Bandiagara donde recibió la educación coránica de la mano de Tierno Bokar, sobrino d´El Haj Omar, y a los veinte años se desplazó a Dakar, donde fue alumno de la escuela William Ponty. De pequeño, además, había escuchado durante largos atardeceres la voz de los griot, grandes conocedores de la historia de su pueblo. Con su formación tradicional, islámica y occidental entró a trabajar en el IFAN, donde conoció diferentes científicos interesados por las culturas africanas y donde pudo visitar varias regiones de África Occidental. Poco después de llegada la independencia de la Federación de Mali, es nombrado embajador de su país en la UNESCO (1962-1970), donde pronunció su famosa frase sobre la importancia de la voz de los ancianos, de la tradición oral. Allí, uno de sus principales objetivos fue también trabajar para la alfabetización de la población. Efectivamente, esta gran figura de la cultura africana siempre combinó el interés por el conocimiento con el interés por la educación. Autor de un fascinante estudio sobre el imperio pehl de Macina (publicado en 1955) que fue elaborado gracias a los datos que, transmitidos de generación en generación, tenían los viejos pehl sobre la región de Macina, Hampâté Ba también escribió los cuentos iniciáticos pehl (Kaïdara, Koumen…) que le contaron tantas veces en su infancia, así como algunas novelas, ensayos, autobiografías y cuentos (L’étrange destin du Wangrin; Oui, mon commandant!; Petit Bodeil et autres contes de la savane…). Su profundo conocimiento de la tradición permitieron describir el posible significado de algunas de las pinturas rupestres del Sáhara, algunas de las cuales tienen más de 5.000 años. Ba, fue, además, un incansable trabajador en pro del diálogo entre religiones, organizando encuentros entre miembros de tradiciones y religiones diferentes.

Amadou Hampâté Ba fue sobre todo un incansable defensor de la tradición oral. A lo largo de su vida recogió muchísimos relatos pehl, que tradujo al francés, gracias a los cuales hoy conocemos hechos históricos de linajes, clanes y pueblos (guerras, pactos, alianzas…) así como diversas prácticas culturales de los pehl (también llamados fula, fulbé, fulani). Y es que, de hecho, la tradición oral, narra a menudo la cara oculta de los acontecimientos históricos, conservada gracias a la conciencia popular. En muchos lugares de África, la tradición impregna la vida cotidiana de mayores y niños, y muchos de los conocimientos transmitidos oralmente mantienen no sólo la memoria de un pueblo o una región, también el conjunto de enseñanzas para afrontar todas las dificultades que pueda traer el devenir de la vida. De este modo, en las zonas rurales de muchos países africanos se pueden escuchar a los griots, los historiadores tradicionales, que recitan largas narraciones que pueden remontarse a siglos anteriores y que facilitan informaciones preciosas que nunca fueron escritas. Además de los contenidos estrictamente históricos, e incluso de aquellos más divertidos o teatrales, estas narraciones contienen a menudo una sabiduría encriptada, descifrable solamente por aquellos iniciados que conocen el significado de las metáforas explicadas.

Por estas razones, la tradición oral ha interesado a muchísimos autores africanos. Así, no sólo Hampâté Ba trabajó con los contenidos de la tradición. Cada país, cada Estado africano, ha tenido historiadores, filósofos, escritores y cineastas que, a través de sus obras, han querido dejar constancia del valor de la tradición y del valor de la memoria histórica. Así, por ejemplo, en Senegal, el escritor Birago Diop (VER) ya en 1947 publicó los “Cuentos de Amadou Koumba”, una recreación literaria en francés de los cuentos que los griot de su familia le explicaban en su infancia, y que vieron publicada una segunda parte en 1958. El también senegalés Cheick Amidou Kané, conocido internacionalmente por su novela “L’aventure ambigüe” (1960) pone de relieve el contraste entre “tradición” africana y “modernidad” europea, intentando mostrar la importancia de conocer la propia tradición africana. También el nigeriano Chinua Achebe dedicó parte de sus novelas a valorar los contenidos de la tradición. Sus novelas “Things fall apart” (publicada en 1958) y “Arrow of God” (1964) están impregnadas de la filosofía y la oralidad del pueblo igbo. El séptimo arte también ha sido utilizado por muchos directores africanos para reivindicar la importancia de la tradición y, por consiguiente, el valor de la memoria. Sin ir más lejos, el cineasta senegalés, Ousman Sembène, narra en “Emitaï” -que significa a la vez Dios, cielo y lluvia entre los joola o diola – un episodio de la lucha anticolonial en la región de Casamance, y muestra como las mujeres, verdaderas guardianas de la tradición, defienden los valores más preciados de su cultura. Mucho más innovador fue el también senegalés Djibril Mambéty cuando en su película “Toubi bouki”, utilizó muy creativamente la tradición oral (el símbolo de la hiena, el mar, los sacrificios, el sol, el cielo, la importancia del clan, de la iniciación…). Los autores de películas así como de las series televisivas que pueden verse en númerosos países africanos (ofreciendo una interpretación de epopeias y cuentos tradicionales), han utilizado el mundo audiovisual para dar su versión sobre los elementos cruciales de sus propias culturas.

La importancia de los conocimientos y valores de la tradición oral en relación al desarrollo y al mundo de la cooperación también fue planteada ya en 1989 en el coloquio organizado en Bamako, Mali, por el CRDE (Centre de Recherche Pour le Développement Endogène). Como señaló el gran historiador Joseph Ki-Zerbo, el desarrollo deberá ser diseñado y protagonizado desde las propias sociedades africanas, observando atentamente su historia y su cultura propias. En dicho encuentro, investigadores de todo el continente remarcaron la necesidad del diálogo entre las innovaciones venidas del exterior y las propias realidades, y sobre todo, recalaron en la importancia de una valoración de los conocimientos locales, transmitidos de generación en generación. Partiendo de la idea que “uno no desarrolla, uno se desarolla”, los participantes al coloquio defendieron hace ya 15 años la necesidad de recuperar los contenidos tradicionales para promover el desarrollo de todos los ámbitos de la sociedad: la sanidad, la tecnología, la educación, la economía, la nutrición…

Todo ello muestra como en África, el valor de la tradición y el valor de la memoria son, al fin y al cabo, el valor de la palabra, es decir, el valor del pensamiento, de la comunicación, del aprendizaje y del diálogo. En definitiva, la base de toda cultura

Derechos humanos y diversidad individual

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DERECHOS HUMANOS Y DIVERSIDAD INDIVIDUAL

Eva Martínez Sampere
Universidad de Sevilla

I. Introducción. II. Referencia a la modernidad. III Los seres humanos y las culturas. IV. La influencia del “culturalismo” en las ciencias humanas. V. Universalidad y diferencia para convivir humanamente.

-I. Introducción

La igual dignidad humana de cada persona y, por consiguiente, la igualdad entre los sexos un universal, pues toda persona es mujer u hombre, junto con otros particulares como la igualdad entre personas de diferente etnia, religión, etc. es un mínimo ético para toda la especie, contenido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1948. Este logro, fruto de un pacto alcanzado por primera vez en la historia de la convivencia humana, y por primera vez plasmado jurídicamente a escala internacional, se está cuestionando en las últimas décadas por un cierto número de antropólogos, sociólogos y politólogos de uno y otro sexo, en nombre de lo que llaman el respeto a las diferentes creencias y prácticas sociales o costumbres de los seres humanos que, viviendo en sociedad, pueblan el planeta -en su denominación, “culturas”, tanto para las tres primeras como para el propio concepto de sociedad. Cuando existen todavía grandes obstáculos para llevar a la práctica los objetivos de la Declaración, surgen nuevas contestaciones teóricas a este indudable avance, que afirman una supuesta inconmensurabilidad de las “culturas”, como si los seres humanos vivieran en compartimentos estancos sin posibilidad de interacción. Esta concepción regresiva, que quiere fragmentar a la especie humana en guetos preconcebidos, arbitrarios, se presenta bajo el término, que aparenta ser neutro e igualitario, de “multiculturalismo”, que esconde, en realidad, una aceptación del sexismo contra las mujeres y del racismo. La tesis que defiendo, y que pretende rebatir sus argumentos, aboga por el respeto imprescindible a la diversidad individual, que constituye la mayor riqueza de la especie humana.

-II. Referencia a la modernidad

A lo largo de los milenios de la convivencia humana, por los datos que se conocen, unas personas han dominado sobre las otras, no a título individual, sino en razón de su nacimiento en un determinado linaje, i.e., llevaban una determinada sangre; de su sexo, generalmente el masculino sobre el femenino; de su raza; de su religión, por pertenecer a una u otra tribu, etc. Esto significa que las personas contaban no por ellas mismas, sino por su pertenencia a un entramado comunitario previamente decidido y que se presentaba como inmodificable. El concepto de individuo, él o ella, no era entonces intelectualmente pensable y, por lo tanto, no era concebible que una persona pudiera tener una voluntad propia para vivir del modo que creyera más conveniente, aunque fuera diferente del de la mayoría de las personas de su entorno. Todo ello, como es sabido, sobre el fondo constante de la escasez de recursos vitales, lo cual colocaba a los seres humanos en una posición muy precaria frente a las fuerzas de la naturaleza.

Esto empieza a modificarse lentamente con la modernidad, aun con todas sus carencias iniciales en la implantación efectiva de sus postulados teóricos, pues primero empieza a operar para los varones, no para las mujeres; para las personas de piel más clara, no para las demás; para las que tuvieran un determinado patrimonio, excluyendo al resto, que eran las más numerosas; para las que vivieran en ciertas zonas del planeta y no para otras; a pesar de todas estas exclusiones, el reconocimiento de la personalidad individual como soporte y sujeto de derechos, aunque al principio tuviera un alcance tan reducido, supone una revolución en la convivencia humana que libera a las personas de las ataduras que las condicionaban desde el nacimiento a someterse a la voluntad de otras personas. Su vida, salvo en el caso de los y las muy poderosas, estaba ya, y lo resalto otra vez, predeterminada. No tenían libertad, ni siquiera teórica, de elección.

Lamentablemente, este cambio en la percepción de la realidad y la concepción de la convivencia humana como humanamente modificable, llevó a graves excesos en las relaciones de unas personas con otras en los diferentes territorios de la Tierra. Pero, ¿todas las calamidades para la especie humana provienen de la modernidad? ¿no existían antes la esclavitud, el poder despótico, la tortura, la explotación despiadada de los seres humanos… por las personas más cercanas a ellos? ¿Quién trata peor a las niñas y a las mujeres africanas que sus propias familias y tribus, que las condenan en muchos casos a una existencia infrahumana, mutilándolas física y espiritualmente? ¿Es que llevar la misma sangre y pertenecer a la misma sociedad o “cultura” es una garantía de respeto y seguridad? Todo lo contrario. Las mayores atrocidades se comenten en todas las latitudes del planeta con las personas más cercanas. De ahí el horror de los castigos y venganzas familiares, tribales, el espanto de las guerras civiles… Lo que puede hacer brotar el mayor cariño entre las personas es lo mismo que puede engendrar la aversión y el odio más feroz: la proximidad, el contacto, la relación entre los seres humanos, es decir, la interacción de unas personas con otras, hoy para algunos/as, la llamada “interculturalidad”, usando un término procedente también de la antropología, por oposición al concepto de “multiculturalismo”.

Es precisamente con la modernidad y la separación entre la religión y el poder político, la invención de nuevos objetos que transforman la vida cotidiana, el desarrollo de los medios de transporte, la mayor facilidad para las comunicaciones, y el comercio, todo ello propiciado por el despliegue de la libertad individual aun reducida y precaria cuando en Europa se acrecienta el interés por “otras personas”, “otras costumbres”, “otros territorios”, puesto que ya se puede llegar físicamente hasta ellos en mejores condiciones que antes. El problema es que, al igual que dentro de esas sociedades existían todas las lacras antes dichas, iban a plantearse de nuevo en relación con las personas que llegaban de países remotos. Y se continuaron cometiendo graves injusticias, pero eso sí, con los nuevos medios técnicos y en una zona mayor, se amplía el número de personas sobre las que se comete. Cualitativamente, sin embargo, la proporción es la misma. ¿No existían en siglos anteriores las guerras de exterminio, las masacres de inocentes? ¿No es entonces cuando empieza a discutirse, e incluso a considerarse injusto el asesinato en masa, la reducción forzosa a la esclavitud de poblaciones enteras, como ocurría con toda tranquilidad en épocas pasadas? ¿Y no es justamente a partir de esos momentos en los que sobrevive al menos una parte de la población de esos territorios, cosa que antes no sucedía, cuando se empiezan a plantear los problemas de coexistencia entre personas con un grado de desarrollo humano muy distinto? ¿Por qué pasa eso? Por lo que anticipaba más arriba, por la mayor posibilidad de relación entre personas que vivían en zonas muy alejadas del planeta [1] .

Después de la Primera Guerra Mundial se empieza a pretender en algunos países occidentales que la dualidad sexual constitutiva de la especie humana, integrada por mujeres y varones, construida socialmente no por la naturaleza como opresiva y discriminatoria para las mujeres, se transforme en una política de sexos igualitaria, tarea en la que hay que continuar trabajando. Con más ahínco, se procura que las diferencias económicas no impidan un mínimo desarrollo humano con la implantación de la sanidad gratuita -además de la educación universal, gratuita y obligatoria, que se alcanzó en algunos países, como Gran Bretaña, Alemania, Francia, Japón, a finales del siglo XIX. Tras la Segunda Guerra Mundial, con la derrota del nazismo, queda por completo rechazado el concepto de “raza” como discriminatorio. La recién creada ONU prohíbe el uso del fenotipo para discriminar a las personas. Y entonces, precisamente como reacción al racismo totalitario, los antropólogos de uno y otro sexo usan el término “etnia” para designar a un grupo de humanos, que compartiera más que características físicas, “culturales”. Por tanto, hablar de grupos “etnoculturales”, como se hace últimamente, sería un pleonasmo.

En consonancia con la esperanza en un futuro mejor surgida tras la derrota de los totalitarismos, la ONU impulsa los procesos de descolonización para que grupos humanos amplios, los pueblos, puedan decidir si quieren continuar dentro de la metrópoli o prefieren la independencia. En este contexto, van a adquirir de nuevo relevancia, si bien modificadas para hacerlas aceptables conceptos propios de finales del siglo XIX, como reacción romántica a la Ilustración cosmopolita: la sangre, el espíritu del pueblo (das Volkgeist), mi cultura, frente a la cultura universal patrimonio de la especie humana, como ya se indignaba con razón Julien Benda en 1926 [2] , todo ello adobado con las aportaciones de un cierto número de antropólogos de uno y otro sexo que, como antes indicaba, preferían hablar de etnia y “cultura”, dada la proscripción del término raza y del fundamento biologicista que implicaba.

III. Los seres humanos y las “culturas”

Estas pretendidamente nuevas construcciones tenían la ventaja de poder aplicarse de principalmente a las sociedades de otras latitudes: África, América, Asia y Oceanía. Lo curioso es que fueran justamente las y los europeos -hubo muchas exploradoras, que, además, se preocuparon por la vida y la salud de sus guías y porteadores [3] – quienes sintieran atracción e interés por conocer a otros seres humanos, mientras que las y los pobladores de otros territorios no lo experimentaran tanto; y que algunas de esas sociedades, como bastantes personas en Europa, se consideraran a sí mismas las únicas civilizadas: en China, hace milenios, a quienes no lo fueran se les consideraba bárbaros; los inuit o esquimales se llamaban a sí mismos “pueblo de los hombres” (¿y los demás no lo eran?); y, posterior en la historia, pero quizá más conocido, los antiguos griegos igualmente denominaban bárbaros a quienes no lo fueran, pero como éstos eran europeos, i. e., occidentales, sí es criticable…

Pero todo eso no arredraba a los pensadores, ellas y ellos, que, tras el desprestigio de la clase y la raza, no así del sexismo contra las mujeres, como más adelante se verá, descubrieron un nuevo filón, “las culturas”, para compartimentar a la especie humana, mientras se olvidaban de que la pobreza, la privación de la educación, de la sanidad, de la protección social, de unas condiciones de vida digna, en suma, era la única y verdadera frontera entre los seres humanos -lo que llevaría al famoso e infundado “choque de civilizaciones” de Huntington y a que los pensadores comunitaristas de uno y otro sexo estén con el presidente Bush jr. en su propósito de hacer la guerra a Irak.

Esta concepción de las “culturas” como bloques impermeables proviene de la antropología cultural norteamericana de entreguerras, y de un sector de la antropología social británica, como escribe Michael Carrithers. Ruth Benedict comenzó a hablar de la “diversidad de culturas” en su libro del mismo nombre, publicado en 1935. Ella se interesaba en la disposición no de las personas, sino de las ideas y de los valores: “el tejido completo de los valores y de las creencias de su pueblo”. Las ideas del libro eran suyas, aunque habían nacido con esa nueva disciplina en Estados Unidos en los años anteriores, a cargo del profesor Franz Boas y de sus colegas y discípulos. Pero el libro tuvo una gran influencia. Para unas y otros autores, como Radcliffe-Brown en Gran Bretaña si bien éste se interesaba por una “disposición de personas”, por una “estructura social” lo decisivo era el trabajo de campo, como la fuente definitiva del conocimiento. Este estudio se llevaba a cabo, como quiere poner muy de relieve Carrithers, en “presente”, como si esos pueblos existieran en una urna de cristal, desgajados de su base histórica [4] .

Bajo la denominación de “cultura”, empero, otros antropólogos de uno y otro sexo hacen referencia a una realidad distinta. Carrithers considera con razón desde mi punto de vista la “cultura” como resultado de la acción humana, i.e., de las formas en que las personas se relacionan entre sí [5] , en una interacción constante, relaciones que ellas mismas modifican, transforman, y que cambian también su percepción de sí mismas, de su entorno y la relación que tienen con él mismo. “Cultura” se opone así a lo natural, a lo que es fruto de la naturaleza: división de la especie humana en dos sexos, determinadas características físicas en los seres humanos: piel, cabello, ojos, etc. La “cultura” así considerada sería lo que hace que la sociedad humana sea eso, humana, a diferencia de los otros animales no humanos. En ese sentido, cualquier sociedad crea “cultura”, puesto que los seres humanos se relacionan entre sí innovando en un proceso continuo, de modo no predeterminado genéticamente, como hacen los demás animales.

Para continuar con su recorrido, Michael Carrithers refiere otro enfoque diferente al de Benedict y Radcliffe-Brown. El que hace Eric Wolf en Europe and the People without History, publicado en 1982, casi cincuenta años después del libro de Benedict. Como ella, Wolf realiza su aportación al mismo tiempo que depura el trabajo de otros colegas, y contribuye a una visión muy diferente de la diversidad humana. El autor pone el énfasis en que no hay ninguna sociedad conocidad pura o incontaminada, producto exclusivo de su propia historia. El cambio o la evolución cultural no actúa sobre sociedades aisladas sino que siempre lo hace sobre sistemas interconectados en los que las sociedades están vinculadas de forma variable con “campos sociales” más amplios. Rechaza el punto de vista que dota “a naciones, sociedades, culturas, con las cualidades de homogeneidad interna y “distintividad” externa y de objetos delimitados”, porque así “creamos un modelo del mundo como un escenario global en el que las entidades se entrechocan como duras y redondas bolas de billar. De ese modo resulta fácil dividir el mundo en bolas de colores diferentes” [6] . Esas relaciones, estudia Wolf, se hicieron más intensas con la modernidad -como ya se ha mencionado.

Wolf, continúa Carrithers, subraya que todos los pueblos, en todas partes, incluso los que pudieran considerarse primitivos y aislados tienen poder sobre su destino, que no son meramente pasivos sino también agentes activos. Así, el punto de vista sobre la diversidad que adopta Wolf es uno que resalta la relación entre pueblos o poblaciones:

“La afirmación central de este libro es que el mundo de la humanidad es múltiple, constituyendo una totalidad de procesos interconectados, e investiga si descomponer esa realidad en piezas y dejarlas luego sin reagrupar no significa falsear la realidad. Conceptos como “nación”, “sociedad” y “cultura” designan piezas y amenazan con convertirse de nombres en cosas. Sólo comprendiendo estos nombres como manojos de relaciones y resituándolos en el ámbito del que fueron abstraídos podemos evitar inferencias desorientadoras e incrementar nuestra cuota de entendimiento” [7] .

Como explica Carrithers, Wolf desplaza su foco de atención desde los centros de las culturas y las sociedades a sus periferias y las relaciones entre ellas; y de una descripción más o menos estática de sus características a una descripción dinámica de los procesos en que están implicadas. Wolf no coincide en todo con Benedict y Radcliffe-Brown. Concibe la cultura como una “serie de procesos que construyen, reconstruyen y desmontan materiales culturales (tales como los valores sociales o las formas de categorización del mundo)”. La sutil distinción de Wolf, resalta Carrithers, supone un proceso de desmontaje y montaje. De un lado, es importante desmontar el sistema dinámico global y ver cómo funcionan las “sociedades” o “culturas” particulares. Pero a esta etapa de desmontaje debe seguir otra de montaje de modo que, al final Wolf cita a Alexander Lesser veamos las sociedades como “sistemas abiertos…inextricablemente implicados con otros agregados, próximos y lejanos, con conexiones entretejidas, reticulares”. Por eso afirma Carrithers que mucha de las sociedades que los antropólogos han desmontado esperan todavía su montaje correlativo, alguna demostración de cómo han surgido y cambiado en las “conexiones entretejidas, reticulares” de nuestra más extensa vida humana [8] .

Por todo ello, Carrithers afirma que de este modo cambia nuestra concepción de la diversidad humana. Apunta como moraleja que la vida humana es metamórfica. Y emplea este término técnico para captar la mutabilidad incesante de la experiencia humana, la temporalidad de que están forjadas todas las instituciones y relaciones humanas. No se puede concebir a los seres humanos, como hacían Radcliffe-Brown y Benedict, ignorando esa mutabilidad y esa temporalidad, lo que no deja de ser irónico, indica Carrithers, pues la noción de diversidad cultural que Benedict ejemplifica se orientaba desde el principio a confirmar que los humanos cambian, y que varían enormemente más allá de los estrechos dictados de la selección natural. Pero ella, y otros como ella, han rechazado desde el inicio la tarea de proporcionar una explicación real de las variaciones: la noción de cultura no sólo era ahistórica sino, en realidad, antihistórica. Toda cultura tenía su propia fuerza causal y de conservación que subrayaba en cada generación y en cada ser humano concreto su peculiar carácter distintivo. La consecuencia fue, continúa Carrithers, que en una teoría de este tipo “los patrones sociales y culturales tienen un carácter determinante que deja poco espacio a la voluntad, al accidente, al cambio o la combinación de circunstancias. De algún modo todo llega a parecer siempre lo mismo [9] “. Y refuerza su tesis Carrithers añadiendo que, como observó J.D.Y. Peel, tan ahistórico punto de vista “no es consistente con un concepto realista de lo que es la sociedad y la experiencia humana en el interior de la misma” porque “elimina el cambio, la imperfección y la potencialidad, los recuerdos y las intenciones -en una palabra, la historicidad [10] .

Michael Carrithers sigue explicando la segunda enseñanza que, a su juicio, formula Wolf con gran rigor: la vida humana es causal y son las relaciones entre los humanos las que moldean esa causación. Y Carrithers acentúa su fuerza parafraseando a Maurice Godelier “el hecho es éste: los seres humanos, a diferencia de otros animales sociales, no sólo viven en relación, sino que crean [relaciones] para vivir. En el curso de su existencia inventan nuevas formas de pensamiento y de acción, tanto respecto de ellos mismos como en relación con la naturaleza que los rodea. De este modo crean la cultura y hacen historia [11] “.

Escribe Carrithers que la frase que subraya Godelier, los humanos “crean relaciones (sociedades, en su terminología) para vivir” va al núcleo de su tesis. Tiene, primero, un significado material según el cual los humanos se ganan la vida colectivamente, no de modo individual. Esto es evidente en las sociedades urbanas contemporáneas, en las que las personas dependen recíprocamente unas de otras para todos sus bienes materiales. Pero también es cierto para las sociedades tecnológicamente más simples del registro etnográfico: “Auto-suficiente” nunca ha querido decir que cada individuo haya podido tener una vida al margen de vínculos con otras personas, sino que un grupo puede vivir de sus esfuerzos aunados [12] .

Hace hincapié Carrithers que la frase “para vivir” tiene un significado más amplio. Las personas viven a través de las relaciones emocional e intelectualmente. El lenguaje que aprendemos sólo cobra sentido en razón de aquellos otros seres humanos de quienes lo aprendemos y a quienes nos dirigimos. Los valores de conducta que adquirimos sólo lo hacen en la perspectiva de los otros, o en nuestra propia concepción de la perspectiva que los demás tienen. En realidad, la cultura, entendida aquí en sentido amplio de categorías mentales, formas de conocimiento y valores con los que vivir, aprendidos o creados, es comprensible únicamente en su uso por las personas y en relación con otras personas. En otros términos, las culturas presuponen relaciones [13] . No se trata de un individuo, él o ella, aislado en una relación abstracta con su “cultura”.

Wolf sugirió que las relaciones funcionan a gran escala, continúa Carrithers, y que las mismas conforman un medio, el de las condiciones básicas en que la vida se lleva a cabo. Así, por ejemplo, tanto los traficantes de esclavos de los estados predadores africanos como las y los esclavos mismos se enfrentan a un medio creado por personas pero que éstas experimentan, sin embargo, como algo dado, ineluctable y por completo inevitable. Lo mismo ocurría con las personas sometidas a esclavitud por los aztecas o los árabes durante muchos siglos. Otro ejemplo es el hambre. La gran hambruna bengalí del año 1943, durante la cual murieron alrededor de tres millones de personas, fue producida por los humanos, no por la naturaleza, y lo mismo ocurre actualmente. Como ha estudiado Amartya Sen, cuando hay democracia no hay hambrunas. Esa causación humana es esencial para la comprensión de la naturaleza humana.

Pero Carrithers sostiene, asimismo, que las relaciones humanas también poseen una textura fina, una pequeña escala. Así, uno de los cambios más importantes en la humanidad que se asoció de modo significativo con el tráfico de esclavos de uno y otro sexo, fue la industrialización de Gran Bretaña. Es importante una vez más referir aquí la explicación de Carrithers. La exportación de mercancías manufacturadas a las Indias occidentales y a África contribuyó al desarrollo de las fábricas. Imitando el estilo de Wolf, podríamos hablar de las fuerzas y condiciones que dieron lugar al surgimiento de la Revolución industrial y al desarrollo de la clase obrera en Inglaterra y, al hacerlo así, nos referimos a una categoría característica de causación de la vida humana. El lenguaje empleado para referirnos a dicha causación puede ser impersonal y compelernos a hablar de movimientos de sistemas o de otros patrones a gran escala. Pero ninguno de estos cambios, enfatiza Carrithers, se habría producido si la gente no hubiera sido capaz de poner en práctica las nuevas formas de relación incorporadas al trabajo fabril o, más tarde, a la versión modificada del mismo por la mediación de los sindicatos. Habían de crearse nuevas instituciones, lo que a su vez trajo la creación de nuevas actitudes en común, recíprocas intenciones y comprensiones o incomprensiones entre todos. El autor usa la palabra “interactivo” para referirse a esta fina textura, a esta naturaleza recíprocamente constructiva de la vida humana. La misma reflexión, añado yo, puede aplicarse a grupos humanos de otras épocas y otras zonas del planeta cuando inventaron la agricultura, la rueda, la canoa, la rueca, o la caña de pescar, etc.

Esta caracterización de la vida humana como metamórfica, causal, interactiva, escribe Carrithers, aporta a nuestras ideas iniciales matices más amplios. Se trata de un problema de desmontaje y montaje, como señalara Wolf. Ruth Benedict, interesada en las sociedades amerindias, intentaba reconstruir el estado anterior de sociedades y culturas previamente transformadas, y constató el olvido de la época precolonial. Dos generaciones después, pone de relieve Carrithers, los antropólogos de uno y otro sexo dan cuenta de la creación y la recreación de nuevas identidades sociales y culturales (cursiva mía), sea entre los grupos étnicos de Estados Unidos, en países como el Irán revolucionario o en la ya desaparecida Unión Soviética. Y qué decir de Centro y Sudamérica. Como ha puesto de relieve Ulf Hannerz, “el sistema mundial, más que crear una masiva homogeneidad cultural a escala global, está sustituyendo una diversidad por otra y esta nueva diversidad se basa comparativamente más en las interrelaciones y menos en la autonomía” [14] .

Michael Carrithers desarrolla en su excelente libro la respuesta al problema central de la antropología ¿Por qué los humanos tenemos culturas? demostrando que la diversidad de las formas de vida humana, se asienta sobre el fondo común de la sociabilidad de las personas. La capacidad de ellas para la interacción social, entre individuos o a gran escala, es el impulso al continuo proceso de innovación de la humanidad. La inteligencia humana, que es una inteligencia social, inventa posibilidades, imagina, concibe, modifica, y ha creado la extensa y compleja red de diferentes sociedades, culturas e historias que existen en la actualidad.

Ahora bien, como es evidente, la especie humana está formada por personas de uno y otro sexo, todas ellas, puesto que son humanas, con la necesidad y la capacidad de relacionarse con otras personas, de vivir en sociedad. Los seres humanos se relacionan socialmente, crean como se ha resaltado, relaciones para vivir, y mediante esas relaciones como ya se ha explicado, cambian su modo de vida. Si todos los seres humanos integran la especie, comparten, por tanto, su humanidad. ¿Por qué negarles entonces la dignidad humana, a cada una y cada uno de ellos? ¿Por qué condenarlos a someterse para siempre a la voluntad de otras personas, definida como costumbres o “cultura” de esa sociedad o “cultura”, definida así por una o varias personas, con carácter inmutable? Se les está negando su capacidad humana de pensar, de valorar, de inventar, de modificar…, en suma, de relacionarse de otro modo, para encerrarlas dentro de una horma prefijada de antemano, histórica pues, pero que se pretende ahistórica y, por eso mismo, más allá de su voluntad. A lo largo de la historia, empero, ha habido muchas personas que han pensado de modo diferente a su entorno y se han rebelado: Aspasia, a quien Pericles trataba como a una igual, Hypatia, Espartaco… Y en nuestros días, Waris Dirie, por ejemplo, que sufrió la mutilación genital a los cinco años, y, como ella misma cuenta, ya entonces decidió que quería vivir de otro modo, y ahora lucha, rompiendo el tabú pues sí se cambian las reglas de la tribu, para la abolición de una costumbre que atenta contra la dignidad humana. ¿Y quienes se esforzaron por acabar con el canibalismo?…, por poner otro ejemplo. Afortunadamente, la lista de rebeldes sería interminable.

Parece difícil concebir una teoría tan cruel que priva a los seres humanos de la posibilidad de pensar por sí mismos y cambiar. Y, sin embargo, eso es lo que se pretende por investigadores de uno y otro sexo, cuando despojan de esa capacidad a cada una de las personas de la especie, únicas, concretas e irrepetibles, y se la atribuyen a un grupo más o menos amplio en realidad, no lo olvidemos, sólo a ciertas personas de ese grupo que decidiría lo que es adecuado o no para su “cultura”. Como esa concepción contempla a las “culturas” en “presente”, las considera inmutables, fuera de la interacción humana y de la historia, todo lo que existe, parafraseando a Hegel, es lo que debe existir. Y, como además, se mezclan y confunden, en muchos supuestos de modo interesado, los dos conceptos de “cultura” a que me refería más arriba: uso, práctica social o costumbre, con el de conjunto de formas de conocimiento, valores con los que vivir o creencias que, en ciertos casos, merece ser preservado, cualquier aberración no occidental, se sobreentiende para esta corriente habría de respetarse. Llegamos así al relativismo cultural. Curiosamente, aunque este relativismo sea una invención genuinamente occidental, no se discute como una imposición por algunas personas de otras zonas del planeta interesadas en que el actual estado de cosas no cambie. Una vez más, se toma o no lo que convenga a lo que se quiere defender en cada momento: si es un nuevo tipo de arma, se acepta y se quiere disponer de ella enseguida, si es una modificación que implique una ampliación de la escasa libertad de las mujeres, se rechaza como contraria a su “cultura” tradicional. Increíble pero cierto.

-IV. La influencia del “culturalismo” en las ciencias humanas

Desgraciadamente, la concepción que está triunfando es la que defendía Benedict y Radcliffe-Brown, con la inestimable ayuda de Claude Lévi-Strauss y Frantz Fanon, entre otras personas.

Lévi-Strauss escribe en 1951 Race et histoire, por encargo de la Unesco. A tono con la época, priva al concepto de raza de cualquier valor operativo, pero, como pone de relieve Alain Finkielkraut, añade que no basta con diferenciar la herencia social del patrimonio hereditario, librar a los estilos de vida de cualquier predestinación genética, combatir la biologización de las diferencias, hay que saber oponerse también a su jerarquización. Hay que completar la crítica de la raza con la nueva puesta en duda de la civilización. Existe multiplicidad, pero no es racial; existe civilización, pero no es única. Por consiguiente, sigue Finkielkraut, el etnólogo Lévi-Strauss habla de “culturas” en plural, y en el sentido de “estilos de vida especiales, no transmisibles bajo formas de producción concretas técnicas, costumbres, instituciones, creencias más que de capacidades virtuales, y que corresponden a valores perceptibles en lugar de a verdades o pseudoverdades” [15] .

Así pues, Lévi-Strauss, como dice Finkielkraut, aprovecha el noble objetivo de los fundadores de la Unesco iluminar a la humanidad para evitar los peligros de la regresión a la barbarie pero para usarlo contra la filosofía de las Luces. La ignorancia será vencida el día en que, en lugar de querer extender a todas las personas la cultura que la especie humana posee, se aprenda a celebrar los funerales de su universalidad. Para Lévi-Strauss, el bárbaro no es el negativo del civilizado, “es fundamentalmente el hombre que cree en la barbarie” [16] y el pensamiento de las Luces es culpable de haber instalado esta creencia en el corazón de Occidente, critica Finkielkraut. A lo cual se podría añadir que “el machista que asesina a su pareja o ex pareja no es machista es que cree en el machismo”, “el racista no es racista es que cree en el racismo”, y lo mismo con el estalinista, el nazi, etc., hasta la saciedad. Claro que eso lo escribió el mismo hombre que se opuso en 1980 al ingreso de Marguerite Yourcenar en la Academia francesa, ¡la primera mujer! aduciendo que “no se cambian las reglas de la tribu”. Bueno, si eso fuera así, ¿por qué no podrían tener las personas de piel clara como esclavas a otras de piel oscura, castrando a los varones en muchos casos, para mantener la tradición? Sólo si se parte de la igual dignidad humana de cada persona, como creo que hay que hacer, todo ello son aberraciones.

Lévi-Strauss hizo escuela, continúa Finkielkraut. Siguiendo el ejemplo de la antropología estructural y cada una de ellas en su propio terreno, todas las ciencias humanas condenan el “etnocentrismo”. Que precisamente es lo que creo que el relativismo cultural trata de implantar desplazando al ser humano concreto en aras de grupos étnicos previamente delimitados . La historia, la sociología, la ciencia política, la filosofía, empiezan a dar relevancia por encima de cada persona a la “comunidad”, no en el sentido de que quiera o no quiera formar parte de ella, de que elija asociarse con un conjunto de personas en un sitio concreto para vivir como decida la Gesellshaft de Tönnies, sino como “comunidad” a la que se pertenece la Gemeinschaft del mismo autor y en la cual, a menos de ser alguien predeterminado, no se puede influir y mucho menos salir de ella, pues las otras “comunidades” serían tan cerradas y graníticas como ésta y no permitirían la entrada de un elemento “extraño” a la misma. Llegamos así al ideal del comunitarismo multiculturalista de los guetos, como modelo de relación, o mejor dicho, de no relación humana.

Igualmente, esta noción de inconmensurabilidad de las culturas impregna el feminismo cultural norteamericano, que considera a mujeres y hombres como dos realidades “inconmensurables”. Cualquier varón sería, por el simple hecho de serlo, desde ese punto de vista, un opresor en acto o en potencia. Otro absurdo esencialismo que hay que rechazar. Muy distinto de otras corrientes feministas como la ilustrada, que dan valor al ser humano concreto y, por esa común humanidad, tienen en cuenta la división de la especie humana en dos sexos, su naturaleza mixta.

Y en el ámbito jurídico se empieza a hablar de “derechos de las minorías”, en lugar de derechos de las personas que integran esas minorías; de “derechos de los pueblos”, por ejemplo de los pueblos indígenas, en vez de derechos de las personas que los componen; y que los tienen como seres humanos concretos frente a, si llega el caso, sus propias familias, su tribu, su aldea, su “comunidad”. Se llega a la vieja noción, convenientemente reformulada bajo el nombre de “derechos colectivos”, de que ciertas personas tendrían más derechos o “privilegios” que otras o, a veces, todos los derechos o “privilegios” frente a otras, noción muy conocida, pues es la que ha estado en vigor durante la mayor parte de la historia de la convivencia humana. Así, la niña que nacía ya con el destino impuesto de dedicarse a la prostitución, el niño que era arrancado de su familia como tributo de sangre para pasar a servir en un ejército. Todo eso, quiero resaltarlo de nuevo, es inadmisible sólo si se considera a cada persona como portadora de igual dignidad humana.

Por eso hay que defender el humanismo y la invención cultural más relevante para la convivencia humana, la democracia, que está en sus inicios, que hay que perfeccionar constantemente…, pero que es mejor que cualquier otro sistema conocido. Con plena razón escribe Fernando Savater sobre la necesidad del “humanismo impenitente” [17] , latente en toda su excelente obra. Desgraciadamente para la especie humana, nos encaminan al relativismo cultural que justifica cualquier barbarie…en zonas donde se criticaba que las cometieran otras personas, por ejemplo en los países que fueron colonizados.

Así, escribe Alain Finkielkraut, el concepto de cultura que había sido el emblema del Occidente imperialista se volvía contra él. La identidad cultural permitía a los colonizados la afirmación de su diferencia y transformar en motivo de orgullo las maneras de ser con las que pretendían avergonzarles. Esa misma idea, no obstante, les privaba de cualquier poder frente a su propia comunidad. Los Estados así nacidos trataron de unir sólidamente los individuos a lo colectivo. Garantizar fuertemente la integridad y la cohesión del cuerpo social. Velar para que, bajo el nombre de cultura, ninguna crítica intempestiva turbara el culto a los prejuicios seculares (cursivas suyas). En suma, asegurar el triunfo definitivo del espíritu gregario sobre las restantes manifestaciones del espíritu [18] .

Como muestra Hélé Béji en Désenchantement national, y pone de relieve Finkielkraut, la misma fuerza de resistencia que representaba la identidad cultural bajo el reino de los colonos, se reconvierte, a partir de su marcha, en instrumento de dominación. Devueltos a sí mismos, los antiguos colonizados se descubren cautivos de su pertenencia, pasmados en la identidad colectiva que les había liberado de la tiranía y de los valores europeos. “Nosotros”, que era el pronombre de la autenticidad recuperada, ahora es el de la homogeneidad obligatoria [19] .

Por eso, continúa Alain Finkielkraut, el gobierno de partido único es la traducción política más adecuada del concepto de identidad cultural. La independencia de las antiguas colonias no ha llevado al desarrollo del derecho sino a la uniformación de las conciencias, la hinchazón de un aparato y de un partido. Ello se debe a los mismos valores de la lucha anticolonial, y no a su traición por la burguesía autóctona o a su confiscación en favor de las potencias europeas. El desencanto nacional, tan lúcidamente descrito por Hélé Béji, es imputable en primer lugar a la idea de nación que ha prevalecido en el combate emprendido contra la política imperialista de Occidente [20] .

Basta con releer Les damnés de la terre de Frantz Fanon, publicado en 1961, explica Finkielkraut. Fanon sitúa al individualismo en la primera fila de los valores enemigos. Al abdicar de cualquier pensamiento propio, los hombres regresan al seno de la comunidad. Cada cual se siente semejante a los demás, portador de la misma identidad. Fanon se especializa en repudiar a Europa…, pero toma partido por el Volkgeist, en su traducción moderna de identidad cultural. Considero que la concepción de nación derrotada en la Segunda Guerra Mundial revive de ese modo. Los movimientos de liberación, sigue Finkielkraut, han construido regímenes de opresión con una regularidad sin excepciones precisamente porque, a ejemplo del romanticismo político, han fundado las relaciones interhumanas en el modelo místico de la fusión, y no en el jurídico del contrato, y han concebido la libertad como un atributo colectivo, nunca como una propiedad individual [21] .

Igualmente, resalta Finkielkraut, atribuye Fanon al cosmopolitismo, la otra bestia negra de la identidad cultural, la debilidad de la conciencia nacional de los países subdesarrollados, que también sería el resultado de la pereza de la burguesía nacional, de la formación profundamente cosmopolita de su espíritu (cursivas de A.F). De ahí, la inconmensurabilidad de las maneras de ser. Pero como afirma Finkielkraut, con la sustitución del argumento biológico por el argumento culturalista, el racismo no ha sido eliminado: ha vuelto de nuevo bajo otro nombre [22] .

Y la Unesco, en 1971, invita a Lévi-Strauss inaugurar el año internacional de la lucha contra el racismo con una gran conferencia en la cual el determinismo que se atribuía anteriormente a la raza, lo va a asignar, como más arriba anticipé, a la “cultura”: “…la raza o lo que se da a entender generalmente con ese término es una función entre otras de la cultura.” [23] Provocó escándalo, escribe Finkielkraut, pero el pensamiento racista se reconstruyó bajo el irreprochable concepto de cultura, olvidando que eso es el antiguo Volkgeist. En las resoluciones actuales de la Organización se dice que los seres humanos extraen toda su sustancia de la comunidad a la que pertenecen (cursiva mía). Y que el objetivo de la educación no es dar a cada cual los medios para hacer una selección entre la enorme masa de creencias, de opiniones, de rutinas y de tópicos que componen su herencia, sino muy al contrario sumergirle en ese océano, hundirle en él de cabeza (cursiva de A.F): promoviendo y reforzando la identidad cultural [24] . Se llega así a la conclusión de que un periodista occidental es un occidental antes de ser un individuo. La aniquilación del ser humano concreto recibe el nombre de libertad; y el vocablo cultura sirve como estandarte humanista de la división de la humanidad en entidades colectivas, insuperables e irreductibles [25] .

V. Universalidad y diferencia para convivir humanamente.

Frente a esta concepción del multiculturalismo comunitarista, profundamente regresiva, sexista contra las mujeres y racista, que pretende establecer una homogeneidad intragrupal, a la vez que afirma las diferencias con otros grupos previamente delimitados, compartimentando a la especie humana en guetos, en fragmentos supuestamente inconmensurables, hay que defender la igual dignidad humana de cada persona, de alcance universal, y la diversidad individual de cada ser humano, aquello que lo hace único, concreto e irrepetible, considerando, por tanto, a cada una y cada uno sujeto de derechos, en lugar de condenarlos a ser aplastados por una losa inamovible, la “identidad cultural”.

Hay que educar para formar el carácter, para posibilitar el acceso a la cultura, patrimonio común de la especie humana. Dotar a cada persona de la formación que le permita pensar por sí misma y decidir, participando, en las diversas escalas que componen los niveles de relación humana: familia, amistades, sociedades más amplias, etc. Promoviendo los lazos humanos solidarios, no un vínculo preestablecido irrompible. Reforzar la personalidad individual para que, cooperando con otros seres humanos en una constante interacción social, no haya que recurrir a la identidad colectiva como expresión del miedo a abandonar una adolescencia perpetua [26] . Hay que salir del peligro de la intolerancia tribal, del fanatismo étnico, de una afirmación sectaria de la identidad que impida la identificación del individuo, él o ella, con una sociedad y una cultura común [27] .

En el fondo, quien defiende el relativismo cultural es alguien pesimista sobre la posibilidad del cambio de creencias, como ha estudiado Antonio Valdecantos [28] , y no se da cuenta de que él o ella son un exponente de la mudanza de las mismas. ¿Por qué negar esa capacidad a las demás personas?

Es necesario afirmar la igual dignidad humana de cada persona, de alcance universal, y la riqueza de las diferencias individuales especialmente en esta época que, con razón Anthony Giddens, califica de “alta modernidad” [29] , en la cual por el rapidísimo cambio que vivimos a escala mundial por el incremento de la interrelación y de la consiguiente posibilidad de mudanza se quieren resaltar los particularismos y volver a unos supuestos orígenes puros, a las tradicionales exclusiones localistas. Cuenta Michael Carrithers, en su tantas veces citado libro, como quiso acercarse a una comunidad budista que supuestamente había mantenido su “pureza” a través del tiempo…, y descubrió que tenía sólo veinte años de antigüedad, pues como es lógico, las personas habían ido modificando su modo de vida a lo largo de los siglos. Los seres humanos han podido existir en el planeta gracias a su capacidad para cooperar [30] , para relacionarse, para actuar conjuntamente. Esto demuestra que compartimos nuestra común humanidad y que ésta se despliega en toda su variedad y riqueza mediante la articulación política y jurídica del pluralismo democrático.

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[1] Sobre los intentos de considerar la modernidad como el origen de todos los males de la convivencia humana y su refutación, vid. el magnífico libro, si bien con algunos excesos, de Juan José Sebreli, El asedio a la modernidad, Ariel, 1992.

[2] La trahison des clercs, cit. en Alain Finkielkraut, La derrota del pensamiento, Anagrama, 1987, pp.9 y 10.

[3] Vid. Cristina Morató, Viajeras intrépidas y aventureras, 2001.

[4] Vid. Michael Carrithers, ¿Por qué los humanos tenemos culturas?, pp.30 y ss. Alianza, 1995.

[5] Op. cit., passim.

[6] Vid. Carrithers, op. cit., pp.46-47.

[7] Europe and the People without History, p.3.En Carrithers, op. cit. p.48.

[8] Vid. Carrithers, op. cit., pp.48-9.

[9] Op. cit., p.52.

[10] “History, Culture and the Comparative Method: A West African Puzzle”, 108-9. En ídem.

[11] The Mental and the Material, I, cit. por Carrithers, p.52.

[12] Op. cit., p.53.

[13] Op. cit., p.53.

[14] Vid. Carrithers, op. cit., pp.54-5.

[15] Lévi-Strauss, Le regard éloigné, Plon, 1983, p.50, en Finkielkraut, op. cit., p.60.

[16] Race et histoire, p.384, en Finkielkraut, op. cit., p.61.

[17] Humanismo impenitente, Anagrama, 1990.

[18] Op. cit., pp.71-2.

[19] Op. cit., p.72.

[20] Íd., p.73

[21] Op. cit., pp.74-75.

[22] Íd., pp.79 y ss.

[23] “Race et culture”, en Le regard éloigné, Plon, 1983, en Finkielkraut, op. cit., p.84.

[24] Íd, pp.85-6.

[25] Íd, pp.87 y 89-90.

[26] Vid. La derrota del pensamiento, cit., pp.130 y ss.; Pascal Bruckner, La tentación de la inocencia, Anagrama, 1996.

[27] Vid. Helena Béjar, “Los pliegues de la apertura: Pluralismo, relativismo y modernidad”, en Universalidad y Diferencia, Salvador Giner y Riccardo Scartezzini (eds.), Alianza Universida, 1996, pp.155-185.

[28] Contra el relativismo cultural, Visor, 1999.

[29] Vid. Consecuencias de la modernidad, Alianza Universidad, 1993; La transformación de la intimidad, Cátedra, 1995.

[30] Vid. Robert Axelrod, La evolución de la cooperación, Alianza Universidad, 1986.

Africa: libertad y desarrollo

LIBERTAD Y DESARROLLO

DONATO NDONGO BIDYOGO

Los países africanos son ahora independientes, pero los pueblos no son tan libres como soñaron, ni tan desarrollados como quisieran. La mayoría de los ciudadanos ya saben una cosa:la libertad, los derechos humanos y el desarrollo caminan juntos.

En este mítico 2000 se cumplen los 40 años del boom de las independencias africanas. En efecto, aunque sólo 17 países de los 53 estados africanos alcanzaron su soberanía formal en 1960, ese año marcó la frontera entre el nacionalismo y la libertad, consolidando una tendencia que con el paso del tiempo se haría irreversible. Y aunque acontecimientos como el inicio de la guerra de Argelia en 1952 o la independencia de Ghana en 1957 habían marginado a un continente –marginado ya de por sí por 400 años de esclavitud y un siglo de dominación extranjera–, en 1960 los pueblos africanos tomaron conciencia de que podían reasumir la dirección de sus propias vidas, sin que otros tomaran las decisiones por ellos.

La rebelión anticolonial era una necesidad vital, y por tanto, un objetivo prioritario irrenunciable. La situación colonial había dejado al africano en la frontera, entre lo animal y lo humano, pues no existía más que en función de las necesidades del colonizador. Lo de menos era el modelo de colonización; como escribió Albert Memmi en Retrato del colonizado, un sistema social que perpetuó tantas miserias –suponiendo que no las creara– que podía mantenerse mucho tiempo: “¿Cómo puede alguien atreverse a comparar las ventajas e inconvenientes de la colonización? ¿Qué ventajas, aunque fueran mil veces mayores, podrían hacer admitir tales catástrofes, interiores y exteriores?”. Esta idea la resumió Jean-Paul Sartre en Colonialismo y neocolonialismo: “No es cierto que haya colonos buenos y malos: hay colonos, y eso basta”.

Un repaso de los textos de los líderes africanos del momento, como Kwame Nkrumah, Patrice Lumumba, Jomo Kenyatta, Tom Mboya, Julius Nyerere, el tan olvidado como influyente Frantz Fanon, indica con claridad que la soberanía no era un fin en sí mismo, sino un medio. Las independencias fueron concebidas y reclamadas como primer paso para alcanzar la libertad y el desarrollo, puesto que los negros venían sufriendo no sólo una marginación histórica, sino continuas vejaciones.

El diseño elaborado por los padres de las independencias estaba destinado a devolver al africano su condición plena de ser humano y el completo disfrute de sus derechos y libertades. Fanon escribió en Los condenados de la tierra: “Lo que exigen (las masas colonizadas) no es el estatus del colono, sino el lugar del colono. Los colonizados, en su inmensa mayoría, quieren la finca del colono. No se trata de entrar en competencia con él. Quieren su lugar”.

Pero el anticolonialismo no se puede reducir sólo a la dimensión economicista o clasista. Se funda, sobre todo, en la idea humanista de la recuperación de la dignidad del africano, negada por la realidad colonial. La discriminación racial era transmitida a través de todas las instituciones de la sociedad colonial, determinando el comportamiento individual y social de colonizadores y colonizados.

Mecanismos de compensación

El mundo colonial estaba caracterizado por el dominio y la explotación, pero también por la aceptación de la cultura y la civilización extranjera, negando la propia como “salvaje”. Por lo que el conflicto individual era inevitable. Las normas extranjeras, inoculadas a través de la escuela, los medios de comunicación, los libros, las películas, los anuncios comerciales y las prédicas de las distintas confesiones religiosas, crearon un estereotipo hecho por el colonizador. Ante el dilema, el colonizado reaccionó con mecanismos de compensación. Por ejemplo, la enérgica y a veces violenta huida hacia las viejas tradiciones que se puede observar en ciertas sociedades africanas, desposeídas de sus funciones vitales desde hace mucho tiempo, tienen un carácter regresivo, reivindicativo.

Al aferrarse al mundo tradicional, estancado durante la intervención colonial se produce un rechazo genérico de la civilización colonial, y, con ella, también del progreso técnico, de lo que conocemos como “modernidad”. Para el africano, con mentalidad del colonizado resulta imposible distinguir entre la tendencia represiva y la tendencia general del progreso humano. Y ello es la consecuencia de la inseguridad que dejó en el africano la situación colonial, que condiciona su conducta completamente ambivalente hacia todas las normas e instituciones de ese sistema. Es una reacción de rechazo inconsciente por parte del colonizado, que cuestiona el colonialismo en bloque y teme manifestar un tácito entendimiento con la opresión al permitirle concesiones.

Esa es la situación que, a los 40 años de las independencias, todavía paraliza al africano, constreñido entre la tradición y la modernidad, impidiéndole el progreso. Pero, con todo, y de modo general, podemos atribuir al colonialismo una función positiva, como un medio de lucha contra la discriminación racial y cultural, cuya aportación a la transformación del pensamiento de los modos de vida en este umbral del nuevo milenio resulta evidente.

Partido único y corrupción

Cuarenta años después de las independencias asistimos a la quiebra de los valores primigenios que sustentaron el anticolonialismo, como la libertad y la prosperidad de los africanos, o la cohesión económica y política del continente. ¿Qué ha pasado en estas cuatro décadas para que el optimismo inicial se haya trocado en una decepción generalizada, rayana en la desesperanza? ¿Es cierto que, como arguyen algunos observadores foráneos, los africanos se han mostrado incapaces de articular sus propios estados, de autogobernarse?

Para responder a estas preguntas, es necesario situar primero el contexto. Las independencias africanas se obtuvieron durante la “guerra fría”, lo cual impidió el desarrollo de modelos genuinamente africanos, consagrándose a nivel continental la doctrina de “quien no está conmigo, está contra mí”. Se implantaron entonces en Africa una serie de regímenes de partido único, en los que se suprimieron las libertades individuales y colectivas; un solo líder asumió el mando único de la nación, sólo secundado por los miembros de su tribu o clan; se sacralizó el Estado; la corrupción fue institucionalizada, a la par que el nepotismo y el clientelismo; la exacerbada ambición fue estimulada por potencias extranjeras, y la política se convirtió en la única industria, a través de la cual se podían conseguir no sólo poder, sino dinero y un mínimo de seguridad. Todo ello bajo el pretexto de la construcción de la Nación, la afirmación de la personalidad africana y el anticolonialismo.

Este modelo ha servido tanto para las dictaduras de derechas como para las de izquierdas, y a menudo se confunden los lenguajes de los diversos regímenes, de tal forma que la retórica ha llegado a ser perfectamente intercambiable, ambivalente, y casi no se puede distinguir un modelo político de otro si nos limitamos a leer los discursos o a examinar las Constituciones y demás leyes. Apenas existe diferencia conceptual entre el “nacionalismo de derechas” de un Mobutu Sese Seko, del antiguo Zaire, o de un Gnassingbé Eyadema, de Togo, y el “nacionalismo de izquierdas” de un Sékou Touré en Guinea-Conakry o de un Menghistu Haile Mariam en la Etiopía que siguió al derrocamiento del emperador Haile Selassie, en 1974.

Al mismo tiempo, Africa produjo una serie de líderes inclasificables e incalificables, como Francisco Macías en Guinea Ecuatorial, Idi Amín en Uganda o Jean-Bedel Bokassa en la República (Imperio) Centroafricana, cuyo denominador común fue la barbarie que implantaron en sus países ante la pasividad de la comunidad internacional, con independencia de la supuesta ideología en que trataron de disfrazar su locura destructora.

En busca de un modelo propio

Africa viene debatiéndose en busca de un modelo propio de desarrollo político y económico. Así, se acuñaron diversas teorías supuestamente salvadoras, como el “socialismo africano”, “la comunocracia” o la “autenticidad”, ninguna de las cuales, pese a su atractiva formulación teórica, ha servido para que el africano encuentre el camino que le lleve al progreso y a la libertad.

Al contrario, el africano se ha encontrado, al hilo de estas propuestas, privado de sus derechos fundamentales, más empobrecido material y espiritualmente, al secuestrar el poder constituido las ideas básicas del anticolonialismo y convertirlas en estandartes demagógicos que lo justifican todo, incluso las más espantosas violaciones de los derechos humanos.

Los dictadores que se suceden en nuestros países se han apropiado, prostituyéndolo, del lenguaje y de los símbolos de la lucha anticolonial para ponerlos al servicio de sí mismos y de los intereses foráneos que les respaldan, en contra de las aspiraciones de sus pueblos.
Ese mismo contexto de rivalidad entre las superpotencias (o de los bloques económicos y sociales, como se prefiera) que dominó la política internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial generaría, o prolongaría, conflictos africanos como las guerras de liberación en las colonias portuguesas y su subsiguiente degeneración en guerras civiles; la frustrada independencia del Sahara Occidental, o condicionaría la solución en falso de la independencia de países como Zimbabue, o impediría el establecimiento en Suráfrica de una democracia, prolongando artificialmente la vigencia del régimen segregacionista blanco.

Tampoco conviene olvidar que las independencias africanas fueron otorgadas bajo el condicionamiento de que los nuevos países siguieran sirviendo a Europa y Norteamérica como fuentes de materias primas a un precio verdaderamente exiguo. Por eso la antiguas potencias coloniales colocaron en el poder en cada capital a sus hombres de confianza, bautizados como presidentes de Repúblicas, y se aprestaron a reprimir con toda contundencia cualquier aspiración autonomista o democratizadora.

Es el caso de Patrice Lumumba en la República Democrática de Congo, asesinado por Mobutu en nombre de los intereses políticos y económicos de Occidente, o el de Kwame Nkrumah en Ghana, derrocado para que su país no pasara a la órbita comunista; pero también es el caso de la represión de numerosos movimientos populistas en países como Benín, Togo, Camerún, Senegal, Burkina Faso o Gabón, donde las tropas francesas impusieron a sus hombres en contra de la voluntad de los pueblos sublevados.

El neocolonialismo provocó también guerras, como las de Biafra o Katanga, o condenó a países como Níger, Burkina Faso, Congo-Brazzaville o Nigeria a la inestabilidad crónica. Y, como consecuencia de todo ello, Africa pasó a ser gobernada no por los dirigentes elegidos por sus pueblos respectivos, sino por potencias extranjeras; no por sus ciudadanos más capacitados, sino por los que mejor aseguraban los intereses foráneos. Esa estrecha alianza entre las dictaduras civiles o militares y las empresas explotadoras de los recursos naturales africanos es la que caracteriza la política continental en estas cuatro décadas, impidiendo cualquier intento de desarrollo.

Ricos pero empobrecidos

Salvo en contados países, la industria africana es sólo subsidiaria de las firmas multinacionales, y no se le ha permitido un desarrollo autónomo; las inversiones en Africa están viciadas por la pretensión de unas ganancias fáciles e inmediatas, bajo el pretexto de la inestabilidad política; el comercio no se rige allí por las leyes liberales internacionales, sino que está sometido a un estricto proteccionismo, heredado de las antiguas zonas exclusivas de la época colonial.

Además, no se ha potenciado el intercambio económico interafricano, pese a la proliferación de organismos de integración subregionales, que son más bien estructuras burocráticas carentes de contenidos reales y alejados de las necesidades de la gente; a pesar de que 20 de las 53 naciones africanas tiene menos de cinco millones de habitantes, debilidad demográfica que condiciona la economía de los países, y más si tenemos en cuenta la poca capacidad adquisitiva de las poblaciones.

En lugar de fomentar la agricultura y promover el autoabastecimiento con los productos locales, se sigue primando el monocultivo de los productos de exportación, y la población es obligada a acostumbrarse a consumir productos importados. Este es el caso del arroz en países como Senegal; importa 400.000 toneladas, que cuestan anualmente al país unos 136 millones de euros. ¿Consecuencias? Además de esa sangría en divisas, la dependencia alimentaria y las hambrunas. Según cálculos del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, publicados a principios de abril, más de 12 millones de africanos corren peligro de morir de hambre si no se les suministra con urgencia 940.000 toneladas de ayuda.

Con sus recursos económicos controlados por extranjeros, su política mediatizada por el intervencionismo neocolonialista, sojuzgados por una pléyade de tiranos, empobrecidos, enfermos e ignorantes, ¿cómo puede esperarse que los africanos se desarrollen y vivan sus vidas con normalidad?

No resulta extraño, pues, que Africa esté como está, con los índices de desarrollo humano más bajos del planeta, pese a las inmensas riquezas del continente. Los demás pueblos del mundo se han acostumbrado al cliché de un Africa famélica, inestable, de donde nunca procede una noticia agradable, cliché que viene siendo alimentado desde hace al menos un siglo, y que ha tomado estado de naturaleza desde las dos últimas décadas. Por eso es tan importante decir que, pese a lo que difunden a diario los medios de comunicación, no existe un solo país africano pobre.

Níger, Burkina Faso o Mozambique suelen ocupar los últimos lugares de las estadísticas de desarrollo mundial; pero ¿dice alguien que Níger produce importantes cantidades de uranio, que Burkina Faso exporta algodón, oro y manganeso, o que los 18,4 millones de mozambiqueños podrían sobrevivir con sus fondos pesqueros, su hierro, su bauxita, sus piedras preciosas, entre otros productos agrícolas y minerales?

Ahora que todo el mundo habla, con razón, de las fantochadas del dictador zimbabuo Robert Mugabe, tampoco está de más recordar que la raíz del problema se halla en que los 4.500 granjeros blancos poseen el 70 por ciento de las tierras fértiles del país, situación que no fue resuelta por los acuerdos de Lancaster House de 1979, mediante los cuales el país accedió a la independencia un año después. ¿Hasta cuándo se puede mantener esa situación, que confinó en las tierras improductivas a los 12 millones de zimbabuos negros?
Es evidente que se le pueden reprochar a Mugabe muchas cosas –su demagogia, su afán de perpetuarse en el poder o su recurso al terrorismo de Estado para afrontar una situación que no quiso o no pudo resolver en 20 años de mandato–, pero también es claro que urge una reforma agraria en Zimbabue, y en otras partes de Africa, que restablezcan la equidad después de más de un siglo de injusticias consagradas por el colonialismo.

Libertad y desarrollo

A la vista de la situación del continente africano, se hace necesaria una nueva definición de las políticas locales, y también de las internacionales. Palabras como “nacionalismo” y “anticolonialismo”, de las que tanto se ha abusado desde los años 50, tienen que recuperar su sentido primigenio y servir de base para que el africano recobre su dignidad y su libertad. “Libertad y desarrollo” debería ser la consigna para el Africa del nuevo milenio: una libertad basada en la idea de la persona humana como centro de toda acción política, y un desarrollo que venga a dignificar las vidas de los negros.

El Africa del mañana, para que no siga fracasando como la del pasado y la actual, debe asumir los valores éticos de nuestro tiempo, como el indeclinable respeto de los derechos humanos y el pluralismo como valores políticos y sociales. Pero también debe conquistar la independencia económica sobre la base de un intercambio comercial más justo y una explotación más racional de sus recursos naturales, invirtiendo los beneficios de sus exportaciones en infraestructuras: sanitarias educativas, viviendas, comunicaciones, etc.

Ello requiere que la cultura africana, convenientemente dinamizada, sea el eje que articule las nuevas transformaciones. Para lo cual los intelectuales africanos deben recuperar ese papel que apenas han podido ejercer en sus sociedades, de intermediarios entre el pasado y el futuro. Así como no todas las tradiciones son válidas ahora mismo, tampoco deben ser desechadas aquellas que constituyen la médula de nuestro ser. Esa labor de criba es necesaria para que las sociedades africanas no terminen siendo aniquiladas por una modernidad a menudo alienante, que ha perdido los valores humanos. Pero, para que todo ello sea posible, también es necesario que las demás culturas se acerquen a Africa con respeto, y no como si todo lo africano debiera ser barrido.

Excluidos

GERARDO GONZÁLEZ CALVO

Hace poco más de diez años se desmoronó el muro de Berlín y en Africa, al rebufo del nuevo viento de libertad que sacudió los países del Este, cayeron en cascada regímenes militares y partidos únicos, que habían crecido bajo el manto protector de las potencias occidentales y, en menor grado, de la Unión Soviética y sus satélites, según el lenguaje de la época. En el Africa subsahariana proliferaron las Asambleas constituyentes, se multiplicaron los medios de comunicación social, sobre todo la prensa, algunos dirigentes absolutistas plagiaron aquella famosa declaración de principios de nuestro rey Fernando vii:“Vayamos todos juntos y yo el primero por la senda constitucional”. Desgraciadamente, también con escaso fervor y convicción;porque muy pronto percibieron que no hay mieles más dulces que las elaboradas en los panales del poder ni cuentas corrientes tan abultadas como las que se amasan en los aledaños de la Hacienda Pública.

Asistimos ahora en Africa a una devaluación democrática, a más guerras que nunca, a más conflictos e inestabilidad, a más éxodos. Y, por ende, también a más barbarie. ¿Qué ocurrió para que esta década de los noventa no haya podido ser tan prodigiosa como se preveía? Hay dos factores claves:intervencionismo foráneo –escandalosamente patético en Ruanda, los dos Congo y Angola– y bandidismo de los gobiernos locales.

Africa no se ha hecho a sí misma;la han hecho a su antojo quienes primero la despoblaron durante la ignominosa trata de esclavos y después la exploraron, fragmentaron y colonizaron con el único propósito de esquilmar sus recursos. De la musculosa mano de obra para las plantaciones de caña de azúcar, de maíz y de algodón en América hasta las excavaciones en busca de minerales media sólo una estrategia que, a la postre, se resume en interés.

Africa ha contribuido al desarrollo de Estados Unidos y de Europa mucho más de lo que se difunde en los libros de Historia. Ylos africanos asisten hoy, sobrecogidos, al nuevo desorden mundial, que tiene ya marcadas las líneas divisorias del desarrollo y del progreso bajo la batuta de la globalización, que señala, además, quiénes tienen derechos y quiénes no, quiénes son objeto de injerencia humanitaria y quiénes no.

¿Qué papel juega el Africa negra en esta nueva oleada de intereses, qué pinta en este mallazo tejido a los acordes del pensamiento único? Mucho y nada. El continente sigue conservando el atractivo del subsuelo, ese escándalo geológico que fascina con el brillo de los diamantes, del cobalto, del uranio, del petróleo… Y, al mismo tiempo, su mejor contenido –los ya casi 800 millones de africanos– son tratados como mercancía no ya barata, sino desahuciada.

La “aldea global” es un concepto comunicacional, que intuyó Marshall McLuhan ante el avance de las tecnologías, que dio paso a la telemática y ahora a la red de redes: internet. Todos intercomunicados en un espacio sin barreras, consumiendo información y mensajes cada vez más sugestivos, seleccionados astutamente para que el negocio no decaiga.

Pero en esta “aldea global” no hay corralas con vecindarios avenidos y solidarios sino corralizas segregadas. Cayó el muro de Berlín y se presumió que se derrumbaba la intolerancia, pero al mismo tiempo se levantaron barreras inaccesibles para quienes no pudieran demostrar el pedigrí de visas, que es el nuevo rasero de la globalización. Los africanos, antes explotados, son ahora los segregados, los excluidos.

Le pregunté una vez a un obispo africano, con cierto candor periodístico:¿qué pecado ha cometido Africa para merecer esto? Se me quedó mirando unos segundos, y me respondió con aplomo: “El mayor pecado no lo han cometido los africanos, sino ustedes los europeos;los africanos estamos pagando la consecuencia de sus pecados, los pecados de antes y de ahora”. Me dio una magnífica lección.

Efectivamente, Africa es un continente muy rico con países muy empobrecidos. Esta paradoja es posible por muchas razones, las mismas que explican la guerra de Angola, la guerra de Sudán, la guerra de los Grandes Lagos… Son guerras de expolio de recursos, de proliferación del mercado de armas y de un canallesco incremento de niños soldados: unos 120.000 en estos momentos. Las armas se fabrican en el Norte y matan en el Sur.

Los recursos brotan en el Sur y enriquecen al Norte.

Estas paradojas terribles son las que abastecen los cementerios, las que propician los campos de refugiados, las que inducen a miles y miles de jóvenes a subir a cualquier patera, a cualquier tren de aterrizaje, a cualquier camión, incluso jugándose la vida, para huir hacia el Norte.

Estos grandes excluidos tienen poco que perder en el intento. ¿La vida? Saben que la tienen perdida de antemano, si no encuentran un refugio en los países de la superabundancia, aunque sea para olisquear sus despojos. Así se lo han hecho ver y creer.