A las nueve de la mañana del 15 de Septiembre de 1971, mi chero y yo agarrábamos el bus de la Ruta 29 hacia el parque Cuzcatlán donde culminaría todo un año de protestas y manifestaciones contra el complejo militar-oligárquico de turno por el estudiantado de secundaria de San Salvador.
¡Allí estábamos reunidos alrededor de dos mil estudiantes de secundaria!. Habíamos acordado desfilar uniformados por lo que se veían uniformes de la mayoría de colegios: Divino Salvador, Colegio Orantes, Nuevo Liceo Centroamericano, Instituto Cervantes, Instituto El Salvador, o sea, colegios de clase media y baja. Sin embargo, el Liceo Salvadoreño, Externado San José, Colegio Don Bosco, Santa Cecilia, ¡no había ninguno! Estos eran los colegios para la clase alta. Los alacranes del Instituto Nacional éramos la mayoría… y el sexo femenino la minoría.
“La Coordinadora”, formada con representantes de los diferentes colegios, trataba de ordenar la manifestación. Usando megáfonos ellos trataban de formar a todos en cinco filas indias que ocuparían la ancha Calle Rubén Darío, y el destino sería la plaza Libertad.
Mi parna y yo nos ubicamos en medio de las casi cuatro cuadras de largo que formaba la manifestación. Ya estaba lista la partida cuando un bombazo se oyó venir de la cabeza del desfile, ¡siguió otro bombazo… y otro… y otro!… Humo blanco se vio salir de entre las filas, y pronto siguió la estampida.
Sin saber exactamente qué pasaba, pero adivinándolo, nosotros corrimos con los demás hacia el lado opuesto de los bombazos, sólo a toparnos con un camión lleno de cuilios que disparando bombas lacrimógenas nos cerraban el paso… ¡Estábamos cercados!…
El pánico se apoderó de todos. Los policías se bajaron del camión hacia nosotros ¡machete y garrote en mano!, cuando nos dimos cuenta que teníamos cerradas ambas salidas todos nos saltamos el enorme muro que bordea el parque Cuzcatlán y entramos al parque… Allí comenzó la cacería, golpiza, y captura de muchos compañeros, pues también dentro del parque nos esperaban los “beneméritos”.
Con mi alero a la par corrimos como venados cruzando el parque en guinda, evadiendo beneméritos y saltando cercas, ¿pero adónde ir?, parecía que los chafarotes nos habían cerrado todas las salidas, disparos de varios calibres comenzaron a sonar mientras corríamos, ¡aceleramos aún más!. Yo no sabía dónde mi pana y los otros estaban, solo sabía que varios iban corriendo conmigo.
Al fin, llegando al Gimnasio Nacional “Adolfo ‘chorro de humo’ Pineda”, nos reagrupamos unos 30 compañeros, busqué en el grupo a mi cuate, mi espíritu dio levantón al verlo, pero su cara cambiaba entre la palidez y púrpura, ¿cómo se vería la mía? Nos escabullimos por desconocidas calles hasta llegar al lugar contiguo al Instituto Nacional… Una corrida de casi cinco kilómetros la habíamos hecho en menos de media hora. Allí sudando y agotados, nos sorprendimos de encontrar cientos de compañeros ¡y seguían llegando!, parecía que todos tuvimos la misma idea: El Campus de la Universidad Nacional Autónoma de El Salvador…, ¡estábamos a salvo!
La “U”, como era conocida, tenía ya 12 años de estar ubicada al norte de la capital, otrora estuvo localizada enfrente de la Catedral Metropolitana, pero esta se quemó y la trasladaron al final de la 25 Avenida Norte, bien al Norte de la ciudad.
La U era un predio que abarcaba casi el mismo tamaño de mi Colonia Santa Lucía en Ilopango, que entonces se decía era la más grande de San Salvador. El terreno donde estaba el Instituto Nacional, por ejemplo, era prestado por la Universidad siendo tan sólo una cerca malla ciclón la que los separaba.
El campus de la U tenía siete facultades, 18 mil estudiantes, y por decreto constitucional se le había declarado “autónoma en lo docente, académico y administrativo”. Ningún chafarote uniformado había entrado jamás a la U, ésta simbolizó siempre el centro activo de oposición al gobierno.
Por entonces recién nacía una nueva universidad fundada por los Jesuitas: La Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” o UCA, pero era tan cara que sólo ricos podían afrontarla, además, sólo tenía cuatro facultades.
Nos dirigimos al Auditórium de la Facultad de Derecho. Allí se encontraba ya nuestro líder con parte de La Coordinadora, hablaban con un individuo de unos 20 años, que nunca había visto, nos acomodamos en las butacas del auditórium y los niveles de adrenalina comenzaron a bajar… Corrí mi vista a todos los presentes observando sólo caras juveniles y sólo testosterona.
Después de media hora, el tipo que vimos hablar con el líder, usando el micrófono, se dirigió a nosotros con este discurso que yo escribí esa noche en mi diario personal: “AGEUS” -nos dijo “se siente orgulloso del despertar del estudiantado de secundaria, por que juntos vamos a derrocar la tiranía y liberaremos a nuestro pueblo de la miseria y explotación”.
Eran impresionantes palabras que oía por primera vez y levantaron mi “espíritu revolucionario”.
Este tipo resultó ser el Presidente de la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS) Los 600 y pico de estudiantes, ya exaltados, fuimos azuzados por su verborrea revolucionaria y pedimos salir de nuevo en manifestación ¡al momento!
El líder de AGEUS nos dijo que por ser feriado no se hallaban más que unos 300 universitarios en el campus para acompañarnos, pero si estábamos dispuestos ellos nos apoyaban…, no nos importó…, y levantando todos la mano votamos por salir en manifestación nuevamente.
A las 12 del mediodía, con cerca de 200 universitarios al frente de la marcha y 600 de secundaria siguiendo, nos lanzamos a la calle nuevamente en fila india.
En lugar de seguir la tradicional ruta de la 25 avenida, cruzamos y tomamos la Calle de los Locos (29 Calle Poniente) que dobla cerca del Hospital Bloom. Esta calle va cuesta abajo y cuando habíamos avanzado casi dos cuadras, nos salió a cerrar el paso la “benemérita” Guardia Nacional en traje de fatiga.
La marcha se paró, la Guardia avanzó hacia nosotros con bayoneta apuntando a nuestra dirección, los líderes nos ordenan dar media vuelta y marcha atrás, la chota seguía avanzando, y al llegar al cruce del Bloom, y a unos metros de la entrada del campus, ¡la guardia comenzó a disparar!… ¡Estampida nuevamente!..
Esta vez la corrida fue de unos metros, pero los disparos continuaban…, un cable de electricidad cae al suelo en señal que la animala disparaba ¡munición viva!
Entramos esta vez por la 25 avenida y fue cuando vi venir detrás de nosotros unos compañeros cargando heridos o muertos.
El pánico se acrecentó cuando llegamos a la pequeña plaza del Paraninfo y la Biblioteca. Allí reposaban en el suelo ensangrentados compañeros heridos, atendidos por estudiantes de Medicina. ¡De pronto! Una balacera comenzó en la entrada de la 25 avenida que nos hizo tirarnos al suelo, después supimos que un grupo de compañeros había apedreado, desde dentro de la U, un “jeep” militar con jefes militares abordo que había pasado por allí.
Permanecimos semi-cercados hasta las tres de la tarde y la jornada había dejado tres muertos, 15 heridos y 65 capturados, de acuerdo a la radio popular porque el Diario de Hoy y la Prensa Gráfica no reportaron los incidentes.
Después de estos incidentes en el 71, la situación política aparentó calmarse hasta marzo de 1972, cuando sucedería el robo electoral más descarado que vería El Salvador en toda su corta Historia.
Después de esta elección, un puñado de intelectuales comprendería que no se podía sacudir esta sangrienta dictadura a través del voto, por lo que sólo había una última opción para acabar con el complejo militar-oligárquico-gringo que explotaba y oprimía en favor de unos pocos:
¡La Lucha Armada!