Ayer como hoy: en contra del AdA con la Unión Europea
Publicado en Contrapunto, lunes, 08 de abril 2013
Julia Evelyn Martínez
SAN SALVADOR – Hace exactamente cuatro años, gracias a una invitación del Centro para la Defensa del Consumidor de El Salvador (CDC) tuve la oportunidad de participar como expositora en un encuentro de movimientos sociales centroamericanos en Tegucigalpa, reunidos para definir y coordinar estrategias de resistencia en contra de la aprobación del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (AdA).
Revisando mis anotaciones, encuentro que fueron tres razones principales en base a las
cuales justifiqué en ese encuentro, mi oposición al AdA. En primer lugar, el AdA es la versión europea del CAFTA. Esto significa que forma parte de la estrategia de expansión global del Capital que tiene como sus principales objetivos, el control transnacional de los sectores estratégicos de la región centroamericana (agua, energía, servicios públicos, servicios financieros, pensiones, tierra, recursos marinos, medicamentos, etc.) y obtener mejores condiciones de rentabilidad para las empresas europeas en las compras gubernamentales, concesiones de obras públicas y mayor protección de patentes.
Este es el espíritu de la AdA, el cual sin embargo, se mantiene oculto gracias al estéril debate que sobre el tema comercial impone tanto la agenda informativa de los medios de comunicación, como las oficinas de los Ministerios de Economía. En este falso debate, el análisis de este instrumento se reduce a la constatación de las obvias asimetrías existentes entre El Salvador y Europa, y la capacidad (o incapacidad) de las empresas nacionales de poder aprovechar “las oportunidades” para aumentar sus exportaciones hacia ese destino.
En segundo lugar, aun cuando el tema comercial no es el tema principal del AdA, es obvio que, pese a las asimetrías existentes, las exportaciones desde El Salvador a Europa aumentarán. Sin embargo, no serán exportaciones de pequeñas o medianas empresas nacionales, sino que serán exportaciones realizadas por empresas europeas radicadas en El Salvador (como la empresa atunera CALVO) que aprovecharán las ventajas del AdA para que sus mercancías entren a los mercados europeos sin pagar aranceles, o bien para que las grandes empresas comerciales salvadoreñas (como SIMAN o SUPERSELECTOS) y/o franquicias europeas (como ZARA o MNG) puedan importar mercancías libres de impuestos desde Europa, para ampliar sus ventas al mercado nacional y desplazar todavía más a la ya debilitada producción salvadoreña.
En tercer lugar, la denominada cooperación para el desarrollo que acompaña al AdA es el envoltorio de regalo que recubre la expoliación de recursos y bienes públicos. Este ofrecimiento cumple el mismo papel que en 1492 cumplieron los espejos y cristales de colores, que los conquistadores entregaron a los indígenas a cambio de sus riquezas. Adicionalmente, debe denunciarse el intenso lobby que la UE está realizando con las organizaciones no gubernamentales que dependen de su cooperación para el financiamiento de sus actividades y de sus planillas, que está logrando el efecto de cooptar sus posturas críticas y/o dividir al movimiento social frente al acuerdo. Cuatro años después, mis convicciones sobre este Acuerdo siguen siendo las mismas, pero el contexto en que se presenta la solicitud de ratificación a la Asamblea Legislativa es más desfavorable para los intereses del pueblo salvadoreño que hace 4 años.
La solicitud de ratificación proviene ahora de un gobierno que se autodefine de izquierda, que goza de un alto nivel de popularidad en las encuestas de opinión y está liderada por funcionarios que hace menos de cuatro años se oponían al AdA. Y esto, puede no solo confundir al movimiento popular sino que amenaza con desmovilizar las protestas de las organizaciones populares y laborales en contra del AdA, en especial, las de aquellas organizaciones que están identificadas con los programas sociales gubernamentales, y que no quieren “hacerle olas” a este gobierno, de cara al proceso electoral de 2014.
Esto es parte de la gran paradoja de la izquierda en América Latina: criticar a las políticas de derecha cuando las hacen los gobiernos y partidos de derecha; justificar y/o tolerar las políticas de derecha cuando las hacen gobiernos y partidos de izquierda. ¿Será aún tiempo que la izquierda salvadoreña tome conciencia del error
histórico de mantenerse en esta paradoja?