Descubriendo rostros distintos de Dios

Descubriendo rostros distintos de Dios

Se dice que hacer teología es hablar de Dios. Pero hablar de Dios es, en cierto sentido, hablar de uno mismo. Porque de Dios hablamos desde nuestra propia perspectiva particular. No importa los esfuerzos que hagamos en el intento de ser objetivos. Nuestra impronta nos delatará de alguna u otra manera, sea por el lugar donde nacimos, nos formamos, caminamos o nos dejamos influenciar. De Dios no podemos hablar de otra manera sino con nuestro propio lenguaje humano, y este “racializado” , “generizado” (de género) y “culturizado”.

Por eso, compartir mi itinerario teológico es como compartir la vida y por lo tanto, soltar las amarras de lo que no se ve en mi discurso de Dios, pero da razón del contenido.

Pobreza sin conciencia: mi infancia

Se puede vivir pobre sin saberlo y se puede vivir feliz. Esto ocurre cuando se es una niña o un niño, y cuando todos los del barrio son pobres. Yo fui pobre y feliz. Tuve la libertad de los niños que andan descalzos en la calle y sin horarios fijos para ir a dormir. No padecí el sufrimiento de aquellos niños que sin hambre son obligados a comerse toda su comida. Porque no había mucha. Es ahora que caigo en la cuenta de que nuestra comida casi siempre era la misma –tortillas y frijoles– y las galletas del desayuno, acompañadas de café negro, eran contadas. Aún escucho el sonido de cada galleta contada, que mi madre dejaba caer en el plato de cada uno de mis hermanos y hermanas, y a la vista de todos para evitar pleitos. En una casa pequeña de 3 cuartos: una sala, un dormitorio y una cocina, viví la infancia con mis padres, 7 hermanos, una tía y un primo que se vino a la ciudad. En total vivíamos 12 personas en ese reducido espacio.

Fue mucho después que caí en la cuenta de que la angustia de mi madre era frecuente frente a cada horario de comida que se acercaba, especialmente en los tiempos en que mis hermanos mayores no tenían la edad para trabajar y ayudar a mi padre, un hombre incapacitado de la vista, bastante ausente y eternamente desempleado. Y a pesar de eso no puedo negar que fui feliz cuando era niña: jugué mucho con mis hermanas cercanas a mi edad y con los amiguitos del barrio. Nada se me prohibió que yo recuerde: jugué con agua y tierra, todo lo que quise; con todo tipo de juegos sean de varones o de niñas, sin supervisión ni censura; toqué todos los animales a mi alcance, excepto los venenosos, según mi mamá, y fui a todas partes sin que se me negara el permiso. Las palabras de mi madre eran: tú sabrás lo que es mejor para ti. La única restricción y severidad de mi madre era el estudio. Cumpliendo con eso tenía todo el mundo a mis pies.

Mi mamá era de esas que se encargaba de tragarse todo la angustia y sufrimiento de la pobreza para que los hijos sean felices. Pero al cumplir los quince años, la edad para trabajar, era imposible mantener ese mundo feliz en una ciudad industrial al norte de México, como Monterrey, llena de contrastes entre ricos pobres. No me tocó experimentar la amargura de esa realidad porque a los 15 años me fui de la casa a la Ciudad de México a vivir con mi hermana mayor que se había casado con un pastor de ese lugar.

A pesar de que crecí con un margen mayor de libertad que los niños de clase media, había en mi casa y entre los amigos claros límites con respecto a lo bueno y lo malo, más que desobedecer, lo malo era, robar, traicionar, dañar, mentir, prostituirse o matar. Estos supuestos eran concebidos y asumidos por los niños, tal vez inconscientemente. Venían principalmente de la iglesia.

Si hoy día me dedico a la educación y producción teológica mucho tiene que ver la iglesia en la cual crecí. Una iglesia presbiteriana, pequeña, que se convirtió en el centro de la vida social de muchos de nosotros de la colonia Hidalgo. A pesar de ser ideológicamente conservadora, allí aprendí a ser persona con palabra, a ser líder, y sobre todo a estar muy cerca de Dios. La iglesia era como un segundo hogar en donde se aprendía mucho pero también se jugaba todo el tiempo. Ahora, como teóloga, me doy cuenta de tantas concepciones erróneas que escuché. Caigo en la cuenta, por ejemplo, de que ese Dios cercano era intimista e imparcial. Sin embargo, el haberme hecho sentir ser una persona con palabra y el haber aprendido a sentir la cercanía de Dios, son dos cosas por las cuales estaré siempre agradecida a la iglesia.

Esta inicial historia de vida marcará en cierto sentido mi futura teología. Ciertamente mi percepción del rostro de Dios irá cambiando en mi pensar teológico al paso de los años. Pero la experiencia de pobreza me ayudará a entender teológicamente con mayor facilidad el mundo de los pobres y discriminados, así como un nuevo rostro de Dios en el encuentro con ese mundo.

El Dios de la calle y de los pobres: mi formación

Muy joven, a los 18 años, ingresé a estudiar teología en el Seminario Bíblico Latinoamericano, ubicado en Costa Rica. No pude estudiar en México simplemente porque en la iglesia presbiteriana las mujeres no teníamos acceso a los estudios superiores de teología, sólo los varones.

Aquí mi mundo teológico dio un vuelco, no sólo porque las ciencias bíblicas me quitaron la venda de los ojos, sino porque me di cuenta que el Dios que conocía era muy chico. Descubrí diferentes rostros de Dios. Primero descubrí al Dios que se sale del templo a las calles. Como no había iglesia presbiteriana asistí a la metodista y asumí la frase de Wesley: “el mundo es mi parroquia”, pero con una significación muy propia: la del secularismo. Bultman y Barth y otros teólogos europeos se debatían entre algunos profesores pero yo en ese entonces no los entendía mucho. Más me gustaban las “Oraciones para rezar por la calle” de Michel Quoist,(¿?) “Oraciones a Quemarropa” de Luis Espinal y El cristiano como rebelde de Harvy Cox. Vivir la fe fuera de las paredes del templo me parecía altamente revolucionario y bonito allá por el 69, al inicio de mis estudios. Siempre me gustó la literatura, así que más tarde, mientras hacía la licenciatura en Teología, estudiaba asimismo literatura y lingüística en la Universidad Nacional.

Lo mejor que me ha pasado en “mi vida teológica” es haber descubierto al Dios de los pobres. Es decir, el rostro del Dios misericordioso que se indigna frente a la injusticia y opresión y opta por los excluidos de la sociedad. A la Teología de la Liberación le debo esta descubierta. Durante la segunda mitad de los 70 y la primera de los 80 nuestro contexto latinoamericano exigía nuevos rostros de Dios que respondieran a una realidad de lucha generalizada en muchos de los países. Las ciencias sociales, especialmente la sociología y más tarde la economía política, habían puesto al descubierto la realidad de dependencia y explotación del continente. Se necesitaba de una transformación radical. A los ojos de los teólogos, el desfase entre los discursos teológicos que manejábamos, productos del norte, y nuestra realidad era evidente. Los documentos de Medellín que tanto citan los católicos cuando se habla del inicio de la TL, no son el punto de partida de un nuevo quehacer teológico latinoamericano. Son simplemente la sistematización de lo que se estaba gestando, exigencia de una realidad que pide ser pensada teológicamente de manera pertinente. Porque no son las ideas (de un documento) los motores de un pensar nuevo, sino las vivencias. La tesis doctoral de Rubén Alves, publicada bajo el título Religión, opio o instrumento de liberación, teólogo presbiteriano, circulaba a principios de los 70 entre nosotros los estudiantes como el libro más novedoso. Poco después llegaron a nuestras manos el libro de Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación y el de Hugo Assmann. Pueblo oprimido, señor de la historia. Aquellos momentos eran difíciles por la represión de las dictaduras en el sur y en Centroamérica.

En 1976 se formó en Costa Rica el DEI, Departamento Ecuménico de Investigaciones, yo ingresé, siendo aún estudiante, muy joven y sin mucho recorrido, a formar parte del equipo de investigadores. Se trataba de un grupo de intelectuales cristianos de distintas disciplinas que discutían temas desde la economía y la teología. Esa fue otra escuela para mí. Las armas ideológicas de la muerte, de Franz Hinkelammert , fue la primera obra que publicó el DEI y que se discutió en equipo. Y tengo que decir que esta es una de esas obras que han marcado mi pensamiento hasta hoy día.

Durante la efervescencia revolucionaria en Centroamérica a finales de los setenta y principios de los ochenta se me develó con fuerza el rostro del Dios liberador y el del Jesús histórico de Nazaret que por su práctica por la justicia fue condenado a muerte por la ley romana. Además se hizo sentir, a través de las comunidades cristianas de base en toda América Latina, una nueva manera de ser iglesia. Del 78 al 86 viví intensamente la historia marcada por la revolución, juntamente con mi esposo José Duque, con quien me había casado en el 75. A veces pienso que no hacíamos historia, sino que la historia nos hacía. A pesar de vivir en Costa Rica, creo que cada paso que dábamos, o pensamiento que creábamos, respondía a las exigencias de una historia en tiempos de guerra. Porque Centroamérica era como un solo país. Muchos experimentamos la muerte, tortura o desaparecimiento de amigos o parientes. Varios talleristas del DEI, amigos nuestros, fueron desaparecidos al regresar a sus países. Hoy día, la sala de los profesores de la Universidad Bíblica Latinoamericana lleva el nombre de Noel Vargas, un estudiante nicaragüense, pentecostal asesinado en Nicaragua durante el tiempo de la guerra de baja intensidad apoyada por USA. Yo todo lo llevaba a la teología: los pobres, los ricos, la lucha, la sangre, el amor, la solidaridad, la violencia, en fin la vida, la mujer. Mucho me gusta hasta la fecha hacer meditaciones bíblicas. Así que leía la Biblia selectivamente y casi en toda la Biblia encontraba al Dios liberador de los pobres. Ahora caigo en la cuenta de que cerraba los ojos frente a los textos bíblicos opresores y patriarcales. Reflexionar sobre la vida era el tema fundamental. Entre más sangre derramada había en Guatemala, el Salvador y Nicaragua más teologizábamos sobre la vida. Mi segunda obra fue un librito de lecturas bíblicas para las comunidades, llamado La hora de la vida, escrito en 1978.[1] El tema de la vida aparece siempre en mis escritos, sin proponérmelo. Incluso hoy sigo escribiendo sobre la vida, pero desde otro contexto.

A principios de los 80 se inició una represión algo clandestina en Costa Rica, el país de más tradición democrática en Centroamérica. La palabra Cuba y Nicaragua eran malditas, así como la palabra teología de la liberación. . Allanaron al DEI; el Seminario Bíblico Latinoamericano era vigilado frecuentemente por la Seguridad y migración llegó con frecuencia a solicitar los papeles de los estudiantes extranjeros, que son la mayoría. Yo estaba en la lista, de manera que no hubo un solo día del 80 al 86 cuando llegaba a Costa Rica de algún viaje, que no se me detuviera en el aeropuerto para interrogarme en una salita exclusiva de Seguridad. Dentro de las iglesias evangélicas había en ese tiempo una gran tensión ideológica. Ya enseñaba en el Seminario Bíblico, una institución ecuménica, que hoy es la Universidad Bíblica Latinoamericana y que fue tachada de entrenar guerrilleros, lo cual era una acusación muy grave. Pero en ese entonces no se podía estar en medio, o se estaba con la revolución o no se estaba. Los tiempos eran difíciles para la iglesia oficial, católica o protestante. Las iglesias tenían que dar la cara por sus muertos creyentes y militantes que aparecían tirados en las calles o barrancos en los países de dictadura, y eso generaba grandes tensiones y discusiones dentro de ellas. Temas eternos de discusión eran Fe y política, violencia, Reino de Dios e historia humana, oración y acción, Fe y obras, los ricos también son buenos, etc. Nuestra teología era atrevida, para muchos se salía de la ortodoxia. Así que la lucha se tenía en dos frentes frente a la situación de represión y frente a los dirigentes conservadores de la iglesia. No podemos decir que todos, porque parte de la jerarquía entendió que la teología que surge de situaciones límites pude traspasar las fronteras de la ortodoxia si es necesario. La muerte de Monseñor Romero en el 80 fue de gran inspiración para todos, protestantes y católicos.

Para mí la teología no era ni es debatir ideas interesantes, independientemente de la realidad. Es expresar experiencias de vida en situaciones particulares que reflejan ausencia o presencia de Dios. La teología se vive. Recuerdo aún las liturgias de esos tiempos y su densidad teológica. Realmente era como si la sangre de los mártires actualizara la muerte de Jesús. Por eso, si bien experimentamos el rostro liberador del Dios de los pobres, igualmente sentimos el rostro del Dios que sufre, del Dios crucificado.

Mujer y teóloga

Las mujeres envueltas en la teología de la liberación a finales de los 70 y principios de los 80 poco hablamos de una teología feminista. Vivíamos en un contexto demasiado politizado y nuestra visión de mundo era muy ideologizada. Feminismo significaba infiltración del imperio norteamericano y veíamos a los movimientos feministas Latinoamericanos como imitaciones del primer mundo que dividían la lucha. Por otro lado, los movimientos feministas de América Latina se distanciaban de los cristianos por considerar a la religión cómplice en el sometimiento de la mujer. Ambos sectores estábamos equivocados, y ambos perdimos los valiosos aportes respectivos. Grupos de mujeres de iglesia, miembros de los diversos movimientos feministas, hicieron el puente de la comunicación. Por otro lado, la revolución sandinista, con cristianos y cristianas involucrados, logró en parte cambiar la visión sobre la religión a muchas mujeres del movimiento del feminista. Y varias teólogas, especialmente de Estados Unidos, nos sorprendieron positivamente con sus aportes teológicos y exegéticos.

Nuestro primer encuentro como mujeres teólogas fue en México a finales del 79. En esos momentos comenzamos a vernos como sujetos femeninos de producción teológica. Y este paso fue cambiándonos poco a poco. Recuerdo que no teníamos herramientas de análisis y nos costaba mucho pensar como mujer. Sin embargo descubrimos una clave para hacer teología desde la mujer dentro de la Teología de la Liberación: La mujer es doblemente oprimida, pues a su condición de pobre se le añade su condición de mujer discriminada. En el 80 yo escribí un artículo que circuló por muchas partes y fue traducido a varios idiomas: “La mujer que complicó la historia de la salvación”. La relectura se trataba de Agar, la mujer que sufrió una triple opresión por parte de Sara y Abraham, por su clase, raza y sexo. Insistíamos que no podíamos hablar de la mujer en términos abstractos, pues había lucha de clases y discriminaciones entre mujeres. Para este entonces nuestro lenguaje no era nada inclusivo.

Más tarde las mujeres teólogas fuimos profundizando lo que significaba hacer teología con ojos de mujer. En 1985 nos reunimos en Argentina y la producción de ese encuentro permite ver dónde estábamos. El libro que edité se llamó El rostro femenino de Dios. En el se recogen ponencias como “Hacer teología desde la óptica de la mujer”, “Yo siento a Dios de otro modo”, “Cristología desde la mujer”, etc. Todas las ponencias apuntaban hacia la necesidad de contar con un discurso teológico diferente cuando se hace teología con ojos de mujer. Se rechazaba el discurso analítico y racional como el único discurso válido en el quehacer teológico. Se hablaba de la importancia de la ternura dentro de la lucha revolucionaria. No era suficiente la praxis de la justicia, se necesitaba también la praxis del cariño entre hombres y mujeres para “sanar juntos las venas abiertas de América Latina”.

En el 85 defendí mi tesis de Licenciatura en Literatura y Lingüística en la Universidad Nacional. Ya había decidido dedicarme sólo a la teología, pero quería cerrar el episodio de los estudios de literatura que había iniciado en 78 y concluido en el 83. Para la tesis trabajé el texto del “Cantar de los Cantares” desde una perspectiva secular, como poemas universales de amor humano. Analicé el erotismo del signo lingüístico, intentando descubrir el punto del placer que causa la lectura al lector. A pesar de que me causó mucho placer escribir esta tesis, y es de los pocos de mis escritos que leí después, pues odio leer mis propias cosas, nunca fue publicado. Creo que el manuscrito fue como un escrito clandestino en medio de la lucha revolucionaria. El placer era una dimensión difícil de sacar a la luz, frente a la militancia política. Yo constaté, sin embargo, que esa experiencia placentera no era sólo mía, de alguna manera la teníamos todos y todas en lo cotidiano, al margen de las publicaciones. Aunque el trabajo sobre El Cantar nunca fue publicado, he encontrado bastantes copias clandestinas que corrían entre teólogos y biblistas.

En este tiempo (1985) también publiqué el libro de entrevistas sobre la mujer a teólogos de la liberación. Entrevisté a todos los teólogos más conocidos de América Latina; aprovechaba nuestros encuentros de teología y en cualquier país del mundo o en cualquier rincón los entrevistaba. Aquellos que habían sido mis maestros los sentía como amigos. Hoy son además mis colegas. De manera que para mí era importante que se esforzaran por pensar en la situación de las mujeres e incluyeran su perspectiva en su producción teológica. Una teóloga amiga decía que los teólogos eran de buena voluntad pero que necesitaban voluntad, es decir voluntad política para abrir los espacios eclesiales y académicos a las mujeres.

Por el distanciamiento con el feminismo y una visión demasiado reducida a la lucha de clases hacíamos teología feminista sin herramientas científicas que ayudaran a entender mejor la opresión de las mujeres. Revaloramos mucho la capacidad de las mujeres de dar vida, pues el tema fundamental era la vida. Buscamos el lado femenino de Dios en las imágenes bíblicas. Más tarde caímos en la cuenta de que estábamos reforzando valores que la sociedad había asignado a las mujeres, como el sacrificio, la maternidad y la ternura.

Hacia finales de los 80, ya varias mujeres estábamos escribiendo nuestras tesis doctorales en diversas universidades del mundo. Mi familia esposo y dos hijos, y yo nos fuimos a Lausanne, Suiza. José y yo decidimos hacer nuestro doctorado en la Facultad de Teología de la Universidad de Lausanne. A nuestro regreso, en el 90, la situación era totalmente diferente. El mundo había cambiado. El movimiento popular estaba muy debilitado y se implantaba por doquier el modelo económico neoliberal de mercado libre.

También dimos un vuelco las mujeres en nuestro pensamiento. Ya varias teólogas se habían introducido en el estudio serio de teorías feministas. Las teorías de género nos ayudaron a ver el mundo diferentemente y a autocriticarnos. Ivone Gebara decía que lo que habíamos hecho era teología feminista patriarcal. Y tenía razón. No salimos del mismo marco teológico de la ortodoxia cristiana y este definitivamente es patriarcal. La trinidad, la cristología, la eclesiología son construcciones occidentales patriarcales. Teníamos muchas preguntas y las teorías de género hasta la fecha son aquellas que nos desafían a deconstruir y reconstruir el pensamiento teológico o la hermenéutica bíblica. Temas sobre el cuerpo, el derecho al placer, la cotidianidad, entraron con más fuerza. El desafío para la teología feminista latinoamericana en esta década es grande: deconstuir y reconstruir la teología de una manera holística y a la vez incorporar el desafío de los excluidos que sobreabundan por las políticas económicas del mercado libre.

El Dios de la gracia y su ausencia. El hoy

Siempre me gustó el estudio de la Biblia, más la hermenéutica. Me gusta descubrir sentidos nuevos al texto, que digan su palabra a la realidad inmediata que la reclama. La mayoría de mis producciones, libros y artículos van en esa línea. En mis estudios de licenciatura del Seminario Bíblico Latinoamericano trabajé más el Antiguo Testamento, y en mis estudios doctorales en Suiza, el Nuevo.

Yo quería en mi tesis doctoral hacer una contribución a la Teología de la Liberación, como teóloga protestante. Los conservadores atacaban a la Teología Latinoamericana de pelagiana. La justificación por la fe era un tema clásico que quería releerlo desde la perspectiva de los excluidos. Ahora me alegro haberlo hecho, pero el primer año casi me arrepiento porque todas las lecturas que hacía sobre el tema, incluyendo los diálogos entre los luteranos y el Vaticano, las encontraba tremendamente aburridas y sin mucho aporte para el contexto en el cual me movía. Recibíamos los informes de la comisión de derechos humanos en Centroamérica, y leíamos las noticias sobre el número de muertos mensuales en Colombia y yo me percataba que la justificación por la fe no tenía nada que decir a esa realidad que era nuestra realidad. Hasta podía ser contraproducente porque se enfatizaba el perdón gratuito al impío. Decidí entonces trabajar la carta de Pablo a los Romanos. Yo había trabajado la Carta de Santiago, incluso había publicado un pequeño libro sobre la epístola (Santiago, una lectura latinoamericana de la epístola, 1985). Sin embargo, después de meterme a fondo con la Carta a los Romanos, esta me fascinó. Pablo dejó de ser el tradicional misógino para mí y se convirtió en aquel teólogo-misionero que, tal vez sin proponérselo, por su crítica a la ley y el concepto de pecado y gracia, daba en el centro del problema de la opresión y muerte, propio de todos los sistemas e instituciones. Descubrí la fuerza liberadora de Pablo al trabajar el primer siglo y ubicar su epístola en los tiempos del Imperio Romano. Esta una de las claves que me llevó a poder releer la carta a la luz de las leyes del mercado hoy que generan la exclusión de miles de personas. Para mí la justificación por la fe finalmente entraba en las fronteras de la historia humana, y dejaba de lado toda una discusión de siglos sobre la dicotomía fe y obras o sobre la iniciativa primera de Dios y el pesimismo antropológico paulino o sobre el lado forense o creacional de la justificación. Mi tesis doctoral fue publicada en Español en el 90 bajo el título Contra toda condena. Tengo que decir que la reflexión sobre el perdón quedó trunca, porque justo cuando escribía sobre él, el ejército asesinó a los Jesuitas de El Salvador. Me fue realmente difícil escribir sobre el perdón en esos momentos. Creo que este trabajo ha sido un buen aporte para los estudios paulinos. Muchos artículos he escrito que van en la línea de la gracia y la libertad en la sociedad meritocrática y mercantil de hoy.

A esta década de los 90, que a veces nos parece un tiempo sin horizontes claros, sin Dios, por la realidad de pobreza extrema, de insensibilidad y de escasez de utopía, la he encontrado, sin embargo, desafiante y rica. Trabajamos diferente ya no somos el bloque de teólogas y teólogos que pensábamos en bloque respondiendo a la represión de la sociedad o de la iglesia. Y no es porque no la haya. Creo que la unidimensionalidad de la globalización y el debilitamiento del movimiento popular nos abrió muchos frentes. Todos ellos válidos. Podríamos decir que tal vez gracias al debilitamiento popular hegemónico la voz de los indígenas se oye con más fuerza, así como la de las mujeres y los negros de América Latina. Cosas muy buenas están pasando con la irrupción de estos sujetos específicos. Sus aportes teológicos novedosos y desafiantes nos llevan a ampliar la perspectiva teológica de la liberación. El tema de la ecología toma finalmente importancia entre varios teólogos y teólogas. El ecofeminismo va aportando también en esa línea. Ahora se valora mucho lo cotidiano, como categoría hermenéutica y para muchos, incluyéndome a mí, el desafío del cambio estructural sigue estando allí. Creo que hay conceptos a los cuales no debemos renunciar pero sí reestructurar o repensar, como por ejemplo la categoría de sujeto. El equipo del DEI está retrabajando el concepto. Ya no es aquel concepto marxista, en el cual el sujeto es el proletariado protagonista de la historia, sino un sujeto viviente aplastado pero rebelde frente a la ley. Un sujeto viviente concreto que se manifiesta a través de su lugar social genero y raza. Para las mujeres, los indígenas y los negros la categoría de sujeto es importante, pues ahora que tienen voz y quieren ser sujetos, no es justo, dicen, que se les niegue el derecho de hacer su historia.

A finales de los ochenta se había encendido la mecha de la lectura popular de la Biblia. Hoy es una de las actividades más sólidas de biblistas de la liberación. Se redescubrió masivamente la Biblia con nuevas claves hermenéuticas. Yo me incluyo en este sector. Formamos RIBLA (Revista Bíblica Latinoamericana); se establecieron los talleres intensivos (CIB), y la red de biblia. La revista presenta relecturas bíblicas en donde las ciencias bíblicas se alían con la pertinencia pastoral del texto para la situación latinoamericana. Los talleres son cursos intensivos de biblia por seis meses, en algún país de América Latina, con participantes de todo el continente y con insumos de los diferentes biblistas de la liberación.

Mi última publicación en biblia es una relectura del Eclesiastés. Cuando los horizontes se cierran. En ella intento descubrir en el sabio Qohélet palabras de sabiduría que nos ayuden a sobrevivir en tiempos de sequía mesiánica. Porque a nivel global, estamos viviendo acá en América Latina una sequía mesiánica a la par de tantas catástrofes por la guerra o por la naturaleza. Mi preocupación hoy es cómo afirmar la vida concreta y sensual en tiempos de desesperanza, y cómo hacer un llamado a la solidaridad en una sociedad de mercado en la cual la eficacia, la competencia y la exigencia de modernización tecnológica, se colocan como rivales de la solidaridad y la misericordia frente al sufrimiento que causa la exclusión y la violencia de todo tipo.

Creo que es posible soñar a pesar de la “moderna cultura de desesperanza”, es un derecho al cual no podemos renunciar frente a la frase dominante de muchos intelectuales, cuando insisten, “no hay alternativas”, “hay que ser realistas”. Creo también en la solidaridad y en la lucha por la vida, al nivel local e internacional, a pesar de que para muchos suena algo anacrónico. Sueños y solidaridad por una sociedad donde quepan todos y todas son dos dimensiones humanas que no quisiera perder a principios de este tercer milenio.

[Fuente: Elsa Tamez. “Descubriendo rostros distintos de Dios.” En Juan José Tamayo y Juan Bosh, editores. Panorama de la teología latinoamericana. Cuando vida y pensamiento son inseparables. Estella (Navarra): Verbo divino, 2001, págs. 647-659.]

Nota

[1] Mi primera obra publicada había sido un diccionario conciso Griego-Español, solicitado por las Sociedades Bíblicas Unidas; lo escribí en el 1974 a mis 23 años.

Sara de Ur

6. SARA DE UR
Y precisamente para esto hay que recordar a una última mujer, Sara de Ur, la mujer de Abraham, que en un viejo relato de la Biblia aparece como el primer ser humano que se rió. Y se rió nada menos que de las mismísimas palabras de los mismísimos ángeles, y el nombre de su hijo (Isaac en hebreo tiene relación con el verbo reír), recuerda para siempre el buen humor de su madre (Gen 21,6).

Las mujeres, y más dentro de la Iglesia, corren el peligro de dramatizar las situaciones que viven y de sentirse como «desterradas hijas de Eva». Y con eso no consiguen más que lamentaciones estériles que no conducen a ninguna parte. Tienen también el peligro de radicalizar sus posturas y convertirse en feministas avinagradas que alardean de poder pasarse del hombre, o en profesionales tensionadas que entran con agresividad en el terreno de la competitividad y de la concurrencia para conseguir el poder. O en mujeres culpabilizadas por no tener un trabajo remunerado, o por el amor materno, o por tener demasiada sensibilidad. La risa de Sara les recuerda algo muy importante que es el sentido del humor, un humor que no está reñido con la clarividencia para analizar situaciones insostenibles, ni con la lucha por conseguir un cambio.

El humor de las hijas de “Sara la risueña” es, como Isaac, hijo de la paciente espera de quien sabe ir más allá de toda decepción y de la sonrisa que es capaz de no quedarse en la simple ironía. Es él quien permite tener una mirada positiva para descubrir todo lo que existe de calidad de humanidad en las vidas de tantas mujeres: desde las amas de casa que arrastran el carrito de la compra y que llevan sobre sus espaldas el peso de la familia y de la educación de los hijos, hasta las que, desde el campo de la teología intentan crear un lenguaje nuevo que recuerde a todos que “Dios no tiene sólo hijos varones…”.

O las mujeres que llevan trabajando desde los 9 o los 11 años y no han podido ir nunca a la escuela y que ahora, a sus 40 o más años, empiezan un nuevo aprendizaje, acuden a centros de cultura, descubren lo que es tener amigas, comunicarse, ser creativas y cuántas cosas pueden hacer con unas manos que hasta ese momento parecía que sólo estaban hechas para quitar suciedad y con una palabra que hasta ahora no escuchaba nadie. Desde las que deciden comprometerse en las esferas de lo público o las que dejan atrás el modelo de «mujer bonsai» y se atreven a querer ser «árbol de mostaza» y a tener fe en sí mismas, hasta los hombres de buena voluntad, que también los hay, y que intentan crear un nuevo tipo de relación con la mujer rompiendo viejos odres, viejas costumbres, viejos lenguajes.

Qué alegría da encontrar hombres que se han decidido a cultivar esas cualidades que por «venerable tradición» eran sólo femeninas, y se han puesto imaginativamente a la tarea de demostrar que la «especialización emocional» también está a su alcance…

Y esa mirada positiva y esperanzada, más allá de todas las decepciones e impaciencias, es posible mantenerla cuando se tiene la convicción de que el Evangelio tiene razón, y de que existe en él una levadura capaz de levantar esta masa tan mal amasada de las relaciones dominadoras de unos países, unas razas o un sexo sobre el otro. Y es eso lo que nos permite seguir luchando contra todo lo que mantiene encorvada a la mujer, a cualquier mujer, sin olvidar que el secreto de toda vida humana es guardar el corazón abierto y vulnerable. Es lo que nos permite seguir buscando incansablemente que nuestra Iglesia cambie su actitud hacia la mujer, pero apostando a la vez por pertenecer a esta Iglesia de hombres y mujeres que tenemos que mantener viva la memoria de Alguien que supo permanecer en el amor hasta el final. Y seguir confiando en que esa memoria sigue arrastrándonos, más allá de nosotros mismos, a vivir una libertad insólita.

Los hijos de Eva, Sara y Marìa

Los hijos de Eva, Sara y María

Los publicistas de Argentina deben creer de que las mujeres sufrimos algún tipo de mutación genética que nos hace parir sólo hijos varones porque del 95 al 99% de los avisos que diseñan y producen para productos destinados a amas de casa muestran a una madre alimentando, cuidando, limpiando, curando, protegiendo y jugando con y para un único hijo varón.

Los publicistas y las empresas que encargan estas campañas se justifican con los sondeos, el target y el marketing; una serie de absurdos a través de los cuales las empresas sostienen un estereotipo femenino en torno al ama de casa y a la esposa tradicional que pervive en sus mentes androcéntricas.

De esta manera los creativos (así se autodenominan) reproducen ese estereotipo en los discursos publicitarios cuyo destinatario final es el público femenino. Y también el masculino, al verse los varones en esos avisos como centro de la vida de las mujeres.

La cuestión no sólo reproduce y sostiene un estereotipo femenino conocido sino que también, y más peligrosamente, invisibiliza a las hijas, a las niñas y adolescentes, que casi nunca aparecen como centro de la atención femenina materna. O cuando aparecen es para dirigir sus atenciones al padre, el otro hijo varón de la mujer patriarcal en la mentalidad androcéntrica de la publicidad, jugando con él, cocinándole, cuidándolo y dándole el producto en cuestión.

No me sorprende que tantas mujeres y jóvenes tengan problemas de anorexia y bulimia si desde que son pequeñas ven cientos de avisos que se repiten y reiteran diciéndoles que la nutrición física, intelectual y espiritual es para los varones y no para ellas. A esto se suma los ya conocidos avisos de la moda y de otros productos en los que se impone el dogma de la delgadez suicida.

En “El mito de la belleza” Naomi Wolf ha señalado con acierto cómo la publicidad dirigida a las mujeres, especialmente la de la moda y cosmética, basa su discurso publicitario en la baja autoestima y en boicotearla cuando está sana creando problemas inexistentes cada vez que surge una nueva generación que reafirma sus derechos y libertad, dirigiendo los avisos a las nuevas generaciones apenas asoman al mundo adulto creándoles dudas y conflictos sobre sus cuerpos y belleza que de hecho las niñas y jóvenes no tienen, ni exiten como tales.

El problema se extiende a otros ámbitos donde los varones de todas las edades ocupan el primer plano en los medios de comunicación ya sea como futbolistas, roqueros, intelectuales, humoristas, galanes y artistas. Muchas veces en los medios, especialmente en la televisión, la ausencia de figuras femeninas significativas y constantes que muestren distintos modos de ser mujer es catastrófica, y el protagonismo masculino en los medios, aún cuando no sea desde un costado machista, es por momentos, abrumador.

Los avisos, aunque son mensajes con objetivos comerciales, no son inocentes y siempre se apoyan en algún tipo de visión sobre las relaciones y los géneros. Transmiten una ideología con arquetipos o seudo arquetipos que sirven de modelo “ejemplar” y su reiteración en todos los horarios y todos los días se asemeja al adoctrinamiento compulsivo y rozan el lavado de cerebro debido a las técnicas de persuación y repetición que utilizan.

Hace tiempo que en la televisión argentina no se ve un aviso donde el grupo familiar esté formado por varias hijas e hijos. Tampoco aparecen tías, abuelas o hermanas mayores, mientras que abuelos y hermanos mayores tienen cada tanto una presencia significativa en los avisos. Las familias y parejas que no son heterosexuales prácticamente no existen en la mente de los publicistas, efectuando así una discriminación indirecta.

Detrás de toda esta propaganda misógina, sexista y discriminatoria hacia las mujeres de todas las edades están las visiones filosóficas y religiosas que perduran, casi sin cambios, en la mentalidad masculina patriarcal de los varones y también de muchas mujeres como modelo basal de la conciencia individual y colectiva. Volviendo a los avisos de amas de casa con hijos varones vemos que reproducen el estereotipo que presenta a Eva, Sara y María como las tres madres más importantes de la Biblia y las tres sólo tienen hijos varones. Estas tres madres funcionan dentro de un sistema religioso centrado en un dios masculino que no se relaciona con ninguna diosa ni con ningún poder divino femenino independiente. Tampoco con otras deidades masculinas diferentes a él. Este Dios reina solo en la dimensión sagrada que sirve de modelo “ejemplar” a la sociedad y la cultura, produciendo una mentalidad, patriarcal, que ha modelado las conciencias personales y colectivas de ambos sexos. Las madres estereotipadas de los publicistas son una reproducción fiel de aquellas tres madres sin diosa y al servicio de ese solitario dios.

A la manera de Eva, Sara y María, las mujeres influenciadas por la publicidad solemos experimentar nuestra identidad como “hijas del patriarcado”, expresión de la psicóloga neojunguiana Marion Woodman, por la cual, dentro del modelo patriarcal nos definimos en relación a los varones como hijas, madres, esposas, amantes, secretarias, compañeras fieles, objeto sexual, etc. Así nos adoctrinan los mensajes publicitarios día a día, a nosotras, a nuestras madres, hermanas, hijas y amigas.

Por esto replantear modelos arquetípicos y variedad de figuras simbólicas para cada género y en las relaciones entre los sexos se está convirtiendo en una tarea más que urgente de autoprotección y protección de las nuevas generaciones de niñas y niños que crecen “catequizados” por esas imágenes estereotipadas de los medios de comunicación. A la manera de las ancestrales comunidades matrísticas prepatriarcales necesitamos una variedad y dinámica de arquetipos femeninos y masculinos que expresen todas las cualidades y diversidades de ambos géneros, no sólo para las mujeres y varones adultos también para las jóvenes generaciones.

La transmisión de una arquetípica más amplia y variada como modelo para ser y actuar en las relaciones y en la cultura era transmitida en las sociedades ancestrales durante ritos de iniciación cuando las muchachas y los muchachos ingresaban en el mundo adulto, proveyéndoles de un mapa de género básico con el cual guiarse y donde no había un solo dios masculino sino numerosas diosas y dioses que expresaban las múltiples posibilidades de ambos géneros.

Hoy día rara vez realizamos para nosotras mismas y para las y los jóvenes estos ritos de iniciación y tanto ellos como nosotras deambulamos perdiendo mucho tiempo hasta encontrar nuestra identidad, derechos y esencia más íntima. Erróneamente creemos que una total libertad les proveerá a las y los jóvenes de todo lo que necesitan para desarrollarse, pero lo cierto es que la publicidad y los medios los adoctrinan como alguna vez nos adoctrinaron a nosotras y a los varones de nuestra generación.

Por distintos caminos las mujeres nos estamos acercando a las culturas prepatriarcales de la Diosa para descubrir que el modelo de Eva, Sara y María no es el modelo femenino originario ni el más antiguo. También comenzamos a prestar atención a la conformación de los arquetipos y los estereotipos utilizando símbolos, mitos y tradiciones de las Diosas y de las mujeres que se identificaron con ellas.

Todo esto nos lleva necesariamente, por un lado, a hacernos productoras de nuestros propios arquetipos femeninos, porque necesitamos algún modelo simbólico que guíe nuestra conciencia con la flexibilidad de integrar y desarrollar diferentes aspectos de la identidad femenina, en lugar de consumir los estereotipos de los medios masivos. Por otro lado, allí donde no hay un reemplazo consciente y sistemático de un estereotipo patriarcal por otra simbología más o menos integral, el estereotipo vuelve, se instala en la conciencia y sigue guiando las actitudes y pensamiento de las mujeres.

Un tercer paso sería presionar suficientemente a los varones para que aborden de manera directa y sin atajos la masculinidad patriarcal ya que son ellos los principales reproductores de la misma y aún viven inspirados por una arquetípica patriarcal como es la del dios masculino único, infantilmente atendido por la mujer que nunca fue diosa y que todavía cree que puede gobernar el cielo y la tierra, la vida y la muerte según sus caprichos de hijo único.

Analía Bernardo, escritora y periodista

investiga en mitos y tradiciones de las Diosas

coordina el taller “La Triple Diosa en cada mujer”

analiabernardo@yahoo.com

Isaac y la resistencia de las vìctimas

ISAAC Y LA RESISTENCIA DE LAS VICTIMAS
Reflexión sobre Génesis 22

Los poderosos necesitan víctimas para mantener sus situaciones de dominación y privilegios. Y en este afán elaboran teorías y creencias con el fin de justificar la defensa de sus intereses. Los imperios son especialistas en este terreno así como las oligarquías. Y en la defensa de los sistemas de opresión que han existido y existen sobresale el elemento religioso.

En el Antiguo Testamento las diversas historias de la creación y los patriarcas hebreos están cruzadas por intereses opuestos. Por una parte, son testimonio de los esfuerzos populares por la justicia y por la otra, reflejan aspectos legitimizadores de situaciones de avasallamiento y opresión. El llamado sacrificio de Isaac, la Akeidà, en el capítulo 22 del Génesis es un ejemplo muy significativo de este fenómeno.

Isaac, en hebreo risueño, fue la víctima así como lo habían sido antes Abel, Agar e Ismael, y como lo fueron después Juan el Bautista y Jesús de Nazaret. Y como lo esta siendo ahora el pueblo palestino en la Franja de Gaza. En la lucha de clases que atraviesa la historia y las culturas siempre existe la resistencia de las víctimas y la opresión de los victimarios, la resignación y la lucha, la traición y la esperanza, así como dioses que exigen sacrificios humanos y el Dios de la justicia que defiende la vida.

La lectura debe hacerse desde Isaac, desde la víctima. Desde Abel y no desde Caín. Desde Jesús y no desde el César. Y no desde el verdugo. Desde el débil y no desde el poderoso. Desde la resistencia y no desde la opresión. Y este enfoque crítico abarca las narraciones del yahvista, del elohista y la sacerdotal, que atraviesan el Pentateuco.

La ubicación es importante porque nos señala el rumbo del horizonte, el énfasis de las voces. Los altares son los escenarios para los sacrificios de las víctimas, para el dolor y el sufrimiento, para la represión y la muerte. Los palacios son la fuente de las intrigas y el hogar de los poderosos. El fuego es la llave que abre la puerta de los sacrificios. En el cielo se encuentran los dioses. En la tierra luchan los pueblos contra los imperios y la opresión.

Los poderosos sacrifican la vida de los débiles para honrar a sus divinidades. Derraman la sangre de los pobres como se degollan las reses en el matadero. Son heraldos de la muerte. Los oprimidos en su lucha por la vida rechazan los sacrificios y construyen la subjetividad de la resistencia.

Los poderosos imponen su dominación por medio del temor. Y siempre necesitan eliminar el sentimiento de solidaridad. Pero Dios demanda de nosotros la justicia y no la sangre. La lucha ideológica entre visiones religiosas que justifican el sacrificio humano y aquellas que lo rechazan sigue vigente bajo nuevas condiciones. Por lo que el tema es de mucha actualidad.

Un texto con muchos significados

En el texto se nos relata que después de algún tiempo de vivir en el país de los filisteos, Abraham recibió de Dios una orden radical. Debía de sacrificar a su hijo Isaac. Le dice Dios: toma a Isaac, tu único hijo, al que tanto amas y vete a la tierra de Moriah. Allá, ofrécelo en holocausto sobre el cerro que yo te señalare.

Isaac ha sido condenado a muerte y Abraham, su único padre, será el ejecutor. Abraham experimenta el dolor de la pérdida, la confusión ante una situación inexplicable. El mundo se hunde a sus pies como se había hundido antes a los pies de Agar. Abraham es el elegido por la divinidad para inmolar a su segundo hijo Isaac. La promesa de ser padre de muchos pueblos quedaba anulada. Y Abraham como buen soldado decide obedecer y cumplir la orden superior. Decide quitarle la vida a su hijo.

Y el siguiente día Abraham se levantó y ensilló su asno, cortó leña para el holocausto y se fue para el lugar que Dios le había indicado. Al llegar cerca de este, puso la leña sobre los hombros de Isaac, tomó el cuchillo y el fuego y se fueron los dos juntos. Isaac le preguntó a su padre sobre el cordero para el holocausto. Abraham le respondió que Dios iba a proveerlo. Y siguieron caminando juntos.

Al llegar al lugar, Abraham construyó un altar y preparó la leña. Luego ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña. En el momento de tomar el cuchillo para crucificarlo…un ángel lo llamó desde el cielo para perdonar la vida del muchacho. La orden de matarlo había sido cancelada.

Y lo felicita por su disciplina. Y permite que Abraham vea a un carnero que es ofrecido en holocausto en lugar de su hijo. El ángel de nuevo lo felicita y le reitera las promesas de la descendencia numerosa, de la victoria frente a los enemigos y de ser bendición para las naciones porque me has obedecido.

Abraham rechazó los sacrificios humanos

La obediencia de Abraham es reconocida como la prueba suprema de la fe. Pero más que la prueba Abraham representa el rechazo, la impugnación de los sacrificios humanos. Y el sacrificio no consumado de Isaac emerge como símbolo del rechazo a los sacrificios humanos, que fueron parte de los rituales de muchas religiones, como mecanismo de opresión, supuestamente para aplacar la cólera de los dioses y lograr su protección.

Pero a la luz de un Dios de justicia y de nuestra historia como pueblo de Dios que peregrina por el desierto de dictaduras militares e imperios agresores, podemos preguntarnos sobre diversos elementos de esta historia. Entre estos las ordenes de Dios, la obediencia de Abraham y la situación de víctima de Isaac.

Dos discursos y dos visiones

El contenido del discurso del Dios que le habla a Abraham es totalmente diferente a los llamados anteriores. Anteriormente, Dios se revela a Abraham para indicarle que salga de la casa de sus padres en Ur, que va a hacer de él una gran nación que será bendición de todos los pueblos, y que hay que luchar por la tierra, que le será entregada.

En ningún momento de esta relación anterior estuvieron presentes los sacrificios humanos, y en especial el de los primogénitos, que eran el denominador común de las religiones cananeas. Pero en el desarrollo de la historia observamos que en determinado momento el discurso divino adquiere primeramente sesgos expansionistas y en este caso, rasgos que promueven la opresión.

Nos encontramos o con dos discursos de una misma divinidad que reflejan visiones contradictorias y que fueron fusionados o con un discurso de compromiso entre los partidarios de una visión reaccionaria nacionalista y los de una visión universalista, progresista. Lo importante es identificar las voces y los intereses de clase que las sostienen.

Obediencia debida o el derecho a la rebelión

Isaac iba a ser una víctima de la obediencia de Abraham al mandato divino. La fe de Abraham consistió en no haber matado a su hijo porque el Dios de la justicia se opone a los sacrificios humanos. Abraham transitó de ser padre del poder a ser padre de la fe. Pudo rescatar a su hijo para la vida y para la lucha.

Isaac, a diferencia de Jesús de Nazaret, no decidió sacrificarse sino que iba a ser sacrificado sin saberlo. Lo mismo sucedió con la griega Ifigenia que fue llevada al sacrificio engañada pensando que iba a casarse con Aquiles. Jesús decidió marchar hacia Jerusalén, Isaac fue llevado bajo engaños hacia Moriàh.

Abraham nunca consultó con Isaac la acción que iba a cometer. Isaac aceptó pasivamente su muerte. Es una resistencia silenciosa pro poderosa. Es la resistencia de la víctima. Caminaban juntos pero no iban unidos. Sus pensamientos marchaban en direcciones opuestas. Uno era la víctima y el otro era el verdugo. Aunque eran padre e hijo no estaban en comunión.

Isaac era conducido al altar del sacrificio sin saberlo. Era la víctima. Los poderosos nunca consultan con los débiles sus decisiones. Únicamente las imponen por medio del engaño o de la fuerza. Los militares latinoamericanos justificaron sus crímenes alegando el concepto de obediencia debida. Cuando torturaban estaban únicamente cumpliendo órdenes.

En la tradición de resistencia del pueblo griego, que se manifiesta con más fuerza en el teatro que en la filosofía, nos encontramos con la obediencia debida en la tragedia Agamenòn de Esquilo. Agamenòn, rey de Micenas, sacrifica a su hija primogénita Ifigenia, por su ambición de conquistar Troya, para aplacar la cólera de la diosa Artemis. La hija le reclama su traición pero él no escucha. Diez años después, su madre Clitemnestra vengó la muerte de su hija asesinando a Agamenòn.

Monseñor Romero, arzobispo católico salvadoreño, asesinado en marzo de 1980, dijo en su última homilía a los militares, que frente a la orden de un hombre de matar debe prevalecer la orden de Dios que dice: no mataras…les ordeno en nombre de Dios: cese la represión. La vida es sagrada, es un don de Dios.

Y las rebeliones y las resistencias florecen precisamente para defender la vida amenazada por las fuerzas de la muerte, que en todas las culturas y a lo largo de la historia, como en el caso de Abraham y en el caso de Agamenòn han construido altares para sacrificar a sus hijos y a sus hijas alegando obedecer órdenes superiores o celestiales. Ya Virgilio decía audentes fortuna iuvat. La suerte favorece a los que luchan.

En Chalchuapa, al occidente de San Salvador, están las ruinas del Tazumal. Y se encuentra la figura de Xipe Totec, el dios desollado. Lo sagrado tiene su origen en el sacrificio. Esta divinidad exigía el despellejamiento de sus víctimas. Y las divinidades del panteón azteca necesitaban beber la sangre de los jóvenes para que el día venciera a la noche y la vida continuara.

Eran divinidades que se bebían la sangre de los pueblos, como lo hace hoy el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional con millones de pobres, de excluidos alrededor del planeta. Son miles de personas sin hogar que mueren sin que sepamos ni tan siquiera su nombre. Y la ética capitalista nos impone el silencio, la indiferencia. Y la ética cristiana nos impone la denuncia, la protesta, la resistencia, la lucha.

Son muertos que no valen para los imperios. Lo mismo sucede con los miles de muertos de VIH-SIDA en África. Y con los asesinatos del ejercito israelí en la Franja de Gaza y en el Líbano. Es el sacrificio en medio de la indiferencia del mundo. Son pueblos y personas que están abandonados. Y son nuestros hermanos y hermanas.

Las víctimas se convierten en luchadores sociales

Las víctimas sufren el golpe de las acciones de los poderosos. Los corderos no piden ser sacrificados. La opresión se encarga de que las víctimas guarden silencio ante la sangre derramada. El temor se apodera de sus corazones y buscan refugio en el olvido. Los poderosos controlan el poder de la palabra, el grito de las víctimas es amordazado.

Pero la esperanza es siempre la sonrisa que se dibuja en el horizonte de los que sufren. Y la esperanza de la víctima es superior a la soberbia del verdugo. Y en la tormenta más violenta se esconde la claridad del nuevo día. Y la misma sangre de las víctimas clama justicia desde el fondo de nuestros corazones.

Y surge el murmullo que luego se convierte en grito, en puño alzado, en organización popular, en fiesta, en manifestación, en certeza de la victoria. En la seguridad que el sueño de Abel, el sueño de Agar, el sueño de Isaac que es el mismo sueño de Jesús no podrá ser derrotado.

Rev. Roberto Pineda

Iglesia Luterana Popular de El Salvador

San Salvador, 16 de julio de 2006

La Universidad Luterana Salvadoreña ante los acontecimientos del 5 de julio

La Universidad Luterana Salvadoreña ante los acontecimientos del 5 de julio

El Consejo Superior Universitario de la Universidad Luterana Salvadoreña conciente de la responsabilidad de dar a conocer sus puntos de vista y contribuir a la necesaria discusión de la problemática por la que atraviesa el país expresa:

I- Los dolorosos y repudiables sucesos

El pasado miércoles 5 de julio en el marco de una protesta de estudiantes de secundaria y universitarios se registraron, en las afueras de la Universidad de El Salvador, acontecimientos violentos que culminaron con la muerte de dos miembros del cuerpo de antimotines de la Policía Nacional Civil, un trabajador universitario herido de gravedad mientras realizaba sus labores al interior del campus durante el sobrevuelo de dos helicópteros, uno de los cuales realizó disparos hacia las instalaciones universitarias, alrededor de treinta detenidos, entre estudiantes y comerciantes del sector informal y con el cerco policial y posterior penetración a las instalaciones de la Universidad por parte de miembros de la Fiscalía General de la República y un numeroso contingente de policías.

Sobre estos dolorosos y repudiables acontecimientos se han conocido las más diversas reacciones y posiciones que van desde la inmediata acusación por parte del Presidente de la República a un partido político como responsable del asesinato de los agentes del cuerpo de antimotines de la PNC, pasando por las declaraciones del ministro de Gobernación expresando que “los Acuerdos de Paz han sido rotos”, dejando ver, de alguna manera, que de nuevo el país está en guerra, hasta algunas expresiones orientadas a señalar la posibilidad de que lo acontecido haya sido parte de un plan surgido desde las instancias del poder gubernamental.

Sin embargo, y más allá de lo que puedan arrojar las investigaciones en curso existen muchos aspectos que obligan a cualquier persona a hacerse las mas variadas interrogantes como son entre otras: ¿Qué grado de conocimiento tenían con anterioridad los órganos de inteligencia existentes en el país, acerca de esa actividad?; algunos elementos dan pie a creer que había un nivel bastante importante de información al respecto, entre ellos, la ubicación desde la noche anterior, de francotiradores de la PNC en la terraza del hospital de niños, según se ha dicho públicamente, ¿Cuál es la razón de que hubiese en el lugar una inusitada cobertura de medios de prensa, cuando la actividad de protesta que allí se desarrollaba no era la más importante ni más masiva ese día a esa misma hora?; ¿Será esta una acción espontánea, propia de un determinado estado de ánimo de una persona o de un pequeño grupo de jóvenes o acaso estamos a las puertas de un nuevo momento de lucha armada en el país?.

Considerando la forma en que reaccionaron ante esos acontecimientos algunos sectores vinculados al gobierno y al partido oficial, no puede pasar desapercibido el enorme esfuerzo que hicieron y continúan haciendo, por sacar ventajas políticas de los mismos; basta señalar la prestancia con que quisieron aprobar la ley antiterrorista, a solo unas horas de sucedidos los hechos; tampoco se puede ignorar la violenta campaña lanzada desde la mayoría de medios de comunicación orientada a criminalizar a las organizaciones estudiantiles y de vincular al partido de izquierda con los acontecimientos.

II- La necesidad de ir a las causas

Sin embargo, a una semana de esos sucesos que golpearon a humildes familias, la Universidad de El Salvador ha sido desocupada, el tono de los discursos de los personeros del gobierno se ha moderado, pero no aparece todavía la reflexión crítica orientada a identificar las causas que han llevado al país a la actual situación.

Las actuales protestas populares no son infundadas o antojadizas; casi veinte años de políticas neoliberales han producido dolorosos efectos en amplios sectores de la sociedad, las más de 600 personas que diariamente huyen del país no lo hacen injustificadamente, la delincuencia sigue arreciando y solo en los primeros seis meses de este año han sido asesinadas 1830 personas según reportes de la PNC, la falta de medicinas en los hospitales, el incremento a la energía eléctrica y el alza al pasaje del transporte colectivo, la inflación, etc. están produciendo fuerte impacto en las condiciones de vida de la población más empobrecida y de las capas medias; en este sentido, independientemente de las motivaciones personales o de grupo que pudieron influir en lo acontecido el 5 de julio, hay un contexto que se ha configurado como resultado de ciertas decisiones políticas tomadas por los que gobiernan el país.

Lamentablemente, hasta ahora, no se observa de parte de los sectores que se han beneficiado con el rumbo por el cual han conducido al país ningún atisbo, ni siquiera de duda, acerca de lo inconveniente que resulta continuar por el mismo sendero.

Por el contrario, lo que está prevaleciendo es la decisión de pasar a una nueva situación a partir reforzamiento del autoritarismo como la forma más viable para contener el malestar y la movilización social; esa parece ser la verdadera razón por la cual se pretenden aprobar cerca de 70 reformas al Código Penal así como la ley antiterrorista.

Pero a la vez, para el actual gobierno y los grandes grupos empresariales resulta indispensable contener la movilización popular y así poder impulsar nuevas medidas de política económica, siempre en la ruta de las privatizaciones, con el propósito de superar las trabas que presenta el actual modelo y que se manifiestan en el poco crecimiento de la economía, la nula creación de empleos, el déficit fiscal, el déficit comercial, el alto nivel de endeudamiento y la amenaza de quiebra del sistema de pensiones, entre otras.

III- El Salvador se encuentra de nuevo en una encrucijada histórica.

Es innegable que el país ha entrado en una nueva y profunda crisis política que se ha venido larvando a lo largo de toda la etapa de la post guerra; el fundamento de esta situación radica en la existencia, desde el Acuerdo de Paz (1992) de una contradicción cuyo desarrollo se ha venido mostrando cada vez con mayor claridad.

El Acuerdo de Paz originó una reforma política que abrió espacios para la democratización del país, en especial, para la incorporación de la izquierda insurgente al sistema político como un partido legal, se lograron avances en el respeto de los Derechos Humanos, se creó la Policía Nacional Civil y se redujo y depuró al ejército, limitándole sus funciones constitucionales.

Sin embargo, este proceso de transformaciones democráticas fue obligado a coexistir desde su inicio con un modelo económico excluyente y concentrador de la riqueza, basado en las privatizaciones de los principales activos del Estado, la apertura de la economía y el papel central de las llamadas “fuerzas del mercado” en la orientación de la economía del país, conocido como modelo neoliberal, que estaba siendo desplegado desde la llegada del ex presidente Alfredo Cristiani al gobierno en el año de1989.

De esta forma la etapa de post guerra ha transcurrido marcada por la contradicción existente entre las necesidades de desarrollo y consolidación de esta forma de democracia y el avance de un modelo económico empobrecedor de las mayorías y por tanto, generador de diferentes fenómenos y protestas sociales cuya contención, en el actual esquema de dominación demanda cada vez mayores niveles de represión y autoritarismo.

La situación que actualmente vivimos demuestra que no es posible avanzar en la democracia política teniendo a la base una dictadura del mercado. Sin embargo, la experiencia histórica reciente ha demostrado los innumerables riesgos y peligros que la represión y el autoritarismo conllevan.

La solución de la actual crisis política no pasa por el camino del autoritarismo legalizado, al contrario, solo la profundizará. La salida de la crisis no debe sacrificar los espacios de democracia conquistados; los cambios deben orientarse a la democratización de la economía y de esa forma eliminar la contradicción que ha marcado toda la post guerra.

IV- Finalmente, la Universidad Luterana Salvadoreña

1- Hace pública su condena a los aniquilamientos de los miembros del cuerpo de antimotines de la PNC y demanda al Gobierno de la República una investigación científica y transparente para dar con los verdaderos responsables.

2- Exige que se deduzcan responsabilidades en el caso del trabajador de la Universidad de El Salvador que fue baleado mientras realizaba sus labores.

3- Se solidariza con la Universidad de El Salvador, con sus autoridades y comunidad en general y demanda el pleno respeto a su autonomía.

4- Rechaza la pretensión de aprobar de la ley antiterrorista

5 Demanda el cese de la represión en cualquiera de sus manifestaciones y

6- Propone a las diferentes fuerzas sociales y políticas interesadas en la superación de la actual situación, abrir espacios de diálogo para abordar las causas profundas que han llevado al país a la encrucijada en que se encuentra y de esa forma proponer las soluciones correspondientes.

San salvador, 12 de junio de 2006

Consejo Superior Universitario

Universidad Luterana Salvadoreña

El credo de Buda

No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos.

– No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo crean.

– No creáis en nada porque así lo hayan creído los sabios de otras épocas.

– No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os lo inspira.

– No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras, sólo porque ellas lo digan.

– No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano.

– Creed únicamente en lo que vosotros mismos hayáis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen del discernimiento y a la voz de la conciencia.

EL MISMÍSIMO BUDA

Reconocimiento versus violencia

RECONOCIMIENTO VERSUS VIOLENCIA
Publicada por luna
Materiales que recicle este año, más fáciles de leer que la versión orginal (Agamenon o Abraham) pero que para hacerlo pierde mucho del soporte.

Permite trabajar sobre cómo se fue llegando en la Biblia a comprender la noviolencia, y pone los contextos en que esto se hizo, hasta llegar a reconstruir el texto que llamamos “el sacrifricio de Isaac”, que es confrontado con el exitoso general griego Agamenón, que aparece en la tragedia griega del mismo nombre.

Roberto Solarte

El foco de atención estará puesto en la violencia que se comete contra los menores, que puede tener diversas expresiones, y, por tanto, buscará promover acciones, medios y lenguajes que favorezcan la reconciliación. Pero cada persona y cada grupo pueden adecuar las propuestas a sus contextos, de modo que la pregunta por la posibilidad de reconciliación sea efectiva.

Violencia familiar, crítica y superación: El teatro griego

El teatro griego estaba disponible para cualquier espectador, a diferencia de las reflexiones más sofisticadas de los filósofos, que suponían una mayor educación. Se trata de poemas elaborados para someter determinados temas y cuestiones a la consideración de cada persona, fomentando el diálogo entre los ciudadanos de las ciudades, con lo cual se aporta a la construcción del ámbito común que comparten quienes quieren vivir juntos, compartiendo una determinada concepción de aquello que es bueno y valioso. En la medida que el poema está escrito y es representado en el teatro, se distancia de la vida personal, evitando que se coloquen en primer plano las concepciones e intereses particulares, estimula la reflexión moral sobre las experiencias compartidas y promueve el debate constructivo. Finalmente, el estilo literario del poema era usado de modo intencional, pues en su mayoría los griegos no consideraban que los problemas éticos pudieran tratarse sólo con razones, sino que tenían que ser presentados con imágenes, vocabularios y métricas apropiados para hablar también a la vida afectiva de los oyentes, promoviendo una respuesta integral, razonable a la vez que emotiva: en parte descubrimos lo que pensamos de algo, cuando tomamos conciencia de lo que sentimos al respecto.

Recomendamos leer el texto completo de la tragedia Agamenón, escrita por el poeta griego Esquilo. A continuación citamos y comentamos pasajes que nos parecen importantes para establecer un diálogo en torno a la violencia familiar y la forma de superarla.

El sacrificio de Ifigenia a manos de su padre, Agamenón

Síntesis del argumento:

Agamenón era rey de Micenas y jefe de las fuerzas griegas en la guerra de Troya. Era hijo de Atreo y padeció una maldición lanzada sobre su casa.
Ifigenia era la hija mayor de Agamenón y de Clitemnestra. Antes de la guerra de Troya, cuando las fuerzas griegas se preparaban para zarpar de Áulide a Troya, un fuerte viento del norte retuvo a los mil navíos griegos en el puerto. Un adivino reveló que Ártemis, diosa de la caza, estaba furiosa porque los griegos habían matado a uno de los animales salvajes que ella protegía. La única manera de apaciguar a la diosa y obtener vientos favorables para zarpar era sacrificar a Ifigenia. Agamenón, enardecido por su ambición de conquistar Troya, aprobó el sacrificio. Hizo llamar a su hija a Micenas, diciéndole que se casaría con Aquiles, el mayor de los héroes griegos. Cuando la muchacha llegó a Áulide, la llevaron al altar de Ártemis y fue inmolada. De inmediato, el viento del norte dejó de soplar y los barcos griegos zarparon hacia Troya.
La disputa de Agamenón con Aquiles sobre la princesa cautiva Briseida y las consecuencias de esa cólera forman buena parte del argumento de la Iliada de Homero.
Después de un sitio de diez años, cayó Troya y Agamenón volvió victorioso a Micenas. Con él fue la princesa troyana Casandra, que le había sido concedida por el ejército griego triunfante.
Clitemnestra, mujer de Agamenón, lo recibió con expresiones de amor, pero mientras él estaba en el baño, ella le tendió una trampa. Egisto, el amante de ella, golpeó a Agamenón con una espada y, mientras estaba inconsciente por el golpe, Clitemnestra lo decapitó con un hacha .

El texto de Esquilo llamado Agamenón, comienza con un prodigio: “La reina de las aves se aparece a los reyes de los navíos. A la vista de todo el ejercito, dos águilas, una negra y otra, de cola blanca, devoran una liebre preñada con sus crías no nacidas” .

Los seres humanos realizamos sacrificios de animales tal como las águilas matan a la liebre: sin remordimientos y en vista de una necesidad que se impone. Pero Agamenón va a ser acusado por el Coro y por su esposa, Clitemnestra, de haberse convertido en un ser bestial, tal vez por la presión de la guerra, al obrar con indiferencia ante el sacrificio de su propia hija: “La actitud que toma ante su conflicto es censurable porque ha matado a una niña sin sentir más repugnancia o agonía que si la víctima hubiese sido un animal de otra especie (…) sin darle importancia, como si se tratara de matar una res entre los rebaños de hermoso vellón, cuando superabundaban las ovejas, sacrificó a su propia hija como remedio contra los vientos” .

En la acción de Agamenón hay necesidad y culpa. La necesidad resulta de la intersección de dos exigencia divinas: la de Zeus que ordena la expedición a Troya para vengar el delito contra la hospitalidad, y la de Artemis, quien envía unos vientos que impiden la partida de la expedición y provoca el homicidio de Ifigenia. Para la mentalidad griega, era evidente que se hacía necesario cumplir las dos exigencias. El Agamenón de Esquilo es un hombre bueno, que “sigue derecho su camino” y que “con repentina mala fortuna choca contra un escollo que no se veía” . Sin embargo, y en un contexto que recuerda el canibalismo de la Teogonía, Esquilo hace referencia a una culpa anterior, la de Atreo , quien origina el castigo de Zeus en su descendencia, al colocar a este ser humano libre de culpa ante una disyuntiva exenta de alternativas no culposas.

Ante esta disyuntiva, Agamenón delibera examinando sus alternativas:

Si no sacrifica a su hija, toda la expedición permanecerá retenida por falta de vientos propicios; sus hombres están fatigados y desgastados, habiendo consumido ya sus víveres; todos, incluyendo a Ifigenia, se exponen al peligro de la muerte; el rey se haría un desertor al renunciaría al mandato de Zeus de conquistar Troya; sería una desobediencia a la diosa.

Sacrificar a su hija es un acto horrible y culpable, pero se llevará a cabo la conquista de Troya, gracias a los vientos propicios; así se honra a los dos dioses, se promueve el éxito en las propias acciones y se asegura la propia vida.

Cualquiera de las dos elecciones es culpable, pues ninguna está libre de males. Y Agamenón, sabiendo lo que hace, comprendiendo lo que implica cada alternativa, elige. No podemos decir que se halle compelido físicamente. Sin embargo, como ninguna de las opciones es deseable, se encuentra bajo el imperio de la necesidad. Hay que recordar que, en cualquier elección, el agente se encuentra con alternativas que le son dadas y entre ellas debe elegir, y así procede Agamenón:

Entonces el caudillo mayor de las naves aqueas, sin hacerle reproches al adivino, cedió a los golpes de la mala suerte. Pero después un remedio más grave para los jefes que la dureza del temporal gritó al adivino apoyándose en Artemis, hasta el punto de que los Atridas con sus cetros golpearon la tierra sin poder contener el llanto. Entonces el mayor de los reyes habló y dijo así (…) ¿Qué alternativa está libre de males? Sí, lícito es desear con intensa vehemencia el sacrificio de la sangre de una doncella para conseguir aquietar los vientos. ¡Que sea para bien .

La deliberación de Agamenón expresa la postura del jefe de una expedición militar que tiene como fin conquistar Troya. El entiende que el bien común prima sobre los bienes personales, y también que, dado que los hombres se sacrifican en el campo de batalla, el sacrificio ritual de una doncella es perfectamente lícito para lograr conquistar Troya. Nunca entra en su deliberación una tercera posibilidad: no sacrificar a su hija, no conquistar Troya, desobedecer a sus dioses que exigen tales sacrificios humanos .

Al no plantearse la tercera alternativa, Agamenón decide cooperar con las fuerzas de la necesidad:

Y cuando ya se hubo uncido al yugo de la ineluctable necesidad, exhaló de su mente un viento distinto, impío, impuro, sacrílego, con el que mudó de sentimientos y con osadía se decidió a todo, que a los mortales los enardece la funesta demencia, consejera de acciones torpes¡Tuvo, en fin, la osadía de ser el inmolador de su hija, para ayudar a una guerra vengadora de un rapto de mujer y en beneficio de la escuadra! .

Es notable la transformación de Agamenón desde su primer reconocimiento de la maldad de las dos opciones, al posterior cambio en sus sentimientos, mutación que le permite creer que ha elegido el mejor curso de acción, y que la buena elección hace buena la acción consecutiva, de manera que, interpretada ya la acción como buena, es adecuado colaborar decidida y animosamente con ella. Al mudar así sus pensamientos, Agamenón coloca sobre su cuello el yugo de la necesidad. De esta manera, Agamenón reduce el conflicto, niega su dolor de padre y mira la acción sólo en la perspectiva de la necesidad de éxito de sus cometidos: “Ni súplicas ni gritos de “padre”, ni su edad virginal para nada tuvieron en cuenta los jefes, ávidos de combatir. Tras la plegaria, como ella estaba arrebujada en sus vestidos y agarrándose al suelo con toda su alma, ordenó el padre a los que eran sus ayudantes en el sacrificio que la levantaran y la pusieran sobre el altar.”

Agamenón es responsable de esta mudanza de pensamientos y de las pasiones con las que comete su crimen; es culpable de colaborar con avidez y complacencia en la inmolación de Ifigenia. De nada sirve que su hija lo llame “padre”, pues él ya no la reconoce como tal, sino que procede a sus rituales como si tratara con una víctima animal: “Como si fuera una cabritilla, y que con una mordaza sobre su bella boca impidieran que profiriese una maldición contra su familia, utilizando la violencia y la brutalidad de un freno que no le dejara hablar.”

Finalmente, el coro le reprocha a Agamenón la ruptura de sus nexos humanos con su hija Ifigenia, pues es indiferente ante su sufrimiento, sus súplicas y su mirada, dedicando su atención únicamente a los buenos resultados que iba a obtener con sus acciones: “Y mientras ella soltaba en el suelo los colores del azafrán, iba lanzando a cada uno de los sacrificadores el dardo de su mirada, que incitaba a la compasión. Daba la sensación de una pintura que los quisiera llamar por sus nombres.”

La acción de Agamenón es ritual, lo que nos recuerda la ritualización de las posibilidades homicidas de las comunidades humanas. La tragedia, canto del sacrificio de la cabra, profundiza el sentido del ritual y recuerda la facilidad con que los humanos podemos volvernos seres bestiales y romper los límites que prohíben el homicidio. Según la obra de Esquilo, la prohibición del homicidio no es una ley externa al ser humano, sino que opera en la apertura y la sensibilidad ante el sufrimiento del otro, ante su mirada y ante su palabra. La deliberación de Agamenón está distorsionada por la negación de esta sensibilidad, que hace de Agamenón un ser humano mutante, “impío, impuro, sacrílego”. El Agamenón insiste en que tal distorsión de la racionalidad práctica ocurre cuando se quiere asegurar la vida sometiéndola al esquema de las fuerzas de leyes y exigencias “absolutas”, deformación que acarrea la total devaluación de la vida humana bajo el imperio de la necesidad .

Violencia familiar, crítica y superación: no alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada

Después de estudiado el anterior texto, que nos invita a leer la obra de Esquilo, vamos a leer y analizar el texto del Génesis, que llamamos con frecuencia “el sacrificio de Abraham”: Génesis 22. 1-19.

Génesis 22:

1: Después de estas cosas sucedió que Dios tentó a Abraham y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él respondió: “Heme aquí”.
2. Díjole Dios: “Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga”.
3. Levantóse, pues, Abraham de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Dios.
4. Al tercer día levantó Abraham los ojos y vio el lugar desde lejos.
5. Entonces dijo Abraham a sus mozos: “Quedaos aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allí, haremos adoración y volveremos donde vosotros”.
6. Tomo Abraham la leña del holocausto, la cargo sobre su hijo Isaac, tomo en su mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos.
7. Díjole Isaac a su padre Abraham: “¡Padre!” Respondió: “¿qué hay, hijo?” – “Aquí está el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?”
8. Dijo Abraham: “Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío”, Y siguieron andando los dos juntos.
9. Llegados al lugar que le había dicho Dios, construyó Abraham el altar, y dispuso la leña; luego ató a Isaac, su hijo, y le puso sobre el ara, encima de la leña .
10. Alargó Abraham la mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo.
11. Entonces le llamó el Ángel de Yahveh desde los cielos diciendo: “¡Abraham, Abraham!” Él dijo: “Heme aquí”.
12. Dijo el Ángel: “No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora se que tu eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único.
13. Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo.
14. Abraham llamó a aquel lugar “Yahveh provee”, de donde se dice hoy en día: “En el monte ‘Yahveh provee’”.
15. El Ángel del Señor llamó a Abraham por segunda vez desde los cielos,
16. y le dijo: “Por mí mismo juro, oráculo de Yahveh, que por haber hecho esto, por no haberme negado a tu hijo, tu único,
17. Yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa, y se adueñará tu descendencia de la puerta de sus enemigos.
18. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago por haber obedecido tú mi voz”.
19. Volvió Abraham al lado de sus mozos, y emprendieron la marcha juntos hacia Berseba, y Abraham se quedó en Berseba.

Para ayudar a comprender este antiguo texto bíblico, proponemos como orientación el siguiente texto:

Se pueden considera los relatos sobre Abraham como narraciones fundantes de la fe bíblica. Como todos los textos antiguos, este ofrece diferentes redacciones, o estratos de escritura, que podemos diferenciar: unas tradiciones que se transmitieron oralmente durante muchos años, cuyo eje eran relatos de los antepasados; una serie de escritos de diversas tradiciones: yahvista (11, 14, 15-18), elohista (1, 3, 8, 9, 19, mezclado con un redactor posterior, pero no muy distante), y sacerdotal (12c, 16 b, 17c, 18). Estas tradiciones de escritura fueron modificando los relatos más antiguos, y construyendo la figura de Abraham según sus propias inquietudes . De este modo se pasó de tradiciones sobre un santuario israelita en el que no se ofrecían sacrificios humanos, a diferencia de los santuarios cananeos el estrato más antiguo, a una justificación de la prescripción de “rescatar” a los primogénitos, pues pertenecen a Dios el elohista, retocado desde la mentalidad de la corriente deuteronomista, hasta la enseñanza sobre la fe de Abraham por no haber negado su hijo a Dios -la mentalidad sacerdotal.

Si se ordena el texto según las tradiciones da aproximadamente lo siguiente:

Yahvista (Siglos X y IX, en Judá).

Vete al país de Morya (Moriyyáh, el final abrevia Yahveh) (2).
Entonces le llamó el Ángel de Yahvéh desde los cielos diciendo: “!Abraham, Abraham!” El dijo “Heme aquí” (11)
Abraham llamó a aquel lugar “Yahveh provee”, de donde se dice hoy en día: “En el monte Yahveh se aparecerá (yérá’eh)”. (14)
El Ángel de Yahveh llamó a Abraham por segunda vez desde los cielos y dijo: “por mi mismo juro, oráculo de Yahveh, que por haber hecho esto,…yo te colmaré de bendiciones y acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa… (15-17b).

Elohista, redactor de los relatos yahvistas (Siglo VIII, en Israel):

Después de estas cosas sucedió que Elohim probó a Abraham y le dijo: “Abraham, Abraham”. El respondió: “Heme aquí”. Díjole: “Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, y…ofrécele…en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga”. (1-2).
Se levantó, pues Abraham de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Elohim. Al tercer día levantó Abraham los ojos y vio el lugar desde lejos. Entonces dijo Abraham a sus mozos: “Quedaos aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allí, haremos adoración y volveremos donde vosotros”.
Tomó Abraham la leña del holocausto, la cargó sobre su hijo Isaac, tomó en su mano el fuego y el cuchillo, y se fueron los dos juntos. Dijo Isaac a su padre Abraham: “Padre”. Respondió: “¿Qué hay, hijo?” -”Aquí está el fuego y la leña, pero ¿Dónde está el cordero para el holocausto?” Dijo Abraham: “Dios proveerá el cordero para el holocausto, hijo mío”. Y siguieron andando los dos juntos.
Llegados al lugar que le había dicho Elohim, construyó allí Abraham el altar, y dispuso la leña; luego ató a Isaac, su hijo, y le puso sobre el ara, encima de la leña. Alargó Abraham la mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. (3-10).
Dijo el Ángel: “No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya se que tú eres temeroso de Elohim”. (12a-b).
Levantó Abraham los ojos, miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo (13).
Volvió Abraham al lado de sus mozos, y emprendieron la marcha juntos hacia Berseba. Y Abraham se quedó en Berseba (19).

Sacerdotal (Siglo III o II, Palestina bajo la dominación helenística):

Ya que no me has negado tu hijo, tu único (12c).
Por no haberme negado tu hijo, tu único (16b).
“Se adueñará tu descendencia de la puerta de tus enemigos. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago por haber obedecido tú mi voz” (17c-18).

Unos someros análisis para pensar lo que nos quieren decir

– La versión del Sacerdotal:

Las adiciones del redactor sacerdotal hacen que el texto en su conjunto se interprete como una prueba a la fe de Abraham: se trata de un hombre temeroso de Dios, lo que se comprueba en su disposición a matar a su hijo, es decir, en su intención a realizar algo absurdo si se trata de una exigencia divina. En el contexto del mundo helenístico ya no se realizaban sacrificios humanos en ninguna de las grandes religiones del medio oriente. Que Yahvéh, el lejano e incomprensible Dios de los judíos exigiera el sacrificio del hijo único y amado del anciano Abraham, no puede ser otra cosa que una prueba de fe. No hay aquí alternativas: Abraham debe confiar en su Dios, así no logre entender sus designios. Para el Abraham del periodo helenístico no hay elección: pase lo que pase, por más absurdo que sea, se debe temer a Dios. Una vez el judío vive en el marco de la Alianza con Dios, se espera de él una obediencia ciega a su voluntad. Como fruto de esa obediencia, de un modo que no podemos entender, Dios bendecirá a todas las naciones, pues El tiene un orden que impone al conjunto de la humanidad.

Este lenguaje de lo incomprensible y poco racional, de un Dios que hace exigencias absurdas y pide obediencia total, expresa a la institución religiosa que habla en estas adiciones, y “la institución tiene como su corazón la administración de la muerte. Por tanto, su ideología es necesariamente la afirmación de la muerte en nombre de la vida. A eso le corresponde una fe…la disposición del padre a matar a su hijo” . La institución religiosa tiene que afirmar la prioridad de la ley sobre la vida, y aquí se entronca con la mayor parte de relatos de sacrificios de hijos: matar al hijo es una afirmación de la ley del padre. Lo paradójico es que se atribuya a Abraham semejante fe, pero es algo comprensible si se tiene el carácter histórico y dialéctico de todas las instituciones, y el hecho de que la fe de una comunidad sólo se transmite en algún tipo de institucionalidad. De esto es consciente la tradición sacerdotal, pues narra la constitución de su poder de dominio como ocurrido en mismo día en que los levitas asesinaron a sus propios hijos y hermanos (Ex 32, 29). Hinkelammert señala que precisamente el poder de dominio es eso: la disposición a asesinar a sus propios hijos y hermanos para imponer una ley; por esta razón el redactor sacerdotal añade a la bendición que los descendientes de este Abraham de la fe ciega, se van a adueñar de las ciudades vecinas (Gen 22, 17c) .

La institución religiosa que habla en el redactor sacerdotal concibe a un Dios que se reserva a sí mismo el poder matar a quienes incumplen sus leyes. Pero este Dios que puede matar, es el Dios creador de toda la realidad, al que hay que temer y reverenciar, de quien se espera la salvación y quien nos castiga con la muerte. En este esquema religioso, parece evidente que la ritualidad va a concentrar el esfuerzo por agradar a este Dios, todo con el fin de legimitar la esperanza en una intervención definitiva de Dios que traerá la paz a la tierra. Y esta ritualidad desplaza el conflicto entre los seres humanos a una guerra contra los animales, quienes son ahora las víctimas sustituivas de los sacrificios. Este modelo sacrificial legitima la comunidad judía concentrada en el culto religioso; sin culto, no hay comunidad: sin sacrificios animales, no es posible que la violencia no irrumpa entre los mismos judíos. Cuanto se extienda el culto, más se confía en eliminar la violencia. El mecanismo cultual permite a los participantes deponer la tendencia a la violencia, reconciliarse y apaciguarse. Por tanto, vivir en el ambiente cultual, vivir sin guerras entre los seres humanos, en eso consiste la presencia de Dios en medio de su pueblo. Se trata de una presencia al estilo de los dioses de las demás religiones: su poder de salvación está vinculado a su peligrosidad, una presencia de lo sagrado activada por el culto sacrificial.

– La redacción elohista y su contexto

El texto elohista corresponde a la época de los reyes en Israel. “En ese tiempo, el sacrificio del hijo primogénito es la regla, no la excepción (…) se hace por razones mágicas, para asegurar la gracia de los dioses, especialmente frente a la batalla. Sacrificar al hijo primogénito es la tentación del hombre de autoridad frente a un juicio imprevisible de Dios, para inclinar la voluntad de este Dios en favor suyo”.

Las constantes condenaciones a los sacrificios de niños que se encuentran en la Biblia, muestran que se trataba de una práctica extendida y atrayente para los mismos israelitas, llegando incluso algunos reyes a practicarla en Jerusalén. Los profetas insisten en que Yahvéh detesta los holocaustos, y solo pide justicia en las relaciones entre los seres humanos. Parece que los sacrificios a Molo (molék) eran un problema real para los fieles a las tradiciones yahvistas de los siglos VIII y VII a.C., por eso aparecen masivamente en: Levítico 17,21; 20, 2-5; Jeremías 32, 35; 2 Reyes 23, 10; Isaías 33, 14; 1 Reyes 11, 7. Hay referencias al culto a Baal-Moloc en 2 Reyes 16, 3; 17, 31; 21, 6; Jeremías 7, 31, Deuteronomio 12, 31; 18, 10; Ezequiel 16, 21; 20, 31; 23, 37, y probablemente también en Jeremías 3, 24. Sin duda se trataba de un culto celebrado en Jerusalén, seguramente en las proximidades del Templo, en el valle de Ben Hinón.

Los holocaustos ofrecidos a Baal-Moloc consistían en sacrificios en los que la víctima era totalmente consumida por el fuego. El rey Josías, junto con el profeta Jeremías y la comunidad influida por la reforma deuteronomista abolieron estos cultos, pero ellos vuelven a aparecer inmediatamente antes de la invasión de los Babilonios, a comienzos del siglo VI. La mentalidad yahvista, los profetas y la corriente deuteronomista, condenan estos actos, lo mismo que los redactores sacerdotales posteriores. Para estos autores bíblicos, se trata de actos totalmente contrarios a la voluntad de Yahvéh.

Si tomamos la práctica de los sacrificios como una ley propia de la cultura palestinense de los siglos VII a VI a.C., esta ley debe poder presentarse como una ley de Dios. Todos los padres de esta cultura estaban dispuestos a sacrificar a sus hijos, y Abraham no aparece inicialmente como una excepción. Atendiendo a los cambios que se producen tanto en las personas, como en el lugar mismo de culto, hay que resaltar dos asuntos notables dentro de la estructura del texto:

– Abraham pasa de ser un hombre corriente dentro de las exigencias de su cultura gracias a la intervención del Ángel de Yahvéh, que le dice: “No alargues tu mano contra el niño, que ahora se que eres temeroso de Dios… “. El ángel le pide que transgreda la ley de Dios, la ley de su propia cultura. No se trata de una decisión fácil, pues al renunciar a los sacrificios humanos se va a enfrentar con toda la sociedad de su época, con la religiosidad dominante, razón por la cual debe cambiar de lugar de residencia. Se dejan atrás las exigencias de una divinidad que da leyes, y aparece un Dios (Yahvéh), que pide ponerse por encima de la ley. Obedecer o temer a Yahvéh es deshacerse de la ley y no matar a su hijo. En esto consiste la fe de Abraham en Yahvéh: no haber matado (negado) a su hijo (Gen, 22, 17c), pues Yahvéh se opone a todos los sacrificios de los seres humanos. La figura de Abraham para el autor elohista no es la de un hombre que representa a la ley, sino la de aquel en quien se revela la fe en el Dios de la vida contra la prioridad de la ley de su cultura.

– La decisión de Abraham de romper con los esquemas y expectativas de su contexto, optando por enfrentar los riesgos de la muerte, del fracaso y del compromiso con el otro, y el hecho de que esa decisión se muestre como esclarecida por una manifestación de Yahvéh, Dios de la vida y no por Moloc o Baal, divinidades que garantizan el poder y el éxito a través de unos ritos que aseguran al oferente contra la muerte, esto es algo realmente insólito. En esta decisión, Abraham logra ponerse por encima de las fuerzas de la necesidad que obligan a sacrificar seres humanos, y lo hace afirmando su libertad. Pero esta libertad es la afirmación de la vida contra el poder de la muerte: afirma su vida al afirmar la vida del otro. No se trata acá de asegurarse contra la muerte, asesinando a alguien, sino de derogar la ley de muerte de las divinidades dominantes y atractivas desde el punto de vistas del éxito y el propio poder de dominio. Cuando el padre ya no sacrifica al hijo, y ninguno de los dos se somete a las fuerzas de la necesidad, ambos pueden tratar de someter esas fuerzas en función de la vida humana. Esto se puede observar en el tipo de promesa que recibe Abraham: no se le van a dar otros países para conquistar y esclavizar, sino que al afirmar la vida, la vida va a abundar: “acrecentaré muchísimo tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de la playa” (17a-b). La bendición de Yahvéh corresponde al carácter excepcional de la acción de Abraham: ha roto el circuito sacrificial de su cultura, que creía asegurar la vida por la muerte violenta. Así se ha salido del marco institucional, para afirmar la prioridad de la vida humana sobre toda otra exigencia.

Esta opción por la fe en la vida y contra el dominio de la ley y el poder de la muerte, cambia las relaciones entre las personas. Cuando el poder del padre no asesina al hijo, y el hijo no tiene necesidad de matar al padre, aparece una lógica diferente a la del circuito sacrificial, circuito de la muerte violenta sin solución. Mientras Edipo, esa otra figura central del teatro griego, se piensa desde el poder de dominio y el derecho (la ley) de asesinar a su hijo impunemente, Abraham representa la libertad que destruye las leyes. La vida de Edipo está marcada por la necesidad y condenada al circuito de muerte, pero Abraham reivindica su vida y la de su hijo: como no está dispuesto a matar, su hijo tampoco tiene razones para hacerlo.

Los hijos de Edipo, Eteocles y Polinices se matan mutuamente luchando por el poder, pues el poder siempre se impone matando, y estos asesinatos de los dos hermanos desatan otra tragedia, que es el asesinato de su hermana, Antígona. En cambio, los descendientes de Abraham, que han sido bendecidos por el Dios de la vida, resuelven sus conflictos de otro modo. Jacob y Esaú resuelven su conflicto por la primogenitura, a pesar del temor y la angustia que sienten ante una violencia casi inminente (Gen 32, 9; 12), del siguiente modo: “(Jacob) se inclinó siete veces hasta llegar a su hermano, y Esaú, a su vez, corrió a su encuentro, lo abrazó, se le echó al cuello, lo besó y lloró” (Gen 33, 3).

Por su parte, José, quien había sido vendido por sus hermanos, cuando los vuelve a ver “se echó a llorar a gritos”. Sus hermanos por su parte, no podían contestarle porque se habían quedado atónitos ante él”. Pero “José dijo a sus hermanos: “vamos, acercaros a mi…. no os pese mal, pues para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros…para que podáis sobrevivir en la tierra y para salvaros la vida mediante una feliz liberación….Y echándose al cuello de su hermano Benjamín, lloró; también lloró Benjamín sobre el cuello de José. Luego besó a todos sus hermanos, llorando sobre ellos, después de los cual estuvieron conversando” (Gen 45, 1-15).

La fe en Yahvéh: el mutuo reconocimiento.

Nos queda revisar la antigua tradición yahvista. Hay que hacer notar tres asuntos:

– Que el término “Ángel de Yahvéh” corresponde realmente a Yahvéh tal como se le aparece o manifiesta a los seres humanos en la mentalidad del yahvista. – Esto se une al lugar de culto: Moriah, el lugar que Yahvéh le había dicho, es un espacio enigmático, que no se puede identificar con ningún lugar, pues en realidad se llama “Yahvéh se aparecerá”. – La bendición del versículo 17 a-b cae sobre Abraham y sus descendientes.

¿De qué se trata todo esto? ¿Cómo concibe el autor yahvista que se manifiesta Yahvéh, el Dios de la vida, según lo que nos dice en estos textos?

Abraham pasa de ser un padre que ejerce su poder de muerte y dominio, a constituirse en el padre de la fe, el que rescata a su hijo para la vida. Notemos que no puede ya tratar a su hijo como un corderillo que va a ser sacrificado para dar gusto a los dioses, pues seguramente lo ha mirado con compasión y por eso se ha movido a recuperarlo como el “hijo” con quien está comprometido con los lazos del amor (v. 2, 3, 6, 7, 8, 9, 10, 12, 13, 16: hijo, hijo único, hijo, al que amas). Como ha renunciado a su poder de patriarcal, de “padre” que domina y ejerce violencia de muerte, puede seguir andando junto con él sin temor. Parece que la relación tradicional de padre e hijo se rompe y se inaugura una nueva, donde el eje es un amor que puede impedir la posibilidad de ejercer la violencia, moviéndose hacia una relación más equitativa, lo que los autores yahvistas califican como una relación de “hermanos”.

Al reconocer al otro como alguien cuya vida debe ser rescatada, es decir, como otro sujeto de vida, Abraham mismo se rescata para la vida con los otros. Pero este reconocimiento mutuo entre los sujetos de vida no es una actividad intelectual, sino una inmensa apertura al otro, que mueve a la persona desde sus afectos, ya sea a la compasión, al llanto, a los besos o a la charla. Entonces, cuando el otro puede ser tratado como “hermano”, sólo entonces se activa la presencia de Yahvéh.

En este sentido, el autor yahvista, al finalizar la historia del encuentro entre Jacob y Esaú, que narra dramáticamente una resolución diferente a la violencia para un conflicto de poderes, cuenta que le dijo Jacob a su hermano: “He visto tu rostro como quien ve el rostro de Dios, y me has mostrado simpatía”. (Gen 33, 10).

En el altar del mercado las vìctimas son anonimas

Mark Anspach
En el altar del mercado, las víctimas son anónimas
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Entrevista realizada por Yannick Blanc y Michel Bessières , escritor y periodista del Correo de la UNESCO, respectivamente.

Abraham e Isaac. El origen de la toma de conciencia “anti-sacrificial”.

Los economistas y los antropólogos del intercambio

Adam Smith (1723-1790) propone dejar rienda suelta a las rivalidades entre individuos, ya que al conjugarse producen el orden. Para aludir a este fenómeno inventa la metáfora de la “mano invisible del mercado”.
Marcel Mauss (1872-1950) estudia en su Essai sur le don los sistemas de intercambios rituales de los aborígenes de América y de la Melanesia. Para él, el don es un “hecho social total”, a la vez religioso, económico, político, matrimonial, jurídico… Actualmente el Movimiento Antiutiliario en las Ciencias Sociales (MAUSS) se inscribe en su filiación y critica el reduccionismo económico (www.revuedumauss.com).
En Les structures élémentaires de la parenté, Claude Lévi-Strauss analiza el matrimonio como una forma de reciprocidad entre grupos aliados, pero no explica su origen (ver Lucien Scubla, Lire Lévi-Strauss, Odile Jacob, 1998).
René Girard enseña en Estados Unidos desde 1947. Con sus trabajos remontamos a los fundamentos violentos de los intercambios. En todas las relaciones humanas existe, según él, el mecanismo de la rivalidad mimética, expuesto en su primera gran obra, Mensonge romantique et vérité romanesque. No deseamos nada si no lo desean los demás. Cuando esta rivalidad contagiosa se apodera de toda una comunidad, sólo desaparece cuando el “todos contra todos” se convierte en “todos contra uno”. Se mata a un adversario y resurge la paz. La víctima es percibida entonces como todopoderosa, por haber sido capaz de restaurar el orden. En su libro, La violence et le sacré explica cómo lo sagrado tiene su origen en el sacrificio. En Le bouc émissaire desarrolla la idea de que los textos cristianos han erosionado a la larga esta violencia fundadora. Su última obra publicada es Je vois Satan tomber comme l’éclair (Grasset, 1999). En la revista inglesa Contagion aparecen reseñas de los trabajos de investigadores “girardianos” (http://theol.uibk.ac.at
/cover/index.html).

En las grandes metrópolis mueren cada año centenares de personas sin hogar de las que se ignora hasta el nombre. A juicio del etnólogo estadounidense Mark Anspach, la economía de mercado exige, en nombre de la eficacia, que todos podamos ser sacrificados en medio de una indiferencia casi general.

Usted estudia los intercambios tanto en las sociedades primitivas como en la sociedad mercantil. ¿Se dan en todas partes las mismas transacciones?
No. Según ellos, el intercambio cumple una mera función instrumental. Usted vive en una comunidad que produce ñame y yo en una que cría cerdos, así que vamos a proceder a un trueque para variar nuestra dieta alimentaria. Un buen día, con objeto de facilitar las transacciones, vamos a inventar un sistema de equivalencia entre nuestros productos, la moneda. Sin embargo, como han demostrado todos los antropólogos, Marcel Mauss en particular, la forma principal de intercambio en las sociedades llamadas “primitivas” es el don, que va mucho más allá de la racionalidad económica.

¿Quiere usted decir que el hombre no inventó el trueque para subvenir a sus necesidades materiales?
En las sociedades “primitivas”, cada familia puede perfectamente producir lo necesario para su subsistencia. Sin embargo, hacen intercambios. ¿Por qué? Por intercambiar –por entablar relaciones con los demás, por entrar en el círculo de las reciprocidades positivas, que son el fundamento de la vida en la sociedad. Negarse a un intercambio, guardar para sí lo que uno tiene, equivale a solazarse en una especie de goce incestuoso, como señala Claude Lévi-Strauss, que cita a este respecto un proverbio de Nueva Guinea: “Tu propia madre, tu propia hermana, tus propios cerdos, tus propios ñames, no te los puedes comer. Los de los demás, puedes comerlos”. Si uno se come sus propios ñames, el vecino pensará que son mejores que los suyos, y se pueden llegar a enturbiar las relaciones.

¿Y si los ñames son totalmente idénticos?
Incluso en este caso puede surgir esa rivalidad que el pensador René Girard (ver recuadro) denomina “mimética”, y que está basada en la imitación recíproca. El vecino que lo ve a uno engullendo sus ñames tendrá ganas de hacer lo mismo, o sea, comérselos. Lo que es deseable para uno pasa a ser deseable para el otro. Pero si trata de apoderarse de los ñames, encontrará resistencia. Lo que es deseable para el otro se vuelve igualmente deseable para uno. Por una insignificancia se puede llegar en seguida a las manos. Las prohibiciones rituales sirven para prevenir las rivalidades de este tipo. El tabú del incesto, por ejemplo, evita que los hombres se peleen por las mujeres más próximas, las de la propia familia. Un crimen pasional podría provocar una crisis general. Nos cuesta imaginar el peligro que representa la menor desavenencia en una comunidad sin policía ni aparato judicial. Todo derramamiento de sangre puede ser fatal, como para un hemofílico. Si uno mata a su vecino cuando está tratando de quitarle los ñames, sus familiares se encargarán de venir a ajustarle las cuentas, y así sucesivamente. Las venganzas en cadena pueden enredar a todo el mundo en el engranaje de la violencia.

¿No revela esto una naturaleza esencialmente violenta del hombre?
El hombre no es esencialmente violento, es esencialmente social. Una vez que ha satisfecho sus instintos naturales —alimentarse, reproducirse— sigue sintiendo una carencia. Desea algo, pero, ¿qué? Desde Freud creemos que el deseo es lo más individual e íntimo del hombre. Según René Girard, semejante idea es un mito romántico, y el hombre, por el contrario, no sabe lo que quiere, tiene que aprenderlo. Y lo aprende de la misma manera que aprende todas las cosas primordiales de la vida: observando e imitando a los demás. El ser humano es un ser incompleto que nace en una dependencia radical de sus semejantes. No es sorprendente que lo fascinen. Pero es precisamente a causa de esa fascinación por lo que con tanta facilidad entra en conflicto con ellos y se deja arrastrar a veces a las peores violencias.

Todas sus explicaciones presuponen una naturaleza humana universal.
Creo que hay que ser firme en este punto: sí, hay una naturaleza humana universal. Esto no significa que los hombres sean idénticos en todas partes. Como el hombre no sabe por instinto lo que quiere hacer con su vida, la cultura ha de ofrecerle respuestas. La gama de éstas varía, por descontado, de una cultura a otra. Lo que es universal no es un determinado modelo de comportamiento, sino la necesidad misma de tener modelos. Si el hombre no sabe qué desear, si cada cual tiende a desear lo que desean sus semejantes, la cultura tiene que canalizar los deseos de modo que no converjan constantemente en los mismos objetos. Hay que romper el círculo vicioso de los deseos recíprocos –en el que a cada uno se le antoja lo que le apetece al otro, si no se quieren desencadenar venganzas recíprocas. La regla paradójica de la vendetta exige matar al que ha matado. ¿Y el que ha matado al que había matado? Ya estamos otra vez en un círculo vicioso.

Y, ¿cómo se puede salir?
Lo que me interesa es, precisamente, observar cómo se pasa de los círculos viciosos a los círculos virtuosos, de las reciprocidades negativas de la violencia a las reciprocidades positivas del don. En la venganza cada cual responde a la ofensa del otro, cada uno reacciona a lo que el otro ya hizo. En el fondo, esto implica dejarse dominar por el pasado. En el intercambio de dones, por el contrario, hay una orientación hacia el futuro y una anticipación del deseo del otro. En lugar de esperar que el vecino venga a robarme los ñames, se los regalo hoy, con tal de que él haga otro tanto mañana. En cuanto uno da, el otro queda obligado a dar a su vez. Ésta es una circularidad positiva.

¿Que permite esquivar la violencia?
Sí, pero por una última violencia, inmolando una víctima “sacrificable”, es decir, cuya muerte no origine vengan-
zas dentro del grupo: un esclavo, un prisionero enemigo, un animal… En un rito de paz descrito por el etnólogo Raymond Jamous, el homicida lleva a los suyos al territorio de su víctima y se ofrece él mismo como nueva víctima, anticipando el deseo de venganza de los de enfrente. Pero en vez de matar al asesino —como harían de proseguir el ciclo de la venganza—, sacrifican un animal, que los miembros de los dos campos comen juntos para sellar el fin de las hostilidades. No sólo esta víctima no será vengada, sino que además, gracias a ella, se celebra un banquete que pone en marcha la reciprocidad positiva. El rito que marca el fin de la vendetta realiza la transición de la violencia recíproca de la venganza a la reciprocidad no violenta del don.

¿Cuándo aparece el intercambio mercantil en sustitución del don?
Empecemos por ver qué distingue uno de otro. Cuando alguien me regala tantos carneros, conchas, escudos… me está dando la medida de su prestigio, y yo he de corresponder con algo que sea al menos equivalente. El pago monetario, por su parte, pone fin a la relación, exime de toda obligación de correspondencia. Una transacción mercantil no crea vínculos entre vendedor y comprador. Así como el don rompe el círculo de las venganzas, la moneda rompe el círculo del don. Me he preguntado cómo podía surgir una transacción así en un contexto ritual. En los textos védicos de la India antigua se ve que el pago monetario empieza con la retribución del sacrificador, un brahmán que lleva a cabo una tarea peligrosa y al que se prefiere mantener a distancia. En el universo griego, la moneda está asociada a la figura del tirano. Es un usurpador, un rey cuya legitimidad no procede de las estructuras tradicionales, que para sortear el sistema de obligaciones recíprocas que él mismo desmantela, tiene que recurrir a mercenarios a los que con la moneda paga un “sueldo”. La guerra, actividad ritual, se convierte en actividad profesional. En nuestras economías monetarias, todas las transacciones implican ese “guardar las distancias” inicialmente reservado a los especialistas de la violencia ritual.

Entonces, según usted, ¿el intercambio mercantil tiene su origen en los sacrificios rituales?
En estos ejemplos es ya visible el afán de alejar a los ejecutores del sacrificio. Más tarde se suprimirá el sacrificio mismo. Toda nuestra historia es un largo proceso de toma de conciencia “antisacrificial”. Primero se reemplaza al hombre por una víctima animal, como en la historia de Abraham e Isaac. Luego, un día se vacila en degollar al animal. René Girard atribuye el origen de esta toma de conciencia a los textos bíblicos, en particular a los Evangelios. También se pueden encontrar mensajes antisacrificiales en otras tradiciones, el budismo, por ejemplo. Pero no hace falta ser cristiano para coincidir en lo esencial con los análisis de René Girard o para preguntarse con él por las consecuencias de la decadencia de los ritos y los mitos religiosos. Si los ritos sacrificiales, aun causando víctimas, permiten evitar violencias peores, ¿qué pasa al no haber ritos? Sabemos que la humanidad progresa siempre a trompicones, con pasos hacia delante e, inevitablemente, pasos hacia atrás. No obstante, me parece muy importante defender la noción de progreso. Sigue habiendo víctimas, pero ahora se considera vergonzoso perseguirlas: es un progreso.

Hemos aprendido a reconocer a las víctimas, pero nuestra moral tolera bien la economía de mercado, que también produce víctimas de otro tipo.
La transacción monetaria suprime el nexo entre las partes en el intercambio, elimina las obligaciones de reciprocidad. Si el vecino pasa hambre, uno no está obligado a darle de comer; si lo expulsan de su casa y se muere de frío, uno no tiene el deber de vengarlo. Como observa el filósofo canadiense Paul Dumouchel, la eliminación del deber de venganza evita que la violencia se propague de un individuo a otro, pero universaliza al mismo tiempo la categoría de las víctimas “sacrificables”, aquéllas por cuya muerte no habrá venganza. En este sentido, seguimos sacrificando a víctimas anónimas. En su libro Le sacrifice et l’envie, el filósofo francés Jean-Pierre Dupuy muestra bien hasta qué punto el espectro del sacrificio invade el pensamiento de los grandes teóricos de la economía de mercado.

¿Por qué no fijarse como objetivo la vuelta al don?
Por fortuna no ha desaparecido totalmente. El don, sobre todo dentro de la familia, sigue teniendo una importancia considerable. En Francia representa unas tres cuartas partes del PIB, según estimaciones del economista Ahmet Insel. Cabe pensar en un equilibrio entre el espacio del don y el espacio comercial, pero este equilibrio se encuentra hoy amenazado por el imperialismo de la lógica mercantil. A esto es a lo que hay que oponerse. Es evidente que no volveremos a las formas arcaicas de trueque, pues presuponen un marco ritual que ya no existe. No se inventa una nueva religión por encargo.

Pero, ¿acaso no ha ocupado la economía de mercado el lugar de la religión?
El marco ritual de los intercambios “primitivos” implica la presencia de mediadores invisibles. El espíritu del don impone al destinatario hacer un don a su vez, como afirma Marcel Mauss. Adam Smith, el padre de la economía política liberal, alude también a un “espíritu oculto” cuando habla de la “mano invisible” del mercado. Se trata, claro, de una simple metáfora: se da por sentado que el mercado se autorregula y que funciona de maravilla sin intervención visible del Estado. Pero nada garantiza que el mercado se dirija solo hacia un equilibrio satisfactorio. Más bien la historia tiende a probar lo contrario. En este sentido, la doctrina de la “mano invisible” exige una fe casi religiosa. Sobre todo sirve para absolver a los hombres de las consecuencias de sus acciones. Cuando un avión se estrella, se abre una investigación, se busca a los responsables. El número de personas que mueren cada día de hambre en el mundo equivale al de las víctimas de varios centenares de aviones estrellados, pero no hay necesidad de investigación alguna: la culpa es del mercado. O, lo que es lo mismo, de nadie. A título individual nadie es responsable de una violencia colectivamente consentida, del mismo modo que la violencia del sacrificio es consentida colectivamente.

Los detractores de la mundialización del mercado abogan por la instauración de “intercambios equitativos”. Si el mercado es por naturaleza irresponsable, ¿no es esto una contradicción in terminis?
¿Por qué no establecer intercambios equitativos? En realidad, los partidarios de la mundialización del mercado pretenden que su aspiración es favorecer el interés de los trabajadores pobres. Es una buena ilustración del progreso de la moral: todo el mundo reconoce el lugar central que ocupan las víctimas. Pero la coartada es algo floja, ya que los citados trabajadores pobres son perfectamente capaces de comprender cuál es su propio interés. Bastaría con que sus representantes —sindicales, por ejemplo— organizaran una cumbre internacional para negociar ellos mismos un marco equitativo de intercambio. ¿Por qué no en Davos? Los medios financieros podrían incluso enviar observadores. Lo mismo que la guerra es algo demasiado serio para dejarlo en manos de los militares, los intercambios son demasiado serios para encomendárselos a los financieros.

Montesquieu sostenía que “el efecto natural del comercio es conducir a la paz”. Sus análisis no parecen confirmar esta máxima.
El comercio entre los países se acelera con la mundialización. Ahora bien, pese a la existencia de las Naciones Unidas, el ámbito internacional conserva una de las características esenciales de las sociedades llamadas “primitivas”: la inexistencia del Estado. En las verdaderas sociedades primitivas, en las que, con objeto de favorecer la paz, el intercambio de dones es la forma principal de intercambio, existen a veces transacciones bastante parecidas al comercio mercantil. Únicamente se practican con extranjeros, con los que nadie tiene un deber de solidaridad. Con ellos está permitido hacer trampas, robar, guerrear. Lévi-Strauss habla de mercados de este tipo. Vendedores y compradores están dispuestos a emprenderla a golpes a la menor provocación, y las mercancías se exhiben en puntas de lanzas. Esto me recuerda que un periodista del New York Times, partidario de la mundialización, explicaba que la “mano invisible” del mercado debe ir acompañada de un puño de hierro. La idea de que la expansión de los intercambios internacionales lleva a la paz me deja escéptico. Es la misma idea que circulaba la última vez que la integración económica entre los países del mundo llegó a un nivel comparable, a comienzos del siglo pasado.

¿Y…?
Y la Primera Guerra Mundial se encargó de disipar esa ilusión.

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1. Mark Anspach estudió en las universidades de Harvard y Stanford, EEUU. Se doctoró en Etnología en la Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales de París. Es investigador en el CREA (Centro de Investigación en Epistemología Aplicada). Su libro A charge de revanche, les formes élémentaires de la réciprocité será publicado en francés este año por el sello parisiense Seuil.

Mark Anspach, “Les fondements rituels de la transaction monétaire, ou comment remercier un bourreau”, en La Monnaie souveraine, bajo la dirección de Michel Aglietta y André Orléan (Odile Jacob, 1998).
Alain Caillé, Anthropologie du don (Desclée De Brouwer, 2000).
Paul Dumouchel y Jean-Pierre Dupuy, L’Enfer des choses, René Girard et la logique de l’économie (Seuil, 1979).
Jean-Pierre Dupuy, Le Sacrifice et l’envie (Calmann-Lévy, 1992).
Simon Simonse, Kings of Disaster, Dualism, Centralism and the Scapegoat King (Brill, 1992).

Endlösung y sacrificio

Sacrificio

Como las desapariciones en la Argentina, la “solución final” para el “problema judío” apuntó a una “transformación en la subjetividad”, según el autor de este ensayo cuyo eje es la noción de sacrificio.

Por Alejandro Kaufman *

Relacionar el exterminio nazi de los judíos con la cuestión del sacrificio plantea una cuestión polémica y sensible. Es frecuente que se señalen las consecuencias que tendría esa interpretación: clausuraría un significado –ampliándolo indebidamente– o inscribiría el acontecimiento del horror en una inteligibilidad teológica no compartida por un ambiente cultural secular. El Diccionario de la Real Academia Española comprende definiciones que justifican en principio la distinción entre exterminio nazi y sacrificio: significaciones como “ofrenda a una deidad en señal de homenaje o expiación” (sacrificio) o “hacer sacrificios, ofrecer o dar una cosa en reconocimiento de la divinidad” (sacrificar) no resultan referencias apropiadas para los acontecimientos del horror. Sin embargo, la segunda acepción de sacrificar es “matar, degollar las reses en el matadero” (los propios perpetradores del exterminio nazi lo consideraban de esa manera).
La tercera acepción de la RAE es figurada: “poner a una persona o cosa en algún riesgo o trabajo, abandonarla a muerte, destrucción o daño, en provecho de un fin o interés que se estima de mayor importancia”. La palabra clave aquí es: abandono. El abandono, y por consiguiente el sacrificio, remite –con relativa independencia del destino ritual que se le atribuya– a la abstención de toda violencia defensiva por parte de un sujeto. La condición inerme de los judíos europeos fue lo que hizo posible, primero, las persecuciones, luego, la Endlösung, la solución final. Y “holocausto” se define como “gran matanza de seres humanos”. De manera que el diccionario de la RAE toma partido sobre lo que otros discutimos.
Los estudiosos más lúcidos no debaten sobre la relación entre holocausto y sacrificio en términos meramente abstractos y desinteresados. Lo que les preocupa es la construcción de un saber éticamente comprometido en sus matrices más profundas con la ineludible condición testimonial que concierne al exterminio. El destinatario de esos estudios es la humanidad toda. Un paradójico sarcasmo: desde el siglo XVIII no habíamos tenido una motivación tan decisiva como la del exterminio para apelar a la participación universal en la comprensión de un problema que invoca aquello que no puede ser comprendido pero requiere un estado de alerta por el resto de los tiempos.
Ocurrió algo que sólo es accesible mediante el testimonio de los sobrevivientes, que atestiguan haber sobrevivido a algo que no tenía nombre: “Ist kein Warum” (no hay porqué) era la fórmula con que eran contestados cuando preguntaban por el nombre. Un modo de definir la situación inesperada en que se encontraban. La situación esperable para gran parte de la judería europea era el pogromo, el exilio. La deportación practicada por los nazis todavía podía parecer una metamorfosis grotesca e inquietante de algo que alguna vez ya les había sucedido a los judíos. Sin la historia de las persecuciones europeas, la solución final no habría tenido posibilidades de acontecer en la forma en que aconteció.
Incluso, en el consentimiento y la pasividad del mundo entero cuenta la expectativa de que el deterioro progresivo de la situación de los judíos fuera un empeoramiento determinado por la guerra de aquello que había sucedido durante siglos. Ya se sabía de qué se trataba, también en cuanto al estatuto de aquella condición persecutoria que asemejaba a los judíos de Europa con los cristianos primitivos. Les serían aplicables las mismas categorías descriptivas de una espiritualidad susceptible de consentir lo que el destino infausto deparaba a sus destinatarios. Lapsos y localizaciones de tranquilidad y prosperidad alternados con períodos desgraciados de muerte y humillación. La Vernichtung (aniquilamiento) de la Judenfrage (cuestión judía) viene a remediar esta historia accidentada. Basta de altibajos. El problema judío se ha demostrado insoluble. La mejor alternativa para Europa es terminar definitivamente con sus tenaces, tercos, persistentes judíos.
El nazismo instaló un umbral de la modernidad. El exterminio de los judíos de Europa fue determinado por los nazis como el punto inaugural de una nueva Europa, la del Reich de los mil años. Los nazis, como caballeros teutones arraigados en las tradiciones heroicas del mítico Volk, iban a hacer algo que aún no se había hecho en la historia: instituir, diseñar conscientemente un mito político apropiado para un proyecto estatal imperial. Llevar a cabo las acciones necesarias para dar al Reich las bases que se requerían desde el punto de vista de la realización de la entidad que fundaban. Sólo podría construirse un Reich fuerte, puro y heroico si se extirpaba la contradicción inextinguible del judaísmo, obstáculo insalvable en la realización de ese ambicioso proyecto.
No se trataba sólo, como sucedió tantas veces en la historia, de la construcción de un imperio, de un ámbito territorial inmenso, gobernado por una combinación de fuerza, persuasión, prestigio y astucia. Aquí, en estos umbrales de la modernidad avanzada, había que hacer algo más para tener éxito en la empresa. En el horizonte competían las democracias liberales y los regímenes socialistas. Una lucha naciente se libraba: la batalla por una nueva subjetividad reflexivamente organizada como proyecto. El nazismo encuentra la necesidad de suprimir una determinada subjetividad, con lo que conlleva: memorias, sensibilidades, temporalidades. Aquello que ahora conocemos tan bien y que entonces atravesaba una fase más temprana: producción de subjetividad. Había que abolir la subjetividad judía porque su persistencia hacía inviable el proyecto del Tercer Reich. Se trataba de un procedimiento antropológico. Un recurso técnico de intervención. No es que las condiciones subjetivas de que se trata arraigaran en un mero sentido psicosocial en los judíos como personas. Es decir, no se trataba de que la ciencia antropológica racista nazi pudiera tomarse al pie de la letra. Pero el sustento ideológico, doctrinario y procedimental era el que les daba la esperanza de garantizar la realización de las metas que se proponían.
La garantía no residía meramente en la desaparición física de los sujetos. A veces encontramos este error en los análisis sobre los desaparecidos en la Argentina. Es cierto que la desaparición de un determinado grupo humano ocasiona ciertas consecuencias. Es obvio que, si asesinan a todos los miembros de un grupo al que pertenece un número desproporcionado de violinistas o físicos teóricos, se habrá ocasionado un menoscabo para la ejecución del violín o para el desarrollo de la física teórica. Es un obstáculo de menor cuantía al lado de lo que se ambiciona, al lado de los inmensos beneficios que se obtendría por la desaparición no ya de un grupo de personas sino de una forma de vida. No es que la forma de vida, tampoco, encarnara de manera lineal en los sujetos desaparecidos. El grupo eliminado encarna esa forma de vida a través de prácticas culturales, sensibilidades, competencias lingüísticas a las que eventualmente proporciona algo que se puede describir como una masa crítica. La eliminación de esa masa crítica ocasionará el cambio deseado.
Pero no lo hará solamente por el hecho de haberla eliminado, como lo que sucede si vaciamos un barril de agua y entonces el resultado es un recipiente seco. No es así como suceden las cosas en la historia humana. La propia desaparición, como tal, el hecho mismo de la desaparición, es ejemplar, constituye un acto paradigmático que, sumado a la supresión de determinada masa crítica, permite proyectar ciertos resultados. En este sentido radica la semejanza entre el exterminio nazi de los judíos y los desaparecidos argentinos. No es meramente que asesinaron a “los mejores”, sino que se suprimieron prácticas socio-culturales.
¿En qué radica el éxito? Allá consiguieron la extinción de la cultura ídish centroeuropea y de su lengua de mil años de antigüedad. Hoy los estudiosos todavía procuran entender qué era esa cultura de la que ha sobrevivido a duras penas una fracción. Aquella cultura sí fue prácticamente extinguida en forma física, literal. Aquí, consiguieron la extinción de la esperanza utopista igualitaria que el movimiento revolucionario de los sesenta-setenta encarnaba. Aquí, lo que se hizo fue hecho en términos discipulares.
Por eso resulta trivial comparar la gran transformación de la subjetividad que se llevó a cabo en la Argentina con la lucha del colonialismo francés por la conservación de sus posesiones africanas. Las semejanzas son metodológicas (por otra parte proceden de un mismo origen, vía las derechas filofascistas francesas), pero muy diferentes los proyectos. El “Proceso de Reorganización Nacional”, salvando los tiempos y las distancias, se propuso ejercer transformaciones histórico-culturales en la Argentina. Quien se propone semejante empresa no puede predecir los resultados. Pero esos resultados son bien tangibles una vez que acontecen.

Punto de vista del verdugo
El nazismo logró modificar en forma sustancial las condiciones identitarias del pueblo judío, al menos en lo que le interesaba. Aquellas subjetividades incompatibles con el Tercer Reich estaban íntimamente ligadas con la condición diaspórica del pueblo judío y su historia europea. Se trataba de una cultura atravesada por ciertas paradojas que le otorgaban singularidad y ocasionaban un obstáculo insalvable para algunas modalidades del colectivo social germánico, ansioso por construirse sobre la base de una determinada representación de la modernidad.
Uno de los rasgos judíos más despreciables e inaceptables para los nazis era la condición de la debilidad, la pasividad, el consentimiento frente a la persecución, la preferencia por encarnarse como víctima antes que la victimización del otro. Se trata de la ética mesiánica que el cristianismo universalizó y traicionó muchas veces en tanto que institución eclesiástica temporal y vinculada con los poderes estatales europeos. En el seno de la Iglesia se habían elaborado durante muchos siglos los anticuerpos del olvido del cristianismo primitivo, íntimamente cercano al judaísmo mesiánico de la ética débil, de la otra mejilla, de la no resistencia frente a la fuerza. En esta cuestión se cifra el problema del sacrificio.
El judeocristianismo creó en la historia de Occidente modos de producción de subjetividad conflictivos para los poderes imperiales, la esclavitud y la opresión. La Ilustración y el socialismo son productos de ese largo proceso experiencial. Las razones por las que se podría esperar una eficacia de la eliminación de los judíos radica en su débil, difusa, ausente institucionalidad estatal. Si lo que se quería era instalar los cimientos de un imperio milenario que no fracasara como los anteriores, había que eliminar del alma humana la compasión. La compasión es una condición de la existencia espiritual y religiosa tal como se desenvolvió en Occidente. En el judaísmo, se orientó a la noción de justicia, y en el cristianismo a la de amor. Un golpe mortal a aquellas manifestaciones del abandono de sí estaba en los planes del proyecto del mal radical.
En este contexto, adquiere un sentido diferente el análisis del fenómeno sacrificial. La semejanza se basa en que la víctima es pasiva, no lucha y parece aceptar la muerte infligida por el verdugo. Hay que señalar que la determinación de una situación sacrificial no viene dada por los deseos o los pensamientos de la víctima sino por los del victimario. Isaac no sabe que va a ser sacrificado; el cordero no se sacrifica por propia iniciativa. Estas son las víctimas propiciatorias, puestas en esa situación por el victimario. Quien define el sacrificio es el oficiante, que es quien quita la vida a la víctima y eslabona el acontecimiento en la serie de los comportamientos rituales. El tema es excesivo, ya que, en las culturas en que el sacrificio está establecido, si hay víctimas humanas forman parte del contexto lingüístico, ritual, de prácticas establecidas.
El judeocristianismo elaboró, en el contexto de su modo de producción de subjetividad, un proyecto de supresión, superación, consuelo o crítica de las prácticas sacrificiales. El pensamiento judeocristiano se opone en sus fundamentos a la noción del sacrificio, es decir, al asesinato de cualquier índole. Dios no pide vidas humanas y, en el límite, no pide vida alguna. No estamos aquí refiriéndonos al judaísmo arcaico, sino a los principios que fueron instituidos mientras aún coexistían prácticas sacrificiales.
La redención contiene elementos que vuelven inaceptable el sacrificio. La condición sacrificial de sí en el judeocristianismo sólo puede tener lugar por decisión propia en contextos de lucha contra fuerzas superiores. No muere Isaac, sino un cordero. No es aceptable el sacrificio humano. Y el texto bíblico sobre el sacrificio de Isaac no se limita a establecer un principio normativo, sino que dramatiza la vacilación que concierne a la coexistencia de prácticas heterogéneas y a la lucha por modificar ciertas prácticas y sustituirlas por otras. El acontecimiento crístico profundiza esta elaboración dramática en forma radical. Dios mismo permanece pasivo ante la fuerza y se deja matar, en procura de marcar simbólicamente el mandato esencial: no matarás.
Entonces, el exterminio nazi de los judíos no habría sido un sacrificio desde el punto de vista de los judíos, aunque aún podría serlo desde el punto de vista de los nazis. Es curioso que se discuta el asunto sin tener en cuenta las enunciaciones de los oficiantes, dado que el sacrificio requiere el punto de vista del verdugo en primer lugar, y no el de la víctima, a la que no se pregunta por sus intenciones o preferencias, sino sólo por los atributos establecidos que la hacen propicia para el sacrificio.
Esta confusión podría fundarse en que el judeocristianismo ya había alterado la relación verdugo-víctima mediante un largo proceso de elaboración de la no violencia y la superación de toda sacralidad del asesinato. El consentimiento a la propia muerte infligida por el verdugo no tiene en principio relación con el masoquismo sino con uno de los componentes del heroísmo clásico: el desprendimiento de la propia vida; pero sin otro de los componentes que lo caracterizan: la disposición de la vida del prójimo. El contexto judeocristiano ha cimentado la figura del héroe que muere sin matar para que nadie más mate en el advenimiento escatológico, o, en una medida histórica, para poner un límite a la violencia criminal.
Ese legado, el judeocristianismo, era un enemigo mortal del proyecto nazi. Hasta era más importante matar a los judíos que ganar la guerra, al menos la librada contra los que los nazis presumían semejantes (en particular los anglosajones). Estaban dejando un legado para la humanidad y esto otorgaba un significado a su propio sacrificio heroico. De modo que, si hay sacrificio, éste no tiene lugar en el contexto judeocristiano sino en el de la institución del mito nazi del Tercer Reich.
El exterminio nazi de los judíos, aunque ello no siempre se reconozca, opera como un horizonte ético político del actual orden internacional, sobre todo en lo que concierne a los países más poderosos, cuyas plataformas normativas están organizadas alrededor del estado de derecho sustentado doctrinariamente sobre los derechos humanos. El extermino nazi de los judíos opera como un paradigma para establecer los límites de lo aceptable y el horizonte de lo concebible. La cuestión va mucho más allá de la normatividad institucional de los estados y su organización jurídica. Interviene en aspectos estratégicos de los actuales desarrollos e innovaciones tecnocientíficas, sobre todo en lo que concierne a laingeniería genética y las biotecnologías, y aparece como una cuestión estructural en el ámbito de la educación.

  • Extractado del artículo “Endlösung y sacrificio”, de próxima aparición en la revista Docta, de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba.

ACJ de El Salvador lamenta ausencia de ACJ de Gaza en Durban

DURBAN; África del Sur, 8 de julio de 2006 (SIEP) “Lamentamos la ausencia de la ACJ de Gaza en esta XVI Asamblea Mundial que esta por iniciar” indicó la Licda. María Isabel Villegas, secretaria general de la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ) de El Salvador.

La Asamblea Mundial de ACJs se realiza cada cuatro años y reúne a representante de los diferentes movimientos nacionales de este organismo juvenil internacional. La última asamblea mundial fue en el 2002 en Oaxtepec, México.

Informó que “no obstante que nuestros hermanos de la ACJ de Gaza estaban listos para venir y contaban ya con la visa y el pasaje, Israel ha prohibido la salida de los 1.4 millones de personas que viven en esa ciudad ocupada, que se encuentra entre Israel y Egipto, lo cual los ha afectado.”

Agregó que “ le expresamos al Dr. Anton Shuhiber, presidente y a Isa Saba, secretario general, nuestra solidaridad en este momento difícil y nuestro respeto porque han seguido trabajando a favor de la niñez y la juventud palestina en esta crítica situación, que esperamos sea pronto superada.”

Por otra parte, Aníbal Araniva, representante juvenil salvadoreño expresó que “ me siento muy alegre de conocer este país, la patria de Nelson Mandela, símbolo de la lucha contra la discriminación racial y la reconciliación entre los pueblos.”

Concluyó que “para mi es una experiencia única conocer esta país africano y cuando regrese a El Salvador realizaremos charlas en escuelas para socializar esta vivencia que estamos realizando, con jóvenes de todas partes del planeta.”

La Asociación Cristiana de Jóvenes de El Salvador fue creada el 16 de noviembre de 1990 como un esfuerzo por promover la amistad entre sectores juveniles de la ciudad y del campo, defender el medio ambiente y promover la equidad de género. Su presidente es el Ing. Jaime Argueta.