Linguists identify 15,000-year-old ‘ultraconserved words’

You, hear me! Give this fire to that old man. Pull the black worm off the bark and give it to the mother. And no spitting in the ashes! It’s an odd little speech. But if you went back 15,000 years and spoke these words to hunter-gatherers in Asia in any one of hundreds of modern languages, there is a chance they would understand at least some of what you were saying.

That’s because all of the nouns, verbs, adjectives and adverbs in the four sentences are words that have descended largely unchanged from a language that died out as the glaciers retreated at the end of the last Ice Age. Those few words mean the same thing, and sound almost the same, as they did then.

The traditional view is that words can’t survive for more than 8,000 to 9,000 years. Evolution, linguistic “weathering” and the adoption of replacements from other languages eventually drive ancient words to extinction, just like the dinosaurs of the Jurassic era.

A new study, however, suggests that’s not always true.

A team of researchers has come up with a list of two dozen “ultraconserved words” that have survived 150 centuries. It includes some predictable entries: “mother,” “not,” “what,” “to hear” and “man.” It also contains surprises: “to flow,” “ashes” and “worm.”

The existence of the long-lived words suggests there was a “proto-Eurasiatic” language that was the common ancestor to about 700 contemporary languages that are the native tongues of more than half the world’s people.

“We’ve never heard this language, and it’s not written down anywhere,” said Mark Pagel, an evolutionary theorist at the University of Reading in England who headed the study published Monday in the Proceedings of the National Academy of Sciences. “But this ancestral language was spoken and heard. People sitting around campfires used it to talk to each other.”

In all, “proto-Eurasiatic” gave birth to seven language families. Several of the world’s important language families, however, fall outside that lineage, such as the one that includes Chinese and Tibetan; several African language families, and those of American Indians and Australian aborigines.
That a spoken sound carrying a specific meaning could remain unchanged over 15,000 years is a controversial idea for most historical linguists.

“Their general view is pessimistic,” said William Croft, a professor of linguistics at the University of New Mexico who studies the evolution of language and was not involved in the study. “They basically think there’s too little evidence to even propose a family like Eurasiatic.” In Croft’s view, however, the new study supports the plausibility of an ancestral language whose audible relics cross tongues today.

Pagel and three collaborators studied “cognates,” which are words that have the same meaning and a similar sound in different languages. Father (English), padre (Italian), pere (French), pater (Latin) and pitar (Sanskrit) are cognates. Those words, however, are from languages in one family, the Indo-European. The researchers looked much further afield, examining seven language families in all.

Un País Atrapado por Oligarcas y Maras

21 de abril 2013. Hace 50 años El Salvador era una república cafetalera, ahora vive de exportar gente. La tercera parte de su población ha abandonado el país y en 24 años esos emigrantes enviaron 46.000 millones de dólares en remesas familiares, 30.000 en la última década. Sin embargo, en la medida en que las remesas han aumentado, la economía ha decrecido y la violencia se ha multiplicado. Las remesas pasaron de 686 millones de dólares en 1992 a casi 4000 millones en el 2012. El Salvador es la economía que menos crece en Latinoamérica y junto con Honduras y Guatemala son la región más violenta del mundo. En los últimos veinte años se han registrado más de 50.000 homicidios.

El Salvador es un caso clásico de poder oligárquico. Las familias que controlan la economía asumieron la exportación de personas como política económica, argumentando que el país es “potencia demográfica” y sus habitantes tienen “cultura de emigrar”. En 1969 la expulsión de salvadoreños provocó la llamada “guerra del fútbol” entre El Salvador y Honduras. Con la guerra civil comenzó la emigración a Estados Unidos y ésta creció exponencialmente con la paz por el desempleo crónico.

La parálisis económica no tiene nada que ver con el actual Gobierno de izquierda, los empresarios dejaron de invertir aun y cuando gobernaba la derecha. Los miles de millones de dólares que llegan al país como dinero fácil reducen incentivos a la inversión productiva, disparan el consumo y estimulan la emigración. El país dejó de ser agrícola y ahora es una economía artificial de servicios soportada por remesas que pagan la mitad de las importaciones y permiten convivir con un enorme y crónico déficit comercial.

Los oligarcas ganan mucho dinero, sin inventar nada, sin correr riesgos y sin necesidad de generar empleos, captando las remesas a través de suplir el consumo. Importan productos, ponen supermercados, abren centros comerciales y sacan el dinero del país. Las remesas han generado un progreso ficticio en un pequeño espacio de la capital saturado de centros comerciales; la mayor parte del territorio es desorden, inseguridad y pobreza. La mayoría de jóvenes de clases altas y medias no conocen el caótico centro capitalino.

En la medida en que las remesas que envían los emigrantes han aumentado, la economía ha decrecido y la violencia se ha multiplicado

La migración de uno de cada tres salvadoreños provocó una catástrofe social que generó una violencia peor que la guerra. La multiplicación de familias disfuncionales, las comunidades desarticuladas, las deportaciones masivas de convictos desde Estados Unidos, la importación de la cultura norteamericana de pandillas y el desempleo crónico en un país que ya era violento, convirtieron a las pandillas, conocidas como “maras”, en un poder fáctico que le ha arrebatado al Estado los monopolios de la coerción, la tributación y la justicia en gran parte del territorio. Están armados, extorsionan, asesinan a quien no paga y se apropian de viviendas y negocios.

Las maras pactaron una impopular tregua entre ellas que ha bajado significativamente los homicidios, pero el reconocimiento público a su poder ha institucionalizado las extorsiones, que son el delito principal y el que más afecta a los pobres. Los cambios generacionales en sus filas, la apropiación de negocios, el dominio territorial y la “violencia sumergida”, o capacidad creíble de matar cuando lo necesitan, los terminará convirtiendo en crimen organizado.

Las maras son el resultado de que la política de exportación de personas enriquece hacia arriba a costa de degradar socialmente hacia abajo. Son un problema de pobres que afecta a pobres, que se agravó porque los Gobiernos oligárquicos abandonaron políticas sociales, debilitaron la seguridad pública y desmantelaron al Estado. Convirtieron la inseguridad en negocio expandiendo la seguridad privada. El fortalecimiento de las maras es, por ello, directamente proporcional al debilitamiento del Estado. Han sido el Gobierno de Saca, quien fue expulsado de ARENA y el actual de izquierda de Funes, los que comenzaron a aplicar programas sociales para contrarrestar los efectos de la emigración, entre éstos el programa “Ciudad Mujer”, dirigido a la deformada realidad familiar del país.

Estimando todas las operaciones económicas vinculadas a los emigrantes, El Salvador podría haber recibido unos 60,000 millones de dólares en un par de décadas, una suma fabulosa para un país tan pequeño. ¿Por qué si ese dinero llega a los pobres no ha habido un crecimiento masivo de pequeñas empresas? En el 2012 Honduras registró que más de 10,000 pequeñas empresas habían cerrado en Tegucigalpa por la inseguridad, con lo cual se estimaban unos 100,000 empleos perdidos. En El Salvador no se cuantifican los efectos de las extorsiones ni del poder intimidatorio de las “maras” sobre la microeconomía, pero con seguridad, éstas y la competencia de los centros comerciales que poseen seguridad privada, son los obstáculos principales de una explosión microeconómica que generaría centenares de miles de empleos.

El Salvador está atrapado en un círculo vicioso. A mayor emigración más remesas, a más remesas menos crecimiento económico, a menos crecimiento más desempleo, a más desempleo más violencia y a más violencia más emigración. ¿Por qué un país que recibe tanto dinero en remesas no puede pagarse las políticas sociales, ni la cantidad de policías que demanda la protección de sus habitantes? La economía salvadoreña está dominada por una “elite extractiva”, sin interés por el desarrollo. Los oligarcas captan el dinero de las remesas, pero no invierten en el país, sino en Estados Unidos, Panamá y hasta en la Nicaragua sandinista. Mientras tanto, El Salvador pierde trabajadores y emprendedores altamente productivos, desperdicia tierras fértiles, desaprovecha la ambición creativa de nuevos empresarios y deja a las pequeñas empresas a merced de las maras.

En 1980 la Fuerza Armada expropió los bancos a los oligarcas, pero se los pagaron, luego la banca nacionalizada quebró porque muchos empresarios no pagaron sus deudas. En 1989 el partido de los oligarcas recuperó el gobierno, rescataron los bancos con dinero público y se los auto-vendieron saneados, baratos, al crédito y pagables con las mismas utilidades. Posteriormente las remesas hicieron crecer los bancos, entonces los oligarcas los revendieron a precios altos a la banca extranjera y sacaron el dinero al exterior. Esta apropiación de miles de millones de dólares es el mayor acto de corrupción de la historia del país y una evidencia del poder oligárquico.

El debate en El Salvador no es entre “Socialismo del siglo XXI y Capitalismo”, sino entre un capitalismo oligárquico, acomodado y depredador que concentra el poder económico; y un capitalismo promotor del desarrollo que disperse el poder económico, fomente la inversión productiva, genere empleos, detenga la emigración, rehabilite delincuentes, fortalezca las instituciones de seguridad y acabe con las extorsiones y la violencia que atormentan a los pobres. Para reactivar la economía es indispensable un Estado capaz de proveer seguridad y para mejorar la seguridad es indispensable reactivar la economía.

Los países son un reflejo de la visión de sus elites; a diferencia de Costa Rica, cuyas elites construyeron una democracia próspera, la oligarquía salvadoreña ha puesto a El Salvador al borde de ser Estado fallido al haberlo llevado por un camino de dictaduras, golpes de Estado, rebeliones, magnicidios, represión, guerras, polarización política, corrupción, pobreza, emigración y violencia criminal. El enemigo principal de los oligarcas son ahora los nuevos ricos y lo único que puede salvar a El Salvador de convertirse en Estado fallido es precisamente el fortalecimiento de nuevas elites económicas que hagan contrapeso a los viejos poderes oligárquicos. Hay ahora miles de emprendedores exitosos en Estados Unidos y en el propio país que pueden reinventar la economía; sus principales obstáculos son los oligarcas y las maras.

Empresario Ricardo Poma consolida su poder dentro de ARENA

La pregunta “¿Quién manda en ARENA?” que hace unas semanas retumbó en el partido tricolor tiene ahora una respuesta. El empresario Ricardo Poma, cabeza de uno de los grupos económicos más fuertes de El Salvador, ha consolidado su poder dentro de ARENA al haber instaurado al expresidente Francisco Flores como estratega de la campaña proselitista, al unificar a los más fuertes empresarios en torno a la candidatura de Norman Quijano y al mantener en la presidencia del partido a uno de sus hombres de mayor confianza, Jorge Velado.

El poder de Poma quedó evidenciado en una reunión con empresarios de altos quilates donde, a pesar de las dudas de unos y las ambivalencias de otros, dio por sentada la candidatura de Norman Quijano con una lacónica frase: “Vamos a seguir con Norman hasta el final”.

El poder del empresario pasa, además, por un factor fundamental: los fondos económicos para la campaña proselitista; se sabe de manera extraoficial que se ha comprometido a reunir $25 millones entre sus amigos aparte de los donativos personales.

La entronización del empresario dentro del partido mata dos pájaros de un tiro. Quizás tres. Por una parte llena el vacío de liderazgo que ha tenido ARENA desde la salida del Coena de Alfredo Cristiani. Por otra, unifica a los empresarios más poderosos del país en torno a la candidatura de Norman Quijano y anula fisuras que podrían perjudicar al delfín de los areneros en la lucha por la Presidencia. Y, tercero, asegura un tema de extrema importancia en la actual situación: los fondos económicos.

Esta consolidación podría responder la pregunta que la diputada Ana Vilma de Escobar hizo pública hace algunas semanas y que retumbó en el partido: “¿Quién manda en ARENA?”.

La cita del Grupo de los 20

El martes 14 hubo una reunión de emergencia en San Salvador, donde se dieron cita poderosos empresarios del denominado Grupo de los 20. Uno de los participantes confirmó a Diario La Página este encuentro.

El tema principal era la preocupación por la caída en las encuestas del candidato de ARENA, Norman Quijano, y las estrategias a seguir como parte de una reingeniería que, incluso consideraba el cambio de la fórmula presidencial tricolor. El grupo estaba repartido entre los que proponían el cambio de Quijano como candidato y los que preferían mantenerlo pese a las debilitadas cifras de aceptación electoral.

A la cita con los empresarios también asistió un personaje: Francisco Flores, el expresidente, quien estaba ahí por invitación de algunos amigos del Grupo de los 20 y cuyo principal promotor y padrino es Ricardo Poma, el hombre fuerte de ARENA dentro de esta coyuntura política.

La reunión —de acuerdo con una fuente interna del partido— transcurrió en medio de un diálogo que evidenciaba preocupación por el futuro del país y por los escollos que debe superar la fórmula presidencial.

Como parte de esa preocupación se había convocado también al candidato Quijano, para que expusiera sus puntos de vista. Lo que todos deseaban era que se llegara a un consenso, con Francisco Flores como el “asesor” de alta gama, que llevará a cabo la estrategia de salvataje.

De acuerdo con la fuente de ARENA, entre los asistentes a la reunión estaban: Ricardo Poma, Francisco Calleja, Ricardo Simán, Gerardo Balzaretti, Roberto Murray Meza, Juan Federico Salaverría, Luis Álvarez, Raúl Álvarez, Alejandro Dueñas, Fabricio Altamirano, Tomás Regalado y Ricardo Sagrera. No asistió a la reunión, por estar de viaje, Roberto Kriete.

Con ellos estaban Quijano y el presidente de ARENA, Jorge Velado.

En un ambiente de cierta tensión, los empresarios que se habían reunido comenzaron a exponer sus apuestas y propuestas para cambiar el panorama electoral.

Escucharon además la estrategia que les presentó Flores, le pusieron atención a lo que dijo Quijano y el presidente de ARENA, Jorge Velado, y cuando estos dos se fueron continuaron con el debate.

Fueron momentos de diálogo sin tapujos, teniendo sobre la mesa los números de las encuestas y el desgano de buena parte de las bases areneras para apoyar a una fórmula a la que no ven ganadora.

La preocupación era evidente. Vieron los números de la más reciente encuesta interna del partido en la que Quijano vuelve a aparecer en declive, una tendencia que marca el descalabro del aspirante tricolor, según la fuente de ARENA que dio esta información a Diario La Página.

Cada empresario dijo lo que opinaba hasta que, en un momento se escuchó la voz de Ricardo Poma. La postura del poderoso hombre de negocios fue tajante: Sigamos unidos hasta el final apoyando a Norman.

Los empresarios asintieron. Unos convencidos, otros a regañadientes. Otros, los menos, se quedaron callados porque no estaban de acuerdo. Se habia sellado el pacto, les encantara a unos o les disgustara a otros. Igual, pacto de caballeros, pacto de poder.

En ese momento, aparte, se terminó de afianzar la llegada de Francisco Flores a la campaña presidencial de Norman Quijano; se decidió que se le iba a contratar por 8 semanas, para que enderezara el barco arenero y se le concedió suficiente poder para tomar algunas decisiones.

Flores llegó así a una cima de poder que nunca tuvo dentro de ARENA, donde incluso ha padecido anticuerpos entre sus correligionarios.

Pero no solo el expresidente llegaba a tal cota de poder. En la reunión de este 14 de mayo quedaba evidenciado quién era el verdadero poder detrás del trono. El que realmente tiene la sartén por el mango dentro del partido tricolor.

Ese hombre es Ricardo Poma, el empresario que ya había sido miembro del Consejo Ejecutivo Nacional (Coena) en los albores del presente siglo, y quien ahora ha logrado acaparar las principales estructuras.

La llegada de Flores a la conducción de la campaña arenera (en su esencia, aunque otros vean los detalles) es el último paso que ha dado Poma dentro del círculo de poder partidario.

Porque además de tener influencia directa en la campaña, en vista de que Flores le reportará los resultados, otro de sus hombres de confianza, Jorge Velado, es el actual presidente del partido ARENA.

La instauración de Velado en la presidencia del Coena es muestra de poder de Poma dentro del partido, en vista de que Velado es uno de sus gerentes favoritos desde hace muchos años.

Otra de las posiciones donde, según sostienen algunos areneros, se ancla el poder de Poma dentro del partido es en la Asamblea Legislativa, ya que de manera indirecta podría tener influencia con la diputada Ana Vilma de Escobar, en vista de que el esposo de ella, Carlos Patricio Escobar, es otro de los hombres de confianza del empresario.

El factor dinero

Sin embargo, el poder de Ricardo Poma no se queda en las tres figuras mencionadas.

También se ha informado a este Diario que uno de sus sobrinos es quien maneja ciertos hilos de poder dentro del grupo “Los 300”, otro círculo donde se incluye también a empresarios y a profesionales.

Este sobrino es quien también maneja las cuentas y los fondos de campaña en Grupo 5, la empresa que le lleva la publicidad y las asesorías políticas a Norman Quijano, tanto como alcalde de San Salvador como candidato presidencial.

Otro aliciente para que Poma tenga poder dentro de ARENA es el factor dinero. El empresario ha donado ya (de acuerdo con algunas fuentes) medio millón de dólares para la campaña proselitista. Además, ofreció millón y medio —de su dinero personal— para dentro de pocos días y se comprometió a recaudar otros 25 millones de dólares entre amigos empresarios.

El poder que Poma ha logrado obtener dentro del partido, no obstante, le ha hecho acreedor de algunos adversarios internos.

Porque el hecho de que, en la reunión, se optara por seguir “con Norman Quijano hasta el final” ha desinflado el interés de algunos miembros del selecto círculo. Sin embargo, como es acuerdo tomado, los aires actuales indican que se continuará sin mayores incidentes.

Otra de las fuentes consultadas por Diario La Página, que habló bajo condición de anonimato por su relación cercana al caso, dijo que “Don Ricardo Poma es un gran hombre, aunque el hecho de que esté ganando demasiado poder dentro de ARENA puede resultarle no beneficioso al partido, no por él, sino porque las personas cercanas a él le pueden reportar información distante de la realidad y eso puede obnubilar el pensamiento”.

Otro empresario advierte: “El riesgo de que Poma tenga el poder casi total en ARENA es que él podrá ser muy buen empresario, pero el partido no se maneja como una empresa”.

Las preocupaciones

Las dudas que sienten sobre la fórmula presidencial algunos miembros del Grupo de los 20 no es exclusivo de tal círculo. Es parte también de las preocupaciones que de manera pública o velada hacen constantemente diversos areneros, de la elite y de los barrios.

“Lo que queremos es que se ganen las elecciones, y para eso quizás hay que tomar decisiones fuertes”, dice un arenero de pura cepa consultado por este Diario. Sin embargo, al ver las encuestas y percibir la “temperatura” en las bases tricolor este triunfo en las presidenciales se percibe lejano.

Incluso, ayer miércoles se reunieron con el Coena algunos fundadores del partido para externar su preocupación porque Norman Quijano y René Portillo Cuadra (su mancuerna en este proceso) no logran “hacer clic” con la población votante.

La aspiración de un grupo de areneros es contundente: hay que cambiar la fórmula presidencial. Suponen que aún hay tiempo para fortalecer un nuevo equipo que aspire a la presidencia del país.

Y entre los nombres que se manejan como los posibles sucesores de Quijano como aspirante a la Presidencia están los empresarios Eduardo Zablah Touché y José Ángel Quirós, y los diputados Ana Vilma de Escobar y Edwin Zamora.

Como candidata a la vicepresidencia se reitera el nombre de la alcaldesa Milagro Navas.

Sin embargo, estas aspiraciones podrían quedar en el olvido si se sigue al pie de la letra el guión que terminaron de construir los empresarios del Grupo de los 20 en la reunión sostenida el pasado martes 14 de mayo.

El poder de Ricardo Poma al frente de este grupo podría ser el cemento que solidifique a las estructuras de poder dentro de ARENA. Los próximos meses serán cruciales para ver si el “Sigamos con Norman hasta el final” se mantiene o si, al ver que no fructifica la estrategia del ex presidente Francisco Flores, el grupo de máximo poder dentro de ARENA decide dar un golpe de timón.

¿Quiénes son los dueños de los bancos en El Salvador?

13 de mayo de 2013. Los dueños de los principales bancos del país son cuatro transnacionales financieras y apenas una decena de familias con mayor renombre empresarial. Antes de la venta, los bancos eran mayoritariamente salvadoreños y existían unos 70 dueños, quienes desempeñaron cargos en el Gobierno y en asociaciones empresariales. La investigación de Transparencia Activa revela, además, que con el traspaso accionario no se pagaron impuestos porque la ley no lo establecía.

El Banco Scotiabank adquirió el Banco de Comercio en abril de 2005. El Banco Scotiabank adquirió el Banco de Comercio en abril de 2005.
En el año 2005 los dueños de los principales bancos del país decidieron vender la mayoría de las acciones de las instituciones financieras a transnacionales. Desde entonces, poco a poco en El Salvador se empezaron a escuchar y ver los nombres de Scotiabank, CITI y HSBC, actualmente Davivienda.

La superintendencia adjunta de bancos, aseguradoras y otras entidades financieras, de la Superintendencia del Sistema Financiero (SSF) explicó a Transparencia Activa que la venta de la mayoría de las acciones se realizó en Panamá, bajo la supervisión del ente controlador panameño en coordinación con el salvadoreño.

El superintendente adjunto de bancos, William Durán, explicó que las operaciones de ventas, así como la determinación de pérdidas o ganancias se dieron en los libros de las supervisoras de Panamá, y no en las de El Salvador.
Fue así entonces como el Banco de Comercio de El Salvador, S.A. vendió la mayoría de sus acciones a The Bank Of Nova Scotia, de origen canadiense, quien adquirió el 97.71% de las acciones.

La SSF autorizó en marzo de 2007 a Bancolombia, S.A. (radicada en Panamá) ser propietaria de la sociedad Inversiones Financieras Banco Agrícola, S.A. quien poseía el 94.29% de las acciones de Banco Agrícola.
El Banco Cuscatlán, para agosto de 2008, realizó la suscripción de un acuerdo privado para la venta de inversiones Financieras Uno, S.A. en proceso de fusión con Inversiones Financieras Cuscatlán, S.A. Ésta última tenía el 97% de las acciones del banco.

Según la información de la Superintendencia, Citibank Overseas Investment Corporation con domicilio en Wilmington, Delaware, Estados Unidos, compró el 99.99572% de las acciones de Inversiones Financieras Uno, la cual estaba en proceso de fusión con Inversiones Financieras Cuscatlán, y fue así como se convirtió en dueño.

El Banco Salvadoreño fue comprado por HSBC Asia Holding, B.V. con domicilio en Holanda, adquiriendo el 99.98% en 2007. Cinco años después, la SSF autorizó a Inversiones Financieras HSBC, S.A. la venta del 98.24066% de sus acciones al Banco Davivienda, S.A., con domicilio en Colombia.

Los accionistas minoritarios
Antes de la venta de los bancos, la mayoría de las acciones las poseían entidades denominadas inversiones financieras, entre un 86% y un 95%. El resto lo tenían personas con apellidos como Poma, Simán, Kriete, Eserski, Cristiani, Baldochi, Bahaia, Salume, Zablah, Belismelis, Sol, Araujo, entre otros.
El economista e investigador del Equipo Maíz, César Villalona, aseguró que luego de la privatización de los bancos a inicios de la década de los 90 y el pago de la deuda de la misma, por medio del Fondo de Saneamiento y Fortalecimiento Financiero (FOSAFFI), familias como Dueñas, Regalado, Baldochi, Cristiani, Simán, Poma y Murray Meza constituyeron “una argolla financiera”.

Los bancos Cuscatlán y UNO se convirtieron en CITI, de capital estadounidense. Los bancos Cuscatlán y UNO se convirtieron en CITI, de capital estadounidense.
“Luego los empresarios montaron las empresas de seguros. Posteriormente, la privatización de las pensiones”, aseguró Villalona, quien ha publicado varios libros sobre este tema en el Equipo Maíz.
El investigador afirmó que la venta de los bancos a las transnacionales ocurrió para que las familias “estuvieran protegidas” de un Gobierno de izquierda y tuvieran el “paraguas” de empresas internacionales.
“La lógica de la privatización de la banca es la protección, y con el capital de la venta seguir desarrollando los negocios más rentables, incluso fuera de El Salvador, sin dejar de ser banqueros. Eso está bien pensando”, subrayó Villalona.
La ley impidió pagar impuestos
En los años que se vendieron las acciones en el país se impusieron incentivos para que la gente se animara a incursionar en la bolsa de valores, y uno de estos fue la exención del Impuesto Sobre la Renta (ISR) a las ganancias que obtuvieran personas naturales que vendieran sus acciones en ese mercado.

El artículo cuatro, ordinal 14, de la anterior ley estipulaba que son rentas no gravables: “Las utilidades, dividendos, premios, intereses, réditos, incluyendo ganancias de capital, o cualquier otro beneficio que obtengan personas naturales, generados en inversiones o en la compra de venta de acciones o demás títulos valores, siempre y cuando tales acciones o títulos valores pertenezcan a emisiones inscritas y autorizadas por la Bolsa de Valores y la Superintendencia de Valores, y la colocación de los mismos sea realizada a través de una bolsa de valores legalmente autorizada”.
El director de fiscalización del Ministerio de Hacienda, Luis Díaz, dijo que para evitar esta elusión del ISR, el actual Gobierno envió una reforma en 2009 y la Asamblea Legislativa modificó la ley. Ahora quienes realicen estas transacciones están obligados a pagar impuesto.
La venta de las acciones de las personas naturales apenas fue el 10% del total de los bancos, mientras el 90% se vendieron fuera del país para que no se les aplicara el artículo 16 de la ley del ISR, que estipulaba el pago de renta de los bienes y los capitales invertidos en el territorio.

Mientras, el Impuesto al Valor Agregado (IVA) tampoco se pagó porque el artículo cinco de esta ley indica que los títulos valores no son sujetos de este gravamen.
El economista Villalona afirma que con la venta de las acciones de los bancos se debieron pagar unos $260 millones en impuestos, pero que no realizaron porque la ley lo permitía.

Con los $260 millones de la elusión fiscal se podría haber financiado más de la mitad del programa social para este año, en el que se financiaría la reforma de salud, el Plan de Agricultura Familiar, construcciones de vivienda popular,planes educativos, la instalación de agua potable en las comunidades rurales y urbanas del país y demás obras.

Actualmente en el país hay unos diez bancos operando, de los cuales dos son del Estado. El último que se vendió fue el HSBC y pasó a ser propietario Davivienda, de capital colombiano. Los activos de las instituciones ascienden a más de $13,000 millones.

El Cerco

Un día, a mediados de los años 70s, me encontraba en la Universidad buscando un libro en la biblioteca, cuando en la entrada de la facultad de medicina, en la placita “Salvador Allende”, me encontré al “Zarco”, un compañero que conocí en Áreas Comunes estudiando Agronomía.

-No querés tomar un poco de ‘kicapú’, ¡está rico, probálo!… -ofreció al verme.

Había un garrafón de agua cristal lleno de líquido anaranjado, y en cono de papel para minuta me sirvió un poco, y yo lo tomé… ¡Puro jugo de naranja!… Llegaron otros compañeros y se echaban su cono, mientras él los arengaba para ir al desfile bufo, y así, 30 minutos después, yo estaba en mi cuarto cono y me sentía zapatón, casi a pija… ¡y picado!… ¡pero se había acabado la garrafa!.

-Vamos al desfile bufo, va’star vergón, la reunión es en el Paraninfo, allí hay más kicapú -me dijo.
-“Otro par de conos y me safo” -me dije dándome paja yo sólo, ya picado.

Al llegar a la plaza enfrente de la Biblioteca y el Paraninfo, había reunido casi dos mil personas, todas usaban disfraces, maquillajes, pero ninguno mostraba su cara. Había escobas, escusados, peroles, trompetas, burros, bueyes, cuches. El desfile Bufo era una tradición de los estudiantes universitarios que se inició años atrás. Una crítica en “desfile-sátira” al régimen de la época.

El Zarco me dio una peluca y me serví más kicapú. Salió el desfile a las doce del mediodía por la 25 Avenida, luego Rubén Darío, hacia el centro de la Capital. El Zarco era el encargado del kicapú, el cual iba en una carreta jalada por una yunta de bueyes pintados de rojo. Yo vi tres cajas en esa carreta que estaban bien tapadas… ¡pero no se me ocurrió preguntar!…

Me preocupaba que hubiera suficiente kicapú y de eso vi cuatro garrafas llenitas. Me comencé a sentir carón y picado, quizá medio a verga, pero aún consciente… ¡Este kicapú era deliciosamente adictivo!…

Al llegar a la Fuente Luminosa, enfrente de la embajada yanqui, y del edificio “curveado”, el desfile se paró para el ya tradicional lanzamiento de botellas, piedras y otros objetos a la embajada, hasta aquí pareció todo “normal”, pero alguien lanzó un cóctel Molotov que aterrizó a unos dos metros de la puerta principal de ésta. La gasolina generó fuego e inmediatamente todos vimos cuando dos “cheles marines” parapetados en la terraza del edificio, se pararon y dispararon su M-16 al aire. La mara no se ahuevó y más cócteles siguieron… ¡De pronto!… dos tanquetas y muchísimos cuilios aparecen a ambos lados de la 25 avenida cerrándonos toda salida.

-Ayudáme, me dice en ese momento el Zarco, yo no lo escuchaba, mi adrenalina me advertía en el huevo que me había metido y medía la situación, luego me di cuenta, muchos vinieron con mochila en mano, destaparon las extrañas cajas y agarraron pistolas y cócteles… ¡Eso había en las cajas!… El Zarco me dio una mochila y viéndome apendejado me dijo: -Agarrá lo que podas que tenemos que agarrar guinda.

Estudiantes armados empezaron a disparar a la policía y fue cuando sucedió el despelote. Con el Zarco corrí a refugiarme al edificio curveado que había enfrente de la Fuente Luminosa, tres chotas cerraban el paso, hacia allí tiró el Zarco aquella botella de Tic Tác llena de clavos y gasolina con un pedazo de trapo como mecha, ¡al estrellarse en el carro explotó y llamarada de fuego salió!, entonces salimos en guinda.

Llegamos sudando y pálidos a la colonia Universitaria Norte sobre el Boulevard de los Héroes, nos sentamos a descansar, la guinda de 10 minutos nos había agotado… ¡Y la pija se me había ido!
-Tenemos que llegar a la U porque aquí estamos copados, -me dice el Zarco mientras estábamos escondidos tras un muro de piedras en una casa en construcción.
-¿Dónde está tu pistola? – pregunta el Zarco
-¿Cuál pistola?
-¿No has registrado tu mochila, sabés cómo usarla?
Adentro de la mochila habían dos cócteles Molotov… ¡Y una escuadra que de nueva relumbrada lo plateado!… Yo me asusté.
-Prefiero no usarla.
El Zarco me mira extrañamente y replica:
-¿Te estás aculerando?, mirá, estamos en un huevo, si nos agarran nos torturan, nos matan o desaparecemos, ques la misma mierda, vas a tener que usarla, sí se da el caso.

Casi una hora de estar escondidos, habíamos visto pasar una tanqueta con rumbo a la U. Después de media hora empezamos a caminar en pequeñas calles que corren paralela a la de los Héroes. Nunca se me ocurrió que la U estuviera cercada, los militares nunca habían hecho algo así. Todas las calles aledañas a la U estaban cerradas al tráfico, hacía rato que no se veía un solo bus o carro, ¡mucho menos un alma caminando esas calles vacías!… ¡Estábamos solos!… Pero en lugar de irnos a la seguridad de nuestras casas, el Zarco y yo decidimos romper el cerco, no para salir, sino para entrar en él.

Trepamos la cerca del Instituto detrás de la piscina; lo ancho de la cancha de fútbol separaba la piscina del edificio principal del plantel que yo conocía muy bien, allí estudié mi secundaria. Llegamos unos 20 metros del cerco malla ciclón que separaba la U con el Instituto, y que en secundaria acostumbraba trepar cuando llegaba tarde al Instituto, esta vez sería al revés…, cuando ¡de repente!, oímos la primera ráfaga, nos tiramos al suelo y vi una tanqueta escondida cerca del edificio principal, al otro lado de la cancha, y un Guardia Nacional, subido en el techo, señalaba a cinco o seis “beneméritos” abajo, donde estábamos nosotros…

¡La “Benemérita” venía corriendo hacia nosotros!. ¡No había salida, aquí morí pensé ese momento!. Otra ráfaga se oyó a lo lejos y vi a los Guardias tirarse al suelo, nosotros seguíamos en el suelo, pero desde donde estábamos podíamos ver hacia abajo, a lo lejos, como 100 metros… ¡El cafetín de AGEUS!

-Son los de la U que nos cubren, corramos.-me dice el Zarco.

Y vi al Zarco correr hacia El Cerco, que quedaba en bajada, y era de unos cinco metros de alto, con púas, vi al Zarco saltar, evitar las púas, y cuando ya iba a caer al otro lado me vio, quizás vio terror en mi cara pues me gritó

-Corré, no te aculerés… ¡Y desapareció de mi vista!

Yo estaba en pánico, jamás había estado tan cerca de la muerte. Pero las palabras del Zarco me despertaron y me levanté dejando la mochila en el suelo, y corrí los 20 metros que me separaban de El Cerco. La balacera arreció y ya no sabía quién disparaba a quién, yo sólo corría, pero por vez primera en mi vida, oí ese zumbidito que una bala hace al pasar cerca de uno… ¡Y que tan bonito se oye en las películas!… ¡Un sonido que jamás olvidaré!…

Llegué al cercado, salté para alcanzar las púas, la balacera ensordecía, pero sin importarme las púas quizás ya ni mi vida salté los casi cinco metros al suelo, amortigüé la caída con mis manos y pies, pero mi frente golpeó el pavimento; por escasos segundos me sentí de nuevo a verga, en la luna, pero el grito del Zarco me despertó.

-Por aquí, detrás de los carros.

Eran 10 metros más para la salvación, líquido mojó mis ojos y creyéndolo sudor me lo limpio con la manga de la camisa: ¡Era sangre!. Me había partido la ceja derecha y un chorrito de sangre se derramaba a mi cara… ¡Pero corrí!.. Llegué donde el Zarco agazapado detrás de un carro con vidrios y carrocería balaceados. Allí permanecimos media hora más, sin hablar, sin movernos, sólo oyendo la balacera. Entonces me di cuenta que había individuos con mochilas, ametralladoras, pañuelos que medio cubrían sus caras.

Todos estaban detrás de una barricada rápida de carros estacionados que habían hecho en el parqueo del cafetín de AGEUS. Allá, en el cafetín, habían muchísimos más que nos hacían con sus dedos la letra “V” de ¡¿Victoria?!.

La balacera paró a la media hora pero nadie se movía de sus puestos. Otra media hora pasa, ya son casi las cuatro y media… ¡Más de cuatro horas de angustia provocados por mi sed por alcohol!.. Yo seguía sangrando copiosamente y me lo tapaba con el pañuelo blanco, éste estaba empapado y me empecé a sentir débil… ¡Entonces perdí el sentido!.

Desperté en una camilla en un cubículo bien pequeño, afuera estaba oscuro, el reloj Pílsener de pared marcaba las seis y media de la tarde.

Me levanté a tomar agua y “miar”, entonces vi a través de la ventana y me di cuenta que estaba en el cuarto pegado al cafetín de AGEUS, ¡La Barbería!, los que parecían estudiantes, habían hecho una barricada de carros, estaba algo oscuro pero vi siluetas que me decían que había gente allí.

Me dieron ganas de cagar y me toqué las bolsas por un cigarro, milagrosamente hallé uno quebrado y ensangrentado, pero lo encendí y me senté en la taza… y en la pared del pequeño baño decía ésto:

No hay nada más singular
que las ganas de cagar
con un cigarro bien encendido
queda el culo agradecido
y la mierda en su lugar…

Sentado en la taza con el Delta encendido recuerdo que entonces recapacité. ¡Estoy cercado¡ ¿Qué habrá sucedido?. En ese pequeño baño maduré la situación sin pasiones aunque con temor, pero estoy seguro que todos los que estábamos en el campus sentíamos temor a la muerte esa noche… ¡En las trincheras no hay ateos!…

Al salir encontré al Zarco, me dijo que no se sabía cuantos pero había varios muertos, y hay heridos dentro del campus, como en el Rosales. Que había negociaciones por intermedio del arzobispado con la “dictadura” para levantar El Cerco y permitir los heridos salir y ser debidamente atendidos, que los militares quieren saber los nombres y rindieran las armas los casi 200 “subversivos” armados dentro de todo el campus. Como era vacación de interciclo habíamos pocos estudiantes.

Entonces me acordé ¿Y mi cartera? Me registré y nada… ¡La había perdido! ¡Allí estaba mi cédula, carné de la U!… ¿Y si la encontraba la cuilia?. Entonces me estremecí a la idea que llegaran a la casa a buscarme para matarme, como estaba sucediendo casi diariamente.

A la medianoche los vehículos militares alrededor de la U arrancaron y se fueron. ¡Habían levantado El Cerco militar!. Luego llegó un vehículo de la Cruz Roja a avisarnos que El Cerco estaba levantado pero sugerían que esperáramos hasta mañana de día para salir. Todos estuvieron de acuerdo y allí dormí en una silla de la barbería.

A las seis de la mañana empezamos a salir de dos en dos… Así llegué a mi casa a las ocho de la mañana de ese día de la violenta década de los 70s.

Un Día de Independencia

A las nueve de la mañana del 15 de Septiembre de 1971, mi chero y yo agarrábamos el bus de la Ruta 29 hacia el parque Cuzcatlán donde culminaría todo un año de protestas y manifestaciones contra el complejo militar-oligárquico de turno por el estudiantado de secundaria de San Salvador.

¡Allí estábamos reunidos alrededor de dos mil estudiantes de secundaria!. Habíamos acordado desfilar uniformados por lo que se veían uniformes de la mayoría de colegios: Divino Salvador, Colegio Orantes, Nuevo Liceo Centroamericano, Instituto Cervantes, Instituto El Salvador, o sea, colegios de clase media y baja. Sin embargo, el Liceo Salvadoreño, Externado San José, Colegio Don Bosco, Santa Cecilia, ¡no había ninguno! Estos eran los colegios para la clase alta. Los alacranes del Instituto Nacional éramos la mayoría… y el sexo femenino la minoría.

“La Coordinadora”, formada con representantes de los diferentes colegios, trataba de ordenar la manifestación. Usando megáfonos ellos trataban de formar a todos en cinco filas indias que ocuparían la ancha Calle Rubén Darío, y el destino sería la plaza Libertad.

Mi parna y yo nos ubicamos en medio de las casi cuatro cuadras de largo que formaba la manifestación. Ya estaba lista la partida cuando un bombazo se oyó venir de la cabeza del desfile, ¡siguió otro bombazo… y otro… y otro!… Humo blanco se vio salir de entre las filas, y pronto siguió la estampida.
Sin saber exactamente qué pasaba, pero adivinándolo, nosotros corrimos con los demás hacia el lado opuesto de los bombazos, sólo a toparnos con un camión lleno de cuilios que disparando bombas lacrimógenas nos cerraban el paso… ¡Estábamos cercados!…

El pánico se apoderó de todos. Los policías se bajaron del camión hacia nosotros ¡machete y garrote en mano!, cuando nos dimos cuenta que teníamos cerradas ambas salidas todos nos saltamos el enorme muro que bordea el parque Cuzcatlán y entramos al parque… Allí comenzó la cacería, golpiza, y captura de muchos compañeros, pues también dentro del parque nos esperaban los “beneméritos”.

Con mi alero a la par corrimos como venados cruzando el parque en guinda, evadiendo beneméritos y saltando cercas, ¿pero adónde ir?, parecía que los chafarotes nos habían cerrado todas las salidas, disparos de varios calibres comenzaron a sonar mientras corríamos, ¡aceleramos aún más!. Yo no sabía dónde mi pana y los otros estaban, solo sabía que varios iban corriendo conmigo.
Al fin, llegando al Gimnasio Nacional “Adolfo ‘chorro de humo’ Pineda”, nos reagrupamos unos 30 compañeros, busqué en el grupo a mi cuate, mi espíritu dio levantón al verlo, pero su cara cambiaba entre la palidez y púrpura, ¿cómo se vería la mía? Nos escabullimos por desconocidas calles hasta llegar al lugar contiguo al Instituto Nacional… Una corrida de casi cinco kilómetros la habíamos hecho en menos de media hora. Allí sudando y agotados, nos sorprendimos de encontrar cientos de compañeros ¡y seguían llegando!, parecía que todos tuvimos la misma idea: El Campus de la Universidad Nacional Autónoma de El Salvador…, ¡estábamos a salvo!

La “U”, como era conocida, tenía ya 12 años de estar ubicada al norte de la capital, otrora estuvo localizada enfrente de la Catedral Metropolitana, pero esta se quemó y la trasladaron al final de la 25 Avenida Norte, bien al Norte de la ciudad.

La U era un predio que abarcaba casi el mismo tamaño de mi Colonia Santa Lucía en Ilopango, que entonces se decía era la más grande de San Salvador. El terreno donde estaba el Instituto Nacional, por ejemplo, era prestado por la Universidad siendo tan sólo una cerca malla ciclón la que los separaba.

El campus de la U tenía siete facultades, 18 mil estudiantes, y por decreto constitucional se le había declarado “autónoma en lo docente, académico y administrativo”. Ningún chafarote uniformado había entrado jamás a la U, ésta simbolizó siempre el centro activo de oposición al gobierno.
Por entonces recién nacía una nueva universidad fundada por los Jesuitas: La Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” o UCA, pero era tan cara que sólo ricos podían afrontarla, además, sólo tenía cuatro facultades.

Nos dirigimos al Auditórium de la Facultad de Derecho. Allí se encontraba ya nuestro líder con parte de La Coordinadora, hablaban con un individuo de unos 20 años, que nunca había visto, nos acomodamos en las butacas del auditórium y los niveles de adrenalina comenzaron a bajar… Corrí mi vista a todos los presentes observando sólo caras juveniles y sólo testosterona.
Después de media hora, el tipo que vimos hablar con el líder, usando el micrófono, se dirigió a nosotros con este discurso que yo escribí esa noche en mi diario personal: “AGEUS” -nos dijo “se siente orgulloso del despertar del estudiantado de secundaria, por que juntos vamos a derrocar la tiranía y liberaremos a nuestro pueblo de la miseria y explotación”.

Eran impresionantes palabras que oía por primera vez y levantaron mi “espíritu revolucionario”.

Este tipo resultó ser el Presidente de la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS) Los 600 y pico de estudiantes, ya exaltados, fuimos azuzados por su verborrea revolucionaria y pedimos salir de nuevo en manifestación ¡al momento!

El líder de AGEUS nos dijo que por ser feriado no se hallaban más que unos 300 universitarios en el campus para acompañarnos, pero si estábamos dispuestos ellos nos apoyaban…, no nos importó…, y levantando todos la mano votamos por salir en manifestación nuevamente.

A las 12 del mediodía, con cerca de 200 universitarios al frente de la marcha y 600 de secundaria siguiendo, nos lanzamos a la calle nuevamente en fila india.
En lugar de seguir la tradicional ruta de la 25 avenida, cruzamos y tomamos la Calle de los Locos (29 Calle Poniente) que dobla cerca del Hospital Bloom. Esta calle va cuesta abajo y cuando habíamos avanzado casi dos cuadras, nos salió a cerrar el paso la “benemérita” Guardia Nacional en traje de fatiga.
La marcha se paró, la Guardia avanzó hacia nosotros con bayoneta apuntando a nuestra dirección, los líderes nos ordenan dar media vuelta y marcha atrás, la chota seguía avanzando, y al llegar al cruce del Bloom, y a unos metros de la entrada del campus, ¡la guardia comenzó a disparar!… ¡Estampida nuevamente!..

Esta vez la corrida fue de unos metros, pero los disparos continuaban…, un cable de electricidad cae al suelo en señal que la animala disparaba ¡munición viva!
Entramos esta vez por la 25 avenida y fue cuando vi venir detrás de nosotros unos compañeros cargando heridos o muertos.
El pánico se acrecentó cuando llegamos a la pequeña plaza del Paraninfo y la Biblioteca. Allí reposaban en el suelo ensangrentados compañeros heridos, atendidos por estudiantes de Medicina. ¡De pronto! Una balacera comenzó en la entrada de la 25 avenida que nos hizo tirarnos al suelo, después supimos que un grupo de compañeros había apedreado, desde dentro de la U, un “jeep” militar con jefes militares abordo que había pasado por allí.
Permanecimos semi-cercados hasta las tres de la tarde y la jornada había dejado tres muertos, 15 heridos y 65 capturados, de acuerdo a la radio popular porque el Diario de Hoy y la Prensa Gráfica no reportaron los incidentes.
Después de estos incidentes en el 71, la situación política aparentó calmarse hasta marzo de 1972, cuando sucedería el robo electoral más descarado que vería El Salvador en toda su corta Historia.
Después de esta elección, un puñado de intelectuales comprendería que no se podía sacudir esta sangrienta dictadura a través del voto, por lo que sólo había una última opción para acabar con el complejo militar-oligárquico-gringo que explotaba y oprimía en favor de unos pocos:
¡La Lucha Armada!

La Promoción Che Guevara

Voy a tratar de revivir los restos de la vívida unión y entrega que mostró el Quinto Curso del Instituto Nacional Genral Francisco Menéndez del año escolar 1971. Estoy seguro que si esa Promoción no fue única, al menos es imposible duplicarla.
Pero entonces, en 1971, era la primera vez que se vio algo así en todo El Salvador.

Una Promoción de secundaria, que por primera vez en la historia de El Salvador, estremeció las principales arterias y calles de San Salvador con protestas y demostraciones públicas. Nunca antes el estudiante de secundaria había protagonizado disturbios en la nación, hasta entonces eso era territorio exclusivo de los universitarios.

Una Promoción que había escogido democráticamente, y desafiantemente, el nombre que simbolizaba Revolución y Socialismo: Ché Guevara.

Una Promoción que decidió, democráticamente, y por primera vez en la historia del Instituto Nacional, presentarse a los actos de graduación en uniforme, y no con el tradicional “traje entero”.

Una Promoción, en fin, que decidió ser la primera en negarse a estrechar la mano a un Ministro de Educación, y al Director del Instituto, don Chalo, durante la entrega de títulos.

Promoción Rebelde, estudiosa, pero más madura políticamente, y con un casi perfecto liderazgo… como ninguna otra… esa fue la Promoción 1971 “Ernesto Ché Guevara” del Instituto Nacional “General Francisco Menéndez”… y que honrosamente soy parte de ella

Quiero hacer un homenaje a esas 500 góndolas del 71…, y a los nuevos bachilleres de mi terruño que este mes, como mi Promoción hace 37 años, terminan sus estudios de secundaria…

¡Felicidades, y mucho ánimo compañeros bachilleres…!

El Despertar: La Huelga de ANDES 21 de Junio

1971 fue un año turbulento, el magisterio nacional sindicalizado en A.N.D.E.S 21 de Junio, había decretado una huelga nacional por mejoras en beneficios y la Ley del Escalafón. Era la segunda huelga de maestros (la primera en 1968) contra el gobierno del Presidente tapón Sánchez Hernández. Pero en esta huelga de 1971 tapón la reprimió y apresó a Mélida Anaya Montes, líder de ANDES… consecuencia de esto vino las manifestaciones, masacres, y aprisionamiento durante el resto del año.

La planilla de docentes en el Instituto Nacional “General Francisco Menéndez” estaba partida, la mayoría apoyaba el paro, pero una minoría, y entre ellos el director Gonzalo de Jesús Hernández, don Chalo, no apoyaban la huelga.

No se podía ser entre camagüe y elote, por lo que don Chalo fue tildado de “pecenista”, y en esos días era suficiente para ser odiado, hostigado y hasta se le echaba bola negra.

Entonces, un día del mes de Julio, en el plantel, la bola se comenzó a regar que había que salir a la calle en manifestación en apoyo de los maestros. Increíblemente nadie se ahuevó y casi todos salimos a las 10 de la mañana a organizarnos para salir en manifestación.

La principal razón de apoyo se pensaría era para irse a la casa, pero fue realmente asombrosa la respuesta al llamado; por supuesto, algunos se fueron para sus casas, pero la mayoría respondió a la convocatoria y fuimos al desfile. Había entre 5-10 líderes salidos de la nada, y que nadie había nombrado, pero que imprimieron disciplina y organización hasta el día de graduación.

Hasta ese día, yo, como estoy seguro eran la mayoría, sólo habíamos estado en desfiles patrios de la independencia, pero nunca en un desfile político. 500 futuros bachilleres liderando a casi dos mil estudiantes del primero al cuarto curso, todos bien uniformados, la mayoría éramos chavos y chavas virguitos, quienes entonando fuerte salimos gritando a todo pulmón por la 25 Avenida Norte “-Gorilas, hijosdeputa, los estudiantes somos vergones… ché, ché, ché, ché…”.

La manifestación llegó al Central de Señoritas por el Hospital de Maternidad, pero la directora y el personal echaron candado a los portones y aunque las chavas querían salir, no pudieron, entonces nos dirigimos al Anexo del Central de Señoritas, a digamos dos kilómetros y situado entonces en el edificio que hoy aloja la Alcaldía Municipal de San Salvador y que antes de llegar a ser Anexo, era el caserón que hospedó al Instituto Nacional por años.

En 1971, el Instituto Nacional aún no era llamado INFRAMEN, sino así: Instituto, o Nacional, a secas; los otros colegios, y la prensa nacional, lo referían como las siglas de cobre en el cuello del uniforme: IN. Para nosotros INFRAMEN era el nombre del periódico mensual que teníamos intramuros.

Al llegar al antiguo caserón del Anexo del Central de Señoritas ¡increíblemente!, las chavas con su uniforme todo color blanco, como candelitas de yeso, ya nos esperaban afuera organizándose en fila india sobre lo que hoy es Avenida Juan Pablo Primero. ¡Qué belleza!, el estrógeno ruge en las cuzcatlecas, crema y nata de la adolescencia femenil salvadoreña, capitalinas de clase media y baja en sus 13,14, y 15 años, todas en el otrora Plan Básico, esperándonos organizadas afuera para ir hacer bulla en apoyo de los maestros salvadoreños.

Muchas de ellas caerían durante la sublevación mestiza contra la Patria del Criollo en los 80s.
El desfile era ya respetable y nos dirigimos al Palacio Nacional haciendo bulla y trabazones por todos lados. En el Palacio Nacional hicimos una sentada y un minuto de silencio en pleno mediodía de ese día de Julio… y eso fue todo, luego nos dispersamos y calabaza, calabaza, cada quién pa su casa… y al llegar a casa pues a gritar a todo pulmón “mamá tengo hambre”.

El gobierno acusó a organizaciones de la Universidad Nacional de haber organizado esa manifestación, yo puedo hoy afirmar que eso fue falso, nosotros decidimos desfilar por voluntad propia, nadie nos dio paja, fue como un inevitable huracán de hormonas haciendo bulla en San Salvador.

Hicimos dos manifestaciones más y la segunda fue porque don Chalo, director del plantel, quiso reprimir las protestas prohibiendo a los líderes entrar a clases y cerró el portón de entrada del plantel a ellos. Ese día todos salimos afuera para apoyarlos e hicimos un pequeño mitin en la entrada, cerrando la calle por supuesto, pero debido más que todo a que se estaba haciendo chapupa eso de las manifestaciones, y segundo el motivo, ¿porqué y para qué?, el desfile que rápidamente se armó fue pequeño, quizás unos 600 compañeros, pero no menos bulliciosos.

Las manifestaciones generalmente se dirigían a la plaza Libertad… pues hacia allí desfilamos esa mañana… y llegamos sin problema dos horas después… “pero al momento llegó un bus gris lleno de cuilios que se paró en el lado sur del parque intimidándonos, con este primer movimiento de la chota la mayoría salió escupida corriendo para sus casas, pero entre 75-100 estudiantes nos quedamos y continuamos oyendo al cuchito Morales que subido en el monumento gritaba contra el imperialismo yanqui y el imperialismo inglés. la cuilia hace amague de salirse del bus pero los compañeros no se achican… la animala se abalanzó sobre nosotros y fue cuando salimos todos en guinda…” (Extracto de un diario personal)

El Viernes 2 de Junio de 1972

Finalmente todo culminó con la sangrienta manifestación del 15 de Septiembre de 1971. Luego llegaron los privados en Diciembre, la fiesta de graduación en Enero/72, el examen de admisión en la Universidad Nacional en Febrero… y finalmente la graduación el dos de Junio.

Ya habíamos decidido desde septiembre que no íbamos a presentarnos en “traje de gala” como se acostumbraba, sino uniformados, y ese mismo día decidimos ponerle nombre a la promoción lo cual cuento desde mi punto de vista en el pasaje de Don Chalo. Sin embargo no se nos permitió poner el nombre de la Promoción en la tarjeta de invitación al acto, solamente se nos permitió escribirlo críptico, difícil de leer “che”, en la escarapela de la Promoción.

Tradicionalmente los nombres de graduaciones de bachilleres en los centros de estudios llevaban nombre de profesores, ex-profesores, ex-estudiantes, o algún notable… nosotros decidimos quebrar esa tradición y votamos en mayoría por llamarnos Promoción Ché Guevara.

El cine o teatro Popular, o “el Pulgoso”, como le llamábamos en mi barrio por el vergo de pulgas, chinches y telepates que se traía de allí, era el cine más barato de San Salvador hasta 1966. Era hecho de madera y lámina, sucio, maloliente, graderío de madera, como en los circos, y letrina de fosa; también se organizaban matinés de lucha libre y boxeo profesional. El edificio era cuadrado y por el dolor de nuca después, era paloma quedar en los lados, pero eran las tablas más baratas, pues las sillas de “ringside” no había butacas aún allí estaba fuera de mi alcance. Hasta mis 10 años, en este cine vi decenas de películas, triples por cinco centavos los domingos a la 1 pm. eran mis favoritos, aunque saliera con un espantoso dolor de cabeza y nuca… y el vergo de pulgas y talepates.

El cine Modelo, México, Capitol, América y el Pulgoso, era la diversión de la currunchunchún de San Salvador en los años 50s y 60s y 70s, pues la televisión era inalcanzable.

El Pulgoso fue demolido en 1966, y en su lugar se construyó el precioso cine Libertad, yo entré por primera vez un inolvidable 28 de diciembre de 1967 a ver la película El Gran Escape cuando una reventazón de cuetes nos sacó espantados del cine. Los puestos de pólvora enfrente del cine habían agarrado fuego, y mi madre tenía puesto allí, cuando salía en carrera del cine vi a mi madre corriendo a mi encuentro, ¡fue el momento más feliz de mi vida!… Pero mi madre, que murió en noviembre un año después, ya no estaría en el cine Libertad para mi graduación de bachiller en 1972.

En la mesa entregando los diplomas estaban la Ministro de Educación licenciada Antonia Portillo de Galindo, el querido profesor Humberto Perla Flores, el subdirector Mario Aguilar, y el director Gonzalo de Jesús Hernández, el popular don Chalo (son los nombres que escribí en mi diario, pero estoy seguro habían otros maestros y ex-maestros). La entrega de diplomas se hizo en orden alfabético, de la A-LL, y M-Z.

El Rechazo

Entonces algo que no habíamos acordado comenzó a suceder, los primeros estudiantes en subir a recoger el diploma entregado por la Ministro Galindo le dejaban la mano tendida, no sólo a ella sino también a don Chalo, sólo estrechaban la mano al burrito Perla y los otros maestros. Aunque no eran todos pues algunos si estrechaban manos con ellos, la mayoría no lo hacía, ignoraba a los dos a propósito. La Ministro y don Chalo se veían totalmente ahuevados y sin saber qué hacer…

Yo tampoco tenía idea que putas iba hacer cuando llegara mi turno de subir al estrado, pues de esto no se había hablado. Le pregunté a mi gran alero a la par, aquél también estaba asombrado y dudoso… había un ronroneo entre la mara, y cuchicheo entre los familiares en las filas de atrás… al terminar la letra LL, don Chalo paró la entrega y dio un receso de 15 minutos.

Fue entonces cuando el “cuche” Morales Ruíz, nuestro máximo líder, prácticamente asaltó el estrado y agarró el micrófono de la mesa, un profesor trata de detenerlo, pero él simplemente lo ignora, don Chalo le dice algo al oído pero él se niega a regresar el micrófono y comienza más o menos así (esta parte la escribí en mi diario): “compañeros, a pesar de la represión de la dictadura y la represión de la dirección del Instituto tratando de detenernos, nada ha podido evitar que hoy nos graduemos, así como nada ni nadie detendrá a nuestro pueblo en su lucha por su libertad…” y siguió hablando por alrededor de cinco minutos echándole verga a la dictadura y chinas a don Chalo…, y dramáticamente terminó diciendo “… ché Guevara, hoy te saludamos, ¡Viva El Salvador libre!”, levantando el puño izquierdo en alto.

Los familiares estaban confusos y muchos totalmente horrorizados.

La Ministro de Educación Portillo de Galindo se levantó con muestras claras de hallarse emputada y se fue del evento.

Yo sentí un gran alivio.

Una semana después el Ministerio de Educación anunciada la prohibición de nombres a las promociones en los planteles nacionales…

Pero yo sí le di la mano a don Chalo…

Aunque no se la hubiera dado a la Ministro…

Era una Ministro fraudulenta.

Que Viva la Resistencia Nacional y sus gloriosas FARN Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional

1o. de Mayo: Es en estas circunstancias que los responsables políticos de lo que ahora constituye la Resistencia Nacional, en consulta total con nuestras bases, realizamos una reunión de emergencia y acordamos la separación orgánica de la camarilla militarista que habiendo irrespetado todo principio leninista de conducción, todo principio revolucionario, carecía de solvencia moral y revolucionaria para continuar en cargos de dirección en el seno de nuestra organización. El documento de separación también es ocultado a las bases y la camarilla asume bajo su personal responsabilidad todos los hechos que se suceden posteriormente.

8 de Mayo: La respuesta ciega e irracional de la camarilla militarista enquistada en el seno del ERP, fue la de asesinar sin ninguna consideración a los miembros de la Resistencia Nacional. En esta fecha, se prepararon tres atentados criminales, todos los cuales a pesar de la zaña* con que son impulsados, resultan fallidos y no les permiten consumar sus criminales planes contra miembros de la Resistencia Nacional.

9 de Mayo: Apresuradamente y para justificar sus acciones criminales del día anterior, elaboran un “comunicado” firmado por el Estado Mayor en el cual condenan a la muerte o al exilio a todos los que consideran responsables políticos de la Resistencia Nacional.
10 de Mayo: Impotentes y rabiosos por la frustración de los asesinatos que pensaban cometer en miembros de la Resistencia Nacional, ceban su furia contra los compañeros capturados y asesinan irresponsablemente a “PANCHO” y ROQUE DALTON.

El compañero PANCHO, fue uno de los más altos exponentes de su clase, obrero industrial, con larga trayectoria combativa, iniciador del proceso de lucha armada en nuestro país, uno de los más valientes y bravos combatientes de la guerrilla salvadoreña, que por su decidida participación en innumerables acciones armadas, había alcanzado en el seno de las filas revolucionarias el grado de sub-oficial, Jefe de Escuadra y Primer Instructor Militar técnico y táctico de nuestras fuerzas armadas.

El compañero ROQUE DALTON GARCIA, se distinguió políticamente desde 1960 en las luchas populares, contra el régimen de Lernus del cual fue uno de los más fuertes adversarios. Siendo miembro del Partido Comunista Salvadoreño (PCS) inició su indetenible trayectoria como poeta e intelectual de izquierda alcanzando renombre internacional. Exiliado por el régimen, vivió en Praga, donde fue miembro de la Pla­na de Redacción de la Revista Internacional Comunista. Posteriormente radicó en Cuba donde trabajó en Casa de las Américas hasta su incorporación a la guerrilla salvadoreña, donde rindió militancia con grado de soldado combatiente y como miembro de una Célula de Vanguardia (del Partido en formación) del ERP, hasta su cobarde asesinato.

16 de Mayo; En un acto de desesperación y de ceguera política que ha recibido el total repudio de la conciencia revolucionaria nacional e internacional y la condena de la historia, se hunden para siempre en el abismo de la ignominia al declarar públicamente ser los autores del asesinato de Roque Dalton, sobre cuya memoria pretenden lanzar el lodo de la calumnia y de la infamia.

Frente a la inminencia de enfrenamientos armados entre R.N. y E.R.P. a causa de las cRIMinales* (*asi en el original) provocaciones de la camarilla militarista empeñada en continuar su baño de sangre revolucionaría, las FUERZAS POPULARES DE LIBERAC1ON (F.P.L.) “FARABUNDO MARTI”, asumen el histórico papel de intermediarios, exigiendo a nombre del proceso revolucionario, el cese de hostilidades y el mutuo respeto a la integridad física y a la vida política independiente de ambas organizaciones.

A partir de ese momento, el proceso se vuelve irreversible, la RESISTENCIA NACIONAL camina para siempre desligada de la camarilla militarista, y el tiempo transcurrido ha venido a demostrar ante el pueblo y la conciencia proletaria, los alcances de la profunda desviación militarista que hegemonizó en el seno del ERP.

http://www.chrs-scc-cm.org/archivo/rn/porlacausaproletaria/index.htm

Temas del comunismo mexicano

Barry Carr. Historiador, autor de El movimiento obrero y la política en México 1910-1929 (sep setentas, 1976, 2 vols). Ha publicado en Nexos “Los orígenes del Partido Comunista Mexicano”, núm. 40, abril de 1981. El texto que publicamos es una versión de la ponencia que el autor presentó en la VI Conferencia de Historiadores Mexicanos y Estadunidenses celebrada en Chicago, Ill., septiembre de 1981. Es un texto escrito antes de la fusión del PCM en el actual PSUM, pero sus proposiciones siguen siendo pertinentes o lo son ahora más que nunca.

El comunismo mexicano está hoy en crisis: no en una crisis: de estancamiento, sino en una crisis de crecimiento. Durante años las prácticas internas antidemocráticas y el estrecho estilo vanguardista (acentuado por la sistemática represión estatal sobre sus miembros y actividades) mantuvieron a la organización central de ese movimiento, el Partido Comunista Mexicano, al margen de la vida política del país. La reforma política y un profundo replanteamiento de la estrategia partidaria transformaron sustancialmente la posición del partido hasta desembocar en la fusión que dio vida al Partido Socialista Unificado de México. Signos importantes de estos cambios fueron el renacimiento de la participación electoral del PCM, que condujo a la obtención de 750 mil votos en 1979 y dieciocho curules en la Cámara de Diputados, una mayor apertura en la cuestión del trabajo conjunto con otros partidos de izquierda, un fuerte incremento de la membrecía (a alrededor de quince mil) y una apertura radical del debate interno que, junto con la explosión del marxismo en México durante la última década, hicieron de este país el centro rector de los estudios de inspiración socialista y del debate marxista en el continente latinoamericano. Y sin embargo, se sostiene ampliamente que antes de la fusión, el PCM se encontraba en un estado de crisis, cuyos constituyentes básicos eran su débil inserción en la clase obrera y las masas rurales, su asunción acrítica del parlamentarismo y su incapacidad para transformar los avances democráticos recién ganados en los documentos estatutarios en una rigurosa práctica democrática en la vida diaria del partido.

Valentí Campa en la crujía en Lecumberri.

Sin duda, cualquier intento de hacer del movimiento comunista un elemento central en la lucha por la transformación radical de la sociedad mexicana tiene que vérselas con la historia del PCM; sin embargo, pese a la renovación actual del partido esta tarea apenas ha sido iniciada. Las advertencias de José Revueltas sobre la falta de “conciencia histórica” del Partido todavía suenan justas. (1) De hecho, la literatura sobre la historia del marxismo y el comunismo en México es a la vez escasa y de calidad tremendamente variable. Dejando por el momento de lado las contribuciones de los escritores y activistas comunistas, uno queda con la impresión de que los análisis académicos están más dominados por los temas de la guerra fría o por polémicas en el interior de la izquierda que por la investigación cuidadosa. El único conjunto consistente de literatura sobre la izquierda mexicana es la que se centra en el sexenio de Cárdenas. El estudioso se ve aún más desprovisto por las muy inadecuadas contribuciones hechas por el propio Partido Comunista Mexicano. A pesar de frecuentes acusaciones de que el ex PCM fue más un partido de la intelectualidad que de las masas trabajadoras, los intelectuales del PCM, con pocas excepciones, ignoraron el desafío que representa la recuperación del pasado del partido. La dirigencia comunista limitó tradicionalmente sus investigaciones históricas a celebrar cada año, ritualmente, la fundación del Partido y a ratificar el significado que tuvo para México la revolución de octubre. La prensa del Partido, con una o dos excepciones, no ha publicado mucho sobre la historia del PCM o sobre la izquierda mexicana en su conjunto. No existe una historia oficial del Partido. (ni siquiera una mala historia oficial) pese a los numerosos llamados a escribirla y el indudable entusiasmo por el trabajo histórico de su hasta hace poco, secretario general, Arnoldo Martínez Verdugo. (2). El cínico podría decir que no es gran problema la ausencia de una historia oficial del partido, y es cierto que las historias de partido “oficiales” en otros lugares son frecuentemente autojustificadoras y de estilo apologético. Pero una historia oficial podría servir al menos para asentar las características fundamentales del desarrollo del Partido, usando datos y fuentes inaccesibles para la mayoría de los investigadores que no pertenecen a él. El cínico podría argumentar también que la pobreza de la literatura refleja sencillamente la contribución marginal del Partido Comunista Mexicano y de la tradición marxista revolucionaria a la historia mexicana de nuestro siglo. Y sin embargo, a pesar de sus debilidades y errores numerosos y sustanciales, ningún estudioso de la historia moderna de México puede ignorar el papel de la organización comunista en los movimientos obrero y campesino y entre importantes sectores de la intelectualidad.

El propósito de este artículo es modesto: aislar algunos de los temas que el autor considera fundamentales que cualquier historia del marxismo y del comunismo mexicanos debe considerar y señalar algunas de sus exigencias analíticas. Esos temas fundamentales son:

1) La relación entre el desarrollo del marxismo y la tradición libertaria/anarco-sindicalista en México, que incluiría también la discusión sobre la relativa debilidad del marxismo en México y del socialismo científico en los treinta primeros años del siglo.

2) La estructura internacional dentro de la que ha evolucionado el comunismo mexicano, lo que supone retomar el sobado pero importante debate sobre el origen del PCM (la cuestión familiar de “crecimiento interno o importación exótica”), la naturaleza de las relaciones del PCM con la Internacional Comunista y con el Partido Comunista estadunidense. Un tema afín es la cuestión, a menudo descuidada del importante papel jugado por el PCM en la organización y el desarrollo de otros partidos comunistas, sobre todo en Centro América y el Caribe.

3) La conceptualización de la revolución mexicana realizada por el Partido Comunista y, más generalmente, su relación (o falta de) con la cultura nacional mexicana. Algunas de las cuestiones clave giran alrededor de la actitud del comunismo mexicano frente a los diferentes gobiernos emanados de la revolución (caudillismo revolucionario de los veintes, el giro nacionalista revolucionario con Cárdenas, el desarrollismo de Alemán a finales de los cuarentas, etc.) y la actitud de la izquierda mexicana en su conjunto ante la cada día más dominante “ideología de la revolución mexicana”.

4) La sociología del comunismo mexicano: ¿cuál ha sido la base social de la presencia comunista en el México revolucionario, en qué sectores de la clase obrera, del campesinado y de la intelectualidad encontró apoyo el comunismo?

5) Finalmente, está lo que Perry Anderson llamó la correlación nacional de fuerzas, el análisis de la relación del partido con fuerzas nacionales más amplias (clases, partidos, instituciones), tema particularmente importante si el historiador quiere evitar una visión estrecha del PCM en los términos de su lógica institucional, su ideología y su clientela particular. Esto es crucial en México, pues el comunismo nunca pudo ganarse una base de apoyo duradera entre la población. Habría también que estudiar el movimiento comunista junto al crecimiento de la CTM y del partido oficial, así como a la emergencia de corrientes formalmente no comunistas como el “marxismo legal” de Lombardo Toledano, o, en tiempos más recientes, el nacionalismo revolucionario de Rafael Galván y la Tendencia Democrática de los electricistas.

I. MARXISMO Y TRADICION LIBERTARIA

En Europa occidental y central la mayoría de los partidos comunistas fueron fruto de los efectos radicalizadores de la primera guerra mundial y de la traumática división de los poderosos movimientos social demócratas, insertados en una amplia clase obrera industrial con una larga historia de organización política. En México no existía la tradición social demócrata de la Segunda Internacional, aunque sus repercusiones no fueron tan débiles como se piensa. El “socialismo científico”, tal como lo entendía la Segunda Internacional, fue ajeno al movimiento obrero mexicano, pero no faltaron corrientes de pensamiento libertario, mutualismo y una identificación recurrente de los trabajadores con los objetivos liberales de la Reforma. En ese contexto ideológico se movió la mayor parte de los trabajadores hasta bien entrada la Revolución Mexicana. Cuando estalló la primera guerra mundial, México acababa de salir de más de treinta años de dictadura; esos años no extinguieron del todo la actividad política popular y sindical, como sostiene la leyenda negra, pero sí impidieron que la pequeña clase obrera mexicana desarrollara la rica experiencia civil y organizativa que la libertad política y otras conquistas populares (y concesiones de la clase dominante) aseguraron a los trabajadores de muchos países europeos. Carentes incluso de una historia de pequeños logros en el juego político y con la memoria aún fresca de un Estado altamente represivo, se entiende la influencia del pensamiento anarquista y libertario, fácilmente sobrepuesto a la profusa hostilidad hacia el Estado característica de grandes sectores de la clase obrera mexicana.

¿Cómo medir la presencia del “socialismo científico” en México antes de 1919? Los métodos convencionales incluyen el examen de la difusión alcanzada por los escritos de la Segunda Internacional y la evaluación del impacto del socialismo en la práctica política de la clase trabajadora. Sabemos muy poco sobre la difusión de los escritos marxistas y socialistas en México antes de la revolución de 1910, aparte de unos pocos datos sobre la publicación del Manifiesto comunista y la existencia de un conocimiento generalizado, cuando menos hacia mediados de la década de 1880, de las características fundamentales del crecimiento de la socialdemocracia europea. Aunque México no recibió, como Brasil y Argentina, una importante emigración alemana y francesa, Paul Zierold, refugiándose de la legislación antisocialista de Bismarck, no perdió sus vínculos con la socialdemocracia alemana, era el corresponsal de Die neue Zeit y parece haber establecido algún contacto antes de 1912 con pequeños núcleos de sus compatriotas trabajadores cerveceros en Toluca. Ciertamente, hacia 1914, la literatura socialista europea podía ser comprada en México y tal vez circulaba ya entre círculos limitados, a juzgar por la lista de los libros disponibles en las más importantes librerías de la ciudad de México en esa época.

A pesar de lo anterior, la impresión que domina al estudioso de la época es la de una falta de penetración del socialismo científico. El político y economista carrancista Rafael Nieto, que parece haber sido el mejor informado de los personajes no socialistas, explicó en la introducción a su traducción de un conocido debate entre el líder del Partido Socialista Americano, Morris Hillquitt, y un vocero religioso, John Ryan, que “el verdadero movimiento internacional socialista es casi ignorado entre nosotros… aun entre nuestros intelectuales”. En la Universidad Nacional, las clases sobre Marx se basaban en páginas de Anatole France. Entre los que se describieron como socialistas, con pocas excepciones, el socialismo de la Segunda Internacional tomó un segundo lugar frente a las corrientes socialistas utópicas y la sociología francesa radical, como puede advertirse en el recuento de escritores socialistas publicado por Rafael Pérez Taylor en 1912, cuyo El socialismo en México apenas registra comentarios sobre la tendencia marxista del socialismo: menciona dos veces brevemente a Marx en un pasaje que critica la base filosófica del colectivismo, le reprocha su concepción del trabajo como única medida del valor y también su negación de la relevancia de conceptos tales como escasez y utilidad.

Aun así, el “socialismo” gozó sin duda de un prestigio muy grande entre un amplio sector de intelectuales y de personalidades políticas durante la revolución armada. Los términos “socialismo” y “socialista” eran muy utilizados y, si bien resulta tentador burlarse de las a menudo cómicas “lecturas” de la tradición socialista, es importante preguntarse por qué tanta gente se sintió obligada a identificarse con las corrientes socialistas. Parece claro que los planteamientos socialistas encubrían posiciones esencialmente populistas y estatistas. El uso del término reflejaba muchas veces la visión, cada vez más aceptada, de que el objetivo supremo del Estado revolucionario era el establecimiento de la paz social y del bienestar colectivo por medio de un riguroso equilibrio de clases. Pero para otros, “socialismo” era una palabra en clave que distinguía a los sectores que se identificaban con la revolución y los que se ubicaban en el bando reaccionario. Rafael Nieto describió bien la situación en un artículo publicado en 1926.

En Francia los liberales con fuertes adherencias conservadoras se llaman radicales socialistas y republicanos socialistas. No es pues extraño que en México los conservadores se hayan llamado cooperatistas y que se crean socialistas todos los que no se sientan reaccionarios.

Después de 1917, el impacto de la revolución rusa dio por un momento más prestigio a las ideas socialistas y no sólo entre los obreros y los intelectuales progresistas, a juzgar por los comentarios favorables sobre los eventos en Rusia de hombres como Gómez Morín. La discusión académica sobre el impacto de la revolución rusa en la izquierda mexicana es típicamente formalista y nebulosa, limitada a las afirmaciones generales sobre la naturaleza masiva y “trascendental” de los cambios que trajeron los eventos de 1917. Casi nunca se da un esfuerzo para tratar la cuestión de cómo la revolución rusa afectó a qué sectores de la sociedad mexicana, o de qué manera fue interpretado el nacimiento del estado soviético. Dada la orientación libertaria de los sectores más radicales de la clase obrera y de la intelectualidad mexicanas, era inevitable que la revolución bolchevique y sus innovaciones sociales y políticas fueran vistas a través de los lentes libertarios. Los acontecimientos revolucionarios de Rusia, a menudo filtrados en las páginas de la prensa anarquista española, solían interpretarse de acuerdo con las creencias anarquistas y sindicalistas. Así, los círculos radicales mexicanos ponían especial énfasis en los soviets o consejos obreros como la institución decisiva de la revolución rusa, la cual era, para muchos, un magnífico ejemplo del principio de la acción directa y de las familiares consignas libertarias del antimilitarismo, de la libertad individual y del aplastamiento del estado burgués. Las “lecturas” libertarias de la revolución rusa se vieron también facilitadas por el carácter espontaneísta de muchos de los escritos de Lenin entre 1918 y 1919.

LA HUELLA ANARCA

¿Y que de la práctica política socialista? El primer foco real de actividad política socialista fue el Partido Obrero socialista fundado en 1911 por Paul Zierold. No es tarea fácil descifrar la posición teórica y política del POS ya que su membrecía y su prensa incluían todo el abanico del pensamiento radical del México de entonces. No cabe duda, sin embargo de su oposición al magonismo y a las posiciones antiparlamentaristas y antiestatalistas de principio. El Partido Obrero Socialista, por muy débil que haya sido, se consideraba parte del movimiento socialista internacional. En una comunicación congratulatorial enviada al SPD alemán en enero de 1912, el POS proclamó que “nuestros maestros en filosofía fueron alemanes y la filosofía alemana produjo el socialismo científico”.

Durante las luchas faccionales de 1914 a 1916. el POS simpatizó con Zapata, contrastando fuertemente con las posiciones proconstitucionalistas de algunos grupos de la Casa del Obrero Mundial. Después de muchos años de virtual inactividad. el partido resurgió a finales de 1917 bajo el liderazgo de los licenciados Adolfo Santibáñez y Francisco Cervantes López y se alineó claramente junto al Movimiento socialista europeo y con la revolución rusa. El sentido del aislamiento intelectual del POS, sin embargo, puede apreciarse a partir de algunos comentarios de Cervantes López hechos en abril de 1919. En un artículo de El Socialista señaló que la doctrina socialista era prácticamente desconocida en México, en donde el analfabetismo es un fuerte problema y el anarquismo domina a los obreros. El Partido Comunista de México (adoptó el nombre de Partido Comunista Mexicano en 1943) emergió del POS a finales de 1919. No hubo, propiamente hablando, ninguna escisión dentro del pequeño partido a pesar de los intentos posteriores de escritores por identificar tendencias claramente definidas que se manifestaron en el Congreso Nacional Socialista de finales de agosto que prefiguró la decisión de fundar un partido comunista.

Aunque en su primera fase el Partido obrero Socialista había permanecido totalmente al margen del proletariado, el partido revivido atrajo el apoyo de numerosos sectores de la clase obrera de la ciudad de México, mientras que los elementos más radicales o rojos se alejaron del colaboracionismo de clase y de la posición favorable a la AFL de la recién establecida CROM. Como los panaderos, los trabajadores textiles, operadores de teléfono y otros rojos eran de orientación libertaria, su fusión temporal con los socialistas creó un joven partido comunista con una base ideológica extremadamente heterogénea y con una potencialidad para desacuerdos severos acerca de cómo interpretar la estrategia dictada por la Tercera Internacional. Esta confluencia de tendencias anarquistas y marxistas sobre la cual tanto énfasis ha hecho la literatura sobre el comunismo mexicano no era sin embargo un fenómeno exclusivamente mexicano, y ni siquiera latinoamericano. Entre 1918 y 1922, los primeros movimientos comunistas en varios países europeos como Italia Francia, Holanda, Alemania, Hungría, etc. estaban lejos de ser “clásicamente” marxistas y “bolcheviques”. Allí también las corrientes marxista, sindicalista y comunista de izquierda coexistieron durante muchos años.

La coexistencia de elementos marxistas y libertarios en el joven Partido Comunista de México creó una seria tensión que se manifestó de manera más clara en la inicial oposición del partido al parlamentarismo y a la participación en las elecciones (1921-2), y en la resistencia de algunos sectores a adoptar la estrategia de trabajo sindical dentro de y junto a la “reformista” CROM, como parte de la táctica de frente único de mediados de los años veinte. La enredosa cuestión a la que se tiene que enfrentar el historiador del comunismo mexicano es la de la periodización de esta relación simbiótica entre las creencias marxistas y libertarias. ¿En qué punto podemos distinguir claramente ambos fenómenos? ¿Cuántos comunistas de los años veinte son de hecho simpatizantes de las ideas sindicalistas o anarquistas? Parece claro que el rompimiento ente ambas tradiciones no se puede reducir a la ruptura formal entre el Partido Comunista y la CGT en octubre de 1921. Algunas características de la herencia libertaria son visibles en la práctica del partido a lo largo de los años veinte y treinta, se dan ecos de este pasado hasta en los años sesenta y comienzos de los setenta en la estrategia electoral abstencionista del PCM, y más recientemente en la atracción ejercida sobre muchos trabajadores por las posiciones virulentas anti-PCM de la Unidad Obrera Independiente dirigida por un antiguo miembro del partido, Juan Ortega Arenas. Pero acaso la tarea más urgente y dolorosa, al menos para los marxistas más conservadores, es la de una evaluación objetiva de la contribución del anarquismo y del anarcosindicalismo a la izquierda mexicana. Haríamos bien prestando atención a los comentarios de José Revueltas:

el Partido Comunista, ceñido a moldes esquemáticos, condena en el anarco-sindicalismo la teoría abstracta de los ideólogos clásicos de la anarquía a nombre de Marx, pero sin advertir en cambio lo que el gran movimiento sindical de las masas anarco-sindicalistas representaba de positivo por cuanto a la independencia de la clase obrera dentro del proceso democrático burgués de la lucha.

II. EL REGAZO INTERNACIONAL

Ningún estudio de partidos comunistas puede ignorar la dimensión internacional de lo que era, ante todo, un movimiento que rebasaba las fronteras nacionales. La Comintern, fundada en 1919 (y disuelta en 1943) aporta los elementos fundamentales de este proyecto. Establecida sobre las ruinas de la Segunda Internacional, la Tercera Internacional, una “Internacional de acción”, era, como lo señalaron Claudín Anderson y otros, “un fenómeno sociológicamente único… una organización que exige una lealtad absoluta, una fidelidad disciplinada de sus secciones”. Esto no debe oscurecer el hecho de que durante los cinco primeros años de existencia de la Comintern, el proceso de creación de la famosa estructura disciplinada y centralizada de los años posteriores fue un proceso lento y a menudo contradictorio. Problemas de comunicación y otros complicaron la comprensión y el dominio de la situación europea, de tal manera que resulta aún más difícil aceptar la seriedad de los recuentos que señalan una correspondencia perfecta desde el comienzo entre las acciones del partido mexicano y el Comité Ejecutivo de la Comintern. (3)

Está aún por determinarse hasta qué punto la Comintern determinó a la dirección y el estilo del Partido comunista de México en los diferentes periodos de su historia, así como la naturaleza de la relación del PCM con el Partido Comunista estadunidense, que desde 1920 recibió de la Comintern obligaciones especiales de “supervisión” de sus partidos hermanos de Latinoamérica. Las relaciones con el CPUSA fueron muy estrechas durante los treinta primeros años de vida del PCM, en los cuales dirigentes del CPUSA figuraron de cuando en cuando como miembros de la dirección del PCM, guiaron el sentido de las decisiones en los plenos claves del comité central o actuaron como árbitros finales en las grandes discusiones de la época. El contenido y los límites de esta relación casi tutelar deben revisarse con cuidado porque iluminan la doble dependencia del PCM en la arena internacional.

Conviene no incurrir en explicaciones simples y reduccionistas que presentan la historia del partido como una serie de incidentes en los cuales la organización local responde pasivamente a los agentes de la Comintern y al oro de Moscú. Es necesario reconocer que la política y las directivas del Comintern eran muchas veces bien recibidas y aceptadas con gran entusiasmo por los dirigentes nacionales de los partidos comunistas y las circunstancias que explican este “paralelismo” de intereses deben ser exploradas en cada contexto nacional. En algunos casos las directrices de la Comintern eran anticipadas o prefiguradas por desarrollos mexicanos que se dieron de manera bastante independiente del contexto internacional. Una última advertencia se refiere al peligro de tomar como un hecho la homogeneidad internacional del movimiento comunista Todos los partidos, por muy obedientes y “estalinizados” que estuvieran, asimilaron inevitablemente muchas de las características peculiares de las culturas y tradiciones de sus países.

La estructura internacional debe ser estudiada desde los primeros días del nuevo Partido Comunista de México. Los antecedentes inmediatos y los primeros años del Partido están ocultos en el misterio y el mito. En su serio recuento, Boris Goldenburg engloba este período bajo el subtítulo: Vodevil, sátira, ironía y significado profundo, que añadió a un capítulo de su libro sobre el comunismo latinoamericano. Por su parte, Jean Meyer caracteriza erróneamente al PCM en sus primeros años como “un partido totalmente artificial, inventado desde arriba y dirigido por extranjeros”. Como lo señaló Hobsbawm en un importante artículo sobre los problemas de la historia comunista, todos los partidos comunistas fueron hijos “de una asociación poco afortunada, una izquierda nacional y la revolución de octubre, un matrimonio basado tanto en el amor como en la conveniencia” (4). No hay duda acerca de la importancia del papel desempeñado por M. N. Roy, Mijail Borodin y varios socialistas y pacifistas estadunidenses en el nacimiento del PCM, pero las intervenciones, años después, de Sen Katayama y de Louis Fraina no fructificaron, y solamente Bertram Wolfe, el socialista suizo Edgar Woog y el exiliado cubano Julio Antonio Mella tuvieron alguna influencia sobre la dirección del partido en los años veinte.

El papel jugado por los extranjeros no debe impedirnos ver el hecho central de que el nacimiento del Partido Comunista de México fue, en lo fundamental, una respuesta de los mexicanos a la situación del movimiento obrero local y de la sociedad y la política mexicanas. La derrota de la huelga general en la ciudad de México en 1916 y la disolución de la Casa del Obrero Mundial estimuló un importante replanteamiento de la estrategia obrera que dio lugar durante los siguientes tres años a la formación de dos corrientes en el seno de la clase obrera: el sindicalismo “reformista” de la CROM, fundada en 1918, y la fusión temporal de corrientes anarcosindicalistas y marxistas en el efímero Gran Cuerpo Central de Trabajadores y en el Partido Comunista de México a finales de 1918 y en 1919.

A pesar de que el PCM era un miembro leal de la Comintern en los años veinte, es importante darse cuenta de que los partidos comunistas latinoamericanos gozaron probablemente de un amplio margen de flexibilidad, si no de autonomía, como resultado del descuido del continente por los cuerpos de dirección de la Comintern. El optimismo revolucionario en Europa durante los años rojos, combinado con una tendencia a ver el conflicto entre los mundos imperialistas y coloniales en términos de un eje oeste-este que incluye a los pueblos de Asia y de Medio Oriente (estos últimos hacían frontera con el joven estado soviético en pie de guerra), explican probablemente este serio caso de miopía histórica. La Tercera Internacional sólo dio plena atención a Latinoamérica hasta finales de los años veinte y es sintomático de esta tardanza el que la primera discusión completa de la estrategia revolucionaria en América Latina (incluyendo a México) se diera hasta el sexto congreso de la Comintern. en 1928.

CUATRO CONSEJOS DE LA COMINTERN

¿Cuáles fueron, entonces, las coyunturas en que la Comintern jugó un papel decisivo? En primer lugar el viraje a la izquierda del así llamado tercer período de la Comintern inaugurado en 1928 y cuyas características claves en México fueron asentadas en el famoso pleno del comité central del PCM de julio de 1929. Se concluyó en esa reunión que los regímenes de Calles y de Potes Gil habían capitulado ante el imperialismo angloamericano y que la lucha de las recién radicalizadas masas debía tomar una forma anticapitalista y antimperialista sin compromisos. El resultado fue una condena indiscriminada del bloque revolucionario caudillista y una posición intransigente frente a los sectores meramente “reformistas” de la sociedad mexicana. No se puede dudar del impacto de la posición de la Comintern en esto, pero debe tomarse en cuenta que el giro del PCM también estuvo determinado por consideraciones locales, como los ataques al Partido y la clausura de El Machete después de la rebelión escobarista. Hacia mediados de 1929 el PCM, a diferencia de la mayoría de los partidos europeos, fue forzado a entrar en la clandestinidad, aunque no en un estado de ilegalidad total, como a veces se cree erróneamente. El hecho es que la represión durante el maximato no fue precisamente una ayuda para el desarrollo de finos análisis sobre las contradicciones en el seno de la burguesía.

En segundo lugar, los cambios en la actitud del PCM hacia el gobierno de Cárdenas: la sustitución de la consigna Ni con Calles ni con Cárdenas y de la posición según la cual Cárdenas estaba preparando el camino hacia el fascismo, por la consigna de Unidad a toda costa. A resultas del abandono de las posiciones ultraizquierdistas anunciado en el séptimo congreso de la Comintern de agosto de 1935, la dirección del PCM asumió rápidamente la política de crear un “frente popular antimperialista” junto con sectores del PNR y con grupos campesinos y obreros no comunistas. Diez meses antes, sin embargo, en una reunión de partidos comunistas latinoamericanos en Montevideo, el PCM ya había reconocido la posibilidad de establecer un frente único con sectores del partido oficial. La influencia del PCM en el movimiento sindical aumentó drásticamente entre agosto de 1935 y 1937, y la influencia del partido en la nueva federación obrera, la CTM, podía verse por las tres secretarías en manos de militantes del PCM y por la muy fuerte influencia de los sindicatos industriales (ferrocarrileros, petroleros) en los que intervenía decisivamente. La oposición a la política cada vez más antidemocrática y anticomunista de Lombardo Toledano y de Fidel Velásquez condujo al PCM, sin embargo, a retirar su base sindical durante el célebre cuarto consejo de la CTM. La decisión fue revocada pocos meses después, cuando el pleno de junio del comité central llamó a la reunificación con la CTM y al regreso de los sindicatos que se habían retirado de la central sindical. Pero la reunificación se dio en los términos impuestos por el ala derecha de la CTM, y la influencia del PCM en la más poderosa central sindical mexicana disminuyó de manera desastrosa y prácticamente irrevocable.

La causa inmediata del cambio de la posición del PCM fue la intervención del secretario general del CPUSA, Earl Browder, que asistió a las sesiones del pleno de junio e influyó en la formulación de la consigna Unidad a toda costa. Sin embargo, otra vez la intervención de la Comintern sólo puede ser entendida cabalmente en el contexto de las decisiones anteriores del PCM que prepararon el terreno para el cambio de política. La discusión en el sexto congreso del PCM (1939) con sus presunciones simplistas y acríticas sobre la posible transformación del régimen de Cárdenas en un gobierno nacional revolucionario y en el núcleo de un frente popular, demuestran que la política de la Unidad a toda costa tenía que ver con errores anteriormente cometidos por la dirección del partido.

El tercer episodio de influencia de la Comintern se refiere a la crisis de dirección de 1939-1940 que provocó la expulsión de Hernán Laborde y de Valentín Campa del Partido. Aquí también la dimensión externa se hizo muy evidente con la presencia de tres delegados de la Comintern o representantes de partidos hermanos de Latinoamérica en el pleno de diciembre de 1939 que desencadeno la campaña para expulsar al grupo de Laborde y Campa. Las Memorias de Campa arrojan nueva luz sobre este período crucial cuando señala que el primer motivo de su expulsión fue su oposición y la de Laborde a la presión soviética sobre el PCM para facilitar los preparativos del asesinato de Trotski.

La cuarta y última coyuntura se refiere al impacto del browderismo sobre el PCM. La peculiar concepción de Browder del papel del CPUSA en la era posterior a los tratados de Teherán condujo a la liquidación parcial del partido estadunidense y tuvo un impacto profundo, si bien breve, sobre varios partidos latinoamericanos en 1944 y 1945. Aunque el PCM nunca fue tan lejos como sus partidos hermanos (el partido cubano, por ejemplo), sí asimiló de manera acrítica el experimento browderista de marxismo creativo: disolvió sus células de fábricas y fundó la Liga Socialista Mexicana inspirada en la experiencia de la Communist Political Association de los Estados Unidos. La publicación de la famosa carta de Duclos en la revista comunista francesa Cahiers du Communisme en abril de 1945 acabó abruptamente con esta fase del comunismo en América. Otra vez, si bien la carta de Duclos fue la ocasión para replantear y rechazar la estrategia semiliquidacionista llevada a cabo por el PCM en el último período de la segunda guerra mundial, no explica por sí sola el cambio. La línea del PCM aplicada bajo el impacto del browderismo había provocado gran descontento en las filas del Partido, y había habido una resistencia generalizada a la decisión, por ejemplo, de disolver las células de fábrica. El cambio de línea aparece una vez más como un fenómeno complejo que no puede reducirse a la operación de una sola variable.

III. DESCIFRANDO LA REVOLUCION MEXICANA

Uno de los aspectos más intrigantes de la historia del comunismo mexicano es su cambiante respuesta como partido revolucionario frente a una revolución no socialista que monopolizó rápidamente la retórica de la lucha revolucionaria. Puesto que durante mucho tiempo el PCM fue presa voluntaria de lo que llegó a conocerse como “la ideología de la revolución mexicana”, necesitamos referirnos al señalamiento de José Revueltas de que en México la ideología democrático-burguesa

asume para sí misma la conciencia socialista, la hace suya, y reduce a la ideología proletaria a convertirse cuando mucho en su extremo más radical, en su ala izquierda.

Esta subordinación del PCM a la “ideología democrático-burguesa” no empezó con la existencia del Partido. El Partido Comunista de México empezó su vida con un florecimiento de radicalismo, de oposición principista al Estado y a su parafernalia de elecciones y de cámara de diputados. El planteamiento más elocuente de esta posición es la advertencia de José Valadés en el primer congreso del Partido sobre la necesidad de que los obreros no se mezclaran en luchas políticas de caudillos rivales, a las que llamó “motines políticos”. El congreso condenó enfáticamente la participación comunista en las elecciones. Las posiciones intransigentes del período 1920-1923 y las caracterizaciones simples del régimen de Obregón como “burgués” reflejan el peso tremendo de las influencias libertarias y anarquistas en el Partido en esa época.

De 1923 a 1928 el PCM comienza a esbozar una posición más matizada sobre la naturaleza de los regímenes postrevolucionarios. Se conserva la retórica militante, pero los regímenes de Obregón y Calles son definidos como pequeño burgueses, frágiles, atrapados entre el imperialismo anglo-americano y la todavía muy poderosa élite agraria (neofeudal). En respuesta a lo que se vio como un ataque del imperialismo y sus aliados mexicanos (la revuelta de De la Huerta), el Partido organizó milicias campesinas en defensa del régimen de Obregón a finales de 1923 y principios de 1924. En esa época la estrategia de frente unido de la Comintern se instrumentó con escaso éxito a nivel sindical, el Partido trabajo con algunos sectores de la CROM y de la CGT, pese el fuerte anticomunismo de la dirección de la primera.

El tercer período de la Comintern produjo una alteración sustancial en el rumbo del Partido, que dio a conocer una condena en bloque de los regímenes del maximato y de su capitulación frente al imperialismo angloamericano, junto a una típica denuncia de los peligros del socialfascismo. El viraje hacia la izquierda vio la emergencia de la primera central sindical nacional comunista, la CSUM, en 1928. La inauguración del sexenio de Cárdenas y su política nacionalista revolucionaria coincidió con el abandono internacional del Ultraizquierdismo y su reemplazo por la estrategia de frente popular. Exceptuando una “aberración” de pocos meses, el PCM asumió la nueva línea con entusiasmo creciente, y la noción de frente popular comenzó a identificarse con el mismo PNR/PRM. La consigna de Unidad a toda costa inauguró un largo período, de más de veinte años, en el que el PCM siguió la estrategia de “empujar la revolución mexicana hacia la izquierda”. La estrategia incluía muchas técnicas cuestionables, incluida una aceptación acrítica de la necesidad de la “unidad obrera” que significaba, en la práctica, el apoyo a la dirección antidemocrática que la CTM siguió en los años cuarenta; un intento infinito y estéril por ingresar al partido oficial y el ingreso al PCM de varios personajes que querían utilizar al partido como trampolín en su búsqueda de puestos en el gobierno y en la burocracia sindical.

Pese a la condena formal, en 1940, de la interpretación oportunista dada a esta estrategia por la dirección de Laborde, el Partido no cambió sustancialmente de política durante los años cuarenta. Avaló una línea de “paz de clases” durante la segunda guerra mundial y brindó su apoyo a la administración de Miguel Alemán durante sus primeros dos años, como parte del entusiasmo productivista por la tarea de industrializar a México. (5)

El decimotercer congreso del PCM, en 1960 marcó un cambio masivo de línea, la primera gran renovación del Partido, un proceso lento y contradictorio. Entrañaba un repudio de la adulación a Lombardo Toledano y al lombardismo, y los primeros intentos reales para enfrentar la naturaleza específica del capitalismo mexicano. Esta última tarea obligaba a abandonar la noción (inspirada en la Comintern) de México como una sociedad semicolonial y a reconocer los cambios tremendos en la estructura de clases del país que trajo el rápido crecimiento del capitalismo de la postguerra en las ciudades y en la agricultura mexicana. El cambio más decisivo en el bagaje teórico del PCM fue el rechazo de la “ideología de la revolución mexicana” y la convicción de que el ciclo de las revoluciones burguesas en México se había completado definitivamente. La vía estaba ahora abierta para abandonar las versiones de dos fases de la transición revolucionaria y para anotar claramente en la agenda el establecimiento de un México socialista. (6)

IV. QUE PLANTEAN, CUANTOS SON Y QUIEN LOS PATROCINA

La mayor parte de lo que se ha escrito sobre el PCM se refiere a la estrategia, las luchas interna y la ideología, no a la base social del Partido y las relaciones cambiantes con los movimientos de masas, con la intelectualidad, etc. La investigación, por consiguiente, debiera orientarse hacia dos áreas claves: 1) El repaso de las estadísticas históricas sobre la membrecía del PCM, incluyendo datos sobre el número de militantes a lo largo del tiempo, edad, sexo y distribución geográfica, y una desagregación de los datos por clases y ocupación. 2) El examen del impacto del PCM en los centros de trabajo, particularmente sobre los trabajadores agrícolas, manufactureros, del transporte y de la educación. Las tendencias generales de la membrecía del PCM desde los años veinte son bastante claras. El Partido permaneció minúsculo a lo largo de los años veinte debido a su grave debilidad organizativa, a los cambios abruptos en la dirección y a la resistencia continua de los militantes comunistas a las estrategias de frente unido de trabajo en el interior de la CROM y de los sindicatos independientes. La violencia intercaudillista de esa época también hizo lo suyo. La rebelión de De la Huerta, por ejemplo, destruyó los vínculos entre el cuerpo central del Partido y sus ramas locales, la mayoría de las cuales fueron destruidas por los rebeldes (Veracruz, Yucatán, Michoacán, etc.). Hacia finales de 1928, la organización del Partido se había recuperado hasta tal punto que funcionaban treinta locales a lo largo y ancho del país con 1,500 miembros. (El Machete, 17 de marzo, y 4 de agosto de 1928). La recuperación fue deshecha rápidamente, sin embargo, por la represión desencadenada durante el maximato y por el sectarismo del PCM durante su época ultraizquierdista, de tal manera que hacia los comienzos del sexenio de Cárdenas el partido no tenía más miembros que diez años antes.

La edad de oro del PCM fue sin duda la segunda mitad de los años treinta, cuando su membrecía aumentó a saltos en concordancia con la estrategia económica y política cardenista, con el nacimiento de los grandes sindicatos industriales y la consolidación del poderoso movimiento magisterial. La crisis de dirección de 1940 y un viraje hacia la derecha de la política gubernamental, que hizo de la membrecía del partido un trampolín mucho menos útil para tener influencia en los sindicatos y en la política, afectaron dramáticamente su crecimiento. Las expulsiones masivas de 1943 y de 1947 redujeron aún más el número de miembros del PCM. La formación del Partido Obrero Campesino en 1950 y las deserciones que favorecieron al Partido Popular de Lombardo Toledano (al que, irónicamente, el PCM había prestado algunos de sus cuadros), profundizaron la decadencia del partido. La cifra de 1,900 miembros en 1960 es probablemente una exageración ya que, dejando de lado la significativa base campesina en La Laguna, el PCM parecía a punto de desaparecer en vísperas de su decimotercer congreso. Necesitamos cuidarnos del peligro de sacar conclusiones simplistas sobre la influencia del PCM basadas únicamente en esos datos. El modesto número de miembros del partido en los años veinte, por ejemplo, subestima el impacto de su papel en la organización campesina y en el trabajo antimperialista en esa época.

Cuadro 1

Número de miembros del PCM

Noviembre de 1922

1.500

Enero de 1939

25,000

Abril de 1925

191

Enero de 1939

30,125

1927

600

1944

5,331

Julio de 1929

1,500

Marzo de 1945

10,000

Diciembre de 1934

600

Noviembre de 1947

15,559

Junio de 1936

5.000

1960

1,900

Enero de 1937

10.000

1974

1.500(800)

Junio de 1938

17.756

1981

15,000

Dada la patética insuficiencia de la información disponible para el estudio de la distribución geográfica y la composición de clase de la membrecía del PCM en los años veinte, treinta y cuarenta, cualquier tipo de conclusión derivada de estos cuadros necesita ser considerada como la más tosca de las indicaciones sobre tendencias. La imagen de la composición de clase a finales de los años treinta y de los años cuarenta que da el Cuadro 2 es la de un partido con un carácter cada vez más obrero y campesino que contrasta con el partido cada vez más de clase media de los años setenta y comienzos de los ochenta. Las cifras sugieren también un incremento del peso del campesinado en el período 1938-1947. Esto parecería confirmar otros datos que señalan considerable pérdida del apoyo obrero sufrida por el partido durante la baja de membrecía de los años cuarenta; el apoyo campesino al PCM parece haber sido más estable. Queda por ver hasta qué punto la escisión en el movimiento comunista que resultó de la formación del POC en 1950 afecto la estructura de clase del PCM.

A falta de datos sobre la distribución geográfica de la membrecía del Partido Comunista en los años veinte, se incluyó en el Cuadro 3 un desglose de la distribución de El Machete. Aunque la circulación de los periódicos del PCM fue siempre mucho más alta que el total de sus miembros activos, la obligación de los militantes de vender la prensa del Partido hace de estos datos un indicador aproximado de las zonas de influencia del PCM. (10) Los datos de la circulación de El Machete en 1928 muestran un alto grado de concentración (los cinco estados de mayor circulación se llevan el 60% del total de las ventas), mientras que en 1939 los miembros del Partido están mejor distribuidos en el país (los cinco estados con mayor número de militantes suman el 39% del total). Se da cierta continuidad en la presencia del PCM en Veracruz, Coahuila y el Distrito Federal (tres zonas importantes en ambos períodos), pero llama la atención su declinación en algunas regiones y su progreso en otras. Mientras que en 1928 una gran parte de la influencia del Partido se concentraba en Jalisco (minería), en Tamaulipas (sobre todo alrededor de la región petrolera de Tampico) y en Puebla (ferrocarrileros, trabajadores textiles y campesinos), para 1939 estas zonas habían perdido su importancia relativa y aparecieron nuevas zonas fuertes, sobre todo Sinaloa (ejidatarios azucareros), Chiapas (cafetaleros) y Nuevo León (ferrocarrileros, trabajadores metalúrgicos).

LA BASE AGRARIA DEL PCM

Dada la estructura predominantemente agraria de la economía mexicana durante la mayor parte del siglo, no sorprende que la mayor y más estable fuerza del PCM se ubique en el campo De hecho, el mexicano se cuenta entre los primeros partidos comunistas en el mundo que consiguió establecer y mantener un bloque obrero-campesino. Esto resulta sorprendente dada la desastrosa posición inicial del partido en lo que se refiere a la reforma agraria. En su primer congreso (en diciembre de 1921), el concepto de “parcelización” fue atacado vigorosamente siguiendo a las caracterizaciones soviéticas y de la Comintern del ejido como una variante mexicana del mir ruso. Los comunistas mexicanos, sin embargo, jugaron un papel dirigente en la organización de las ligas de comunidades agrarias en los años veinte en Puebla, Veracruz, Michoacán, Durango y otros estados, y la organización nacional de las ligas, la Liga Nacional Campesina, estaba vinculada orgánicamente al PCM y estaba afiliada a la Krestintern.

La “deserción” de Ursulo Galván en 1929 debilitó gravemente la influencia del PCM en la organización campesina más radical de México, pero el amplio ataque al poder económico y político del latifundio durante el sexenio de Cárdenas permitió al PCM convertirse en una fuerza dirigente en la reorganización económica y política de la producción agrícola en varias zonas claves sobre todo en la región de La Laguna, en el norte de Sinaloa, en Chiapas y en los plantíos de arroz y de lima de Michoacán (Lombardía y Nueva Italia). En muchas de estas zonas (como en Michoacán), los militantes comunistas ayudaron a organizar y a dirigir las huelgas de los trabajadores agrícolas que jugaron un importante papel en la expropiación de las grandes propiedades. Las principales zonas de influencia del PCM fueron también en un comienzo los centros principales de agricultura colectivizada, en contraste con la orientación hacia la parcela familiar de la mayoría de los ejidos creados en los años treinta; por supuesto, el tono colectivista de la agricultura posterior a la expropiación concordaba mejor con la filosofía agraria del partido.

Solamente en la región de La Laguna y Durango, y en menor medida en Sonora y en partes de Guerrero y Puebla, el PCM pudo mantener una base de apoyo sólida en las décadas siguientes, pero aún carecemos de información para saber el por qué esto fue así. Debemos ser precavidos con las generalizaciones relativas a la falta “de una auténtica preocupación por el objetivo de los campesinos de poseer sus tierras”, y debemos tener en mente cómo la fortuna cambiante de las relaciones del partido con los detentadores del poder local (gobernadores, por ejemplo) influyó en las responsabilidades de mantener una presencia comunista importante (el caso de las relaciones del PCM con el tejedismo en Veracruz es un ejemplo obvio). En la región azucarera de Los Mochis, Sinaloa en donde el brazo local del PCM (cuya membrecía llegó a los 1,200 militantes) consiguió establecer una virtual sociedad paralela, una “pequeña Rusia”, entre 1937 y 1942, la subordinación del Partido al PRM, que formaba parte de la estrategia de Unidad a toda costa, promovió “la incorporación a la política oficial corrupta de antiguos cuadros progresistas o bien su aislamiento dentro del aparato burocrático charro”.

Las debilidades en la práctica teórica del Partido Comunista Mexicano también contribuyeron a la imposibilidad de consolidar sus éxitos iniciales en el campo. La posición cómodamente atrincherada en el partido de los ejidatarios de La Laguna y los fuertes vínculos históricos que ataban a Dionisio Encina a esta comarca obstruyeron los intentos de analizar el significado de los importantes cambios de la economía mexicana en el período de postguerra. Durante más de veinte años la dirección del partido ignoró el crecimiento tremendo de las relaciones sociales capitalistas en la agricultura y la emergencia consecuente de un proletariado rural cualitativamente nuevo, y frustró abiertamente los intentos por reorientar su estrategia hacia la organización de las nuevas generaciones de campesinos sin tierra. (10)

Extracción social de miembros del PCM8

Junio de 1938

28 de enero de 1939

17,756 miembros

30,125 miembros

5,592 obreros (35%)

33% obreros

3,972 campesinos (11%)

37.4% campesinos

7,792 otros

sectores (54%)

29.6% otros sectores

1947

15 de enero de 1939

15,559 miembros

25,000 miembros

4,749 obreros (30.5%)

34% obreros

7,595 campesinos (48.8%)

24% campesinos

877 maestros (5.6%)

41% otros sectores

2,339 otros sectores (15%)

Cuadro 3

Distribución geográfica de la influencia y de la membrecía(9)

Marzo de 1928

Diciembre de 1939

(circulación de El Machete)

(membrecía)

Nuevo León

13.0%

Chihuahua

7.0%

Veracruz

17.3%

Veracruz (Jalapa

Puebla

11.9%

y Cerro Azul)

6.9%

Tamaulipas

11.8%

Sinaloa

6.1%

D.F.

9.4%

Coahuila

6.0%

Jalisco

9 4%

Chiapas

5.9%

Coahuila

5.9%

D.F.

5.7%

Durango

3.6%

Durango

4.7%

Nuevo León

2.9%

Hidalgo

Oaxaca

2.8%

(Pachuca)

3.4%

San Luis Potosí

2.6%

Yucatán

3.1%

Sonora

Guanajuato

Michoacán

Campeche

Hidalgo

México

Chihuahua

Tamaulipas

2.6%

México

Nayarit

Guanajuato

Guerrero

(Traducción de Rodrigo Martínez)

NOTAS

(1) José Revueltas: Ensayo sobre un proletariado sin cabeza. (México, Era, 1980)

(2) Las excepciones más notables son los ensayos sobre el impacto de la revolución rusa de Mario Gill, una colección de los escritos de Julio Antonio Mella en El Machete durante los años veinte, las memorias de Valentín Campa, un relato de las huelgas ferrocarrileras de 1926-27 del veterano comunista sindicalista Elías Barrios y una reciente cronología de la historia del partido. La única historia sinóptica del partido es un breve pero importante ensayo de Arnoldo Martínez Verdugo: PCM trayectoria y perspectivas. México, 1971. Las otras obras son: Mario Gill: México y la Revolución de Octubre. 1975; Raquel Tibol ed.: Julio Antonio Mella en “El Machete” (México, 68); Valentín Campa: Mi testimonio: Memorias de un comunista mexicano (México, 1978); Elías Barrios: El escuadrón de hierro (México 1980); Marcela de Neymet: Cronología del Partido Comunista Mexicano. Primera Parte, 1919-1939 (México, 1981). El único esfuerzo sustancial para recobrar la historia del PCM fue el informe sobre las luchas internas de los años cuarenta publicado en 1957 como parte de la lucha por la renovación de la moribunda organización del partido y por la reunificación del PCM y el POC: La lucha interna en el partido durante los años de 1939-1948 (México, 1957).

(3) Conviene recordar los problemas de idioma que enfrentaba el PCM en sus primeros años. Era muy dependiente de sus pocos miembros (Manuel Díaz Ramírez, José C. Valadés) que podían leer inglés y francés. Había también problemas para obtener los documentos básicos de la Comintern. Según Rafael Carrillo, entonces dirigente de la juventud comunista, sólo hasta que viajó a Moscú en 1923 pudo tener acceso a las importantes Tesis sobre la cuestión colonial difundidas en el Segundo Congreso de la Tercera Internacional en 1920.

(4) Boris Goldenberg: Kommunismus in Lateinamerika (Berlín, 1971, p. 68); Jean Meyer: Historia de la Revolución Mexicana. Período 1924, vol; Estado y sociedad con Calles (México, 1977, p. 45); E.J. Hobsbawn: Revolutionaries (Londres, 1973. p. 3).

(5) La política del PCM durante la guerra y el éxodo masivo de sus miembros en 1943 y 1948 debilitaron enormente su fuerza. La situación contrasta notablemente con lo sucedido en la mayor parte de los países europeos occidentales donde el movimiento comunista emergió de la guerra con una membrecía incrementada y considerable prestigio.

(6) Gerardo Unzueta: “Requiem para un sarcófago. Notas sobre la ideología burguesa de la Revolución Mexicana”, Nueva época, año VII, no. 2, febrero de 1969. Un decisivo rechazo a la noción de un México semicolonial, puede hallarse en Nuevo programa para la nueva revolución (México, 1973) probablemente el documento más revelador del “giro a la izquierda” del XVI Congreso el PCM.

(7) Las fuentes sobre la membrecía son como sigue: Para 1922: U.S. State Departament. Records on the Internal Affaires of México, 812. 00B/195. Informe sobre credenciales del Cuarto Congreso de la Comintern, abril de 1925. Y M. Terrazas y F. Cortés: A todos los miembros, a todos los comunistas marginados o no y a todos los organismos del PC en el país (México, 1973, p. 17). Para 1927 y julio de 1929; Ibid.; para 1934 y 1936. El Machete, 26 de junio de 1936; para 1937, Marcela de Neymet, Cronología, op. cit., p. 135; para 1838; El Machete, 10 de junio de 1938; para el 15 de enero de 1939, La voz de México de esa fecha; para el 28 de enero de 1939, La voz de México del 6 de marzo de 1939; para 1944, La voz de México del 18 de marzo de 1945, Sección Especial de XXI Aniversario. Discurso de Blas Manrique. Para 1945, Ibid.; para 1947: X Congreso del Partido Comunista. Por un partido de 50,000; para 1960, Schmitt: Communism in México. A Study in Frustration (Austin, 1965), p. 37; para 1974: Arturo Martínez Nateras, Punto y seguido. ¿Crisis en el PCM? (México, 1980); para 1981, Informe de Arnoldo Martínez Verdugo XIX Congreso.

(8) La caída de la membrecía del partido está tomada de las siguientes fuentes. Los datos para las cifras de junio de 1938 y 15 de enero de 1939, de Márquez Fuentes y Rodríguez Araujo: El Partido Comunista Mexicano, (México, 1973), p. 296. Para el 28 de enero de 1939, La voz de México, 6 de marzo de 1939; para 1947, X Congreso, op. cit.

(9) Las cifras de circulación de El Machete fueron publicadas por El Machete el 17 de marzo de 1928. Las cifras de membrecía para diciembre de 1939 aparecieron en La voz de México del 17 de diciembre de ese año.

(10) El Machete imprimía unos doce mil ejemplares por número hacia mediados de 1928, cifra más de diez veces mayor que la membrecía total del partido. La prensa del partido fue con frecuencia el mejor agente reclutador de la organización. Una versión detallada del impacto que hacía la lectura de El Machete y La voz de México entre futuros militantes, en los relatos de Graciano Benítez y Valentín Cuayahuil: Oposición, 20 de septiembre de 1975 y La voz de México, 27 de noviembre de 1966.

La transición socialista

Julio 1979. Guerreros, sacerdotes y burócratas A propósito de la cuestión del período de transición al socialismo, Rudolf Bahro sostiene en su libro Die Alternative que entre la sociedad sin clases y la sociedad de clases hay todo un periodo histórico, que en la antigüedad se cumplió “hacia adelante” y hoy se realiza en sentido inverso, caracterizado en ambos casos por una función específica del Estado: la de ser una emanación directa de la división del trabajo y de la cooperación en el seno de la sociedad.

En la primera transición, la propiedad se va formando a partir de los privilegios de función de las castas sacerdotales y guerreras del modo de producción “asiático”. En la última transición completamente distinta, incluso antagónica de aquélla. comparable sólo por analogía la propiedad se “disuelve”, se “extingue”, junto con el Estado y la división del trabajo, pasando nuevamente por el dominio de una casta burocrática con privilegios de función basados en la persistencia de esa división que no se puede abolir por decreto. En lo esencial, la tesis no sólo me parece justa sino que significa, como otras partes de la notable obra de Bahro, un esfuerzo coherente para retomar, en el análisis de la transición, las categorías y el método del marxismo, después de la catástrofe dogmática y estatal del stalinismo y sus secuelas.

Creo que sin la noción de transición que algunos aquí han pretendido también “abolir” no puede haber comprensión del paso de un modo de producción a otro. Es un sofisma responder que el mundo siempre está en transición: tanto vale negar el movimiento. Hay épocas enteras en que las relaciones sociales de producción son estables y se reproducen casi automáticamente, acumulando con lentitud pequeños cambios a través del crecimiento de la productividad del trabajo. Hay otras épocas, por el contrario, en que las viejas relaciones de producción entran en crisis, no alcanzan a asegurar su propia reproducción, y las nuevas todavía no se han afirmado como hegemónicas en el conjunto del cuerpo social. Son períodos en los cuales se establecen relaciones sociales híbridas, propias de la transición entre un modo de producción y otro, relaciones cuyo rasgo común es la inestabilidad (medida según el tiempo de la historia, no el de la vida humana) y la mutación. Son por fuerza épocas violentas, confusas, donde la crisis parece ser la norma, y la catástrofe y la utopía los soles gemelos en el horizonte de cada mañana.

Las transiciones son largas y dolorosas. Esto no es ninguna novedad. En el actual territorio mexicano, la transición del modo de producción despótico-tributario (o “asiático”) de los antiguos imperios mesoamericanos al capitalismo embrionario que, envuelto en instituciones feudales, trajeron los españoles a partir de 1520, duró cerca de un siglo, se caracterizó por una institución híbrida (“asiático” feudal capitalista) como la encomienda y provocó hasta 1605 la muerte del 90 por ciento, aproximadamente, de una población que, según las estimaciones, oscilaba alrededor de los 20 millones de habitantes. Ni Pol Pot ni su padre Stalin inventaron las masacres de la transición, ni el tener tales antecedentes históricos debería enorgullecer demasiado a sus partidarios.

Quiero fijar en seis puntos, necesariamente esquemáticos, algunas observaciones sobre el tema de la transición.

1.) Creo que se tiende a dar por liquidada demasiado rápidamente la polémica de los años veinte. Sin dominarla a fondo no se puede avanzar en la discusión de las sociedades de transición. En ella están ya contenidas muchas de las tesis que hoy se redescubren como novedades; entre otras, la tesis sobre la existencia de un capitalismo de Estado en la Unión Soviética.

Esa polémica estuvo lejos de ser académica. Fue anticipada por algunos atisbos geniales de Rosa Luxemburgo. Se abrió en los hechos con la NEP (si no la presagió la tragedia de Kronstadt). La encaminó Lenin con sus últimos escritos, aquellos que forman el núcleo teórico de lo que Moshe Lewin llamó El último combate de Lenin. La discusión se polarizó, como todos sabemos, en dos posiciones dentro de la III Internacional: la teoría del socialismo en un solo país y la teoría de la revolución permanente. El VI Congreso (1928) la resolvió expeditivamente: expulsión de los opositores a la linea oficial (manifiestamente errónea, como lo demostrarían los años inmediatos). A partir de entonces, la polémica empezó a quedar jalonada por los cadáveres de miles de comunistas de las diversas oposiciones, muertos por defender sus ideas sobre la transición y por resistir el revisionismo contenido en la teoría del socialismo nacional y oponerse a sus trágicas consecuencias para la URSS y para el movimiento comunista mundial. Podemos no estar de acuerdo con unos o con otros. No podemos ignorar el carácter y la profundidad de la polémica, hoy que todos sus temas retornan cuando se hunden las certidumbres del “socialismo real”.

Trotsky señaló, en 1930, que la teoría del socialismo en un solo país entrañaba una ruptura con el marxismo tan profunda como la realizada por la socialdemocracia alemana en la cuestión de la guerra y el patriotismo en el otoño de 1914. Ambas tenían un denominador común: el “socialismo nacional”. En 1936 aquella teoría recibió su consagración oficial en la Constitución soviética, que declaró ya establecida la sociedad socialista en la URSS. En el mismo año apareció La revolución traicionada, que sostiene y desarrolla la teoría de la sociedad de transición al socialismo. Son, a mi entender, los puntos de llegada extremos de la polémica. En los cuatro años siguientes, ella se cerraría con el asesinato de todos sus protagonistas de primera línea, salvo aquel que tenía el poder del Estado, el dueño del “monopolio de la violencia legitima” en la discusión teórica entre comunistas: Stalin. Hago notar que, como puede comprobarse en las publicaciones de la época, por aquellos años también estaba de moda en los medios de la izquierda literaria no comunista, hablar sobre la “crisis del marxismo”.

2.) Ni la historia ni la teoría se detuvieron, por supuesto, en esos años.

Cuatro decenios han confirmado y desconfirmado muchas hipótesis. Ante todo, han dicho una cosa: la transición es larga y violenta. Hay quien sostiene que durará siglos y no hay pruebas de que no será así ni tampoco hay garantías en cuanto a su término. Las pruebas, en favor o en contra, sólo puede darlas la revolución socialista en los países avanzados. Y no las tenemos aún.

íPero es que las transiciones han durado siglos y han sido terribles! De la antigüedad al feudalismo, podemos contar desde el siglo IV hasta el VII o el VIII; del feudalismo al capitalismo, podemos hacerlo desde el siglo XIV hasta el XVIII, et encore… Formas híbridas, imperfectas, inmaduras de relaciones sociales han cubierto esos períodos, según las regiones, y perduran en otras todavía después de que el capitalismo en el siglo XIX unificó al mundo a través del mercado mundial.

La revolución socialista, acto político que se realiza al nivel del Estado. sólo puede ser nacional. Pero el socialismo, que debe partir necesariamente de un desarrollo de las fuerzas productivas superior al alcanzado por el capitalismo, sólo puede realizarse como un sistema mundial en tanto que parte de las fuerzas productivas que se expresan en el mercado mundial, creación específica del modo de producción capitalista, y no del mercado nacional. Imaginar al socialismo mundial como la suma de los socialismos nacionales me parece aún más absurdo que concebir al mercado capitalista mundial como la suma de los mercados capitalistas nacionales.

Lo que en cada país se establece al triunfo de la revolución, es una sociedad de transición con sus especificidades nacionales, en la cual el poder estatal desempeña un papel determinante como en todas las transiciones, pero en esta mas todavía. la lógica de la evolución de esa formación económico-social se caracteriza por la lucha entre sus elementos capitalista todavía subsistentes y sus elementos socialista sen desarrollo, tanto al nivel del estado como al nivel de la economía y del conjunto de las relaciones sociales. Esa lucha es terrible: nadie, salvo los reformistas en ruptura con el marxismo, prometió que seria pacifica y armoniosa. Pol Pot esta lejos de ser el primero o el ultimo de una estirpe burocrática híbrida y sangrienta que se nutre justamente en la hibridez, la violencia y la turbulencia de este verdadero “fin de época”. esa lucha, por lo demás, tiene lugar a escala nacional y a escala mundial, no solo por la aparición de diversas sociedades de transición sino también porque estas deben confrontarse constantemente con el mercado mundial, del cual no pueden sustraerse (aunque se protejan de sus contragolpes inmediatos con el monopolio del comercio exterior), y deben también confrontarse entre ellas mismas.

El que hoy esta última confrontación se haga en términos nacionales burgueses, a través del juego de la ley de valor y del intercambio desigual y no a través de la planificación internacional de las economías de transición, hay que cargarlo a la cuenta de los intereses privados de las burocracias dirigentes, cada una identificada con su estado, y de la teoría que de esos intereses surge: el “socialismo nacional”. esos intereses contribuyen a prolongar la existencia del “estado burgués sin burguesía” de que hablaba Lenin ya en 1920, y la persistencia del “derecho desigual”. De este modo. el derecho concebido como expresión abstracta del valor de cambio impera con toda su barbarie en las relaciones entre los países llamados “socialistas”, que si hoy se hacen la guerra es porque antes comerciaron entre si.

Hace mas de seis decenios que, en octubre de 1917, se abrió en el antiguo imperio de los zares la época de la transición mundial al socialismo. me parece un juicio ahistórico, pasado un periodo tan breve, pedirle cuentas al marxismo por promesas que nunca hizo y negarse a utilizarlo en aquello que, a mi entender, es su verdadero banco de prueba: no tanto la teoría del desarrollo capitalista, cuanto la teoría de la transición al socialismo.

3.) No encuentro fundada ni probada la teoría del capitalismo de estado aplicada a estas sociedades. creo que en su origen esta una disyuntiva falsa, corolario de la teoría del socialismo en un solo país: o son socialistas, o son capitalistas. la idea de transición desaparece. El que describe Bettelheim es un extraño capitalismo, sin la competencia entre muchos capitales (una de sus relaciones sociales de producción fundamentales), sin baja tendencial de la tasa de ganancia, sin ejercito industrial de reserva, sin flujo y reflujo de recursos económicos entre una y otra rama de la producción determinados por el juego de la ley del valor.

La existencia de intercambios mercantiles de salario y de moneda, la persistencia del despotismo fabril que la burocracia hereda y toma del capitalismo, no bastan para indicar la supervivencia del capitalismo; ni la moneda, ni el trabajo asalariado, ni la familia, ni el estado pueden “abolirse” por la toma del poder. Perduran, modificandose, en la transición. el salario y la división del trabajo se “extinguen”, como el estado, a lo largo de todo el periodo de transición la larga transición y por las mismas razones por las que el estado se “extingue” y no se “suprime” de un día para otro, como quería el viejo pensamiento mecanicista del anarquismo.

Por otro lado, para probar su teoría Bettelheim se ve obligado a forzar los hechos y negar prácticamente la función del plan, invocando para ello las evidentes irregularidades de su cumplimiento.

4.) El principio del plan se presenta sin embargo como un rasgo determinante de la transición. su ejecución esta mediada y controlada por el mercado, porque de transición se trata. el mercado es uno de los reveladores por demás imperfecto de los errores y las desproporciones del plan. sin mercado y sin democracia socialista no hay control social del plan. el progreso de la transición se puede medir por la forma en que el elemento fundamental del control va pasando del mercado como en la NEP inicial a la democracia de los productores. ese progreso, bien lo vemos, esta congelado en la estructura actual de los estados de transición, o da pasos atrás como en China.

El otro revelador es el mercado mundial, a cuyo control no puede escapar ninguna economía nacional pues es en el donde en definitiva debe cotejar su indicador económico decisivo: la productividad del trabajo.

La transición va de la generalización de las relaciones mercantiles característica del capitalismo en la superación (no la supresión) de las relaciones mercantiles propia del socialismo. El plan no suprime las relaciones mercantiles, sino que los sucesivos planes cubren la mediación entre un extremo y otro de ese proceso histórico mientras esas relaciones se extinguen, sustituidas por la cooperación de los productores asociados.

El principio del socialismo no es el plan, sino la cooperación. los polos antagónicos que luchan entre si no son el mercado y el plan, sino el mercado y la cooperación: la lógica de la sociedad de los propietarios iguales de mercancías y la lógica de la sociedad de los productores libremente asociados. el plan media entre ambas, cubre y simboliza en si mismo la transición, pero es todavía una sede de la división del trabajo. Si su elaboración y su sentido apuntan hacia el socialismo, el contenido del plan debe tender a desarrollar los elementos de la cooperación y a ir absorbiendo los elementos de la división del trabajo heredada de la sociedad de clases.

Si se me permite una cita: “la producción capitalista genera, con la necesidad de un proceso natural, su propia negación. Es la negación de la negación. esta no restaura la propiedad privada, sino la propiedad individual pero sobre la base de la conquista alcanzada por la era capitalista: la cooperación y la propiedad común de la tierra y de los medios de producción producidos por el trabajo mismo”, dice Marx casi al final del capitulo XXIV de el capital.

El plan requiere la propiedad estatal de esos medios de producción. Pero no es esa la condición esencial del socialismo, oculta ya en las relaciones de producción capitalistas. Esa condición es ante todo la cooperación entre productores libres de todo lazo de dependencia personal, característica de la gran industria, que el capitalista pone en marcha al adquirir la fuerza de trabajo y usarla en un trabajo que se efectúa precisamente en cooperación.

La transición significa el crecimiento de la cooperación como relación social de producción dominante, lo cual solo puede ser un proceso y no una conquista instantánea. En el curso de ese proceso, el plan es el instrumento para el desarrollo de las fuerzas productivas que media la utilización de la propiedad común de los medios de producción. El plan tampoco puede ignorar ni “abolir” la ley del valor, pero no esta atado a ella para sus decisiones: puede violarla constantemente al determinar las proporciones entre las distintas ramas de la economía, así como las proporciones entre 1) fondo de acumulación y fondo de consumo; 2) fondo de acumulación productivo y fondo de acumulación improductivo; 3) fondo de consumo social y fondo de consumo individual.

En esa transición persisten el mercado y el carácter mercantil de los medios de consumo. Los medios de producción pierden su carácter mercantil directo en el interior del plan. Pero lo conservan indirectamente no solo en cuanto se presenta como mercancías en el mercado mundial (aun entre estados de transición), sino también porque deben cotejar permanentemente sus costos de producción con los del mercado mundial, son, por así decirlo, mercancías imperfectas”.

Del mismo modo, la fuerza de trabajo conserva un carácter mercantil imperfecto. no existe desocupación y ejercito industrial de reservas. pero existe la posibilidad de cambiar de trabajo. El plan, al fijar el fondo de consumo, fija el monto global de los salarios y su división en fondo de consumo social e individual. Pero luego el reparto del fondo de consumo individual (y en parte del social) se opera en el mercado, entre fuerzas de trabajo mas o menos calificadas que compiten entre si por el salario. Por lo demás, la remuneración según el rendimiento y el trabajo a destajo, son testimonios vividos de la persistencia del carácter de mercancías de la fuerza de trabajo pese a las asignaciones centrales del plan en cuanto al fondo global de salarios, y de la competencia entre trabajador y trabajador. ese carácter no puede ser abolido, debe extinguirse.

El estado, que posee los medios de producción, asume (como decía Trostsky en la revolución traicionada) el papel de “comerciante, banquero e industrial universal” en relación con la fuerza de trabajo, una función ligada con la explotación, con la extracción del plustrabajo. El estado, por lo demás, se apropia también de la renta absoluta de la tierra nacionalizada. La cuestión entonces es quien controla el estado, problema clave de la transición.

5.) Aquí también la cuestión se juega entre quien posee (o controla) los medios de producción y los productores directos. quien controla el trabajo muerto, controla el trabajo vivo. el sentido ultimo de la transición consiste precisamente en que el trabajo vivo, por primera vez en la historia desde la afirmación de la división social del trabajo y la estabilización de un plusproducto y con ellos del estado, controle al trabajo muerto, controle entonces su producto y su plusproducto y establezca relaciones socialistas de producción.

La clase obrera, los trabajadores manuales, con toda evidencia no controlan el estado en las actuales sociedades de transición. lo hace en su nombre una capa de funcionarios: trabajadores intelectuales para quienes la condena mas grande es volver al purgatorio del trabajo manual cuando caen en desgracia.

Esa capa no es otra clase. es una capa superior surgida de la clase obrera, contenida ya en esta bajo el capitalismo.

El proletariado tiene en la sociedad capitalista un doble carácter: es vendedor de mercancías (su fuerza de trabajo) y es productor colectivo en el proceso cooperativo de producción en la fabrica de la gran industria. Ambos caracteres no hacen sino uno: son, por tanto, inseparables. Esquemáticamente: del primero sale el sindicato, del segundo el consejo obrero; del primero, el “alma reformista”; del segundo, el “alma revolucionaria”. separar todo esto es pura utopía ultraizquierdista (o reformista). Porque la clase obrera es una, no dos, del mismo modo que en la mercancía no se puede separar el valor de cambio del valor de uso. Comprender a la clase es comprender su doble carácter.

Al tomar el poder y destruir. con la expropiación. A las viejas clases dominantes, la clase obrera a su vez se escinde. La linea divisoria pasa, grosso modo, por la linea de la división del trabajo en manual e intelectual, en el seno de la clase se reproducen una “comunidad superior” y una “comunidad inferior”, mediadas por la “comunidad ilusoria” del estado bajo el control de la primera.

Esto no es producto de la arbitrariedad de los intelectuales o capa superior. tiene su raíz en aquel doble carácter sobre el cual obra la herencia de la división del trabajo. El estado obrero o estado de transición suprime la propiedad privada de los medios de producción. Pero no suprime, ni puede hacerlo mientras deba subsistir el mercado, la propiedad privada de la calificación profesional. El trabajo calificado, el trabajo intelectual, tiene la propiedad de sus conocimientos. Tiene trabajo objetivado, trabajo muerto, incorporado a si mismo. En el mercado es fuerza de trabajo valorizada; por tanto, mejor pagada.

Esos conocimientos son ademas necesarios para el plan, para el estado, para el funcionamiento de la economía, para el comercio y para la guerra.

Los que saben como los brujos, y los sacerdotes y los guerreros de la antigüedad comenzaron a hacerlo todavía después de la estatización de la propiedad controlan los medios de producción como antes controlaban la astronomía, las siembras, los canales, la religión, los templos, las pirámides y el arte de la guerra. Ejercen el privilegio de una función insustituible mientras el conocimiento no este socializado. Aquí hay una diferencia radical en el sentido de la marcha. Invertido por el milenario desarrollo intermedio de las fuerzas productivas: aquel conocimiento iba hacia la propiedad y era iniciático; este conocimiento se aleja de la propiedad y es difusivo. Pero su socialización es un proceso difícil y sembrado de luchas y resistencias. No un acto instantáneo.

Entretanto, a través del trabajo objetivado en el conocimiento de los que saben (saber real o ficticio), el trabajo muerto prolonga todavía su dominación sobre el trabajo vivo.

El trabajo valorizado, mejor pagado en el mercado, se asegura un consumo superior (incluso de conocimientos). detrás viene todo lo demás. por eso el carácter mercantil “imperfecto” de la fuerza de trabajo esta lejos de ser una característica secundaria de la transición.

En el mercado y en el plan, y por lo tanto en el estado, la fuerza de trabajo calificada, los trabajadores intelectuales, tienen preeminencia sobre la fuerza de trabajo menos calificada o no calificada, los trabajadores manuales. (Y correlativamente: los viejos sobre los jóvenes, la ciudad sobre el campo, los países avanzados sobre los países atrasados, los hombres sobre las mujeres según la escala barbara e inicua de la sociedad de clases).

Esa es la base sobre la cual los trabajadores intelectuales (y sus correlatos) se aseguran el control del plan. Pero no tienen propiedad, tienen un simple privilegio de función, como todas las burocracias que en el mundo han sido. Este privilegio no es un “abuso” o una “excrecencia”. Tiene raíces económicas. Reconocerlo no quiere decir aceptarlo o declararlo eterno, del mismo modo como comprender el capitalismo no quiere decir aceptarlo. Pero sin comprenderlo no se puede luchar contra el sino con exhortaciones morales o propuestas políticas abstractas, cuando la cuestión tiene su raíz en la economía y en las relaciones sociales de producción híbridas propias de la transición.

El hecho de que la burocracia no sea otra clase, sino un sector superior surgido de la propia clase que se separa y controla el estado, dificulta terriblemente la autodeterminación de la clase obrera frente a ese estado en el cual no reconoce al capitalismo, y frente a la capa burocrática que lo controla; una dificultad similar a la que padece el sindicato frente a la dirección burocrática. Permite a esa capa, ademas, mantener una cierta movilidad social con la cual “descrema” a la clase obrera industrial abriendo las puertas inferiores de la carrera burocrática, desde el sindicato y la empresa, a sus elementos mas dotados, que al ascender no se sienten “traicionando” a su clase.

El privilegio de función que detentan los burócratas encuentra la oposición de las tendencias democráticas procapitalistas, que quieren volver a la propiedad privada, y de las tendencias democráticas proletarias, que quieren avanzar hacia el socialismo. Estas dos tendencias no pueden tener un programa en común. Una quiere la democracia del mercado, la otra la democracia de la cooperación: son programas antagónicos. La burocracia en realidad aprovecha de su situación intermedia entre ambas para sostener su predominio; media, se presenta ante los unos como garantía contra los otros, y viceversa: hace un juego “bonapartista” de nuevo tipo. Usufructúa y estimula ademas la persistencia del sentimiento nacional para darse una legitimidad de la cual carece como clase.

Ella se presenta ante la clase obrera como la encarnación de la nación y del plan, como la reguladora de la marcha al socialismo. En realidad, representa la congelación de esa transición, porque reproduce constantemente la división del trabajo, el predominio del trabajo intelectual sobre el trabajo manual y todas las formas de subordinación correlativas.

6.) El dominio del trabajo muerto sobre el trabajo vivo empezo con el paso de la sociedad sin clases a la sociedad de clase a través del privilegio de función de los iniciados, de los que saben, de los grandes sacerdotes, de los intelectuales; llegar a la situación inversa, al dominio del trabajo vivo sobre el trabajo muerto, es el contenido del proceso de la superación de la división del trabajo.

Si esto es así, la cuestión esencial de la clase obrera en las sociedades de transición es determinarse con respecto a su propio estado, a su capa superior. Determinarse significa elaborar su propio programa para la transición. Y formular su programa implica organizar su partido, que no puede ser el partido de la burocracia que hoy controla el estado: la pluralidad de partidos es una reivindicación fundamental del proletariado.

El núcleo de ese programa no es la democracia del mercado, según propone la oposición democrática. No es tampoco el plan como sustituto del mercado, según sostienen las tendencias estatales aliadas con un ala de la burocracia. No es, mucho menos, la reivindicación ultraizquierdista y voluntaria de la abolición del trabajo asalariado, de la división del trabajo y del mercado, demandas que no pueden pasar del papel en cuanto no se fundamenten en el desarrollo de las fuerzas productivas: no se suprime el mercado distribuyendo bonos en vez de dinero ni se elimina la división del trabajo enviando a los intelectuales a trabajar la tierra.

El núcleo de ese programa, entiendo, esta en la cooperación, relación social exclusiva de la clase obrera, relación especifica en torno a la cual se organiza su identidad histórica como clase en el capitalismo y su extinción como clase en la transición al socialismo, hasta disolverse (con el estado, la moneda, el mercado y otras herencias del primitivo pasado) en la comunidad de los productores asociados.

Esto, empero, es un proceso de larga duración. Apenas estamos en sus confusos inicios. son comienzos muy difíciles. La clase obrera mundial no solo la de las sociedades postcapitalistas esta ante un nuevo problema histórico: no solamente establecer su identidad o sea, su programa ante su polo de clase antagónico, la burguesía; sino ademas establecerla ante su propia capa superior, la burocracia, los trabajadores intelectuales, los funcionarios que de ella se separan en la transición (y cuyo precedente esta ya en los funcionarios de los partidos obreros y de los sindicatos en la sociedad capitalista).

En lo político, ese programa se asienta en la democracia obrera, cuyo organismo experimentado por la historia son los consejos; en lo económico, en la planificación intencional de las economías de transición; en lo social, en la lucha por la igualdad y la eliminación de los privilegios del trabajo intelectual sobre el manual, de los viejos sobre los jóvenes, de los hombres sobre las mujeres, de la ciudad sobre el campo y de los países avanzados sobre los atrasados. El principio rector que unifica esos tres puntos es el principio de la cooperación.

Lo que algunos llaman “crisis del marxismo” es, a nuestro entender, simplemente el hecho evidente y contundente de que la lucha mundial del proletariado, clase que “existe en el plano de la historia universal”, ha llegado a un punto en que su programa histórico no puede avanzar un solo paso más su ka teoría no da respuesta a este problema capital, interior a la propia clase: la sociedad de transición. Su explicación, la formulación del programa del proletariado para esa sociedad y su organización política independiente en partido en el período de transición para avanzar hacia el socialismo, aparece así como la cuestión más importante del marxismo contemporáneo.

Adolfo Gilly: autor de La revolución interrumpida (El Caballito, 1973). El presente texto fue leido en la Conferencia sobre “Las sociedades postrevolucionarias”, organizada por el periódico El Manifiesto, en Milán, Italia, del 4 al 17 de enero de 1979.