Género, ciudadanía y cultura política en el Salvador 1930-1959

Género, ciudadanía y cultura política en el Salvador 1930-1959
Jorge Cáceres Prendes (Universidad Nacional, Costa Rica)

“Es más difícil interpretar las interpretaciones, que interpretar las cosas” (Montaigne)

INTRODUCCION

En los últimos dos años he vuelto a estudiar el periodo del “prudismo”1 salvadoreño (1948-1950), que fuera objeto de una monografía escrita originalmente en 1979. En el tiempo que ha pasado desde entonces han ido apareciendo algunos interesantes trabajos sobre este periodo, pero, en general, ha sucedido, como con el resto de la producción sobre Centroamérica: el conflicto regional ocupó el centro de la atención, y las referencias al pasado, incluso al más reciente, estuvieron basadas a un número limitado de trabajos de índole general, bastante conocidos.2

En mi trabajo original, el foco principal estaba en la dinámica política expresada en el campo cultural en su sentido más amplio. Se trataba de analizar cómo esta dinámica se expresa en el campo discursivo, en particular en el configurado por distintas fuerzas sociales en su intento de articular mensajes ideológicos que, por su alto contenido simbólico, son potencialmente eficaces en la generación de identidades colectivas, y que, por tanto, juegan un papel central en los procesos de movilización social.

Desde hace un tiempo he retomado dicho proyecto, a lo que se ha añadido la afortunada circunstancia de integrar un equipo a cargo de la confección de un libro de texto para escolares sobre la historia salvadoreña, que será publicado en fecha próxima. Uno de los parámetros de análisis que dicho equipo fijó desde un principio fue el de destacar la progresiva configuración del Estado salvadoreño como producto de un complejo de factores, dentro de los cuales juega un papel central el sistema de representaciones que define y redefine, de una u otra forma, la idea de Nación.

Con esa idea en mente, procuramos ir indicando al menos algunos de esos procesos de carácter eminentemente cultural, cuya incidencia en el campo político ha sido determinado precisamente por la acción de fuerzas sociales, en formación o ya plenamente desarrolladas.

En el presente trabajo presento algunas observaciones sobre la cultura política salvadoreña a lo largo de los casi treinta años que van desde 1930 a 1959.3 Aunque no revelan más que uno de los aspectos de un lento proceso de transformación cultural, pienso que son de mucho interés para el estudio de estos periodos. La idea central que me ha guiado es la de observar determinadas manifestaciones ideológicas de la modernización del Estado salvadoreño —específicamente, de la democratización política— en su compleja, y a menudo contradictoria, articulación con otras dimensiones de la cultura nacional.4

Dentro del conjunto de estas observaciones, quiero destacar unas que tienen que ver directamente con el propósito de este seminario. Parto de la hipótesis de que la constitución del Estado Nacional, a nivel ideológico, es un proceso de constante recreación simbólica, y que la idea de la Nación como representación de la identidad colectiva adquiere una dimensión especial en el concepto de ciudadanía, es decir, en el ejercicio de los derechos políticos.

En El Salvador, a lo largo del periodo que contemplamos en este trabajo, se produjeron importantes transformaciones alrededor de, primero, la obtención del voto femenino a fines de los años 30’s, y, segundo, la organización política de la mujeres desde fines de los 40’s. Estos hechos marcaron la irrupción de una nueva y específica forma de identidad política: la mujer ciudadana, y pusieron de manifiesto las tensiones inherentes al incipiente proceso de modernización.
Como es típico de todo proceso de cambio cultural, estos fenómenos no se presentaron nunca en forma unívoca, sino que fueron procesados en el interior de la formación social en formas, a menudo, ambiguas y hasta contradictorias. Espero mostrar en las páginas que siguen la forma cómo la construcción ideológica de la ciudadanía femenina contrastó con los discursos prevalecientes en torno a los “roles” de los sexos, es decir, con el “sistema sexo-género” imperante; asímismo, intento indicar algunas de las formas en que este contraste quedó en evidencia en la conducta política de determinados actores sociales.5

EL PATRIARCADO “MARTINISTA” Y EL VOTO FEMENINO

Es suficientemente conocido el carácter represivo del régimen del general Maximiliano Hernández Martínez. Distintos autores han destacado este hecho, matizándolo a veces con la denominación de “patriarcal” o “benevolente”, según se aprecian con signo positivo algunas de sus manifestaciones. Inaugurado con la matanza del 32, sus 13 años de gobierno son una colección de muestras acendradas de autoritarismo del mejor cuño. El general Hernández Martínez no solo reprimió toda oposición política, consolidando el sistema de “partido oficial” al que imprimió ribetes fascistas, sino que se aseguró sucesivas reelecciones por la vía de reformas constitucionales ad hoc. También estableció un mecanismo de control férreo sobre la población, por medio de una legislación cuidadosamente diseñada para mantener la “seguridad” a toda costa. Todo esto se ha documentado por distintos autores, aunque sin duda hay ahí un campo considerable de indagación pendiente.
Al mismo tiempo, el régimen “martinista”6 es el inicio de muchos cambios estructurales asociados con la modernización del Estado. La interpretación más aceptada indica que tales cambios fueron producto de la acción de un sector “modernizante” dentro de la elite nacional, en especial de personas vinculadas con la burocracia del Estado. Se destaca aquí que una vez consolidada la “unidad nacional” contra el comunismo como efecto de la sublevación del 32, Martínez se encontró con una serie de propuestas para enfrentar, en primer lugar la crisis fiscal y la inestabilidad económica, y muy en segundo lugar la potencial amenaza de futuras protestas sociales. Sin duda, un hombre pragmático, ya había dado indicaciones en el pasado de una vocación “gerencial” que en los hechos se tradujo en una firme intervención estatal en la fijación de las reglas generales de la economía nacional.
Se requirió una buena dosis de energía y liderazgo para sacar adelante una Ley Moratoria que no resultaba del gusto de una buena parte de los grupos poderosos del capital. Tampoco fue fácil hacer realidad el viejo proyecto del Banco Hipotecario, ni mucho menos el del Banco Central. De menor envergadura, aunque sin dejar de ser significativas, fueron las medidas tomadas en el campo agrario, no tanto con el poco efectivo programa de Mejoramiento Social sino, significativamente, con el desarrollo cooperativista que culminaría con la creación de las Cajas de Ahorro y Préstamo.
Aunque poco destacada en la literatura, la reforma educativa, iniciada en este periodo, también refleja una actitud renovadora, claramente expresada en los planes de estudio a cargo de educadores capacitados en los más adelantados centros latinoamericanos de la época. Esta reforma, sin embargo, no fue suficientemente implementada y no tuvo mayor impacto, y son más conocidas las pintorescas propuestas del dictador para el texto de los programas de Moral, en donde se refleja una teosofía no del todo extraña a la época.7
Todas estas son manifestaciones de un espíritu de cambio que podríamos calificar de modernista, aunque dudaríamos de atribuir tal apelativo al general Martínez mismo. El hecho de que la dictadura fuera claramente retrógrada en el campo político no implica que la sociedad civil haya quedado completamente congelada a lo largo de esos 13 años. Muy por el contrario, existen claros indicios de que no solo se producían cambios en el nivel del Estado, sino que la sociedad se permeaba de concepciones y de prácticas que rompían con los patrones del pasado. Ahora bien, es cierto que el régimen nunca asumió la modernización como una ideología movilizadora, prefiriendo asentarse en la figura patriarcal del dictador “severo, sabio y honesto”, más dentro de los parámetros del clásico “caudillismo” latinoamericano.
Uno de los más interesantes indicios de cambios culturales en la sociedad civil fue la obtención del voto femenino en 1939. Este hecho prácticamente es ignorado por la literatura martinista, y mucho menos ha sido objeto de análisis o interpretaciones. Todas las referencias al voto femenino se concentran en la Constitución de 1950, que ciertamente tuvo la virtud de establecer el voto universal sin cortapisa alguna (en 1939 se concedió con algunas limitaciones relativas a la edad y la educación de las mujeres).
Pero se puede ir todavía más atrás de 1939 para encontrar varios importantes hitos en la lucha por el sufragio femenino. Uno de los más sorprendentes episodios de una historia que todavía hay que escribir por completo fue un intento, tan atrás como en 1930, de hacer efectivos los derechos políticos de la mujer.
La figura central de este evento fue doña Prudencia Ayala, conocida poetisa y apasionada centroamericanista, quien, en ocasión de las elecciones de 1930 (las que llevarían al poder, efímeramente, a don Arturo Araujo), no sólo exigió inscribirse como ciudadana y votar, sino que llevó incluso a pretender lanzar su candidatura a la Presidencia. Los periódicos de la época son testigos de la estupefacción con que esta demanda fue recibida por los integrantes de una sociedad claramente patriarcal. Este asombro se mezcló con el pánico de comprobar que la solicitud podría tener un efectivo asidero legal por el hecho de que la Constitución vigente, la de 1886, no se había cuidado de negar explícitamente los derechos políticos a la mujer.
Redactada en los más puros términos del liberalismo de fin de siglo, esa Constitución le concedía la ciudadanía sin discriminación a todos los salvadoreños “mayores de 18 años, los casados y los que hayan obtenido algún título literario, aunque no hubiesen llegado a esta edad”(Art.51). Por su lado, la Ley Electoral de la época tampoco hacía distinciones de ningún tipo, de modo que de hecho la interpretación estaba dependiendo del “sobreentendido” puramente cultural que las mujeres deberían estar excluidas del ejercicio de los derechos políticos.
El Alcalde capitalino, encargado de conocer el asunto en primera instancia, trasgrediendo el procedimiento indicado en la Ley Electoral, pasó a consulta el asunto al Consejo de Ministros, el cual declaró que la mujer no tenía derecho al voto. La mayoría de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, ante la cual había recurrido en Amparo doña Prudencia, antes que verse abocados a una interpretación sin asidero legal, optaron por denegar la demanda por razones puramente procesales, sin llegar en ningún momento a conocer el fondo de la demanda. La prensa de la época que hemos podido consultar, sin embargo, nos revela el inicio de una polémica que, sin duda, estaba ya presente, y que revela la existencia de criterios encontrados sobre el papel social y político de la mujer.8

Mucho antes de la demanda de doña Prudencia, las mujeres salvadoreñas estaban teniendo una muy activa presencia a través de los comités femeninos de diversos partidos políticos. Que estos comités distaban de ser elementos “decorativos” lo atestigua la célebre masacre de partidarias del Partido Constitucional del Dr. Miguel Tomás Molina en 1922. Debemos suponer, entonces, que para 1930 ya había una experiencia de participación que respaldaba una ampliación en el sentido de la demanda de marras.

Posiblemente fueron los extraordinarios sucesos del 32, con su secuela de “aplanamiento social”, los que, de alguna manera, afectaron lo que en otras circunstancias hubiera sido un movimiento femenino sufragista de mucha mayor visibilidad. Pero lo cierto es que para 1939 la reforma constitucional se ejecutó con bastante poca oposición. De hecho, hubo legisladores que apoyaban una absoluta igualdad entre hombres y mujeres para el ejercicio del sufragio. Incluso hubo opiniones que expresamente reconocían que la actividad femenina en la política ya era un hecho consagrado desde hacía tiempo.

Sin embargo, es de observar que en ningún momento se discutió si el derecho al voto femenino existía ya en la antigua Constitución. Antes bien, la reforma de 1939 se presentó como una absoluta novedad, lo que echó al olvido la posible inconstitucionalidad de la negación del voto femenino en 1930. Por otro lado, la fijación de limitaciones tan artificiales son otra muestra de las ambigüedades de un sistema político que encontraba difícil asumir con propiedad un espíritu modernista.
Ausentes de un estudio más a fondo sobre el particular, nos queda especular que la reforma se dio en la circunstancia de una posible reelección de Martínez (sería la 2da.) con la perspectiva de contar con los votos femeninos. También puede suponerse, aunque pendiente de comprobación, que hubo presiones provenientes de grupos organizados, que hicieron posible el cambio. Pero lo indudable es que la sociedad política mostraba estar preparada para una apertura de corte modernizante que, en los demás países centroamericanos, tendría que esperar todavía varios años para darse.

LA REVOLUCION DEL 48 Y LA ORGANIZACION DE LAS MUJERES

La ya estimable literatura sobre el periodo “prudista” coincide en ver la revolución de diciembre de 1948 como el inicio de un periodo de modernización que no tenía precedentes en el país. Aunque la amplitud y profundidad de esas reformas ha sido materia de mucha discusión, y más de algún analista rechaza el apelativo de “revolución” para este proceso, lo que parece evidente es que los conductores del mismo realizaron una fuerte ofensiva para mostrar su proyecto como algo radicalmente distinto del pasado.

Por primera vez se iba a centrar toda la política económica en una idea del desarrollo, cuyo principal gestor sería un Estado remodelado, y su beneficiario principal un sector “modernizante” del capital salvadoreño. Usando la terminología gramsciana, he sostenido que se trataba de un proyecto hegemónico, con la pretensión de constituir un nuevo “bloque histórico” de dominación.
Este proyecto, en el discurso, pretendió articular, en un complejo simbólico, elementos ideológicos provenientes de distintas tradiciones: el liberalismo en su vertiente radical/reformista, dentro del cual se enfatizaba sus contenidos “social” y “constitucionalista”, se encontraba ahora unido a un nuevo tipo de militarismo “reformista” y a un modelo de democracia “social” basada en la “armonía entre el capital y el trabajo, que son fuentes de la prosperidad salvadoreña”9. De lo que se trataba era de redefinir la idea de la Nación y de las identidades cívicas adoptando como eje el proyecto modernizador.

Distintos estudios también han revelado las limitaciones de este proyecto, y su paulatina declinación en distintas áreas. No fue cierto que el capitalismo “modernizante” salvadoreño pudiera cortar su cordón umbilical con la oligarquía agroexportadora y financiera. De hecho, nunca lo quiso, ni hubo nunca razones suficientemente fuertes para que en este periodo se produjera nada cercano a un enfrentamiento entre fracciones burguesas. Por otro lado, el militarismo desde muy temprano se consolidó en gran medida gracias al presidente Osorio (1950-1956), diestro en los juegos de poder dentro de una institución que siempre estuvo bajo su control pero a la que nunca intentó encauzar por un sendero democrático.
Su sucesor, Lemus (1956-1960), pese a que en algunos aspectos era portador de un discurso más civilista, era igualmente un ferviente creyente en la doctrina del ejército “brazo armado del pueblo”, tutelar de las conquistas “revolucionarias”. A su debido tiempo, ese brazo se volvió en su contra (fue depuesto por un golpe de Estado en octubre de 1960), y el militarismo siguió siendo una constante del escenario político del país.

Finalmente, el sistema político propiamente dicho también empezó a deteriorarse ante la imposición de un modelo de “partido oficial” (el PRUD) que fue haciendo cada vez más imposible una oposición significativa. Si durante Martínez había algo que definimos como “paternalismo redentorista”, ahora tendríamos un “paternalismo institucional”, con una burocracia estatal que no cedería su puesto a nadie. La represión, iniciada ya desde 1952 contra la izquierda en todos sus matices, al final del “prudismo” estaba tocando a todo el que se atreviese a levantar la voz en disidencia con el gobierno.

Todo lo anterior no debe conducir a desconocer, en forma alguna, la importancia que reviste el periodo en mención, como lo están reconociendo los más recientes estudios. Desde la Constitución del 50, que logró una síntesis de la propuesta modernizadora, y cuyos principios han orientado la acción del Estado hasta nuestros días, pasando por la legislación y las instituciones y directrices políticas que se derivaron de la misma, y la notable vitalidad que adquirió la actividad política en los primeros años del “prudismo”, hasta el contexto regional que se fue redefiniendo por el inicio de la Guerra Fría, la caída del proyecto revolucionario guatemalteco y las primeras propuestas de integración del istmo, el periodo tiene mucho de interés para el investigador. Es en este último terreno que quisiera hacer algunas observaciones producto de mi investigación en curso.
Uno de los aspectos más notables del dinamismo político que observamos en el periodo de 1948 a 1959, sobre todo en los primeros años, es el intento de conformar un movimiento social de apoyo al proyecto gubernamental, incorporando en el mismo a muy diversos sectores sociales. Ese intento tuvo mucho del “populismo” tan en boga en Latinoamérica desde hacía ya algunos años, persistiendo junto con el modelo de partido “oficial” a lo largo de las dos décadas siguientes. Una vez formado el PRUD para las elecciones de 1950, en su interior se constituyeron sectores como el “PRUD obrero”, el “PRUD intelectual” y el “PRUD femenino”. Dentro de este último participaron mujeres que tenían una considerable tradición de lucha en las causas feministas, así como muchas otras que encontraron en él un espacio de participación política original.

Ya desde la caída de Martínez, en 1944, se había visto una notable presencia organizada de mujeres. En esa oportunidad, apareció por ejemplo el Frente Democrático Femenino, cuya publicación Mujer Demócrata, dirigido por Matilde Elena López pretendió incorporar mujeres de distintos estratos sociales en apoyo a las reformas democráticas, incluyendo el voto femenino sin restricciones.

Para 1945 había aparecido la Tribuna Feminista como órgano de la Asociación de Mujeres Democráticas de El Salvador, bajo la dirección de Rosa Amelia Guzmán y Ana Rosa Ochoa. Silenciadas como el resto de la prensa contestataria, durante los periodos de Osmín Aguirre y Castañeda Castro (1944-48), con la Revolución del 48 estos movimientos femeninos adquirieron un nuevo dinamismo. Apareció el periódico El Heraldo Femenino como órgano de la Liga Femenina Salvadoreña, bajo la dirección de Ana Rosa Ochoa, con una línea más definidamente feminista.10
Distintas intelectuales participaron activamente en las discusiones previas a la aprobación de la Constitución de 1950, y se empezó a ver mujeres elegidas para cargos públicos, como la primera alcaldesa salvadoreña doña Rosario Lara vda. de Echeverría, por Berlín, Usulután. El periódico más afín al gobierno, Tribuna Libre, daba frecuente cabida a las opiniones feministas, intentando incluso crear una sección permanente (Tribuna Feminista) para ello. En 1951, el Gobierno patrocinó con entusiasmo un seminario del Consejo Internacional de Mujeres CIM, el cual fue atendido y promocionado por algunos de los más altos exponentes del régimen. Existía, pues, una fuerte tendencia profeminista dentro del “prudismo” de la primera época, que se manifestaba en el discurso oficial como una nueva dimensión de la nacionalidad, ahora más plenamente democrática.

La recepción de todo esto en el interior de la cultura nacional fue muy diversa. Por un lado, la tradicionalmente conservadora Iglesia Católica, en cuyo interior ya existían serias diferencias con respecto al proyecto gubernamental modernizante, optó por una actitud cautelosa ante los avances cívicos de la mujer, previniendo sobre los desórdenes que estos podían tener sobre la sagrada institución de la familia. La posición fuertemente anticlerical de algunas connotadas feministas (sobre todo de la Liga) agudizó esta situación, aunque la Iglesia más bien procuró encauzar paulatinamente su acción moralizadora por la vía del desarrollo de las entidades de Acción Católica, y similares. Los medios de prensa, en general, tendieron a reproducir la misma actitud, con la excepción de aquellos directamente vinculados con el oficialismo, donde la situación resultaba más compleja, como se expone en lo que sigue.

LOS DISCURSOS DE “JUAN PUEBLO” Y EL AVANCE DE “SU JUANA”

Entre el periodismo político de la época destaca el ya mencionado Tribuna Libre, en el que a lo largo de los primeros años del “prudismo” resalta un invariable apoyo al movimiento feminista. Así se expresaban sus principales redactores, en particular su director Quino Caso (Joaquín Castro Canizales), con argumentos que reflejaban por entero el espíritu modernizador y democratizante, que caracterizaba esta primera etapa. Esta línea “oficial” adquiría diversos tonos en los comentarios de los colaboradores, particularmente en la sección de caricaturas políticas, dentro de la que ocupa un lugar predominante “Juan Pueblo”.11
Este personaje se representaba como un hombre de extracción evidentemente popular, vestido con poco más que harapos, y con facciones marcadamente indígenas (“trompudo”, como se dice en el país).12 Se trataba, por otra parte, indudablemente de un habitante del medio urbano, y su comentario, siempre escrito en verso ágil, chispeante y salpicado de salvadoreñismos, se refería a los sucesos de la vida cotidiana a los que casi invariablemente matizaba con contenidos claramente políticos. Luego de aparecer por un periodo en La Tribuna, desapareció de la misma al ser controlado dicho medio por los intereses castañedistas en 1948, volviendo a aparecer en las páginas de la recientemente rebautizada Tribuna Libre en marzo del 49, para mantenerse por varios años, aunque con esporádicas suspensiones, fruto, al parecer, de discrepancias con la dirección del periódico.
Seguir la pista del personaje de marras es sumamente significativo. Aunque lógicamente expresaba los puntos de vista de su autor, así como la línea política que (dentro de espectro más general de los “partidarios de la revolución”) el periódico se iba desarrollando conforme se sucedían los acontecimientos, también, como todo medio de comunicación masiva, reflejaba el ambiente más general en el que se desenvolvía y con el que necesariamente guardaba un relación de reciprocidad.
Es particularmente interesante el contraste entre la figura astrosa con su léxico vulgar, y la actualidad, pertinencia e ingeniosidad del mensaje. Estas características, típicas de figuras (como el “Cantinflas” mexicano) que acompañan procesos de aguda transformación social, son muy efectivas en establecer la conexión entre un pasado que todavía está presente, y un proyecto apenas en gestación.13 En muchas ocasiones, se trata incluso de un pasado puramente mítico, precisamente construido para legitimizar relaciones sociales.14 Así, no era de extrañar que “Juan Pueblo” se trasmutara a veces en “Juan Soldado” para articular de manera elocuente uno de los componentes centrales del discurso de los revolucionarios del 48. En sus distintas apariciones, este “otro Juan” pretendía representar todas aquellas cualidades democráticas que supuestamente habían siempre existido dentro del Ejército, aunque reprimidas por acción de los “malos salvadoreños” que habrían torcido su auténtica misión.15

En el contexto del apoyo “oficial” a la creciente participación política femenina, resulta interesante percibir las cambiantes actitudes que refleja “Juan Pueblo”, resultado sin duda de las tensiones que operan a nivel individual de su autor u autores, pero también de la cultura machista en la que se desenvuelve, y con la que no puede, aun queriéndolo, entrar en directa confrontación. Por el contrario, como en el ejemplo “cantinflesco”, las distintas situaciones son negociadas con frecuentes salidas cómicas llenas de picarescas complicidades. De tal suerte, se logra una “resolución” discursiva indirecta y tal vez incluso provisional, evadiendo niveles de racionalidad formal de conflictos que, para la mayoría del público, todavía resultan demasiado complejos como para ser fijados con categorías definitivas.16

Así, ya desde las primeras menciones a la mujer se hace la distinción de Juan y “su” Juana (personaje que por cierto alguna vez tuvo existencia independiente en La Tribuna Feminista de 1945, como “La mujer de Juan”), de igual extracción que él, aunque sistemáticamente privada de la palabra. En muchas ocasiones la referencia sexual es bastante explícita, usada como recurso jocoso y para dotar al personaje, portador de un mensaje objetivamente “serio”, de la complicidad subrepticia de un/a lector/a que, a fin de cuentas, no se desea alienar.
A lo largo de los años del 49 al 52, Tribuna Libre publicó una buena cantidad de caricaturas de “Juan Pueblo” referentes a la participación política femenina. Ellas incluyen específicas menciones a las actividades de la Liga Femenina, al voto de la mujer, a la elección de las primeras alcaldesas, etc. En otras oportunidades, se trata de comentarios en los que se deslizan aspectos del “sentido común” referente a los “roles” sexuales, o sea, aspectos del género como construcción cultural.

En todos los casos, sin excepción, los avances femeninos son vistos como algo que tiene que “filtrarse” por vía del recurso retórico de la “trivialización”, forma de “naturalizar” lo que de otro modo puede resultar chocante a los ojos no acostumbrados a “esas cosas”. De esa forma, resulta menos problemática la inclusión de los mensajes feministas dentro del discurso “revolucionario”. Por supuesto, esto puede resultar en una neutralización o dilución de un discurso propiamente feminista, envuelto en complicidades que no son suyas, sino producto de la acción del comentarista, verdadero artesano del mensaje.17

Durante el año 1950, cuando los “prudistas” aparecían como abanderados del voto femenino en la nueva Constitución y procuraban la integración de tipo corporativo de un movimiento masivo de mujeres, aparece la siguiente caricatura:
3514 Junio: JP(lustrabotas mirando las piernas de una mujer):“Que lindas son las mujeres!/ Piden en tonos arrechos/igualdad en los derechos./Pero…que hay con los deberes?/A mí siempre me fascina/el fondo de la cuestión/Qué buena es la Exposición/de la Liga Femenina!”
El grabado ya había aparecido antes, el 10 de mayo de 1949, nada menos que el “Día de la Madre”, acompañando los siguientes versos:
“Día de la Madre.Día/ de inenarrable ventura/…/ Y ante esta niña bonita/ la tentación he sentido / de susurrarle al oído: Mamacita…Mamacita…”
Juan Pueblo despide al año 1951 con un dibujo en el que aparece al pie un árbol de Navidad, acompañado de “su Juana”, con los siguientes versos:
“Muy felices Navidades/ oh, mis lectores queridos/ que en doce meses seguidos/ buscáis mis barbaridades/…/Bajo el Arbol, en la casa/ hoy es feliz cada cual/ comiéndose su tamal/ y echando tragos sin tasa./ Y entre tanto cuete y pito/ con mi Juana, en el mesón/ nuestra mayor ilusión/ se concentra en el palito”(!)
Nuevamente, el 2 de marzo de 1952, cuando se comentaba que en Honduras no se había aprobado el voto femenino, aparece una caricatura con los siguientes versos:
“Hoy el voto femenino/ aquí no es cosa rara/ y lamento que el vecino/ de Honduras no lo aprobara./ Luchando a brazo partido/ yo tal voto defendí/ pues por ser bien parecido/ muchas votarán por mí…”
Ilustrativas del la jocosa complicidad de Juan con la cultura dominante, son dos caricaturas que comentan sucesos de la vida cotidiana. El 11 de septiembre de 1951 aparece una con los siguientes versos:
“La medida de imponer/ el uso del pantalón/ a las hembras, es cuestión/ de risa hasta no poder./ Este divertido asunto/ quien podría tomarlo en serio?/ Cualquier gente de criterio/ no le halla coma ni punto./ Medida tan divertida/ me lleva a esta conclusión:/ que a ellas el pantalón/ no les queda a la medida”
Y el 1 o. de enero de 1952, cuando el gobierno adquirió una embarcación moderna, Juan Pueblo comenta: “Nunca he sido marinero/ pero el taco me daré/ en un barco pinturero/ que con mi plata merqué./ Con solo hacer un ademán/ sabrá Juana lo que quiero:/ donde manda capitán/ ya no manda marinero…”(!)

Pero Juan a veces tenía que ponerse más serio, aunque sin faltar nunca la insinuación sexual. Cuando a principios de Enero de 1951, las mujeres, con el respaldo de la CIM, propugnaban una serie de reformas legales a su favor, aparece la siguiente caricatura, el 11 de enero:
(JP sonriente): “Esta nueva petición/ referente a los derechos/ de la mujer tomo a pechos/ porque la encuentro en razón./ Que las leyes secundarias/ tengan debidas reformas/ ajustándose a las normas/ de la Constitucionaria./ No es menester mas escritos/ el buen juicio lo aconseja/ pues como anda la cangreja/ caminan los cangrejitos”
Pocos meses después, el 26 de octubre, aparece una caricatura con motivo del viaje de una delegación de mujeres a un congreso feminista en México, con los siguientes versos:
“Ya están aquí de regreso/ las ilustres delegadas/ que asistieron a un congreso/ femenil, muy bien llegadas!/ Mas con pena considero/ que como allá fue mi esposa/ en esa ausencia gloriosa/ yo presumí de soltero/ Y me encontré una cipota/ de tan precioso palmito/ que al solo verla un ratito/ hasta un santo se alborota./ Y hoy que mi esposa está aquí/ otra vez me pongo serio/ si descubre el gatuperio/ entonces…pobre de mi!./ ¿Porqué vino tan de va?/ Con un triunfo tan lucido/ lo mejor hubiera sido/ que se quedaran allá!
Finalmente, cuando aparecen las postulaciones femeninas para las elecciones de alcaldes de 1952, el 29 de Mayo aparece el siguiente Juan Pueblo:
(JP ante una montaña de platos y ollas): “Pero que noticia es esa? Mi Juana que nunca habló/ más de lo que dije yo/ resultándome Alcaldesa…/ Pobre de mi! Alcaldero/ hablando de la “igualda”/ “ora” mismo se me dá/ que yo lavaré el-caldero….!

***

Ya para finales de 1954 no se percibe más el dinamismo del movimiento feminista dentro del PRUD. Para entonces, también Tribuna Libre había cambiado mucho su línea, que de ser un “ala izquierda de la revolución” se había ido convirtiendo cada vez más en un típico portavoz de la burocracia gubernamental. Desde enero de 1953, el director no era ya Quino Caso, y, luego de muchas suspensiones, a mediados de 1954 “Juan Pueblo” dejó de publicarse. Varios años después, dentro del entusiasmo integracionista que acompañó al régimen de Lemus, apareció un nuevo personaje con el nombre de “Juan Salvadoreño”. Pero ahora la caricatura representaba a un hombre joven, con ropas limpias y un mensaje: “Compre, Consuma y Use. Lo que El Salvador Produce”.
CONCLUSIÓN

En este trabajo hemos presentado dos casos que ilustran la forma cómo el sistema sexo-género en el interior de la cultura política dominante se manifiesta en determinados acontecimientos de la historia salvadoreña. Estos acontecimientos se refieren a dos aspectos de la constitución de la identidad política de más de la mitad de la población: las mujeres, y son parte del reciclaje cultural que implica la modernización de la noción de Nación, ya claramente perceptible desde los años 30.
En un primer caso hemos ilustrado cómo la cultura imperante había configurado un “sentido común” respecto de la participación política femenina, y cómo esta ideología actuó para impedir el progreso de una demanda que estaba sólidamente fundada en los preceptos de la Constitución de 1886. En un segundo caso hemos visto cómo la participación política femenina, ya organizada desde mediados de los años 40, confrontó a la cultura machista dominante expresada en un medio de comunicación que en otros aspectos siempre le brindó un importante apoyo, interesado en incorporar a las mujeres dentro del modelo democratizante que inicialmente impulsaba.
En ambos casos podemos observar la forma en que la construcción social del género, es decir, la distribución de los “roles” sociales adscritos a los distintos sexos, se vio sometida a grandes tensiones dentro del ámbito de proyectos modernizadores que, entre otras cosas, se proponían representar la idea de la Nación como una comunidad democrática.
Como toda construcción de género, esta no es neutral, sino que implica necesariamente una forma específica de relaciones jerárquicas, de poder, en negociación constante. Un estudio más detallado de los casos debería ilustrar mejor los distintos aspectos de esta dialéctica de poder, en las que encontraríamos, entrelazados con el sistema de diferencias y jerarquías propio del género, otros sistemas de discriminación y subordinación como los originados por la clase social o la etnicidad.
Estos sistemas de poder, lo mismo que las diversas tensiones y contradicciones democráticas que, inevitablemente surgen en su interior como producto de la dinámica social y de los actores sociales configurados por la misma, resultan un interesante campo de investigación para la historia social. Por esta dirección intento orientar mis futuros trabajos.
Notes
1 Por el Partido Revolucionario de Unificación Democrática PRUD, que funcionó como “partido oficial” durante ese periodo.
2 Dentro de las excepciones quiero destacar el reciente libro de Roberto Turcios, Autoritarismo y Modernización. El Salvador 1950-1960 (San Salvador: Ediciones Tendencias, 1993), que nos proporciona buenas descripciones e interpretaciones de los acontecimientos más destacados a lo largo de dicho periodo. Mi antiguo trabajo fue publicado, junto con sendos ensayos de Rafael Guido Béjar y Rafael Menjívar, en El Salvador: una historia sin lecciones San José: EDUCA, 1988.
3 La clásica noción de Cultura Política como “el sistema político Interiorizado en los conocimientos, sentimientos y valoraciones de la población” (Almond y Verba The Civic Culture 1963) ha dado lugar a profusas investigaciones de carácter empírico, muchas de las cuales no se distinguen mucho de las encuestas de opinión pública. Dado el carácter estático de este enfoque, y el hecho de que los diversos autores circunscriben el “sistema político” a las instituciones de gobierno y a los partidos políticos, existen dificultades para percibir fenómenos de poder a nivel de la vida cotidiana, que como ha mostrado Foucault (“El sujeto y el poder”) en muchas oportunidades configuran modelos de autoridad de directa incidencia en el campo “propiamente” político. Como diversos autores admiten, esto es una seria limitante sobre todo cuando observamos procesos de cambio cultural. En mi modelo de análisis presto atención a las configuraciones de clase social, género y etnia como ejes articulatorios de sentido. En sí mismos y sobre todo en sus interrelaciones, ellos a menudo revelan aspectos sustantivos de la dinámica del poder social que un enfoque meramente político-institucional no recuperaría, (cf. Joan Wallach Scott Gender and the Politics of Hlstory New York: Columbia University Press, 1988.
4 Uso el concepto de ideología dentro de la tradición de la sociología del conflicto, como un “mecanismo de movilización de sentido, destinado a establecer y mantener relaciones de dominación” (cf. John B. Thompson Ideology and Modern Culture).
5 Dentro de la literatura teórica sobre este asunto, destaca en Centroamérica el libro de Ana Sojo Mujer y Política. Ensayo sobre el feminismo y el sujeto popular San José: DEI, 1985.
6 Según una costumbre consagrada, a este personaje nunca se le identifica con su primer apellido, sino como “el General Martínez”.
7 La descripción aparece en el ensayo de David Luna “Análisis de una dictadura fascista latinoamericana” en La Universidad No.5, San Salvador, septiembre-octubre de 1969.
8 Sobre Dña. Prudencia se han tejido un cierto número de historias que ameritan una comprobación más detallada. Según recoge la Dra. Matilde Elena López (“El papel de la mujer en nuestro país” en Identidad Año 1, No.1 San Salvador, Mayo-Junio de 1992), era conocida como la “dama del misterio’” y la “Sibila”. Dice que nació en Santa Ana en 1901 (aunque eso no parece coherente con su afirmación de que también peleó contra los Ezeta a fines del siglo pasado). También se la ubica en diversos alzamientos populares, algunos sumamente violentos como el del 25 de febrero de 1921, en protesta por la desmonetización de la plata. Según relata la misma Dña. Prudencia en su antología Payaso literario en combate (Santa Ana, 1928), por sus actividades unionistas estuvo detenida en 1919 por varios días en Guatemala, por orden del dictador Estrada Cabrera.

9 Consejo de Gobierno Revolucionario Justicia Social en El Salvador, San Salvador: Imprenta Nacional, 1948.
10 Esta distinción entre organizaciones de mujeres con un marcado mensaje “de mujeres y para mujeres”, como la Liga, y otras en que el énfasis era la incorporación femenina en luchas más amplias, me fue proporcionado en entrevista con la Dra. Matilde Elena López (12 de Noviembre de 1993) La distinción es suficientemente significativa como para ameritar un análisis más a fondo, que espero realizar en el futuro.
11 No conozco todavía el origen preciso de este personaje, pero he encontrado rastros del mismo en el periodo inmediato posterior a la caída de Martínez. Hay evidencia sostenida de que su autor fue el conocido intelectual Pedro Geoffroy Rivas, nacido en 1907 y quien en su juventud militara en el Partido Comunista. Director de la combativa Tribuna desde la caída de Martínez, salió exilado hacia Guatemala como consecuencia de la represión desatada por Osmín Aguirre.
12 La caricatura está firmada por “T. Pineda Coto”, (la “T” es por Tomás) quien es reconocido como el dibujante original. Sin embargo, parece que en esto intervinieron algunos otros, como el periodista Manuel Aguilar Chávez.
13 Cf. Carlos Monsiváis, “Notas sobre cultura popular en México” Latin American Perspectives Issue 16, Winter 1978 Vol V, Number 1.
14 Cf. Benedict Anderson Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nacionalism. London: Verso, 1991 (1983) y Eric Hobsbawm and Terence Ranger (Eds.) The Invention of Tradition Cambridge: Cambridge University Press, 1986 (1983).
15 Uno de los “eslóganes” favoritos del periodo fue el de “Ejército: brazo armado del pueblo”. Más antiguo es el mito de la “Juventud Militar”, que vendría desde 1931 rebelándose contra los malos gobiernos, sólo para verse una y otra vez traicionada por la “reacción”. Todas estas figuras retóricas han sido parte del léxico común de diversos sectores de las Fuerzas Armadas salvadoreñas hasta fecha muy reciente, (cf. Cor. Mariano Castro Morán Función política del ejército salvadoreño en el presente siglo Ed: UCA, 1984).
16 Lo cual no quiere decir, por supuesto, que no se produzca un efecto específico a nivel discursivo. Soy de la opinión que este efecto, en los mensajes analizados, tiene que ver con la traducción dinámica, a nivel de lo cotidiano, de los fenómenos sociales que interesa integrar dentro del proyecto modernizante.
17 Como destacan los estudios neo-gramascianos, estos fenómenos de “desarticulación” y “rearticulación” ideológica son típicos de los procesos de construcción hegemónica. Pero debe advertirse que rearticulación significa reconocimiento y negociación de intereses, no mera dilución de éstos dentro de generalidades abstractas. Cf. Chantall Mouffe “Hegemonía, Política e Ideología”, en Julio Labastida (Coord.) Hegemonía y alternativas políticas en América Latina México: Siglo xxi.

Forman en San Salvador Red Centroamericana y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador

Forman en San Salvador Red Centroamericana y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador

SAN SALVADOR, 21 de septiembre de 2018 (SIEP) “Con mucha alegría y entusiasmo anunciamos ante el mundo la creación de la Red Centroamericana y del Caribe de Pensamiento Decolonizador…”indicó el académico de la Universidad de El Salvador, Guillermo Campos, uno de los organizadores del recién concluido Primer Foro Centroamericano y del Caribe de Pensamiento Decolonizador.

Por su parte, Roberto Pineda, de la Iglesia Luterana Popular, ILPES participante de esta nueva red académica y popular, señaló que “hacemos un llamado a personas interesadas, mujeres y hombres, de la academia, de los pueblos originarios o de los movimientos populares, a integrarse a este esfuerzo académico por la emancipación epistémica de nuestros pueblos y naciones.”

Como parte concluyente del foro se dio a conocer una Declaración en la que saluda “los avances en la teoría y en la práctica que hacen posible fortalecer la emancipación y la soberanía frente al actual orden hegemónico.”

Agrega que la creación de la Red “abre el propósito de mantener un contacto permanente y productivo para la coordinación de actividades conjuntas, y la articulación de investigaciones orientadas a enriquecer nuestros acervos culturales, nuestros lazos solidarios y nuestra capacidad de pensamiento y movilización.”

Entre los firmantes de la Declaración se encuentran Alberto Pérez Lara y Santiago Feliú por Cuba; Jorge Dimitrov Escalante y Tamara Pérez por Nicaragua, Xiomara Cacho por Honduras; Luis Mora por Costa Rica; Margot Pérez, Roberto Pérez, Guillermo Campos, Vicente Cuchillas, Leonel Zelaya, Oscar Ponce, Roberto Pineda, Hugo Figueroa, y Rafael Paz Narváez , por El Salvador.

PRIMER FORO CENTROAMERICANO Y DEL CARIBE SOBRE PENSAMIENTO DECOLONIZADOR PRONUNCIAMIENTO

PRIMER FORO CENTROAMERICANO Y DEL CARIBE SOBRE PENSAMIENTO DECOLONIZADOR
PRONUNCIAMIENTO

Ante los pueblos, las naciones y los estados de la región, y ante toda la humanidad, las personas que nos hemos reunido en el Primer Foro Centroamericano y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador realizado en la Universidad de El Salvador, del 19 al 21 de septiembre de 2018 DECLARAMOS:
1. Nuestra solidaridad con este evento, que marca un relevante encuentro de personas, organizaciones e instituciones interesadas en compartir y divulgar los esfuerzos y reflexiones sobre la situación que en la actualidad viven nuestros pueblos en el Caribe y Centroamérica, y sobre los avances en la teoría y en la práctica que hacen posible fortalecer la emancipación y la soberanía frente al actual orden mundial hegemónico, que está marcado por una crisis civilizatoria, lo que lleva al conjunto de la vida en el planeta, incluyendo a la humanidad, hacia una situación de colapso. Sabemos que espacios de encuentro, reflexión y propuesta son imprescindibles.
2. Proponemos y anunciamos la creación de la Red Centroamericana y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador, que abre el propósito de mantener un contacto permanente y productivo para la coordinación de actividades conjuntas y la articulación de investigaciones orientadas a enriquecer nuestros acervos culturales, nuestros lazos culturales y nuestra capacidad de pensamiento y movilización en el mundo contemporáneo. La Red se constituye como un espacio de encuentro real y virtual, que a partir de este día, está orientada a fortalecer nuestra emancipación.
3. Adquirimos el compromiso de realizar un Segundo Foro Centroamericano y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador a más tardar en un año, que dará continuidad a los esfuerzos por fortalecer el trabajo de reflexión, investigación, divulgación y propuesta activa que en estos días hemos concertado.
4. Saludamos a todos los pueblos y naciones de Nuestra América, y declaramos nuestra solidaridad con todas aquellas que actualmente están siendo acosadas por las fuerzas hegemónicas mundiales, instando a la búsqueda de soluciones mediante el dialogo, la conciliación y el respeto a la soberanía popular.
5. Denunciamos y rechazamos la injerencia del imperialismo estadounidense en los asuntos internos de los países de Centroamérica y del Caribe (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Cuba y Venezuela) ya que eso es un atentado en contra de la soberanía e independencia de nuestros países. Rechazamos cualquier intento de golpe de estado como salida política al conflicto en Nicaragua.
6. Expresamos nuestra solidaridad militante con la lucha del pueblo de Palestina en contra de la agresión que están siendo víctimas por parte del gobierno colonial de Israel.
Dado en San Salvador, Ciudad Universitaria “Dr. Fabio Castillo Figueroa” el 21 de septiembre de 2018

Realizan en UES Primer Foro Centroamericano y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador

Realizan en UES Primer Foro Centroamericano y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador

SAN SALVADOR, 19 de septiembre de 2018 (SIEP) “Decolonizar nuestro pensamiento es uno de los grandes desafíos del presente…” indicó el Maestro Guillermo Campos, jefe del departamento de Filosofía de la Universidad de El Salvador y uno de los organizadores del Primer Foro Centroamericano y del Caribe sobre Pensamiento Decolonizador.

La actividad inicio por la mañana con el tema Epistemologías del Sur moderado por el Maestro Hugo Figueroa y que contó con la participación del cubano Alberto Pérez, con el tema Una mirada la epistemología del sur, comprometida con la emancipación múltiple del pueblo; del salvadoreño Roberto Pineda que habló sobre ¿Cómo pensar desde el sur? La construcción de nuevas epistemologías y del costarricense Luis Mora, que disertó sobre La descolonización de las humanidades.

En su intervención, el cubano Pérez planteo que debe existir claridad que el poder imperial “aplica para nuestra América Latina un sistema de dominación múltiple. No hay una sola forma de dominación, sino una multiplicidad de estas…”

Por su parte, el salvadoreño Pineda enfatizó que “debemos reconocer que hemos mimetizado el pensamiento del norte, sabemos cómo pensar desde el norte, hemos sido desde niños socializados a pensar desde el norte. Y no hablo del norte geográfico sino desde el norte histórico, epistémico, de relaciones de poder…”

Finalmente, el costarricense Mora argumentó que “la relación entre humanismo y colonialidad debe ser vista a través de una serie de acercamientos críticos que tengan en cuenta la realidad material de su propio desarrollo…”

Il tumulto dei Ciompi

Il tumulto dei Ciompi
by Italia.Medievale • 12 dicembre 2006 • Commenti disabilitati su Il tumulto dei Ciompi

di Ornella Mariani.

La stagione medievale compresa fra il 1289 ed il 1381 fu impegnata da una serie di rivendicazioni: un filo rosso segnò tutta l’Europa, legando le rivolte urbane della Fiandra alla ribellione rurale della Jacquerie francese di Jacques Bonhomme; l’insurrezione inglese di Tyler e Ball alla lotta dei Ciompi, non di rado saldando esigenze sociali ad interessi religiosi, come evidenzia la scheda di sintesi degli eventi:

1289: tumulto dei Follatori a Bologna;
1296/1306: tensioni nelle Fiandre di Douai;
1311/ 1313: ondata di scioperi in vari centri inglesi;
1320: protesta dei Pastorelli francesi;
1323/ 1328: sommosse contadine e urbane ancora in Fiandra;
1337: ostinate astensioni dal lavoro a Gand;
1340: disordini dei contadini in Danimarca;
1344: torbidi dei tessitori nella polacca Poznan;
1345: scontri a Firenze, per l’arresto di Ciuto Brandini, ideatore di una fratellanza tra cardatori e operai non aderenti alle Arti;
1345: ulteriori insurrezioni a Gand;
1346/1354: ribellioni antisemite accese dal contagio di peste in vaste aree fraco/tedesche;
1358: esplosione della Jacquerie nelle campagne francesi e sollevazione di Étienne Marcel a Parigi;
1363/ 1384: fermenti dei tuchins in Linguadoca e Piemonte;
1375/ 1395: proteste in Polonia contro il divieto di associazionismo dei lavoratori salariati;
1377: agitazioni in Boemia.
1378: moti a Puy e a Nimes;
1378: manifestazione dei Ciompi a Firenze;
1379/ 1381: incidenti a Gand,a Bruges e a Lubecca;
1381: marcia dei contadini su Londra ed assassinio del Primate di Canterbury.

Fra le circostanze elencate, ai fini della evoluzione del costume e dell’economia in Italia, quelle di Firenze furono certamente dotate di rilevante spessore.

A quel tempo, la gerarchia politico/sociale era costituita da un Popolo grasso, ovvero le ricche Arti Maggiori; un Popolo minuto, ovvero le borghesi Arti Minori; un Popolo magro, ovvero proletariato bracciantile, operai e commercianti minori collassati dalla crisi economica causata dalla Peste nera, nella seconda metà del ‘300.

I Ciompi, il cui nome derivava dalla corruzione del termine francese compère, erano lavoratori salariati della lana; appartenevano ad uno dei gradini più bassi della scala sociale; avevano come luogo di ritrovo la chiesa di santa Maria dei Battilani in Via delle Ruote; erano privi di rappresentanza nel sistema corporativo delle Arti e dei Mestieri e, pertanto, non godevano di alcuna attenzione politica e venivano pagati in quantità appena utile alla sopravvivenza, con una sottodivisione del fiorino.

La svalutazione del rame, col quale la moneta era coniata, fu all’origine della loro sommossa: nel 1378 essi accamparono il diritto di associazione e di presenza comunale, ponendosi fra i primi esempi di reazione economico/politica del Medio Evo.

La vicenda

Cominciò con le violente lotte fra la fazione aristocratico/borghese del Magistrato guelfo Pietro degli Albizzi, di Lapo di Castiglionchio e di Carlo Strozzi e la consorteria piccolo/borghese dei Ricci, degli Alberti, dei Medici, di Giorgio Scali e di Tommaso Strozzi colpiti nel 1372 dall’Ammonire: la legge, emanata nel 1347 ma inasprita nel 1358, condannava i ghibellini all’interdizione sine die dalle cariche pubbliche, accentuando l’ arroganza dei Capitani guelfi ed instaurando una odiosa politica della sopraffazione.

I primi sintomi di rinnovato malessere si manifestarono il 18 giugno del 1378 quando d’intesa con Alberti, Strozzi e Scali, il Gonfaloniere di Giustizia Silvestro dei Medici convocò il Collegio delle Compagnie e il Consiglio del Popolo proponendo una la rimessa in vigore per un anno degli ordinamenti giudiziari contro i Grandi; la diminuzione dell’autorità dei Capitani ed il reintegro degli Ammoniti nei loro uffici. Ma, a fronte dell’opposizione alle richieste, espressa la impossibilità a provvedere al pubblico benessere per l’ostracismo della Signoria, egli si dimise dall’incarico.

Le sue dichiarazioni, tuttavia, allarmarono il Consiglio del Popolo fino a rendere necessaria la presenza dei Priori che, lungi dal placare la concitazione, la accesero minacciando di morte i sostenitori degli Albizzi mentre Benedetto Alberti dalla finestra eccitava la gente al grido di Viva il popolo!

Chiuse le botteghe, la piazza si armò e il pericoloso fremito di reazione portò all’approvazione delle pretese avanzate da Silvestro. Il positivo risultato, però, produsse altre rivendicazioni; rimise in gioco la rivalità tra le Arti Maggiori e le Arti Minori; rilanciò il disagio degli Artigiani, subordinati alle soverchierie delle Arti.

Il 20 giugno le Corporazioni si riunirono e procedettero all’elezioni dei Sindaci per poi recarsi, munite di armi e bandiere, in piazza della Signoria ove ottennero la nomina di una Balìa di ottanta cittadini con facoltà di presentare riforme.

Mentre se ne selezionavano gli esponenti, alcuni membri delle Arti Minori con nutriti gruppi di contadini saccheggiarono ed incendiarono le abitazioni di Lapo da Castiglionchio, degli Albizzi, dei Bondelmonti, dei Pazzi, di Cario Strozzi, di Migliore Guadagni.

II 21 giugno, disorientata dai violenti incidenti del giorno avanti, la Balìa approvò importanti concessioni a favore del Popolo; revocò una serie di disposizioni riferite all’autorità dei Capitani ed emanò un’amnistia agli Ammoniti, limitandone l’esclusione dalle pubbliche funzioni ad un solo triennio.

Ripristinata la pace, furono eletti i Priori ed il nuovo Gonfaloniere, nella persona di Luigi Guicciardini: entrata in carica il 1° luglio, la Signorìa ordinò ai cittadini di deporre le armi; allontanò i protagonisti delle turbolenze dei giorni precedenti; assunse una serie di iniziative a garanzia della sicurezza pubblica.

Ma, malgrado le apparenze, gli animi erano ancora accesi; non era stato rispettato il disarmo e gli Ammoniti protestavano contro l’insufficienza dell’amnistia.

Le Corporazioni, pertanto, si riunirono nuovamente l’11 luglio ottenendo che: chi, dopo il 1320, avesse ricoperto una carica sociale di rilievo, non potesse essere ammonito e, se lo fosse già stato, venisse reimmesso nel suo diritto; il Capitanato di parte guelfa fosse sottratto alla fazione fino ad allora titolare; fossero imborsati i nomi dei futuri Capitani.

In definitiva, dai vantaggi restò escluso il solo Popolo minuto i cui esponenti, temendo d’essere puniti per l’adesione ai torbidi; impauriti dalle conseguenze dei saccheggi cui avevano partecipato ed aizzati da Simoncino Bugigatti, Paolo della Bodda, Lorenzo Riccomanni, organizzarono un piano segreto di difesa contro i provvedimenti della Signorìa che, edotta del complotto, ordinò l’arresto e la tortura del Bugigatti e di tre compagni.

E fu la rivolta dei Ciompi.

Il 20 luglio del 1378, al suono delle campane delle chiese, essi si armarono; bruciarono la casa del Gonfaloniere di Giustizia, asportandone il drappo; ottennero la liberazione dei tre detenuti e il giorno dopo assaltarono il Palazzo del Podestà donde inviarono un duro ultimatum alle Istituzioni cittadine, dettando secche ed ineludibili condizioni: abolizione del Giudice straniero dell’Arte della lana; creazione di tre nuove Corporazioni dei Mestieri; concessione al Popolo della quarta parte delle cariche pubbliche, compreso il Gonfalonierato di Giustizia; sospensione per un biennio dei giudizi per debiti inferiori ai cinquanta fiorini; limitazione del potere dei Capitani.

La Signoria accolse le istanze e il Consiglio del Popolo le approvò in attesa della ratifica del Consiglio comunale che, per legge, poteva essere riunito solo nel giorno successivo.

I Ciompi attesero, ma pretesero che le chiavi delle porte cittadine fossero consegnate ai Sindaci delle Arti e che i Priori licenziassero le milizie impegnate sulla piazza.

Il 22 luglio, mentre l’assise comunale si accingeva a pronunciarsi sulle richieste, i Ciompi intimarono alla Signorìa di abbandonare il palazzo: Tommaso Strozzi e Benedetto Alberti obbligarono i Priori ad uscire minacciando, in caso di resistenza, il massacro delle loro famiglie.

L’accoglimento delle pretese suscitò un’ondata di trionfalismo, enfatizzata dalla esibizione del gonfalone di giustizia da parte del giovane cardatore di lana Michele di Lando. Acclamato Gonfaloniere, egli fu incaricato anche di riformare la Signoria; tuttavia saggiamente accettò solo il primo onere e, insediatosi, vietò ogni ricorso alla violenza; creò le tre nuove arti dell’Agnolo, dei Cardatori e dei Farsettai e, in onore ai patti, fece eleggere nella metà della nuova Signoria i designati del Popolo.

Il 24 luglio i neoeletti occuparono gli uffici; garantirono alla città la rimozione di tutti i vecchi rancori; richiamarono gli esuli; condonarono le pene per i fatti avvenuti; conciliarono con la volontà popolare le nuove imborsazioni del Comune ordinate dalla Balìa; divisero i ruoli in parti uguali fra le Arti Maggiori e Minori e la recenti istituite dai Ciompi che, da quel momento, contarono su Magistrati scelti dal proprio gruppo e, a tutela dei loro interessi, sedettero nei Consigli della Repubblica.

A conferma della generale pacificazione, nella Messa celebrata il 3 agosto in San Giovanni, presente la Signoria, fu revocato l’interdetto ecclesiastico.

Persuasi del buon esito della rivoluzione e del miglioramento delle loro condizioni economiche e politiche, i Ciompi si ritrovarono, invece, privi di lavoro e reddito: a causa dei tumulti, le fabbriche erano state chiuse.

L’aumento della disoccupazione produsse nuove turbolenze.

Il 27 agosto una riunione in piazza San Marco; un’altra in Santa Maria Novella ed una terza davanti al Palazzo della Signorìa degenerarono in scontri brutali: l’esame delle nuove proteste fu affidato ai nuovi Priori che sarebbero entrati nella carica solo il successivo 1° settembre.

Il 31 agosto fu rinfacciato al Gonfaloniere Michele di Lando il disinteresse per le difficoltà economiche di quanti lo avevano eletto e gli fu duramente ingiunto di dimettersi: irritato da tanta insolenza, egli pose mano alla spada; fece arrestare i sediziosi; munito dell’insegna, scese in piazza e, raccolta al grido di libertà una schiera di armati, aggredì e disperse i Ciompi che, sconfitti dal loro stesso referente, persero tutte le posizioni conquistate.

Il 1° settembre, infatti, la nuova Signoria escluse i membri popolari dal Governo e disciolse una delle tre nuove Arti avvantaggiando la piccola Borghesia di Silvestro dei Medici, Benedetto Alberti, Giorgio Scali e Tommaso Strozzi.

La pace era sfumata e la gente era agitata dalle continue prepotenze dello Strozzi e dello Scali, un compagno del quale fu arrestato il 15 gennaio del 1382.

Senza indugio, essi assalirono il palazzo del Capitano del Popolo e liberarono il detenuto; ma la Signoria reagì immediatamente: Tommaso Strozzi fuggì a Mantova; lo Scali, invece, fu spietatamente decapitato.

Il 21 gennaio, occupata la piazza, armi in pugno la fazione degli Albizzi istituì una Balìa di centotrè cittadini cui dettero l’incarico di riformare l’Esecutivo.

Prevalse, naturalmente, l’odio che cancellò ogni elemento rivoluzionario; oppresse le due Arti di recente istituzione; stabilì che dal 1° marzo il Gonfaloniere di Giustizia sarebbe stato selezionato fra le Arti Maggiori; annullò le sentenze di Ammonizione; avviò una dura persecuzione degli avversari irrogando molte pene capitali ed esiliando Silvestro de’ Medici a Modena per cinque anni e Michele di Lando a Chioggia e poi a Padova, condannandolo nel novembre del 1383 in contumacia alla decapitazione ed alla confisca dei beni per essersi avvicinato a Firenze, in spregio dei limiti di duecento miglia di distanza impostigli.

La rivoluzione era sostanzialmente fallita e, come scrisse Filippo Villani,…I Ciompi se ne andarono sì come gente rotta, et senza capo et sentimento, perché si fidavano et furono traditi da loro medesimi… mentre la dominazione del Popolo grasso, alleato col Popolo minuto, era di fatto restaurata.

Analogamente si era conclusa la Peasant’s Revolt inglese, dovuta ad una endemica crisi economica nazionale; a riforme agrarie inadeguate ed alla politica feudale di sfruttamento delle terre attraverso manodopera sottopagata e ridotti in servitù: esplosa dopo la vana attesa di un Secondo Avvento che riscattasse le sofferenze successive al morbo della peste e riaffermasse principi di equità sociale, anch’essa fu brutalmente repressa.

Estratto da “it.wikipedia.org/wiki/Rivolta_dei_contadini”

Bibliografia:
Storia Universale Vallardi (XX vol.)
Storia d’Italia Einaudi (XIV vol.)

La revuelta de los Ciompi: una insurrección proletaria en la Florencia del siglo XIV

La revuelta de los Ciompi: una insurrección proletaria en la Florencia del siglo XIV

“La lucha entre el capitalista y el obrero asalariado se inicia al comenzar el capitalismo”. Marx, El Capital.

“Hay una alianza contra el bien común cuando cierta clase de gente jura, o garantiza, o conviene que no trabajará más a un precio tan bajo como antes, y aumenta ese precio por su propio designio, se pone de acuerdo en no trabajar por menos, y establece entre sí castigos o amenazas contra los compañeros que no observen esa alianza. Aquel que lo tolerara actuaría contra el derecho común, y nunca podrían concertarse buenos contratos de trabajo, porque los miembros de todos los oficios se esforzarían por exigir salarios más elevados que lo razonable, y el interés común no puede soportar que se atente contra él. Por ello, tan pronto como semejantes alianzas se ponen en conocimiento del soberano o de otros señores, ellos deben echar mano de todas las personas acordadas y tenerlas en larga y celosa prisión. Y, luego de una larga pena de prisión, se puede imponer a cada una setenta sueldos de multa”. Philippe de Beaumanoir (1252-1296), Coutumes de Beauvaisis.
“Aunque los primeros indicios de producción capitalista se presentan ya, esporádicamente, en algunas ciudades del Mediterráneo durante los siglos XIV y XV”, escribe Marx en su famoso capítulo acerca de la acumulación originaria, “la era capitalista solo data, en realidad, del siglo XVI”.
Aquellos indicios de producción capitalista en la Italia del siglo XIV, no obstante, bastaron para que en algunas ciudades se formara una clase de obreros asalariados con capacidad para organizarse e imponer por la fuerza sus propias reivindicaciones al resto de clases, al menos momentáneamente. Por eso se puede hablar de proletariado en Flandes y en la Toscana, en aquella época, y de insurrecciones proletarias en Siena y Florencia, en 1371 y 1378 respectivamente.

***
UNA SUBLEVACIÓN PROLETARIA EN LA FLORENCIA DEL SIGLO XIV (Simone Weil)

El final del siglo XIV fue, de una manera general, en Europa, un periodo de revueltas sociales y de sublevaciones populares. Los países donde el movimiento fue más violento fueron aquellos que se encontraban entre los económicamente más avanzados, es decir, Flandes e Italia; en Florencia, ciudad de grandes comerciantes pañeros y manufactureros de la lana, tomó la forma de una verdadera insurrección proletaria, que tuvo un momento victorioso. Esta insurrección conocida con el nombre de la sublevación de los Ciompi, es sin duda, la pri­mera de las insurrecciones proletarias. Por eso merece ser estudiada y aún más porque ya presenta, con una notable pu­reza, los rasgos específicos que más tarde encontraremos en los grandes movimientos de la clase obrera, entonces apenas constituida, y que aparece así como conteniendo un factor revolucionario desde su aparición.

Florencia, es durante el siglo XIV en apariencia un Es­tado corporativo. Desde los ordinamenti di giustizia de 1293, el poder está en manos de las Artes, es decir de las corporaciones. Un Arte es, o una corporación, o más fre­cuentemente una unión de corporaciones, una especie de pequeño Estado dentro del Estado, con jefes electos cuyos poderes comprenden la jurisdicción civil sobre los miembros del Arte, con el dinero de los fondos cotizados y con unos es­tatutos; y Florencia está gobernada por los priores de las Ar­tes, magistrados designados por las Artes, y un gonfalonier de justicie designado por estos priores, que tiene a sus órdenes miles de mercenarios armados. En cuanto a los nobles, los ordinamenti di giustizia los han excluido de toda función pública y sometido a unas medidas de excepción muy severas. Si a esto añadimos que todos los magistrados son elegidos para un muy corto periodo de tiempo y que deben rendir cuentas de su gestión, parece que Florencia sea una república de artesanos.

Pero en realidad las Artes florentinas nada tienen que ver con las corporaciones medievales. De entrada su número es­taba fijado en veintiuno y no podía ser modificado; en se­gundo lugar está prohibido formar un nuevo Arte. Aquellos que se hallan fuera de estos veintiuno están privados de sus derechos políticos. Después, se encuentran la Artes de los ar­tesanos y pequeños comerciantes que sí parecen las corpora­ciones ordinarias de la Edad Media; estas Artes, denominadas Artes menores, son mantenidas en un segundo plano de la vida política. El poder real corresponde a las Artes mayores a las que solamente pertenecen, si dejamos a parte los jueces, los notarios y médicos, los banqueros, los grandes comercian­tes, los fabricantes de paños y de sedas. En cuanto a aquellos que trabajan la lana o la seda, algunos son miembros menores del Arte correspondiente a su oficio, con sus derechos muy restringidos; pero la mayor parte son simplemente subordina­dos al arte, es decir, sometidos a su jurisdicción sin poseer ningún derecho; y tienen severamente prohibido no solamen­te organizarse, sino incluso reunirse entre ellos. El Arte di Por Santa María que agrupa a los fabricantes de las sederías y sobre todo el Arte della Lana son pues, no unas corporaciones, sino unos sindicatos de la patronal. Lejos de ser una democra­cia, el Estado florentino está directamente en las manos del capital bancario, comercial e industrial.

A lo largo del siglo XIV, el Arte della Lana cogió, poco a po­co, una influencia preponderante, a medida que la fabricación de tela se convirtió en el principal negocio de la ciudad, de manera que todas las grandes familias de las otras corpora­ciones, invertían en éste sus capitales. Por su estructura cons­tituye un pequeño Estado, que organiza sus servicios públicos, cobra sus impuestos, emite empréstitos, construye locales, instala almacenes, se encarga de las negociaciones y conve­nios que sobrepasan las posibilidades de cada empresario; es también un “cartel” que impone a sus miembros un máximo de producción que tienen prohibido rebasar; es sobre todo una organización de clase, que tiene como principal objetivo defender siempre los intereses de los fabricantes textiles con­tra los trabajadores. Estos, por el contrario, privados de toda capacidad de organización, se encuentran desarmados. Esta es la principal razón de la insurrección de los Ciompi.

Estos trabajadores de la lana se dividían en categorías muy diferentes, según la situación técnica, económica y social, y que, en consecuencia, cada una de ellas jugaron un rol dife­rente en la insurrección. La más numerosa era la de los obre­ros asalariados de los talleres. Cada comerciante de tejidos, tenía junto a su tienda, un gran taller, o mejor dicho, si se tie­ne en cuenta la división y la coordinación del trabajo, una ma­nufactura donde se preparaba la lana antes de pasar a las hila­turas. Los trabajos ejecutados en estos talleres lavado, lim­pieza, batanado, cardado, tramado eran en parte trabajos de peón, pero en parte también relativamente cualificados. La organización de estos talleres era como el de una fábrica mo­derna, exceptuando la maquinaria. La división y especialización del trabajo eran llevadas hasta el límite; un grupo de con­tramaestres aseguraba la vigilancia; la disciplina era una disci­plina de cuartel. Los obreros asalariados, pagados al terminar la jornada, sin tarifas, ni contratos, dependían totalmente del patrón. Este proletariado de la lana era en Florencia la parte más menospreciada de la población. Por eso también, de to­das las capas sublevadas de la población, era de prever en ellos el espíritu más radical. Se conocía a estos obreros como los Ciompi y el hecho que ellos diesen el nombre a la insurrec­ción muestra el grado de participación que en ella tuvieron.

Los hiladores y los tejedores estaban, también, reducidos de hecho a la condición de obreros asalariados; pero eran obreros a domicilio. Aislados por su mismo trabajo, privados del derecho a organizarse, no parece que hayan demostrado en ningún momento un espíritu combativo. El tejedor era, verdaderamente, un trabajador altamente cualificado; pero la ventaja que los tejedores habrían podido lograr de este hecho fue anulada, en el siglo XIV, por la afluencia a Florencia de te­jedores extranjeros, sobre todo alemanes. Los tintoreros, al contrario, también obreros muy cualificados, pero imposibles de reemplazar por extranjeros porque no había tan buenos tintoreros como en Florencia, entraron los primeros en la lu­cha reivindicativa. A decir verdad, los tintoreros estaban pri­vilegiados en comparación con otros trabajadores de la lana. La tintorería exigía una inversión de un capital considerable y esta inversión comportaba grandes riesgos; así los fabricantes no buscaban tener sus propias tintorerías. Esto hizo que el Arte della Lana construyera para el tinte grandes locales con­teniendo buena parte del utillaje y los puso a disposición de todos los industriales particulares que los quisieran utilizar; de ese modo los tintoreros no dependieron jamás de un indus­trial particular, como era el caso de los Ciompi y de los tejedo­res, cuyos oficios pertenecían a los fabricantes. Los bataneros y tundidores de tejidos, se encontraban a este respecto en la misma situación que los tintoreros. En fin, los tintoreros no estaban enteramente privados de derechos políticos. Ellos tenían una organización, puramente religiosa es verdad, pero que les permitía reunirse. No estaban simplemente subordi­nados al Arte della Lana, como los obreros de los talleres, los hilanderos y los tejedores; eran miembros, si bien “miembros menores” y tenían, por lo tanto, una cierta parte en el go­bierno. Por lo tanto sus intereses estaban lejos de coincidir con los de los Ciompi, y su actitud en el curso de la insurrec­ción lo demostró. Sin embargo, razones para sublevarse no les faltaban. Privados del derecho de organizarse para defender sus condiciones de trabajo, subordinados a sus patronos, quienes, a causa del derecho corporativo devenían sus jueces en caso de litigio, ellos habrían sido rápidamente reducidos a la misma situación de los otros obreros si no hubieran aprove­chado las crisis económicas y políticas.

Las primeras luchas sociales importantes tuvieron lugar en 1342, bajo la tiranía del duque de Atenas. Este era un aventu­rero francés a quién Florencia, empujada por las continuas querellas que en ella tenían lugar entre las familias más ricas, entregó el poder con el fin de que restableciera el orden.

Esta elección había sido apoyada, sobre todo, por los des­contentos, es decir, de una parte por los nobles, a quienes había devuelto el acceso a las funciones públicas pero que deseaban ver el fin del Estado corporativo, y por otra parte por el pueblo. El duque de Atenas se apoyó principalmente, durante los meses que reinó sobre los obreros, gracias a los cuales él esperaba poder resistir la hostilidad de la alta bur­guesía. Dio satisfacción a los tintoreros, que se quejaban de ser pagados con años de retraso y de estar sin recursos lega­les, y que demandaban poder constituir un vigesimosegundo Arte; organizó a los obreros de los talleres de la lana, no en una corporación, sino en una asociación armada. Sin embargo, poco después fue derrocado por un motín en el que tomó par­te toda la población, y no tuvo más defensores que los car­niceros y algunos obreros; el Arte de los tintoreros no fue creado, pero los proletarios de la lana guardaron sus armas, de las que se servirían en los próximos años. A la demagogia del duque de Atenas quien, subestimando el derecho corpora­tivo, dio satisfacción a todas las reivindicaciones de los obre­ros de la lana, le sucedió la más brutal dictadura capitalista. Por lo tanto las revueltas estallaron pronto. En 1343, 1.300 obreros se sublevaron; en 1345, nueva sublevación dirigida por un cardador y teniendo por objetivo la organización de los obreros de la lana. La gran peste de Florencia, que diezmó a la clase obrera, redujo la mano de obra y provocó así una subida de los salarios, por lo que el Arte della Lana tuvo que estable­cer nuevas tasas, recrudeció con más agudeza la lucha de cla­ses. Después de una crisis provocada por la guerra contra Pisa, y que paró momentáneamente los conflictos, la vuelta a la prosperidad, por un fenómeno frecuentemente repetido des­de entonces, provoca una huelga de los tintoreros que durará dos años y que termina con una derrota en 1372; pero esta derrota no pone fin a la agitación de las capas trabajadoras. Dicha agitación coincide con un conflicto entre la pequeña burguesía de una parte, y la gran burguesía unida en cierta medida a la nobleza, de la otra. Los nobles, en tanto que clase, han sido definitivamente batidos cuando, después de la caída del duque de Atenas, intentaron apoderarse del poder; pero entonces la mayor parte de las familias nobles se aliaron con la alta burguesía dentro del “partido güelfo”. Este partido güelfo se había formado en la lucha, tras largo tiempo aca­bada, entre Güelfos y Gibelinos; la confiscación de los bienes de los Gibelinos les dio riqueza y poder. Devino la organización política de la alta burguesía, dominando la ciudad después de la caída del duque de Atenas, falseando los escrutinios, apro­vechándose de unas medidas de excepción tomadas en otro tiempo contra los Gibelinos y mantenidas en vigor para apar­tar a sus adversarios de las funciones públicas. Cuando, a pe­sar de las maniobras del partido Güelfo, Silvestro de Medici, uno de los jefes de la pequeña burguesía, fue nombrado en junio de 1378, gonfaloniero de justicia, y propuso medidas contra la nobleza y el partido Güelfo, el conflicto se agudizó. Las compañías de las Artes salieron armadas a la calle; los obreros las apoyan e incendian algunas mansiones de los ricos y las cárceles, que están llenas de presos por deudas. Final­mente Silvestro de Medici está satisfecho. Pero como señala Maquiavelo, “guardaros de excitar una sedición en una ciudad creyendo que la pararéis o dirigiréis a vuestro gusto”.

De la dirección de la pequeña y mediana burguesía el mo­vimiento pasó a la del proletariado. Los obreros permanecie­ron en la calle; las Artes Menores los apoyaron o los dejaron hacer. Y desde este momento aparecen los rasgos que se re­producirán espontáneamente en las insurrecciones proletarias francesas y rusas: la pena de muerte es decretada por los in­surgentes contra los saqueadores. Otro rasgo peculiar de las sublevaciones de la clase obrera, el movimiento no es en mo­do alguno sanguinario; no hay derramamiento de sangre, ex­cepción hecha para un nombre: Nuto, policía particularmente odiado. La lista de las reivindicaciones de los insurgentes, lle­vada a las autoridades el 20 de julio, tiene también un carácter de clase. Se pide la modificación de los impuestos que recaen pesadamente sobre los obreros; la supresión de los “oficiales extranjeros” del Arte della Lana, que constituyen unos instru­mentos de represión contra los obreros, y juegan un rol análo­go al de la policía privada que poseen actualmente las com­pañías mineras de América. Sobre todo reclaman la creación de tres nuevas Artes; una vigesimosegundo Arte para los tintore­ros, bataneros y tundidores de tejidos, es decir, para los traba­jadores de la lana aún no reducidos a la condición de proleta­rios; una vigesimotercer Arte para los talleres y otros pequeños artesanos aún no organizados; finalmente y sobre todo un vigesimocuarto Arte para el “pueblo menudo” (popolo minu­to), es decir de hecho para el proletariado, que estaba consti­tuido entonces por los obreros de los talleres de la lana. De la misma manera que el Arte della Lana no era en realidad sino un sindicato patronal, este Arte del popolo minuto habría fun­cionado como un sindicato obrero; y debería tener la misma cuota de poder en el Estado que el sindicato de la patronal, pues los insurgentes reclamaban el tercio de las funciones públicas para las tres Artes nuevas y el tercio para las Artes menores. Al no ser aceptadas estas reivindicaciones, los obre­ros se apoderaron del Palacio el 21 de julio, conducidos por un cardador de lana convertido en contramaestre, Michele di Lando, que es inmediatamente nombrado gonfaloniero de justicia, y que forma un gobierno provisional con los jefes del movimiento de las Artes menores.

El 8 de agosto, la nueva forma de gobierno, conforme a las reivindicaciones de los obreros, es organizado y se provee de una fuerza armada compuesta no ya de mercenarios, sino de ciudadanos. La gran burguesía, sintiéndose momentánea­mente la más débil, no hace oposición abiertamente; pero cierra sus talleres y sus comercios. En cuando al proletariado, rápidamente se da cuenta que lo que ha obtenido no le da seguridad, y que un reparto igual de poder entre él, los arte­sanos y los patronos es utópico. Disuelve, entonces, la organi­zación política que se habían dado las Artes menores; elabora petición sobre petición; se retira a Santa María Novella, se organiza como lo había hecho en otras ocasiones el partido Güelfo, nombrando ocho oficiales y dieciséis consejeros, e invita a las otras Artes a venir a concertar sobre la constitución con que se debe dotar a la ciudad. Desde entonces la ciudad posee dos gobiernos, uno en el Palacio, conforme a la nueva legalidad, el otro no legal en Santa María Novella. Este go­bierno extra-legal se asemeja singularmente a un soviet; ve­remos aparecer por unos días, en el primer despertar de un proletariado en plena forma, el fenómeno esencial de las grandes insurrecciones obreras, la dualidad de poder. El prole­tariado, en agosto de 1378, opone ya, como lo haría después en febrero de 1917, a la nueva legalidad democrática que él mismo ha hecho instituir, el órgano de su propia dictadura.

Michele di Lando, hará lo que habría hecho en su lugar no importa cual buen jefe de Estado socialdemócrata: se vuelve contra sus antiguos compañeros de trabajo. Los proletarios, que tienen contra ellos al gobierno de la gran burguesía, a las Artes menores, y sin duda también las dos nuevas Artes no proletarias, son vencidos después de una sangrienta batalla y ferozmente exterminados a principios de septiembre. Se di­suelve la veinticuatroava Arte y la fuerza armada organizada en agosto; se desarma a los obreros; se traen compañías del ejército en campaña, como en París después de junio de 1848. Algunas nuevas tentativas de sublevación son llevadas a cabo en el curso de los meses siguientes, bajo la consigna: ¡Por el veinticuatroavo Arte! Son ferozmente reprimidas. Las Artes menores guardan aún algunos meses después la mayoría en las funciones públicas; pues el poder está repartido por igual entre ellos y las Artes mayores. Los tintoreros que han conser­vado su Arte, pueden aún utilizarlo para una acción reivindicativa e imponen una tarifa mínima. Pero una vez privados, por su propia culpa, del apoyo del proletariado cuya energía y re­solución los había colocado en el poder, los artesanos, los pe­queños patronos, los pequeños comerciantes, son incapaces de mantener su dominio. La burguesía, como lo remarca Maquiavelo, solo deja el campo libre en la medida en que teme al proletariado; desde el momento que lo juzga aniquilado, se deshace de sus aliados provisionales. Más bien, se descompo­nen por sí mismos a causa de la desmoralización, también ca­racterística, que penetra y desmorona sus filas. Dejaron ejecu­tar a uno de los más destacados jefes de las clases medias, Scali; y esta ejecución abrió la vía a una brutal reacción que mandó al exilio a Michele di Lando, a Benedetto Alberti y a muchos otros; significó la supresión de las vigesimosegunda y vigesimotercera Artes y de nuevo el dominio de las Artes mayo­res y el restablecimiento de las prerrogativas del partido Güel­fo. En enero de 1382, el status quo de antes de la insurrección estaba restablecido. El poder de los patronos será en lo suce­sivo absoluto y el proletariado, privado de organización, no pudiéndose reunir ni siquiera para un entierro sin un permiso especial, deberá esperar mucho tiempo antes de poder poner­lo en cuestión.

Maquiavelo, que escribe un siglo y medio después de los acontecimientos, en un periodo de calma social completa, tres siglos antes que se elabore la doctrina del materialismo histó­rico, con la maravillosa penetración que le es propia, discierne las causas de la insurrección y analiza los intereses de clase que determinaron su curso. Su relato de la insurrección, que se expone a continuación, a pesar de la indignada hostilidad aparente en su mirada hacia los insurgentes que toma erró­neamente por meros saqueadores, es importante tanto por la admirable precisión de todo aquello que responde a nuestras preocupaciones actuales, como por el carácter cautivante de su narración y la belleza del estilo.

Simone Weil

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HISTORIA DE FLORENCIA (Nicolás Machiavelo)

Apenas la primera sublevación se apaciguó, se produjo otra que dañó a la República mucho más que la anterior. La mayor parte de los incendios y saqueos ocurridos en los días prece­dentes habían sido hechos por la baja plebe de la ciudad, y quienes se habían mostrado en ellos más audaces tenían mie­do, una vez calmadas y arregladas las mayores diferencias, de ser castigados por los desmanes cometidos y de ser aban­donados, como ocurre siempre, por aquellos mismos que los habían instigado a cometer el mal. A ello se añadía el odio que el pueblo menudo tenía contra los ciudadanos ricos y contra los jefes de las Artes, porque les parecía que no recibían, de estos, un salario suficientemente justo por los trabajos reali­zados.

Cuando, en tiempos de Carlos I, la ciudad se dividió en Ar­tes, se les dio jefes y competencias a cada una de ellas y se estableció que los miembros de cada una de dichas Artes fue­ran juzgados en las causas civiles por sus propios jefes. Estas Artes, como ya dijimos, fueron doce en principio. Luego, con el tiempo, se añadieron otras varias que elevaron el número a veintiuna, y fue tal su poder, que en pocos años se adueñaron de todo el gobierno de la ciudad. Y, como entre ellas había unas más importantes y otras menos, se dividieron en mayo­res y menores, siendo siete las mayores y catorce las menores.

Precisamente de esta clasificación, junto con otros motivos que ya hemos mencionado, procedió la arrogancia de los Capi­tanes de barrio, ya que los ciudadanos que habían sido güelfos antiguamente, y bajo el gobierno de los cuales recaía siempre aquella magistratura, favorecían a los que pertenecían a las Artes mayores, mientras perseguían a los ciudadanos de las Artes menores y a quienes los defendían. Por esto se promo­vieron contra ellos todos los tumultos de los que hemos hablado. Pero, como al organizar las corporaciones de las Ar­tes, quedaron fuera, sin corporación propia, muchos de los oficios en que trabajaba el pueblo menudo y la plebe, que­dando sometidos a las otras diversas Artes, de acuerdo con el tipo de trabajo que realizaban, ocurría que, cuando no se sen­tían debidamente remunerados con el salario que percibían por sus trabajos, o se creían de alguna manera oprimidos por sus propios maestros de oficio, no tenían otro sitio al que re­currir que al magistrado del Arte que los gobernaba, del cual les parecía que no obtenían la justicia a que creían tener dere­cho.

De todas las Artes u oficios, la que mayor número tenía y tiene de ese tipo de obreros subordinados es la de la Lana; la cual, siendo como es poderosísima y la primera de todas, es la que, en mayor número que las otras, daba y da de comer con su trabajo a la mayor parte de la plebe y del pueblo menudo.

Los hombres de la plebe, tanto los que dependían del Arte de la Lana como los de las otras Artes, estaban, por las razo­nes antedichas, llenos de rencor; y, como a ese rencor se unía el miedo al castigo por los incendios y robos que se habían cometido, se reunieron de noche varias veces para hablar de lo ocurrido y cambiar impresiones sobre el peligro en que se encontraban. Con ese motivo, uno de los más decididos y ex­perimentados que allí había, para infundir ánimos a los demás les hablo de esa manera: “Si tuviéramos que decidir ahora sobre si era o no era conveniente empuñar las armas, incen­diar y saquear las casas de nuestros conciudadanos, y despojar las iglesias, yo sería uno de los que estimaría que había que pensarlo bien y quizás hasta aprobaría que se prefiriera una tranquila pobreza a una peligrosa ganancia. Pero, puesto que las armas las hemos empuñado ya y se han cometido muchos desmanes, me parece que lo que debemos pensar es que no hay por qué abandonarlas ahora y cómo podemos hallar de­fensa para los males que se han cometido. Yo creo sin ningún género de dudas que esto, aunque no nos lo diga nadie, nos lo dice nuestra misma necesidad. Estáis viendo a toda esta ciu­dad llena de rencores y de odio contra nosotros; los ciudada­nos se agrupan entre sí, la Señoría está siempre de parte de los magistrados. Podéis creer que se traman conjuras contra nosotros y que se aprestan nuevas fuerzas contra nuestras cabezas. Debemos por tanto tratar de obtener dos cosas y proponernos dos fines en nuestras deliberaciones. El primero es que no se nos pueda castigar por lo que hemos hecho en los días pasados; y el segundo, que podamos en adelante vivir con más libertad y con más satisfacciones que en el pasado. Nos conviene por lo tanto, según mi parecer, si queremos que se nos perdonen los anteriores desmanes, cometer otros nue­vos, redoblando los daños y multiplicando los incendios y los saqueos, y apañándonos para tener más cómplices, porque, cuando son muchos los que pecan, a nadie se castiga; y a las faltas pequeñas se les impone sanción, mientras que a las

grandes y graves se les da premios. Por otra parte, cuando son muchos los que padecen los atropellos, son pocos los que tratan de vengarse, porque los daños que afectan a todos se soportan con más paciencia que los particulares. El aumentar, por tanto, los males nos hará perdonar más fácilmente y nos dará la posi­bilidad de conseguir lo que deseamos obtener para nuestra li­bertad. Y me parece que vamos hacia seguros resultados posi­tivos, porque los que podrían oponérsenos están desunidos y son ricos. Su desunión nos dará la victoria; y sus riquezas, una vez que sean nuestras, nos servirán para mantener dicha victo­ria. No os deslumbre la antigüedad de su estirpe, de la que se blasonan ante nosotros, porque todos los hombres, habiendo tenido un idéntico principio, son igualmente antiguos, y la na­turaleza nos ha hecho a todos de una idéntica manera. Si nos quedáramos todos completamente desnudos, veríais que todos somos iguales a ellos; que nos vistan a nosotros con sus trajes y a ellos con los nuestros y, sin duda alguna, nosotros parecere­mos los nobles y ellos los plebeyos; porque son sólo la pobreza y las riquezas las que nos hacen desiguales. Me duele mucho porque veo que muchos de vosotros se arrepienten, por motivos de conciencia, de las cosas hechas, y quieren abstenerse de las que vamos a cometer. De verdad que, si esto es cierto, vosotros no sois los hombres que yo creía que erais. Ni la conciencia ni la mala fama os deben desconcertar, porque los que vencen, sea cual sea el modo de su victoria, jamás sacan de esta motivo de vergüenza. En cuanto a la conciencia, no debemos preocupar­nos mucho de ella porque donde anida, como anida en noso­tros, el miedo del hambre y de la cárcel, no puede ni debe tener cabida el miedo del infierno. Y es que, si observáis el modo de proceder de los hombres, veréis que todos aquellos que han alcanzado grandes riquezas y gran poder, los han alcanzado o mediante el engaño o mediante la fuerza; y, luego, para encu­brir el carácter brutal e ilícito de esta adquisición, tratan de justificar con el falso nombre de ganancias lo que han robado con engaños y con violencia. Por el contrario, los que por poca vista o por demasiada estupidez dejan de emplear estos siste­mas, viven siempre sumidos en la esclavitud y en la pobreza, ya que los siervos fieles son siempre siervos y los hombres buenos son siempre pobres. Los únicos que se libran de la es­clavitud son los infieles y los audaces, y los únicos que se li­bran de la pobreza son los ladrones y los tramposos. Dios y la naturaleza han puesto todas las fortunas de los hombres en me­dio de ellos mismos, y éstas quedan más al alcance del robo (de la rapiña) que del trabajo y más al alcance de las malas que de las buenas artes. De ahí viene el que los hombres se coman los unos a los otros y que el más débil se lleve siempre la peor par­te. Se debe, pues, emplear la fuerza siempre que se presente la ocasión; y esta ocasión no nos la puede ofrecer mejor la for­tuna, estando como están desunidos todavía los ciudadanos, vacilante la Señoría y desconcertados los magistrados, de tal manera que, antes de que vuelvan ellos a unirse y se serenen sus ánimos, puedan ser fácilmente aplastados. De este modo, o quedaremos enteramente dueños de la ciudad o conseguiremos una parte tan importante de ella, que no solamente se nos per­donarán nuestras faltas pasadas sino que tendremos fuerza sufi­ciente para poder amenazarlos con nuevos daños. Yo reco­nozco que esta decisión es audaz y peligrosa; pero, cuando la necesidad aprieta, la audacia se considera prudencia y, en cuan­to al peligro de las grandes empresas, los valientes nunca lo tienen en consideración, porque las empresas que comienzan con peligro tienen al final su recompensa; y, de los peligros, jamás se salió sin peligro. Además yo creo que, cuando vemos que nos preparan cárceles, tormentos y muertes, es más peli­groso estarse quietos que tratar de librarse de ellos, porque en el primer caso los males son seguros mientras que en el se­gundo sólo son posibles. ¡Cuántas veces os he oído quejaros de la avaricia de vuestros superiores y de la injusticia de vuestros magistrados! Ahora es el momento no solamente de libraros de ellos, sino incluso de ponernos tan por encima de los mismos, que sean más bien ellos los que tengan que quejarse y dolerse de vosotros, que no vosotros de ellos. Las oportunidades que la ocasión nos brinda pasan volando y, una vez que han pasado, es inútil que tratemos luego de alcanzarlas. Ya veis los prepa­rativos de vuestros enemigos. Adelantémonos a sus planes, y el primero que empuñe las armas saldrá sin duda vencedor, con ruina del enemigo y encumbramiento propio. Con ello, muchos de nosotros alcanzaremos (el honor) la honra de esta victoria, y todos lograremos la seguridad”.

Estas palabras encendieron fuertemente los ánimos, ya de por sí encendidos al mal, de manera que decidieron empuñar las armas una vez que hubieran atraído a más compañeros a sus planes. Y se obligaron con juramento a socorrerse mutua­mente si alguno de ellos era apresado por los magistrados.

Mientras que estos se preparaban a adueñarse del poder, sus planes llegaron a conocimiento de los Señores que, en vista de ello, prendieron en la plaza a un tal Simoncino, por quien tuvieron noticias de toda la conjuración y de cómo pro­yectaban organizar el motín para el día siguiente. Por lo que, una vez conocido el peligro, reunieron a los miembros de los colegios y a los ciudadanos que, junto con los síndicos de las Artes, se preocupaban de la unificación de la ciudad. Pero, antes de que se reunieran, ya se había echado encima la no­che. Aconsejaron éstos a los Señores que se convocara tam­bién a los cónsules de las Artes; y estos a su vez aconsejaron unánimemente que se llamara y se hiciera entrar en Florencia a todas las tropas en campaña, y que los gonfaloneros del pueblo se presentaran por la mañana en la plaza con sus com­pañías armadas.

Mientras se sometía a tortura a Simoncino y, simultánea­mente, se reunían y deliberaban los ciudadanos, un tal Nicolo de san Friano reparaba el reloj del palacio. Este, dándose cuenta de lo que ocurría, apenas volvió a su casa, soliviantó a toda la vecindad, de manera que, en un momento, más de mil hombres armados se reunieron en la plaza del Santo Spirito. La noticia de este motín llegó a los demás conjurados y tam­bién San Pietro Maggiore y San Lorenzo, lugares por ellos de­signados, se llenaron de hombres armados.

Había ya amanecido el día, que era el 21 de julio y en la pla­za no se habían presentado más de ochenta hombres de ar­mas a favor de los Señores. De los gonfaloneros no se pre­sentó ninguno porque, al oír que toda la ciudad estaba en ar­mas, tenían miedo de dejar sus propias casas. Los primeros de la plebe que se presentaron a la referida plaza fueron los que se habían reunido en San Pietro Maggiore. Los soldados no se movieron a la llegada de éstos. Se presentó a continuación el resto de la muchedumbre y, al no encontrar resistencia, re­clamaron con terribles gritos sus prisioneros a la Señoría. Y, para conseguirlos por la fuerza, ya que con las amenazas no se los entregaban, prendieron fuego a la casa de Luigi Guicciar­dini, de manera que los Señores, por miedo a cosas peores, se los entregaron. Una vez que los liberaron, arrebataron el gon­falón o estandarte de la justicia al ejecutor que lo tenía y, enarbolándolo, prendieron fuego a las casas de muchos ciu­dadanos, persiguiendo a todos los que, por motivos públicos o privados, eran objeto de su odio. Muchos ciudadanos, para vengarse de ofensas personales, los encaminaron a casas de sus enemigos, ya que para ello bastaba sólo con que una voz gritara en medio de la multitud: “¡a casa de fulano!”, o que el que llevaba el gonfalón se dirigiera hacia allí. Se prendió fuego también a todas las escrituras del Arte della Lana. Después de haber cometido muchos desmanes, para paliarlos con algunas obras plausibles, nombraron caballeros a Silvestro de Medici y hasta otros sesenta y cuatro ciudadanos. Entre ellos estaban Benedetto y Antonio degli Alberti, Tommaso Strozzi y otros que eran partidarios suyos, aunque a muchos los obligaron por la fuerza. Entre estos hechos cabe señalar el de que a mu­chos que les habían quemado sus casas, luego, en el mismo día (tan de mano iban el beneficio y el daño), ellos mismos los nombraron caballeros. Esto es lo que ocurrió a Luigi Guicciar­dini, gonfalonero de justicia.

En medio de tantos desórdenes, los Señores, al verse aban­donados por las gentes de armas, por los jefes de las Artes y por sus propios gonfaloneros, estaban asustados, pues nadie había acudido en su auxilio de acuerdo con las órdenes recibi­das y, de los dieciséis gonfalones, solamente la enseña del León de oro y de la Ardilla, enarboladas por Giovenco della Stufa y por Giovanni Cambi, hicieron su aparición. Pero tam­poco éstos permanecieron mucho tiempo en la plaza, pues, al ver que nadie los seguía, se marcharon también.

Por otra parte, los ciudadanos, viendo la furia de aquella desatada muchedumbre y que el palacio había sido abando­nado, unos decidieron quedarse encerrados en sus casas mientras que otros prefirieron incorporarse a la turba armada para poder de esa manera, mezclados con ella, defender sus propias casas y las de sus amigos. De esta manera, se venía a acrecentar la fuerza de aquellos y a menguar la de los Señores.

Duró este tumulto todo el día y, al caer la noche se detuvie­ron junto al palacio de micer Stefano, detrás de la iglesia de San Bernabé. Su número pasaba de seis mil y, antes de que amaneciera, hicieron, mediante amenazas, que las Artes les enviaran sus enseñas. Entrada la mañana, marcharon al pala­cio del corregidor o Podestá llevando al frente el gonfalón de la justicia y las enseñas de las Artes; y, como el corregidor se negara a entregarles el palacio, lo atacaron y le obligaron a ceder.

Los señores, viendo que no podían contenerlos por la fuer­za, trataron de hacerles comprender que estaban dispuestos a pactar con ellos y, llamando a cuatro hombres de sus Colegios, los mandaron al palacio del corregidor a informarse de cuáles eran las intenciones de aquellos. Allí pudieron éstos ver que los jefes de la plebe, en unión de los síndicos de las Artes y de algunos otros ciudadanos, habían decidido ya lo que iban a exigir a la Señoría. Volvieron, pues, acompañados por cuatro delegados de la plebe, con estas peticiones concretas: que el Arte de la Lana no pudiera continuar teniendo un juez foraste­ro; que se crearan tres nuevas corporaciones de Artes, una para los cardadores y tintoreros, otra para los barberos, juboneros, sastres y análogas artes mecánicas, y la tercera para el pueblo menudo; y para estas tres nuevas Artes siempre hubie­ra dos Señores, mientras que habría tres para las catorce Artes menores; que la Señoría proveyera sedes donde pudieran re­unirse estas Artes nuevas; que ningún perteneciente a estas Artes pudiera ser obligado en el término de dos años a pagar ninguna deuda inferior a cincuenta ducados; que la Deuda pública anulara sus intereses y sólo se restituyeran los capita­les; que fueran amnistiados todos los confinados y condena­dos, y los amonestados recobraran el derecho a desempeñar cargos. Aparte de todo esto, pidieron otras muchas cosas a favor de sus particulares protectores así como, por el contra­rio, pretendieron que muchos de sus enemigos fueran confi­nados y amonestados.

Estas exigencias, aunque deshonrosas y gravosas para la república, por temor a otras cosas peores, fueron en seguida aprobadas por los Señores, por los colegios y por el Consejo del pueblo. Pero, si se quería que tuvieran validez, era necesa­rio también que se aprobaran en el Consejo municipal. Y, co­mo no se podían reunir en un solo día los dos Consejos, fue necesario esperar al siguiente. De todos modos, pareció que por el momento las Artes quedaban contentas y la plebe sa­tisfecha, y prometieron que, una vez ultimada la ley, termi­narían todos los motines.

Llegada luego la mañana, mientras el Consejo municipal es­taba deliberando, la muchedumbre, impaciente y voluble, se personó en la plaza enarbolando las acostumbradas enseñas y con tal alto y espantoso griterío que hicieron asustarse a todo el Consejo de los Señores. Por ello uno de los Señores, Guerriante Marignolli, impulsado más por el temor que por ningún otro sentimiento personal, so pretexto de vigilar la puerta desde abajo, bajó y huyó a su casa. Pero al salir no pudo ca­muflarse tan bien para que no ser reconocido por la muche­dumbre, aunque no se le hizo daño alguno; sólo que la mu­chedumbre, apenas lo vio, comenzó a gritar que todos los Se­ñores abandonaran también el palacio y que, si no, matarían a sus hijos y prenderían fuego a sus casas.

Mientras, se había aprobado ya la ley y los Señores se hab­ían retirado a sus habitaciones. Los del Consejo, que habían bajado abajo pero sin salir fuera, andaban por el pórtico y por el patio, perdidas ya sus esperanzas de poder salvar la ciudad al ver tanta deslealtad en la muchedumbre y tanta maldad o tanto temor en quienes habrían podido frenarla o dominarla. También los Señores se hallaban desconcertados y desconfia­ban de la salvación de la patria, viéndose abandonados por uno de sus propios miembros y sin que un solo ciudadano acudiera a prestarles ayuda, ni siquiera a darles ánimo. Es­tando, pues, vacilantes sobre lo que podrían o deberían hacer, micer Tommaso Strozzi y micer Benedetto Alberti, ya sea que los moviera la propia ambición deseando quedar dueños del palacio, o ya fuera porque creían obrar bien así, los persuadie­ron a ceder a las presiones del pueblo y volverse a sus propias casas como simples ciudadanos.

Esta propuesta, viniendo como venía de quienes habían si­do jefes del motín, llenó de indignación a dos de los Señores, Alamanno Acciaiuoli y Niccolo Bene, aunque los demás cedie­ran. Y, recobrando un poco de su valor, dijeron que, si los de­más se querían marchar, ellos no podían impedirlo pero que, por su parte, no estaban dispuestos a renunciar a sus cargos antes de que se cumpliera el término de los mismos, a menos de perder también la vida. Esta disconformidad de opiniones aumentó en los Señores el miedo y en el pueblo la irritación, hasta el punto de que el gonfalonero, prefiriendo acabar su magistratura con desdoro antes que con peligro, se entregó a Tommaso Strozzi, quien lo sacó de palacio y lo llevó hasta su casa. También los demás Señores, uno tras otro, se fueron de manera semejante; por lo que a Alamanno y Niccolo, viendo que se habían quedado solos, y para que no se les considerara más valientes que prudentes, se marcharon también. El pala­cio quedó así en manos de la plebe y de los Ocho de la guerra, que todavía no habían cesado en sus cargos.

Cuando la plebe entró en el palacio, llevaba en sus manos la enseña del gonfalonero de justicia un tal Michele di Lando, cardador de lana. Este, descalzo y semidesnudo, subió a la sala llevando tras de sí a toda la muchedumbre y, cuando llegó a la sala de audiencias de los Señores, se detuvo y, volviéndose hacia la muchedumbre, dijo: “Ya lo veis: el palacio es vuestro y la ciudad está en vuestras manos. ¿Qué os parece que haga­mos ahora?”. Y todos le respondieron que querían que fuera gonfalonero y Señor y que los gobernase a ellos y a la ciudad como mejor le pareciera. Aceptó Michele la Señoría pero, co­mo era hombre inteligente y prudente y que debía más a la naturaleza que a la suerte, decidió pacificar la ciudad y acabar con los tumultos. Y, para tener ocupado al pueblo y darse tiempo a sí mismo para poder ordenar las cosas, mandó que se buscara a un tal señor Nuto, a quien micer Lapo di Castiglionchio había hecho alguacil mayor (jefe de policía); y la mayor parte de los que lo rodeaban se fueron a cumplir su encargo.

Para comenzar con justicia el gobierno que se le había con­fiado, hizo ordenar públicamente que nadie incendiara o sa­queara cosa alguna y, con el fin de infundir miedo a todos, plantó horcas en la plaza.

Dando comienzo a sus reformas (del Estado), destituyó a los síndicos de las Artes y nombró otros nuevos, privó de la magistratura a los Señores y a los Colegios, y quemó las bolsas destinadas a la elección de cargos. Entre tanto, la muchedum­bre había arrastrado hasta la plaza al señor Nuto y lo había colgado por un pie en una de aquellas horcas. En un mo­mento, puesto que todos y cada uno de los que estaban a su alrededor le iban arrancando pedazos, no quedó de él más que dicho pie.

Por otra parte, los Ocho de la guerra, pensando que con la marcha de los Señores se habían quedado ellos dueños de la ciudad, habían nombrado ya a los nuevos señores. Michele, presintiendo esto, mandó a decirles que desalojaran inmedia­tamente el palacio, pues quería demostrarles a todos que sa­bía gobernar Florencia sin necesidad de su consejo. Hizo luego reunir a los síndicos de las Artes y organizó la Señoría con cua­tro miembros del pueblo menudo, dos para las Artes mayores y otros dos para las menores. Hizo además un nuevo censo y distribuyó los cargos del poder del Estado en tres partes, dis­poniendo que una de dichas partes correspondiera a las Artes nuevas, otra a las menores y la tercera a las mayores. Conce­dió a micer Silvestro dei Medici el usufructo de las tiendas del Ponte Vecchio y retuvo para sí la corregiduría de Empoli; y concedió otros muchos beneficios a muchos ciudadanos ami­gos de la plebe, no tanto para recompensarlos por su cola­boración como para que lo defendieran siempre contra sus enemigos.

Estimó la plebe que Michele di Lando, al reformar el go­bierno del Estado, se había mostrado excesivamente favorable a los más ricos y que a ella no le había cabido en dicho go­bierno todo lo que necesitaba para mantenerse en el mismo y poder defenderse; de modo que, impulsados por su acostum­brada audacia, tomaron las armas y, en forma tumultuosa, se presentaron en la plaza enarbolando las enseñas y pidiendo que los Señores bajaran a la escalinata para discutir con ellos de nuevo los asuntos relativos a su seguridad y a su bienestar. Michele, viendo la arrogancia de los mismos y para no irritar­los más, pero sin escuchar sus pretensiones, censuró su modo de pedir las cosas y los exhortó a deponer las armas, pues sólo así se les concedería lo que por la fuerza no se les podía con­ceder sin menoscabo de la autoridad de la Señoría. Por todo ello, la multitud, irritada contra los del palacio, se retiró a San­ta Maria Novella, donde nombraron por su cuenta ocho jefes con sus subalternos y con otras atribuciones, que les conferían autoridad y respeto; de manera que había dos Estados y la ciudad tenía ahora dos gobiernos distintos.

Estos nuevos jefes decidieron que en el palacio hubiera siempre al lado de los Señores ocho miembros elegidos por sus propias Artes y que todos los acuerdos que tomará la Se­ñoría deberían ser confirmados por ellos. Quitaron a micer Silvestro dei Medici y a Michele di Lando todo lo que en ante­riores decisiones se les había concedido y asignaron cargos a muchos de los suyos, con subvenciones para que pudieran desempeñarlos con dignidad. Una vez tomadas estas decisio­nes, para darles validez, enviaron a dos de los suyos a la Se­ñoría para pedir que los Consejos se las confirmaran, y con el propósito de conseguirlo por la fuerza si de grado no lo conse­guían. Estos, con gran audacia y mayor presunción, expusieron su embajada a los Señores y echaron en cara al gonfalonero la dignidad que ellos mismos le habían conferido y el honor que le habían hecho, así como la mucha ingratitud y las pocas con­sideraciones con que él los había tratado. Pero como, al ter­minar el discurso, pasaran a las amenazas, no pudo Michele soportar tanta arrogancia y, considerando más el cargo que desempeñaba que su propia ínfima condición, decidió poner freno con medios extraordinarios a aquella extraordinaria in­solencia; y, sacando la espada que llevaba ceñida, los hirió gravemente y luego los hizo atar y encerrar.

Este hecho, cuando se supo, encendió de ira a toda la mu­chedumbre la cual, pensando que podría obtener con las ar­mas lo que no había conseguido desarmada, empuño furiosa y tumultuosamente dichas armas y se puso en marcha para ir a enfrentarse con los Señores. Por su parte, Michele, temiendo lo que iba a ocurrir, decidió prevenirlo, pensando que resul­taría más honroso atacar que esperar dentro de los muros al enemigo y verse precisado como sus antecesores a huir del palacio con deshonra y vergüenza. Reuniendo, pues, un gran número de ciudadanos que ya habían comenzado a darse cuenta de su error, montó a caballo y, seguido por muchos hombres armados, se dirigió a Santa Maria Novella para com­batir a la plebe.

La plebe que, como arriba dijimos, había tomado parecida decisión, casi al mismo tiempo que Michele y los suyos salían, se puso en marcha a su vez para dirigirse a la plaza; pero la casualidad hizo que sus recorridos fueran distintos y no se encontraran en el camino. Michele, al volver atrás, se en­contró con que la plaza había sido ocupada y se intentaba asaltar el Palacio. Entablando batalla con ellos, consiguió ven­cerlos, expulsando de la ciudad a una parte de ellos y forzando a los otros a deponer las armas y esconderse.

Obtenida la victoria, los tumultos se calmaron sólo por me­rito del gonfalonero, que superó entonces a todos los demás ciudadanos en valor, en prudencia y en bondad, y merece ser citado entre los pocos benefactores de la patria, pues, si hubiera habido en él intención torcida o ambiciosa, la Re­pública habría perdido enteramente la libertad y habría caído en una tiranía mayor que la del duque de Atenas. Pero su hon­radez hizo que no le pasara nunca por la mente pensamiento alguno contrario al bien público, y su prudencia le permitió llevar las cosas de manera que fueron muchos los que se pu­sieron de su parte, y pudo dominar a los otros con las armas. Todas estas cosas hicieron desconcertarse a la plebe e hicie­ron meditar a los mejores artesanos y considerar el desdoro que suponía para quienes habían domeñado la soberbia de los grandes el tener que soportar el hedor de la plebe.

Cuando Michele obtuvo esta victoria contra la plebe, se había formado ya la nueva Señoría. En ella figuraban dos indi­viduos de tan vil e infame condición, que se acrecentó en los ciudadanos el deseo de librarse de tal vergüenza. Hallándose, pues, la plaza llena de gente armada cuando los Señores to­maban posesión de sus magistraturas el día primero de sep­tiembre, apenas salieron del palacio los Señores se alzó tumul­tuosamente entre los armados el grito de que no querían en­tre los señores nadie del pueblo bajo. De modo que la Señoría, para satisfacerles, privó de la magistratura a aquellos dos, unO de los cuales se llamaba Tria y el otro era el cardador Barocco; en su lugar eligieron a Giorgio Scali y Francesco di Michele. Anularon también el Arte o corporación del pueblo bajo y a sus inscritos los privaron de los cargos, excepto a Michele di Lando y a Lorenzo di Puccio y algunos otros más cualificados. Dividieron los cargos en dos partes iguales, una de las cuales asignaron a las Artes mayores y la otra a las menores; pero decidieron que entre los Señores hubiera siempre cinco arte­sanos pertenecientes a las Artes menores y cuatro a las mayo­res, y que el cargo de gonfalonero correspondiera unas veces a uno de esos miembros y otras veces a otro. El gobierno así establecido consiguió por el momento calmar la ciudad; pero aunque se logró privar del mando de la República a la plebe, los artesanos resultaron más poderosos que los nobles, quie­nes se vieron obligados a ceder y a contentar a las Artes para quitar al pueblo bajo el favor de estas.

Todos estos hechos fueron favorecidos también por quie­nes deseaban que quedaran postrados los que, con el nombre de partido güelfo, tan duramente habían ofendido a muchos ciudadanos. Y como, entre los que habían favorecido el nuevo tipo de gobierno, figuraban micer Giorgio Scali, micer Bene­detto Alberti, micer Silvestro dei Medeci y micer Tommaso Stozzi, estos se convirtieron casi en dueños de la ciudad. Esta disposición y organización de las cosas confirmó la ya iniciada rivalidad entre los ciudadanos notables y las Artes menores, rivalidad motivada por las ambiciones de los Ricci y de los Albizzi. Puesto que de estas divisiones se siguieron luego, en diversos momentos, gravísimos efectos, y más de una vez habremos de hablar de ellos, llamaremos a uno de estos par­tidos popular y al otro plebeyo. Duró este estado de cosas tres años y estuvo saturado de destierros y muertes, por lo que los gobernantes vivían en grave alarma, siendo muy grande el número de descontentos tanto dentro como fuera de la ciu­dad. Los descontentos de dentro tramaban, o se creían que tramaban, revoluciones todos los días; y los de fuera, sin mie­do alguno que los frenase, sembraban toda suerte de des­órdenes, ya en un sitio ya en otro, unas veces por medio de algún príncipe y otras por medio de ciertas repúblicas.

Los datos y cálculos electorales… y la conciencia

Los datos y cálculos electorales… y la conciencia
Aportes para el desarrolloMi Arado 08/02/2018
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Los datos y calculos electorales y la conciencia

Héctor Ferlini-Salazar

Desde cualquier punto de vista que se mire, el proceso electoral 2018 en Costa Rica ha significado un socollón político. El ascenso de una opción de gobierno con marca religiosa no estaba contemplada. En mi artículo “Cuatro claves para una elección”, publicada en SURCOS el 26 de enero, comenté que los temas de la corrupción y de los derechos humanos habían disparado las candidaturas de Juan Diego Castro y Fabricio Alvarado respectivamente; a la postre este último resultó ganador de la primera vuelta.

Los datos obtenidos, las declaraciones que provienen de representantes de las opciones electorales descartadas para la segunda ronda, y especialmente, el renacimiento de un compromiso ciudadano que se expresa en redes digitales con la creación de múltiples grupos con tono pluralista y en el activismo palpable que busca evitar un gobierno dirigido por una religión altamente conservadora, augura un gane amplio de Carlos Alvarado para otorgar cuatro años nuevos de gobierno al PAC.

Será, muy probablemente (si ese compromiso ciudadano se mantiene y aumenta conforme se acerque el 1 de abril), un triunfo contundente de Carlos Alvarado que enviará al país al menos dos mensajes: a) las opciones fundamentalistas no tienen hoy viabilidad política para llegar al Poder Ejecutivo en Costa Rica, b) las bancadas del PLN y del PUSC tendrán que tener mucho cuidado con las alianzas que hagan con Restauración Nacional en la Asamblea Legislativa si desean renacer como opciones electorales, pues habrá una ciudadanía que ya no estará atada a sus partidos. Tendrán que asumir con responsabilidad los grandes temas como el problema fiscal, el sistema de seguridad social (incluye educación, salud, recreación y otros), la protección de los derechos humanos, el agua, para citar los más apremiantes y que concentran la mirada ciudadana.

¿Pero qué ocurrirá si este compromiso ciudadano que hoy observamos en redes digitales se acaba el 1 de abril? Para responder quiero comentar tres experiencias vividas recientemente en mis constantes actividades en comunidades para trabajar el tema de la construcción de cultura de ciudadanía y democracia participativa. En la Zona Sur, durante un taller en setiembre, un participante dirigente sindical del sector de pequeña agricultura, aprovechó su comentario sobre el tema del encuentro para arremeter contra “la ideología de género y las guías de educación sexual”. En la Zona Norte, en octubre, en otra actividad, una compañera de larga lucha y compromiso con los derechos de las mujeres campesinas habló también contra las guías para promover la afectividad y la sexualidad integral. En Limón, en las semanas finales de 2017, otro participante de las actividades que promuevo en torno al tema de construcción de cultura de ciudadanía y democracia participativa, dirigente comunal de larga trayectoria y participante de muchas organizaciones comunitarias, igualmente se pronunció en contra de los temas relacionados con la sexualidad. En esas fechas no se conocía el pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos acerca del matrimonio igualitario. Como vemos, todas son personas comprometidas con su gente y sus comunidades, ninguna tenía una argumentación consistente para sus discursos, pero los asumen plenamente y los defienden a viva voz porque los mensajes difundidos desde fuerzas políticas y medios de persuasión no son inocentes y están diseñados para ser incorporados. El compromiso social no siempre implica conciencia política.

¿Es suficiente entonces si se gana esta elección de Carlos Alvarado? ¿Se rendirán las fuerzas que impulsan esos temas y otras ideas como que el problema del déficit fiscal está en los programas sociales que gastan mucho y no en la evasión, la elusión y un sistema tributario injusto? ¿Qué vendrá después? Como lo propuse en el texto “La fuerza nace desde las comunidades” (2011), la construcción de una fuerza social transformadora que oriente al país por una ruta de justicia social, implica dos ingredientes claves: – Elevar la conciencia del pueblo, esto es, desarrollar un proceso educativo para lograr una clara comprensión de los problemas, sus causas profundas, y las soluciones. – Elevar la calidad organizacional, lo cual implica, más gente participando conscientemente en las organizaciones sociales y comunitarias con ánimo plural, y mejor articulación entre los grupos.

Esta tarea, que es la tarea de construir una sociedad nueva basada en la justicia y el respeto a los derechos de cada persona, no se hace desde las redes digitales que si son útiles como medios de difusión, pero la construcción de conciencia política implica un cara a cara, una comunicación directa para palpar la realidad de cada comunidad y de cada persona, desentrañar ideas, percepciones y vibraciones para comprender por qué una persona acepta y divulga determinadas ideas y estar en capacidad de construir una respuesta inteligente a partir de la credibilidad que provee la cercanía humana. Esas ideas, percepciones y vibraciones solo se comprenden en la vivencia concreta, no por la vía digital, y en esa vivencia concreta, se descubre los elementos que pueden generar rupturas culturales y construir, primero, conciencia social, y luego, conciencia política, es decir, reconocimiento del rol o papel que se tiene en la dinámica de poder y definir si se desea seguir con ese papel o se quiere transformar en unión con las personas cercanas. Por eso la fuerza nace desde las comunidades. No hay que ver esta frase con dramatismo y argumentar que “no tengo tiempo”, pues todas las personas tenemos una o varias comunidades: habitacional, laboral, familiar, deportiva, artística, estudiantil… donde podemos sembrar con inteligencia la semilla de la conciencia y cuidar que germine y se multiplique.

Hay que ganar esta elección porque se reconoce la calidad del candidato, porque se siente identificación con el programa, o porque se quiere evitar el triunfo del fundamentalismo religioso, pero luego la tarea sigue… desde las comunidades.

Luche por los intereses de la clase obrera salvadoreña…

Luche por los intereses de la clase obrera salvadoreña…Entrevista con José Antonio Morán Mendoza

SAN JOSE, C.R. 28 de diciembre de 2017 (SIEP) “Luche por los intereses de la clase obrera salvadoreña, a eso dedique mi vida…” manifiesta con alegría el revolucionario José Antonio Morán Mendoza, de 75 años, originario de Santa Ana y experimentado dirigente sindical y comunista salvadoreño.

Nos comparte que “mi papá participó en el movimiento indígena de 1932, en el levantamiento, su nombre era Silvestre Antonio Morán, fue capturado y le quebraron las costillas de un balazo. Por eso mi papá siempre mantenía viva la memoria subversiva y nos contaba del levantamiento del 32, nos hablaba del revolucionario cubano José Martí, y que para la libertad solo había dos caminos: o pagar su precio o resignarse a vivir sin ella.”

“Nos hablaba que cuando uno se metía en el mundo de la lucha por la justicia en esta causa se empeñaba la palabra y la vida, se empeñaban los huevos y había que ser fiel hasta la muerte.”
“Nací el 1 de junio de 1943 en Santa Ana. Fuimos trece hermanos y hermanas. Siendo muy pequeños quedamos huérfanos y manteniéndonos por nuestra cuenta. Y hubo personas que nos ayudaron mientras otras se aprovecharon de nuestra situación, como fue el caso de un cura que violó a una hermana, y lo mismo le paso a otra hermana en una iglesia evangélica.
De aquí nace mi aversión a la religión y a las iglesias, por eso es que soy ateo. Mi esposa se llama Ana Luz Molina. Y tengo cuatro hijos: Boris Ulises, José Vladimir, Paul Iván y Tania Patricia. He sido carpintero, zapatero, técnico textil, oficinista, chofer de autos y taxista.
Desde niño trabaje en el campo
Desde muy niño tuve que trabajar en el campo para ayudar a mantener a mi numerosa familia. Desde los 7 años se me encomendó trabajar una tarea, que es un cuadrante de tierra, una superficie de 10 varas cuadradas para arar o limpiar. Y hay que meterle la cuma, el azadón, el machete, Y te enfrentás con las culebras y las hormigas bravas que se te suben al cuerpo. O se parecen las serpientes llamadas bejuquillos en los ríos.
Cerca de la casa de nosotros vivía un señor blanco, que se dedicaba a hacer muebles, y yo siempre me detenía ver cómo era que los hacía, y una vez me pregunto si no quería aprender el oficio, que si quería ser carpintero, y yo le dije que sí, entonces me explicó que él era profesor en una colegio técnico, que tenía me acuerdo en el logo un yunque y un martillo.
Para ese entonces estaba estudiando tercer grado y tenía nueve años. Cuando me vieron en el colegio técnico dijeron que estaba muy pequeño pero logre convencerlos que me hicieran una prueba. La prueba consistía en que les respondiera preguntas sobre reglas de matemáticas, geometría, tonelajes y tuercas. Pensaron que no la iba a pasar pero resulta que estudiaba en la escuela nocturna y precisamente tenía los apuntes de esas materias, los cuales estudié rigurosamente y logre pasar la prueba. Y me convertir en estudiante del Colegio Técnico INPI.
Por esos años hubo dos acontecimientos que influyeron fuertemente en mi vida. El primero fue el triunfo de la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959. Ya para entonces era carpintero graduado, aunque joven, de 15 años. Me había graduado a los 14 años.
Me acuerdo cuando obtuve mi primer trabajo en una fábrica de muebles, de puertas y ventanas. Llegue y busque al dueño y le pedí trabajo y me respondió que él no necesitaba aprendices sino carpinteros. Le dije que yo era carpintero y soltó la carcajada y lo mismo se rieron los demás carpinteros, ya viejos, burlándose de este bicho. Y eont4omces el dueño del taller me preguntó que sabía hacer. Y le respondí: lo que Usted me ponga a hacer. Y me dice: no seas tan rajón. Y le respondo que ¿por qué dice eso? Vaya –me dice- haceme una silla de vano de pilarcillo.
Y los demás se secreteaban pensando que ni sabía de qué estaba hablando el maistro. Por cierto al taller le decían el “taller de los Micos”, mal apodo que tenían los dueños. Bueno, saque mi metro tranquilamente y empecé a tomar medidas y a hacer los cortes ante la mirada sorprendida de todos ahí. Hasta dibuje un plano en mi cuaderno de notas. Y efectivamente hice el mueble solicitado. Si yo era de escuela. Y ante la evidencia el dueño del taller no tuvo otra que contratarme.
Después pasé a otro taller, esta vez de muebles acolchados, otra experiencia laboral. Ahí éramos alrededor de 70 obreros, grande el taller, me acuerdo del lema publicitario: “Muebles Bonalco, Salvadoreños como el Izalco.” A mediodía, durante el almuerzo nos poníamos a escuchar las noticias trasmitidas por Radio Rebelde, éramos partidarios la mayoría de carpinteros del Ejército Rebelde y de su líder Fidel Castro.
Una vez despidieron injustamente a un compañero nuestro a un carpintero, y entonces a alguien se le ocurrió que buscáramos para asesorarnos a un carpintero que tenía experiencias en asuntos sindicales y que incluso había participado en el levantamiento del año 32. Y fue entonces que fui a buscar y conocí al legendario Virgilio Guerra, dirigente santaneco del Partido Comunista. Virgilio tenía una venta de madera y productos de carpintería. El me dio un papelito y me dijo: vaya este lugar ahí lo van ayudar. Me mandó para el local del Sindicato de la Industria de la Construcción.
Fui y les explique el problema que enfrentábamos y me propusieron que nos organizáramos para resistir los ataques de la patronal, que creáramos la seccional del Sindicato y así ellos podía llegar a asesorarnos y a explicarnos los beneficios de estar unidos, organizados. Esta fue mi primera charla de educación sindical. Te estoy hablando de los años 1959-1960, en esa época se vivía la euforia causada por el, lanzamiento del primer Soyuz, la nave espacial soviética, todo mundo decía con admiración: ¡Qué vergones esos cabrones rusos!
Conocí al Che cuando no era todavía el Che
Una vez fui a hacer mostradores en la finca Las Cruces, propiedad de Armando Tomás Monedero, esto fue en tiempos de cosecha de café, y estando ahí trabajando se apareció un muchacho y Don Armando me dijo: siéntase tranquilo que este muchacho es muy buena gente. Al preguntarle el nombre me dijo: soy argentino, me llamo Ernesto Guevara. Pero todavía no era el Che pero después iba a ser el Che. Se interesó por lo que estaba haciendo. Ese medico paliducho que entonces conocí llegaría a sr el Che que peleó al lado de Fidel en la Sierra Maestra y luego moriría en Bolivia.
Regresando a la historia, hicimos una asamblea y organizamos el sindicato en la fábrica. Y cuando cumplí los 18 años pude integrarme a la Junta Directiva del Sindicato de la Construcción. Fue toda una experiencia. Como directivo sindical atendía los departamentos de Santa Ana, Ahuachapán y Sonsonate, y así fue adquiriendo experiencia, destrezas que solo las dan el tiempo y la práctica. Y me dedique a formarme políticamente, leía La Verdad, órgano del PCS, y un boletín sindical de nombre Voz Obrera. Y así fui creciendo sindicalmente y políticamente, habituándome a la lectura. Y estudie hasta sexto grado en la escuela nocturna.
Fue por ese tiempo que me reclutaron para la Juventud Comunista. Me acuerdo que a la célula llegaba a atendernos Roque Dalton, que era muy chistoso. En mi célula estaba Diógenes, que era hijo de Antonio Gonzalez, fundador del PCS en Ilopango en marzo de 1930. Toda su familia era del PC. Carlos Solórzano, conocido en el mundo de los carpinteros como “El Rostro Impenetrable” por una famosa película de Marlon Brando de esa época. Y es que en realidad era bien feíto.
Por esa época como Vanguardia de la Juventud Salvadoreña contribuimos a la formación del FUAR sección Santa Ana, que la coordinábamos junto con Diogenes y Eduardo Camporreales; la Columna Campesina dirigida por Mariano Carranza; la Columna Estudiantil por Dagoberto Marroquín y Jorge Vargas. Hacíamos sesiones para aprender el manejo de armas, de diverso tipos de armas incluso una escuadra ametralladora.
A los 17 años, en octubre de 1960 soy juramentado por Eduardo Camporreales para ingresar al Partido. Ese mismo año caí preso. Sucede que le trabajábamos a la mueblería de Salvador Arce Zablah, que quedaba en Santa Tecla. Y fuimos a dejarle unos muebles y coincidió con el golpe de estado de ese año. Y nos detuvieron tropas del ejército y nos acusaron de revoltosos. Nos llevaron al cuartel y luego de una golpiza nos pusieron en libertad. Fue mi primera captura.
La siguiente captura fue cuando vino al país el presidente gringo Lindon Johnson. Le organizamos un recibimiento con pintas y mantas. Entonces la embajada gringa quedaba en el centro. Me acuerdo que participaba Mario Moreira, que era presidente de AGEUS. Participábamos en la protesta estudiantes y obreros. Nos capturan y nos llevan a un lugar aparatad allá por MOLSA y nos golpean y luego nos sueltan. En esa época los cuerpos de seguridad todavía no desaparecían a los opositores.
En 1964 participo en el V Congreso del PCS. Me acuerdo que en la comisión organizadora estaba Raúl Castellanos Figueroa y Rafael Aguiñada Carranza. Y por Santa Ana participamos Marianito (Carranza), Virgilio, Eduardo.
Entre los acuerdos tomados me acuerdo que estaba que el Partido debía convertirse en un aglutinador de las masas populares, desarrollarse en el seno de la clase obrera, crecer en el campo, potenciar a la Juventud, fortalecer el movimiento obrero y crecer, reclutar más comunistas. En la Comisión de Organización queda de responsable el Chele Aguiñada. Me acuerdo que uno de los debates era el de la necesidad de que los compañeros que estaban en la producción pasaran a formarse como cuadros militares.
Había en el Partido también profesionales. Me acuerdo de Luis Ernesto Acevedo, fiscal de la UES que era colaborador nuestro. De Gustavo Adolfo Noyola, que era camarada y fue secretario general de la UES.
Se hablaba también de influir en empresas y constituir grupos tácticos y grupos estratégicos. Por lo estratégico nos referíamos a organizar a las principales empresas del país, a los trabajadores de telecomunicaciones, energía, agua, el transporte, etc. Y por tácticos a empresas del sector textil, alimentos, bebidas, etc. La UTF era un sindicato clave, poderoso, los ferrocarrileros y era conducido por nosotros, por el Partido. Y había la visión etapista que después de la lucha de masas venía la lucha armada.
Reclute para el PCS a Dagoberto Gutiérrez
En determinado momento me volví funcionario sindical, abandone la producción para dedicarme al trabajo sindical y partidario. Me esmere en estudiar sobre Métodos y Sistemas Organizativos. Y ya pasaba bastante tiempo en san salvador, pero también hacía trabajo partidario en santa Ana, incluso reclute a varios cuadros del Partido, incluyendo a Dagoberto Gutiérrez, que era de Chalchuapa pero estudiaba en Santa Ana y después se volvió un destacado dirigente comunista.
El avanzó mucho porque se fue a estudiar a la Unión Soviética, allá lo formaron. También por esa época organizamos una Escuela de Educación Sindical y tuvimos la visita y participación de Salvador Cayetano Carpio, Schafik Handal, Raúl Castellanos Figueroa, Rafael Aguiñada Carrranza, Alfredo Acosta (constructor y carpintero) y otros. Para esa época bromeábamos mucho. A Delfino Perez lo jodíamos porque en su modo de hablar trataba de imitar a Schafik yle decimaos “Chafino.” Al viejo Edito Genovés le decíamos “Burro de Años” o “Tía Cabra.” A Carpio le decíamos Chambacú, como la canción.
En 1967, en mi calidad de secretario de organización de la Federación Unitaria Sindical, FUSS participe activamente en las jornadas huelguísticas de abril de 1967, que incluye la huelga de los trabajadores de Acero allá en Zacatecoluca, y lo hice junto con otros compañeros, entre estos Salvador Cayetano Carpio, que era el encargado de Educación.
Ya para ese entonces estaba el debate sobre si era adecuado o incorrecto la militarización del movimiento obrero y como resolver el problema de la formación de cuadros militares dentro del movimiento obrero. Me acuerdo que para esa época Salvador o Chamba como le llamábamos era muy enfático en la necesidad que como obreros comunistas rechazáramos la religión.
Me acuerdo que una vez que impulsamos la organización de los trabajadores de IMACASA, una fábrica de implementos agrícolas, fuimos con José Dimas Alas, que era secretario general de la FUSS, y al llegar allá, un obrero de IMACASA le grito emocionado: Hola Cutuyeya. Nos sorprendimos al descubrir que se trataba de su primo de nombre Secundino Ardón, y que se habían criado juntos allá en Chalatenango y Cutuyeya se refería a que cuando niño así decía por decir “costurera”. A Cutuyeya después Carpio se lo llevó para formar las FPL.
Por ese tiempo también participamos en la campaña del PAR que llevaba como candidato a la presidencia al Dr. Fabio Castillo. Anduvimos de pueblo en pueblo haciendo campaña de una plataforma de cinco puntos, en el que sobresalía el de realizar una reforma agraria, que en aquella época era un tema explosivo. Esta campaña política tuvo como base el movimiento huelguístico de ese año 1967, que fue muy intenso.
Y fue a partir de esta experiencia electoral que pudimos como Partido iniciar pláticas con los socialcristianos del PDC dirigidos por Duarte y los socialdemócratas del MNR dirigidos por Guillermo Manuel Ungo, para luego formar la Unión Nacional Opositora, UNO y derrotar en la urnas a la dictadura militar, en 1972 y 1977. Y en Santa Ana ganamos el consejo municipal e incluso fui regidor.
Y también fui candidato a diputado pero aunque la mayoría me apoyaba, la dirección del Partido nos impusieron a Alfredo Acosta, esa era la línea nos dijeron…Pero debo reconocer que esta experiencia electoral me ayudo a desenvolverme, aprendí a hablar en público en las concentraciones populares, “pico de oro” me decían por lo fogoso de mis discursos.
Con Carpio debatimos bastante sobre el rumbo del movimiento obrero y las formas de lucha. Él era dirigente de sindicato del pan. Era un poco egocéntrico y necio. Aunque también un gran luchador social, hay que reconocerlo, fue su mérito personal…
En este año 1967 soy capturado por la Guardia Nacional y paso encarcelado tres meses. Y soy víctima de torturas físicas y psicológicas. Me acusaban de comunista. El director de la “benemérita” era el Chato Casanova.
En San José, Costa Rica
En 1968 fui nombrado para representar al movimiento obrero salvadoreño en un Congreso de Unidad Sindical Centroamericana que se celebró en San José, Costa Rica. Y hable con mi estilo combativo, de choque, porque así hablábamos en El Salvador, y esto no le cayó en gracia a Manuel Mora, el dirigente de los comunistas ticos que me acusó de practicar un “discurso incendiario”, desde entonces no les caí bien a los del Partido Vanguardia Popular.
Ah y fíjate que cuando llegue a San José en el aeropuerto me detuvieron y me interrogaron y traía una carta de Raúl Castellanos Figueroa para Manuel Mora y me la tuve que comer, me la tuve que tragar, suerte que era de papel cebolla. Conocí a Elena Mora, que era hermana de Raúl y vivía en Costa Rica, esposa de Eduardo Mora. Este me llegó a saludar también peor lo sentí falso.
En 1969 se recibe una invitación para asistir a un Congreso de la Federación Sindical Mundial en Moscú. El Partido eligió a su candidato, se trataba de Dimas Alas, que era el “niño bonito” de Carpio. Carpio siempre se rodeaba de un grupo de seguidores. Dimas era linotipista. Pero nos plantamos como movimiento obrero y termine asistiendo. Yo había sido fundado de la FUSS en 1965. Como detalle te cuento que también asistieron a ese primer congreso representantes del Sindicato de Pilotos Aviadores de El Salvador.
Estuve en Moscú y ya ahí recibí una invitación de la CGT para visitar Francia y de los sindicatos británicos para viajar a Inglaterra. Los camaradas soviéticos admiraban el ardor con que defendía mis posiciones en favor de los derechos de la clase obrera. Ahí conocí al chileno Luis Corvalan que me increpo por mis actitudes antimilitaristas. No se imaginaba, en las vueltas que da la vida, lo que le tenían preparado los militares chilenos a su pueblo y su mismo partido.
Al regresar de la Unión Soviética volví a caer preso en la Guardia Nacional, esta vez por sindicalista. Pero logre fugarme, porque resultas que practicaba judo y me había adelgazado bastante, y logre pasar por los barrotes y salí normalmente…Ah, fíjate que en 1986 de nuevo invitado por los sindicatos soviéticos volví a visitar a la URSS. Esta vez por un camarada uruguayo, el líder sindicalista Marcelo Pineto, de la FSM, que incluso vino a visitarnos acá a El Salvador. Él me decía me acuerdo: “vos so esperanza para nuestros pueblos.”
En 1971 en un pleno del comité central del Partido me absorbieron para este organismo y pase a formar parte de la Comisión Nacional de Organización. Y me desplazaba a la zona oriental, organice a los pescadores de Cutuco, forme sindicatos en los algodonales, la base social del Partido se había ampliado y penetramos el oriente del país, en particular Usulután. En las discusiones al interior de la dirección del Partido impugne a dos compañeros lo que me trajo diversos niveles de aislamiento.
Impugne a Roberto Castellanos Calvo, “Boca de Trapo” , lo acuse de ser un borracho empedernido; y también a Mario Aguiñada, acusándolo de farsante y falso, irrespetuoso, esto me valió que su hermano, el Chele, Rafael Aguiñada dejara de estimarme. Y lo mande a comer mierda, a los dos. Pero así soy yo, de una sola pieza. Las verdades las digo a la cara y no reparo en consecuencias. Pienso que así debe de ser un revolucionario, un comunista, sincero, autocrítico, así fui educado políticamente.
Captura y expulsión a Guatemala en 1973
En 1973 después del 1 de mayo fuimos capturados 22 comunistas por la Guardia Nacional y fuimos torturados y luego expulsados hacia Guatemala, a las garras de la Mano Blanca, un escuadrón de la muerte chapín de los primeros. Te pintaban una mano blanca en tu puerta y era una condena de muerte. Cuando me capturan ando leyendo Los Condenados de la Tierra de Franz Fanon. Estuvimos presos en los sótanos más recónditos de la policía. Y al final tuvieron que liberarnos porque logamos comunicarnos con nuestros compañeros guatemaltecos.
En la capital chapina nos teníamos que reportar a las 6 de la mañana, 112 del mediodía y 6 de la tarde en el cuartel de la policía. Y logramos contactarnos con los camaradas del PGT y se levantó una campaña mundial para exigir nuestra libertad. Hubo una carta exigiendo nuestra libertad que fue firmada por Pablo casal, Pablo Picasso, la actriz Gina Lolobrigida y su esposo, el músico Mikis Teodorakis. Entre los capturados estaban Lito Sandoval Luna y su hermano; un obrero de apellido Polanco, Reginaldo Hernandez, el Flaco Quezada. Y nos pusimos a luchar luego porque el gobierno guatemalteco nos concediera el derecho de asilo.
Pero en realidad lo que queríamos era ganar tiempo para organizar nuestro regreso al país. Y así fue. Les solicitamos a los policías que queríamos ir a confesarnos a la iglesia y a diez de los 22 presos políticos nos permitieron ir. Pero ya nuestros compañeros guatemaltecos habían organizado la fuga y tenían listo el transporte que nos conduciría a la frontera y así fue efectivamente.
Regresamos a la patria, regresamos a la lucha. En mi caso me quede unos días en San Cristóbal, todavía en Guatemala, porque tenía unos conocidos ahí. Y luego me metí a El Salvador y me unos días estuve clandestino. Luego me reincorpore a mis actividades sindicales y políticas, volví a la legalidad. Nuestra fuga causó un gran alboroto en Guatemala.
Fíjate que a mí me mataron los escuadrones de la muerte a 13 familiares, por eso yo no perdono ni mierda a esos asesinos, tiene que haber justicia…
En 1986 fui representante del FMLN-FDR en Costa Rica. Ese mismo año, luego de 26 años de militancia partidaria, y con una visión crítica de su práctica política, presente mi renuncia irrevocable al Partido Comunista de El Salvador, PCS.-

Realizan en El Salvador XV Encuentro de Catedras Martianas

CIUDAD UNIVERSITARIA, 23 de noviembre de 2017 (SIEP) “Es un gran honor para nuestra Universidad de El Salvador ser sede de este XV Encuentro Internacional de Cátedras Martianas, expresó el Lic. Vicente Cuchillas, Decano de la Facultad de Ciencias y Humanidades de la Universidad de El Salvador.

Por su parte el Lic. Guillermo Campos, Jefe del Departamento de Filosofía y uno de los organizadores de la actividad, indicó que “esta actividad forma parte del esfuerzo que como UES estamos realizando por promover un pensamiento emancipador latinoamericano, que ilumine la lucha por la transformación de nuestras sociedades.

La actividad contó con las Conferencias Magistrales impartidas por el catedrático mexicano de la UNAM, Dr. Adalberto Santana, que verso sobre “Francisco Morazán y José Martí: el pensamiento de la integración latinoamericana” y por el Dr. Ibrahim Ferrer, del Centro de estudios Martianos de La Habana, con el tema: “José martí: guerra sin odios.”

Por Nicaragua participan el Dr. Jorge Dimitrov Escalante, y la Maestra Tamara Iveth Pérez, ambos de la UNAN-Managua, con el tema “Descolonización y Segunda Independencia en Martí.”
Entre los ponentes salvadoreños se encuentran Jeimy Magaña, que tratará el tema “Martí y la emancipación de la mujer”; José Alfredo Pineda Dubón, con el tema “José Martí: Segundas Independencia y Soberanía de Nuestra América”; Raúl Martínez con el tema: “Legado histórico de José Martí en la Revolución Salvadoreña” y Roberto Pineda, con el tema: “Martí y la Revolución salvadoreña.”
Roberto Pineda indicó en su intervención que “es un gran privilegio participar en este XV Encuentro de Cátedras Martianas, para nosotros como salvadoreños hablar de Martí no es un tema académico, es un tema político, y es un tema hasta emocional, porque Martí es Cuba, Martí es Fidel, martí es el Che, Martí es el Granma; Martí es la Sierra Maestra; Martí es la dignidad latinoamericana y caribeña; Martí es el socialismo a 90 millas del imperialismo…”
“Las ideas emancipadoras de Martí –agregó- junto con las de miles de luchadores sociales, con sus sueños, con sus esfuerzos, con sus victorias y derrotas, se juntan para formar el ideario de los procesos revolucionarios latinoamericanos, y cada nueva generación va dando su aporte.”
“Martí sufrió cárcel y destierro como las han sufrido los luchadores sociales latinoamericanos y caribeños. Y estas experiencias lo marcaron y contribuyeron a la construcción de sus ideas básicas, de sus planteamientos fundamentales. Martí con su palabra, con su vida y su muerte nos convoca al compromiso político con los pobres de la tierra.“
“Hay tres grandes ideas fuerza del pensamiento martiano que nos han acompañado en nuestro proceso revolucionario salvadoreño. La primera es su latinoamericanismo. Martí nos ensueño a pensar y sentir como latinoamericanos, como hijos e hijas de Nuestra América. Y fue este espíritu lo que impulsó a Farabundo Martí a incorporarse al Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional, conducido por el General de Hombre Libres, Augusto Cesar Sandino, allá en las Segovias de ese hermano país.”
“Lo segundo es su antiimperialismo. Martí vivió en lo que él llamó las “entrañas del monstruo:” Y nos enseñó que únicamente podremos ser independientes en enfrentamiento constante y hasta derrotar al imperialismo yanqui, como el pueblo cubano lo hizo en Playa Girón. Y fue ese antiimperialismo el que guió al pueblo salvadoreño durante doce largos años de Guerra Popular Revolucionaria, enfrentado a la maquinaria y los planes elaborados en Washington.”
“Y lo tercero es su espíritu emancipador. Martí nos enseñó la necesidad de transformar nuestras sociedades. La necesidad de luchar por los intereses más sentidos de los sectores populares. La necesidad de acabar con las minorías que explotan y oprimen a nuestros pueblos…”
“Martí tuvo dos granes amistades salvadoreñas. El primero fue el general Carlos Ezeta, se conocieron en Nueva York en el exilio y ya cuando era presidente Carlos ayudó al movimiento independentista representado por el Partido Revolucionario Cubano, con armas y pertrechos militares. Carlos Ezeta fue presidente de 1890 a 1894.”
“Y hay una mujer, Ana Rosa Ochoa, que fue la secretaria de Alberto Masferrer, pensador de principios de siglo XX, y que tuvo una librería ubicada en el centro de San Salvador, llamada Claridad donde se vendía literatura subversiva, marxista y les estoy hablando de los años 40,50,60 del siglo pasado, en plena dictadura militar. Ella fue una gran Martiana, una admiradora del revolucionario cubano y vendía sus obras, las promovía….
“Deseo terminar con un verso de Martí que me sigue cautivando y convocando a la lucha: ¡Yo quiero cuando me muera, sin patria pero sin amo, tener en mi fosa un ramo, de flores y una bandera” finalizó Pineda.

«Cómo se fabrica un machito»

“Cómo se fabrica un machito”: Marina Castañeda, la psicoterapeuta mexicana que retrata “al macho mexicano” en el libro “El machismo ilustrado”

En el libro “El machismo ilustrado” la psicoterapeuta mexicana Marina Castañeda, en colaboración con la dibujante Eva Lobatón, hace una reflexión gráfica de esos comportamientos del día a día “que se han vuelto caricaturescos” tanto en su país como en toda América Latina.

Por Alejandro Millán Valencia – BBC Mundo
BBC “Desde pequeños se incuba en los hombres ese necesidad de demostrar que son hombres”, dijo Marina Castañeda, autora de “El machismo ilustrado”. (Crédito: Eva Lobatón)

Una escena que se repite por los pasillos de los centros médicos todos los días: decenas de niños que van a ser vacunados. Muchos de ellos tiemblan de terror al saber que van a ser pinchados por la aguja de una jeringa. Entonces se escucha la frase, tanto de madres como de padres, cuando el destinatario del pinchazo es un varón: “Mijo, no llore, demuestre que es un hombre”.

“Desde pequeños se incuba en los niños ese necesidad de demostrar que son hombres”, le dice a BBC Mundo la psicoterapeuta mexicana Marina Castañeda.
En su opinión, esa formación termina creando “machitos” que no son los que golpean ni maltratan psicológicamente, pero sí tienen actitudes de género estereotipadas en la vida cotidiana que pueden llegar a ser dignas de un dibujo animado.
“Hay elementos del machismo que hoy día se han vuelto caricaturescos, detalles en la vida cotidiana que son dignos de risa y no sólo de lamentaciones”, apunta Castañeda.
BBC Marina Castañeda ha escrito varios libros en los que trata lo que ella ha denominado “el machismo invisible”.
Por esa razón, la psicóloga se unió con la dibujante Eva Lobatón para crear “El machismo ilustrado”, un libro de caricaturas reeditado en agosto que reflexiona de una manera gráfica sobre esas actitudes machistas que se ven a diario en los hogares no sólo de México, sino también de toda América Latina y otras regiones del mundo.
En el contexto de la temporada 100 Mujeres organizada por la BBC, conversamos con Castañeda sobre ese “machismo cotidiano o light “ que se presenta en su libro.
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¿De dónde surgió la idea de ilustrar el machismo?
El cómic está basado en mi libro “El machismo invisible”. Tanto en el libro como en el cómic se intentan describir las formas sutiles del machismo en México.
Pero no el machismo violento, flagrante, sino que se trata más de las formas light que pude tomar, esos pequeños gestos y actitudes de la vida cotidiana tanto de mujeres como hombres.
BBC “El machismo ilustrado” fue publicado en noviembre de 2013 por Taurus y reeditado en agosto pasado por Grijalbo. (Crédito: Taurus)
Esa era la idea de “El machismo invisible” y nosotros decidimos hacerlo historieta. ¿Por qué? Porque nuestro deseo era alcanzar a un público más joven, más dispuesto a leer un cómic que a leer un libro de 400 páginas.
Hay formas de ser, formas de hablar que ya pueden parecer ridículas, aún en una sociedad machista como la mexicana.
Estamos hablando de las clásicas formas de manipulación y de poder que fueron efectivas hace algunos años, pero ya no lo son más.
¿Cómo cuáles?
La actitud del macho mexicano que nunca admite haber cometido un error. Que no sólo tiene la razón, sino que considera que tiene derecho a tener la razón. O los hombres que no admiten que una mujer los interrumpa.
En mi trabajo como psicoterapeuta me encontré con casos así. Uno de ellos fue el de un paciente que me contó en medio de una sesión que “le había retirado el habla” a su esposa desde hacía una semana porque ella lo había interrumpido en medio de una conversación.
Esa frase contiene implícita la noción de que hablarle a una mujer es hacerle un favor. Es como quitarle un juguete a un niño.
Otro ejemplo es el de que los hombres siempre conducen. Entrevisté a más de 100 mujeres que decían que manejaban y que lo hacían bien.
BBC “¿Cómo se fabrica un machito?”, una pregunta que es respondida con humor y una profunda reflexión en el libro de Castañeda y Lobatón. (Crédito: Eva Lobatón)
Entonces les pregunté por qué entonces sus maridos solían estar al volante y me respondieron que, cuando ellas manejaban las criticaban tanto, que decidieron dejarles el lugar. “Me daba tantas instrucciones”, contaron varias de estas mujeres.
En cambio, cuando le pregunté a los hombres la respuesta fue “porque yo manejo mejor”.
Entonces decidí investigar. Y todas las compañías de seguros que consulté me dijeron que estadísticamente las mujeres conducen mejor que los hombres. “Tienen menos accidentes. Son más cautelosas. Más prudentes”, me respondieron.
Es un ejemplo de cómo un comportamiento que tiene que ver con el control y el poder se ha vuelto un axioma, eso de que “las mujeres manejan pésimo”, y resulta que no es cierto.
Es una de las muchas costumbres que se han inscrito en la cultura popular. Hay muchas cosas más que ya no tienen sentido.
¿Por qué se siguen perpetuando?
Se siguen presentando porque han quedado inscritas como verdades casi biológicas.
Un ejemplo es que las mujeres son las únicas que pueden criar biológicamente a un bebé y que sólo las mujeres tienen instinto maternal. Esto es totalmente falso. La explicación es que hay miles de libros que enseñan cómo criar un bebé: o sea, no hay ningún instinto maternal, sino que se aprende.
Estas “verdades casi biológicas” hacen que los hombres sean considerados ineptos para dichas tareas. El machismo también afecta a los hombres, porque considerar ineptos a los hombres para cuidar niños es lo mismo que considerar ineptas a las mujeres de manejar una computadora.
BBC “El machismo se mantiene y es mantenido no solo por los hombres, sino también por la actitud de algunas mujeres”, sostiene la autora. (Crédito: Eva Lobatón)
Y ese argumento se cae solo: hay centenares de hombres que han criado solos a sus hijos: hombres divorciados, viudos, gays…
Pero estos conceptos no son algo genético o biológico, sino una creencia que se sigue manteniendo.
También se hace extensivo al lenguaje: el hombre que cocina es un chef, pero la mujer es una cocinera. El hombre es un sastre, pero la mujer es una costurera. Actualmente se sigue menospreciando la actividad de la mujer, aunque haga exactamente lo mismo que el hombre.
Hay una observación en el libro que me gustaría que me ayudara a aclarar: los hombres tenemos que “demostrar que somos hombres” mientras que las mujeres , no.
Es algo que llevo observando desde hace mucho tiempo y también pensándolo: ¿cuál es la esencia del machismo?
La definición más precisa que pude encontrar fue esta: las mujeres no tienen que demostrar todo el tiempo que son muy mujeres. No es necesario. Basta con decir “soy mujer”, y ya.
En cambio, para los hombres, el hecho de decir “soy hombre” no basta para declarar su identidad. Muchos hombres sienten la necesidad de demostrar que son muy hombres o que son muy machos.
El machismo es ese esfuerzo extra que hacen los hombres para demostrar que son “muy hombres”.
¿Qué formas toma este esfuerzo perpetuo, que a mí me parece muy extenuante? Consiste, primero en la competencia perpetua con otros hombres. Y lo segundo, en demostrar que son superiores a las mujeres en todas las situaciones.
BBC Eva Lobatón se encargó de convertir en imágenes y caricaturas los conceptos explicados por Marina Castañeda en el libro “El machismo invisible”.
¿ C ómo hicieron para construir a personajes del libro como Tomillo y Ludmila?
Ahí tuvo que ver mucho la genialidad de Eva Lobatón (la caricaturista), que supo leer los ejemplos en el libro “El machismo invisible” y transformarlos en personajes.
Esos personajes son muy reconocibles, sobre todo para las mujeres, porque los hombres no tienen mucho esa capacidad de autoanálisis, que les permite reconocerse y reírse de ellos mismos.
Lo que no me queda claro es a quién está dirigido este libro, más allá del público joven…
A hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Está dirigido a todo el mundo que esté atrapado en este sistema de creencias, de costumbres, de actitudes, que yo he visto resumidas en un ejemplo: cuando las mujeres dicen que “mi marido es muy especial” o “mi jefe es muy especial”, y todo el mundo entiende de inmediato lo que eso significa. Eso significa que es impaciente, exigente.
BBC “No es el machismo violento del que estamos hablando. Es uno más sutil, pero que igual minimiza a la mujer”. (Crédito: Eva Lobatón)
¿Lo deberían leer más los hombres que las mujeres?
Te cuento un caso. un hombre, con el que estaba en terapia, me dijo un día: “Después de leer este libro me di cuenta que estaba haciendo algo mal con las mujeres”.
No sabía exactamente qué era lo que pasaba, pero comencé a preguntarle y me contó que era un hombre divorciado y que le gustaría tener una mejor relación con las mujeres.
Entonces le pregunté si tenía alguna amiga mujer. Y me respondió que no, que él tenía amigos y no le veía mucho sentido a tener una amiga mujer, porque si le gustaba, no la querría tener como amiga, sino como otra cosa.
Luego le pregunté por su hermana. Y me dijo que la quería mucho, pero que en realidad no hablaba mucho con ella. Y me reveló que conversaban de algunas cosas, como sobre la hija de ella, pero que él sobre él mismo no hablaba. Que no. Entonces le puse como tarea que hablara con su hermana y buscara amigas. Y poco a poco cambió su forma de comunicarse con las mujeres y de esa forma fue consiguiendo amigas mujeres.
Encontró la forma de llevarse con las mujeres más allá de verlas como un objeto sexual. Esta es otra característica de la sociedad machista: que hombres y mujeres no sean amigos, lo cual es absolutamente ridículo.
BBC “La jaula”, el lugar donde muchas mujeres se encuentran por los conceptos machistas actuales. (Crédito: Eva Lobatón)
En el libro hay un apartado sobre cinco reglas para crear a un machista. En ese sentido, ¿qué responsabilidad le cabe a las mujeres en crear o alimentar al machismo?
Es imposible negar que en México o en América Latina muchas madres le prestan más atención a los hijos varones que a sus hijas.
Hay estudios que demuestran que las madres amamantan más a los bebés varones que a las niñas. Y eso está inscrito en el lenguaje común. Se le dice al hermano hombre: “Cuida a tu hermana”, y a la niña se le dice: “Atiende a tu hermano”.
Y esto es algo que las madres están alimentando todo el tiempo.
Te pongo un ejemplo. Una amiga francesa tuvo una hija en México y decidió no ponerle aretes. Y sus amigas mexicanas le insistían en que le pusiera y ella preguntó por qué tanta insistencia. La respuesta fue que era fundamental que la gente supiera si era niño o niña, porque evidente el trato no es el mismo para un niño que para una niña.
¿Y cuáles serían tres tips para crear un machito, la receta de la abuela, como ustedes lo ilustran?
Uno, es hacerle sentir que es el rey del mundo. Dos, darle a entender que las mujeres que lo rodean están allí para atenderlo. Tercero, educar a los niños y a las niñas de una manera muy distinta. Extender esa creencia de que los niños son buenos para algunas cosas y las niñas para otras. Eso no es así. Porque el machismo no es sólo criar al niño machito, sino a la niña como alguien que asuma el papel de sumisa y conciliadora.
BBC Al final del libro se pueden leer los 10 mandamientos del machismo. (Crédito: Eva Lobatón)
Hay un principio instalado, que usted recoge y que parece generalizar ese machismo light : que la mujer está sola si no está acompañada de un hombre. ¿De dónde recogió ese concepto para ponerlo en una caricatura?
Hay varias facetas de eso. Para empezar, creo que ya el decir que dos mujeres que viajan o están en un bar están solas, ya es equivocado. Y te doy un ejemplo del por qué: cuando una mujer se divorcia, en la mayoría de los casos no se vuelve a casar. Mientras que, en su mayoría, los hombres divorciados se vuelven a casar en un promedio de 2 años.
Eso nos da la idea de que sociológicamente hay más mujeres que viven solas, que viven perfectamente bien, sin hombres. Eso está estadísticamente demostrado, pero la creencia popular señala que las mujeres no pueden vivir sin los hombres.
Hay un comentario de la antropóloga Margaret Mead en este sentido, que me gustaría agregar: “Cuando el hombre pierde a su esposa, este se vuelve a casar. Pero cuando la mujer pierde a su esposo, simplemente sigue cocinando”.