Entrevista a Gilberto Valdés Gutiérrez (Guanajay, 1952). Licenciado en Letras en la Universidad de La Habana (1974) y Doctor en Ciencias Filosóficas (Instituto de Filosofía, 2002). Investigador del Instituto de Filosofía. Se dedica en particular al estudio de los movimientos sociales y políticos, a los paradigmas emancipatorios en América Latina hoy y a la filosofía política y social en general. Coordina las actividades del grupo Galfisa (Grupo América Latina, Filosofía Social y Axiología) del Instituto de Filosofía.
Fernando Luis Rojas (FLR): En las discusiones sobre el socialismo, en ocasiones se desatiende el significado de este concepto para la gente, su lugar en el sentido común de los cubanos. ¿Qué opinas al respecto?
Gilberto Valdés Gutiérrez (GVG): Creo que existe una novedad conceptual en el denominado proceso de actualización y la discusión de una nueva constitución. Ambos procesos, que no están desligados, tienen un impacto en la noción que sobre el socialismo hemos incorporado en la teoría y el imaginario social cubano.
Como he dicho en otras ocasiones, en medio de tantos desaprendizajes necesarios y de tantas desconstrucciones desmovilizadoras es innegable la necesidad de ejercer, como diría Marx, la crítica radical de todo lo existente, sin que ésta retroceda ni frente a los resultados alcanzados ni frente al conflicto con las fuerzas existentes.
Hoy esa crítica implica “desaprender”, sin violar la continuidad de lo conocido, las nociones históricas conformadas y el instrumento cognitivo heredado, tal y como lo recibimos de versiones limitadas del llamado marxismo-leninismo.
Todas las discusiones desde la década del noventa hasta las que se llevan a cabo a partir del proyecto constitucional, deben ser concebidas como procesos de autoaprendizaje, en medio de la diversidad de propuestas. Las soluciones económicas, políticas, jurídicas, éticas, estéticas y culturales que necesitamos para enfrentar los nuevos retos no podrán efectuarse apelando a una cientificidad elaborada exclusivamente desde el recinto académico, ni solo aplicando procedimientos, técnicas y metodologías institucionales. Tampoco debe tratarse de un cuerpo conceptual a priori, construido al margen de las prácticas concretas, que se aplica para la concientización de los sectores populares.
Los saberes de la gente juegan un papel político regulador de primer orden, como aprendizaje proveniente del mundo de la vida cotidiana. Una de las amenazas con la que debemos lidiar, es la acostumbrada construcción de dicotomías (“esto o lo otro”), como presuntas antinomias que no pueden resolverse dialécticamente, por su carácter unidimensional. Un ejemplo de lo anterior es la escisión a veces desmovilizadora entre la economía y la política, entre plan y mercado, entre lo social y lo político, entre lo político y lo cultural.
A todas luces, existe una diversidad de posicionamientos éticos y políticos en torno a la Revolución, su densidad liberadora y su fardo de errores y proyecciones en las nuevas circunstancias. Muchos de estos posicionamientos reflejan sensibilidades generacionales.
Las transformaciones económicas, jurídicas y político-institucionales son fenómenos que generan estimaciones contrapuestas sobre los ritmos, orden, forma y sentido de los cambios particulares, pero que muy pocos objetan como salida ante la crisis de la economía cubana de los últimos años y la necesidad de renovar el consenso social socialista de cara a la movilidad y complejidad estructural y cultural que condiciona (y resulta de) tales acontecimientos.
Carolina García Salas (CGS): ¿Cuáles de esas transformaciones destacarías? ¿Dónde están las amenazas?
GVG: El redimensionamiento del Estado y la superación de su forma como Estado-empresario, el paso a la descentralización (mayor autonomía y facultades) de la empresa estatal socialista y su capacidad de planificación, incorporando emprendimientos autónomos en el mercado, la emergencia del sector privado en sus diversas variantes, las repercusiones de la Ley de la Inversión Extranjera en el contexto de nuestra economía y de nuestra sociedad, las reformulaciones acerca del modo de construir la hegemonía y el papel de la sociedad civil… Todas ellas activan el imaginario dicotómico conformado en décadas anteriores que reduce y empobrece la diversidad de opciones entre la noción socialista desplegada como estatalización extrema, frente a la cual –según ese modo binario de pensar_ presumiblemente solo se podría sustituir por la “mercantilización” como alternativa.
Habrá quienes sientan que se está “desmontando” el socialismo y reaccionen negativamente a los cambios y no faltarán, interna y sobre todo externamente, quienes a la vez que saluden las aperturas, llamen a seguir ensanchando el papel del mercado y la propiedad privada y la “liberación” de las trabas estatales que los constriñen, con la apuesta consecuente de un modelo de democratización que pretenda llenar el déficit procedimental democrático del Estado y el sistema político en el socialismo histórico, con el acervo democrático liberal.
Por esas dos razones: primera, no existe un “antídoto” válido para cada momento histórico que nos haga inmune a la posibilidad del retorno al capitalismo dependiente; segunda, porque serán cada vez más visibles las voces que nos estimulen a seguir dando pasos hacia la mercantilización de la vida; he insistido en la necesidad de abrir cauce y ensanchar el corredor cultural crítico del no capitalismo en la sociedad cubana.
CGS: ¿Qué entiendes por “corredor cultural crítico del no capitalismo”?
GVG: Primero, este corredor cultural está marcado por el debate. Implica una doble dirección, porque las propuestas que se desplieguen deben combinarse y articularse con iniciativas diseñadas e intencionadas desde el ámbito institucional. Pero no porque la gente le caiga atrás a la institución, pidiéndoles de favor que atiendan sus propuestas. Es necesario que las instituciones atiendan y respeten la auto-organización social de dichas emergencias y, las que son deseables, se multipliquen (espontánea e institucionalmente) no solo en nuestros centros educacionales, culturales y de investigación, sino en las organizaciones sociales y en las comunidades. No debemos prescribir negativamente a priori el carácter desinstitucionalizado de las subjetividades colectivas no capitalistas, no es una debilidad, ni les resta fuerza. Al contrario, es justamente uno de los componentes de su capacidad corrosiva radical: la lucha se construye desde otras bases, desde otro lugar y con otras reglas.
La realidad no es homogénea, incluso en una nación como Cuba que ha logrado conformar un tejido social articulado sobre la base de sellos identitarios fuertes. La realidad tiene lugares sociales y perspectivas diferentes.
Para que ese corredor cultural del no capitalismo pueda significar algo socialmente y se arraigue en el sentido común es necesario que sometamos a crítica otro parámetro estereotipado: los criterios inamovibles (y tan de moda) sobre “lo revolucionario” y “lo no revolucionario”. Hay una idea de Juan Valdés Paz sobre esa necesaria pluralidad del referente axiológico revolucionario. Valdés Paz dice en El espacio y el límite que la ideología de la Revolución es mucho más que una doctrina de Estado y debe ser lo “suficientemente heterodoxa y ecléctica como para dar cuenta de la diversidad social, la historia y culturas nacionales, las experiencias socialistas, nuestra cultura política y la permanente «batalla de ideas» contra el capitalismo y el sectarismo.”
FLR: Por lo que dices, ¿apuestas abiertamente por un escenario de aceptación de la diversidad como camino a ese corredor cultural crítico del no capitalismo?
GVG: El tema de la diversidad eclosionó en el mundo social y académico cubano en los noventa. La diversidad, aunque ha estado siempre, a partir de esos años ha adquirido mayor significación ética, política y visibilidad epistemológica. Pero igual que existe esa diversidad, existen sus lecturas. La diversidad (sexual, de género, racial, religiosa, social, ideológica, cultural, entre otras) la concibo no como un lastre a superar, sino como riqueza a potenciar y articular. Asumir las diversidades es un proceso de aprendizaje social y político y una necesidad que se precisa reconocer para que sea fuente de la emancipación.
Los seres humanos no se adscriben a una identidad única sino múltiple, a una multiplicidad de pertenencias que ellos mismos organizan de alguna manera en el marco de las obvias restricciones sistémicas, pero que están presentes de modo simultáneo y a la vez jerarquizan. El problema surge a la hora de determinar el referente axiológico, práctico-político para realizar la articulación: ¿debemos centrarnos en la diferencia como momento de esa diversidad o en su identidad?
Para que la diversidad no implique atomización y desbandada es preciso desear, pensar y hacer la articulación, o lo que es lo mismo: generar procesos socioculturales y políticos desde las identidades. El pensamiento alternativo es tal únicamente si enlaza diversidad con articulación, lo que supone crear las condiciones de esa articulación (impulsar lo relacional en todas sus dimensiones, como antídoto a la ideología de la delegación); fortalecer el tejido asociativo sobre la base de prácticas y valores fuertes (de reconocimientos, justicia social y justicia ambiental, equidad de género).
Pareciera que el reconocimiento de las diferencias resulta punto de partida para la constitución de sujetos con equidad y reconocimiento de las identidades respectivas. Sin embargo, la diversidad que se pretende asumir desde el “narcisismo de las diferencias” deviene recurso ideológico y cultural de dominación, cerrando el paso a cualquier reconstrucción que pretenda levantar, sobre tales diferencias, identidades sociales colectivas capaces de trascender el orden enajenante que las discrimina a todas por igual. Las razones últimas de la fragmentación se hallan en la enajenación del trabajo. La diversidad que necesitamos potenciar y articular es la que expresa la voluntad socializadora de los individuos en proceso de emancipación socialista.
CGS: En esta mirada a la transformación cultural que se necesita. ¿Qué lugar otorgas a lo simbólico?
GVG: Creo que para hablar de transformación cultural es necesario sacudirnos el empaquetado académico. En una visión educativa amplia, social-humana, no pueden desecharse las manifestaciones asociadas a lo marginal, lo vulgar, lo cotidiano, que por otra parte, tienen que ver con el individuo real: sus relaciones esenciales, sus gustos y preferencias, sus aspiraciones y necesidades materiales y espirituales. Aparece así la posibilidad de una educación de la sensibilidad que no contrapone cotidianidad a trascendencia, que no impone un ideal inalcanzable al sujeto, sino que lo prepara de manera participativa para co-construir sus propios canales estéticos, su propia subjetividad, hacerse responsable de su proyección en consonancia con la comunidad y la época.
Considero que hemos reflexionado poco sobre la evidencia que nos descubre la relación hegemonía / dominación, desde el papel de los componentes simbólicos que aporta la espectacularidad en la actual fase impositiva del capital. Uno de los pecados de las izquierdas en el último siglo ha estado signado por el candor utópico de que la justicia brilla con luz propia y no necesita escenografía en su presentación pública. La tarea consiste en deslindar lo mediático-manipulador y la perspectiva crítica-liberadora de las potencialidades humanas de la sensibilidad. No hemos estudiado suficientemente cuánto aportó la imagen mesiánica de los barbudos al aliento revolucionario de aquel enero cubano; el trasfondo estético y político de la canonización popular del Che en la Higuera; el costo político de algunos desaciertos mediáticos. “La cortina de hierro” con que se cubre el amo imperial es marcadamente cultural; la batalla ideológica por un mundo nuevo, se ha vuelto sumamente compleja.
Para favorecer la concientización y la autocomprensión de los sujetos sociales resulta clave alejarnos de todo didactismo insulso y panfletario. Ya sabemos, gracias a la práctica estetizada de la vida, que no es suficiente blandir argumentos racionales en un mundo en que la gente funciona desde otros canales, que siempre estuvieron ahí, pero que ahora se encuentran en ejercicio permanente más allá de lo que podíamos imaginar. El hombre participa de lo político no solo desde condicionamientos racionales. La emoción, la simpatía, el fervor, el entusiasmo, generalmente menospreciados bajo la sombrilla del racionalismo occidental, juegan un papel importante en la toma de decisiones individuales y colectivas.
No tienen sentido los intentos por negar la posibilidad actual de educar políticamente desde la admisión de la estetización y la re-estetización de la vida cotidiana. Si la escuela, la familia, las instituciones políticas, sociales, culturales revolucionarias no se sienten aludidas, ni intencionan su labor sobre estas bases, otros lo harán necesariamente. Y esos otros son los generadores de la cultura de la conservatización a que hacía referencia Fernando Martínez Heredia, que al igual que el apoliticismo, crea las condiciones sicológicas para el imaginario antisocialista.
FLR: Al escucharte da la impresión que no basta con preguntarnos ¿a qué socialismo aspiramos?, si no que debemos hablar también de la batalla que se da en Cuba hoy entre una cultura socialista y su opuesta, la capitalista.
GVG: En efecto. Enfrentar y superar multifacéticamente al capitalismo es un desafío histórico permanente en nuestra época, que trasciende la lucha de un país y de un grupo de países, que compromete a la humanidad en su totalidad. Hemos aprendido que no basta con subvertir solo sus resortes estructurales e institucionales de dominio y sujeción, sino es necesario comprender que está compuesto por “prácticas pequeñitas” –como dice Ángeles Eraña– de interacción social enajenada y fetichizada desde lo cotidiano.
Si no nos preparamos con nuevos procesos de aprendizaje/desaprendizaje sensibles para enfrentar esas prácticas e impedimos que se coloquen como norma reguladora del sentido de la vida la sicología del “éxito” individualista, el consumismo del “nuevo rico”, la insensibilidad frente a los privilegios reales, si no desafiamos la mirada economicista que desliga producción y reproducción de la vida, si reproducimos en nuestro accionar y sistema de valores el paradigma patriarcal discriminatorio de acceso al poder y al saber (centrado en el arquetipo “viril” y “exitoso” de un modelo de hombre racional, adulto, blanco, occidental, desarrollado, homofóbico y burgués), no podremos superarlo culturalmente en la perspectiva histórica.
CGS: Has mencionado con mucha fuerza la necesidad de atender el sentido común de las personas y su relación con la vida cotidiana. Esto pasa también por las alternativas económicas –en materia de propiedad y gestión– que caracterizan el ámbito cubano contemporáneo. ¿Qué opinas sobre estos temas?
GVG: Para Cuba, revolución por el socialismo con mercado es una realidad a asumir en el terreno práctico, de manera diáfana y no vergonzante, pero en modo alguno acrítica. El debate teórico y axiológico, lejos de estar dirimido, recién comienza en este punto. Ello explica la avidez con que desde los años noventa del pasado siglo las ciencias sociales cubanas han revisitado, con mirada histórica y crítica contextualizada, los temas vinculados al tránsito hacia la Nueva Política Económica (NEP) y la controversia posterior en torno a sus significados.
Un rasgo consustancial a esos procesos es que, en ocasiones, las medidas socialistas, justificadas o no, se alzaran históricamente sobre una especie de vacío, así como sobre una inadecuada preparación de los sujetos-actores sociales que impedía la plena hegemonía socialista.
Durante décadas se borró el conflicto, concientizado por Lenin, entre la superación económica de la propiedad privada y las circunstancias políticas que impusieron la vía jurídico-administrativa de dicha “superación”, como “castigo” a la burguesía en medio de la agudización de los combates de clase. El proyecto original, que sólo comprendía la instauración del control de la producción social y de la distribución de los productos por los Soviets, devino forma sui géneris de “implantación” del socialismo. La guerra civil y el sabotaje convierten la expropiación y la nacionalización en medidas de autodefensa de la propia Revolución. Se trataba de condiciones excepcionales que en modo alguno hacían superfluas las conclusiones esbozadas en un texto como Las tareas del proletariado en nuestra Revolución, donde para Lenin el nuevo poder “no implanta”, no se propone implantar ni debe implantar ninguna transformación que no esté ya perfectamente madura en la realidad económica y en la conciencia de la inmensa mayoría del pueblo.
El resultado es la discordancia entre el desarrollo de elementos vitales (producción-distribución-consumo, administración-control-sociedad civil, y Estado-poder-ejercicio del poder); y de las relaciones que tienen como elemento central mediador el problema de la propiedad.
La discusión sobre la disparidad de desarrollo, sus causas y clasificaciones, tiene una larga historia. De lo que se trata es de determinar si fue posible o no, o si quedó trunca la alternativa socialista al capitalismo, como proceso civilizatorio y formacional nuevo, con su propia línea político-cultural de desarrollo, o si lo que devino fue una alternativa a la modernidad occidental, como proceso de actualización civilizatoria, sobre la base de un tipo de propiedad no capitalista.
¿Por qué comienzo por ahí? Porque a propósito de la NEP, la dificultad radica hoy en aceptarla o no como nuevo rumbo estratégico en el que, una vez conquistado el poder estatal por vía revolucionaria, y dar pasos gigantescos de subversión y ruptura con las relaciones sociales capitalistas (el régimen de propiedad) y los resortes superestructurales de la dominación capitalista, se retrocede o reacomoda el proyecto hacia una interfase en la que aún lo socialista no aparece como opuesto pleno, como superación societal multifacética del orden económico capitalista, aunque este esté distorsionado por una nueva dirección hegemónica en formación.
El Che fue un crítico respetuoso de la NEP y sobre todo de su impronta posterior en la URSS. A la vez que identificaba al sistema presupuestario de financiamiento como la vía idónea para el avance del socialismo y el comunismo en Cuba, reconocía con claridad que “la economía política del período de transición falta totalmente”. Fue el artífice principal de dicho sistema y polemista agudo del cálculo económico de corte soviético, y consideró necesario que “nosotros debemos mantener todavía, durante un tiempo, los dos sistemas y después entrar ya a discutir algunas cosas mucho más profundas…”. El Che se leyó a Lenin, y en las polémicas de la época escribe: “Tal es, precisamente, la tesis que permitía a Lenin decir que sí era una revolución socialista la de Octubre, y en un momento dado plantear, sin embargo, que debía irse al capitalismo de Estado y preconizar cautela en las relaciones con los campesinos”. El Che admite que en aquellas condiciones, “cuando el atraso es muy grande, la correcta acción marxista debe ser atemperar lo más posible el espíritu de la nueva época, tendiente a la supresión de la explotación del hombre por el hombre, con las situaciones concretas de ese país; y así lo hizo Lenin en la Rusia recién liberada del zarismo y se aplicó como norma en la Unión Soviética”.
El defensor del sistema presupuestario de financiamiento, reconoce que tanto la argumentación sobre la NEP, como de la variante aplicada posteriormente en la URSS del llamado cálculo económico, es “absolutamente válida y extraordinaria por su perspicacia en aquel momento, es aplicable a situaciones concretas en determinados momentos históricos”. Yo te diría, que a mi juicio la identificación de la NEP con la política económica seguida en la URSS, es válida a los efectos argumentativos de la crítica de Che y sobre todo de su concepción diferente sobre la transición socialista en las condiciones cubanas, aunque existen sustantivas diferencias de concepción económica, y sobre todo en materia de estrategia política, en la propuesta inconclusa de la NEP y las variantes que le sucedieron tanto con Stalin como con los ulteriores momentos del llamado socialismo real.
Pero la época y las condiciones de radicalidad en que surge y avanza la Revolución cubana, está marcada por el establecimiento de todo el sistema mundial del socialismo. El Che se pregunta: “¿Cómo se puede producir en un país colonizado por el imperialismo, sin ningún desarrollo de sus industria básicas, en una situación de monoproductor, dependiente de un solo mercado, el tránsito al socialismo”?
En este contexto de radicales transformaciones estructurales y concientización popular (expropiaciones, nacionalizaciones, leyes en beneficio popular), de aguda lucha de clases es que debemos entender las propuestas teórico-prácticas de Che Guevara y en especial el Sistema Presupuestario de Financiamiento como concepción integral (económica, política y cultural) de construcción socialista. Para Che la posibilidad de avanzar en la acumulación originaria socialista era un imperativo económico y cultural que hacía pertinente los esfuerzos del trabajo liberado por la Revolución en aquella década de rupturas y avances civilizatorios. De ahí su convicción (avalada además por la idea de la época de que el marxismo podía prever, pronosticar casi en detalles las líneas de acciones revolucionarias) de “forzar la marcha de los acontecimientos, pero forzarlos dentro de lo que objetivamente es posible”.
FLR: Pero, ¿cómo conecta esto con la realidad cubana actual?
GVG: No tiene sentido hoy contraponer de modo libresco las conceptualizaciones y estrategias de desarrollo que respondieron a problemáticas concretas en cada etapa y coyunturas del proceso emancipatorio cubano, al proceso en curso de reestructuración de la economía y la sociedad en las actuales condiciones. Incorporar la médula racional de cada polémica, de las posiciones divergentes confrontadas en esta historia es una necesidad que problematiza y enriquece el debate de nuestros días. Virtud de Che fue su pensamiento cuestionador de dogmas, sometiendo sus propias nociones a la crítica revolucionaria.
En una de las reuniones bimestrales (verdaderos espacios de discusión revolucionaria plural, de aprendizaje colectivo), al incentivar una lectura histórica de El Estado y la revolución señalaba que “en cada momento tenemos que tomar medidas que en el momento siguiente podrán no ser correctas y que en el momento anterior pudieran no haber sido correctas, y que a lo mejor en este momento no son correctas tampoco, es verdad, pero hay que analizarla en el sentido dialéctico de que todo está en movimiento, de país cercado por el imperialismo, con profundos problemas internos de producción, en proceso de reestructuración de sus instituciones…”.
Esta reflexión es muy significativa tratándose de Che Guevara, para quien el proyecto socialista era multifacético e integral, y debía “crear” el hombre y la mujer nuevos, y también una nueva cultura. No solo necesitamos más que nunca el antimperialismo y la visión anticapitalista de Che, sino retomar en los actuales escenarios de diálogos y disputas la acción multifacética de intelectuales revolucionarios que no sean “asalariados dóciles al pensamiento oficial ni becarios que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas”.
Para pensar la continuidad de la Revolución hay que volver sobre lo que parecía ya entendido y hasta superado (no para incorporar acríticamente o rechazar por presunta inviabilidad), sino para resignificar todo lo valioso desde las nuevas condiciones nacionales e internacionales en que nos desenvolvemos.
Las transformaciones en curso asumen (o deben asumir) ese desafío. En consecuencia, se produce una transformación del Estado, la Sociedad Civil, así como de sus relaciones mutuas. También de los vínculos del Estado con el ciudadano y del individuo con la colectividad. En ese proceso de redimensionamiento aparece con fuerza el rescate del mercado.
El tema es polémico. A mi juicio, la complementariedad de mercado y plan, mercado y socialismo, espontaneidad y autoridad, siendo absolutamente necesaria para toda una época interformacional, de límites imposibles de fijar desde el presente, no es el “gran descubrimiento”: es el gran sucedáneo de nuestra incapacidad intelectual (o de la inmadurez societal) para descubrir el secreto de la superación histórica de la civilización del capital, pese a que asumamos conscientemente el reto que nos impone dicha época. Tal vez la paradoja sea consecuencia de aquella observación de Marx: “No basta con que el pensamiento acucie hacia su realización; es necesario que la misma realidad acucie hacia el pensamiento”.
Admitiendo que el mercado —contenido viejo que actúa en este caso como forma— puede y tiene que ser utilizado en la nueva “esencia” socialista (aún infomal en tal sentido), su talón de Aquiles radica en hacer caso omiso de las condiciones fundamentales donde éste debe actuar. ¿Cuáles serán sus nuevas leyes, papel y lugar en el sistema socioeconómico? ¿Qué contenido tendrá el mercado que lo haga adecuado al proyecto social y a la economía social socialista? ¿Cómo “domesticarlo” para que no imponga a través de su simbolicidad los valores que naturalizan la explotación transnacional y el dominio imperial sobre nuestros pueblos?
Hay suficientes elementos históricos para consentir que el fin de la producción capitalista de mercancías no es el fin de las relaciones mercantiles, toda vez que continúa un proceso de producción y un intercambio de productos supeditados a la división social del trabajo. Sin embargo, la mera extensión de las leyes del mercado al socialismo, sin una determinación clara del mecanismo de acción y subordinación de las mismas, muestra, hasta el momento, la posibilidad de reversión de la alternativa socialista como alternativa de emancipación humana.
FLR: Finalmente, por estos días se discute el anteproyecto constitucional. ¿Te parece un proyecto que se subordina a la realidad o que dialoga con ella sin renunciar al horizonte socialista?
GVG: Quiero partir de que se trata de un proceso democrático, cuya esencia no se agota (o no debe agotarse) con que la gente trasmita sus criterios. Después viene la manera en que esos criterios toman cuerpo en el proyecto, y luego, cómo se implementan.
Ahora bien, esta discusión expresa, al mismo tiempo, la necesidad de continuar trabajando en el ensanchamiento de ese corredor cultural del no capitalismo, y la situación real de la cultura acumulada y existente en Cuba a la altura de 2018. Procesos como este hacen emerger, visibilizar, fenómenos que ya existen. Los planteamientos conservadores presentes en el proyecto o que emergen en la discusión popular, digamos, por ejemplo, los relativos a la supresión del horizonte comunista o los disímiles criterios generados por el Artículo 68; son un termómetro. El asunto está en qué hacemos. Como país se asume el compromiso de consultar, escuchar y tener en cuenta a todos los ciudadanos, pero como individuos tenemos la libertad de resistirnos ante estas manifestaciones conservadoras. Nos hace falta una izquierda anticapitalista sólida, sin temores, diversa pero no atomizada, y quizás este sea un asunto de comunión entre las diferentes posiciones existentes.