La vejez: de negación a preparación

La vejez: de negación a preparación

por Anna Arroba
Cuando nacemos, en general, somos envueltas por brazos protectores. Es mi ambición que cuando sea vieja, muy vieja, también seré envuelta por brazos protectores cuando lo necesite, ojalá por los mismos seres a quienes les brindé protección, y de esta manera cumplir el ciclo de la vida como siento que debe ser. No quiero ser una vieja abandonada, o pobre, o enferma. No quiero volverme gris e invisible, o llegar a sentir repulsión ante mi propio cuerpo. No quiero que me hablen como si fuera una niña grande asexuada que no ha vivido y que no sabe oír o entender lo que le están diciendo. Tampoco quiero siempre ser una “viejita dulce”, ni tampoco tan rabiosa. Pero si me sale la rabia que se entienda como sabiduría, y como un derecho a rechazar lo que no me gusta, y como un deber de llamar las cosas por su nombre. Y si soy indiferente, me lo gané. Y quiero, por encima de todo, salirme de las estadísticas de horror que revelan que las mujeres viejas son las personas más pobres y abandonadas en este mundo.

Hay dos verdades en la vida: nacemos y morimos. Nuestro nacimiento y temprana vida, por bueno o malo, está en manos de otras personas. En gran medida nuestra adultez, la maternidad, la sexualidad, la salud, la espiritualidad, están en manos de los estados, la religión, los maridos, los médicos, los abogados… todo menos en nuestras manos. Afortunadamente nuestros esfuerzos están cambiando esta situación poco a poco y nos vamos apoderando de lo nuestro y haciendo mellas en los imperios patriarcales. Pero nuestra madurez y envejecimiento, eso que tememos porque así como ha llegado a ser es temible, en nuestros países está mayoritariamente en manos de la medicina, la gerontología, la industria farmacéutica y la suerte.

Desde hace muchos años vivo consciente de esta situación, y me he cruzado los dedos en esperanza de que no me pase a mi, que mi suerte sea diferente. Pero esta situación no llegó a existir por mala suerte. Existe por razones políticas, culturales, sociales y económicas. Esta situación tiene una historia larga. Es importante saber cómo hemos llegado a ser como somos, para entender cómo las mujeres hemos internalizado a perfección no sólo la negación y el rechazo de nuestro propio envejecimiento, sino también el rechazo a las viejas.

Las consecuencias de la negación y el rechazo son muy serias para nosotras individual y colectivamente. Significa que no nos asumimos y que llegamos desprevenidas y sin preparación a todas las etapas y ciclos de nuestras vidas. Creo intensamente que es posible y preciso cambiar este patrón cultural por nuestro bienestar, salud, identidad, futuro, felicidad…todo.

¿Qué tenemos que cambiar?

Sabemos suficiente sobre el cambio de dieta, las vitaminas y minerales, los ejercicios que debemos hacer para mantenernos ágiles y fuertes, aunque esto es realizable para una minoría nada mas, hasta ahora. Comenzamos a visibilizar y desmitificar la actividad sexual de mujeres y hombres bien entrados los setenta y más años, para nombrar algunos “avances”.

Hay que profundizar aún más sobre el hecho que las mujeres viejas cuidan a todo el mundo, incluyendo a los ancianos. Hay que visibilizar la tremenda soledad y abandono de algunas personas viejas, algunas parqueadas en los asilos, como un problema ético y moral serio de nuestras sociedades.

También de importancia, es conocer la historia de la salud de la familia para saber mejor sobre nuestra genética y por dónde pueden aparecer nuestros malestares, no como un fatalismo inevitable, sino para saber mejor cómo prevenir. No es automático que vamos a ser diabéticas por el hecho de que la madre/padre lo fue, aunque es un punto que hay que revisar y cuidar. Y de vital relevancia, hay que prepararnos desde muy temprana edad para aceptar nuestro envejecimiento con cariño y sabiduría, para vivirlo bien.

Como con todo, en la medida que se vayan preparando más temprano, mejor son las probabilidades de alcanzar los años maduros con salud y autodeterminación. Si ya tenemos 50 años o más, podemos empezar esta preparación lo más antes posible. Generalmente, nosotras mujeres que tanto nos descuidamos a lo largo de la vida en nuestro afán de estar cuidando a los demás, llegamos al tope de la resistencia ya pasado los 40. Nuestros cuerpos sabiamente con frecuencia hacen huelga, como indicación de agotamiento y de abuso.

Suena fácil, como los “tantos” pasos para lograr … lo que una quiera. No obstante, sabemos muy bien que no es así. Llegar a hacer algunas de las actividades propuestas significa un vuelco en el pensamiento/sentimiento de la persona. Porque pensar en una misma es una revolución interna de profundos significados. Conlleva un cambio en la actitud hacia una misma y hacia los procesos vitales nuestros y, esperamos, también un cambio en el comportamiento.

Crear una idea

Pero hay un aspecto que quisiera agregar. Cuando se desea crear cambios, un precursor necesario a las acciones es la creación de una “idea”, en este caso, sobre nuestra vejez. Una idea creada por nosotras mismas sobre la mujer vieja. Una idea imaginada para que nos nutra las acciones y las actividades propuestas, que nos amarre y que cuaje nuestras acciones individuales y colectivas.

Ya existe una “idea” cultural sobre la vejez y sobre las mujeres viejas, llena de estereotipos negativos, objeto de burla. Existe la “idea” de que es natural envejecer como lo estamos haciendo; que es natural rechazar el envejecimiento, que después de la menopausia la mujer no sirve, que no es atractiva sexualmente; existe la imagen de la “mujer ideal” como paradigma para juzgar a todas las demás mujeres y nosotras mismas, entre tantas ideas. La mujer mayor pocas veces es representada como capaz e independiente y sexualmente activa. Nosotras no hemos creado la “idea” que existe, pero sí contribuimos a sostenerla mientras no creamos y creemos nuestra propia idea. Crear una idea desde nosotras es una acción/emoción afirmativa que ayuda en la transición que deseamos abarcar.

Entre varios conceptos que me han ayudado a crear mi idea, está el de la “sabia” y, la frase de Barbara Walker que me conmueve profundamente por todo lo que implica: “era un honor ser vieja”, referiendose al papel de las viejas sabias en las culturas prepatriarcales cuando se veneraba la edad. Cómo hemos llegado al presente en donde ser vieja es una desgracia en aspectos económicos, de estatus social y cultural, de auto rechazo, de poder, es lo que vamos a ver.

Aunque es triste como tantas de nosotras mujeres nos referimos a nuestras abuelas y madres como el modelo de lo que no queremos ser, nutramos nuestra idea entonces con otros modelos actuales. La madre de una amiga cuando enviudó anunció que iba a realizar su sueño de vivir en París por un tiempo y que no esperaran de ella servicios de cuido de nietos en ningún momento. Incluso, les dijo categóricamente que no llegaran sin invitación. Conosco de otras abuelas que empiezan sus propios negocios; otras que ingresan a alguna universidad; otras que son sanadoras; otras que son líderes de sus comunidades y que desde la nada han luchado por la creación de calles, luz eléctrica, agua, clínica, escuela y transporte en lo que anteriormente eran comunidades de precaristas. Son tantas las mujeres que nos dan esperanza por su resistencia y porque han decidido conscientemente no morirse en vida.

¿Quién era la vieja?

La vieja sabia era la personalidad más fuerte de la diosa en los tiempos prepatriarcales. Más fuerte que cualquier dios. Y era muy temida. Hasta no reprimir la figura de la vieja las religiones patriarcales no lograron el total control de las mentes.

La vieja sabia (en ingles “crone”) generalmente era la tercera representación de los tres aspectos de la diosa triple, ejemplificada en figuras como Kali la destructora, Cerridwen, Hecate, Morgan reina del mundo subterraneo, Macha, Perséfone. Todas representaban la vejez o la muerte, el invierno, el día del último juicio, la luna creciente, y otros símbolos de la destrucción inevitable o la disolución que precede a la regeneración.

La divinidad en su triple aspecto representa a la Diosa del Cielo, de la Tierra y del Infierno. En tanto que Diosa del Cielo era la Luna: la Luna nueva es la Diosa niña, la Luna llena es la Diosa mujer y la Luna creciente es la Diosa anciana y sabia. En tanto que Diosa de la Tierra animaba a los árboles, las plantas y los animales; dominaba las tres Estaciones: primavera, verano e invierno. En tanto que Diosa del Infierno se ocupaba del nacimiento, la procreación y la muerte (Dunn Mascetti, 1992).

En el prepatriarcado las mujeres viejas eran la fuente de sabiduría, leyes, capacidades de sanación y de liderazgo moral. Sus arrugas hubieran sido símbolos de honor, no de vergüenza. En la Europa pre-cristiana las viejas estaban a cargo de los rituales religiosos y de los sacrificios oficiales. En el Oriente Medio y Egipto, muchas mujeres mayores servían en los templos de las Diosas, impartiendo una variedad de servicios eclesiásticos. Eran médicas, parteras, cirujanas, y consejeras sobre el cuido de la salud, de la crianza de l@s hij@s, y de la sexualidad. También estaban a cargo del cuido del alma. Llevaban a cabo ceremonias para todos los eventos desde el nacimiento y la muerte. Como escribas mantenían los libros y los archivos en los templos y las cortes, escribían historias, mantenían memorias vitales y tablas oficiales de pesos y medidas. Las mujeres mayores eran las maestras religiosas y seculares, las educadoras universales de l@s jóvenes (Walker, 1988).

Es probable que en su madurez y vejez las mujeres entraban en una etapa muy productiva, una época creativa. Hoy en día la sociedad ve a la vieja como alguién inútil y no hermosa. No es sorprendente que tantas mujeres se llenan de ansiedad cuando l@s hij@s se van. La cultura no les ha asignado un rol donde su experiencia y sabiduría se puede usar.

Según Walker, el hombre patriarcal desea que la mujer continue en el papel de sirvienta dedicada y no remunerada. Una de las razones es que el hombre patriarcal debe negarle a la mujer las funciones naturales que antes eran de ella: como jueza, curandera, sabia, árbitra de las leyes, la moral y la ética, dueña de los mitos sagrados, mediadora entre el mundo de la carne y el espiritu, y sobre todo, la función de la vieja: sacerdotisa de los funerales y Madre de la Muerte, la que controlaba las circumstancias de la muerte así como controlaba los de los nacimientos.

Decían en el Oriente que las verdaderas amantes de la Diosa debían no únicamente amar sus imagenes bellas, sino también su imagen fea de destructora. La vieja también representaba la tercera etapa, la posmenopausia, de la vida de las mujeres, y sus santuarios eran atentidos por mujeres posmenopáusicas. Debido a que se pensaba que las mujeres se volvían muy sabias cuando dejaban de soltar su sangre lunar, ya que la retenían en sus cuerpos, la vieja era generalmente la Diosa de la Sabiduría – como Minerva, Atenea, Metis, Sofia y Medusa.

Muerte de la Vieja

El rechazo a la muerte natural hizo que los religiosos del nuevo sistema patriarcal erradicaran a la vieja precisamente porque les recordaba que la vida era finita. La tradición judeo-cristiana insistió que la mujer es la que causaba la muerte por la desobediencia primordial de Eva y que la muerte era un castigo. Para los hombres cristianos, escribe Barbara Walker, era preferible un infierno de tortura eterna que la noexistencia. El terror a la muerte y la idea que la mujer la causa, llevó a los patriarcas a matar a las viejas y a las mujeres mayores cuando conquistaban nuevas comunidades, y también a la tortura y quema de mujeres calificadas de brujas en la Europa de la Inquisición entre los siglos 13 y 17.

Comenzamos a descubrir que los arquetipos pueden ser suprimidos pero no destruídos, y que la supresión de éstos puede ser socialmente catastrófica. La vieja sabia no estimulaba los holocaustos de la guerra y los asesinatos en el esfuerzo inútil de exorcisar el miedo a la muerte proyectándolo y dirigiendolo a otros. La vieja, como la naturaleza con quien se comparaba a la mujer, representaba la parte cíclica de la vida y, además ella preparaba la comunidad para este evento natural. Ella estaba a cargo de la vida y de la muerte. Ella tomaba las decisiones. Central a las culturas prepatriarcales estaba la idea de “ella que introduce la vida también introduce la muerte” como parte del reciclaje universal. Lo que nace también muere. Toda materia o forma viva sirve como nutrición para otras formas.

Pero más allá de este miedo masculino reside otra verdad que aún sobrevive. Y es el miedo que los hombres tienen a nuestro rechazo, a que le digamos no. Cuando desaparecieron a la vieja sabia crearon mandatos y leyes para excluir a las mujeres de la creación de lo simbólico religioso, político y social. Condenaron a las mujeres a la obediencia y al silencio y a la no intervención en sus políticas de destrucción y genocidio, y diabolizaron a la vieja, sus rituales y deidades. No es casual que cuando llegamos a nuestra maravillosa sabiduría entrando la menopausia, nos tildan de histéricas, menopáusicas, o inservibles e inútiles etc. Oír a las mujeres no es lo que quieren los padres de nuestro mundo. No les conviene.

Pero esa vieja sabia está en cada una de nosotras aún. ?Cuántas de nosotras no nos referimos a nuestra inteligencia/intuición como a “mi vieja sabía”? Es ella la que critica y sabe muy bien lo que no le gusta. Y es ella la que tenemos que rescatar, revivir y amar porque ella sabe decir no a lo inaceptable. La situación de las mujeres mayores y ancianas en el mundo entero es totalmente inaceptable.

¿Qué hacer?

Ya hemos comenzado. Muchas hemos rescatado a la bruja por ejemplo. Sabemos que bruja quiere decir mujer sabia, y además que eran/son las parteras, curanderas, hierbateras, aborteras, entre otras cosas. Intuímos que si hubieramos vivido hace dos o más siglos a la hoguera nos hubieran llevado a muchas! Hay cierta complicidad entre nosotras, no tanto porque nos reunimos y hacemos cosas juntas, aunque eso es muy importante, sino porque creamos, o rescatamos una idea. Y en esa idea reside la memoria ancestral colectiva de todas, y la imagen de fuerza, saber, independencia y autodeterminación.

Bueno, hagamos lo mismo con la vieja y la mujer mayor. Lo que le hicieron a la vieja sabia y a la bruja, lo llevamos nosotras en el alma, porque después de miles de años y de siglos, estamos viviendo las consecuencias desastrosas de esas acciones. La “mala suerte” que mencioné anteriormente, es el resultado del genocidio, nada menos. El silenciamiento y la desaparición de la vieja sabia del imaginario colectivo nos calló y nos des-membró a todas, y permitió que los padres, los que no cuidan la vida, se hicieran cargo no sólo de ésta sino también de la muerte violenta, sin que ninguna vieja sabia les reprochara por su irreverencia a la vida.

Podemos cada una organizar nuestra vejez asegurándonos pensiones, compañía, seguro de salud, hijas y nietas que nos cuiden, vivienda segura, etc., aunque sabemos que esto es la suerte y capacidad de un porcentaje minoritario de mujeres. Pero hay que ir mucho más allá de nuestros destinos privados para politizar esta situación y para irnos encontrando entre nosotras en una cultura de nuestra hechura, donde estamos incluidas y bien representadas.

Hay un creciente movimiento de crones – viejas sabias – en los Estados Unidos, donde las mujeres quieren envejecer juntas y conscientemente recrear tradiciones para desarrollar el compañerismo, rituales espirituales y apoyo mutuo. Muchas de estas sociedades de viejas sabias están constituidas por mujeres entre los 50 y 90 años y tienen nombres como Las Tías Atrevidas (Wicked Aunties), Mujeres Veloces (Fast Women). Están conscientes de que para el 2000 el 42% de la población femenina tendrá más de 50 años. Sumando a esta estadística el hecho que las mujeres entre los 40 y 60 años es la población con más crecimiento, queda claro que aquí tienen los ingredientes, nó para una receta, sino para una revolución!

Aunque no hay retornos en la vida, y menos en la historia, mucho de lo perdido puede ser encontrado de nuevo – memorias tradiciones, símbolos. Nuestras viejas sabias nos enseñan que incluso cuando perdemos algunas cosas, como nuestra juventud, y la belleza física de esa época, incluso nuestr@s companer@s, también encontramos otros dones, como el don del auto conocimiento.

Es tiempo de dejar atrás la idea que envejecer es sólo perder, y es tiempo de visibilizar y asumir las ganancias del conocimiento, la sabiduría, el humor. Es tiempo de recuperar el conocimiento femenino, la celebración profunda, la alegría del saber – nuestro gnosis femenino – que viene no sólo de la tradición, sino también de sentir orgullo y un poder consciente. Es tiempo de integrarnos, de conocernos como mujeres y hermanas, de envejecer juntas, de crear juntas el viaje sagrado de la sororidad. Es tiempo de que ser una vieja sea un honor otra vez.

Bibliografia

Colectivo Editorial de Boston para la Salud de las Mujeres, Envejecer Juntas, Paidós, Barcelona.
Dunn Mascetti, Manuela (1992), Diosas. La Canción de Eva, Robinbook/Círculo de Lectores, Barcelona.
Lerner, Gerda (1986), La Creación del Patriarcado, Editorial Crítica, Barcelona.
Greer, Germaine (1993), El Cambio. Mujeres, vejez y menopausia, Anagrama, Barcelona.
Grogan, Sarah (1999), Body Image. Understanding Body Dissatisfaction in Men, Women and Children, Routledge, London.
Peterson, Brenda (1996) Sister Stories. Taking the Journey Together, Penguin, London.
Walter, Barbara G. (1988), The Crone. Woman of Age, Wisdom, and Power, Harper & Row, San Francisco.

El comunismo en México: entre la marginalidad y la vanguardia

Hemeroteca Directorio Buzón del lector CEMOS
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El comunismo en México: entre la marginalidad y la vanguardia
Publicado en 179 enero 2004 | Concheiro Bórquez, Elvira | Ensayo

Frente a la necesaria revisión crítica de la izquierda mexicana, la cual en muchos sentidos recién comienza, el estudio del significado y alcance que tuvo el Partido Comunista Mexicano (1919-1981) es, sin duda, obligado. Presentamos aquí algunas partes de la ponencia presentada en el Seminario “Territorios y militantes comunistas: un estudio comparado” del Centro de Historia Social del Siglo XX, de la Universidad de París 1, en enero de este año, con el propósito de contribuir a una reflexión abierta y analítica de una memoria que debe mantenerse, como una de las herramientas con que cuenten todos los que buscan la transformación social de México.

Concheiro Bórquez, Elvira

En 1981, en un momento en que gozaba de bastante buena salud, y después de 62 años de una accidentada existencia, el XX Congreso del Partido Comunista Mexicano decidió, en forma unitaria y con plena conciencia de lo que ello significaba, su disolución. Ese acto daría, de inmediato, curso a la formación de un nuevo partido que reunió a expresiones muy diversas de la izquierda mexicana, que iban desde el nacionalismo revolucionario hasta el trotskismo, pasando por algunas otras variantes.

De esta forma, el PCM fue, mucho antes de que fuera posible prever los acontecimientos que llevaron a la caída de los países del “socialismo real” y a la consiguiente crisis de muchos partidos comunistas en diversas regiones del mundo, el primero y, en esas circunstancias el único, en llevar su autorrevisión hasta el punto de su desaparición como tal partido comunista.

La historia del comunismo en México es, la mayor parte del tiempo, la de una corriente pequeña y marginal que, pese a ello, con sus propias particularidades y su aguerrida y persistente actividad, en varios momentos incidió de manera importante en el curso político del país. Así como, en términos generales, su historia es de breves primaveras y largos y obscuros periodos de marginalidad y persecución que lo llevaron en varios momentos a su práctica liquidación, el comunismo mexicano oscila también entre el atraso y la anticipación, entre la inercia y la audacia, entre la marginalidad y la vanguardia1.

Aunque los comunistas mexicanos fueron casi siempre un número muy reducido y débil de luchadores, con escasas herramientas de análisis y que en largos periodos de su historia se sometieron al más primitivo dogmatismo, también supieron aprender en la propia y abigarrada realidad de su país, en la constante lucha de los trabajadores del campo y la ciudad, así como en los embates que protagonizaron otros sectores como los estudiantes, complejos elementos que enriquecieron su perspectiva y los llevaron a tomar posturas y realizar acciones de pronto más avanzadas y audaces que el resto del comunismo mundial. En ese aprendizaje, sin duda tuvo particular importancia la comprensión de la democracia como camino para la transformación social.

En realidad, aunque mucho de su historia es la misma que la del resto de partidos comunistas, en ciertos aspectos el mexicano no entra en esquema alguno. De forma que, por ejemplo, si los comunistas buscaron afanosamente ser una fuerza y un partido de los obreros, ciertamente no lo fueron, con excepción de breves y difíciles periodos; si los comunistas deberían haber seguido determinadas pautas generales de acuerdo con su ideología y las características del movimiento internacional al que pronto se adscribieron, no siempre lo hicieron y llegaron, incluso, a dar muestras críticas asombrosas en un medio como el comunista; si, en correspondencia con el atraso del país, fue una constante su falta de tradición teórica y analítica, de pronto sorprendieron con la creatividad y anticipación de sus ideas.

Para tratar de desentrañar estos hechos, de los procesos contradictorios, de las inesperadas conductas de sus actores, de lo paradójico de muchos aspectos de su historia, es necesario asentar el análisis en lo singular y específico de la complicada realidad mexicana en la que los comunistas trataron siempre de incidir, pero la cual con frecuencia no les resultaba de fácil comprensión.

México: una abigarrada y contradictoria realidad

Es preciso recordar que toda la vida política de México durante el siglo XX estuvo marcada por ese hecho constitutivo2 que fue la revolución mexicana de 1910 que, tras derrocar al dictador Porfirio Díaz, desató durante largos años una cruenta guerra civil. Dado que los momentos constitutivos o catastróficos tienen la condición de poner a la sociedad entera en disposición de reformular sus patrones ideológicos y también -como decía René Zavaleta-“lo que se puede llamar el ‘temperamento’ de una sociedad”, la manera en que se conciben los sujetos sociales a sí mismos y a los demás depende del papel que cumplen en esos momentos definitorios. De igual modo, las formas particulares que adquiere la dominación y las características específicas de las instituciones y el Estado mismo responden a su momento y manera de construcción.

Es de esa revolución que nace el Estado más consolidado y fuerte de América Latina, cohesionado por una poderosa ideología nacionalista, generador de un régimen corporativo y autoritario, de un presidencialismo absoluto, de una contradictoria pero prestigiosa política exterior.

Producto de esa violenta y larga lucha armada en la que estuvieron inmersos los mexicanos, que realmente diezmó al país, las cosas en México resultan con demasiada frecuencia contradictorias. El impulso revolucionario de grandes contingentes, sobre todo de campesinos, dejó su huella en un poder que, buscando representarlo, requería controlarlo y supeditarlo. Para lo cual, entre otras cosas, se edificó como instrumento hegemónico una historia oficial que, exaltando el nacionalismo, incorporó a todos los programas y demandas, logradas o por lograr, así como a todos los participantes en el movimiento armado, tanto a los vencidos como a los vencedores, en la misma lista de fundamentos de la nación y de héroes de la patria.

Por décadas, la medida de todas las cosas en México fue la Revolución Mexicana (con mayúsculas); cualquier acto de gobierno o de su partido, fue realizado en nombre de ella. Considerada como un hecho inmortal, perpetuo, todas las fuerzas políticas del país, incluidos los comunistas, quedarían entrampadas a través de los años en múltiples intentos por definir su carácter, bien exaltando su realización o criticando su incumplimiento. Tal fue la fuerza de dicho acto constitutivo.

A partir de ello, los gobernantes podían hablar a nombre de los obreros y campesinos, exaltar sus luchas y propósitos, pronunciarse incluso por el socialismo como meta, y al mismo tiempo dividir, controlar, corromper y reprimir no sólo a sus agrupamientos más combativos y a sus líderes rebeldes, sino al conjunto de los trabajadores. El resultado final de ello fue una estructura estatal que integró a las organizaciones populares, de obreros y campesinos, a través del partido oficial.

Habría que señalar que esa contradictoria forma de ser del Estado mexicano también se expresó internacionalmente. Desde el discurso antimperialista de los primeros gobernantes posrevolucionarios, pasando por el antifascismo, el apoyo decidido a la república española, la expropiación de las compañías petroleras norteamericanas, el exilio de Trotsky, hechos que se producen durante el cardenismo, hasta el reconocimiento de la revolución cubana y el rechazo a las dictaduras latinoamericanas, como la de Pinochet, por mencionar sólo algunos actos más recientes, la imagen de México en el extranjero fue siempre la de un Estado progresista y solidario, al punto de que, hasta en las filas de la izquierda mundial, se negaba la otra cara dependiente y autoritaria provocando que el apoyo internacional a las luchas del pueblo mexicano fuese siempre marginal y muy pocas las voces de condena ante las acciones represivas del gobierno3.

Un conflictivo momento para nacer

Cuando, en agosto de 1919, se produce la convocatoria para realizar una Conferencia Socialista con el propósito de crear un nuevo partido unitario de las diversas expresiones de la izquierda socialista de entonces, se vivían en el país aún momentos de gran inestabilidad y de constantes conflictos. México estaba aún lejos de haber logrado la consolidación del naciente Estado que emerge tras la revolución.

No obstante, el partido que surgiría de aquella conferencia, entusiasmado por los acontecimientos rusos de 1917 y confiado en las posibilidades aún de alcanzar en su convulsionado país conquistas revolucionarias de fondo, adoptaría en una reunión, realizada en noviembre de ese mismo año, y por una cuestión que tuvo mucho de accidental, el nombre de Partido Comunista Mexicano e iniciaría sus vínculos con la recién formada Internacional Comunista4.

Durante el proceso de construcción de la corriente comunista y de consolidación de su estructura organizativa, no dejaron de estar presentes diversas dificultades y limitaciones que la mantendrían, pese a su participación destacada en algunos relevantes movimientos sociales y huelguísticos5, como una fuerza pequeña6 que apenas se abría camino en la lucha política del país.

Durante aquella primera década desde la fundación del Partido Comunista Mexicano, el país vivió frecuentes situaciones críticas, provocadas en buena medida por la persistencia de los medios violentos y el asesinato político para resolver las diferencias entre las diversas corrientes del movimiento revolucionario y constituir al nuevo grupo gobernante. Así, en mayo de 1920, a los pocos meses de fundado el PCM, el entonces presidente de la República, Venustiano Carranza, quien había logrado, una vez derrotadas las corrientes más radicales de Emiliano Zapata y Francisco Villa, encabezar a la mayoría de las fuerzas que concurrieron al Congreso Constituyente de 1917, fue depuesto como resultado del levantamiento en el norte del país del otro importante jefe militar y caudillo de la revolución, el general Álvaro Obregón, y poco después asesinado.

A finales del año de 1920, después de un breve y conflictivo interinato, fue electo presidente Obregón, el cual también habría de enfrentar varias sublevaciones militares durante su gobierno, una de las cuales, casi al final de su mandato, tuvo relativa importancia7. Obregón, a su vez, será asesinado en 1928, cuando acababa de ser electo para un segundo periodo presidencial8.

De esta forma, a las dificultades propias de aquellos primeros comunistas, la mayor parte de los cuales tiene una precaria formación intelectual, habría que añadir la complejidad de una situación política en la que, en forma cruenta, la lógica misma de la conformación del naciente Estado y del nuevo bloque dominante habría de terminar aniquilando a todos sus líderes principales, organizadores cada uno de ellos de sendos ejércitos populares que durante varios años combatieron en todo el país. En aquellos años, México vivió, por tanto, una situación permanente de inestabilidad, en la que los gobernantes salidos de las filas revolucionarias buscaban a toda costa la contención de los impulsos rebeldes de una agotada sociedad heterogénea que en la confusión de los acontecimientos no atinaba a saber qué hacer, dejándose arrastrar por la confrontación en las filas de los militares revolucionarios. En contraste, entre los sectores de trabajadores de la ciudad y el campo, pareciese como si entonces, negándose a que sus anhelos que los habían llevado al sufrimiento de la guerra civil se esfumasen, un sector entrara en relevo del otro ante las continuas persecuciones y derrotas de que eran objeto todos.

Frente a esa situación del país, los comunistas, como la mayoría de las otras fuerzas políticas, se ven con frecuencia rebasados por los acontecimientos y carecen de elementos suficientes para entender siempre y actuar adecuadamente en aquella contradictoria dinámica del México posrevolucionario. Sin embargo, su perseverante propósito de lograr la unidad y la independencia de los trabajadores, como manera para alcanzar sus objetivos, los guio aun en los momentos más confusos.

En sus primeros años de existencia, los comunistas recogen algunas de las banderas más avanzadas de la lucha revolucionaria mexicana y se asientan tanto en el nuevo movimiento campesino que con dificultades vuelve a emerger en diversas zonas importantes del país, como en la nueva y más importante expresión artística del México posrevolucionario: el muralismo9. Persistentes organizadores, en una etapa en que se acrecientan las luchas obreras a lo largo y ancho del territorio, no sólo impulsan la creación de los sindicatos en ramas en las que no existían, sino que participan de la formación de los primeros intentos de asociación unitaria que tiene la clase obrera mexicana después de la revolución.

Desde los días siguientes a la formación del Partido Socialista, hubo un par de escisiones por causas bastante banales que no trascendieron en la constitución de la corriente comunista mexicana, por lo que, prácticamente desde su origen, ésta tuvo expresión en un solo partido comunista, aunque en el nivel local permanecieron diversos partidos socialistas que tampoco arribaron a conformar una expresión partidista que tuviera relevancia nacional10. No sería sino hasta la década de los años cuarenta cuando se creó un partido socialista (el que, finalmente, se denominaría Partido Popular Socialista) como un nuevo intento de unir a todas las expresiones de la izquierda mexicana, pero que muy pronto derivó en una organización plegada a los designios del poder estatal y que terminaría sin real fuerza propia.

Durante el momento constitutivo del comunismo mexicano tuvo una relativa importancia la influencia y participación activa de militantes extranjeros, varios de origen estadounidense11, algunos de los cuales ocuparon cargos de dirección y lo representaron ante la Internacional Comunista12. En otros momentos de su historia, el PCM también contó con la participación destacada de comunistas de otras nacionalidades, como es el caso sobresaliente del joven cubano Julio Antonio Mella, quien los últimos tres años de su vida, antes de ser asesinado en enero de 1929 por mercenarios a sueldo del dictador Gerardo Machado en el centro de la Ciudad de México, realizó una intensa actividad desde las filas del PCM, del cual fue, incluso, secretario general interino13.

Una de las primeras crisis serias en las que el nuevo partido quedó reducido a su mínima expresión y de la cual lo salvaron los jóvenes que no hacía mucho habían creado la Federación de Jóvenes Comunistas fue, precisamente, el momento en el que el gobierno de Álvaro Obregón decide, en mayo de 1921, expulsar del país a los “rojos extranjeros”. Lo cual también tuvo como efecto que se debilitara a los partidarios de la colaboración entre comunistas y anarquistas y desaparecieran los otros dos pequeños partidos que competían con el PCM.

En correspondencia, los comunistas mexicanos establecieron nexos con los revolucionarios centroamericanos y participaron de los esfuerzos que arribarían a la conformación de los partidos comunistas en esos países, particularmente en Guatemala y El Salvador. Además de las múltiples acciones solidarias con la Nicaragua de Sandino, así como con otras luchas latinoamericanas, un dirigente del PCM participó también en la fundación del Partido Comunista Cubano, en agosto de 1925, lo mismo que Rafael Ramos Pedrueza, entonces embajador de México en Ecuador, quien contribuyó a la organización del PC de ese país. Una primera iniciativa en el ámbito continental, acordada con la IC, fue la creación de la Liga Antiimperialista que se creó en 1924.

Pese a las múltiples dificultades por la que atravesó, se puede afirmar que para el año 1929 el comunismo tenía carta de naturalización en México; contaba con nuevos dirigentes que tenían un importante reconocimiento entre los sectores en lucha de la población; había logrado consolidar su pequeña estructura organizativa y arraigado a sus militantes en diversos sectores sociales. Desde luego, ello no significó que en los periodos posteriores dejaran de ser cíclicas y persistentes las crisis tanto de dirección como del conjunto de la organización partidista de los comunistas.

“En el momento en que se disponían a combatir a muerte el último levantamiento militar del periodo posrevolucionario14 escribe Martínez Verdugo los comunistas podían hacer un balance optimista de los primeros 10 años de su accidentada labor. Habían organizado y dirigían en alianza con los demócratas revolucionarios la más importante organización campesina surgida en el país desde que los ejércitos de Villa y Zapata fueron derrotados y diezmados. Como resultado de su audacia y larga labor entre los obreros, habían dado vida a lo que en ese momento era la segunda central sindical por su número y la primera por su prestigio y autoridad entre los obreros. Bajo la influencia de los comunistas se desarrollaba el movimiento cultural más trascendente de la historia del país: la pintura mural, y crecían nuevas expresiones en la literatura y en la música. Los vínculos del PCM con el ala radical derivada de la revolución de 1910 eran más fuertes que nunca, a pesar de que siempre fueron contradictorios. El prestigio de los comunistas nunca había sido mayor entre la población trabajadora y la intelectualidad”15.

Obreros, anarquistas y comunistas

Como hemos señalado, en la historia de los comunistas mexicanos encontramos, como primera gran paradoja, el hecho de que, concibiéndose a sí mismos como expresión (la más avanzada, se decía) de la clase obrera mexicana, en realidad en pocos y efímeros momentos tuvieron una efectiva e importante fuerza en ella. Este hecho contradictorio llevó al comunismo mexicano, entre otras cosas, a encontrarse con otros sectores de la sociedad en los que se recrearon y tuvieron con frecuencia una mayor presencia e importancia. Por tanto y pese a su terca actividad en el seno de los obreros, en ciertos momentos, el comunismo en México es fundamentalmente una fuerza campesina en otros, una corriente intelectual y artística; en otros más, sobre todo una fuerza estudiantil. Sin embargo, para los comunistas esto era un hecho permanente de frustración, por lo que nunca cejaron en alcanzar su condición obrera, intento en el que sufrieron constante represión y muchas derrotas.

Habría que recordar que en México, dada su condición de país principalmente agrario, la lucha obrera comienza a adquirir una relevancia innegable sólo hasta el momento en que las fuerzas campesinas más radicales, que en la revolución formaron poderosos ejércitos, han sido derrotadas en el país. A diferencia de otros países latinoamericanos por no hacer referencia, desde luego, a los trabajadores europeos, los obreros mexicanos carecían de fuertes organizaciones y su programa e ideario era aún muy precario, pese a que habían dado constante batalla a la dictadura de Porfirio Díaz, la cual durante el último tercio del siglo XIX sometió al país a una costosa vía de desarrollo dependiente y a la asfixia política.

Aunque la actividad de la Asociación Internacional de Trabajadores (la cual se conocería después como Primera Internacional) y, en particular, la obra de los comuneros de París, no pasaron inadvertidas para la prensa obrera mexicana y que algunas de las obras de Marx fueron parcialmente conocidas y publicadas en ella hacia el último tercio del siglo XIX, a diferencia de lo ocurrido tanto en EU como en varios países del Cono Sur del continente, en México no sería sino hasta los preludios de la lucha revolucionaria que sacudió al país desde 1910, cuando dicho pensamiento encuentra condiciones para su difusión.

La corriente que hasta el fin de la revolución había tenido mayor peso y presencia entre los trabajadores había sido, sin duda, el anarquismo, un anarquismo que en su versión magonista tuvo importantes peculiaridades: surgido de los medios liberales y en lucha franca contra la dictadura, el magonismo representó una poderosa corriente de pensamiento que alimentó los fundamentos principales del movimiento armado iniciado en 1910. Partidario de una revolución social que alcanzara la igualdad material, convencido de que la revolución francesa había conquistado el derecho a pensarla sin haberla alcanzado en la vida real16, Ricardo Flores Magón expresó lo más avanzado del pensamiento y la lucha del artesanado y del proletariado mexicano de fines del siglo diecinueve, dando al naciente movimiento obrero un programa que resultó sustento fundamental de grandes sectores de la lucha armada que acabó con el régimen porfirista, planteándose la finalidad de una revolución social que acabara con el régimen capitalista. Además de organizar y dar soporte a los destacamentos obreros que participaron en la revolución, el magonismo y su lucha en defensa del modo de vida y de la propiedad comunal de los pueblos indígenas del país resumió en su lema de Tierra y Libertad, bandera que retomaría después el zapatismo, el contenido de la insurrección campesina que se produjo en aquellos años. Más tarde, ante la fraticida lucha por el poder que arrastraba al país y abandonaba las más importantes demandas populares del movimiento revolucionario, el pensamiento de Flores Magón se definió en forma más abierta por los preceptos anarquistas, posición que lo llevó a ser condenado a veinte años de cárcel en Estados Unidos, lugar donde murió en 1922.

En el momento en que se forma el PCM, los anarquistas mantienen aún considerable influencia en el movimiento sindical que se resiste al predominio creciente del llamado moronismo17, que defiende la independencia de los agrupamientos de los trabajadores y sostiene la abstención en la lucha política electoral. Todas esas posiciones eran compartidas entonces por los comunistas18.

En medio de un claro ascenso de la lucha huelguística de los obreros, juntos, anarquistas y comunistas, impulsaron en agosto de 1920 la formación de la Federación Comunista del Proletariado Mexicano, la cual unos meses después (en febrero de 1921) daría vida a la Confederación General de Trabajadores (CGT), que se afilió “en principio” a la Internacional Sindical Roja.

Sin embargo, este esfuerzo por agrupar a los sindicalistas independientes sería el último esfuerzo importante que harían juntas estas dos corrientes, pues las discrepancias que empezaron a existir sobre la lucha política se acrecentaron con los conflictos que enfrentaron a estas dos corrientes en el seno de la revolución rusa.

Los dirigentes anarquistas de la CGT, la cual había reconocido al PCM como el único partido revolucionario afín a sus objetivos y que en esa calidad le daba derecho a actuar en su seno y estar representado en sus congresos (lo cual duró poco más de año y medio), enfilaron sus baterías contra los jóvenes comunistas al punto de que éstos decidieron dejar esta agrupación. Era ya el momento en el que los anarquistas realizaban una campaña internacional contra los bolcheviques, la cual se tradujo en México en la escisión del único agrupamiento de obreros que hacía frente a la ofensiva gubernamental y al sindicalismo amarillo.

Cuando, en su II Congreso realizado en 1923, el PCM decide participar en las elecciones presidenciales apoyando la candidatura de Plutarco Elías Calles, otro de los caudillos revolucionarios, la separación entre anarquistas y comunistas quedó sellada. En 1925, el ingreso a sus filas de varios diputados le hizo tener lo que podría llamarse su primer grupo parlamentario19 y, hasta 1928, el PCM no participará con un candidato propio a la presidencia.

De cualquier forma, en la lucha en el seno de los trabajadores, la fuerza de los anarquistas iba eclipsándose. Por su parte, una vez fuera de la CGT, los comunistas centraron su actividad en otros sectores que en esos años entran en la escena política y, particularmente, en el movimiento campesino. En 1926, logran realizar el congreso de unificación campesina, impulsado por las Ligas de Comunidades Agrarias que los comunistas habían formado en diversos estados de la república, del que nacerá la Liga Nacional Campesina.

En su trabajo obrero, el PCM procuró acciones unitarias entre las dos centrales existentes, la propia CGT y la CROM. Sin embargo, cada vez era más difícil para los comunistas su actuación en los sindicatos, principalmente en aquéllos agrupados por esta última central. Sólo en el sindicato ferrocarrilero, que se mantenía independiente, mantuvieron cierta fuerza desde la huelga que éste realizó en 1921.

En realidad, tanto en el periodo cardenista como en el inmediatamente posterior, la acción gubernamental por controlar y someter a la tutela estatal a las organizaciones obreras representó una colosal obra que ninguna fuerza pudo contrarrestar, pese a los enormes combates que se libraron.

De la ilegalidad a la lucha de masas

A partir de 1929, el PCM enfrentará un complejo proceso de reacción política que provoca un cambio brusco de su situación, en la que repentinamente pasa, por primera vez, a la condición de partido proscrito legalmente y perseguido, con la clara intención de hacerlo desaparecer de la escena nacional, situación de la que se recuperará sólo cinco años después, con el ascenso de la lucha social que se produjo bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, y llega a ser un partido con importante fuerza de masas.

Como preámbulo de la represión y como resultado de la exitosa presión que el gobierno ejerció sobre importantes líderes del PCM y de los agrupamientos que éste dirigía, para que cesara toda oposición en el curso de la lucha armada contra la sublevación escobarista, se produjo una importante división en las filas de los comunistas, la cual afectaría a la Liga Nacional Campesina que entonces éstos dirigían y al Bloque Obrero y Campesino que se había formado para unir a diversas fuerzas progresistas en una iniciativa electoral independiente del callismo.

Después de la crisis provocada por el asesinato de Álvaro Obregón y habiendo logrado apaciguar la rebelión cristera20, en medio del periodo de la Gran Depresión, el grupo gobernante iniciará el proceso de institucionalización del régimen presidencialista a través del persistente ejercicio de la fuerza y la violencia política contra sus adversarios. Como primera medida, el gobierno forzó al desarme del movimiento campesino que había logrado derrotar la sublevación reaccionaria e ilegalizó y persiguió a los agrupamientos de los trabajadores y a sus expresiones políticas. El 6 de junio de 1929, con el asalto y clausura de sus oficinas, el PCM pasó a la clandestinidad durante los siguientes cinco años, durante los cuales decenas de sus militantes fueron asesinados y muchos otros presos. Ante la prohibición de su prensa, con grandes esfuerzos mantuvo clandestinamente su periódico El Machete, desde cuyas páginas el PCM mantuvo la denuncia del régimen y alentó la actividad de resistencia de sectores de trabajadores que defendían sus derechos conculcados entonces.

La decisión anticomunista del entonces presidente de la república llegó al extremo, en enero de 1930, de romper relaciones con la Unión Soviética con motivo del llamamiento de la IC a protestar por el trato que estaba dándose a los comunistas mexicanos.

En realidad, la acción contra los comunistas no era sino parte de una actitud más general ante la lucha obrera. En ese periodo, las escasas huelgas fueron aplastadas con energía y se estableció una Ley Federal del Trabajo que constreñía de manera importante el derecho mismo de huelga, al tiempo que se generaban mecanismos para el control estatal de los sindicatos.

En ese momento, el acontecimiento de mayor trascendencia política fue la constitución del Partido Nacional Revolucionario, en marzo de 1929, con lo cual se estableció el principal mecanismo de control corporativo de la sociedad que tuvo desde entonces el régimen político en México.

En esos difíciles momentos, el PCM sufre su primera escisión importante y, con la injerencia directa de la Internacional Comunista, inicia la aplicación de la política estalinista denominada de “bolchevización”, la cual de inmediato significó la aplicación de mecanismos sectarios de “depuración”21 y de sometimiento dogmático a la Unión Soviética, que serían comunes y muy caros a los comunistas de todo el mundo.

No será sino hasta 1934, al iniciarse uno de los periodos más complejos y prometedores del México posrevolucionario, el cardenismo, cuando comienza a observarse un nuevo empuje de las luchas de los trabajadores de la ciudad y el campo. Es entonces cuando, junto a la proliferación de varios movimientos huelguísticos, se forman algunos importantes sindicatos, como el Sindicato Nacional de Mineros y Metalúrgicos. En ese ambiente, el PCM decide lanzar a su máximo dirigente, Hernán Laborde, como candidato a la presidencia frente a Lázaro Cárdenas que era el candidato del PNR y del cual había sido dirigente casi desde su constitución. Con ese acto sin repercusión electoral alguna, los comunistas iniciaban una compleja relación de oposición/colaboración con un gobierno que ante el empuje de la lucha obrera y campesina respondió en forma, por momentos, sorprendente y que realizó actos que marcaron profundamente a la sociedad mexicana.

La política seguida por Cárdenas de respeto a los movimientos huelguísticos, pronto se convirtió en una acción abierta de aliento a la organización sindical. En esa situación, los comunistas impulsaron la formación del proyecto unitario más importante que ha habido en México, la Central de Trabajadores de México (CTM), surgida en 1936, en cuyo programa aparecía el socialismo como objetivo y que en su lema proclamaba: “Por una sociedad sin clases”. Unos meses después de formada la CTM, la huelga de los trabajadores agrícolas de la región de La Laguna, en el centro del país, dirigida por los comunistas, provocó que Cárdenas iniciará la trascendente reforma agraria por la que decenas de miles de personas, la mayoría campesinos, habían perdido la vida en la revolución de 1910.

La creciente y radicalizada movilización de los trabajadores, que permitió al PCM acrecentar rápidamente su fuerza, provocó una fuerte disputa en el interior de la CTM que concluyó con la exclusión de los comunistas de la dirección de esta central, la cual quedó bajo el férreo control de un renovado grupo sindical plegado, desde entonces y por encima de todo, a los gobernantes en turno, con una política corruptora que causó, y causa hasta la fecha, los más grandes estragos a la lucha de los trabajadores.

En esas condiciones, tanto la organización sindical obrera como la de los campesinos, junto a los militares, fueron incorporadas por Cárdenas a la estructura del partido gobernante que, a iniciativa de él mismo se reformó y cambió su nombre, a fines de 1937, por el de Partido de la Revolución Mexicana (PRM)22.

De inmediato y ante una creciente explosión social, tan rica en acontecimientos23 y de tan contradictorios resultados, el PCM, que recientemente había roto con la dirección de la CTM, inicia un proceso errático, en el que en muchos sentidos pierde su postura independiente y desarrolla una política que lo llevaría a la pérdida de su influencia de masas y a una grave crisis interna.

Entre otras cosas, de su postura crítica ante Cárdenas y la confianza plena de que sólo con la movilización de los trabajadores de la ciudad y el campo se alcanzarían las reformas planteadas, el PCM pasa a estar dispuesto a incorporarse al partido estatal que comanda el presidente de la república, al tiempo que, pese a haber sido expulsados de la dirección sindical, llama a sus afiliados a la “unidad a toda costa”, con lo cual abandonaba su larga lucha contra la corriente que sometería a los obreros y los entregaría al control corporativo.

A partir de ese momento, el PCM se divide de nueva cuenta y entra en una grave crisis que perdurará durante los siguientes dos decenios. Con la expulsión de los principales dirigentes comunistas, acusados de “trotskistas” tal como gustaban hacer los estalinistas24, realizada en el VIII congreso extraordinario de marzo de 1940, ese partido quedó en manos de un grupo impregnado del más acérrimo dogmatismo, plegado por completo a la política de los comunistas soviéticos (quienes intervinieron directamente en dicho congreso a través de funcionarios de la IC). En esas condiciones, el PCM fue incapaz, durante los oscuros años que siguieron al cardenismo, de remontar su exclusión de las filas del sindicalismo obrero e impedir la desarticulación de las organizaciones independientes de los trabajadores de la ciudad y el campo, varias de las cuales se mantenían bajo su dirección o influencia.

La renovación del PCM

No sería sino hasta fines de los años cincuenta, con las revelaciones del XX congreso del PCUS que cimbraron al mundo comunista y con la reaparición de importantes movimientos obreros y magisteriales contra el control corporativo y las dirigencias gangsteriles de los sindicatos, cuando en el PCM surge una nueva generación de militantes que despliegan una importante lucha interna contra la vieja y anquilosada dirección de ese partido.

Con el nuevo grupo dirigente que emana de esa lucha interna, encabezado por Arnoldo Martínez Verdugo, el PCM, tras reunificar a las fuerzas comunistas25, comenzó lentamente una profunda trasformación que lo llevaría a la búsqueda de las rutas propias para su acción. Convencido de que tras las posiciones sectarias y dogmáticas que habían mantenido los comunistas, existía una profunda desvalorización de la lucha democrática, este partido inicia un largo análisis que le permitirá al cabo del tiempo no sólo incorporar el objetivo de alcanzar la democracia como elemento sustantivo para la transformación social del país, sino como propósito mismo de la lucha del momento y forma de la organización. A partir de ello, el PCM abandona muchos de los esquemas vanguardistas y sectarios del comunismo e inicia una nueva etapa que le permitirá incorporarse de renovada manera a los movimientos sociales que se producen a lo largo de los años sesenta en México.

Particular relevancia tuvo la participación decidida del PCM en la lucha estudiantil de 1968, en el curso de la cual dicho partido fue objeto directo de la represión gubernamental. Desde el 26 de julio mismo y durante los primeros siguientes días del movimiento, sus oficinas e imprenta fueron asaltadas y muchos de sus dirigentes cayeron presos, bajo la acusación de que el PCM había instigado el movimiento juvenil con el propósito de provocar un estallido revolucionario. Pese a todo, el PCM mantuvo una enérgica actividad respaldando las demandas de la lucha estudiantil, reconociendo las formas propias que el movimiento se dio y respetando al CNH, del cual formaron parte varios miembros destacados de la Juventud Comunista, como su legítima dirección.

Los difíciles años que siguieron a la represión del movimiento estudiantil representaron un reto para la postura independiente y democrática en que se empeñaba el PCM. Entre, por un lado, la reiterada acción represiva del gobierno (como lo mostró el 10 de junio de 1971 y el despliegue de la propia “guerra sucia”) y, por el otro, el discurso y los actos de un gobierno que apoyaba a Salvador Allende y recibía a los exiliados perseguidos por los militares del sur del continente, al tiempo que internamente, entre otras cosas, se enfrentaba con la nacionalización de importante cantidad de tierras del noreste a sectores de la burguesía agraria del país, los dirigentes comunistas eludieron tanto la tentación de la lucha violenta, a la que se sumaron algunos de sus militantes, como el “aperturismo”26 en el que cayó otra parte de la izquierda y un buen número de exponentes de la intelectualidad progresista.

La posición abierta que empieza a recorrer las filas del PCM permitió, entre otras cosas, que este partido, pese a no compartir la forma de lucha armada, fuese de los pocos partidos comunistas de América Latina que no condenó la actividad guerrillera que surge con el impacto de la revolución cubana y, posteriormente, con el ambiente represivo que se instaló en el país tras la masacre y la persecución a los líderes estudiantiles del 68. Esta actitud permitió que más tarde, cuando los grupos armados entraron en una reflexión crítica de sus propias actuaciones y métodos, no pocos de sus miembros se incorporaran o reingresan a las filas del PCM.

De igual forma, la nueva posición del PCM le permite en su último decenio de existencia volver a incorporar a sus filas a una parte importante de la intelectualidad de izquierda y a influir en otros sectores, tales como los obreros agrícolas y los indígenas, entre los cuales ese partido impulsó su organización propia e independiente.

Simultáneamente, a través de frentes electorales que unificaron a una parte de la izquierda, el PCM se planteó entonces reconquistar su reconocimiento legal, del cual carecía desde principios de los cuarenta y que no logrará sino hasta 1978, en que conformó la Coalición de Izquierda.

Los cambios en el PCM también se hicieron sentir en el plano internacional. Cuando se produjo la Revolución Cubana, el PCM expresó una clara postura de apoyo y simpatía pese a mantener importantes diferencias de enfoque respecto a cómo entender la realidad latinoamericana y, particularmente, sobre la idea que entonces impulsaron los dirigentes cubanos, y que tuvo gran eco en la izquierda del continente, de impulsar focos guerrilleros como el camino inaugurado para alcanzar la transformación revolucionaria de la región. Después, ante el cisma chino-soviético, ese partido mantuvo distancia frente a las iniciativas de ambos bandos y promovió con otros partidos latinoamericanos el acercamiento y la búsqueda de soluciones que evitaran la ruptura.

En 1968, el PCM siguió muy de cerca los acontecimientos de Checoslovaquia, frente a los cuales, primero, expresó su identificación con las reformas planteadas por Alexandr Dubcek y, después, condenó abiertamente la intervención de tropas del Pacto de Varsovia, que, en su opinión, tenía el propósito de detener la democratización del régimen. De igual forma, los comunistas mexicanos expresaron su rechazo a la intervención militar soviética en Afganistán. En sus últimos años, el PCM, en concordancia con una actitud cada vez más crítica de la situación del llamado socialismo real y con el propio proceso de acercamiento con diversas fuerzas de izquierda y progresistas del país, estableció relaciones con partidos socialdemócratas europeos lo mismo que con diversas izquierdas latinoamericanas, al tiempo que acrecentaba sus vínculos con los partidos eurocomunistas.

Con todas esas posiciones, que en el concierto comunista y, particularmente, en el de América Latina eran entonces por completo extravagantes, el PCM fue visto con grandes reservas por los comunistas soviéticos, los cuales llegaron, incluso, a promover —sin éxito— escisiones en las filas de ese partido y buscaron apoyarse en otras fuerzas más afines a su política.

Contribuciones de los comunistas

Dos fueron, desde mi perspectiva, las contribuciones más importantes que dio en su última etapa la corriente comunista en México. Por una parte, su concepción y postura democráticas que le permitieron dejar atrás muchos de los esquemas más negativos de dicha corriente y contribuir, de esa forma, a las transformaciones que el país ha vivido en los últimos decenios; y, por otra, su persistente lucha por la unidad de las izquierdas, a la cual dio un aporte sustancial.

En correspondencia con los anhelos de amplios sectores de la sociedad mexicana, sensibilizados por la acción de grandes movimientos (entre ellos, principalmente, el de los estudiantes) que habían puesto en el centro la transformación del régimen autoritario y la conquista de libertades democráticas y venciendo, no sin dificultades, las interpretaciones dogmáticas sobre la democracia que el comunismo del siglo XX mantuvo desde muy temprano y que se contraponían al pensamiento marxista en el que decían sustentar su acción, el PCM emprendió en la segunda mitad de los años setenta una concienzuda revisión que le permitió un amplio despliegue político. El inusitado proceso de elaboración colectiva del nuevo programa de los comunistas que precedió a su penúltimo congreso realizado en 1979, en el que participaron militantes políticos, intelectuales y actores de los nuevos movimientos que se dieron cita entonces (feministas, indígenas, jóvenes, homosexuales, etcétera), expresó el vasto y diverso espacio que abría en México la lucha por la democracia. La discusión franca y abierta, la crítica irrestricta como divisa, el abandono de la pretensión monolitista, llevaron pronto al cuestionamiento propio, a la recuperación crítica de una larga historia y a su superación.

Cuando el PCM propuso en 1980 la creación de un partido unitario no sólo tenía ya pleno reconocimiento legal y un grupo parlamentario que, aunque pequeño, lograba que sus acciones legislativas tuvieran importante repercusión en una sociedad que clamaba por cambios democráticos, sino que había alcanzado alianzas electorales con otros tres agrupamientos de izquierda y una creciente presencia en el ámbito político nacional.

Es importante destacar que la construcción de dos formaciones partidistas sucesivas (el Partido Socialista Unificado de México, PSUM, y el Partido Mexicano Socialista, PMS), hasta la creación en 1989 del actual Partido de la Revolución Democrática, proceso del que participó activamente la corriente comunista y a las cuales proporcionó su registro electoral, no tuvo para ésta la pretensión de crear un partido único de la izquierda, pues partió del reconocimiento del pluralismo democrático, tanto como programa para la sociedad mexicana como norma de acción y organización de la misma izquierda. Para lograr esto, el PCM había tenido que librar fuertes batallas tanto con el gobierno y el oportunismo, como con su propio sectarismo y el del resto de la izquierda radical del país.

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1 Pese al riesgo que implica la utilización de un término paradigmático entre los comunistas, quienes se autodesignaron la vanguardia de la clase obrera, con una serie de consecuencias que no desconozco, aquí lo utilizamos en su connotación precisa y puntual en contraposición a aquella definición genética que adquirió en el seno de esa corriente que describe elementos, algunos de los cuales señalaremos aquí, en los que el comunismo mexicano se adelantó o, dicho de otra forma, con los que el PCM anticipó procesos que apenas se vislumbraban.

2 Entendemos como hecho o momento constitutivo lo que el teórico boliviano René Zavaleta señala como causa originaria fundamental de los hechos sociales. Sobre ello en su trabajo sobre el Estado en América Latina escribe: “…lo que corresponde analizar es de dónde viene este modo de ser de las cosas: las razones originarias. Hay un momento en que las cosas comienzan a ser lo que son y es a eso que llamamos el momento constitutivo ancestral o arcano o sea su causa remota, lo que Marc Bloch llamó ‘la imagen de los orígenes’.” René Zavaleta, El Estado en América Latina, Ed. Los Amigos del Libro, Bolivia, 1990, p.180.

3 Un caso particularmente dramático fue la matanza del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, sobre el que se escucharon en el mundo muy pocas voces de condena.

4 Aproximadamente a mediados de octubre de 1919, llegó a México Mijaíl Borodín, revolucionario ruso que había estado exiliado en Estados Unidos y que, apenas repatriado, le fue encomendada la tarea de regresar al continente americano a tratar de establecer relaciones oficiales de la naciente república soviética y a impulsar la incorporación de los agrupamientos socialistas a la IC. Borodín, tras perder los recursos con los que realizaría su tarea (al parecer unas joyas de la zarina rusa) no llegó más que a México. Aquí contactó a algunos de los dirigentes del recién formado Partido Socialista de México, a los cuales sin dificultad convenció de cambiar el nombre por Partido Comunista de México y que los delegados nombrados asistieran al II Congreso de la Internacional Comunista. Aunque instaló un Buró Latinoamericano de la IC, éste no parece haber tenido realmente existencia práctica.

5 Al inicio de este periodo, destaca la huelga inquilinaria que junto a otros encabezaron los comunistas en Veracruz y la Ciudad de México de marzo a junio de 1922 y que luego se extendió a algunas otras ciudades del país. De las filas de esta lucha, saldrían poco después los organizadores de los agrupamientos campesinos que impulsaron los miembros del PCM. Cf. Paco Ignacio Taibo, Bolshevikis. Historia narrativa de los orígenes del comunismo en México (1919-1925), Joaquín Mortiz, México, 1986, pp. 153-197.

6 Martínez Verdugo señala que para 1925 el número de afiliados era de aproximadamente doscientos; en 1928, de 1500 y en 1929 de 3000. Este último número de miembros del partido, el cual en la situación mexicana era considerado ya de consideración, fue el resultado de la intensa actividad en diferentes frentes de los comunistas, entre ellos la lucha armada contra la sublevación reaccionaria de aquel año. Cf. Arnoldo Martínez Verdugo, Historia del comunismo en México, Grijalbo, México, 1983, p. 74.

7 En diciembre de 1923, frente a la candidatura de otro líder revolucionario del grupo de Obregón, De la Huerta, quien a la muerte de Carranza había asumido el interinato, logra organizar un complejo agrupamiento militar que se sublevó afectando a más de un tercio del país. Pese a que entre los sublevados se encontraban algunos de los líderes de las posiciones más avanzadas de la democracia revolucionaria, los comunistas decidieron oponerse al levantamiento delahuertista y participar en la lucha armada contra éste.

8 Cuando Obregón terminó su primer periodo en 1924, lo sucedió en la presidencia Plutarco Elías Calles, quien había sido uno de sus más cercanos colaboradores y su secretario de Gobernación. Al concluir su periodo, Calles pretendía impulsar a alguno de su equipo, pero Obregón lanzó su candidatura y ganó. Antes de tomar posesión del cargo, el 17 de julio de 1928, Obregón fue asesinado en un restaurante de la Ciudad de México. Gracias a ello, Calles logró imponer la candidatura de Portes Gil, con el que se inicia lo que se conoce como el maximato, ya que Calles era conocido entonces como Jefe Máximo de la Revolución.

9 Diego Rivera (1886-1957) vivió en Europa desde 1907 hasta 1921 y en París se asoció al movimiento cubista, trabando amistad con Derain, Klee, Picasso y otros. Tras una breve estancia en Moscú, donde decoró el teatro de las Fuerzas Armadas, regresó a México y se convirtió en uno de los dirigentes del movimiento artístico revolucionario conocido como muralismo. A su llegada a México, Rivera comienza a organizar lo que se denominaría Grupo Solidario del Movimiento Obrero y que un año después daría vida al Sindicato de Obreros, Técnicos, Pintores y Escultores, en el que destacaron, además de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Xavier Guerrero, Fermín Revueltas, Jorge Juan Crespo de la Serna, Germán Cueto y otros artistas que habían ya ingresado al PCM, y con el que colaboró también el otro gran pintor mexicano, Clemente Orozco. Cf. Arnoldo Martínez Verdugo, o. c., p. 58.

10 Algunos de los fundadores del Partido Socialista habían mantenido el nombre en un pequeño agrupamiento que, poco después, se incorporó a las filas del PCM.

11 Entre los fundadores del nuevo partido se encontraban algunos destacados slackers, como se conoció en Estados Unidos a los evasores del servicio militar durante la Primera Guerra Mundial. Muchos de ellos cruzaron la frontera mexicana con el fin de evadir a la justicia en su país y guiados por el atractivo de un país en plena convulsión revolucionaria. “Mientras la mayoría de los slackers escribe Paco Ignacio Taibo hizo de México una tierra de destierro temporal, algunos de ellos, los más animosos, los más militantes, evadieron las primeras imágenes, los primeros miedos y se vincularon al movimiento mexicano.” Varios editaron en México diversas publicaciones que contribuyeron a la difusión del pensamiento socialista y de los acontecimientos que entonces ocurrían en Europa. Entre ellos, destacan el hindú Manabendra Nath Roy, los norteamericanos Richard Francis Phillips (conocido en su militancia comunista como Frank Seaman), quien editó la página en inglés del periódico El Heraldo, y Lynn A. E. Gale, editor de la revista Gale’s Magazine, quien pronto se separó del PCM para formar un efímero Partido Comunista de México, tratando de disputarle el reconocimiento de la IC. Además de ellos, el primer secretario general del PCM fue José Allen, también de origen norteamericano, y quien se prestó a ser informante de los servicios de seguridad de su país. Otro extranjero relevante en el PC fue el suizo Edgar Woog (de seudónimo Alfred Stirner), quien también se incorporó más tarde al aparato de la IC. Cf. Paco Ignacio Taibo, o. c., pp. 23-29.

12 Los dos delegados del recién formado PCM al II Congreso de la IC fueron, precisamente, M. N. Roy y R. F. Phillips y, en realidad, ninguno habló a nombre del partido que los había nombrado delegados, sino de sus respectivos países. Roy, incluso, ya no regresó nunca al país que por más de dos años le había dado asilo y se quedó en Moscú como importante funcionario del Komintern. Phillips regresó un año después, junto con el japonés Sen Katayama, en su calidad de funcionario de la IC, con el fin de establecer lo que se llamó Oficina Panamericana de la IC. Años después, en 1924, el norteamericano Bertram D. Wolfe, quien también será miembro de la dirección del PCM a cargo de su labor de prensa, asistió al V Congreso del Comintern representando a los comunistas mexicanos.

13 “Durante los tres años que transcurren escribe Arnoldo Martínez Verdugo desde su llegada a México hasta su asesinato, Mella desplegó una intensa actividad organizadora, teórica y política. Fue el alma de la solidaridad de los mexicanos hacia el pueblo de Cuba y el organizador de la ANERC (Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos); editó periódicos, intervino en numerosas asambleas y mítines; fue un activo impulsor de la Liga Antiimperialista de las Américas y de la solidaridad con Sandino; se integró plenamente en las filas del PCM y durante los meses de junio a septiembre de 1928, cuando el secretario general asistía a los debates del VI Congreso de la Comintern, actuó como secretario general interino. En calidad de tal viajó por distintos lugares del país atendiendo reuniones de comités locales, dirigió circulares con el seudónimo de Juan José Martínez y participó intensamente en la preparación de la asamblea de unificación obrera y campesina. Pero la parte más importante de la actividad de Mella en México fue su labor teórica y propagandística en las páginas de El Machete. A Mella le correspondió revelar en sus inicios el contenido de las concepciones del peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del APRA, y dar fundamento al vínculo entre la lucha antiimperialista y el programa nacional de la clase obrera.

“En el momento de su muerte, Mella dirigía la formación de un grupo expedicionario que emprendería la lucha armada contra la dictadura de Machado…” esta fue la razón por la que el dictador envió a México agentes para asesinarlo. AMV, o. c., p. 105.

14 En marzo de 1929 se levantaron en armas varios generales encabezados por Gonzalo Escobar, que lograron agrupar a casi 30 mil militares y controlar cerca de una decena de estados del país. “Esta nueva asonada militar escribe Martínez Verdugo no era un hecho aislado, sino la apertura de un nuevo frente de lucha contra el gobierno. Si tomamos en cuenta que durante estos días se mantenía en actividad la guerra cristera y que poco después estallaría la huelga estudiantil por la autonomía de la universidad, la rebelión de los 44 generales llevaba la crisis política a una agudeza jamás vista desde el asesinato de Venustiano Carranza.” AMV, o. c., p. 99.

15 AMV, o. c., pp. 102-103.

16 “La revolución francesa escribe R. Flores Magón en su escrito Vamos hacia la vida conquistó el derecho de pensar, pero no conquistó el derecho a vivir, y a tomar este derecho se disponen los hombres conscientes de todos los países y de todas las razas. Todos tenemos derecho de vivir, dicen los pensadores, y esta doctrina humana ha llegado al corazón de la gleba como un rocío bienhechor. Vivir, para el hombre, no significa vegetar. Vivir significa ser libre y ser feliz. Tenemos, pues, todos derecho a la libertad y a la felicidad. La desigualdad social murió en teoría al morir la metafísica por la rebeldía del pensamiento. Es necesario que muera en la práctica. A este fin encaminan sus esfuerzos todos los hombres libres de la tierra. He aquí por qué los revolucionarios no vamos en pos de una quimera. No luchamos por abstracciones, sino por materialidades. Queremos tierra para todos, para todos pan. Ya que forzosamente ha de correr sangre, que las conquistas que se obtengan beneficien a todos y no a determinada casta social.”

17 Luis N. Morones fue el dirigente de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) que agrupó a la corriente moderada y posibilista;del sindicalismo mexicano, la cual extrajo de las experiencias de participación de los obreros en el proceso armado la idea de que los agrupamientos de los trabajadores tenían que servir de apoyo a los gobiernos “revolucionarios” (que es como comenzó a denominarse a la nueva burocracia estatal), como manera de obtener beneficios para los trabajadores. Pronto el moronismo aprendió del sindicalismo norteamericano las prácticas gansteriles y corruptoras que se enfilaron de manera violenta contra los anarquistas y los comunistas.

18 En 1920, ante las tesis de la IC sobre la participación parlamentaria, el entonces secretario general del PCM escribió un artículo en el que decía: “No creemos útil utilizar en este país el arma parlamentaria, porque estamos convencidos de que nada podemos hacer con esa arma (…) ¿Para qué nos serviría entrar en instituciones del Estado, si diez años nos han mostrado la facilidad con la que se derrumban esas instituciones…? Las revueltas por adueñarse del poder político y económico cuando triunfan se lo deben a las masas usando armas extraparlamentarias.” Citado en Paco Ignacio Taibo, o. c., p. 73.

19 Aunque ninguno fue electo como miembro del Partido Comunista, Luis G. Monzón, Úrsulo Galván, Francisco I. Moreno, Gregorio Turrubiates y Roberto Calvo Ramírez se incorporaron a ese partido siendo diputados.

20 El movimiento cristero, que debe su nombre a su lema de “Viva Cristo Rey”, fue una sublevación político-religiosa que se inició en 1926 en contra de las medidas anticlericales del entonces presidente Elías Calles. Aunque el siguiente presidente, Portes Gil, logra llegar a acuerdos con la jerarquía eclesial, otorgándole ciertas concesiones, el movimiento se mantendrá hasta 1936.

21 Como parte de la línea sectaria entonces dominante y después de la expulsión del PCM, entre otros, del principal dirigente de la Liga Nacional Campesina, Úrsulo Galván, quien desertó de la lucha anticallista y del pintor Diego Rivera por negarse a suspender sus obras pictóricas en edificios oficiales, el PCM desató una serie de expulsiones con el fin, decían, de “depurar al partido de los oportunistas de derecha”.

22 El Partido de la Revolución Mexicana adoptaría en 1947 el nombre de Partido Revolucionario Institucional, PRI. Es interesante observar que los sucesivos nombres que adoptó ese partido -PNR-PRM-PRI-reflejan, entre otras cosas, la sucesiva apropiación estatal del hecho revolucionario de 1910.

23 Además de la reforma agraria, que abrió paso a la propiedad campesina colectiva, y de la reforma educativa, que proclamó su carácter socialista, en 1938 se realizó la expropiación de las compañías petroleras, entonces en manos del capital norteamericano, lo mismo que los ferrocarriles.

24 Hay que recordar que desde mediados de los años veinte, tras la muerte de Lenin, se produjo la división en el seno del grupo dirigente del partido bolchevique. Stalin, entonces secretario general de los comunistas rusos, tras expulsar a Trotsky del país, inició un largo proceso de exterminio criminal de todos sus contrincantes políticos, acusándolos de ser “trotskistas”. Precisamente en 1940, la mano criminal de Stalin llegó hasta México para asesinar, a través de sus agentes secretos de la NKVD, al viejo bolchevique. Trotsky había sido acogido en su exilio por el gobierno de Cárdenas, ante lo cual el PCM alzó furiosas protestas. Sin embargo, de acuerdo con el testimonio de Valentín Campa, uno de sus entonces dirigentes más destacados, la dirección del PCM se negó a participar en el asesinato, razón por la que él y H. Laborde, entonces secretario general, fueron expulsados acusados de “trotskistas”.

25 Tras las expulsiones de los principales dirigentes del PCM, éstos formaron el Partido Obrero y Campesino de México (POCM), al que se fueron sumando otras corrientes expulsadas del PCM. A principios de los años sesenta, algunos de los principales dirigentes de ese partido reingresaron a las filas del PCM.

26 El entonces presidente Luis Echeverría usó el lema de “apertura democrática” para distinguirse de su antecesor, Díaz Ordaz, por lo que se conoció como “aperturistas” a quienes se sumaron al apoyo al nuevo gobernante.

Alcaldìa de San Marcos presentara Plan de Lucha contra el VIH-SIDA

SAN MARCOS, 18 de julio de 2006 (SIEP) “A mediados de agosto estaremos presentando nuestro Plan de Acción para enfrentar el VIH-SIDA en nuestro municipio para que sea discutido por las comunidades” indicó el alcalde municipal Dr. Fidel Fuentes.

“Este Plan de Acción surge del Diagnóstico que realizamos con diversos sectores de la sociedad civil entre iglesias, unidades de salud, escuelas, empresarios, etc., sobre nuestra capacidad instalada para hacerle frente a esta pandemia” subrayó.

“Como Alcaldía tenemos el compromiso de contribuir al mejoramiento de la salud de nuestra población y ese es el reto que nos hemos trazado. Y lo vamos a realizar mediante planes con metas concretas en los que participe la comunidad.”

Informó que “ el mes pasado estuvimos en la ciudad de Atlanta, en Estados Unidos, en una conferencia internacional sobre el VIH-SIDA en la que participaron alcaldías de todo el mundo, y allí expusimos nuestro diagnóstico de la situación.”

“La actividad estuvo organizada por el Centro Internacional para el Entrenamiento de Autoridades Locales y Sociedad Civil (CIFAL) y contó con la participación de alcaldes de 19 países que afrontan situaciones de riesgo debido al VIH-SIDA,” sostuvo el alcalde de esta ciudad ubicada al sur de San Salvador.

Bloque Popular Social manifiesta solidaridad con STISSS

SAN SALVADOR, 17 de julio de 2006 (SIEP) “Repudiamos la campaña que esta realizando la derecha y este gobierno arenero para destruir al STISSS y quitar a nuestro compañero Ricardo Monge” indicó Héctor Echeverría, dirigente del Bloque Popular Social de El Salvador.

Agregó que “ este día vimos por los medios como la dirección del ISSS dio la bienvenida a este grupo que pretende arrebatarle la dirección al compañero Ricardo Monge para poder así continuar destruyendo el movimiento sindical en nuestro país bajo ordenes de René Figueroa y Antonio Saca.”

“Confiamos en la fuerza del pueblo- añadió el dirigente del BPS- y en la experiencia acumulada por el colectivo que dirige Monge, que sabrán vencer esta nueva maniobra del enemigo, que ya antes lo había encarcelado para separarlo de este sindicato combativo y popular, pilar del BPS.”

“Todo esto forma parte de una estrategia desesperada de la derecha, que pretende aplastar al creciente movimiento social, que va creciendo, que realizó sendas demostraciones de fuerza en mayo y junio y que se vuelve una amenaza para los ricos de este país…” dijo.

“EL TLC y el Plan Puebla Panamá necesita un pueblo sometido y el pueblo salvadoreño lo que esta es levantado, esta dispuesto a luchar en las calles y por eso levantaron toda la tormenta de mentiras aprovechando los sucesos del 5 de julio…” afirmó.

Concluyó haciendo un llamado a “todos los sectores populares y progresistas a enfrentar la represión de manera organizada y a que recuperemos la calle nuevamente, a no permitir por nuestras divisiones, que la derecha nos arrebate un sindicato combativo como es el STISSS:”

Monseñor Rosa Chavez condena allanamiento de templo catòlico

ILOPANGO, 16 de julio de 2006 (SIEP) En una significativa muestra de unidad frente a la represión sufrida por la Comunidad de la Parroquia Reina de la Paz de la población de San Bartolo en este municipio, la Iglesia Católica decidió celebrar una Misa Única este domingo.

Esta iglesia fue víctima de un violento allanamiento por parte de la Policía Nacional Civil la madrugada del 11 de julio, durante la velación de 3 jóvenes en la Iglesia Católica de la Colonia Cimas I San Bartolo. La PNC capturó a 197 jóvenes que s encontraban en la iglesia, muchos de ellos menores de edad.

El director de la PNC, Rodrigo Ávila, exdiputado arenero, justificó este sacrílego acto alegando que era un operativo “preventivo” que los jóvenes capturados pertenecían a pandillas juveniles y formaba parte de su campaña contra la delincuencia.

La celebración eucarística fue realizada sobre la calle principal de San Bartolo, presidida por Fr. Domingo Solís Ofm, y concelebrada por Fr. Emilio Avelar Ofm. La comunidad se unió para manifestarse por la crisis del país en torno a la violencia y el atropello de los derechos de las personas, así como para protestar por el alto costo de la vida, sobre todo la recién alza de los precios del pasaje y electricidad.
La comunidad sintió el apoyo de sus pastores, pues se contó con la presencia de Mons. Gregorio Rosa Chávez, obispo que acompaña fielmente al pueblo y quien también denunció fuertemente estos hechos refiriéndose al respeto que se debe a la casa de Dios, y exhortando a que este hecho no debe volver a suceder. Manifestó también su apoyo diciendo a la comunidad: “No están solos” “… toda causa justa cuenta con la bondad de Dios”.
Hasta el momento, las diferentes noticias y declaraciones han sido manipuladas por muchos medios de comunicación, que faltando a la ética y objetividad hacen ver como responsables de esta captura a los frailes de dicha parroquia.
Diversas organizaciones populares e iglesias han manifestado su repudio por esta actuación de la Policía Nacional Civil, que la semana pasada también utilizó helicópteros para disparar sobre estudiantes de la UES así como apostó a francotiradores en el Hospital Benjamín Bloom.
El Rev. Ricardo Cornejo, pastor de la Iglesia Luterana Popular condenó los atropellos cometidos por la PNC contra “nuestra iglesia hermana católica, que sufre en carne propia la represión de este gobierno corrupto. Estamos con ustedes en este momento difícil, con la seguridad que la esperanza que es nuestro Señor Jesucristo nos dará fuerzas para seguir adelante.”

Volver a Mariàtegui

En José Carlos Mariátegui, destacado intelectual y dirigente comunista peruano de principio del siglo XX, nos encontramos con un pensador-luchador que remonta el capitalismo naciente en nuestra América desde una postura visionaria, cargada de rebeldía frente al anquilosamiento staliniano de la teoría y la práctica anticapitalista y socialista de entonces, y repleta de lo propio indo-americano.

por Narciso Isa Conde* Si en José Marti, Simón Bolívar, Francisco de Miranda, y otros hombres de ideas y acciones trascendentes podemos encontrar la creación heroica capaz de remontar el dominio colonial desde un liberalismo profundamente democrático y de gran calado (social, alborada de las críticas a todo lo injusto, incluso al porvenir capitalista dependiente), en José Carlos Mariátegui, destacado intelectual y dirigente comunista peruano de principio del siglo XX, nos encontramos con un pensador-luchador que remonta el capitalismo naciente en nuestra América desde una postura visionaria, cargada de rebeldía frente al anquilosamiento staliniano de la teoría y la práctica anticapitalista y socialista de entonces, y repleta de lo propio indo-americano.

Mariátegui insistió en los límites de la razón y la ciencia, adentrándose en el ser humano, en su condición de ser sensorial necesitado de fe, de mito, de certeza en los propósitos de sus luchas y esfuerzos.

La inspiración marxista de su obra política y social es indiscutible y preminente. Pero esto no lo llevó a despreciar otras fuentes para explicar lo propiamente existencial, emocional, sentimental: los motivos de la acción del ser humano de su época.

Enfatizó en la necesidad de la acción individual y colectiva para transformar la sociedad, presentándola como el lado activo el materialismo, capaz de superar el materialismo pasivo muy en boga en aquellos tiempos.

Opuso a la copia la «creación heroica», pensamiento y acción fundidos para remontar el dominio de la burguesía e impulsar el socialismo indo-americano.

Ciencia y fe, razón y mito aparecen de la mano en su innovadora concepción.

Herejía para el marxismo ’oficial’ de esos tiempos. Herejía mayor en el seno de la ’civilización burguesa’.

Habló de un pensamiento creador y de una mística nueva, tan necesaria entonces como ahora.

Una «mística susceptible de milagros, apta para llenar a los desgraciados de esperanza, –decía- a suscitar mártires y a transformar el mundo con promesas de bondad y virtud» (José Carlos Mariátegui, El hombre y el Mito, Textos básicos, colección Tierra Firme, Fondo de Cultura Económica 1991, pags. 11 y 12).

Posiblemente por no valorar a Mariátegui el siglo XX concluyó con la muerte de no pocos proyectos a nombre del socialismo. Se clausuraron esperanzas y se estropeó gravemente la mística revolucionaria, abriendo paso no solo a una nueva época, sino a un periodo de grandes confusiones.

Esta nueva época contrarrevolucionaria se inició con serios nubarrones que ya han comenzando a despejarse, a disolverse.

Un nuevo pensamiento revolucionario de fuerte inspiración marxista, pero también vinculado a otras fuentes y creaciones (cosmovisiones indígenas, feminismo revolucionario, ambientalismo social, teología de la liberación…), está en proceso de desarrollo hacia un nuevo proyecto emancipatorio.

El puente hacia la nueva democracia y el nuevo socialismo, que deberían remplazar la democracia podrida y decadente de la burguesía, y el socialismo asesinado por la burocracia y el autoritarismo, ha sido una camada de revolucionarios y revolucionarias de ayer y de siempre, que a pesar de las derrotas y reveses sufridos en el Siglo XX, firmes en las convicciones socialistas, recomenzaron después de la experiencia frustrada porque jamás los asaltó la idea de que la solución no existía.

Persistieron en encontrarla y la están logrando junto a las nuevas generaciones de revolucionarios y revolucionarias.

En todo ésto el peso determinante del pensamiento de Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, Trosky y otros grandes pensadores, así como de la propuesta socialista que sustentaron, estaba (como le decía Benedetto Groce a los que intentaron condenar sumariamente el marxismo): «En el hecho de que el ’presupuesto socialista’ no es una filosofía de la historia, sino una concepción histórica, determinada por las condiciones presentes de la sociedad y del modo como ésta ha llegado a ellos». Y agregaba Mariátegui: «La crítica marxista estudia concretamente la sociedad capitalista. Mientras el capitalismo no haya transmontado definitivamente, el canon de Marx sigue siendo válido. El socialismo, o sea la lucha por transformar el orden social de capitalista a colectivista mantiene viva esa crítica, la continua, la corrige» (Obra citada, La Filosofía Moderna y el Marxismo, Pág. 15).

El capitalismo y el imperialismo existen, no han sido trasmontados definitivamente.

Existen y han variado para peor: más explotación asalariada, mayor apropiación de plusvalía, mayor concentración de riquezas y poder, mayor saqueo de recursos naturales, más usura, más exclusión social, más discriminación patriarcal y adulto-céntrica, mayor dominio oligopolico mundial, mayor explotación y exclusión de su periferia.

El sistema ha sufrido cambios, pero no ha sido reemplazado por otro: la propiedad privada capitalista y la apropiación por ella de las riquezas generales por el trabajo y la naturaleza sigue siendo su eje dominante y degradante.

La crítica marxista actual debe estudiar el capitalismo y el imperialismo de hoy y las experiencias fallidas del ’socialismo real’, del estatismo que aplastó el colectivismo alternativo inicial.

EL marxismo no es hijo de un siglo determinado, sino un producto de la crítica al capitalismo que perduró en el siglo XX y continúa en el siglo XXI, con sucesivas modificaciones.

Al marxismo debe dársele continuidad, corregirlo, enriquecerlo en función de los cambios acaecidos, de nuestras realidades latinoamericanas y caribeñas y de las condiciones presentes.

Eso hizo Mariátegui en su tiempo. Y eso debemos hacer los que reconocemos sus consistentes aportes al revivir de la obra de Marx y de los precursores del socialismo.

Marx y Mariátegui están vivos «en la lucha que por la realización del socialismo libran, en el mundo, innumerables muchedumbres» contra los efectos degradantes de la globalización capitalista, del neoliberalismo que la inspira y la guerra de reconquista; nutridos ese combate de sus aportes transmitidos de generación a generación.

«Ortega y Gasset nos dice José Carlos Mariátegui habla del ’alma desencantada’. Romain Rolland habla del ’alma encantada’. ¿Cuál de los dos tiene razón? Ambos almas coexisten. El ’alma desencantada’ de Ortega y Gasset es el alma de la decadente civilización burguesa. El ’alma encantada’ de Romain Roland es el alma de los forjadores de la nueva civilización. Ortega y Gasset no ve sino el ocaso, el tramonto…Romain Rolland ve el orto, el alba».

La decadencia del capitalismo, la decadencia del imperialismo estadounidense, el jefe máximo de los imperialismos, ha vuelto tomar cuerpo y alma.

El ’alma desencantada’ se expresa en la multitudes que cuestionan la globalización neoliberal, su guerra infinita, sus masacres en Afganistán, Irak, Palestina… en el empobrecimiento brutal de sus dependencias, colonias y neo-colonias, en los abusos y la discriminación contra l@s inmigrantes, mujeres, negr@s, indi@s, mulat@s, mestiz@s, en el saqueo de lo recursos vitales, la contaminación de tierra y mares. En sus fortunas acumuladas, sus derroches y orgías ofensivas.

El ’alma encantada’ esta presente en las resistencias e insurgencias heroicas (Irak, Afganistán, Palestina, Colombia, México…), en las protestas sociales, en los nuevos gobiernos progresistas, en lo movimientos antiglobalizadores, en lo foros sociales alternativos, en la rebeldía de las juventudes de Francia y otros países de Europa, en el hermoso despertar de l@s inmigrantes tercermundistas en EEUU, en las rebeldías estudiantiles en Chile, en la Revolución Bolivariana de Venezuela y su influjo en todo el continente….

En el ALBA contra el ALCA.

En el debate sobre el socialismo en el siglo XXI.

En el neo-bolivarianismo.

El alma de nuestra América se ha vuelto a ’encantar’.

Por eso se necesita volver a Mariátegui.

Y se necesitan, hombres y mujeres de acción y pensamiento como él, listos para la «creación heroica» y para «vivir peligrosamente» como lo exigen las épocas propicias para tomar el cielo por asalto y reemprender los sueño realizables.

Épocas como ésta.

*Político y ensayista dominicano

José Carlos Mariátegui, El AMAUTA (Perú,1894-1930)

Las Mujeres de la Diosa

Las Mujeres de la Diosa, por Analía Bernardo

  • El pecado original, la culpa de Eva, el Dios padre, el Diablo, no forman parte de esta cosmovisión ancestral
  • La arqueomitología desentrañó el tránsito de las culturas matrilineales a la patriarcal

Analía Bernardo
Fuente: suplemento Triple Jornada, octubre 2005, diario La Jornada, México

A mediados de la década de los 70, dentro del movimiento feminista de Estados Unidos, Zsuzsanna Budapest y Starhawk vincularon la tradición de las Diosas y de las brujas con las luchas por los derechos de las mujeres, creando junto a otras investigadoras de lo Sagrado Femenino una corriente espiritual cuya cosmovisión y práctica ritual no provenía de ninguna iglesia o religión judeocristiana.

Así surgió el Movimiento de la Diosa, la Witchcraft y la Espiritualidad Femenina que celebra a la Gran Diosa inmanente en la naturaleza, en las mujeres y en las relaciones culturales que surgen de esa cosmovisión.

Una espiritualidad que nos ha devuelto a las mujeres el derecho a la libertad de culto de lo Divino Femenino sin una autoridad religiosa masculina o gurú iluminado que defina en qué deben creer las mujeres y cómo hacerlo.

Más bien, fueron las mujeres las se apropiaron de ese derecho recreando la antigua religión de la Diosa con proyecciones políticas, sexuales, de género, ecológicas y comunitarias que estuvieron presentes en las tradiciones de las brujas, sacerdotisas y chamanas en la Europa precristiana y en otros sitios donde la Gran Diosa expresaba las potencialidades de los cuerpos, almas, mentes y creaciones de las mujeres de manera positiva, otorgando libertad, dignidad y poder de vinculación con otros sin subordinación sexual. El pecado original, la culpa de Eva, el Dios padre, el Diablo y la necesidad de redención de la naturaleza caída no forman parte de esta cosmovisión ancestral.

Hasta entonces las religiones que mayoritariamente las mujeres conocían y practicaban eran espiritualidades y teologías creadas y dirigidas por varones, centradas en figuras masculinas como Yahveh, Jesús, Alá, Krisna, Buda; donde la discriminación y desvalorización de las mujeres y de lo divino femenino se mantenía sin modificaciones desde hacia siglos. Con todo, dos milenios de cristianismo, por ejemplo, es un tiempo relativamente corto si se lo compara con el culto a la Gran Diosa, adorada a partir del Paleolítico Superior, 20 mil años a. C. y en el Neolítico agrícola, 7 mil años a. C., hasta las culturas clásicas de la antigüedad y los primeros siglos del cristianismo. Y aún cuando Constantino había cerrado los templos de las Diosas y declarado al cristianismo la religión oficial, los pueblos de Europa seguían practicando el culto de lo Divino Femenino con distintos nombres y ritos lunares, estacionales y chamánicos.

Entonces, la Iglesia creó un sistema de persecución, tortura y muerte inimaginable para erradicar esta religiosidad tan arraigada en la vida de la gente común y que posicionaba a las mujeres en un lugar de respeto y dignidad, especialmente a las brujas como sacerdotisas de ritos lunares y agrícolas, parteras, conocedoras de hierbas sanadoras y anticonceptivas y de técnicas chamánicas de visión sagrada, como personas con poder personal, social y espiritual dentro de las comunidades.
El retorno de la Gran Diosa

En 1976, Merlin Stone publicó “Cuando Dios era Mujer” abriendo el camino a una serie de estudios sobre la influencia de las religiones en la dignificación o en la opresión de las mujeres. Aquel libro fue pionero e inspiró otras investigaciones que reinterpretaron mitos, tradiciones, ritos y evidencias arqueológicas y antropológicas sobre la religión de las diosas prepatriarcales, realizados por Barbara Walker, Mónica Sjöö, Riane Eisler, Caitlin Matthews, Mary Daly, Vicky Noble, Charlene Spretnak, Carol Christ y las citadas Budapest y Starhawk.

La espiritualidad feminista cuenta con el trabajo arqueológico de Marija Gimbutas, quien dirigió excavaciones en Europa Central y del Este, sacando a la luz evidencias de la Civilización de la Diosa como ella la llamó que evolucionó entre el 6 mil 500 y el 3 mil 500 a. C., de manera independiente de la Mesopotamia, como una sociedad pacífica que no construía armas de guerra y se dedicaba a la agricultura, el arte, el comercio y la religión, y en la que según evidencias funerarias no había una jerarquización de los géneros. Mujeres y varones se percibían como hijos de una Madre Origen común, la Gran Diosa, vivenciando algún tipo de igualdad de géneros.

Gimbutas interpretó numerosas estatuillas de la Diosa, objetos rituales y de la vida cotidiana en los que se expresa esa cosmovisión sagrada asociada a los ciclos de la luna, de la mujer, de la naturaleza, de la conciencia humana y de todos los seres vivos con el arquetipo de la Diosa Pájaro-Serpiente creadora, la Diosa Sustentadora (del cereal, la agricultura y la cultura) y la Diosa de la Muerte y el Renacimiento. Una trinidad femenina más antigua que la cristiana o la hindú, por ejemplo, celebrada junto a sus hijas/os y consortes.

Esta investigadora de origen lituano, hizo una lectura arqueomitológica, encontrando que las simbologías sagradas y arquetípicas de las diosas de culturas posteriores ya estaban presentes en los asentamientos neolíticos. Gimbutas destacó la continuidad de la cosmovisión de la Diosa neolítica procedente de las “Venus” paleolíticas de las/los sapiens recolectoras y cazadores de las cavernas y su pervivencia en las tradiciones de las diosas posteriores al Neolítico que conocemos con el nombre de Eurínome, Gea, Ártemis, Hécate, Atenea, Isis, Nut, Maat, Inanna, Ishtar, Alat, Aserá, Rhea, Deméter, Perséfone, Diana, Juno, Minerva, Eire, Brigid, Freya, Baba Yagá, las Musas, las Parcas, las Gracias, entre muchas otras.

Gimbutas comprobó la tesis de Jean Ellen Harrison, experta en mitología griega de Cambridge en los años 30, la primera en señalar que las diosas griegas procedían de una época histórica preolímpica anterior y que el casamiento de Hera con Zeus no existió en sus orígenes. Ese casamiento forzado, más bien reflejaba el tránsito, a veces dramático y violento, de las culturas matrilineales a la patriarcal luego de una conquista armada y una inversión de los mitos de origen. Incluso diferenciaba a los dioses guerreros de los agrícolas de la edad matrilineal: Hermes, Pan, Dionisio, indicándonos que el culto a las diosas no excluía lo Sagrado Masculino pero tampoco adoraba a un dios padre guerrero y dominante, ni a deidades masculinas que violaban y mataban a diosas y a mujeres como sucede en los mitos tardíos, surgidos de aquella conquista y reforma.

Para Harrison los mitos griegos eran intentos, a veces groseros y desesperados, para cambiar la tradición de la Gran Madre por propaganda política-religiosa como es el mito de Atenea naciendo de la cabeza de Zeus, armada como una guerrera, reemplazando a la ancestral Atenea, una deidad sin padre, patrona de la sabiduría y la inteligencia y así presentar a los dioses “archipatriarcales” (como Harrison los calificó) como primigenios, mejores y supremos.

Robert Graves difundió fuera del ámbito académico el trabajo de Harrison pero fue Gimbutas la que proporcionó las pruebas arqueológicas de las olas invasoras patrilineales como así también la cosmovisión cultural y religiosa de la Gran Diosa hasta entonces considerada por muchos como simples “cultos de fertilidad”.

Por su parte, la antropóloga Margaret Murray presentó pruebas de la tradición de las brujas como un chamanismo europeo cuyos orígenes se remontan a los chamanes/as paleolíticos y siberianos.

Las neojunguianas Silvia Brinton Perera, Marion Woodman, Jean Shinoda Bolen y Clarissa Pinkola Estés, realizaron una tarea similar a la arqueológica a fin de desenterrar el arquetipo de la Gran Diosa de las profundidades del inconsciente personal y colectivo de las mujeres adonde la cultura y el ego patriarcal lo habían recluído, reprimiéndolo para que las diosas no otorgaran poder espiritual, emocional y cultural al cuerpo, la sexualidad, la libertad y la conciencia de las mujeres.

Para las junguianas, los mitos tardíos como el de Atenea naciendo de la cabeza de Zeus se hicieron carne en las mujeres que fueron educadas según el ideario femenino de la mentalidad patriarcal, teniendo que adoptar en los últimos tiempos modos patriarcales a fin de ser reconocidas como “Hijas del Padre” y tener éxito profesional o intelectual.

Tealogía de la espiritualidad feminista

Así, las prácticas del Movimiento de la Diosa cuentan con una tealogía (de Tea, la Diosa) rica y variada, procedentes de muchas fuentes no sólo académicas ya que no es un discurso unificado dictado por una autoridad centralizada.

Para la tealogía, la Diosa es vivenciada por las mujeres de muchas maneras a través de unas cosmovisiones básicas con la clara intención de que no reproduzcan estereotipos femeninos y masculinos. A la Diosa creadora se la celebra en la naturaleza como una deidad que permanece inmanente en el mundo y el universo que ha creado. Ella es la vida, la naturaleza, la creación, el espíritu, en las plantas, las montañas, los lagos, los animales y las personas. Es la reina del cielo, de la tierra y del otro mundo, abarcando los tres mundos como sucede con la Triple Pachamama: Janaj Pacha, Kay Pacha y Uku Pacha.

La tealogía de la Diosa comparte muchas visiones con tradiciones de pueblos originarios e indígenas que celebran lo Sagrado Femenino en las diosas Andra Mari, Cerridwen, Ilamatecutli, Ixchel, Pachamama, Mujer Araña, Mujer Bisonte, Sedna, Qomolagna, Nu Kwa, Amaterazu, Pele, Iemanjá, Umai, Kali.

La Creadora se presenta cíclicamente como triple Diosa: la Virgen de la luna creciente y de la primavera (virgen porque se pertenece a sí misma), la Madre o Adulta Plena de la luna llena y del verano, y Anciana Sabia de la luna menguante y del otoño para luego transformarse en la Diosa Oscura de la luna nueva y del invierno, el aspecto que está por detrás de la trinidad manifiesta. Ella es celebrada por las mujeres de este movimiento en cada ciclo lunar y en cada estación.

La Triple Diosa celebra las tres edades de la mujer y a las tres generaciones de mujeres que conviven en un mismo tiempo y cultura. Y vincula a las/los antepasados con las mujeres y varones del presente y con las generaciones futuras.

Esta Trinidad Femenina también es un arquetipo en la conciencia profunda de la mujer en cualquier edad biológica porque expresa diferentes procesos internos y capacidades para ser y actuar. En mi trabajo con la Triple Diosa, este arquetipo expresa la energía vital, la autoestima y la libertad (la Virgen), la capacidad de vinculación con otros/as sin subordinación (la Adulta) y la capacidad de cambio y transformación (la Anciana), mientras que un poder transpersonal más hondo sostiene a todas esas cualidades (la Oscura, la Diosa Origen).
Además, muchas diosas son patronas o protectoras de una potencialidad específica: la diosa del amor, de la fertilidad, de la sanación, de las artes, de la justicia, etcétera, y las mujeres las invocan para una problemática en particular con sus nombres: Afrodita, Ceres, Higeia, las Musas y Themis respectivamente, o sus equivalentes indígenas.

Este movimiento no es un monoteísmo con polleras (faldas), por eso también celebra lo Sagrado Masculino a partir del ancestral arquetipo del Dios Astado de la tradición paleolítica y del Dios de la Vegetación neolítico como hijo, amante consorte e iniciado con diversas manifestaciones estacionales y cíclicas.
Círculos y asambleas

Budapest y Starhawk junto a otras brujas y sacerdotisas se han dedicado a la formación espiritual de las mujeres en las asambleas y círculos con conciencia de género. Han publicaron libros con rituales para los Sabbats estacionales y los Esbats lunares. Y proponen ritos de iniciación a la menstruación, la mediana edad, la maternidad y la menopausia. Y otros rituales para afrontar problemáticas como el abuso sexual, detener a un violador, decidir la interrupción de un embarazo no deseado, tratar la baja autoestima, el odio hacia el cuerpo o la depresión.

También hechizos de magia femenina como medios para dirigir la conciencia ante necesidades básicas de trabajo, vivienda, sanación, estudio, pareja. Es una espiritualidad donde la magia se suma al trabajo político o psicológico por los derechos de las mujeres, y en la que la sabia serpiente, el triángulo de la vulva y la sangre menstrual son algunos de los símbolos de sacralidad femenina que vuelven a ser utilizados por las mujeres.

En este movimiento no existen estructuras eclesiales ni dogmas ni papas y toda mujer puede celebrar a la Diosa tenga mucha o poca formación previa, convocando a otras y formando un grupo. En EU hay asambleas de mujeres heterosexuales y/o lesbianas y están las que integran a mujeres y varones; en ellas se promueve un compromiso con la vida del planeta y la justicia a través de acciones individuales y colectivas.
La Diosa en América Latina

En la región, las mujeres tenemos noticias de los libros, talleres y celebraciones del Movimiento de la Diosa. Quizás lo más desafiante sea invocar a una deidad femenina en esta parte del continente donde la religión masculina sigue influyendo en la autoestima de las mujeres, negándole derechos y presentando a María como una mujer subordinada al Dios masculino.

Cuando las latinoamericanas escuchan hablar de la Gran Diosa en relación a sus problemáticas la reciben como un manantial de agua fresca en medio del desierto. Después de todo, hace tan solo cinco siglos que las mujeres adoraban a las diosas precolombinas y aún lo siguen haciendo en muchas comunidades. Así, las mujeres de la Diosa en América Latina estamos rescatando a las diosas indígenas a fin de reencontrar en ellas la dimensión sagrada de nuestros derechos.

Feministas académicas y políticas suelen temer que esta espiritualidad sea una moda escapista que aleje a las mujeres de la lucha por los derechos, ya que todas las religiones que han conocido han sido opresivas y no imaginan algo diferente. Pero las tres décadas del Movimiento de la Diosa son suficientes para comprobar la íntima relación que han tejido las feministas espirituales entre derechos y espiritualidad. Para las que celebramos a la Diosa ambos hilos se tejen juntos.

En “La Danza en Espiral”, Starhawk expresa que el movimiento feminista de por sí es mágico-espiritual, además de político. Es espiritual porque está dirigido a la liberación del espíritu humano, a sanar nuestra fragmentación, a llegar a estar completas. Es mágico porque cambia la conciencia, expande nuestra percepción y nos da una nueva visión, utilizando un concepto de la brujería, esto es, el arte de cambiar la conciencia a voluntad. “Para mí había una conexión natural entre el movimiento para darle poder a las mujeres y una tradición espiritual basada en la Diosa”, expresa Starhawk.

Para las mujeres de la Diosa, la religión es una dimensión de la vida demasiado importante para dejarla sólo en manos de los varones y de las religiones patriarcales como únicas opciones de espiritualidad. Las mujeres que no se identifican con el ateísmo o el agnosticismo, desean terminar con el vacío de sacralidad que el patriarcado dejó en sus almas y cuerpos. Un vacío casi siempre ocupado por imágenes negativas de sí mismas. El retorno de la Diosa expresa esa necesidad y ese derecho.
La autora investiga tradiciones sagradas femeninas
trabaja en talleres con el arquetipo de la Triple Diosa
analiabernardo@yahoo.com

Bibliografía

Starhawk, “La Danza en Espiral. El Renacimiento de la
Antigua Religión de la Gran Diosa”. Ed. Obelisco,
Barcelona, 2002 (primera edición en inglés 1979).

Susana Budapest, “El Poder Mágico de las Mujeres.
Artes esenciales de la Espiritualidad Femenina”, Ed.
Robin Book, España, 1995 (primera edición en inglés
1980).

Susana Budapest, “Cada día es una fiesta. La Abuela
del Tiempo. Celebraciones, hechizos y objetos sagrados
para cada mes del año”, Ed. Obelisco, Barcelona, 2001
(primera edición en inglés 1989).

Susana Budapest, “La Gran Madre Luna”, Ed. Obelisco,
Barcelona, 2001 (primera edición en inglés 1991).
Analía Bernardo, “Eurínome, la Diosa Creadora”,
Colección Mitología Femenina, edición digital de
autor, Buenos Aires, 1997.

Analía Bernardo, “Deirdre y la Diosa del Amor”,
Colección Mitología Femenina, edición digital de
autor, Buenos Aires, 1999.

Analía, Bernardo, “Esfinges, Gorgonas y Sirenas, las
desafiantes del lado oscuro”, Colección Mitología
Femenina, edición digital de autor, Buenos Aires,
2001.

Barbara Walker, “The Woman’s Encyclopedia of Myths and
Secrets”, Harper & Row, Usa, 1983.

Marija Gimbutas, “The Goddeses and Gods of Old Europe,
Myths and Cults Images”, University of California
Press, Los Angeles, 1982. “Diosas y Dioses de la
Antigua Europa”, Ed. Istmo, Madrid, 1991.
“The Language of the Goddess”, Harper & Row, San
Francisco, 1989. “El Lenguaje de la Diosa”, Ed. Dove,
Oviedo, 1996.
“The Civilization of the Goddess: The World of Old
Europe”, Harper San Francisco, 1991.

Riane Eisler, “El Caliz y la Espada”, Ed. Cuatro
Vientos, Chile, 1990.

Jean Ellen Harrison, “Mitología”, Ed. Nova, Buenos
Aires, 1947.

Margaret Murray, “Witch Cult in Western Europe”.
Oxford University Press, 1921.
“El Dios de los Brujos”. Fondo de Cultura Económica,
1985.

Robert Graves, “La Diosa Blanca”, Alianza Editorial,
1983.

¡Alto a la persecucion y terror contra el movimiento popular y social!

¡ALTO A LA PERSECUCION Y TERROR CONTRA EL MOVIMIENTO POPULAR Y SOCIAL!

El Bloque Popular Social de El Salvador, integrado por organizaciones sindicales, magisteriales, religiosas, campesinas, comunales, ambientalistas, cooperativas, indígenas, de mujeres, lisiados y veteranos de guerra, denuncia ante la opinión pública nacional e internacional, lo siguiente:

1. A partir de la lamentable muerte de 2 agentes de la PNC el pasado 5 de julio, el régimen represivo de Saca ha desatado una campaña de persecución y terror contra el movimiento popular y social en general, y en especial contra la dirección de las organizaciones de estudiantes de secundaria.
2. El régimen de Saca pretende ocultar la militarización que sufrió el Hospital Bloom ese día así como el emplazamiento de francotiradores en su azotea; y la agresión criminal contra estudiantes universitarios realizada por helicópteros que rafagueaban sobre la UES.
3. El régimen de Saca lanzó una multimillonaria campaña mediática orientada a confundir a los sectores populares presentando a los sectores organizados como terroristas y pretendiendo aprobar la Ley Antiterrorista para castigar y aplastar la resistencia de amplios sectores a las políticas antipopulares de este régimen corrupto.
4. El régimen de Saca pretende que nuestro pueblo olvide los aumentos a la energía eléctrica, al transporte y al agua, así como la negativa a ratificar los convenios 87 y 98 de la Organización Internacional del Trabajo que han provocado el cierre de la atunera Calvo en la Unión.
5. El régimen de Saca no logra promover el crecimiento económico del país ni con el TLC ni con sus políticas privatizadores y lo que ha provocado es una sociedad con altos niveles de desempleo y exclusión social, completamente polarizada.

Frente a esta crítica situación, como Bloque Popular Social proclamamos lo siguiente:

1. Estamos en pie de lucha. Las acciones represivas y amenazas no van a atemorizarnos. Vamos a seguir en la calle exigiendo nuestros derechos constitucionales.
2. Denunciamos las medidas represivas contra militantes de las organizaciones de secundaria como MERS, BPJ, AESAR y MES, promovidas por la Ministra de Educación en los institutos nacionales de todo el país.
3. Denunciamos las declaraciones irresponsables del Ministro de Gobernación en la que nos acusa de terroristas cuando el principal terrorista en este país es él y sus jefes de los escuadrones de la muerte, seguidores de Roberto DAubuisson.
4. Denunciamos la pretensión de aprobar la Ley Antiterrorista para tratar de parar el incontenible ascenso de la lucha popular.
5. Responsabilizamos a Saca por cualquier atentado contra dirigentes y bases de nuestras organizaciones ya que él encabeza la campaña en los medios en contra de nuestras luchas.
6. Hacemos un llamado a la solidaridad internacional a mantenerse pendiente y denunciar cualquier tipo de amenaza y acción en contra del movimiento popular.

El presente es de lucha, el futuro es nuestro

Coordinación Nacional del Bloque Popular Social de El salvador

San Salvador, 17 de julio de 2006

Masculinidad patriarcal en crisis

Masculinidad patriarcal en crisis

ANALÍA BERNARDO

Para Juan Carlos Volnovich, médico psicoanalista argentino, el Movimiento de Mujeres ha desafiado al viejo machismo latinoamericano y la conocida masculinidad patriarcal se enfrenta a nuevas experiencias de masculinidad
“en tránsito”.
El reclamo de las mujeres por una democratización en las relaciones entre los géneros a nivel familiar, social e institucional obliga a los varones a revisar y modificar actitudes, dogmas, leyes, mandatos y prácticas patriarcales que
fueron consideradas normales y aceptables en los últimos dos milenios.
“Soy de los que ven al patriarcado como un sistema de opresión y explotación del ser humano basado en su pertenencia al sexo femenino”, expresa Volnovich, y agrega: “el patriarcado es un sistema de dominio, de presión y represión
basado en una definición cultural de la femineidad y de la masculinidad que impide a todos los seres humanos realizar todas nuestras capacidades potenciales”.
Para detectar esas limitaciones que coartan las potencialidades humanas, las mujeres cuestionamos el modelo femenino patriarcal y desarrollamos una identidad más allá de las fronteras y estereotipos impuestos. ¿Y los varones?
Para Volnovich aún están muy rezagados en el cuestionamiento de la masculinidad patriarcal. Además, el patriarcado sigue brindándoles imágenes de poder dominante y sexista, como la manera “exitosa” de ser varón.
Aún así, es necesario preguntarse por qué los varones han tenido –y siguen teniendo– tantas dificultades para relacionarse de manera igualitaria y respetuosa con las mujeres y con otros varones. ¿Por qué crearon tantas estructuras culturales, políticas, económicas, sexuales y religiosas que han oprimido a la mujer y la han excluido de todos los ámbitos durante tanto tiempo? ¿Por qué el poder para ser y actuar sólo en manos masculinas…?
Una de las respuestas se encuentra en las figuras consagradas que han llevado a los varones a considerarse superiores y no iguales a las mujeres. El arquetipo del Dios Padre, masculino y monoteísta, ha tenido un fuerte impacto en la conciencia masculina, individual y colectiva, al presentarse como un ser supremo que no convive con ningún otro ser divino, como si prefiriese la soledad a la vinculación.
Teólogos judíos, cristianos e islámicos suelen indicar que Dios no tiene sexo ni género. Sin embargo la percepción que los y las creyentes tienen es que Dios es masculino, es varón. Las escrituras, las catequesis, las teologías y los cultos constantemente hablan de “Él” y no, por ejemplo, de “Ella”. Tampoco se ocuparon en crear un lenguaje inclusivo para dar a entender que Dios contenía lo femenino además de lo masculino. O bien un lenguaje neutro para esa deidad que trasciende los géneros. La Cábala judía sí lo intentó al desarrollar un Árbol de la Vida con un pilar femenino y otro masculino para conciliarse en un tercero, pero esas visiones apenas transcendieron los círculos de eruditos.
El Judaísmo y el Islam –que no usan símbolos figurativos para Dios– en sus textos sagrados no pueden evitar hablar de Dios utilizando metáforas e imágenes de género masculino para referirse a la deidad.
Por su parte, el Cristianismo dejó de lado esa restricción simbólica y plasmó lo que se daba por sentado: Dios es varón, y así lo representó en el arte sacro, como un hombre poderoso, un patriarca, un rey, un juez. Y a esa figura del Dios Padre se sumaron las del Hijo y el Espíritu Santo, formando una trinidad sin ninguna persona divina femenina.
El Cristianismo casi rompe el tradicional monoteísmo de la religión judía. Y si lo hace es para incorporar más figuras masculinas. La Virgen María no participa de la trinidad de la misma manera que el Padre y el Hijo como Diosa Madre o
como una deidad femenina de cualquier otro tipo; siempre está un escalón más abajo. Para imponerse, la iglesia Católica creó una trinidad que reemplazara a las trinidades precristianas y a las ancestrales triples diosas lunares que en el primer milenio d. C. seguían siendo adoradas en Europa con el nombre de Diana, Isis, Selene, Hécate, las Parcas, junto a sus hijas, hijos y consortes.
Más tarde, la Reforma protestante eliminó las figuras antropomórficas para Dios Padre y Jesús, el culto de la Virgen y de los santos, para concentrarse sólo en la cruz desnuda y la Biblia.
Teólogas católicas y evangélicas progresistas suelen señalar la necesidad de un lenguaje inclusivo, masculino y femenino para Dios como “Dios Padre y Diosa Madre” en las lecturas bíblicas y el culto. Pero cuando se les pregunta sobre la manera de representar esa doble potencialidad en la divinidad monoteísta de manera icónica, reconocen que resultaría muy exótico, incluso chocante, para la mayoría de las/los fieles representar a Dios/Diosa con una figura femenina.
Mucho menos con una andrógina, aún cuando la feligresía se ha acostumbrado a ver personificaciones masculinas de Dios en las iglesias. De hecho, aún no pueden incorporar la expresión “Dios Padre, Diosa Madre” que sería la más adecuada desde la perspectiva de género.
Así, vemos que el arquetipo nuclear que está detrás de la masculinidad patriarcal es un modelo estereotipado con grandes dificultades para expresar una relación armónica entre lo masculino y lo femenino; para expresar diversidad e igualdad entre los géneros.
Los egipcios, que eran la civilización más avanzada del primer milenio a. C. del Cercano Oriente, incluso en igualdad de género, no toleraron más de un faraón (Akenatón) imponiendo un culto monoteísta. Apenas se murió se restituyeron
los numerosos cultos y deidades femeninas y masculinas.
Algo similar encontramos en las culturas nativas precolombinas donde no existen evidencias de un monoteísmo masculino sin representación sagrada femenina, ni
una discriminación sexual y cultural hacia la mujer de las mismas dimensiones que la judeocristiana o islámica.
El pueblo Mapuche representa a sus deidades de manera cuaternaria, doblemente femenina y masculina, a través de un símbolo mandálico* que la machi sacerdotisa/curandera) pinta sobre el parche del kultrún (tambor ritual de madera y cuero): un círculo con una cruz de cuatro brazos iguales que representan a Küshe, la diosa mujer anciana, Fücha, el dios hombre anciano, Ülcha, la diosa mujer joven
y Weche, el dios hombre joven. El ave sagrada de los mapuches, el Choiqué, suele considerarse un ser primordial andrógino. Esta cultura, una de las más antiguas de los Andes patagónicos de Sudamérica, rara vez recurre a las imágenes antropomórficas. Aquel mandala –símbolo de totalidad y diversidad– es suficiente para expresar la importancia y dignidad de ambos géneros en sus vidas y costumbres, en la dimensión divina y en la terrena.
En este pueblo, por ejemplo, la violencia doméstica hacia la mujer y los hijos/as prácticamente no existe en las comunidades, especialmente en las menos influidas por la cultura occidental.
La crisis de la masculinidad patriarcal apenas comienza, siendo un momento histórico y cultural para transformar modelos y prácticas que nos han limitado como personas masculinas y femeninas. Mujeres y varones necesitamos llevarla
adelante en beneficio mutuo.

  • Mandala es una palabra hindú que significa círculo. Los mandalas

hindues y los tibetanos son una forma de reunir en un símbolo distintas
energías, deidades, las cuatro direcciones, los cuatro budas o dioses y
diosas, etcétera.
La autora investiga tradiciones sagradas femeninas
analiabernardo@yahoo.com

Iglesia Luterana Popular bendice nueva sede del CIS

SAN SALVADOR; 14 de julio de 2006 (SIEP) “En sus trece años de trabajo el Comité para el Intercambio y la Solidaridad (CIS) ha hecho una significativa contribución al proceso democrático de nuestro país” dijo el Rev. Roberto Pineda, pastor de la Iglesia Luterana Popular de El Salvador,. antes de bendecir las nuevas instalaciones.

“Y por eso –agregó- nos llena de alegría la inauguración de esta nueva casa del CIS, ya propia, porque han sido miles de estadounidenses que por medio del CIS ha conocido la realidad de sufrimiento y lucha de nuestro pueblo salvadoreño.”

“Y es justo rendir homenaje a Leslie Schuldt, que tuvo la visión y la voluntad de iniciar este proyecto y que con su esfuerzo se ha ganado el cariño de muchas comunidades de nuestro país. Gracias, Leslie por este testimonio de amor y de fe.”

A la actividad se hicieron presentes representantes de diversos organismos populares como SIGESAL y CORDES, así como de comunidades, entre las que se encontraban las de Comasagua, San Pedro Perulapan, Iglesia María Madre de los Pobres, El Transito, San Francisco Chinameca, San Rafael Cedros. También estaban la Red de Familias del CIS.

Leslie Schuldt, indicó que “este es un momento muy especial, me siento muy alegre, tenemos ya casa propia y es también casa de las comunidades con las que trabajamos, luchando juntos, con las que hemos aprendido mutuamente, enfrentando los efectos de los huracanes, de los terremotos, y de las medidas del neoliberalismo.”

La Procuradora de Derechos Humanos, Dra. Beatrice de Carrillo expresó que “ vivimos un momento muy difícil, hemos entrado como país a una nueva etapa a partir de los hechos del 5 de julio, que deben ser esclarecidos y debe de conocerse la verdad sobre lo que sucedió.”

El Rev. Ricardo Cornejo subrayó que “ a Leslie le tengo mucho respeto, la conozco desde Chicago, desde la solidaridad del pueblo estadounidense con nuestro pueblo y por eso me da mucha alegría la inauguración de estas nuevas oficinas que estamos seguros beneficiaran a la amistad entre nuestros pueblos.”